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LA FUNCIÓN DE LOS ARCHIVOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA MEMORIA
HISTÓRICA QUE LUCHE POR EVITAR LOS CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD, LA
VIOLACIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS Y LAS XENOFOBIA:
Una visión comparativa de experiencias en el marco internacional.
Gloria Celia Carreño Alvarado*
Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Enero de 2021.
EJE TEMÁTICO 1. DERECHOS HUMANOS Y ARCHIVOS/
El rol de los archivos en los procesos de recuperación de la memoria,
reparación a víctimas y esclarecimiento de los hechos
Resumen:
Este trabajo se orienta a la importancia de preservar y difundir los testimonios documentales, bien
sea rescatando documentos, o creando series documentales que pongan en evidencia los crímenes de
lesa humanidad, la violación a derechos humanos y la xenofobia. Destacando la función del
documento como un elemento necesario para preservar la memoria histórica, y que ésta se convierta
en un elemento indispensable de la conciencia colectiva, con el afán de evitar la repetición de sucesos
históricos lamentables.
La reflexión que hago, es una mirada en torno a sucesos que lesionan los derechos humanos, que son
crímenes de lesa humanidad sucedidos en diferentes momentos y latitudes, y la lucha de
organizaciones, personas y eventualmente gobiernos por documentarlos en búsqueda de la verdad, de
la impartición de justicia y de colocarlos en la conciencia colectiva para evitar su repetición.
Hechos como el Holocausto, el terrorismo en Perú, los golpes de Estado en América Latina,
persecuciones políticas, exilios y refugiados entre otros eventos, donde la violación a los derechos
humanos, crímenes de lesa humanidad y xenofobias han estado presentes; y las experiencias en el
proceso de documentación de los que citaré por ejemplo: Museo Memoria y Tolerancia, México;
LUM, Perú; Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia, el Museo de la Memoria y los
Derechos Humanos de Chile, la publicación Archivo Salvador Allende, proyectos de historia oral de
refugiados, el archivo del Comité Técnico de Ayuda a los refugiados españoles en México, el archivo
del doctor Sergio Aguayo, todos conformados en el intento de buscar la verdad histórica, justicia y
la no repetición de esos hechos.
Palabras claves: Memoria, conciencia histórica, testimonios, documentos, archivos.
Abstract:
This presentation highlights the importance of preserving and disseminating documentary
testimonies, either by rescuing documents or creating documentary series that expose crimes against
humanity, human rights violations and xenophobia. It highlights the function of the document as a
necessary element to preserve historical memory, and that it becomes an indispensable element of the
collective conscience, with the aim of avoiding the repetition of unfortunate historical events.
This reflection makes a comparison around events such as the Holocaust, terrorism in Peru, the coups
d'état in Latin America and other events, where the violation of human rights, crimes against humanity
and xenophobies have been present; as well as the documentation process (Museo Memoria y
Tolerancia, México; LUM, Peru; Centro Nacional de Memoria Histórica, Colombia), in an attempt
to seek the historical truth, justice and non-repetition of those events.
Key Words: historical memory, human rights, documentary testimonies, xenophobia, archives
Gloria Celia Carreño Alvarado
Académica adscrita al Archivo Histórico de la UNAM-Instituto de Investigaciones sobre la
Universidad y la Educación (IISUE); docente en la Escuela Nacional de Estudios Superiores-Morelia;
licenciada en Historia por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; maestra en Historia
de México por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, es autora de cuatro libros y coautora
de cinco. Así como artículos de investigación, de difusión de la historia, y archivística.
Los archivos en la construcción de una memoria histórica que lucha por evitar los crímenes
de lesa humanidad, la violación a los derechos humanos y las xenofobias.
Una visión comparativa de experiencias en el marco internacional.
“Los perpetradores se afanaron en silenciar a sus víctimas despojándolas de su edientidad, hogar,
familia, amigos, poseciones y la vida misma. La intención era hacerles creer que no eran seres
humanos, borrar su individualidad y despojarlas de su voz como personas. Los testimonios
devuelven la individualidad a las víctimas que lograron sobrevivir- y, en algunos casos, de aquellas
que fueron exterminadas- y hacen evidente el poder de su voz”.
