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MARXISMO & REVOLUCIÓN MARXISMOYREVOLUCION.ORG
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LA MIRADA DEL ESPÍRITU, EL ESCLAVO Y EL ÁNGEL. APUNTES PARA UN CONCEPTO DE VIOLENCIA
EN AMÉRICA LATINA
Por Carlos F. Lincopi Bruch
Apuntes preliminares
El presente trabajo tiene por objeto presentar elementos que permitan
desarrollar una perspectiva conceptual de la historia, la cual irá de la mano de una
reflexión sobre la violencia, en momentos, no se sabe si se habla de la historia o la
violencia, a menudo parecen un mismo concepto. La razón de ello estriba en que
escribimos desde América Latina. Lo que vamos a realizar es contrastar y presentar
diversos momentos del pensamiento filosófico representados en la tríada Hegel,
Fanon y Benjamin. Para nosotros, desarrollar un concepto de historia significa
ubicarse en la oscuridad del tiempo y del espacio. La razón es más o menos sencilla, en
definitiva, vivimos en las entrañas de la modernidad. Nuestro cuerpo se encuentra
rodeado por las más crudas determinaciones de la violencia. Pensamos la historia,
desde la filosofía, desde América Latina, desde un ser para otro. Esclarecer un
concepto de historia significa observar la irracionalidad de la modernidad, es decir,
aquel aspecto “oculto”, pero “esencial”, del mundo que habitamos. Sostenemos, por
tanto, que presentar un concepto de historia significar pensar, en la actualidad, en la
modernidad capitalista, la violencia desnuda, cruda, en sí.
Advertimos que no es fácil escribir estas líneas, desde nuestro ser mapuche,
puesto que habitamos en las tinieblas de la modernidad. Realizar un comentario sobre
la historia y la violencia es, para nosotros, algo tan común, tan cotidiano y tan
espeluznante. Hablaremos de la violencia, entonces, no solo en un sentido conceptual
–como nos gusta – sino que abordaremos episodios que tienen un fuerte componente
autobiográfico, en primera persona a menudo, no por egolatría de quien escribe, sino
por sinceridad intelectual (no podríamos abordar el ensayo de otra forma, sería
completamente hipócrita). Al comenzar este trabajo, pensábamos en la pertinencia de
escoger un “caso” que sirviera como objeto de análisis y no encontrábamos
satisfacción en las novelas, obras de teatro, poemas, pues aunque hay
representaciones estéticas muy buenas, la violencia tiene algo de irrepresentable.
Probablemente sea la única entidad en el mundo irrepresentable conceptualmente,
toda palabra, toda obra de arte, no logra dar cuenta de la verdadera y auténtica
violencia, la violencia real. Los filósofos siempre hemos sospechado de la “certeza
sensible” (aquella que se desarrolla a partir de nuestros sentidos inmediatos) y hemos
superado la barrera de los sentidos. Sin embargo, la violencia no puede entenderse
más que a partir de la violencia misma y, por tanto, precisamente, a través de esa
certeza sensible. Por ejemplo, el espectador de las noticias observa cotidianamente
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hechos de violencia, es parte de un hábito, es su costumbre, la violencia fenoménica a
la cual accede vía “televisor” no le afecta, de hecho, le divierte. Por detrás de la
apariencia fenoménica, presentada y representada por el noticiero, encontramos la
esencia, la violencia real que solo es sentida y comprendida, realmente, por aquellos
que sufren la violencia y, la comprenden precisamente en el momento –en ese instante
de peligro en el cual todo puede acabar – bajo la oleada de misiles que caen sobre el
techo o en cualquier otro acontecimiento en el cual la violencia se presenta como
portadora de cierta soberanía sobre “cuerpo y alma” de las personas que habitan un
territorio, una nación, una clase, un grupo. Por esta razón, probablemente el texto de
Frantz Fanon Los condenados de la tierra sea tan impactante. El libro es redactado por
un militante revolucionario que ha observado la violencia desnuda, es un texto, un
documento, una obra maestra, escrita –siguiendo la terminología de Walter
Benjamin– en ese instante de peligro en el cual todo puede acabar. Fanon deja una
huella de su vida, precisamente, en su escritura. Ensayaremos, pues, con las
dificultades propias del ente abordado, un concepto de historia – lo cual implica, al
parecer, un concepto de violencia –.
