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LOS CEMENTERIOS DE MADRID. Guía inacabada
La tremenda perplejidad de la vida, tan frecuentemente empañada y hasta
anulada por lo cotidiano, tiene su epilogo en el hecho de la muerte. Final, y
para algunos principio, de la autentica vida. La muerte tanto para los que la
sienten final como para los que la creen principio no esta asumida por la
humanidad. Es consustancial con la materia viva y sin embargo no esta
debidamente interiorizada en nuestra cultura que no lo termina de ver como un
hecho absolutamente natural, y que desde que tenemos conocimiento de él
esta tratando de superarlo. Quizá la sinrazón más espectacular de ello es la
civilización del antiguo Egipto que trato de llegar a la inmortalidad a base de las
ingentes construcciones de las Pirámides; de la momificación de los restos y de
la idea de que les esperaba un viaje a su cielo, para el que se avituallaban con
abundante intendencia incluyendo medios de transporte.
El tratamiento de la muerte es sin duda un hito en el camino de la Cultura del
Hombre. Desde el momento en que empiezan a aparecer enterramientos
comienza el tratamiento cultural de las civilizaciones a las que llegamos a
través de su estudio, pues parece que la primera actividad duradera que
acometen todos los grupos humanos una vez que han dejado de ser
itinerantes, es la de guardar a sus muertos.
Es cierto que la idea de la muerte que el ser humano ha desarrollado a través
de su historia no tiene mucha lógica. La observación y la imitación es la única
fuente del conocimiento que ha tenido en su historia y sin embargo no ha
interiorizado el desenlace fatal de toda la materia viva, que no es otra que el
ser transformada ora sea por la ingestión o bien por la descomposición.
Las especies humanas y sus antecesores, que salieron del Este africano para
esparcirse por el mundo hace más o menos un millón y medio de años y que
las encontramos conviviendo en Atapuerca ( Burgos ) hace 40.000 años,
compartiendo el territorio del homo antecessor que había estado allí 300.000
años antes, en fin, un periodo suficientemente largo como para que la
observación acerca de la muerte y sus consecuencias fuesen más precisa.
Mientras los grupos humanos no dejan de ser itinerantes, y lo son durante
muchísimo tiempo, no comienzan a aparecer los enterramientos y ello se debe
sin duda a la necesidad de eliminar de la proximidad los restos en
descomposición de los individuos fallecidos del grupo con los que
necesariamente se ha de convivir dada la inmovilidad del asentamiento que ya
es permanente. En la etapa anterior de itinerancia los restos humanos, como
los demás restos de la caza o del combate quedaban sobre el terreno para dar
paso al reciclado de la materia en los ciclos naturales de los elementos simples
que van a constituir el gran reservorio de la biosfera.
La muerte, como final de la vida es un drama de tal envergadura que nadie ha
querido encararla con la racionalidad abierta de la finitud de nuestra existencia.
De ahí la constante afirmación de las religiones de otras vidas y otros mundos
mas eternos. De la inexorabilidad de la transformación de la materia en otras
materias a pesar de que la mente humana hace muchos siglos que ha
expresado esa finitud y esa inexorable secuencia de la “transformación” de
nuestra materia en elementos simples que componen la biosfera y que darán,
según determinadas variaciones, la materia viva que adorna nuestro mundo y
lo hace de por sí maravilloso, sin tener que acudir a digresiones extracorpóreas
para adornarlo.
Al hacerse sedentario el ser humano hubo necesariamente un cambio
cualitativo de la relación del individuo con los elementos de su entorno, que
comenzaron así a ser apropiables por la relación continuada con ellos. Uno de
esos saltos cualitativos tuvo necesariamente que darse entre los propios
individuos del grupo que de una estructura funcional de grupo cazador pasó
con el sedentarismo a una relación de apropiación de su entorno que hasta
entonces no había tenido. Una de estas relaciones de apropiación fue sin duda
el sentimiento diferenciado respecto de los individuos del grupo. Apareció
necesariamente también la familia como célula del grupo que anteriormente
atendía a todos colectivamente. De esa relación constante nacería igualmente
la afinidad entre individuos y cosas, que más tarde conocimos como el amor o
el cariño, que es una potente arma del mundo sensorial que comenzaba a
aparecer. La figura tan artística y literaria como real del perro tumbado junto a
la tumba de su amo debió de dar paso, junto con la posibilidad de la
observación de lo que acontecía con los muertos identificados en sus
enterramientos y con sus allegados vivos, a formar una doctrina de consuelo
situando al difunto en un más allá. Las religiones que de inmediato captaron
esa necesidad de no dar por terminada la existencia del difunto buscaron
distintos destinos según las costumbres y distintos paraísos según las latitudes
y dedicaron todo su empeño en mantener viva la idea del más allá, del viaje e
incluso de la vida después de la vida, en un intento desesperado de restar
ferocidad a la realidad desnuda de la muerte.
El tratamiento que históricamente se ha dado a este hecho de enterrar a los
muertos ha sido muy variado y se ha ido modificando de acuerdo con las ideas
que imperaban en cada civilización: se ha incinerado; se ha soterrado; se han
orientado hacia un determinado punto geográfico; en fin, se ha manipulado el
mismo cadáver para darle inmortalidad, y de todo esto, referido a un área
concreta que es la de Madrid vamos a tratar en este libro, que además de
describir la peripecia de los enterramientos en Madrid a poner de relieve ese
amor de los madrileños por sus muertos, que ha fraguado, para quienes
disponían de medios y sensibilidad en los hermosos monumentos que aún
podemos contemplar en algunos cementerios de Madrid.
Enterramientos en Madrid
Suele ser habitual entre quienes han sido encumbrados por la fortuna y no
tienen antecedentes gloriosos, procurarse estos por los medios que fueren, aun
acudiendo a la fantasía cuando no a la mentira radical. Algo de esto pasó con
Madrid que no tenia mayor merito que estar en el centro de la península Ibérica
y ser por tanto equidistante por tierra con los limites de los reinos peninsulares
de Felipe II que fue quien la potenció. Los posteriores glosadores de los
poderosos, que como el poder real residían en Madrid, necesitaron dar brillo al
lugar, inventaron gloriosos antecedentes romanos para Mantua Carpetorum,
que nunca fue Madrid, sino acaso Villamanta.
Anterior a la dominación musulmana que es la que crea Madrid tenemos
aisladas noticias de enterramientos prehistóricos que como es lógico se sitúan
en los valles de los ríos Jarama y Manzanares lejos aún de la Capital que
comenzará a tener alguna tímida necrópolis de la época Visigótica en la
Colonia Vallellano, en La Torrecilla y en El Camino de Los Afligidos. La escasa
entidad del lugar en la época de dominación romana dará como resultado la
también escasa representación de enterramientos romanos que se producían
en torno a las vías de comunicación que pasaban algo retiradas de lo que
luego será Madrid ( Calzada Romana de Coca a Titulcia ).
Martínez Santa-Olalla que estudio el cementerio visigodo de Madrid en la
primavera de 1934, nos informa de los diferentes yacimientos madrileños que
cubren distintas épocas desde el paleolítico hasta los visigodos, yacimientos
que ya en aquella época denuncia el autor que ”aguardan una excavación
sistemática y un estudio científico adecuado”. Otros autores, estos
contemporáneos, que han tratado el tema en nuestros días ponen de relieve la
misma espera sistemática y científica, ya que lo “descubierto se trata por el
procedimiento de urgencia” que significa que el yacimiento se ha descubierto al
hacer alguna obra y se hace simplemente lo necesario para que la obra pueda
continuar sin excesivo detrimento del yacimiento.
Del Cementerio Visigodo de Madrid, Santa-Olalla, 1
1 El mundo funerario de la época visigoda en la Comunidad de Madrid
nos da noticia de que “el
descubrimiento fue, como queda dicho, casual” lo que confirma el mismo
modus operandi de que nos hablan nuestros coetáneos Morin de Pablos y
Barroso Cabrera (1) al realizarse la explotación de un arenero y nos da la
información de que las tumbas se sitúan en hileras y calles “ofreciendo el
aspecto de las sepulturas más modestas de los cementerios actuales fronteros
con este visigodo” ( Deberían de ser el de San Lorenzo y el de Los Ingleses ).
