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(XII .maltrechos estorninos en el vendaval de dios.
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XII.
maltrechos estorninos
en el vendaval de dios
una vez que te acostumbras
hay algo mágico en que te rompan
las piernas
t.a.b.
Estados sí... pero de ánimo
Curas sí… pero de sueño
Partidos sí…
pero
por
la
mitad
Abraza mi rastro leve.
Sométeme
a la herrumbre rígida
de tu zancada.
Planéame,
dios,
como un goteo,
como una minuciosa cicatriz
que mastica
y acarrea enfermedades.
Ya,
cada diez segundos,
(por si acaso)
te atraganto un poco
Se despide la marea
con una mezcla
aleatoria
de gemidos.
Gira
en torno a mí
la decadencia de marzo.
Restos de pescado
nutren la orilla.
La muerte
una vez más,
cabeceando entusiasmada
Te sentí temblar con la voz rota,
seca e informe,
en una nueva jornada
sabia
de limosnas
Lijada
hasta el interior
del tuétano
porque naciste en un siglo de perdedores
Me he dado cuenta,
siempre tarde,
de lo que ha estado ocurriendo
entre las manos
Será la vida,
que me corroyó el pellejo
y sedimentó
sobre las vértebras,
a tientas,
este verso podre,
malhumorado,
como un puercoespín
perpetuo
que creció
sin patas
en la alfombra
Mañana paria de sábado
espinando
las vejigas.
Adentro,
en la misa,
la magulladura habitual:
parábola y elipsis
sobre ascuas
Bizco y bilingüe,
demasiado joven para elegir
secretos,
va el novio,
inicua mezcla de suspiros
y el trabajo
con la grúa,
barruntando
que de buena gana pariría él
para parar
el estribillo
andrajoso
de las mandíbulas
de los primos
que le vienen
a animar
Le arrancarías las patas.
Y las plumas.
Y que no migre.
Le arrancarías el pico,
las alas
y las tripas
y que crotore ronco
Lisiada en el colchón,
embrutecida,
maldices
a la cigüeña que te ampolló,
que saqueó tu regazo
y se llevó a tu hijo manso
de tres kilos
y ochocientos
gramos
por la puta cara
Hoy,
que el tragasables vomitó sangre
y los mejillones
de la cena
Hoy,
que el mezquino omnipresente
que sin querer
te preñó
ya no te persigue con la boca
Hoy,
que la pescadera del puerto
se compró un sujetador
de los de aumentar
talla
para intimar con los clientes
Hoy,
que el que sembró vientos
recoge el óxido
mutante
de los cartuchos
Hoy,
que no se columpió nadie,
porque diluviaba
gas mostaza
Hoy,
que más preferiría a las parcas
que
a este amor
pagano
que rebota en la pared
Que aúllen juramentos
los muelles del somier,
que manadas de marineros
arribaron hoy
a costa
Que amortices el feroz cráter
de los labios
con cualquiera
Que la palabra
amor
se defina a tumbos
Que te dejen el cuerpo
que casi parezca
Kandahar
Que se esmere
tanto
el sol,
que te derritas
Que
siempre hay
quienes mueren en las flores
y otros,
que se comen
las ortigas
Nunca contaron con él.
Con su facilidad para mover un pie
tras otro,
para tragar la sangre
del resquicio
selectivo
de los dientes,
que tantos días no paró a alimentar.
Crecido a rasguños
y empujones
hasta el metro ochenta y tres,
según la prensa.
Nunca contaron con él.
Sólo era un rostro
averiado y grande,
de dos orejas.
Una masa,
esculpida a marcas,
que empañara el hueco izquierdo
del cartel.
Por eso,
cuando a la estrella local
y su archiconocido calzón púrpura
les dio por hacerse el muerto
durante
lo que dan de sí diez números,
de alguien
que se resiste a contar,
apostantes,
público,
fisgones,
hasta la chica larguirucha del cartel,
sorbieron la muerte
en los ojos
de aquel erguido
salvaje
encajador
que nunca supo contener la risa
Recuerda
que hubo dos días de un frío asesino
y que bebimos grapa,
que mantuvo el suelo
pegajoso,
prólogo
de esta temporada
de secano artificial
Recuerda
que no me permitiste vomitar
y que me restregué
contra tus piernas,
intentando aminorarlas
Recuerda
el manantial de hormigas
llevándonos
las migas
de otro pan duro
de ayer
Recuerda
que sobre el cesto
de la ropa sucia,
cautivando mi odio,
fingiste dormir
Recuerda
que compitió conmigo
la mañana intensa,
viendo litros cúbicos de agua
quejarse
en el patio trasero
de su aburrimiento
sin tu dermis
Recuerda
que te quise con locura
Recuerda que ya no.
