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La imagen escindida: Reflexiones psicoanalíticas sobre el sujeto sometido a
cirugía bariatrica.
Ana Bolena González Martínez.
Docente Asesora:
Tatiana Calderón García.
Universidad San Buenaventura Cali.
Facultad de Psicología.
Santiago de Cali
2016
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La imagen escindida: Reflexiones psicoanalíticas sobre el sujeto sometido a
cirugía bariatrica.
Introducción
Con el advenimiento de los avances de la ciencia médica, encontramos cada vez más asequible
posibles curas y tratamientos para las enfermedades y padecimientos que siempre han aquejado a
la humanidad, obteniendo en el mejor de los casos, curas para dichas patologías y en otros casos,
no tan afortunados, al menos disipar los síntomas.
Las enfermedades acosan la existencia de la humanidad, según descubrimientos
arqueológicos y estudios antropológicos desde los Cromagnon y Neandertales hasta nuestros
días. Los griegos creían que las enfermedades las mandaban los dioses como consecuencia de las
malas acciones de los mortales.
La historia de la humanidad se encuentra marcada por la desgracia y desolación que han
dejado pandemias y plagas siglos atrás, sin embargo el desarrollo de la tecnología médica y los
descubrimientos biológicos que entran en furor a partir del siglo XIX, empezaron a cambiar el
panorama al respecto, ya que, emergen alternativas con soluciones para las enfermedades, pero
dichas alternativas en la actualidad parecen resultar contraproducentes, por lo tanto es pertinente
preguntarnos por algunas consecuencias que surgen a partir de todas estas maravillas que nos
brinda la ciencia médica.
Cada época trae consigo los sufrimientos de sus propios padecimientos según las peculiaridades
de cada enfermedad, responsable de las epidemias y pandemias que han causado la muerte de
millones y millones de personas a través de la historia, desde la lepra como la enfermedad más
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antigua con más de 4.000 años y aun activa, la plaga bubónica, peste negra o muerte negra en el
siglo XIV, causando la muerte de aproximadamente 25 millones de personas, la fiebre amarrilla,
la tuberculosis, el cólera, ebola y el VIH sida en los siglos XVIII, XIX y XX. En nuestro siglo
encontramos como las patologías más persistentes y en aumento los diferentes cánceres, virus
respiratorios, el sobre peso y la obesidad.
En el siguiente escrito se presenta una contextualización histórica, antropológica y
psicoanalítica de la obesidad, con el objetivo principal de ubicar el concepto de obesidad en
nuestra actualidad. El propósito es lograr relacionarlo con los planteamientos psicoanalíticos
vigentes, desde los aportes de los cuatro discursos propuestos por Lacan; con los cuales al final se
pretende mostrar cómo el discurso dominante de la ciencia se entrelaza con el fenómeno
contemporáneo de la obesidad.
Un esbozo histórico.
Desde la antigüedad la obesidad ha sido motivo de diferentes interrogantes y por lo tanto está
sujeta a estudios desde varias disciplinas. ¿Pero, de dónde surge el concepto de obesidad? ¿Qué
relación hay con la gordura? Gordo proviene del latín gurdus que significa o hace noción a lo
pesado, lo espeso, a lo desequilibrado en sus proporciones, pero también en algunas ocasiones a
lo bobo1.
Vigarello (2011) en el texto Historia de la obesidad, expone que la idea de gordura se fue
construyendo a través de la historia, donde se vio sujeta a diferentes interpretaciones según la
época y sus acontecimientos, por lo tanto es sumamente ambigua la noción de este concepto.
1 “Etimología de gordo” [en línea], disponible en: http://etimologias.dechile.net/?gordo, recuperado: julio
de 2016.
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Expone además que solo en 1827 con el diccionario de medicina, la gordura fue asociada a
estándares de medición, con cifras de peso y calculo sistemático, y ya en el siglo XX con la
aparición de la balanza, la gordura empezó a tomar fuerza y por ende una significación especial
en el área de la salud.
En este orden de ideas es importante realizar un breve recuento histórico del concepto, con
el fin de comprender de dónde surge el mismo, cómo la noción de gordo ha experimentado toda
una metamorfosis en relación a su significado hasta el punto de entenderla en nuestro siglo como
una enfermedad, hoy denominada obesidad.
En la Edad media la gordura representaba poder, ascendencia, el privilegio de comer por la
abundancia y la riqueza, con esto se suponía la sanidad y por lo tanto la salud. Al mismo tiempo,
desde el clérigo surgían críticas de estas connotaciones de lo gordo y la abundancia, desde esta
perspectiva religiosa la gordura era asociada a la glotonería, el gordo era un glotón que no
seguía las enseñanzas dispuestas según la ley de Dios y se convertía en un pecador, ser obeso
entraba, a través de la gastrimargia o la gula, como una de las figuras que representaba uno de los
siete pecados capitales.
