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Esta historia cuenta la aventura de un niño de 10
años llamado Lucas Benítez, que junto a su primo
Santiago, viven en el campo de sus abuelos llamado
“La Arbolada”. Allí, pasaron su infancia, y
compartieron toda su vida juntos teniendo grandes
aventuras.
El pequeño Lucas a la edad de nueve años junto a
sus padres, tuvieron que darle un giro a su vida,
mudándose a la ciudad, a causa de la sequia que
duro meses y meses, dejando al pueblo entero sin
trabajo ni cosecha. De esta forma, Carlos su padre,
tuvo la necesidad de llevarse a su familia y
mudarse a la ciudad, en busca de un nuevo trabajo,
que le permitiera mantener y cuidar de los suyos.
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La vida de Lucas dió un giro, alejándolo de sus
primos, que eran como sus hermanos, ya que el no
tenía ninguno. También extrañaba su vida en el
campo, su rutina diaria de andar a caballo, ver a su
padre trabajar en las cosechas y aprender sobre
todos los animales de la granja. Lucas se sentía
muy solo, ya que la vida en la ciudad era muy
diferente a lo que el estaba acostumbrado: la gente
andaba a las corridas y gritándose, autos por todos
lados, bocinazos, y el sonido de sirenas en el medio
de la noche que lo atormentaban. Nada era como
antes, Lucas ansiaba volver a su maravillosa vida
en “La Arbolada”.
Al cabo de un año, su padre ya tenia un buen
trabajo que le permitía volver a darle una buena
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vida a su familia, tenían una linda casa y hasta
tenían dos autos. Sin embargo, nada motivaba al
pequeño Lucas para pertenecer a esa vida en la que
el se sentía un extraño. El gran día llego, cuando su
padre recibió una llamada de su hermano, el cual
se había quedado protegiendo y restaurando el
campo. Este le conto, las grandes mejorías que las
cosechas estaban teniendo, y los grandes ingresos
de dinero que se estaban generando.
Lucas, al enterarse de estas grandes y maravillosas
noticias, hace lo imposible para convencer a sus
padres de volver al campo, y luego de insistir e
insistir, consigue su vuelta a “La Arbolada”.
Lucas finalmente volvió a su vida que tanto
anhelaba, y aun mejor, ya que tuvieron que
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convivir con sus tíos y primo en la misma casa, por
un tiempo, hasta que se construya su nuevo hogar.
De todas las cosas que Lucas extrañaba, la que más
anhelaba eran las aventuras con su primo Santiago.
Quisieron recuperar todo el tiempo perdido,
comenzando con la exploración de la vieja casona
abandonada, conocida en todo el pueblo como la
más terrorífica. Nadie nunca se había atrevido a
acercarse a esa horrible y vieja mansión. Sus
padres les habían contado de la antigua y
escalofriante leyenda que se divulgaba desde hace
años en el pueblo y les habían prohibido acercarse a
ella.
Una noche, Lucas y Santiago, desobedientes y
pícaros como fueron toda su vida, deciden no
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hacerle caso a sus padres, y parten a la gran
aventura de la “Mansión embrujada”.
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Ya entrada la noche, Lucas y Santiago, salen de sus
camas apoyando los pies sobre el frío piso de
madera haciéndolo crujir, muy lentamente, en
puntitas de pie se acercan al pasillo donde se
encontraban las habitaciones de sus padres, espían
silenciosamente por la pequeña cerradura. Solo se
siente el silencio y no pueden ver más que las
sombras de sus padres acostados en la cama.
Aguantándose la risa, escuchan los ruidosos
ronquidos de el padre de Lucas, que se parecían a
un chancho revolcándose en el barro.
-Los míos ya se durmieron, no se escucha ningún
ruido- dijo Lucas sonriéndole a Santiago.
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-Es hora de irnos, están todos dormidos, es nuestra
oportunidad-dijo Santiago, mientras sus nervios
hacían que se coma las uñas.
