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Recuperación de Religión grado 7° Dios crea el mundo y al hombre por un acto de amor gratuito. Mientras la mujer no existía, el hombre se sentía solo. Y dijo Dios: “no es bueno que el hombre esté solo”. Haré pues un ser semejante a él para que lo ayude” (Gn. 2,18)

El hombre y la mujer son creadas “a imagen y semejanza de Dios”. Son huellas de Dios visibles de Dios y de su amor. En ellos ha depositado su Espíritu, sus capacidades, su poder, su ternura. Dios los ha hecho capaces de inventar, crear, amar, ser solidarios, organizar, compartir…, como él.

Dios no creó al ser humano como ser solitario. Desde el principio lo creó como hombre y mujer.” Creced, multiplicaos, llenad la tierra” Hay aquí un primer reconocimiento de la dimensión social del hombre y de la mujer.

Hombre y mujer los creó: Los humanos son seres sexuados: hombre y mujer. Una diferencia que no es excluyente sino complementaria. Son como las dos caras de la misma moneda. Hombre y mujer son diferentes aunque comparten el mismo origen. En uno y otro brilla la misma presencia de Dios. Los dos tienen las mismas responsabilidades y los mismos derechos. Ninguno es superior del otro.

Llamados al encuentro: “Esta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Esta expresión puesta en boca de Adán ante la creación de Eva refleja la íntima unidad entre hombre y mujer. El encuentro del hombre y la mujer es signo del amor de Dios cuando se vive de modo que ayuda a ambos a crecer en libertad, a ser más felices, a abrirse a la vida. Por contrario, no lo es cuando se basa en dinámicas que llevan a la despersonalización, al dominio del uno sobre el otro, a los malos tratos, al miedo o a la infravaloración.

En el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios, Yahvé se dirige explícitamente a los hijos. «Amarás a tu padre y a tu madre». Los manda a amarlos, respetarlos, obedecerlos en todo lo que no sea ofensa a Dios y a atenderlos en sus necesidades; y también se dirige a los padres, para que cumplan sus deberes y se hagan merecedores al amor y respeto que le piden a sus hijos/as. El fundamento de esta obligación tanto la de los padres como la de los hijos es el hecho de que toda autoridad viene de Dios. «¡Hijos, óiganme, les habla su padre! Sigan mis consejos y se salvarán. Porque el Señor quiso que los hijos respetaran a su padre, estableció la autoridad de la madre sobre sus hijos. El que respeta a su padre, obtiene el perdón de sus pecados; el que honra a su madre se prepara un tesoro. Sus propios hijos serán la alegría del que respeta a su padre; el día en que le implore, el Señor lo atenderá. El que respeta a su padre tendrá larga vida; el que obedece al Señor será el consuelo de su madre. Servirá a los que le dieron la vida como si sirviera al Señor. Actúa, así, honra a tu padre de palabra y de hecho, y su bendición se hará realidad para bien tuyo. Pues la bendición de un padre afirma la casa de sus hijos, pero la maldición de una madre la destruye hasta los cimientos. No te alegres de la deshonra de tu padre: su vergüenza nunca será motivo de gloria para ti. El honor de un hombre dependerá de la reputación de su padre; cuando una madre mereció el desprecio, salieron deshonrados sus hijos. Hijo mío, cuida de tu padre cuando llegue a viejo; mientras viva, no le causes tristeza. Si se debilita su espíritu, aguántalo; no lo desprecies porque tú te sientes en la plenitud de tus fuerzas. El bien que hayas hecho a tu padre no será olvidado; se te tomará en cuenta como una reparación de tus pecados. En el momento de la adversidad será un punto a tu favor y tus pecados se derretirán como hielo al sol. La sabiduría nos enseña cómo vivir la armonía en la familia: Las relaciones familiares tienen un papel muy importante en los libros sapienciales. Ellos insisten en el aspecto social y familiar. El hombre piadoso también debe comportarse sabiamente con los miembros de su familia: los siervos, la mujer, los hijos (e incluso el ganado) si bien son posesiones suyas los debe tratar con equidad y responsabilidad, así debe tratar a los amigos. También a los padres s les debe amar y respetar como lo pide la ley Dios (Eclo. 7, 1-36)