Las tumbas están cavadas en la tierra a muy poca profundidad “ como es casi
normal en todos, “pero que en el de Madrid es ya casi exagerada, pues son
aquellas tan someras que el esqueleto se encuentra en algunas a 0,30 metros
de la superficie.” Los cadáveres se encuentran en posición decúbito supino y
miraban al sol naciente cumpliendo con ello la orientación típica de estas
sepulturas.
Estos enterramientos visigodos contienen restos de interés, que son objetos de
adorno y uso personal, se encontraron en ellos una fibula y dos broches de
cinturón que según señala el autor se hallan en el Museo Arqueológico
Nacional, junto con otros objetos encontrados, según parece, en una necrópolis
de Tetuán de Las Victorias desaparecida. Sin embargo no existe noticia que
conozcamos de enterramientos a los que se acompañen armas o bagajes
guerreros, lo que hace pensar a los especialistas en la exigua cantidad de
invasores visigóticos que tuvo la península que calculan según los autores
entre el 1% y el 7% de la población peninsular de la época.
Madrid ( Magerit ) empieza a ser conocido como baluarte árabe del sistema
defensivo de Toledo cuando los reyes leoneses cruzan el Guadarrama y
hostigan a los toledanos que a su vez contraatacan devolviéndolos a las
fronteras del Duero, en las postrimerías del siglo X y comienzos del XI. En el
año 1085 Alfonso VI de Castilla toma Madrid y ya no vuelve a ser árabe. De
esta época musulmana no tenemos noticia de ninguna necrópolis, lo que se
explica por la incesante evolución del municipio al que la proximidad de la corte
de Alfonso VI en Toledo y sin duda alguna el cazadero real de El Pardo
proporcionaron a la villa una dinámica de auge constante desde el siglo XII.
Y es quizá esta tardía incorporación a la Historia en plena Edad Media cuando
ya existen unos hábitos muy conformados en esto de los enterramientos, como
luego veremos, y el hecho de la Capitalidad, producto de una operación
netamente especulativa de Felipe III, lo que va a dar una característica propia,
o impropia según se vea, a los enterramientos en Madrid.
De antiguo, desde al menos los romanos, los enterramientos se hacían fuera
de poblado y esa tradición la heredan los primeros cristianos que siguen
enterrándose extramuros cerca de los mártires, que desde luego, como gentes
fuera de la Ley, eran abandonados en medio de cualquier campo donde más
tarde eran enterrados por sus correligionarios de la forma más discreta posible.
Pero esta costumbre religiosa de la inmediatez del descanso eterno con la
cercanía de los mártires, que hace como un efecto de protección y guía para la
entrada al Paraíso prometido, tendrá su consecuencia posterior cuando los
solares eclesiales, ya dentro de la ciudad, ofrezcan ese mismo benéfico influjo
para llegar a la “diestra de Dios Padre”.
Fuese como fuese el hecho es que las iglesias comienzan a llenarse de
enterramientos llegando a ser puros cementerios que dificultan el culto en
función del hedor que desprenden los enterramientos, lo que hace que en
algunas diócesis menos mercantilizadas se trate de impedir que aquella
situación continué, es el caso del Obispo de Orihuela D. José Tormo cuando en
1782 escribe a Floridablanca aportando razones para sacar los cementerios de
las iglesias “ de cuyo modo se evitaría la insufrible hediondez que muchas
veces obliga a dejar desiertas las Iglesias” El Concilio de Braga en 563 prohíbe
el enterramiento en las Iglesias. Los siguientes Concilios de Mayence (813) de
Tribur (895) o de Nantes (900) también lo hacen pero la realidad es que la
Iglesia dice una cosa desde el siglo VI y hace la contraria hasta el siglo XIX.
Carlos Saguar Quer en su magnifica tesis doctoral sobre los Cementerios
Madrileños del Siglo XIX, al que recurriremos con frecuencia, dice que “estos
espectáculos no eran nuevos, habían sido frecuentes y perfectamente
tolerados durante siglos” aun a pesar de que con frecuencia eran acusados
algunos templos de propagar epidemias por la acumulación de muertos y
ocurrían entonces desordenes populares.
Lo que sin duda comenzó en los primeros siglos de cristianismo como una
piadosa tendencia a estar cerca de los mártires en sus enterramientos de
extramuros se fue convirtiendo en una poderosa razón de salvación espiritual al
enterrarse en sagrado, dejando para los herejes, judíos y ajusticiados el
descansar en el campo eternamente, que algunos autores comparan con “ ser
enterrado como un perro”. De esa creciente consciencia de la necesidad de
enterrarse en lugar santo y la necesaria selección de los enterrados en esos
lugares, que eran limitados, se derivo, sin duda, la selección económica y el
cobrar por los enterramientos en las iglesias a quien podía pagarlos, pues los
pobres, aunque el cristianismo fue una religión de pobres en sus inicios, iban a
una fosa común que esa si que estaba en las afueras de las poblaciones, y
donde iban a parar también las llamadas “mondas de parroquia” que temporal y
sistemáticamente se llevaban a cabo para hacer hueco a los nuevos inquilinos.
De estas mondas de parroquia es la consecuencia de que ninguno de los
restos mortales de grandes hombres del pensamiento como Cervantes; Lope
de Vega, Tirso, Calderón, etc. estén en ignorado paradero y haya sido
imposible en las diversas tentativas que ha habido de encontrar restos para
llevar a cabo un Panteón Nacional de Hombres Ilustres que no fuesen
Generales.
De cualquier modo ya desde las Partidas estaba prohibido enterrar en poblado
y como hemos dicho antes diversos Concilios y otras instancias religiosas
habían insistido en ello, si bien con una serie de excepciones tan larga que era
prácticamente irrelevante la prohibición. Esta contradicción tan fragante y
extendida en el tiempo tiene que tener una base muy firme para sustentarse
durante trece siglos, y esa base tan firme es la económica que por supuesto se
enaltece con mil y una consideración tanto de tipo espiritual como de
conveniencia de cercanía y otras que más adelante señalaremos cuando el
poder temporal quiera hacerse cargo de estas instituciones.
Ángel Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid (1876) al hablar de los
Cementerios dice “Dedúcese del titulo II, lib.XI del Fuero Juzgo en que se trata
de la violación de los sepulcros, que en tiempo de aquella compilación era
costumbre enterrar en lugares abiertos; hay certidumbre de que en el siglo XIII
duraba la practica de enterrar fuera de las Iglesias; la ley 1ª del Fuero Real
define la sepultura diciendo, que es el lugar señalado en el cementerio para
soterrar el cuerpo del home muerto, y dispone que los clérigos no pudieran
llevar dinero por enterrar. (lo cual indica que era costumbre de los clérigos ya
cobrar dinero por ello). Cayó, sigue diciendo el polifacético autor, con el tiempo
en desuso todo esto, fueron colocados los cadáveres en el atrio de los templos
y sus interiores acabaron por convertirse en cementerios. Solían enterrarse en
Madrid los grandes de España en el Carmen Calzado y Descalzo, en la capilla
de la Soledad, o en la Iglesia de Mínimos; en bóvedas o en Sepulcros
particulares si eran patronos de alguna capilla: solo en ese caso se libraban de
ser trasladados al poco tiempo a una de las fosas generales situadas en las
afueras de las puertas de Fuencarral y de Toledo; porque cuando en una
Iglesia estaban llenas las sepulturas se hacia lo que llamaban “mondas de
parroquia” , y, sin reparar si hacia poco o mucho que se había dado sepultura a
un cadáver, chicos y grandes, de sangre azul o roja, todos aquellos restos
humanos iban fuera revueltos en repugnante mezcla”
Existía desde luego un trasfondo económico en este sector de las
inhumaciones cuya pujanza podemos calibrar por la “representación” que
desencadenaba el fallecimiento de un feligrés y en cuya descripción seguimos
lo descrito por Federico Ponte 2
Existen otras exigencias respecto a las velas que debían obligatoriamente ir
encendidas en los entierros y la potestad de los familiares de llevar ellos
mismos las velas o ser de la parroquia en cuyo caso había desde luego que
: “Una vez que se producía el fallecimiento de
un feligrés se presentaba en la casa del difunto el cura de la Parroquia; el
sacristán, llevando la cruz; los beneficiados, si los hubiese y todos aquellos
familiares y amigos del difunto que hubieran de acompañar el cadáver. El
difunto podía disponer también que acudiesen a su entierro clérigos de distintas
ordenes religiosas, a voluntad, pagándoles un estipendio. Los distintos pasos
que habían de formar un entierro estaban rigurosamente detallados en el Ritual
Romano y conforme a este, el Sínodo Diocesano del Arzobispado de Toledo de
1682 decía a este respecto: “Antigua y santa costumbre es de la Iglesia
Católica que los cuerpos de los fieles se lleven a dar sepultura públicamente
con cruz, párroco, acompañamiento eclesiástico que con luces preceda al
féretro cantando salmos, preces y oraciones, señal de campanas y otras
ceremonias eclesiásticas; y siendo este acto de tan misteriosas significaciones,
utilidad de las almas de los difuntos y desengaño y ejemplo de los vivos, y
como tal aprobado y mandado observar, (mandamos que)... de ninguna
manera se lleva a enterrar en coches los difuntos dentro de los lugares; y que
se hagan dichos entierros con la cruz de la parroquia y forma arriba referida; y
los curas y sus tenientes no los reciban ni entierren llevándoles de otra
manera...”
