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CÓMO NOS TOCA
LA GUERRA?
COMPILACIÓN
NÚMERO 4
MAESTRÍA EN DESARROLLO RURAL. SEMINARIO DE PROBLEMAS RURALES
PRIMER SEMESTRE, 2009
1
Continuamos en la valoración profunda del
testimonio personal para ir documentando
experiencias de la guerra que vivimos en nuestro
país.
¿Cómo nos toca la guerra? Es una pregunta por
nosotros, pero sin duda es una pregunta en donde
los otros afloran como parte de nuestra memoria
personal y colectiva.
La guerra analizada desde múltiples perspectivas,
adquiere un sentido particular y vital cuando es
nombrada y rememorada desde nuestras vivencias,
desde las marcas que su paso deja en nuestra
cotidianidad.
En efecto, pasamos del recuento anecdotario a la
reflexión crítica, en donde nos incluimos como
sujetos activos de esta historia de guerra, pobreza y
exclusión. Así damos cuenta de procesos más
profundos, de vivencias que atraviesan las vidas
propias y ajenas y nos invitan a la reflexión activa
sobre tiempos y lugares llenos de miedo y de
incertidumbre, pero desde los cuales es posible
también construir espacios de esperanza y
resistencia.
1. LA GRAN INCERTIDUMBRE
Ahora que discutimos el tema de cómo nos ha tocado la
guerra, es cuando nos sorprendemos de que tan indiferentes
somos a ella por diferentes motivos, entre ellos está el vivir en
una gigante y sólida cúpula de cristal llamada Bogotá, desde la
cual solo nos enteramos del conflicto por noticias y nos vemos
ajenos a ella. Como Bogotana, pensé que la guerra no me
tocaría tan cerca! Pero mis cálculos fallaron....
Por mi profesión y por cuestiones de trabajo me enviaron al
Meta, a unos municipios y veredas cuyo nombre prefiero
omitir. Viajamos varios profesionales. Yo dirigía la salida de
campo y todo estaba muy bien planeado, tanto el manejo del
personal como de los recursos que nos acompañaban:…
Nos dirigimos al lugar donde nos hospedábamos, el cual solo
nos brindaba el servicio de alojamiento (no en casa), puesto
que nos permitieron guindar nuestras carpas al alrededor la
casa. Como éramos tantos (33 personas), teníamos que buscar
lugares que nos protegieran de las condiciones climáticas
complejas, dado que nos encontrábamos en invierno. A
nosotras las mujeres nos tocó en una cochera, el cual fue un
lugar estratégico, que a pesar del fétido olor, nos protegió del
aguacero.
La salida de campo se realizó en 10 días, y para ello se
contrataron nueve (9) baquianos, quienes nos colaboraron
2
durante toda la investigación. Estas personas eran de la
región, por lo tanto eran reconocidas por los pobladores y así
mismo eran conocedoras del área. Entre estos baquianos había
uno muy especial, que en este caso lo llamaremos “Cobra”, el
cual se notaba a distancia que era el líder de todos ellos, es
decir, el que mandaba. En algunos casos pude observar que él
siempre se encontraba ubicado en lugares especiales y el trato
era diferente. Por ejemplo, un día nos quedamos sin carne y
estábamos en medio de la nada y a pesar de eso, él era el
único que comía pescado. Era un gran personaje, que a decir
verdad, cuando lo conocí me dio algo de temor, pero que con
los días empezó a acercarse a nosotros, siendo muy gentil y
servicial y ni que decir de su buena chispa! Era una personaje
que al pasar los días, cada vez nos caía mejor…Esta historia la
retomaremos posteriormente, dado que en ese viaje
ocurrieron dos acontecimientos que me hicieron crecer como
persona y como madre…
Por otra parte, el grupo de campo estaba avanzando sus
labores a pasos agigantados, puesto que la persona que
terminaba con su tarea le colaboraba a los demás. Por tal
razón nosotras las coordinadoras finalizamos nuestras labores
rápidamente y podíamos colaborarle a los otros. Nos faltaba
realizar una tarea: la caracterización en el extremo norte del
área, que se localizaba a tres horas y media del lugar donde
nos alojábamos. Para realizar esta tarea nos fuimos en una
camioneta: mi compañera, un baquiano, un conductor y yo, y
nos dirigimos a un lugar especifico para realizar un aforo de
un caño. Ese día cuando íbamos en la camioneta, yo sentía
algo extraño… sentía como que nos fuéramos a encontrar algo
dentro de esos caños (laboratorios o algo similar), puesto que
poseen una vegetación muy densa y en todo el área no había
acceso a señal de celulares, ni radios, ni de nada, estábamos
completamente incomunicados.
Llegamos al caño y nos bajamos de la camioneta y nos
dirigirnos hacia el bosque con el baquiano, el chofer se quedó
en la camioneta. A los 20 minutos de haber ingresado al
bosque, llegaron dos camionetas y empezaron a indagar al
chofer sobre nosotros y nuestras actividades, mientras tanto
nosotros en medio de esa vegetación estábamos muy
asustados “ahí Dios! nos rastrearon” pensamos los tres.
Esperamos a que se fueran y salimos corriendo hacia la
camioneta, el chofer estaba muy asustado y comentaba:
“Ingenieras esos personajes me hicieron varias preguntas,
estaban indagando sobre quiénes éramos, qué hacíamos,
cuántos somos, de todo… entonces le dije: “No se afane, más
bien salgamos rápido de este lugar, diríjase a la casa”.
Así lo hicimos, pero al pasar aproximadamente 15 minutos de
transcurso en el carro, nos encontramos con una laguna
hermosa y de una gran extensión, la cual no se encontraba
georeferenciada en la cartografía, así que nos vimos obligados
a detenernos dos minutos y tomar las coordenadas y las
respectivas fotos… cuando estábamos en esas, llegó un tipo
3
sin dientes, sin camisa y sudoriento, por el otro lado de la
camioneta. No lo vimos llegar. Tenía boqui-toqui y empezó a
hacernos una serie de preguntas de quiénes éramos, qué
hacíamos, entre otras…. En ese momento sentí un gran frío en
todo mi cuerpo y con mayor razón pensando en mi hijo.
Nosotros le estábamos explicando con palabras sencillas
nuestras actividades y nos dice: “Que bien monitas!… nosotros
también podemos ayudarles con la información que necesitan,
pero con mucho gusto les colaboraremos desde la casa de mi
“patrón”” y el tipo se va montando al platón de la camioneta, y
empieza a gritar… “!me van siguiendo, nos vamos para la casa
de mi patrón inmediatamente¡”… Dios mío!… lo que sentí en
ese momento fue inexplicable, solo se me vino a mi mente el
retrato de mi bebe de 7 meses en ese entonces… y me
preguntaba a mi misma: ¿quién va a saber que estamos
acá?…¿quién se va a imaginar que nos está sucediendo todo
esto?
Seguimos las instrucciones del tipo y como en el programa de
televisión “El cartel de los sapos”, en medio de la nada había
una hermosa hacienda, la cual tenía dos colinitas pequeñas a
sus dos lados y en cada una de ellas había un árbol de gran
tamaño. Cuando llegamos al lugar vimos como un montón de
tipos empiezan a bajarse de los árboles y salen corriendo
hasta donde estábamos nosotros. Cuando llegaron a la
camioneta, puede verles sus ojos, llenos de muerte, tristeza y
avaricia. Todos tenían una mirada que jamás había visto y
tenían una serie de equipos sofisticados, entre ellos avanteles,
binoculares y unos aparatos que no pude descifrar.
En medio de eso, nos abren las puertas de la hacienda y
entramos la camioneta, apenas lo hicimos, empezaron a
colocar unas cadenas y candados…., ahí sí que dije: “Dios mío,
solo estamos en tus manos”. Solo le rogaba a Dios para que
me comunicara con ellos sin demostrarles el miedo que me
estaba invadiendo en ese momento y así fue.
Nos bajamos de la camioneta y llegamos a donde el “Patrón”,
el cual estaba rodeado de aproximadamente 16 hombres y
empezaron a hacernos una serie de preguntas referentes a
nuestras actividades. En medio de eso, empecé a hacer chistes,
dialogando con ellos con mucha seguridad y el tipo al
escucharnos, decía: “ustedes son como bacancitas” y lo
repetía… Luego se quedó pensando y posteriormente
comentó: “¿Saben? No veo problema a que sigan con sus
actividades, pero eso si tengan mucho cuidado al andar por
acá!”, es decir, que nos dieron una gran oportunidad!! Dios
mío! el sentimiento que se generó en esos instantes es
indescriptible. Ahí mismo, nos fuimos para la casa, pero fue
una angustia enorme la que sentimos.
Por otra parte, volvamos a la historia del baquiano diferente a
todos. Desafortunadamente quedó enamorado de la persona
que está escribiendo esta historia y por lo tanto inició su
respectiva búsqueda, seguimiento mediante llamadas,
4
mensajes y otras más. Fue un tema de mucho cuidado y
cautela.
En estos momentos es que nos damos cuenta que la guerra
nos puede tocar la puerta cuando quiera y cuando pueda. Es
increíble la realidad que uno vive fuera de la capital, en la cual
todas las situaciones de nuestro país son expuestas en un
segundo plano y por tanto, somos totalmente indiferentes a
aquellas situaciones.
En este caso, la guerra intentó tocarme, pero gracias a la
oportunidad que nos dio Diosito podemos decir que es muy
diferente la realidad rural a la urbana, tanto en sus actores,
como actividades y negocios que se manejan. Nosotros nos
cerramos a la realizad de nuestro país y solo nos importa
resolver nuestros problemas particulares y así mismo nuestros
propios intereses.
Es muy fácil juzgar a los demás, cuando decimos: “mínimo esa
persona está viviendo la situación actual porque se lo ha
buscando” o algo parecido. Pero en el momento de haber
vivido esta historia pensaba que esto le puede suceder a
cualquier persona en el mundo sin importar su estatus, su
raza, su intelecto.
En esa experiencia se evidenció que las comunidades
pertenecientes a estas veredas tienen en un concepto diferente
a los grupos al margen de la ley, puesto que comentaban que
estos grupos les han brindado cierta seguridad rural y
generación de empleo, mientras que en la capital tenemos a
estos grupos en otro concepto y solo vemos benéfico al
personal del ejército.
En términos generales, vemos la guerra como un hecho lejano,
que se ve reflejada en el número de víctimas, en la prohibición
de acceso a ciertas áreas y en los precios de los alimentos. La
visualizamos de manera real e irreal, es decir, sentimos la
guerra cuando vemos las víctimas en el noticiero, sus familias,
sus comunidades, pero realmente somos ajenos a tal realidad
puesto que no estamos en los zapatos de ellos.
En muchas ocasiones creemos que el Estado es el responsable
de solucionar tal problemática, pero no identificamos cuál es
nuestro papel en ella, por lo cual lo mínimo que puede hacer
cada ser humano, es realizar una introspección de sí mismo,
para identificar sus respectivos conflictos internos, dado que
estos son la semilla generadora de sentimientos,
pensamientos y acciones violentas. En nosotros esta prevenir
estos resentimientos y también podemos ser los generadores
de libertad y paz.
2. EL DIA QUE FUI A RIOMANSO
Toda mi vida ha transcurrido en Ibagué, la he visto crecer y
ella también a mí. Y aunque tengo acumuladas un buen
número de millas de viajero preferencial por los territorios de
5
mi departamento y de mi país, siempre mi centro de
operaciones ha sido la ciudad musical. En mis cientos de
recorridos he escuchado historias y relatos de la violencia y la
guerra que ha padecido esta tierra. Relatos a nivel de anécdota
que intentan olvidar las situaciones vividas, realidades que
parecen esconderse por vergüenza o tal vez por temor,
experiencias, propias o ajenas, que han terminado moldeando
mi vida y comportamiento. Uno de esos recorridos fue a
Riomanso.
La experiencia me ha enseñado que en el Tolima, los centros
rurales poblados o inspecciones de policía, como Riomanso,
han estado desaparecidos del imaginario colectivo de las
políticas públicas y de las estrategias de los gobiernos,
inclusive de los gobiernos locales, prevaleciendo el apoyo de
las inversiones en los cascos urbanos municipales. El
desconocimiento de las realidades rurales de dichos territorios
ha alejado la presencia del Estado Colombiano y por ende la
solución de los problemas y de los conflictos que allí se viven.
