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Un encuentro entre Andres Caicedo y Clarisolcita en la Cali de los 70's
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EL NORTECITO
Era una niña de bien, no, que niña bien,
si siempre fue rebuzno
y saboteo y salirle con peloteras
a mi mama. Pero leía mis libros…
-Clarisolcita-
Por: f l o w
Ella patino fuera del norte porque descubrió, no en palabras y menos en
conscientes actos, que a la final, las convivencias con los niños de bien del norte
de Cali, terminaban siempre desenformadas entre una gran sonrisa de
superficialidades… a la larga, el frío filo de cómo el nortiche de la época, saca y
taja sus amistades de una forma rutinariamente tan mezquina, y tan egoísta,
que a la larga lo terminan es asociando, a lo bien, solo con otros iguales a él; y
esto lo hace aun sabiendo el nortiche que en otras partes de la ciudad viven y
cohabitan seres humanos con otros colores y menos cantidad de combustible…
Pero mejor cambiemos de tema y volvamos a Clarisolcita… porque en aquel día,
ella vio que sus alrededores se encontraban solitarios, y como que tocaban a su
puerta nuevos sabores, mas al no tener con quien compartirlos, entonces se
encaminó Sexta arriba como en automático, hasta cuando se dio cuenta y vio
que estaba sobre la Quinta… del puente para allá… en el punto donde por
tolerancias arquitectónicas y de diseños se tocan las dos calles más importantes
de Cali, allí donde se rozan por la vena que va desde donde quedaba el Teatro
Bolívar al final de la Sexta, hasta el ano del Inter…
Allí en plena Quinta, a eso del San Antonio… que sobre esta calle en ese
entonces botaba un puñado de casuchas feas, con tipos guavalosos de estómagos
gigantescos abiertos e inflados que fabricaban hacia afuera miradas ascosas que
enturbiaban hasta al viento, y que las empujaban a ver si encajaban y
alcanzaban a la melena rubia que cargaba esa pelada, como le decían a
Clarisolcita entonces, cuando todavía salpicaba su brillo a dondequiera…
Pero antes de que sus piececitos blancos abandonaran la frontera del nortecito,
apareció un tipo larguirucho, piernas flacas entre blujines y camiseta,
desgarbado él, con gafas gigantescas y mechas largas… levanto la mano como
saludando y dijo:
- hola, soy Andrés, vivo en San Antonio, a vos como te llaman?
- Clarisol –dijo a secas, como sospechando del tipejo
- Pareces como perdida
- El norte sucks, ya nadie vibra como antes, están tan saturados de las
cosas que hacen, que se encierran en sus pequeños mundos… -cerro
ella los ojos y continuo, están como muertos… -su voz sonó esta vez
como resquebrajada…
- Fresca hermana, venga la llevo a un parche súper-chévere, no queda
en el nortecito… a mí también me toco buscar otros horizontes, soy de
Arboleda, que es como parte de ese “Nortiche” high class de mierda…
- Donde queda ese parche que decís… -dijo Clarisolcita en esperanzas.
- En la mitad de la ciudad, no es sur, ni centro y menos el oriente,
mucho menos el norte poluto y vulgar, es un lugar central, donde se
reúnen los mejores creadores de ideas, después de la explosión de
Lola Palluza, se llama Ciudad Solar…
- Si claro, los otros duermen en laureles podridos o sucios cegados por
la explosión… se fue Lola y nos dejo solos…
- Que te gusta hacer a vos, -le dijo Andrés como cambiándole el tema
mientras bajaban al frente de esa capilla vieja al comienzo de la quinta
- Yo soy como enredadera de night club, es todo lo que sé hacer, bailo
plano, lleno y con puente pero en solitario
- Bacano… que más te gusta –le dijo como queriendo sacarle del fondo,
lo oculto que no sale sino en épocas de traumas…
- El cine
- Ah, ahí si bailamos juntos y parlamos el mismo idioma…
- Me gustaría hacer mi propia película
- Sobre que…
- Sobre mi vida de enredadera nocturna en ese nortecito maldito
- Yo escribo guiones de cine y estudio teatro con Buenaventura… -
emocionado Andrés se prolongaba, por ahí hay un man Nicholls de
una agencia de publicidad, me presta una cámara a veces cuando me
da por esas, te gustaría sentarnos en esa panadería a ver como
unimos cables –la sonrisa cautivante de Andrés estaba contagiando el
ambiente, mientras que el viento revolvía esa melena rebelde que
traía en carboncillo dibujada como ondas alrededor de sus gafas.