CUARTO MANDAMIENTO SEGÚN LA TRADICIÓN ISRAELITA

a) La intención original del cuarto mandamiento

El auténtico destinatario de este mandamiento (como de todos los demás) es el israelita adulto y libre, a quien se insiste en la obligación que tiene de cuidar de los padres ancianos, es decir, de la generación que ya no tiene fuerzas para trabajar.

El mandamiento no va dirigido en primer lugar, ni mucho menos, a los desvalidos, para que obedezcan a los poderosos, sino más bien a éstos, para que no dejen de lado a los ancianos y débiles padres. Desde aquí puede entenderse por que el cuarto mandamiento es considerado muchas veces como el más penoso de todo el Decálogo. Porque el cuidado de los padres ancianos significa una pesada (y a veces muy prolongada) carga económica para la generación «productiva».

Este mandamiento es, por así decirlo, la formulación bíblica de lo que hoy hemos dado en llamar «convenio intergeneracional», el cual no apunta a la obediencia, sino al respeto a los padres; por ello requiere una cierta dosis de confianza previa, aunque esto no signifique en modo alguno extender un cheque en blanco de servidumbre al portador. Eso sí, el espíritu de colaboración humanitaria es necesario para una sana convivencia entre las distintas generaciones. Y en este espíritu, las tensiones intergeneracionales pueden verse como algo absolutamente natural y resolverse de modo satisfactorio.

Pero cuando no se da una relación cooperadora, bien porque los padres imponen a sus hijos una subordinación de tipo tradicional, bien, por el contrario, porque desde un principio los hijos consideran a los padres como algo irrelevante, entonces peligra la liberación colectiva iniciada en el Éxodo y dirigida a alcanzar la tierra prometida en la que sea posible vivir. La existencia de todo el pueblo se verá amenazada si ya no se honra a la vieja generación. Es el interés colectivo de todos sus miembros lo que está en juego cuando se dice: honra a tu padre y a tu madre, para que tú, el pueblo de Dios, vivas largos años en la tierra que el Señor tu Dios te ha prometido.

PADRES/HIJOS: También otros textos posteriores del Antiguo Testamento subrayan en este sentido la responsabilidad de los hijos e hijas adultos con respecto a sus padres. Así, en el libro del Eclesiástico (o de Ben Sirá), se dice: «Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor» (/Si/03/12s; cfr. 3, 1-16; Prov 20, 20). Y cuando Jesús habla del cuarto mandamiento, también está refiriéndose muy claramente al comportamiento de los hijos adultos para con sus padres (cfr. Mt 15, 4-6).

1. Honrar, significa valorar o tener respeto El término honrar no tiene ningún secreto. Nuestros padres naturales deben ser respetados por el hecho de ser nuestros progenitores, no porque merezcan que les respetemos debido a sus valores, ya que incluso debemos honrarles aunque no sean un modelo a seguir. Pablo enseñó lo mismo: “hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor” (Col. 3:20). La obediencia de este mandamiento en el hogar tiene como objetivo aprender a valorar la vida de todo ser humano desde niños. En un hogar donde se deshonra a los padres por falta de disciplina, donde los abuelos son ridiculizados, difícilmente se corregirán los comentarios despectivos sobre el color, la etnia, la religión, o la minusvalía de las personas. Mucho antes que el niño piense en quebrantar alguno de los otros mandamientos, querrá hacerlo con el quinto. Intentará liberarse de la disciplina paterna y, por tanto, es lo primero que el niño debe aprender a valorar.

