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Karumbita
en
Cuarentena
Nelson Aguilera
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Karumbita en Cuarentena
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Toda la familia quedó como congelada delante del televisor.
El presidente de la república hablaba y decretaba que la
mayoría de la población no podría salir de su casa por el
término de quince días, a no ser que fuera para ir al
supermercado, a la farmacia o al hospital.
Karumbita, Manuel y Anahí no podían creer lo que estaban
viendo y escuchando. La mamá y el papá de los niños
quedaron mudos, desconcertados. No sabían qué decir.
- Esta medida tomamos para proteger a todos los
paraguayos de la pandemia que se originó en al otro
lado del mundo. Por lo tanto, toda aglomeración de
personas queda expresamente restringida. Se
suspenden las clases en escuelas, colegios y
universidades; la reunión de personas en estadios,
iglesias, teatros, conciertos etc. Miles están infectados
por el virus, y muchos ya han fallecido en Asia, en
Europa y en los Estados Unidos. No queremos que ese
virus haga estragos en nuestro país. Y esta es la razón
que nos lleva a implementar estas normas – aclaraba
el jefe de estado en su discurso.
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- ¡Tenemos que ir ahora al súper! – exclamó el papá.
- Creo que no es una buena idea – dijo Karumbita.
- ¿Por qué? – preguntaron todos.
- Porque ahora todo el mundo se agolpará a los centros
comerciales, y muchos se contagiarán del virus en
medio de la desesperación por comprar alimentos –
contestó Karumbita.
- Yo creo que Karumbita tiene razón. Será mejor
esperar hasta mañana a la siesta. A esa hora la gente
se calmará más y podremos hacer las compras con
mayor tranquilidad – dijo la mamá.
- ¡Eso quiere decir que no voy a poder irme al cumple
de Angélica! ¡Yo me quiero ir! – protestó Anahí.
- ¡Y yo me quiero a la escuela y a mi partido de fútbol! –
agregó Manuel.
- ¡Y yo no podré ir al estadio para ver el clásico! – se
quejó el papá.
- Y yo que quería irme a la pelu para teñirme el cabello
y luego merendar con mis amigas en el shopping.
¿Qué voy a hacer? – lamentó la mamá.
Karumbita no podía creer al escuchar a todos los miembros
de la familia quejarse de esa manera. Cada uno protestaba
por tener que quedarse en casa dos semanas. Parecía que
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sus actividades eran más importantes que la salud de cada
uno de ellos y de toda la población. Karumbita respiró una,
dos y tres veces. Luego tomó la palabra diciendo:
- Querida familia, este momento no es para pensar en
lo que nos gustaría hacer a cada uno de nosotros, sino
en cuidarnos y en cuidar a los demás quedándonos en
casa.
- ¡Pero yo quiero estar con mis amigas! – reclamó
Anahí.
- Lo sé, y las volverás a ver si te quedas en casa por dos
semanas; pero si te llegas a enfermar no podrás verlas
por mucho tiempo.
- Karumbita tiene razón, mi hija – interrumpió el papá -.
Esto pasará, y pronto volverás a la escuela, jugarás
con tus compañeras y podrás asistir a las fiestas de
cumpleaños de tus amigas; pero por el momento
tendremos que quedarnos en casa.
- ¿Y qué vamos a hacer tanto tiempo encerrados? –
preguntó Manuel.
- ¡Ya inventaremos qué hacer! – dijo la mamá.
- Tendríamos que hacer un plan de las tareas para cada
uno – afirmó el papá.
- Yo tengo muchas ideas en la cabeza.– agregó
Karumbita.
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- ¿Quéééééééééééééééé´? – preguntaron en coro.
- ¡Ya verán! – Respondió Karumbita y se alejó hacía el
patio.
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Pasaron varios días y Manuel ya no soportaba el
encierro. Para empeorar la situación, un fin de semana
se vino una tormenta que hizo que la electricidad se
cortara todo un día. Manuel estaba más que aburrido
y no le gustaban para nada los juegos que proponía
Karumbita.
Todos miraban la lluvia desde los grandes ventanales
de la sala. El otoño se acercaba y la temperatura
comenzaba a descender. El calor del tórrido verano
iba alejándose poco a poco e iba cediendo lugar a la
temporada otoñal, que tímidamente asomaba sus
narices en el Paraguay.