- No sé, -decía melancólica Clarisolcita, parecía que ya nada le llamaba
la atención , el brillo de su pelo se había ido quedando pegado poco a
poco entre sabanas de muchas camas de numerosos parches que aun
ni recordaba al mirarse en el espejo… ese espejo era su lente de
cámara con sus blow-ups y close-ups a las marcas que le dejaba la
rumba y el descontrol entre la piel de su cara… miro Clarisolcita hacia
abajo, encontró en la mesa barata de panadería caleña de esquina de
barrio, un sentir vacío y plástico al tocar el elemento con forma de
mueble donde se sentaba… levanto lentamente sus ojos tiro a un lado
el pandebono mordisqueado y vio al flaco gafufo ese, larguirucho que
acaba de conocer, y en un espacio de 1/8 de segundo, rechazo la
remota idea de tal vez brincar con él entre cualquier catre o cualquier
pastizal húmedo, sobre una madrugada de monte o junto al
cementerio del bajo norte, allá en ese lote feo, cerca de una lapida
donde se leía “Que Viva la Música” sobre un mármol barato comprado
de segunda en la olla donde cocinan las ratas de la Dieciséis todo lo
que se le roban a los despabilaos que no saben que Santiago de Cali es
maldito para todos los entrelazados en cualquiera maldad… miró bien
a los ojos de Andrés y se le fueron pudriendo poco a poco en el mirar
las formas hasta que solo un esqueleto le hablaba como desde ultra
tumba
- Vamos chicaaa, eeestaaas, bieeennn ¿??? –pensamientos de Pance y
del gringo que degollaron por huevon se le atravesaban a
Clarisolcita… no de los que matan las guerrillas, esos son sapones,
sino ese rosadito boludo, que hace de inocentón cuando está de visita
en tierra latinoamericana, su sangre había rebotado en piedras del río
Pance, no la había podido absorber la tierra todavía, la sangre se
devolvía clamando a gritos, buscando un hábitat, y gota a gota, al
frente de ella, un segundo más tarde recuperaba el esqueleto de
Andrés sus formas humanoides , esta vez tenía el aspecto del gringo
rosadito muerto y la sombra de la pendeja pero buenota de la María
Lata Bayò, con esa cara de estúpida que puso cuando vio que
Clarisolcita no era el anhelo de un Pellar sobre el Valle del Renegado,
sino la pesadilla de sangre de un gallinazo sobre piel infiltrada en
tierra ajena.
- Sí, claro –le dice ella, ahora ya veo mejor, me gustaría hacer una
película sobre mi vida… llevo la marca de una muerte lenta que
identifica al drogo de mi generación, que pasó veloz como relámpago
dentro de una sociedad vulgar y poluta… atravesándola como flecha
maldita de una forma especial…
- Tenes ideas macabras, empotradas detrás de esa melena rubia…
- Nada en mi es de confianza, le eché de todo a la olla y soy la prueba
del producto… salsa de mi confusión
- Terminate pues esa gasimba y nos pisamos donde los publicistas a ver
como es con la cámara filmadora
- Nada de libretos chimbos gomosos de rutina escolástica… simon?
