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EL ALQUIMISTA DEL ESPACIO
La proximidad a alguien o a algo hace simultáneamente sencillo y difícil la
dimensión de la realidad percibida, ya que es fácil apreciar los detalles, pero muchas
veces se desdibuja el todo.
No querría de ninguna de las maneras que en este texto quedara desdibujada
la integridad y la magnitud de la obra de una figura de la arquitectura como lo es
Alberto Campo Baeza. Para intentar que esto no suceda me ha parecido oportuno
someter a sus edificios a un análisis arquitectónico sistemático que, partiendo de la
mirada que de la realidad hace el arquitecto, concluye con la interpretación
arquitectónica de la obra que viene construyendo Campo Baeza como un legado
unitario y completo, aun con sus variaciones y transformaciones.
Así pues se comienza con esa mirada indispensable a la obra de todo
arquitecto y que en la obra de Campo Baeza se centra en aspectos como la función y
el lugar: una mirada propia de una persona sensible, rigurosa y esencial.
A. La mirada que de la función y del lugar hace el arquitecto
Existe una mirada doble de Alberto Campo Baeza en cada una de sus
arquitecturas: la que realiza sobre la función y la que hace del lugar; una mirada en la
que se combinan sabiamente la abstracción (intelectual) y la experiencia (sensible).
Esta doble lectura de su mirar logra sumarse en la percepción de los espacios que
construye, unos espacios cuyo centro siempre es ese hombre en el que se combinan,
como sucede con el Hombre de Vitruvio de Leonardo, la universalidad, la geometría, la
proporción y la particularidad.
Por eso la arquitectura de Campo Baeza a la vez representa e interpreta, tanto la
función que contiene como el lugar en donde se enclava. En su obra se construyen las
más diversas funciones: edificios domésticos (casas), edificios institucionales
(docentes, oficinas, guarderías y museos) y actuaciones urbanas (plazas). Unas
funciones entre las que destaca, como es lógico, la casa, ese lugar que es a la vez e
indisolublemente templo y escuela
Pero toda la “utilitas” anterior se transforma, se interpreta, para dar una
respuesta universal y concreta a un hombre y a un lugar.
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Así se puede comprobar cómo las casas, dependiendo de su enclave, van a
ser introvertidas o expuestas, de espacios horizontales, verticales o diagonales, que
son la respuesta precisa al hombre que la habita y al lugar que la acoge. En la mirada
que del lugar hace este arquitecto se suman la topografía, la geología, la biología, la
latitud, las vistas, el sol, etc. propios del sitio y, como un alquimista del espacio que
destila sus esencias en su alambique del saber, logra al final ese maravilloso perfume
de la arquitectura.
Pero no solamente sucede en las casas esa variación de espacios frente al
lugar. También acontece lo propio en edificios públicos, que unas veces se ocultan
tras unos patios, otras se yerguen como torres y en alguna ocasión yacen en el
paisaje. El que hagan una cosa u otra es consecuencia, en la mayoría de las
ocasiones, de las reflexiones que realiza el arquitecto sobre el lugar, ya sea éste el
territorio, el suburbio o la ciudad, y sus posibilidades. Esto creo que puedo decir que lo
he aprendido de este maestro, el arquitecto tiene que mirar al lugar como una
posibilidad única, irrepetible. Y esto es aplicable a cada uno de los lugares en los que
haya que ir realizando los proyectos. No existen malos lugares para el arquitecto, sino
malas lecturas –poco sensibles- de los mismos. Esto lo conoce bien Alberto Campo
Baeza y se puede comprobar cómo algunas de sus obras canónicas lo son gracias a
la lectura adecuada e intensa de lugares que no son precisamente idílicos. Y es que él
sabe bien que el arquitecto trabaja con la realidad, la realidad del lugar y la construida.
La obra de los buenos arquitectos ordena las funciones y construye la armonía
en el lugar, en el caso de que no exista previamente, y en el caso de los lugares
privilegiados, subraya la belleza de los mismos. Pues bien, en la obra de Campo
Baeza se encuentran numerosos ejemplos de cómo realizar esta nada fácil tarea,
sabiendo muy bien, como si de un David frente a Goliat se tratara, cuando lo
construido por él va a ser capaz de vencer al lugar imponiéndose al mismo; o cuando,
como el caballo de Troya, deja la belleza escondida en las entrañas de la arquitectura,
ya que lo edificado es difícil que consiga la transformación completa de su entorno.
El proyecto del Ayuntamiento de Fene construye una nueva referencia entre el
lugar y el edificio principal con dos patios rodeados por sendos pórticos, que sirven,
además, de espacio de transición entre el edificio público que se construye y el parque
adyacente en su lado norte. Así pues, en lo que se refiere a la relación con el lugar, se
combina sabiamente la racionalidad de lo construido con la continuidad con el parque.
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El colegio de San Fermín en Madrid no establece una relación de continuidad
con un entorno degradado, sino que el edificio se cierra hacia un borde, abriéndose al
opuesto, como si se tratara de un muro protector de aquello que voluntariamente se
quiere excluir del lugar.
