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“TDA(H) - AD(H)D: LOS RIESGOS DE PATOLOGIZACIÓN DE LA
INFANCIA”1
Dra. Gisela Untoiglich
1- Introducción
Este trabajo intenta profundizar en cuál es el contexto actual en el que los niños
constituyen su subjetividad. Luego se plantearán los riesgos de las
clasificaciones diagnósticas en base a la sumatoria de observables, poniendo
especial énfasis en los niños con dificultades atencionales lo cual nos permitirá
reflexionar acerca de los peligros de transformar conductas habituales en la
infancia en trastornos que es necesario eliminar.
Me gustaría comenzar invitando al lector a abrir los siguientes interrogantes:
¿cuál es la singularidad de ser niño en esta época?, ¿de qué sufren los niños,
hoy?, ¿Cómo se constituye subjetividad en tiempos de cartografía líquida?,
¿cómo se construyen los diagnósticos en la actualidad?
En tiempos de “Modernidad líquida” - término acuñado por Zygmunt Bauman,
2002 - las instituciones, las funciones, los afectos y por ende los sujetos se
licuan. ¿Esto que significa? El concepto de 'líquido' pone el acento en la
provisoriedad, una precariedad en la que todo -desde el envase de conservas
hasta las relaciones humanas- parece tener fecha de vencimiento. Los líquidos
fluyen, son móviles, no conservan el espacio, ni se atan al tiempo y
1 Este escrito surge de la Conferencia titulada: “Los Riesgos de Patologización de la Infancia”,dictada por la Dra Gisela Untoiglich en el II Seminario de Psicología Clínica: “DificultadesAtencionales en la Infancia. Discusiones Teórico-Clínicas”. Organizado por la UniversidadDiego Portales, Facultad de Psicología, por el Magíster en Psicología, mención Teoría y ClínicaPsicoanalítica y el Programa de Protagonismo Infanto-Juvenil, los días 25 y 26 de Agosto de2010
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básicamente no tienen una forma predeterminada, el límite se lo otorga el
envase. Las consecuencias de la predominancia de estas características en las
modalidades subjetivas pueden ser: la fragilidad, el derrumbe, la transitoriedad,
la precariedad y el desborde.
En un mundo donde todo parece tan escurridizo, los adultos y especialmente
los profesionales necesitamos nombres que clasifiquen lo que no podemos
entender. Esto parece ser efectivo ya que nos deja a todos más tranquilos, y
nos quita el peso de la angustia que genera la incertidumbre de tener una
pregunta abierta - ¿de qué sufre este niño?, por ejemplo - a la cual no
podríamos dar una “respuesta-solución” inmediata.
2 - Premisas actuales
Revisemos las lógicas que surcan los modos de construir saberes científicos en
la actualidad, lo cual nos permitirá poner en cuestión ciertas certezas en
apariencia inamovibles, ya que como decía Foucault “La verdad es una especie
de error que tiene a su favor el hecho de no poder ser refutada porque la lenta
coacción de la historia la ha hecho inalterable”
- Existen modelos universales aplicables a todos los sujetos
Se parte de una lógica positivista en la cual todas las personas podrían ser
mensurables del mismo modo y cuando un sujeto no se aviene al modelo es
porque tiene una dificultad individual (de origen emocional o biológico) que no
le permite adaptarse a lo esperable.
- Existe una única metodología de investigación válidaLa mayoría de las investigaciones se realizan desde el modelo de las ciencias
exactas, el cual no es trasladable a las ciencias humanas ya que no todo se
puede traducir a términos cuantificables. Sin embargo, esto no significa que
una disciplina como el psicoanálisis no pueda hacer investigaciones, sólo que
tendrá que encontrar modos novedosos de validar resultados y transformarlos
en replicables, sin perder de vista la dimensión subjetiva y el caso por caso.