2 Mentalidad Religiosa, ritos funerarios y clases sociales en el Madrid decimonónico.
pagarlas. Nos encontramos pues que el sínodo es una guía autentica de
recaudación pecuniaria y de escenificación, que castigaba con las máximas
penas ( la excomunión ) su incumplimiento. Dentro de esta secuencia
tangencia muerte/dinero hemos de señalar lo que el autor al que seguimos en
esta descripción titular: el Testamento:
“Antes de que la Cruz saliera de la parroquia hacia la casa del difunto para
iniciar el funeral y ser posteriormente enterrado en la parroquia, en cualquier
otra iglesia o en el cementerio, el testamento debía de ser llevado la parroquia
y entregado al cura por los herederos, albaceas, los comisarios u otras
personas a cuyo cargo estuviese el cumplimiento de lo dispuesto por el
testador. Esta disposición esta recogida en el Sínodo de Toledo de 1682,
donde el testamento esta definido como el: “testimonio signado, y en publica
forma, del escribano ante el que se otorgo el testamento o codicilo, o el poder
para testar; en el cual se declare donde se mando enterrar; las misas, limosnas
u obras pías y demás sufragios que mando el testador, y en que iglesia o
convento y cuantas en cada uno y que acompañamiento y ofrenda mando
hacer por su alma...”
No es de extrañar que ante toda esta teoría de la muerte la prensa
decimonónica publicase la viñeta que reproducimos de El Motín.
Se supone que a los feligreses que se refiere el sino en esta descripción eran
aquellos que efectivamente podían testar por tener algún patrimonio. De los
pobres también se ocupa el Sínodo, que trataba de eliminar la practica de las
Cofradías que iban exhibiendo a los muertos menesterosos por los lugares más
públicos recogiendo limosnas para sufragar su entierro, exhibición que llegaba
hasta la descomposición de aquellos cadáveres: “(aquellos) cofrades de las
cofradías que por su instituto tienen obligación de recoger y enterrar los
cuerpos de los difuntos, de los pobres que mueren por las calles o caminos
fuera de poblado...con pretexto de pedir limosna para sus almas retardan
algunos días darles sepultura, llevándoles por las calles y plazas más publicas
hasta que se vienen a corromper..(por ello mandamos que) los cuerpos
difuntos de los pobres los lleven vía recta a la iglesia parroquial donde se
hubieren de enterrar”. A pesar de ello a estas Cofradías se les permitía exhibir
aquellos cuerpos en los pórticos de las iglesias donde iban a ser enterrados a
efectos de recabar limosnas.
La Ilustración y los Cementerios
Uno de los episodios de contaminación infecto-contagiosa producida por la
sobresaturación de cadáveres en iglesias se produjo en Pasajes en 1781 que
causo 83 muertos y exigió quitar la cubierta de la iglesia para que se ventilara,
lo que puso en alerta a los ilustrados encabezados por el propio Rey que había
seguido muy de cerca los acontecimientos dando instrucciones al ministro
Floridablanca para precaver en lo futuro estas situaciones, lo que produce un
informe del Consejo que pone en marcha un mecanismos de consultas a las
instituciones nacionales y la petición a las embajadas españolas en Europa
para que recaben y envíen información sobre el tratamiento de los cementerios
fuera de las urbes, produciéndose un Memorial Ajustado que recoge todo lo
actuado por el Consejo y la información facilitada por los embajadores.
De todo ello surge la R.O.3 de Abril de 1787por la que Carlos III ordenaba la
inhumación de los cadáveres en Cementerios Ventilados y se prohibían los
enterramientos en las iglesias. Dos siglos antes Cervantes ya advertía por boca
del Quijote a Sancho: “Volvamos Sancho, con la Iglesia hemos topado”. Ese
realismo le faltó al ilustrado monarca y a su Consejo que no vieron desde luego
cumplida la Real Orden, según Félix Verdasco por no poder vencer y romper
con tantos intereses creados, aunque Luis Redonet da tres causas de distinto
tipo: por un lado la de tipo ideológico como el fervor religioso; por otra los
intereses de las oligarquías que tenían preeminencia en los enterramientos de
las iglesias y por ultimo, aunque no el ultimo, por interese económicos del bajo
clero. Personalmente y a la luz de lo que luego acontece cuando el poder civil
intenta la municipalización de estas infraestructuras, el motivo del fracaso es
simplemente la manipulación desde los pulpitos de la feligresía para defender
los pingües beneficios que reportan para los eclesiásticos esta sacralizada
función, a pesar de que desde las altas instancias eclesiásticas se dicten
pastorales apoyando los cementerios extramuros. La aparente contradicción no
es tal, pues la feligresía no sabia leer en su gran mayoría y los obispos y
arzobispos todo lo dan por escrito.
Carlos IV también sigue la línea de su ilustrado padre, dando también reales
ordenes en el sentido de enterrar en cementerios ventilados, un eufemismo
este que no quiere decir otra cosa que en espacios abiertos, esto es en el
campo, pero sin poderse mencionar el termino Campo, ya que ahí era donde
se daba sepultura, cuando se daba, a los herejes y criminales, teniendo un
efecto disuasorio que desde luego no convenía. Caso muy distinto será cuando
entra en funciones la nueva monarquía revolucionaria de José Bonaparte I que
en apenas cinco años de reinado consiguió generalizar los cementerios
extramuros y otros avances, al menos del urbanismo en Madrid. El Rey
Plazuelas le apodaron en Madrid, porqué llevó a cabo una limpia de casposos
monasterios e iglesias cuyos solares se convirtieron en Plazas de las que
Madrid carecía: la Plaza de Los Mostenses; la del Carmen; Plaza de Isabel II;
la de Oriente; la de Ramales, etc. La Reacción nacionalista consiguió que hasta
hoy en día este Monarca tan foráneo como la familia Borbón no tenga sitio en
la Historia de España. Al menos en la historia castiza, la de las Manolas y los
toreros, de la muerte y extrañamiento de los afrancesados, la de que “ vivan las
caenas”, en fin en la nuestra. Poco a poco se va abriendo camino la idea de
que esa Guerra de la Independencia nos hizo depender aún más de nosotros
mismos, con las consecuencias funestas que la historia nos relata, no solo de
la perdida de las posesiones americanas sino del enquistamiento profundo de
la corrupción institucionalizada del “antiguo régimen” que siguió siendo así el
Régimen hasta nuestros días.
Digresiones aparte, en los últimos años del reinado de Carlos IV (1804) y
forzado por las noticias de peste que llegaban desde el Sur se reactivó la
necesidad de la construcción de cementerios extramuros, llegándose a una
solución, la de los Cementerios Generales, que ponía supuestamente fin a las
disensiones internas entre las parroquias y la jerarquía eclesiástica. Los
Cementerios Generales serian de varias parroquias que recibirían sus
derechos por separado, aunque algo quedaba para la Jerarquía que era la
propietaria. La propuesta inicial fue la de construir cuatro cementerios en otros
tantos puntos cardinales de la ciudad, eso si manteniéndose apartados del
Palacio Real y de su entorno. Se llego a nombrar un Ministro Comisionado y a
encargar el primero de aquellos Cementerios Generales, que según una Real
Orden de 1799 “donde indistintamente se entierren toda clase de personas que
falleciesen”.