Manuel se metió en su cuarto y comenzó a llamar a
algunos de sus amigos. Estaba expresamente
prohibido salir de la casa, pero tan grande era su
aburrimiento que él planeó juntarse con Pablito,
Francisco, Eduardo, Lucas y José en la canchita de la
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plaza para un partidito de fútbol durante la siesta, una
vez que la lluvia cesara.
- Nadie se va a enterar, yo voy a llevar la pelota.
Tranquilo, papá y mamá van a dormir la siesta.
¿Anahí? Ella va a estar en su mundo haciendo las
tareas del colegio. Parece que los profes se volvieron
todos locos y nos enviaron toneladas de deberes. Yo
los hice todo en un santiamén, pero mi hermana es
lerda como una tortuga - decía Manuel a Lucas en el
teléfono, mientras se ajustaba sus enormes anteojos
Dexter.
- ¿Y Karumbita? – preguntó Lucas.
- A esa hora va a estar leyendo sus libros. Vos sabés que
ella es adicta a la lectura y ni se va a enterar de que yo
haya salido – respondió Manuel.
- ¿Y cuándo será el partido? – volvió a preguntar Lucas.
- ¡Y cuándo escampe esta estúpida lluvia! – protestó
Manuel.
- Después del partido podemos ir todos juntos a mi casa
a tomar helados que mi mamá compró del súper-
invitó Lucas.
- ¡Dale! – expresó con alegría Manuel, se despidió de su
amigo y apagó el celular.
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La lluvia pasó y un cielo tachonado de estrellas cubría
como un manto al Paraguay. No hacía calor, el clima
estaba agradable. La televisión informaba sobre la
gente que no guardaba la cuarentena y las medidas
que el gobierno iba tomando con los que llegaban del
extranjero.
Karumbita estaba dirigiendo un juego en la sala y
todos se divertían en gran manera. Cada uno tenía
que dar una respuesta utilizando la inicial de su
nombre. Primeramente, Karumbita interrogó a
Manuel.
- ¿De dónde vienes?
- De Malasia.
- ¿Adónde vas?
- A… a… Marruecos.
- ¿Qué llevas?
- Ma…manzanas.
- -¡Muy bien! Ahora, vos Anahí.
- ¿De dónde vienes?
- De A…Argelia.
- ¿Adónde vas?
- A Argentina
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- ¿Qué llevas?
- A…arina
- ¡Noooooooooooooooo! – gritó Manuel – Eso lleva “h”.
- A…azulejos, entonces.
- ¡Muy bien!
- Ahora las preguntas las hacemos nosotros, Karumbita
– dijo Manuel.
- Okey – respondió Karumbita.
- ¿De dónde vienes?
- De Kuwait.
- ¿Adónde vas?
- A… Kenia.
- ¿Qué llevas? –preguntó Anahí.
- Kiwi.
- ¡Muy bien! – dijeron los niños y aplaudieron
estruendosamente.
En medio del jolgorio infantil el papá levantó el volumen del
televisor porque había una noticia de último momento. En
la pantalla aparecieron el presidente de la república y el
ministro de salud, un hombre alto, moreno, pelado, de ojos
grandes y amplia sonrisa. Toda la población esperaba cada
noche los informes de este señor que se ganó el respeto de
todos por su profesionalismo y patriotismo.
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- Hoy hemos analizado cien muestras, noventa y cinco
dieron negativo y cinco positivos.
- ¡Oh noooooooooooooooooooo! – exclamaron todos
en la sala.
- Tres de los que dieron positivo vinieron del extranjero,
y dos adquirieron el virus en forma local. Esto quiere
decir que el virus ya está circulando entre nosotros.
Por favor, quédense en sus casas, no salgan, lávense
bien las manos y cuídense - remarcó el ministro de
salud.
- ¡No puede ser! – protestó el papá – Con esto ya
tenemos treinta y cinco casos.
- Y tres fallecidos – agregó la mamá.
Todos quedaron como petrificados. La noticia les causó
temor. Un silencio largo y profundo se aposentó en la sala.
