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4. La Inmaculada Concepción
Vamos a ver el recorrido de la figura de María a lo largo de la historia.
1. - En la Edad Media (s. VIII al XV) se dan unas características claves:
Ia la verticalidad, expresada en las torres de sus catedrales y en la Summa Theologiae en
la teología.
2a la jerarquización de la sociedad el feudalismo y más tarde la aparición de las
ciudades, en las que los individuos comienzan a sentirse libres.
3a la filosofía aristotélica, la predominancia de la abstracción y las sutilezas dialécticas
de lo que se conoce como el pensamiento “escolástico”.
Encontramos varios modelos claramente diferenciados:
a) El Modelo Monástico: María reina gloriosa y madre de misericordiosa de
los creyentes, mediadora entre Cristo y la Iglesia.
El “lugar” donde se desarrolla la piedad y el culto mariano de la Alta Edad Media es en
la liturgia, dentro del género “homilético,\ Sus representantes son, entre otros: Beda el
Venerable (m. 735), Ambrosio Autperto (784), Bernardo de Claraval (1153).
AMBROSIO AUTPERTO, el teólogo francés del siglo VIII dice que María precede a la
comunidad, es importante su homilía del día de la Asunción, aunque manifiesta ignorar si
ésta se hace “con el cuerpo o sin él”. “Madre de las gentes” y “Forma de Dios” son
algunos de los términos que usa para dirigirse a María en sus homilías. La maternidad de
María alcanza a todos aquellos que se asocian a Cristo por la fiierza del Espíritu Santo:
“madre de los elegidos” y “madre de los creyentes”. Le corresponden los atributos de
“gloriosa”, “bendita” y “tipo o modelo de la Iglesia” a la cual “precede” en la acogida de
la Palabra y en su misión testimonial.
Más influye BERNARDO DE CLARAVAL (m. 1153), llamado “doctor mariano”
pese a que sus escritos sobre María no son especialmente abundantes. Lo que más llama
la atención en los fragmentos marianos de este autor es la densidad de su doctrina, la
precisión de sus fórmulas y la novedad de sus conclusiones.
Hace abundante uso de la Escritura y de las tradiciones más antiguas y hace alarde de
una elocuencia poética. Permite sobre todo el paso de la identificación entre María-
Iglesia a la inclusión de María en la Iglesia, subordinando ésta a aquella: María se
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encuentra como “puente” entre Cristo y su Iglesia, usa la imagen de la Luna que es la
Iglesia y que está a los pies de María, como postrada ante ella.
No es posible concebir a María independiente de Jesucristo, como tampoco de la
humanidad redimida en él. Por su unión con Cristo María es “domina” (señora), su poder
es de diaconía y reconciliación. Bernardo usa el término mediadora para afirmar de
María que ella es la “vía” por la cual nos llega el salvador, por ello le corresponde
también el papel de protección y tutela; abogada, porque asume la defensa de los más
débiles. Ella nos representa ante su Hijo, es la humanidad abierta a la salvación.
Una teología orante y laudatoria aflora en el ámbito monástico en forma de “himnos”,
“antífonas” y “oraciones”. El MARIAL se convierte en un nuevo género literario propio
del Bajo Medievo (s. XI), articulado en forma de relatos de milagros, poesías, sermones,
formularios litúrgicos, cuestiones escolásticas..., que tienen como finalidad la alabanza
dirigida a María desde cualquier circunstancia. Para Alberto Magno autor de un Marial,
María, “no es como una entre los demás, sino la que está por encima de todos”.
Los debates dogmáticos tienen como marco las disputas sobre la “virginidad en el
parto” entre dos teólogos de la época y que representan la situación en la que se
encuentra la sensibilidad creyente, surgen ya los debates sobre la Asunción y la
Inmaculada.
El tema de la Inmaculada Concepción recibe un importante impulso en la teología del
Medievo. La cuestión se encontraba estancada desde la controversia mantenida por
AGUSTÍN (m. 430) con Pelagio (m. 427) y con Juliano de Eclano (454), ambos
exoneraban a María de todo pecado desde su nacimiento. Agustín de Hipona, con su
doctrina sobre la gracia y el pecado original se ve obligado, por una parte a reconocer que
María es una excepción dentro del conjunto de la creación, pero por otra, dada la
universalidad de la Redención, también ella tiene que ser considerada como “redimida”,
en orden a lo que llama “la gracia del renacimiento”, es decir de la “recapitulación” de
todo en Cristo, obra en la que ella participa de manera activa: dimensión soteriológica
agustiniana. ‘‘La prerrogativa mariana se presenta entonces como un caso ejemplar de
la redención dada en Cristo ”. Es mérito de Agustín el encuadrar a la Inmaculada en el
hecho del pecado original y sobre todo de la soteriología, aunque no encuentre modo de
resolverlo.