La casa Turégano en Madrid se resuelve con su sabia implantación en desnivel
topográfico de la parcela, haciendo que éste pase a formar parte del espacio de una
casa triplemente tripartita. Operación esta diferente a la de la gaditana casa Gaspar,
en la que un bello paraje sin tensión se vela voluntariamente en su percepción
horizontal, en una casa de tensiones bidimensionales, para mostrarlo en un escorzo
vertical apareciendo tras los patios, aún más bellos, los perpetuos pinos verdes,
controlados sobre las blancas tapias que construyen el perímetro. En esta canónica1
casa la función se organiza con un espacio que es doblemente tripartito, un espacio
que acentúa una continuidad horizontal delimitada por el borde del recinto. Desde el
exterior se muestra como un objeto blanco de reacción poética, que guarda en el
interior el secreto de su espacio.
Y así se podría continuar de la mano de Campo Baeza con esa mirada del
arquitecto que ordena funciones y lugares. La escuela Drago en Cádiz, en un contexto
urbano, combina de manera magnífica una función que requiere concentración con la
condición irrenunciable de su situación frente al mar. O el centro de trabajo B.I.T. en
Mallorca que, situado en una zona industrial, construye tras sus muros de piedra de
marés un recinto para recoger un espacio continuo de oficinas y jardín.
Son pocos, realmente muy pocos, los elementos que usa Campo Baeza para
abstraer, subrayar o transformar un lugar: una caja, un plano o un recinto. Unos
elementos construidos-arquitectónicos austeros y económicos que alcanzan
eficazmente sus objetivos, el “more with less” al que tantas veces se refiere este
arquitecto.
La madrileña torre de Telefónica es un ejemplo certero de decisión a la hora de
establecer una función en un lugar. En un terreno que preveía inicialmente una
edificación de “baja intensidad” y “baja altura”, tal y como sucede en sus alrededores,
Campo Baeza con riesgo y acierto construye con la tipología de máxima densidad: la
1 De esta casa oí decir al viejo catedrático Salvatore Bisogni de la Escuela de Arquitectura de Nápoles,
que se trataba de la mejor casa patio construida después de Mies Van der Rohe, que es lo mismo que decir que es la mejor casa patio construida en el siglo XX.
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torre rascacielos. Con esta buscada intensidad logra muchas cosas: primero, una
eficaz resolución de la función, en la que se minimizan los recorridos; segundo,
transformar esas zonas ajardinadas que aparecen en toda urbanización de desarrollo
horizontal –que habitualmente son lugares que no pertenecen ni a la Naturaleza ni a la
Cultura- en un parque con una dimensión propia de la Naturaleza, que consigue que
sólo sea la torre la referencia de la cultura desde su interior; tercero, dotar desde la
distancia a la compañía de la mejor imagen emblemática posible, la construida y
cuarto, la capacidad que tiene la torre de que sus usuarios unan visualmente en la
oficina el parque, la ciudad y el horizonte. En este proyecto de torre se revela otra de
las invariantes de la arquitectura de Alberto Campo Baeza: la combinación precisa de
compacidad de la función allá donde sea posible y la expansión libre allí donde
convenga al hombre y al lugar.
Al seguir reflexionado con otros proyectos sobre esta triple vertiente, del
hombre, la función y el lugar, en la arquitectura de Campo Baeza, se descubre cómo
en la madrileña casa Blas aparece esa distinción entre la función del estar –en una
caja de vidrio sobre un plano frente al horizonte- y el dormir, comer y aseo –dentro de
una caja de hormigón; el plano y la caja, la cabaña y la cueva o el aire y la tierra. En
este proyecto aparece con nitidez algo que ya se vislumbra en el centro B.I.T. y en la
torre para Telefónica, la doble consideración del espacio como cueva –estereotómico-
o como cabaña –tectónico-. Y esta doble apreciación es consecuencia de una reflexión
sobre el lugar, un lugar en el que siempre existe un diálogo entre la tierra y el aire,
entre lo sólido y lo gaseoso, entre la proximidad de la opacidad y la infinitud de la
transparencia. Y hay funciones que tienen que ver más con un estado u otro de la
materia: Campo Baeza primero lo intuyó y en la casa Blas ya lo sabe.
A partir de este momento se hace cada vez más clara esa doble lectura –tierra-
aire- del lugar y de la función –público-privada- y, aunque sigue confiando en las
trazas geométricas como modo horizontal de colonización del lugar, a partir del
comienzo del milenio cada vez más la arquitectura la establece con una mayor y más
clara relación de superposición vertical en el lugar. De este modo en este período se
pueden seguir apreciando trazas geométricas horizontales –expresadas claramente en
las plantas- que se apoderan del lugar, principalmente cuando éste es urbano, como
sucede nítidamente en la plaza de la Catedral de Almería (un concurso ganado en
1978 y construido más de 20 años después), en el zócalo de la Caja General de
Granada, en la casa Asencio, en el museo de Montenmedio, en el espacio
Entrecatedrales en Cádiz o en el museo de la Memoria de Andalucía en Granada. Son
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estas trazas referencias al lugar que, en muchos casos, coinciden con un límite de la
propiedad que el arquitecto hace coincidir con el borde que establece el recinto del
espacio.