Cada uno de ellos estaba como pegado con plasticola al
televisor. Cada palabra, cada orientación era muy
importante para todos. Luego de un tiempo, el presidente
retomó la palabra diciendo:
- Hemos decidido que la cuarentena se extenderá por
dos semanas más a fin de evitar un contagio masivo.
Sólo se permitirá que una persona por familia salga a
hacer las compras o ir a la farmacia. Cualquier caso de
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enfermedad, por favor, llamen a los números
habilitado en la pantalla.
La noticia fue interrumpida por el celular del papá que
sonaba una y otra vez desesperadamente. Todos lo
miraron, él se fue lentamente hacia el aparato. Caminaba
como en cámara lenta porque temía recibir una mala noticia.
Los ojos expectantes de toda la familia estaban posados
sobre él. Con las manos temblorosas levantó el teléfono y
contestó:
- Hola. Sí, soy yo. ¿Qué hay?
Otro largo silencio embargó la sala. Solamente se podía
escuchar la respiración de cada uno y el latir de sus
corazones.
- ¡No! ¡No puede ser! – exclamó el papá y la angustia
parecía abrazar a cada miembro de la familia. Escuchó
el mensaje con mucha atención, se despidió y luego
pulsó una tecla del teléfono y lo apagó.
- ¿Qué pasó, papá? – preguntó Manuel preocupado.
- El papá de Lucas fue uno de los que dio positivo con el
virus – le respondió a su hijo.
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Manuel quedó amarillo. Su plan de ir a jugar en la plaza con
los amigos quedó hecho añicos; y la idea de ir a tomar
helados en la casa de Lucas quedó hecha trizas. Se sentó en
el sofá lentamente con la mirada perdida en las baldosas del
piso. Suspiró hondamente, y resonaron las palabras del
presidente en su cabeza:
- Por favor, quédense en casa, quédense en casa,
quédense en casa.
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El papá volvía del súper con todas las compras. Se bajó del
auto e iba a entrar a la casa rápidamente cuando el grito de
Karumbita y de sus hijos lo detuvieron en la puerta:
- ¡Alto! Stop! Epyta upépe!
- ¿Qué pasa? – preguntó el hombre.
- ¡Manos arriba! – le dijo Karumbita – Arroje sus llaves
en esta bolsita de hule.
El papá obedeció con una gran sonrisa en los labios.
- ¡Sáquese sus zapatos! – ordenó Manuel a su papá,
quien siguió obedeciendo sin protestar.
- ¡Póngase estas zapatillas! – prosiguió Anahí –, y entre
a la casa directo al baño.
- Allí lávese bien las manos con jabón mientras canta
dos veces una canción, sáquese toda la ropa, póngala
en esa bolsa de plástico verde para que sea lavada e
inmediatamente báñese – agregó la mamá.
Luego, Karumbita y la mamá procedieron a desinfectar la
puerta, el volante, el cambio, el tapizado y todo el auto
rociando con alcohol todas las partes del vehículo. Hicieron
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lo mismo con los productos comprados antes de ser metidos
dentro de la casa.
Después, la mamá echó todas las frutas, verduras y
hortalizas en la pileta de la cocina, la llenó de agua y vertió
un chorrito de lavandina para desinfectarlas. Más tarde,
todos ayudaron para secarlas y meterlas en la heladera.
Anahí se alegró bastante al ver que su papá había comprado
una buena cantidad de bananas, y exclamó diciendo:
- ¡Qué bueno! Voy a poder hacer una rica torta de
bananas.
- ¿Con uvas pasas? – preguntó Karumbita.
- ¡Sí!
- ¿Y almendras? – interrogó Manuel.
- ¡Sí!
- ¡Y con chips de chocolate! – concluyó la mamá, y
todos llenaron de risa la cocina.
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Al día siguiente, las noticias no eran muy alentadoras. El
número de infectados crecía y crecía cada vez más. Las
recomendaciones de quedarse en casa seguían resonando
en la tele y en la radio. Los periodistas, faranduleros,
locutores y artistas trataban de levantar la moral de la gente
con juegos, chistes, música, chismes y consejos para evitar el
contagio.