No va a ser atendida esta Real Orden por las razones que ya hemos señalado
dejando que trascurra el lento discurrir de lo oficial, hasta que en 1804 las
noticias de la llegada de la peste desde Andalucía va a poner definitivamente
en marcha el proceso de sacar los cementerios de poblado. Para ello se
encarga, en el caso de Madrid a Juan de Villanueva, la traza de los cuatro
cementerios generales y se concreta la construcción del primero, el General del
Norte, que pertenecía a las parroquias de San Martín, San Marcos, San
Ildefonso; San Juan; Santiago; Sta. Maria; San Nicolás y el Salvador. Lo que ya
nos da una primera noticia de “la clase de personas” que iban a ser enterradas
allí sobre todo cuando como nos relata Madoz en la entrada del cementerio se
recibe al visitante con una inscripción en el tímpano de entrada que reza “Bien
aventurados los que mueren en el Señor”. Los planos se encargan a Villanueva
y se sitúa en lo que hoy es la Plaza de Arapiles y sus alrededores. En 1809
medio arruinado y sin terminar se inaugura por orden de José Bonaparte I para
enterrar a los apestados de aquel año. Este mismo año y por la misma
indicación se lleva a cabo el Cementerio General del Sur que se inaugura en
1810, y que luego veremos con más detalle. De esta etapa quizá nos interesa
resaltar la dilatada etapa de 1787 a 1809 para liquidar el antiguo régimen de los
enterramientos en las iglesias intramuros, y la rápida resolución de la
inauguración del cementerio General del Norte y la construcción del General
del Sur, cuando la Iglesia pierde todo poder con el “gobierno intruso”.
Los Cementerios extramuros.-
Hemos visto como las ideas higienistas de la ilustración irrumpieron,
seguramente sin intencionalidad alguna, en el corralillo del clero que defendió
su statu quo durante un cuarto de siglo hasta que el poder civil laico de la
Revolución Francesa llegada a nuestro país a través del rey José I les obligo a
adoptar una formula, desde luego respetuosa con sus intereses económicos,
pero que como veremos no colmaron sus expectativas. De la Orden de Carlos
III de 1788 que ordenaba la construcción de cuatro cementerios extramuros se
llegaron a hacer 21 años después dos cementerios, el General del Norte y el
General del Sur que tuvieron una vida irregular, plagada de anomalías y
sucesos como los que nos cuenta Frez de los Ríos y Mesoneros Romanos que
no debían de ser excepcionales con respecto al resto del país, a la vista de lo
sucedido en Fuenterrabia y en otras localidades donde los muertos,
fundamentalmente los restos de las “mondas de parroquia” servían de objeto
de juego a los niños de los arrabales donde se ubicaban las fosas comunes, se
enterraba a los ajusticiados; a los herejes y a otras gentes de poca o ninguna
fortuna.
Jiménez Lozano en su magnifico trabajo sobre la heterodoxia española y los
cementerios civiles (Los Cementerios Civiles y la Heterodoxia Española-
Taurus 1978) nos da una muy cumplida profundización en las tremendas
injusticias sociales que se han dado en nuestro país por la adhesión a ideas
que no eran las del común o al divorcio con la diosa Fortuna y rebate con toda
rotundidad la falsa idea de que la muerte iguala a todos. Esto lo podremos
pormenorizar más adelante.
José Bonaparte I en 1809 había retomado la R.O. de Carlos IV de 1799 y había
llegado a concretar el establecimiento de los dos Cementerios Generales de los
que se hacia cargo la Iglesia dejando a cargo del Ayuntamiento la construcción
de los cementerios Generales del Este y del Oeste. Daba así cumplimiento a la
iniciativa ilustrada de prohibir los enterramientos en las Iglesias ( que aún hoy
en día se hacen) y sacar los cementerios fuera de las ciudades. La Iglesia a
través de la figura de las Sacramentales competirá desde entonces con una
decena de cementerios y retrasara en lo posible la aparición del cementerio
municipal del Este, que no se inaugurará hasta 1925.
No obstante todo este periodo es de una profunda lucha entre la Iglesia y el
Estado que llega hasta la calle con la confrontación abierta entre las
autoridades locales y las eclesiales, y cuyo botón de muestra lo podemos
resumir en lo acontecido en Fregenal de la Sierra (Badajoz) que relata Jiménez
Lozano3
3 Los cementerios Civiles y la Heterodoxia Española.
: “ Uno de estos conflictos que adquirió un carácter de pequeña o gran
guerra político-religiosa con episodios entre cómicos y dantescos, de pura
comiquez o gran bruticie fue el que opuso durante veintisiete años al
Ayuntamiento de Fregenal de la Sierra y al clero local. La historia es esta : en
1834 las tres parroquias de dicho pueblo construyen cada una su cementerio,
sin tener para ello en cuenta para nada unas condiciones mínimas de tipo
sanitario. En 1855 se vio claramente la necesidad de sustituir esos lugares de
enterramiento por otros más saludables, pero solo tras la epidemia de cólera
que asoló el pueblo en ese año se logro que se ampliara uno de esos
cementerios. Volvió a plantearse la cuestión en 1875, pero quedó de nuevo
ahogada y claramente se comprendió que las parroquias no accederían nunca
a desprenderse de sus cementerios, que consideran únicamente como fincas
productivas, sino se costeaba el nuevo por el Ayuntamiento o los particulares.
En 1877 el médico titular, don Enrique de la Rosa Sánchez denuncia ante el
Alcalde que el día 5 de Septiembre yendo a prestar asistencia medica a los
vecinos de las calles Manzanedo y Egido, le ha sido indispensable transitar
inmediato al cementerio de la Iglesia parroquial de Sta. Catalina que se halla
situado en el centro de las indicadas calles habiendo observado que se exhalan
olores fétidos e insoportables y que es urgente oponer un dique al peligro
constante en que se halla colocada esta población, comunicando a su vez al
párroco que deben de prohibirse los entierros en los tres cementerios del
pueblo que se encuentran en idénticas circunstancias de insalubridad. El año
siguiente ocurre un hecho macabro al exhumarse el cadáver de una mujer
fallecida menos de dos años atrás por falta de pago de alquiler del nicho en
que se encontraba y se arroja a la fosa común. Este es un proceder que
indispone a la mayor parte de la población contra el clero local, pero ni siquiera
en 1879 y 1880 en que hubo una gran epidemia pudieron cerrarse esos
cementerios eclesiásticos tan insalubres y donde ocurren tales abusos. Ni
siquiera se pudo conseguir que los eclesiásticos de la localidad escogieran
ellos mismos un terreno apropiado para la construcción de un nuevo
camposanto dependiente de sus parroquias, y solo cuando el Ministerio de la
Gobernación legalizo la compra de un terreno hecha por el Ayuntamiento para
cementerio municipal quisieron ellos a su vez ponerse a construir. Y comienza
entonces, o en cualquier caso prosigue, de modo acentuado una guerra de
visitas, inquisiciones y recursos legales que desembocan en la firme resolución
del Municipio de construir definitivamente un cementerio, sobre todo porque el
Día de los Santos de 1881 los piadosos visitantes de los cementerios
parroquiales se encuentran con un aterrador espectáculo de restos humanos
abandonados por doquier y de la profanación del cadáver de una niña,
espectáculo que, con otros del mismo genero colma la indignación del
vecindario.
El periodo de construcción de este cementerio municipal estará asimismo lleno
de conflictos y de discusiones legales que desata incluso una guerra
periodística 4
Es pues una guerra con un contenido económico claro que se dará a lo largo y
ancho de España como consecuencia de la intención estatal de municipalizar
los cementerios, cosa que como luego veremos no se ha conseguido del todo.
y todavía cuando está terminado y ya hay cadáveres enterrados
en él no logra que sea bendecido antes del día 1 de Noviembre de 1882.