Los niños entusiasmados, fueron por la mochila que
se encontraba en la cima del placard. Lucas, era el
más alto, así que fue él, quien trepó con todas sus
fuerzas cada estante ,patinándose cada dos por tres
por la transpiración de sus manos generada por el
miedo a hacer ruido. Finalmente logró alcanzar la
mochila. Perdiendo el equilibrio, cayó sobre su
cama que se encontraba debajo de él. La mochila
era la más grande y favorita de Santiago. Juntaron
todas las herramientas que podían llegar a
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necesitar en caso de una emergencia en la casa
maldita.
-‐ ¡Santiago! toma nota: linterna, fósforos, comida,
agua, pilas, abrigo…
-‐ Está todo Lucas…respondió tembloroso.
A Lucas le llamó la atención el tono de voz con el
que le respondió su primo y se dió cuenta que algo
no estaba bien. Santiago se encontraba en un
rincón de la cocina, sentado en cuclillas con sus
manos agarrándose la cabeza. Lucas, terminaba de
guardar las cosas en la mochila y lo observaba de
reojo.
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-Santi, ¿estas bien? … ¿No te estarás arrepintiendo
no?
-Emm…no no…- le responde Santiago dudoso
-No te preocupes, no puede pasar nada malo -
agrega Lucas.
- Lucas… pero vos ¿Te acordás de la leyenda?...se
dice que la casa esta embrujada, y que cuando uno
se acerca las luces se encienden y son tan fuertes
que pueden hipnotizarte y hacer que entres a la
casa… y de los que entraron nunca mas nada se
supo..
- Son solo leyendas, es solo un juego Santi.
Cualquier cosa volvemos rápido para nuestra casa.
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Despacito, paso a paso, Lucas y Santiago suben por
las escaleras a su cuarto, con su mochila ya
armada. Deshacen sus camas, para así poder usar
las sábanas, anudarlas y armar una soga para
lograr su escape por la ventana.
Una vez que la soga fue lanzada por la ventana,
tocando el húmedo pasto, solo quedaba decidir
quien seria el valiente en saltar primero.
-¡Ahora me animo yo!-dijo Santiago- para que veas
que no soy un miedoso
-Bueno, pero antes atemos la soga a la cama así
podemos bajar los dos- comentó Lucas.
Poco a poco Santiago, se iba deslizando por las
sábanas cubiertas por dibujos de autos, hasta que
finalmente llegó al suelo.
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Ahora era el turno de Lucas, que intentaba
mostrarse tranquilo pero su cara pálida y el sudor
de sus manos nuevamente lo delataban. Se agarró
con fuerza de las sábanas, cerró los ojos y se deslizó
un poco tembloroso hasta donde estaba Santiago.
Una vez juntos, tomaron sus manos y corrieron en
busca de sus caballos: Trueno, de color negro y
mirada intensa, y Cleopatra, de color blanca con
detalles marrones en su cara.
Subidos a sus caballos y ya con las riendas en
mano, partieron hacia la mansión en busca de su
más extraordinaria aventura.
Allí estaban los dos, en medio de la fría noche,
cabalgando a través del bosque, saltando las
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enormes ramas tiradas y esquivando charcos
producidos por la lluvia del día anterior.
A los lejos, entre la niebla, se podían observar las
altas torres de la tenebrosa mansión.
ansiosos por llegar cabalgando cada vez mas rápido
sin pensar en los riesgos.
En ese momento, Trueno, el caballo de Santiago,
tropezó con una piedra que no lograron ver por la
oscuridad, tambaleándose un poco pero pudiendo
seguir adelante.
Finalmente llegaron a destino, bajando de sus
caballos y atándolos a un árbol que había cerca,
deciden caminar hacia la mansión, por el único
camino que existía.
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En cada paso que hacían aumentaban sus miedos y
su terrible ansiedad, por saber que les esperaba
adentro
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Ya se encontraban los dos parados frente a la
entrada. observando la casa con susto, se miraron y
dijeron:
- Y ahora ¿qué hacemos?- preguntó Santiago
-¡ya estamos acá, ahora entremos!- respondió
Lucas
Comenzaron a subir los escalones hasta la puerta
principal, el silencio de la noche era aterrador y
solo se podía oír el sonido de la respiración de sus
caballos que se encontraban entre los árboles.
