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ANTE EL ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO

Necesito hacer u n a afirmación que me ahorre de reincidencias: este Atlas es u n a obra de i m p o r t a n c i a cap i ta l . H a b l a r luego de l o que u n o quis iera encontrar o de lo que p u d i e r a estar de acuerdo con otras posturas científicas, no es sino pract icar la l i ber tad c ien­tífica a la que n i n g u n o de nosotros debemos renunc iar . Si d igo que hay algo que yo preferiría de o t ro m o d o no es sino reconocer que en esta obra se h a hecho de m a n e r a d i s t i n t a a la mía, lo que no es sino u n beneficioso discrepar para que la ciencia siga^hacia adelante. N a d i e , sin embargo , podrá atenuar m i categórica a f i r ­mación : estamos ante u n a obra que prest ig ia a todos. A l autor y sus colaboradores, al C e n t r o que la auspició, al país que supo apostar por u n proyecto n u n c a igualado , a quienes hemos hecho de nuestra v i d a u n silencioso laborar en estos pegujales. Q u e mis palabras no v a l g a n , sino las del Cantar del Cid: " a todos alcanga o n d r a el que en b u e n ora c inxo espada" .

E n uno de sus últimos trabajos , K a r l J a b e r g decía que —de u n a u o t r a f o r m a — había estado presente en la geografía lingüís­t i ca de u n m e d i o siglo 1 y he aquí que mis años — m u c h o s y a — h a n hecho que , en el m u n d o hispánico, se h a y a n c u m p l i d o los cuarenta en que he ten ido que c o m p a r t i r muchas tareas con mis colegas. E n el At las de C o l o m b i a y en el Atlas de Méx i co , m i n o m ­bre aparece al lado de los autores nacionales. N o es u n a v a n i d a d , sino la justificación de u n a v i d a : desde aquel curso que expliqué en E l Colegio de M é x i c o (1964) , América ha sido m i costumbre . L a he recorr ido desde el norte de N u e v o M é x i c o ( G a l l u p , A r r o y o de Bueyeros) hasta el mediodía más apartado , desde Santa Bár­b a r a o Z ihuatane j o hasta Puerto R i c o , A r t e m i s a o Samaná. Creo

1 "Grossráumige u n d Kleinráumige Sprachadanten" , VR, 14 (1954), p. 6 1 .

NRFH, X X X I X (1991), núm. 2, 665-687

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que el profesor de dialectología no puede o lv idar el p o r v e n i r de nuestra l engua , que está aquí, con su e j e m p l a r i d a d , con su per­m a n e n c i a , con su razón de ser. Por eso las palabras de Beatr iz G a r z a en el pró logo a la obra son de u n a o p o r t u n i d a d i m p e r a t i ­v a : da cifras, lo que es m u c h o , pero da h is tor ia — l o que es m á s — y de la conjunción de ambas hemos de i n f e r i r algo que ya resulta lógico : este Atlas. Porque leer la h i s t o r ia de E l Coleg io de M é x i c o p o r q u i e n la ha v i v i d o y la está v i v i e n d o hace muchos años, por q u i e n tiene responsabi l idad de gobierno y por q u i e n ha colabora­do en los trabajos de dialectología, es seguir u n a aventura i n t e ­lec tual del más alto por te . Tenemos algún l i b r o excelente, como el de C l a r a E . L i d a y José A . Matesanz sobre la existencia de esta singularísima institución 2 , y sabemos lo que de algún m o d o nos l lega por m i l caminos de investigación, pero lo que Beatr iz G a r z a nos da es algo que vale más que todo el lo : la v i d a de unas gentes ejemplares. N o podemos zafarnos de lo que son los nombres , pues los nombres va len por sus obras: se habla de quienes h i c i e ron es­t a empresa y , u n a y o t r a vez, asalta la presencia v i v a de Henrí -quez Ureña y de Al fonso Reyes. Y con ella u n eco de lo que fue el C e n t r o de Estudios Históricos y el magister io de Menéndez P i -d a l . D o n Pedro salió de u n c ierto despego i n i c i a l hasta l legar a u n a teoría de plenitudes — l a de América y la de España—; d o n A l f o n s o , su hipotético discípulo, fue siempre u n apasionado y ge­nerosísimo reconoc imiento : jamás he leído páginas más h e r m o ­sas que su estremecedor elogio de Cast i l la cuando se cumplía el p r i m e r m i l e n a r i o del condado 3 . D o n Al fonso que colaboró en el C e n t r o de Estudios Históricos, que publicó en él artículo tras ar­tículo, que redactó — n a d a menos— 36 reseñas bibliográficas, que pergeñó c ó m o debía ordenarse u n reper tor io de l ibros y artícu­los, que con Amér i co Castro y Solal inde tenía u n ático en T o l e d o para serenarse del m u c h o t r a b a j o , que s iempre pensó en hacer en Méx i co u n trasunto del Centro de Estudios Históricos 4 , lo con­siguió en aquel la generosísima ayuda a los exil iados españoles. Y Beatr iz G a r z a lo dice con otras palabras, pero es esto m i s m o . Acaso por aquella sombra cuidadosa sentíamos nuestra prop ia t r a ­dición cuando pisábamos el rec into de E l Colegio de M é x i c o o

2 E l Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962', E l Colegio de Méxi­co, México, 1990.

3 Véase ' 'Al fonso Reyes habla de C a s t i l l a " , que incluyo en m i l ibro Es­paña. Las ciudades, las lenguas, Barcelona, 1991.

4 M e ocupo de todo ello en "Al fonso Reyes y España", en la NRFH, 40 (1992), de próxima aparición.

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escuchábamos la poesía tradic ional y nos emocionaba — y nos emo­c i o n a — la generosidad de M é x i c o como ada l id de la u n i d a d de la lengua. P e r m i t i d m e que recuerde a d o n M i g u e l A lemán 5 , por ­que muchas palabras de Beatr iz G a r z a t i enen la m i s m a gallardía de su conducta y j u s t i f i c a n nuestros mismos quehaceres científi­cos. Porque bajo sombras egregias hemos llegado a la tercera época de E l Coleg io de M é x i c o y , gracias a los grandes maestros esta­mos con la obra que paso a comentar .

Beatr iz G a r z a hab la de m i ven ida al Colegio en 1964 y el n a ­c i m i e n t o de la idea de u n atlas lingüístico de la Repúbl ica . N a t u ­r a l m e n t e , no silencia lo que debemos a Henríquez Ureña, n i l a comple j idad que M é x i c o tiene desde u n a perspectiva sociolingüís-t ica . N o lo i g n o r a porque el la, con G l o r i a B r a v o , preparó aquel e jemplar Proyecto Oaxaca6, que tanto me hizo m e d i t a r 7 . Y no lo i g ­nora porque Méx i co es u n país de aguda sensibil idad para los p r o ­blemas indigenistas , pero leyendo este " P r ó l o g o " me viene a las mientes — u n a y otra vez— el test imonio de d o n Andrés Bello que, t rans fo rmado en sus palabras , sigue v i v o en su contenido : " L a u n i d a d lingüística del m u n d o hispánico ha sido, es y continuará siendo u n r i co potenc ia l de unión, creador y pos i t ivo , que puede dar a nuestra gran c o m u n i d a d m a y o r fuerza en su presencia en el m u n d o " 8 . Es o p o r t u n o decir esto al a b r i r la p r i m e r a página del Atlas de Méx i co porque serena nuestro espíritu de " m a l o s mes-t u r e r o s " que se h a n soltado como del arca donde se escondían los fantasmas de las pesadillas. L o digo desde m i condición de p r o ­fesor de h i s tor ia del español y de dialectólogo que se ha dedicado a todas las parcelas del m u n d o hispánico: no hay en estos finales del siglo x x n i preeminencias n i insular idades , hay sólo u n i n ­menso campo que c u l t i v a r y u n a c r i a t u r a increíble que ha ven ido a nuestros brazos. Esos más de 81 mi l lones de hispanohablantes de M é x i c o son el m e j o r aval para que pensemos en las tareas co­munes que debemos emprender y no serán las menores las de co-

5 Convocó la pr imera reunión de Academias del mundo hispánico y de ella salió la Asociación de Academias de la Lengua Española.

6 G L O R I A R U I Z D E B R A V O - A H U J A y B E A T R I Z G A R Z A , Problemas de integración, Inst i tuto de Investigación e Integración Social del Estado de Oaxaca, México, 1970.

7 "Bilingüismo e integración en Hispanoamérica", R E L , 1 (1971); re im­preso en el l ibro Hombre, etnia, estado, Gredos, M a d r i d , 1986.

8 Véase ANDRÉS B E L L O , Gramática de la lengua castellana, destinada al uso de los americanos, ed. crítica de Ramón T r u j i l l o , Santa Cruz de Tenerife, 1981, p. 129.

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nocer m e j o r la l engua , saber hacia dónde se o r i e n t a n sus pasos y c ó m o debemos atender a su desarrol lo . Las palabras de Beatr iz G a r z a h a n v e n i d o a poner el dedo en muchas llagas, pero no lo lamentemos , cuanto nos ha d icho es c ierto , y enlazando el hoy con los muchos ayeres hemos l legado a esta obra s ingular , a la que sus palabras s irven de introducción y las mías de comentar io .