Sin embargo, las referencias verticales al lugar y a la función –que se narran
fundamentalmente a través de secciones- son cada vez más frecuentes. Un
apilamiento que consta de la superposición de tierra, cueva, cabaña y aire, y en el que
una certera disposición entre ellas hace que el espacio acuerde la función con el lugar.
Ejemplos de estas circunstancias los tenemos en la Caja General de Ahorros de
Granada, en la que la condición de cueva emerge más allá de la rasante del terreno,
construyendo un espacio central abierto al Sol en su techo. Las oficinas de la Junta de
Andalucía construyen una atalaya-muro pétreo de proporción vertical, contenedora de
oficinas, sobre la que se sitúa una cabaña vítrea, utilizada como una sala de juntas,
que sirve de mirador sobre la ciudad. O el edificio para Mercedes Benz en Stuttgart
(Alemania), en el que se construye un podio de hormigón, con el carácter horizontal y
de quietud que éste tiene, para sobre él levantar unos helicoides rampados que
pertenecen al mundo de la movilidad. Se yuxtaponen, por tanto, quietud-estabilidad y
movilidad-equilibrio.
En la sede central de la editorial S.M. hay un apilamiento triple: el basamento,
la caja de oficinas y el pabellón de reuniones. Esta superposición coincide con el uso
de diferentes materiales: el hormigón, el acero y el vidrio. De esta manera el edificio
responde a una consideración triple sobre la escala del lugar, ya sea éste entendido
como terreno-parcela, como borde de una autovía o como observatorio del horizonte a
la ciudad y a la sierra madrileña, y que se adapta a los tres aspectos funcionales del
edificio: almacén, oficinas y salas de reuniones.
Dentro de los proyectos del arquitecto enclavados en el lugar por trazas
horizontales se encuentran dos edificios públicos: el museo de Montenmedio que,
construyendo en un encinar un muro casi infinito, divide el mundo en dos mitades,
siendo a la vez referencia artificial, blanca y horizontal de ese paisaje y la guardería
Benetton en Treviso (Italia) en la que edifica un recinto cilíndrico, que contiene cuatro
piezas prismáticas organizadas según una traza esvástica, construyendo un recinto
hermético que distingue en el lugar entre el fuera y el dentro, y en el interior se
combina la centralidad propia del círculo y de la cruz y la frontalidad característica de
la esvástica.
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Las casas Moliner en Zaragoza, Rufo en Toledo y Olnick Spanu en Nueva
York, vuelven a organizar el lugar y la arquitectura mediante el apilamiento de usos,
materiales y espacios diversos, casi siempre contrapuestos: yuxtaposición y
contraposición. Y lo propio sucede con el plano que construye el espacio
Entrecatedrales, bajo el cual permanece la ruina como un cimiento teórico y sobre el
cual se apoya un ligerísimo edículo cerrado por gasas, frente al horizonte de mar.
No se debe terminar este apartado sin escribir sobre dos proyectos de trazas distintas
a las consideradas: el Centro de Interpretación del Paisaje de las salinas del Janubio,
Lanzarote y el Museo de la Memoria de Andalucía. Son dos proyectos diferentes, casi
opuestos. Mientras que el primero quiere desaparecer en el paisaje, construyendo un
plano horizontal negro sobre las salinas, el segundo es pura presencia erguida, con un
plano vertical enfrentado a la autovía y al valle, que a su vez es un telón de fondo del
ya citado edificio de la Caja General.
B. El orden de la materia: estructura, geometría y luz
Existe un orden triple en la arquitectura de Campo Baeza: el de la estructura, el de
la geometría y el de la luz. Mientras que el de la primera pertenece a la cualidad
resistente de la materia, el segundo se realiza según una abstracción intelectual de la
misma y el tercero se enmarca dentro de la condición sensible de la materia y de la
ciencia astronómica. Sin embargo, todos construyen un orden común: el orden del
espacio arquitectónico.
El orden de la estructura física lo establece la gravedad, el de la geometría o
estructura racional lo construye la cabeza y el de la luz es fruto de la movilidad del
universo y de la sensibilidad del hombre. Todo esto lo sabe Alberto Campo Baeza y lo
deja claro, tanto en sus textos como en los planteamientos de sus proyectos.
A la mirada que sobre el lugar y la función encomendada hace Campo Baeza, se
le superpone una idea de orden. Un orden que es primero la traducción abstracta de
un pensamiento para convertirse, más adelante, en construcción material.
