El vencejo. · 2016-06-07 · Solías contar que una vez habías encontrado un vencejo vagando por...

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El vencejo.

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El vencejo.

Apus apus.

De la familia de los apódidos.

Cola corta, boca ancha, pico pequeño, patas cortas.

Sus garras diminutas son extramadamente fuertes para colgarse de riscos elevados y paredes verticales

desde los que reemprende el vuelo.

El vencejo es un pájaro que no sabe volar hacia arriba.

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Solías contar que una vez habías encontrado un vencejo vagando por un parque cerca

de tu casa y habías subido a un edificio alto para lanzarlo desde allí.

Los vencejos tienen que tirarse al vacío en picado para luego remontar el vuelo.

Decías que era una buena metáfora para la vida.

Yo no entendía por qué.

Nunca había tenido miedo a volar.

Pero siempre había tenido miedo.

Nunca: Página 11.

Siempre: Página siguiente.

5

La primera vez que volé fue dentro de un cuco

de bebé. Tenía tres meses. Un amigo de mis

padres al que llamaban Gusano me subió a una

avioneta convencido de que el cielo de Albacete

me curaría la tosferina.

Desde entonces, me he pasado la vida

planeando.

¿Cómo iba a tener miedo a volar?

¿Cómo no iba a tener miedo?

Los primeros miedos que recuerdo son

pesadillas. Tenía un sueño recurrente en el que

rompía un juguete de la guardería y la profesora

me tiraba por el agujero de la chimenea.

Mi primer miedo fue miedo a dormir.

Después del miedo a la noche, vino el miedo al

día.

Miedo a que cosas terribles pudiesen ocurrir.

Era una niña miedosa. Muy miedosa.

¿Qué pasó después?

El miedo se olvidó de mí.

Durante un tiempo.

Durante la juventud.

El tiempo suficiente para que olvidase que había

sido una niña miedosa.

7

Aprendí que si lo controlaba todo el miedo desaparecía. Y funcionó durante un tiempo.

Un tiempo en el que hacía todo como se suponía que lo tenía que hacer. Me olvidé de

volar. ¿Cómo iba a entender la metáfora del vencejo?

9

Entonces recordé aquellas fotografías viejas y te pregunté.

11

- ¿Qué se siente al volar?

- Verás, ésa es la gran pregunta.

Volar: Página siguiente.

Pregunta: Página 17.

13

(Del lat. volāre).

1. intr. Ir o moverse por el aire, sosteniéndose con las alas.

2. intr. Elevarse en el aire y moverse de un punto a otro en un aparato de aviación.

3. intr. Dicho de una cosa: Elevarse en el aire y moverse algún tiempo por él. U. t. c. prnl.

4. intr. Caminar o ir con gran prisa y aceleración.

5. intr. Dicho de una persona o de una cosa: Desaparecer rápida e inesperadamente.

6. intr. Sobresalir fuera del paramento de un edificio.

7. intr. Dicho de una cosa arrojada con violencia: Ir por el aire.

8. intr. Hacer las cosas con gran prontitud y ligereza.

9. intr. Dicho de una especie: Extenderse o propagarse con celeridad entre muchos.

10. intr. Dicho del tiempo: Pasar muy deprisa.

11. intr. Nic. engañar (dar a la mentira apariencia de verdad).

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Los demás miraban al cielo buscando el azul. Yo te buscaba a ti. A veces me preguntaba si estarías allí,

como un pájaro, buscándome con la mirada.

Hablábamos mucho de aviones. Nunca de Da Vinci. Sólo de los hermanos Wright.

Desde entonces siempre me han gustado las parejas de hermanos que se dedican a la misma cosa.

Puede que por eso me guste el cine, donde muchos cineastas son hermanos: Los Dardenne, los

Wachowski, los Coen, los Duplass… y, claro, los Lumière.

Wilbur Wright quería ir a Yale. Pero en un partido de hockey le rompieron los dientes. Prefirió quedarse

en casa cuidando a su madre enferma y leyendo los libros de la prolija biblioteca de su padre. Orville

abandonó el instituto y abrió una imprenta para editar un periódico semanal. Su hermano Wilbur

decidió echarle una mano en el negocio. Cuando los hermanos Wright se cansaron del periodismo se

dedicaron a fabricar bicicletas. Me contaste que vivían en Dayton, Ohio, y que su gran pasión siempre

había sido volar. Mientras vivían de las bicicletas estudiaban el vuelo de los pájaros.

