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Es más sencillo de lo que crees.
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―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 1
Curso Básico Bíblico
LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES
CLASE 04A: MENSAJES DEL CIELO
Primera Parte
© La Familia Internacional
Editado por http://audioconectate.net
Junio de 2011
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 2
Las 12 Piedras Fundamentales Clase 04A - 1
MENSAJES DEL CIELO, PRIMERA PARTE
CÓMO RECIBIR PROFECÍAS
PRIMER TRAMO: ¿QUÉ ES UNA PROFECÍA?
Orar entraña también escuchar a Dios
Como se dijo en La oración, primera parte: principios y aplicación, la oración
no debe ser un monólogo en el que tu eres el único que hablas y el Señor se
dedica a escucharte. Tu relación con el Señor entraña también oír las palabras
que Él te quiere decir. Orar es comulgar con el Señor, conversar con Él. Es
acudir a Su presencia en quietud, con respeto, y presentar sinceramente nuestra
petición. Luego esperas en silencio que te llegue la respuesta. Si nos proponemos
a escucharlo, Dios nos hablará.
1 Samuel 3:9-10. Dijo Elí a Samuel:«Ve y acuéstate; y si te llamare, dirás»:
“Habla, Señor, porque tu siervo oye”. Así se fue Samuel, y se acostó en su
lugar. Y vino el Señor y se paró, y llamó como las otras veces: «¡Samuel, Samuel!» Entonces Samuel dijo: «Habla, porque tu siervo oye».
Números 9:8. Moisés les respondió: «Esperad, y oiré lo que ordena el Señor acerca de vosotros».
Salmos 4:4b. Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, selah.
Salmos 46:10a. Estad quietos y sabed que Yo soy Dios.
Cuando Dios habla…
Cuando el Señor habla y nos comunica un mensaje por medio de uno de Sus
hijos, nos referimos a tales comunicaciones como profecías. A lo largo de la
Biblia el Señor habló a Su pueblo de esa forma, inspirando a Sus profetas a
transmitir Sus palabras y mensajes.
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, Dios nos dice que en los días
previos a la segunda venida de Jesús —un período al que las Escrituras
denominan «el Tiempo del Fin» o «los Postreros Días», Él derramará Su
Espíritu de modo muy particular y ungirá a muchos de Sus siervos para que
profeticen. Promete:
Hechos 2:17-18 (también Joel 2:28,39). En los postreros días, dice Dios,
derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas
profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán
sueños; Y de cierto sobre Mis siervos y sobre Mis siervas en aquellos días derramaré de Mi Espíritu, y profetizarán.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 3
La profecía: Uno de los dones del Espíritu
Cuando pedimos al Señor que nos llene de Su Espíritu Santo, recibimos lo que
la Biblia llama los «dones del Espíritu». Se trata de dones o carismas
espirituales extraordinarios que nos concede nuestro Padre Celestial para
fortalecernos y asistirnos. El don de profecía figura entre los nueve elementales
que se detallan en 1 Corintios 12:
1 Corintios 12:4,10–11. Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el
Espíritu es el mismo....a otro, profecía... Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere.
Estos carismas provienen del Padre Celestial. Dios los otorga a Sus hijos con
la finalidad de comunicarse mejor con ellos y darles a conocer mejor Su persona
y Su voluntad.
En el Antiguo Testamento únicamente ciertos reyes, profetas y dirigentes
recibían el Espíritu Santo. Todo el peso de la dirigencia recaía sobre ellos. Pero
en el albor de la era del Nuevo Testamento, en el día de Pentecostés
concretamente, Dios desechó el antiguo esquema por el cual los creyentes
dependían casi exclusivamente de los dirigentes para saber qué hacer. A partir
de entonces exigió que cada cristiano respondiera por sí mismo ante el Espíritu
Santo.
Cada persona puede obtener la medida que desee del Espíritu Santo o que
pueda sobrellevar, y debe dejarse conducir de manera individual por el Señor. El
propósito del Señor en ello fue el de preparar a Su iglesia Sus seguidores
para una era posterior en que sufriría mucha persecución y sus componentes
necesitarían que Él los guiara individualmente.
El don deseable
La Biblia asimismo dice que los que pertenecen al pueblo de Dios deben desear y
procurar particularmente el don de profecía. En otros pasajes de la Biblia se nos
recomienda que deseemos este don espiritual y que a través de él permitamos que
Dios nos hable y se comunique por medio de nosotros.
1 Corintios 14:1,5,39. Seguid el amor; y procurad los dones espirituales,
pero sobre todo que profeticéis. […] Quisiera que todos vosotros hablaseis
en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza
que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia
reciba edificación. […] Así que, hermanos, procurad profetizar, y no
impidáis el hablar lenguas.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 4
Las predicciones
Muchas personas piensan que profetizar equivale a predecir el futuro, pero no
siempre es así. La palabra profecía deriva del griego propheteia, que significa
«expresar el pensamiento y el consejo de Dios».
Es cierto que un profeta predice muchas cosas, pronostica hechos y sucesos por
inspiración del Espíritu de Dios. Sin embargo, profetizar tiene un sentido más
amplio que equivale a hablar por inspiración divina, proferir las Palabras de
Dios; es decir simplemente transmitir la Palabra de Dios, cualquiera que esta
sea, en cualquier momento y lugar, y a cualquier persona, siempre que ello
armonice con la voluntad de Dios.
SEGUNDO TRAMO: QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DEL DON
DE PROFECÍA
Veamos qué usos ha dado Dios al don de profecía como medio de
comunicación con Su pueblo a lo largo de la Historia.
Las profecías provienen de Dios
2 Pedro 1:21. Nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que
los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
Hechos 3:21. Habló Dios por boca de Sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo.
Oseas 12:10,13. He hablado a los profetas, Yo multipliqué la visión, y por medio de los profetas usé parábolas.