A veces por su simplicidad –que no simpleza- el orden se muestra como algo
evidente. Sin embargo, no es así. Que pueda parece el orden evidente, por su
sencillez una vez mostrado por el arquitecto, no quiere decir que así sea. Cabe
recordar que buena parte de los grandes descubrimientos –y la Arquitectura de algún
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modo lo es- no suponen haber encontrado cuestiones complicadas, sino más bien
sencillas. Podemos recordar cómo el trazado de figuras como el cuadrado, el círculo,
el cubo o la esfera, lo define un solo parámetro. El teorema de Pitágoras y la ley de la
Gravedad, las definen tres variables. Lo mismo sucede con la arquitectura de Alberto
Campo Baeza, que aunque se define con pocos parámetros, resulta de una gran
intensidad espacial por su sencillez.
Mientras que la función y el lugar usualmente son variables dadas al arquitecto, la
gravedad y la luz son realidades que existen y la estructura y la geometría son
cuestiones que decide él. La mesa de la arquitectura es trípode, apoyándose en lo que
pide el cliente, lo que da el mundo y lo que propone el arquitecto. La respuesta de
Campo Baeza ante cualquier función en cualquier lugar, siempre teniendo en cuenta
las leyes de la luz y de la gravedad, es un respuesta racional en la que se ordena todo
lo anterior con geometría y estructura.
Tras el análisis de lo circunstancial, la función y el lugar, y de lo universal en sus
variantes variable y constante, la luz y la gravedad, Campo Baeza decide las trazas de
una arquitectura, pensada desde y para el hombre como una respuesta a lo anterior,
de geometría y estructura de formas puras.
Así, paralelepípedos y cilindros acaban definiendo las trazas de sus proyectos.
Una pureza formal a la que superpone la identidad del lugar en la arquitectura y la
delimitación del espacio como referencia del hombre dentro y fuera de él. Salvo esas
figuras geométricas, Campo Baeza sólo ha usado un triángulo, un helicoide y una
elipse en toda su obra.
Esta pureza geométrica traduce una claridad mental platónica y racional. Una
racionalidad que se traduce en una geometría, sobre todo de paralelismos y
ortogonalidades, con la que se puede definir casi toda su obra. Cuando aparecen,
raramente, otras geometrías (triángulo, curvas, etc.) normalmente se corresponden
con condiciones de alineaciones urbanísticas impuestas.
La geometría que define las trazas de la estructura en la arquitectura de Campo
Baeza es una geometría abarcante, que saca el máximo partido –dimensión- al lugar,
a la función y al presupuesto. Para obtener esta máxima posibilidad dimensional se
hace necesaria una economía de medios que se traduce en sobriedad constructiva.
Por ello no es extraño que sus muros se realicen con ladrillo tosco, enfoscado y
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pintado de blanco y los suelos de la económica piedra de Cabra color arena clara. Sin
embargo, esta sobriedad material extrema –pues siempre existe lo que podríamos
denominar mesura o “sobriedad espacial”- se hace más evidente en su arquitectura
residencial y docente.
Si la estructura y la geometría son organizaciones abstractas, y por lo tanto
susceptibles de emplear la simetría en su construcción, no ocurre lo propio con la luz
que con su asimétrica variación construye, junto con el hombre que habita la
arquitectura, lo más vital de la misma, aquello que escapando a la matemática
perfección, la supera al adentrarse en el territorio de lo trascendente y de la poesía.
Haciendo un recorrido a lo largo de la obra campiana se observan los extremos
antes mencionados, junto con el factor que supone construir con unas piezas de
arquitectura que se hacen mayores al abarcar todo lo posible del lugar. Así se logra
que desde su exterior sean referencia urbana o del territorio y que su espacio interior
se expanda al multiplicar su capacidad de ser percibido, mediante el mecanismo
espacial de desdoblar el ver y el pisar el espacio.
En el proyecto del Ayuntamiento de Fene se realiza una operación espacial de
este tipo haciendo que el edificio principal recaiga en sus dos fachadas principales
sobre sendos recintos porticados que establecen un nuevo límite entre el edificio y el
parque o la ciudad. Uno de dichos pórticos continúa hasta unirse con ella. En el caso
de la escuela de San Fermín el ala de aulas se utiliza como un muro habitable que se
cierra en uno de sus lados, abriéndose sus aulas en su lado opuesto (sur). En el
centro del ala se encastra un espacio cilíndrico de pavés que simultáneamente ilumina
el núcleo de comunicaciones y dota de un vestíbulo a este pabellón.
La canónica casa Turégano se estructura según la geometría y la luz, adaptándose
al desnivel de la parcela. Se puede decir que la casa se aloja en un volumen cúbico de
9 metros de arista, que se parte según las solicitaciones de la luz y de la topografía. El
resultado de estas solicitaciones luminosas y topográficas, sumadas a la función y a la
primitiva figura cúbica, origina el orden estructural de la casa.