El papá y la mamá estaban en el jardín conversando,
Karumbita se perdía en la lectura de un libro de aventuras en
la sala y Manuel estaba trabajando en la compu en el
estudio. Anahí, por su parte, se metió en la cocina para
hacer una rica torta de banana. Encendió la radio para
escucharla, mientras iba mezclando los ingredientes al son
de una hermosa guarania.
Luego de un tiempo logró meter el preparado en el horno, y
sin darse cuenta una honda tristeza se apoderó de ella.
Anahí, influenciada por las notas de la guarania, comenzó a
llorar.
Karumbita la escuchó y vino a su encuentro. La abrazó y le
preguntó:
- ¿Qué te pasa, Anahí?
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- No sé, me siento un poco triste, preocupada por todo
lo que este virus está haciendo; y pienso en los
abuelitos, en los niños y en toda la gente que está
sufriendo en el mundo entero y… - explotó en un
sonoro llanto.
- Tranquila, amiga mía – le dijo Karumbita tratando de
calmarla -, ya todo pasará y vas a ver que todo va a
estar bien. Un día le diremos adiós a esta cuarentena.
Vamos a la sala a conversar un poco mientras se hace
tu rica torta de banana.
La llevó hasta el living, la hizo sentar, le pasó un pañuelito de
papel y comenzó a hablarle:
- Anahí, todos pasamos por momentos de miedo, de
tristeza y de incertidumbre; pero estos son los
momentos en que tenemos que confiar en Dios. Nada
escapa de sus manos. Todo está bajo su control.
- Okey – dijo la niña de rulos de oro mientras se secaba
dos gruesas lágrimas que descendían por sus mejillas
rosadas.
- Hay un salmo que nos alienta bastante en momentos
como este.
- ¿Cuál es?
- El cuarenta y seis, y si mal no recuerdo dice así: “Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio
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en los momentos de sufrimientos. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios, y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares; aunque bramen y se agiten sus aguas, aunque tiemblen los montes con creciente enojo”.
- ¡Qué hermoso es! - Y a más de ser hermoso, nos alienta a confiar en Dios.
Él es soberano. ¡Fuerza, valiente amiga mía! – Y la volvió a abrazar.
Manuel, que estaba escuchando desde el estudio la
conversación entre su hermana y Karumbita, se levantó y
fue a sentarse con ellas. Karumbita lo miró y le preguntó:
- ¿Cómo estás, campeón?
- Y no muy bien.
- ¿Por qué? – le preguntaron ambas.
- Y me siento mal porque casi hice algo que no debía.
- ¿Querés compartirlo con nosotras? – preguntó
Karumbita.
- Es que el presidente, el ministro de salud, mamá,
papá, ustedes, la tele y todo el mundo dice que no hay
que salir, que hay que quedarse en casa y…
- ¿Y qué? – volvieron a preguntar Karumbita y Anahí.
- Y … yo estaba a punto de desobedecer…
- ¿Cómo? – preguntó Anahí.
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- Me iba a ir a jugar un partido de fútbol con Lucas,
José, Francisco y otros en la plaza, pero justo vino el
papá de Lucas a contagiarse.
- ¡Ay, socorro! – exclamó Karumbita .
- Y después íbamos a irnos a tomar helados en la casa
de Lucas.
- ¡Nooo! – dijo Anahí sobresaltándose.
- ¡Gracias a Dios que no te fuiste! De otra manera
podrías haberte contagiado – agregó Karumbita.
- ¡Y contagiarnos a todos nosotros! – afirmó
rotundamente Anahí.
- Tienen razón. Creo que fui bastante irresponsable y
egoísta – reconoció Manuel.
- Pero, menos mal que no lo hiciste – interrumpió el
papá que venía del patio con su esposa.
Manuel, lleno de remordimiento, se levantó y corrió hacía
ellos. Lloró desesperadamente y les pidió perdón. Todos lo
rodearon y trataron de calmarlo.
- Ya paso, ya pasó. Todo está bien, mi hijo querido – le
dijo la mamá mientras secaba las lágrimas de su hijo
con sus manos.
De repente, el papá levantó la nariz, husmeó y preguntó con
curiosidad:
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- Pero, ¿qué es ese olor tan rico que viene de la cocina?
