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Ideas y Acción
Todavía lejos de los tiempos electorales, queremos aprovechar este alto
en el camino para recordar quiénes somos.
Queremos hablarnos a nosotros mismos para volver a decirnos por qué
hacemos política, por qué defendemos las ideas que defendemos y por qué
optamos por ciertas maneras de actuar. Queremos darnos un momento para
reafirmar que tenemos algo único e intransferible que aportar al país.
Queremos dejar bien claro, a nosotros mismos y a los demás, cuáles son los
caminos que estamos dispuestos a recorrer y qué caminos nunca vamos a
recorrer porque sería traicionarnos.
Recordar quiénes somos es reafirmar una manera muy nuestra de
combinar tres cosas esenciales: las ideas de fondo que nos mueven, una visión
de lo que significa gobernar y una línea de conducta a la que queremos
mantenernos fieles.
Somos un sector movido por ideas pero no estamos intoxicados de
ideología. Por eso criticamos a quienes sacrifican la buena gestión en el altar de
sus dogmas, haciendo pagar a los uruguayos los costos de sus demoras y
fracasos. La inacción de los gobiernos del Frente Amplio ante el creciente
aislamiento comercial del país (producto de su adhesión puramente ideológica a
un Mercosur bloqueado), o la extrema lentitud para reaccionar ante el
deterioro de nuestras carreteras (porque implica reconocer sin prejuicios que la
ley de Proyectos Público-Privados está mal hecha), son ejemplos de una rigidez
mental que nos castiga a todos.
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Intoxicarse de ideología es malo porque afecta la calidad de la gestión, y
también porque tiene consecuencias en el plano de la ética. Quienes creen ser
la punta de lanza de la historia, quienes están convencidos de que lo único
bueno que le puede pasar al país es que ellos gobiernen, terminan
permitiéndose apelar a cualquier medio para llegar al poder y para conservarlo.
Y cuando alguien cree que la ética puede ser ignorada cada vez que le convenga
políticamente, la mentira, el abuso de poder y finalmente la corrupción no
demoran en aparecer. La ideología termina funcionando como un permiso sin
límites para usar el poder en beneficio propio.
Tampoco funciona el otro extremo, que consiste en sustituir la política
por la gestión. Si no hay ideales que servir ni sueños que alcanzar, la política
termina convirtiéndose en una fuerza sin rumbo. De nada sirven los impulsos de
cambio si no apuntan a un fin definido por las ideas. Por eso importa el debate y
por eso importa la construcción de partidos políticos con visión de largo plazo.
Nosotros creemos en el valor de las ideas, sin quedar encerrados en
dogmatismos. Pensamos con libertad y sin miedo, porque sabemos que, cuando
las ideas se vuelven rígidas, terminan por convertirse en cárceles de larga
duración (la frase la dijo hace mucho el historiador francés Fernand Braudel).
También damos mucha importancia a la gestión, porque creemos que ese
es el terreno de la verdad para cualquier gobierno. Las teorías y las buenas
intenciones no valen nada si no se traducen en mejoras concretas para las
personas. Los grandes anuncios y las palabras sonoras no compensan la falta de
resultados.
Al mismo tiempo afirmamos la importancia de mantener una línea de
conducta que marque los límites de lo posible en política. Si una ideología nos
autoriza a ignorar los mandatos de la ética, simplemente la rechazamos. No
tenemos la soberbia de creernos la culminación de la historia, ni pretendemos
estar exonerados de ningún deber que obligue a todos los demás.
Nos negamos a tomar el camino corto para llegar más rápido. La política
sin ideas y sin principios es una fuerza ciega que termina por volverse peligrosa.
Al mismo tiempo, practicamos una ética de la responsabilidad que nos obliga a
hacernos cargo de los resultados. La política no es sólo desear sino también
hacer. El que no consigue hacer, por más puras que sean sus intenciones, está
faltando al primer deber del político. Afirmamos la importancia de los logros
concretos que cambian la vida de la gente, pero no creemos que sea lícito llegar
a ellos por cualquier medio.
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Todas estas son cosas que a veces perdemos de vista en el fragor de la
batalla. Por eso es bueno volver a ellas antes de meternos de lleno en el tiempo
electoral. Vamos por la victoria, pero a nuestro modo: libres en las ideas,
responsables en cuanto a los resultados y cuidadosos en los procedimientos.