Podría decirse que existe un círculo vicioso en donde la falta
de presencia Estatal no ha apoyado la solución de los
conflictos y éstos a su vez han alejado al Estado. Dicha
ausencia ha permitido la presencia de grupos al margen de la
ley, quienes debido a su accionar no han permitido avanzar
en la disminución de la pobreza, el aumento de la
productividad agropecuaria y la disminución de las
necesidades básicas insatisfechas.
Conscientes de esta realidad se diseñó desde la Secretaría de
Desarrollo Agropecuario del Tolima, un plan piloto
denominado “Recuperación Social del Territorio”, que suma los
esfuerzos de las diferentes secretarías departamentales y la
participación activa de la comunidad con el propósito de que
dichas poblaciones sean sujeto de derechos. Se escogió -para
desarrollar el piloto- a un pueblito perdido en la cordillera
central, el cual suma a trece veredas en lo que se conoce como
Corregimiento de Riomanso.
Noé, presidente de la junta de acción comunal al inicio de la
ejecución del piloto tenía la siguiente visión: “siempre nos ha
preocupado la falta de presencia del gobierno, acá solo vienen
por los votos, de resto pare de contar, si son alcaldes no
vuelven, lo mismo los gobernadores y ni se diga los
congresistas”. Los sentimientos nadan entre la incredulidad en
el Estado y la sumisión obligada a los grupos ilegales.
1 Inmediatamente el presentador de noticias radiales recordó
que éste fin de semana se cumplía un año del bombardeo por
parte de la fuerza aérea colombiana al campamento del
comandante guerrillero “Raúl Reyes” se vino a mi mente el
recuerdo de cómo me entere de la noticia y de la confusión
que todos teníamos al ver el reporte extra del noticiero de
Caracol.
6
Ese día, sábado primero de marzo de 2008, me encontraba en
la sala de espera del despacho del alcalde del Municipio de
Fresno a la espera de poder saludarlo antes de que llegara el
Gobernador y se iniciara el consejo comunal de gobierno
programado a las 9:00 a.m. La noticia llamó la atención de
todos los allí presentes y de inmediato Luis Fernando corrió a
subirle el volumen al televisor. La atención fue total, al fin y al
cabo ese municipio cafetero durante muchos años había
padecido la presencia de grupos al margen de la ley. Ellos
tenían familiares y conocidos que habían sufrido el drama del
secuestro y la extorsión. Parecía increíble que el reportero
estuviera informando que había sido dado de baja el segundo
hombre del secretariado de las FARC.
En medio de mis recuerdos le subí el volumen al radio de mi
carro para concentrarme en lo que el presentador comentaba y
a medida que manejaba rumbo al aeropuerto de la ciudad a
tomar el helicóptero que me llevaría, junto con otros
compañeros de trabajo, a Riomanso, pensaba cómo esa
operación había cambiado el rumbo del conflicto armado en
Colombia. “Esta visita no habría podido hacerse hace un año,
ni mucho menos todas las actividades que durante cuatro
meses han realizado algunos de mis compañeros de trabajo en
ese corregimiento”, pensé.
La cita era a las ocho de la mañana, faltaban diez minutos para
esa hora, cuando tome la vía que del parque deportivo lleva al
aeropuerto. Manejaba con precaución debido a que por la
carretera transitaban, como es tradicional, varios ciclistas que
aprovechaban la asoleada mañana para hacer ejercicio, de
repente sonó mi teléfono celular, era Rodrigo; “te demoras”
preguntó, ¿por qué, ocurrió algo? conteste, “lo que ocurre es
que Martha me está diciendo que el helicóptero arpía ya está
en la zona y parece que tenemos que irnos ya”, comentó. ¡En
dos minutos estoy allá! Le afirmé. Aceleré y lo que hasta ahora
había sido un paseo se convirtió en una carrera contra el reloj.
En menos de un minuto llegué y en el corredor de espera vi a
mis compañeros.
Después de estacionar mi carro en el parqueadero, ingresé a la
zona de abordaje, el helicóptero ya estaba listo pero no todos
habían llegado, lógico porque aun no eran las ocho. Al minuto
llegó el último de los pasajeros citados y el afán de Rodrigo y
Martha se convirtió en ansiedad.
2 A medida que el helicóptero se alejaba del aeropuerto Perales
y se encumbraba sobre el batolito de Ibagué, el paisaje
empezaba a cambiar. De las grandes arroceras de la meseta de
Ibagué, primer productor de arroz Riego en Colombia, en
menos de dos minutos pasábamos a pequeñas fincas de
recreo y turismo ubicadas en la zona del Totumo y casi de
inmediato a pequeñas fincas, en las cuales no se diferenciaban
con claridad el predominio de los sistemas productivos. Al
ascender un poco más, casi que por arte de magia el paisaje
cambió y las fincas cafeteras establecidas en las montañas
7
rovirenses mostraban con orgullo viviendas rurales dispersas.
El sistema productivo era evidente como también lo era la gran
riqueza hídrica de la región. La zona se caracterizaba por una
gran biodiversidad y belleza natural. Al occidente se divisaba
majestuoso, imponente, el nevado del Tolima y al otro lado,
escoltándonos, volaba el helicóptero arpía. La verdad hace
algún tiempo no pasaba por mi mente que yo estuviera en
medio de un operativo como este.
Pasados 10 minutos, abajo ya se veía un pueblito. Sobresalía
en el paisaje un pequeño y único parque, y al lado de este,
carpas blancas instaladas en el único polideportivo de
Riomanso. La gente miraba con inquietud el helicóptero
preguntándose si en el vendría el Gobernador. Al fin y al cabo
era la primera vez, desde que se tiene memoria, que un
gobernante departamental visitaba a este corregimiento.
Después de descender del cerro en donde aterrizó la aeronave,
acompañado de los presidentes de juntas de las trece veredas
del corregimiento, nos recibían pequeños niños y niñas de la
escuelita del pueblo, algunos sonrientes, otros como
regañados y algunos despistados. Y aunque saludé a un buen
numero de ellos, no me atreví a preguntarles si estaban allí
obligados, tal vez por temor a que la respuesta fuera que sí.
A medida que caminábamos, tal vez un kilometro, Martha, la
Secretaria de Gobierno, le comunicaba a Pilar que por
instrucciones del comandante del ejército, el sitio del evento
había que cambiarlo “por seguridad”, del parque principal a la
escuela. Pilar, la funcionaria de la secretaría de desarrollo
agropecuario que se había apersonado del trabajo en
Riomanso, atendió la indicación sin objetarla, aunque muy
seguramente por su mente habrá pasado el desconsuelo de
ver el esfuerzo de toda una mañana de trabajo logístico
perdido.
3 Luis Fernando había llegado desde el día anterior a Riomanso.
Se había hospedado en el único hotel del pueblito y después
de saludarnos me puso al día sobre los últimos
acontecimientos. “Todo va muy bien, aunque por ahí hay
algunos milicianos”, me comentó, “están por el lado del
billar… bueno eso es lo que algunos dicen, a mi no me consta”
agregó. “Lo que pasa es que desafortunadamente la gente
prejuzga mucho, cuando uno está acostumbrado a la gente de
Multicentro” le conteste, “mejor démonos una vuelta que
quiero conocer”.
A unos metros estaba la iglesia del pueblo. Pilar me había
contado que el Padre era hincha número uno del programa de
Recuperación Social del Territorio no solo por la acciones que
se habían adelantado y el cambio que se había logrado en la
comunidad sino porque desde que estábamos yendo los
domingos, la gente iba más a misa y las limosnas eran
mayores. Entramos a rezar un momento, la verdad es que
siempre lo hago cuando voy a un pueblo, la iglesia era muy
pequeña, modesta, sencilla, nada ostentosa. Saliendo, llegó el
8
cura párroco e iniciamos una amena charla. “El plan fachada no
solo vuelve bonito al pueblos sino que crea lazos de amistad y
fraternidad” nos comentó.
Después de despedirnos del Padre, caminamos hacia el billar,
estaba diagonal a la Iglesia, en la otra esquina. El señor de la
tienda de al lado nos preguntó si se nos ofrecía algo. Casi
todos pedimos Coca Cola. “la mía al clima” le dije, pensando
en no torear la gripa que me acompañaba desde hace semanas
debido al permanente cambio de clima y de regiones por
nosotros visitadas. Hablamos con algunas de las personas que
se encontraban en ese sitio y claro que internamente me
preguntaba sobre si seria cierto o no que esas personas
podrían ser actores del conflicto de la región. A los minutos ya
se oía a lo lejos el sonar del helicóptero. En ese llegaba el
Gobernador y los comandantes de la policía y el ejército.
Apenas aterrizó nos dirigimos a la escuela mientras desde el
altavoz el presidente de la junta llamaba a las personas para
que se dirigieran al sitio de la reunión.
4 Al entrar el Gobernador Barreto a la Institución educativa
Riomanso, ya acondicionada para el evento, y después de éste
saludar a quienes se encontraba de camino a la mesa
principal, se dio inicio al acto. Primero los Himnos, el de
Colombia y el Bunde del Tolima, seguidamente, el saludo del
sacerdote y del Alcalde, luego la intervención de los
comandantes de la policía y el ejército. Al momento del saludo
del Gobernador el patio de la escuela estaba totalmente lleno y
a continuación de su intervención, éste procedió a darle la
palabra a la comunidad, primero los jóvenes y después los
presidentes de la juntas de acción comunal. Mientras tanto,
con satisfacción escuchaba los reconocimientos que le hacían
a Pilar y a su trabajo, y de paso pensaba cómo mejorar el
programa de recuperación social del territorio. La decisión,
replicar este programa en diez centros poblados rurales en el
2009. El próximo a intervenir, Las Delicias en Lérida, al norte
del Tolima y en su época epicentro del accionar del
paramilitarismo.
Hacia las tres de la tarde, el capitán Salgar, oficial de enlace
del gobernador, me informaba que era hora de que el primer
grupo partiera a tomar el helicóptero que nos llevaría de
regreso a Ibagué.
5 Veinte minutos más tarde, mientras manejaba de regreso a mi
casa, en medio del bullicio y los trancones de la ciudad (ya
extrañaba la paz y sonidos del campo), me preguntaba qué
tanto me ha tocado esta experiencia y otras similares en el
marco del conflicto armado que vive el departamento.
Mi primer recuerdo de la televisión es del Presidente Julio
Cesar Turbay hablando del ejército y la guerrilla, el detalle no
es tan claro, pero lo que sí, es que a uno de niño eso lo puede
marcar, aunque eso no se compara para nada con lo que debe
ser el recuerdo de miles de jóvenes que han vivido su niñez en
9
medio del conflicto, y que inclusive han sido actores de éste,
niños y jóvenes como los de Riomanso.
Esa noche me encontré con mi familia para comer fuera de la
casa. Fuimos a un Centro comercial de la ciudad. El contraste
fue brutal, por primera vez sentí la diferencia, no solo por la
cultura sino porque era evidente que allí nadie tenía ni la
remota idea de lo que pasaba en pueblitos como el que yo
acababa de visitar, pensaba en lo diferente de nuestra
sociedad, de cómo existen poblaciones que realmente
necesitan una mayor atención del Estado y de solidaridad del
resto de la sociedad. Miraba a mis hijas y me acordaba de los
rostros de los niños que nos esperaban justo cuando
aterrizamos. No son tan diferentes, parecieran expresar los
mismos sueños.
6 La mañana siguiente esperamos hasta la una de la tarde para
poder volar a Santa Isabel, lugar de la jornada de ese domingo.
El clima no ayudó y como dicen en mi tierra, nos quedamos
con la maleta lista. En otra ocasión iremos.
3. EL PACÍFICO… LUGAR HERMOSO E
IMPREDECIBLE.
En nuestro país desafortunadamente a todos nos toca vivir
las consecuencias de la guerra. Directa o indirectamente
nuestras vivencias están condicionadas por los diferentes
hechos que ocurren a nuestro alrededor. Miles de familias se
ven obligadas a desplazarse y dejar no solo cosas materiales,
si no también vivencias, tradiciones, costumbres y seres
queridos, algunos de los cuales no tuvieron tiempo de
despedirse, otros que desaparecieron y otros que les fueron
asesinados.
En las zonas rurales o campos como los llaman sus
moradores, sus habitantes no tienen libertad para trabajar,
educar a sus hijos, para vivir. La presencia de grupos armados
los involucra en una guerra absurda.