Intentaron abrir la puerta, pero se dieron cuenta
que estaba trabada por unas gruesas cadenas.
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-¡No puede ser! no vamos a poder entrar- dijo
Lucas.
-¡Ya se! probemos por las ventanas- dijo Santiago.
Después de rodear la casa intentando abrir una
ventana, descubrieron un pequeño hueco en la
descuidada pared de madera y así, sin pensarlo,
ingresaron a la casa.
Todo allí, estaba completamente abandonado y
oscuro, no había rastros de que alguien haya estado
viviendo allí desde hace un largo tiempo.
Rápidamente sacaron la linterna de su mochila. de
esta forma pudieron observar detenidamente su
interior. Los detalles de las paredes despintadas,
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llenas de cuadros antiguos, cubiertos con telas de
arañas, los muebles totalmente tapados con
sábanas.
Pudieron darse cuenta que se encontraban en el
living de la casa. Hambrientos, decidieron comer
algo, y para ello sacaron una sábana de uno de los
muebles y la tiraron al suelo y se sentaron en ella.
Para alumbrar pusieron la linterna en el medio y
comenzaron a sacar la comida de la mochila, y se
dieron cuenta que habían olvidado los jugos.
-¡Santiago, te dije que revisaras las cosas antes de
salir de casa! Te olvidaste de guardar las bebidas-
dijo Lucas con enojo.
-¡Uy si! Las dejé olvidadas en la mesada de la
cocina- respondió Santiago.
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-Bueno, entonces te toca ir a la cocina y ver si hay
algo- le dijo Lucas a su primo.
-¿Estás loco? Está todo muy oscuro- responde
Santiago con terror.
-Dale,! No seas miedoso! Tomá la linterna así
iluminas el camino. Yo voy a estar acá, cualquier
cosa me gritas- dijo Lucas.
Santiago con mucho temor tomó la linterna y
empezó a caminar en búsqueda de la cocina.
Alumbrando hacia todos lados, iba observando cada
uno de los cuadros extraños colgados en hilera.
Hasta que se choca contra una puerta de madera
oscura, con el picaporte lleno de telaraña. Tapando
sus manos con las mangas de su buzo, para no
tener que tocar la araña de la puerta, Santiago se
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esfuerza para abrirla, tanto que apenas se apoyó,
ésta se derrumbó. Alumbrando con su linterna, y
tosiendo por el polvo, pudo ver que se encontraba
en la cocina. Se paró, y sacudiéndose la ropa, notó
que en la plena oscuridad de aquella cocina, había
una tenue luz que asomaba por un rincón. Se
acercó lentamente a esa misteriosa luz,
preguntándose ¿Qué podría dar luz en esta casa tan
abandonada y vieja?
Con pasos bien cortos y silenciosos, Santiago fue
sintiendo escalofríos que recorrían todo su cuerpo.
Usando su linterna, alumbró y pudo ver una vieja
heladera de donde provenía la luz. Recordó que iba
a la cocina en busca de comida y sin dudarlo la
abrió.
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Parecía una heladera bastante limpia, con nada
fuera de lo común. Santiago comenzó a investigar
cada unos de los contenedores de plástico en los
que había comida.
Pudo observar que en todos los contenedores había
una especie de gelatina de diferentes colores.
Decidió abrir uno de ellos, levantando la tapa de un
extremo.
-Ufff que olor tan desagradable- Gritó Santiago
tapándose la nariz y cerrando la tapa rápidamente.
Ese líquido claramente no era gelatina, ya que no
olía a frutas como las que el solía comer, sino que
olía a tierra mojada.
!Lucas vení! Mirá esto que hay en la heladera!!! Es
asqueroso!!!.- Llamo Santiago a su primo.
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El silencio invadió la casa, dejando a Santiago sin la
respuesta de su primo.
Santiago quedo en shock y preocupado salió
rápidamente de la cocina, tan rápido que dejó su
linterna olvidada allí.
Buscó por toda la planta baja a Lucas sin poder
encontrarlo por ningún lado. Su corazón latía
rápidamente y sus mejillas comenzaron a
transpirar. Temblando pudo ver que en el piso de
arriba se encontraba una luz prendida.
