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Hacer el bien a otros. De que se trata?
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Cuaderno de Cultura Científica: La importancia de las micorrizas
La importancia de las micorrizas
La unidad de selección en la evolución y los orígenes del altruismo (y 14): El papel de la
coevolución genético-cultural
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de David
Wilson
Yo existo. O no…
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (12): Dawkins y Pinker
responden a Edward Wilson
Sin prisa pero sin pausa: mujeres en el mundo científico
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (11): La conquista
social de la Tierra
Un modelo para la anestesia, el interruptor de la consciencia
Hipercubo, visualizando la cuarta dimensión
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección de
grupo
La importancia de las micorrizas
Posted: 14 Sep 2015 02:59 AM PDT
Un estudio comparativo de las especies micorrícicas asociadas a las especies Alnus glutinosa
y Alnus acuminata en la Península Ibérica y Argentina respectivamente, permite ampliar a la
zona mediterránea el conocimiento de algunos aspectos fundamentales de las micorrizas;
estas especies son vicariantes, es decir, especies vegetales que cumplen un determinado
papel biológico en sendas áreas geográficas distantes, y son tan parecidas que solo difieren
en detalles mínimos, por lo que suelen distinguirse únicamente por su localización.
Como explica la profesora Sarrionandia, “la planificación de este proyecto surgió de un
primer contacto entre los miembros de micología de la Universidad Nacional de Córdoba y la
UPV/EHU, que dio paso a una visita a la universidad argentina para encaminar el estudio
comparativo de las estructuras micorrícicas de las especies de Alnus (Betulaceae) presentes
en los dos territorios implicados: A. glutinosa, aliso común (Península Ibérica) y A. acuminata,
aliso del cerro (Argentina)”. Hay que destacar que las dos especies vicariantes forman
alisedas (bosques de ribera) que, en el caso de Europa, están incluidas entre los hábitats
prioritarios a proteger (Directiva 92/43/CE) por su situación y reconocido valor ecológico.
Son, además, las únicas especies de su familia que están presentes en África y en el
Hemisferio austral respectivamente.
El género Alnus está compuesto por especies realmente interesantes desde el punto de vista
biológico, ecológico y económico, en general, y micológico en particular. “Alnus es uno de los
pocos géneros de plantas capaz de establecer una asociación tetrapartita de forma simultánea
con actinobacterias del género Frankia y con hongos que establecen diferentes tipos de
micorrizas (simbiosis mutualista entre las raíces vegetales y las hifas de ciertos hongos
filamentosos): micorrizas arbusculares (MA) y ectomicorrizas (ECM)”, aclara la investigadora
de la UPV/EHU. A través de las micorrizas los hongos obtienen de las plantas la fuente de
carbono que precisan para su desarrollo y las plantas, a su vez, reciben a través de los hongos
minerales, como el fósforo y nitrógeno principalmente, agua y resistencia frente a patógenos.
Esta particularidad les confiere a las especies de alisos una gran tolerancia al estrés
medioambiental como pantanos, humedales, zonas riparias y ambientes de alta montaña.
Además, las especies de este género se caracterizan por ser pioneras y de rápido crecimiento,
adaptadas a un amplio abanico de hábitats como depósitos glaciares, dunas, suelos volcánicos
con depósitos de cenizas o corrimientos de tierra.
Las micorrizas también juegan un papel esencial en el establecimiento y funcionamiento
de los ecosistemas terrestres, siendo, en parte, responsables de la estructura y dinámica
de las poblaciones y comunidades vegetales. “A pesar de su importancia aún se desconocen
muchísimos aspectos de la micorrización. Las MA son las más extendidas en el mundo (85%
de las plantas terrestres) y las más primitivas (400 millones de años), y solo las especies de la
división Glomeromycota toman parte en ellas. Parece, además, que las MA fueron decisivas
en la colonización inicial del medio terrestre por las plantas -continua la investigadora-. Por
otra parte, las ECM sólo las establecen el 3% (8.000 especies) de los espermatófitos, pero su
repercusión ecológica y económica es muy importante, ya que implica a un gran número de
especies leñosas dominantes en numerosos ecosistemas forestales”. Según parece, desde su
aparición, hace aproximadamente 50 millones de años, las ECM evolucionaron varias veces y
de forma independiente. La enorme especificidad que algunos géneros fúngicos muestran
hacia el hospedante parece apuntar, además, que ha habido un verdadero proceso de
coevolución entre algunas plantas y hongos.
Como objetivos iniciales, el trabajo de investigación planteaba describir la flora fúngica MA y
ECM asociada a Alnus glutinosa y Alnus acuminata, comparar la micota asociada a la
rizosfera de los bosques riparios formados por A. glutinosa en la Península Ibérica y A.
acuminata en Argentina, y analizar la especificidad de las especies micorrícicas asociadas a
ambas especies de Alnus. “La flora fúngica ectomicorrícica asociada a Alnus es muy
específica y no muy diversa. Fenómeno éste que posibilita analizar los procesos de
coevolución planta-hongo partiendo con la ventaja de la existencia de trabajos filogenéticos y
biogeográficos de Alnus. La flora micorrícica asociada a A. glutinosa sólo se ha estudiado en
centroeuropa. En la Península éste sería el primer trabajo que, debido a su posición
geográfica entre la Región Eurosiberiana y la Mediterránea, permitiría ampliar el estudio al
ambiente mediterráneo, inexplorado hasta la fecha. Este sería, asimismo, el primer trabajo
comparativo de las micorrizas asociadas a estas dos especies”, destaca Sarrionandia. Sin
embargo, hasta la fecha, y a pesar del esfuerzo, no se ha conseguido financiación para llevar
a cabo el proyecto, pero el tesón e interés de los miembros de investigación por este tema ha
dado como resultado la presente publicación.
Cada uno de los grupos participantes está formado por personas con una amplia experiencia
en el estudio de estructuras micorrícicas y con la suficiente ilusión, dedicación y capacidad
para generar y ejecutar este tipo de proyectos. “Todos los miembros del equipo han
participado, de forma independiente o en colaboración, en numerosos proyectos que abordan
diferentes aspectos de la micorrización. Se ha trabajado en la caracterización de la flora
fúngica ectomicorrícica de diferentes ecosistemas forestales, tanto de Argentina como de la
Península Ibérica. Así mismo, se han desarrollado proyectos para inducir la micorrización de
planta leñosa en vivero para repoblaciones forestales con fines madereros, o se ha procedido
a inducir la micorrización en campo a plantas leñosas de replobaciones forestales sobre
terrenos abandonados”.
La crisis es un fenómeno que está afectando de manera global a muchos países y numerosos
sectores, y la investigación científica es uno de ellos. Así, una de las medidas que se pueden
adoptar para paliar sus consecuencias y conseguir objetivos comunes es aunar las fuerzas. “El
equipo de micología de la UPV/EHU es un grupo pequeño, formado por docentes-
investigadores jóvenes y entusiastas, capacitados y con la posibilidad de acceder a
convocatorias de cooperación. Por su parte, el grupo homólogo de la Universidad Nacional de
Córdoba no es mucho más grande, pero formado así mismo por personas con entusiasmo
dispuestas a avanzar en la investigación, pero con dificultades para conseguir financiación”,
constata la profesora.
Los estudios básicos de identificación y reconocimiento de especies son esenciales para
determinar los beneficios y aplicaciones que se pueden obtener de los recursos naturales.
Algunas especies de Alnus, como las que se tratan en este trabajo, tienen un gran interés
forestal y ecológico por su crecimiento rápido y porque mejoran la calidad y fertilidad de
suelos especialmente en terrenos que han estado bajo presión humana. La micorrización es
una técnica ampliamente utilizada para mejorar la estabilización y desarrollo de plantas
forestales en lugares deforestados. Pero no todas las especies fúngicas ofrecen los mismos
beneficios a la planta hospedante, ni tampoco son igual de fáciles para manejar. Por lo tanto,
ampliar el conocimiento del cortejo fúngico ofrece la posibilidad de mejorar la micorrización
de las plantas de Alnus y optimizar su aplicación.
Referencia bibliográfica:
Nouhra E.R., Pastor N., Becerra A., Sarrionandia Areitio E., Geml J. 2014. ‘Greenhouse
seedlings of Alnus showed low host intrageneric specificity and a strong preference for some
Tomentella ectomycorrhizal associates’. Microbial Ecology, DOI: 10.1007/s00248-014-0522-2.
Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por UPV/EHU
Komunikazioa
El artículo La importancia de las micorrizas se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La importancia de la coherencia cuántica en los dispositivos fotovoltaicos orgánicos
2. La importancia de la educación científica, por Juan Carlos López
3. Identificadas 472 posibles dianas inmunes en la interacción planta-microorganismos
La unidad de selección en la evolución y los orígenes del altruismo (y 14): El papel de la coevolución genético-cultural Posted: 12 Sep 2015 10:59 PM PDT
He dejado para el final la aportación a este debate que me resulta más interesante y
sugerente. Proviene del campo de los estudios sobre coevolución genético-cultural, donde se
han hecho descubrimientos
de gran interés sobre
evolución humana en los
últimos años. El punto de
partida de estos estudios,
aunque no siempre formulado
de modo explícito, es que –
especialmente en la especie
humana- la cultura forma
parte esencial de la biología.
De esa consideración
proviene la noción de nicho
cultural (Boyd, Richerson y
Henrich, 2011). Y también
proviene la idea de que los elementos culturales se transmiten eficazmente de generación en
generación y tienen efectos sobre la biología de las especies, hasta el punto de llegar a
condicionar su evolución genética.
Los antropólogos Robert Boyd, Peter Richerson y Joseph Henrich han intentado resolver el
puzle de la prosocialidad humana a través del concepto de selección de grupo cultural. Estos
investigadores consideran el comportamiento prosocial como el resultado de un proceso de
coevolución genético-cultural que ha generado una sensibilidad universal a normas de grupo,
así como predisposiciones a lo que se denomina “reciprocidad fuerte”. Con “reciprocidad
fuerte” se refieren a una combinación de dos comportamientos, por un lado una tendencia a
recompensar a los otros por su comportamiento cooperativo y de acatamiento de las normas,
y por el otro, una “sanción altruista”, que consiste en la imposición de sanciones a otros por
incumplir las normas.