Es necesario contextualizar el conflicto que se desencadenaba alrededor de los cuerpos
voluptuosos del medioevo, que se establecen a través de tres discursos que atravesaron varios
siglos que conforman las características principales de esta época, ya que fueron muchos años de
trasformaciones que a su vez construían las bases para el nacimiento de la modernidad. Éstos
discursos eran: los del clérigo como referentes del discurso de la iglesia; los médicos, como
representantes del discurso científico; y, las élites de las Cortes como representación del discurso
político de ordenamiento social, en palabras de Vigarello “durante la edad media se instala una
duda sobre la virtud de la gordura, incluso un conflicto de imagen.” (2011, p. 17).
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Aunque en la modernidad las críticas en torno a la gordura no cesaron, si fueron tomando
otro orden, empezó a ser asociada con lentitud, holgazanería y pereza. Ahora la noción de
gordura se relacionaba, en la sociedad moderna, con la inhabilidad, la incapacidad para realizar
ciertas labores, la ineficiencia, la torpeza, la lentitud y la estupidez. En pocas palabras con lo
improductivo.
Sin embargo, no sólo con la gordura ocurría esto. En esta época se promovió el rechazo a
los cuerpos con excesos, ya que tampoco la extrema delgadez era bien vista y aceptada. Esta
época se enfoca ahora en la “percepción de las líneas corporales y sus rasgos” (Vigarello, 2011,
p. 55). Si se tienen en cuenta los avances en el desarrollo de las ciencias y el surgimiento de las
artes que tuvieron gran auge en los últimos siglos de la modernidad, se logra comprender las
preferencias por el equilibrio y por lo armonioso; surgieron las esculturas, la pintura, la literatura,
que permitían de una u otra manera resaltar o criticar las formas, la silueta del cuerpo y con esto
comienza a notarse algunos esbozos de lo que se construye como juicio estético en este momento
histórico particular.
Vale la pena resaltar la diferencia marcada entre lo masculino y femenino que se mantiene
en cada una de las épocas mencionadas, donde reiterativamente a la mujer se le exige mayor
cuidado sobre sus formas, sobre su cuerpo y sobre su funcionalidad. Mientras que al hombre se le
justificaba sus formas grandes como signo de fuerza, a la mujer se le demandaba fragilidad y
delicadeza como elementos que representaban un ideal de feminidad.
Más tarde, en la época contemporánea con los avances de la ciencia, principalmente con la
medicina y la dominación del sistema económico capitalista surgieron dos herramientas que
permitieron comprender y ofrecer posibles soluciones a la gordura, esencialmente porque, gracias
a los avances técnico-científicos, se comprendieron las causas o la etiología de la obesidad. Los
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cambios orgánicos, estructurales y funcionales que se manifiestan en la misma, fueron hallazgos
encontrados en los estudios de sus causas en la grasa y los tejidos adiposos, dejando así de lado
la creencia en que eran los humores, los líquidos y el aire los causantes de este padecimiento. De
ahí el surgimiento de toda una disciplina de atención a la denominada por la ciencia como:
obesidad.
La obesidad en el discurso médico moderno.
La obesidad según la Organización Mundial de la Salud OMS, es el exceso de tejido graso que
puede afectar la salud: “La obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o
excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud” OMS (2016). La obesidad se mide
según el índice de masa corporal (IMC), que permite clasificar la obesidad en nivel tipo I, II, III,
mórbida y extrema, según la cifra del IMC que se obtiene dividiendo el peso en kilogramos sobre
la estatura en metros al cuadrado, se considera sobrepeso si el IMC es igual o superior a 25, se
denomina obesidad cuando el IMC es igual o superior a 30, las obesidades extremas se
encuentran con IMC iguales o superiores a 50.
Se debe tener en cuenta que la obesidad es una patología que agudiza enfermedades, tales
como la diabetes, la hipertensión, afecciones cardiovasculares, entre otras y, además puede
ocasionar nuevas enfermedades, especialmente las relacionadas con el sistema óseo, por desgaste
o maltrato de las extremidades inferiores como tobillos, rodillas y, en los casos más graves,
cadera y columna. También desde el sistema respiratorio como la apnea del sueño, es decir, cada
cuerpo está diseñado para funcionar con un peso según su estatura, cuando se sobre- pasan estos
parámetros, se empieza a maltratar no solo el cuerpo en su composición sino también en su
funcionalidad.