El benedictino EADMERO, hacia 1128, es considerado como el “primer teólogo” de la
Inmaculada. Su pensamiento queda recogido en su Tratado sobre la concepción de santa
María: Intenta superar la perspectiva meramente biológica distinguiendo la concepción
activa (en el pecado) de la pasiva (sin pecado), y rechaza la objeción de San
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Agustín contra el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la
transmisión del pecado original en la generación humana. Lo explica con esta
comparación: dice que la castaña, «es concebida, alimentada y formada bajo las espinas,
pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos». Incluso bajo las espinas de
una generación que de por sí debería transmitir el pecado original, María permaneció
libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo
quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo, argumento que quedará como consigna para la
posteridad.
Otro teólogo del Bajo Medievo, el franciscano DUNS SCOTO (m.1308) hará uso del
concepto de redención preservativo: en orden a su misión, María fue preservada limpia
de todo pecado, especialmente del “pecado original”. La concepción inmaculada de
María no es una “excepción” como avanzó Agustín, sino el más claro signo de la
medición redentora de Cristo.
b) El Modelo escolástico-racional: María, siempre Virgen Madre de Dios, llena
de Gracia y plenamente cercana a Cristo según la humanidad.
Es el momento del paso del saber teológico desarrollado en los monasterios al saber
elaborado en el ámbito de las universidades. Supone un cambio metodológico, con una
clara influencia de la filosofía de Aristóteles:
* de la “sabiduría” del corazón / a la “ciencia” de la razón
* la teología se entiende a sí misma como “scientia fidei”: un saber cierto,
principalmente de carácter eminentemente especulativo que deduce de los artículos de fe
nuevos conocimientos.
El método escolástico tiene como gran representante a Tomás de Aquino (1225-1274)y
su obra Summa Theologiae. Esta obra “suma” tiene apenas once cuestiones relacionadas
directamente con María (III. qq. 27-37), dentro del tratado cristológico y con referencias
bíblico-eclesiales.
Tomás ve a María bajo una “dignidad infinita” como Madre de Dios, es virgen llena de
gracia pero, curiosamente, “no inmune al pecado original”; y es “asunta al cielo” con el
cuerpo y el culto que se le debe es el de “hiperdulía” (latría a Dios). Según la filosofía
aristotélica de la que parte y el pensamiento antropológico que desarrolla, Jesús nace de
“la purísima sangre de la Virgen”, y nace varón, puesto que el sexo masculino tiene el
primado axiológico, ya que es más noble que el femenino, pero para que no se viera
desprecio al sexo femenino se encamó en una mujer. Así concluye que toda la naturaleza
humana queda ennoblecida.
Otros teólogos de finales del Medievo siguen este pensamiento tomista: Alberto Magno,
(m. 1280) y Buenaventura (m 1274). Podríamos afirmar que este ha sido el pensamiento
dominante hasta hoy respecto a la mariología.
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c) . Modelo de la teología tardo-medieval: María objeto de devoción más que
de imitación.
El final de la Edad Media se encuentra marcado por acontecimientos nada felices:
*el gran Cisma de Occidente (papas en Roma y Avignon)
^aumento del espíritu laicista, capaz de hacer frente a la autoridad papal *la
teocracia medieval comienza a perder centralismo y fuerza *se hace patente la
necesidad de una “reforma” in capite et in menbris Entre otros hechos.
Ya en pleno s. XV, Bernardino de Siena (m. 1444) y con él algunos otros teólogos,
prestan cierta atención a María.
JUAN GERSON (m. 1429) se manifiesta contra la imaginería que presenta a María
llevando en su seno a la Trinidad y de todo un movimiento cuyo fervor lleva a extremos
de confundir la devoción con la fantasía visionaria, muy propia del momento en el que la
superstición prima sobre la ciencia, sobre todo en el pueblo llano.