Porque p a r a ahondar en el conoc imiento y resolver tantas y tantas cuestiones como hay pendientes, nada m e j o r que real izar u n atlas lingüístico, obra de esfuerzos denodados y de voluntades inquebrantab les , pero que — desde s i e m p r e — h a ven ido a resol­ver las cuestiones que pueden resolverse. J u a n M i g u e l Lope Blanch h a sido la persona que podía l l evar a cabo la tarea: b i en pudo de­c i r , c omo Cervantes , aquel lo de " T a t e , tate , f o l l onc i cos " , pues l a empresa para él estaba guardada . U n atlas es la colección de m a t e r i a l que adviene pertrechada de m i l exigencias para satisfa­cer nuestras p e n u r i a s 9 . M é x i c o es u n país científicamente favo­rec ido : los estudios lingüísticos, los d icc ionarios , las monografías de todo t i p o , lo sitúan en u n puesto de excepción en nuestro m u n d o 1 0 . Y no olvidemos que el español novomexicano fue allá, en u n lejanísimo 1909, el p u n t o de a r r a n q u e de la dialectología más ex igente 1 1 . A pesar de m i l trabajos beneméritos, ¿qué pue­den ofrecer ante este Atlas? V e o en él u n a nueva confirmación — m á s de u n siglo después— de aquel la insatisfacción que sentía Meyer -Lübke y a la que v i n o a remed iar el Atlas de Franc ia . E l g r a n maestro del pos i t iv i smo veía que n u n c a tendríamos u n a l i n ­güística románica si no se invest igaba con r igor la t o ta l idad de los dialectos. T a r e a —nos decía con d e s a z ó n — que tardaría más de u n a generación en CLimplirse. Se equivocó en la predicción, o p t i m i s t a para evi tar desconsuelos 1 2 . ¿Cuántas generaciones han pasado desde que firmó el pró logo a su m o n u m e n t a l Gramática de las lenguas románicas? S in embargo , el atlas de Gilliéron v i n o a l le ­n a r muchas lagunas y a hacernos renacer a la esperanza. Cuánto

9 A L AVIN K U H N , ' 'Sechzig Jahre Sprachgeographie in der Romanía" , R J , 1 ( 1 9 4 7 - 4 8 ) , pp. 6 2 - 6 3 ; SEVER POP, La dialectología, Gembloux, 1 9 5 0 , p. 1 7 , y E U G E N I O C O S E R I U , La geografía lingüística, Montevideo, 1 9 5 6 , p. 5 .

1 0 J U A N M . L O P E B L A N C H , E l español de América, Alcalá, M a d r i d , 1 9 6 8 , pp. 7 7 - 8 5 .

1 1 A U R E L I O M . ESPINOSA, E l español de Nuevo Méjico, t rad . y reelaboración de A . Alonso y A . Rosenblat, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Bue­nos Aires, t . 1 , 1 9 3 0 , t . 2 , 1 9 4 6 .

1 2 W I L H E L M M E Y E R - L Ü B K E , Grammaire des langues romanes, t rad. E . Rabiet, Paris, 1 8 9 0 , t . 1 , p. v i i .

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m a y o r es nuestro desconsuelo si consideramos lo m u c h o que i g ­noramos del español de Amér ica y la desconfianza que sentimos de alcanzar u n presto conoc imiento de tantas realidades disper­sas. Sólo u n atlas puede co lmar — c o n las l imitac iones que le son inherentes— los vacíos que h o y existen. Y este atlas va a decirnos m u c h o de u n país del que ya conocemos bastante. Por eso ver es­ta obra produce u n a p r o f u n d a satisfacción, porque ahora vamos a disponer de esos materiales coherentes, d i s t r ibu idos con unos cr i ter ios válidos, recogidos in situ y allegados por científicos sol­ventes 1 3 . Si todo esto es m u c h o , su va lor se acrecentará al p r o ­yectarlo sobre el inmenso m u n d o que hab la español. Estamos ya en u n p u n t o re lat ivo en el que el proyecto se hace v i d a y gracias a ella podemos entender la gigantesca obra que ha l legado a nues­tras manos . T o d o nos va siendo aclarado: la h i s tor ia del proyecto desde su i n t e r i o r i d a d y como complemento del largo c a m i n a r que Beatr iz G a r z a nos ha descrito.

Porque estamos en 1966, cuando Lope Blanch propuso su Pro­yecto de delimitación de las zonas dialectales de México1*. Sólo u n año después se comenzaron las encuestas con u n cuest ionario p r o v i ­sional y con unas grabaciones de conversación l i b r e . Obten idos unos materiales válidos se redactó o t ro nuevo cuest ionario p r o v i ­s ional con el que se repitió la experiencia que permitió acceder al cuestionario d e f i n i t i v o 1 5 . Es lo que poco más o menos se ha he­cho siempre: lo que Pierre Gardette llevó a cabo en el L ionesado 1 6

y lo que yo realicé en Anda luc ía 1 7 . E n última instancia lo que se

1 3 Son las virtudes de los atlas, cf. K U H N , art . c i t . , pp. 13-14; C O S E R I U , op. cit., pp. 35-36; Lu is FLORES, Manual del A(tlas) Lingüístico) de C(olombia), Inst i tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1983, p. 68.

1 4 Véase Cuestionario para la delimitación de las zonas dialectales de México, El Colegio de México, México, 1970, p. 5.

15 Ibid., pp. 5-6. Como trabajos cuidadosos para preparar u n cuestiona­r i o , se pueden recomendar los de L . FLORES y T . BUESA, expuestos en E l atlas lingüístico-etnográfico de Colombia (ALEC), Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1954, pp. 7-17. Desde unos planteamientos generales, deben verse dos obras: SE-VER POP, Bibliographie des questionnaires lingüistiques, Comité Internat . Perma-nent de Linguistes, L o u v a i n , 1950, y Colloque de dialectología Texte des Communi­cations, P. Imbs-G. Straka, Strasbourg, 1957.

1 6 Véase " L e questionnaire des atlas régionaux de France " , BFS, 35 (1957), 253-260. JOSÉ J O A Q U Í N M O N T E S en una obra de tipo amplio se ha ocu­pado también de estas cuestiones: Dialectología general e hispanoamericana, Ins t i ­tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1982.

1 7 M . A L V A R , " E l atlas lingüístico y etnográfico de Andalucía", en Estudios de geografía lingüística, M a d r i d , 1990, p. 210.

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viene hac iendo desde t iempos de Gilliéron, cuando el cuestiona­r i o del L a n g u e d o i l se adaptó al Languedoc y éste a Córcega y el de Córcega a Cata luña 1 8 . Se pretendía alcanzar en cada d o m i ­n i o aquel cuest ionario que fuera válido para las investigaciones, y no o t r o , pero no se debe o l v i d a r algo que es f u n d a m e n t a l : el inmenso m u n d o hispanohablante no es igualmente conocido y t a r ­daremos muchos años en disponer de una visión de con junto , pues obras excelentes como la de Délos C a n f i e l d 1 9 v ienen a mostrar las inmensas lagunas que hay en nuestros conocimientos y , sobre t o ­do , las di f icultades de l legar a u n a visión de c o n j u n t o . Y he aquí que la " I n t r o d u c c i ó n ' ' de Lope B lanch viene a p lantear u n a cues­tión de t i p o general : al desestimar todos los cuestionarios a n t e r i o ­res se hace u n a obra " d o m é s t i c a " , que sólo ocasionalmente t e n ­drá vinculación con las que se e m p r e n d a n en el m u n d o hispáni­co. L o que es caracterizador no es agrupador , y así se p lantea el p r o b l e m a de los atlas de grandes o pequeños domin ios . Las ense­ñanzas del Atlas de México son oportunas : c ierto que sólo se debe recoger para la Repúbl ica aquello que en ella es rentable y no lo que significaría únicamente aportaciones esporádicas. Estoy de acuerdo. Estoy de acuerdo, pero en cualquier atlas debe haber información válida para los otros , según hemos pract icado y se­gún h i c i e ron ver las conclusiones del Congreso I n t e r n a c i o n a l de Inst i tuc iones Hispánicas ( M a d r i d , 1963 ) 2 0 . L a val idez de lo que sirve para caracterizar ya estaba señalado por J a b e r g cuando h i ­zo la reseña del Atlas de Cataluña, de A n t o n i o G r i e r a 2 1 ; l a v i n c u ­lación de M é x i c o con el resto del m u n d o que habla nuestra l en ­gua es u n deseo al que debemos atender. Y esto nos l leva a consi­derar lo que venimos practicando desde el Atlas de Gascuña. M a n e j a r el inmenso m u n d o de la cartografía lingüística no es tarea fácil y , sin embargo , las referencias a otras empresas semejantes aho­r r a t raba jo y da coherencia a lo que sabemos. Válganos u n solo e jemplo : en 1987, Mar ía Angust ias Luzón ha preparado u n vo ­l u m e n de casi 200 páginas con los índices de los atlas españoles 2 2 .

1 8 Véase M . A L V A R , Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual, 2 a ed. , Credos, M a d r i d , 1973, pp. 112-113.

19 La pronunciación del español en América. Ensayo histórico-descriptivo, I n s t i t u ­to Caro y Cuervo , Bogotá, 1962.