Romanos 12:6. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe.
Las profecías y profetas del Antiguo Testamento
En los días de Moisés profetizaban setenta ancianos
Números 11:24-30. Salió Moisés y dijo al pueblo las palabras del Señor; y
reunió a los setenta varones de los ancianos del pueblo, y los hizo estar
alrededor del tabernáculo. Entonces el Señor descendió en la nube, y le
habló; y tomó del espíritu que estaba en él, y lo puso en los setenta varones
ancianos; y cuando posó sobre ellos el Espíritu, profetizaron, y no cesaron.
Y habían quedado en el campamento dos varones, llamados el uno Eldad y
el otro Medad, sobre los cuales también reposó el espíritu; estaban éstos
entre los inscritos, pero no habían venido al tabernáculo; y profetizaron en
el campamento. Y corrió un joven y dio aviso a Moisés, y dijo: Eldad y
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 5
Medad profetizan en el campamento. Entonces respondió Josué hijo de Nun,
ayudante de Moisés, uno de sus jóvenes, y dijo: Señor mío Moisés,
impídelos. Y Moisés le respondió: «¿Tienes tú celos por mí? Ojalá todo el
pueblo del Señor fuese profeta, y que el Señor pusiera su espíritu sobre
ellos». Y Moisés volvió al campamento, él y los ancianos de Israel.
En el tiempo de Elías, él era el principal profeta, pero existían al menos otros
100:
1 Reyes 18:1,3–4. Pasados muchos días, vino palabra del Señor a Elías en
el tercer año, diciendo: «Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz
de la tierra». Y Acab llamó a Abdías su mayordomo. Abdías era en gran
manera temeroso del Señor. Porque cuando Jezabel destruía a los profetas
del Señor, Abdías tomó a cien profetas y los escondió de cincuenta en
cincuenta en cuevas, y los sustentó con pan y agua.
Las escuelas de profetas instituidas por Eliseo
(Eliseo formó a un grupo de profetas llamado los hijos de los profetas)
2 Reyes 2:3,5. Saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en
Betel. [...]Y se acercaron a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron...:
2 Reyes 4:38. Eliseo volvió a Gilgal cuando había una grande hambre en la tierra. Y los hijos de los profetas estaban con él.
2 Reyes 6:1. «Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en que moramos contigo nos es estrecho».
La compañía de profetas de Samuel
1 Samuel 19:20. Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a
David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a
Samuel que estaba allí y los presidía. Vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaban.
La Iglesia Primitiva y el don de profecía
Resulta muy interesante estudiar la experiencia de los primeros cristianos y la
forma en que recibían sus instrucciones. No solo dependían de la Palabra de
Dios escrita y documentada, sino también del don de profecía. A continuación
referimos apenas unos pocos ejemplos de cómo los primeros cristianos se valían
de la Palabra Viviente recibida por medio de profecías:
Hechos 11:27-30. En aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén
a Antioquía. Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender
por el Espíritu, que vendría una gran hambre en toda la tierra habitada; la
cual sucedió en tiempo de Claudio. Entonces los discípulos, cada uno
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 6
conforme a lo que tenía, determinaron enviar socorro a los hermanos que
habitaban en Judea; lo cual en efecto hicieron, enviándolo a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.
Hechos 13:1-3. Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía,
profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de
Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y
Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo:
«Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado».
Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los
despidieron.
Hechos 19:6. Habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el
Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
Hechos 21:8-9. Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos,
fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno
de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.
Hechos 21:10-14. Permaneciendo nosotros allí algunos días, descendió de
Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de
Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: «Esto dice el Espíritu Santo»:
“Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le
entregarán en manos de los gentiles”. Al oír esto, le rogamos nosotros y los
de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén. Entonces Pablo respondió:
«¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy
dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre
del Señor Jesús». Y como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo:
«Hágase la voluntad del Señor».
El ejercicio del don de profecía era muy respetado entre los
primeros cristianos
1 Corintios 12:28. A unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles,
luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después
los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.
1 Tesalonicenses 5:20. No menospreciéis las profecías.
Romanos 12:6. Teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe.
Las epístolas nos proporcionan pautas para evaluar las profecías comunicadas
en la iglesia:
1 Corintios 14:29. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás
juzguen.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 7
1 Corintios 14:32. Los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas;
1 Juan 4:1. Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
Conclusión: ¡Tú también puedes recibir mensajes del Cielo!
Si lees los episodios en que Dios habló a Sus hijos en otros tiempos y te
familiarizas con la multitud de versículos en los que promete hablarte, eso
afianzará tu fe en que tú también puedes escuchar a Dios y recibir mensajes
del Cielo.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 8
(Las 12 Piedras Fundamentales Clase 04A - 2 )
MENSAJES DEL CIELO, PRIMERA PARTE
CÓMO RECIBIR PROFECÍAS
TERCER TRAMO: DIOS HABLA HOY
Por qué necesitamos la Palabra Viviente
La Biblia nos proporciona un registro permanente de las inmutables Palabras
divinas, pero Dios todavía habla hoy por medio de profecías, visiones y señales.
Solemos llamar a estos mensajes actuales del Señor Su Palabra Viviente.
Es probable que te preguntes por qué no me basta con leer la Biblia. ¿Por qué
no obtener mis respuestas de la Palabra escrita?
Es cierto que debas obtener todas las respuestas que puedas de la Palabra
escrita. Sin embargo, en los casos en que ésta no alcance a responder a tus
necesidades específicas, el Señor te ha dado el don de profecía como
complemento para estar al tanto de la dirección en que Él te guíe. La Palabra
escrita te proporciona los fundamentos, pero son muchas las ocasiones en que el
Señor desea darte instrucciones específicas para tu situación particular
hablándote directamente por medio de profecías.
