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MIGUEL HERNÁNDEZ
Elegía a Ramón Sijé
LOCALIZACIÓN Y CONTEXTUALIZACIÓN
Autor: (Orihuela, 1910 – Alicante, 1942).
Familia humilde.
Formación básica en la Escuela del Ave María, abandonada a los quince años para
dedicarse al pastoreo de cabras.
Educación autodidacta a través de lecturas de autores como Zorrilla y Rubén
Darío; composición de primeros versos.
Relación amistosa juvenil con Ramón Sijé, que le orienta en sus lecturas hacia los
clásicos y la poesía religiosa, le corrige y alienta en su actividad creadora.
Primeros poemas publicados en el semanario “El Pueblo” y el diario “El Día”.
En 1931 realiza su primer viaje a Madrid, que resulta un fracaso y regresa a
Orihuela.
Tras la publicación de su primera obra Perito en lunas (1933) adquiere prestigio y
realiza un segundo viaje a Madrid (1934).
Trabaja como colaborador en las “Misiones Pedagógicas” y después como
secretario y redactor en la enciclopedia “Los toros”, cargo ofrecido por José María
de Cossío, gran admirador suyo
Traba amistad con Rafael Alberti, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda entre otros.
El ambiente literario madrileño (surrealismo y poesía revolucionaria) lo alejan del
clasicismo de su Orihuela natal (separación con Ramón Sijé).
Tras el estallido de la Guerra Civil (1936) se alista en el bando republicano (5º
Regimiento) toma parte en algunos frentes.
En plena guerra regresa brevemente a Orihuela para casarse (1937) con Josefina
Manresa, con quien mantenía una relación desde 1934.
Difíciles años: muerte de su primer hijo a los diez meses de nacido, penurias
alimenticias de su mujer, nacimiento de su segundo hijo cuando la Guerra toca a
su fin.
Al finalizar la Guerra (1939) intenta cruzar la frontera de Portugal pero es
apresado y devuelto a España, comienza su periplo por las cárceles de Sevilla y
Madrid.
Por las gestiones de Pablo Neruda es puesto en libertad, pero al regresar a
Orihuela, es apresado de nuevo y condenado a muerte.
Se permuta su condena a muerte por una de reclusión de treinta años, con el fin
de no generar un nuevo Lorca (mártir del régimen republicano).
Muere de una tuberculosis pulmonar en la cárcel de Alicante.
Época: (1910 – 1942)
Últimos años de la Restauración (1874 – 1931) y consecuencias del desastre del
98: motor del Regeneracionismo movimiento que se preocupa por desvelar los
problemas reales del país, y por arbitrar soluciones, más o menos ambiciosas.
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Golpe de estado y dictadura del general Primo de Rivera (1923 – 1930):
suspensión del régimen constitucional (rígida censura, prohibición de partidos y
sindicatos).
Grave crisis económica y la oposición de todas las clases pone fin al régimen
dictatorial y se instaura la Segunda República (1931 – 1936).
Golpe de estado por militares (Franco, Sanjurjo y Mola) y Guerra Civil española
(1936 – 1939).
Primeros años de la Dictadura de Franco (1939-1975): régimen autoritario y de
corte fascista.
Movimiento literario:
Generación del 27: es nombrado por Dámaso Alonso como el “genial epígono” del
al Generación del 27.
o Grupo que comparten las mismas preocupaciones estéticas: predominio
del formalismo, el gongorismo y la metáfora.
o Rinden homenaje a Góngora en el tercer centenario de su muerte.
o Quieren renovar la poesía, a través del sincretismo entre la tradición y la
vanguardia.