El Sur Occidente Colombiano, especialmente la Costa Pacífica
de Nariño, aproximadamente en el año 2001 se convirtió en
un punto estratégico para los diferentes grupos armados. La
presencia militar era prácticamente nula, el territorio era
dominado y disputado por la guerrilla y los paramilitares. El
puerto de Tumaco, “remanso de paz” y zona turística fue
invadido por la intranquilidad y la zozobra de la violencia,
causada por la bonanza de la coca, reflejada por la lucha de
territorio, el florecimiento de las guerrillas y grupos
paramilitares, los desplazamientos forzados e incremento de
muertes violentas.
El conflicto armado que se libra por el control de los territorios
del Pacifico Sur Colombiano ha venido ganando en intensidad.
No es una guerra abierta entre dos ejércitos que se enfrentan
convencionalmente. Es una guerra que en ocasiones es
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silenciosa -hay hostigamientos, voladuras de torres o
combates esporádicos- y en otras ocasiones hay ejecuciones
estratégicas y otras veces pueden haber combates abiertos
que producen grandes desplazamientos y crisis humanitarias.
La única vía terrestre de acceso al Puerto de Tumaco, zona
agrícola e industrial es la que conduce desde Pasto, capital del
departamento de Nariño, pasando por ciudades como
Túquerres1 donde se cultiva papa y se explota ganadería para
la comercialización de leche y transformación de productos
derivados de la misma.
En ese entonces, para salir a la capital del departamento,
tocaba pasar por inesperados retenes de la guerrilla y de
paramilitares. Las zonas de influencia eran repartidas de
acuerdo a su ubicación estratégica. La guerrilla dominaba
desde el kilómetro 40 hasta el Kilómetro 96 en la vía Tumaco-
Pasto y los Paramilitares en el área de influencia del Puerto de
Tumaco y desde donde comienza la sierra (Junín)2 hasta las
goteras del municipio de Ricaurte.
Nunca había tenido contacto con los grupos armados al
margen de la Ley. Lo único que conocía era lo que pasaban por
la televisión, la radio y los periódicos. Trabajo en la región
1 Túquerres: Cabecera municipal, ubicada a hora y media de la ciudad de San
Juan de Pasto, capital del departamento de Nariño.
2 Junín: Vereda correspondiente al Municipio de Barbacoas Nariño, ubicado a
dos horas del Puerto de Tumaco.
desde hace 10 años y por relatos que son el tema común entre
los trabajadores y pobladores de la zona, como también las
noticias locales, he conocido toda clase de desplazamientos,
venganzas y muertes. Las extorsiones a las empresas y
secuestros a personas con dinero e influencia eran tema de
cada día. Las amenazas a personal de las empresas hizo que la
deserción al trabajo aumentara. Hubo un momento en que se
llegó a pensar que la no presencia de la fuerza pública por la
zona era por arreglos con los insurgentes.
Algunos comentaban que en varias de sus salidas hacia la
ciudad de Pasto, les tocó ver en los diferentes retenes sobre la
vía, como paraban a los buses de trasporte público, bajaban a
los pasajeros con lista en mano y se los llevaban selva adentro
y en algunas ocasiones a manera de presión realizaban
bloqueos e incineraban carros de personas que lo único que
hacían era ganarse la vida trasportando gente de una ciudad a
otra o llevando alimentos y mercancías como medio de
subsistencia.
El control del territorio se empezó a evidenciar más por la
bonanza cocalera y las rutas que sobre el Pacifico se mueven,
en complicidad o no de la fuerza pública. Los desplazamientos
y muertes por ajustes de cuentas, por venganzas o cobros,
hizo que Tumaco se convirtiera en el territorio más violento
sobre el Pacífico. Comienzan las desapariciones y torturas con
desmembramiento de los cuerpos para enterrarlos en
diferentes partes y así no ser encontrados con facilidad.
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En predios de varias empresas se encontraban personas
muertas y enterradas en bolsas negras con signos de tortura.
A finales del 2001 se presentó una masacre de una familia de
8 miembros en la localidad de Llorente3 que fueron
encontrados mutilados y dispersos. Los moradores
temerosamente atribuían el hecho a las AUC. Las autoridades
no han esclarecido los hechos hasta el momento.
¿Cómo nos toca la guerra? El relatado anterior hace pensar que
la guerra nos toca a todos, directamente a los que están
dentro del conflicto e indirectamente a los que no tenemos
nada que ver. Desde su contexto dinámico, se vive entre varios
escenarios. Escenarios que con el tiempo han cambiado de
locación pero que al final han sido los mismos, más fríos y
más violentos.
4. QUÉ ES LO QUE PASA CAMALEÓN?
El iba caminando por esos sitios donde nadie va, donde nadie
trabaja. En las selvas, donde los civiles no van, donde
atemorizan los uniformes camuflados, las botas, allá el
investigador, como lo hace tantas veces y todos los de su
género, allá, él va.
3 Llorente: Corregimiento del Puerto de Tumaco, ubicado a 40 minutos sobre
la vía entre Tumaco-Pasto.
Caminaba y pensaba en tantas veces que le dijeron, que tal
que esta vez si se le aparezcan estos o aquellos?, y él
contestaba, pero si estamos trabajando por una causa noble.
Tantas otras veces su familia y amigos le advirtieron “después
no diga que no se lo advertimos” y el investigador respondía,
“pero si así es mi vida, eso es lo que sé hacer, eso es lo que
hago, qué otra cosa podría hacer?” Esa es mi vida.
Y sí! Andando por ahí, suaz!, que lo cogieron, anda que lo
interrogaron, qué es lo que pasa camaleón?, qué es lo que
pasa camaleón?, lárguese, váyase, y él pensaba, será que
todavía puedo optar. A quién le caigo bien?, a quién no?, quién
quiere cobrar por mi?, o acaso: alguien quiere hacerme
pedacitos? Y suaz! que lo agarraron. Ten cuidado con el
camaleón!
Su hijo no aparecía y su madre imploró: oh! No! a mi ángel no!
Lo lloraron su esposa, sus hijos, pero por qué a papá? y suaz!
que agarraron a otro y de nuevo, otra madre decía, a mi hijo
no!, otra esposa, a mi esposo no!, a papá no!!, por qué no?,
dirían los camaleones, uno tiene precio, el otro no vale nada y
por qué sí o no?, para quién tiene precio? para quién no vale
nada?
A uno lo cogieron los del cobro, al otro lo cogieron los que
alguien les cae mal por cualquier cosita, porque trabaja con las
comunidades, alguna cosita así…
12
Y se desapareció… Dirían ellos: ese no valía nada!
Al otro se lo llevaron, estuvo mucho tiempo en la selva y luego
lo regresaron. Cuando llegó, intentó interceder por otros y lo
inculparon las autoridades, le pusieron alias, lo enviaron a la
cárcel y continúo aún peor su desgracia.
El investigador y nosotros que lo conocemos, pensamos que él
es lo que es, lo que fue para los demás, un hombre altruista,
que hasta honores recibió. Sin embargo, a los ojos de los
otros, pudo llegar a ser lo que se le ocurrió a los demás y así
lo hicieron ver públicamente, para que el mundo entero lo
repudiara y hablaran mal de esa gente de la universidad y
hasta donde conocemos, no hemos sabido del primer
investigador mutante.
Esta ha sido una verdadera injusticia a manos de la justicia.
5. REPASES INCONCLUSOS.
“Antes el puerto estaba lleno de norteños e italianas que traían
regalos y “montaban” a sus familiares, y no había tanta inseguridad
en las calles, todo paquete puede ser una bomba, hasta zonas
vedadas hay para el personaje del común y corriente…Que tristeza,
se nos daño el pueblo”
“Y el señor le dijo a mi papá…. Siéntese allí. Y le dispararon y lo
mataron”.
La zona rural es peligrosa y hay muchos problemas. ¿A usted no le da
miedo?
“Hasta la fecha ningún miembro de la comunidad me ha dicho que
hay riesgo y que no debo de ir a la zona a hacer mi trabajo”
Era un municipio por demás como todos los del país del
sagrado corazón de Jesús, pero con una gran potencialidad
por su ubicación geográfica. Es eminentemente rural, su casco
urbano solamente lo constituye el 5% del área total del
territorio, el restante 95% se extiende a través de una compleja
trama de ecosistemas que van desde estuarios, esteros,
manglares, bosques de galería, bosques húmedos…Se halla
ubicado en el Valle del Cauca, cubre toda la margen costera de
este importante departamento, su nombre es Buenaventura.
La población es un 90% de etnia negra, un 2% pueblos
indígena, y un 8% son colonos o mestizos. Todas cohabitan en
armonía, en unos territorios donde, de acuerdo a la nueva
constitución, se adelantan interesantes procesos organizativos
con las comunidades negras al reafirmar la legalidad ancestral
de la tenencia de la tierra para los cabidos indígenas.
El municipio goza de condiciones bastante disímiles entre las
personas, las cuales interactúan en diferentes ocupaciones
productivas, extractivas y de servicios. Por su condición de
puerto (de importancia nacional y mundial) es
permanentemente visitada por personajes de diferentes partes
del mundo. Algunos, dada la alegría y hospitalidad del nativo
13
de la costa pacífica, optaron en muchos casos por echar ancla
y establecerse en la municipalidad.
Las diferentes actividades propicias para las zonas marinas y
costeras hacen que intervengan diferentes actores e intereses.
No obstante, los años 80 y 90 estuvieron marcados por
fenómenos sociales como la proliferación de “norteños e
italianas” los cuales eran habitantes, como Juan Pablo y
Chanita los hijos de tía Juana, vecinos y amigos del barrio,
que se “arriesgaron” a buscar lo “suyo” y mediante diferentes
formas de movilización -de polizontes- o en forma legal,
lograron integrarse a la sociedad norteamericana y al país
europeo, convirtiéndose en un referente social de importancia
por los giros y remesas que enviaban con regularidad.
Constituyéndose en el soporte económico de sus familias.
El alboroto era cada diciembre o mediado del año en que éstos
aparecían y se formaba la rumba y el despilfarro por el
corrinche del recibimiento, aunque todos en el barrio
sabíamos que las actividades que estos muchachos hacían por
fuera del país, no eran del todo aceptables por el resto de los
habitantes del barrio.
En esta misma época, la actividad del narcotráfico era bastante
soterrado y en el “monte” los movimientos de extrema
izquierda (insurgencia guerrillera) si bien hacían presencia en
la zona rural principalmente, la comunidad cohabitaba con
indiferencia, silencio o con el temor que hacía una curiosa
“coexistencia o estancia cuasi-pacifica”.
En mi barrio las agresiones físicas que originaban lecciones o
la muerte en algunos casos, se presentaban por disputas o
diferencias entre los mismos vecinos y sus intereses propios.
Pero en la mayoría de los casos se lograba solucionar a partir
del diálogo entre los adultos. No obstante, en el resto de la
ciudad crecía la tendencia a dar solución a los problemas por
cuenta propia, al margen de la ley.
A finales de la década del 90, hubo un incremento en las
actividades del narcotráfico y se evidenció una especie de
unión entre los actores armados ilegales y comercializadores
de estupefacientes. Estos grupos mediante cooperación mutua
se fortalecieron, facilitando sus actividades y accionar.
Económicamente ambos se beneficiaban y extendieron su
poder y control sobre las zonas estratégicas para la actividad
ilegal. Esta situación de unión entre narcos y guerrilleros hizo
que se agudizara la inseguridad en las comunidades urbanas y
rurales del municipio.
A partir del 2000, se empezó a evidenciar la presencia y el
avance de otro actor que hasta esa fecha, los bonaverenses lo
referenciaban a través de las noticias e informaciones que
llegaban de sus acciones en las zonas de la costa atlántica y
Córdoba y la lucha por el control del territorio con la guerrilla.
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Me refiero a la entrada en acción de las autodefensas unidas
de Colombia –AUC- a través de un bloque llamado “Calima”.
Esta presencia se fue percibiendo a través de jornadas de
terror y ajusticiamiento de personas que se presumieran
“tuvieran vínculos con la guerrilla, carteles de gasolina, o con
algún antecedente judicial”. En cuestión de meses la ola de
acciones de intimidación, como las desapariciones y masacres,
se incrementaron considerablemente. Más adelante vinieron
los atentados con bombas y otros artefactos explosivos que
nos sumieron a mí y mis familiares, vecinos y al resto de la
municipalidad en una psicosis permanente y una afectación
psíquica que propició el éxodo y la movilidad interna y
externa. Es decir, hubo desplazamiento de familias entre
barrios y entre ciudades muchos de mis vecinos se trasladaron
a ciudades intermedias o centrales.