Consejos para hoy día
Los principios elementales de la Palabra se aplican. Sin embargo, hay mucho
asesoramiento que necesitas y que no encuentras de manera específica en la
Biblia. Por eso el Señor te ofrece el preciado don de hablarte directamente
acerca de tu situación particular.
El Señor desea hablarnos y animarnos. Él promete:
Isaías 30:21. Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: «Este es el
camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a
la mano izquierda».
Las profecías no contradicen la Palabra escrita
Una profecía auténticamente inspirada por el Señor no contradice la Palabra de
Dios registrada en la Biblia, aunque sí llenará muchos vacíos en nuestra
comprensión de algún asunto. La Palabra es la medida, el patrón por el que debe
ser medida. (Hablaremos más de esto en la próxima clase.)
Testimonios: Por qué medios nos habla Dios hoy
Escucha la voz de Dios
Albert Schweitzer (1875-1965, ganador del premio Nobel, médico
misionero que sirvió en Camerún y África Ecuatorial Francesa
[actualmente denominado Gabón]). Aparte que fue un gran músico y
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 9
médico, viajó al África como misionero para asistir a los enfermos. En
cierta ocasión navegaba río arriba en una barca cargada con suministros
para un hospital que había construido. Durante el viaje observó el inmenso
tronco de un árbol caído en el agua. Si chocaban contra él la barca se
hundiría y se ahogarían.
Después de su visita al hospital, Albert emprendió el regreso por el
mismo río. Era de noche y estaba muy oscuro. Advirtió a quienes pilotaban
la barca que no se acercaran mucho a la orilla del río sino que se
mantuvieran en la parte central de la cuenca. De golpe, el Señor dio a
Albert un aviso en el espíritu de que se estaban acercando demasiado a la
ribera. Todos los hombres respondieron que no era así y que iban muy bien
encaminados, de modo que Albert volvió a sentarse. Supongo que saben lo
que hacen —pensó él—. Al fin y al cabo, navegan por este río
continuamente y están habituados a detectar cosas aun en la oscuridad del
bosque. Yo no tengo tan buena vista. De repente el Señor volvió a hablar al
corazón de Albert. Esta vez dándole una advertencia más firme. ¡Hazme
caso o todos se ahogarán! Albert se levantó de un salto y ordenó a los
hombres que remaran al instante más hacia el centro del río. Apenas se
habían apartado de donde estaban, observaron repentinamente en la
oscuridad la enorme masa del tronco del árbol que había caído al agua. De
no haber virado hacia la mitad de la cuenca en ese instante, la barca habría
chocado con él y se habría hundido.
.
La fe de un niño
Mary
Escuchar al Señor es tan emocionante que hasta a los niños pequeños les
fascina. ¡Alabado sea el Señor! Una de nuestras hijas usa aparatos para los
dientes, los cuales tiene que sacarse cada vez que come. Un día los extravió.
Buscamos por todos lados pero no podíamos encontrarlos.
La niña propuso que nos reuniéramos a escuchar al Señor para ver qué
nos decía. Me pareció muy valiente de su parte y me pregunté si realmente
estaba preparada para escuchar lo que pensé que el Señor le diría acerca
de no cuidar muy bien sus cosas. No esperaba oír nada yo misma, pues se
trataba de una pregunta muy específica y hasta entonces me había costado
creer que era capaz de recibir respuestas concretas del Señor. Otros tal vez
sí, pero no yo. Pero he aquí que recibí lo siguiente: «Con las cáscaras de
naranja en el basurero». Inicialmente no lo expresé porque me parecía
inverosímil. Así que esperé a que otros expresaran lo que les había venido a
ellos. Como a nadie le vino nada, dije: «Esto suena descabellado, pero me
vino: “Con las cáscaras de naranja en el basurero”». Mi hija fue a ver y
allí estaban. ¡Él nos da respuestas directas y definidas!
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 10
Música y profecía
La música es sin duda un medio de sumergirse en el Espíritu. Consideren
las siguientes palabras de Eliseo, quien cuando se le pidió que escuchara al
Señor, dijo: «Mas ahora traedme un tañedor» (2 Reyes 3:15). El versículo
concluye diciendo: «Mientras el tañedor tocaba, la mano del Señor vino
sobre Eliseo».
A continuación referimos otro verso relacionado con la música y con la
composición de canciones en profecía. Dice que ciertos músicos
profetizarían con sus instrumentos musicales: «Asimismo David y los jefes
del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de
Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos» (1 Crónicas
25:1).
CUARTO TRAMO: PAUTAS PARA ESCUCHAR A DIOS EN
PROFECÍA
Cómo escuchar al Señor
Busca un sitio tranquilo.
Da comienzo a tu rato de comunión con el Señor alabándolo, leyendo Su
Palabra o las dos cosas.
Luego, hazle una pregunta concreta o simplemente pídele que te comunique lo
que Él quiera.
Cerrar los ojos te ayudará a hacer a un lado las distracciones.
Serénate y dirige tus pensamientos al Señor. Procura concentrarte.
Puede que a veces el Señor te hable recordándote un versículo o un pasaje de
la Biblia. Hace que cobre vida o lo aplica a una situación particular o decisión
que debas tomar. Si te recuerda algo así mientras estás orando, búscalo y léelo
enseguida pidiendo le al Señor que te ayude a aplicarlo.
A veces es posible que el Señor te dirija un mensaje nuevo que nunca has
escuchado antes. Las palabras tal vez no sean audibles, sino más bien una especie
de voz interior.
Expresa, escribe o graba lo que te venga. Una vez que lo hagas, el Señor te
comunicará más. Anotar lo que el Señor te da demuestra fe de tu parte en que lo
recibido proviene de Él. Entonces Él te revela más.
Procura no pensar en el mensaje ni tratar de analizarlo o juzgarlo mientras te
viene; simplemente acéptalo y agradécele a Dios por él.
Algunos mensajes son breves; otros más largos.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 11
A veces, en vez de palabras, el Señor te da una imagen o visión.