Según este punto de vista, los grupos culturales que presentan comportamientos de
reciprocidad fuerte habrían aventajado a los que carecen de ese comportamiento, lo que
habría dado lugar a la selección de los genes de los que depende el comportamiento prosocial
y, andando el tiempo, a convertir ese rasgo en universal de la especie humana.
Richerson y Boyd (2005) proponen un modelo de selección en el nivel de grupo basado más
en diferencias culturales entre los grupos que en diferencias genéticas. De esa forma obvian
las objeciones a la selección de grupo basadas en consideraciones relativas a la facilidad o
dificultad de que se mantengan importantes diferencias genéticas entre los grupos, algo que
como ya vimos en una sección anterior, era un requisito necesario para que se produjera esa
modalidad de selección.
La gente tiene a asumir o aceptar determinadas normas y valores sociales sin someterlas a
escrutinio ni valorar la posibilidad de no conformarse con las mismas. Simplemente hacen lo
que hace la mayoría. Esta actitud tiene que ver, al parecer, con la importancia que tiene en
nuestras sociedades el aprendizaje social, que es una forma de aprendizaje que se produce
viendo lo que hacen los demás e imitándolos. No sometemos todo lo que hacemos al examen
crítico. En esas circunstancias es muy difícil que proliferen en una población o en una
sociedad nuevos comportamientos. Por lo tanto, si unos grupos y otros se diferencias en sus
comportamientos aprendidos, la conformidad de la mayoría y la sanción de la minoría de
inconformistas favorecerán que se mantengan esas diferencias, a la vez que se minimizan las
diferencias dentro de cada grupo.
Para Boyd y Richerson (1985) la selección cultural opera sobre rasgos culturales. O sea, no
serían los genes los que son seleccionados, sino grupos de individuos que expresan una
determinada idea o comportamiento aprendido. Y si esa idea o comportamiento son lo
suficientemente buenos como para que el grupo funcione claramente mejor que sus
competidores, podrá aumentar de efectivos y desdoblarse en más de un grupo, de manera que
ese linaje grupal tendría más éxito que otros y los acabaría desplazando.
La idea de Boyd y Richerson resulta muy atractiva por varias razones. En primer lugar, la
conformidad dentro de los grupos ayuda a mantener las diferencias entre los grupos. En
segundo lugar, la selección de variantes culturales es más rápida que la selección de
variantes genéticas, porque los individuos de grupos absorbidos (mediante el mecanismo que
fuese) incorporan con relativa facilidad el conocimiento y preferencias culturales de la
sociedad que los ha absorbido, ya sea de forma voluntaria o forzosa; por eso, y al revés de lo
que ocurre con la selección genética, la incorporación de nuevos individuos al grupo no
debilita el proceso. En tercer lugar, los sistemas de marcadores simbólicos de grupos -como
lenguas, iconos culturales, tótems o banderas- facilitan que los grupos mantengan sus rasgos
característicos y resistan a la penetración de elementos culturales foráneos en mucha mayor
medida que lo que los acervos genéticos locales –denominados demes- pueden mantener las
diferencias genéticas oponiéndose al flujo génico. Y en cuarto lugar, las formas sociales de
sanción del fraude o la trampa –un aspecto esencial de la “reciprocidad fuerte”-, junto con la
transmisión cultural de información sobre los tramposos o no cooperadores –como, por
ejemplo, el cotilleo- elimina las ventajas que de otra forma se derivarían de la falta de
cooperación. Hay que tener en cuenta, además, que el castigo de los tramposos es, a su vez,
costoso, por lo que el mismo hecho de llevarlo a cabo puede representar una forma de
altruismo (al que, por cierto, por esa razón se denomina “sanción altruista”).
Basándose en parte en premisas y consideraciones relacionadas con la noción de la evolución
cultural, los economistas Bowles & Gintis 2011 han desarrollado un modelo cuyo punto de
partida son las comunidades de nuestro linaje que evolucionaron hace unos 200.000 años y
que habrían competido entre sí. Los grupos cohesionados socialmente, con hábitos de ayuda
mutua y normas disuasorias de la explotación habrían sido más efectivas y tuvieron, por ello,
más posibilidades de perpetuarse que las que carecían de esos hábitos y normas. En ese
modelo la cohesión se atribuye a rasgos de origen diverso: psicológicos -como emociones
sociales de vergüenza y orgullo- que evolucionaron por selección natural, a la par que hábitos
e instituciones transmitidos culturalmente. Este es un modelo posible, pero se han propuesto
otros.
En definitiva, la teoría de la evolución de grupos culturales permite superar las dificultades
que plantea la selección de naturaleza exclusivamente genética y es, además, capaz de dar
una explicación razonable de los mecanismos que pudieron operar en la génesis de los
comportamientos prosociales. Si los experimentos y observaciones de campo que se vienen
haciendo durante la última década validaran la teoría, contaríamos con un marco teórico muy
interesante para explicar los orígenes del altruismo, así como una variedad de
comportamientos de otra naturaleza que tienen gran importancia en la forma en que
funcionan los grupos. Las propuestas que se están haciendo desde los especialistas que
cultivan el campo de la coevolución genético-cultural están dando respuestas interesantes y
novedosas a problemas que se habían mostrado muy refractarios a la aplicación de la teoría
evolutiva clásica. No me sorprendería que el puzle de la evolución de la prosocialidad acabe
siendo resuelto satisfactoriamente en este marco teórico. A mí, al menos, me resulta un
marco muy sugerente y con un potencial enorme.
Referencias
Samuel Bowles y Herbert Gintis (2011): A Cooperative Species: Human Reciprocity and Its
Evolution Princeton University Press, Princeton
Robert Boyd y Peter Richerson (1985): Culture and the Evolutionary Process The University
of Chicago Press, Chicago
Robert Boyd, Peter Richerson y Joseph Henrich (2011): The cultural niche: Why social
learning is essential for human adaptation Proceedings of the National Academy of Sciencies
108 suppl 2: 10918-10925
Kevin L Laland y Gillian R Brown (2011): Sense and Nonsense. Evolutionary Perspectives on
Human Behaviour 2nd edition, Oxford University Press, Oxford
Peter J Richerson y Robert Boyd (2005) Not by Genes Alone: How Culture Transformed
Human Evolution The University of Chicago, Chicago
——————-
Esta serie está formada por los siguientes capítulos:
1. En el comienzo fue Darwin
2. La selección grupal de Wynne-Edwards
3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
7. La selección multinivel
8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
9. Algunas propuestas unificadoras
10.La selección de grupo
11.La conquista social de la Tierra
12.Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
13.El turno de David Wilson
14.El papel de la coevolución genético-cultural
————————-
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La unidad de selección en la evolución y los orígenes del altruismo (y 14): El papel
de la coevolución genético-cultural se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (2): La selección grupal
de Wynne-Edwards
2. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección de
grupo
3. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (8): Selección de
parentesco y altruismo recíproco
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de David Wilson
Posted: 11 Sep 2015 10:59 PM PDT
David Sloan Wilson, a pesar de haber colaborado con Edward O Wilson en un trabajo
anterior, no se quedó muy satisfecho con el artículo que había publicado éste con Martin
Nowak y Corina Tarnita ni, probablemente, tampoco con The Social Conquest of Earth. Y por
supuesto, menos satisfecho debía de estar aún con la crítica que había hecho Richard
Dawkins del mismo. Eso es lo que se deduce de la lectura de un artículo que publicó en enero
de este mismo año en la web This view of life.
Afirma que ambos, Richard Dawkins y Edward Wilson no han sido capaces de reconocer que
la era del enfrentamiento “selección por parentesco vs. selección de grupo” ya ha pasado.
Pero que no deja de sorprenderle que 140 especialistas hayan opinado en contra de la
posición de Wilson y ninguno lo haya hecho en contra de las ideas pasadas de moda de
Dawkins sobre selección de grupo. Le acusa, además, de invocar el principio de autoridad, y
responde uno por uno a sus argumentos contra la selección de grupo. Es especialmente duro
con la insidia lanzada por Dawkins contra quienes no comparten sus puntos de vista diciendo
de ellos que carecen de mente analítica. David Wilson le responde que considerar a quien
discrepa débil mental lo descalifica como científico.
En su artículo termina su crítica afirmando que Dawkins está tan enfrascado en preservar sus
puntos de vista sobre selección de grupo que su revisión del libro de Edward Wilson no
describe la tesis principal del libro. Y quizás, uno de los puntos en los que más énfasis pone es
que Dawkins acusa a sus adversarios intelectuales de cometer errores porque no acepta que
puedan definirse los términos “evolución” y, sobre todo, “selección natural” de una forma que
no sea la suya, pero que de ninguna forma hay que dar por válida o por la única válida. En
cierto modo, lo que viene a decir David Wilson es que para no tener que aceptar las ideas de
los demás, Dawkins se protege con argumentos que parten de unas definiciones prefijadas
pero con las que otros especialistas están en desacuerdo.
El artículo en This view of life no ha sido la única publicación de David Sloan Wilson en
relación con este tema. En el mismo mes de enero de este año salió publicado su último libro,
Does altruism exist?. Se trata de un texto breve en el que, además, aborda otros asuntos
aparte de la cuestión del origen evolutivo del altruismo.
En este libro defiende, en primer lugar, que el altruismo está íntimamente relacionado con la
organización funcional de los grupos humanos. De hecho, sostiene que los grupos humanos
han de ser considerados como “superorganismos” y que esa condición es posible gracias a ese
rasgo. Pero afirma que debe diferenciarse el altruismo que se define por las consecuencias de
los actos del que se define por la intención o sentimientos de los miembros del grupo, e
insiste en que muchos comportamientos que no son considerados altruistas por los individuos
sí forman parte, sin embargo, de la batería de rasgos prosociales. Son los comportamientos
altruistas definidos por sus consecuencias los que, según este autor, habrían surgido por
selección en el nivel de grupo. En este sentido, también insiste en la distinción entre causas
inmediatas y causas últimas, señalando que en términos evolutivos, las que importan son las
que causas últimas. Lo que busca con estas distinciones es explicar que hay autores que no
aceptan que la selección en el nivel de grupo sea la que ha dado lugar al altruismo, entre
otras cosas, por cómo definen el término altruismo, por la concepción que tienen de ese
rasgo.