2 0 Véase Congreso de Instituciones Hispánicas, M a d r i d , 1964, pp. 115-116. 21 Ro, 50 (1924), 278-295. Aparte este motivo concreto que ahora nos

afecta, Jaberg reseñó también los atlas del Lionesado y de Walonia . 2 2 ' ' índices léxicos de los atlas lingüísticos españoles", EAc, 1987, núm.

47. Este es u n paso para facilitar el cotejo de las obras grandes y dispersas;

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A h o r a tendría que ampl iarse a los de C o l o m b i a , M é x i c o e H i s p a ­noamérica para que pudiéramos tener la visión coherente de lo que ya sabemos de nuestra lengua. Así toalla {ALMéx, 52) figura en los atlas de A n d o r r a , Cataluña, Aragón, N a v a r r a y R i o j a , San­tander y val le de A r a n ; araña {ALMéx, 54) en todos ellos y en el de Andalucía , en el de la Península Ibérica y , t ras lat i c iamente , en el de los mar ineros peninsulares ; casas {ALMéx, 70) se e n r i q u e ­ce con referencia al atlas de Canar ias , etc. Pensemos lo que ocu­rrirá si a estos mapas exc lusivamente fonéticos añadimos los apa­sionantes del vocabu lar i o , que t a n t o nos enriquecerán y que t a n ­tas sorpresas v a n a depararnos .

Pero no salgamos del cuest ionario de que disponemos porque nos da m o t i v o a nuevas consideraciones. D i ce L o p e B lanch que ' 4 el i n i c i a l propósito d e l i m i t a d o r de zonas dialectales determinó las características generales de nuestro cuest ionario : es exclusiva­mente lingüístico — n o etnográfico— y re la t ivamente asistemáti-co, por cuanto no se organiza en t o r n o a campos semánticos; pe­r o responde a nuestro ob jet ivo d i ferenc iador de regiones dialecta­l e s " . Grave decisión la que hubo de tomarse, porque se planteaban las mismas cuestiones que t u v i e r o n que resolver otros invest iga­dores y que p r o d u j e r o n otras tantas aporías. Estoy to ta lmente de acuerdo en la necesidad de d e t e r m i n a r zonas dialectales, y en la f o r m a de hacerlo . Pero esto m i s m o obl iga a suscitar — y a — u n a serie de atlas regionales que den la imagen real de cada u n a de esas zonas que const i tuyen la Repúbl ica M e x i c a n a , pues de o t ro m o d o corremos el riesgo de que muchos problemas queden sin explicación. Recordemos lo que Gilliéron no acertó a resolver por más que , estudiando las variantes de scíer en G a l o r r o m a n i a , a n ­d u v i e r a cerca de los umbrales del t e m p l o . Eso hizo a J u d y J a -b e r g adelantar las posiciones de su maestro y avanzar en tres as­pectos: sociolingüística, biología lingüística y relaciones de pala ­bras y cosas 2 3 . E l ALMéx es u n a buena muestra de los dos p r i m e r o s presupuestos; en cuanto al tercero, las puertas quedan abiertas. Creo que la lingüística se aclara en ocasiones si se acer­ca a la etnografía, según pude probar con las designaciones de la azada y del azadón2*, o de las dist intas clases de avispas2^: el

véase lo que hizo M . P A I V A B O L E O en " L e matériel de VI. L . B. et quelques études de comparaison avec Y Atlas lingüístico de la Península Ibérica et V Atlas pre­vio des Jalares baianos", RPF, 2 7 ( 1 9 7 6 ) .

2 3 Véase K . J A B E R G , Aspects géographiques du language, Paris, 1 9 3 6 , p. 1 9 . 2 4 A L V A R , Estudios de geografía. . . , pp. 2 1 0 - 2 1 2 . 2 5 Ibid., pp. 2 1 3 - 2 1 7 .

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ALEA ofrecía soluciones a lo que en el ALPI era u n e m b r o l l o . Y en los mapas del ALMéx, a pesar de su carácter estr ictamente fo­nético, vo lvemos a suscitar cuestiones afines: en el m a p a 57 (fal­das) encuentro nagua(s) en algún p u n t o del S.E. de la Repúbl ica . ¿Ambas palabras s igni f i can lo m i s m o o responden a ' ' cosas" d i ­ferentes? Ojeemos el ALEA y en su m a p a 1378 nos encontramos con u n a situación semejante: (e)nagua(s) es sinónimo de falda en m u l t i t u d de pueblos y , lo que es más curioso , el amer i can ismo se da en muchos lugares como término arcaico frente a la i n n o v a ­ción del germanismo falda. Ev identemente se t r a t a de u n prob le ­m a c u l t u r a l que debe ser estudiado a la luz de las palabras y las cosas, pues tampoco se puede desligar de o t r o , las designaciones de ' l a camisa de la m u j e r ' , m i e n t r a s que las 'enaguas' andaluzas (ALEA, 1380) son — e n t r e otras formas s in marcas— enaguas baje­ras, enagüela y el m u y prest ig iado enaguas blancas, que accedió a l complejísimo romance de Tamar de Federico García L o r c a 2 6 . Ca­misa se ha quedado como término invasor y su f o r m a acomodada a problemas en los que la h o m o n i m i a no cuenta: la ' camisa del h o m b r e ' era t rad i c i ona lmente camisón y , p o r supuesto, ' camisón, prenda de d o r m i r ' es totalmente desconocido. E n elALEICan (ma­pa 535) volvemos a encontrar cuestiones semejantes y la presen­cia del término ta ino vuelve a demostrarnos u n viejísimo arra igo y en el ALEANR ( m a p a 1049) las enaguas son sustituidas por tér­minos modernos , mientras que el amer icanismo ha penetrado i n ­cluso en algún pueblo que habla vasco. H e aquí c ó m o el m u n d o de la lingüística no puede desentenderse de los hechos etnográfi­cos y resulta curioso ver c ó m o la intrusión de u n a voz t a i n a ( i n ­sisto en la i n c e r t i d u m b r e que deja su signif icado) viene a co inc i ­d i r con el español de M é x i c o y con amplísimas zonas peninsula ­res. Capítulo de la h i s tor ia de nuestro vestido que necesitamos i l u s t r a r . Y no nos queda otro remedio que r e c u r r i r a las palabras y las cosas, como Aebischer h izo para expl icar la h is tor ia c u l t u r a l y la lingüística de la almohada o del colchón21.

2 6 M A N U E L A L V A R , E l romancero. Tradicionalidady pervivencia, 2 a ed. , Pla­neta, Barcelona, 1 9 7 0 , pp. 2 4 3 - 2 4 9 . Si volvemos al texto y sus vinculaciones etnográficas, tendríamos que considerar el l ibro de J . C H A U R A N D , Introduction à la dialectologie française, Paris, 1 9 7 2 , pp. 2 2 5 - 2 2 8 , y, fuera de nuestra preci­sión actual pero bien ligada a su futuro , la obra de R . CRESWELL y M . G O D E -L I E R , Outils d'enquêtes er d'analyse anthropologiques, Paris, 1 9 7 6 .

2 7 P A U L AEBISCHER, i ( Coussin et oreiller et quelques-uns de leurs synony­mes en la t in médiéval", BABL, 2 4 ( 1 9 5 1 - 5 2 ) , 1 1 7 - 1 3 2 . En este sentido se en­cuentran los numerosos trabajos de D . K R E K O U K I A S , / / mondo végétale nelle leg-

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E n cuanto a no organ izar el cuest ionario en campos semánti­cos, t a l vez merezca la pena hacer a lguna reconsideración. Las palabras — l o h a d icho L o p e con su h a b i t u a l buen j u i c i o — no se d a n a is ladas 2 8 , pero no sólo en la frase sino también en la teoría de los signif icados. D e ahí que al hacer semántica es t ruc tura l , el cuest ionario del ALEA, m u y denso por el número de preguntas , y m u y r igurosamente t razado , ha p e r m i t i d o hacer entre nosotros lo que en grandes maestros como Coser iu y Pot t i e r no pasó de l a especulación 2 9 . Ah í están los trabajos de Gregor i o S a l v a d o r 3 0 , de J u l i o Fernández-Sevil la 3 1 y de José Andrés de M o l i n a 3 2 . Por eso no sé si a t reverme a recomendar algo que tendrá especial va­l idez en los volúmenes del léxico: consignar c ó m o se ha f o r m u l a ­do la pregunta . D e este m o d o , sabríamos a qué concepto respon­den las respuestas obtenidas. Así el m a p a 58 (gajos), da u n térmi­n o generalizado que es el de la lengua m e d i a , pero otros de jan con i n c e r t i d u m b r e . ¿Por qué se ha preguntado? ¿ ' R a m a ' , ' d i v i ­sión de u n r a c i m o ' , ' r a c i m o apiñado ' , 'división i n t e r i o r de a lgu ­nos f r u t o s ' , etc.? M e da la impresión que es a esta acepción a la que corresponden las respuestas, pero tajada ¿es lo mismo? ¿ Y tro-cito^ ¿Y rodaja? ¿Y migaja? ¿ N o se ha equivocado el i n f o r m a n t e al responder bolsita, sámago, cañuto o bagaso? Frente al c on junto de l a Repúbl ica estas anomalías yucatecas nos hacen pensar en he­chos más complejos y , por t a n t o , necesitados de aclaración. L o m i s m o que canalete, incrustado en el m a p a de remos (85) , ¿es la m i s m a " c o s a " o s implemente u t i l i z a d a para los mismos fines por

gende tradizionali del popólo greco e siciliano, Atenas, 1970; Gliucelle nelle credenze e nelle tradizioni del popólo greco e siciliano, id., etc. También JABERG había señala­do cuestiones afínes a lo largo de la parte pr imera en su artículo " D e r rumä­nische Sprachatlas u n d die Struktur des dacorumänischen Sprachgebietes", VR, 5 (1940), 49-86.