La mirada del espíritu. Hegel y el Nuevo Mundo
G.W.F. Hegel en sus Lecciones sobre filosofía de la historia universal desarrolla
una argumentación orientada a fundamentar un concepto de historia universal. En
estas lecciones, Hegel aborda brevemente sus consideraciones acerca de América a la
cual llama “Nuevo Mundo”. Para Hegel, considerar la historia desde una perspectiva
universal, no quiere decir pensar lo universal abstractamente, sino concreta y
presente.1 Para él, pensar la historia universal significa abordar el “espíritu,
eternamente en sí, y para quien no existe ningún pasado”2. Este elemento contrasta
radicalmente con la concepción de Benjamin que desarrollaremos más adelante, en el
sentido de que para Walter Benjamin el pasado juega un rol central, sostiene: “…el
pasado lleva consigo un secreto índice, por el cual es remitido a la redención.”3 Este
punto lo vamos a desarrollar detenidamente más adelante. Por ahora, podemos
visibilizar en Hegel la primacía de un orden temporal: el tiempo presente.4 De hecho,
este punto es abordado con mayor claridad en la Fenomenología del espíritu, en la cual
Hegel sostiene que, el espíritu solo puede nacer en el encuentro – violento – entre
autoconciencias, pues la satisfacción del deseo de una autoconciencia solo puede
1 Hegel, G. (2012). Lecciones sobre la historia universal. Madrid: Alianza, p.160
2 Ibíd., p.160
3 Benjamin, W. (2014). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago de Chile: LOM, p.40
4 En Benjamin también existe una consideración muy importante acerca del tiempo-ahora, el presente
actual, por el cual puede entrar el mesías, como veremos, en las concepciones sobre la historia tiende a haber puntos de encuentro entre ambos pensadores.
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lograrse en otra autoconciencia.5 Es en ese encuentro donde “está presente ya para
nosotros el concepto de espíritu”6, y orienta el punto en el cual la conciencia “se aparta
del más acá sensible y de la noche vacía del más allá suprasensible, para marchar hacia
el día espiritual del presente”. En este sentido, el concepto de “espíritu” en Hegel
denota cierta temporalidad cargada de presente, de actualidad. Ese encuentro del yo
con el otro, en la cual pareciera ser que inicia la historia de la humanidad, no es
pacífico, más bien, todo lo contrario. Ese encuentro de entidades autoconscientes es
absolutamente violento, es el inicio de la guerra, de la violencia radical por la sujeción
del otro, el deseo de reconocimiento – en el otro – provoca una “lucha a vida o
muerte”.7 En este punto no hay comunidad, no hay desarrollo del espíritu en su
verdad, no hay unidad del “yo en el nosotros” y del “nosotros en el yo” es el Bellum
omnium contra omnes.
En Lecciones sobre la filosofía de la historia universal Hegel desarrolla las
relaciones entre el espíritu y la naturaleza, así como las condiciones de posibilidad
para el surgimiento del primero. Aprehender estos elementos será vital para entender
su visión sobre América – y sobre América del Sur en particular –. Veamos.
Un primer elemento, dice relación con el suelo, la tierra. Para Hegel el espíritu al
ingresar al plano de la existencia, tiene el suelo como base esencial y necesaria. En ese
momento, el espíritu ingresa a la infinitud y, con ello, a la esfera de la naturaleza.8
Hegel sostiene que existe un nivel de correlación entre el nivel espiritual y el natural.
Este último, la existencia natural, contiene dos aspectos importantes: 1) voluntad
natural del pueblo, y; 2) la naturaleza exterior particular.9 Abordar el elemento
natural significa, entre otras cosas, abordar el contexto geográfico de una nación,
decíamos, el suelo. El humano, desde la argumentación hegeliana, en la medida que no
es libre, es un ser sensible. Entendemos aquí la “sensibilidad” del ser, como aquella
primera figura que da vida a la experiencia de la conciencia, el estadio más primitivo
del espíritu –algo así como un “pre-espíritu” – cuya determinación es, precisamente, lo
sensible. Esa sensibilidad se encuentra con su contenido geográfico, el mundo que
rodea a la conciencia, como una conciencia meramente de lo otro, del mundo objetual,
mas aún no hay conciencia de sí en tal mundo –por eso es un ser “sensible” antes que
“libre” o autoconsciente –. Es el mundo tal y como se la presenta a la conciencia en su
sensibilidad –en sus sentidos –, es la primera determinación sobre la cual la
conciencia va a desarrollar su experiencia, por eso, sostenemos, que Hegel plantea:
“No nos proponemos conocer el suelo como un local externo, sino el tipo natural de la
5 Hegel, G. (2015). Fenomenología del espíritu. México: Fondo de Cultura Económica, p.112
6 Ibíd., p.113
7 Ibíd., p.116
8 Hegel, G. (2012). Lecciones sobre la historia universal. Madrid: Alianza, pp.161-162
9 Ibíd., p.162
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localidad, que corresponde exactamente al tipo y al carácter del pueblo, hijo de tal
suelo.”10 Hegel aclara que esto es una primera determinación y que “no debiésemos
admitir una relación de dependencia, de tal modo que el carácter de los pueblos fuese
formado por las condiciones naturales del suelo”. El estadio de ser sensible sería algo
así como un niño que alberga en sí las condiciones de posibilidad para forjarse en
hombre, y por tanto, en un ser libre.11 Finalmente, tenemos que el suelo, en tanto
mundo que rodea a la conciencia, es una determinación del ser sensible. Quizás, hay
entidades en el mundo “condenadas a la tierra”, al “suelo”, quizás hay “gente de la
tierra” (mapuche). No deja de ser notable el elemento que visualiza Hegel en este
estadio en el cual comienza a forjarse el espíritu de un pueblo, de una nación, aquel
lugar en el cual, sencillamente, se nace.
