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De las experiencias a las exigencias: conversaciones con tres Madres Comunitarias de la
ciudad de Bogotá
Arbeláez, C; Avendaño, N; Blanco, A.
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Psicología
Bogotá, 2017
Tabla de contenido
Planteamiento del problema…………………………………………………………………5
Objetivos…………………………………………………………………………………...15
Marco Teórico……………...………………………………………………………………15
Método……………………………………………………………………………………..25
Diseño Metodológico………………………………………………………………25
Resultados………………………………………………………………………………….27
Matriz………………………………………………………………………………61
Discusión y conclusiones…………………………………………………………………..66
Referencias…………………………………………………………………………………73
Anexos……………………………………………………………………………………...77
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
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Resumen
Esta investigación indagó por las estrategias utilizadas por tres Madres Comunitarias de la
ciudad de Bogotá, para afrontar las exigencias de formalización del Programa Hogares
Comunitarios de Bienestar que se derivan de la política de primera infancia del 2007, bajo la
modalidad de investigación historia de vida. Participaron tres mujeres que han sido Madres
Comunitarias de la ciudad de Bogotá. Para el análisis de resultados se utilizó una matriz que
identificó tanto estrategias transversales como contradicciones y se construyeron relatos. Se
encontró que las estrategias utilizadas por las Madres Comunitarias para enfrentar las
exigencias adquiridas durante el proceso de formalización de su labor ponen en tensión los
elementos que configuran su identidad.
Palabras Clave: Madres Comunitarias, trabajo de cuidado, historia de vida, formalización
del trabajo
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
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Abstract
The objective of this research was to identify the strategies used by three Madres
Comunitarias from Bogotá, to face the demands that are involved in the formalization process
of the Hogares Comunitarios de Bienestar program which started after 2007 with the early
childhood policy, employing the life story method. The participants were three women who
have been Madres Comunitarias in Bogotá. For the analysis of the results, information was
classified in a chart that identified the strategies in common, and the contradictions. Later,
stories were created. It was found that the strategies used by the Madres Comunitarias to face
the demands that are involved in the formalization process of their job put in tension the
elements that shape their identity.
Palabras Clave: Madres Comunitarias, care work, life stories, formalization process
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De las experiencias a las exigencias: conversaciones con tres Madres Comunitarias de
la ciudad de Bogotá
A finales de la década de los setenta un grupo de mujeres de zonas vulnerables del país,
identificaron que los padres de familia de su comunidad debían salir a trabajar y no tenían
quien cuidara de sus hijos, por tal motivo, ellas deciden abrir las puertas de su casa para
atender a estos niños y niñas entre los 0 y 5 años; estos lugares eran conocidos como “casas
vecinales”. Posteriormente, el Estado identifica la necesidad de ampliar la cobertura de
atención a la primera infancia y encuentra en estas prácticas comunitarias unas
“modalidades no formales de atención” (Jaramillo, 2009, p.88) que le permiten cumplir
dicho objetivo.
Es por lo anterior, que en 1988 se expide la ley 89 en la que se formaliza la creación del
programa de los Hogares Comunitarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar -
ICBF-. Esta ley implementó el pago de un monto de dinero a las Madres Comunitarias
denominado “beca”, con el propósito de suplir las necesidades tanto de los niños -nutrición,
salud, protección, entre otros-, como de estas mujeres.
No obstante, a pesar de generar un pago esta actividad no era considerada como trabajo.
Esto se hizo visible en 1995 a partir de una tutela interpuesta por una Madre Comunitaria
cuyo Hogar Comunitario fue cerrado, con el argumento de que el derecho al trabajo no se
vulneró con el cierre del hogar, puesto que las actividades realizadas por estas mujeres eran
consideradas como voluntarias y no contaban con un contrato laboral. Lo anterior fue
ratificado mediante el artículo 4 del decreto 1340 del mismo año que señaló:
La vinculación de las Madres Comunitarias, así como la de las demás personas y organismos de
la comunidad, que participen en el programa de Hogares de Bienestar, mediante su trabajo
solidario, constituye contribución voluntaria, por cuanto la obligación de asistir y proteger a los
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niños, corresponde a los miembros de la sociedad y la familia; por consiguiente, dicha
vinculación no implica relación laboral con las asociaciones u organizaciones comunitarias
administradoras del mismo, ni con las entidades públicas que en él participen (Decreto 1340,
1995, art. 4).
Un año después en 1996 el ICBF por medio del acuerdo 021 reglamenta los
lineamientos y procedimientos técnicos para la organización y el funcionamiento de los
Hogares Comunitarios. Algunos de los aspectos que resultan relevantes para comprender la
actividad de “Madre Comunitaria” en un Hogar Comunitario de bienestar son los
siguientes.
En primer lugar, se establece que los responsables del desarrollo y funcionamiento del
programa de Hogares Comunitarios de Bienestar -HCB- serán las Asociaciones de Padres u
otra forma de organización comunitaria quienes deberán administrar los recursos asignados
por el Gobierno Nacional y los aportes provenientes de la comunidad. En segundo lugar,
entre las funciones esenciales del programa de HCB se asignan, la promoción del mismo
entre la comunidad para que esta asuma sus acciones como un trabajo solidario y
comunitario en pro del bienestar de los niños y niñas; velar por un estado nutricional y de
salud que se adecúe según los Lineamientos Técnicos del Programa; generar espacios de
formación y capacitación para los responsables de la atención directa de los niños y niñas;
supervisar y evaluar el cumplimiento de funciones por parte de los responsables; mejorar
los espacios físicos en los que se atienden los niños y niñas así como la manipulación de
alimentos y servicios sanitarios (ICBF, 1996).
Finalmente, se plantea que para ser una Madre Comunitaria se puede ser un hombre o
mujer entre los 18 y 55 años, con mínimo cuatro años de educación básica primaria,
vivienda adecuada, aptitud para el trabajo con los niños y niñas, disposición para dedicar su
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tiempo a capacitaciones y a la atención de los beneficiarios, asumiendo lo anterior como un
trabajo solidario y voluntario (ICBF, 1996).
Posteriormente, en la ley 509 de 1999 se establecen unos beneficios en favor de las
Madres Comunitarias en materia de Seguridad Social, en la que estas mujeres pasan del
régimen subsidiado al contributivo aportando al Sistema Social de Seguridad en Salud un
porcentaje de sus ingresos. Adicionalmente, se hacen acreedoras a un subsidio pensional
por parte del Fondo de Solidaridad Pensional.
En el año 2006, se expide el código de infancia y adolescencia mediante la
promulgación de la Ley 1098 del mismo año, con el fin de garantizar la protección integral
de todos los niños, niñas y adolescentes, asumiendo la responsabilidad de la familia, la
sociedad y el estado en promover el adecuado desarrollo y el cumplimento de sus derechos.
Además de consagrar el derecho a la salud, a los alimentos, a la educación, a la familia,
entre otros puntos; en el artículo 29 de esta Ley se hace énfasis en el derecho al desarrollo
integral en la primera infancia, por considerar el periodo de los 0 a los 5 años de edad
fundamental en el desarrollo cognitivo, emocional y social de cualquier ser humano. Según
el mismo artículo: "Son derechos impostergables de la primera infancia, la atención en
salud y nutrición, el esquema completo de vacunación, la protección contra los peligros
físicos y la educación inicial." (Ley 1098, 2006, art. 29).
En el año 2007 se da una restructuración del programa de HCB tomando en
consideración las recomendaciones del Consejo Nacional de Política Económica y Social -
CONPES- el cual desarrolló una política de primera infancia en la que cuestionó la labor de
las Madres Comunitarias argumentando que estas no estaban calificadas para garantizar
el bienestar de los niños y niñas que tenían a su cuidado; llegando incluso a plantear dar
fin al programa, lo que llevó a estas mujeres a movilizarse mostrando su rechazo a esa
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política y reivindicando sus derechos como trabajadoras (Buchely, 2014). En respuesta a
dichas manifestaciones, el ICBF accede a negociar con ellas discutiendo puntos como la
continuidad del programa, soluciones a las problemáticas pensionales y de riesgo
profesional, el acceso a crédito de vivienda y la elaboración de programas de
profesionalización para las Madres Comunitarias (Arango y Molinier, 2011).
Durante el 2007, comienzan a aparecer los primeros programas de formación para
Madres Comunitarias apoyados por instituciones de educación como el Servicio Nacional
de Aprendizaje (SENA) con el Programa Técnico en Atención Integral a la Primera
Infancia, el cual tenía como objetivo brindar conocimientos para mejorar la calidad del
servicio (ICBF, 2014).
Más adelante, con la creación del programa “De cero a siempre” durante el primer
gobierno del presidente Juan Manuel Santos en el año 2011, se plantearon estrategias con el
fin de atender las necesidades de la primera infancia de manera integral. Para desarrollarlas,
se argumentó la necesidad de que la familia, la sociedad y el Estado trabajen en beneficio
de la nutrición, salud, educación inicial y protección de esta población. Lo anterior tuvo un
impacto en quienes cumplían labores relacionadas con el cuidado y desarrollo de los niños
y niñas, entre ellos, las Madres Comunitarias, lo que implicó mayor control y seguimiento
de sus funciones (Consejería Presidencial para la Primera Infancia, 2017).
Un año después en el 2012, una Madre Comunitaria presenta una tutela (T-628) que
resulta a favor de la demandante en la que se reconoce la situación de vulneración de
derechos, bajo el argumento de que las actividades ejercidas por estas mujeres dejan de
ser consideradas como voluntarias y se afirma que su labor:
Es una forma de trabajo que, aunque en principio no es subordinado y no genera relación
laboral, sí permite a las personas que la ejercen dignificarse a través del desarrollo de un oficio y
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darse a sí mismas y a sus familias acceso a condiciones materiales de vida digna al percibir una
retribución económica y acceso a la seguridad social a cambio de la prestación de sus servicios
personales (Corte Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, T-628, n. 10).
En este mismo año, mediante el artículo 36 de la ley 1607 se establece un sistema
gradual de formalización que inicia en el 2013 con la asignación de una ‘beca’ equivalente
a un salario mínimo legal vigente y prevé que para el 2014, estén formalizadas
laboralmente.
El decreto 289 de 2014, reglamenta la vinculación laboral de las Madres Comunitarias
mediante contrato de trabajo con las entidades administradoras del programa de HCB, lo
que las hace acreedoras a la garantía del salario mínimo o un ingreso proporcional al
tiempo invertido en las actividades realizadas, pago de auxilio de transporte, delimitación
de sus jornadas laborales conforme a la ley, pago de prestaciones sociales (cesantías,
intereses a las cesantías, primas de servicios, entre otros), reconocimiento de descansos
remunerados y afiliación al Sistema Integral de Seguridad Social. Asimismo, se reitera la
afiliación de las Madres Comunitarias a la modalidad contributiva del Sistema Integral de
Seguridad Social, el cual incluye salud, pensiones, Riesgos Laborales y Caja de
Compensación Familiar (Decreto 289, 2014).
En el 2016, 106 mujeres presentaron una tutela en la que exigían el reconocimiento de la
relación laboral, a través de la figura del contrato realidad, y por consiguiente el pago
retroactivo de los aportes a pensión en el Sistema General de Seguridad Social a cargo del
ICBF, conforme a su labor como Madres Comunitarias. Como respuesta, la Corte
Constitucional, en la sentencia T-480 de 2016, tomó la decisión de reconocer la existencia
del contrato realidad y ordenar el pago de subsidios de pensión a las 106 mujeres que
interpusieron la demanda, además de exigir al ICBF que regulara la situación de las
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Madres Comunitarias del programa (Corte Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, T-
480, 2016).
Por lo anterior, se consideró la posibilidad de que el contrato realidad pudiera aplicarse a
todas las Madres Comunitarias, sin embargo, para el ICBF esto significaría un gasto que no
tenía la capacidad de asumir, por esto hasta el día de hoy se niega que pueda llegar a existir
un contrato laboral directo con el ICBF por parte de las Madres Comunitarias.
Sin embargo, posteriormente la Corte Constitucional decidió declarar la nulidad de la
sentencia, en relación con el reconocimiento de la existencia del contrato realidad. Lo
anterior porque consideró que el fallo implicaba un cambio en su jurisprudencia que no
cumplió con los parámetros formales que se requerían. En relación con el pago de los
aportes pensionales decidió mantener la obligación declarada en la sentencia.
Actualmente, las funciones que cumplen estas mujeres están bajo el control, seguimiento
y evaluación del ICBF para cumplir con lo planteado en la política de Gobierno para la
primera infancia “De cero a siempre”, establecida en la ley 1804 del 2016. Los parámetros
que dirigen la acción de las Madres Comunitarias se pueden agrupar en cuatro categorías
(ICBF, 2017).
La primera de ellas alude a la necesidad de tener documentación organizada sobre los
datos sociodemográficos de los niños, niñas y sus familias, haciendo una descripción de sus
condiciones habitacionales, relacionales, aspectos culturales y étnicos, así como un plan
que responda a las necesidades identificadas en cada una de ellas (ICBF, 2017).
La segunda categoría hace referencia a la salud y nutrición de los niños y niñas, para lo
cual es necesario que la madre cuente con los documentos de afiliación al Sistema General
de Seguridad Social en Salud, registro de crecimiento y desarrollo completo y actualizado,
carné de vacunación, registro de valoración antropométrica, planeación de menús acordes
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con la minuta patrón y el soporte del suministro de Bienestarina. Adicionalmente, la madre
debe cumplir con un buen manejo de alimentos a la hora de prepararlos y servirlos, lo que
implica contar con un espacio y unos implementos adecuados para ello, además de
conocimientos acerca de balance nutricional, porciones adecuadas según las edades y
etapas del desarrollo. Finalmente, en esta categoría se contemplan aspectos relacionados
con el aseo del espacio y de los niños y niñas (ICBF, 2017).
En la siguiente categoría se hace énfasis en el proceso pedagógico, en el cual las
Madres Comunitarias deben construir un plan de trabajo con elementos conceptuales y
metodológicos, una planeación de actividades con objetivos definidos y una estrategia de
evaluación. También se debe contar con un ambiente que facilite la interacción y la
construcción de conocimiento, además de un registro que evidencie el desarrollo de cada
niño y niña. Por último, estas mujeres deben reunirse una vez al mes para hacer un
compartir de experiencias con el fin de reflexionar sobre su quehacer (ICBF, 2017).
La última categoría consiste en aspectos que hacen del Hogar Comunitario un lugar
seguro, como la correcta disposición y uso del material didáctico y mobiliario
implementado en las actividades. También se consideran las condiciones del espacio físico,
la disponibilidad de los servicios públicos y la prevención de situaciones de riesgo o
accidentes (la ausencia de goteras y humedad, ventilación natural e iluminación apropiadas,
entre otros). En este punto se contemplan los registros de aquellas situaciones especiales
que se pueden presentar en las familias de los niños y niñas (incapacidades, calamidades
domésticas) (ICBF, 2017).
Cabe resaltar que todo lo mencionado anteriormente es susceptible de ser supervisado
por funcionarios del ICBF quienes revisan formatos debidamente diligenciados y
organizados y observan periódicamente la labor de las Madres Comunitarias.
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De acuerdo con todo lo anterior, la labor de estas mujeres inicia como una práctica
comunitaria que empieza a formalizarse desde el momento en el que el Estado crea el
Programa de Hogares Comunitarios del ICBF, constituyéndose como parte importante de
las políticas de atención a primera infancia. Durante este proceso se ha generado una
discusión frente a si la labor de Madre Comunitaria debe o no considerarse como un trabajo
formal.
Si bien en la Sentencia T-480 de 2016 se reconoce que la labor de estas mujeres cumple
con los tres elementos básicos para que haya un contrato de trabajo –prestación personal del
servicio, continuada subordinación o dependencia y salario-, el ICBF sigue sin reconocer la
relación empleador-empleado que tiene con las Madres Comunitarias argumentando que el
contrato laboral existe únicamente con los operadores o entidades administrativas del
Programa de Hogares Comunitarios de Bienestar (Corte Constitucional, Sala de Revisión
de Tutelas, T-480, 2016).
Lo anterior ha impedido que haya claridad frente al lugar de las Madres Comunitarias
dentro del mundo laboral, puesto que, aunque actualmente cuentan con ciertos beneficios y
garantías –que son responsabilidad de su empleador directo-, las exigencias y el control de
sus condiciones laborales son responsabilidad del ICBF.