Recurre para que así se haga hasta el Nuncio de Su Santidad en España, y
esté presiona al Obispo de Badajoz, pero en balde: ese Día de los Santos de
1882 llega sin que el nuevo cementerio haya sido bendecido y hay una
extraordinaria conmoción en el pueblo. El Alcalde telegrafía al Gobernador “ No
ha habido Bendición. Para tranquilizar al vecindario se ha publicado la
exposición al Nuncio” El Gobernador contesta “ El Sr. Obispo insiste en la
previa aceptación de las bases económicas que había propuesto” .Con ocasión
de un entierro de caridad, “una gran multitud compuestas de todas las clases
sociales y muchas señoras de las más distinguidas acompañaron al cadáver al
nuevo cementerio en son de protesta”.
El Cementerio General del Norte.-
Como ya hemos visto que en 1803 ante la amenaza de una epidemia de peste
que se va a cerner sobre Madrid se encarga al Arquitecto Villanueva la
formación de los planos para la construcción de los cuatro cementerios que se
pretendían construir, “en las cuatro esquinas de esta Villa”. Villanueva dibuja la
planta y un alzado para los cuatro cementerios, todos iguales, y da un
presupuesto de 300.000 reales para su total construcción. El único cementerio
que se construyo con esos planos fue el General del Norte, si bien a la hora de
su edificación se suprimió la galería dorica restándole así importancia al
conjunto. Fernández de los Ríos en su guía de Madrid (1876) arremete contra
esta instalación diciendo que es indigna de Villanueva, salvando únicamente la
4 El Siglo Futuro de 17 de Julio de 1881 donde se anuncia ya que el Obispo puede no consagrar el nuevo cementerio, cosa que ocurrió posteriormente.
capilla 5
De las nicherias todos los autores contemporáneos tienen una actitud critica
muy fuerte, siendo el ejemplo que, según algunos, se exporto a las colonias
americanas donde el modelo fue acogido con verdadero entusiasmo.
de la que dice que “seria lo único a conservar una vez se cierre este
camposanto”. De su construcción tenemos noticias que de los 300.000 reales
presupuestados por Villanueva se paso a un gasto de 1.600.000 reales, lo que
llama la atención, máxime si tenemos en cuenta que no habiendo pasado un
año desde su inauguración ya se emitió un informe técnico donde se advertía
del peligro de ruina si no se acometían urgentes obras de reacondicionamiento
de tejados de las nicherias y de la propia iglesia.
Pegado a este Cementerio se fueron sucediéndose otras Sacramentales mal
cuidadas y cuyas pésimas condiciones provocaron protestas vecinales, lo que
unido a la expansión urbana del Plan Castro de 1860, determinaron su clausura
en 1884, año en que se inaugura el Cementerio de Epidemias del Este, aunque
su total destrucción no se llevará a cabo hasta 1910 y su destino será la de
cochera de los “Tranvías del Este”.
En este cementerio se erigió, en un recinto cerrado adjunto al mismo, el
monumento funerario mas antiguo de los que quedan en los cementerios de
Madrid el monumento al Marques de San Simon, que se halla actualmente en
la Necrópolis del Este, y que fue erigido por la hija del finado general, defensor
de la Puerta de Los Pozos de Madrid contra las tropas de Napoleón, dirigidas
por el propio Emperador.
Cementerio General del Sur.
Siguiendo lo dispuesto en el real Decreto de 4 de Marzo de 1809 por José I se
comenzó a construir el Cementerio General del Sur en Junio de ese mismo año
y se inauguro el 29 de Abril del siguiente año, lo que contrasta con la azarosa
historia de la construcción del General del Norte durante el antiguo régimen, si
bien este era mucho más sencillo, pues realmente consistía en el cierre
perimetral, y unas modestas edificaciones. El arquitecto que lo trazó fue Juan
Antonio Cuervo y se llevo a cabo en los Altos del Oparel, entre los caminos de
5 Poner dibujo de la guía de Fernández de los Ríos pag.621.
Carabanchel y Villaverde, “donde se exponían anteriormente los cuerpos de los
ajusticiados”. Actualmente este solar lo ocupa un polideportivo municipal entre
las calles de General Ricardos y Antonio Leyva. Es curioso que otra instalación
deportiva, el Estadio Vallermoso, se halle también ubicado sobre el “campo de
las calaveras” lo que fue la Sacramental de San Martín al norte del Cementerio
General del Norte. La planta se acomodaba a lo prescrito por Villanueva para
los cementerios generales, era cuadrada y en el centro mismo del cementerio,
donde se cruzaban los dos paseos principales se instaló una cruz monumental
que hiciera Ventura Rodríguez en 17736
6 poner alzado y planta del art de Saguar sobre el cementerio del sur.
.Los edificios de dependencias y capilla
que constaban en el proyecto de Cuervo se dejaron para mejor ocasión cuya
fecha de factura no nos consta, aunque si que en 1822 no estaban construidos
siendo a mediados de siglo, cuando Madoz publica su diccionario, cuando este
nos refiere ya la existencia de las dependencias y dos capillas. Lo describe así
Madoz: “Hallase al sur de la villa de la que dista mucho, habiéndose construido
hace pocos años un cómodo camino desde los paradores del Puente de Toledo
hasta las puertas de este cementerio, cuyo exterior es muy sencillo ocupando
el centro la casa del capellán y dependientes, dentro de la cual esta la capilla,
pequeña y poco notable. Dos puertas de medio punto dan paso al espacioso
patio que principalmente forma este cementerio, en cuyos costados y testeros
se levantan por toda su extensión anchurosas galerías bajo las cuales se ven
colocados en las paredes los nichos y panteones. Como los del otro cementerio
general esperan estos en vano quien los ocupe a causa de que las familias que
se hallan en facultades para satisfacer su importe prefieren incorporarse a una
sacramental..... Un solo monumento sepulcral recientemente construido cerca
de la segunda capilla con mármol de San Pablo existe en este cementerio,
cuya descripción terminamos diciendo, que inmediato al expresado patio esta
el que contiene la ancha y profunda zanja en que se ponen por capas y
cubiertos con un poco de tierra los centenares de cadáveres que al cabo del
año se entierran de misericordia. Cuando la funesta zanja se llena hay otra que
la sucede, viéndose una cruz como señal de consoladora esperanza entre
tanta desolación.”
Cuervo cuatro años después de su inauguración escribe al Ayuntamiento
poniendo en conocimiento del Regidor la bochornosa situación de aquel
cementerio que sin tener un cuarto para deposito de cadáveres, aquellos se
quedaban en medio del patio expuestos todo tipo de agresiones exteriores de
animales, habiéndose dado el caso extremo de que los perros, que tenían libre
acceso al cementerio al no tener quien cerrase las puertas, habían sacado y
devorado fuera del cementerio los restos cristianos de algún difunto.
Tendríamos que precisar para entender estos sucesos los que ocurría en
aquellos tiempos, que seria más o menos los que nos relata el capellán del
cementerio en 18347
Este cementerio se clausuro en 1884 pero subsistió hasta 1941 en que
comenzó a demolerse para dar paso al desarrollo urbano. Desde 1869 una
parte del mismo se destino a cementerio civil y en 1912 se trasladaron a su
osario los restos existentes en el también clausurado cementerio General del
Norte. En este cementerio Carlos Saguar Quer
que dando parte de que por la mañana de aquel día de 28
de Julio habían llegado dos carros de cadáveres ”tan cargados que uno ha
volcado o se ha descompuesto en el camino cayendo aquellos al suelo,
presentando el horroroso aspecto que se deja conocer y mucho más por ir
todos en cueros contra lo que prescribe la decencia y buena moral cristiana”
8
7 Citado por Carlos Saguar Quer en “Cementerio General del Sur o de la Puerta de Toledo.
apunta como personalidades
existentes en el mismo, la gran actriz Rita Luna; el escritor Santos López
Pelegri, el poeta y académico Francisco de la Escosura ; Musso y Valiente; el
filosofo Sanz del Río l Pintor Leonardo Alenza y el famoso orador Alcalá
Galiano cuyos restos se perdieron en la monda de 1942. Aquí estuvo
enterrado, hasta su traslado al Cementerio Civil del Este D. Estanislao
Figueras, primer presidente de la Primera Republica Española que había sido
enterrado aquí en la parte Civil del mismo, el 12 de Noviembre de 1882. Según
Pedro de Repide citado por el mismo autor se enterraban aquí a los
ajusticiados en la Plaza de la Cebada y en la Puerta de Toledo.”Allí fue
enterrado Luis Candelas ; allí también recibieron sepultura (en la fosa común)
muchos liberales que murieron en el cadalso victimas del furor fernandino”. Da
que pensar el desarraigo de este pueblo con sus mártires no tan anónimos de
la lucha por las libertades que quedan irreconocidos en fosas comunes.