1. Ideas
Somos parte de un partido que dice en su escudo:
“Somos idea. La unión nos hará fuerza”. Ya en el lejano año
1906, el Partido Nacional se describía a sí mismo como “un
partido de acción y un partido de ideas”. Y eso seguimos
siendo hasta hoy.
Creemos en la libertad como valor esencial del ser
humano. Y creemos que las instituciones son el mejor
resguardo para que cada persona pueda disfrutarla, sin que
ningún poder la obligue a renunciar a sus sueños, a sus
proyectos y a sus convicciones. Por eso seguimos
sintiéndonos, como en tiempos de Oribe, “defensores de
las leyes”.
Defendemos la libertad y sabemos reconocer a sus
detractores. En realidad, descubrirlos es muy fácil: los que
no valoran la libertad son aquellos que siempre encuentran
motivos para sacrificarla en beneficio de otra cosa.
Nosotros valoramos la igualdad, la seguridad y la
inclusión, pero afirmamos que hay que alcanzarlas sin pagar
el precio de sacrificar la libertad. Hay que distribuir en
libertad, hay que combatir el delito en libertad, hay que
incluir en libertad. Es posible que no sea el camino más
fácil, pero es el mejor camino.
Defendemos la libertad, pero no una libertad abstracta
que no sea ejercida por nadie en particular, sino una
libertad estrechamente asociada a la persona humana. Sólo
hay libertad si las personas son libres. Esa irreductibilidad
de la persona nos convierte en férreos defensores de los
derechos y libertades fundamentales, como garantías que
protegen a cada individuo.
Creemos firmemente en la justicia social y en la
igualdad. Pero no en aquella que iguala para abajo y castiga
el éxito, sino en una igualdad de oportunidades que nos
convoca a ser mejores con independencia de las
“Creemos en
la libertad
como valor
esencial del
ser humano.
Y creemos
que las
instituciones
son el mejor
resguardo
para que
cada persona
pueda
disfrutarla…”
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condiciones de origen. Esa es la forma de igualdad en la
que siempre creímos los uruguayos: aquella que, como
dice la Constitución, no reconoce más distinciones que “la
de los talentos o las virtudes”.
Decimos que no hay desarrollo nacional sin desarrollo
social. Aspiramos a construir una sociedad integrada y
defendemos la idea de un Estado presente y activo, que
proteja a quienes se encuentren en una situación de
vulnerabilidad permanente o transitoria. Por eso
defendemos las políticas sociales y a lo largo de la historia
hemos contribuido a crearlas. El papel de las políticas
sociales es ayudarnos a todos a estar en condiciones de
ejercer una libertad real.
Creemos en la importancia de una economía sana,
competitiva e independiente de la política, como una
condición indispensable para asegurar la integración social
y el bienestar de todos los uruguayos. Oponer lo
económico a lo social es no entender el mundo en que
vivimos. Ni los derechos, ni las políticas sociales, ni las
políticas de empleo tendrán efectos reales y duraderos si
no contamos con una economía productiva e integrada al
mundo, capaz de proveer de manera sostenible los
recursos necesarios para atender las necesidades de
todos.
Practicamos un nacionalismo abierto que no encierra
actitudes hostiles ni sentimientos de superioridad hacia
nadie. Para nosotros, ser nacionalistas es estar
comprometidos con la continuidad de un Uruguay
democrático y plural. Creemos, como creyó siempre
nuestro partido, que un país rodeado de grandes vecinos
debe ver a la política internacional como un instrumento
esencial para asegurar su integridad y su soberanía. Por
eso estamos comprometidos con los grandes principios
que siempre nos han destacado en el ámbito
internacional. Entre ellos se cuentan la defensa de los
derechos humanos, el respeto a la autodeterminación de
“Para nosotros,
ser
nacionalistas es
estar
comprometidos
con la
continuidad de
un Uruguay
democrático y
plural.”
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los pueblos, la voluntad de honrar los acuerdos
internacionales y la solidaridad continental ante cualquier
forma de agresión o imposición externa.
En este marco general, damos especial importancia a
las acciones de defensa y preservación del medio ambiente
como un componente esencial de la acción en el plano
internacional. Tanto en lo político como en lo económico y
lo jurídico hay aquí un conjunto de deberes que nos
comprometemos a respetar, en beneficio de las
generaciones presentes y futuras.
Hacia adentro del país, defendemos una visión
integrada que busca el equilibrio entre la capital y el
interior, entre lo urbano y lo rural, entre lo nacional y lo
departamental. Estamos a favor de una descentralización
efectiva, del desarrollo local, de la diversificación
productiva y de una política de desarrollo de
infraestructura que asegure la integración del territorio y
una auténtica igualdad de oportunidades de desarrollo
humano, económico y social.