Generación del 36:
o Poesía más humana, personal y social.
o Los poetas pertenecientes a este movimiento están menos interesados en
la poesía pura (al estilo de Juan Ramón Jiménez) y más centrados en la
humanización, en los problemas del hombre en su contexto.
o Esta nueva estética cobrará más fuerza a raíz de la Guerra Civil y sus
consecuencias (muerte, exilio, miseria, cárcel…), ya que en unas
circunstancias como esas sólo se puede hablar del hombre, del ser humano
enfrentado a ellas.
o Temas: búsqueda de soluciones sobre la vida, la muerte, el destino del
hombre.
Miguel Hernández es el punto de anclaje entre el 27 y los grupos que le siguen.
Del formalismo inicial, pasa a la poesía impura, primero con sesgo surrealista,
después, con un claro eco de compromiso y finalmente, con el tono doliente e
intimista, que nos ilumina su personalidad humana, antes de que fuera sesgada.
Obra:
Etapa de formación(1930-1934):
o Poemas de adolescencia (pastoreo) influenciado por Ramón Sijé que lo
condujo al clasicismo y a la religiosidad.
o Perito en lunas (1933): tras regresar a Orihuela por su fracaso en Madrid.
Rigurosa disciplina poética orientada a la vanguardia.
42 octavas reales que describen objetos y escenas usuales y
humildes de la vida real: el gallo, el toro, la palmera...
Elaboración metafórica barroca, sigue el estilo de la Generación del
27.
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Etapa amorosa (1934-1936):
o Abandono del credo religioso y clasicista (Ramón Sijé), se centra en los
temas amorosos (Pablo Neruda)
o El rayo que no cesa (1936): colección de sonetos que pensaba titular El
silbo vulnerado que refundida y ampliada será su obra de mayor éxito.
Se presenta como un tríptico sobre la vida, el amor y la muerte.
Sobre todo trata el tema amoroso pero como un sentimiento
trágico: sus ansias vitales chocan contras las barreras que le salen al
paso.
La muerte de su amigo Ramón Sijé le inspira una de las mejores
elegías de la literatura española (“Elegía a Ramón Sijé”), poema que
se incluye en esta obra.
Poesías de guerra (1936-1939):
o Consolidación de su ideología social y política tras el estallido de la Guerra
Civil.
o Viento del pueblo (1937):
Uso de un tono épico dirigido a un protagonista colectivo.
Exaltación de lo humano.
o El hombre acecha (1939):
Dedicado a Pablo Neruda.
Poemas que constituyen un grito desgarrador entre muertos,
heridos, cárceles y desilusión.
Poesía intimista y carcelaria (1939-1942):
o Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941):
Inspiración en las formas más sobrias de la lírica popular.
Expresión depurada.
Trata el tema amoroso como un sentimiento de frustración
(separación de su esposa y de su hijo).
Otros temas son la situación del prisionero y las consecuencias de la
guerra.
Miguel Hernández es autor de varias obras dramáticas que destaca por la gallardía
de sus versos.
Contextualización del poema:
o Se incluye en la obra El rayo que no cesa.
o “Elegía a Ramón Sijé” es el poema número 29 de la obra que había estado
concebida como una colección de poemas a los amores del autor. Fue
introducida justo antes de su edición, tras la repentina muerte de su gran
amigo. El poemario estaba escrito con estilo medieval y de forma muy
similar al Cancionero de Petrarca.
o “Elegía a Ramón Sijé” no es un mero epitafio a la existencia terrena del
amigo, sino también a su presencia en el propio mundo poético: con él
entierra Miguel una parte de su propio yo.
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CARACTERIZACIÓN DEL GÉNERO LITERARIO
Tema:
Desespero y aflicción por la pérdida de un ser querido, manifiesta el dolor ante la
pérdida de un amigo.
Resumen:
Miguel Hernández se lamenta de la muerte repentina de su gran amigo Ramón
Sijé, especialmente la injusticia de haber sido arrebatado tan pronto (“temprano
levantó la muerte el vuelo”). Esta pérdida aflige al poeta y le llevará a un estado de
rebeldía ante esta situación, el poeta se encuentra en un estado en el que no
encuentra perdón (“no perdono...”) y desea vengarse (“en mis manos levanto una
tormenta...”), incluso se plantea desenterrarlo para reunirse con su amigo
(“Quiero escarbar la tierra con los dientes... y desamordazarte y regresarte”).