2 8 Cf. G. B O T I G L I O N I , Introduzione al Atlante linguistico etnográfico della Corsi-ca, Pisa, 1935, p. 64; y J . V E N D R Y E S , E l lenguaje, 2 a ed. , Barcelona, 1943, p. 96.

2 9 E U G E N I O C O S E R I U , " P o u r une sémantique diachronique s tructura le " , T L L , 2 (1964), 139-186; B E R N A R D P O T T I E R , " V e r s une sémantique moder­n e " , ibid., 107-138; y del mismo autor, " L a défmition sémantique dans les d ic t ionnaires" , ibid., 3 (1965), 33-40.

3 0 "Es tud io del campo semántico arar en Andalucía", AO, 15 (1965), 73-111.

31 Formas y estructuras del léxico agrícola andaluz. Interpretación y estudio de 200 mapas lingüísticos, M a d r i d , 1975.

32 "Cabeza ( + sufijo) en andaluz. Estudio de un campo semántico etimo­lóg i co " , RFE, 55 (1972), 279-301. Y su tesis —sólo publicada en una extrema reducción: Introducción al estudio del léxico andaluz.

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más que sea diferente? N o qu iero caer en la añagaza de tantos críticos: censuran lo que ellos no son capaces de hacer. Sólo q u i e ­ro aduc i r m i experiencia y , t a l vez, cuando se proyecta u n a i n ­vestigación t a n grande como ésta, no pueda atenderse a todo lo que nosotros pensamos que convendría haber hecho. Y este n o ­sotros no es retórico sino inc lus ivo : empezando p o r mí m i s m o . A pesar de la enorme extensión, el cuest ionario debe ser d i s t in to del que suscitan los m a c r o d o m i n i o s , d igamos E u r o p a , o Amér i ­ca. E n el p r i m e r caso, porque la heterogeneidad lingüística o b l i ­ga a m i l cuestiones difícilmente atendibles; en el segundo, por ­que la homogene idad fuerza al conoc imiento prev io de la u n i d a d como paso necesario para l legar a la var i edad . Q u e las d i f i c u l t a ­des son evidentes no me parece necesario insistir machaconamente. Se proyectó el At las de E u r o p a y colaboré con e n t u s i a s m o 3 3 ; se publicó u n t o m o de muestra y se v io que la heterogeneidad no podía conduc i r m u y lejos y ahora se ha planteado — y traba jamos en é l— u n atlas de las lenguas románicas 3 4 .

Si descendemos a la rea l idad de América tendríamos que pen ­sar en el m u c h o parecido que t iene lo que en M é x i c o se ha hecho y lo que presenté en esta c i u d a d hace unos años con referencia a la t o t a l i d a d del N u e v o M u n d o 3 5 .

Q u e d a al m a r g e n de esta situación el Atlas del Mediterráneo, que servirá para la N e o r r o m a n i a en el l i m i t a d o campo del léxico m a ­r i n e r o , pero que exigirá u n estrecho estudio de la vinculación de palabras y cosas, e incluso u n a metodología de encuesta d i s t i n t a de las que he señalado y en el ALMéx se ha p r a c t i c a d o 3 6 .

T o d o esto nos l leva a otros aspectos de este cuest ionario : su naturaleza, el número de preguntas. Fijémonos — s ó l o — en lo que este v o l u m e n nos muestra , la fonética. C o m p a r t o to ta lmente el

3 3 A . W E I J N E N et al., Atlas linguarum Europae. Introducción, t rad . de M a n u e l y Carlos A lvar Ezquerra, M a d r i d , 1976; J . K R U I Y S E N , Atlas linguarum Euro­pae, Fundación Neerlandesa de Cooperación Internacional , s.l. n i año.

3 4 M . C O N T I N I y G . T U A I L L O N , "Pro je t d 'un Atlas linguistique R o m á n " , Géolinguistique, 3 (1987), 1-15; véase también M I C H E L C O N T I N I , " L 3 A t l a s Lin­guistique Román (ALR)", comunicación presentada al Congreso de Lingüística Románica (Santiago de Compostela, 1989). Reducido al ámbito lexicográfico está el volumen misceláneo que preparó H A N S FRIEBERTSHÁUSER, Dialektlexi-kographie, Wiesbaden, 1976.

3 5 Consta en " H a c i a una geografía lingüística de América" , trabajo re­cogido en mis Estudios de geografía lingüística, ya citados.

3 6 Sobre el atlas mediterráneo, véase la bibliografía que hay en la obra citada en la nota anterior, pp. 393-395.

NRFH, X X X I X EL ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO 675

planteamiento de L o p e B l a n c h : seleccionar palabras adecuadas fac i l i ta la encuesta y enriquece los materiales de que vamos a d is ­poner . C r e o que no cabe d u d a . Gilliéron decía que 200 palabras b ien elegidas p e r m i t e n acopiar los fenómenos fonéticos de u n a l e n g u a 3 7 . A m p a r a d o en su a u t o r i d a d y en la condición de unas prácticas de clase, redacté u n cuestionario que apliqué en 45 puntos de la Repúbl i ca , con mis a lumnos de E l Colegio de M é x i c o o en s o l i t a r i o 3 8 ; después lo empleé en u n a p r i m e r a t o m a de contacto en G u a t e m a l a 3 9 . Los resultados fueron útiles y , qu iero creer, s ir­v i e ron para l l a m a r la atención a otros investigadores. Jus tamente la selección cuidadosa de esas palabras, postulado que Lope Blanch ha pract i cado , p e r m i t e conocer en cada m o m e n t o más de u n m o ­t i v o . Así , cuando en el m a p a 60 (flauta) se nos dice "secuencia lául ; Ifll i n i c i a l de p a l a b r a " , o en el 76 (aceite) " d i p t o n g o léil ; leí final absoluta precedida p o r / / / " (y añadiría I si y I ti) o en el 98 (enfermo), Cí/el in i c ia l absoluta trabada por nasal; secuencia Infl; Ir/ i m p l o s i v a " (y lo/ final). Basten estos botones de muestra para saber la u t i l i d a d de este c r i t e r i o , que — p o r o t r a p a r t e — nos l leva al p r o b l e m a de la transcripción fonética.

U n atlas que se asienta sobre la base del p o l i m o r f i s m o necesa­r iamente ha de suscitar el r i g o r de la transcripción fonética. Sólo elogios merece este c r i t e r i o , pues dar los materiales en b r u t o es servir a la ciencia sin condic ionar a nadie con lo que nosotros cree­mos que es o no es interesante. Las transcripciones puntuales son las únicas que valen según m i c r i t e r i o . N o invento nada : fue G i ­lliéron q u i e n , contra W e i g a n d , devolvió la d i g n i d a d a la pa la ­b r a 4 0 . Y esa d i g n i d a d sólo se l ogra con la transcripción exacta de

3 7 Recojo bibliografía en el " A t l a s lingüístico de los marineros peninsu­lares" (Estudios de geografía. . . , pp. 3 9 2 - 4 0 2 ) . V a envejeciendo el l ibro de SE-VER P O P , Bibliographie des qnestionnaires linguistiques (Louvaina, 1 9 5 5 ) , necesa­rio para conocer los planteamientos teóricos de esta importantísima parte, pre­v ia , a nuestra investigación.

3 8 Los resultados de esas encuestas (Al t ip lano , Oaxaca, Yucatán) fueron publicados en distintos momentos; ahora los recojo en el l ibro De la norma lin­güística sevillana al español de América, M a d r i d , 1 9 9 0 .

3 9 E l cuestionario citado en la nota precedente lo adapté para Centro-américa y los datos guatemaltecos fueron publicados en L E A , 2 ( 1 9 8 0 ) , 2 4 5 -2 9 8 , y recogidos más tarde en el l ibro que acabo de citar.

4 0 Para el sistema de notación empleado por Weigand véase M A N U E L A L ­V A R , "Metodología e historia lingüísticas: el atlas de R u m a n i a " , recogido en los Estudios de geografía. . . , pp. 26 -27 ' . Sobre los otros atlas rumanos, véase el artículo citado de K . J A B E R G , " D e r rumänische Sprachatlas. . . " , y, como planteamiento general, H U G O P L O N T E U X , La ricerca dialettale, Pisa, 1 9 7 5 .

