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Dijo Jesús:
(Lc 17,15-19)
San Francisco de Asís sentía una repugnancia irresistible ante los leprosos. Pero su conversión se manifestó en un
profundo cambio de actitud.
En nuestros días, los leprosos son tantos marginados y excluidos de la sociedad
cuya presencia pretendemos ignorar.
Como Francisco, necesitamos que la gracia nos toque el corazón
para acoger de forma afectiva y efectiva a todos los que sufren, a los que se nos cruzan
en el camino de cada día.
Y que éstos pueden guardar en su corazón un sentimiento religioso sorprendente.
El relato de Lucas está lleno de lecciones que no debemos olvidar:
La misericordia de Dios acoge también a judíos y samaritanos.
Nos recuerda el valor de la oración confiada que nace de la fe en el Mesías Jesús.
Nos exhorta a recobrar el valor de la gratitud, tanta veces olvidado en nuestro mundo.
Subraya la dignidad y la compasión de Jesús, el profeta definitivo
Como los leprosos, también nosotros imploramos la misericordia que sana y salva.
La oración ha de reflejar la honda verdad de nuestra condición personal.
Pero también la conciencia explícita de nuestra miseria.
Esta súplica de los pobres y desvalidos de la tierra, se dirige también hoy a Jesús.
A ese Jesús que con frecuencia es ridiculizado en exposiciones blasfemas.
Esta invocación de los leprosos a Jesús no puede ser indiferente para la Iglesia de hoy.
Por humillada y despreciada que sea, ella refleja en su debilidad la
compasión de su Señor.
Señor Jesús, que te compadeces de nuestra miseria cuando invocamos tu gracia y tu perdón,
danos un corazón compasivo para que seamos testigos creíbles de tu salvación. Amén.
Texto: José Román Flecha Andrés PALABRA DEL SEÑOR –Salamanca -Presentación: Antonia Castro PaneroMúsica: Mendigos de amor
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