Frente al maximalismo mariano, Gerson formula “veintitrés verdades” o reglas
moderadoras respecto a lo que los teólogos afirman sobre la recepción de la humanidad
de Jesús. Intentando mostrar la necesidad de que la devoción a María vaya acompañada
de una recta práctica de la fe, integrada en el plan salvífico.
2. - Época Moderna (1492-1789)
Es una época en la que se manifiesta una gran necesidad de renovación y búsqueda de
nuevas formas de pensamiento en todos los ámbitos.
La figura de María cobra el modelo de los nuevos cánones de belleza femenina, según el
gusto de la nueva época que acaba de comenzar, fijada en las pinturas de artistas y
humanistas.
a) El modelo luterano-protestante de la “Theologia Crucis”: María sierva del
Señor y partícipe de su kénosis
Lutero ( +1546) rechaza el vínculo de la teología heredada del Medievo con la filosofía
aristotélica. Aferrado radicalmente a la interpretación literal de los escritos paulinos,
subraya e incluso contrapone la “teología de la cruz” a la “teología de la gloria”, Dios no
se muestra por medio de la creación sino desde la kénosis del pesebre y la cruz.
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María es para Lutero un signo de la acomodación de Dios al hombre. En su Explicación
del Magníficat en lengua alemana (1521) resalta esta dialéctica de la teología de la cruz o
la paradoja del poderoso actuar divino en la historia a través de lo que no vale ni puede...
María sigue siendo para Lutero la Madre de Dios, siempre virgen, intercesora,
inmaculada y madre de todos los fieles... Pero no es agente activo en el plan de la
salvación, porque ninguna criatura puede alcanzar función soteriológica; no es
“abogada” y mucho menos “mediadora”; funciones reservadas a Cristo.
Respecto al culto, Lutero admite que bíblicamente se le tributó cierto honor, pues
siempre será celebrada en la Iglesia por su profecía, siempre evitando el peligro de
arrinconar a Cristo.
Unos exageran la devoción mariana de Lutero, y otros la minimizan. La devoción
Mariana acompañó al reformador toda su vida. Lutero mantuvo las fiestas marianas,
sobre todo aquellas de mayor sentido cristológico: Anunciación y Purificación,
presentando a María como modelo de fe, humildad y pureza.
La controversia con la Iglesia católica le llevó, sin embargo, a radicalizar su principio de
solus Deus y con ello negar y rechazar cualquier invocación y representación
marianas.
Melanchton, Zwinglio, Calvino, entre los más conocidos, sostienen esta misma línea de
“devoción contenida” frente a la figura de María, en parte, como reacción ante cualquier
abuso que se pueda dar. María se convierte así en un instrumento de lucha y división más
que de comunión y fraternidad: al maximalismo católico responde el minimalismo
reformista.
b) Modelo barroco: María en su dignidad y en sus privilegios científicamente
organizados.
El barroco comienza en los albores del siglo XVII. La fantasía creadora cobra carta de
identidad en la ciencia y en la teología. El término que identifica esta apertura a lo
imaginado es “dilatación” o “amplificación”: se amplían los horizontes en todos los
órdenes.
La ilustración se abre paso, incluso en el ámbito femenino con figuras de mujeres que
siguen la línea de otras intelectuales y místicas de siglos anteriores como Hildegard von
Bingen o Teresa de Jesús. Especialmente significativa por sus aportes al pensamiento y a
la devoción mariana es María de Jesús de Ágreda (1655), Ma de la Encarnación
(1672) y la cultísima veneciana Elena Cornaro Piscopia, que obtuvo el doctorado en
filosofía pero le fue denegado el de teología por el obispo.
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Después del Concilio de Trento, en el que se determina la nueva situación mañana,
aparecen estas características:
- La fundación de las Congregaciones mañanas por el jesuita belga Leunis
(1563)
- Surgen las fraternidades que popularizan el rezo del Rosario y proliferan de
libros marianos devocionales, coronación de las imágenes de María, consagración de las
naciones católicas a ella y defensa de la Inmaculada con el voto sanguinis...
- Esta fuerza de la “dilatación” mañana alcanza su plenitud en pleno s. XVII con
la publicación de tratados ya directamente dedicados a María.