– Karumbita y Anahí se miraron y gritaron:
- ¡La torta de bananas! – Y corrieron para sacarla del
horno antes de que se quemara.
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Pasaron varias semanas, la pandemia se siguió combatiendo
en todos los frentes. Poco a poco la gente aprendió a valorar
más el pan de cada día, el aire que respira, la naturaleza, la
familia, la fe en Dios, la salud, los amigos y todo aquello que
verdaderamente vale la pena.
El virus vino a enseñar a los seres humanos que son
efímeros, que el dinero no se lleva a la tumba y que la vida
es un regalo de todos los días; que deben ser agradecidos
aún por las cosas pequeñas que tienen.
Karumbita, Manuel, Anahí y sus padres aprendieron a
disfrutar juntos cada momento, porque la vida está hecha
de momentos.
La tormenta iba pasando. Todos trataban de volver a la
normalidad lentamente, hasta que una reluciente mañana
llena de sol el presidente se dirigió a la población diciendo:
- Todos los niños ya pueden regresar a las escuelas.
Millones de gritos llenos de júbilo explotaron en cada rincón
de la República del Paraguay. La gente celebró semejante
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noticia con aplausos, con cantos y con danzas. Los niños se
vistieron de gala y regresaron a las aulas. Los maestros se
pusieron felices porque por fin volverían a escuchar la risa
cantarina de sus alumnos y la escuela tendría vida otra vez.
Karumbita, Anahí y Manuel saltaron, danzaron y se rieron de
alegría y de gozo. De ahora en adelante, Anahí podrá asistir
otra vez a los cumples de sus compañeras, Manuel podrá
jugar con los chicos un partido de fútbol en la plaza, la mamá
podrá teñirse el pelo y merendar con sus amigas, y el papá
podrá irse a ver el clásico en el estadio. La vida continúa y el
encierro quedó atrás.
Karumbita estaba tan feliz por la noticia y no paraba de
repetir cantando y danzando:
- La cuarentena quedó en el pasado. ¡Viva la vida! ¡Viva
la familia!
Y todos juntos gritaron:
- ¡Adiós bendita cuarentena!
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Guía didáctica
1- Contesta con F (Falso) o V (Verdadero)
a- Anahí se fue al cumple de sus amigas durante la
cuarentena. (…..)
b- Manuel planeó ir a jugar fútbol con sus amigos en
la plaza. (…..)
c- Karumbita hizo una rica torta de bananas. (….)
d- La mamá quería ir al supermercado la misma noche
en que el presidente decretó la cuarentena. (….)
e- Karumbita hizo juegos con los niños durante la
cuarentena. (….)
f- Al papá le gusta la guarania. (…..)
g- Anahí se sintió triste por el sufrimiento de la gente.
(….)
h- Manuel se asustó al escuchar que el papá de Lucas
se contagió con el virus. (….)
i- El ministro de salud dijo que todos podían volver a
la escuela. (….)
j- Karumbita y los niños se alegraron ante la noticia
de regresar a la escuela. (….)
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2- Contesta las siguientes preguntas:
a- ¿Dónde estaba la familia cuando vieron la noticia
de la cuarentena en la tele?
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………..
b- ¿Por qué la gente escuchaba con atención el
mensaje del ministro de salud?
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
…………………………………………………………………………….
c- ¿Qué opinas del plan de Manuel de ir a la plaza a
jugar al fútbol con sus amigos?
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
…………………………………………...................................
d- ¿Por qué se extendió la cuarentena dos semanas
más, según el presidente?
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
…………………………………………...................................
e- ¿Qué se puede hacer como familia durante una
cuarentena?
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………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
………………………………………………………………………………
3- Dibuja tres momentos del cuento que te gustaron
más.
Momento 1 Momento 2 Momento 3
4- Elige uno de los personajes de la siguiente lista y
escríbele una carta expresándole tu opinión sobre
sus acciones durante la cuarentena.
a- Karumbita
b- Manuel
c- Anahí
d- El papá
e- La mamá
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f- El presidente
g- El ministro de salud.
5- Escríbele un e-mail al autor
(nelsonaguileraactor@gmail.com) expresándole lo
que te gustó y lo que no te gustó del cuento.
6- Investiga la biografía del autor.
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