Respecto del orden de la materia, convendría distinguir dos actitudes diferentes
por parte del arquitecto, dependiendo de si la obra se enclava en una parcela urbana –
en cuyo caso se suele ceñir al solar- o si se va a construir en un medio sin definición
de rasantes o alineaciones –en cuyo caso se usa la geometría para definir un recinto
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exterior abarcante del espacio o para abrirse al entorno existente-. Sin embargo, en
cualquiera de los casos anteriores, la arquitectura se define en su interior por una
geometría pura que tiene su origen unas veces en el borde exterior del edificio y otras
se contrapone al mismo.
Así, se puede clasificar la arquitectura de Campo Baeza dentro de los siguientes
parámetros:
1. Según su localización
a) En un medio urbano
b) En la naturaleza
2. Según su geometría exterior
a) Ceñida a unas rasantes y alineaciones naturales o parámetros urbanos
preexistentes
b) Obra definida por una geometría de formas puras
3. Según su geometría interior
a) Como eco del recinto exterior
b) Forma pura diferente del borde exterior
4. Según su relación con la topografía
a) Imponiéndose a ella
b) Superponiéndose a ella
5. Según la relación del espacio con el sentido de la vista
a) Iluminar
b) Mirar
OBRA Según su
localización
Según su
geom. exterior
Según su
geom. interior
Según su rel.
topográfica
Según su rel.
sentido vista
Ayunt. de Fene a a a a b
Col. San Fermín a b a a a
Casa Turégano a b a b a
Escuela Drago a a b a a + b
Casa Gaspar b b a a b
Centro B.I.T. a a a a b
Sede Telefónica a b a a b
Casa Blas a b a a b
Plaza Catedral a a b b b
Caja Granada a b a a a
Casa Asencio a a b a a
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Of. J. Andalucía a b a a b
Mercedes Benz a b a a b
Sede S.M. a b a a b
Casa Guerrero b b a a b
Montenmedio b b a b a + b
Benetton a b b a a + b
Olnick Spanu b b a a b
Casa Moliner a a b a a + b
C.I.P. Lanzarote b a a b b
Casa Rufo a b a a b
Entrecatedrales a b a a b
Mus. Andalucía a b b a b
Del cuadro anterior se pueden extraer algunas consideraciones interesantes sobre
la arquitectura de Alberto Campo Baeza y su evolución.
En cuanto a la localización, su arquitectura, aun perteneciendo habitualmente al
entorno urbano, se ha levantado en bastantes ocasiones en parajes naturales o
indefinidos, por ausencia de parámetros legales que han permitido decidir de alguna
manera su ubicación. Tal es el caso de las casas Gaspar y Guerrero en Cádiz y Olnick
Spanu en Nueva York; o el museo de Montenmedio y el Centro de Interpretación del
Paisaje en Lanzarote.
En lo que atañe a la geometría se puede afirmar que la arquitectura de Campo
Baeza mayoritariamente se establece en sus volúmenes exteriores con una geometría
de formas puras, salvo en los pocos casos en que la existencia de rasantes,
alineaciones o bordes exteriores así lo requieren, como es el caso de la escuela Drago
y la casa Asencio en Cádiz, la plaza de la Catedral en Almería o el Centro B.I.T. de
Mallorca.
En lo que respecta a la geometría interior de sus edificios existe una doble decisión
en el orden estructural. Primero, cuando aquélla es reflejo de la definición exterior del
edificio, tal es el caso en la mayoría de su obra; segundo, cuando el orden de la
estructura interior se contrapone al establecido por el exterior, como sucede en toda su
arquitectura cuando se ciñe a rasantes, alineaciones o bordes exteriores y en algunos
edificios en los que esta oposición se busca voluntariamente y es determinante del
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espacio del proyecto (como sucede en la guardería Benetton o en el Museo de la
Memoria de Andalucía).
En lo que respecta a la topografía, existen dos actitudes: la imposición a la
topografía o la superposición a la misma, si bien una de ellas es mayoritaria. En este
aspecto se puede decir que la arquitectura de Campo Baeza habitualmente se impone
al paisaje, sin esconderse, con esa actitud clásica de los griegos en sus templos en la
que se revela un respeto por el lugar a la hora de saber cuál es su material, su escala,
etc. En raras ocasiones se encuentra la obra campiana ceñida al lugar y, cuando esto
sucede, se debe principalmente a dos razones: una edificación con una dimensión
excesiva, lo que derivaría en un problema de escala en el caso de no fragmentarse (tal
es el caso del museo de Montenmedio); o una preexistencia natural o cultural que no
se debe tocar (como ocurre con la ruina arqueológica en el espacio Entrecatedrales de
Cádiz o con alguna versión del Centro de Interpretación del Paisaje de las salinas del
Janubio, Lanzarote.
Por último, en lo que atañe a la relación del interior de los espacios con el exterior,
se establece en las siguientes vertientes: la relación con la iluminación natural, la
relación con la visión o una relación doble de luz y visión.