- Por doquier aparecen movimientos que tienen como eje de su espiritualidad la
devoción mañana bajo las expresiones de “oblación” “esclavitud” o “vida conformada a
María” (mariaforme)
Primeros tratados mariológicos
Corresponde al jesuita granadino FRANCISCO SUÁREZ la primera reflexión
sistemática sobre María. Entre 1584-85 publica sus “veinticuatro disputas sobre la
Bienaventurada Virgen María.
Suárez propone extender y abundar más sobre la figura de María en su comentario a la
Summa Theologiae de Tomás de Aquino. En una publicación posterior sobre Mysteria
vitae Christi (1592) inserta su tratado mariológico dentro de este contexto más amplio.
Su intencionalidad es situar a María en un lugar equilibrado y digno, superando el choque
entre la amplia dignidad de María y la reducida atención que le dedica la escolástica.
Con todo es el presbítero siciliano Plácido Nigido, el primero en publicar un verdadero
tratado de mariología en 1602 y fue el primero en nombrar la reflexión sobre María con
el término “Mariología”.
El dominico Vicent Contenson (m. 1674) propone un término novedoso que no llega a
ser asimilado: “Marialogía”.
Por fin, el máximo representante de la teología de este tiempo, DIONISIO PETAVIO
(+1652) dedica a María una parte de su tratado sobre la Encamación. Presenta a María
como “mediadora secundaria y muy inferior ” a Cristo, en el plano de la salvación.
Previene contra los excesos mariológicos y llama a atenerse a los principios promulgados
por el canciller de París, Gerson (+ 1429).
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La figura de María queda amplificada al máximo grado posible en esta época. Los títulos
de los libros a ella dedicados hablan por sí: grandeza, eminencia, privilegios,
prerrogativas, majestad, etc...
María queda separada de las criaturas. ¿Cómo puede ser entonces “modelo para los
creyentes” es una pregunta que surge irremediablemente desde la perspectiva mariológica
de nuestro tiempo...?
El siglo XVIII es conocido como “de la Ilustración” o del “Iluminismo”. La razón
crítica toma las riendas de la indagación científica sobre las cosas y trata de disipar las
nieblas de la ignorancia y de la superstición.
Se camina hacia una “equilibrada” devoción a María. El Sínodo de Pistoia (1786)
exhorta a dirigir a María una “devoción bien ordenada” y fundada en los textos bíblicos y
pretende que en la iglesia se exponga una sola imagen de María y se supriman todas las
procesiones excepto las rogativas y la del Corpus. En 1794 este Sínodo es condenado por
Roma. El pueblo se levanta al grito de “Viva María” y provoca la masacre de jacobinos y
jansenistas, pidiendo se restituyese lo anterior.
El magisterio de la Iglesia continúa apoyando un culto a la Virgen de contenido
netamente barroco y se muestra insensible a las críticas de la nueva cultura ilustrada.
Ante la Ilustración que se abre camino en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia, ésta
reacciona, entre otras, la práctica del “Mes de mayo”, fomentada por los jesuitas como
modo de mantener la devoción del pueblo.
Dos santos, eminentemente marianos, se sienten interpelados ante las diversas culturas y
ofrecen dos obras de gran influencia en su tiempo y hasta prácticamente nuestra época:
LUIS MARÍA DE MONTFORT (M. 1712), con su Tratado de la verdadera devoción
a María, que es una obra que ha llegado hasta nosotros sin su primera parte. Conjuga una
profunda experiencia espiritual con una visión bastante acertada sobre su tiempo
histórico. El proceso de “maximización” tiene su culmen en la espiritualidad mañana que
lleva a la “consagración a Cristo en las manos de María” (VD 120-333).
Aunque en su época todavía está en inferioridad la mujer, Montfort presenta a María
como protagonista-colaboradora de la Trinidad en la encamación del Verbo y en la
regeneración espiritual de los hombres, siendo ella “fin próximo, ambiente misterioso,
medio útil para encontramos con Cristo” (DV 265). Las alabanzas dirigidas a María
encierran toda la belleza poético-simbólica posible de imaginar: arca, paraíso terrenal,
sendero, canal.... Reconoce el primado de Cristo como fin último de toda devoción. Dada
su inserción como misionero popular, su doctrina recoge la sensibilidad del pueblo llano
y recoge sus expresiones en un lenguaje simple y comprensible, lleno de imágenes
propias de la vida cotidiana.