La incursión de estos actores armados –AUC- tuvo su punto
más referenciado a partir de acciones que se presentaron en
forma frecuente y recurrente en las comunidades de Zaragoza
y Triana, en la carretera Cabal Pombo así como en las que
conforman el corregimiento N°8 en la carretera Simón Bolívar.
Esto originó que muchas familias campesinas se desplazaran
al casco urbano del municipio. Se calcula que para esa época,
el 45% de la población de estas comunidades cambió de
residencia y solo unos pocos grupos de mujeres y líderes de
procesos se quedaron haciendo la resistencia para apoyar a
la comunidad en medio del temor.
Las instituciones municipales y nacionales así como las
agencias de apoyo internacional, dejaron de llegar a estas
zonas ocasionando sentimientos de desesperanza en estos
grupos de personas resistentes. Se destaca en este punto una
estrategia diseñada por algunas personas y que permitió
mantener el vínculo con el territorio y su medio. La estrategia
fue simple y básica pero de gran significancia por el resultado:
el campesino estaba en la zona durante el día, dándole vuelta
a sus pertenencias, fincas o sistemas productivos y una vez
iniciada la tarde retornaba al casco urbano, es decir no
pernoctaba.
En este quehacer y desde la época de los años 90 me he
venido desempeñando como agente de extensión rural. He
laborado en diferentes comunidades del área rural del
municipio, por esta razón mis desplazamientos son frecuentes
a la zona, lo que se constituía en un profundo riesgo de
prejuzgamiento de ser “mensajero” de información. En muchos
casos fui investigado, revisado, cuestionado y evaluado por los
actores que convergían en los diferentes sitios que debía
visitar con alguna regularidad.
Mi estrategia para esa época, para enfrentar el temor, reducir
los riesgos y poder continuar con los trabajos propios que
debía realizar, fue mostrar independencia con respecto a las
doctrinas y pronunciamiento que cada actor planteaba como
justificación a sus acciones.
15
Pero la que considero de mayor importancia y quiero resaltar
en este relato es la estrategia de articular mis desplazamientos
a la zona de trabajo con la dinámica organizativa de las
comunidades. De esta forma las visitas, los recorridos y /o
actividades de campo, se concertaron en forma previa, a través
de la información precisa, oportuna y coordinada con los
lideres y miembros de las comunidades. Para el caso de los
procesos de las comunidades negras, debidamente
organizadas, que tímidamente empezaban a desarrollarse en
estas localidades, toda visita o actividad que había de
desarrollarse era informaba con anterioridad y se consultaba
con la junta de los consejos comunitarios de tal forma que
éstos acompañaban en forma permanente el desarrollo de la
actividad, se buscaba siempre proteger solidariamente la
integridad personal.
Cabe señalar la inmensa responsabilidad y riesgo asumido por
líderes y miembros de las comunidades pero sobre todo, el
pleno convencimiento de defender la institucionalidad, una vez
se generaba el espacio de confianza y se hubiese establecido
el reconocimiento sinérgico entre las partes hacia un propósito
común.
Se desprende así la posibilidad de recomendar y sugerir a
todos los interesados en incursionar, interactuar o interlocutar
en el trabajo con las comunidades urbanas y rurales, en el
municipio de Buenaventura, que la mejor forma de hacer la
inmersión en la vida socioeconómica de la comunidad y
superar estados de riesgo por violencia interna, es a través de
los procesos o formas de gobiernos que se presentan en el
territorio, motivo de estudio o intervención. Es decir, el primer
paso para abordar cualquier trabajo con una comunidad que
tiene características de identidad y visión de territorialidad, es
partir de reconocer y comprender las formas como está
organizada la comunidad y/o su situación político-
administrativa en el territorio.
En el caso de las comunidades negras con el representante
legal, el coordinador general o algún otro miembro de la junta
del consejo comunitario. Y en el caso de los cabildos
indígenas, a través del gobernador o junta de gobierno. En el
sector urbano, con el miembro de la JAL, o el presidente de la
Junta de Acción Comunal.
Con esto se puede abordar el segundo paso que es la
conversación y el planteamiento del objeto de la visita, con
representantes de la comunidad para que a su vez transmitan
al resto de la colectividad.
Siguiendo esos simples pasos de protocolo de intervención y
reconocimiento a las formas de organizarse de las
comunidades, seguramente nos evitaremos muchos
problemas, optimizaremos tiempo y recursos y podremos
interactuar en forma adecuada aún en los espacios donde las
situaciones de inseguridad o inestabilidad -por factores
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generadores de violencia en sus manifestaciones más
críticas- ha hecho difícil la intervención institucional.
Los fenómenos de violencia hoy nos involucran, ya sea por
acción o por omisión. Por esta razón todos los mecanismos
que nos permitan la interrelación con los procesos
organizativos debemos aterrizarlos a los contextos reales de
cada situación. Se requiere un reentrenamiento o una
flexibilidad en la interpretación de nuestro papel o rol en la
sociedad o comunidad que frecuentemos por trabajo,
diversión o simplemente por causalidad. Cualquier
manifestación de fuerza, que impida o desdibuje la cordial
concertación de las versiones o el equilibrio de los intereses es
una manifestación de vulnerabilidad y propensión a la
violencia. Por esto nos toca, nos involucra y debemos tener
alternativas o desarrollar acciones, para enfrentar una realidad
innegable en nuestro accionar como seres humanos, que
tenemos diariamente una profunda necesidad de interacción
con otros grupos y nos expone todos los días al debate y la
comparación de ideales divergentes, en donde el diálogo y la
concertación deben primar, todo esto porque en últimas, lo
más importante es la preservación y conservación de la vida y
de la especie humana, aún en medio de todas las dificultades
habidas y por haber.
6. ES MUCHO LO QUE SE PIENSA EN UN MOMENTO TAN
CORTO.
Ya es tarde, son más de las 5:00 p.m. y creo que es la hora
de regresar, pues no es bueno dejar coger la noche para viajar
por estas carreteras. Aún a pesar de la aparente calma que se
siente, no es conveniente que se oscurezca y nosotros todavía
andando en estas carreteras solas y destapadas.
Cuando ya nos alistábamos para salir y con la alegría del deber
cumplido, sucedió algo que nunca nos hubiéramos imaginado
y para lo cual no sabes en el momento qué hacer, qué pensar.
De todas maneras no puedes decidir… ellos deciden por ti.
Justo en ese momento, llegan unos hombres con un herido y
te dicen que debes llevarlo al hospital de la cabecera
municipal. Éste es acomodado en la parte trasera de la
camioneta en la que nos transportábamos. En medio de toda
esa confusión y ya sobre las 5:30 p.m. lo único que hicimos
fue darnos la bendición y rezar por todo el camino para que no
sucediera nada en ese difícil trayecto.
Una vez en la carretera mi compañero de trabajo aceleró lo
que más se puede y sobre todo en ese tipo de carretera, con el
fin de llegar lo antes posible. En la parte de atrás de la
camioneta, el herido manifestaba que no lo dejáramos morir,
17
que él sabía quién lo había herido, que él nos decía su nombre
para que le informáramos a su familia.
Cuando ya llevábamos más de 15 minutos de trayecto, en
medio de la carretera, divisamos dos motociclistas. Ante esta
terrible situación de no saber a qué tipo de personaje traes,
quién es? qué hace? en qué trabajara? quién lo quiso matar?
por qué? qué hizo para que lo hirieran de esa manera? son
tantos los interrogantes que se tejen en ese instante que lo
único que se te ocurre es pedirle a Dios que te proteja y que si
te pasa algo que por favor cuide de los tuyos.
Una vez vemos este panorama y fuera de pensar en un
desenlace fatal, mi compañero dice, lo cierto es que si toca
echarles el carro yo lo hago. Lo que sea, yo no le paro a nadie.
Yo lo único que dije fue “haga lo que usted crea que deba
hacer y que sea lo que Dios quiera”.
Por fortuna para nosotros esas personas solamente estaban
esperando el paso de la camioneta para cuidar que el herido
llegara a salvo al hospital, uno de ellos estaba con la camisa
manchada de sangre y estaba armado.
En ese preciso momento el temor volvió y fue como más difícil,
debido a que ya nos imaginamos que el herido debía ser una
persona importante, pues para enviar gente para su seguridad
y correr cualquier tipo de riesgo y de paso ponernos en riesgo
a nosotros. Solamente de imaginar qué podría suceder en caso
de que aparecieran los que hirieron al sujeto y que estuvieran
abordando más adelante para rematarlo. La verdad es que
esos minutos que pasaron fueron los más eternos, sin saber
quiénes estaban detrás de todos estos sucesos y cual sería
nuestra suerte si algo de lo que nos imaginábamos llegara a
ocurrir.
No sé cuantos minutos transcurrieron, desde la carretera
veredal hasta a la carretera principal. El recorrido normal dura
cincuenta minutos aproximadamente, pero gastamos
alrededor de 35 o 40 minutos. Para nosotros fue una
eternidad, cuando llegamos a la carretera principal, los sujetos
que venían en las motocicletas, se devolvieron sin decir nada
ni preguntarnos nada.
Cuando nos dimos cuenta que las motocicletas no estaban, el
compañero de la camioneta aceleró y llegamos en menos de
cinco minutos al parqueadero del hospital. Allí estaba la
policía como si ya ellos estuvieran avisados. Empezaron a
hacer preguntas, nosotros solamente le dijimos de donde
habíamos traído al herido, pero no comentamos nada con
respecto a los sujetos de las motocicletas. La verdad la
mayoría de veces uno no puede decir todo lo que se ve porque
regularmente en el ejercicio de su profesión o de su labor
debes desplazarte por muchas veredas y si se comenta algo
ellos lo van a saber y tu vida puede estar corriendo peligro.
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Una vez entregado el herido nos dispusimos a limpiar la
camioneta, pues la verdad estaba muy untada de sangre y
como en la vía que comunica a Florencia con el municipio de
Belén, hay dos retenes de policía y uno militar, era mejor no
dejar ningún rastro para evitar interrogatorios.
La verdad mientras nos desplazábamos hacia nuestra capital,
no atinábamos sino hacer comentarios: qué si hubiese pasado
esto, o aquello, que si nos había sucedido algo así alguna vez
etc. Yo comenté que la verdad uno vive una y otra cosa pero
nunca como esta situación tan difícil, pero mi compañero de
trabajo dijo que en medio de todo lo que ha visitado y lo que
ha visto nunca había sentido tanto temor por la suerte que
pudiéramos correr, ya que hubiese podido suceder que al
finalizar la carretera destapada podían haber estado esperando
a ese señor y se presentara un enfrentamiento, hubiese sido
fatal.
Es mucho lo que se piensa en ese momento tan corto, pero a
veces la imaginación te hace pensar más cosas de lo normal y
comienzas a reaccionar y a razonar qué tan importante es para
ti la vida y lo poco que vales para los demás.
7. AL SALIR DE LA CAJITA DE CRISTAL.
Yo viví los primeros 23 años de mi vida en una cajita de
cristal. Para mí la guerra era algo que tan solo veía en los
noticieros y que leía de vez en cuando en los periódicos.
Durante las vacaciones de los últimos semestres de mi carrera,
viajaba con un grupo de amigos con organizaciones dedicadas
al ecoturismo, con la esperanza de hallar el lugar ideal para
realizar mi trabajo de grado, y fue así como conocí la Serranía
de los Paraguas. En este lugar encontré todo lo que estaba
buscando: un ecosistema estratégico, paisajes impresionantes,
gente extremadamente amable, apoyo por parte de las
instituciones locales y pocas investigaciones, lo cual
garantizaba que con mi trabajo lograría hacer un gran aporte.
Fue en este lugar donde me di cuenta lo poco que conocía la
realidad del país.