Enuncia una serie de principios sobre los que se basa la adecuación de la selección en varios
niveles. Son los siguientes:
(1) la selección natural se basa en la aptitud relativa, no en la absoluta;
(2) favorecer a los demás es bueno para el grupo pero puede no serlo para uno mismo;
(3) la evolución de una organización funcional en el nivel de grupo no puede explicarse sobre
la base de la actuación de la selección natural dentro del grupo;
(4) la organización funcional en el nivel de grupo evoluciona principalmente por selección
natural entre grupos.
Y todo ello se resume en una muy conocida cita del artículo que publicó con Edward Wilson
en 2007: “el egoísmo gana al altruismo dentro de los grupos, pero los grupos de altruistas
ganan a los de individuos egoístas” y por esa razón los dos comportamientos, altruista y
egoísta, aparecen de forma simultánea en las poblaciones humanas.
David Wilson sostiene que todos los intentos de explicar el altruismo mediante teorías tales
como de aptitud inclusiva (o selección por parentesco), del gen egoísta o de juegos evolutiva
lo único que hacen es convertir el altruismo en egoísmo. En cierto modo, lo que sugiere David
Wilson es que no hay desacuerdo en los mecanismos, sino que los que atacan la teoría de la
selección multinivel simplemente no quieren dejar de utilizar una terminología a la que se
aferran de forma un tanto absurda.
Defiende, así mismo, que la especie humana es el resultado de la última gran transición
evolutiva, que fue posible gracias a que nuestros ancestros fueron capaces de dotarse de
mecanismos que suprimieron formas disruptivas de competición dentro del grupo,
convirtiendo la selección entre grupos en la principal fuerza evolutiva. Remarca también la
importancia de la coevolución genético-cultural a la que me referiré en la última anotación de
esta serie.
En Does altruism exist? David Wilson aborda otros temas relacionados con el altruismo,
recurriendo casi siempre a datos obtenidos en sus investigaciones. No carecen de interés,
aunque no me hago eco de esos asuntos aquí pues quedan fuera de los objetivos de esta serie.
Referencias
David S Wilson (2015a): Richard Dawkins, Edward O. Wilson, And The Consensus Of The
Many This View of Life (January 2015)
David S Wilson (2015b): Does altruism Exist?, Yale University Press
David S Wilson y Edward O Wilson (2007): Rethinking the Theoretical Foundation of
Sociobiology Quarterly Review of Biology 82(4): 327-48
——————-
Esta serie está formada por los siguientes capítulos:
1. En el comienzo fue Darwin
2. La selección grupal de Wynne-Edwards
3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
7. La selección multinivel
8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
9. Algunas propuestas unificadoras
10.La selección de grupo
11.La conquista social de la Tierra
12.Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
13.El turno de David Wilson
14.El papel de la coevolución genético-cultural
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de
David Wilson se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (12): Dawkins y Pinker
responden a Edward Wilson
2. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (2): La selección grupal
de Wynne-Edwards
3. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección de
grupo
Yo existo. O no…
Posted: 11 Sep 2015 02:59 AM PDT
Mi existencia desde el punto de vista del universo no tiene ni sentido, ni propósito, ni
necesidad.
Pero estoy en buena compañía, como dicen los ingleses: la teología más ortodoxa afirma
exactamente lo mismo de Dios, asumiendo que Dios existiese, claro. Pero, ¿existo yo?
De entrada, de existir “yo” sería un ser contingente, accidental. Podría muy fácilmente no
haber existido en absoluto. Y, sin embargo, hay algo que afirma que “yo” existo.
Para saber si “yo” existo lo primero que tengo que hacer es definir a qué me refiero con “yo”,
y en qué medida ese “yo” es diferente de lo que tú afirmas cuando dices “yo” refiriéndote a ti.
La cuestión en términos algo diferentes sería en qué se diferencian los contenidos de mi
afirmación de los tuyos, qué hace que se pueda afirmar la existencia de un “yo” y de un “tú”.
Lo anterior puede que te suene a algo confuso porque quizás ya asumes una respuesta y no
ves el sentido de la pregunta. Esta respuesta que quizás presupones es que lo que hace que
yo sea “yo” son los contenidos de la consciencia. Esta es la llamada aproximación psicológica,
o criterio de auto-identidad. Decir “yo existo” desde este punto de vista es afirmar la
existencia más o menos continua de una mezcla única de recuerdos, percepciones,
pensamientos e intenciones. Lo que hace que yo sea “yo” y tú “tú” es que esas mezclas son
diferentes.
Pero no es tan fácil. Piensa en un ser querido: tu madre, tu abuelo, tu hermana, tu
compañero, tú mismo, e imagina que está en un estado avanzado de alzhéimer. No recuerda
nada de su pasado, no reconoce a nadie de su familia y amigos, no tiene otra voluntad que la
que le marca su cuidador. Ha desaparecido todo lo que acabamos de decir que caracteriza al
yo, a la identidad. ¿Sigue ese ser querido siendo tu ser querido?
Veámoslo con otro experimento mental. Imagina que una red secreta de neurocirujanos
sádicos te ha secuestrado. Esta organización se dedica a torturar a sus prisioneros por la
noche por puro placer pero, como en el fondo se rigen por un código deontológico, antes de
hacerlo borran completamente todos sus recuerdos y anulan su voluntad. ¿Te preocuparía
saber que esta noche te toca a ti o pensarías que no serás tú el que esté en la mazmorra
profiriendo alaridos de dolor, que será solo el cuerpo que ocupas ahora?
El análisis de experimentos mentales similares a estos llevó a Bernard Williams a afirmar en
1970 que el criterio de auto-identidad no podía ser una base sólida para definir el “yo”.
Entonces, si el contenido psicológico de la consciencia no es un criterio suficiente para definir
el “yo” y su existencia, ¿qué nos queda? La alternativa obvia es el criterio físico. “Yo” soy mi
encéfalo. Por tanto, cuando yo digo que “yo” existo estoy afirmando la existencia de algo que
no llega a dos kilos de átomos organizados de determinada manera. Y ya está, ¿no?
No.
Afirmar que “yo” soy mi encéfalo también tiene sus problemas. Uno de ellos no es evidente a
primera vista y tiene unos efectos devastadores sobre nuestra hipótesis. Lo descubrió Derek
Parfit y es que la existencia de mi encéfalo no es un todo o nada.
Otro experimento mental nos permitirá apreciar el problema. En esta ocasión nos ha
secuestrado una secta de neurocirujanos, los neurathitas. Su entretenimiento consiste en ir
reemplazando partes pequeñísimas de tu encéfalo por otras perfectamente operativas e
idénticas a las que sustituyen, salvo por el hecho de que son completamente nuevas. Y a ti,
que sufres la operación despierto y sin dolor alguno, te van preguntando, ¿sigues siendo tú?¿y
ahora¿y ahora?¿y ahora? Cuando todo tu encéfalo haya sido sustituido, ¿tú seguirás siendo
“tú”? Porque si lo sigues siendo, “tú” no eres tu encéfalo porque ahora está destruido y, si no
lo eres, ¿en qué momento dejaste de serlo y apareció tu nueva identidad?
¿Qué consecuencias tiene esto? Pues que lo que yo llamo “yo” no es algo con entidad propia.
El “yo” es una ilusión, una ficción. No existe más allá de los estados mentales que cambian
continuamente y de los elementos físicos de mi cuerpo que les dan soporte y que también
cambian continuamente. El yo es el tablón de corcho que imaginamos que existe tras un
montón de anuncios escritos en hojas de papel: los papeles vienen y van, las notas escritas en
ellos también, pero el tablón de corcho de nuestra identidad donde creemos que se fijan no
existe.
Mi existencia desde el punto de vista del universo no tiene ni sentido, ni propósito, ni
necesidad. De hecho, en un sentido muy especial, yo no existo.
Este post ha sido realizado por César Tomé López (@EDocet) y es una colaboración de
Naukas con la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.
El artículo Yo existo. O no… se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. ¿Te ha crecido el cerebro o te ha encogido el cuerpo?
2. Simplicidad
3. La naturaleza de la consciencia
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (12): Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
Posted: 10 Sep 2015 10:59 PM PDT
Richard Dawkins no es una persona moderada en sus expresiones, precisamente. Y eso es
algo que demostró claramente en la crítica que hizo del ensayo de E O Wilson The Social
Conquest of Earth y que publicó Prospect Magazine (The descent of Edward Wilson).
En ese artículo empieza afirmando que “uno tiene que vadear muchas páginas de erróneas y
rotundamente perversas confusiones y malentendidos de la teoría evolutiva”. Llega incluso a
invocar el principio de autoridad, recordando que 140 especialistas en evolución habían
firmado una carta de respuesta a un artículo publicado en Nature y que había sido el
antecedente del libro (M Nowak, C Tarnita y E O Wilson 2010). Consciente de lo peligroso
que resulta en ciencia invocar ese principio, justificó el recurso al de autoridad acusando a E
O Wilson de que Nature había publicado su artículo precisamente por tratarse de quien se
trataba, o sea, por un criterio editorial de autoridad y no por los méritos del propio artículo.
En lo que a los argumentos se refiere, no aporta ninguno que no figurase ya en su conocido
ensayo sobre el “gen egoísta” o en alguno de sus trabajos posteriores y que han sido
expuestos aquí antes. Si acaso, considera que la selección de grupo implicaría que un grupo
hace algo equivalente a sobrevivir o morir, a reproducirse a sí mismo, y que debería tener
algo a lo que pudiera llamarse fenotipo, de manera que los genes pudieran influir en su
comportamiento y, por lo tanto, en su propia supervivencia. “¿Tienen los grupos fenotipos que
pudieran cualificarlos como vehículos de genes?” llega a preguntar enfática y retóricamente.