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ALFONSO MARÍA DE LIGORIO (m. 1750), “Las Glorias de María”, obra de éxito
extraordinario en su tiempo y a lo largo de estos tres siglos en los que la presencia de
María ha sido tan significativa, sobre todo en el corazón del pueblo creyente.
Presenta a María como una realidad viviente y activa, que interviene
misericordiosamente en la vida de los pecadores para convertirlos a las obras de la gracia
y llevarlos a la salvación. Insiste en la necesidad de mantener una relación personal con
María dirigiéndose a ella en la plegaria e imitándola en la vida concreta. Ligorio mantiene
la amplificación de las alabanzas mañanas del siglo anterior, fundada en su preeminencia
como Madre de Dios. Pero, se sirve del espíritu crítico y acentúa igualmente que “Cristo
es el único mediador de la gracia ” y trata de precisar el sentido y el alcance de los títulos
marianos, vinculados siempre al plan de la salvación realizada en Cristo.
3. - Época Contemporánea (1789...)
La Revolución francesa representa el apogeo de la Ilustración y la caída definitiva en
Europa del orden establecido social y religiosamente a lo largo de siglos y la
proclamación de los principios inmortales: liberté, fraternité y égalité.
En el ámbito de la mariología se distinguen dos modelos:
-Modelo romántico-restaurador (s. XIX): María Inmaculada, mujer
protagonista en singular
Esta época es compleja y contiene gran variedad de matices a todos los niveles: social,
político, religioso. La restauración se opuso al catolicismo liberal que auspiciaba un
acuerdo entre Iglesia y mundo a través de la renuncia al “Antiguo régimen” y la
aceptación de los principios de la Revolución, sobre todo de la “libertad”.
Estamos en una época todavía incapaz de acoger con madurez la libertad y la igualdad,
menos aún la fraternidad. La mirada se vuelve, con nostalgia, a tiempos que parecían
superados y encuentra un aliado en el movimiento que informa todo el siglo: el
romanticismo. El influjo de estas corrientes culturales se advierte fundamentalmente en
las imágenes marianas y en las expresiones de su culto. Respecto a la mariología
tenemos:
-María en clave de privilegio, se promueven prácticas que parecían propias de un
pasado maximalista superado y se recuperan textos que subrayan la condición
privilegiada de María. Los mariólogos subrayan esta condición de María y se profundiza
en su privilegio de ser Inmaculada.
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=> El dogma de María Inmaculada en su Concepción no se improvisa, viene avalado
por una antigua tradición. Partiendo ya del Evangelio de Lucas en el que el ángel le llama
a María “llena de gracia ”, siempre se consideró a María con una santidad única.
La Iglesia de Oriente ya celebraba una fiesta de la concepción de la Virgen desde el s.
VII. En la oración mañana más antigua “Sub tuum praesidium ” la llama “sancta Dei
Genetrix... virgo gloriosa et benedicta”. En Occidente se estableció una fiesta de la
Inmaculada en Inglaterra por el año 1060 al 1066, luego se perdió y se recuperó a partir
del año 1127, aunque no estaba claro si se la consideraba Inmaculada desde el principio o
desde el seno de Ana.
San Bernardo a pesar de su devoción Mariana niega esta fiesta y lo que significa. A
finales del s. XV es cuando la Iglesia de Roma la adoptó oficialmente.
En España ya desde el s. XII o antes se tienen noticias de ciudades y pueblos que se
comprometen a defender este privilegio mariano: Villalpando, Segovia, Burgos, Vich,
Manresa, Granada, desde la conquista los universitarios hacen el voto de sangre que
luego es seguido por otras universidades españolas... Los Reyes de España, sobre todo a
partir de Carlos III íueron grandes defensores, propagaron el escapulario azul de la
Inmaculada y pidieron con frecuencia fuera definido el dogma.
Los teólogos occidentales no tuvieron problema para aceptar que estuvo exenta del
pecado personal, pero durante siglos se mantuvieron las discusiones sobre si lo estaba
también del pecado original. A partir de Agustín se resalta la condición universal del
pecado original y por tanto la necesidad de la redención para todos y dado los
conocimientos de estas épocas se creía que confesar a María libre del pecado original era
decir que no necesitaba la redención de Cristo.