El segundo elemento a considerar, por Hegel, es el clima. Aunque sostiene que
no es un elemento “determinante”, considera que ni las zonas cálidas ni las zonas frías
son “suelo abonado para la libertad de los hombres”.12 El argumento es más o menos
así, existen zonas sobre las cuales la libertad del hombre puede desarrollarse más
fácilmente que en otras, aunque en la zonas cálidas y frías, en la cual la naturaleza es
demasiado poderosa, si bien no es imposible que la conciencia supere su estadio
puramente sensible en aras a adquirir su libertad, es al menos, difícil.13 La naturaleza,
en ningún caso, debe considerarse como una entidad tal que es más fuerte que el
espíritu.14 Hegel subraya, siguiendo a Aristóteles, que es preciso satisfacer la premura
de la necesidad, para luego elevarse a los fines más elevados, precisamente, a la
libertad, a la cultura más elevada.15 Es curioso que Walter Benjamin en su tesis IV
sobre el concepto de historia, iniciara con un pasaje de Hegel: “…Afanaos primeramente
por la comida y la vestimenta, y el Reino de Dios os llegará de suyo…”16, también Marx
pensaba algo similar cuando sostenía que: “…El hombre necesitado, cargado de
preocupaciones, no aprecia el espectáculo más hermoso…”17. Las consideraciones de
Hegel, pues, no son algo extraño en la historia de la filosofía, nosotros también
consideramos la satisfacción de la apetencia natural como un elemento central para el
desenvolvimiento de los pueblos para llegar a un “nivel cultural más elevado”.
Volvamos a Hegel. Siguiendo su orientación argumentativa, será la zona templada la
que “ha de ofrecer el teatro para el drama de la historia universal” y dentro de esa
10
Ibíd., p.162 11
Ibíd., p.162 12
Ibíd., p.163 13
Ibíd., p.163 14
Ibíd., p.163 15
Ibíd., pp.163-164 16
Benjamin, W. (2014). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago de Chile: LOM, p.40 17
Marx, C. (2012). Manuscritos económico-filosóficos. En E. Fromm, Marx y su concepto del hombre (págs. 103-175). México: Fondo de Cultura Económica, p.142
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zona, la mejor es la parte septentrional, es decir, el Norte.18 Nos permitiremos citar a
Hegel para mejor comprensión del argumento: “…mientras en el Norte la tierra se
desarrolla a lo ancho, en cambio, hacia el Sur, se escinde y deshace en varias puntas
afiladas, como son América, Asia y África…así, en el aspecto botánico y zoológico, la zona
septentrional es la más importante…”.19 Para Hegel, el lugar de la historia universal, no
es otro que su Europa. Mientras que en el Sur, en nuestra América: “…La violencia de
los elementos es demasiado grande, para que el hombre pueda vencerlos en la lucha y
adquirir poderío bastante para afirmar su libertad espiritual frente al poder de la
naturaleza.”20
El tercer elemento refiere a las relaciones entre mar y tierra, las cuales pueden
entenderse de la siguiente forma: 1) altiplanicies sin agua; 2) valles surcados por ríos,
y; 3) litorales.21 En las altiplanicies, básicamente, no existen condiciones para forjar un
espíritu comunitario, no hay “relaciones jurídicas” y es el terreno propio del robo22,
del delito; los pueblos que viven en estas condiciones se encuentran en una guerra
exterior constante, no observan su interioridad, su comunidad, su espíritu, el estadio
del pueblo que habita el altiplano, en la mirada de Hegel, es un pueblo sumergido a un
caos continuo de violencia radical. El caso del valle es diferente, pues: “El suelo es fértil,
por el acarreo de tierras; el terreno debe su fertilidad a las corrientes que lo han
formado. Aquí surgen los centros de cultura, que son independientes, pero no una
independencia sin límites del primer elemento, sino con una diferenciación, que no se
lanza al exterior, sino que se convierte en cultura interior”23. El tercer elemento es el
litoral, el lugar de contacto, propiamente, de tierra y mar. El mar alienta, según Hegel
las siguientes características en los pueblos: mirada hacia lo infinito, ánimo de
trascendencia, a la valentía, a la conquista, la ganancia, el perder el miedo a perder la
muerte y, por tanto, alienta en el individuo una conciencia de mayor libertad. El mar
invita a perder el miedo a la muerte, como en la dialéctica de señorío y servidumbre, y
engendra un espíritu peculiar. Es en el litoral, el lugar en el cual se forjarán los Estado
más elevados.24
Hasta este momento, el Norte es lo más elevado espiritualmente, mientras que
el Sur, parece más cercano a un estadio primitivo, a un estadio “natural” de “ser
sensible”. La violencia es ejercida por el entorno natural, geográfico y climático, pero
así mismo, la naturaleza violencia del entorno, se expresa en cierto carácter del
18
Hegel, G. (2012). Lecciones sobre la historia universal. Madrid: Alianza, p.164 19
Ibíd., p.164 20
Ibíd., p.164 21
Ibíd., p.165 22
Ibíd., p.166 23
Ibíd., p.167 24
Ibíd., pp.168-169
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pueblo, es violento, no tiene forjado un espíritu (según Hegel), tampoco regulación
jurídica, parece ser, hasta aquí, que el Sur posee en sí la concentración de múltiples
determinaciones que dan vida a una violencia radical, en estado “puro”.