2. Honrar, significa obedecer El cuarto mandamiento nos lleva a considerar que los hijos debemos escuchar lo que tienen que

decirnos nuestros progenitores. No porque tengan muchos más conocimientos que nosotros cuando llegamos a la edad adulta, pero hay una sabiduría que se gana con la edad y la experiencia que no debe ser despreciada. Es bastante habitual que cada nueva generación piense que sus padres están desfasados y que no tienen que enseñarle nada a la generación más joven y ahora con la informática, la sima se ha abierto más. Por otro lado, la generación más antigua piensa que la siguiente no es tan buena como ellos cuando eran jóvenes y la más joven desprecia a la anterior por suponer que no sintoniza con la realidad actual.

3. Sin embargo, debemos considerar seriamente el consejo bíblico: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre” (Pr. 1:8). Escuchar es honrar. No tenemos porque aceptar todo lo que nos dicen ni creerlo o seguirlo todo, pero escuchar y respetar es una forma de honrar a nuestros padres. Deberíamos respetar los puntos de vista de la generación anterior aunque no estemos de acuerdo con ellos, pero sí con los puntos de vista de los padres que se rigen por las Sagradas Escrituras. Actualmente hay mucha sensibilidad sobre el abuso a menores, pero hay que tenerla también por el abuso a que son sometidos algunos padres por sus hijos. Hace algunos meses aparecía una mujer anciana por televisión con los ojos morados por las palizas que le daban su hija y su yerno, ambos drogadictos (Ex. 21:15-17; Pr. 30:17). El Señor trata con severidad la ruptura de este mandamiento. Notemos que una de las características de los últimos tiempos es precisamente la desobediencia a los padres (2 Ti. 3:2).

4. Honrar, significa cuidar a los padres Este aspecto debemos verlo a la luz del NT. Los judíos hipócritas se aferraban a una tradición para evitar sostener a sus padres diciendo que lo habían destinado como ofrenda a Dios, pero Jesús les dijo que con su actitud invalidaban el quinto mandamiento (Mt. 15:4-9). En 2 Co. 12:14 hay una referencia al cuidado de los hijos mientras dura la responsabilidad de los padres. Éstos tienen el deber de proveer para ellos. Pero en 1 Ti. 5:4, Pablo subraya otro aspecto a tener en cuenta. El modelo a seguir está claro: los padres tienen la obligación divina de cuidar de sus hijos, pero cuando los hijos son adultos, las tornas cambian y entonces son los hijos los que tienen la responsabilidad de cuidar a sus padres. Estos dos aspectos del plan de Dios no podemos pasarlos por alto. Cuando somos jóvenes debemos honrar y valorar a nuestros padres por lo que son. Cuando son ancianos debemos honrarlos por su valor como personas hechas a la imagen de Dios. No se trata de devolverles los favores que nos han hecho en el pasado, porque esto sería practicar lo que un escritor llama “la ética de los establos de las carreras”. Un caballo victorioso después de ganar muchas carreras se retira con honores, pero el que fracasa va a parar al matadero. El cuidado de los padres es la respuesta al mandamiento que nos recuerda el valor de los que Dios creó a su imagen y semejanza y esto es un fuerte alegato contra la eutanasia. Conclusión: Este es el único mandamiento con una promesa que en Dt. 5:16 es más extensa. Evidentemente se trata de una promesa general que debe seguirse, pero Dios no está sujeto a ella en cada caso particular. Si los padres aconsejan y los hijos aceptan su sabiduría, esto les puede salvar de muchos peligros en la vida. Este mandamiento nos hace ver que ninguno ha honrado a sus padres de forma consecuente y así la ley nos lleva al Evangelio. Éste nos señala el Calvario, un lugar de renovación y perdón donde todos los que han quebrantado el quinto mandamiento pueden encontrar vida nueva por medio de Cristo el Salvador y a partir de ahí recibir nuevas fuerzas para obedecer al Señor siguiendo el modelo que puede dar a nuestros hijos un hogar del que disfrutar y unos padres a los que honrar.