La luz es por sí sola determinante de los espacios interiores en el colegio San
Fermín, la casa Turégano, la Caja de Granada o la casa Asencio. La mirada es
fundamental en el ayuntamiento de Fene, la casa Gaspar, el centro B.I.T., la torre de
Telefónica, la casa Blas, la plaza de la Catedral, las oficinas de la Junta de Andalucía,
la sede de Mercedes Benz, el edificio SM, la casa Guerreo, la casa Olnick Spanu, el
Centro de Interpretación del Paisaje, la casa Rufo, el espacio Entrecatedrales o el
Museo de la Memoria de Andalucía. Dentro de estos ejemplos, se podría distinguir
sobre si la mirada del espacio es introspectiva (casa Gaspar) o si la misma se realiza
hacia el exterior (casa Blas); o diferenciar sobre si la mirada es frontal (casa Gaspar) o
en escorzo (museo de la Memoria de Andalucía), ya sea éste horizontal o vertical.
Por fin hay algunos ejemplos en los que coexisten la luz y la mirada con intensidad
semejante, como sucede en el vestíbulo de la escuela Drago, en el museo de
Montenmedio o en la guardería Benetton.
C. Cajas, planos y recintos
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Otra aproximación a los espacios de Campo Baeza es clasificarlos según los
arquetipos de la caja, el plano o podio (muro horizontal) y el recinto o muro vertical. A
lo largo de su obra se hace cada vez más evidente, por su claridad, el tipo o tipos de
espacio con los que está trabajando: cajas de luz y planos de aire.
El espacio de la caja se caracteriza por construirse con un volumen puro, a veces
cúbico, que dota al espacio de un cambio de escala que se construye con la dimensión
vertical. Esta dimensión vertical se muestra mediante la luz que la recorre, Así pues,
se ve como existe una vinculación entre el espacio de la caja, el cambio de escala por
el aumento de la dimensión vertical y la luz. Lógicamente con los parámetros
anteriores no se hace difícil imaginar que dichos espacios suelen coincidir con las
zonas públicas o servidas de los mismos.
Estas cajas se manifiestan unas veces hacia el exterior como un espacio único que
construye el proyecto, otras veces quedan ocultas en las trazas edificatorias
intersecándose con aquéllas.
Algunos ejemplos de este tipo de espacio los podemos encontrar en el colegio de
San Fermín, donde un cilindro luminoso de pavés se interseca con la traza general del
edificio y construye el espacio común y de circulación vertical; o en la casa Turégano,
donde la caja se manifiesta como un único volumen desde el exterior, mientras que
desde el interior se comprende como la concatenación en escorzo de los espacios
públicos de la casa que, dotando a la misma de miradas múltiples sesgadas, la hacen
casi infinita mientras que transcurre por aquellos la luz sólida. El ejemplo canónico de
caja en la obra de Campo Baeza, de las características señaladas anteriormente, es la
Caja de Granada, donde el edificio es como una geoda que esconde en su interior un
espacio de otra escala, vertical, común. Un patio de operaciones bañado por la luz.
Las cuatro colosales columnas que lo atraviesan, aún naciendo de una necesidad
estructural, son también la representación de la misma, poniendo además de
manifiesto los parámetros anteriores de escala y de luz.
Espacios de cajas insertadas en las trazas estructurales los podemos descubrir en
el vestíbulo de la escuela Drago, o en la sala de estar de la casa Gaspar, en la que la
caja, contrariamente a lo que suele ocurrir en la obra campiana, construye en su
dimensión vertical un espacio de sombra, al igual que sucede en la casa Guerrero. Un
caso diferente es la caja que construye el centro de la guardería Benetton, rodeada de
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estancias y encerrada por una tapia circular; o la caja de la casa Moliner, situada sobre
un plano como espacio vertical de luz difusa.
Así pues, el trabajo con la luz puede realizarse con luz sólida –Caja de Granada-,
con sombra –casa Gaspar-, con luz difusa –casa Moliner- o con luz combinada con
visión -escuela Drago-.
Otro espacio característico de la obra de Campo Baeza es el podio o plano
horizontal de suelo sin bordes donde el hombre es capaz de de tener la mirada puesta
en el infinito-horizonte. Si la caja es el espacio de la extensión vertical y de la luz, el
espacio del plano es el de la extensión horizontal y de la mirada: el espacio del
hombre. Estos espacios continuos y horizontales se extienden unas veces hasta el
horizonte infinito, tal es el caso de la torre Telefónica, la casa Blas, el edificio S.M., la
casa Olnick Spanu, el Centro de interpretación del Paisaje, la casa Rufo o el espacio
Entrecatedrales.
Es de interés hacer notar la diferente posición en la que se coloca el vidrio en las
cajas y en los espacios entre planos de la arquitectura de Campo Baeza. Mientras que
las primeras los colocan a haces exteriores reconstruyendo la solidez de la caja al
completarse aparecer virtualmente el reflejo en el vidrio (casa Turégano), los segundos
dejan el vidrio retranqueado, ocultándose en la sombra con la voluntad de desaparecer
y acentuando su transparencia (casa Blas, Centro B.I.T. o casa Olnick Spanu).