Luego de abordar los elementos generales, Hegel recién comenzará a
desarrollar su “punto de vista” sobre el Nuevo Mundo, es decir, sobre nuestra
América. A diferencia de Europa, como el lugar en el cual la humanidad es más libre25,
América del Sur es, un lugar en el cual se desarrolla una impotencia física y espiritual
de los pueblos.26 El Nuevo Mundo no se diferencia con respecto al Viejo Mundo en
consideraciones superficiales o exteriores. La violencia del argumento de Hegel radica
en que, la diferencia, es una división esencial.27 El Nuevo Mundo “no es nuevo
relativamente sino absolutamente”.28 En nuestro Sur, a los ojos de Hegel, habitan unos
cuerpos sin espíritu, carentes de cultura. De hecho, la poca cultura que había, era una
cultura “natural” –primitiva– condenada a perecer al entrar en contacto con el
verdadero espíritu –el europeo–.29 El indígena es una entidad en el mundo que perece
frente al “soplo del espíritu”30. Estos pasajes de Hegel ocultan una violencia radical:
“…estos pueblos de débil cultura perecen cuando entran en contacto con pueblos de
cultura superior y más intensa.” El indígena, según Hegel, es por su propia naturaleza,
sumiso, humilde y servil, tanto con respecto al criollo, pero con aún más fuerza, con
respecto al europeo.31 Pero Hegel, debe continuar llevando su argumento al extremo:
“la inferioridad de estos individuos se manifiesta en todo, incluso en la estatura.”32 Lo
curioso de esto, es que afirmaciones similares podemos encontrar en Friedrich Engels,
en sus consideraciones sobre Argelia– más allá de todos sus sueños socialistas –
sostenía que sus habitantes son: “…una raza tímida que ha conservado, no obstante, su
crueldad y su carácter vindicativo, en tanto que su moral es muy baja”.33 La moral
europea, el orden ético-político (jurídico), se presenta como predestinación espiritual
de los pueblos del mundo, como el orden moral, suficientemente elevado que toda la
población mundial debe adoptar.
Otro punto a considerar por Hegel son las diferencias entre Norteamérica y
América del Sur. La primera, superior a la segunda. Existen diferencias políticas y
religiosas, en sumo, diferencias teológico-políticas que marcan el carácter superior del
orden espiritual del primero sobre el segundo, veamos. En Norteamérica, predomina
25
Ibíd., p.199 26
Ibíd., p.171 27
Ibíd., p.170 28
Ibíd., p.170 29
Ibíd., p.171 30
Ibíd., p.171 31
Ibíd., p.171 32
Ibíd., p.172 33
Marx, K., & Engels, F. (2009). Acerca del colonialismo. Buenos Aires: Terramar, p.77
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7
el poder civil y la libertad, pero sobretodo, tiene la característica de ser una república
protestante en la cual predomina la libertad religiosa. La religión protestante fomenta
la confianza mutua entre los ciudadanos, condición básica para un buen comercio, la
religiosidad es un ámbito que rige toda la vida, además el europeo que llega a
Norteamérica no es un “conquistador”, sino un tierno trabajador esforzado e
industrioso, claro, esto, según Hegel, según las locas y fantasiosas quimeras de Hegel.34
En cambio, y en esto tiene razón, América del Sur es – lamentablemente – católica. En
el Sur, el poder no es ni civil ni sustentado en la “libertad”, es ante todo, un poder
militar (la historia reciente de América Latina demuestra que en esto Hegel tiene
razón). Además, entre católicos no puede existir confianza, sino la desconfianza, el
orden es absolutamente jerárquico, por eso, entre católicos “domina el poder violento
y la sumisión voluntaria”. Veamos un caso. En algún momento de nuestra vida,
escuchamos una tétrica historia ocurrida en El Salvador, en plena guerra civil. La
historia es más o menos así, la guerrilla salvadoreña del FMLN tenía tantos adeptos y
popularidad entre la población que el ejército burgués – el que detenta el imperio de
la fuerza – guardaba cierta desconfianza hacia el conjunto del pueblo –primacía de la
desconfianza–. En un lugar de alta popularidad del FMLN, el ejército, pensando que en
cualquier lugar podría haber un guerrillero, tomó la decisión de aniquilar al conjunto
de la población de una pequeña localidad, mataron a todo el pueblo, el principio de esa
violencia radical, absoluta, era la desconfianza (cualquiera podía ser un guerrillero).