Obsérvese que en esas consideraciones Dawkins asume que para que la teoría de la selección
en el nivel de grupo sea válida, debería partir de los supuestos de los que él parte para
fundamentar la suya.
Y para terminar, dice lo siguiente: “En lo relativo al libro bajo revisión, los errores teóricos
que he explicado son importantes, generalizados e indispensables para su tesis de una
manera tal que lo hacen imposible de recomendar. Parafraseando a Dorothy Parker, este no
es un libro para dejar a un lado sin más: debería ser arrojado con gran energía. Y sincero
lamento.”
La respuesta de Edward O Wilson (publicada al final del texto del anterior) fue, por
comparación, mucho más comedida. Afirma que la revisión de Dawkins casi no aborda la
parte del libro que critica. El tema central del libro es la sustitución de la teoría de aptitud
inclusiva (teoría de selección por parentesco) por la de selección multinivel, con un nuevo y
mayor protagonismo para la selección de grupo como origen del comportamiento social
avanzado. Sostiene que mientras que la teoría de aptitud inclusiva a veces funciona, sus bases
matemáticas son injustificadas y que la aptitud inclusiva es en sí misma una medida fantasma
inalcanzable. La selección multinivel, por el contrario, está matemáticamente bien fundada,
es analíticamente clara, y funciona bien en todos los casos reales, incluyendo el
comportamiento social humano.
Afirma que la ciencia de su argumento no ha sido ni refutada ni desafiada seriamente en 18
meses, y menos aún por la versión arcaica de la teoría de la aptitud inclusiva de los setenta
que recita el profesor Dawkins en su artículo. Y en alusión a los 140 críticos con el suyo en
Nature, responde que hacer listas es vanal, y que debería tenerse en cuenta que si la ciencia
depende de retórica y de listas, todavía estaríamos quemando objetos con flogisto y
navegando con mapas geocéntricos.
Otra estrella de ese firmamento común que comparten academia y medios de comunicación
que se ha sumado entusiasta al debate y a la crítica del libro de E. O. Wilson es el psicólogo
Steven Pinker, quien en un miniensayo en Edge, publicado en junio de 2012, hace una
extensa y bien razonada crítica de la noción de la selección de grupo y de su posible papel
como agentes de la aparición del altruismo.
En su crítica, Pinker declara su acuerdo con la noción de que la unidad de selección por
excelencia es el gen, dado que es la que, a su juicio, cumple los requisitos para ello. Reprocha
a los defensores de la selección en el nivel de grupo que los grupos no producen copias de sí
mismos, no se dividen de forma que los resultantes de la división contienen los rasgos del
grupo original, ni compiten unos con otros en una especie de meta-población de grupos,
condiciones que cree deberían cumplirse si los grupos fuesen unidades de selección. Por otra
parte, muestra su desacuerdo con el hecho de que el criterio de éxito de un grupo no sea el
número de copias del mismo que es capaz de producir, sino el tamaño, la influencia, la
riqueza, el poder, el territorio que ocupa un grupo u otros similares. Y tampoco acepta el
hecho de que las mutaciones no se produzcan al azar, dado que la intervención de elementos
de carácter cultural hace que los cambios que se producen en los grupos puedan dar lugar a
un cambio dirigido, y no ciego, como ocurre con las mutaciones genéticas.
Por otra parte, Pinker sostiene que si un rasgo impulsa a un individuo a favorecer a otros y si,
como consecuencia de ello, se favorece a sí mismo, no es necesario invocar la selección de
grupo para explicar la presencia de ese rasgo en la población. También considera la selección
por parentesco y la reciprocidad como los mecanismos que permiten explicar, sin necesidad
de invocar selección multinivel, la aparición de comportamientos que benefician a los demás.
Quizás por su condición de psicólogo, Steven Pinker hace mucho hincapié en la importancia
de los mecanismos psicológicos que permiten a unos individuos –que son los que resultan
beneficiados de esa forma- manipular e influir en otros individuos de manera que estos
últimos se sacrifiquen por los demás, llegando incluso a sufrir grandes pérdidas –incluida la
propia vida- por ello. Y sostiene que una parte importante de muchos comportamientos
considerados altruistas son, en realidad, el resultado de una alteración de la misma noción de
familiaridad (o hermandad) operada mediante simulacros, metáforas, o invención de mitos.
En definitiva, que convirtiendo en parientes a quienes no lo son, se hacen esos falsos
parientes receptores del comportamiento altruista de los demás.
Pinker es un grandísimo escritor; resulta claro y convincente, pero tras leer su miniensayo
subsiste la duda de por qué no considera estos últimos mecanismos metafóricos, simulacros o
generadores de mitos, como adaptaciones que actúan a favor de los grupos que, mediante
ellos, consiguen competir con éxito con otros grupos menos cuyos mecanismos son menos
eficaces.
Referencias
Richard Dawkins (2012): The descent of Edward Wilson, Prospect Magazine (May 2012).
Steven Pinker (2012): The false allure of group selectión, Edge (June 2012).
——————-
Esta serie está formada por los siguientes capítulos:
1. En el comienzo fue Darwin
2. La selección grupal de Wynne-Edwards
3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
7. La selección multinivel
8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
9. Algunas propuestas unificadoras
10.La selección de grupo
11.La conquista social de la Tierra
12.Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
13.El turno de David Wilson
14.El papel de la coevolución genético-cultural
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (12): Dawkins y
Pinker responden a Edward Wilson se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de David
Wilson
2. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (3): La “doctrina” de
Williams y el gen egoísta de Dawkins
3. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (2): La selección grupal
de Wynne-Edwards
Sin prisa pero sin pausa: mujeres en el mundo científico
Posted: 10 Sep 2015 02:59 AM PDT
Después de unos cuantos años relacionándome a diario con investigadores y pendiente de sus
movimientos científicos y de su trabajo, he percibido que en cada vez más me encuentro con
mujeres al frente de laboratorios, departamentos, tesis doctorales… A pesar de que los datos
apuntan a que todavía les cuesta decantarse por los números, poco a poco se hacen un hueco
y lo consiguen de manera notable.
El año pasado, entre los ganadores del premio Nobel de Medicina, se encontraba May Britt
Moser quien nació en 1963 en Fosnavåg, Noruega, estudió psicología en la Universidad de
Oslo y se doctoró en neurofisiología en 1995. Fue alumna de postdoctorado en la Universidad
de Edimburgo (Reino Unido) y científica invitada en el University College de Londres, antes
de trasladarse en 1996 a la Universidad noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim. En
2000 fue nombrada catedrática de neurociencia y actualmente es directora del Centro de
Computación neuronal en Trondheim.
También a finales del año pasado, la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
(OMPI) nombró a Gladis Aparicio ‘La mejor inventora del mundo’. Es miembro del Grupo de
Transiciones de fase en sistemas no metálicos de la Universidad del Valle (Colombia), docente
de la Universidad Autónoma de Occidente (UAO) y Directora del grupo de Investigación en
Nuevos Sólidos con Aplicación Industrial GINSAI de la UAO. Su mérito está en haber
detectado que el hilo de la araña Nephila clavipes (reconocida por tejer una tela de color
dorado) cuenta con excelentes propiedades mecánicas, ya que es mucho más resistente que el
acero y más flexible que el nailon, lo cual mejora sus propiedades mecánicas y favorece
mucho su conducción, gracias a lo que se podría alcanzar el mejor funcionamiento de
aparatos y la mayor duración de las baterías, además de reducir su acción contaminante.
Por supuesto, si en España pensamos en el nombre de una científica de relevancia, no serán
pocos lo que traigan a su mente a María Blasco. Al frente del Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (CNIO) desde 2011, es un referente en el campo de la oncología
y entre sus méritos se encuentra el Premio Jaime I de Investigación Básica que también posee
otra de las grandes de nuestro país: Margarita Salas. Ella fue discípula de Severo Ochoa y ha
sido y es una destacada impulsora de la investigación en el campo de la bioquímica y la
biología molecular.
Mencionar a otras como Marie Curie, Hypatia de Alejandría o Ada Lovelace, parece caer en
los tópicos. Aunque existen muchos nombres femeninos asociados a la ciencia que quizá no
sean tan conocidos a pesar de que sus hallazgos o inventos hacen nuestra vida un poco mejor.
Mary Anderson, nacida en Alabama y destacada por su capacidad creativa, inventó el
limpiaparabrisas cuando durante un viaje en tranvía observó como el conductor debía bajar
constantemente a limpiar la nieve y el hielo que caía en los cristales. Tras varias ideas
inútiles, se le ocurrió un brazo giratorio con una lámina de caucho que el conductor podía
accionar a través de una palanca. El limpiaparabrisas windsheld se convirtió en el equipo
estándar de todos los coches de 1916.
Y no fue esa la única mejora que una mujer hizo a este invento masculino que es el coche:
Margaret Wilcox patentó en 1893 el primer sistema de calefacción para automóviles. Su
diseño consistía en una simple abertura que comunicaba directamente la zona del motor con
el habitáculo destinado a los pasajeros aunque fue necesario realizar algunas mejoras ya que
con su sistema era imposible controlar el aumento dela temperatura en el interior.
En lo que a términos de salud se refiere, le debemos mucho a Florence Parpart. Es la
responsable de que podamos conservar la comida de manera refrigerada en casa. En 1914
inventó el primer frigorífico moderno de la historia. Además, no fue su único invento sino que
en 1900 ya había registrado una patente por una máquina para limpiar las calles, que vendió
a múltiples ciudades de Estados Unidos.
Otra que nos ha ahorrado mucho tiempo y mejorado las condiciones higiénicas de grandes y
pequeños fue Marion Donovan, responsable de la aparición de los pañales desechables. Dicen
que cansada de lavar los de tela que existían en la década de 1940, se puso manos a la obra y
patentó una cubierta de nylon impermeable. No obstante, pasaron diez años hasta que
empezaron a comercializarse. ¿Sabéis quién fue el responsable de eso? Procter and Gamble.