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La obesidad mórbida u obesidad tipo III, está caracterizada por un Índice de Masa
Corporal (IMC) igual y/o mayor a 40, en la cual se padece, además, una o más enfermedades
asociadas con limitación para la movilidad física y discapacidades graves.
Mil millones de adultos tienen sobrepeso, y más de 300 millones son obesos. Cada año
mueren, como mínimo, 2,6 millones de personas a causa de la obesidad o sobrepeso.
Aunque anteriormente se consideraba un problema limitado a los países de altos ingresos,
en la actualidad la obesidad también es prevalente en los países de ingresos bajos y
medianos. (Fundación Colombiana de Obesidad “FUNCOBES”)
Desde el psicoanálisis, según la teoría de los cuatro discursos planteados por Lacan, la historia
de la obesidad se encuentra entrelazada con estas dinámicas discursivas del lazo social, donde se
observa una dominación significativa del discurso del amo desde el medioevo a cargo de la
iglesia; luego en la modernidad se produce un cambio en el orden del saber, donde domina el
discurso universitario como consecuencia de la caída en relación al poder del clérigo o la iglesia;
para pensar ahora en nuestra contemporaneidad con el quinto discurso que también encontramos
en la obra lacaniana, el capitalista “variante del discurso del amo”, donde predomina lo que
Mario Elkin Ramírez llama: el matrimonio entre la ciencia y el capitalismo; que da como fruto un
consumo excesivo apadrinado por la ciencia y sustentado por las llamadas necesidades.
Como resultado de los avances científicos apadrinados por el capital económico de la híper
modernidad, resulta más fácil construir herramientas que permitan solucionar los problemas de
nuestra época. En el caso de las enfermedades, surgen posibles curas con medicamentos y
cirugías que conforman los tratamientos para los padecimientos de esta época.
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Volviendo al tema que nos compete, no sólo se patologiza la obesidad, problematizándola,
sino que la ciencia tiene respuestas para esto proponiendo por medio de la medicina soluciones,
con el fin de remediar este problema de salud planteando diferentes alternativas médicas para el
control del peso, además de situar la obesidad no sólo como una complicación de salud, sino
también como un problema estético, situación que en los últimos años produjo un fenómeno
estético occidental que se ha expandido con el auge de las cirugías plásticas y estéticas, otra
solución propuesta por la ciencia médica al servicio de los ideales y estereotipos de belleza, que
llevan a la búsqueda de reducir la figura, de adelgazar, de moldear y construir cuerpos perfectos,
Según la última revisión de la sociedad internacional de cirugía plástica y estética (ISAPS)
realizada en el 2014, Colombia se ha encontrado siempre entre los primeros 10 países donde más
se realizan este tipo de procedimientos quirúrgicos, las ciudades destacadas son Cali y Bogotá
con el mayor porcentaje de cirugías estéticas realizadas en ese año.
“Cali y Bogotá lideran con el 35 por ciento, mientras que Medellín tiene el 18 por ciento, y
el 12 por ciento restante se divide entre otras ciudades.” (El Tiempo, 2015).
Como se ha mencionado anteriormente este fenómeno estético en nuestra ciudad
evidencia la preocupación por este tema, en tanto se le adjudica a la forma del cuerpo la
importancia para relacionarse socialmente. Esto nos permite darnos cuenta de las particularidades
del discurso sobre el cuerpo, construidas a partir de nuestras singularidades culturales. Cada
época y cada contexto cultural tiene un discurso sobre la medida adecuada del cuerpo, sobre su
“correcto” funcionamiento biológico y sobre su valoración estética. Por eso se hace necesario un
análisis detallado de este fenómeno sobre la configuración del cuerpo y la construcción del
concepto de obesidad en nuestro contexto cultural próximo.
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Una de las respuestas que la ciencia, representada por la medicina, propone para el
problema de la salud y de la estética que constituye la obesidad en nuestro tiempo, es el
tratamiento para la obesidad con cirugía bariátrica. Esta se conoce como el conjunto de
procedimientos quirúrgicos que ayudan a perder peso, cuya finalidad es modificar el aparato
digestivo quirúrgicamente para restringir la cantidad de alimentos ingeridos y reducir la
absorción de nutrientes; en palabras más sencillas, la cirugía bariátrica realiza cambios
fisiológicos y por lo tanto funcionales en la digestión, logrando no solo que el sujeto pierda peso,
sino que, cambiando conductas alimentarias, logre mantener el peso perdido a largo plazo y no
volver a ganarlo. No obstante, teniendo en cuenta que uno de los órganos del aparato digestivo
que se modifica es el estómago, y este a su vez es un músculo liso, que como músculo tiene la
capacidad de volver a su estado original, o simplemente recuperar tamaño por su propiedad de
expandirse, dicho órgano a mediano o largo plazo recuperaría su anterior tamaño si no se
transforman los hábitos y/o conductas alimenticias.