Un elemento fundamental de esta transición es que, de ser un programa concebido para
ser responsabilidad de la comunidad, basado en el aporte solidario y voluntario de sus
miembros el programa a partir de la política de primera infancia del 2007, concentró la
responsabilidad en la figura de la Madre Comunitaria, quien en el momento actual es quien
debe operar y garantizar las condiciones para poder no sólo velar por el adecuado desarrollo
de los niños y niñas a su cargo, sino por la correcta administración de los recursos recibidos
con unos estándares mínimos reglamentarios para la atención, que les permita a estas
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madres conservar la posibilidad de seguir operando un Hogar Comunitario. La
formalización de esta actividad, ha llevado a las Madres Comunitarias a fortalecer sus
conocimientos y gestionar acciones que les permitan, por una parte, caracterizar a la
población con la que trabajan, y de otro lado ser garantes de la salud y la nutrición de los
niños y las niñas, de su proceso pedagógico y de su seguridad. Explorar cómo las Madres
Comunitarias han hecho frente a las demandas de la formalización del trabajo de cuidado
de los niños, resulta entonces necesario para comprender el impacto de estas transiciones,
más allá de un aspecto meramente legal.
Es por esto que la pregunta que guiará esta investigación será ¿Cómo tres Madres
Comunitarias de la ciudad de Bogotá han afrontado las exigencias de formalización del
Programa Hogares Comunitarios de Bienestar que se derivaron a partir de política de
primera infancia del 2007?
La relevancia de esta investigación a nivel social radica en que en los últimos años se ha
dado una discusión en la esfera nacional frente a las condiciones laborales en las que estas
mujeres se han desempeñado, y el papel que tienen las políticas públicas a la hora de
orientar sus funciones puesto que tienen un impacto no sólo en su manera de proceder, sino
en los significados que construyen en su cotidianidad. En este sentido, resulta pertinente
remitirse a las voces de estas mujeres, quienes han sido las protagonistas de un proceso de
formalización de su ejercicio, que se ha visto marcado por la adquisición de nuevas
responsabilidades y exigencias institucionales las cuales cuestionan la experiencia y los
saberes comunitarios que han marcado su trayectoria como Madres Comunitarias.
Ahora bien, desde la psicología el problema de esta investigación cuestiona el discurso
hegemónico construido alrededor de la feminidad y el trabajo del cuidado, ya que ser
Madre Comunitaria se asocia con las funciones que debería cumplir una mujer en cuanto
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tal, y con el proceso de formalización de su labor hasta ahora entendida como comunitaria,
voluntaria y solidaria, entra en tensión con las exigencias que se enmarcan desde la
institucionalidad.
Una aproximación que permite dar cuenta de lo anterior es la psicología critica, la cual
desafía las creencias, valores y prácticas de la psicología convencional que sostienen un
status quo, injusto e insatisfecho. Esta se separa de una psicología meramente positivista,
buscando miradas particulares que cuestionan la institucionalización y la naturalización de
determinadas prácticas (Fox, Prilleltensky y Austen, 2009). Así mismo, esta perspectiva se
interesa por la manera en que las relaciones de poder configuran determinados tipos de
sujeto al impactar distintas dimensiones de su vida, en donde la forma en que el trabajador
asume sus funciones no es responsabilidad de sus procesos internos sino de las condiciones
en las que se desempeña.
Una de las premisas que fundamenta esta mirada es que "la psicología del trabajo
paradójicamente no se ocupa del trabajo en sí” (Hollway, 1991, citado por Pulido y Sato,
2013, p.1358), dejando de lado la visión de las condiciones laborales como un contexto, y
convirtiéndose en una categoría de análisis central. En ese sentido, se rescatan las formas de
trabajo locales, es decir, las lógicas particulares que acompañan a una sociedad respecto al
mundo laboral, sus significados, subjetividades e identidades construidas (Pulido y Sato,
2013).
En el caso de las Madres Comunitarias, resulta pertinente abordar cómo en sus
experiencias cotidianas se presentan todos los elementos mencionados anteriormente.
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Objetivos
Objetivo general
Identificar las estrategias utilizadas por tres Madres Comunitarias de la ciudad de
Bogotá, para afrontar las exigencias de formalización del Programa Hogares Comunitarios
de Bienestar que se derivan de política de primera infancia del 2007.
Objetivos Específicos
Identificar los aspectos de la formalización de la labor de las Madres Comunitarias
derivados de política de primera infancia del 2007.
Describir cómo tres Madres Comunitarias de la ciudad de Bogotá entienden las
exigencias de formalización del programa en su cotidianidad.
Indagar cómo tres Madres Comunitarias de la ciudad de Bogotá afrontan las exigencias
de formalización del programa.
Marco Teórico
Con el fin de orientar la presente investigación se plantean dos apartados. En el primero,
se abordará cómo el trabajo de cuidado se ha entendido desde el marco jurídico colombiano -
a partir del reconocimiento de los niños y niñas como sujetos de derechos- así como
desde algunas perspectivas teóricas del feminismo. Posteriormente, se presentarán las
experiencias de las Madres Comunitarias que han sido exploradas en otros estudios
relacionados con el proceso de formalización de su labor.
Racionalidades del trabajo de cuidado
Para comenzar, el código de infancia y adolescencia expedido en el 2006 mediante la
promulgación de la Ley 1098 del mismo año, surgió como respuesta a la necesidad de
reconocer a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derechos, otorgándoles “el
estatus de persona y de ciudadano” (Jaramillo, 2009, p.93), y por ende garantizando las
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condiciones que favorezcan su desarrollo integral. Lo anterior debido a que Colombia era el
único país de Latinoamérica que no había incluido en sus políticas lo establecido en la
Convención de los Derechos del Niño y en otros acuerdos de carácter internacional
(Ministerio de Educación, 2006). Cabe resaltar que, en países de América Latina como
Argentina, Perú y Guatemala, ya se había implementado una modalidad comunitaria de
atención a la primera infancia, similar al Programa de Hogares Comunitarios de Bienestar
(Osorio, Cortés y Rodas, 2016).
Si bien en Colombia el programa había tenido su origen varios años atrás, al implementar
la política de primera infancia del 2007, se reconoció la necesidad de promover la
responsabilidad por parte de los adultos, padres y profesionales además de adolescentes,
frente al desarrollo de los niños menores de 6 años y de mejorar la calidad de la atención a
esta población, lo que trajo consigo reformas en la manera de proceder de quienes cumplían
funciones de cuidado de la primera infancia, entre estos, las Madres Comunitarias (CONPES,
2007).
Para López (2015), citado por Blanco y Arias (2016), las Madres Comunitarias son
agentes educativos comunitarios que desempeñan funciones que van desde ser cuidadora,
protectora, profesora, incluso hasta ser mamá. De ahí la importancia de los programas de
capacitación para el cumplimiento de las políticas del estado colombiano conforme al
mejoramiento de saberes y prácticas de estas mujeres como agentes educativos, con el fin de
cambiar el enfoque asistencialista de cuidado y alimentación a niños por una resignificación
de conocimientos y prácticas para favorecer el desarrollo integral, articulando estándares y
políticas de formación educativa en primera infancia (Blanco y Arias, 2016).
Igualmente, los autores resaltan que desde la Estrategia Nacional para la atención integral
a la primera infancia “De cero a Siempre”, se establece que las prácticas de gestión y atención
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deben abordarse de manera explícita por medio de procesos de cualificación del talento
humano, para que estas correspondan con los marcos de dicha política.
Es por lo anterior que el Estado, bajo la dirección del ICBF, ha planteado diferentes
estrategias para estructurar a las distintas Entidades Administradoras del Servicio y a sus
respectivos agentes educativos de las diferentes modalidades de atención a la primera
infancia. Entre las principales estrategias se encuentra la creación de estándares de calidad,
que permitan garantizar y evaluar de manera oportuna a cada institución, modalidad y agente
educativo. Para lograr dichos objetivos el ICBF durante el periodo 2010 – 2014 tuvo la meta
de formar a 50.000 agentes educativos por medio de diferentes procesos de
profesionalización, formación técnica y cualificación (ICBF, 2017).
Lo anterior ha tenido repercusiones en la manera de entender el trabajo de cuidado, como
lo propone Stone, 2000, como se cita por Arango (2011) quien ha desarrollado el tema de las
consecuencias que tiene trasladar el trabajo del cuidado del ámbito privado al público.
Partiendo de la afirmación: “el trabajo de cuidado proviene de la esfera privada, la intimidad,
las relaciones personales y las emociones” (Arango, 2011, p. 101) busca encontrar lo que
sucede cuando pasa a ser parte de la esfera de lo racional y lo impersonal, es decir, del
Estado.
Teniendo en cuenta lo anterior, cuando estas labores son realizadas en la esfera de lo
privado son llevadas a cabo de manera espontánea, no regulada ni remunerada, mientras que
cuando se realizan en el ámbito público es más formal y son llevadas a cabo por personas
que se identifican como profesionales, para quienes su fuente de ingreso es precisamente
cuidar de otros (Arango, 2011).
Stone, 2000, como se cita por Arango (2011) observa que, si bien los controles y aspectos
técnicos del trabajo de cuidado van en aumento, las cuidadoras se resisten, y como ella lo
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afirma “una parte importante del estrés en el trabajo de cuidado profesional proviene de la
tensión entre los ideales y las prácticas” (Stone, 2000, citada por Arango 2011, p. 102). Es
decir, se sugiere que las normas e ideas de estas labores en la esfera pública son incompatibles
con las que se proponen desde la esfera privada. No obstante, la transición de las prácticas
privadas a prácticas públicas representa beneficios económicos y simbólicos que trascienden
lo individual y se perciben en la distribución de bienes públicos como el bienestar y la
seguridad de las madres y los niños beneficiarios, y en la distribución del cariño y afecto
materno -por parte de las Madres Comunitarias- que se suponían privados (Rabortnikof 1993
citado en Buchely 2015).
Conforme a lo mencionado, Arango (2011) resalta que las trabajadoras de cuidado han
desarrollado estrategias para construir identidades que logran combinar la defensa de la
especificidad de este trabajo como emocional y moral, con la reivindicación de una
profesionalización y el reconocimiento de unas habilidades que antes habían sido
confundidas con la naturaleza de la mujer. De esta manera, mientras algunas de estas mujeres
buscan una definición “des-generalizada” del trabajo, otras reivindican una identidad y una
ética del cuidado que pueda convertirse en una nueva forma de trabajo y organización social.
Ahora bien, Gilligan, 2009, como se cita por Arango y Molinier (2011), plantea pensar el
cuidado como una actividad y no como una labor predeterminada biológicamente femenina,
en donde:
En el universo generalizado del patriarcado, el cuidado es efectivamente una ética femenina que
refleja la dicotomía de género y la jerarquía de patriarcado. Ocuparse de los demás es lo que hacen
las mujeres buenas y las personas que se ocupan de los demás hacen un trabajo de mujeres. “Ellas
se dedican a otros, son sensibles a sus necesidades, atentas a sus voces…y se sacrifican” (Gilligan,
2009 citada por Arango y Molinier, 2011, p. 17).
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Así mismo, Arango y Molinier (2011) afirman que las políticas públicas directa o
indirectamente se han cimentado bajo esta perspectiva, estrechando la unión entre el trabajo
femenino y el cuidado. Esta idea también ha sido planteada por Pinzón (2015), para quien el
Programa de Hogares Comunitarios por muchos años fue el reflejo del traslado del
sometimiento femenino del ámbito privado al ámbito público, reproduciendo la idea de que
el trabajo de cuidado es una actividad “típicamente” femenina, asociado a nociones como la
maternidad y la reproducción. El derecho, en este caso, “a través de sus regulaciones, llena y
codifica el cuerpo femenino con significados” (Pinzón, 2015, p.130); en tanto las normas
naturalizan el vínculo madre-hijo e implícitamente son pensadas para favorecer al universo
masculino.
Contrario a esto, Arango y Molinier (2011), establecen que el cuidado no debe
relacionarse con el amor “innato” de las mujeres y por consiguiente se debe analizar de forma
contextual; “la apuesta más importante consiste en hacer reconocer que se trata ante todo de
un trabajo, tarea que no está ganada como lo ilustra de manera ejemplar la experiencia de las
madres comunitarias en Colombia” (Arango y Molinier, 2011, p. 20).
Así pues, lejos de pensar que el trabajo está dividido por razones de naturaleza de los
sexos, debe pensarse que esta división está regida por dos principios, el de separación (hay
trabajos de hombres y trabajos de mujeres) y el de jerarquía (un trabajo de hombre “vale”
más que uno de mujer) (Kergoat, 2003 citado por Molinier, 2011). Esto se relaciona con lo
planteado por Pinzón (2015), para quien el objetivo del feminismo liberal es que se reconozca
que las mujeres tienen las mismas capacidades para desempeñar el rol que han asumido los
hombres, y el del feminismo cultural es considerar las diferencias que se han establecido
entre los "trabajos de hombres" y "trabajos de mujeres", sin que uno predomine por encima
del otro.
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Teniendo en cuenta que en los últimos años ha incrementado la participación de las
mujeres en el ámbito laboral, la psicología del trabajo -en un intento por abordar este
fenómeno- ha identificado cuatro perspectivas. La primera de ellas busca minimizar la
diferencia con el fin de luchar por la igualdad, teniendo como base hechos que demuestran
que hombres y mujeres no poseen habilidades distintas, lo que los hace competentes para
ocupar los mismos cargos. Este planteamiento se relaciona con lo propuesto por el feminismo
liberal mencionado con anterioridad, el cual marca una línea divisoria entre sexo y género,
en donde el primero tiene que ver con un elemento biológico, mientras que el segundo es
construido socialmente (Lawthom, 1999).
Una segunda perspectiva afirma que las habilidades de hombres y mujeres sí son
diferentes, pues estas últimas tienen un estilo caracterizado por ser relacional –siempre
centrado en la persona-, distinto al estilo más racional y centrado en la tarea que caracteriza
al hombre. Entonces, es tarea de las organizaciones reformular los espacios y las
interacciones de acuerdo con las características particulares (Lawthom, 1999).
Por otro lado, se ha desarrollado una perspectiva que señala una “interdependencia entre
el hogar y el lugar de trabajo”, la cual es esencial para entender lo que ocurre dentro de las
organizaciones. De esta forma, las expectativas que se tienen de la mujer dentro del hogar
permean el espacio laboral.
Una última mirada rescata que los discursos no son sólo signos y significados, sino que
deben ser vistos como prácticas en sí mismas que terminan por mantener relaciones de poder
y determinadas subjetividades. Teniendo esto en cuenta, explorar y deconstruir el lenguaje
permite hacer evidente la manera en la que se han naturalizado las polaridades entre hombre
y mujer. Esto se relaciona con lo propuesto por la escuela feminista post-estructuralista para
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
21
la cual el sexo y el género son prácticas discursivas que construyen ciertas subjetividades a
través del poder y la resistencia (Lawthom, 1999).
De acuerdo con esto, las diferencias psicológicas sexuadas no se encuentran apartadas de
la experiencia del trabajo, sino que es precisamente esta la que empieza a configurarlas, pues
hombres y mujeres inminentemente enfrentan situaciones diferentes en el trabajo que
desempeñan. Como lo afirma Molinier: “ser madre es un estado, pero criar a un niño es un
trabajo que si se hace conlleva ciertas dificultades, produce ciertos placeres y sufrimientos,
desarrolla ciertas habilidades, modalidades de la subjetividad y construye cierta relación con
el mundo” (Molinier, 2011, p. 48).
Así, Molinier (2011) resalta que el cuidado debe ser visto como producto de un esfuerzo
colectivo de una cultura construida por y para el mismo y es por este motivo que llegar a
formalizarlo es indispensable para lograr el objetivo de generar una ética del cuidado y
contribuir al reconocimiento de las personas que lo realizan.
En el caso de las Madres Comunitarias en Colombia durante este proceso de
formalización se le ha dado especial importancia a su capacitación. Al respecto, Blanco y
Arias (2016) establecen que esta se reconoce en el proyecto de Acuerdo de Ley 185 de
2015, en el que se promueve la profesionalización progresiva de Madres Comunitarias
implementando programas de formación de diversos actores y agentes educativos que
laboran con la infancia. Es por lo anterior, que la cualificación de las Madres Comunitarias
debe ser monitoreada con visitas técnicas, de forma que se corrobore que ellas cumplen con
los lineamientos establecidos por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y
trabajados desde las instituciones formadoras del talento humano (Blanco y Arias, 2016).
