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El Retotno Del Estado
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El Retorno Del Estado
John A. Hall
Facultad de Sociología, McGill University
Ampliar nuestro conocimiento sólo con teoría, no nos ayudaría a enfrentar las
experiencias. El hecho de que existan diferentes explicaciones racionalistas, en especial,
sobre la enfermedad mental no quiere decir definitivamente que vayamos a estar
preparados para el impacto de la verdadera esquizofrenia. Por lo tanto, los términos
técnicos son simplemente científicos, irrelevantes frente a lo que a menudo se describe
como posesión. Señalo esto porque quiero enfatizar que el lenguaje apropiado para
expresar el horror el terrible 11 de septiembre es y debe ser censurada también: sólo
quedaron escombros de las grandes estructuras de poder junto con las personas que
trabajaron en ellas. He señalado todo esto no para que se intente dar una explicación
sino llanamente para enfatizar que debemos mantener un sentido de proporción,
especialmente este escritor, agobiado por una enfermedad durante las últimas semanas.
Una vez establecida la salvedad, quiero añadir en este debate que es posible que se
observe un aumento en el poder del estado, y debemos esforzarnos porque así sea.
Para dicho efecto, antes de abordar algunos principios centrales de la creencia popular
contemporánea, quisiera comenzar mencionando algo de la antigua teoría social.
La obra de Edward Gibbon, " The History of the Decline and Fall of the Roman Empire "
(Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano), evidentemente fue un intento por
comprender la característica y opciones que tenía su propia sociedad, considerados
dentro de los términos de la historia de la filosofía general. Su gran tratado destacó
debidamente el hecho de que los centros principales de las civilizaciones desarrolladas
siempre fueron objetivos de invasión para los nómadas que eran militarmente eficaces y
cada vez más atraídos por el esplendor del desarrollo material, durante el régimen
imperial. Ibn Khaldun tuvo la misma apreciación sobre los principales centros islámicos,
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a pesar de que él sentía admiración por los nómadas que está totalmente ausentes en el
caso de su colega del siglo XVIII. Sin embargo, Gibbon sostenía que el desarrollo de la
sociedad comercial, del bienestar y la ciencia era tal que ese ciclo inevitable del auge y
caída de la civilización podría haber concluido en nuestra época. Las civilizaciones
avanzadas tienen, en la actualidad, mejores armas y la capacidad, si se necesitaba, para
pagar a otros a que las utilicen con el fin de protegerse ellos mismos. ¿La destrucción del
Centro Mundial del Comercio demuestra que el optimismo de Gibbon deber ser
reemplazado ahora? Puesto de otra manera, ¿Acaso los extranjeros tienen mayores
ventajas militares, debido a la era de la alta tecnología?. A pesar de que el tiempo nos
dirá, por lo menos podemos ser cautelosos al adoptar cualquier perspectiva que
proponga que al respecto el mundo ha cambiado de una manera fundamental. Por un
lado, es evidente que hoy en día las guerrillas terroristas tienen ciertas ventajas. Por otro
lado, esta nueva realidad no se asemeja a la situación de los imperios pre modernos
frente a los nómadas de fuera. La amenaza es más la creación de situaciones mortales
que la destrucción de una formación social. Los cambios en los mecanismos de las
armas y en las extraordinarias estrategias son ahora inevitables. Sin embargo, existen
pocos motivos para pensar que la capacidad militar de los Estados Unidos (que
representa la mayor proporción mundial del gasto militar de cualquier sociedad en la
historia del mundo) pueda ser seriamente mermada. De cualquier modo, las sociedades
pueden vivir, en realidad han vivido, soportando las penas y presiones originadas por el
terrorismo.
Los temas de nuestra propia teoría social que parecen ser más relevantes en estos días
son aquellos que destacan el surgimiento de una sociedad civil global y (en parte como
consecuencia) el deterioro de los poderes del estado (un elemento que, a veces
reclamado, representa el fin de su capacidad para "homogeneizar" identidades
diferentes). Los acontecimientos producidos en septiembre último hacen ver con claridad
lo que de alguna manera era evidente respecto a la idea de una sociedad civil: ¡la auto
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organización social no garantiza la civilidad! Dicho de otra manera, para cualquier
definición completa de sociedad civil se debe en esencia aceptar un acuerdo de
discrepancia; esto es, el retiro de ciertos temas de la agenda política para que la violencia
pueda ser reprimida. Aún más importante, debemos tratar con bastante escepticismo el
antiestatismo que por lo general aparece en varias actas donde se celebra la sociedad
civil. Se necesitan a los estados para proteger la sociedad, sin Hobbes no podemos
tener a Locke y sin ellos hubiéramos vivido en una selva, como aquellas personas que
han vivido sin tener un estado saben perfectamente de lo que estoy hablando.