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cada u n o de los componentes de la secuencia. Q u é d u d a cabe que los servicios que r inde este atlas son impagables , por más que , a veces, nos sintamos abrumados bajo el peso de tanta v a r i a n t e 4 1 : trece representaciones del f o n e m a / , diecinueve de e o cuarenta y cinco de s, etc. , nos hacen pensar en enormes di f icultades de transcripción. Y lo d igo porque m e sentí descorazonado por mis ve int i c inco eses andaluzas. Sé que cuanto más estrecho sea el sis­t e m a de transcripción tanto más se d i f i c u l t a la identificación de los sonidos y veo difícil l i m i t a r n o s a u n a transcripción fonológica, p o r q u e , al presc indir de matices, n u n c a sabremos si no hemos sa­cr i f i cado el p o r v e n i r del sistema lingüístico. Por eso creo o p o r t u ­n o la redacción de mapas sintéticos, con la enorme comple j idad que en el Atlas t i enen y con las di f icultades a la h o r a de cartogra-fiar. Si nos acodamos sobre el m a p a 26, importantísimo por cuanto dice, vemos que las dif icultades de lectura son inmensas. Y es que el número de in formantes no hace sino enmarañar la t r a n s c r i p ­c ión: se nos habla de las exigencias del polinK r f i s m o . Las sé, pe­r o no creo que u t i l i z a r cuatro in formantes en vez de u n o nos dé todas las posibi l idades del habla y en u n o , con u n largo cuestio­n a r i o , se d a n m u l t i t u d de var iantes . Fue Séguy q u i e n estableció p o r vez p r i m e r a estadísticas de este t ipo y en el ALEA, a i m i t a ­c ión del ALG, redactamos los mapas del t . 6, que t a n útiles v ie ­n e n siendo y , sobre todo , conseguimos u n p r i n c i p i o básico de la geografía lingüística: la visión espacial simultánea y coherente. D e o tro m o d o podemos salir de nuestro campo p a r a caer en el de la sociolingüística; lo m i s m o que al recoger romances , desvir ­tuamos el quehacer de u n dialectólogo. Pienso s iempre en nues­t r o enemigo el t i e m p o y pienso cuántos atlas se h a n quedado en el camino . Por eso siento u n a generosa env id ia al ver este desco­m u n a l t raba jo c u m p l i d o con r i g o r , con t i e m p o generoso, con de­nodados exploradores. D e todos modos p l u r a l i d a d de exp lorado ­res y m u l t i p l i c i d a d de in formantes acrecientan los riesgos de la imprec is ión 4 2 ; además, necesitamos lo que los sociólogos l l a m a n " h i s t o r i a s de v i d a " para saber s i tuar a cada h o m b r e en su con-

4 1 M e ocupo de ello en Estructuralismo, geografía. . . , pp. 91-92 y 195-196. 4 2 Las grabaciones pueden ayudar a resolver muchas dudas, según cuen­

to en Estudios de geografía. . . , pp. 91-98. En Rumania se recurrió a preparar sobre el ALR otro elaborado, el MALR, según digo en el trabajo que dediqué a esos atlas (recogido ahora en los Estudios de geografía. . . ) , y según expuso Ja-ber en su Dacorum Sprachgebiete. Deben considerarse también las observaciones de N . Rossi en su Atlas previo dos falar es baianos, R io de Janeiro, 1965, pp. 31-34.

NRFH, X X X I X E L ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO 677

texto preciso. L o que en E u r o p a hacemos fac i l i tando muchas r e ­ferencias, muchísimas, sobre el i n f o r m a n t e : instrucción, n a t u r a ­leza, la de los padres y su esposa, viajes ( frecuencia y t i e m p o ) , servicio m i l i t a r (duración, qué compañeros t u v o ) , salidas a la r e ­colección, e t c . 4 3 . D e ello d e r i v a n no pocas explicaciones y , p o r supuesto, hacen de la selección del i n f o r m a n t e la tarea más difícil de nuestras encuestas 4 4 . Se ha d i cho que los atlas europeos p r e ­tenden el hab la de u n i n d i v i d u o dado en u n lugar dado y en u n m o m e n t o d a d o 4 5 . Es decir , u n a suerte de instantánea lingüísti­ca. D e s m e m b r a r la encuesta en busca de u n a pre tend ida hetero­geneidad es t a n anómalo como forzar a la u n i d a d . E l p o l i m o r f i s ­m o se da en u n hab lante , y en cuatro y en ocho y en dieciséis y e n . . . Pero hemos de atenernos a lo que es posible. T a l vez los viejos pueblos de E u r o p a presenten unas características d i f e r e n ­tes de los jóvenes de América , que las regiones arcaizantes son más estables que las innovadoras . A p u n t o problemas y he i n t e n ­tado dar soluciones. N o a todos les parecen válidas y ta l vez estén en lo c ierto ; si yo fuera convencido cambiaría de método , pero en m i c i rcunstanc ia creo en una metodología que yo no he i n v e n ­tado , como nadie ha inventado casi nada. L o i m p o r t a n t e es t r a ­bajar con honradez, lo demás queda en la gruta de los (im)posibles.

Porque hace muchos años que aplico los pr inc ip ios del p o l i ­m o r f i s m o , mis simpatías v a n hacia estos mapas mexicanos. T o ­dos par t imos de u n t raba jo espléndido de Alliéres, pub l i cado en u n a revista de difusión m u y res t r ing ida y de modestísima presen­c i a 4 6 . Y o tuve la suerte de t r a b a j a r con J e a n Séguy y sólo con emoc ión evoco su recuerdo . E n su casa de Toulouse me d io a l ­bergue: rodeado de l ibros en su estudio , tuve u n a cama el t i e m p o que trabajé. U n día llegó el número de Orbis donde aparecía el Proyecto del ALEA*1. Séguy no estaba de acuerdo con mis excesi­vos entusiasmos. Séguy, en F lorenc ia , buscó a m i m u j e r : su m a ­r i d o se está m a t a n d o , no se puede ser d i rec tor , exp lorador , r e ­dactor y ' ' e c o n o m i s t a " en so l i tar io . Séguy, creo, tenía razón, pe­ro u n día, en aquel la casa que me acogió , resbaló y se fracturó

43 Estructuralismo, geografía. . . , p. 55; Estudios de geografía. . . , p. 31 . 44 Ibid., pp. 151-155. 4 5 P O P , op. cit., pp. 310-311 y 1162. N o me parece improcedente aducir

en este momento a B R I G I T T E S C H L I E B E N - L A N G E y H A R A L D VVEYDT, "Für eine Pragmatisierung der Dia lekto log ie" , ZGL, 6 (1978), 257-282.

4 6 " L e polymorphisme de 1' -s implosi f en gascón garonnais" , Via Domi-tia, 1 (1945), 70-103.

4 7 T . 2, 1953, pp. 49-60.

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el cráneo, él que era escalador de alta montaña. Q u e su n o m b r e se recuerde con emoción en estos m o m e n t o s , pues en Via Domitia publiqué m u y p r o n t o y , en Via Domitia, Jacques Alliéres dejó su espléndido estudio . Si lo aduzco aquí — y L o p e B lanch m u y b i en conoce el t raba jo de Alliéres— es porque la p r i m e r a vez que , si n o estoy equivocado, se aplicó el p o l i m o r f i s m o al estudio de unas hablas vivas fue para estudiar el hab la de Santo T o m á s A j u s c o 4 8 . M u y modestos fueron los in ic ios , pero E l Colegio de M é x i c o los h a magni f i cado : lo que postulaba Alliéres ahora lo tenemos: a l ­gún día podrá hacerse u n atlas de p o l i m o r f i s m o 4 9 . Está ya aquí, y yo pienso en el lejano verano de 1953, cuando estudiaba en T o u -louse y Séguy, Alliéres y C o m p a n y s pertenecían a m i m u n d o más próx imo .

Estas consideraciones me h a n l levado a t o m a r en cuenta los problemas fonéticos de los mapas puntuales en los cuales también encontramos el p o l i m o r f i s m o . Los problemas fonéticos (vocales caedizas, c ierre de e y o: mapas 5-9) me parece que c o n f i r m a n lo que entre todos hemos ido al legando, así como la cuestión de la -n velar y las nasalizaciones ( m a p a 10) hacen pensar en las a f i r ­maciones de C a n f i e l d y posible carácter andaluz del fenómeno y , p o r supuesto, el eslabón que ya tenemos del español de C a n a ­r i a s 5 0 . Desde m i perspectiva de dialectólogo, me parecen del m a ­y o r interés los mapas 55 (baile), 75 (seis), 76 (aceite), 77 (peine), 92 (veinte), con los diptongos sumamente estables, frente a lo que ocu­r r e en España, mientras que vaciar (116) y cambiar (117) presen­t a n inestabil idades como vacear y cambear, b i e n conocidas en la Península 5 1 , mientras que copiar (118) n i allí n i aquí ha p e r m i t i ­do copear, que h u b i e r a p r o d u c i d o la h o m o n i m i a con copear 'beber

4 8 "Po l imor f i smo y otros aspectos fonéticos en el habla de Santo Tomás Ajusco " , ALM, 6 ( 1 9 6 6 - 6 7 ) , 1 1 - 4 2 . Véase J U A N M . L O P E B L A N C H , " P o l i m o r ­fismo canario y polimorfismo mexicano" , Primer Simposio Internacional de lengua española, Las Palmas de G r a n Canaria , 1 9 8 1 , pp. 2 7 5 - 2 8 8 . No otra cosa que polimorfismo fue lo que hizo N A V A R R O T O M Á S al estudiar la articulación de la o (boca) o la e {cepa) en el ALPI {Capítulos de geografía lingüística de la Península Ibérica, Inst i tuto Caro y Cuervo, Bogotá, 1 9 5 7 ) .