Otros inventos como la jeringuilla, el lavavajillas, el Tipp-Ex, las balsas salvavidas, la escalera
de incendios, la nistatina, las bengalas de señales, el juego del monopoly o el periscopio son
obra de féminas. Y aunque la primera en patentar un invento en Estados Unidos bajo su
nombre (antes debían hacerlo a cargo de un familiar varón) fue Mary Dixon con un proceso
para tejer paja con seda, lo que la convirtió en pionera en la industria de sombreros, para
conocer el nombre de la primera mujer inventora hay que trasladarse hasta los primeros
siglos después de Cristo.
La datación exacta se desconoce pero se cifra entre los siglos I y III d.C. el momento en que
vivió María la Judía, también conocida como la Hebrea o la Profetisa, a quien se apunta como
la fundadora de la alquimia y precedente de la ciencia práctica.
A ella se le atribuye la invención del ‘baño maría’ aunque el original poco se parece al que
usamos en casa para esterilizar los botes de conserva. Era realmente un baño de arena y
cenizas que calentaba otro recipiente con agua que a su vez calentaba al siguiente. El baño
de arena tenía como objeto conservar mejor el calor que debía transmitir, ya que su
temperatura podía ser superior a la del agua que hervía. Posteriormente a este aparato se le
quita la arena quedándose sólo con el recipiente con agua, la cual deberá hervir y sus vapores
serán capaces de calentar el otro recipiente que está dentro. También ella se dice que fue la
inventora del Kerotakis, un aparato de reflujo empleado para calentar sustancias y recoger
sus vapores. El predecesor del Extractor Soxhlet.
Dado que gran parte de su obra se perdió, es complicado demostrar la veracidad de su
trabajo e influencia, de hecho, algunos señalan su nombre como un pseudónimo empleado por
varios hombres de la época, ¿no será que cuesta creer que una mujer de aquel tiempo
pudiese pensar por sí misma?
Sobre la autora: Maria José Moreno (@mariajo_moreno) es periodista
El artículo Sin prisa pero sin pausa: mujeres en el mundo científico se ha escrito en Cuaderno
de Cultura Científica.
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1. Casualidades de la ciencia que cambiaron el mundo
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La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (11): La conquista social de la Tierra
Posted: 09 Sep 2015 10:59 PM PDT
Edward Osborne Wilson es uno de los biólogos más importantes de la segunda mitad del siglo
XX. Es especialmente conocido por sus investigaciones sobre insectos sociales, tema en el que
es considerado el máximo especialista vivo. Pero también es conocido por otras razones. Fue
el que dio nombre y propuso las bases de la Sociobiología. Es, además, uno de los científicos
que más empeño ha puesto en promover políticas conservacionistas de la naturaleza. Y por
último, es el autor de Consilience, un ensayo en el que aboga por recuperar la unidad del
conocimiento y que ha tenido un impacto considerable.
Edward O Wilson no era, años atrás, partidario de la selección de grupo, pero cambió de
opinión y empezó, como hemos visto en la anotación anterior, a publicar algunos trabajos
defendiéndola. Los más conocidos son el que publicó con David Sloan Wilson en 2007, otro
posterior (M Nowak, C Tarnita y E O Wilson 2010) en la revista Nature y el libro The Social
Conquest of Earth dos años después. Los dos últimos trabajos, especialmente, han generado
una fuerte controversia. En este apartado repasaré someramente el contenido de este último
libro.
Wilson empieza su ensayo planteando una triple cuestión: ¿Por qué existe la vida social en la
naturaleza? ¿Por qué es tan rara? ¿Qué fuerzas la han impulsado? Y dedica parte del libro a
responder a esas cuestiones. Los dos grupos animales que han conquistado la Tierra, según el
autor, han sido los insectos sociales y la especie humana, el único mamífero, junto con dos
ratas topo, que ha llegado a ser eusocial, y el único primate de vida social avanzada. Por otro
lado, si bien ambos, insectos sociales y seres humanos, han alcanzado la condición eusocial, lo
han hecho siguiendo trayectorias diferentes y, además, la forma de eusocialidad en ellos ha
sido diferente. Los insectos han evolucionado hacia la eusocialidad mediante selección de la
estirpe de la reina, mientras que los humanos lo han hecho mediante una interacción
permanente entre la selección individual y la selección en el nivel de grupo, eso a lo que
Wilson llama selección multinivel y que tan controvertido resulta.
A lo largo de varios capítulos repasa los hitos más importantes de la evolución de nuestro
linaje, y remarca la idea de que en dicha evolución resultó clave la concentración de los
grupos humanos en lugares protegidos. La evolución humana se caracteriza, según Wilson,
por los siguientes elementos básicos:
Intensa competencia entre grupos;
composición inestable de los grupos;
tensión constante entre los valores seleccionados en el nivel del grupo (tales como
honor, virtud y deber) y los seleccionados en el nivel individual (como egoísmo,
cobardía e hipocresía);
y capacidad para captar las intenciones de los otros.
Dada la importancia que él atribuye al grupo y a la selección en el nivel de grupo, considera
que el tribalismo es un rasgo humano fundamental, y que diferentes partes de nuestro
cerebro han evolucionado, precisamente, como consecuencia de la selección en ese nivel. El
resultado de tal evolución habría sido la propensión a constituir grupos. También sostiene que
la guerra es un producto genuino de las presiones selectivas que han actuado sobre nuestra
especie, ya que es la consecuencia de la tendencia de los grupos a controlar y disponer de
recursos, algo que conlleva, necesariamente, el conflicto con los demás grupos.
En la que es, quizás, la parte de lectura más ardua de su obra, Wilson explica las
características de la eusocialidad de los insectos, y analiza las “preadaptaciones” (nido
persistente y abastecimiento progresivo, principalmente) y las fuerzas selectivas que (en tan
raras ocasiones) han conducido a la aparición de insectos eusociales. Analiza también la
“teoría de la selección de parentesco” que vimos aquí, haciendo un repaso de su génesis
histórica, a la vez que ofrece argumentos en contra de dicha hipótesis. Parte del discurso se
basa en la crítica de resultados obtenidos mediante modelos matemáticos (aunque no
incluidos en el texto) y de lo que se entiende por parentesco. Según la hipótesis de la
selección de parentesco (kin selection), el comportamiento altruista se selecciona cuando el
perjuicio que causa al individuo tal comportamiento es superado por el beneficio que causa a
sus parientes si tal beneficio se relativiza mediante un factor que representa el grado de
parentesco entre el individuo que se comporta de forma altruista y el que se beneficia de
aquél. Pero Wilson defiende que tal hipótesis ha sido refutada matemáticamente y que,
además, son relativamente comunes los comportamientos humanos altruistas con personas
con las que no se guarda parentesco alguno. En su lugar, él propone la selección multinivel,
según la cual, los comportamientos egoístas son el resultado de la selección individual y los
altruistas lo son de la selección de grupo. Su propuesta consiste, precisamente, en que ambas
formas de selección se han producido de manera simultánea, y de la tensión entre ambas
surge el comportamiento humano y el modo en que funcionan los grupos.
Uno de los aspectos a los que Wilson dedica más atención es a la interacción entre los genes y
la cultura, y utiliza para ello ejemplos muy sugerentes. Uno es el de la adaptación a digerir la
lactosa por parte de los adultos, relacionada con la extensión de la ganadería, y el otro es la
interacción entre factores ambientales y culturales en la forma en que se perciben los colores.
Según Wilson, la cultura humana es un producto genuino de la selección de grupo, y fue uno
de los factores que ayudó a los miembros de nuestra especie a extenderse por casi todo el
planeta. De la misma forma, el lenguaje, que jugó un papel crucial como herramienta de
comunicación al servicio de la colaboración en el seno del grupo, fue una consecuencia de la
selección en ese nivel. La moralidad, la religión, y hasta las artes creativas son, según Wilson,
consecuencias de la selección natural, tal y como actúa de acuerdo con la hipótesis de la
selección multinivel.
Referencias
Martin A Nowak, Corina E Tarnita y Edward O Wilson (2010): The evolution of eusociality
Nature 466: 1057-1062
Edward O Wilson (2012): The Social Conquest of Earth Norton & Co, New York
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Esta serie está formada por los siguientes capítulos:
1. En el comienzo fue Darwin
2. La selección grupal de Wynne-Edwards
3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
7. La selección multinivel
8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
9. Algunas propuestas unificadoras
10.La selección de grupo
11.La conquista social de la Tierra
12.Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
13.El turno de David Wilson
14.El papel de la coevolución genético-cultural
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (11): La conquista
social de la Tierra se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección de
grupo
2. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (2): La selección grupal
de Wynne-Edwards
3. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de David
Wilson
Un modelo para la anestesia, el interruptor de la consciencia
Posted: 09 Sep 2015 08:00 AM PDT
La ciencia aún no comprende bien cómo la actividad de neuronas individuales
interconectadas puede conducir a los efectos que produce la anestesia, algo íntimamente
ligado al fenómeno de la aparición de la consciencia y las funciones cognitivas asociadas a
ella. Es posible que un nuevo estudio publicado en Physical Review Letters arroje luz sobre el
asunto, demostrando que sería más simple de lo que solemos pensar.
David Zhou y sus colegas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Pittsburgh
(EE.UU.) consideraron la posibilidad de que la pérdida de consciencia que provoca la
anestesia general podría estar relacionada con la capacidad de la información sensorial de
encontrar su camino a través de la red neuronal del encéfalo. Esta información debe ser
transmitida desde el tálamo, que regula la consciencia y el estado de alerta, hasta la corteza,
donde las funciones cognitivas superiores procesan la información para convertirla en nuestra
representación del mundo.
Los investigadores desarrollaron un modelo simple con una red de nodos en forma de árbol,
en la que una señal de entrada por el “tronco” se distribuye a las “ramas”. Cada nodo, que
puede representar una neurona individual o toda una región del encéfalo, suma las señales de
entrada que recibe de los nodos con los que está conectado y pasa este resultado a otros
nodos.