Poco a poco fueron abriéndose a nuevas formas de pensar así Beda el Venerable dice
que si Juan Bautista fue santificado en el seno de su madre no iba a ser menos María.
Anselmo de Canterbury dice que Cristo tuvo que satisfacer también por los que
nacieron antes de él, y en ellos incluye a María. Los escolásticos tuvieron también
dificultad, porque no veían como conciliar la preservación del pecado original con su
necesidad de redención. Consideraban que fue santificada en el seno de su madre, pero
fue concebida en pecado
Como ya vimos el franciscano Duns Scoto (m.1308) hará uso del concepto de redención
preservativo, en orden a la misión de María.
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En los siglos XV y XVI siguieron las disputas a favor y en contra, en los siglos XVII y
XVIII ni se condenó ni se afirmo, sin embargo hay una Constitución Apostólica
"Sollicitudo Omnium Ecclesiarum" de Su Santidad Alejandro VII, sobre la
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen del 8 de diciembre de 1661, en la que
entre otras cosas afirma que:
“Antigua es la piedad de los fieles cristianos para con la Santísima Virgen María, que
sienten en su alma, que en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue
preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de
Dios, en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo, Redentor del género humano, y
que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia la fiesta de su
concepción
Con lo que quedaba prácticamente resuelta la cuestión a favor de la Inmaculada
Concepción de María, preservada de toda mancha de pecado desde el principio de su
existencia.
Tras este largo camino en el que se busca enlazar la devoción popular con la verdad
doctrinal, PÍO IX convoca una comisión de teólogos y otra de cardenales con la finalidad
de establecer la conveniencia de la definición de la doctrina sobre la Inmaculada
Concepción de María como dogma. Con la encíclica UBI PRIMUN DE 1849 consulta al
episcopado católico y tras recibir una amplia respuesta positiva (546 sobre 603), el 8 de
diciembre de 1854 pronuncia la fórmula de la definición dogmática de la Inmaculada.
Cuando se habla de las palabras del Papa en esta definición se acude a la definición
solemne:
“... declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de
consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina
que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de
culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de
Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano
Esto sólo nos dice que María careció de pecado original por la redención preservativa de
Dios. Pero al comienzo de la Bula el Papa dice algo más:
Dios se “eligió y señaló, desde el principio y antes de los tiempos, una Madre, para que
su unigénito Hijo, hecho carne de ella, naciese, en la dichosa plenitud de los tiempos, y
en tanto grado la amó por encima de todas las criaturas, que en solo ella se complació
con señaladísima benevolencia. Por lo cual tan maravillosamente la colmó de la
abundancia de todos los celestiales carismas, sacada del tesoro de la divinidad, muy por
encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda
mancha de pecado y toda hermosa y perfecta, manifestase tal plenitud de inocencia y
santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede
imaginar fuera de Dios
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María no tiene pecado porque está llena de la gracia y presencia de Dios. La exaltación
de María en el s. XIX se articula junto a una cierta mengua de su condición de mujer.
Frente a las continuas críticas de la Reforma a la exaltación mariana del catolicismo y
los privilegios cuasi divinos otorgados a María, los teólogos católicos defienden que ella
es algo más que una “imagen” venerada, es “una persona en íntima y espiritual relación
con Cristo
Hay cierta ambivalencia de los escritores de la época a la hora de expresar el papel de
María como dignificadora de la condición de la mujer. Ella “libera” a la mujer del pecado
en el orden religioso, del desprecio en el orden moral, y de la servidumbre en el orden
legal... Sin embargo, la mujer debe seguir recluida en el ámbito privado del hogar (“en el
santuario de la familia”) y no se le reconoce ningún derecho civil, político o de
proyección cultural o científica.
El paso del s. XIX al XX significa para la mariología la apertura de nuevos horizontes.
Se publican obras que tienen como destinatarios al gran público.
El teólogo G. Ventura con su obra La Madre de Dios Madre de los hombres, publicada
en 1841, abre la moderna literatura mariológica a la maternidad espiritual, partiendo del
sentimiento común del pueblo cristiano.
Otros autores comienzan a insertarla poco a poco dentro del plan de la salvación como se
aprecia en la obra el laico francés A. Nicolas, quien afirma que María es el gran signo del
cristianismo, ya que sin ella no hubiera sido posible la encamación ni la cruz.