- Simon pelada, a lo bien, en vivo y en directo sin escamas
Bajaron un rato por entre el nortecito, de vuelta, miraron al frente del lujoso
lugar y preguntaron por Hernán… salió el viejo barbudo con ese caminao que
lleva y la sonrisa que no se le despega aun después de unas cuantas rumbas de
polvo loco, que hubo mijito -nos decía, como les va… y esa princesita que te
acompaña?, vengan nos sentamos tranquilitos en mi oficina, y me cuentan que
viento les trajo por estos lares…
Andrés se acordó de la historia que les había contado Hernán, aquel día que
filmaban unas tomas a un concierto de rock en el Pedregal con el Mayolo y el
Diego León: había confesado él haber matado un negro por allá por entre algún
cañaduzal, sobre cualquier carretera nocturna del Valle del Cauca, mientras
conducía su convertible a mas de 200 por hora a oscuras y perico… claro que él
no sabía si lo que paso fue real o producto de su imaginación… aunque recuerda
haberse dado con algo… detuvo el auto más adelante, retrocedió al punto de
coalición rápidamente, el olor a caña era lo único real, como testigo de la escena,
las estrellas miraban desde la vía Láctea. Cuando enfoco las luces del automóvil
sobre la carretera, se acuerda que vio un bulto, puso en neutro y bajo
lentamente, se acerco al montículo y vio que era como el cadáver de un negro…
al segundo, sombras similares se le acercaban y le rodeaban como
preguntándole sobre la transgresión… era de madrugada y no debería haber ni
un alma, estaba en la mitad de ningún lugar… pero allí, a su rededor, le
susurraban sombras oscuras con manos ásperas de trocar cañaduzales, machete
al cinto y olor a muerte en las miradas que reflejaba la encadelillante luz del
carro. Hernán solo recuerda haber volado hacia el automóvil rápidamente,
temeroso, no, temeroso no, muerto de la paranoia y el terror y corrió hacia Cali
… a los tres días, tratando de recordar, no sabía si había vivido lo que imaginó o
era solo producto de su rumba y el exquizo sulfúrico del polvo. Decía que a los
meses le dio por pasar por el sitio que recordaba, y creía haber visto la huella
oscura de algo y los quemones de unas llantas, y en una esquina del camino,
huellas descalzas de pies gruesos que miraban la escena invisible de un crimen
de una tal vez muerte no anunciada.
Recogieron la cámara y Clarisolcita salió con ganas de vomitar del lugar, el
pericazo que se había pegado, le había revuelto la existencia interna a tripas en
revolución en contravía… al Che Guevara, lo habían encontrado por allá en una
selva Boliviana, pero decía el Grillo que lo iban a asesinar, porque vivo en una
cárcel latinoamericana, no le convenía a los gringos. Las ordenes del Tío Sam a
los generales títeres bolivianos, eran de muerte, muerte hacia el silencio… lo que
no supieron los CIAs, fue que luego de la balacera , entre el humo, nacieron los
símbolos sobre camisetas de un líder, un pensador, un ideólogo, un héroe
solitario… pero para Clarisolcita, todo ese borolo se le venía en forma de vomito
en el baño de la agencia de publicidad, y ella vomito verde y lo dejo en el piso a
propósito, por aquello que pensaba que una publicidad no era arte, era como el
mata-arte vendido a la extensión y expansión de un sistema con licencia para
ocultar la verdad cruda a un pueblo con afiches bonitos de algo burgués y
ridículo en el nombre del biyuyo que todo lo traspoyaba…
Andrés filmaba el verde del vomito, siguió a Clarisolcita desde ese día por todos
lados, aun le filmo la escena cuando Ricardito la visito aquella tierna mañana en
su cuarto, y el día que Clarisolcita se desnudo todita y luego se tiro sobre una
piedra grande y blanca del Río Pance, sin temor a nadie, ni del sol, y Ricardito
solo estimaba en mirarla. Las tomas al espejo no las hacia Andrés, la cámara se
la llevaba Clarisolcita y dentro su intimidad, la colocaba en una esquina, o sobre
un asiento, o sobre lo que fuera, hasta en el piso, y la dejaba rodar… rodaba y
rodaba hasta que consumía los carretes de la filmadora que Nicholls pagaba
sodandose el revelado, los close-ups y el polvo loco que se les pasaba por entre
las venas cuando editaban… a veces era difícil sacar a Clarisolcita de esos huecos
donde se iba a vivir, que cogía como hogares pasajeros a su tumultuosa soledad
que le opacaba el alma. Una amiga de ella me dice que ahora parece un cadáver
buscando gotas de sangre que caen sobre el pavimento, rellenando su existencia
frente a un espejo y metiendo de todo, hasta pega… por eso Andrés le termino
diciendo el ultimo día que se vieron, que ella se parecía más a la heroína que él
se metía. Apago e hizo clic-off la cámara, y se apago para siempre la Siempre
Viva.
Fin
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