8 El Cementerio General del Sur o de la Puerta de Toledo.
Las Sacramentales.
Existían de antiguo las llamadas Cofradías, que eran instituciones sin una clara
definición jurídica que no fuese su dependencia eclesial, y cuyo fin era
recaudar dinero para el entierro de sus cofrades y del culto en general. Estaban
siempre ligadas a la parroquia donde recibían sepultura sus cofrades, pero la
prohibición de enterrar en las iglesias las dejara prácticamente sin cometido.
Como ya dijimos la construcción de los cementerios extramuros con este
concepto de Generales, que no se refería a que allí se pudiese enterrar todo el
mundo, sino que eran generales de las determinadas parroquias que se
agrupaban en él, no coincidía expresamente con el carácter individualista de
las parroquias que tenían, o habían tenido, sus propios enterramientos y sabían
bien cual era el montante del trasfondo económico del enterramiento. Bien sea
por esto o porque las vastas llanuras castellanas auguraban ahora un ilimitado
negocio no constreñido por lo muros de la parroquia, el caso es que
comenzaron a hacer su aparición numerosas Cofradías Sacramentales con sus
respectivos cementerios. Fdez. de los Ríos cuanta hasta diez mientras que a
Madoz le salen siete a nosotros nos salen nueve. Nos imaginamos que todo se
debe al decalage del tiempo desde el que cada uno lo cuenta.
El caso es que el invierno de 1811 a 1812, conocido como el año del hambre,
se enterraron en Madrid unas 20.000 personas que no pasaron por las
parroquias, lo que debió de suponer un acicate para la aparición de estas
Sacramentales que Fdez. de los Ríos las califica como “asociaciones
mercantiles con la razón social de Sacramentales” y que de hecho la primera
de ellas, la de San Isidro hace su aparición aquel mismo año9
9 El Cementerio General del Norte abrió sus puertas en 1809, y el General del Sur en 1810.
. El referido autor
madrileño comentará años más tarde que “..han ido construyendo estos
cementerios movidos por el espíritu de especulación” y como veremos el
devenir del acontecer les ayudará con las epidemias de 1834 y 1865 que sin
duda consolidan la iniciativa. Al mismo tiempo la moda los favorece. “ Han
levantado los campo-santos pequeños para gastar poco en terreno y altos ...
colocando nichos sobre nichos en galerías con corredores....” . Y los nichos se
ponen de moda, sin duda alguna porque la gente tiende a separarse del suelo
donde ha pasado en este “valle de lagrimas” su triste existencia. Dios está en
las alturas; todos quieren ir al Cielo. Tiene su lógica.
De estas nueve Sacramentales cinco fueron clausuradas y desaparecieron y
otras cuatro están aún entre nosotros. Vamos a dar una ligera idea de las
desaparecidas para luego centrarnos ya en las existentes.
Sacramentales desaparecidas.
Cementerio de la Sacramental de San Gines y San Luís ocupaba un solar
sobre la actual calle Magallanes, frente a Arapiles y por tanto colindante con el
Cementerio General del Norte, fue inaugurado en 1831 a los afueras de la
Puerta de Fuencarral, inmediato al antiguo polvorín. Se componía de un solo
patio circundado por galerías, con la capilla al frente. En 1834 - año de peste –
fue necesario ensancharlo por lo que esta sacramental decidió levantar los
planos de un vasto y magnifico cementerio - todo esto lo dice Madoz en su
Diccionario Geográfico – e irlo construyendo según hubiese fondos para ello,
en vez de cómo hacían el resto de las Sacramentales, ir construyendo diversos
patios. En 1846 se inauguro el cementerio ampliado. Nos sigue el Diccionario
Geográfico dando una idea de cómo era este nuevo cementerio “ Forma este
cementerio un inmenso paralelogramo rectangular y tiene la ostentosa entrada
principal mirando al este en una de sus líneas menores. Esta consiste en dos
pabellones a los lados de un cuerpo saliente en cada uno decorado por dos
columnas de Festo, hechas de piedra caliza y colocadas sobre una pequeña
escalinata. Los vanos propenden a un figura piramidal.
Atado con estos pabellones se extiende, trazando curvas hacia el centro de los
extremos, la verja de hierro que es de bonito dibujo y se halla interrumpida por
diez pilares de forma análoga al destino del edificio. Están fabricados estos con
piedra caliza y se sientan sobre el zócalo de granito que se prolonga,
sosteniendo la verja de uno a otro extremo. Varios adornos de metal y unas
inscripciones, que por cierto valen muy poco, hay en los referidos pilares, de
los cuales los dos del centro han de estar coronados por esculturas. Las
comenzadas galerías que hay a lo largo de las paredes laterales se hallan
decoradas por columnas de pesto que reciben el correspondiente cornisamento
con triglifos. Son estas columnas demasiado altas para el orden a que
pertenecen y dejan un intercolumnio muy estrecho, a excepción de pequeña
una parte del fuste que es de piedra caliza están hachas de ladrillo. Lastima es
que la materia no permita que sean de mucha duración, como ha ocurrido con
las de la portada del cementerio de San Nicolás, que según hemos referido no
han llegado a 10 años”. Sobre un zócalo de granito se levantaban cinco filas de
nichos con una escocia donde estaba la numeración por debajo de cada,
notándose que los nichos eran demasiado pequeños. En el segundo trozo de
galería por ambos lados había panteones con ornatos de esculturas.
Madoz nos indica que todo este inmenso especio de Campo-Santo, es un
hermoso jardín que ha de contener monumentos sepulcrales a la manera de
los del celebre cementerio de P. Lachaisse en Paris; el de la Chartreuse de
Burdeos y otros. La ilustre sacramental que a costa de cuantiosos desembolsos
lleva a cabo la construcción de este hermoso cementerio ha colocado, en 1848,
cerca de la entrada principal y rodeado de árboles y arbustos el magnifico
sepulcro de D. Joaquín de Fonsdeviela, que estuvo en el crucero de la Iglesia
de La Trinidad, a la parte del evangelio. Nos cuenta a continuación como era y
de la descripción deducimos que era, por lo que cuenta el autor, de lo mejor
que existía en la Corte.”Consiste en un cuerpo de piedra caliza que sirve de
pedestal sobre el que se sienta un segundo cuerpo empelechado de mármol,
delante del cual hay una fama con el busto del difunto en una medalla que
sostiene con la mano izquierda y señala con la derecha. Ambas figuras están
ejecutadas en mármol blanco de cuya materia son igualmente los trofeos, el
escudo de armas y otros ornatos que embellecen este monumento, cuyo
remate constituye una rica y elegante urna.
Este sepulcro hacia mejor efecto en la Trinidad pues allí era el primer cuerpo
también de mármol y las figuras tenían mejor coloración. Es digna de particular
elogio esta ilustre sacramental por haber salvado de una completa ruina tan
notable objeto artístico que en su clase era en Madrid el de mayor
magnificencia, si se exceptúa el sepulcro de Fernando VI. La capilla es la del
primer cementerio, pequeña pero de buena forma en el interior. Al presente
existe como provisional ínterin se erige al frente de la entrada una suntuosa
capilla para la cual se conserva el retablo mayor del Noviciado y su
Tabernáculo de mármoles.”
Fueron sepultados en este cementerio el pintor Leandro Alenza y el autor y
actor Juan Lombia. Fue cerrado el 1 de Septiembre de 1884 y sobre el como
sobre el General del Norte se construyeron los hangares de los Tranvías de
Madrid.
Junto a esta sacramental y al General del Norte llegando hasta la actual calle
de Donoso Cortes se sitúo el Cementerio de la Sacramental de la Patriarcal
que llegaba hasta la actual calle de Vallehermoso. Se inauguro en 1849 y era
de pequeñas dimensiones. Estaba formado por un solo patio según Madoz,
aunque Fedz. De los Ríos al hablar del monumento a Quintana se refiere al
patio Principal.