En este modelo la probabilidad de que una señal se transmita con éxito en cualquier conexión
viene determinada por un factor de probabilidad p que se aplica a la red en su conjunto. Si p
es 0,6, por ejemplo, existe un 60% de posibilidades de que, en cada instante, se produzca una
comunicación con éxito entre dos nodos conectados cualesquiera. A no ser que p sea cero, si
una conexión de pierde en un momento, nada impide que vuelva a estar operativa al
siguiente. La disminución de p simularía el efecto de la anestesia, que bloquea las señales
entre las neuronas.
Los investigadores encontraron que un ordenador operando sobre este modelo, con 7381
nodos en total, es capaz de reproducir la señal del electroencefalograma característica que se
registra en un paciente sometido a anestesia. El electroencefalograma de un encéfalo siendo
anestesiado muestra un cambio de las ondas gamma y beta, asociadas a la consciencia, a las
alfa relacionadas con la relajación y el adormilamiento, hasta las delta asociadas con el sueño
profundo.
Cuando los investigadores realizaron sus simulaciones con ruido blanco como señal de
entrada en el tronco, recogieron en las puntas de las ramas señales que se correspondían con
la de los pacientes anestesiados. Las señales pasaban de predominantemente tipo gamma y
beta a alto p (cerca de 1) a mayoritariamente alfa y delta a bajo p (por debajo de 0,5).
La entropía, un concepto de teoría de la información, de la información transmitida respecto a
la introducida caía abruptamente a un valor de p de alrededor de 0,3, lo que significa que
muy poca información se estaba transmitiendo en la red. Lo llamativo, sin embargo, es que lo
abrupto de la transición se corresponde con la observación médica de que existe una
concentración crítica del anestésico para la que se pierde la consciencia abrupta y
completamente.
Existe un ejemplo físico para comprender lo que ocurre: el agua intentando pasar por una
masa compacta de café molido. De la misma forma que en una cafetera el agua debe
encontrar caminos continuos a través de la masa de café para salir por el otro lado, la
información debe encontrar caminos continuos a través de la red, lo que resulta casi
imposible a bajo p. Esta pérdida de rutas completamente conectadas es lo que se llama una
transición de percolación (la misma palabra que describe el paso del agua por el café
precisamente). Pero, como estamos hablando de probabilidades, siempre existe la posibilidad,
incluso a baja p, de que se encuentre temporalmente una ruta por casualidad.
Lo importante y llamativo de este estudio es que un modelo sencillo, construido a partir de
primeros principios, basado en una teoría muy utilizada en ingeniería, con un solo parámetro
relacionado con la conectividad de la red, sea capaz de reproducir aspectos fundamentales
del encéfalo anestesiado. Obviamente el modelo tal y como está no es capaz de explicar la
consciencia humana; pero apunta a una línea de investigación muy prometedora.
Referencias:
Referencia: David E. Zhou et al (2015) Percolation Model of Sensory Transmission and Loss of
Consciousness Under General Anesthesia Phys. Rev. Lett. DOI:
10.1103/PhysRevLett.115.108103
Philip Ball (2015) How Anesthesia Switches Off Consciousness, Physics, 04 Sept.
El artículo Un modelo para la anestesia, el interruptor de la consciencia se ha escrito en
Cuaderno de Cultura Científica.
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1. Un modelo para la máquina de coser fluidodinámica, o como untar miel con
conocimiento
2. Un modelo teórico para acelerar el descubrimiento de nuevos fármacos
3. Un modelo para la colaboración científica abierta, por Ash Jogalekar
Hipercubo, visualizando la cuarta dimensión
Posted: 09 Sep 2015 02:59 AM PDT
Con el objetivo de elegir un tema para mi siguiente entrada del Cuaderno de Cultura
Científica, justo la que estás leyendo en estos momentos, me puse a revisar algunos antiguos
materiales que tenía guardados en mi ordenador. Entre los cuales encontré algunas imágenes
de cuadros de una artista francesa, Sylvie Donmoyer, que utiliza las matemáticas como
elementos principales de muchas de sus obras, imitando a los bodegones renacentistas:
poliedros, construcciones de papiroflexia, cubos, cuadrados mágicos, espirales, instrumentos
de navegación o fractales, entre otros.
Uno de sus cuadros, que la artista presentó en la exposición de arte matemático del congreso
anual de la American Mathematical Society (AMS) Joint Mathematics Meeting,
correspondiente al año 2013, es el siguiente:
Mathematical game
board (2012), Sylvie Donmoyer, oleo sobre lienzo, 71 cm x 71 cm
Esta imagen representa una especie de Juego de la oca matemático. Recordemos que el Juego
de la oca es un juego para jugar entre dos o más jugadores, cada uno de los cuales tiene una
ficha que debe de mover a lo largo del tablero, formado por 62 casillas y la casilla final “el
jardín de la oca”, según las puntuaciones que va sacando con su dado y en función de las
condiciones impuestas por las casillas especiales (la oca, el puente, los dados, el laberinto, la
cárcel y la calavera/muerte).
Para empezar el juego del cuadro de Sylvie Donmoyer tiene forma de espiral de Arquímedes y
además, las ilustraciones de cada una de las 62 casillas están relacionadas con la historia de
las matemáticas, y colocadas en “orden cronológico”. Entre estas ilustraciones encontramos
el hueso de Ishango, el teorema de Pitágoras, los cinco sólidos platónicos, los anillos de
borromeo, el astrolabio, el triángulo de Pascal, la astroide, la banda de Moebius, el copo de
nieve de Koch, la cúpula geodésica, la teselación de Penrose o el grupo de Lie E8.
Pero la ilustración en la que quiero que os fijéis, y de la que voy a hablaros hoy, es la imagen
de la casilla 40. Es la proyección en perspectiva del hipercubo, el análogo en dimensión 4 al
cubo, sobre el espacio tridimensional.
Proyección en perspectiva del
hipercubo del espacio tetradimensional en el espacio tridimensional
No quiero que discutamos aquí sobre qué es la cuarta dimensión, y en especial la cuarta
dimensión espacial, ni tampoco la existencia real de un espacio tetradimensional,
simplemente quiero que entendamos la imagen anterior, y más concretamente, que
comprendamos que es una proyección del hipercubo, del espacio de dimensión 4, sobre el
espacio tridimensional.
El hipercubo es la generalización a dimensión 4 del cubo tridimensional. Intentemos
entenderlo intuitivamente, para ello miremos la siguiente imagen. Podemos pensar en un
punto como un 0-cubo, si lo movemos en una cierta dirección se genera un segmento, que
será un 1-cubo, o cubo en dimensión 1. Si ahora movemos el segmento en una dirección
perpendicular se genera un cuadrado del plano, que es nuestro 2-cubo, o cubo de dimensión
2. Desplazando el cuadrado en una dirección perpendicular se obtiene un 3-cubo, que es lo
que conocemos como el cubo, sí el cubo normal de la tercera dimensión. Finalmente, si
desplazáramos el cubo en una dirección perpendicular, aunque aquí es donde empezamos a
tener problemas para entender qué sería eso de la dirección perpendicular puesto que el
espacio que percibimos es tridimensional, pero echémosle imaginación al menos,
obtendríamos el 4-cubo, hipercubo o teseracto, que como ya no lo podemos pintar en el
espacio de dimensión cuatro, lo representamos por ahora como aparece en la imagen.
Punto (dimensión 0), segmento
(dimensión 1), cuadrado (dimensión 2), cubo (dimensión 3), e hipercubo (dimensión 4)
obtenidos al desplazar el anterior en una dirección perpendicular
Por supuesto, todo esto lo podríamos contar con un poco más de rigor matemático, aunque no
es el objetivo de esta entrada. Por ejemplo, podríamos contar que los matemáticos
consideramos el espacio coordenado de dimensión n como el formado por las n-tuplas de
números (x1, …, xn), listas de n números, para cualquiera que sea la dimensión n. Así cada
punto del espacio n-dimensional es una n-tupla (x1, …, xn) y el espacio coordenado n-
dimensional es el conjunto de todas las n-tuplas. Esta es la generalización de lo que ocurre en
el espacio de dimensión 3, donde necesitamos tres coordenadas espaciales para determinar la
posición de un punto cualquiera del espacio (las posiciones en las direcciones, izquierda-
derecha, adelante-atrás, arriba-abajo). En el lenguaje matemático, el espacio coordenado n-
dimensional es
Rn = {(x1, …, xn) : x1, …, xn R}
Y dentro de ese espacio el n-cubo es
{(x1, …, xn) Rn : 0 x1, …, xn 1}
Pero dejemos un poco de lado estas ideas matemáticas, ya que nos basta la idea intuitiva para
entender la imagen anterior.
Volvamos al objetivo de esta entrada, que es entender la imagen de arriba, la de la casilla 40
del Juego de la oca matemático, o de forma más general, visualizar ese “sencillo” objeto
geométrico de la “extraña” cuarta dimensión que es el hipercubo.
Uno de los métodos de visualización de objetos tetradimensionales, y en particular, el
teseracto, es la utilización de proyecciones matemáticas del espacio de dimensión 4 al espacio
de dimensión 3, que es nuestro espacio visual, tanto físico como mental, y por lo tanto, ahí sí
podemos visualizar el resultado.
En esta entrada nos vamos a centrar en dos proyecciones naturales de nuestra vida cotidiana,
como son la proyección ortogonal, que es la que percibimos por ejemplo en las sombras que
genera la luz del sol, “una luz muy lejana, una luz en el infinito”, y la proyección en
perspectiva, que serían las sombras que genera una luz cercana, una lámpara o una linterna.
Y más aún, para entender estas proyecciones del espacio de dimensión 4 en el espacio de
dimensión 3, vamos a utilizar la analogía dimensional, es decir, vamos fijar nuestra atención
en las proyecciones análogas del espacio de dimensión 3 en el espacio de dimensión 2, que
esas sí las podemos visualizar y comprender fácilmente.