Por ello, hablamos de “tratamiento a la obesidad con cirugía bariátrica”, y no solo cirugía
bariátrica para la obesidad, ya que la cirugía es un componente del tratamiento para la obesidad,
comprendiendo que la cirugía bariatrica por sí sola no resulta ser suficiente o que existen
muchas probabilidades de no lograr su finalidad. El tratamiento para la obesidad con cirugía
bariatrica está conformado por diferentes componentes , iniciando, por supuesto, con la cirugía
bariatrica que constituye el cambio quirúrgico del funcionamiento del aparato digestivo, sin
embargo para mantener este cambio es necesario la existencia de otros componentes como:
adoptar una sana y balanceada alimentación, acompañada de la orientación nutricional
profesional y la implementación de ejercicio y actividad física, finalmente el acompañamiento
desde el área de psicología guiando y apoyando la adaptación y adherencia a dicho tratamiento.
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Según el último Congreso Iberoamericano de Obesidad realizado en la ciudad de Cartagena
este año, sobre la cirugía bariátrica y metabólica, el doctor Luis Ernesto López, en su ponencia
titulada: “Importancia de los grupos multidisciplinarios. Perspectiva del cirujano”, expone
cómo el rol del profesional en psicología es supremamente valioso para el manejo de la obesidad
con el tratamiento bariátrico, volviéndose protagonista en las dos fases del proceso es decir, en la
fase pre operatorio y luego en la fase post operatoria, enfocando la atención de la obesidad en
dimensiones orgánicas y además psicológicas.
Vale la pena resaltar la importancia de estos reconocimientos que se hacen desde la
medicina hacia la psicología. Sin embargo, es la ponencia de una profesional en el área de la
Psicología, la Lic. Blanca Ríos de México, titulada: “Como debe ser el acompañamiento
psicológico en el post operatorio”, quien sustenta que aproximadamente el 50% del éxito del
tratamiento del paciente depende del rol del psicólogo como agente activo, en el proceso de
acompañamiento dirigido.
El psicoanálisis nos permite comprender las particularidades del sujeto, dado que todos los
sujetos que se diagnostican con obesidad a partir de los parámetros médicos y que se someten a
estos tratamientos, ya sea en busca de la recuperación de la salud y/o por entrar en los estándares
de belleza, tienen sus especificidades, su propia construcción psíquica, y su organización
estructural, lugar desde el cual, sienten, piensan y actúan como sujetos obesos.
La experiencia clínica con pacientes bariátricos que fracasan con el tratamiento;
entendiendo fracaso desde los parámetros de la Asociación Colombiana de Obesidad y Cirugía
Bariátrica (ASOCIB), ha definido como causas de este fracaso los siguientes aspectos: 1) Re
ganancia de peso después del primer año post quirúrgico; 2) No adaptación y adherencia al
tratamiento, que influye en deficiencias nutricionales, síntomas desfavorables que no están
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asociados a la recuperación normal del procedimiento quirúrgico, pérdida excesiva de peso,
trastornos de la alimentación, alteración mental, del estado de ánimo y suicidio.
Todos estos aspectos asociados también al componente del tratamiento del cual se supone
el paciente debe ocuparse con el equipo interdisciplinar, son aspectos que el solo
acompañamiento psicológico planteado por los protocolos de atención no logran abarcar. Surge
entonces el interrogante: ¿Por qué no se abarcan? Si existen medidas de evaluación desde
psicología y psiquiatría en la fase pre operatoria del candidato para el tratamiento a la obesidad
con cirugía bariátrica en las cuales se estipula el “Establecimiento de condiciones de estabilidad
emocional para enfrentar el nuevo estilo de vida, evaluación de las condiciones de desequilibrio
emocional que puedan haber conducido a la obesidad”, Guevara y Mikler (pág. 27), asimismo
también se proponen guías de manejo en cirugía bariátrica, entre otras, que determinan la
participación o no del candidato en el tratamiento, además del plan de intervención desde
psicología para el post operatorio según los hallazgos, ¿Por qué no se atiende también a la
necesidad perentoria del acompañamiento psicológico en la fase pos-operatoria? ¿Cuál es el
origen de esta omisión con consecuencias importantes a nivel de la salud mental y física del
paciente?