La traza del cementerio se debió al arquitecto Pedro Manuel Machain y fue
bendecido, esto es inaugurado, en Agosto de 1850, por el Patriarca de Las
Indias, auque solo el “cementerio pequeño” (que debió de ser el que conoció
Madoz), ya que el grande lo inauguraría en 1851. La idea de esta Sacramental
era para servir de enterramiento para las personas parientes y allegadas de la
familia real y sirvientes de Palacio, así como a los Patriarcas y demás clero
dependiente de ellos, aunque también había un terreno separado para la
feligresía. Lo que ignoraban estos elitistas cofrades es que al cerrarse el
cementerio en Septiembre de 1884, y por premuras del contratista que se
encargo de la saca de los restos no fue limpiada la fosa común, según asevera
un testigo presencial, el Dr. Álvarez Sierra. Esta zona a principios del siglo XX
se conocía como “campo de las calaveras” y no entraremos en más detalles.
Su construcción fue objeto de una amplia polémica sobre la oportunidad de su
situación, donde había ya otros tres cementerios, todos prácticamente
colindantes que ocupaban todo el terreno que había entre lo que hoy es la calle
Magallanes hasta Vallehermoso y desde Arapiles hasta Islas Filipinas, por eso
este cementerio que fue el ultimo en colocarse en aquellos contornos, y nos
imaginamos que también por sus pretensiones elitistas, fue tan criticado que el
Patriarca a su inauguración se esforzó en darle el máximo boato, asistiendo al
mismo cuantas personalidades de Palacio y Generales habían quedado en
Madrid en la canícula de Agosto, en cuyo día 28 tuvo lugar.
En realidad fue uno de los mejores camposantos que hubo en Madrid junto con
el de San Luis, que tenían jardines y arbolado y una traza y ornato adecuados
a las personalidades a que iba destinado. Desde el punto de vista artístico
hubo solamente un monumento que ha quedado como el principal allí existente
y que fue el monumento hecho por suscripción popular al poeta Quintana, obra
del arquitecto Enrique Coello, y que hoy se pude ver aún en el Cementerio del
Este. La poco edificante disputa del clero con el Estado por la competencia
sobre los cementerios que ya hemos relatado, tuvo aquí su variante
intraclerical, disputándose entre si el clero madrileño representado por su
Visitador contra el clero castrense que administraba este cementerio
representado por el Obispo de Sión y Patriarca de las Indias. Finalmente una
vez cerrado en 1884 tuvo una ruina muy ruidosa, ya que hay multitud de
espantosos relatos de la situación de su interior, como el de Mesoneros
Romanos que describe el espectáculo de su interior como “siniestro y
repulsivo”. Finalmente el capellán encargado del cementerio, D. Baldomero
Alonso, lo vendió sin permiso de nadie a un conocido industrial, que lo revendió
a su vez sin haber cumplido la condición de realizar la monda del Cementerio
originándose una letanía de pleitos que terminaron en 1923 con la devolución
del solar a la Corona, que lo había adquirido como compensación del desfalco
que el Administrador real Sr. Sessé había cometido y con cuyo importe había
adquirido esta finca. Un culebron inmobiliario de actualidad rabiosa, pero más
castizo en armonía con los tiempos, ya que entre tanto los huesos anduvieron
esparcidos por el campo.
Estuvieron aquí enterrados además del poeta Quintana, Joaquín Gaztambide;
Hilarión Eslava; Evaristo San Miguel y otra serie de notables del momento, que
nada nos dicen ahora.
-
Junto a esta Sacramental, al norte de ella y situada en “el camino llamado de
Amaniel, pasado el antiguo polvorín, fuera de la demarcación hecha para las
nuevas tapias de la Capital”10
10 A.S.A., Citado por Saguar Quer.
se construyo en 1849 la Sacramental de San
Martín, la Archicofradía más antigua de la Capital, que data según Madoz de
1250, y que siguiendo el camino de la buena fortuna de sus congeneres se
decidió a construir un cementerio sobre un terreno de 360.000 pies cuadrados
con forma de cuadrado perfecto que se situó en lo que actualmente es el
estadio municipal de Vallehermoso y la calle Islas Filipinas.
El proyecto para su construcción se debió al Arquitecto Gaviña y según ha
llegado hasta nosotros por escritos coetáneos tenia como nota destacable sus
jardines que se” podían presumir ya desde la bellísima columnata de entrada”.
La arboleda de cipreses debía de ser notable porque todos los autores de la
época hacen referencia a ella, incluso ya en el siglo XX cuando el cementerio
estaba ya cerrado y medio hundido. Se clausuro en Septiembre de 1884 como
los demás aledaños de este. Su clausura sin embargo se debió a otras razones
que la necesidad del ensanche de Plan Castro, ya que no se preveía en él
ninguna actuación futura. Seguramente las necesidades higiénicas que el
Ayuntamiento invoca para rechazar su continuidad, demandada por la
Archicofradía, se debían de referir a la cercanía los depósitos de Aguas de
Lozoya, que aún existen hoy en día en su proximidad.
Como en el caso de la anterior, la Sacramental de la Patriarcal, el cementerio
de San Martín fue vendido al gestor de la Sacramental con las obligación de
llevar a cabo la monda del cementerio, que desde luego no llevo cabo. Una
R.O. de 1 de Marzo de1924 suspendía la monda del cementerio y otra de 1927
la autorizaba, y aunque se trasladaron restos a la Necrópolis del Este, no se
debió de hacer muy bien ya que en la guerra civil ultima, en la que este campo
fue frente, dejo al descubierto muchos restos con los que la chiquillería de los
alrededores jugaba en los tristes años de la posguerra, y que por extensión con
lo que había ocurrido a principios de siglo con los otros cementerios
clausurados de esta zona, se conocía este descampado como “campo de las
calaveras”.
Saguar Quer11
11 Tesis Doctoral.
nos da una serie de nombres de personajes que fueron
enterrados en él de entre los que destacamos el del pintor Eduardo Rosales
(ahora en San Justo); Eugenio Lucas Velázquez y los también pintores Sans
Cabot y Suárez Llanos; y el escritor y político Ángel Fernández de los Ríos que
como buen liberal de la época murió en Paris y fue enterrado en el cementerio
por él admirado del P. Lachaise, desde donde después lo trasladaron aquí. Los
demás, títulos nobiliarios y generales, han entrado ya en la fosa común del
olvido, tan fluida en nuestro país.
Las Sacramentales existentes.-
Como un testigo del pasado y de la ineficacia de las leyes frente a los poderes
fácticos que han tenido tanto que ver en la historia de España siguen existiendo
hoy en día cementerios que no son municipales, a pesar de los reiterados
intentos legislativos de erradicar las desigualdades entre religiones y
enterramientos, que ha supuesto que a los “infieles” y herejes se les enterrase
en el campo ó en el mejor de los casos en los “corrales de muertos” que tanto
han inquietado a los espíritus sensibles que los han criticado y han batallado
por su desaparición.
Seguramente el lastre de la inercia haga más por el mantenimiento del statu
quo que el propio peso de la Iglesia en temas que como los camposantos o las
manifestaciones religiosas se siguen dando a pesar de que el art 16.3 de la
Constitución actual declare que ninguna confesión tendrá carácter estatal, no
obstante los ministros juran ante una Biblia y un crucifijo; los tribunales de
Justicia están presididos por un crucifijo; los plenos municipales se celebran
bajo la cruz y los cementerios siguen siendo confesionales en el caso de que el
difunto sea bautizado, aunque desde luego no sea creyente y las
infraestructuras de los ritos en los cementerios municipales, las capillas, son
todas para los católicos. Se echa de menos la secularización de estas
instituciones que denotan el poco calado que entre nosotros tienen los valores
de una verdadera igualdad entre individuos, pensamiento y creencias.
La cuestión ahora se presenta con relativo paralelismo que en los últimos años
del siglo XIX y primeros del XX, cuando el urbanismo había llegado a las
puertas de estas sacramentales. Ahora, al menos la Sacramental de San
Lorenzo y la de Sta. Maria, son verdaderos patios de manzana. Esperemos
que no suceda igual que ocurrió con la sacramental de San Martín y la de la
Patriarcal. que los vendan a un particular especulador inmobiliario, aunque el
estatuto jurídico de estas instituciones sea realmente irregular. El Ayuntamiento
debería intervenir en la expropiación y normalización de estas áreas netamente
urbanas de altísima concentración vecinal.