Madres Comunitarias: experiencia y construcción de sí
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
22
Las experiencias vividas por los sujetos adquieren sentido y orden a través de relatos
que se construyen en la cotidianidad, los cuales se caracterizan por ser dinámicos, pues
están sujetos a condiciones particulares que producen contradicciones, tensiones y
ambivalencias. De igual manera, cada sujeto relata sus vivencias de forma particular,
posicionándose frente a su realidad, lo que le permite definirse a sí mismo y diferenciarse
de los demás; a esto último se le llama identidad narrativa (Ricoeur citado por Cornejo,
Mendoza y Rojas, 2008). En este sentido, las narraciones permiten aproximarse a los
significados que las Madres Comunitarias tienen de sus vivencias y la manera como se
entienden a sí mismas.
Lo anterior se puede evidenciar en una investigación biográfico-narrativa realizada
por Higuita (2016), quien hizo énfasis en las vivencias y significados que trajeron los
procesos de formalización en cinco Madres Comunitarias de la ciudad de Medellín, desde
el marco de la política pública "De cero a siempre". En esta se presenta la formalización
como un constructor de significados, en donde la experiencia previa y la demanda de
nuevos saberes fueron centrales al momento de comprender la identidad profesional de
estas mujeres.
En ese sentido, cada madre ha configurado su oficio y su identidad profesional de
acuerdo con su posicionamiento frente a las condiciones institucionales, lo que no solo ha
generado multiplicidad de reacciones, sino resistencias sobre su rol como Madres
Comunitarias, sus derechos como agentes educativos y las percepciones sobre su identidad
profesional las cuales se encuentran en un proceso de transición, que fluctúa entre los
saberes que han adquirido por su experiencia y los que les exigen como agentes educativos
(Higuita, 2016).
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
23
Adicionalmente, estas mujeres según Buchely (2015) se enfrentan constantemente a la
ambigüedad entre ejercer sus labores desde su experiencia y responder a exigencias como si
fueran funcionarias estatales, algo de lo que han logrado sacar provecho. Un ejemplo de
ello es el uso de la camiseta con el logo del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(ICBF), pues les permite tener un estatus. Gracias a ese símbolo de la entidad
gubernamental, son respetadas e incluso cuidadas por los miembros de la comunidad. De
esta manera, las Madres Comunitarias hacen valer su vínculo con el programa como un
mecanismo de empoderamiento, resaltando sus cualidades de lideresas colectivas y agentes
de trámite de los problemas sociales. Frente a sus relaciones personales, estas mujeres
reconocen que el Hogar Comunitario les ha permitido tener una mejor percepción de sí
mismas, ampliar sus redes de apoyo y tener mayor claridad frente a su proyecto de vida
(Buchely, 2015).
Esto se evidencia en las conversaciones con Madres Comunitarias llevadas a cabo por
Arango y Molinier (2009), en las cuales las madres establecen que su labor les representa la
posibilidad de asumir un liderazgo, lo que a su vez les permite llegar a tener un crecimiento
autónomo, cambiar su rol como mujer de la casa y verse diferente para los demás. Cabe
mencionar que esto puede ocasionar situaciones algo difíciles de manejar, pues tener un
Hogar Comunitario implica que su vivienda y su trabajo se den en el mismo espacio, lo que
las lleva a lidiar con y solucionar conflictos personales sin ayuda de otros, debido a que
estos inevitablemente influyen en sus labores de cuidado.
En la investigación de Higuita (2016) se evidencia que la profesionalización de la labor
de las Madres Comunitarias no genera necesariamente una mejoría de la calidad como
trabajadoras, en tanto sus condiciones laborales siguen siendo precarizadas a pesar de los
nuevos conocimientos adquiridos en la formalización de sus actividades, reproduciendo así
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
24
las desigualdades laborales. Así mismo, el proceso de formalización parte del
desconocimiento de la experiencia que durante años han adquirido estas mujeres en el
quehacer de sus actividades, generando que en algunas de ellas se presente la resistencia
entre querer ser maestras y no dejar de ser Madres Comunitarias. Desde este marco, la
identidad de estas mujeres está caracterizada por la configuración entre las demandas y su
posicionamiento particular de acuerdo con su biografía y trayecto como Madre
Comunitaria.
Según Arango (2011), este proceso de profesionalización, y la administración a través de
instituciones y empresas abren la posibilidad de reconocer a estas mujeres como
trabajadoras, pero también amenazan con deshumanizar sus labores. Si bien la
profesionalización es vista como necesaria para mejorar las condiciones laborales y
transformar los imaginarios acerca del trabajo de cuidado, “el proceso de asalariamiento no
basta para crear empleos de calidad” (Arango, 2011, p. 100).
Así pues, estas instituciones que regulan la labor de las Madres Comunitarias precisan
de indicadores para medir la eficiencia frente al cumplimiento de las políticas
públicas. Buchely (2014) afirma al respecto que las Madres Comunitarias se han apropiado
de este lenguaje de indicadores para, por ejemplo, recaudar fondos o ayudar a otras
mujeres, contrario a lo que proponen las agendas políticas, que es siempre el bienestar
superior de los niños y niñas. Esto puede ser comprendido como un acto de resistencia o de
oposición a lo que inicialmente se propone desde las políticas públicas.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
25
Método
Diseño metodológico
Para el presente estudio, se implementó la modalidad de investigación historia de vida la
cual pertenece a la perspectiva fenomenológica. Esta tiene como propósito explorar,
describir y comprender un fenómeno a través de las experiencias e interpretaciones de las
personas en su vida cotidiana, dándole especial importancia a la visión del actor. De esta
manera, la historia de vida hace visible cómo el sujeto entiende y organiza el mundo a
partir de su forma de proceder (Cordero, 2012).
Este diseño permite aproximarse a los significados que cada Madre Comunitaria tiene
del proceso de formalización de su labor, retomando elementos de su experiencia con los
que es posible dar cuenta de cómo han afrontado las exigencias que deben cumplir en su
cotidianidad.
Las participantes de esta investigación fueron tres mujeres que desempeñan la labor de
Madre Comunitaria. Dos fueron los criterios de selección utilizados, el primero que se
desempeñen como Madres Comunitarias de manera ininterrumpida desde al menos el año
2000 y que actualmente estén gestionando un Hogar Comunitario, y el segundo criterio es
que se encuentren en la ciudad de Bogotá.
En primer lugar, se realizó un acercamiento al barrio Mariscal Sucre – que hace parte de
la UPZ 90- el cual se encuentra ubicado entre la Avenida de los Cerros y la Avenida
circunvalar en la localidad de Chapinero. Este barrio, junto con los que se encuentran
geográficamente más próximos a él, se caracterizan por haber sido de invasión, de forma
que los estratos socioeconómicos que predominan son 1 y 2. Las Madres Comunitarias de
esta zona hacen parte de la Asociación Paraíso Cerros Orientales II, conformada por 23
mujeres.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
26
Debido a que los investigadores han desarrollado procesos previos de acompañamiento a
este grupo y tienen acceso a ellas, se contactó a una Madre Comunitaria de un Hogar
Comunitario Grupal.
Para localizar a las dos participantes restantes los investigadores se desplazaron al barrio
Florencia, ubicado en el noroccidente de la ciudad, en la localidad de Engativá. Las
viviendas de esta zona son en su mayoría de estrato 3. Aquí se contactaron dos Madres
Comunitarias que hacen parte de la Asociación Mi Segundo Hogar, París-Francia,
conformada por 7 mujeres. Una descripción más detallada de las participantes puede
encontrarse en el Anexo 1.
El proceso de recolección de información se llevó a cabo en cuatro momentos.
Inicialmente se realizó el primer acercamiento al respectivo Hogar Comunitario con el fin
de presentar los objetivos de la investigación y el papel que ellas podrían desempeñar en la
misma. En un segundo momento, se implementó la técnica de observación acompañada de
una entrevista informal con el fin de acercarse a la cotidianidad de las Madres
Comunitarias. Los datos recogidos en esta fase fueron registrados en un diario de campo.
Posteriormente, en el tercer encuentro, se realizó una entrevista semiestructurada
individual para recolectar información sobre la historia de vida de estas mujeres. Esta
herramienta permite explorar a profundidad la experiencia particular de cada una de las
participantes, ya que es posible alterar el orden de las preguntas e introducir aquellas que se
consideren pertinentes en el desarrollo de la misma; asimismo, esta técnica considera el
contexto social como un elemento primordial para interpretar significados, en donde el
discurso y el lenguaje son centrales al momento de describir detalladamente las
perspectivas, vivencias y opiniones de las participantes (Hernández, et al., 2014). El
formato de consentimiento informado y el protocolo de entrevista se pueden revisar en los
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
27
anexos 2 y 3 respectivamente. Finalmente, se realizó una segunda entrevista informal con el
propósito de profundizar en aquellos aspectos que no se abordaron en su totalidad
anteriormente.
El análisis de datos, por su parte, contó con tres etapas. En primer lugar, la información
recolectada en los diarios de campo se organizó en un protocolo de observación (Anexo 4)
y se realizaron las transcripciones de las entrevistas. Posteriormente, se realizó una
reconstrucción de lo relatado por cada Madre Comunitaria, con el fin de analizar en
profundidad la manera en que cada una de estas mujeres ha afrontado las exigencias que
han adquirido durante el proceso de formalización de su labor. Con los elementos comunes
en los tres relatos, se realizó una matriz en la que se clasificaron los elementos propios de
las exigencias y las estrategias identificadas. Por último, se realizó un análisis transversal
de los relatos de vida a la luz de perspectivas teóricas con el fin de ampliar la comprensión
del fenómeno en cuestión.
Resultados
En este apartado se presentan los relatos de vida que fueron reconstruidos a partir de las
conversaciones con cada una de las participantes.
Viviana
A la edad de 17 años, durante el último año de colegio, Viviana inicia su vida como
madre. Nunca se imaginó que tener a su hijo iba implicarle cambios en su proyecto de vida,
la adquisición de nuevas responsabilidades, y la llegada de dificultades que intentarían
truncar todo lo que había logrado hasta el momento, especialmente, ser oficialmente
bachiller. Su embarazo– en ese entonces- era visto por el colegio como un mal ejemplo para
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
28
los demás estudiantes; otorgarle el certificado de bachiller era un conflicto con los valores
religiosos que profesaba dicha institución.
Viviana a puertas de graduarse y con un hijo recién nacido no se iba a dejar quitar
aquello para lo que se había esforzado durante tantos años. Su puntaje sobresaliente en las
pruebas de estado ICFES fue razón suficiente para demostrar que se merecía graduarse y
que su hijo no era ningún impedimento para lograrlo. Fue tal la insistencia de Viviana y su
familia que el colegio no tuvo más opciones que graduarla a pesar de la resistencia de los
directivos. Viviana recuerda como llevar a su hijo a la ceremonia de graduación fue la
manera de demostrarse a sí misma y a su hijo que a pesar de las adversidades, uno debe
luchar por lo ha trabajado.
Recién graduada del colegio decide junto a su pareja casarse e irse a vivir por Suba.
Viviana al sentirse muy sola y lejos de su familia, decide devolverse de nuevo a la casa
junto a sus padres. A raíz de su embarazo tuvo que posponer unos años su proyecto
profesional, decisión motivada por su esposo que en ese entonces la persuadía para que se
dedicara estrictamente a ser ama de casa. Viviana sabía que no estaba hecha para
simplemente dedicarse a su hogar, buscando así más opciones en las que pudiera hacer
algún oficio. Las complicaciones de salud de su hijo hacían que fuera difícil para ella
permanecer en un trabajo. En ese entonces su Mamá, junto con otra señora, eran las Madres
Comunitarias de un Hogar Comunitario de Bienestar (HCB) de modalidad grupal (Servicio
que agrupa dos (2) HCB, en una misma planta física) en el barrio Mariscal Sucre; zona que
se caracterizó -en aquellos años- por la cantidad de niños que ingresaban al Hogar
Comunitario y por eso mismo, la necesidad de las Madres Comunitarias de tener una Madre
Auxiliar (Mujer que colabora con las necesidades del Hogar Comunitario, no tiene ningún
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
29
tipo vinculación con el ICBF y le es entregada una bonificación simbólica según lo
acordado con la Madre Comunitaria). Viviana al ver la oportunidad decide seguir el legado
del cuidado hacia los niños menos favorecidos, volviéndose de gran apoyo para su mamá,
quien, al ser la líder de la Asociación de Madres Comunitarias, constantemente tenía que
salir a reuniones con el ICBF y dejar parte de las responsabilidades a cargo de ella. Ser
Madre Auxiliar le permitió estar pendiente de su hijo, especialmente estar al cuidado de los
problemas respiratorios que presentaba en aquella época.
Bañar, dar ropa y alimentar a los niños y niñas era la labor del día a día. De vez en
cuando llegaban papás con situaciones complejas, desde desplazados hasta trabajadoras
sexuales o drogadictos, que buscaban en ellas un soporte para seguir rebuscando
oportunidades laborales. Algunos niños, ocasionalmente, se quedaban con ellas dos o tres
días hasta que en algún momento los papás decidieran recogerlos. En esos días denunciar la
precariedad de la situación nunca fue una opción en tanto no se sabía a quién acudir.
Viviana recuerda esos momentos donde se presentaban casos de abuso en los que lo único
que se podía hacer era brindarles cuidado durante su permanencia; además de que muchos
papás no permitían que se tomara ningún tipo de acción legal.
Durante esta época la comunidad no cumplía mayor papel, las Madres Comunitarias
eran vistas como cuidadoras y los papás y/o familiares solo cumplían con entregar al
niño/a, desprendiéndose por un rato de la responsabilidad. Sin embargo, la asociación de
Madres Comunitarias de Mariscal Sucre era unida y todas tenían en común la vocación por
la labor. Viviana cree fervientemente que si la motivación de ser Madres Comunitarias era
La beca (monto de dinero que el ICBF daba de manera simbólica a estas mujeres por su
labor que hasta ese entonces era considerada “voluntaria”), muchas de ellas - incluyéndola-
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
30
hace rato hubieran renunciado. Así mismo, el ICBF no estaba tan presente, su función
recaía esencialmente en revisar si se estaba dando la comida a los niños, en tanto la Madre
Comunitaria era vista como las mujeres que cuidaban y hacían que los niños no se vieran
por las calles solos.
Dar la alimentación y cuidar de todo niño que llegara con el pasar de los días se fue
convirtiendo en el oficio principal que durante los siguientes 6 años Viviana ejerció como
Madre Auxiliar. En esos años, por un lado, La beca no era suficiente para suplir las
necesidades de los niños (Alimentación, aseo, ropa, pañales, etc.); y, por otro lado, pedirles
a las familias de los niños un aporte económico para su cuidado era imposible por su misma
situación socioeconómica. En últimas, los gastos extras recaían sobre ellas y sus familias
Viviana recuerda como para ser Madre Comunitaria –En los primeros años siendo
Madre Auxiliar- lo único que exigían para entrar al programa de Hogares Comunitarios era
la hoja de vida y la disponibilidad del espacio. De vez en cuando había una u otra
capacitación para realizar ejercicios con los niños/as, y venia alguien a supervisar que se
estuviera dando la comida y la Bienestarina.
Si bien la cocina y la nutrición nunca han sido su mayor fortaleza, enseñar a los niños es
su principal alegría, interés y motivación. Reconocer las vocales y los números del 1 al 10,
aprender a escribir el nombre, aprender a comportarse e ir al baño eran de los objetivos
principales al momento de que un niño saliera del Hogar Comunitario y con lo cual tenían
lo básico para enfrentar el colegio.