4 9 Es lo que postulaba en las conclusiones de su estudio. 5 0 Véase la bibliografía que aduzco a las Encuestas fonéticas en el Suroccidente

de Guatemala, pp. 2 6 2 - 2 6 3 , donde hay referencias al español canario, que aho­ra deben buscarse en la magnífica guía bibliográfica de E l español de Canarias, de­bida a los jóvenes y denodados investigadores, C R I S T Ó B A L CORRALES y M A ­RÍA ANGELES A L V A R E Z ( L a Laguna, 1 9 8 8 ) .

5 1 Véanse las notas de A . Rosenblat en el l ibro citado de A . M . ESPINO­SA, E l español de Nuevo Méjico, t . 2 , pp. 6 7 , 7 3 - 7 4 , 2 6 1 , 2 6 8 .

NRFH, X X X I X E L ATLAS LINGÜÍSTICO DE MÉXICO 679

copas ' . Ot ros fenómenos que me h a n interesado debo estudiarlos en mapas que , al parecer, h a n sido elaborados con otros fines. M e ref iero a las "consonantes h e r i d a s " en posición i n i c i a l abso­l u t a : no aparece la/? ' en patas (74 ) , papel (81) , piel (82) , peor (108) , pleitista /peleonero (110) ; tampoco la ¿' en tocayo (51) , toalla (52) , techo (89) ; n i la k' en casas (70) , canas (73) , comer (78) , camión (119) , pues b i en poco es encontrar u n caso de khasas, dos de khomer y o t r o de khamión en in f o rmantes v i r t u a l m e n t e aislados de los p u n ­tos 3, 4 y 6, y que significarían aspiración de la velar . Frente a esta pobreza las encuestas que yo hice en Yucatán me p e r m i t i e ­r o n acreditar el f enómeno d e n t r o de ciertos límites, ta l y como m e c o n f i r m a r o n unas grabaciones que debo a la gentileza de G l o ­r i a B r a v o , y ta l como apuntó M a r t i n e t d e n t r o de hechos de foné­t i ca g e n e r a l 5 2 . Tendr íamos , pues, u n caso en el que la m o n o g r a ­fía dialectal debe a p u r a r los materiales de los atlas, t a l y como viene señalándose desde hace muchísimos años. Y tampoco la nasal final, real izada como -ra, es abundante en los registros yucatecos (capitán 65, sacristán 66, imán 67, tren 94, sartén 95, cien 96 , león 109, camión 119, virgen 120), pues a l terna con -n velar o alveolar con algún archi fonema o con cero fonético. M i s informes de 1969 creo que enr iquecen lo que se desprende de estas láminas. Pero, como s iempre , habrá que pensar en la condición de los in formantes y su m a y o r o m e n o r conoc imiento de m a y a 5 3 .

N o es la ocasión de a p u r a r todo cuanto estos mapas, t a n r i ­cos, nos v a n ofreciendo, sino que par t i endo del p o l i m o r f i s m o po ­demos acercarnos a cosas que se h a n dicho y que ahora t i enen respuesta d e f i n i t i v a . Por supuesto, y como en todo el m u n d o h is ­pánico , l a debilitación de la s i m p l o s i v a ( i n t e r i o r o final) sirve pa ­r a conocer la situación de las hablas novohispanas dentro de u n panorama complejísimo, pero los mapas elaborados no sirven para responder a nuestras preguntas y habría que vo lver a la rea l idad

5 2 "Nuevas notas sobre el español hablado en Yucatán", / , 1 (1969), 159-190. Véase J U A N M . L O P E B L A N C H , "Sobre glotalizaciones en el español de Yucatán" , en Philologica Hispaniensia in HororemM. Alvar, M a d r i d , 1983, t . 1, pp. 373-385. L a cuestión puede llevarnos a los territorios plurilingües que han sido objeto de muchos estudios desde la geografía lingüística; bástenos el del entusiasta M I R K O D E M O V I C , " A t l a n t i Linguist ic i d i territorio p l u r i l i n g u i " , en Gli Atlanti Linguistici: problemi e risultati, Roma, 1967, pp. 185-192; y sobre todo la bibliografía que aduzco en "Cuestiones de plurilingüismo y diglosia en el mundo hispánico", en Humber to López Morales (en prensa).

5 3 Expliqué la situación lingüística de los informantes en el § 46 del t r a ­bajo citado en la nota anterior.

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que es la pa labra . Leamos el m a p a 34 ("Isi seguida de oc lusiva s o n o r a " ) ¿es el caso de s + b, s +d, s + g? ¿ Y el de s + /?, puesto que s +n está considerado en la lámina 3 1 . ¿Y las secuencias de s + rr y s +y? Nos quedamos sin respuesta, pues fa l tan mapas p u n ­tuales y cuando pudiéramos at isbar la repercusión de la pérdida de s sobre el sistema (sb > f} sd > o, sg > h, x) los datos son i n s u ­ficientes: los dientes ( m a p a 99) , los golpes ( m a p a 103), las secuen­cias que nos interesan están incomple tamente transcritas en m u ­chísimos puntos .

Si nos ocupáramos de las palatales tendríamos que hacer caso a una situación que es la de Andalucía y la de Canar ias , cuando se mod i f i ca la articulación de la ch o cuando se generaliza el yeís­m o . U n a inmensa r iqueza como la de los tipos de ch ( m a p a 35) es para mí menos s igni f i cat iva que la de techo (89) , t a n c laramente expresiva y tan dentro de la ordenación que reproducimos m i l veces en el m u n d o hispánico, o la de noche del m a p a 90, o la de leche (91) , t a n valiosa como las otras. R e p i t o m i admiración por el t r a ­ba jo que s igni f i can los mapas elaborados, pero , a pesar del enor­m e esfuerzo, no nos ev i tan que tengamos que repet i r u n a reela­boración de lo que se nos da in terpre tado y vue lvo a creer que l a fonética podría aclararse con procedimientos menos onerosos, d igamos los t ipos de ch según el m o d o de articulación, el p u n t o de articulación, la presencia o ausencia de sonor idad o, si la h u ­b i e ra , la aparición de sonidos cacuminales (ALEA, mapas 1709-1711). ¿Reservas? Acaso perspectivas dist intas para enfrentar los prob lemas . Soluciones que damos a las mismas cuestiones según las in terpre tamos con u n a u o t r a concepción de la geografía l i n ­güística, de la sociolongüística, de la visión de los problemas en u n contexto o en o t r o . Lope B lanch ha hecho — y m u y b i e n — u n a caracterización de zonas dialectales en u n solo país, yo estoy considerando unos mot ivos panhispánicos. Acaso lo que p a r a mí es i m p o r t a n t e no tiene relieve en Méx i co y por eso esas ausencias de que hab lo , que no son l imitac iones metodológicas, sino ex i ­gencias de u n método elegido. Y elegir u n método condic iona u n a fidelidad a los planteamientos y no la abigarrada incoherencia que acaba p o r no decir nada .

H e dicho que este Atlas resuelve def init ivamente cuestiones que la pereza d o c t r i n a l viene rep i t i endo desde s iempre. Estamos en el o rden de las palatales. C a n f i e l d publicó u n m a p a sobre la // y el y e í smo 5 4 ; es útil y preciso. C u a n d o hacíamos encuestas con los

E n C A N F I E L D , op. cit., mapa V .

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estudiantes de E l Co leg io de M é x i c o en nuestro parvo cuestiona­r i o teníamos // y ye ísmo. Leer hoy los mapas del ALMéx no nos p e r m i t e d u d a r : toalla ( lám. 52) o estrella (53) no presentan n i u n solo caso de // conservada, según mani festaban todos los estudios sobre el español mex i cano , pues la aparición de u n a // en O a x a -c a 5 5 es u n fenómeno secundario que nada tiene que ver con l a conservación que se da , p o r e jemplo en zonas andinas . Se ha es­f u m a d o aquel fantasma de mis clases de dialectología en la U n i ­vers idad de Salamanca: se conserva la // en la B a r r a n c a de A t o t o -n i l c o 5 6 . E r a u n espejismo: hará u n cuarto de siglo J u a n M . L o ­pe B l a n c h y yo quis imos d i l u c i d a r aquel ente que nos amagaba. Nos fu imos con Raúl A v i l a a la Barra nca de A t o t o n i l c o el G r a n ­de: preguntamos y preguntamos , sin que las respuestas c o n f i r m a ­r a n lo que en clase se repetía, ¿se seguirá repit iendo? E l Atlas nos trae u n a confirmación d e f i n i t i v a y no tendremos que atosigar a nuestros estudiantes, por más que yo qu iera conservar aquel exó ­t i co y sonoro topón imo : Ba r r a n c a de A t o t o n i l c o el G r a n d e .