De entre las Sacramentales existentes la más interesante es desde luego la de
San Isidro emplazada a la espalda de la Ermita del Santo, delimitada por el
Paseo de la Ermita del Santo y la Vía Carpetana, perímetro que comparte con
la sacramental de San Justo, aledaña a esta.
Es el más antiguo de los cementerios de Madrid, ya que se inauguro en 1811.
Saguar Quer12
El cementerio se comenzó con el primer patio, el de San Pedro, cuyos planos
son del arquitecto José Llorente que debió de comprender en un principio el
antiguo cementerio que estaba a espaldas de la ermita y en el que la Cofradía
enterraba a algunos de sus cofrades, que debían de ser los menos favorecidos,
ya que en la época de referencia- 1511 para Fdez de los Ríos- extramuros se
enterraban únicamente a los más indignos, si bien en 1605, Cristóbal Urgell un
adinerado vecino a cambio de una sepultura ante el altar mayor de la ermita
para el y sus sucesores se compromete a edificar una vivienda y una sacristía,
poner campana, retablo y pórtico, y una lapida sobre el muro que recuerda
quien financió todo ello.
atribuye a la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, el
adecentamiento de la ermita existente como muestra de gratitud de la mejoría
experimentada en la salud de su esposo y del príncipe Felipe tras beber agua
de la fuente manantial que hay allí. Igual episodio se cuenta de la Fuente del
Berro y de los mismos personajes lo que nos hace poner en duda este hídrico
peregrinar de tan egregios bebedores.
La política de la Sacramental de ofrecer tumbas a perpetuidad, cosa que no
ofrecían los Cementerios Generales, también entonces recién inaugurados
cuando se construye este recinto, tuvo como consecuencia una gran afluencia
de cofrades, que más tarde serian usuarios, por lo que las ampliaciones de
este primer patio fueron constantes, viéndose más tarde la necesidad de una
ampliación mayor que se concreto en la construcción del patio de San Andrés
en 1832, llevada a cabo por el mismo arquitecto. De los enterrados en este
primer patio no reconocemos a nadie cuya notoriedad haya llegado hasta
nosotros a no ser el propio arquitecto Llorente. Hoy en día esta todo derruido,
los tejados hundidos y una penosísima impresión causa tanta desidia con la
12 Op.citada
memoria de los allí enterrados. Es evidente que una institución que afecta a
cosa tan sensible como la memoria de los muertos no se puede llevar con los
criterios mercantilistas que eran inherentes a la gestión religiosa y que ya Fdez
de los Ríos critico duramente.
La actual política de la Sacramental de no dejar visitar estos patios, los
antiguos, añade oscurantismo a la desidia y esta reclamando una intervención
publica más acorde con su importancia histórica.
En el patio de San Andrés 13
En esta época la moda esta en la nicheria de los laterales donde se entierran
gentes que reclaman panteones como la duquesa de Alba, con un magnifico
busto en alto relieve, Isidro Velázquez o el conde Toreno. Saguar Quer en su
magnifica tesis doctoral sobre “ La Arquitectura Funeraria Madrileña del siglo
XIX” de 1989 sigue quejándose, como lo hacia yo en el año 1984 del estado
lamentable en que encontraba este patio, 22 años después la situación es ya
vergonzosa y la Sacramental evita la realidad cerrando al publico los patios que
desde fuera pueden observarse como muestran las fotografías que
reproducimos., que como muy bien dice Saguar Quer “.... muros que ceden,
tejados hundidos, completan un vergonzoso espectáculo de ruina y
desolación”, Si sumamos a esto .los diecisiete años pasados desde la
publicación de la tesis Saguar Quer tendremos la visión de lo que la
Sacramental nos ha negado en estas fechas, que es visitarlo.
están enterrados personajes de la vida nacional
como el primer Duque de Ahumada, creador de la Guardia Civil ; la famosa,
por su licenciosa vida, Duquesa de Alba (Mª Teresa Cayetana de Silva), cuyo
cuerpo al parecer sirvió de modelo para la Maja Desnuda de Goya; los duques
de Abrantes y Linares cuyo palacio en la madrileña plaza de La Cibeles ha
llegado hasta nuestros días lleno de estrafalarias leyendas espiritistas, Se
encuentran aquí también enterrados la mujer y el hijo de Francisco de Goya y
los siempre presentes generales, en este caso Diego de León y Manuel
Montes de Oca y los arquitectos Ramón Pardo, Bartolomé Tejeda Diez y
Francisco Javier Mariategui e Isidro Velázquez.
13 Citado por Saguar Quer
Las imparables ampliaciones de este cementerio nos dan una idea de la
importancia económica que representa esta actividad por la que, como hemos
visto, la Iglesia, monopolista del sector, se resistió durante décadas a dejar el
campo libre a la gestión municipal en tan sensible campo.
En 1842 se amplia nuevamente el cementerio con el patio de San Isidro que se
encuentra en el mismo estado que los anteriores hallándose en el mismo el
panteón de D.ª Mª del Carmen Polo de la Barrera que lo compone un edificio
neorrománico de indudable interés, siendo el más antiguo de este cementerio.
Pero es en el 1852 cuando se amplia nuevamente el cementerio llevándose a
cabo el patio de la Purísima Concepción que diseña Núñez Cortes y que es en
si mismo una importante obra de la arquitectura madrileña del siglo XIX,
además de que sea en el que se encuentra la mayor parte del contenido
artístico de este cementerio.
Este patio es coetáneo con una época de esplendor de la nobleza terrateniente
cerealista, que alimenta literalmente a las guerras europeas en las que España
no interviene y cuyo epilogo se resume en el dicho que circulaba en esos
círculos terratenientes.
“ lluvia y sol... y guerra en Sebastopol”
Es sin duda alguna este patio el de la nobleza nacional. Aquí reciben sepultura
los duques de Frías ; de Ahumada; de Pastrana; de Denia ; de Sueca y un
largo etcétera , Marqueses de Amboage; de Casa Riera; de la Torrecilla; de
Sta. Marta etc. y otra retahíla de Condes, a los que siguen un torrente de
nombres de personajes conocidos de su tiempo, que como no puede faltar en
el ámbito nacional esta salpicado de toreros y generales y algunos hombres de
estado como Maura o Alonso Martínez y en menor medida algunos artistas
entre los que destaca en nuestro tiempo el escultor Pablo Serrano .
Con posterioridad a este patio se han seguido abriendo nuevos recintos. El
patio de Sta. Maria de la Cabeza; el del Santísimo Sacramento y el de Nuestra
Señora del Carmen, este ultimo, el más reciente, que se sitúa al sur del de la
Concepción es el primero con que el visitante se encontrara a la entrada al
cementerio por la izquierda de la capilla de San Isidro. Como es lógico es el
que más pone de manifiesto el sentido especulativo del terreno, ya que esta
clamorosamente lleno de sepulturas, si bien los dos anteriores adolecen
también del mismo defecto.
En el Patio de Sta. Maria de la Cabeza podemos encontrar la tumba de Emilio
Castelar; la de Francisco Salmerón, la de Topete; la de Barbieri y en general
las personalidades del ultimo cuarto de siglo del XIX. Ese periodo de la historia
española es más bien decadente histórica y económicamente, lo que se
aprecia en este patio que no tiene desde luego los panteones del de la
Concepción ni tampoco los del siguiente patio del Santísimo Sacramento que
inicia su uso en los últimos años de la primera decena del siglo XX y esta en
plena utilización en la segunda decena del siglo que como en el de la
Concepción se nota el beneficio que para España supuso la Primera Guerra
Mundial en la que sin intervenir potencio su comercio internacional, dando lugar
a los famosos y exultantes años 20.
En el Patio del Santísimo Sacramento encontramos las tumbas de La
Argentinita con un magnifico panteón; la de la Marquesa de Sta. Maria de
Silvela; El de la familia Bermejillo del Rey con un trabajo escultórico de José
Clará muy relevante; también esta aquí enterrado el filosofo José Ortega y
Gasset y uno de los dos arquitectos que gano el concurso para la construcción
del Cementerio del Este D: Fernando Arbós.
El patio del Carmen ha cubierto la época más reciente siendo sus panteones
todos de muy reciente construcción con nombres que sonaron durante la
dictadura del General Franco : Barreiros; Banus; Benito Perojo y otro dictador
de allende los mares: Fulgencio Batista.
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