La Oroya pueblo que sufre las consecuencias de la minería en Perú

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8/2/2019 La Oroya pueblo que sufre las consecuencias de la minería en Perú

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Noventa años de contaminación ambiental

La ciudad de las chimeneas de plomoTres empresas han contaminado por nueve décadas La Oroya. La zona ha quedado inutilizable para la

agricultura y la ganadería que movían su economía antes de la llegada de la fundición en 1922

En 1988 la comu-nidad campesinade Huay Huay “ajustició” a un

abigeo que quiso hacer-se pasar por terroristacuando lo descubrieronrobando el escaso ganado.

“¡Es cupo para el parti-do!”, trató de sorprenderel pillo, y los campesinosenfurecidos lo amarraronpara darle una paliza, que,según dijeron luego, se lesfue de las manos.

“Ha sido un mal golpe,sin querer ha sido”. Unasemana después, cuandola policía de La Oroya –laciudad más cercana– llegóhasta esas hostiles alturas

de Yauli, la comunidad senegó a acusar a los autoresdirectos del cri men (a loFuente Ovejuna).

Entonces, los agentescargaron con los doce se-ñores “principales” del pue-blo, incluido mi abuelo Ne-mecio, quien había sido va-rias veces alcalde de Huay Huay. Yo tenía cuatro años y recuerdo haber recibido lanoticia con más fascinación

que angustia: mi abuelo eraun anciano severo, elegan-te e ilustrado gracias a unoslibros viejos que una vez mehabía prohibido tocar y auna amarillenta colecciónde periódicos que, supon-go, recibía con varios díasde retraso.

Me costaba imaginarloencarcelado, a él que a pesarde vivir en un pueblo pobre

perdido en las punas vestíacamisas insólitamente pul-cras y zapatos insólitamen-te lustrados. Entonces insis-

tí en que yo también quería

 viajar de Lima a La Oroya a visitarlo en su celda, pobre-cito mi abuelito.

Mi papá se ocupó de ladefensa legal de los comu-neros de Huay Huay, y es así que nos quedamos a viviren La Oroya por un mes. Unfrío y pestilente mes.

Naturaleza muerta

Un buen recuerdo de ese mes

es el lonche que servían cari-ñosas señoras con gorritosde lana en forma de cono, ensus puestos de plástico, al filode la carretera: panquequesfritos y humeante café agua-do en tazas de metal despos-tilladas. Usaban utensiliosde aluminio y primus queemanaban olor a kerosene.

Dilataba cuanto podía

ese lonche mientras apre-ciaba el gótico paisaje dibu- jado al frente: dos giganteschimeneas que expulsabanabundante humo negro enun fondo de cerros pelados,de faldas en escala de grises.Naturaleza muerta. Ronda-

ban perros flacos. Cada tan-to frenaban cerca camioneso buses interprovinciales y en ese acto emanaban in-tenso olor a gasolina.

En las noches sin l luvialos niños de mi cuadra se juntaban a contar historiasde terror minero. Una deellas advertía que debía-mos dormir sin medias –apesar del frío–, pues si no el

muqui (enano mitológico delos socavones) nos iba a ja-lar las patas. También habla-ban de la viuda de un minero

que lloraba en las madruga-das porque su esposo habíamuerto sepultado.

Para cuando mi abuelo y sus amigos quedaron libres, yo ya me había iniciado enlo de los bronquios y por eso volvimos con urgencia a Li-ma. Mi mamá dijo que era

por lo de los pies desnudosen las noches. Pero desdehace unos años lo dudo, trasleer que la revista Time con-

sideraba a La Oroya entre lasdiez ciudades más contami-nadas del mundo. Por el plo-mo, arsénico, cadmio entreotros metales, que acumu-lativamente, y desde hace90 años, infestan el aire, lossuelos y los ríos de la zona.

Una situación que llevó

en el 2005 a que el 99% desus niños presente tres ve-ces más plomo en la sangreque el tope recomendado

por la Organización Mun-dial de la Salud.

Población enfrentada

Desde hace tres años el airede la Oroya está menos en- vilecido y eso se demuestraen una reducción de 10%del plomo contenido en la

sangre de los pequeños. Y últimamente hasta correnrumores de que han vueltoa aparecer truchas en el río

Mantaro, unos kilómetros

más allá de La Oroya.Sucede que desde junio

del 2009 la fundición y larefinería están paraliza-das debido al colapso finan-ciero de la estadounidenseDoe Run, que ha acumuladomillonarias deudas con susproveedores y con el Estado,además del incumplimien-to del programa de reme-diación ambiental PAMA.

Sin embargo la pobla-ción de La Oroya vive táci-tamente enfrentada. Unospocos, muy pocos, se ale-gran en secreto de que sehaya detenido las emisionestóxicas. Pero la gran mayo-ría respalda el retorno de laempresa que en todo estetiempo de paralización lesiguió pagando el 70% de

sus sueldos a 3.500 traba- jadores. Estos han perma-necido en esa ciudad parapoder marcar su asistencia, y eso ha propiciado tambiénun ambiente de ocio y agre-sión debido a su comprensi-ble angustia.

No es fácil emprenderotras actividades económi-cas alrededor, pues la conta-minación indiscriminada quedurante nueve décadas habrotado del complejo afectahoy 2.300 km2de suelos en laregión central (83% de la su-perficie de Lima Metropolita-na); no solo de la provincia de Yauli, sino también de Tarma,Jauja y Junín. La estatal Acti-

 vos Mineros, detalla que hanquedado inutilizadas parala agricultura y la ganadería2.049 hectáreas a la redonda.

ROXABEL

RAMÓN

Periodista 

NO SALUDABLEUsaban utensilios

de aluminio yunos primus queemanaban olor a

kerosene

LA GRAN M AYORÍArespalda a la

empresa que entodo este tiempode paralización le

siguió pagando

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HISTORIA. En 1974 se creó Centromín Perú al nacionalizarse la Cerro de Pasco Copper.