- ¡Lucas! ¿Estás ahí?.. ¡Contestáme!-gritaba
Santiago mientras subía despacio la escalera, que
crujía en cada paso.
Llegando al primer piso, Santiago ve un enorme
pasillo oscuro que finalizaba con una puerta
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entreabierta de donde salían los destellos de luz.
Muy lentamente, Santiago comenzó a atravesar el
largo y oscuro pasillo, observando cada detalle de
este con la luz que venia de la habitación. Las
paredes empapeladas de una antigua estampa
floral, arruinados y descascarados por la humedad
y el polvo ;un enorme espejo con una rajadura en el
centro que lo atemorizaba.
A medida que se acerca a esa habitación, Santiago
sentí que la luz era cada vez mas fuerte. Tanto que
debía cubrirse sus ojos, esa luz le esta quemando.
Sintió una fuerza extraordinaria que lo absorbió a
la habitación.
Ya con un pie adentro, la puerta se cerró
abruptamente dejándolo preso. Lucas estaba
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sentado de espaldas a la puerta, en una esquina de
la habitación.
- ¡Lucas!- gritó Santiago, e instantáneamente la luz
explotó dejándolos totalmente oscuros.
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Santiago se quedó duro en el lugar, intentando que
su cuerpo no demuestre su miedo y que sus manos
dejen de temblar.
-‐ ¿Lucas?, ¿estas ahí?- susurró Santiago con
terror.
El silencio fue su respuesta nuevamente. Lucas no
estaba allí ¿Como podía ser? Santiago estaba
seguro de haber visto a su primo allí sentado.
En plena oscuridad, Santiago fue tanteando el
espacio buscando a Lucas. La silla estaba allí, pero
vacía. Santiago supo que estaba solo, y que el
debería ser quien venza sus miedos y encuentre a
su primo para regresar a casa antes de la
madrugada.
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Triste y casi sin energías, aterrado por el paradero
de su primo, Santiago vio algo brillando arriba de la
silla. Se acercó y pudo ver un sobre de tamaño
mediano de color dorado, tan fuerte que iluminaba
la habitación. Sin dudarlo, agarró el sobre y lo
rompió para leer que había dentro. Pudo notar que
el material de este sobre, no era un papel común,
era más pesado que los sobres que el conocía y
estaba tibio. Y esa luz, ese brillo intenso,
claramente era algo mágico.
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“Santiago:
Si me querés volver a ver tenés que tomar toda la
comida de la mochila y llevarla al lugar que te
marco en el mapa. Se que debés tener miedo, pero
no estés asustado. Si hacés lo que ella pide, vamos a
poder volver a casa”.
Asustado, Santiago pudo finalmente saber algo de
su primo. Lo aterrorizaba todo lo que estaba
ocurriendo, pero lo aliviaba el hecho de saber que
por lo menos Lucas estaba con vida.
Guardándose el mapa en el bolsillo de su pantalón,
decidió que primero necesitaba buscar la linterna
por su seguridad, y para poder leer el mapa. Se
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levantó del piso de la habitación en donde se
encontraba, para dirigirse a la cocina. El pasillo
estaba aun mas oscuro, ya que el sobre había
dejado de iluminar cuando termino de leer la carta.
Tocando las paredes, intentando reconocer su
camino, Santiago cruzó el pasillo llegando a la
escalera. De a pasos muy cortos y suaves, fue
bajando sin hacer ruido.
De repente, sintió algo pegajoso en sus zapatos, y
pudo escuchar el sonido de la gelatina
esparciéndose en su paso. A pesar de encontrarse
en la oscuridad, pudo recordar ese horrible olor que
había sentido cuando abrió la heladera hacía unos
instantes.
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-Insectos mezclados con agua podrida- pensó
Santiago.
-!Diuggg!-
A pesar de la gelatina que le generaba náuseas y
terror, Santiago pudo llegar a la cocina. Todo
parecía estar como él lo había dejado. La linterna se
encontraba prendida tirada en el piso cubierta por
este asqueroso alimento. Respiró profundo,
llenando sus pulmones de aire, se agachó y agarró
la linterna y rápidamente alumbro a su alrededor.