En el año 2005, Viviana fue reconocida por ICBF por la calidad de su labor,
abriéndosele la posibilidad de ser oficialmente Madre Comunitaria y ocupar este rol junto a
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
31
su madre -tras la salida de la Madre Comunitaria que la acompañaba-. Durante este tiempo,
fue notorio que nuevas exigencias fueron llegando. Viviana comenzaba a entender que la
responsabilidad que tenía con los niños era de tamaño colosal. Se había enterado de la
noticia acerca de muchos errores y falencias de muchas Madres Comunitarias en diferentes
partes del país en donde, por ejemplo, no les daban la comida correcta a los niños, los
dejaban solos o bajo el cuidado de otra persona. Es así como para ella el desentendimiento
con las responsabilidades básicas dieron lugar a nuevas reglamentaciones, hasta el punto de
que hoy en día cualquier acción que se haga con ellos debe estar por escrito y debidamente
diligenciado en su respectivo formato.
Así mismo, Viviana notó que el Programa Hogares Comunitarios del ICBF fue
convirtiéndose con los años en una empresa, y como cualquier empleado fueron
aumentando los deberes y responsabilidades. Denunciar cualquier tipo de violación de
derechos de los niños/as en sus respectivos hogares era una de las grandes obligaciones,
aún más al ser las representantes del Estado y tener bajo su cuidado infantes. Las diferentes
noticias sobre muertes de niños/as dentro de los Hogares Comunitarios y el descuido en el
trabajo de algunas Madres Comunitarias fueron para Viviana la razón principal para que se
presentara mayor seguimiento a labor que estaban ejerciendo; seguimiento que, entre otras
cosas, se sustentaba bajo leyes en donde se estaba más encima de los niños, cosa que
anteriormente no pasaba. Leyes que para Viviana – aunque no recuerda exactamente
cuales- muestran la vulnerabilidad de los niños y niñas, así como también la relevancia de
su labor y la pertinencia de las exigencias.
Las nuevas exigencias hicieron que ya no cualquier persona pudiera ser Madre
Comunitaria. Tener menos de 40 años, estudios en primera infancia y tener casa propia son
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
32
los requisitos mínimos para poder abrir un Hogar Comunitario. Ahora todos los espacios
tienen que tener unas medidas específicas, además de sus respectivas adecuaciones. Así lo
vivió Viviana cuando tuvo que estudiar en el SENA -durante dos años- atención integral a
la primera infancia para poder continuar siendo Madre Comunitaria.
En el año 2007, con varios años de casada, la vida agitada de Viviana entre el Hogar
Comunitario, sus estudios en el SENA y sus dos hijos – en aquel entonces- hicieron que la
relación con su esposo se debilitara. Nunca se imaginó que por estar más dedicada al Hogar
Comunitario iba a descuidar su propio hogar, aprendiendo así, sobre los riesgos de
enfocarse solamente en una cosa, ya que por eso uno puede estar perdiendo otras cosas
igualmente valiosas. El Hogar Comunitario desde el inicio fue demandante, haciendo que
llegara un punto en donde cada uno estaba en su propio cuento, y por lo cual acordaron
separarse.
Con el pasar de los años el HCB - de Viviana y su madre- se fue convirtiendo en el
reflejo de las nuevas reglamentaciones del programa y con mayor frecuencia llegaban
peticiones por parte del ICBF sobre diferentes adecuaciones a los Espacios como condición
para continuar con dicha labor.
Aunque por la antigüedad del Hogar Comunitario nunca lo cerraron -al no cumplir con
las medidas exactas- fue tanto el nivel de insistencia que fue necesario hacer unas
remodelaciones. Viviana fue testigo de cómo la cocina – que antes se encontraba junto al
salón en donde estaban los niños- se trasladó al segundo piso en tanto era necesario
aumentar el espacio por niño y protegerlos de cualquier incidente con los implementos
calientes o filosos. Si bien la necesidad del espacio era evidente, la responsabilidad volvía a
recaer en las Madres Comunitarias, que tenían que modificar aún más su hogar para
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
33
cumplir con lo exigido. Así mismo, el piso del salón de clases -que tenía tapete
inicialmente- se tuvo que mandar a enchapar por uno que fuera apto para la labor que se
realizaba con los niños. Estas exigencias provocaron que un espacio social que era
destinado para la familia -en el segundo piso- fuera conquistado, haciendo que se búcara lo
forma para adaptar todos los demás muebles y darle lugar a la concina. Para la familia las
remodelaciones se percibían como necesario, adaptarse a los nuevos espacios era una
necesidad si se quería continuar como Madre Comunitaria.
A los nuevos requisitos en el espacio también se sumaron nuevos formatos para
diligenciar y carpetas para archivar. Los formatos de ingreso y salida, los boletines
académicos, las evaluaciones de padres a Madres Comunitarias, la planeación de talleres a
padres, la planeación de actividades para los niños, el aporte de los papás, el peso y la talla,
los trabajos que han realizado durante el año los niños, entre otras obligaciones; se fueron
convirtiendo en el trabajo diario de Viviana.
Para la planeación de las actividades, por ejemplo, Viviana desde sus conocimientos
elabora diferentes talleres que se adapten a los lineamientos del ICBF sobre los
conocimientos que deben ser aprendidos según las edades. Viviana obedeciendo esta
directriz ya no enseña según lo que para ella es adecuado o básico como anteriormente se
hacía, sino que enseña de acuerdo con lo que el ICBF indique que es apropiado para la
etapa de desarrollo de cada niño a través de juegos y actividades lúdicas.
De esta forma, el cuaderno para las planas fue remplazado por las actividades manuales
y artísticas; en donde delinear, aprender a escribir el nombre y/o las vocales son tareas del
pasado. Sin embargo, de vez en cuando Viviana les entrega hojas para que delineen o
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
34
aprendan a escribir su nombre a pesar de la reglamentación; al ser todavía para ella esencial
que los niños lleguen con las mínimas bases que les pide el colegio.
Aunque antes las capacitaciones realizadas por el ICBF eran más frecuentes y ayudaban
a la planeación de actividades, en los últimos años las capacitaciones se transformaron en
evaluaciones constantes, en donde cada Madre Comunitaria se las arregla para elaborar los
distintos talleres.
Los boletines, por su parte, son informes en donde las Madres Comunitarias deben
mostrar el avance de cada niño según unos criterios planteados previamente por ellas.
Criterios que Viviana crea y evalúa a partir de sus lecturas autónomas de diferentes libros,
de los conocimientos aprendidos en su técnico de primera infancia, de algunas
capacitaciones del ICBF y de la Universidad Javeriana y, en general, de su experiencia. Los
indicadores Viviana los ha clasificado en cuatro categorías: la relación con los demás, la
relación consigo mismo, la relación con el mundo y los compromisos humanos; cada una
de estas alude a diferentes logros que un niño/a debe cumplir al momento de salir del Hogar
Comunitario. Los registros del avance de cada niño/a, las actividades planteadas y la
evaluación deben coincidir para que no haya problema durante la visita de un supervisor del
ICBF. Si en el registro está escrito que el niño/a cumplió un logro, y durante la supervisión
no se demuestra eso, la perjudicada es la Madre Comunitaria por haber registrado algo
erróneo.
A este boletín hay que agregarle el proyecto que se debe realizar anualmente, el cual
consiste en plantear actividades según las necesidades de cada niño. Aunque Viviana
inicialmente era incrédula con la exigencia del proyecto, durante una evaluación sorpresa -
realizada por un supervisor del ICBF- se dio cuenta que no tenerlo le costó disminuir su
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
35
puntaje en la evaluación. Desde ese día nunca más ha faltado con ningún documento que le
pidan, aunque eso implique disminuir su interacción con los niños/as y dedicarse gran parte
del día a revisar que todos los documentos estén en orden.
A pesar de que le estresa no poder compartir como antes con sus niños, el apoyo de la
Madre Auxiliar ha sido clave para poder cumplir con todo lo exigido. Mientras esta última
está realizando la actividad correspondiente al día y su madre está preparando el almuerzo y
las meriendas, ella puede dedicarse más que todo a repartir las diferentes comidas para los
niños/as y ordenar la documentación. Si bien diariamente las funciones son cambiantes
entre Viviana, su mamá y la Madre Auxiliar, Viviana es la que tiene mayor responsabilidad
en mantener en orden todos los papeles. Ella le agradece a Dios día a día porque al ICBF
le ha gustado su trabajo y no ha tenido mayores dificultades respondiendo con las
obligaciones.
El medio día se ha convertido en la posibilidad de tomarse un descanso de las
responsabilidades. Si bien la siesta está prohibida para el ICBF, para ellas no solo es un
espacio en donde los niños pueden relajarse y descansar, sino también un espacio para
desfondarse de su labor, ver televisión, almorzar, y hasta conversar de algo diferente al
trabajo. Sin embargo, aunque el espacio del almuerzo es para ellas relajarse, este momento
también se comparte con algunos de los niños que llegan del colegio y encuentran en el
hogar un lugar para esperar mientras llegan sus respectivos padres. Aunque todo el día
Viviana este compartiendo con niños, para ella sigue siendo una bendición y una labor
gratificante.
Actualmente, con las nuevas exigencias también se ha sumado la necesidad de tener
habilidades informáticas para poder enviar y subir a la plataforma -diseñada para las
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
36
Madres Comunitarias- todos los informes y registros solicitados por el ICBF escaneados.
Viviana agradece que en la asociación se hubiera designado a una Madre Comunitaria -con
más habilidades informáticas- para encargarse de todo frente a este tema ya que ella
escasamente puede revisar el correo. En el Hogar Comunitario solo se cumple con entregar
en físico los informes por escrito a la secretaria de la asociación, y es ella la que se encarga
de escanear y enviar todo a los supervisores del ICBF. Si bien Viviana y su madre en su
labor diaria no necesitan de conocimientos informáticos, si creen que les hace falta tener
una capacitación no solo para desenvolverse es aspectos laborales, sino también en su vida
personal.
Por otro lado, la alimentación fue otro de los elementos que con el pasar de los años se
volvió más estricto y medido. Si antes solo se revisaba que se estuviera dando la comida,
ahora existe una minuta – Menú diario compuesto por un desayuno, un almuerzo y dos
meriendas- que se debe cumplir a cabalidad haciendo uso de la gramera, que mide la
cantidad de alimento para cada niño. La líder de cada Asociación – la mamá de Viviana - es
la encargada de buscar el proveedor para ciertos alimentos y repartir los que son enviados
desde el ICBF a todos los HCB que son parte de la misma.
Ninguna de ellas concibe que las porciones establecidas para cada niño sean tan pocas;
si siguieran estrictamente lo reglamentado los niños quedarían con hambre ya que
prácticamente por niño el ICBF otorga 2.700 pesos para las cuatro comidas. Debido a esto
ellas -voluntariamente- con el propósito de brindar una porción más adecuada a cada niño,
compran más alimentos para completar las respectivas porciones. Si para 28 niños se tiene
que hacer una libra de arroz - eso sería una cucharadita de arroz para cada niño-, ellas
hacen dos o tres libras de arroz para darles su buena porción. Al igual que sucede con el
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
37
arroz, sucede con los frijoles, las lentejas, la papa, la sopa, las carnes, y los demás
alimentos. Si bien el balance nutricional ya está dado por la minuta, su experiencia con los
niños hace que ellas sepan cómo come y qué necesita cada niño.
Ocasionalmente, cuando llega un supervisor del ICBF obligatoriamente se tiene que dar
la minuta estipulada -así los niños queden con hambre-. Si llega el caso y el supervisor
pregunta acerca de la cantidad de comida realizada, Viviana y su madre dicen que es para la
familia, para no tener problemas con la institución.
Cuando se envía los informes de talla y peso -cada tres meses- al nutricionista del ICBF,
este los evalúa y reenvía un informe con los niños que se encuentren en sobrepeso o
desnutrición, avisando las acciones a tomar dependiendo el caso. Viviana y su madre
cumplen con avisar a las respectivas familias sobre las recomendaciones a tener en cuenta,
y los compromisos que se deberían tener en el hogar respecto a la alimentación de acuerdo
con el informe del nutricionista. Si bien Viviana considera que no sabe mucho de nutrición,
cumple con los protocolos establecidos y en los casos de obesidad, por ejemplo, da
únicamente al niño implicado la porción indicada por la minuta. El seguimiento de cada
caso se hace a través de las medidas de talla y peso que Viviana y su madre realizan
trimestralmente. Si bien antes- cuando Viviana era Madre Auxiliar- el nutricionista venía
con frecuencia, ahora la relación Madre Comunitaria y nutricionista es a través de informes.
Si la nutrición no es el fuerte de Viviana, si lo es la pedagogía. Ella considera que una de
las mayores virtudes que ha ganado gracias a sus años de labor es su capacidad de
observación. Habilidad que le ayudado – corroborándolo con sus propios conocimientos- a
identificar que niños o niñas tienen dificultades de aprendizaje o de comportamiento. La
lectura independiente – con libros comprados para ella- se ha convertido en un aliado al
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
38
momento de entender un comportamiento anormal de alguno niño, haciendo que en
ocasiones Viviana les pida a los papás que consulten un especialista o realicen diferentes
actividades que los estimulen. Nunca falta los papás que no le creen o los que se enfadan
por alguna recomendación, siendo para ellos el rol de Madre Comunitaria simplemente la
cuidadora, más allá de la profesora. También existen aquellos papás que ven ellas la única
fuente para hablar de los problemas familiares, de sus hijos y de lo que se puede hacer para
mejorar como papás.
Si bien estar pendiente de cada obligación es desgastante y en ocasiones frustrante,
Viviana cree que son responsabilidades necesarias, ya que no es cualquier trabajo; se está
trabajando con niños, y hasta mejor que las estén vigilando en todo eso. Es el ICBF los que
envían la alimentación, los que dan todo para los niños; y, por tanto, ellas tienen que
responderle de la misma manera. Aunque, en ocasiones, por cumplir con cada exigencia
termina estresada, de mal genio y desquitándose con la familia, es más cuestión de
costumbre y de estar siempre al día. Si bien actualmente todas las Madres Comunitarias
cuentan con los derechos básicos de un trabajador (Salario mínimo, ARL, Pensión, prima,
etc.), Viviana piensa que su oficio sigue siendo Voluntario, en tanto si la motivación fuera
el dinero, deberían ganar más por lo que hacen. Su mayor satisfacción sigue siendo el
cuidado de niños y niñas que lo necesitan.
Por otra parte, para Viviana poder criar y estar pendiente de sus tres hijos ha sido una
bendición de su labor. Ver tantos papas que por cuestiones de trabajo no tienen tiempo para
siquiera jugar con sus hijos, le ha hecho entender lo agradecida con Dios por tener un oficio
que le permite compartir con ellos en todo momento. Si bien Viviana ha optado por poner a
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sus tres hijos en otro Hogar Comunitario– cercano al de ella- cuando estaban chiquitos para
que los eduquen de una manera diferente, ella siempre ha estado pendiente de cada uno.
La vocación por su labor ha sido el motor para continuar ejerciendo como Madre
Comunitaria. Aunque trabajar con niños/as no es una tarea fácil y lo que más se requiere es
paciencia, este trabajo es una bendición en tanto se realiza en la casa, se está pendiente de
los hijos y le ha traído – en general- muchas cosas buenas. Aunque hay días en los que ha
pensado en renunciar, son más las cosas positivas que las negativas. Gracias a este trabajo
Viviana pudo cumplir con uno de sus grandes sueños, el cual era estudiar algo relacionado
con medicina, en este caso, enfermería.
Debido al apoyo económico que le brindaron sus papás, Viviana comenzó a formarse
como enfermera. Su vida en aquel momento se repartía en el Hogar Comunitario durante el
día y su carrera profesional durante la noche. Posteriormente, durante las prácticas como
enfermera los fines de semana en el hospital de Suba, fue reconocida por sus habilidades y
calidad como persona. Trabajar durante el día en el Hogar Comunitario, estudiar de noche y
trabajar los fines de semana hicieron que Viviana tuviera dificultades con sus hijos y que
ellos le reclamaran por tiempo. Aunque Viviana era consciente que no los veía y que no
podía compartir con ellos, ella sabía que al final todo el esfuerzo iba a valer la pena, por lo
que tenía que salir adelante. El apoyo de sus papás no solo fue económico, sino que ellos
durante un tiempo fueron los encargados de cuidar a sus nietos, mientras ella estudiaba y
trabajaba. A la escasez de tiempo se le sumo el aumento de las exigencias en su labor como
Madre Comunitaria, que entre otras cosas provoco que su vida estuviera por un tiempo
enfocada en su proyecto profesional.