Aunque se siente solo, no se rinde y se consuela ante el posible reencuentro con
su compañero.
Tono:
Presenta un tono variante durante todo el poema: iracundo, frustrado, anhelante,
rabioso y ligeramente optimista en el final.
Estructura interna:
Dividido en tres partes:
o Primera parte (versos 1-18): manifiesta la resignación que siente ante el
dolor y tristeza que le produce la pérdida de su amigo, expresa su
lamentación ante la tumba del amigo que yace en un estado de
transformación típico de los cadáveres (versos 1-3) hasta formar parte de
la tierra misma, algo de lo que el propio Miguel Hernández será testigo
(versos 4-7). Además también expresa el gran dolor que le ha ocasionado
la pérdida de su amigo (versos 8-15) que le provoca un desasosiego
personal que nadie puede consolar (versos 16-18).
o Segunda parte (versos 19-33): el vacío que el poeta siente ante la
desaparición repentina del amigo se torna en rebeldía (versos 19-21), al
poeta le cuesta aceptar este trance vital, presenta un estado rebelión ante
lo inexorable de la muerte (versos 22-27), finalmente describe su anhelo
por rencontrarse con su amigo (versos 27-33) sin importar lo que les
separa, ya que incluso se plantea desenterrarlo para recuperar a su amigo.
o Tercera parte (versos 34-49): se asiste a la resurrección el alma del
compañero del poeta quien asimila la muerte de su amigo porque sabe
que finalmente se encontrarán, la calma se restablece en el desolado
espíritu del poeta porque el amigo, que al inicio del poema yacía inmóvil,
se ha fundido con la naturaleza (versos 34-42), Hernández no es ya el
hortelano que se lamenta ante la tumba del amigo, sino que, creyéndolo
libre, lo llama para dialogar como antaño (versos 43-49).
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JUSTIFICACIÓN LITERARIA (USO LITERARIO DEL LENGUAJE)
Género literario:
Es una obra de carácter lírico que se caracteriza por una perspectiva subjetiva; la
obra gira en torno a un yo, que presenta la realidad desde su punto de vista. El
objetivo principal de la obra no es la descripción de lo externo, sino la expresión
de una interioridad: de los sentimientos, de las sensaciones y de los pensamientos
que evoca a ese yo del poeta.
A diferencia de los otros géneros, en el lírico no tienen un papel prioritario las
acciones ni el discurrir del tiempo; se detiene en los estados del alma y los evoca.
Debido a que persigue transmitir un sentimiento determinado y una situación
anímica, predomina la descripción como variedad del discurso.
Este texto pertenece al género lírico porque con una estética cuidada, con
abundantes recursos estilísticos, y en forma de verso, el autor nos transmite sus
sentimientos y nos hace partícipes de su mundo interior manifestando las
sensaciones que la realidad despierta en él.
Métrica (estructura externa):
La elegía (planto) está formada por tercetos encadenados: quince estrofas de tres
versos endecasílabos, con rima consonante y esquema ABA, de manera que el
segundo verso de cada terceto se convierte en la base de la rima del siguiente
(BCB), y así sucesivamente. La última estrofa es un serventesio (OPOP), de forma
que ningún verso quede suelto, sin rima [11A 11B 11A, 11B 11C 11B, 11C 11D
11C,... 11O 11P 11O 11P]. Históricamente, los tercetos encadenados se han
empleado en epístolas, subgénero lírico con el que nuestro texto guarda relación,
pues el poema bien puede entenderse como una última carta de Miguel
Hernández a Ramón Sijé.