- La ciencia es a-histórica, a-política y a-económica
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Quiero decir, parecería que hay una “única ciencia” y la misma es aséptica,
como si no estuviera atravesada por las condiciones socio-políticas que
determinan la época. Es necesario destacar que en la actualidad la mayoría de
las investigaciones están surcadas por una lógica de mercado que dictamina
en qué se invierte presupuesto y qué queda afuera, dichas decisiones
establecen qué es lo normal y qué lo patológico para este tiempo, quién está
enfermo y quién sano, criterios que no necesariamente se relacionan con el
bien común.
- Las estadísticas certifican la seriedad de una investigación
Continuando con lo planteado en los puntos anteriores, parecería ser que si un
dicho está avalado por estadísticas, ese resultado pasa a ser confiable, sin
poner en cuestión bajo que criterios se construyeron esas estadísticas, qué
instrumentos se utilizaron para llegar a los resultados arribados y sobre todo a
qué intereses responden esos estudios.
- La subjetividad del observador no cuenta
Por una parte se utilizan instrumentos para medir -en este caso las dificultades
de los niños- sin tomar en cuenta que las personas que responden a los
cuestionarios o describen los problemas suelen ser una parte implicada de la
problemática y por otra parte, curiosamente, no suele haber espacio para que
los niños den cuenta de sus padecimientos.
Consecuentemente a partir de estas premisas se constituyen modos de
clasificar las realidades que generan como consecuencia los criterios de salud
y enfermedad para esta época y que encuentran su punto máximo de puesta
en evidencia de esta lógica en el “Manual estadístico de las enfermedades
mentales”
3- ¿A qué responden los diagnósticos actuales?
En la actualidad, la lógica del DSM IV (Manual estadístico de las enfermedades
mentales , en su cuarta versión) sesga las concepciones de la mayoría de losprofesionales de la salud, tanto como los de la educación. El manual fue
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pensado, aparentemente, para que los diferentes profesionales de distintas
especialidades y formaciones nos entendiéramos al hablar, como una especie
de “esperanto psicopatológico”, que permitiera armar un código común en el
cual todos los sujetos tendrían un lugar y una sigla. Una lectura “objetiva” y
ordenada de la realidad, sin ningún sesgo personal. ¿Es esto posible? Sólo
desde una mirada simplista podríamos creer que se pueden realizar lecturas
objetivas de la realidad.
El Paradigma de la complejidad (Morin, E., 1994) abre otras opciones para
recorrer el entramado de la situación actual. Las realidades son múltiples e
implican construcciones que se corresponden con cierto período histórico y
cierta ideología predominante. En este caso puntual, también cierta economía
de mercado que en numerosas ocasiones propicia la elaboración de drogas,
para las que luego tiene que modelar síndromes que les son funcionales y que,
a su vez, se alivien con dichos fármacos, transformando determinadas
características de la vida cotidiana en enfermedades que hay que erradicar. Un
ejemplo referido a los niños es que pasan de ser inquietos o desatentos a ser
TDA(H) - ADHD (Sindrome desatencional con o sin hiperactividad), o de
contestadores a TOD (Trastorno oposicionista desafiante), etcétera.
Esto conlleva múltiples riesgos, uno de ellos es el etiquetamiento de la infancia,
cuyas consecuencias pueden resultar altamente peligrosas, sobre todo cuando
estamos pensando en sujetos que están en proceso de estructuración. Desde
la perspectiva psicoanalítica, en un inicio el pequeño constituye su psiquismo y
su subjetividad, en el vínculo con los otros significativos (no se trata
necesariamente de sus padres biológicos, sino de aquellos que ocupen el lugar
de sostén, cuidado, afecto, libidinización y corte), para luego salir al mundo
externo del entorno primario, en el cual continuará su proceso de subjetivación
(la escuela, los diferentes grupos de pertenencia pueden brindar nuevas
oportunidades en la constitución subjetiva). Es decir, pensamos un sujeto con
múltiples posibilidades en su devenir.
Qué ocurriría entonces si, mientras un pequeño está estructurándose, un
profesional dictamina, por ciertas conductas observables, que este niño “es…”
ADD, TGD, o cualquiera de las siglas que abundan en el Manual.