Don Pedro fue la primera persona que conocí, desde el primer
momento hizo que me enamorara del lugar, hablaba con tanta
pasión y tenía tantos proyectos: convirtió su finca en una
reserva natural digna de admirar, se preocupaba por controlar
la cacería en la región y era considerado un líder en la zona
pues además de promover la conservación de la Serranía,
siempre se preocupaba por el bienestar de sus vecinos. A
partir de esa primera visita en Diciembre de 2001, volví cada
semana que tenía libre en la universidad, en compañía de
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varios amigos y profesores a conocer la Reserva Natural de
don Pedro y otros lugares de la Serranía. En Junio de 2003, mi
mejor amiga y yo, empezamos nuestro trabajo de grado, con
el apoyo de la organización ambiental local con la cual nos
contactó don Pedro y para ese entonces su familia ya era
nuestra familia adoptiva.
A él lo respetaban mucho en el pueblo y así como había gente
que lo apreciaba mucho por todo lo que hacía, había gente
que por las mismas razones lo quería lejos.
En marzo de 2004 fue asesinado en un municipio cercano en
presencia de su hijo mayor, su familia fue amenazada y nunca
más pudo volver a la reserva. La pérdida de mi familia adoptiva
era tan solo el primer golpe de la guerra que sentía tan cerca.
Después de que él se fue, empezaron a escucharse rumores
acerca de la presencia de la guerrilla en el municipio. Para ese
entonces yo ya había finalizado mi trabajo de grado y me
encontraba apoyando a la organización ambiental local en la
coordinación de un proyecto de conservación. Cierto día
durante un recorrido por la zona en compañía de los
interventores del proyecto aparecieron dos hombres armados,
quienes se presentaron como miembros de “X” frente de las
FARC y solicitaron hablar con alguien de la organización. Se
llevaron a uno de los miembros del grupo para hacerle unas
preguntas acerca del equipo de trabajo, el proyecto y del
trabajo que llevábamos a cabo con los campesinos, ya que
ellos supuestamente estaban ahí para “velar por su bienestar”.
Estuvimos retenidos por casi media hora que para mí fue
eterna, y finalmente solicitaron el teléfono de la organización
para comunicarse con el director ya que necesitaban una
“ayuda”. Nunca llamaron y dos meses después fueron
capturados en el municipio vecino. Durante su estancia en el
municipio secuestraron a un campesino de edad, y
actualmente no se conoce su paradero, su familia también
tuvo que huir del pueblo.
Este fue el primer y único encuentro directo con los grupos
armados. Durante los cuatro años siguientes, viví la guerra a
través de testimonios que igualmente me marcaron para
siempre. La Serranía ha sido históricamente un corredor de la
guerrilla, aunque su presencia no ha sido permanente, las
huellas que han dejado en sus habitantes si lo son.
Durante los talleres en las escuelas de la región, escuchaba las
historias de los niños, la guerra en su cotidianidad, el miedo a
perder su casa, su familia, sus amigos. En las visitas
escuchaba también el temor de los padres a perder lo único
que tenían, ¿qué iban a hacer si se llevaban a sus hijos como
se habían llevado a los hijos de don Pablo, el vecino? ¿Qué iban
a hacer si los obligaban a irse de su tierra? ¿Qué iban a hacer
en una ciudad cuando lo único que sabían hacer era trabajar
en el campo? ¿Dónde quedaban todos los sueños que tenían?
20
Cuando lo escuchaba en los noticieros era diferente, porque
veía todo tan lejano, tan ajeno…Todas las personas que conocí
en la Serranía me hicieron parte de sus vidas y se convirtieron
en parte importante de mi vida, con ellos crecí personal y
profesionalmente, y a lo largo de cuatro años y medio que
estuve allí, los lazos de amistad se hicieron cada vez más
fuertes, entonces a pesar de que solo escuchaba los
testimonios de la guerra, me dolían y los vivía con ellos porque
me sentía impotente, ¿qué podía decirles yo? ¿Qué podía
hacer?
La ultima vivencia de la guerra, antes de regresar a mi “cajita
de cristal” fue el asesinato de Duberney -el guardabosques de
la reserva natural de la organización- un domingo cuando se
dirigía al pueblo a mercar. Dos hombres se interpusieron en su
camino, lo bajaron del caballo y le dispararon sin importar la
presencia de sus dos pequeños hijos y su esposa. Nunca se
supo el motivo, las autoridades no querían hacer presencia en
el lugar por temor a la guerrilla, de la cual no había indicios
desde hace varios meses.
Todavía tengo en mi mente a su familia, su esposa era menor
que yo pero sin duda había vivido más. Durante las visitas a la
reserva durábamos horas conversando en la cocina acerca de
su vida y sus planes. Los niños eran muy inteligentes,
reconocían el sonido y el rastro de cada animal del bosque, su
papá se los había enseñado, y por lo que yo veía, lo adoraban.
Durante el funeral de Duberney, estuve todo el tiempo con los
niños quienes hablaban del perro, de las gallinas; ni una
lágrima, ni una queja, ni un reclamo, y siempre me he
preguntado ¿con qué mentalidad van a crecer ellos después de
lo que tuvieron que vivir…con rabia, resentimiento?
Finalmente también dejaron el campo y no he tenido noticias
de ellos desde hace dos años.
Ahora, nuevamente en la cajita de cristal, veo todo diferente,
los cuatro años en Paraguas me cambiaron la vida, cambiaron
mi visión del campo, del país, del futuro, de mi futuro.
8. ESTE AMOR QUE ME VIO NACER.
“Es despertar y romper el bozal y las cadenas…Es conjugar y sentir el
verbo amar sin fronteras…Es conseguir que la luna nos de su pan y
su beso cuando libremos la tierra del que encarcela los sueños”
luis Enrique Mejía Godoy describe muy bien la historia que
quiero contar. Esta es la historia de mi amor, que va de la
mano de la historia de esta guerra, y que no termina sino
hasta cuando nuestro amor se dé la mano en ese sueño que
queremos construir.
El camino de comprender la guerra tomó un cierto tiempo. En
realidad, se llevó varios años… y se llevó tantos, que el
despertar se hizo sorprendente, se hizo de un amanecer
21
cargado de esperanza, de sueños y de ilusiones que ya no
pueden desaparecer.
Este despertar comenzó con unas miradas, que más que
miradas, parecían un juego… uno de esos que el destino nos
hace jugar y que termina siendo para siempre. Tú me mirabas,
yo te miraba, pero no había señales de que estos ojos fueran
determinantes para el futuro. Luego de las miradas, vinieron
las brujas o mejor dicho la fiesta de ellas. Nos hicieron
encontrar, nos pusieron a cantar y nos dieron un lugar para
decir que teníamos ganas, que valía la pena dejar que una
canción y unas miradas nos dieran el espacio para decir que
íbamos a caminar.
Y así empieza este camino que hasta hoy parece el camino de
lo inmenso, y como siempre te lo he dicho, es un espacio
gigante de tiempos cortos, que se llena cada día con esos
pasos sencillos.
Como dije atrás me hiciste despertar y hoy esa luz no va a
desaparecer. Desde ese día todo transcurre más rápido, los
momentos se me han vuelto más complejos y sin lugar a
dudas he conocido a muchas personas que me han llenado la
vida de algo que no conocía o que al menos no era un motor
principal de mis pasos: la capacidad de indignarme.
Y es que eso es lo que más he aprendido de la guerra. A verla
no solo en el conflicto armado, sino como el conflicto político
y social que a diario tenemos que vivir. En la exclusión de los
más y en la maldad de los menos. En las mentiras, en los
engaños y en la persecución. En esa guerra solapada, la que
persigue, la que asesina y la que desplaza y no sale en las
noticias. En la guerra que no cuentan, ni van a contar nunca
Caracol o RCN. La del hambre que mata a los niños, que cierra
las puertas a los jóvenes y la que considera a los ancianos
como una carga insoportable para sus finanzas.
Creyendo eso te conviertes en un blanco. Cuando no quieres
pensar que las cosas están bien, te conviertes en un peligro,
porque en este país -en donde todavía nos consagramos al
sagrado corazón- el crimen de opinión es una constante,
nunca ha dejado de existir, la santa inquisición continúa en
nuestro diario vivir. No hay juicios ni defensa, eres culpable y
tu castigo es la pena de muerte. Si no quieres someterte a la
condena te tienes que esconder, tienes que empezar a hablar
bajito y dejar de pensar…Porque pensar es subversivo, pensar
es dañino… Y querer transformar: aún peor…
Y ese crimen le dio una condena a este amor y dijo que no
podíamos estar juntos, que teníamos que dejar de creer, y que
ese amor tenía que dejar de crecer. Pero cayeron en el error, y
se olvidaron de que a nosotros nos mueve el amor, ese amor
que aún en tiempos de guerra es inmortal, porque la guerra
nos ha enseñado que dar la vida es poco cuando lo que se
quiere construir, es todo un futuro cuando los pasos que se
22
quieren dar tienen que ver con la transformación del mañana y
son inaplazables.
Esa es pues la forma en la que me ha tocado la guerra: me ha
tocado porque nunca antes había sentido que la muerte y el
peligro podían estar tan cerca, porque nunca había sentido la
persecución de quien te acecha, quien quiere que no pienses,
que no hables, que no escribas…
Pero también me toca mantener mi esperanza intacta.
Levantarme cada día y seguir construyendo un sueño, y sobre
todo en este amor, que me vio nacer y que no desaparece,
porque no importa la distancia o el tiempo, solo el amor
convierte la maravilla.
9. OPORTUNIDADES.
A principios de los años 80 la familia de Don Nicolás,
compuesta por su esposa y cinco hijos provenientes del
departamento de Córdoba, se establecieron en una finca
abandonada que fue invadida por la guerrilla y dividida en
partes iguales para un número de campesinos que recién
llegaban a la vereda El Zarzal, ubicada en el municipio de
Barrancabermeja.
Sus dos hijos varones ya mayores de edad, laboraban como
jornaleros en trabajos adjudicados a su padre. La hija que
estaba en la adolescencia ayudaba a su madre en los trabajos
del rancho y dos hijos menores que aprendían del trabajo de
los mayores sin perspectivas de una educación básica.
A mediados de esa década dos hijos mayores entraron a las
filas del frente guerrillero que operaba en la zona, no por
engaño o convicción, sino tal vez por falta de oportunidades.
Casi al mismo tiempo su única hija se enamora de un
guerrillero y se la lleva a vivir.
Así transcurrieron varios años, los hijos menores llegaron a la
adolescencia y se dedicaron a trabajar como jornaleros en
fincas de la zona, sin la posibilidad de acceder a estudios. Por
su parte, Don Nicolás sobrevivía con su esposa sembrando
yuca, maíz y del arriendo de potreros de su parcela, puesto
que sus hijos mayores solo aparecían por la zona
esporádicamente, con el fin de realizar operaciones de su
organización.
Comenzando la década del 90 el ejército da de baja en una
operación nocturna a alias Pedro, el hijo mayor, quien ya era
conocido en la vereda como líder rebelde. Al poco tiempo su
hermano y compañero de armas, alias Manuel, fue muerto en
un combate, no sin antes incorporar en las filas guerrilleras a
su hermano Mauricio, quien luego llevaría el alias de Pedro, en
honor a su hermano mayor. Pedro fue utilizado para realizar
trabajos de inteligencia en la vereda. El accionar del grupo
guerrillero no estaba basado ni en el secuestro ni en la
23
extorsión a los pequeños finqueros de la vereda, eso nunca
fue permitido por su comandante, un profesional egresado de
la Universidad Nacional. A mediados de esa década, el
comandante del frente es dado de baja por el ejército con
ocho integrantes de la organización. El grupo está diezmado,
pero no desaparece. A esto se suma la inminente llegada de
grupos paramilitares, provenientes del Magdalena Medio, a la
zona. Asesinan a Pedro quien en ese memento se encontraba
en el Rancho de sus padres con su esposa, dos hijos y su
hermano menor Samuel. Con su muerte, don Nicolás decide
vender su parcela y regresar a su tierra natal con su esposa.
Samuel se queda en la zona trabajando como jornalero y
conviviendo con su esposa e hijo.
La historia refleja que la falta de oportunidades en
determinadas zonas rurales no deja otra alternativa para
quienes allí conviven, que hacer parte de las filas de grupos
armados que ejercen influencia en la zona. Esto no solo
sucedió con la familia de Don Nicolás, fue un factor
predominante en las familias de esta vereda. La ausencia del
Estado se vio reflejada en la pésima calidad de vida de los
campesinos de la zona sin salud, educación, servicios básicos
y posibilidades de trabajo, no dejaron otra alternativa para
muchos jóvenes que la vía de las armas.