Defendemos la separación de poderes, las garantías
electorales, el respeto de las minorías y la rotación de
partidos en el ejercicio del gobierno, no como simples
formalidades sino como componentes esenciales de una
vida política que nos permite procesar nuestras diferencias
y construir acuerdos que sostengan la vida en sociedad.
Nos negamos a ver a la política como una forma de guerra.
Frente a otros que todavía vacilan en su fidelidad al orden
democrático, nosotros reafirmamos nuestra lealtad a las
instituciones, a la Constitución y a las leyes, con
independencia de que nos toque estar en mayoría o en
minoría.
Estas ideas no son una plataforma para las próximas
elecciones, ni mucho menos forman parte de una campaña
de marketing político. Como integrantes del Partido
Nacional, las hemos defendido durante más de 180 años.
Ellas expresan una visión de largo plazo que hemos
“ ..defendemos
una visión
integrada que
busca el
equilibrio entre
la capital y el
interior, entre
lo urbano y lo
rural, entre lo
nacional y lo
departamental
.”
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sostenido con tesón, frecuentemente en las condiciones
más difíciles. El país entero ha sido testigo de esa
continuidad.
Nuestras Ideas constituyen un todo coherente, pero al
mismo tiempo evolucionan, viven, se adaptan. No le
tenemos miedo al cambio ni a las discusiones. Justamente
porque tenemos una identidad tan fuerte, podemos
permitirnos discutir, discrepar y evolucionar. Y es esa
misma fortaleza la que nos permite salir al encuentro de
quienes vienen de otras tradiciones políticas, invitarlos a
integrarse y enriquecernos con sus aportes.
Creemos en los encuentros que saltan por encima de
los alambrados para construir terrenos comunes. Por eso
estamos dispuestos a que nos convenzan, a incorporar las
sensibilidades y las ideas que vengan de afuera. No nos
interesa contribuir a esas divisiones permanentes, esas
fracturas que se pasan de generación en generación hasta
convertirse en un destino agobiante. Lo que nos estimula
es la coincidencia con los distintos, la construcción de
terrenos de encuentro. A esos terrenos hay que
sembrarlos con humildad y con apertura de cabeza. A esos
terrenos hay que hacerlos posibles renunciando al odio y a
la descalificación de los que piensan diferente. Por eso nos
gusta ser firmes con las ideas y suaves con las personas.
No somos una comunidad política cerrada ni queremos
que quienes se nos acercan se despojen de sus
convicciones. Somos una fuerza viva y fecunda. Por eso
podemos evolucionar, dialogar e incorporar nuevos
aportes, sin perder el norte que nos marca un legado que
es parte de lo que somos.
“ ..porque
tenemos una
identidad tan
fuerte,
podemos
permitirnos
discutir,
discrepar y
evolucionar. Y
es esa misma
fortaleza la
que nos
permite salir al
encuentro de
quienes vienen
de otras
tradiciones
políticas …”
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2. Acción
El Frente Amplio recibió el gobierno en el año 2005,
junto con una economía que volvía a crecer tras haber
superado la feroz crisis económica de 2002. El país se
estaba recuperando. También había conseguido
mantener su prestigio crediticio porque (contra lo que
había exigido el hoy presidente Vázquez) había evitado el
default.
En los años siguientes se alinearon los astros. El
contexto internacional se volvió favorable en casi todos
los frentes, hasta redondear una situación excepcional. El
precio de la tonelada de soja pasó de 201 dólares en
2005 a más de 600 a mediados de 2012 (el año pasado
todavía estaba a 420). También subieron los precios de
otros productos cruciales como la carne. El turismo se
desarrolló en todo el mundo y también en la región. Las
tasas de interés se mantuvieron muy bajas, lo que nos
favoreció: nuestros costos financieros se redujeron y
llegaron inversiones en busca de mejores rendimientos.
A ese contexto asombrosamente favorable se le llamó
“viento de cola”. En realidad, fue una oportunidad
histórica para lograr el despegue económico y social del
país. Hay que remontarse un siglo atrás en la historia
para encontrar un escenario comparable.
Pero, a diferencia de lo que ocurrió a principios del
siglo XX los gobiernos del Frente Amplio dejaron pasar un
conjunto de oportunidades excepcionales sin
aprovecharlas integralmente.