Figuras literarias:
Metáforas: con las que se refiere a la muerte (“Un manotazo duro, un golpe
helado, / un hachazo invisible y homicida, / un empujón brutal”) que tan
injustamente se ha llevado muy pronto al amigo, pero también se torna más
esperanzadoras en el final del poema, cuando la actitud del poeta se vuelve más
resignada (“Alegrarás las sombras de mis cejas” = sus ojos) sabiendo que es
posible el rencuentro entre ambos (“Tu corazón, ya terciopelo ajado, / llama a un
campo de almendras espumosas / mi avariciosa voz de enamorado”) en una
naturaleza idealizada (A las aladas almas de las rosas... / de almendro de nata te
requiero”).
Hipérboles: reflejan el dolor exagerado que siente el poeta ante la pérdida de su
amigo (“Tanto dolor se agrupa en mi costado, / que por doler me duele hasta el
aliento”, “No hay extensión más grande que mi herida”, “y siento más tu muerte
que mi vida”. “En mis manos levanto una tormenta / de piedras, rayos y hachas
estridentes / sedienta de catástrofe y hambrienta”).
Paradoja: (“siento más tu muerte que mi vida”) la aflicción del poeta es tanta que
se sufre, padece y se emociona más por la pérdida de su amigo que por su propia
vida.
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Aliteración: (r) manifiesta como el dolor del poeta se transforma en rabia (“Quiero
escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte / a parte a
dentelladas secas y calientes. / Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte
la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”). Así como de la (r) y de la (a)
que consiguen el tono conciliador que el poeta presente al final de la elegía
(“Volverás al arrullo de las rejas / de los enamorado labradores”, “A las almas
aladas de las rosas / del almendro de nata te requiero”).
Polisíndeton: ralentiza el acto expresado por el poeta otorgándole mayor
pesadumbre (“Ando sobre rastrojos de difuntos, / y sin calor de nadie y sin
consuelo / voy de mi corazón a mis asuntos”, “Quiero minar la tierra hasta
encontrarte / y besarte la noble calavera / y desamordazarte y regresarte”),
además prepara al lector para el momento de serenidad que se da en el final del
poema.
Personificaciones: manifiestan como la muerte pareciera enamorada de Ramón
Sijé y se lo hubiera llevado con ella ante la falta de atención de la vida que no se lo
ha impedido (“No perdono a la muerte enamorada, / no perdono a la vida
desatenta”) a una edad muy temprana, siendo aún muy joven (“Temprano levantó
la muerte el vuelo”); también reflejan el estado emocional de rebelión ante lo
inexorable de la muerte (“En mis manos levanto una tormenta / de piedras, rayos
y hachas estridentes / sedienta de catástrofes y hambrienta”).
Anáfora: presente en el séptimo terceto (“temprano”) insiste en la idea de la
prontitud con la que Ramón Sijé ha dejado este mundo.
Paralelismo: presente en la octavo terceto (“no perdono a la muerte enamorada, /
no perdono a la vida desatenta, / no perdono a la tierra ni a la nada.”) insiste en la
idea de no aceptación del suceso, del rechazo de la muerte de un joven y buen
amigo, se presenta de manera gradual (“muerte, vida, nada”).
Encabalgamientos: marcan la transición del tono en el poema, el vacío que el
poeta siente ante la desaparición del amigo se torna en rebeldía, en una
imprecación a la muerte (“a las desalentadas amapolas / daré tu corazón por
alimento”). También manifiesta cómo el amigo que yacía inmóvil al principio se ha
fundido con la naturaleza, por tal motivo, Hernández ya no es el hortelano que se
lamenta ante la tumba del amigo, sino que ahora, al creerlo libre de la muerte, lo
llama para dialogar como antaño(he aquí un nuevo tono, en el poema donde se
restablece la calma en el desolado espíritu del poeta, merced a la idealización de
la realidad (“Volverás a mi huerto y a mi higuera: / por los altos andamios de mis
flores / pajareará tu alma colmenera / de angelicales ceras y labores”).