-Joshua Greene -
El olvido es forma de defensa mental de la especie humana, cuando, por el contrario, recordar
conservar testimonios documentales o rescatar testimonios de quienes vivieron agresiones,
violaciones a derechos humanos o delitos de lesa humanidad, ayudaría a evitar que se repitan esos
acontecimientos dolorosos, a reclamar castigo para los agresores, a luchar por la reparación de daños.
Nuestra existencia como seres humanos, como individuos, como sociedad, es temporal; nuestra
memoria, por lo tanto son los testimonios de los acontecimientos que impactan a sociedad para crecer
o para destruir.
Bien sea con base sólo en el testimonio asentado en un documento (entiéndase como documento el
texto, la fotografía, el filme, el audio, documento electrónico, o cualquier otro soporte), o bien con la
historia recuperada y difundida.
Son los testimonios: los archivos, la historia oral, los propios sitios donde sucedió el acontecimiento,
los elementos que nos permitirán recuperar la memoria y serán la fuente de información para la
reconstrucción y estudio del pasado histórico y de la memoria colectiva. Es en esos testimonios en
los cuales se puede apoyar y confiar que la memoria no será selectiva sólo de los hechos felices,
dignos de celebrarse, sino que resguardará y recuperará las cosas dolorosas que debemos
conmemorar, para evitar que se repitan.
Se ha hecho común hablar de memoria como un sinónimo de conciencia histórica, concepto éste que
Derrida (1997) define de la siguiente manera: “La conciencia histórica es darse cuenta de la condición
del propio ser histórico, de la finitud, el cambio, la muerte y la diferencia entre pasado y presente;
significa la conciencia de nuestra condición histórica”.
La Memoria histórica y su recuperación es también fundamental para la búsqueda de la justicia dice
el Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ, s/f): “Las iniciativas de búsqueda de la
verdad y preservación de la memoria pueden ser de gran utilidad para documentar y contribuir a la
comprensión pública de las violaciones de derechos humanos pasadas”. Comprensión que sirva para
esclarecer la verdad, fomentar el rendimiento de cuentas y ofrecer reparaciones por los abusos
pasados.
En varios países se han fundado museos, centros de documentación y archivos que se han propuesto
crear conciencia a través de la memoria histórica de actos de genocidio, xenofobia, racismo y otros
hechos de intolerancia, con el propósito de recuperar documentos testimoniales, para evitar que se
olviden y por ello se repitan esos delitos de lesa humanidad y violaciones a los Derechos Humanos y
se han recuperado sitios en los que se vivieron acontecimientos terribles de genocidios que son, de
por sí, prueba y testimonio histórico.
Dimensionar la relevancia de los testimonios documentales ha sido un acierto en varios momentos
históricos y en varios lugares del mundo.
Es de todos conocido el exterminio de judíos, gitanos, homosexuales, y cualquiera que pudiera
parecer contrario al dominio y políticas del nacionalsocialismo; Yad Vashem en Israel, es el memorial
del Holocausto del pueblo judío; su misión es documentar y difundir con un museo, investigación,
difusión y archivos. Creado en 1953, esta institución resguarda “la colección más grande del mundo
de documentos del Holocausto que comprenden más de 210.000.000 de páginas, más de 131.000
testimonios de sobrevivientes; más de 500.000 fotografías y aproximadamente 4.8 millones de
nombres registrados en la Sala de los Nombres (Yad Vashem:
https://www.yadvashem.org/es/archive/about/our-collections.html).
La intención y esfuerzos para documentar el Holocausto comenzaron desde el momento en que iban
ocurriendo los hechos, desde la asunción al poder de los nazis en Alemania y durante la Segunda
Guerra Mundial, hubo quienes documentaron los eventos a medida que se desarrollaban.
Ejemplo de ello son Los archivos del Oneg Shabat, recopilación de testimonios hecha en el gueto de
Varsovia, zona acorralada formada tras la invasión nazi a Polonia, en 1939; se trata de una sección
del centro de Varsovia, donde se confinó 90 mil familias judeo polacas, y de ahí se les fue desplazando
hacia los campos de la muerte, entre otros Treblinka y Auschwitz. Los judíos se encontraban ahí
confinados, limitados de entrar o salir libremente de un espacio amurallado, con limitaciones para
conseguir comida, servicios médicos. Ahí, el doctor Emanuel Ringelblum, judío habitante del gueto,
se propuso documentar lo que estaban viviendo dentro del gueto de Varsovia, reunir testimonios, de
hombres, mujeres y niños sobre la situación en que se encontraban.