Como en todos estos años el gobierno gastó más de lo
que recaudó (pese a que recaudó como nunca) tenemos
un déficit fiscal que llegó a superar el que tuvimos en
plena crisis de 2002. También tenemos la deuda más
abultada en la historia del país: más de 33 mil millones de
dólares. A cambio de esos lastres que pesarán sobre las
“ …los
gobiernos del
Frente Amplio
dejaron pasar
un conjunto de
oportunidades
excepcionales
sin
aprovecharlas
integralmente.
“
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próximas generaciones, tenemos una enorme lista de
problemas sin resolver: una economía con serios problemas
de competitividad, decenas de miles de puestos de trabajo
perdidos, la más preocupante crisis de la historia de nuestra
enseñanza, un FONASA desfinanciado que amenaza con
generar una crisis general de la salud, carreteras destrozadas,
ANCAP fundida, PLUNA mal cerrada, el FONDES acumulando
déficits por decenas de millones de dólares, records de
criminalidad, cárceles donde todos los días se violan los
derechos humanos, una grave situación de aislamiento
comercial. Como si los largos años de abundancia no
hubieran existido, el gobierno se juega hoy todos los boletos
al nuevo acuerdo con UPM.
Largos años de bonanza no fueron debidamente
aprovechados para generar crecimiento sostenible. Las
mejoras que se lograron a corto plazo, aprovechando la
coyuntura, no fueron construidas con la solidez necesaria
para durar. ¿Qué fue lo que faltó? No ciertamente recursos,
porque en estos años abundaron. Tampoco faltaron en el
gobierno personas movidas por buenas intenciones, aunque
no todas merecen ese elogio. Lo que más faltó fueron buenas
ideas y, sobre todo, capacidad de gestión.
Los gobernantes del Frente Amplio son buenos
fabricando palabras y promesas, pero no son buenos
haciendo.
Ha faltado sentido de urgencia, porque no perciben que
demorar las soluciones trae costos graves para los
uruguayos. Les falta practicidad y sentido común. Les falta
sentido de la historia: no entienden que dejar decaer el
puerto de Montevideo no es sólo un tema logístico, sino un
grave episodio que nos deja más débiles en la siempre
vigente guerra comercial entre puertos de la región.
Los gobernantes del Frente Amplio creen que gobernar es
explicar por qué no salen las cosas. El ministro Bonomi nos
explica por qué tenemos tasas de criminalidad tan altas, en
lugar de combatirlas con eficiencia. El canciller Nin Novoa nos
“ Los
gobernantes
del Frente
Amplio son
buenos
fabricando
palabras y
promesas,
pero no son
buenos
haciendo. “
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explica cómo debería ser la política comercial del Uruguay,
pero se resigna a no poder tomar una sola decisión que
esté alineada con sus propias explicaciones. Las
autoridades de la enseñanza nos explican por qué no
pueden modificar el régimen de elección de horas
docentes, en lugar de hacer lo necesario para cambiarlo.
Nosotros sabemos que los gobiernos no son elegidos
para explicar sino para hacer. Somos conscientes de que
las intenciones y los anuncios no son nada, a menos que
generen efectos positivos en la vida de la gente. Y sabemos
que gestionar bien no es una cuestión de papeles ni de
organigramas, sino de acciones concretas.
Frente a gobiernos que no tienen sentido de urgencia,
nosotros sabemos que cada día que pasa sin que se
resuelvan los problemas es un día perdido para los
uruguayos: un día en el que un alumno no hizo los
aprendizajes que pueden salvarlo de la marginalidad, un
día en el que alguien fue víctima de un delito, un día en el
que se perdieron oportunidades de generar empleo.
Frente a gobiernos que no se animan a ejercer
autoridad, nosotros reivindicamos el saludable principio de
autoridad democrática, que nada tiene que ver con el
autoritarismo. Los gobiernos reciben de los ciudadanos un
mandato para hacer cosas, y si no las hacen están
incumpliendo su parte del contrato. La legitimidad que dan
los votos debe traducirse en políticas efectivamente
ejecutadas. Para eso hay que atreverse a liderar, porque
una autoridad que no se ejerce termina por perderse. Si los
representantes de los ciudadanos no se animan a mandar,
entonces mandarán los grupos de interés y las minorías
intensas.