De hecho, solo una mujer sobrevivió, fue ella quien posteriormente contó la historia al
mundo. Escribir una historia a contrapelo, a lo Benjamin, en Nuestra América, es
escribir la historia de la violencia.
Realicemos un balance. América Latina, el Sur, concentra múltiples
determinaciones, que la vuelven intrínsecamente violenta. De una parte, su geografía
natural, poco apta para culturas elevadas, de otra, su determinación teológico-política,
argumento que compartimos con Hegel, pues es cierto que el orden jerárquico católico
es un orden donde prevalece la violencia hacia el interior de la comunidad. En el caso
protestante, la espada no se utiliza entre cristianos, la violencia interna existe, pero es
menor en relación al Estado católico, la violencia protestante, es sobre todo hacia
afuera de la comunidad, hacia los extremos no-cristianos. La filosofía de Hegel es
racista, sin dudas, pero contiene elementos verdaderos que nos ayudarán a
determinar un concepto de “violencia” en América Latina.
Un punto más, Hegel realiza un anuncio no menos interesante, pese a que no
pretende hacerse cargo de su profecía: “América es el país del porvenir. En tiempos
futuros se mostrará su importancia histórica, acaso en la lucha entre América del Norte
34
Hegel, G. (2012). Lecciones sobre la historia universal. Madrid: Alianza, pp.173-174
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y América del Sur…”35 El día 9 de noviembre del 2016 triunfa en las elecciones Donald
Trump, quien anuncia construir una muralla entre USA y México, en realidad, la
muralla divide a América del Norte de América del Sur y a ésta de aquella. Hasta aquí
la mirada del espíritu.
La mirada del esclavo. El caso de Frantz Fanon
Hacer filosofía es siempre observar el mundo desde un punto de vista, la
mirada del espíritu hegeliana, es una verdad europea, es la forma en la cual el Norte
observa el Sur. Aclaremos una cosa, el argumento de Hegel no es falso, es europeo.
Llegado a este punto nos interesa dar cuenta de la mirada del esclavo (Frantz Fanon).
En el caso de Frantz Fanon, en Los condenados de la tierra, se realiza un relato y
una argumentación en el instante de peligro, en el cual la comunidad argelina observa
la disolución de sus formas políticas y con ello, la disolución de toda historia pasada,
de todo ancestro. Decimos que Fanon da cuenta de la mirada del esclavo, pero no es
aquí el esclavo hegeliano, sumiso, que se vuelve hombre por amor a la vida y que
renuncia a la lucha. Es el esclavo, colonizado, en la modernidad capitalista, que ha
tomado la decisión de luchar a muerte contra el colono. Esta decisión – de luchar –
diferencia radicalmente al esclavo combatiente –insumiso- del esclavo hegeliano –
sumiso-, y con ello se genera la posibilidad de otro “tránsito del espíritu”, se alberga
en el combate otra modernidad posible – la cual no se ha desarrollado, pero que
sobrevive periféricamente–. Hay, una esperanza, otro desenvolvimiento del espíritu,
precisamente porque es otro espíritu, el espíritu de los oprimidos y en consecuencia,
anuncia la posibilidad de un orden estético, ético y político, diferenciado del espíritu
europeo.