Se tiende a reducir, cada vez más, el espacio dedicado a María en la formación de los
seminarios clericales y religiosos (ej. G. Perroni sj. +1876).
Se produce una inversión respecto a la tendencia propiciada por Francisco Suárez, que
trataba la mariología al inicio de la cristología y pasa al final para terminar formando un
“apéndice” complementario del tratado cristológico sobre la Encamación. Este
“apéndice” cristológico corre el peligro de quedar desgajado del resto de la teología.
El término de mariología acaba por perderse frente al de mariología, firmemente
consolidado durante el siglo XX.
El autor del s. XIX Ludovico da Castelplanio en su obra María en el consejo del
Eterno, amplia el horizonte hacia lo que llegaría a ser la certeza del Concilio Vaticano II
en Lumen gentium (n° 53-54): María debe aparecer en la fe del cristiano íntimamente
ligada a Cristo y a la Iglesia.
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Las “apariciones” de Lourdes, sobre todo, y la definición del dogma de la Inmaculada
(1854) caracterizan el siglo XIX, tan complejo para la mariología.
- En el siglo XX:
Modeloantropológico e histórico-salvífico: María
prototipo de la Iglesia y del hombre, según el designio salvífico de Dios
En el siglo XX se produce un cambio de mentalidad antropológica que incide de manera
notable en toda la teología, especialmente en la antropología teológica y, dentro de esta
perspectiva, en la manera de entender la figura de María, dentro del plan de la salvación.
Se habla de “libertad responsable” y de “igualdad” de la mujer respecto al hombre. La
teología feminista pone de relieve que la doble polaridad del género humano ha quedado
disminuida y empobrecida al silenciar e invisibilizar una de sus dimensiones
constitutivas: la femenina. La mariología del siglo XX tiene sus propias orientaciones:
Mariología manualística
Desde comienzos de siglo hasta el Concilio Vaticano II, se publican 50 “tratados”
mariológicos, manteniendo la forma y contenidos propios de los manuales de la
escolástica: enunciación de “tesis” que tienen que ser probadas sustentándose en los
textos de la Escritura, es decir: se usa la Escritura, no para acoger el mensaje sino para
demostrar las tesis enunciadas; después se llega a las conclusiones mariológicas más
convenientes.
Establecen teológicamente que María es “corredentora”, “madre espiritual”, “mediadora”
y “reina”, se le atribuye la “ciencia infusa”, “cierto grado de visión beatífica”, “ausencia del débito del pecado original” y la “inmortalidad”.
María en la iglesia ortodoxa
La Iglesia ortodoxa realiza su propio camino mariológico, diferente del católico. Este
camino es eminentemente “contemplativo”.
Consideran a la Theotokos no en sí misma sino dentro de la cristología, lo que explica
que en la teología ortodoxa no se elabore una mariología sistemática, aunque sí se acerca
a ella la obra del gran teólogo S. Bulgakov titulada La zarza ardiente. La teología
ortodoxa católica concede poco espacio a la disertación sobre los aspectos marianos y si
lo hace es siempre en relación a la tradición patrística.
La teología y la iglesia ortodoxa muestran un espíritu crítico ante lo que consideran
“innovaciones” de la Iglesia católica romana y rechazan el dogma de la Inmaculada
concepción y la Asunción, al considerar que no tienen en la Escritura ni en la Tradición
un fundamento sólido. Rebaten la idea de corredención y mediación universal de María
por la gracia, porque va en contra de la Mediación única de Cristo.
12
Autores de la última mitad del siglo pasado (P. N. Trenbelas, P. Evdokimov, etc) se
refieren a María y la ven “inmersa en el Misterio de la Sabiduría de Dios ” (mariología
sofiánica), y vinculada a Cristo, a la Iglesia y al Cosmos.
La mariología ortodoxa es esencialmente pneumatológica y por lo mismo, ven en la
Theotokos el origen o arquetipo de una nueva humanidad. María es “el corazón de la
iglesia, su centro místico”, el “adviento de la mujer restituida en su virginidad materna”,
“la corona de los dogmas que ilumina el misterio trinitario reflejado en lo humano”1.
13
1 Cfr. S. DE FIORES, María, Madre de Jesús, pp. 201- 208;
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