De la m a n o nos viene el prob lema concomitante de l a j y 5 7 . D e ­j e m o s el m a p a 36, e laborado con muchísima información, y con­sideremos el léxicamente homogéneo de tocayo (mapa 51 ) :y abierta ( como en inmensas parcelas de Iberoamérica y España) ,y r e h i l a ­d a , y a fr icada. L o sabíamos y lo con f i rmamos ahora , con lo que el Atlas concuerda con las encuestas de Oaxaca y O r i z a b a , pero d a a todos estos fenómenos u n a proyección de la que carecíamos y que nos era necesaria para expl icar las cosas o, al menos, p a r a plantearlas : colonización, evolución espontánea, igualación dejy p r i m a r i a y yeísmo evoluc ionado. O t r o p o r t i l l o abierto para nues­t r o estudio y para m e d i t a r sobre u n p r o b l e m a que nos conduce a u n a reestructuración del sistema de las palatales, sean los es­quemas

5 5 Publiqué u n espectograma con // en "A lgunas cuestiones fonéticas en el español hablado en Oaxaca" , NRFH, 18 (1965-66), 353-377.

5 6 L a especie se repitió una y otra vez, la formuló Revil la en 1910 y llegó a las notas que puso Henríquez Ureña a Hi l l s y observaciones personales del maestro dominicano (cf. E l español en Méjico, los Estados Unidos y la América Cen­tral, tomo 4 de la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana, Buenos Aires, 1938, pp. 4, 200, 334 y 340).

5 7 Vuelvo a hacer mención del mapa V de Canfield y debo referirme a cuestiones que figuran en mis trabajos sobre Oaxaca, Ajusco o Canarias (véa­se Niveles socioculturales en el habla de Las Palmas de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria , Las Palmas, 1972, pp. 124-126 y bibliografía a que me remito ) .

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t s ch.

d y

f rente a los castellanos

t o ch

\ / •y s

Y a u n habría que considerar las evoluciones de ly, de ny o de ñ > ny. Pero esto sería ya el cuento de nunca acabar.

E n o tro o r d e n de cosas, son importantísimos los mapas 15 al 25 , los 42-45 y tantos otros en u n a obra f u n d a m e n t a l , pero no puedo sino dar unas cuantas muestras que me h a n parecido más dignas de consideración, aunque m i selección pueda parecer ar ­b i t r a r i a . Creo que es s igni f i cat ivo lo que he elegido, aunque haya otros muchos test imonios de p r o f u n d o s ignif icado.

V o y a asomarme al léxico, p o r más que sea ajeno a las pre ­tensiones de este p r i m e r v o l u m e n . L l a m a n la atención las g r a n ­des capas un i tar ias que d e n u n c i a n mapas como ramas (72) , techo (89 ) , enfermo (98) o animales (102) . T a l vez nos haría falta conocer c ó m o se formuló la p r e g u n t a : lo que es necesario para saber qué quiere decir sello (88) , si cien es sinónimo to ta l de ciento (96) o p o r qué ferrocarril se in t roduce en u n m a p a bastante u n i f o r m e de tren (94) o si camión es lo que en sitios de M é x i c o l l a m a n troca, con u n c rudo ang l i c i smo , o es el 'autobús de v ia jeros ' como acredi tan el p r o p i o autobús o el sorprendente guagua, t a n caribeño y canar io , que aparecen en el m a p a . N o acaban aquí los mot ivos que debe­mos considerar , ¿tomar y beber (79) son lo mismo? ¿Hierro y fierro (83 ) , discordantes? ¿Virar y voltear no acredi tan ningún m a t i z es­pecífico? A p a r t e de estos problemas , ¿sartén (95) no tiene v a r i a n ­tes de género? ¿Japoneses es u n término que no tiene alternancias en las que p u d i e r a persist ir el arcaísmo japones? Nos quedan m e -xicanismos b i e n caracterizadores, como peleonero (110) o balacear (112). E n muchos sitios, al investigar problemas fonéticos me apa­rec ieron no pocas discrepancias léxicas que ind i caban niveles de hab la como las que h a n denunc iado el estudio de estos mapas . Así en Oaxaca hubo qu ien llamó al ' mosquito 'jején, mientras otros i n f o r m a n t e s , que conocían la voz , d i j e r o n que ellos usaban moyote o zancudo', en Yucatán, un iendo dos coleópteros d is t intos , los l l a ­m a r o n luserna, lusero, lusiérnaga, cocay y hasta grillo', en G u a t e m a l a ,

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el colibrí de unos era culibrino, gorrión o burrión para otros . Baste con estas observaciones marg ina les .

H e m o s re cor r ido u n largo c a m i n a r y parece necesario extraer algunas conclusiones. E l ALMéx está inserto entre dos etapas de l a geografía lingüística. D e u n a p a r t e , la o r t odox ia gilliéroniana: son empresas en las que la pa labra interesa p o r sí m i s m a , pero n o en su conexión con la etnografía. A h o r a b i e n , pract icando u n a fidelidad que h a caracterizado s iempre a nuestros estudios el AL­Méx superó lo que no h u b i e r a hecho de él o t r a cosa que unos Ta-bleaux pkonétiques, t a l como proyectó Gauchat y , en cierto m o d o , v i n o a ser el ALPI, según señaló Gianfranco Beccar ia 5 8 . Pero res­petando esta fidelidad que llegó a s igni f icar — n i más n i menos— l a d i g n i d a d de la pa labra , se v io que la pre tend ida u n i d a d de u n núcleo de población es u n m i t o 5 9 , porque u n m i t o es, también, l a u n i d a d lingüística del h o m b r e en la sociedad. Así el ALMéx t i e ­ne cabida en la segunda etapa de la geografía lingüística, la que en 1928 inauguró el AIS y que t a n revo luc ionar ia ha sido en nues­tros estudios 6 0 . Pero la vo luntar ia limitación a hechos estrictamen­te lingüísticos le ha i m p e d i d o acceder p lenamente al per iodo que i n a u g u r a n J u d y j a b e r g . Esto no quiere decir limitación, sino vo ­l u n t a r i a precisión de u n campo en el que los hechos de lingüística se exp l i can desde la lingüística m i s m a . A l g o de lo que es en nues­t r a c iencia la postura teórica de Y a k o v M a l k i e l p o r no c i tar sino u n n o m b r e i lus t re . Pero u n a lingüística autónoma tiene su p r o ­p i o s igni f icado, aunque en ocasiones pre f i ramos expl icar los he­chos lingüísticos por relaciones ajenas a nuestra ciencia. N o es n i m e j o r n i peor, s implemente , dos maneras de encararnos con los prob lemas , y o r t odox ia gilliéroniana de nuevo , por más que en ocasiones hubiéramos quer ido superarla . Pero el t raba jo de c a m ­po ha hecho ver que las hablas vivas no son bellas y monolíticas u n i f o r m i d a d e s , sino u n m u n d o complej ís imo en c o n t i n u a e b u l l i ­c ión. Es lo que l l amamos p o l i m o r f i s m o o coexistencia de real iza­ciones de los elementos de u n sistema. L o p e B lanch y sus colabo­radores h a n demostrado la existencia de u n p o l i m o r f i s m o de rea­l izaciones indi ferentes , el más p u r o de todos cuantos se conside-

5 8 " A proposito del I volume del l 'At lante linguistico della Peninsola ibé­rica (ALPI)", Boíl, dell Atlante Linguistico Italiano, núms. 7/8, p. 6 1 .

5 9 J . J U D y K . J A B E R G , Sprachatlas ais Forschungsinstrument, Hal le , 1928, p. 216.

6 0 G . R O H L F S no hace una evolución de la geografía lingüística desde u n plano teórico, por más que tal debiera ser el capítulo 1 de su Romanische Sprach-geographie, M u n i c h , 1971.

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r a n 6 1 . Pero ha inc id ido en los niveles socioculturales con esos d i a ­lectos superpuestos que vemos al enfrentar hablantes cultos con otros de instrucción i n f e r i o r o n u l a . Jus tamente entre estos últi­mos es donde el p o l i m o r f i s m o alcanza m a y o r c o m p l e j i d a d , según nos demuestra incansablemente el ALMéx. Entonces el español de l a Repúbl ica se ve no como u n b loque compacto , sino como u n a es t ruc tura deslizante y a las veces inestable; es lo que nos pone ante u n a rea l idad comple ja y en m a r c h a hacia la unificación. Es lo que demuestran esos índices numéricos de frecuencias, algo que p e r m i t e i n t u i r cuál es el c a m i n a r del sistema hacia su nivelación y el establecimiento de unas normas regionales que s irven p a r a caracter izar parc ia lmente y en c on junto esa inmensa parcela del español que son los Estados U n i d o s Mex i canos . C o n lo que viene a verse c ó m o el estructural ismo metodológico no es rentable , a u n ­que la consideración de m i l hechos polimórficos pueda l legar a u n a nueva estructuración del sistema.

L a condic ión de las encuestas viene a i n c i d i r en estos prob le ­mas de caracterización e irradiación de las variantes. Lope B lanch lo ha d icho sin ambigüedades: los grandes centros urbanos son focos de difusión lingüística. Estoy to ta lmente de acuerdo, y en esto se aparta de Gilliéron y N a v a r r o T o m á s para i r en el bando de J u d y J a b e r g y de cuantos creemos que las capitales deben es­tudiarse si queremos conocer el nac imiento de m i l procesos, se­gún demostró K a r l J a b e r g en su vie jo t ra tado Die Sprachgeogra-phie62, por más que París, Burdeos o Lión estuvieran tras c o r t i ­nas de silencio. Pero no es sólo esto lo que obtenemos al estudiar sociológicamente los hechos de hab la . H a y u n m a p a en el Atlas que me parece har to s igni f i cat ivo : el 62 (bacalao). ¿Por qué tantas ultracorrecciones, bacalado? Creo que por los mismos mot ivos que se d a n en todo el m u n d o hispánico: esas gentes con poca o n u l a c u l t u r a t i e n e n , sin embargo , la conciencia de u n hab la m e j o r , la que conserva la -d- en los par t i c ip ios , y h a n comet ido u n e r ro r real a l pretender remed iar o t ro inexistente . E l fenómeno es re­ciente, como en todas partes, pero en todas partes también la pér­d i d a de la -d- se ha generalizado tardíamente, pero con arra igo m u y enconado.

