A nuestros queridos difuntos

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Versión en español

Cada experiencia que nos es legada por quienes amamos logra de alguna

manera, aún cuando no nos demos cuenta, dejar su huella.

Conservo aún vivo el recuerdo de tantas noches transcurridas, cuando niña, sentada junto al fuego en una casona en el campo,

escuchando las conversaciones de los mayores.

Hablaban sobre hechos y acontecimientos de tiempos pasados, sobre personas ya

desaparecidas, pero lo hacían recordando episodios felices donde se hacía presente el afecto que se mantenía vivo y tangible.

De esos relatos no surgía el concepto del alejamiento

definitivo, sino una sensación de ternura afín a la nostalgia, o al

máximo a una dulce melancolía.

Yo no entendía por entonces el sentido real del alejamiento definitivo; eran personas para mí desconocidas que entraban en mi vida a través de otros, y esos episodios ajenos se

tornaban míos al acercárseme como recuerdos afectuosos.

Nacía para mí, sin darme cuenta, una cadena de afectos ignotos aunque de

innegable presencia.

Lamentablemente, alguna vez en nuestras vidas sucede que debamos

experimentar en forma directa ese alejamiento, sin excepciones.

Llega entonces, ineludible, esa sensación desgarrante

que nos hace enmudecer, cuando el dolor sorpresivo nos

paraliza.

No existen las palabras para describir, o para confortar:

la angustia nos estrecha en sus brazos y el dolor sangra por los poros ante la pérdida de alguien a quien amamos.

Las reacciones son varias: desesperación, incredulidad, marasmo,

apatía o llanto..

Son todas manifestaciones de la humana debilidad, que no acepta reconocer un hecho natural pero

que nos llena de congoja, y es por ende negado y rechazado.

Solamente el tiempo puede darnos la sensatez necesaria para razonar, cicatrizar las heridas, y retomar

lentamente nuestro camino.

Aunque nada volverá a ser como antes, el tiempo enseña a enfrentar lo que no

se puede cambiar, permitiéndonos comprender que ni siquiera el dolor

resulta estéril, pues toda experiencia por amarga que sea deja una enseñanza.

Vuelven a mi memoria los relatos de mi niñez: ahora comprendo que la

enseñanza estaba allí, en la transmisión de los ejemplos de vida

de aquéllos que se habían ido:

su contribución a la evolución humana aún persiste, fue dejado en nuestras manos para que actuemos

como eslabones entre las generaciones pasadas y las futuras, que de otro modo no los conocerían.

Éste es probablemente el modo mejor para honrar a nuestros muertos,

conservándolos presentes en el afecto de nuestros corazones y en el

recuerdo cotidiano.

Siempre con nosotros.Música: “Cavalleria Rusticana” – Intermezzo- Pietro Mascagni-

Orch. James Last

Testo e grafica:GiEffebis@alice.it

Versión en español: mussonor@hotmail.com

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