Ten fe y genera un vacío
Basta con que tengas fe. Cuando pidas al Señor una respuesta, da por hecho
que la recibirás y acepta lo primero que te venga. Si de veras crees y le preguntas
al Señor queriendo ver y oír, no quedarás defraudado.
En el aire, a nuestro alrededor, hay ondas de radio. Sin embargo, hasta que no
encendamos el pequeño interruptor de la radio, no escucharemos ninguna
emisión. Hay que abrir un canal, un circuito eléctrico.
El Espíritu de Dios es como una emisora que transmite a toda hora. No hay
que hacer otra cosa que encender el interruptor y sintonizarnos.
Cuando escuches al Señor tienes que creer que las primeras palabras que te
vienen al pensamiento y lo primero que veas provienen del Señor. Hay que seguir
a partir de allí. Hay que expresar en voz alta o escribir el versículo o la frase
que se haya escuchado. ¡Entonces Dios te revelará más!
Para reconocer la voz de Dios
1 Reyes 19:9,11–12. Allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino
a él palabra del Señor, el cual le dijo: «¿Qué haces aquí, Elías?...» El le
dijo: «Sal fuera, y ponte en el monte delante del Señor». Y he aquí el Señor
que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y
quebraba las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento.
Y tras el viento un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Y tras
el terremoto un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado.
Dios habla en una voz apacible y delicada. No tiene que ser en voz alta. Puede
ser una simple sugerencia en tu interior. A veces ni siquiera expresa palabras; es
una impresión que nos da. Dios no siempre se comunica verbalmente; puede
darte una imagen o una idea.
A medida que estudies Su Palabra con fe y dejas que te llene el corazón y el
pensamiento, mayor capacidad adquieres de reconocer Su silbo apacible y
delicado cuando le pides que te hable.
Juan 10:27a. Mis ovejas oyen Mi voz y me siguen.
Si quiere profundizar más en el tema de escuchar al Señor, remítete a los
apartados Primeros pasos (página 18) y Modo de empleo (página 32) del librito
Escucha palabras del Cielo, de la serie Actívate.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 12
12 Piedras Fundamentales – Suplemento de apuntes para la clase 4A
Cómo recibir profecías
Mensajes del Cielo, 1ª parte
Objetivo: Aprender a emplear el don de profecía.
Versículos clave
1 Corintios 14:1. Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis.
Proverbios 3:5-6. Fíate del Señor de todo tu corazón, y no te apoyes en tu
propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y Él enderezará tus
veredas.
Lecturas recomendadas de la Biblia
Mateo 10–16
Otras lecturas recomendadas
Escucha Palabras del Cielo (libro de la serie Actívate)
PLEGARIA Y ALABANZA: «HABLA, PORQUE TU SIERVO OYE» (1 SAMUEL
3:10B)
Te agradezco, Jesús, que cada día tomo mayor conciencia de cuánto me amas, de
lo profundo que es el amor que abrigas por mí y de cuánto anhelas
manifestármelo. Acudo a Ti ahora, como Samuel de antaño, y aguardo con
paciencia y en quietud que Tú me hables. Te ruego que me ayudes a suprimir mis
propios pensamientos y a prestarte oído. Ayúdame a confiar en que me vas a
hablar. Hazme tener presente que no es por mis propias fuerzas, sino que al
encomendarme a Ti, Tú me guías y me conduces. Al pedirte esto ahora y
escucharte, creo en que te harás presente para mí. Al detenerme estos instantes,
ayúdame a escuchar Tu voz.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 13
MEDITACIÓN: ALIMENTO COTIDIANO
Tenemos un Dios viviente, un Dios que nos habla. Nuestro Dios aún ama a Sus
hijos y todavía les habla. Su Palabra dice: «Te aconsejo que avives el fuego del
don de Dios que está en ti» (2 Timoteo 1:6).
Él es capaz de hablar a quienquiera que lo ame. Como dijo el Señor el día de
Pentecostés: «En los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre
toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán
visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños» (Hechos 2:17).
Cada día debe ser un nuevo día, con nuevas experiencias, en el que debemos
escuchar nuevamente la voz del Señor. ¿Por qué vivir solo del alimento de ayer?
¿Por qué no ingerir algo fresco todos los días? Podemos escuchar a Dios a diario;
y de hecho, deberíamos hacerlo.
No tiene que ser en voz alta, no tiene que ser con una voz audible. Basta con que
sea una vocecilla suave que escuchamos en nuestro interior. A veces ni siquiera
se manifiesta en palabras, sino que es solo una impresión. Dios no tiene por qué
comunicarse en palabras. Simplemente puede dar un presentimiento, una visión o
una idea. Deberíamos escucharlo todos los días. Él dice: «Mis ovejas oyen Mi
voz, y me siguen» (Juan 10:27).
Tal vez alguno piense: «Yo leo la Biblia todos los días, así que escucho al Señor
a diario». Está muy bien que uno lea la Biblia, las Palabras del Señor registradas.
Sin embargo, es estupendo escucharlo directamente.
A veces nos atareamos demasiado. Nos enfrascamos tanto sirviéndole que nos
olvidamos de amarlo. De modo que conviene hacerse el hábito de pasar un rato
de meditación a primera hora del día. Lee la Biblia y ora. Comienza bien el día.
Escucha al Señor. Él resolverá muchos de los problemas antes siquiera de
empezar el día si escuchas lo que tenga que decirte. Si te sumerges en todos los
problemas y complicaciones de tu trabajo sin detenerte a hablar con el Señor y
recibir instrucciones de tu Comandante en Jefe, te volverás como un soldado que
trata de librar una guerra por su cuenta, sin escuchar a su cuartel general, sin que
su jefe le ayude a organizarse. Tienes que rezar y escuchar al Señor.
<Reflexión> ¿Hablas con el Señor y escuchas todo lo nuevo que tiene que decirte
cada día o te zambulles directamente en los asuntos del día?