Me atrevo a suponer que hay varias posibles respuestas al respecto, y una de ellas es que la
estandarización de estos procesos, que aunque tienen en cuenta al individuo y su estado
psicológico, se generaliza como un criterio necesario para todos los participantes, y en segundo
lugar que, no todas “las obesidades” tienen su origen y consecuencias en el orden de la sola
adaptación a cambios de hábitos y conductas alimentarias, es decir, podemos inferir incluso que
esa poca adaptación, esa compulsión a la repetición de las conductas alimentarias que en algunas
ocasiones llevaron al sujeto a la obesidad, dicen algo del sujeto que le interesa particularmente al
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psicoanálisis, el sujeto del inconsciente que ha sido silenciado en el discurso médico actual y que
el psicoanálisis propender por devolverle la palabra.
La obesidad en el psicoanálisis y la práctica clínica.
Con el fin de esclarecer y ampliar lo anteriormente mencionado quiero exponer varios casos
recogidos de mi experiencia clínica en el programa de cirugía bariátrica de la sociedad de cirugías
y especialidades que opera en la Clínica Nuestra Señora de los Remedios de la ciudad de Cali.
Éste programa cuenta en la actualidad con un equipo interdisciplinario de un cirujano bariátrico,
dos anestesiólogos, dos enfermeras, un nutricionista y dos psicólogas.
Voy a remitir algunos elementos a partir de los relatos tomados de las sesiones de consulta
inducida, es decir en sesiones que no son parte de los controles obligatorios a los que debe acudir
el paciente, sino de las búsquedas personales de cada uno. En mi práctica clínica, en los procesos
post operatorios con pacientes que se encuentran en tratamiento para la obesidad con cirugía
bariátrica en su primer año del post quirúrgico, y en todos estos al finalizar el año de
acompañamiento, después de los siete, ocho, o nueve meses, se ha encontrado con frecuencia que
los sujetos, después de la cirugía, acuden en busca de atención psicológica por problemáticas
relacionadas con el cuerpo pero no, como podría esperarse, con su funcionalidad, sino más bien
con su apariencia estética.
Lo que estos pacientes refieren constantemente es que: “A pesar de entender y saber que he
perdido muchos kilos, me sigo sintiendo gorda…” “Yo no reconozco como mío este cuerpo
nuevo, que aunque lo quería ya no es mío”. “¿Cuánto tiempo se demorara mi cabeza para
entender que no puedo seguir pensando cómo gordo?¨”.
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Colette Soler en, “El cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan”, expone varias posiciones
muy interesantes que nos permiten introducir y resaltar cómo para el psicoanálisis si existe un
cuerpo que no ignora su constitución orgánica, biológica de la cual se encarga la medicina, y que
sin embargo, se encuentra inmersa en la formación subjetiva de cada sujeto en su singularidad a
propósito de la enfermedad y por supuesto de la “gordura”.
Los aportes que realiza Soler frente al cuerpo lacaniano, nos muestran un cuerpo
conformado a partir de un organismo vivo, ese organismo constituido de funciones diversas pero
que opera en común acuerdo con cada uno de los sistemas independientes que se acoplan
armónicamente y dan como resultado la vida orgánica, ese cuerpo que se suma a la imagen, a esa
imagen del espejo, a esa imagen de quien mira en el espejo que se supone lo representa, imagen
que surge del registro imaginario y que da como resultado un tipo particular de “cuerpo”, es un
cuerpo que, sin embargo, sólo es simbolizado en el paso por el registro del lenguaje, es por medio
del lenguaje que se construye el cuerpo, por lo tanto, podemos decir que: no hay cuerpo antes del
lenguaje porque es por medio de éste que el cuerpo se significa.
La psicoanalista francesa Dolto (2013) denomina esquema corporal al reconocimiento que
el sujeto tiene de todo lo que constituye su cuerpo orgánico y funcional, éste se va estructurando
a medida que el sujeto atraviesa y sufre cada una de las castraciones particulares de la primera
infancia, simultáneamente el individuo va creciendo conforme se perfeccionan las funciones de
su cuerpo orgánico, su sistema circulatorio, óseo, digestivo, muscular, nervioso etc. Por lo tanto,
su constitución se despliega a partir de las experiencias y sensaciones vividas, en constante
cambio debido a lo prematuro y dependiente que resulta la cría humana al nacer. En palabras de
Dolto: “El esquema corporal es una realidad de hecho, en cierto modo es nuestro vivir carnal al
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contacto del mundo físico. Nuestras experiencias de la realidad dependen de la integridad del
organismo o de sus lesiones transitorias o indelebles,…” (2013, p. 18).