Epanadiplosis: muestra como el dolor inicial que Hernández sentía ante la pérdida
de su amigo, se ha vuelto ahora esperanza (“compañero del alma, compañero”).
Epítetos: reflejan como el dolor inicial que Hernández sentía ante la pérdida de su
amigo (“desalentadas amapolas, noble calavera”), se ha vuelto ahora esperanza
(“altos andamios, angelicales ceras y labores, enamorados labradores, avariciosa
voz, aladas almas”).
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Antítesis: constante en el poema entre la muerte y la vida (“y siento más tu
muerte que mi vida”), el dolor y la esperanza, simbolizado también con el uso de
los elementos naturales, el rojo de la amapola, propia de cementerios y que se
nutre del corazón del amigo, se enfrente a la blancura de la flor del almendro, que
se encuentra en el huerto del poeta y que finalmente será el depositario del
corazón del amigo. El almendro es usado por Hernández como símbolo de la
temeridad y de la juventud.
Hipérbaton: logra un efecto altamente expresivo y potencia el profundo dolor que
siente el poeta (“alimentando lluvias, caracolas / y órganos mi dolor sin
instrumento, / a las desalentadas amapolas”; “y tu sangre se irá a cada lado /
disputando tu novia y las abejas”).
Rasgos propios:
Dada su condición de pastor, Miguel Hernández vive siempre impregnado de
naturaleza, y esta empapa toda su poesía, es decir, el carácter telúrico se refleja
en toda su poesía. Por eso es el poeta que devuelve la poesía de la época a la
naturaleza; la rescata de la desnaturalización del grupo del 27 y le da vida al tema.
Todo el universo está para él provisto de conciencia (“Yo quiero ser llorando el
hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas”).
Ningún poema queda al margen del sentido amoroso: a la naturaleza, a la mujer,
al hijo, a los amigos, al pueblo, a la vida. El sentimiento pasional es el gran eje a
cuyo alrededor se articulan todos los demás temas.
Junto con el amor, la vida y la muerte son los otros dos vértices del triángulo
temático de la poesía de Miguel Hernández. En sus poemas, la vida y la muerte se
manifiestan en dos sentidos: por una parte, un sentido existencialista (“el hombre
es un ser nacido para la muerte”); por otra, la muerte como semilla de la
renovación (“porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos
piedras de futura mirada, y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la
carne talada”).
Aunque la utilización de sus símbolos es constante en toda su producción, en cada
etapa hace predominar algunos de ellos: la luna (expresión máxima de la
naturaleza) en la primera, el rayo (metáfora del amor y la existencia humana) y el
toro (símbolo de la pena amorosa) en la segunda, el viento (el valor épico de la
Historia, esperanzadora o destruida y la fuerza de la voz y la voluntad del pueblo)
y la tierra (imagen de la naturaleza y del trabajo) en la tercera y la luz y la sombra
(la alegría y la esperanza frente a lo trágico y funesto) en la última.
Relaciones léxico-semánticas y morfosintácticas:
El autor emplea un registro textual bastante elevado (culto), con el fin de plasmar
por escrito todo aquellos sentimientos y emociones que sintió ante la pérdida de
un buen amigo de forma tan prematura y repentina (“hortelano, estercolas,
homicida, minar, desamordazarte, ajado”).
La semántica del poema es eminentemente negativa, sobre todo en la primera
mitad. En los campos semánticos aparece el dolor que por derivación está
representado de diversas formas (dolor, duele, doler, … llorando, lloro, manotazo
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…) que comparte formas con el de la violencia (tormenta, herida, empujón brutal,
hachazo, …), sin esta denotación negativa aparece el campo semántico de la
naturaleza y del mundo rural (flores, almendro, hortelano, tierra, huerto, higuera,
rosas, abejas…); así como el del cuerpo humano (manos, dientes, dentelladas,
calavera, alma, corazón, …). La mayoría del léxico se usa de forma connotativa y
por medio de metáforas (corazón -> alma; labradores -> abejas;…) con el fin de
hacer hincapié en lo negativo de la muerte, sobre todo cuando actúa
injustamente, arrebatando la vida a alguien demasiado pronto.