Aunque en la actualidad la vereda se encuentra sin presencia
de grupos armados, no cuenta con una vía en buen estado y
carece de servicios básicos. Ya funciona una escuela de básica
primaria construida por el Municipio, a la cual asisten la
totalidad de los hijos de campesinos e incluso propietarios de
pequeñas fincas.
Esta corta historia nos recuerda que es la educación la que
finalmente brinda todas las oportunidades a las familias
campesinas para que sus hijos salgan adelante y aporten al
progreso de su región.
10. UN NUEVO AMANECER
Amanecía, mi madre y mis hermanos nos despertábamos
con el cantar de los pájaros, ellos nos decían que llegaba la
hora de labrar la tierra. Como de costumbre, nos
encontrábamos desayunando y haciendo chistes, olvidándonos
un poco de la tarea laboriosa que nos esperaba. Tarea bonita
pero que poco a poco nos desgastaba.
Era una mañana casi perfecta, asoleada. El viento movía las
ramas de los árboles y golpeaba mi rostro mientras pensaba
en la tranquilidad y la serenidad que nos brinda el campo y
como todos los días le daba gracias de haber nacido en este
lugar.
Concentrado en mi trabajo y mientras escuchaba la radio
donde informaban la violencia que se vive a diario en nuestro
país, este país que lo tiene todo pero a la vez nada, alguien me
interrumpió, era un señor con botas negras empantanadas, un
24
Jean azul desteñido por los años, su camisa gris medio
abotonada y su rostro que aun no sé cómo describirlo. Solo
me impresionó. Usted donde vive? Me preguntó. En el fondo
de mi ser no sabía qué responder. Dónde vive usted? En un
tono amenazante volvió a preguntar, le respondí con voz
temerosa, porque en el fondo sabía quién era, y solo pensaba
en mi madre cuando en realidad y a la final ella no iba ser
nuestra preocupación. Se alejó sin decir nada y se fue
perdiendo en medio de las montañas.
Llego a las seis de la tarde, con hambre, cansado, mis manos
desgastadas, ya no aguantaban por ese día un trabajo más, me
dirigí a mi casa, mis hermanos y yo esperando que mi madre
nos sirviera la comida. Ahora recuerdo con nostalgia los
momentos sagrados que era para nosotros la hora de cenar y
con rabia porque ellos no solo robaron nuestro hogar sino la
tranquilidad y el sustento diario de mi familia.
Acostumbrados acostarnos a las 8 de la noche rendidos por el
cansancio, apagamos las luces, cuando de repente se
escucharon unos disparos que retumbaban las paredes y
ventanas, abrieron la puerta, y ahí estaban ellos, con sus
rostros de odio, de rencor o al menos eso interpretaba. Mi
madre solo suplicaba piedad por nuestras vidas. Ver su
expresión en su cara fue lo que más me ha impactado, lo que
más recuerdo, lo que no puedo olvidar. Ellos sabían que
éramos tres hermanos, dijeron “dos se van con nosotros y uno
se queda con la mamá. Prepárense mañana venimos por
ustedes. La desesperación fue tan grande que sin pensar esa
misma noche dejamos nuestra tierra. A dónde iríamos? No lo
sabíamos, lo único cierto era que teníamos que huir.
Caminamos, no sé cuántas horas. Mi madre rendida y con las
lágrimas en su rostro solo decía que no la abandonáramos que
nos quedáramos siempre a su lado. Eran las 6 de la mañana
cuando nos subimos a un camión que nos llevaría a la capital,
nunca pensé que estas cosas nos pasarían. Ahora era un
desplazado más en este país y sabía que íbamos a estar
desprotegidos. Angustiados llegamos a la ciudad,
preguntamos donde quedaba la oficina que atiende
desplazados por la violencia, llegamos al lugar y hasta ahora
después de tres años no hemos recibido ayuda alguna.
Nos refugiamos en un barrio de desplazados, nos atendieron
con amabilidad, pero eso en realidad era lo de menos, lo
preocupante era que mis hermanos y yo solo sabíamos
trabajar la tierra, qué íbamos hacer en la ciudad? De qué
íbamos a vivir? Eran interrogantes que me atormentaban.
Pasaron los días, los meses. Empezamos a trabajar como
obreros en una construcción y mi madre cada día se
enfermaba, su mal era de tristeza, extrañaba el campo,
extrañaba su vida.
Hoy me pregunto ¿es justa la vida? Mi madre ya convaleciente,
añorando regresar al campo, mis hermanos trabajando en lo
que sale a diario y yo conductor de un bus. La comida nunca
25
nos faltó, con rabia y dolor recuerdo a esos hombres que nos
quitaron la felicidad, ahora solo anhelamos algún día volver a
ver el amanecer, escuchar los pájaros cantar, volver a nuestra
vida y sobre todo volver a nuestra tierra, esa tierra que nos vio
nacer.
11. DOCTORA, USTED LE TIENE MIEDO A LA
GUERRILLA?
Hace unos años hice una visita técnica a un predio ganadero,
el recorrido fue largo y se hizo más complejo cuando hubo
que cambiar de medio de transporte -de un jeep a un caballo-
Llegamos al sitio acordado con el dueño del predio, Don Uriel.
Ya en esta compañía dimos paso a subir en búsqueda de la
casa, estuvimos conversando de lo difícil que es la vida en este
sitio máxime cuando no solo son visitados por el ejército sino
por la guerrilla. Al llegar al predio sale la familia a saludar.
Está conformada por la señora y dos niños, un hombrecito de
8 años y una niña de 3 años. Niños con rostros característicos
de esta zona, tez completamente rosada. Atendidos con gran
comida y una amabilidad incomparable. En medio de la
conversación me di cuenta que el niño asistía a la escuela y en
las tardes ayudaba en el cultivo de papa, iban al pueblo cada
dos meses para hacer la remesa, ir más seguido les aumentaba
los gastos. Llegó el momento de revisión técnica de la
ganadería, objeto de la visita. Antes de empezar invite a Don
Uriel a mostrar sus registros y luego corroborar en campo.
Sentados en el comedor familiar se me queda mirando y me
pregunta: ¿Doctora usted le tiene miedo a la guerrilla?, mi
respuesta inmediata fue si, y pregunto por qué?, me dice
“acabo de ver que vienen varios hacia la casa, lo que vamos
hacer Doctora es que voy a decir que usted es mi sobrina y
que me ayudará a revisar los animalitos”. En este momento
quería salir corriendo de la finca, pero estaba completamente
encerrada, pensé en mi Familia. Efectivamente llegaron varios
guerrilleros al establo, inmediatamente la señora de la casa les
trae una bebida y se volvió como una visita muy familiar, que
fue la visita más larga que puede haber tenido, me sentí
respalda por la niña que no se separó de mi ni un solo
instante, concluí que había sido mi Ángel de la Guarda ese día.
Después que los visitantes salieron, Don Uriel se atrevió a
contarme que hacía pocos meses el ejército lo había acusado
de auxiliador de la guerrilla y la remesa que hacía para los dos
meses había sido decomisada. Que en ese momento se sentía
mejor con la guerrilla que con el ejército.
Cuál puede ser el futuro de unos niños que nacen rodeados de
hombres armados, que visitan su casa y el Padre de familia es
estropeado? Cómo hace una familia para vivir, con guerrilla y
ejército cerca?. Mientras se está cerca de este escenario todo
se volverá normal: las muertes, las acusaciones y demás
maltratos. Muchos padres deciden enviar a sus hijos a los
pueblos, previendo la muerte y el reclutamiento para la
guerrilla. Me atrevería a decir que este es uno de los factores
por los cuales los jóvenes no quieren estar en el campo.
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12. LA GUERRA QUE NOS ALIMENTA
Vivo en la tierra del chontaduro, del borojó, del agua de coco,
de la piangua, del pepadepan, del mil pesos, del naidi, del
pianguil, de la jaiba, el calamar, el cangrejo, el toyo, la pata de
burro, el camarón, la papachina, el tapado de pescado, el
munchilla y el biche. Tierras de Palmeras, de mujeres
exuberantes con sus mil y un peinados de trenzas, caminos
ensortijados, coronas, moños y mechas lisas. De caderas
voluminosas y pieles negras. Tierras de los hombres de la
madera, de la pesca, hombres fuertes, trabajadores, de la
minería, del puerto, muchos de ellos provenientes de todos los
rincones del Pacífico, algunos descendientes de reyes
africanos.
Vivo en Buenaventura, en el quinto piso de un edificio ubicado
entre la gran avenida Simón Bolívar, la única vía que atraviesa
la ciudad de punta a punta de norte a sur, a lo largo de la cual
la ciudad se levanta, y la vía alterna- interna, que comunica la
carretera Buenaventura Cali con la entrada al Puente el Piñal,
el que une el continente con la Isla, por donde pasa el 80 % de
las mercancías que entran y salen del país. Desde el balcón del
quinto piso, se observa a menos de 200 metros la carretera
del Ferrocarril del Oeste y al frente el Barrio Salimar. Como
muchos de los barrios han sido construidos sobre escombros
ganándole terreno al mar. La primera “cuadra” que colinda con
el riel está construida sobre tierra firme, adelante se observa la
escuela, que se levanta sobre dos construcciones de
palafitos, sus grandes chontas separan el contacto del mar con
la tabla, material con el que están construidas la mayoría de
las casas de estos barrios de baja marea. Al fondo, el mar. La
calle del frente del edificio comunica con una carretera que va
para el antiguo cementerio. Al costado este, en un mojón de
pasto se encuentra la “cancha de fútbol”, justo colindando con
el riel del tren y a media cuadra del cementerio.
Los sueños
Es este entramado de referentes de infraestructura vial, la del
ferrocarril, la de las carreteras, la del muelle, que se
entrecruzan y confluyen en el mismo punto: el puerto. Zona
geoestratégica del Pacifico, por su gran potencial portuario,
que desde tiempo atrás el Estado y las trasnacionales vienen
pensando en reconvertirlo en un polo megaportuario, con
grandes canales, malecones, centros turísticos y náuticos. Si,
ese es el sueño de la globalización por el Pacifico para
Buenaventura. La idea de progreso se materializa en cada una
de las maquetas de planeación. Entre estas demarcaciones y
acercando un poco el lente desde el quinto piso, dejando
como puntos de demarcación estas vías, a menos de las dos
primeras cuadras, este paisaje se mezcla con la vida de la
gente de los barrios. Lo que aquí se ve, es otra realidad. No de
cemento y hierro sino de madera, plástico negro y verde,
tejados de cinc ocre por el deterioro que produce la humedad,
los escombros de las basuras que alimentan los sedimentos de
la tierra, se vuelven visibles, la piedra del mar se revuelve con
los desechos. La tierra de los caminos entre los espacios de
27
comunicación de las casas se reconstruye cada día con las
huellas de sus habitantes, la mayoría de los niños y muchos de
los pobladores, caminan a pie limpio en sus calles. Los
hacedores de sus barrios, de sus casas y de sus vidas, viven
entre el fragor de la pobreza y la del conflicto armado.
MALECÓN DE BUENAVENTURA
PISCINAS DE LECAFUENTE: WWW.GOOGLE.COM
AREA DE INTERVENCION
Fuente: Proyecto Malecón- Buenaventura. Foto: Universidad del Valle,
Fundación Sociedad Portuaria, Alcaldía municipal (feb.2008)
Entre la penumbra
Estos se posesionan como dueños y señores de los barrios. La
pobreza salta a la vista, ella da cuenta de cómo cada quien
hace su casa, si es de tabla, de madera de Nato, de tablilla de
techo de plástico, de tejado de zinc, o de retales de ambos.
Da cuenta de cómo se cocina, si con leños o con gas. Si la
casa tiene alguna división o hay un solo espacio en el que
todos conviven. El uso de un sitio de baño no es frecuente y
menos una zona de ducha. Sin embargo, ésta es solo es la
fachada. La pobreza impregna la vida de los pobladores y las
relaciones de las familias. Las niñas y niños mayorcitos de 5 y
6 años, quedan al cuidado de los más pequeños que son
desde bebes en adelante. Ellos tienen que asumir el cuidado
de la familia, generalmente quedan encerrados bajo candado o
al “ojo de la vecina”. Ellos se encargan de darles de comer a
los menores cuando la madre ha dejado algo preparado, de lo
contrario juegan adentro mientras esperan que ella llegue al
final de la tarde. Padres y madres muy jóvenes, buscando algo
que hacer, un día de lavada de ropa ajena, un día de
construcción, un día cargando y descargando en el muelle, un
día cuidando carros y motos en un sitio de parqueo
improvisado, un día de ayudantes del conductor de un carpatic
o de un colectivo. Esta que no es una guerra, pero que para la
gente representa “una lucha” interminable por conseguir un
peso, se libra día a día y a su paso, también va dejando
profundas devastaciones. Así se consigue lo del diario, cuando
se consigue y mañana “será otro día”.