Para Fanon, el proceso de liberación es violento, se haya determinado por una
violencia radical.36 Esa violencia, absoluta, radical, vuelve al esclavo, al sujeto
colonizado que es puramente para otro – el colono –, en hombre, es decir, en y para sí,
autoconciencia en su independencia y libertad, solamente a través del proceso de
lucha de liberación, la cual es absolutamente violenta.37 En Fanon, el mundo
colonizado “es un mundo cortado en dos”38, el argumento, no dista mucha de aquella
afirmación hegeliana que observábamos más arriba sobre la división esencial entre
Nuevo y Viejo Mundo. Fanon, da cuenta del mismo hecho que visualiza Hegel, pero
desde otro punto de vista, desde el “otro lado de la moneda”. En Fanon, se observa que
el mundo colonizado deposita cierta valoración moral (¿o inmoral?) sobre el sujeto
colonizado, por ello: “…El indígena es declarado impermeable a la ética; ausencia de los 35
Ibíd., p.177 36
Fanon, F. (2009). Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica, p.30 37
Ibíd., p.31 38
Ibíd., p.32
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9
valores, pero también negación de los valores. En este sentido, es el mal absoluto…capaz
de desfigurar todo lo que se refiere a la estética o la moral, depositario de fuerzas
maléficas, instrumento inconsciente e irrecuperable de fuerzas ciegas…”39, la iglesia de
Dios (léase del “sumo bien”), en el mundo colonizado, no orienta al colonizado hacia
Dios (el “sumo bien”), sino al camino del blanco, del amo, del opresor.40 Este punto es
fundamental, la iglesia, la religión, es depositaria de un orden moral (ético-estético-
político), pero un orden moral diseñado para el blanco-europeo, es portadora de una
idea de bien, pero una idea de bien para el blanco. El esclavo colonizado, arrojado en
la lucha contra el amo, procura diseñar otro mundo moral, otro orden estético, ético y
político, diferenciado y antagónico al orden blanco, ambos tienen una idea de bien,
pero diferenciadas, antagónicas entre sí, se repelen y aniquilan. El “otro” es siempre el
portador del mal (del sumo mal o del mal radical). Por lo mismo: “…El colono no deja
de ser nunca el enemigo, el antagonista, precisamente el hombre que hay que
eliminar”.41 Vencer al otro es vencer al Anticristo. Me gustaría compartir una anécdota.
El apellido que he portado tiene una carga mapuche, es mapuche como tal, y me
habían enseñado a portarlo con orgullo. Toda mi infancia y adolescencia estuvo
cargada de episodios de violencia colonial por esa razón. Una vez, me cambiaron de
colegio, a un lugar que era para niños ricos. Al llegar al lugar, me presenté como
“mapuche”, como “pueblo guerrero”, portador de más de quinientos años de
resistencia. Lo primero que me dijeron los otros niños fue: “un niño mapuche no
puede estar aquí, tú no perteneces a este lugar, este es un lugar para hijos de
empresarios”, eso aconteció en el primer recreo, fue el momento diplomático. Los
otros niños tenían razón, yo no debía estar ahí. El segundo recreo fue el momento de
la violencia. Un grupo de niños blancos se acerca con la intensión de agredirme.
Evidentemente no lo lograron, los derroté, como blancos. No era una inocente pelea
de niños, era más bien, la pelea de un niño indígena contra un grupo de niños blancos.
El combate denotaba cierta carga histórica. La represión se hizo sentir
inmediatamente en la escuela bajo la figura normativa de “estudiante condicional”,
carga que me acompañó hasta los últimos días en el colegio. El responsable era yo. El
castigo lo recibía yo. Mi pecado era simplemente ser mapuche. ¿Y los otros niños?
Nada. Los agresores, en la medida que eran blancos, siempre tenían la razón. El
problema era yo. Era yo el que no debía estar ahí generando una ruptura en un
espacio de blancos. Como sea, el acontecimiento nunca lo olvidé. El mal, el pecado, el
delito, lo portamos nosotros, inclusive aún siendo inocentes niños. Para mí era
correcto librar combates frente al lema de los otros niños “maten al mapuche”, la cual
para un ojo adiestrado en la política, sabe que es una declaración de guerra. Por eso
decíamos más arriba que nosotros, mapuche, habitamos en la oscuridad de la
39
Ibíd., p.36 40
Ibíd., p.36 41
Ibíd., p.44
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10
modernidad. Pero es momento de continuar con el ensayo. Fanon, sostiene en este
sentido que, lo primero que debe aprenderse un indígena es a “ponerse en su lugar”,
no “pasarse de los límites”.42 Esa había sido mi error. Entrar al mundo de los blancos y
burgueses, me salí del “lugar que me correspondía” y el castigo se hizo ver.
Existen muchos elementos de indudable riqueza en Fanon, no obstante, nos
gustaría apuntar solo un elemento más, para Fanon: “…el colonialismo no es una
máquina de pensar, no un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de
naturaleza y no puede inclinarse sino ante una violencia mayor.”43 El colonialismo es
espíritu irracional, propio de la modernidad capitalista, no es el “soplo”, es la violencia
cruda y radical, que no puede ser derrotada sino por otra violencia, aún más radical,
aún más cruda, esto es, a través de una declaración de un verdadero y auténtico
“estado de excepción”. Con esto, terminamos la mirada del esclavo, y observamos a
partir del ángel.
La mirada del ángel. Walter Benjamin y la ruptura mesiánica
Para Walter Benjamin, de lo que se trata es de observar en la historia aquellos
hechos que no han sido observados, para él, la tarea del “historiador marxista” es la de
escribir la historia a contrapelo.44 Con esto, me gustaría compartir un mal recuerdo.
