03. vigilia de oración

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XVII Capítulo General

Para introducirnos en este camino capitular

sentimos a nuestro lado a María,

Madre de la Iglesia, patrona de nuestra Congregación.

Ella que acompañó los apóstoles en el cenáculo,

está hoy con nosotras,

en nuestras búsquedas y discernimientos,

en nuestros trabajos,

para que este tiempo sea de verdad un kairós,

un tiempo de Dios para

toda la Congregación.

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Encendemos el cirio pascual,

la luz del Resucitado, para iluminar

este camino capitular que vamos a

empezar.

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Hemos recibido el don del Espíritu

que fue infundido en María Emilia

y las siete primeras hermanas.

Iniciaron este camino

en la Iglesia en este mismo lugar,

un 25 de marzo de 1896.

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Su amor a Cristo presente en la Eucaristía, su identificación

con Él en su misterio de anonadamiento,

ha configurado nuestro ser.

María Inmaculada es la Madre y Modelo de esta familia,

es con su mismo sí con que el que queremos

responder hoy las que llamadas a vivir este mismo

don hemos sido selladas con el regalo de una vocación eucarística

y misionera.

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Extender por el mundo estos dos amores es nuestra misión en la Iglesia.

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La multiplicación de los panes (Mt 14, 13-21)

Al enterarse de eso, Jesús se alejó en una barca a un lugar desierto para estar a solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo siguió a pie. Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: “Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos”. Pero Jesús les dijo: “No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos”. Ellos respondieron: “Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados”. “Tráiganmelos aquí”, les dijo. Y después de ordenar a la multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes, los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños.

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