La guerra del conflicto armado, la que se libra en los barrios,
“se vive”, es una guerra invisibilizada ante los ojos de los
foráneos, ahí agazapada actúa por los intersticios, sólo
quienes la padecen, la ven, la perciben, la sienten, la mueren.
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En el mismo barrio de Salimar, de donde soy vecina, en una
reunión de la Junta de Pobladores, unos muchachos armados a
plena luz de la tarde, amenazaron la comunidad: que si alguno
de los vecinos avisaban a las autoridades sobre su presencia y
actividades, quedaba bajo su responsabilidad su vida porque
ellos se “encargarían del sapo no importa en presencia de
quien”. Así en el ejercicio de las armas y de las amenazas, este
grupo de personas armadas se abroga el derecho de imponer
a sus habitantes su voluntad: hasta qué hora pueden llegar a
sus casas, no se permite la visita de personas ajenas al barrio,
el que hable con la policía motorizada que eventualmente
circula por el barrio queda señalado como informante y otras
más que nunca sabremos, lo que si entendemos es que la vida
depende de la “obediencia” y del silencio de sus moradores.
Sislia, residente del barrio, venía desplazada del Choco y salió
nuevamente desplazada del barrio, porque vivía en el sector de
Baja marea en una casita sin luz ni agua que la junta le cedió
para que viviera mientras recibía la atención del Estado y se
organizaba. Ocurrió que una de esas noches con la penumbra
de la luz tenue de una vela vio que unos hombres armados
botaban al mar el cadáver de una persona. Sislia llena de
miedo por lo que vio, empezó a buscar ayuda para irse para
otra parte. Ella pudo irse con su familia, pero… y los que
tienen que quedarse.
La ubicuidad de la guerra
A muchos de los que la guerra toca se la vuelven a encontrar
en el camino. Tocaya se vino de uno de los ríos, no por su
voluntad sino por los bombardeos de una confrontación entre
las fuerzas armadas legales y otras ilegales. Allí tenía su
casita, vivía de la pesca artesanal, de sus cultivos de
chontaduro, papa china y borojó. Llegó desplazada a la ciudad
junto con sus hijos menores, la niña de dos años y el niño de
seis. Se instaló en uno de los barrios de Baja Marea, en el que
ahora están pensando un proyecto de reubicación de 3.400
familias para un total de 27.000 que piensan “desalojar” para
iniciar un megaproyecto de construcción de un malecón en
inmediaciones de la Isla Cascajal. Si, tal vez históricamente
podamos pensar que el “progreso” pasa por encima de ríos de
sangre, dolor y muerte, que a su paso va dejando… claro
cualquier “parecido con la realidad es pura coincidencia”.
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Tocaya un día dejó a sus hijos en la guardería, se fue a vender
chontaduro de la galería del mercado hacia el centro,
caminando hasta vender todo el platón que carga sobre su
cabeza. Ese día la venta rindió y se fue a su casa. Hacia las
11:30 de la mañana empezó una balacera en la cuadra, el
ruido seco y sordo de los proyectiles de bala, la aterrorizaban
mientras buscaba resguardarse debajo de su cama. Momentos
más tarde, atravesada por el miedo y la incertidumbre oyó que
la policía llegó a la cuadra y vio como de una casa de la misma
cuadra sacaban el cadáver de un muchacho. Sin pensarlo dos
veces y de la mano de una de sus vecinas tomó las pocas
cosas que pudo cargar en sus manos y se fue del barrio a la
casa de una tía. Le pidió a ella que la dejara quedar en su casa
mientras podía organizarse mejor, pero que ella a ese barrio
no volvía. En la tarde recogió sus hijos y se fue para San
Colma. Pensó que solo sería cosa de días mientras le pasaba el
susto, pero el susto no se fue, al contrario se fue instalando en
su cuerpo y habitando en su mente. Aterrorizada por el miedo,
dejó de trabajar unos días, el chontaduro se puso caro y con
los gastos de vivir en casa ajena, se terminó la plata y el gas.
La alternativa de conseguir leños y cocinar el chontaduro y las
comidas, la obligó a la búsqueda infructuosa de palitos de
madera muy húmedos por el clima. La platica del negocio se
la gastó, era mucha la plata que tenía que gastar en los
pasajes de los niños para la guardería, en la plata que le
pagaba a una amiga para que la dejara lavar y lo peor era el
desgaste de tener que buscar baño ajeno para que sus hijos y
ella pudieran acceder a un lugar para cubrir sus necesidades.
Poco tiempo después su salud se deterioro, la que hace poco
tiempo caminaba vigorosa con la cadencia de sus caderas y su
platón en la cabeza ofreciendo sus chontaduros, yace ahora
como una niña desamparada. Muy delgada y con la mirada
pérdida, su pelo que hace parte de la exuberancia y beldad de
las mujeres afrocolombianas, se le cayó.
En menos de dos meses, Tocaya estaba irreconocible, su vida
nuevamente había sido desbastada por el conflicto, a pesar de
sus esfuerzos de buscar apoyo, con los que pudo comprar el
gas, iniciar una venta de pepas, comprarse un pelo de ocho
mil pesos y comer con ayudas esporádicas de vecinos y
entidades. Un mes más tarde, logró trastear para donde una
amiga, ahora vive en Milosal en una casita donde paga cien mil
pesos de arriendo y tiene agua y baño. Sin embargo, ahora
cuenta con más responsabilidades porque su hijo de 12 años
que había dejado al cuidado de una prima en la zona de los
ríos, le fue devuelto y esto implica otra boca más que no tiene
como mantener. El niño, muy afectado por el cambio de
escuela y las imposiciones de la ciudad, ya no ha querido
estudiar porque no cuenta con uniformes y zapatos del
colegio.
Ella hoy, transformada, con un dolor que raya con la amargura
y que impregna su mirada, con un dejo de escepticismo, pero
muy comprometida con la vida de sus hijos, piensa en volver a
trabajar vendiendo la pomarrosa y las pepas, que poco es lo
30
que le dejan, diez mil pesos para el diario de la casa. Como si
quisiera borrar su pasado no quiere saber nada del
chontaduro, que según ella le botó el pelo y a quien ella
atribuye que de su carestía dependió en gran medida su
colapso vivencial.
Del sonido sordo de las balas… al silencio mudo del dolor.
El sonido de las balas, puede detonar el de tantos temores
escondidos, el acumulado de una vida de soledades, las
nostalgias del cuerpo, de los territorios ampliamente amados,
trabajados, vividos y compartidos, ese que hay que abandonar
como si de una muerte querida se tratara. Ese cuerpo- tierra-
casa que hay dejar como un cadáver perdido. Del que
amándolo profundamente hay que salir porque la vida propia y
de los hijos está en juego. No hay tiempo que pensar, el
cuerpo puede expresarse en el miedo y este puede ser más
sensato que todo ese acumulado de vida y relaciones que
tenemos que abandonar. No obstante, el miedo se enquista en
el cuerpo y en el alma y muchas veces como aparece en la vida
de Tocaya, se queda habitando allí.
El silencio que exigen los actores armados, el silencio que
exige el haber sido testigo de un acto de guerra o de un acto
de barbarie, el silencio que se exige ante una amenaza de
muerte, el silencio que hace cómplices a los que no han
elegido por su voluntad participar en la guerra sin sentido. El
silencio que es el único garante de muchas vidas, las del
barrio, las de los niños, las de mujeres como Sislia que vieron
lo que vieron, en esta guerra. Esa que muchos quieren explicar
y otros quieren confundir. En la que se cruza la llamada crisis
social con la crisis humanitaria, es decir en español castizo la
pobreza que se cruza con la guerra. La que “otros” quieren
confundir la de las llamadas “bandas criminales al servicio de
los narcotraficantes”, la de la “delincuencia común”, la de los
“grupos post-desmovilización” porque según ellos los
paramilitares se desmovilizaron y los que quedan son reductos
que se han vuelto a rearmar pero cuyas estructuras militares y
políticas han desaparecido. La guerrilla que ya no es un actor
subversivo sino un actor terrorista al servicio de la
delincuencia y el narcotráfico. Y entonces qué queda de todas
esas explicaciones que nosotros, los ciudadanos de a pie y del
común nos damos. Las causas estructurales del conflicto
armado en este país, la pobreza, la desigualdad, la exclusión
quedan sedimentadas en fosas comunes, los actores del
conflicto quedan reducidos a delincuentes y héroes,
recordemos los héroes en Colombia si existen.
Los mismos héroes que quedaron al desnudo cuando se
descubrieron las ejecuciones extrajudiciales coronadas con
medallitas y reconocimientos a estos héroes nacionales –los
que si existen-. La seguridad nacional que reactivó el “viaja
feliz, vive Colombia”, el ejército está en la carretera. La misma
que quedó al descubierto ante el escándalo del seguimiento
del DAS a actores de la vida política de la oposición y a la más
alta corte de Justicia del país. La misma seguridad democrática
que niega que en Colombia exista un conflicto armado y que
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negocia su plan patriota con Estados Unidos para invertirlo en
el andamiaje de la Política de Defensa Nacional.
La guerra que nos alimenta
Si la guerra que alimenta nuestro “patriotismo”, si la misma
que se pasa por las imágenes mediáticas, la que nos alimenta
a todos, a Uribe con su mano dura, que sube su rating en las
encuestas nacionales, su amplio carisma mediático del que
nos alimentamos al verlo en los “consejos comunitarios”, en
los que pasa el pueblo en pleno, pero el que dejan entrar, es
decir, el que puede ejercer su libre expresión siempre y
cuando no se oponga a la lógica del establecimiento. Y que
conste, lista en mano van entrando al escenario del consejo.
Esa es una de las expresiones de la profunda democracia
“selectiva” del máximo gobernante.
Ni qué decir de nosotros los colombianos los que dejamos que
el sombrero “volteado” se convierta en un símbolo de
identidad de nuestro país agenciado por Artesanías de
Colombia y su representante Jerónimo Uribe, como si todos
comulgáramos con los ganaderos Cordobeses. Ni qué decir del
poncho, con el que sale disfrazado el no tan distinguido
presidente.
Así, que no hay tema del que más nos alimentemos los
colombianos que no sea el de la guerra, del que nos da que
hablar los noticieros... De la mano de Ríos y no hubo un
pronunciamiento ético sobre los derechos humanos, ahí está
tal cual “denunciar paga” a riesgo de cualquier cosa, de la
dignidad de los seres humanos, de la profanación de un
cuerpo, del homicidio premeditado. Aquí todo se vale y que
conste que no estamos en un conflicto armado sino en una
guerra contra el terrorismo, por poco y quedamos iguales que
en la guerra Palestina-Israel. Ni que hablar de la guerra
convertida en espectáculo, la OPERACIÓN JAQUE, fue una
operación perfecta… sí, que la repitan… que vuelvan a
convertir al DIH y al Comité Internacional de la Cruz Roja en
blanco de cualquier ataque, si que siga su operación perfecta
como lo hicieron con las acrobacias de los sobrevuelos de las
fuerzas armadas en la entrega de los últimos secuestrados y
por segunda vez involucrando a la Cruz Roja Internacional.
Que no se diga que los Héroes en Colombia si son los
responsables de las ejecuciones extrajudiciales, que estos
Héroes si son cumplidores del DIH como sucedió en el reciente
flash informativo sobre la presunta guerrillera de las FARC, en
combates en la Paz-Guaviare en la que recibía atención
médica, en toma de primer plano, por parte de los mismos
héroes, como si se tratara de una película. Seguramente que
será tenida en cuenta como un documento informativo en los
informes internacionales del Gobierno que da cuenta del
cumplimiento del DIH en Colombia. Los héroes con sus
tácticas amigables con la población que lo que hacen es poner
en peligro a los habitantes con sus jornadas cívico militares en
la que convierten a los ciudadanos en informantes.