Esos testimonios escritos fueron enterrados en botes lecheros y en cajas de madera para que pudieran
ser recuperados “todo debe ser grabado sin un solo hecho omitido. Y cuando llegue el momento –
como seguro será- que el mundo lea y sepa lo que los asesinos han hecho” (La Voz de Yad Vashem,
18, enero 2019) fue la consigna de Ringelblum. Y en efecto los documentos recopilados y
resguardados por el Instituto de Historia Judía de Varsovia son testimonios del sufrimiento de
hombres, mujeres, niños, pensadores, profesionales, filósofos, artesanos, obreros y cualquiera de la
población del gueto.
Inmediatamente después de la guerra fueron establecidos centros de documentación y recolección de
documentos en muchos lugares, notablemente en Múnich, Varsovia, Lodz, Lublin, París, Bratislava,
Budapest, etc. e incluso en otros países que no vivieron la Segunda Guerra Mundial, todos enfocados
a documentar, servir a la investigación y testimoniar el Holocausto.
La Videoteca Fortunoff de la Universidad de Yale, reúne testimonios fílmicos recopilados
laboriosamente por expertos en el tema en una docena de países, estos documentos se encuentran
clasificados y disponibles en internet, asímismo han producido programas educativos que escuelas y
grupos comunitarios de todo el mundo pueden solicitar (Green y Kumar: 2000, XXVI)
En México en 2010 se fundó el Museo Memoria y Tolerancia que documenta fundamentalmente el
Holocausto perpetrado contra el pueblo judío por el ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial,
en su misión manifiesta “Alertar sobre el peligro de la indiferencia, la discriminación y la violencia
para crear responsabilidad, respeto y conciencia en cada individuo que derive en la acción social”. En
dicho museo se dedican espacios a la reflexión sobre los crímenes de lesa humanidad en Ruanda, en
Camboya, en Armenia, en la ex Yugoeslavia, entre otros sitios. Documenta y brinda al público una
información amplia y didáctica, con el propósito de que, a partir de recordar y concientizarse sobre
esa memoria, se fomente la cultura de la tolerancia y la inclusión (Museo Memoria y Tolerancia).
Si bien el Holocausto marcó un parteaguas en la historia mundial y estudiarlo ha sido de suma
importancia en el marco histórico, en la concepción de los Derechos Humanos, en el del derecho
internacional, y de la justicia social.
De este lado del mundo, en América han sucedido otros hechos de crímenes de lesa humanidad,
perpetrados por grupos, por carteles y por el propio Estado, y también ha habido la preocupación por
documentarlos, por integrar testimonios y darlos a conocer con la intención de conservar la memoria
de estos hechos y luchar por la impartición de justicia, reparación de daños y la no repetición.
En Perú el museo Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM) a través de la
museografía, la investigación y la documentación sobre el periodo 1980-2000, muestra los estragos
que la violencia y el terrorismo permearon en ese país, donde la lucha violenta por reivindicaciones
sociales y la respuesta aún más violenta del Estado, ocasionaron masacres en diferentes poblaciones;
este museo en sus lineamientos plantea su tarea de “albergar la historia y las memorias de esta etapa,
de quienes perdieron sus seres queridos, de quienes vieron vulnerados sus derechos humanos...y de
quienes defendieron el estado de derecho” (Lineamientos LUM). El LUM de Perú, no sólo es un
museo, es un repositorio archivístico donde se documenta la memoria con distintos documentos,
objetos y testimonios de víctimas del terrorismo y de la no menos violenta respuesta del Estado
peruano.
Testimonios orales dados por víctimas, sobrevivientes, familiares, testigos de la violencia terrorista o
de la represión del gobierno; ellos fueron filmados y se proyectan en una pantalla donde quien ofrece
el testimonio; el testigo de hechos aparece frente al visitante, en una pantalla al tamaño natural, como
una persona igual a quien lo mira; el testigo le narra su historia. Y así es, el testigo es igual que
nosotros y nos vuelve con su narración testigos de esos hechos. Ese testimonio es un documento que
forma parte de un archivo de historia oral.