En otras ocasiones, el plano abierto al infinito no es posible o conveniente,
ciñéndose entonces su arquitectura a un recinto dentro del cual es posible el control
absoluto del espacio continuo. Tal es el caso de la casa Gaspar, en la que las tapias
perimetrales protegen un espacio interior continuo en el que se suceden el patio de
limoneros y luz, la estancia en sombra (la caja que construía la cubierta de sombra a la
que antes se hacía referencia) y de nuevo otro patio con limoneros, luz y agua. Algo
semejante sucede en el edificio B.I.T., en la plaza de la Catedral y de alguna manera
sucede –aun combinando este espacio con el de la caja- en la casa Asencio y la casa
Guerrero. La guardería Benetton es un espacio en el que se combinan la centralidad,
la continuidad y la frontalidad2. La centralidad se construye con la relación espacial
2 Conviene dejar claro qué se entiende por los conceptos sobre los que se escribe. La centralidad la construye un espacio equivalente en los 360º del plano, tanto desde dentro (el centro) hacia el exterior (el perímetro), lo que se puede denominar una centralidad centrífuga, como fuera (el perímetro) hacia dentro (el centro), lo que se llama una centralidad centrípeta. Se trata de un espacio plano de infinitas direcciones y sentidos radiales. La continuidad se construye cuando el espacio se sucede según una
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que existe entre la caja del vestíbulo central y la tapia-recinto circular. La continuidad
es consecuencia de las dos direcciones posibles entre las aulas que unen el centro
con el recinto. La frontalidad se construye en la relación espacial entre las aulas y el
recinto perimetral. La casa Moliner establece su continuidad sobre el plano del suelo
que se encierra entre las tapias.
Se puede decir que el plano abierto al infinito y el recinto son dos modos de
construir la continuidad en la obra de Campo Baeza, de la misma forma que la caja es
consecuencia de un deseo de discontinuidad con el lugar en una arquitectura que se
ensimisma. Por tanto, la caja divide el espacio interior del exterior, el plano los une y el
recinto construye un espacio exterior de naturaleza controlada que pertenece a la
propia arquitectura.
No obstante lo anterior, y aun siendo la arquitectura de Campo Baeza de una
claridad insultante –sus propuestas que tantas veces han ganado concursos son,
como la historia del huevo de Colón, de una sencillez incontestable-, en su obra
coexisten varias de las ideas señaladas anteriormente. En la casa Gaspar una caja de
cubierta umbría matiza la continuidad encerrada en unas tapias blancas; en la casas
Blas, Olnick Spanu y Rufo, se apilan la caja y el espacio continuo; en la casa Asencio
se construye una caja dentro de unas tapias y en la casa Guerrero se hace que el
recinto que circunda la continuidad adquiera una dimensión vertical tal que empieza a
construir una caja. El edificio para la sede de Mercedes Benz es la contraposición
entre el estatismo de la caja y la infinitud móvil de la rampa expositiva. El Museo de la
Memoria de Andalucía construye un recinto que pasa de ser perimetral a ser patio
central articulador del espacio. Un patio que al ser elíptico añade a su condición
inicialmente central la dirección en la que se alinean sus focos, una dirección que no
es ambivalente en sus dos sentidos, sino que tiene un carácter de escorzo frontal al
enfrentarse al cuerpo vertical que se yergue en uno de sus lados, perpendicularmente
a la misma.
D. Compacidad y expansión
No se deben finalizar estas catas analíticas sobre la obra campiana sin hablar de
algo que se antoja fundamental y constante en la misma. Se trata de que Campo
Baeza, una vez que se le da un lugar, una función a resolver y, por qué no, un
dirección y equivalentemente en sus dos sentidos. La frontalidad se construye cuando el espacio se sucede según una dirección, pero de manera diferente en cada uno de sus sentidos.
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presupuesto, decide sobre la administración de los espacios siguiendo las pautas de lo
que se podría llamar una sobriedad espléndida, en algo así como “seamos austeros en
la utilitas requerida para poder ser magnánimos en la venustas elegida”.
Esto se traduce en una nítida división en todos sus proyectos entre el espacio
servido y el espacio servidor –utilitas- se caracteriza por sus trazas compactas y
austeras, sin concesiones, a favor del primero; sin embargo, en sus edificios siempre
aparece el espacio servido que, no siendo en modo alguno caprichoso, es generoso
en sus dimensiones, con otra escala, dotando de sentido a todo el conjunto. Se puede
comprobar la existencia de estos espacios a lo largo de toda su obra. Unos espacios
que resumen su arquitectura y por los que se reconoce la misma.