Probablemente su subjetividad se fijaría a esa etiqueta, como una suerte deidentificación coagulante. Padres y docentes también comenzarían a esperar
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que el pequeño se comportara de determinada manera y todos los argumentos
se cerrarían sobre sí mismos, o sea: “hace esto porque es ADD”, “todos los
TGD responden así”, etcétera. Podría incluso ocurrir que el propio niño se
ubicara en el casillero correspondiente y ya no esperara otra cosa de sí mismo,
no pudiendo conectarse con aquello que le sucede más allá de la sigla.
Respecto del diagnóstico, S. Bleichmar (1998) planteaba la ineludible
responsabilidad profesional que implica su evaluación, tanto en el presente de
la vida de ese sujeto como en relación con su porvenir. Ya que a partir del
diagnóstico se encaminará una dirección de ese tratamiento y se plantearán
estrategias a futuro. El diagnóstico debería funcionar como una brújula que
oriente el camino y las acciones a seguir, a partir de plantearnos qué trabajos
psíquicos ha podido o no ha podido aun realizar este sujeto.
4- Los riesgos de las clasificaciones fenoménicas
¿Cuáles serían los peligros de esta modalidad clasificatoria en la infancia?:
A- Confundir diagnósticos descriptivos con diagnósticos de sujetos
en constitución.
Esto está en relación a los diagnósticos que se realizan utilizando como
referencia el DSM IV, ya que los mismos se construyen por sumatoria de
conductas visibles. Sin embargo, desde la psicopatología psicoanalítica
sabemos que similares conductas pueden observarse en sujetos con
estructuras psicopatológicas diversas. Esto conlleva el riesgo de que ciertos
cuadros graves, como podrían ser una depresión o una psicosis,
transcurran larvados en la infancia, debido a que los signos clínicos
preponderantes sean, por ejemplo, la hiperactividad o la desatención, y que
por ende, cuando la estructura haga eclosión – probablemente en la
adolescencia – esté muy reducida la posibilidad de intervenir debido a que
se perdió un tiempo, en el cual los profesionales sólo se ocuparon de
intentar modificar las conductas disruptivas, sin atender a las múltiples
causas que producían, como consecuencia y no como causa, dichos
comportamientos.
B- El atajo de la comorbilidad
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Pensar la subjetividad como una sumatoria de características aleatorias,
sólo determinada por factores neurobiológicos, hace necesario introducir el
concepto de comorbilidad (la presencia de uno o más trastornos además de
la enfermedad o trastorno primario), lo cual hace que se pierda la
posibilidad de escuchar el sufrimiento de un sujeto en sus múltiples
determinaciones. Consecuentemente, el tipo de intervenciones que se
proponen son para reeducar o rehabilitar cada una de las funciones que se
presenta con algún déficit.
C- La “naturalización” de las funciones del sujeto.
El sujeto queda subdividido en un cúmulo de funciones, si alguna se altera,
la causa es únicamente de orden biológica y el abordaje es específico para
esa función en falta (aparecen los especialistas en problemas de atención,
en dificultades sensoriales, en déficit cognitivo, etc.). Si consideramos por
ejemplo la atención, la misma es una de las funciones más lábiles del
sujeto, con lo cual no nos servirían de nada las respuestas en circuito
cerrado del estilo: “está desatento, porque tiene un Déficit Atencional”. La
pregunta clínica que trataríamos de introducir sería: ¿a qué está atento este
niño que no puede atender en clase a lo que los adultos esperan que
atienda? O sea, partimos de la idea de que no todo niño que desatiende
tiene un déficit en la secreción de sus neurotransmisores, podrían ser
múltiples las causas de su dificultad, las cuales habrá que indagar en un
diagnóstico exhaustivo.
D- Causas biológicas vs Psíquicas
Siguiendo con el punto anterior, aparece un riesgo que reedita antiguas
discusiones científicas, que implica suponer que existe un cuerpo biológico
por fuera de lo psíquico y un psiquismo por fuera de las determinaciones
biológicas. En la actualidad numerosas investigaciones sobre genética, o
sobre los últimos hallazgos a nivel desarrollo cerebral (Kandel 1998;
Magistretti y Ansermet, 2006; Damasio, 2008; entre otros) indican que
existe una co-determinación mutua entre subjetividad, ambiente, contexto
histórico-social y vulnerabilidad genética, conexiones neuronales,
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enfermedades, que, por otra parte ya había sido anticipada por Freud
(1917) cuando planteaba el concepto de “series complementarias”.