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Viviana cree que la llegada de tantas exigencias es la sintomatología del cierre del
Programa de Hogares Comunitarios de Bienestar. Entre más exigencias mayor es el número
de Madres Comunitarias cansadas y que renuncian. Como ahora no es lo que se puede dar,
sino lo que exigen, muchas Madres Comunitarias sienten que no pueden dar más y toman la
decisión de renunciar. Para Viviana, las Madres Comunitarias son las no se motivan a
sacar adelante su Hogar Comunitario y terminan provocando el cierre de este, y afectando
a toda la Asociación. Esto se ha evidenciado en la asociación de Mariscal Sucre, en la que
muchas Madres Comunitarias antiguas han renunciado por la llegada de tantas exigencias,
haciendo que con un cierre más de otro Hogar Comunitario se pueda pensar en acabar con
la Asociación. Adicional a esto, la llegada de nuevas Madres Comunitarias ha provocado
que existan tensiones dentro de la Asociación, en tanto la motivación para hacer la labor
dejó de ser la vocación y ahora es el sueldo. A esto se le suma que en el año 2011 por malos
manejos administrativos otras dos asociaciones se unieron a la asociación liderada por la
mamá de Viviana, haciendo del trabajo de ella aún más complejo.
Con la llegada de la posibilidad de acabar con la asociación, también llegó la propuesta a
Viviana y su madre de unificarse -junto con otros dos HCB-, y pasar de la modalidad
comunitaria a la modalidad institucional. Si bien la propuesta es tentadora, sus niños siguen
siendo su mayor preocupación y la razón principal de no haber aceptado hasta ahora dicha
propuesta.
Para Viviana el respeto de sus niños, la situación de muchos papás y todas las
experiencias que ha tenido como Madre Comunitaria la han hecho más humilde. Conocer
papás que no tienen ni para un plato de comida y que encuentran en ellas un lugar donde
dejar sus hijos, la ha fortalecido y llenado de vida. Los abrazos, los “profe te amo” son
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cosas que para Viviana no tienen precio, que la llenan de paz y que hacen de su labor
gratificante.
Viviana hoy en día no se ve en los próximos 10 años ejerciendo como Madre
Comunitaria. El agotamiento de la labor y el deseo de ejercer tiempo completo como
enfermera hace dudar su permanencia, aunque no descarta trabajar con niños y niñas con
otro tipo de dificultades.
En su vida personal, aunque su trabajo demanda gran cantidad de tiempo y muchas
personas dicen que no tienen vida social, ella de vez en cuando se reúne con sus amigos y
compañeros. Si bien Viviana siempre se ha considerado de pocos amigos y no tan
compinchera, es debido a que su prioridad siempre ha sido su trabajo como Madre
Comunitaria, su familia y ahora, su profesión como enfermera. Todos los años compartidos
junto a su madre, si bien nunca han faltado las peleas y dificultades, han sido una bendición
y un apoyo inmensurable para poder cumplir con todo lo que se ha propuesto. Un ejemplo
de esto es el apoyo de sus papás al cuidar de sus hijos los fines de semana mientras ella
ejerce como enfermera en el teatro Astor Plaza y Jorge Eliecer Gaitán. Aunque su vida de
lunes a domingo es agitada, se siente feliz de poder estar ejerciendo su profesión.
Hoy en día, Viviana no tiene todavía muy claro su proyecto de vida, solo disfruta del día
a día, de sus hijos y de sus trabajos. Hace un año se dio la oportunidad de volver a tener
pareja, y aunque tienen dificultades para verse, cada uno entiende las responsabilidades del
otro. Viviana, finalmente, le pide a Dios que le guie el camino y que sea el tiempo el que
decida si seguir o no como Madre Comunitaria, sabiendo de ante mano que ha sido una
labor que le ha dado mucho como persona, como madre y como trabajadora.
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Consuelo
Consuelo tiene 50 años, vive con su esposo, sus padres y su hija. Desde hace 28 años
tiene la misma rutina, se despierta a las 5 de la mañana, se baña, se cepilla el cabello, se
arregla y sale a recibir los niños. Su habitación queda en el segundo piso de la casa, así
como todas las demás. Baja las escaleras y se dirige directamente al espacio de trabajo de
los niños ubicado en el garaje de la casa, este espacio es lo primero que se ve una vez se
cruza la puerta de entrada. Para ella el espacio donde se ubique un Hogar Comunitario por
lo menos tiene que tener algo de claridad y que los niños se puedan moverse. Consuelo
comienza su día limpiando el piso y encerándolo, acomoda las mesas, las sillas y se dirige a
la cocina; este recorrido lo hace al menos 30 veces al día.
Hace más o menos un año esta rutina cambió. Era la una de la mañana y Consuelo se
paraba de la cama y comenzaba a trabajar, rodeada de papeles preparaba todo para la visita
de los funcionarios del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. A las 8 de la mañana
salía con la cara lavada, justo a tiempo para la llegada de los niños. En ese entonces su
padre se encontraba muy enfermo y además era parte de la junta del barrio, lo que hizo que
descuidara una de sus funciones como Madre Comunitaria, tener al día la documentación.
Uno de esos días se encontró a sus compañeras en el mercado, y al saber de su situación, le
ofrecieron su ayuda; le dijeron qué sacar, qué cosas servían y qué no; qué papeles botar y
cuáles dejar; cómo debía llenarlos. Mientras tanto su sobrina y su hija hacían figuras de
papel en forma de huellas para pegar en el suelo del hogar – era parte de sus obligaciones-,
y entre las montañas de papel y con un callo en un dedo de su mano, lograron terminarlo
todo, hasta su Planeador – su “biblia”- (En el planeador están descritas teórica y
metodológicamente las actividades que se van a realizar con los niños). Este libro, que ya
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parecía una extensión de su propio cuerpo, un día no apareció más. Y llegó el día de su
visita. Aunque los funcionarios estaban encantados con su orden y decoración, Consuelo
solo podía pensar en que le faltaba lo más importante, lo que valía el 90% de su
calificación. Y antes de que se lo pidieran dijo que sabía que le iban a pedir el planeador,
pero que no lo tenía pues se le había perdido. Les expresó su angustia a las funcionarias
del ICBF, pues ella lo tenía, pero se había perdido. Las funcionarias valoraron su
honestidad y la evaluaron con una puntuación excelente, desde ese momento Consuelo
piensa que no se vuelve a atrasar en nada.
El primer niño llega después de las 8:20, - aquí los niños no madrugan- parecería ser
una de las reglas del Carrusel de los niños, junto con el uso del uniforme que visten todos
los niños y niñas que asisten a los hogares de la Asociación Mi Segundo Hogar, París-
Francia. No es sino que crucen la puerta de entrada para que parezcan pequeños adultos que
descargan sus preocupaciones junto con su maleta. La profe, como la llaman, sabe todas sus
historias, y no porque sea chismosa, sino porque sus niños viven cosas en casa que a ella le
gustaría que olvidaran, historias como que el papá llega bravo porque su esposa dejó
quemar el arroz o el papá que no tiene reparo en gritarle groserías a su pareja delante de
los niños.
Siempre le han gustado los niños, sobre todo los más pequeños, y fue esa la razón por la
que decidió estudiar Psicología. Simultáneamente trabajaba en un almacén, y con ese
dinero pagaba sus clases de inglés, pues su padre solo alcanzaba a pagarle su carrera
universitaria. Un día cualquiera, a sus 22 años, vio pasar a una vecina con un grupo de
niños; ella por qué tendrá niños si ella ni casa propia ni nada, pensó. Unos días después,
esta mujer les explicó – a ella y su madre- que hacía parte de un programa en el que
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cuidaba niños y niñas del barrio; su madre se interesó tanto que le pidió a Consuelo que la
acompañara a los cursos, y tras un par de días convenciéndola, ella lo hizo. Fueron 40 horas
de aprender sobre manejo de alimentos, de los niños y de los padres. Fue como si se
hubiera enamorado, dejó de estudiar y abrió su Hogar Comunitario, siempre de la mano de
su madre y su hermana. Su madre inicio el 5 de Julio de 1989 y exactamente cinco meses
después inició ella. Después de cumplir 23 años se casó, y un año después quedó en
embarazo; hasta el día de hoy su trabajo le ha permitido ver crecer a su hija y estar al frente
de su crianza.
Actualmente, para ser Madre Comunitaria es necesario ser bachiller, ser menor de 40
años y tener casa propia, diferente a la informalidad de hace 28 años cuando ella comenzó
con el trabajo. A pesar de que solo era necesario realizar unos cursos, iniciar con el Hogar
Comunitario fue una tarea que requería esfuerzo. Los primeros días de trabajo no fueron
fáciles, ni siquiera tenían un lugar para sentar a los niños. Entonces su padre, un hombre
muy creativo, encontró un gran tapete viejo, y después de aspirarlo y limpiarlo, sirvió para
que los más pequeños se acomodaran. Era impensable en ese tiempo tener un televisor ni
mucho menos, así que ellos solo se quedaban ahí, pasando el rato. Cantaban un par de
rondas y eso era todo. No fue sino hasta que Consuelo asistió a sus primeros cursos que
aprendió cómo podía hacer más agradable el día de estos niños, llevándolos al parque, por
ejemplo, aún con el miedo de que uno de ellos desapareciera repentinamente. Ella entiende
la importancia de estos cursos dentro de su labor como Madre Comunitaria, por eso estudió
en el CEDINPRO, realizó cursos en el SENA, para que cada año esté actualizada en su
labor; el ICBF a cada rato está enviando a las madres a hacer cursos de pedagogía y
cursos de nutrición, están muy encima de ellas buscando que no se queden estancadas en
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el cursito que hicieron al comienzo. Sin embargo, estos cursos tienen que ser gestionados
por ellas mismas.
Cuando inició como Madre Comunitaria los padres de familia eran un apoyo. La
mensualidad –también llamada cuota de participación- no era cobrada en su totalidad, y a
cambio ellos se turnaban, y una hora a la semana cumplían labores dentro del hogar como
cocinar, limpiar y cambiar a los niños. Actualmente eso ha cambiado. Los padres – que en
su mayoría trabajan- han dejado de apoyar en las labores del hogar. Pero Consuelo ha
luchado contra eso, ha conformado comités con ellos para cumplir funciones de vigilancia,
salud y educación de los niños; es un trabajo conjunto. La Asociación de Madres
Comunitarias de su localidad se ha puesto en la tarea de formar a los papás de los niños de
sus hogares, buscando charlas y pagando por ellas hasta 150mil pesos. Hasta han pasado
cartas a las universidades para que manden chicos a hacer talleres, talleres para
concientizar a los papitos.
A las 9:15 de la mañana reparte la primera actividad para los niños, ahora ya
acomodados en las cuatro mesas y sus respectivas sillas que amueblan el espacio por donde
han pasado más de 300 niños y niñas. Para cada una de las actividades que los niños
realizan, Consuelo se encarga de pagar de su bolsillo las fotocopias necesarias, y los
materiales que utiliza deben estar registrados en una lista junto con la cantidad de cada uno.
Una vez ha terminado, llama a lista y revisa en el planeador las actividades que debe
desarrollar en el día. Las Madres Comunitarias deben tener en el planeador todos los
momentos pedagógicos y actividades rectoras que desarrollan en el hogar, la vida cotidiana
de los niños, las dimensiones que abordan cómo se relacionan con ellos mismos, cómo se
relacionan con los demás y con el medio que los rodea. Este planeador es fundamental para
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su labor como Madres Comunitarias, tal como piensa Consuelo sin el planeador las madres
no son nada en el jardín.
A Consuelo, como Madre Comunitaria le exigen todo tipo de papeleo, todos los meses
toca darle una hoja a los papás para que llenen a conciencia el control social;
posteriormente, ellas tienen que llevar a la oficina del ICBF un formato de novedades –que
es la asistencia, los pagos y todo lo que se ha presentado en el mes-. Además, debe tomar
fotos sobre lo que se desarrolla en el Carrusel de los Niños. A estos documentos el ICBF a
cada rato les está cambiando nombres y los formatos, por ejemplo, el planeador ha sido
modificado tantas veces que en hogar existen como tres modelos.
Dentro de las exigencias por parte del ICBF, Consuelo debe conseguir un computador
para poder usar los recursos digitales, los cuales requieren saber usar una plataforma para
evaluar a los niños de su hogar, ella nunca ha recibido una capacitación por parte de la
institución, sino que la representante legal – o líder de Madres Comunitarias de su
Asociación- es la que debe replicarles la información del uso de la plataforma. Varias veces
ha escuchado decir a sus compañeras que deberían decirles más bien que hicieran un curso
de informática, en lugar de estar cuidando a los niños.
Pero su labor no se limita a lo que está en el planeador y otros documentos, como Madre
Comunitaria Consuelo les enseña a los niños hábitos saludables y valores; ella busca
enseñarles todo lo que esté a su alcance como profe porque cuando lleguen al colegio los
niños ya deben saber cómo coger un lápiz, cuidar sus cosas, respetar a su compañeros y
profesoras.
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Al medio día, Consuelo recoge las actividades, y después de haber puesto gel
antibacterial en las manos de todos los niños, llega la hora del almuerzo, la segunda comida
de los niños en el hogar. Entre ella, su madre y su hija van y vuelven de la cocina y solo
hasta que todos los niños tienen sus platos, cada una se sienta en alguna de las mesas y
comen junto a ellos. El almuerzo de hoy según la minuta del ICBF es arroz, ensalada, pollo
y espinacas, pero lo que está en el plato poco corresponde, pues la madre de Consuelo
decidió llevar papa, arveja y calabaza para poder rendir el almuerzo que comen los niños,
ya que las cantidades establecidas por la institución no son suficientes para una nutrición
apropiada para los niños del hogar. El ICBF le asigna 40.000 pesos semanales para el
mercado de plaza y a los niños se les debe dar fruta por la mañana y por la tarde, además
hay que comprar las verduras para el almuerzo, ¡y eso no alcanza para nada!, lo que ha
llevado a que en varias ocasiones Consuelo deba poner dinero de su bolsillo para poder
alimentar a los niños. Pero a ella no le importa; lo hace con amor.
Las cantidades que el ICBF entrega a las madres para la alimentación de los niños es
insuficiente. Por ejemplo, para la carne deben ser 30 gramos, las arepas deben ser
también de 30 gramos; para un día dan libra y media de papa, esto a veces son 3 papas.
Sin embargo, Consuelo y sus compañeras deben garantizar, además, que los niños bajos de
peso tengan una alimentación especial. Lastimosamente no alcanza para reforzar ni nada.
Antes, en ocasiones especiales, se podían preparar comida diferente para los niños como
papas a la francesa o arroz con pollo. Actualmente el sistema burocrático de la institución
no se los permite sin antes hacer papeleos y cotizaciones.
La Bienestarina es otra de las exigencias del ICBF hacia las Madres Comunitarias.
Consuelo, como muchas otras madres, es la encargada de descargarla e incluirla en la
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alimentación diaria de los niños de una forma eficiente y sin desperdicios, el incumplir con
esta exigencia puede acarrear penalizaciones y en algunos casos cárcel.
Después del almuerzo, la película. Los niños toman sus sillas y se dirigen hacia un
espacio de la casa que ha sido adecuado para guardar los materiales, y junto a esto, un
televisor. La película avanza y cada vez se escuchan menos ruidos, menos risas, menos
comentarios, y casi sin necesitar decirlo, los niños se alistan para su siesta. En ese mismo
espacio las sillas son cambiadas por 2 colchonetas, una para los niños y otra para las niñas.
Dos horas de siesta para ellos son dos horas de recarga para ella. Si bien este no está
permitido por el ICBF que los niños duerman, este es el momento donde Consuelo limpia,
lava y organiza. Es el momento de tomarse un tinto y respirar. Consuelo se siente
presionada en su trabajo como Madre Comunitaria pues por las exigencias del ICBF
requiere que hasta en sus momentos de descanso esté en pro del hogar, debe estar
colocando tareas, haciendo el planeador, descargando la Bienestarina, alistando los papeles
que toca hacer, revisando qué hace falta. Recuerda con nostalgia cuando no tocaba estar
pendiente de los papeles que tenía que llenar; para ella al ICBF solo le importa el papel y
no como estén los niños, por eso las madres descuidan a los niños por estar llene, llene y
llene solo papeles. Y esto parecería compartirlo otras Madres Comunitarias de su
Asociación; al inicio del presente año había 10 jardines, actualmente solo quedan 7.