Como el sujeto se encuentra, en su condición de “pedomorfo”, desprovisto e indefenso al
nacer, se requiere de la compañía, de las atenciones y servicios de otro que le permita un soporte
para desarrollarse, de esta manera, según Dolto surge simultáneamente la imagen del cuerpo que
es única para cada sujeto, así como es única su comunicación y la forma de relacionarse con el
otro, con cada historia que se va fortaleciendo con el paso del tiempo gracias al lenguaje.
Devolvámonos un momento para detallar un poco los planteamientos de Dolto, el esquema
corporal y la imagen del cuerpo se estructuran en el sujeto desde el nacimiento, es decir que, a
medida que el cuerpo humano se va desarrollando física y funcionalmente con los cuidados de
otro, en la mayoría de los casos una madre, unos padres, una familia, éste va estableciendo un
reconocimiento de su cuerpo a la vez particular y a la vez característico de la humanidad.
Esto es un proceso, por un lado, “natural” para todos los individuos, dicho en otras
palabras existe un antecedente neurofisiológico, interdependiente a la comunicación con otros y a
su relación afectiva; es de alguna manera inconsciente, pero principalmente preconsciente y
consiente por estar ligado a la realidad que corresponde a lo actual e inmediato.
Por otro lado, esta comunicación con los otros va estructurando la imagen corporal que le
es particular a cada sujeto, única, personal, inconsciente, es una construcción particular producto
de un enlace entre la dimensión simbólica e imaginaria. “Gracias a nuestra imagen del cuerpo
portada por- y entrecruzada con-nuestro esquema corporal podemos entrar en comunicación
con el otro” (Dolto, 2013, p. 21).
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Ahora bien, cuando esa construcción del esquema corporal se forja en un cuerpo real
disfuncional o imperfecto a consecuencia de enfermedades transitorias o crónicas, por mal
formaciones congénitas, secuelas de enfermedad y de accidentes, entre otros acontecimientos
que imposibilitan el sano funcionamiento y la totalidad del cuerpo en lo real, es necesario que la
construcción de la imagen del cuerpo soporte esta situación.
[…]El niño parapléjico tiene necesidad de jugar verbalmente con su madre, hablando de correr,
de saltar, cosas que su madre sabe tan bien como el que jamás podrá realizar. Proyecta así este
niño una imagen sana del cuerpo, simbolizada mediante la palabra y las representaciones gráficas,
en fantasmas de satisfacción eróticas, en el intercambio de sujeto a sujeto. Hablar así en sus
deseos con alguien que acepta con él ese juego proyectivo, permite al sujeto integrar dichos
deseos en el lenguaje a pesar de la realidad, de la invalidez de su cuerpo. (Dolto, 2013, pág.19).
Juan David Nasio (2008), en el texto: “Mi cuerpo y sus imágenes” presenta su
interpretación de la imagen del cuerpo de Dolto a la cual hemos mencionado. Éste nos ofrece un
esquema estructural de la formación del concepto, la imagen inconsciente del cuerpo y que a su
vez se encuentra conformado por las tres imágenes que se van fusionando poco a poco, la imagen
de base, la imagen funcional y la imagen erógena.
Parafraseando a Nasio encontramos que inicialmente surgen las sensaciones vividas por
el niño en la comunicación con su madre en los primeros años de vida, “…con el cuerpo infantil
fusionado con el cuerpo de la madre…”. (Nasio, 2008, pág. 31). Esto facilita en la imagen,
sensaciones de ese cuerpo estable que fue soportado por la madre a partir de su deseo figurado
con palabras, en esa comunicación que la madre experimenta con su hijo, en palabras de Dolto
(2013): “la imagen de base es la que permite al niño la mismidad de ser…” (Ibíd., p.43).
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A esto se le suman las sensaciones del cuerpo que se agita a causa de las funciones
orgánicas naturales, ésta es la denominada imagen funcional, y, finalmente esas sensaciones que
se originan en zonas erógenas y generan placer, forjan con sus experiencias en cada una de estas
imágenes una “memoria inconsciente. […]Una imagen global que sintetiza las tres imágenes” y
esta a su vez produce o genera el “sentimiento de sí mismo”. (Nasio, 2008, p. 31). Se observa
entonces, cómo partimos de las sensaciones que se ligan a cada una de las imágenes
inconscientes del cuerpo, volviéndose memoria inconsciente que termina manifestándose en
forma de sentimientos.
Retomando el tema de la considerada epidemia del siglo XXI, la obesidad y el tratamiento
para la misma con la cirugía bariátrica, que se realiza desde hace veinte años, pero que en nuestro
país sólo en los últimos cinco años ha tomado fuerza. Podemos decir que hoy se encuentra
posicionada como la mejor opción desde la perspectiva de la medicina para tratar este
padecimiento.