Es conmovedora una vitrina de ese museo, en la cual se exhibe junto a diversos documentos y objetos,
la ropa de un bebé sacada de una fosa común, un objeto que nos remite a la matanza de una
colectividad.
Un espacio semejante a los anteriores pero ahora en Colombia, es El Centro Nacional de Memoria
Histórica, que tiene la función de documentar y desarrollar “la investigación que contribuya a
esclarecer las causas de las violaciones ocurridas en el marco del conflicto armado, para conocer la
verdad y contribuir a la no repetición de hechos victimizantes”; así como buscar la indemnización y
reintegración de derechos a la propiedad de aquellos que han sido víctimas en los conflictos entre la
guerrilla y el Estado colombiano. Ellos han desarrollado interesantes programas de recopilación de
información tanto la procedente de archivos, así como de aquella que testimonie la violencia y
violación de derechos en el conflicto armado, así como la recopilación de testimonios de historia oral,
cartas personales, denuncias, testimonios, es decir la producción de documentos que recuperen y
conserven la memoria histórica y contribuya a la no repetición, al reclamo de derechos “y para que la
sociedad en general conozca la profundidad e impacto del conflicto armado interno” (Claves
conceptuales:2015)
Otro caso es el argentino, donde unas 30 mil personas desaparecieron durante la "guerra sucia" librada
por el régimen militar contra organizaciones armadas opositoras, partidos y sindicatos de izquierda,
según estimaciones de organismos de derechos humanos. (EFE, Vanguardia: 2019). En ese país, la
ciudadanía y los gobiernos posteriores a la época de la dictadura de los años 70, conformaron políticas
específicas de búsqueda de la verdad y de recuperación de la memoria histórica, hay gran cantidad de
sitios hoy convertidos en monumentos para testimoniar los crímenes cometidos por el aparato militar
y agentes secretos. En Argentina hay varios centros por la memoria, no sólo en la capital o en La
Plata sino en Trelew, Chivilco, La Perla, Barrio Manuelita de San Miguel, Provincia de Buenos Aires.
Particularmente me refiero al Archivo Provincial de la Memoria, de Santa Fe; espacio que reúne un
importante acervo de documentación pública y privada. Gestionan un Archivo
Audiovisual y Archivo de Historia Oral que recopila testimonios de las detenciones en el D2 durante
los años cincuenta, sesenta y setenta (Ministerio de Cultura, Argentina, Siete Sitios para recordar);
otro esfuerzo por documentar esos actos de violencia contra la sociedad, ha sido el de la Universidad
Nacional de la Plata, recientemente, el viernes 18 de diciembre 2020, la Universidad Nacional de La
Plata firmó un convenio con las Abuelas de la Plaza de Mayo, en un esfuerzo por documentar los
testimonios de historia oral, ofreciendo a ellas la asistencia técnica y cooperación documental en el
espacio para la Memoria ex comisaria 5ta. de La Plata.
En las instituciones que refiero, la constante es el objetivo de documentar, recuperar la historia,
conservar la memoria colectiva, fomentar la tolerancia y evitar el olvido del daño hecho a una
sociedad, en búsqueda de la verdad y la justicia, la revelación y señalamiento de quienes han cometido
crímenes de lesa humanidad y exigir reparaciones.
Otras instituciones que recuperan, conservan y difunden la información sobre este tipo de hechos, son
las creadas con una función didáctica.
En Chile el Museo Memoria y Derechos Humanos, ha reunido una considerable cantidad de
testimonios procedentes de familias y personas que fueron sobrevivientes, exiliados; de familiares de
mujeres y hombres que fueron presos políticos, ejecutados, desaparecidos, dirigentes o participantes
en organizaciones políticas (sindicales, estudiantiles, campesinas, de la sociedad civil, investigadores
o periodistas, niños y niñas que han brindado su testimonio y sus archivos; este Museo, -según
comentó María Ortiz en un coloquio de archivos personales- resguarda 1634 fondos de personas y
familias; 273 de instituciones y organizaciones, haciendo un total de 1907.