Proyección ortogonal de un cubo, que
aparece en la obra Géométrie descriptive del matemático francés Gaspard Monge (1746-
1818)
La proyección ortogonal es una aplicación del espacio coordenado n dimensional, en un
subespacio suyo de dimensión n – 1 (por ejemplo, del espacio tridimensional en un plano, o
del espacio de dimensión cuatro en un subespacio tridimensional), que consiste en proyectar
sobre este según una cierta dirección. Es decir, todos los puntos que estén sobre una misma
recta con la dirección dada se proyectarán en el punto del subespacio (n – 1)-dimensional que
se interseca con dicha recta. Si consideramos el espacio tridimensional, el subespacio sobre
el que proyectamos es un plano.
Podemos pensar en la imagen de un objeto mediante la proyección ortogonal como la
“sombra” del objeto que produce una fuente de rayos de luz paralelos –en la dirección de la
proyección—sobre el plano de proyección (como en la imagen anterior). Por ejemplo, como el
sol está tan lejos de la Tierra, los rayos del sol pueden considerarse que son paralelos y caen
sobre la Tierra según una cierta dirección, por lo tanto las sombras que producen los objetos
son proyecciones ortogonales de estos. Por supuesto, si cambiamos la dirección de proyección
obtendremos diferentes imágenes planas, sombras, del mismo objeto.
Consideremos ahora un cubo tridimensional y proyectémoslo sobre un plano. Para visualizar
mejor la proyección, pensemos que tenemos un armazón cúbico, es decir, unas varillas que
representan los segmentos unidos del cubo y que me muestran la estructura del mismo.
Proyectando desde diferentes direcciones se obtienen las siguientes imágenes.
Proyecciones ortogonales de un cubo
siguiendo una dirección a) perpendicular a dos de las caras del cubo, y paralela a las otras
cuatro; b) paralela solamente a dos de las caras del cubo; c) paralela a la diagonal; d) no
paralela ni a las caras ni a la diagonal
Observemos que la última imagen es la que solemos utilizar para dibujar un cubo, pero no es
la imagen que nosotros vemos del cubo, no es una imagen en perspectiva.
Si ahora proyectamos ortogonalmente el hipercubo, de dimensión 4 (más concretamente su
armazón) sobre el espacio de dimensión 3, se obtiene la figura tridimensional que aparece en
la siguiente imagen (que sería una imagen del tipo d anterior).
Proyección ortogonal del armazón del
hipercubo en el espacio tridimensional, que he realizado con la herramienta educativa y de
construcciones zometool
O incluso, si proyectamos ahora este objeto tridimensional que hemos obtenido mediante la
proyección ortogonal del hipercubo, sobre el plano (para tener una imagen en papel o en el
ordenador), se obtiene una imagen plana como la que habíamos mostrado al principio para
representar intuitivamente al hipercubo.
Imagen plana de la proyección
ortogonal del hipercubo en el espacio tridimensional (para ello se ha vuelve a proyectar
ortogonalmente sobre el plano)
Además, si se elige convenientemente la dirección de proyección se obtiene una variación de
la anterior proyección plana, que tiene simatría, tanto rotacional como especular.
Representación ortogonal plana “simétrica”
del teseracto
El mundo del arte, y de la cultura en general, se ha interesado desde principios del siglo XX
por todo lo que rodea a la cuarta dimensión (puede leerse sobre esta cuestión en mi libro La
cuarta dimensión, ¿es nuestro universo la sombra de otro?), así como por la visualización del
teseracto. A continuación, mostraremos la presencia de las proyecciones ortogonales,
tridimensional y plana, del hipercubo, en la obra de algunos artistas.
Por ejemplo, el escultor norteamericano Peter Foraski (1927-2009) realizó en el año 1967 una
escultura en aluminio sobre la proyección ortogonal tridimensional del hipercubo.
Hyper-Cube (1967), Peter Foraski
Los objetos que surgen de la geometría también suelen ser utilizados en el diseño de joyas,
como el siguiente colgante con forma de hipercubo, que diseñó la escultora norteamericana
Bathsheba Grossman, algunas de cuyas esculturas se han podido ver en series como
Numb3rs o Heroes. Hace unos años incluimos una pequeña exposición virtual en divulgamat
con algunas esculturas de Bathsheba, aquí.
También en pintura encontramos ejemplos. El artista norteamericano Tony Robbin, autor de
los libros Fourfield : computers, art & the 4th dimension (1992) y Shadows of reality : the
fourth dimension in relativity, cubism, and modern thought (2006), y uno de los pioneros de la
visualización por ordenador de la cuarta dimensión, utiliza imágenes derivadas de la
visualización de la cuarta dimensión, y del hipercubo, en sus obras.
En España, los artistas que a finales de los años 60 y principios de los 70 estuvieron en el
Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, se interesaron por la ciencia y la tecnología, y
fueron pioneros en el uso de la informática en la creación artística. Muchos de ellos se
interesaron por las geometrías multidimensionales, como el artista valenciano José María
Yturralde, uno de los máximos exponentes de la abstracción geométrica en España, o la
artista madrileña Elena Asins, que en 2011 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Varias son las obras de Yturralde relacionadas con las geometrías multidimensionales. Si
entramos en su página web [www.yturralde.org], entre la muestra de obras de sus diferentes
etapas nos encontramos que en la etapa en la que estuvo en el Centro de Estudios Visuales
Avanzados del MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets), con el proyecto “Four
dimensional structures” (1975-76), Yturralde ha incluido un par de estudios de la proyección
ortogonal del hipercubo.
Estudio de hiperpoliedro y
Estudio de hipercubo (1976), José María Yturralde
Y en la etapa de las estructuras volantes (1975-1990), a la que pertenece el famoso
despliegue del hipercubo (véase en su página web), ha incluido un estudio para una
estructura volante basada en la proyección ortogonal del hipercubo.
Estructura volante hipercúbica
(1981), José María Yturralde
La siguiente obra de Elena Asins, al parecer de su etapa inicial, también se basa en la imagen
plana de la proyección ortogonal del teseracto.
Sin título, Elena Asins
Las imágenes anteriores que hemos obtenido del cubo y del hipercubo han sido “sombras”
producidas por “rayos de luz” paralelos. Sin embargo, ahora vamos a considerar la “sombra”
que genera un haz de luz que emana de un punto, el foco de luz, o también la imagen que
capta nuestro ojo o una cámara fotográfica. A la correspondiente proyección se la denomina
proyección en perspectiva.
Esta es la aplicación del espacio coordenado n-dimensional, en un subespacio suyo de
dimensión (n – 1), que consiste en proyectar desde el foco, es decir, todos los puntos que
estén sobre una misma recta, de las que pasan por el punto focal, se proyectarán en el punto
del subespacio (n – 1)-dimensional que es la intersección con dicha recta.
Proyección en perspectiva de un
tetraedro y una esfera, que aparece en la Opticorum libri sex de 1613 del jesuita Franciscus
Aguilonius
Si ahora proyectamos un cubo tridimensional mediante la proyección en perspectiva a partir
de tres focos exteriores al cubo distintos, podremos obtener las siguientes imágenes.
Proyecciones en perspectiva
de un cubo desde tres puntos distintos
Como vemos en estas imágenes, la perspectiva no preserva el paralelismo. Para esta
proyección las líneas paralelas tendrán como imagen líneas paralelas o líneas que convergen
a un punto del “infinito” (llamado punto de desaparición o punto de fuga). Como vemos en la
imagen, para un cubo, que tiene tres conjuntos de líneas paralelas –los lados–, su imagen
mediante esta proyección puede tener 1, 2 o 3 puntos de fuga.
Además, para esta proyección, la imagen de las partes más cercanas al punto de proyección
aparece más grande que la imagen de las partes más alejadas. Así mismo, en la primera
figura de la imagen, el cuadrado exterior representa la cara cuadrada más cercana al foco (o
al ojo que mira) mientras que el cuadrado interior es la imagen de la cara más alejada.
De forma análoga a las imágenes en perspectiva del cubo, podemos obtener diferentes
proyecciones en perspectiva del hipercubo en nuestro espacio tridimensional, dependiendo de
la posición del foco de proyección en el espacio de dimensión 4. La siguiente imagen es la
representación del hipercubo análoga a la primera figura de la imagen anterior. Como en el
caso tridimensional, el cubo exterior representa la cara cúbica más cercana al foco de
proyección, mientras que el cubo interior es la imagen de la cara cúbica más alejada.
Proyección en perspectiva del
hipercubo del espacio cuatridimensional en el espacio de dimensión 3, que he realizado con la
herramienta educativa y de construcciones zometool, y que es similar a la que aparece en el
Juego de la oca matemático
Dibujo de la proyección en
perspectiva del hipercubo
Un ejemplo de escultura que utiliza la proyección en perspectiva del teseracto es el
Monumento a la constitución (1979), diseñado por el arquitecto Miguel Ángel Ruiz Larrea y
que está en los jardines del Museo de Ciencias Naturales de Madrid.
Monumento a la constitución (1979),
Miguel Ángel Ruiz Larrea
Desde la arquitectura lo encontramos en el Arco de la Defensa de París, construido por el
arquitecto danés Otto von Spreckelsen en 1989. Este impresionante edificio de unos 110
metros de lado, y con forma de proyección en perspectiva del hipercubo.
Arco de la Defensa de París (1989),
Otto von Spreckelsen
Y para terminar tres interesantes proyectos muy recientes. El primero es una serie de
pinturas y esculturas del artista francés Benoit Lemercier. En palabras del artista “La serie
Hypercube representa una interpretación geométrica de la cuarta dimensión espacial”. Esta
serie de obras constituyen una interesante reflexión, así como un atractivo juego, en el que su
autor nos plantea mirar las esculturas desde diferentes puntos de vista. Desde cierto punto de
vista estaremos viendo una escultura de la proyección en perspectiva del hipercubo, pero que
al movernos descubriremos que no es lo que parece.
Dos perspectivas distintas de la obra
Hypercube (2002), de Benoit Lemercier
El siguiente es un proyecto de luz, sonido y forma del joven artista australiano Kit Wester.
Podéis ver el video aquí:
Hypercube (2014), Kit Webster
Por otra parte, el joven artista argentino Augusto Esquivel realiza esculturas utilizando miles
de botones de colores. En particular, una de sus obras está basada en la proyección en
perspectiva del teseracto.