Siempre se ha exagerado la idea de que la sociedad norteamericana es multicultural, es
decir en efecto más que una aspiración. Por un lado, el índice de matrimonios
interraciales, excepto en el caso de los afro americanos, es tan elevado como para
conservar de las tradiciones culturales realmente distintas. Por otro lado, la mayoría de
las identidades étnicas no tienen un verdadero contenido; es decir, sólo se aceptan las
creencias culturales en los parámetros de elección consagrados en la cultura más
extensa. En general, lo que se ha podido observar en las interminables conversaciones
sobre la desigualdad es que era demasiado general, convirtiéndolo en otro elemento más
dentro de la cultura norteamericana. La reacción nacional ante los horrores que
ocurrieron en Septiembre demuestra que los poderes homogéneos de este nación estado
continental no se han visto, con toda seguridad, interrumpidos. Abunda el patriotismo, las
banderas flameando por todos lados; la patria se siente amenazada. Al respecto hay
lados buenos y malos, por decirlo así, como siempre ha existido en la historia de los
Estados Unidos. El lado malo, en efecto, se aprecia en las críticas dirigidas a los
musulmanes norteamericanos, probablemente notorio en la legislación de seguridad
pública, y tal vez presente en las campañas financiadas por el estado para reforzar la
unidad nacional. El otro lado de la moneda, puede apreciarse en los intentos por
proteger a los musulmanes norteamericanos, necesarios en todo momento y requisito en
este caso debido a que los secuestradores de ese día de Septiembre parecen no tener
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raíces en la sociedad norteamericana. Se puede observar la unión que mantiene los
Estados Unidos mediante la respuesta de Robert Putnam: la televisión se va y el ánimo
regresa.
Es un grave error oponer la gente y el estado, es como si los dos estuvieran incluidos en
el juego de suma cero de "Maniqueismo". En efecto, una población unida y homogénea
representa una fuerza en el poder del estado, que es justamente el tipo de respuesta que
necesita un estado para poder capacitar a su gente. Y más aún cuando estas personas
solicitan mayor protección por parte del estado y es lo que está pasando ahora. Los
estados representan medios de protección. La falta de enemigos extranjeros ha
significado que los Estados Unidos en la mayor parte de su historia no haya necesitado la
ayuda de un estado. Sin embargo, su constitución fue diseñada para que el estado
pueda extenderse en tiempos de necesidad, y por supuesto esto ha ocurrido antes, en
todo caso como el resultado de una guerra. El pequeño monto de los presupuestos
expresados en el aumento de la seguridad nacional hace evidente que el estado ha
regresado a los Estados Unidos. Sin embargo, podemos y debemos ver un poco más allá
de este crudo indicador si el poder de los estados de Norteamérica, y su respuesta, son
entendidos correctamente. Se necesita brindar atención en cuanto a la naturaleza de las
instituciones y su capacidad intelectual.
Un incremento en el poder del estado a menudo es considerado como un incremento en
la arbitrariedad; es decir, un incremento del despotismo visto como algo hostil para las
libertades civiles Esto siempre se ha considerado como un terrible error. Tocqueville
sostuvo hace mucho tiempo que el intento por controlar nos podría llevar a la
improducción, una baja suma total de poder con una formación social, una condición
ilustrada precisamente en nuestra propia era por la Unión Soviética en sus últimos años.
La fuerza real proviene de una política de consentimiento recíproco. Lo que se aproxima
más a este hecho es que la interesante información sobre la política exterior, mejor
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ejemplificada por Jack Snyder de la Universidad de Columbia, que sugiere que las
instituciones liberales deben ser las que permitan varios niveles de evaluación para que
las prioridades se puedan establecer racionalmente, puede resultar en una política
superior a la arriba mencionada que a menudo son producidos bajo los regímenes
autoritarios. Esto parece que se aplica al mismo tiempo a la conducta de la política
exterior norteamericana. Después de pensarlo bien, se evitó una respuesta emotiva y
apresurada contribuyendo a lograr una conciencia general sobre las dificultades de la
tarea encomendada. Puede ser que se tenga un conocimiento general que las grandes
armas de Norteamérica contra el terrorismo radica en un sistema que se basa en la
inteligencia (perfeccionada) y el control del sistema bancario. Evidentemente, se da el
caso que dichos armamentos deben ser utilizados por un periodo más largo.