Un día me llama mi padre y me comenta que quince (¡quince!) hermanos – de origen
mapuche –habían muerto al cruzar por mar hacia una isla. ¿Acontecimiento violento?
No lo sé. Simplemente sé, que nadie supo del evento. Eran quince personas, no
obstante, no apareció nada en la televisión o en internet, fue un “acontecimiento
fantasma”, en definitiva, a nadie le importó, esto fue en Puerto Saavedra que,
precisamente lleva su nombre en honor a Cornelio Saavedra, general chileno a cargo
de la conquista de nuestro pueblo-nación, nuestro máximo genocida. Quizás esto sea
un breve fragmento a contrapelo.
Walter Benjamin es la mirada del ángel. Precisamente porque en su tesis IX
sobre la historia sostiene que: “Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él
está representado un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que
mira atónitamente. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, abierta su boca, las alas
tendidas. El ángel de la historia ha de tener ese aspecto. Tiene el rostro vuelto hacia el
pasado. En lo que a nosotros nos aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una
sola catástrofe, que incesantemente apila ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies.
Bien quisiera demorarse, despertar a los muertos y volver a juntar lo destrozado. Pero
una tempestad sopla desde el Paraíso, que se ha enredado en sus alas y es tan fuerte que
42
Ibíd., p.45 43
Ibíd., p.54 44
Benjamin, W. (2014). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago de Chile: LOM, p.43
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el ángel ya no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia el
futuro, al que vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas crece ante él hasta el
cielo. Esta tempestad es lo que llamamos progreso”.45 La historia se presente aquí, como
una sucesión de acontecimientos catastróficos, es la pura violencia, desmedida, brutal.
El “progreso” es pura y simple violencia. El ángel es arrastrado por la tempestad, por
el “soplo del espíritu”, es un escenario trágico. Esa tragedia representa precisamente
el concepto de “ley de la historia”, lineal, progresiva, ascendente. Para Benjamin, la
historia se presenta como un continuum de violencia sobre los explotados y
oprimidos. Es precisamente esa violencia como continuum la que genera un nexo, un
secreto, entre las generaciones pasadas y la nuestra. El pasado hacer valer una
pretensión mesiánica sobre el presente, por ello, lo explotados guardan una débil
fuerza mesiánica, resultado de una tradición de abusos y humillaciones. El presente
guarda un vinculo con el recuerdo, con el pasado que hace valer su pretensión sobre
un tiempo-ahora, el cual es pura y simplemente esperanza, esto se debe a que cada
momento guarda en sí la posibilidad de abrir la puerta por la cual puede ingresar el
Mesías,46 el redentor, e inaugurar un nuevo orden. La débil fuerza mesiánica despierta
en el tiempo-ahora, se vuelve fuerte, se transforma en clase combatiente e inaugura la
era mesiánica auténtica, una ruptura con el orden temporal, el soplo del espíritu ya no
puede hacer valer su fuerza, el Mesías inaugura otro orden temporal, el “estado de
excepción”, el cual suspende los privilegios de los vencedores de siempre, quiebra,
rompe, destruye el “soplo del espíritu”. El ingreso del Mesías en el orden temporal, es
el inicio de un tiempo divino, el Kairós cristiano en el cual se rompen todas las reglas,
todas las leyes, todas las disposiciones constitucionales. Es la violencia desnuda de
quienes han sido violentados durante milenios, es el estallido de una rabia acumulada
(¿qué otra cosa puede ser la débil fuerza mesiánica?), es un milagro, una ruptura con
todas las “disposiciones de la naturaleza”. ¿Qué importa el orden geográfico? ¿Qué
importa el orden climático? El Mesías todo lo puede. Es el redentor y vencedor del
Anticristo. Es la fuerza de la clase combatiente que hace suyo el anhelo de Marx (esa
vieja utopía llamada comunismo, sueño de las viejas generaciones en una forma
secularizada). Es el inicio de la era mesiánica en la cual ya no hay clases sociales, ni
colonizados, ni explotados, ni oprimidos.47 Es la liberación. El esclavo, se constituye
espiritualmente en la era mesiánica, en el tiempo mesiánico, construye y forja con sus
manos un orden ético-político (jurídico) que es para sí. Es una violencia absoluta,
radical, que redime a la humanidad. Es el momento en el cual podremos tener un
verdadero concepto de la historia –pues veremos todos los momentos que la
constituyen – y tendremos un concepto acabado de la violencia. Hasta aquí la mirada
del ángel.
45
Ibíd., p.44 46
Ibíd., p.53 47
Löwy, M. (2012). Walter Benjamin: aviso de incendio. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, p.154
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Apuntes finales. Violencia e historia, un concepto desde América Latina
En este punto, nos interesa finalmente, realizar un balance y dar una
perspectiva sobre lo que sería algo así como un “concepto de violencia” y un “concepto
de historia”. En América Latina, violencia e historia, coinciden, forjan una identidad.