Tenemos m u l t i t u d de variantes que, agrupadas, pueden esta­blecer la n o r m a de dist intas regiones de M é x i c o o las de toda la Repúbl ica . Es tud iando la realización de -d- y -g- en sus alófo-

6 1 A L L I É R E S , art . c i t . , p. 98. 6 2 T r a d . de A . Llórente y M . A lvar , Granada, 1959, pp. 23-31.

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nos f r i ca t ivo y oclusivo creí que, por razones históricas, Yucatán iría con G u a t e m a l a ; s in embargo me parece que las cosas no se rep i ten del m i s m o m o d o a ambos lados de la f r o n t e r a 6 3 . D igamos que la política — o t r o hecho soc ia l— también puede condic ionar a los hechos lingüísticos. Y es que si algo nos dice este Atlas es que la rea l idad vale más que la abstracción. M a n e j a m o s rea l ida ­des, somos h o m b r e s , v i v i m o s en estructuras sociales. Si presc in­d i m o s de todo el lo, no somos nada .

Para que esta rea l idad sea inequívoca no basta con elegir unos hablantes , sino que hay que colocarlos en la geografía que v i v e n y en la que h a n v i v i d o quienes los h a n hecho ser entes históricos. E l ALMéx ha fijado unos puntos de encuesta; no sé si son muchos o pocos, la per i c ia de los investigadores merece nuestra con f ian ­za , pero hay u n a consideración que q u i e r o traer a colación. E l Atlas no se h a proyectado sobre los Estados U n i d o s . T a l vez sea u n acierto. M i experiencia no creo que sea inútil: he t raba jado en C a l i f o r n i a y allí no hallé sino mot ivos de sociología lingüística, n o de geografía lingüística. Después G i o r g i o Perissinotto parece haber encontrado a lguna c o n t i n u i d a d del español en Santa Bár­b a r a , pienso que m u y poco debe s igni f icar , p o r más que yo no fuera t a n a f o r tunado . Su investigación, en colaboración con M o ­reno de A l b a , algo puede decirnos h o y 6 4 . Trabajé también en T e ­xas. Busqué allí los herederos de las quince famil ias de Canar ias que f u n d a r o n la c iudad de San A n t o n i o , en el condado de Béjar. H e hablado de esa emocionante página de la colonización, pero poco saqué que aprovechara a la geografía lingüística, pues el ha ­b l a de esos 4 ' c a n a r i o s " m u c h o se ha as imi lado al español de los emigrantes de C h i h u a h u a y de C o a h u i l a 6 5 . Por último, inves t i ­gué el español de N u e v o M é x i c o , pero tuve que h u i r de la f ronte ­r a , pues allí, como m u c h o , obtendría materiales de sociolingüís-t i c a , no válidos para la geografía lingüística: desde A l b u q u e r q u e y Santa Fe hacia el nor te llegué a Taos , G a l l u p y A r r o y o de Bue -yeros. M i s esfuerzos fueron compensados: rasgos que en 1909 creía exhaustos A u r e l i o M . Espinosa ahora siguen con plena v i t a l i d a d . L o p e B l a n c h , que también ha t raba jado en estas regiones, t omó u n a decisión que me parece j u s t a . Ojalá el Atlas de Hispanoamérica pueda traer luz sobre esas realidades y las que d u r a n en A r i z o n a ,

6 3 A r t . c i t . , p. 257. 6 4 "Observaciones sobre el español en Santa Barbara, C a l i f o r n i a " ,

NRFH, 36 (1988), 171-201. 6 5 Algo conté en Mis Islas, L a Laguna, 1990.

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C o l o r a d o y L u i s i a n a 6 6 . Si de las razones teóricas que he expuesto poco antes descen­

diéramos a las que afectan a los atlas, tendríamos que reconocer el s ingular i smo que t iene el que acaba de p u b l i c a r E l Colegio de M é x i c o . D e u n a parte nos da u n a visión del español de la R e p ú ­b l i ca con u n a s ingular r iqueza de información, p o r más que t e n ­ga las restricciones de cua lqu ier obra h u m a n a . N o ha ro to con nada para hacer adelantar a la ciencia. Y no hacen falta r e v o l u ­ciones pasajeras, sino evoluciones que p e r m i t e n u n a duración en el t i e m p o . Por eso, a u n q u e no se d iga en las dos introducc iones de la obra , yo veo el resultado con engarces de lo que se ha hecho en Franc ia , en Córcega y en Cataluña; al real izar u n cuestiona­r i o nuevo está en la m i s m a línea que Gardet te en el Lionesado o N a u t o n en el M a c i z o C e n t r a l . Q u e no se debe r o m p e r con los trabajos semejantes del m u n d o hispánico, me parece evidente y no creo que Lope B l a n c h lo haya quer ido ; sin embargo , me gus­taría ver más explícitas esas relaciones que darán u n sentido tras­cendente a la rea l idad que es el español de M é x i c o . D e m o m e n t o fa l ta la etnografía; creo que será necesario contar con ella en a l ­gún m o m e n t o , lo m i s m o que — a b i e r t a esta c a n c i l l a — hará falta proyectar u n a serie de atlas regionales. T a m b i é n me gustaría ver u n a ordenación en campos léxicos y en campos semánticos, que ahora no existe. M a n e j a m o s teorías ideales, pero la rea l idad se nos i m p o n e con sus brutales restricciones. E n m i l mot ivos co inc i ­do con lo que Lope B l a n c h y sus colaboradores h a n hecho y q u i ­siera a m p l i a r los t ra tamientos fonéticos que con t a n t a generosi­dad nos h a n ofrecido: completaría nuestra visión y haría del Atlas el depósito de cuantas exigencias pudiéramos desear. A p a r t e h a n ido quedando en nuestros comentarios el va lor de los atlas y el de las monografías dialectales, el del p o l i m o r f i s m o y la nivelación del sistema, las peculiaridades regionales que , acaso, no h a n ac­cedido con la v i t a l i d a d que deben tener, los fantasmas l lamados a desaparecer de nuestros estudios, ciertas caracterizaciones del léxico. I n m e n s i d a d de mot ivos que no agota todo lo que este Atlas encierra y que yo no he pod ido sino a p u n t a r en lo que más me ha interesado.

Hemos llegado al final. Y quiero declarar m i postura ante obra tan gigantesca. Si me h u b i e r a l i m i t a d o a decir lo que siento, t a l vez va l i e ran estas dos líneas: el Atlas es la obra más i m p o r t a n t e

6 6 En Luisiana he hecho numerosas investigaciones que desautorizan m u ­chas cosas que se han dicho con ligereza.

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de la lingüística mex i cana , obra capi ta l para la dialectología es­pañola y f u n d a m e n t a l p a r a la lingüística románica. T a l vez bas­tara con esto, pero yo no estaría satisfecho, por más que sean a f i r ­maciones verdaderas. Pero he dedicado muchas horas a estudiar la obra y muchísimas a m e d i t a r l a .

Podré discrepar en algo, y L o p e discrepará de mí . N o es o t ra cosa que nuestro sentido de la l i b e r t a d y el a m o r a la ve rdad . D i s ­crepar es u n a f o r m a de h o n r a r , p rueba de cariño y de respeto. Decía O r t e g a que ciencia es todo lo que puede ser d i s c u t i d o 6 7 . M i s dogmas son m u y pocos y n i n g u n o está en lo poco que puedo saber, flor de u n día que se agota demasiado p r o n t o . Q u e d a — c o m o a d o n Q u i j o t e en la a v e n t u r a de los leones— el esfuerzo del brazo y la grandeza del corazón; es lo que con la más honda admiración siento al ver esta obra gigantesca. M e queda u n h o n ­do poso de e n v i d i a : tener tales colaboradores, gozar de serenidad p a r a el t raba jo y estar a m p a r a d o por u n a benemérita institución. N o todos podemos decir lo m i s m o . Pero, si O v i d i o escribió que no todos podemos todas las cosas, tendré que r e s i g n a r m e 6 8 . S in e m ­bargo , en elogio de cuantos h a n colaborado en esta obra evocaré a V i r g i l i o : hombres mortales h a n hecho u n a o b r a i n m o r t a l 6 9 .

MANUEL ALVAR Real Academia Española

State Univers i ty of New Y o r k , Albany

6 7 "Orígenes del español", en sus Obras completas, Revista de Occidente, M a d r i d , 1966, t . 3, pp. 516-517.

6 8 " N o n omnia possumus omnes" (EcL, 7, 63). 6 9 " M o r t a l i n e manu factae inmortale carinae / fas habeant?" (Aeneida,

I X , 95-96).

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