Se trata de unos generosos y medidos espacios servidos que muchas veces se
corresponden con los vestíbulos de su arquitectura pública (Ayuntamiento de Fene,
colegio San Fermín, colegio Drago, Caja de Granada, edificio S.M., guardería
Benetton). Otras veces se corresponden con patios (centro B.I.T. ó Museo de la
Memoria de Andalucía) o con espacios entre dos planos con capacidad de tener una
mirada lejana (última planta de la torre Telefónica, estancias en los áticos del edificio
de oficinas de la Junta de Andalucía y de la sede S.M. o en el palio de
Entrecatedrales). En lo concerniente a las viviendas, los espacios se hacen
espléndidos en su cualidad y dimensiones en las zonas de estar, como sucede en la
concatenación de estar-comedor de la casa Turégano, o en el estar umbrío entre dos
patios luminosos en la casa Gaspar o en la Guerrero, o en la caja de vidrio de la casa
Blas o de la Rufo, o en el estar sobre el campo de golf en la casa Asencio, o en el
estar sobre el río Hudson en la casa Olnick Spanu. Alguna vez, como en la casa
Moliner, ese espacio expandido y generoso se corresponde con un lugar de trabajo,
para escribir con luz difusa y constante.
CONCLUSIONES
Tras haber intentado analizar a través de las palabras anteriores –y de algún
dibujo- la obra de Campo Baeza, cabe pensar sobre lo sustantivo de una obra
construida durante treinta años. Lo esencial es lo que ronda una y otra vez en su
cabeza de arquitecto y que resulta en una obra que trasciende la expresión de una
época y de un lugar porque pertenece a lo universal y a lo eterno.
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Por ello siempre construyen su obra las constantes universales y eternas de la
arquitectura que son: la gravedad, la luz y el hombre. Unas constantes que edifican un
espacio universal y un tiempo suspendido o eterno. En el pensar de este arquitecto
confluyen sus maestros no arquitectos, con las ideas aristotélicas y las platónicas, la
poesía de San Juan de la Cruz y la de Santa Teresa y el sonido de la música de Bach,
con los maestros arquitectos, siempre universales, como para él son Ictinos y
Calícrates, Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, Bernini, Le Corbusier, Mies,
Barragan o Utzon.
La obra de Campo Baeza es una obra sin tiempo que, aun perteneciendo a un
lugar, lo trasciende en la búsqueda de parámetro eternos –gravedad, luz y hombre- a
la hora de construir la belleza de sus espacios. Una belleza construida a través de su
mirada rigurosa que ordena el espacio en el lugar, con un orden de prioridades
incontestable, seleccionando y situando la realidad sustantiva y la circunstancial allí
donde les corresponde desde su mirada poética.
Porque Campo Baeza ordena sus espacios siguiendo cadena de orden
jerárquico servidor-servido que parte y construye una idea total, abarcante y eterna.
Por ejemplo, en sus viviendas las zonas de armarios y baños estructuran los
dormitorios, todo lo anterior hace lo propio con la zona de estar y, ésta por último,
construye una relación de luz o de visión entre la idea construida y el lugar. Algo
semejante sucede en la Caja de Granada, donde en los muros de hormigón se
contienen servicios y comunicaciones que, como el mejor Kahn de la biblioteca de
Exeter, definen el espacio de trabajo. A su vez, este espacio construye el gran vacío
central que se desplaza según la diagonal de su planta y su sección para atrapar
mejor la luz en el espacio; el espacio sustantivo del proyecto, construido con hormigón
y con sol.
Alberto Campo Baeza es un poeta del espacio y sin tener esto claro es
impensable el poder descifrar la intensidad de su obra. De igual modo que un poeta
selecciona cuidadosamente sus conceptos y los yuxtapone, los opone o los secuencia,
dando como resultado la música de las ideas a través de la palabra, Alberto Campo
Baeza selecciona sus proporciones, sus medidas, sus trazas, su luz, para hacer que
suene esa música eterna –a veces transgresora del rigor disciplinar establecido- de las
ideas a través del espacio de su casi blanca arquitectura, una blancura que no quiere
velar la abstracción y la luz.
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Ante la obra y el pensamiento de este enorme arquitecto uno siempre se
sentirá afortunado de ser su discípulo, porque él es ese maestro que con aparente
facilidad resuelve de manera sencilla e incontestable los problemas que parecían
irresolubles. Como buen maestro utiliza el método socrático, un comentario suyo hace
muchas veces que, reformulando la pregunta, el alumno obtenga esa respuesta que
estaba esperando. Un método que hace que el discípulo aprenda a pensar formulando
las preguntas convenientes para llegar a una lúcida respuesta.
Otra característica de la arquitectura de Campo Baeza es el ser pedagógica, ya
que a través de ella se puede aprender mucho –yo desde luego lo he hecho desde
hace 30 años- y se puede enseñar mucho –lo que también he tenido la oportunidad de
hacer desde hace 25 años-.
El maestro me ha enseñado primero con el rigor de su obra, después con su
sensibilidad poética, más adelante con su pensamiento profundo. Por último, al
haberme obsequiado con su amistad, he tenido la fortuna de conocer que más allá de
su magistral arquitectura, su mirada sobria y sensible del mundo y el calado sin fondo
de su conocimiento ordenado, lo realmente excepcional en él es su persona. Gracias
maestro.
Jesús Mª Aparicio Guisado
Catedrático de Proyectos Arquitectónicos E.T.S.A.M.
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