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos abrió en 2010 durante el primer periodo de la
presidenta Michelle Bachelet y ofrece una reconstrucción cronológica del gobierno de diecisiete años
de Pinochet a través de artefactos, grabaciones, cartas, videos, fotografías, obras de arte y otros
materiales. Cerca de 150.000 personas visitan el museo cada año y un tercio de ellos son grupos de
estudiantes (Pascale Bonnefoy, “Una exhibición revela el rol de Estados Unidos en el golpe militar
contra Salvador Allende” por New York Times, 17 de octubre de 2017,
https://www.nytimes.com/es/2017/10/17/espanol/america-latina/chile-cia-golpe-allende-
pinochet.html)
Pese a esas acciones promovidas, casi siempre por iniciativa de organismos de la sociedad civil, a
veces pareciera que tenemos miedo a recordar y preferiríamos celebrar que conmemorar, preferimos
“pulir” nuestra historia que sujetarla a juicio: héroes, heroínas (¿y las víctimas?); batallas que se
ganaron (¿y las guerras que se perdieron?); logros alcanzados (¿y los fracasos?) y no enfrentar la
historia. Por supuesto que la memoria histórica puede ser -como afirma Sábato en su novela El Tunel-
“ esa temerosa luz’; que entristece, que duele, que puede arder como fuego sobre la piel (Sábato:
1985)
Hay que pensar en el sobreviviente del Holocausto, a quien sólo le queda la memoria de lo que fue
su hogar, de lo que fue su pueblo, de lo que fue su escuela, de quienes fueron sus amigos, su padre,
su madre, sus hijos; que recuerda la forma en que fue vejado, torturado y humillado.
Arnoldo Kraus en su libro ¿Quién hablará por ti?, donde recupera una historia familiar, una
microhistoria de su pueblo, que simbólicamente puede representar la memoria histórica de 6 millones
de judíos asesinados. En este libro, describe un documento testimonial: una fotografía,
Mi padre guardó durante toda la guerra una fotografía, una fotografía de su familia. Cuando
fue posible amplió esa imagen. Amplió el retrato que había escondido durante la guerra con
tanto cuidado y tanto esmero; que había conservado como si fuera su cordón umbilical, la
suma de sus recuerdos, la suma del pasado: la cuerda que lo ató al mundo, aunque todos
estuviesen muertos.
El presente, durante las guerras, es tan incierto, que algunas porciones de la cotidianeidad se
vinculan, forzosamente, con lo poco que se carga y se ha rescatado. La inmensa mayoría de
los refugiados y desplazados huyen prácticamente sin nada. Quienes pueden se marchan con
retratos. Las fotografías son espejo de muchos anhelos rotos, pero también una forma de estar
vivo (Kraus: 2013, p. 147).
Un documento es una huella que, unida a otras huellas, puede ayudar a reconstruir la memoria
histórica de una persona o un conglomerado social. Recordar y conmemorar al cabo del tiempo
pueden cambiar los actores: y hoy día no se trata de Hitler, del concepto de la raza aria, ni de los
judíos europeos, hoy se trata del concepto de la supremacía blanca, de los llamados de Trump a la
violencia, de los migrantes centroamericanos frenados en las fronteras de Guatemala y de México, de
la población latina en los Estados Unidos, de los asesinatos de ciudadanos negros por la policía
norteamericana. La propia pandemia –como suele suceder en momentos de crisis-, ha encontrado un
chivo expiatorio en los chinos, el 8 de mayo de 2020, el Secretario General de las Naciones Unidas,
Antonio Guterres, dijo que: “la pandemia sigue desatando una oleada de odio y xenofobia, buscando
chivos expiatorios y fomentando el miedo” e instó a los gobiernos a “actuar ahora para fortalecer la
inmunidad de nuestras sociedades contra el virus del odio”. (Human Rights Watch: 2020), Es claro,
se debe reaccionar contra la xenofobia, contra el racismo, contra la discriminación.
La xenofobia, que a veces parece pasar inadvertida para los gobiernos, ha desencadenado matanzas,
discriminación, “nuevos pogromes” tanto en el flujo migratorio de países pobres de América Latina,
como las migraciones de países pobres o países en conflicto en la zona mediterránea.