Sus manos temblaban, pero esta vez no era de
miedo, sino de la adrenalina, se sentía cambiado y
con mas fuerzas ya que la linterna lo protegía de la
temible oscuridad.
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Iluminando su camino, se dirigió hacia el living
donde estaba la mochila. Pudo ver toda la gelatina
esparcida en toda la habitación y encima de sus
pertenencias. Ya no le tenía miedo, ni asco, sino que
su enojo era aun mayor que todos sus miedos. Nada
podía frenarlo. El iba a salvar a su primo sea como
sea.
Abrió la mochila asegurándose de que toda la
comida este en su lugar. Habían galletitas, unas
gaseosas y unas papas fritas. Sacó el mapa de su
bolsillo e iluminándolo con su linterna pudo ver a
donde tenía que dirigirse . Pudo situarse en el mapa
y así empezar a entenderlo para poder emprender
la búsqueda.
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Su torpeza hizo que el mapa se resbalara de sus
manos cayéndose del lado del revés. Acercándose a
buscarlo, y alumbrándolo se dio cuenta que había
algo escrito detrás del dibujo.
“ Una llave que abre mil puertas, misteriosa
,misteriosa, se esconde siempre debajo de la
oscuridad ”
Santiago leyó en voz alta esas oraciones, y
repentinamente sintió un calor extremo en su
cuello. Soltando el mapa, tocó su cuello ,
encontrando algo que colgaba de el. Alumbro con
miedo y pudo ver un collar con una brillante llave
dorada. Sin entender que estaba ocurriendo, y sin
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pensarlo, agarró nuevamente el mapa y vio que
debía dirigirse al sótano cuya puerta podía ser solo
abierta con esta mágica llave.
Siguiendo el camino marcado en el mapa,
finalmente se chocó contra esa enorme y maciza
puerta azul. Usando la llave mágica, abrió la puerta
y pudo ver una larga escalera que bajaba hacia un
oscuro lugar, que parecía ser un sótano. Bajando
despacio y quitándose las telarañas de su cuerpo,
iluminando su camino, Santiago sentía su corazón
latiendo fuertemente, cada vez mas rápido.
Presentía que su primo estaba allí, y el lo iba a
encontrar.
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-Santiago, tenés que apagar la luz, a ella no le gusta
que la iluminen… Soy Lucas, no tengas miedo, ella
no nos va a lastimar- Gritó Lucas en el oscuro
sótano.
Santiago mudo y conteniendo su respiración,
comenzó a iluminar todo su alrededor buscando
desesperadamente a su primo.
-¡Lucas! ¿Dónde estás??!!!!- Gritaba Santiago
alumbrando todo el lugar.
De repente, un extraño rayo iluminó todo el sótano,
durando tan solo un segundo, y haciendo explotar
la linterna que Santiago tenía en sus manos.
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En plena oscuridad, dejando caer la linterna de sus
manos, Santiago comenzó a temblar, dejándose
derrumbar en el piso.
-‐ Santiago, no llores- susurró una misteriosa
voz.- Solamente necesito la ayuda de ustedes
dos.
El sótano comenzó a iluminarse mágicamente,
Santiago pudo ver el lugar en donde se encontraba.
Era un viejo sótano, con muebles antiguos, una
maquina de coser, varios cuadros, todo cubierto de
polvo y telas de arañas. Pudo ver a Lucas, sentado
en una silla frente a el, sonriendo y sin miedo
alguno. Al lado de su primo, se encontraba una
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bella joven, de cabello rojo como el fuego y ojos
azulados. Su piel era blanca como la nieve, y
Santiago no podía parar de observarla, se había
quedado hipnotizado por esta bella mujer, que tanto
terror le había causado.
Lucas se paró de la silla rápidamente, saltando
encima de su primo. Abrazándolo, no paraba de reír
a carcajadas por el aspecto sucio que tenia Santiago
luego de toda su travesía.
-Santi, ¿Cómo estas? ¡Afín nos encontramos!-
Exclamó Lucas con felicidad.