A Consuelo lo único que la hace dudar de continuar en un futuro como Madre
Comunitaria son todas exigencias por parte de la institución. Pero son los niños el motor
que día a día la mantienen en el trabajo; un sábado o un domingo que los niños no van a su
casa, extraña que compartan con ella y le cuenten sus historias, son ellos los que tienen una
chispita que hace que cada día Consuelo le coja más amor al trabajo y la alegría de los
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niños es lo que la engrandece como persona. Esto gratificación que siente por su labor hace
que no tenga ningún problema por tener que poner dinero de su bolsillo.
Hay cosas que no le interesa que le toque pagar, desde que sea por el bien del hogar y de
los niños. Por ejemplo, todas las mejoras que tuvo que realizar en su casa por exigencia del
ICBF - como ponerle teja a una parte de su casa, poner sifones, agregarle rejas a la entrada
de la casa o pintar las paredes del hogar anualmente- corren por su cuenta, pero a ella no le
importa tener que hacerlo porque este es un trabajo que debe hacerse por amor y no por
necesidad. El amor que la mueve en su trabajo es lo que la lleva a estar en constante
movimiento. Ha pedido apoyo en hospitales o en algunos papás que colaboran en el pesaje
y tallaje de los niños. Además, hace parte de la junta del barrio y ha contactado psicólogos
para que le colaboran y fortalezcan su trabajo, también se ha esforzado por integrar a los
papás que están desocupados o que pueden llegan por la noche para colaborarle, pues
muchos saben pintar y tienen harta creatividad, todo esto le ayuda en su trabajo.
En la junta de acción comunal cuentan con una sala de cómputo y gimnasio, espacios
que se habilitan para que Consuelo pueda llevar los niños una vez a la semana y se les
dispongan algunos equipos para que jueguen y aprendan cómo deben utilizarlos y cuidar de
las cosas.
Para Consuelo sus compañeras son un apoyo fundamental, cada una hace cosas que las
favorece y les aligera el trabajo. También su familia, su hija y sus sobrinos están en
constante disposición para poder colaborarle y crear nuevas ideas para el hogar y los niños.
Todos ellos componen una red de apoyo en esta labor que realiza, es su trabajo y su
responsabilidad, pues si fuera una labor voluntaria podría no cumplir con muchas de las
exigencias y responsabilidades que tiene como Madre Comunitaria. Para Consuelo, aunque
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hace un tiempo su oficio era voluntario, ahora tiene responsabilidades, derechos y deberes
que deben cumplirse.
A las 3 de la tarde continua su responsabilidad con los niños del hogar, es momento de
despertarlos y prepáralos para cerrar la jornada. Mientras algunos van al baño, Consuelo y
su hija se encargan de limpiarles la cara y peinarlos antes de la llegada de sus padres. Una
vez están listos toman su merienda de la tarde y juegan “ritmo” para recordar lo aprendido
en el día; uno a uno los niños son recogidos por sus familiares.
Hace siete años, una jornada en este Hogar Comunitario era totalmente diferente.
Consuelo recuerda que los cambios y exigencias por parte del ICBF se empezaron a dar en
pro de los niños, pues se escuchaba que en algunos hogares tenían un trato negligente con
ellos. Así que para ella eso es un beneficio porque la institución está pendiente enviando
psicólogos, nutricionistas y pedagogos. El ICBF está pendiente de ella, de cómo va la
nutrición de los niños, de si están progresando, que si algún niño tiene problemas que ellas
se lo remitan. Pero en ocasiones son más las exigencias por parte de la institución que las
herramientas que le proveen, son más las barreras que las libertades que tiene para ejecutar
su trabajo, por eso hay momentos que le lleva la contraria al ICBF en cosas pequeñas como
darle un Bom Bom Bun a los niños sin preocuparse por la minuta o el contenido
nutricional.
Los aprendizajes que ha recogido en sus 28 años como Madre Comunitaria son
innumerables pero los que siempre han estado presentes son los de su mamá, aprendizajes
que la han llevado a ponerse en los zapatos de los niños y pensar en el bien común. Su
papá, a través de su ejemplo, siempre le mostró que así que como uno recibe tiene que dar,
y cada vez que él podía utilizaba algo de su sueldo para llevarle algo a los niños del hogar.
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Estos aprendizajes de sus padres son la filosofía que Consuelo día a día aplica en su labor
como Madre Comunitaria.
Jeannette
Jeannette es una mujer de cincuenta y cuatro años, que vive agradecida con Dios por
todo lo que ha logrado hasta ahora, por tener a su mamá y a su hijo junto a ella y también
por el trabajo que tiene, lleva dieciocho años dedicándose al mismo y a todo lo que hace le
imprime mucho amor. Su Hogar Comunitario se llama Mis Primeras Letras, allí, se dedica
a cocinar, lavar, planear y ejecutar actividades pedagógicas y lúdicas, así como jugar,
bailar, reír y cantar con los niños y niñas, además de llevar a cabo funciones de cuidado
como cambiar pañales y cucharear el alimento a los más pequeños.
Pero no siempre fue una Madre Comunitaria, de hecho, tuvo conocimiento de que podía
llegar a serlo después de varios años dedicándose a distintas actividades. Estudió cuatro
semestres de pedagogía en la Universidad Pedagógica, luego trabajó por siete años como
jefe de personal en una empresa hasta que quedó embarazada, pasó ocho años cuidando de
su hijo y más adelante trabajó en un colegio.
Fue tras la pérdida de un hermano que escuchó la sugerencia de una prima y el 20 de
marzo de 1999, quiso presentarse para convertirse en madre sustituta, sin embargo, una
doctora del ICBF -a quien recuerda con mucho cariño-, miró su hoja de vida y cuando notó
que ella había trabajado en un colegio anteriormente le propuso que abriera su propio
Hogar Comunitario, empezó con siete niños y al día siguiente ya tenía catorce inscritos; los
conocimientos y la experiencia de quienes trabajaron con ella en el colegio, fueron de
ayuda para hacer las cosas bien en su hogar, además estas personas le insistían en que
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terminara su carrera, sin embargo, ella prefirió seguir trabajando para pagar los estudios de
su hijo.
Para abrir un Hogar Comunitario en ese momento era necesario, ser bachiller, tener el
espacio suficiente para prestar el servicio, la disposición para adecuarlo de ser necesario y
pertenecer a una asociación; cuando inició sus labores, había catorce madres en la
Asociación Mi Segundo Hogar, París- Francia y ella fue representante, una labor que más
allá de las responsabilidades que demandaba, es algo que ella reconoce como una labor que
disfrutaba ya que hacían reuniones en las que se integraban con funcionarias del ICBF y
entre todas las presentes generaban propuestas de lo que se podía hacer en el programa
desde esa asociación.
Jeannette abrió su Hogar Comunitario en la casa de su madre, en un primer momento se
ubicó en un espacio de la casa que era más reducido -actualmente esa es su habitación- allí
sufría muchísimo para cocinar, pues la cocina quedaba un poco apartada de este sitio. Se
dio cuenta que iba a necesitar más materiales e implementos para poder realizar su labor,
por lo que tuvo que ir construyendo de a pocos su espacio de trabajo y aunque la
comunidad –las personas que viven cerca al hogar- no han sido percibidos por ella como un
apoyo, los padres usuarios y sobretodo su familia le fueron colaborando, pues aunque
nunca se involucraron en el servicio como tal, si le ayudaron a conseguir elementos como
platos, mesas y sillas, algo que ella valora mucho dado que en ese momento le era muy
complicado adecuar el lugar por su cuenta y la ayuda que recibía de la alcaldía o el ICBF,
no alcanzaba para las necesidades que había.
No obstante, en esta época el ICBF proveía un delantal blanco con azul que los niños
utilizaban para asistir al hogar, mientras que las madres utilizaban sus propios recursos para
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comprarse un delantal que no tenía el sello de la institución. Actualmente tanto las Madres
Comunitarias como los niños utilizan uniforme, el de estos últimos, es de color rojo y tiene
el escudo de la misma, su uso es obligatorio y los lunes, miércoles y jueves deben usar el de
diario mientras que los días restantes usan sudadera.
Esta mujer se ve a sí misma como una persona que se proyecta a futuro, pues trabajó
mucho y pidió préstamos si era necesario para para sacar adelante a su hijo. Tener el hogar
le permitió encontrar una manera de emplearse mientras estaba pendiente de él, quien en
ese momento era adolescente. Además, ha sido una persona muy trabajadora pues
inicialmente solía mantenerse bastante ocupada debido a que completaba las ganancias que
recibía de su hogar, con otros dos empleos para pagar la escuela naval de su hijo, quien
logró llegar a ser suboficial naval.
En el hogar Jeannette siempre ha trabajado con una Madre Auxiliar algo que le ha
facilitado mucho su quehacer, pues, aunque el ICBF dice que no es obligatorio contar con
el apoyo de otra persona, ella lo considera necesario para dar un mejor servicio y poder
cumplir con las exigencias que enfrenta al atender a los niños y niñas, ya que las diferencias
entre las edades son bastante amplias -desde el año y medio hasta los cuatro años-, y por
esto los niños requieren de actividades y cuidados distintos.
En sus dieciocho años ha trabajado con aproximadamente ocho Madres Auxiliares, la
mayoría de ellas fueron en un comienzo madres usuarias y con ellas ha podido tener una
relación de amistad sincera que ha durado varios años. El año en el que llegó la señora Isa
-la Madre Auxiliar actual- hubo varias Madres Auxiliares que estuvieron unos cuantos
meses y se fueron, ante esto, Jeannette afirma que el trabajo con otra persona es muy
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importante y que debe hacer las cosas más sencillas, pues de lo contrario es mejor decir:
‘no gracias’.
Cumplir con las responsabilidades que demanda tener el hogar es más llevadero junto a
Madres Auxiliares como la señora Isa con quien lleva cinco años, pues Jeannette confía
mucho en ella, la relación es transparente, se entienden muy bien y se cuidan mucho la una
a la otra, ya que, si alguna llega a tener un problema de salud, la otra la respalda; además
pueden trabajar en paralelo para que les rinda el tiempo y no tienen que ponerse de acuerdo
para ello, es decir, mientras una de ellas está trabajando con los niños, la otra puede estar en
la cocina.
Aunque para el ICBF sólo puede haber un niño de menos de dos años en un Hogar
Comunitario, en Mis Primeras Letras hay más de uno ya que de no cumplir con el cupo de
los catorce niños, este puede ser cerrado, además, Jeannette considera que muchas veces
una madre pierde oportunidades laborales porque su hijo es muy pequeño. Por ello esta
Madre Comunitaria en compañía de la señora Isa, dividen las actividades por edades y esto
no representa una dificultad para Jeannette, pues considera que este servicio es para mamás
que necesitan trabajar.
El programa y el Hogar Comunitario de esta mujer han cambiado mucho con el tiempo,
así como las funciones que ha tenido que cumplir allí pues Jeannette reconoce que en un
principio éstas estaban orientadas principalmente al trabajo con los niños, para el ICBF, era
necesario que ellas contaran con disposición para pasar tiempo con ellos y cuidarlos,
además por parte de la entidad recibían un trato más humano y a las madres se les trataba
‘como personas’, pero las exigencias se hicieron más fuertes cuando les empezaron a
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pagar el mínimo y ahora cuando los funcionarios visitan los hogares, no se fijan en los
niños sino en los formatos.
Lo anterior es algo con lo que ella ha tenido que lidiar por muchos años. En una
oportunidad, recibió la visita de una funcionaria que le preguntó por una lista de asistencia
-la cual actualmente recibe el nombre de RAM- en la cual había un error en el que ella se
fijó y por el cual la ridiculizó frente a sus compañeras y esta madre, que no guarda silencio
ante este tipo de situaciones, le expresó su malestar frente a la poca atención que estaba
prestando a los niños, pues llegó miró los papeles, pero no se fijó en ellos ni en su
expresión.
Jeannette ya no es representante, pero señala la llegada de una doctora como algo que
puede generar miedo y malestar, según el ICBF no hay vínculo con las madres, pero le
ponen muchos obstáculos a su trabajo ya que la manera como expresan las exigencias es
percibida como una amenaza. A pesar de eso, Jeannette los identifica como sus jefes, y que
por ello le toca quererlos, además resalta que todavía hay algunas personas comprensivas,
tolerantes y cooperadoras, algo que le conviene a la hora de recibir las visitas de los
funcionarios del ICBF a su hogar.
Ella reconoce que su vida también ha cambiado bastante y que en este momento cuenta
con más tiempo y disposición para cumplir con todo lo que le exigen. A su modo de ver,
todo lo relacionado con papeles y documentos, como la asistencia, los pagos de las
pensiones y las mensualidades, es lo más relevante para el ICBF en éste momento y aunque
para Jeannette esta cantidad de documentación no es necesaria, cumplir con esto no es muy
problemático para ella, ya que las tareas son fáciles de hacer si se hacen con tiempo; de
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hecho, los inconvenientes que ha llegado a tener frente al cumplimiento de sus
responsabilidades han sido por dejar todo a última hora.
Actualmente, Jeannette dedica su tiempo a los niños en compañía de la señora Isa y lo
que más la motiva está lejos de relacionarse con algún soporte económico, ya que considera
que cumplir con lo que le exigen hace parte de aquello que se debe hacer si quiere
conservar su trabajo, se siente comprometida con ello y en consecuencia se siente bien al
hacerlo, además cuenta con muchas facilidades, pues tiene su propio computador e
impresora, los cuales obtuvo gracias a su hijo -que ahora tiene veintiocho años- a quien le
gusta que ella esté cómoda en su trabajo.
Para Jeannette es muy importante la alimentación de los niños y en su hogar, ella debe
hacer que las porciones de comida estén acordes con una minuta patrón, algo con lo que a
veces no está muy de acuerdo, pues considera que este aspecto podría ser más flexible. Ella
prefiere cocinar alimentos saludables que cumplen con los ingredientes incluidos en la
minuta, de maneras que los niños puedan disfrutar. Un ejemplo de esto es que suele cocinar
la espinaca en croquetas que a los niños les gusta más y la papa prefiere dárselas chorreada
ya que la disfrutan más así que cuando la cocina salada. Los ingredientes se los provee el
ICBF, pero a veces esta madre quiere darles algo más rico o las cantidades no le parecen
suficientes entonces suele poner dinero de su bolsillo para completar la comida con cositas
que sabe, les van a gustar teniendo en cuenta que los grandes comen en cantidades mayores
que los pequeños.
Cuando llega la hora de las onces o el almuerzo, tanto Jeannette como la señora Isa le
indican a los más grandes que se deben sentar en una mesa compartida y a los más
pequeños los sientan en sillas altas, en las que les cucharean el alimento con mucha
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
57
paciencia. Para estos niños la madre cocina papillas o sopas, uno de los alimentos que les
da recibe el nombre de migote que es un revuelto de galletas y colada, el cual les es más
fácil de comer.
Hay momentos en los que a algunos de los más pequeños se les dificulta retener los
alimentos y los devuelven, frente a este tipo de situaciones Jeannette se muestra tranquila,
les cucharea un momento, se detiene, hace otras actividades y regresa para continuar
dándoles de comer.
Como Madre Comunitaria también debe medir la talla y el peso de los niños y niñas
inscritos, esto no tiene mucho sentido para ella, pues en la EPS lo hacen personas que si
tienen conocimientos acerca de esto y aunque ya no se maneja una rejilla que se
implementaba antes para registrar esta información, Jeannette debe pasar al ICBF esas
medidas cuatro veces en el año y las obtiene usando una pesa que le dieron hace
aproximadamente diez años, por lo que las considera no confiables.
En Mis Primeras Letras, la diferencia de edades -como se mencionó anteriormente- es
algo con lo que Jeannette debe lidiar a diario, sin embargo, con el apoyo de la señora Isa, se
divide al grupo y mientras los grandes hacen una actividad, los más pequeños hacen otra
que se adecúe a sus capacidades. Adicionalmente, para esta madre el hogar es el primer
escalón de los niños inscritos y es responsabilidad de ella, como la primera persona que
influye en su educación, lograr que tengan un futuro exitoso, es por ello que se preocupa
por hacer que los niños se concentren en la tarea que les ponen y se esfuercen por hacerla lo
mejor posible, para esto, se sienta junto a ellos y hace tareas similares, además se comunica
con ellos utilizando un tono de voz moderado, se preocupa porque haya buen trato entre
ellos y con solo una mirada les hace saber lo que están y no están haciendo tan bien.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
58
Para enseñar a los niños, el trabajo es conjunto entre ambas madres, pues para Jeannette
es importante contar con la juventud y los conocimientos de la Madre Auxiliar y reconoce
que como Madre Comunitaria ella misma aporta desde su experiencia para el correcto
manejo del planeador, el cual consiste en un formato sobre lo que cada madre trabajará mes
a mes en su hogar con los niños, teniendo en cuenta los temas previamente discutidos y
elegidos con las demás madres de la asociación.
