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Relación de la noción de arte y los conceptos construidos de belleza, fealdad y gusto
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Licenciatura en Artes Visuales
Seminario de Titulación VIII
Septiembre 21, 2008
Dulce María Rivas Godoy
La belleza, la fealdad y el gusto
El mundo no puede ser pensado como algo fijo o estático, sino como continuamente
fluyente. La realidad siempre remite a un proceso, a un desarrollo en el tiempo (historia), a
un proyecto que nos ha sido transmitido (tradición) y que nosotros retomamos. Por ello,
entender el mundo es tomar conciencia histórica de la vertebración que se produce entre
tradiciones y de la distancia que se da entre ellas. Como parte de una determinada realidad
histórica y procesal, nuestra visión del mundo será siempre parcial, relativa y contingente.
Sin embargo, aún en la época actual, las sociedades siguen enfrascadas en un “espacio
asfixiante” como lo llama Gilles Deleuze y empeñadas en permanecer atadas a conceptos
“absolutos”, tales como la belleza, la fealdad o lo que Pierre Bourdieu llama ese “principio
increado de toda ‘creación’” que es el gusto.
La belleza, ya sea en la naturaleza o en el arte, es un juego libre de nuestro poder mental
que es intrínsecamente placentero, y que no necesita ninguna justificación epistemológica o
moral.
En su sentido más profundo, la belleza puede engendrar una experiencia emanada de una
reflexión positiva sobre el significado de la propia existencia de alguien. Un objeto bello,
sería ese algo que revela el significado personal. Sinembargo, el concepto de belleza puede
variar entre culturas.
En la antigüedad clásica, la belleza se consideraba como una cualidad que hacía que algo
pareciese bello. A esta cualidad se le llamó “armonía”. La belleza se percibía desde un
punto de vista objetivo y aparecieron los cánones de belleza.
La escuela Pitagórica vio una fuerte conexión entre las matemáticas y la belleza. En
particular, notaron que los objetos que poseen simetría son más llamativos. La arquitectura
griega clásica está basada en esta imagen de simetría y proporción. De igual modo, la
investigación moderna también sugiere que las personas cuyos rasgos faciales son
simétricos y poseen la proporción perfecta, son más atractivas. Esta percepción se mantuvo
en la Edad Media, y debido al auge del cristianismo, se le asoció con lo divino; es decir,
con la intervención de Dios. Durante el Renacimiento, la belleza estaba más relacionada
con la naturaleza, pero de igual manera, conservaba ese lazo con lo divino, ya que la
naturaleza había sido creada por Dios. Enseñanzas religiosas y morales a menudo enfocan
la divinidad y la virtud de la belleza, y afirman la belleza natural como un aspecto de
espiritualidad y verdad.
La belleza, generalmente, es asociada con el bien. De la misma manera el contrario de
belleza es la fealdad, que estimula el descontento y engendra una percepción
profundamente negativa del objeto y a menudo se asocia con el mal.
Derivadas de la belleza y de su asociación con lo bueno, resultan las normas del gusto;
concepto que a su vez se relaciona con la virtud de ubicarse en el justo medio: entre la
necedad del vulgo y la de los elegidos.
El gusto es aprendido y como podemos observar, es un concepto totalmente enclasante.
Pierre Bourdieu, haciendo uso de la investigación, demuestra cómo la clase social tiende a
determinar los gustos e intereses de las personas, y cómo las distinciones basadas en la
clase social se refuerzan cada día. Existe una gran relación entre el gusto y la educación y
es una de las apuestas más vitales de las luchas que tienen lugar tanto en el campo de la
clase dominante como en el campo de la producción cultural.
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