Quisiera resaltar lo mencionado en otros apartados, sobre la importancia para la
intervención, de la persona obesa, a través de una casuística, de un caso por caso, teniendo en
cuenta los aportes desde el psicoanálisis sobre el esquema corporal y la imagen inconsciente del
cuerpo, como categorías de análisis de los elementos mencionados como motivos de consulta de
los pacientes post operatorios, que acuden al consultorio psicológico en busca de respuestas para
sus sufrimientos que parecen agudizarse y me atrevo a mencionarlo, surgen como resultado del
tratamiento.
¿Qué es lo que ocurre con el obeso después de la obesidad? ¿Cuáles son las dificultades
que surgen en los individuos que pierden el peso que los caracteriza como obesos? ¿Por qué es
reiterativo el sufrimiento o, en el peor de los casos se vuelve a la gordura después del tratamiento
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a la obesidad con cirugía bariátrica, si la finalidad del tratamiento está en el orden de la
recuperación de la “salud” que se había perdido por el exceso de tejido graso?
La OMS define la salud como “… un estado de completo bienestar físico, mental y social,
y no solamente la ausencia de afecciones y enfermedades”. Sin embargo esta concepción de
“salud” que podemos denominar como utópica, no corresponde a un análisis de la construcción
del cuerpo, en el cual intervienen no sólo aspectos ligados a la normatividad fisiológica de su
funcionamiento, sino también, en una lucha agónica, continua, y estructural, los avatares
históricos que atraviesa el cuerpo en su travesía por el registro de lo simbólico. Si el cuerpo ha
sido significado por el lenguaje en una narración particular, difícilmente podrán dictarse criterios
universales que intenten apresarlo en una norma. El lenguaje en su función performativa, pero
también metafórica, crea un nuevo cuerpo, crea en esencia una nueva normatividad, esta vez no
universal.
Desde los planteamientos de Dolto podemos decir que cuando se modifica
fisiológicamente el cuerpo orgánico se altera el esquema corporal, éste que ubica al sujeto como
conocedor de la funcionalidad del cuerpo orgánico.
Ahora bien este cambio de esquema puede ser trasformado en el tiempo y el espacio por
diferentes razones, como por ejemplo, la sola vejez como parte de los ciclos que vive el sujeto en
el paso del tiempo y en la cual el cuerpo sufre cambios y trasformaciones o como se expone en
las experiencias con niños que Dolto documenta en la fase de desarrollo fisiológico y el paso por
las diferentes castraciones.
La pérdida de peso tendría que situarse como la trasformación corporal que requiere de un
tiempo para re organizarse e ir adecuándose a la nueva funcionalidad, no obstante, como este
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esquema no opera solo, sino que viene ligado a la imagen del cuerpo es pertinente detenernos un
momento aquí para comprender y esclarecer qué ocurre con la reciprocidad de estos dos
conceptos teóricos que se interrelacionan. A través de la experiencia clínica aplicada podemos
comprender realmente las implicaciones que tienen estos mismos mecanismos para la psique en
los pacientes post operatorios.
Françoise Dolto (1986) ejemplifica cómo a pesar de las modificaciones en lo real del
cuerpo que entran a repercutir en cambios del esquema corporal, esos cambios pueden ser
soportados o mantenidos en la reciprocidad con la imagen del cuerpo, según cómo dicha imagen
del cuerpo se halla constituido. Esto lo argumenta con varios casos que expone sobre niños con
mal formaciones o pérdida de alguna extremidad. En estos niños, y a pesar de su esquema
corporal diferente, la formación de su imagen del cuerpo que ha devenido tal en participación
indiscutible con el otro por medio del lenguaje, permite la estructuración y organización de una
imagen del cuerpo que sustenta estas carencias más allá del cuerpo real y su funcionalidad.
En la experiencia clínica nos encontramos entonces con sujetos qué por las implicaciones
que conlleva la pérdida de peso para su constitución psicológica, y que por el uso de
significantes, posiblemente asociados a lo que sostenían como realidad psíquica mediante ese
peso que constituye una parte fundamental en la constitución y organización de su imagen del
cuerpo, se convierten en un grupo significativo que requiere una nueva forma de intervención que
no omita la importancia del inconsciente y su función económica, una intervención que rescate de
nuevo la palabra del sujeto obeso.
Por lo tanto se hace necesario revisar los protocolos de atención desde el área de psicología
ya que indiscutiblemente parecieran quedarse cortos para la atención de quienes padecen la
pandemia del siglo XIX.