E- Dejar afuera los conceptos de subjetividad, sufrimiento, conflicto,
responsabilidad e historia.
Desde la lógica del manual ya no se trata de un sujeto que constituye cierta
modalidad sintomática en relación a su historia singular y a la época que le
toca vivir; que sufre pero que a su vez está atravesado por el conflicto, sino
de un “Trastorno” que habrá que eliminar. Sin embargo, el conflicto decía
Freud, es motor de las complejizaciones en el aparato psíquico, si
lográramos ilusoriamente, borrarlo, lo que nos quedaría es una especie de
subjetividad líquida que se iría acomodando a cada situación, y que por otra
parte, no tendría ninguna posibilidad de reflexionar sobre las consecuencias
de los actos de su vida. Se intentaría orientar al sujeto hacía una posición
cada vez menos conflictiva y por ende cada vez más depresiva
(Roudinesco, 1999). Por supuesto que esto se mantendría así hasta que en
algún momento se produzca el desborde.
F- Modalidades psíquicas a predominio de desligadura.
Los niños con los cuales nos encontramos hoy, tanto en la clínica como en
las escuelas son niños desbordados. Este desborde está en relación a los
límites, límites como constitutivos de esta diferenciación entre el Yo y el
Otro, demarcaciones que diferencian las generaciones y delimitan
claramente quién es el adulto y quién es el niño.
Cada vez observamos con mayor frecuencia, que se presentan sujetos en
los que predominan las escisiones, las restricciones en la posibilidad de
representar, las dificultades para conectar afectos y representaciones. Esto
no les permite tramitar situaciones conflictivas, en numerosas ocasiones
porque desde el lugar parental tampoco están ofertadas las posibilidades de
ligadura de las situaciones traumáticas que desbordan las posibilidades del
niño de hacer algo al respecto. Por lo tanto los hechos graves en la vida del
niño, se suceden unos a otros (por ejemplo: abusos, violencia, muertes) sin
ninguna oferta de herramientas que permitan la tramitación simbólica, loselementos quedan desligados en un psiquismo que se va estructurando con
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“agujeros psíquicos” (Green, 1986). Sin embargo, cuando lo que se realizan
son clasificaciones fenoménicas todas estas cuestiones quedan sin espacio
para su tramitación y se pierden a veces oportunidades valiosísimas de
intervención.
G- La progresión creciente de la medicalización de la infancia.
Rodeados de adultos cada vez más medicalizados, cada vez más
inoperantes, cada vez más deprimidos, es significativo como se ha
banalizado, tanto en la infancia como en la adultez, el uso de medicación
psicofarmacológica con la intención de “solucionar” problemas cotidianos.
Por un lado es necesario subrayar que las medicaciones que se utilizan no
curan las dificultades, sino, y sólo en algunos casos, borran
momentáneamente los malestares visibles del trastorno. Por otra parte no
se plantean cuáles son los riesgos a largo plazo, de introducir una
medicación que produzca modificaciones en la organización neuronal, así
como tampoco cuáles son las consecuencias éticas de esta intromisión. La
preguntas que se imponen son: ¿para qué necesitamos sujetos cada vez
más medicalizados?, ¿cuáles son los límites de los esfuerzos por “adaptar”
a un niño a lo que se espera de él?
H- La creencia de que existen soluciones simples a problemas
complejos.
Ya Bachelard planteaba en 1948 que no existe lo simple, sino lo
simplificado. Desde la lectura de la complejidad (Morin, 2004) podemos
pensar que los niños de hoy nos plantean problemas diferentes a los de
otras épocas históricas, debido a que las condiciones actuales proponen
otras modalidades subjetivas. El acceso a la información, la cantidad de
estímulos que el niño debe procesar, los modos en que se halla inmerso en
esa realidad, el lugar y la disponibilidad que los adultos tienen para los
pequeños, generan problemáticas características de estos tiempos. Desde
este contexto sería, al menos simplista, suponer que existe una única causa
para las dificultades atencionales de un niño y un único camino para
“eliminarlas”.