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 14
Suplemento
RÍOS DE LA MONTAÑA: PARA, MIRA Y ESCUCHA
Extractos de un artículo de David Berg
A la mayoría de los cristianos hoy en día les interesa más que Dios los escuche a
ellos, que escuchar ellos a Dios. Pretenden convencer a Dios que apruebe el plan
que ellos proponen. Deberían preguntarse: «¿Estoy dispuesto, no a presentarle a
Dios mi plan para que Él lo apruebe con Su firma... ni siquiera a que me
presenten el plan de Dios para que yo lo firme, sino, estoy dispuesto a firmar una
hoja de papel en blanco y dejar que Él la llene sin saber siquiera cuál va a ser Su
plan?»
Los cristianos que no se toman la molestia de escuchar al Señor me recuerdan a
lo que dijo la niña del gatito al escucharlo ronronear mientras dormía: «¡Mira,
mamá, el gatito se quedó dormido y dejó encendido el motor!» Es muy posible
andar de un lado para otro y estar al mismo tiempo espiritualmente dormido, sin
llegar a ninguna parte, «como quien golpea el aire» (1 Corintios 9:26). A menos
que guarden silencio y traten de buscar al Señor, ¿cómo van a escuchar ningún
mensaje de Él?
A mí me encanta pasar tiempo a solas con el Señor. Así puedo escucharlo con
claridad. Estoy plenamente convencido de que he oído más al Señor estando a
solas y en silencio que de cualquier otro modo. Cuando estamos a solas Él nos
puede hablar y podemos dedicarle a Él toda nuestra atención y la reverencia que
se merece. La voz del Señor es un silbo delicado y apacible, pero al mismo
tiempo es muy clara, firme y amorosa. Lo que pasa es que si hacemos mucho
ruido no la oímos.
Que Dios nos ayude a guardar silencio ante Su presencia y escuchar. Todos
necesitamos pasar tiempo a solas con el Señor para recibir inspiración e
instrucciones de Él. Si de verdad quieres escuchar a Dios, Él te hablará. Pero para
eso en algún momento vas a tener que hacer silencio en algún sitio, de algún
modo. Dice: «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios» (Salmo 46:10). ¿Hasta
qué punto han aprendido ustedes a guardar silencio ante el Señor? ¿Cuántos ratos
de tranquilidad pasan con Él? «En quietud y confianza será tu fortaleza» (Isaías
30:15). ¿Saben lo que significa confianza? ¡Es fe! El hecho mismo de
mantenernos en silencio es señal de que tenemos fe. Demuestra que estamos a la
expectativa de que Dios haga algo, en vez de tratar de hacer las cosas nosotros
mismos.
Si no saben qué hacer, párenlo todo. Guarden silencio y esperen a que Dios haga
algo. Lo peor que pueden hacer es seguir adelante cuando no saben qué hacer.
Ese fue el error de Saúl. Siguió adelante pese a no saber qué hacer; pensó que
debía mantenerse ocupado cualesquiera fueran las circunstancias. Y le costó el
reino (1 Samuel 13:7–14).
Guardar silencio ante el señor demuestra que se tiene fe en que Dios va a resolver
la situación, en que la solucionará. Demuestra que se confía en el Señor. «Tú
guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 15
Ti ha confiado» (Isaías 26:3). Si no están confiando en el Señor, vivirán en
perpetua confusión. Este sencillo poema lo ejemplifica acertadamente:
Cuando confiamos en Dios
no somos presa de la inquietud;
cuando la inquietud nos apresa
no estamos confiando aún.
Si estamos en un lío, confundidos, preocupados, impacientes y alterados, es que
no estamos confiando. No tenemos la fe que deberíamos. La confianza es una
imagen de reposo, paz y serenidad totales de mente, corazón y espíritu. Aunque
el cuerpo tenga que seguir trabajando, la actitud y el espíritu son de calma.
Por eso es posible tener paz en medio de la tormenta, calma en el ojo del huracán.
Me recuerda a un concurso de dibujo en el que se pedía que se ilustrara el
concepto de la paz. La mayoría de los pintores presentaron escenas bucólicas de
quietud y calma en las que reinaba una tranquilidad absoluta. Esa es una forma de
paz. Sin embargo, la paz más difícil de alcanzar es la que retrataba el cuadro que
ganó el premio. El motivo del cuadro era una catarata espantosa, rugiente y
atronadora, un río cubierto de espuma con toda su furia. No obstante, en una
ramita que se extendía sobre el encrespado río, había un hermoso nidito en el
cual, a pesar de la tormenta, un pajarillo gorjeaba serenamente. Es en esos
momentos que es probada nuestra fe: en medio de la tormenta. La tranquilidad es
señal de fe.
Había varios millones de personas en el desierto que dependían de Moisés y se
tiraban de los pelos preguntándose: «¿Qué vamos a comer, qué vamos a beber?
¿Adónde vamos, qué vamos a hacer?» ¿Y qué hizo Moisés? Se fue a la cima de la
montaña y se pasó allí 40 días seguidos con el Señor.
¿Que habría pasado si se hubiera impacientado todo ese tiempo? «¿Y si pasa
algo? Tengo que regresar. ¿Qué va a pasar si Aarón hace un becerro de oro?»
¡Como sucedió! Y cuando Moisés se alteró y rompió las tablas, tuvo que pasar 40
días más en la montaña para tranquilizarse y guardar silencio otra vez. ¿De qué le
sirvió alterarse? Tuvo que guardar silencio otra vez para oír al Señor. Más le
habría valido afrontar la situación con tranquilidad y calma cuando bajó; se
habría evitado tener que pasar otros 40 días en la montaña. (Éxodo 24:12–18, y
capítulos 32 y 34.)