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Ahora bien, ni qué decir los que materialmente nos
alimentamos de la guerra, periodistas de guerra,
investigadores, trabajadores humanitarios, defensores de
derechos humanos. Los que filman la guerra, los que
investigan el conflicto, los que interpretan las causas, las
dinámicas, las interacciones, las lógicas, los discursos, las
narrativas de la guerra, los que intervenimos en las
emergencias y en las crisis humanitarias, como yo, que desde
el quinto piso del edificio donde vivo puedo estar en un
contexto de guerra sin que la guerra me toque, puedo apagar
el televisor y otros medios de comunicación y no dejar que la
guerra entre en mi casa, puedo sencillamente cerrar el balcón
y dejar de “ver” en la distancia a mis vecinos de Salimar con
sus sueños y sus pesadillas. Puedo escuchar el relato de
Tocaya y sentir que soy una mejor persona porque mi trabajo
me permite prestar un servicio humanitario de escucha y
acompañamiento.
Sí, nosotros los que nos abrogamos el derecho a mostrar, a
interpretar, a contar por ellos, a explicar por ellos, a entender
a pesar de ellos, los que somos testigos privilegiados de su
tragedia, de su pesadilla, pero también de sus esperanzas, de
quienes realmente han sido los “rehenes” de la guerra, los que
deben aguantar y aguantar en el silencio.
Cesantes y vacantes
Y si la guerra se acaba en este país, me alegraría mucho.
Todos nosotros, los que están en la guerra, los que están
fuera de la guerra y los que también vivimos de ella, todos
quedaríamos vacantes y cesantes. Cuando los derechos
humanos dejen de ser discurso para convertirse en práctica,
cuando el conflicto cese y rebele sus atrocidades. Pero claro
eso no basta, solo si se avanza en la transformación social y
económica de las profundas desigualdades, de la estructura de
la distribución de la tierra, de la pobreza, de los intereses
políticos y los transnacionales, de la falta de inclusión de la
sociedad en la construcción de comunidades políticas
democráticas.
Cuando la justicia social deje de ser un ideal y se afiance en
una ética del ser humano, de la responsabilidad pública, del
ciudadano, del desarrollo desde las comunidades. Es decir,
cuando recuperemos la esperanza de que si podemos
construir y vivir en un país diverso y posible.
Ojala, esta maldita guerra, que corroe el alma de quienes SÍ
han sido tocados por ella, se acabe. Para que al fin, ellos
puedan gritar, puedan contar, puedan hablar con nombre
propio, puedan relatar su dolor, puedan evidenciar lo que
pasó, sin que las razones sean otras, sin que las explicaciones
sean las que les niegan las posibilidades de superar lo que
viven, como lo expresa Hannah Arendt: “…en la medida en
que realmente puede llegarse a “superar” el pasado, esa
superación consistiría en narrar lo que sucedió…”.
33
13. ¿QUIÉNES ERAN?
En esa soleada tarde de un jueves de octubre, el regreso por
la polvorienta vía de Herrán a Ragonvalia era tranquilo, yo
venía satisfecho porque todo resultó de acuerdo con lo
planeado.
De repente, fue como si estuviéramos viendo la escena de una
película, aunque pronto nos daríamos cuenta que éramos
protagonistas principales del guión. Una compañera de
trabajo, tres funcionarios de la CORPONOR (dos hombres y una
mujer), incluido el conductor del campero y yo, estuvimos
visitando parcelas de reforestación y reunidos con la
comunidad de la zona, en compañía del Asistente Técnico de
la UMATA de Herrán, con quien dos meses atrás habíamos
realizado el mismo recorrido, cuando visitamos la región por
primera vez.
Esperándonos a la vuelta de una curva, tres hombres
fuertemente armados nos apuntaron, obligando al conductor a
detener el vehículo oficial donde viajábamos. ¡¡“Señor,
protégenos”!!, fue lo único que alcancé a musitar cuando
levanté las manos.
Los hombres que nos apuntaban ocuparon rápidamente el
vehículo, uno de ellos (el más joven) al mando del mismo;
otro, que parecía el jefe del grupo, se hizo al lado de la puerta
delantera del pasajero y el último se acomodó en la parte de
atrás, intimidándonos con el arma que llevaba. Ocho personas
apretujadas en el reducido espacio, a casi 40 grados de
temperatura, con los nuevos ocupantes despidiendo todo tipo
de olores y, lo que era peor, sin saber qué pasaría con
nosotros. Aquí empezó nuestro calvario.
Durante el silencioso trayecto, los pasajeros de otros vehículos
que transitaban por la misma vía nos miraban como si
supieran qué pasaba, pero sin poder hacer nada para
ayudarnos. Más adelante, desviaron el vehículo por una trocha
montañosa y se oyó la voz del comandante del grupo,
preguntando quién traía celular. Como previendo la situación,
ninguno de los funcionarios de la Corporación llevaba
teléfono, sólo mi compañera, quien lo entregó, y yo. Como un
acto de pasiva rebeldía o ingenuidad tal vez, me quedé callado
y no entregué mi celular, lo que me costó después un “regaño”
por parte de uno de los compañeros de angustia, para quien
este hecho pudo habernos causado mayores problemas.
Cuando la noche se venía encima y el camino no terminaba, no
aguanté más y me volví hacia el hombre apostado atrás y le
pregunté nerviosamente: ¿Para dónde nos llevan? ¿Por qué no
nos dejan aquí?. “Tranquilo que no les va a pasar nada”, era su
imperturbable respuesta, una y otra vez, hasta cuando decidí
quedarme callado.
34
Ya entrada la noche, los hombres al mando de la situación
detuvieron el carro y nos hicieron bajar del mismo para
interrogarnos. Estábamos en mitad de la trocha, solamente
iluminados con las farolas del vehículo, a merced de unas
personas que no sabíamos quiénes eran ni las intenciones que
tenían.
Al descender del carro, luego de estar medio hacinados dentro
del mismo, a la vez que sentí un gran alivio, me di cuenta que
llevaba puesta una camiseta manga corta y, producto del frío
intenso o de la situación misma, comencé a temblar. En ese
minúsculo intervalo, cuando descendimos, un funcionario de
la Corporación nos dijo a los “rolos”, mi compañera y yo, lo
que debíamos responder: trabajábamos con ellos y nuestro
sueldo era el mínimo en esa entidad. En el estado de nervios
que nos encontrábamos, este “pequeño plan” nunca se llevó a
cabo.
“De dónde vienen?”, “Quiénes son ustedes?”, “Sabemos que
ustedes son gente de plata”, con estas palabras transcurrió la
mayor parte del interrogatorio. Ellos parecían disponer de todo
el tiempo del mundo y el nuestro les pertenecía.
El jefe que nos interrogaba -en medio de la charla con cada
uno de nosotros- se retiraba para hablar por un radio que
llevaba consigo. Supuse que le informaba y/o pedía órdenes a
algún superior. Mientras esto ocurría, el hombre más joven se
quedaba con nosotros preguntándonos qué íbamos a hacer o
dónde creíamos estar en un futuro, cuándo la situación
estuviera “vuelta mierda”, según sus propias palabras. Todos
callados. Nadie se atrevía a responder nada. Es que ni siquiera
sabíamos a qué grupo pertenecían.
Luego de un tiempo, no sé por qué me pareció que los
hombres no sabían qué hacer con nosotros. Este hecho me
animó a pedirle al interrogador que nos dejara ir con el
argumento que podríamos convertirnos en una carga y que
estábamos cumpliendo, únicamente, con nuestro trabajo.
Ya después, en medio del tira y afloje, el jefe del grupo nos
decía que ¡¡él era responsable de nuestras vidas y si nos
dejaba ir, en medio de la noche, podía pasarnos algo!!
Casi a medianoche, decidieron llevarnos hasta un rancho
donde, a las personas que abrieron la puerta, se les notaba el
temor y la intranquilidad por recibirnos, aunque no podían
objetar nada.
Aquí nos metieron a todos en un reducido cuarto y nos
pidieron los papeles, direcciones y teléfonos. Yo dudé: ¿les
invento las direcciones y teléfonos? Recordando lo del celular,
decidí darles la información correcta y pensé que, en caso
dado, a ellos no les resultaría difícil averiguar los datos
verdaderos. Sin embargo, mi compañera de trabajo les entregó
la dirección y el número telefónico de sus padres, lo cual la
atormentaría después. Sólo se me ocurrió pedirles el favor que
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a esa hora no llamaran a mi casa, que no fueran a preocupar a
mi familia, a lo que contestaron que ellos sabían cómo hacer
las cosas.
Encerrados en el cuarto, pidiendo permiso para ir al baño,
mirándonos como pensando cada uno su situación y sin poder
descansar (yo ya respiraba por la boca debido a que el frío me
había tapado la nariz), empezamos a comentar las cosas,
preguntándonos el por qué estábamos allí y que parecía como
si aquellos hombres estuvieran pendientes de nuestro paso
por la vía. Atando cabos, coincidimos en el extraño
comportamiento del técnico de la UMATA que nos
acompañaba, quien se retiraba varias veces en su moto y al
regreso siempre preguntaba si demorábamos un tiempo más o
si ya regresábamos a Cúcuta.
Prácticamente en la madrugada, cuando no escuchamos las
voces de los hombres afuera, decidimos abrir la puerta e irnos.
Los dueños del rancho estaban despiertos, nos ofrecieron
tinto, unas mantas para protegernos del frío y nos entregaron
una pequeña linterna para el camino; luego, nerviosamente,
nos “rogaron” que saliéramos rápido de allí, lo cual hicimos.
En la bajada veníamos, prácticamente, a oscuras y tropezando
ya que la luz de la linterna escasamente alcanzaba un metro.
Sobre la vía estaba parqueado el carro en que viajábamos, al
acercarnos vimos en el asiento del conductor el celular que se
habían llevado. Íbamos a intentar abrir el vehículo cuando
alguien dijo que lo mejor era seguir a pie ya que, de pronto,
podríamos encontrarnos con alguna sorpresa.
Dos o tres horas después, en el amanecer, llegamos al camino
donde había comenzado este incidente. Aquí, cansados,
esperamos un carro o algo que viajara hasta Ragonvalia, luego
seguir hasta Chinácota y después llegar a Cúcuta. En
Chinácota nos sentimos un poco más seguros. No obstante, la
funcionaria de la Corporación resolvió hacer una llamada a su
casa; en la misma, se alteró y sufrió un ataque de nervios que
acabó por convertirla en un mar de lágrimas.
En Cúcuta reportamos lo sucedido y, aunque todavía teníamos
dos días más de visitas, mi compañera y yo hicimos las
diligencias para regresarnos a Bogotá esa misma tarde. Al
llegar a Bogotá, sentí bastante alivio por encontrarme “alejado”
del problema y, ya en la oficina, presenté un informe de lo
ocurrido. Quería olvidar los desagradables momentos y
dedicarme a llevar mi vida con la normalidad de antes.
Esto no ha sido fácil. Las primeras noches no pude dormir bien
y, ante cualquier repique nocturno del teléfono, pensaba que
sería alguna llamada de estas personas, para intimidarme o
exigirme cualquier cosa. Imaginaba que me acosaban, me
preocupaba mi familia; más aún, al dirigirme a trabajar
siempre miraba a todos lados a ver si algún extraño se
encontraba cerca o pendiente de mí. Uno de los funcionarios
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de la Corporación, que vive en Cúcuta, tuvo que cambiar el
número telefónico de su residencia.
En una oportunidad -pasados varios días de los
acontecimientos- en un noticiero nocturno informaron sobre
enfrentamientos armados en esa zona del país y mostraron
imágenes de algunas personas muertas. Allí pude reconocer la
cara del hombre que se situó en la parte de atrás del carro y,
sólo en ese momento, tuve cierta idea del grupo armado al
cual pertenecían.
Ahora, analizando los eventos con la calma que brinda el
tiempo, me siento afortunado. ¿Por qué? En primer lugar,
agradezco a Dios por la fortaleza que me dio en esos
momentos difíciles y, por otra parte, pienso que contamos con
la suerte de que esos hombres iban, seguramente, al acecho
de otros objetivos más urgentes e importantes.
Estos hechos reales, transcurridos por espacio de 2 días, han
llevado a cuestionarme y plantearme algunos interrogantes:
Por qué esos campesinos se arriesgaron y nos ayudaron a
huir? Podemos imaginarnos la angustia y preocupación de las
familias cuyos seres queridos duran años retenidos? Podemos
imaginarnos la desesperanza de estos últimos cuando ven
pasar el tiempo y su situación no cambia?
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