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I- El predominio de la inmediatez diagnósticos inmediatos
soluciones inmediatas.
Siguiendo lo planteado en el punto anterior, una cuestión que se suma es
la construcción de diagnósticos inmediatos con su consecuente búsqueda
de soluciones inmediatas, en un intento de aplastamiento del conflicto.
En tiempos en donde lo que se valora es la inmediatez de la conexión, los
abordajes que dan respuestas a corto plazo parecen ser más efectistas. Sin
embargo, no podemos desconocer los manejos bio-político-económicos que
confluyen en estas temáticas. Cada época histórica demarca los límites de
lo normal y lo patológico y ubica una serie de opciones en el menú de las
enfermedades posibles. Estas alternativas no se generan ni natural, ni
inocentemente sino que estas atravesadas por lo que Foucault denominó
como factores “biopolíticos” (1974-1976). Por consiguiente, lo que se
incluye en las taxonomías es tan relevante como lo que queda fuera.
J- Intervenciones expulsivas Desalojan el problema y junto con el
problema, con frecuencia al niño.
El peligro de las intervenciones que sólo promueven acomodar al niño al
sistema, al costo de desconocer qué nos está tratando de decir ese niño
que no puede atender a lo que la docente le intenta enseñar, o que no
puede parar de moverse, suelen terminar siendo expulsivas, ya que la
problemática del pequeño no se resuelve, por lo tanto las situaciones de
demanda de atención seguirán apareciendo.
5- Consideraciones finales
Z. Bauman (2002) concluye que "el cuerpo viviente que soy parece ser el único
ingrediente constante en la composición consabidamente inestable del mundo".
Mundo inestable en el cual el Otro se licua y no oferta las coordenadas de
sostén. Exceso pulsional que no encuentra un Otro que lo acote. Movimientos
de descarga fallida que sólo alimentan el circuito de goce.
M. C. Rojas (2009) dice que esta es la época en la que predominan las
“Patologías del desamparo”. Docentes, padres y niños atravesados por laprecariedad y el desamparo. Los docentes no encuentran un estado-nación
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que los contenga; los padres consideran que los modelos que recibieron no les
sirven en la actualidad; los niños se ubican en posiciones simétricas en relación
a los adultos, lo cual los deja en estado de orfandad y los profesionales de la
salud y la educación en el afán de dar respuestas rápidas corren el riesgo por
una parte de perder de vistas las múltiples causas del sufrimiento infantil y por
la otra de patologizar conductas que son parte de la infancia.
¿Qué se hace entonces, con el malestar? En primera instancia situarlo. Luego,
desde los espacios terapéuticos ubicar significantes que liguen y den sentido al
malestar desbordante, que alojen y nominen la angustia y reconstruyan las
situaciones para las cuales no hubo espacio de tramitación simbólica.
A partir de esta lectura habría un lugar para lo genético, lo epigenético, lo
histórico, lo social, lo vincular y lo acontencial y cada uno de estos aspectos se
imbricaría con los otros de maneras múltiples, azarosas, sobredeterminadas e
impredecibles. Consecuentemente las lecturas lineales y unicausales no
tendrían lugar.
Tanto desde la clínica como desde la institución escolar será entonces
necesario ofertarles a los niños un espacio por fuera del lugar del “Déficit” y
empezar a subrayar aquello que pueden, aquello que los transforma en sujetos
únicos más allá de los etiquetamientos.
En las patologías actuales uno de los puntos quebrados es el sostén, quizás
entonces se trate de armar nuevas ligaduras, novedosos entramados con hilos
viejos y nuevos, provistos por cada uno de los sujetos que conforman la trama.
Niños, padres, docentes, profesionales tejiendo nuevos y múltiples sentidos
para las problemáticas que nos atraviesan.
5.- Bibliografía
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