Aparecen un gran número de sustantivos concretos que hacen la realidad más
cercana, perceptible y palpable, en este caso, la elegía es trasladada a un mundo
rural y en medio de él el poeta establece las correlaciones oportunas (“tierras,
caracolas, amapolas, corazón...). Frente a la gran cantidad de sustantivos
concretos, están los abstractos, es decir, aquellos que hablan de realidades que no
son percibidas por los sentidos y que resultan, por tanto, menos tangibles:
“dolor”, “aliento”, “desventura”, “muerte”, “vida”, “alma”.
Los adjetivos son abundantes. Todos ellos son explicativos aunque muchos vayan
pospuestos al sustantivo: “desalentadas amapolas”, “manotazo duro”, “golpe
helado”, hachazo invisible y homicida”, empujón brutal”, “muerte enamorada”,
“vida desatenta”, “rayos y hachas estridentes”, “la noble calavera”, “altos
andamios”, angelicales ceras y labores”. Esta proliferación de adjetivos aportan
subjetividad al texto y lo dotan de una fuerte carga expresiva y emotiva. Solo el
adjetivo “ajado” tiene un valor especificativo; ya que, añade una cualidad
imprescindible para identificar al sustantivo “terciopelo” y distinguirlo de otro.
Por lo que respecta a los verbos, la mayoría están en presente actual: “quiero”,
“ocupas y estercolas”, “lloro”, “siento”, “ando”, “voy”, “me duele”, “no perdono”.
Estas acciones tienen lugar en el momento del discurso y hacen referencia a lo
que está sintiendo el poeta. Las formas del pretérito perfecto simple: “madrugó”,
“levantó”, expresan hechos acaecidos en una zona temporal anterior a aquella
desde la que nos está hablando el poeta, ofreciéndonos los mismos como ya
terminados; sin embargo, la aparición inmediata de la perífrasis aspectual durativa
“estás rodando”, rompe con el aspecto perfectivo de las acciones de los pretéritos
perfectos simples, para ofrecernos una continuidad en la acción. No todo está
perdido, el poeta puede con su rabia y sus acciones contundentes devolverlo y
regresarlo a la vida. A ello responden los dos tercetos que aparecen un poco más
tarde, presididos por el presente de indicativo “quiero” y que parecen tener un
valor de futuro al emplearse seguidos de infinitivos. Por último, son importantes
los futuros “volverás”, “pajareará”, “alegrarás”, “irá” en los que está explícito el
deseo del regreso del amigo, si bien de una forma dulce y atenuada.
Como elemento de cohesión textual, se observa la alternancia constante entre la
primera y segunda persona del singular; es decir, entre el propio estado de ánimo
del poeta y la muerte del compañero.
En el nivel oracional, las oraciones que aparecen son simples (“Temprano levantó
la muerte el vuelo”), compuestas subordinadas de relativo (“Yo quiero ser llorando
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el hortelano/de la tierra que ocupas y estercolar”), subordinadas causales (“Tanto
dolor se agrupa en mi costado, /que por doler me duele hasta el aliento”),
coordinadas copulativas (“Quiero minar la tierra hasta encontrarte / y besarte la
noble calavera / y desamordazarte y regresarte”). La modalidad oracional utilizada
en el poema es la enunciativa, de esto se vale el poeta para dar un ritmo rápido al
poema.
PARTE MÁS LLAMATIVA DEL POEMA
RELACIÓN ENTRE LAS IDEAS DEL AUTOR Y EL TEMA SOLICITADO
POSICIONAMIENTO
CONCLUSIÓN Y CIERRE TEXTUAL
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