Jesús, al empezar su ministerio, se pasó 40 días y 40 noches a solas en la
montaña, y parece que una buena parte de ese tiempo lo acompañó el Diablo.
Primero tuvo que derrotar al Diablo (Mateo 4:1–11). Si primero no se retiran a
solas con el Señor y derrotan al Diablo, no llegarán muy lejos.
A Noé le tomó 120 años construir el arca. Me pregunto cuántos de esos años los
pasó orando. Tuvo que haber dedicado algún tiempo a orar, porque si no, no
habría podido recibir todas las instrucciones para construir aquella embarcación.
No olvidemos que hasta entonces nunca habían visto un barco. Seguramente Dios
le dio las especificaciones exactas para cada centímetro de aquella nave. Se tomó
con calma la construcción del arca. Pudo haber entrado en pánico pensando que
la lluvia iba a llegar de un momento a otro y haberla construido de cualquier
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 16
manera. Sin embargo, se pasó 120 años construyendo su nave con toda la calma
del mundo.
Si muchos de nosotros nos hubiéramos pasado 120 días preparando algo, ya nos
habría parecido mucho tiempo. Eso desde luego demostró que Noé tenía fe.
(Génesis 6:11–22 y capítulo 7; Hebreos 11:7.)
Por eso dicen que los campesinos se convierten en los mejores misioneros,
porque no esperan que todo suceda en un día. Viven junto a la creación divina y
dependen mucho del Señor. Tienen mucha paciencia durante el largo proceso de
crecimiento de las plantas, o mientras los animales producen. El campesino no
tiene más remedio que confiar en que el Señor hará que todo vaya creciendo, sin
preocuparse. La mayor parte del trabajo la hace Dios. Él manda la lluvia, Él hace
crecer lo sembrado y Él es Quien hace que los animales produzcan.
El campesino es la imagen de una personalidad tranquila. La gente de la ciudad
se burla de los campesinos. Pero si los campesinos no se lo tomaran con calma, se
volverían locos, como la gente de la ciudad. El lema de los campesinos es:
«Tómatelo con calma». El agricultor es un ejemplo magnífico de fe y paciencia.
Deberíamos aprender de ellos.
¿Por qué hay tan pocas personas que quieran vivir en el campo? Porque hay que
depender mucho de Dios. No hay mucho que se pueda hacer. Hay que dejarlo
todo en manos de Dios. Gran cantidad de gente está abandonando el campo. Dios
lo controla demasiado. Hay demasiado silencio. Dicen que está muy muerto, que
no hay acción. Pero si se tomaran la molestia de contemplar los árboles, observar
los animales, escuchar el trueno, verían y escucharían muchas cosas.
Hay algunos que siempre tienen que estar en movimiento, tienen que estar
haciendo algo. Y yo creo que en parte es porque no quieren pensar. Por eso tienen
tantos pasatiempos. ¿Saben lo que significa esa palabra? «Para no pensar». A la
gente le da pavor estar en silencio y quietud, porque sabe que podría oír la voz de
Dios. Así que el Diablo le llena constantemente la cabeza, ojos y oídos de ruidos,
escenas y sonidos violentos.
Por eso son semejante maldición las ciudades. Son ambientes totalmente
artificiales en los que apenas se encuentra un árbol o una brizna de hierba.
Muchas personas viven y trabajan donde no se ven las estrellas, ni el sol, ni la
luna ni el cielo.
El ruido es constante: Chirridos, gritos, trenes subterráneos, el espantoso ruido de
tránsito. Hay mucha más sordera en los niños de la ciudad que en los que viven
en el campo, porque viven en un ambiente ensordecedor de ruido constante,
mientras que los niños del campo tienen un oído muy fino.
Si se vive en un ambiente de confusión física y espiritual uno se encallece a la
voz de Dios, porque uno tiene que volverse sordo para protegerse de los ruidos
que lo rodean. En cambio, si se vive en un ambiente de silencio, paz, calma y
quietud, el oído se vuelve muy sensible a los pocos ruidos que lo rodean. Se torna
agudo y fino y se hace más fácil escuchar al Señor cuando nos habla al corazón.
Piensen en la cantidad de años que pasó Abraham —el padre de la fe (Romanos
4:11,16)— en el campo cuidando rebaños. Con razón oyó al Señor: porque tuvo
tiempo para escuchar.
Que Dios nos perdone, nos atareamos demasiado. Si tenemos tanto que hacer que
no tenemos tiempo para orar, estamos demasiado ocupados. Si estamos tan
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 17
ocupados que no podemos pasar un rato a solas con Dios, orando, estamos
demasiado ocupados. Sería como si el sirviente le dijera al Rey: «Lo siento, pero
hoy no tengo tiempo de escuchar tus órdenes porque estoy muy ocupado
sirviéndote». La tarea más importante que tenemos es escuchar al Rey: parar,
mirar y escuchar. Por sobre todas las cosas tenemos que aprender a escuchar al
Señor.
No le corresponde al rey andar corriendo tras sus súbditos a los alaridos para
conseguir que sigan sus instrucciones. Más bien son ellos los que deben
presentarse ante él en quietud y con respeto, presentarle sus peticiones y luego
esperar tranquilamente su respuesta. Tenemos que respetar y reverenciar al Señor
y darle el trato que se merece como Rey que es. A veces los cristianos se toman
muchas confianzas con el Señor y Su Espíritu y a menudo con la mucha
familiaridad se pierde el respeto. El Señor es tan tierno y lo tienen tan cerca que
no lo respetan como deben.
Hay muchos cristianos que se ponen a jugar con los dones de Dios y se olvidan
de Él. Se parecen a los niños que cuando sus padres llegan a casa con algún
obsequio para ellos, le echan mano enseguida y se olvidan de saludarlos y
agradecerles y en cambio se ponen a jugar con los juguetes.