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Ello me obliga a preguntarme qué pasa con la imagen del cuerpo, que parece ser la que se
queda fijada en las personas que sufren la obesidad; ¿Cómo construyen la imagen de su cuerpo
como obeso? Es aquí donde debemos pensar en la particularidad de cada sujeto obeso, dueño de
una subjetividad inmersa en una historia de vida con experiencias a veces traumáticas, con toda
una construcción desde su niñez de una imagen inconsciente del cuerpo que el tratamiento para la
obesidad con cirugía bariátrica no puede modificar.
Conclusiones
El sujeto obeso del que nos hemos encargado, después de la obesidad, este que no reconoce
su cuerpo diferente como suyo “sin el exceso de tejido adiposo” aunque este mismo cuerpo le es
apropiado y práctico en el presente, se enfrenta sin saberlo, solamente sintiéndolo como una
transformación del cuerpo real, del cuerpo de la utopía de la concepción de salud del cual se
ocupa la medicina y por lo tanto los cirujanos pueden cambiar, mejorar, cortar, disminuir o
agrandar; de ese cuerpo que todos ven pero que solo quien lo vive lo siente, lo experimenta y lo
apropia como suyo. Esta trasformación del cuerpo real entra a colisionar con el cuerpo
imaginario del obeso que continua intacto, produciendo una disociación entre el cuerpo real y el
cuerpo imaginario. Como consecuencia de esto encontramos al obeso después de la obesidad
sufriendo ahora por las implicaciones inconscientes que conlleva esta disociación.
En mi consulta psicológica es frecuente encontrar a quienes después de perder más de 20 kilos,
continúan utilizando la ropa que siempre habían vestido ya grande para el cuerpo real, pero
exacta para el cuerpo imaginario, otros con quejas y en busca de respuestas al sentir que con todo
el peso perdido también perdieron su esencia, su “plus”, su personalidad, lo que los caracterizaba
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en sus contextos inmediatos tales como sus grupos de amigos, familiares, compañeros de trabajo,
ganando con el nuevo cuerpo real, “sin exceso tejido adiposo”, aceptación por sus formas a
cambio de una especie de des personificación.
En lo que se refiere a la transformación del gordo del medioevo, convirtiéndose con el paso del
tiempo y las incidencias de los avances médicos y tecnológicos que esto acarrea, en el obeso
actual, este a su vez queda expuesto a esta misma ciencia médica q plantea soluciones para la
problemática de salud pública como hoy en día es considerada la obesidad en nuestro país con
altos índices de esta patología en niños y adolescentes, cifras que cada día van en aumento no
precisamente por no tener a la mano alternativas de solución para este fenómeno, sino porque el
problema central alrededor de la obesidad está relacionado directamente con el consumismo,
característica de la época en la que vivimos que trae consigo el desarrollo de las industrias de la
alimentación y la tecnología. Sin embargo las propuestas de la ciencia médica al respecto son
las quirúrgicas. La cirugía bariátrica como herramienta líder en la actualidad busca erradicar
dicho padecimiento, pero a su vez conlleva a otra problemática, la de la imagen del cuerpo que
hemos venido desarrollando, esta que constituye al sujeto psicológico.
Así, podemos decir que la atención al obeso no es solo un asunto médico. Le compete a la
psicología intervenir, más aun cuando el sujeto es sometido a tratamientos para la obesidad con
cirugía bariatrica, esta que en quirófano disocia la imagen real de la imagen imaginaria y es por
esto que planteo la tesis de que esta situación deja al sujeto en una suerte de “psicosis”, por lo
tanto es solo desde la intervención psicológica con la cual se movilizan subjetividades y se
accede al inconsciente, desde donde se puede establecer la integridad del sujeto. Si esto no se da,
terminaría el sujeto disociado de su cuerpo real, posiblemente psicótico.
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Para finalizar este escrito quiero esbozar cómo lo planteado aquí puede interesar a los
profesionales que hacen parte de los equipos interdisciplinarios para la atención de quienes entran
en protocolos para el tratamiento de la obesidad con cirugía bariátrica.
Este escrito puede servir de base a quienes como yo, nos enfrentamos a los efectos de los
avances de la ciencia cuando se utilizan para solucionar u ofrecer herramientas para las llamadas
enfermedades del siglo XXI. Vale la pena aclarar que en ningún momento pretendo dejar
plasmado aquí entre líneas que me encuentro en desacuerdo con estas ayudas de la ciencia
médica. Sin embargo, si recalco la importancia de comprender que siempre se debe abrir
posibilidades de intervención a partir de la noción del sujeto del psicoanálisis con sus
particularidades subjetivas, las mismas que hacen que la atención desde la psicología no deba
estar estandarizada.
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