Dice Celia Ruiz de Oña que con los migrantes viajan la violencia y el miedo y en sus mochilas
vacías, la esperanza y el valor, basados en una clasificación “a partir de una escala cromática,
organizada de acuerdo a la intensidad del pigmento de la piel”, las fronteras son guarecidas, en que
ciertos grupos, ciertos gobiernos defienden su espacio territorial “con armas tan potentes y
destructivas como la xenofobia” (Ruiz de Oña: 2020, p. 10)
La falta de conciencia histórica, de memoria histórica, de ignorancia de los hechos pasados puede dar
situaciones tan patéticas, pero igualmente peligrosas, un deplorable ejemplo fue la iniciativa de Olga
Gutiérrez Machorro, quien, siendo regidora encargada del área de Grupos Vulnerables en
Tecamachalco, Puebla (una ciudad en la zona central de México con alrededor de 70 ml habitantes),
ella propuso como una solución alternativa a la falta de atención para indigentes; la aplicación de una
inyección letal, considerándolo la mejor solución porque señaló: ante la falta de albergues o el hecho
de que cuando son detenidos la policía local libera a estos indigentes, muchos de ellos con
discapacidad mental y los abandonaba en la carretera (Pérez, 2015).
La prensa y los que leemos las noticias nos escandalizamos de la regidora y de la policía local, quienes
sin duda no estudiaron durante la primaria, ni en la secundaria, los efectos de las políticas racistas del
nazismo, que se sustentaron en los argumentos con base antropológica de Joseph-Arthur de Gobineau,
quien sostenía que el Estado debía dejar de apoyar a los “elementos incapaces” y favoreciera en
cambio a elementos biológicamente valiosos o superiores. Los partidarios de la higiene social fueron
más lejos, pidiendo la esterilización forzosa o incluso la eliminación física (Fraenkel, 2004). Habría
que explicarle a la regidora Gutiérrez Machorro las terribles consecuencias de pensamientos como el
suyo...
Otra experiencia de memoria histórica son los sitios en donde ocurrieron hechos, que han marcado
un hito en la sociedad y que pueden, suelen y algunas veces se convierten en testimonio silencioso y
documentado de penosos acontecimientos. Ejemplos de ello son Auschwitz, la fábrica de Oskar
Schindler, el museo de Bastogne Ardenneslas, las crujías de Lecumberri, la cárcel de Villa Devoto
en Argentina...
Lamentablemente esa lista podría ser muy, muy grande, ya que hay cientos de sitios donde se perpetúa
la memoria de delitos de lesa humanidad.
Los testimonios, la huella de los acontecimientos, han sido usados para documentar la historia desde
el Renacimiento. Según Peter Burke, en el Renacimiento la historia era esencialmente narrativa y
cumplía una función ética: “ofrecía buenos ejemplos que los lectores podían imitar y malos que
debían evitar”, con máximas morales incluidas. Esta narrativa histórica que a principios de dicho
periodo se ocupaba de héroes, gobernantes y nobles, una historia para educar a las clases en el poder
(Burke:1994).
Hoy día, la visión de la historia debe ser distinta; debemos pugnar porque no sólo se documenten las
hazañas, sino también los hechos dolorosos, que las xenofobias, genocidios y violaciones a Derechos
Humanos se documenten, rescaten testimonios y estos sirvan como elemento probatorio en la
búsqueda de la justicia y en evitar que esos delitos vuelvan a suceder.
México, no exento de abusos de poder, guarda en archivos públicos, como el Archivo Histórico de la
UNAM información contenida en expedientes que forman parte del Fondo Universidad Nacional, así
como en otros fondos y colecciones hemerográficas información sobre el movimiento estudiantil
ocurrido en 1968, el cual comenzó con una serie de protestas nacionales que culminaron con la
matanza de decenas de estudiantes y ciudadanos en la Plaza de las Tres Culturas, Tlatelolco;
acontecimiento que sangró la vida universitaria y de la sociedad mexicana y de la cual el AHUNAM
reúne documentación, hemerográfica, gráfica y fotografía que coadyuvan a la investigación y
contribuyen a que no perdamos la memoria en la lucha por la democracia. Consulta garantizada por
la Universidad que contrasta con el encriptamiento de los archivos de gobernación, los del ejército o
de la policía.