Me recuerda a la niña que dedicó el tiempo que solía pasar con su padre a hacerle
unas pantuflas para su cumpleaños. Cada noche, en lugar de pasar tiempo con su
padre, como de costumbre, se dedicaba a confeccionarle unas pantuflas. Y casi
acaba por partirle el corazón. Es posible que Dios aprecie las pantuflas que le
estás haciendo, pero Él prefiere tenerte a ti. Y además, probablemente te saldrán
hechas un desastre si lo no le prestas atención a Él.
Mi madre contaba el testimonio de que llegó a estar tan ocupada trabajando para
el Señor que no estaba escuchándolo como debía. Así que Él tuvo que permitir
que se enfermara gravemente para que tuviera que dedicarle a Él toda la atención.
Cuando estaba tumbada en la cama enferma, ésa era la única dirección en que
podía mirar: hacia arriba.
Dios no acepta que lo pongamos en segundo lugar, ni aun cuando el primero sea
el servicio a Él. Dice: «No tendré dioses ajenos delante de Mí; no te inclinarás a
ellos ni les honrarás; porque Yo soy el Señor tu Dios, Dios celoso soy» (Éxodo
20:3,5). Seguramente sea ese el error más grave de los cristianos sinceros:
convertir el servicio a Dios en un dios. Tanta acción, tanta bulla, tanto golpear el
aire dando culto... y tan poca prioridad a Dios.
Solíamos cantar una cancioncita:
Ten fe en que Dios hará Su voluntad.
Descuida, pues Él lo hará.
Su Espíritu te guardará y llenará.
Descuida, pues Dios lo hará.
Es mucho más fácil dejar que Dios lo haga. Y uno demuestra que está dejando
que Dios lo haga si guarda silencio delante del Señor. Demuestra que tiene fe
deteniendo toda actividad y esperando que Dios obre. «Estad quietos y conoced
que Yo soy Dios» (Salmo 46:10). «En quietud y confianza será tu fortaleza.»
(Isaías 30:15). «Que el mundo entero guarde silencio ante Mí» (Habacuc 2:20).
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«Procura tener tranquilidad» (1 Tesalonicenses 4:11). Hasta hubo silencio en el
Cielo en una ocasión (Apocalipsis 8:1).
Cuando Moisés era un joven muy inteligente de 40 años y estaba convencido de
que sabía hacer las cosas, se metió en un lío tremendo y tuvo que huir para salvar
la vida, y le llevó a Dios 40 años enderezarlo y hacerle ver que tenía que
depender de Él. (Éxodo capítulos 2 y 3).
La prisa es señal de que tenemos miedo de que vamos a llegar tarde, lo cual
significa que tenemos temor, lo cual significa que no tenemos suficiente fe. Si se
retrasan, tómenselo con calma. Confíen en el Señor. Una de las razones por las
que nos apresuramos cuando llegamos tarde es porque seguramente para empezar
la culpa es nuestra y no queremos tener que pagar las consecuencias.
Otro motivo por el que nos apresuramos es que no estamos confiando en el
Señor. Tenemos miedo de que si no llegamos a tiempo nos vamos a perder algo.
No confiamos en que Dios es capaz de detener el mundo o parar el sol, como
Josué consiguió que hiciera (Josué 10:12-14).
Una vez en que iba corriendo para tomar un tren el Señor me advirtió que si
continuaba con esa tensión física y nerviosa acabaría matándome. Así que le
encomendé el asunto al Señor y le pedí que retrasara la partida del tren, me
tranquilicé y me lo tomé con calma. Llegué a la estación. Después de abordar, me
pasé 40 minutos sentado preguntándome por qué el tren, normalmente puntual,
no partía. Al final se lo pregunté al Señor y me dijo: «Me pediste que detuviera el
tren pero todavía no me has dicho que querías salir».
«Vísteme despacio que tengo prisa», reza el dicho. Relájense, tranquilícense, no
corran tanto. No se precipiten. Si es preciso, el Señor hará que todo vaya más
despacio para ustedes.
Fíjense en la multitud de ejemplos de paciencia en la Biblia: Job, Moisés y
David, por nombrar unos pocos. David se pasó 24 años trabajando para el viejo
cascarrabias del rey Saúl, y el Señor le enseñó mucho observando el mal ejemplo
de Saúl. Saúl se ponía nervioso y apresurado, trataba de hacer las cosas por sus
propias fuerzas... y se daba cuenta de que no era lo suficientemente fuerte. David
se dio cuenta de que hay que dejar que Dios lo haga todo, y esperar a que Él
actúe.
Algunas personas me recuerdan a Saúl. Le preguntan algo al Señor, y si no lo
oyen enseguida, siguen adelante como si nada haciendo lo que pueden. Miren lo
que pasó la ocasión en que, Saúl se lanzó a la batalla sin esperar que el Señor le
diera Su bendición por medio del profeta Samuel. En lugar de esperar al Señor o
a Su profeta, realizó la ceremonia de consagración por su cuenta y como
resultado, perdió la batalla y junto con ella, todo el reino (1 Samuel 13:7–14).
Tómenselo con calma. Paren... miren... escuchen... Esperen al Señor, sobre todo
si todavía no saben qué hacer y no han escuchado al Señor. ¿De dónde salió Juan
el Bautista? ¿De la gran ciudad de Jerusalén? ¿Fue allí donde realizó sus estudios,
donde recibió su ungimiento y gran poder? Nada de eso. Salió del desierto, del
campo, de lugares inhóspitos, donde pudo pasar tiempo apartado de la
muchedumbre y escuchar al Señor. Y cuando regresó, tenía un mensaje que
transmitir. (Lucas 3:1–21,24–28).
Jesús pasó 30 años de su vida preparándose y apenas poco más de 3 ejerciendo su
ministerio público. ¡Cuánta prisa tenemos!