El tema de la capacidad intelectual del estado es más complejo aún. La presencia de las
instituciones liberales sólo serán útiles si la inteligencia está unida a la opinión, si las
diferentes opiniones pueden ser escuchadas, para que se lleve a cabo el proceso del
debate decisivo. Sin embargo, para que el debate se torne crítico, en el sentido de hacer
una cuidadosa y precisa evaluación y decisión, lo que se debe hacer es aplicar los
antecedentes históricos, el escepticismo, sentido común, conocimiento de geografía: esto
hace que la inteligencia fortalezca la capacidad del estado. La calidad del presente
debate decisivo no me deja tranquilo. Evidentemente, existe una verdad en la noción,
destacada por los de la izquierda, que la política exterior norteamericana está asociada a
la represión en varios países en vías de desarrollo, y sobre todo en el Medio Oriente. Es
absolutamente verdad que la hegemonía norteamericana sería más sabia o más fuerte, si
su política lo consigue, al tener objetivo una legitimidad mayor. Sin embargo, este tema
debe ser tomado cuidadosamente. Sería una locura olvidar que existen raíces locales de
la oposición, particularmente aquella parte del mundo musulmán, contra los Estados
Unidos. Hablando claramente, Estados Unidos no es en realidad responsable por todo lo
que pasa en el mundo. Es fácil culpar a Occidente por el pobre desarrollo político y
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económico del mundo musulmán que no está libre de toda culpa, pero esto es en parte
un pretexto para no asumir las responsabilidades. No debemos olvidar que existe una
tradición en el Islam, evocada últimamente, que pone mucho énfasis en la Guerra Santa.
Sin embargo, el debate hasta este punto sobre ¿somos o no responsables?, es tedioso y
su enfoque no es tan amplio.
Debe ampliarse el conocimiento intelectual. Los intelectuales de la política exterior
norteamericana tienen la necesidad de interesarse en el nacionalismo, esa fuerza
cambiante que entienden muy poco. Respaldar la Alianza del Norte puede demostrar
que no es efectivo, inclusive costoso puesto que se basa en grupos étnicos minoritarios.
Además, la geopolítica de la región, sobre todo los diferentes intereses de la India y
Pakistán sobre Afganistán, necesitan comprenderse claramente. Asimismo, es obvio el
hecho que los militares tienen poco conocimiento de cómo pelear sobre este terreno,
aunque nadie tiene una clara idea de cómo reconstruir una sociedad afgana en su
conjunto. Después de todo, uno se acobarda ante la noción, enfatizada por la gestión
actual, que la política norteamericana ahora puede "deshacer la maldad del mundo". La
política no es moral al respecto, y sería terrible pensar o hacer creer a la gente que la
política puede ser moral. La prueba de este asunto es que la necesidad ha contribuido a
tener aliados desagradables: la crítica sobre la conducta de Rusia en Chechenia ha
terminado y la dictadura militar en Pakistán se mantiene todavía.
He sostenido que el estado ganará más fuerza, obviamente en el caso de los Estados
Unidos. Sin embargo, deseo poner mayor énfasis en cuanto al aspecto normativo que
requieren los estados. Los Estados Unidos de Norteamérica necesitan compañeros para
crear un mundo más seguro. Los socios son los estados. La estabilidad se creó en
Europa justo cuando los estados pudieron encerrar y disciplinar a los empresarios
militares, de esta manera también se fortalecerá la seguridad, entonces los estados
deberán adquirir la capacidad para controlar el terrorismo. Los estados débiles no llevan
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mensajes de paz. Da la casualidad que los sucesos ocurridos el 11 de septiembre
pueden darle al terrorismo tan terrible nombre que perdería su fuerza, si tomamos en
cuenta el aumento del poder de dichos estados débiles. Algo parecido pasó en Irlanda
del Norte, en donde un mayor control sobre el área militar de Sinn Fein había dado un
nuevo día al proceso de paz.
No se debe negar que ha existido un incremento en los vínculos globales entre la
"sociedad civil" que puede atenuar el poder del estado. Algunos de estos vínculos son
buenos y progresivos, pero el terrorismo demuestra que otros pueden ser viciosos,
antiliberales y antidemócratas. Al respecto, soy partidario de lo que menciona Raymond
Aron en sus últimas páginas de la monografía sobre Clausewitz, el cual sostiene que es
posible que se produzca la paz aumentando la racionalidad de los estados. Remarcar
este enfoque lo hace vital para reiterar que la inclusión de varias opiniones,
fundamentalmente informados, y la creación de las instituciones liberales pueden
fortalecer la capacidad del estado. Sin embargo, es muy pero muy difícil llevar a los
países en dicha dirección. La creación de la política para hacerlo permanece como la
tarea más urgente de la ciencia social moderna.
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