Santiago tenía muchas cosas para decir, pero ni
una palabra salía de su boca. Se encontraba con
una mezcla de diferentes emociones que no lo
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dejaban reaccionar. Una especie de shock, del cual
no podía salir.
-Supongo que estarás confundido ya que pensabas
que yo era una especie de monstruo . No es así
Santiago, yo necesitaba hacerte creer que era mala,
para que me puedas ayudar a romper un hechizo
que me hizo mi tía malvada. Yo pertenezco a una
familia de brujas blancas, es decir hacemos magia
buena, para ayudar y generar paz en el mundo. Mi
tía, perdió su camino hacia la luz, cuando yo era
pequeña. Ella se convirtió en una bruja mala,
asesinando a toda mi familia y haciéndome a mi un
hechizo que solo un niño como vos podía romper.
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-Pero.. ¿Yo?, No entiendo… Lucas es el más
valiente- Interrumpió Santiago a la hermosa bruja.
-Justamente, el hechizo solo podía romperse con un
niño que se atreva a entrar a esta vieja casona y
supere todos sus miedos. Santiago, vos sos ese
chico valiente que yo necesitaba. Ahora con solo un
mordisco de esa deliciosa comida humana, puedo
ser libre y este hechizo se romperá para siempre.
-¿Te gusta nuestra comida? Yo pensé que comías lo
que estaba en la heladera…esa gelatina extraña.-
exclamó Santiago.
-Claro que me gusta tu comida! Esa horrorosa
gelatina fue parte del castigo que me puso mi tía al
intentar escapar de la casa. Mi madre me había
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enseñado varios hechizos antes de ser asesinada, y
yo quise romper el hechizo de mi tía utilizándolos.
Ella supo lo que estaba haciendo y me castigó para
siempre. Hace años que vengo alimentándome de
eso para no morir. Por favor, ¿ Me darías una de
esas riquísimas galletitas que tenés ahí guardadas?
Santiago abrumado por la historia que acababa de
escuchar, agarró la mochila y la abrió. Sacando un
paquete de galletitas, miró a la bruja y se las
entregó.
-Gracias Santiago, mi nombre es Isabel. No sabes
cuan agradecida estoy por esto.
La bruja Isabel tomó el paquete que Santiago le
había entregado , y acercó una galletita a su boca.
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Una luz muy fuerte alumbró toda la casa, mientras
una lagrima de felicidad recorría su cara.
Santiago y Lucas asombrados observaban lo que
ocurría, no podían creer lo que estaban viendo.
Mágicamente la casa entera comenzó a
reconstruirse. Las paredes estaban como nuevas,
los muebles lustrados y limpios, y los pisos
relucientes. Isabel, mas hermosa que nunca ya era
libre.
Ya estaba amaneciendo, y Lucas y Santiago sabían
que era hora de volver a casa. Se despidieron de la
bruja Isabel , que los acompañó a buscar a sus
caballos.
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-Nunca me voy a olvidar de ustedes, y recuerden
venir a visitarme cuando quieran. Podremos comer
juntos esas ricas galletitas que me liberaron y me
hicieron tan feliz.
Ya arriba de sus caballos, ambos primos frenaron
para mirar a Isabel que los saludaba desde la
puerta de su casa. Ellos tampoco iban a olvidar
esta aventura que les había cambiado la vida para
siempre.
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Mirando el hermoso paisaje, Santiago pensaba en
todo lo que había ocurrido este ultimo tiempo en
su vida. Galopando en su amada naturaleza, se
sentía pleno y con una felicidad inmensa. Había
podido salvar a su primo, a pesar de todos sus
miedos. El le temía muchísimo a la oscuridad ,
pero el amor por Lucas fue más fuerte que todos
aquellos temores.
No podía creer, que el fue ese niño valiente que
salvo a la bruja Isabel. A pesar de sus miedos
entró a la mansión embrujada, y fue todo un
héroe.
Lucas, agradecido por la inmensa valentía de su
primo, galopaba a su lado, mirando a Santiago
con orgullo, sabiendo que esta era una historia
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que los iba a unir para siempre y marcaría un
gran aprendizaje en sus vidas.
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