Frente a gobiernos que dejan evaporarse centenares de
millones de dólares en aventuras como las de ANCAP, la
regasificadora y el FONDES, nosotros sabemos que cada
peso público que se gasta era un peso que fue aportado
con esfuerzo por los contribuyentes. La plata que se
“…cada día
que pasa sin
que se
resuelvan los
problemas es
un día perdido
para los
uruguayos…”
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recauda mediante impuestos es plata que pierden los
hogares para satisfacer sus propias necesidades. Por eso,
todo gobierno debe ser responsable en el manejo de la
plata ajena. Hay que responder por cada peso recaudado,
en lugar de quemar dinero en fiestas faraónicas, en
contratos injustificables o en sueldos de gerentes sin
tareas. El camino que debemos recorrer no es el de más
impuestos, sino el de una mejor gestión.
Frente a gobiernos que debilitan las unidades
reguladoras, ocultan información hasta el punto de tener
que pedírsela a los jueces y dejan sin responder
centenares de pedidos de informes presentados por los
legisladores, nosotros afirmamos que un gobierno
preocupado por hacer debe dejarse controlar. Para eso es
necesaria mucha transparencia. Pero la transparencia no
se logra hablando de transparencia, sino practicándola. Un
gobierno que no es transparente en su gestión cotidiana es
un gobierno se está negando a rendir cuentas ante los
ciudadanos.
Un gobierno respetuoso de los ciudadanos tiene que
ser un gobierno honesto, recto en sus procedimientos,
convencido de que lo político no debe estar por encima de
lo jurídico. Este es un terreno en el que hemos
retrocedido.
Los uruguayos nos hemos visto sorprendidos por
prácticas que, a nuestra escala, son escandalosas: avales
bancarios otorgados sin que se cumpla la normativa, una
falsa subasta presentada como real en las pantallas de
televisión, campañas publicitarias de empresas públicas
usadas para lanzar candidaturas personales, uso
injustificado de aviones por parte de jerarcas públicos,
negocios oscuros con Venezuela centralizados por un
supuesto empresario amigo del gobierno, usos
injustificables de tarjetas corporativas, pago de publicidad
en radios que no emiten.
Estas prácticas deterioran el clima de confianza,
“Un gobierno
respetuoso de
los ciudadanos
tiene que ser
un gobierno
honesto, recto
en sus
procedimientos
, convencido de
que lo político
no debe estar
por encima de
lo jurídico…”
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deslegitiman la política, erosionan el apoyo ciudadano al
orden democrático.
La falta de ética y la corrupción son además una fuente
de daños materiales para el país. No hablamos de daños
abstractos, sino de daños tan concretos que pueden ser
contabilizados.
Frente a los que dicen que para ser ético alcanza con
tener buenas intenciones, nosotros decimos que las
intenciones son importantes pero, al menos cuando
hacemos política, valen poco si no generan resultados.
Principios sin consecuencias prácticas no transforman
nada. Buenas intenciones sin resultados sólo pueden
generar decepción en quienes necesitan mejoras en su
vida.
Todo esto define la ética de la responsabilidad que
aspiramos a practicar. Para quien práctica la ética de la
responsabilidad, la evaluación ética es muy exigente
porque abarca todo el arco de nuestra acción: los
principios generales que defendemos, las intenciones que
nos mueven y los resultados que logramos. La ética de la
responsabilidad nos obliga a no desentendernos de nada.
” …nosotros
decimos que
las intenciones
son
importantes
pero, al menos
cuando
hacemos
política, valen
poco si no
generan
resultados.”
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3. Conclusión
Estamos movidos por ideas, creemos en la importancia de la gestión y
estamos comprometidos con una línea de conducta. Por eso afirmamos que ni
las ideas ni la gestión son fines en sí mismos. El fin último es la libertad real de
los ciudadanos, es decir, la combinación entre dos elementos esenciales que
todo gobierno debe cuidar. El primero de esos elementos es el respeto de la
libertad, es decir, el respeto a la autonomía de decisión de cada persona, que
empieza por su propia seguridad física y se extiende a sus decisiones sobre
cómo quiere vivir. El segundo elemento esencial es la distribución de
oportunidades y recursos que permitirán a cada uruguayo perseguir sus
objetivos y cumplir sus sueños.
Esta es para nosotros la vara para medir el éxito o el fracaso de un gobierno.
Si la gestión termina y la persona tiene más libertad real, el gobierno ha sido
exitoso. Si la gestión termina y la persona tiene menos libertad real, el gobierno
fracasó.
Queremos ser constructores de un Uruguay más libre y más equitativo. Y
queremos construirlo por caminos de los que podamos sentirnos orgullosos.
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