Hypercube, Augusto Squivel
Existen otras técnicas de visualización del teseracto, como son la realización de secciones
tridimensionales del hipercubo o su despliegue en dimensión 3, pero ese será un tema para
alguna otra futura entrada, y quienes no puedan esperar, pueden leerlo en mi libro La cuarta
dimensión.
Bibliografía
1.- Sylvie Donmoyer, Peinture Mathematiq ue
2.- Bridges Conference and Joint Mathematics Meetings, Mathematical Art Galleries, Sylvie
Donmoyer
3.- Raúl Ibáñez, La cuarta dimensión, ¿es nuestro universo la sombra de otro?, RBA libros,
2011.
4.- Bathsheba sculture
5.- Página del artista Tony Robbin
6.- Página web del artista José María Yturralde
7.- Página del artista Benoit Lemercier
8.- Página del artista Kit Webster
9.- Página web del artista Augusto Esquivel
Sobre el autor: Raúl Ibáñez es profesor del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y
colaborador de la Cátedra de Cultura Científica
El artículo Hipercubo, visualizando la cuarta dimensión se ha escrito en Cuaderno de Cultura
Científica.
Entradas relacionadas:
1. Viaje a la dimensión desconocida
2. Formas ritmo-espacio
3. Un delicioso puzzle de chocolate
La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección de grupo
Posted: 08 Sep 2015 10:59 PM PDT
De acuerdo con la hipótesis de la selección de grupo, el altruismo y comportamientos
relacionados sobreviven debido a los beneficios que proporcionan al grupo. Veamos esto con
algo de detalle. Supongamos que una población se divide en varios grupos y unos tienen
muchos individuos altruistas que se ayudan unos a otros, y otros tienen muchos individuos
egoístas que no lo hacen. En esas circunstancias y como el comportamiento altruista se
supone que favorece el funcionamiento del grupo debido a los beneficios que se derivan de tal
comportamiento, los grupos con una alta proporción de individuos altruistas pueden
funcionar mejor, ser más productivos y evitar más fácilmente la extinción que los otros.
Esa explicación gozó de cierta popularidad durante algunos años del siglo XX, en una época
en la que había una concepción armoniosa de la naturaleza. El problema de los grupos
“armoniosos” es que han de hacer frente a problemas de “subversión”. Si en un grupo
armonioso aparece un individuo mutante egoísta que acepta los beneficios del
comportamiento prosocial pero no paga los costes, le irá muy bien, pues experimentará una
importante ganancia neta de aptitud. Al irle muy bien o, al menos, bastante mejor que a sus
compañeros de grupo, dejará más descendientes que los demás y como se trata de un rasgo
heredable, proliferarán los individuos egoístas en la población. Al proliferar el tipo egoísta, se
empieza a minar la cohesión y armonía del grupo de forma significativa, pero eso no evitará
que los egoístas sean cada vez más. Y en esas condiciones el grupo funcionará peor y
obtendrá menos recursos; a medio o largo plazo ese grupo compromete su misma
supervivencia si se ve superado por otros grupos. Se supone que esos otros grupos tendrían
mayoría de individuos altruistas; podrían medrar e, incluso, dividirse y dar lugar a nuevos
grupos. O, alternativamente, todos los grupos acabarían formados por individuos egoístas.
La opinión más extendida entre los biólogos que trabajan en el campo de la evolución es que
la selección de grupo no es imposible, pero sólo ocurriría bajo condiciones muy restrictivas,
por lo que es altamente improbable que se hayan producido esas condiciones o que lo hayan
hecho en un número suficiente de ocasiones como para que exista alguno de esos casos. Uno
de los requisitos para que se produzca ese tipo de selección es que entre los grupos haya
diferencias genéticas de cierta entidad, pero eso no es fácil que ocurra, pues los procesos que
dan lugar a que haya diferencias entre grupos son comparativamente más débiles que los que
lo dificultan. Por ejemplo, el movimiento de los individuos entre grupos anula o mitiga las
diferencias provocadas por la deriva genética. Los que se oponen a la teoría de la selección de
grupo sostienen, por otra parte, que ese modelo no es viable, porque la estabilización de los
grupos con alto número de altruistas sería un proceso muy lento, mientras que la subversión
de los grupos desde su interior puede ser un proceso más rápido, con lo que en un tiempo
relativamente breve habrían desaparecido todos los grupos con mayoría de individuos
altruistas. Desde que se identificó este problema algunos han abandonado la hipótesis de la
selección de grupo, aunque otros se han dedicado a refinarla.
La idea de la selección multinivel (que suele identificarse con la selección de grupo, pues ésta
no excluye la posibilidad de que la selección actúe en otros niveles biológicos) resurgió de sus
cenizas gracias a las publicaciones de David Sloan Wilson en la década de los noventa, de
entre las cuales las que más impacto tuvieron fueron un artículo y un libro que publicó
conjuntamente con el filósofo Elliot Sober (Wilson y Sober, 1994; Sober y Wilson, 1998). Esta
revitalización se asentó en dos propuestas: la identificación de los individuos evolutivos como
interactores, agentes causales y unidades de selección, por un lado, y por el otro, la
validación de una teoría jerárquica de la selección basada en la constatación de la existencia
de individuos evolutivos a varios niveles de organización (genes, linajes celulares,
organismos, demes, especies y clados). Así pues, proponen que las unidades de selección
deben definirse como interactores y no como replicadores. Según Wilson y Sober (1994), “el
concepto de replicador no puede dar cuenta de las propiedades organísmicas de los
individuos. Casi como algo accesorio, el concepto de vehículo se añade al edificio para reflejar
la organización armoniosa de los individuos, pero no se extiende al nivel de los grupos.” Esas
frases son críticas directas a la teoría del gen egoísta de Richard Dawkins.
En esa misma línea, David Sloan Wilson y Edward O. Wilson (2007) propusieron retomar la
denominación y propósito original de la disciplina conocida con el nombre Sociobiología, pero
sobre bases renovadas. En realidad, aunque así formulado, el artículo citado era una
reivindicación de la selección multinivel y, en especial, de la selección de grupo. Ese trabajo
dio mucho que hablar. Veamos cuál era su planteamiento.
Como ya he apuntado antes aquí, Darwin había percibido un problema fundamental de la vida
social, así como su posible solución en el famoso pasaje de The Descent of Man (1871) donde
dice: “No debe olvidarse que aunque un alto estándar de moralidad no proporciona sino una
pequeña o ninguna ventaja a cada hombre en particular y a sus hijos sobre los otros hombres
de la misma tribu… un incremento en el número de hombres bien provistos y un avance en el
estándar de moralidad ciertamente proporcionará una inmensa ventaja a una tribu sobre
otra.”
El problema es que para que un grupo social funcione como una unidad adaptativa, sus
miembros han de hacer cosas para los demás. Pero debemos recordar que esos
comportamientos ventajosos para el grupo rara vez maximizan la aptitud de sus miembros.
Por esa razón, los individuos egoístas pueden aventajar a los altruistas dentro de los grupos,
pero los grupos con muchos miembros altruistas aventajan a los que tienen muchos egoístas.
Wilson y Wilson (2007) sostienen que aunque esa “disparidad de intereses” se pueda
producir, en las especies prosociales –como la humana- es posible que se establezcan y
permanezcan situaciones de equilibrio que permiten mantener la cohesión del grupo aunque
un número de sus miembros no sean cooperadores. Los rasgos ventajosos para el grupo
elevan su aptitud por comparación con los otros grupos, incluso si son selectivamente
neutrales o desventajosos en el interior del grupo. Y por lo tanto, el cambio evolutivo total en
una población puede ser considerado como el vector final formado por dos vectores
componentes, la selección dentro de los grupos y la selección entre grupos, que a veces
apunta en direcciones diferentes. Esta es la lógica esencial de lo que se ha venido conociendo
como teoría de selección multinivel.
El rechazo de la selección en el nivel de grupo en los sesenta se basaba en tres argumentos:
a) la selección de grupo como fuerza evolutiva significativa se consideraba muy improbable;
b) no había evidencia empírica sólida a favor de la selección de grupo como un proceso
distintiva, analíticamente diferenciable; y c) teorías alternativas podían explicar la evolución
del altruismo aparente sin necesidad de invocar la selección de grupo. Lo que sostienen David
S Wilson y Edward O Wilson es que ninguno de esa tres argumentos se sostiene hoy y aportan
referencias y argumentos al respecto.
Referencias
Elliot Sober y David S Wilson (1998): Unto Others: The Evolution and Psychology of Unselfish
Behavior Harvard University Press, Cambridge, Mass.
David S Wilson y Elliot Sober (1994): Reintroducing group selection to the human behavioral
sciences; Behavioral and Brain Sciences 17: 585-654
David S Wilson y Edward O Wilson (2007): Rethinking the Theoretical Foundation of
Sociobiology Quarterly Review of Biology 82(4): 327-48
——————-
Esta serie está formada por los siguientes capítulos:
1. En el comienzo fue Darwin
2. La selección grupal de Wynne-Edwards
3. La “doctrina” de Williams y el gen egoísta de Dawkins
4. Los replicadores e interactores de Hull y los tres principios de Lewontin
5. Mayr y Gould, dos evolucionistas frente al gen egoísta
6. La crítica de Godfrey-Smith a la selección centrada en el gen
7. La selección multinivel
8. Selección de parentesco y altruismo recíproco
9. Algunas propuestas unificadoras
10.La selección de grupo
11.La conquista social de la Tierra
12.Dawkins y Pinker responden a Edward Wilson
13.El turno de David Wilson
14.El papel de la coevolución genético-cultural
————————-
Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
El artículo La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (10): La selección
de grupo se ha escrito en Cuaderno de Cultura Científica.
Entradas relacionadas:
1. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (2): La selección grupal
de Wynne-Edwards
2. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (13): El turno de David
Wilson
3. La unidad de selección en la evolución y el origen del altruismo (8): Selección de
parentesco y altruismo recíproco
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