Gracias a la presión de organizaciones sociales, de académicos y de la sociedad civil, el 28 de febrero
de 2019, el Presidente de la República emitió el Acuerdo por el que se establecen diversas acciones
para la transferencia de documentos históricos que se encuentren relacionados con violaciones de
derechos humanos y persecuciones políticas vinculadas con movimientos políticos y sociales, así
como con actos de corrupción en posesión de las dependencias y entidades de la Administración
Pública Federal, normativa que presupone el acceso a archivos de la policía secreta, entre otras
fuentes.
Siguiendo el hilo de acontecimientos en México, mi país, me pregunto ¿Cuándo tendremos la
documentación, los testimonios, las pruebas que nos den la explicación que el pueblo pide ante
sucesos como la desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa?
¿Cuándo se esclarecerá, con la documentación pertinente, los hechos de agresión de porros en
Atzcapozalco? o sobre las decenas de muertos encontrados en tumbas clandestinas, o sobre mujeres
desaparecidas.
Reflexionando sobre todos los acontecimientos aquí planteados y otros tantos ocurridos en diversos
países, las preguntas constantes son ¿Accederemos realmente a archivos gubernamentales sobre estos
temas?
Concluyendo
La memoria histórica está, pues, vinculada indefectiblemente a la realidad actual; recordar y revisar
el pasado es indispensable para tomar decisiones, bien sea como gobernante o bien sea como
gobernado, porque en toda decisión política entra en juego esa memoria que tiene diferentes niveles:
desde la historia política internacional a la más reducida historia de los individuos y su mentalidad.
Dice Arlette Farge: “Existieron en el pasado acontecimientos abyectos cuyo relato es necesario y que
por ello mismo imponen un estatuto específico a su narración, sobre todo cuando viven todavía en la
‘memoria cultural’” (Farge: 1991). Analizar estos fenómenos requiere reconstruir esta historia;
obliga a la confluencia de múltiples fuentes de información: bibliográficas, documentales,
testimoniales, lugares, objetos.
La memoria histórica no es sólo local, sino nacional e internacional y viceversa; nuestros
conglomerados sociales están cada vez más vinculados e importan las decisiones políticas tomadas
tanto en China, como las de los Estados Unidos, y afectarán los temas económicos, así como a los
temas locales.
En este sentido, cuando se escribe historia hay que ponderar la importancia de las fuentes y del
testimonio, interrogarlos, conservarlos como probatorios; cada uno de estos acervos, que van desde
la administración pública local como es el archivo municipal, hasta acervos donde la documentación
refleja las grandes medidas políticas, aquellas que toman los estadistas pero que se reflejan
necesariamente en los conglomerados humanos.
Por lo general se habla de testimonio, de documentos indispensables para la reconstrucción histórica;
sin embargo, “aun en historiadores que han tenido una preocupación por cierta reflexión teórica sobre
la historia, el archivo no es tratado como un concepto histórico" (Nava, 2015, p. 25), tiende a
olvidarse, cuando por el contrario debería resguardarse como elemento informativo que garantice la
conservación y difusión de la memoria histórica, la búsqueda de la verdad y la justicia.
Confrontando todos estos temas surge una reflexión: La memoria histórica tiene un conjunto de
niveles y acontecimientos que van desde la gran política, que corresponde a la que realizan grandes
potencias, la ejecución de esas grandes políticas que repercuten en naciones y pueblos; la dimensión
de las vivencias de hombres y mujeres comunes, sociedades reales, individuos de carne y hueso.
¿Qué significa esto?
Que para entender las entrañas de la historia y que esta sirva como un elemento de recuperación de
la memoria, de probatorio de derechos, de justicia, y de reivindicación de los delitos de lesa
humanidad, es necesario no olvidar y esa es la función de documentar, de archivar, de guardar la
memoria, de historiar.
Que los testimonios documentales sean un elemento para enseñar a gobiernos, a sociedad, a
individuos, los riesgos y las consecuencias de las intolerancias, de las xenofobias, de los abusos de
poder, de los crímenes de Estado.
Fuentes consultadas
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