Volar no tenía que ver con mover las alas, solías decir.

Los hermanos Wright volaron por primera vez el 17 de diciembre de 1903. Orville pilotaba. Wilbur

corría a su lado para mantener el avión equilibrado. En el aire, el biplano voló 40 metros durante 12

segundos a un metro del suelo.

17

-¿No te preguntaba entonces qué se siente al volar?

–No.

–Entonces te lo preguntaré ahora.

–Verás, ésa es la gran pregunta.

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“Y ahora, en el ultimísimo instante, tenso y mudo, quieres ver sólo cómo acabará todo,

quieres ir hasta el fondo, hasta el fondo de la pista, hacia ese instante de desequilibrio

en el que todo se alza y cabecea hacia arriba, despegando tu sombra del suelo”.

Daniele del Giudice.

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Siempre señalabas a las bandadas de pájaros. Yo creía que me enseñabas a mirar la

naturaleza. Ahora pienso que admirabas su vuelo conjunto, simétrico, en formación.

Y que estabas recordando.

23

Albacete. 1984. Al frente de la formación en flecha, el Súper. A los lados, Punto Izquierdo y Punto

Derecho. En las patrullas acrobáticas al último de la formación se le llama Perro. En 1984, el Perro

despegaba el primero. Solo. En vertical. Si arriba hacía bueno, avisaba a los demás.

–¿Por qué se llama Perro?

–No lo sé.

–¿Cómo se llamaba el avión que volabas?

–Mirage F1.

–¿Por qué se les llama aviones de caza?

–Estás muy pesada.

–Sólo quiero saber qué se siente al volar.

25

El Perro era mi padre.

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Capitán Gutiérrez Suárez.

En la Patrulla Chico, su posición era Perro del rombo.

Algunos lo llamaban Guti. Otros Manzanita, Lee Marvin.

Mis amigos, Maverick.

Mi padre nació en Avilés. Su viaje de fin de estudios consistió en venir a Madrid. Aquí hizo dos

cosas nuevas:

La primera fue subirse por primera vez en unas escaleras mecánicas gracias a Galerías Preciados.

La segunda fue ver un avión.

Tenía doce años.

Siempre me ha gustado pensar que tenía un padre que podía de volar.

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Cuando era niña dibujaba a mi madre vestida de

princesa y a mi padre con una maleta.

Volar significaba no estar.

Volar significaba volver.

31

Algunos nunca volvieron.

Las nubes se los tragaron.

El mar.

Volar significaba volver.

Y tú siempre volvías.

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–¿Nunca tuviste miedo?

Dos veces te acercaste a la muerte. Una fue culpa tuya. La otra, del avión. La primera fue

saliendo de un looping. Empezaste a cabecear por un fallo en el sistema de mandos. El avión

apuntaba al suelo a 500 km/h. Estabas a poca altura.

La segunda vez fue por un exceso de confianza. En el último momento de la exhibición decidiste

hacer tres toneles y no dos. Casi te estrellas contra el dormitorio de la tropa. Levantaste todas las

tejas del tejado.

Cosas que pasan, dijiste. Mamá no opinaba lo mismo.

Muerte: Página 37.

Mamá: Página siguiente.

35

Mi madre sí tenía miedo. Se pasaba las

exhibiciones debajo de la cama. Si llamaban al

timbre era mala señal. Ella recopiló las noticias

y las fotografías con las que he escrito esta

historia.

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–No, nunca tuve miedo.

–Cuéntame más cosas.

–¿Qué cosas?

–Más cosas.

–¿Por qué quieres saber tantas cosas?

–Estoy escribiendo.

–¿Me dejarás leer el artículo cuando lo termines?

–Claro.

–Vale, ¿qué más quieres saber?

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–¿El suelo es un mapa desde el suelo?

–Volar es aprender a ver el suelo desde el aire. Y a orientarte en tres dimensiones.

Cuando aprendes, siempre sabes hacia donde tienes que mirar.

Por muchas vueltas que des.

–¿Y en el desierto?

41

–En el desierto también. El Sahara nos enseñó a volar en el desierto. Sabíamos dónde estaban

aquellas piedras, esa pequeña cueva, los lotes de palmeras. El desierto no es un mapa desde

el cielo.

El Sahara: Página siguiente.

Cielo: Página 47.

43

Mi padre estuvo destinado en el Aaiún durante La Marcha Verde.

Cuando era niña me contaba la historia de Narciso, un mandril que habían adoptado de

mascota en la base aérea.