Hace unos años, ella hacía cursitos organizados por ciertas universidades con el fin de
capacitarse mejor a la hora de ejercer sus funciones y la convocatoria para que asistieran
era agradable, pues se les decía que podía asistir quien lo creyera necesario mientras que
actualmente, se les avisa de las capacitaciones de un día para otro y quien no se inscriba
ese día no puede asistir. Esta mujer se cansó de ir a dichos cursos desde hace ya unos años,
considera que es un aspecto que se ha descuidado mucho y en este momento no le interesa.
Para Jeannette es muy importante que un Hogar Comunitario sea un lugar organizado,
amplio y agradable en el que la cocina esté independiente del baño y que permanezca libre
de mascotas y de paso frecuente de personas -así vivan en la casa-, pues con estas
exigencias se garantiza la seguridad de los niños, además son fáciles de cumplir, a su modo
de ver. Ella no tiene mascotas en su casa y su madre -quien vive allí- no entra al Hogar
Comunitario en ningún momento del día. Desde su perspectiva, el ICBF tiene una
responsabilidad muy grande frente al cumplimiento de estas exigencias, pues si un niño es
lastimado en un hogar, es por el mal trabajo de los funcionarios que no se esfuerzan en
que aquello que dicen, se haga.
En el hogar de Jeannette la higiene de los niños y niñas es indispensable, le gusta tener
lindos a sus niños, por esto ella y la señora Isa se ocupan de peinarlos, limpiarles la nariz,
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
59
organizarlos cuando estén desarreglados y cambiar los pañales de los más pequeños
constantemente. Los funcionarios del ICBF revisan que en los hogares cada niño y niña
tenga su cepillo de dientes, los cuales se piden a los padres usuarios y en la jornada se
dispone de un momento del día en que los niños se cepillan los dientes. Cuando hay algún
niño o niña sin cepillo, es la madre quien lo compra.
Jeannette identifica que debe cumplir con responsabilidades muy importantes como lo es
el planeador de las actividades pedagógicas mencionado anteriormente, con el cual no ha
tenido inconvenientes y le permite tener pensado lo que quiere hacer con los niños. No
obstante, esta madre siente que a veces el tiempo es muy corto para desarrollar temas que
son bastante amplios, esto pasa porque quien dirige la asociación no tiene mucho
conocimiento sobre los temas, así que ella muestra su recursividad y se esfuerza por
enseñar el tema con la mayor profundidad posible.
De igual manera, le parecen importantes los documentos de los niños que los padres
deben llevar, y percibe esto como una dificultad que ha tenido que enfrentar, pues los papás
no colaboran mucho con esos papeles, en ocasiones ha llegado a sacar dinero de su bolsillo
para pagar exámenes odontológicos, médicos y visuales con tal de contar con lo que el
ICBF le pide. A pesar de esto, ella reconoce y valora positivamente el papel que han
cumplido los padres de familia en la construcción y el progreso de su hogar, pues siempre
ha tenido buena relación con ellos y en el inicio, algunos padres le colaboraron con
elementos indispensables para el mismo.
Su trabajo también implica cumplir con ciertas funciones que parecen no ser muy
indispensables para ella, una de estas es el formato de Bienestarina, en el que se registran
las cantidades de este suplemento que se reciben, pues lo percibe como un seguimiento,
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
60
como si se pensara que ella intenta hacer negocios con él. Otra de estas responsabilidades
es la planeación de unos talleres de lactancia materna, los cuales van dirigidos a todos los
padres usuarios y deben incluir aspectos que aún están a la espera de que el ICBF envíe,
además esto ha generado inconformidades debido a que las fechas se han cambiado en
varias ocasiones. La Madre Comunitaria sabe que se tienen que hacer como sea, así ellas
no cuenten con los conocimientos necesarios, entonces les toca buscar cómo hacerlo; ante
situaciones como esta, en las que no conoce algo, ella lo busca ‘en el que todo lo sabe’,
Google.
A lo largo del día con mucha paciencia, esfuerzo, amor y dedicación, Jeannette -en
compañía de la señora Isa- cumple todas las exigencias mencionadas, tanto las que le
parecen muy importantes como aquellas que no tanto, para cuidar de los catorce niños y
niñas que tiene inscritos actualmente. Con el paso del tiempo, su salud no es la misma de
antes, pero eso no la detiene, pues frente a cada necesidad de salud que está teniendo, ella
se va ayudando, un ejemplo de esto es que ante la enfermedad del túnel del carpio, se
compró una picadora pues no quiere permitir que su cuerpo se deteriore rápidamente.
En este momento, ella no tiene obligaciones, tener Mis Primeras Letras como lo tiene
ahora, era su meta, así que con lo que recibe de las entidades operadoras del ICBF y de la
cuota que aportan los padres de familia, le paga un arriendo a su madre por el uso del
espacio y le paga un sueldo a la señora Isa, pero el amor por lo que hace es suficiente pago
para ella y lo demuestra en el trato que brinda a los niños; cumple con sus
responsabilidades de forma voluntaria, porque quiere hacerlo, y el paso del tiempo le ha
permitido descubrir varias capacidades con las que cuenta, pues al mirar al pasado, siente
que todo lo que ha hecho ha valido la pena. Así, esta mujer espera retirarse una vez cumpla
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
61
los cincuenta y siete años de edad, le gustaría que alguien más joven se enamore de lo que
ella hace, pero siente que ya es su momento de poder descansar y disfrutar de lo que ha
hecho toda la vida.
Matriz
Al explorar las experiencias de estas mujeres, se encuentran elementos transversales en
sus tres historias de vida que son relevantes para intentar dar respuesta a la pregunta de esta
investigación, dichos elementos se muestran en la tabla 1.
Tabla 1
Matriz de resultados
Categoría Elementos Estrategias Contradicciones Documentación Aumento en la
cantidad de formatos.
Digitalización de
formatos.
Organización de los
documentos.
Recolectar
documentos
sociodemográficos y
de salud de los
niños/as.
Disminución del
tiempo dedicado a los
niños.
Buscar ayuda de
personas, instituciones
o herramientas como
libros e internet.
Aprender de
experiencias pasadas
Preparar la
documentación con
anticipación.
Pagar exámenes
odontológicos,
médicos y visuales
de los niños.
Una de las
asociaciones delegó
a una secretaria las
funciones que
requieren de
habilidades
informáticas.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
62
Nutrición Cumplimiento de
Minuta (Menú
diario).
Listado de alimentos
y sus respectivas
cantidades
Medir la talla y peso
de cada niño
Registrar cantidades
de Bienestarina.
Preparar el menú con
los alimentos que les
proveen.
Apoyo de otras
personas (Madre
Auxiliar y/o
familiares).
Utilizar los medios
disponibles para
obtener las medidas de
talla y peso.
Ser minuciosas al
momento de
suministrar la
Bienestarina.
Realizar
modificaciones a la
minuta con el fin de
que los niños
disfruten más la
comida.
Completar -con su
dinero- las porciones
establecidas por el
ICBF.
Estar dispuesta a
argumentar que la
cantidad de comida -
mayor a lo que
recibe del ICBF- es
para su familia, en
caso de que haya una
visita de esta
entidad.
Pedagogía Planear actividades
según los
lineamientos del
ICBF
Escuela de padres
Retroalimentación de
los procesos
individuales
Conocimientos
adquiridos por
experiencias previas
(académicas y/o
laborales)
Buscar recursos
adicionales.
(herramientas para
realizar los talleres y/o
Enseñar y desarrollar
habilidades que ellas
creen indispensables
para ingresar al
colegio (saber
escribir el nombre,
delinear, saber ir al
baño, aprender a
coger el lápiz, etc.).
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
63
Buscar y asistir a
capacitaciones.
Mantener a los niños
en diferentes
actividades a lo largo
del día.
profesionales
capacitados para
realizarlos).
Apoyo de la Madre
Auxiliar y/o de sus
familiares.
Dividir a los niños
por edades y hacer
actividades distintas
con cada grupo.
Construir criterios
para evaluar el
proceso de cada
niño.
Realizar siestas
después del
almuerzo.
Seguridad Adecuación de los
espacios.
Higiene y cuidado
personal de los niños.
Remodelar los espacios
según la necesidad con
sus propios recursos.
Pedir a los padres de
familia traer algunos de
los implementos de
aseo personal e
higiene.
Comprar elementos
de aseo cuando los
padres no los
proveen. (cepillos de
dientes).
Esta tabla está compuesta por cuatro columnas, la primera, denominada categorías, se refiere a las
agrupaciones de exigencias que se les hacen a las madres. La segunda, elementos, corresponde a las
descripciones de cada categoría tomadas de las conversaciones con estas mujeres. La tercera columna es
estrategias, donde se encuentran los métodos que han utilizado las madres al momento de cumplir con cada
grupo de exigencias. Finalmente, está la columna de contradicciones en la que se evidencian aquellas
prácticas cotidianas que generan una ruptura con la normatividad.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
64
A continuación, se presenta una descripción de cómo las Madres Comunitarias
entienden y responden a las exigencias que tienen actualmente, las cuales han sido
mencionadas en apartados anteriores (documentación, nutrición, pedagogía y seguridad).
Respecto a la documentación, las madres perciben un cambio significativo en la
cantidad de formatos y papelería que tienen que diligenciar para el ICBF, los cuales
incluyen datos sociodemográficos y de salud de los niños y niñas que deben ser
organizados en carpetas y entregados a tiempo. Para esto, las madres preparan con
anticipación los documentos con el fin de que no se acumulen, ya que en experiencias
pasadas han sentido estrés al tener que priorizar estas labores frente a las de cuidado de los
niños.
En los últimos años se empezó a implementar una plataforma virtual en la que debe
estar registrada parte de esta información, para lo cual las Madres Comunitarias deben
contar con un computador y habilidades informáticas. Una de las madres considera que es
necesario que reciban capacitaciones en dichas competencias, sin embargo, en la asociación
de la que hace parte, se decidió delegar estas funciones a una secretaria.
En lo referente a la nutrición, las madres afirman que, en un principio, ellas podían
alimentar a los niños como lo consideraran más adecuado. No obstante, actualmente se les
presenta una minuta (menú compuesto por las comidas del día con su respectivo balance
nutricional) muy rigurosa en porciones e ingredientes, a la que deben ceñirse cuando
cocinan. Sin embargo, estas madres consideran que las porciones sugeridas no son
suficientes, o que la forma de prepararlas puede no gustarles a los niños, por esto suelen
modificarlas. Ante una posible visita de los funcionarios del ICBF, una de las madres ha
optado por decir que la cantidad -mayor a lo que recibe del ICBF- es para su familia.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
65
Adicionalmente, esta entidad le otorga a cada Madre Comunitaria determinada cantidad
de Bienestarina por niño, la cual debe ser suministrada adecuadamente y registrada en su
respectivo formato. Por esto las madres son minuciosas al momento de hacerlo para evitar
cualquier malentendido que pueda presentarse con esta institución.
Estas mujeres deben medir la talla y el peso de cada niño cuatro veces en el año y enviar
la información obtenida al nutricionista del ICBF, no obstante, una de ellas considera que
estas medidas son más confiables si provienen de personas que estén calificadas para
hacerlo, pues ella cuenta con una pesa que tiene desde hace aproximadamente diez años, y
al no tener los conocimientos necesarios sobre el tema no se siente segura con la
información que obtiene.
Otro aspecto a tener en cuenta es la pedagogía, en donde las Madres Comunitarias ya no
se enfocan solamente en el cuidado de los niños y niñas, sino que deben realizar actividades
que respondan a unos lineamientos otorgados por el ICBF, los cuales incluyen temáticas a
tratar y habilidades que deben ser trabajadas según la etapa de desarrollo de los niños.
Además de cumplir con estos lineamientos, también promueven en ellos capacidades con
las que consideran que deben contar a la hora de salir del hogar, como saber escribir su
nombre, delinear e ir al baño por su cuenta.
Si bien el ICBF establece que los niños deben participar en actividades -como las
mencionadas anteriormente- durante todo el día, estas Madres Comunitarias consideran que
es necesario que tomen una siesta después del almuerzo, pues a esta hora ya se encuentran
cansados.
El proceso de cada niño debe ser retroalimentado conforme a unos logros propuestos
con anterioridad. Una de estas mujeres construyó criterios para evaluar el desempeño
individual, los cuales plasma en un boletín de notas que entrega a los padres de familia.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
66
Además, estos últimos deben participar en talleres, cuyos temas son previamente
establecidos por el ICBF, y se encuentran a cargo de ellas.
Para responder a lo anterior, las Madres Comunitarias debían asistir a capacitaciones
realizadas por el ICBF. Hoy en día esta entidad ya no ofrece estos espacios con la misma
frecuencia, por lo que ellas deben buscarlos por su cuenta. Sin embargo, una de las madres
no considera necesario capacitarse actualmente debido a que cree que con su experiencia es
suficiente.
Finalmente, respecto a la seguridad, entendida como el conjunto de elementos que
buscan la protección de los niños y la disminución de los riesgos, se han presentado
cambios en las exigencias frente al manejo de los espacios. Para ello estas mujeres deben
realizar las respectivas adecuaciones de su hogar, las cuales son percibidas como parte de
sus obligaciones como Madres Comunitarias. Para una de ellas las exigencias asociadas a
esta categoría son responsabilidad del ICBF, en tanto ellos son los que deberían ser más
estrictos al momento de supervisar situaciones de riesgo y/o vulnerabilidad de los niños y
niñas dentro del hogar. Además, deben promover hábitos de higiene y cuidado personal,
por lo que exigen a los padres llevar un cepillo de dientes y crema dental para el niño o
niña.
Discusión y conclusiones
El cuidado como una práctica pública
A partir de lo encontrado en las conversaciones con las Madres Comunitarias, es
posible afirmar que, durante el proceso de formalización de su labor el traslado del ámbito
privado al ámbito público ha traído repercusiones en la manera como se perciben a sí
mismas y su rol en el programa de Hogares Comunitarios, evidenciadas en múltiples
contradicciones en donde confluyen tanto su amor y cuidado por los niños, como las nuevas
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
67
características necesarias para el cumplimiento de las exigencias para ser Madre
Comunitaria.
Stone (2000; citado por Arango; 2011), plantea que cuando el trabajo de cuidado pasa
de la esfera privada a la pública, lo racional e impersonal se impone sobre lo emocional y
espontáneo. Esto puede explicar el cambio en la percepción de las Madres Comunitarias
sobre las prioridades de su labor, puesto que para ellas se ha dejado de lado el cuidado de
los niños y niñas para prestar mayor atención a labores administrativas como recolectar
documentación y diligenciar diferentes formatos, actividades que son requeridas por el
ICBF.
Si bien actualmente estas mujeres son reconocidas como trabajadoras, las nuevas
características necesarias para cumplir con las exigencias han puesto en riesgo la sensación
de cercanía en sus interacciones con otros, lo que ha tenido un impacto en la manera como
perciben su relación tanto con las funcionarias del ICBF, como con los niños. Antes -
iniciando su labor-, al existir mayor autonomía por parte de las Madres Comunitarias y
sentir que el cuidado era lo esencial en sus funciones, la manera de resolver las
problemáticas dentro del hogar era según la historia de vida particular, dando y enseñando
lo que cada una consideraba necesario. En este momento, debido a las nuevas condiciones,
deben seguir unos lineamientos que orientan sus funciones.
De acuerdo con Arango (2011), cuando el trabajo de cuidado pasa de lo privado a lo
público, las labores empiezan a ser más formales, y las personas que las realizan se
comienzan a identificar como profesionales, teniendo como fuente principal de ingresos el
cuidar de otros. Así pues, aunque el cumplimento de las exigencias en ocasiones puede
generar malestar debido a la cantidad y lo dispendioso de su realización, se percibe más
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
68
como un deber ser en tanto ahora tienen garantías como trabajadoras y, por lo tanto, están
en la obligación de responder a lo exigido.