En primer lugar, es preciso recalcar que en América Latina el “soplo del
espíritu” no condujo hacia un “espíritu más elevado”. El soplo del espíritu hegeliano en
nuestro Sur ha generado relaciones de dependencia muy fuertes. La producción
material de la vida no es para sí, sino que existe como un ser para otro que es Europa y
su hermano menor, Norteamérica. Esto, desde la llegada del “espíritu” ha provocado
una producción pensada hacia afuera, no para la comunidad, no para forjar nuestro
“espíritu”. Esa situación, ese estado existencial que es para otro, provoca un estadio
constante de apetencia animal, de necesidad. El estómago latinoamericano se
encuentra, en muchos sentidos, vacío. Con ello, no es posible un orden ético-político
(jurídico) que funcione. El delito, el narcotráfico, en general, es una buena forma de
satisfacer la apetencia. En América Latina, el deseo y la necesidad, se convierten en
violencia radical. Este es el primer elemento.
En segundo lugar, encontramos las determinaciones teológico-políticas que
dan vida a las repúblicas latinoamericanas. El “Estado” en América Latina es católico, o
peor aún, católico en momentos de contrarreforma. El orden jurídico se haya
determinado por las jerarquías propias del catolicismo romano, por la desconfianza
en el otro y entre ciudadanos. Dios no vive en el individuo como en el caso
protestante, en este tipo de sociedades, la figura del mediador (la Iglesia, el Estado) es
central para controlar la moralidad, pues no hay confianza en los fieles y súbditos del
Estado. La desconfianza en el cumplimiento del orden moral genera las condiciones
apropiadas para forjar un Estado sustentado en un poder militar que se ejerce hacia el
interior de la comunidad (no es la guerra hacia fuera, es la stasis, la guerra civil lo que
predomina). La primacía de la desconfianza, el catolicismo, se traduce, en América
Latina, en violencia radical. Este es el segundo elemento.
En tercer lugar, encontramos el combate político revolucionario (Fanon y
Benjamin). Es este el ámbito en el cual se forja el espíritu latinoamericano, en el cual
se conquista la libertad. El combate revolucionario, en el cual el esclavo, el conjunto de
los explotados y oprimidos, los hambrientos de Latinoamérica, adquieren su espíritu y
forjan su comunidad. La comunidad latinoamericana, en el sentido de un yo que es en
el nosotros y de un nosotros que es en el yo, se constituye precisamente en la
confrontación con el “soplo del espíritu europeo”, con el “progreso”, con la
modernidad capitalista. Este proceso de liberación es violento. La construcción de un
nuevo orden ético, estético y político en América Latina, por sus propias condiciones,
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se traduce, en violencia radical. La liberación latinoamericana abre – o abrirá – un
verdadero y auténtico “estado de excepción”, de ruptura mesiánica, de violencia
radical contra las determinaciones “naturales”, de ausencia de disposiciones
constitucionales y de guerra civil generalizada. La razón de ello estriba en el hecho de
que el sujeto latinoamericano, como esclavo, como ser para otro, como colonizado,
sobrevive en el mundo, genera estrategias para hacer “vivible” lo “invivible”, para
seguir el concepto de ethos elaborado por Bolívar Echeverría. Pero ese ethos, esa
estrategia para soportar la catástrofe, concentra y acumula en sí, una débil fuerza
mesiánica, una violencia radical, en potencia.
Finalmente, nos gustaría señalar que hemos escrito el presente ensayo desde la
oscuridad de la modernidad capitalista como sosteníamos al principio. Pensar un
concepto de “historia” para América Latina significa pensar el concepto de “violencia”,
pues como hemos dicho, ambos forjan una identidad. La violencia es radical en
América Latina, en el sentido de que, la violencia es la raíz de América Latina sobre la
cual se forja su historia y sobre la cual forjará su espíritu. Para prevenir, los enemigos
de Nuestra América, construyen murallas. Ellos se observan a sí mismos como
viviendo el final de sus días, como ad portas del inicio de la era mesiánica anunciada
por el filósofo judío.
BIBLIOGRAFÍA
Benjamin, W. (2014). La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. Santiago
de Chile: LOM.
Fanon, F. (2009). Los condenados de la tierra. México: Fondo de Cultura Económica.
Hegel, G. (2012). Lecciones sobre la historia universal. Madrid: Alianza.
Hegel, G. (2015). Fenomenología del espíritu . México: Fondo de Cultura Económica .
Löwy, M. (2012). Walter Benjamin: aviso de incendio. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica.
Marx, C. (2012). Manuscritos económico-filosóficos . En E. Fromm, Marx y su concepto
del hombre (págs. 103-175). México: Fondo de Cultura Económica.
Marx, K., & Engels, F. (2009). Acerca del colonialismo. Buenos Aires: Terramar.
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