(desde ayer,
que lo prohibieron)
Esta es la historia
de una mujer
que se leyó su mano propia
y se alojó entre los huesos,
por cambiar,
con el jersey amarillo. El que
se abotona
Y vio llegar la navidad,
como una atrofia,
mendigando
Y vio a los héroes,
resumidos en materia,
con su calamidad
tríptica
de la fe,
narcotizados
por la irrupción mezquina
de los escaparates
y los
donativos
mientras las gaviotas,
con su excremento,
amortizaban
la ciudad
Y una radiación
pretecnológica
le subió por las piernas
sin trepar
y reparando
a las extintas madres
de la
unión soviética,
al llegar a casa
comió el árbol
Se aferra
a las mucosas
el último Ducados
En la calle
sólo queda
el runrún hospitalario de la Fátima,
madrastra de la carcoma,
en la esquina
en la que se encasquilló
Trato de entender
que aún estoy vivo,
y me cuelo, nuevamente, en su corteza,
no en la tuya
Y me corro agriamente
Me enseñaste la luz
y preferí
irme al lodo,
de cabeza.
Nunca quise que tú,
tuvieras la culpa
de todo
Se despilfarra en el sofá
a ofrecer
su carne
al matadero
al olor,
imprudente,
de la ceniza muerta
que se merendó, hasta el tope,
los ceniceros
busca
su particular momento de gloria
(que se cayeron
Josu Eskorbuto y Nacho Cicatriz,
por su propia falta de peso)
entretenida
con la última droga del mercado,
fabricando
una temperatura
nueva
para su cuerpo provinciano
porque tenía fuego
y ya no sabe hacerlo
arder
porque sabe
que ni cabe
entre la espada
y la pared
La señora del autobús se giró
y me dijo,
escupiendo inglés:
Aquí, en Malta, hay mucha droga.
Los políticos son piratas. Son mierda.
No creas a nadie. No confíes en nadie.
Ahora sólo como
comida
para gatos.
Depredas,
sistemático y visual,
el culo de tu sobrina
Sorprendes
a las parejas
mientras se mienten,
poniendo perdida la habitación
Intercambias
agujas
con un mar de mujeres
sin sol
Te acurrucas
con la tele,
gilipollas,
a las dos de la mañana
Clamas
silla eléctrica
para el asqueroso
asqueroso
de Miguel Bosé
Lloras
al ver tu edad
multiplicada
para nada
Fotomatones
Friegaplatos
Videocámaras
Sacacorchos
Pararrayos
Webcams
Espumaderas
Futbolines
Interfonos
Carretillas elevadoras
Todo eso.
Y aun así,
mi aparato
favorito
sigue siendo
el excretor
Me
gustaría
mucho
que me mataras hoy
Me
gustaría
mucho
que me mataras de mañana
Me
gustaría
mucho
que me mataras tú
Jamás, la luz, tuvo tal prisa
Soy
el que sale en las fotos
sin sonrisa
Soy
el que sueña y sueña
con que los vecinos se suiciden
Soy
el que gana las apuestas a tus hijos,
el que pide tu dinero
en la estación,
el francotirador
que te francotira,
el que levita,
porque se hunde el suelo
Soy
al que todos los caminos
llevan a Roma,
pero a la que dejó Nerón
Aurora ya no va por la cocina
Días hace
que se despidió
Se esconde en el sótano,
agarrada su esbeltez,
con uñas
y con dientes,
a la garrafa de vino blanco
cómplice contemporánea de la ley
seca
Agota
gota a gota
la hemorragia en la voz,
la cojera afectiva,
la nicotina y el alquitrán
que recaudó
cual letanía,
las partes necrosas del cuerpo
que ya no utiliza para nada
Explora,
agónicos los ojos,
la puerta de atrás
que ya sólo abrirá
el engominado operario
de la funeraria
Lo que apetece hoy, es la muerte
Lo que apetece
es la oratoria cruenta
del bigotón del telediario
Lo que apetece
es un amor insípido,
como excusa funicular
de merecer
la sangre
Lo que apetece hoy, es la muerte
Lo que apetece
es que me desvencije
y te desvencijes
Lo que apetece es el presidente,
ese subnormal curioso
con hambre de
navaja
Lo que apetece
es la violencia elástica
de la enfermedad y la enfermera
Lo que apetece es,
de algún modo,
babear
Lo que apetece
es morder el polvo
y decidir
que sabe a polvo
Lo que apetece es la derrota
de la curva
de tus muslos
desde atrás
Lo que apetece
es el hipo
del desahucio y la hipoteca
Lo que apetece
es el luchador de sumo
desplomándose
en el chigre
Lo que apetece es la muerte, nada más
Lo que apetece
es el fuego
en tu ropa de marca inventada
Lo que apetece es que no estés
contenta
del todo
con tu peinado
Lo que apetece
es la farmacología
y sus acentos contundentes
al pasarnos
Lo que apetece son perros
del tamaño
de camellos
Lo que apetece son camellos
enseñados a ladrar
Lo que apetece es el asesinato
Lo que apetece es la alcantarilla
Lo que apetece es el depredador,
el ratón Mickey, Hitler, el papa,
la lacra, el precipicio,
tu nombre,
la paz
Lo que apetece hoy, es la muerte,
nada más
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