El malestar generado por las nuevas exigencias podría ser a causa de una tensión entre
los ideales -los cuales han estado presentes en la trayectoria de estas mujeres- y las nuevas
racionalidades, que implican un distanciamiento de sus prácticas cotidianas de cuidado,
para dar paso a diferentes actividades que den constancia del cumplimiento de las
exigencias dadas por el ICBF. Es decir, siguiendo lo establecido por Arango (2011), las
normas e ideas de estas labores en la esfera pública son incompatibles con las que se
proponen desde la esfera privada, dando lugar a diferentes resistencias, evidentes en los
relatos de vida de las tres Madres Comunitarias.
Con relación a las resistencias, los tres relatos muestran cómo los ideales de cuidado
siguen presentes a pesar de las nuevas condiciones y reglamentaciones. Desde la
modificación de la minuta para que los niños queden más satisfechos, hasta seguir usando
la siesta –la cual está prohibida por el ICBF- como un espacio necesario para relajarlos y
mejorar el proceso educativo, son formas, tal como lo menciona Arango (2011), que les
permiten a las trabajadoras de cuidado combinar la defensa de su trabajo como emocional y
moral, con la reivindicación de una profesionalización.
En ese sentido, las nuevas racionalidades de esta labor produjeron que hoy en día la
vocación por el trabajo de cuidado no sea el requisito principal para iniciar como Madre
Comunitaria. Si bien antes solamente debían presentar su hoja de vida, contar con un
espacio y tener una cantidad mínima de niños para cuidarlos, actualmente no sólo se debe
cumplir con lo anterior, sino que una mujer que quiera convertirse en Madre Comunitaria
debe ser menor de cuarenta años, contar con estudios en primera infancia y tener una
vivienda propia.
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
69
A pesar de que en los relatos de las tres Madres Comunitarias se evidencia que ninguna
tuvo que capacitarse para poder iniciar sus labores, a lo largo del proceso de formalización
han tenido que adquirir conocimientos en pedagogía, manejo de alimentos, entre otros, con
el fin de obtener más herramientas y habilidades que faciliten la realización de sus labores
cotidianas y, así mismo, cumplir con el perfil establecido por el ICBF.
Para Blanco y Arias (2016), estos procesos formativos son de gran importancia en tanto
favorecen el cumplimiento de las políticas de primera infancia y permiten hacer un
desplazamiento desde un enfoque percibido por estos autores como asistencialista, hacia
uno más orientado al desarrollo integral de los niños y niñas. Esto cambia el significado de
los conocimientos y prácticas de las Madres Comunitarias para articular sus funciones con
dichas políticas. Sin embargo, este cambio no es percibido por estas mujeres, quienes
reconocen las capacitaciones como necesarias, pero no suficientes para mejorar la calidad
de sus labores.
A partir de lo anterior, las madres han configurado una identidad que combina aspectos
emocionales propios de su experiencia con las exigencias que se derivan del proceso de
formalización. Esto lo sustenta Arango (2011) al afirmar que las personas que se dedican al
trabajo de cuidado y que se enfrentan a la profesionalización de sus labores, configuran una
identidad que transita entre la sensibilidad –característica de este tipo de oficios- y la
racionalización de los mismos. Esto se evidencia en las conversaciones con las Madres
Comunitarias, para quienes el cuidado trasciende lo observable y cuantificable e involucra
elementos afectivos como escucharlos, comprenderlos y quererlos.
Adicionalmente, Higuita (2016) propone otro elemento importante en la configuración
de la identidad de estas mujeres, el cual se refiere a su posicionamiento particular de
acuerdo con su biografía y su trayecto como Madre Comunitaria. En el caso de las tres
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
70
participantes, aspectos como la formación académica, los aprendizajes de sus padres y la
ubicación del Hogar Comunitario tienen un papel importante en la manera como llevan a
cabo sus labores, y se entienden a sí mismas como trabajadoras.
Desinstitucionalización e individualización del trabajo de cuidado
En los relatos de las madres se evidencia cómo en ellas recae la responsabilidad de velar
por el desarrollo integral de los niños y niñas menores de 6 años que están bajo su
supervisión, sin percibir un apoyo significativo por parte del Estado.
En un principio, la labor de las mujeres que cuidaban de los niños y niñas de su
comunidad estaba caracterizada por una cooperación con los miembros de la misma, debido
a que ellas se ofrecían voluntariamente a cuidarlos mientras sus padres trabajaban. Sin
embargo, desde que el ICBF comenzó con la formalización del programa Hogares
Comunitarios de Bienestar, se presentaron grandes cambios en la manera de entender sus
labores.
Con la política de primera infancia del 2007 el Estado reconoció la necesidad de
garantizar un servicio de calidad a los niños y niñas menores de 6 años, y aunque este -
junto con la sociedad y la familia- son responsables de dicha función, se percibió el rol de
las Madres Comunitarias como una manera de cumplir con este objetivo. Ante esto -y en
relación con los relatos- pueden darse dos maneras de proceder, bien sea limitándose al
apoyo de los padres usuarios o movilizándose y buscando alianzas con instituciones de la
comunidad.
Esto se asocia con la idea que propone Stone, 2000, como se cita por Arango (2011)
acerca de la formalización del trabajo de cuidado, en donde las relaciones pasan a un
segundo plano para dar prioridad a lo racional. Lo anterior implica un distanciamiento de lo
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
71
comunitario, y en las madres entrevistadas, la asunción de todas las responsabilidades como
propias y la búsqueda de recursos para hacer frente a las mismas.
Dichos recursos no siempre se ajustan a la normatividad establecida por el ICBF, sino
que se basan en los aprendizajes cotidianos de estas mujeres, lo que los hace valiosos para
ellas. Sin embargo, el ICBF podría percibirlos como una amenaza para la garantía de una
atención de calidad, por lo cual las madres optan por llevarlos a cabo de manera oculta.
Según Higuita (2016) el proceso de formalización deja de lado las experiencias que han
adquirido estas mujeres a lo largo de su trayectoria como Madres Comunitarias,
produciendo en ellas una tensión entre querer cumplir con las exigencias, mientras
defienden esos saberes adquiridos a través de la experiencia.
Feminidad y trabajo de cuidado
Según Pinzón (2015) el programa de Hogares Comunitarios de Bienestar mantiene el
trabajo de cuidado como una actividad típicamente “femenina” debido a su vinculación con
cualidades asociadas a la maternidad. Sin embargo, a partir de lo observado en la
investigación, el proceso de formalización del trabajo de las Madres Comunitarias juega un
papel importante en la desnaturalización de este tipo de prácticas, al reconocer que para
cuidar de alguien es necesario el desarrollo de ciertas capacidades que no son propias del
género femenino y por tanto se requieren procesos de formación.
Así pues, Arango y Molinier (2011), argumentan que las labores de cuidado, más allá de
movilizarse por el afecto de quien las realiza, deben entenderse como un trabajo que le
permite a este último adquirir determinadas capacidades, construir una identidad y una
relación particular con el mundo. No obstante, la formalización del trabajo de cuidado no es
suficiente para mejorar las condiciones de quienes lo realizan, pues como se ha mencionado
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
72
anteriormente, este proceso puede llegar a amenazar el lugar que tienen los vínculos en
estas labores (Arango, 2011).
Si bien la profesionalización del trabajo llevado a cabo por las Madres Comunitarias
intenta separar lo femenino del trabajo de cuidado, en las prácticas cotidianas que realizan
las tres participantes se mantienen ciertos discursos que apelan a unos saberes que se han
reconocido como característicos de la mujer, entre los cuales se encuentran la importancia
de escuchar a los niños para conocer sus necesidades y dedicarse a ellos. Un ejemplo de lo
anterior es el uso de sus propios recursos económicos para obtener aquellos elementos que
consideran pertinentes para el bienestar de los niños y niñas.
Para concluir, las tres Madres Comunitarias que participaron en esta investigación han
configurado identidades particulares en las que entran en tensión elementos propios de su
trayectoria y, por otro lado, del proceso de formalización que han estado atravesando.
Frente al primer aspecto, se identifican los aprendizajes adquiridos desde su experiencia, su
historia de vida y el carácter emocional que caracteriza este trabajo. Conforme al segundo
elemento, se reconoce la racionalización de sus labores, que implica rigurosidad en el
cumplimiento de las mismas.
Es debido a lo anterior que las Madres Comunitarias utilizan diferentes estrategias que
intentan responder a todos los elementos involucrados en esa tensión, algunas de estas son
percibidas como resistencias al priorizar aquellas prácticas que para ellas son más
importantes, por encima de las exigencias que establece el ICBF y considera indispensables
para prestar un servicio de calidad a la primera infancia.
Por último, aunque esta investigación amplía el debate actual acerca del proceso de
formalización de las Madres Comunitarias, se recomienda que en futuros estudios se
indaguen las perspectivas de aquellas madres que hacen parte de los sindicatos, pues se
DE LAS EXPERIENCIAS A LAS EXIGENCIAS
73
considera que al tener un contacto más directo con la reivindicación de su labor como
formal, ampliarían la perspectiva de comprensión. Por otro lado, a pesar de que no fue un
objetivo de la investigación, se encontraron ciertas diferencias entre las asociaciones de las
que hacen parte las mujeres entrevistadas por lo que sería pertinente profundizar en los
elementos del contexto que impactan la labor de las Madres Comunitarias.
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Anexos
Anexo 1. Descripción de participantes
Participante 1. Jenny Viviana es una mujer de 35 años y es una de las Madres
Comunitarias del Hogar Comunitario grupal Mi dulce encuentro localizado en el barrio
Mariscal Sucre. Lleva 18 años ejerciendo esta labor, de los cuales 6 años lo ha hecho como
Madre Auxiliar y 12 años como Madre Comunitaria. Cabe mencionar que ella es la hija de
la líder de la asociación de Madres Comunitarias de la UPZ-90, con la cual comparte el
Hogar Comunitario.
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Participante 2. Rosa Jeannette es una mujer de 54 años que ha ejercido sus funciones
como Madre Comunitaria por 18 años. Su Hogar Comunitario se llama Mis primeras letras
el cual está ubicado en el barrio Florencia de la localidad de Engativá. Esta Madre
Comunitaria hace parte –junto con otras seis madres- de la asociación ___ y actualmente
cuenta con la colaboración de una Madre Auxiliar llamada “Isa”, con quien ha trabajado
durante 5 años.
Participante 3. María Consuelo es una mujer de 50 años que reside en el barrio Florencia,
ubicado en la localidad de Engativá, en la ciudad de Bogotá. Se ha desempeñado como
Madre Comunitaria durante 28 años en el Hogar Comunitario Carrusel de los niños, y fue
una de las fundadoras del programa.
Anexo 2. Consentimiento Informado
La información que se presenta a continuación tiene como finalidad ayudarle a decidir si
usted quiere participar en un estudio de investigación de riesgo mínimo. Por favor léala
cuidadosamente. Si no entiende algo, o si tiene alguna duda, recuerde que las personas
encargadas del estudio están en disposición de responder a cualquier inquietud.
La presente investigación: “De las exigencias a las experiencias: conversaciones con tres
Madres Comunitarias de la UPZ 90” es conducida por Camila Arbeláez, Natalia Avendaño
y Andrés Blanco estudiantes de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana de
Bogotá. El objetivo de este estudio es analizar cómo un grupo de madres de la UPZ 90 han
afrontado las exigencias de formalización del Programa Hogares Comunitarios del
Bienestar a partir de la política de infancia y adolescencia del 2006.
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Si usted accede a participar en este estudio, se le pedirá responder preguntas en una
entrevista. Lo que conversemos durante la entrevista se grabará, de modo que los
investigadores puedan transcribir después las ideas que usted haya expresado.
La participación en este estudio es voluntaria. La información que se recoja será
confidencial y no se usará para ningún otro propósito fuera de los objetivos de esta
investigación. Sus respuestas a la entrevista serán codificadas usando un número de
identificación y, por lo tanto, serán anónimas. Una vez transcritas las entrevistas, las
grabaciones serán destruidas.
Si tiene alguna duda, puede hacer preguntas en cualquier momento durante su participación
en el proceso investigativo. Igualmente, puede retirarse del proyecto en cualquier momento
sin que esto implique perjuicio alguno. Si algunas de las preguntas durante la entrevista le
parecen incómodas, tiene usted el derecho de hacérselo saber al investigador o de no
responderlas.
Los beneficios de participar en este estudio, tienen que ver con que sus resultados pueden
contribuir a la visibilización de voces de varias Madres Comunitarias de la UPZ90 frente a
los cambios que han vivido en el desarrollo de sus labores, al hacer parte del Programa de
Hogares Comunitarios de Bienestar en su proceso de formalización, y el impacto de los
mismos en su vida cotidiana.
En cuanto a los riesgos de participar en este estudio, no se reconoce ningún riesgo físico o
mental por el hecho de ser participante de la investigación; sin embargo, usted como
participante podrá abandonar el estudio si siente que de alguna manera atenta contra su
moral o su dignidad
En caso de tener preguntas acerca de esta investigación, puede comunicarse con:
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Camila Arbeláez al teléfono 3138929174 o al correo camila.arbelaez@javeriana.edu.co;
Natalia Avendaño al teléfono 3214536273 o al correo natalia.avendano@javeriana.edu.co;
o con Andrés Blanco al teléfono 3167422675 o al correo blanco.andres@javeriana.edu.co.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, de manera libre doy mi consentimiento para participar
en este estudio y acepto que he recibido copia de este formato de consentimiento
informado.
________________________ ______________________ ___________
Nombre del participante Firma
Anexo 3. Protocolo de entrevista
Experiencias Vinculación ¿Qué la llevó a ser Madre Comunitaria?
¿Cuáles eran los requisitos para ser Madre
Comunitaria?
¿Cuáles eran las responsabilidades que tenía en ese
momento?
¿Cómo entendía el programa de Hogares
Comunitarios en ese momento?
¿Qué era lo que más le llamaba la atención?
¿Qué papel tenía la comunidad cuando entró al
programa?
¿En qué se había desempeñado antes de ser Madre
Comunitaria?
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Transiciones Esto que usted me contaba, ¿desde cuándo empezó a
cambiar?
¿Recuerda algún evento o situación en particular
desde la cual el programa haya empezado a cambiar?
¿Qué papel tiene el ICBF en la labor que desempeña
en la actualidad?
¿Qué papel tiene la comunidad en la labor que
realiza hoy en día?
¿Qué funciones cumple actualmente?
¿Cuáles son las exigencias que le hacen actualmente?
¿Por qué cree que es importante cumplir con las
exigencias que usted mencionó anteriormente?
¿Cómo la hace sentir el tener que cumplir con esas
exigencias?
De acuerdo con todo lo que me ha contado, ¿Qué la
motiva a continuar como Madre Comunitaria?
¿Se ve a usted misma siendo Madre Comunitaria en
los próximos 10 años?
Exigencias Generalidades Entre las exigencias mencionadas, ¿cuáles considera
que son las más necesarias? ¿Por qué?
¿Cuáles exigencias considera que no son necesarias?
¿Por qué?
¿Qué hace para enfrentar estas exigencias?
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Documentación,
nutrición,
pedagogía y
seguridad
¿Qué conocimientos considera necesarios para
cumplir con las exigencias mencionadas?
¿De qué manera ha adquirido esos conocimientos?
¿Qué aprendizajes obtenidos en su día a día utiliza
actualmente?
¿Cuál de las exigencias mencionadas se le dificulta
más cumplir? ¿Por qué?
¿Cuál de las exigencias mencionadas es la que más
se le facilita cumplir? ¿Por qué?
¿Podría compartir una experiencia en la que se le
haya dificultado cumplir con alguna exigencia?
¿Cuál fue su forma de solucionarla?
¿Quién le ayuda con el cumplimiento de sus
funciones?
¿Siente que hay un equilibrio entre las exigencias
que le hacen y los beneficios que recibe como
trabajadora?
¿Considera que ser Madre Comunitaria es una labor
voluntaria?
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Anexo 4. Protocolo de observación
Hogar Comunitario: Fecha: Hora de Inicio: Hora de finalización: Observador: Observación Interpretación |
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