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 19
Juan escribió el Evangelio de San Juan. Para hacerlo, debió de pasar algún tiempo
con el Señor. Pero su obra maestra, el Apocalipsis, la escribió el Señor estando
Juan exiliado en una isla. Su tarea más importante fue dejar que Dios lo dirigiera
todo, le mostrara todo y lo hiciera todito. Vayamos más despacio. Paren...
Miren... Escuchen...
El mundo vive en una prisa constante. Ése es el sistema del propio Diablo:
acelerar el mundo, hacer lo que sea para que todo se mueva más rápido. Dios creó
el mundo hace seis mil y casi ni ha variado su velocidad desde entonces. A Dios
nunca le entró prisa... La tierra todavía gira a la misma velocidad cada día. Dios
no ha acelerado las estaciones ni los años en lo más mínimo. Mientras que el
hombre está acelerándolo todo, y está abocado a la destrucción.
Tranquilicémonos. Con suavidad, sin prisas. Pero ante todo, paren, miren,
escuchen y esperen. Eso es lo que dice en las señales de tráfico que se ven en
lugares peligrosos, cruces, pasos a nivel; en los lugares críticos, cuando se
produce una alteración en lo habitual, en nuestra senda o camino. Si no,
seguiríamos como si nada y nos podría arrollar un tren expreso.
Me dirán: «No tengo tiempo para parar, mirar y escuchar». Pero si no lo hacen, es
posible que no lleguen a su destino. Más vale tarde que nunca. ¿Qué es más
fácil?: ¿Tratar de cruzar antes de que pase el tren, abrirse paso por en medio del
tren, saltar por encima de él, o simplemente parar, observarlo mientras pasa,
esperar un par de minutos hasta que se haya alejado, y proseguir tranquilamente
el viaje?
No da ningún resultado tratar de forzar las cosas y empeñarse en hacerlas a
nuestra manera. Así que de nada sirve correr de un lado para otro, impacientarse
y ponerse nervioso por tratar de llegar a algún sitio para hacer algo cuando lo que
hay que hacer es esperar las instrucciones del Señor para averiguar sin sombra de
duda dónde quiere que estemos y qué quiere que hagamos.
El Señor quiere enseñarnos a tomar decisiones. El primer paso es preguntarle a Él
en vez de tratar de tratar de razonar las cosas mentalmente o debatirlas con los
demás. A Dios le gusta que le honren un poco. Orar no es solamente arrodillarse
uno y decir todo lo que quiere, sino más que nada, dejar que Dios diga todo lo
que quiere, esperando en silencio y confianza a que Él responda.
No sólo hay que ponerse en oración, sino que además hay que ponerse en el
Espíritu. Hay que hacer a un lado todos nuestros pensamientos para entrar en el
Espíritu del Señor por medio de la comunión con Él. Y si lo hacen, el Señor les
dirá a cada uno de ustedes lo que deben hacer. Tenemos que ser conscientes de
que nosotros no lo podemos hacer y desear a toda costa la respuesta y solución de
Dios, detener todo lo demás y escuchar. Guardar silencio ante el Señor demuestra
que se tiene fe en que la situación está en manos de Dios, en que Él va a resolver
las cosas. Dediquen tiempo a escuchar a Dios y Él dedicará tiempo a solucionar
el problema. Toda nuestra actividad febril no sirve para nada, nuestro servicio no
vale nada si no le prestamos atención al Rey y le dedicamos tiempo, le damos
nuestro amor y comulgamos con Él.
Recuerden que la prisa es falta de fe, y es obra del Diablo. Si estamos con prisas,
apresurados, preocupadísimos e impacientes, nos resulta imposible concentrarnos
por completo —fijando nuestra atención, nuestra vista, nuestro oído, nuestro
corazón y nuestros pensamientos— en el Señor para encontrar la solución al
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 20
problema, recibir la respuesta a la pregunta o tomar la mejor decisión en
cualquier situación dada. En cambio, si paramos, miramos, escuchamos y
esperamos en comunión con el Señor hasta obtener respuestas de Él, habremos
aprendido a tomar decisiones. Habremos aprendido a orar y a seguir cabalmente a
Dios.
A los que dejan elegir al Señor, Él los premia dándoles lo mejor de lo mejor.
―Hearing from Heaven‖, Part 1, página 21
PRUEBA DE LA CLASE 4A, «MENSAJES DEL CIELO: CÓMO RECIBIR PROFECÍAS»,
DE LAS 12 PIEDRAS FUNDAMENTALES
NOMBRE: FECHA:
1. Llena los espacios correspondientes a este versículo, si es posible, de
memoria: (Hechos 2:17-18) ―En los ____________________
________________ —dice Dios—, derramaré de Mi
__________________ sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas
___________________; vuestros jóvenes verán ________________ y
vuestros ancianos soñarán ____________; y de cierto sobre Mis
__________________ y sobre Mis_________________, en aquellos días
derramaré de mi Espíritu, y __________________________.
2. ¿De dónde vienen las profecías? _______________ (Pista: 2 Pedro 1:21)
3. En los días de Moisés, él no era el único profeta. ¿Quién más profetizaba?
__________________ (Números 11:25)
4. En los días de Elías, aunque él era el principal profeta, había por lo menos
cuántos profetas más? ____________________________ (1 Reyes 18:4)
5. Transcribe 2 consejos sobre cómo escuchar al Señor: (Pistas: Considera la
respuesta de Samuel en 1 Samuel 3:10 y el consejo impartido en el Salmo
46:10)
6. En los días de la iglesia primitiva, ¿había alguna mujer que tuviera el don
de profecía? (Hechos 21:9)
7. ¿Qué hicieron los discípulos a raíz de la profecía que pronunció Ágabo?
(Hechos 11:27-30)
¿HUBO ALGO DE LA CLASE QUE NO ENTENDISTE BIEN O QUE TE SUSCITÓ
INTERROGANTES? DE SER ASÍ, EXPLÍCALO A TU GUÍA.
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