Durante el año 75 sobrevolaron el desierto con la orden de vigilar a Marruecos. Luego

Franco ordenó la retirada de las tropas españolas, abandonando el Sáhara a su suerte. Mi

padre aprendió lo que era el zaghareet, el grito de la mujer saharaui.

Mi padre estuvo 17 años en el Ejército del Aire. Cuando yo tenía tres años cambió los

aviones de caza por aviones de Iberia para seguir pilotando.

Hace unos años estudió la carrera de Historia. En la asignatura de Historia de España

actual, cuando llegaron a la Marcha Verde, levantó la mano y contó que había estado allí.

En el examen, sacó Matrícula de Honor.

Narciso: Página siguiente.

El Sahara: Página 47.

45

–Háblame de Narciso.

–Si te destinaban al Aaiún lo primero que hacías nada más aterrizar era ir a conocer a Narciso.

Narciso era el mandril de la base. Los pilotos lo adoraban. Él, a cambio, se comía sus gafas de sol. Se

las arrancaba, sin rozarles la cara, antes de que les diese tiempo a parpadear, y las dejaba en el suelo

al alcance de la mano. Pero cuando los pilotos intentaban recuperarlas a través de los barrotes de su

jaula, Narciso, sonriente, las pisaba y restregaba contra el suelo hasta convertirlas en cachitos. También

les quitaba cigarros encendidos y se los comía después de apagarlos con el pie.

–Vaya caradura Narciso.

–Qué va, lo queríamos mucho. Un día lo sacamos de la jaula y lo llevamos al bar de oficiales.

–¿Qué dices?

–Sí, estuvo tranquilamente sentado entre nosotros hasta que apareció un camión.

–¿Y que pasó?

–Narciso se levantó de un salto y con un rugido se abalanzó contra el neumático delantero hasta que lo

destrozó a mordiscos.

–¿Y qué hicisteis?

–Lo devolvimos a su jaula y nunca más nos lo llevamos de cañas.

–Estabais locos.

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–Volar en el desierto era fácil. Volar entre nubes era lo complicado.

Dentro de una nube no sabes si estás volando nivelado, o si estas virando, o cabeza abajo, porque los

sentidos, sin la vista, te engañan. Tienes que fiarte del avión. Muchos sufrieron vértigo de instrumentos.

Muchos se mataron entre nubes.

–¿Y el mar?

–El mar es peligroso. Muchos se han metido en el agua pensando que seguían en el cielo.

–¿Y el sonido?

–¿Qué sonido?

–Me interesan los datos concretos. Como, por ejemplo, qué se escucha dentro del avión.

–Todo y nada.

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Mientras escribía esta historia e interrogaba a mi padre leía a James Salter.

Leía Burning the Days.

Leía Hunters, su novela.

Él había sido piloto de caza antes de ser escritor.

Mi padre podía ser muy escueto en sus respuestas. Pensaba que James Salter me inspiraría.

“El sonido apocalíptico de los motores”, decía Salter.

Pero la respuesta de mi padre, en este caso, fue mejor.

–Todo y nada.

No oyes nada en concreto y lo oyes todo.

Dentro del casco no oyes nada.

Pero al mismo tiempo oyes todas y cada una de las variaciones de ese silencio.

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–¿Volar es cuestión de técnica?

–En el vuelo hay mucha técnica. Sin ella no se puede volar. Tienes que estar siempre muy seguro de qué

botón apretar en todo momento y ser capaz de hacerlo sin tener que pensar en ello. Pero, además, para

ser un buen piloto, a esa técnica hay que sumarle ángel.

–¿Ángel?

–Hay que saber sentir al avión, saber que va a hacer antes de que lo haga. Es lo que los pilotos

llamamos sentir el avión con el culo.

¡Chúpate ésa, James Salter!

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Looping, tonel en rombo, viraje a baja velocidad, ocho cubano, despegue máxima incidencia,

enlazado con inversión, pasada en invertido, tonel en cuatro tiempos, rotura.

Sinónimos de volar.

Desplazarte cabeza abajo.

Y cabeza arriba.

Subir,

bajar,

girar sobre ti mismo,

ver el mundo desde arriba.

Lanzarte en picado al vacío.

Sin control.

Confiando en que remontarás el vuelo.

Ser libre.

No tener miedo.

Como un vencejo.

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55

Gracias, papá.

Por volar.

Por volver.

Por ser un vencejo.

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