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La responsabilidad subjetiva en el paso a la vida civil 1
Paula Esperanza Osorio Doncel2
Docente Asesor
Manuel Alejandro Moreno Camacho3
UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
SANTIAGO DE CALI
2016
1. Este artículo se deriva del estudio realizado como trabajo de grado para optar el título de Especialista en Psicología clínica con
Orientación Psicoanalítica. Inicio Agosto 2015, finalización Junio 2016
2. Estudiante de la Especialización en Psicología Clínica con Orientación Psicoanalítica de la facultad de Psicología de la Universidad de
San Buenaventura seccional Cali, Colombia. paula_osorio08@hotmail.com
3. Psicoanalista, Psicólogo, Magister en Sociología, Docente de la Facultad de Psicología Universidad de San Buenaventura Cali
manalmoreno@gmail.com
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La rectificación subjetiva en el paso a la vida civil
Paula Esperanza Osorio Doncel
El interés en el estudio de la guerra y las subjetividades a la luz del psicoanálisis, incluye la comprensión
de aquello de lo que ha sido vivido en los contextos de violencia, por ejemplo la participación de las
guerrillas en el conflicto armado en Colombia a través del discurso de las personas en proceso de
reintegración a la vida civil.
Este artículo aborda las reflexiones teóricas de psicoanalistas que favorecen la exploración
investigativa de este escenario, en contraste con el discurso de algunos desmovilizados entrevistados
durante mi ejercicio profesional en uno de los cinco Hogares de Paz dispuestos a nivel nacional para la
atención de los desertados de las agrupaciones guerrilleras operado por medio del Programa de Atención
Humanitaria al Desmovilizado del Ministerio de Defensa Nacional.
En el marco de dicho programa, por la Resolución número 0786 de 2005: Se reglamenta la prestación de
la ayuda humanitaria al desmovilizado por parte del Ministerio de Defensa Nacional en el Programa de
Reincorporación a la Vida Civil; agrega:
La Resolución Ministerial 0722 del 25 de mayo de 2001 crea el Grupo para el Programa de Atención
Humanitaria al Desmovilizado (GPAHD) con el propósito de realizar las acciones necesarias conducentes a
promover el abandono voluntario de las organizaciones armadas al margen de la Ley, desarrollar las acciones
inherentes al proceso de desmovilización y coadyuvar en la etapa de reinserción a la vida civil. El Ministerio
de Defensa Nacional prestará la ayuda humanitaria inmediata que requieran el desmovilizado y su grupo
familiar, cubriendo en todo caso: necesidades básicas como son las de alojamiento, alimentación, vestuario,
transporte, atención en salud y realizará la valoración integral del desmovilizado.
Se lograra entender en el desarrollo del artículo la relación entre los elementos del discurso del Estado y la
posición asumida por el desmovilizado frente a su responsabilidad subjetiva.
El presente artículo está organizado en tres apartados: El primero Introducción a las dimensiones Real,
Simbólica e Imaginaria en el devenir de las organizaciones guerrilleras en donde se presentaran
elementos conceptuales en relación a tales dimensiones, pensadas desde el escenario del conflicto armado
en Colombia el cual reposa en el accionar de organizaciones armadas legales e ilegales. Cuyos
participantes constituyen paralelamente un Otro persecutorio - asechador, un Enemigo necesario:
Indispensable para la afirmación de sí mismo y pese a que es contrario a la idea que un sujeto construye de sí,
se vuelve indispensable para la afirmación de sí mismo y para mantener una estructura cohesionada. Así como
no es posible concebir un pueblo que no tenga algún enemigo, tampoco es posible que se constituya un sujeto
sin que el otro se vuelva un rival amenazante, un enemigo cuya existencia es indispensable, ya que no es
posible reconocerse a sí mismo sino en presencia del otro. (Gallo, 2015, p. 15)
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Este pareciera que fuese representado bajo una figura de oposición – identificación, en el orden militar
la fuerza de combate, a manera de trozos, como parte del cuerpo armado. Paradójicamente enemigos,
uno en manos del otro se hermanan en la muerte (Castro, 2005).
Por su parte en Malestar en la cultura el autor refiere:
La esencia más profunda del hombre consiste en impulsos instintivos de naturaleza elemental, iguales en
todos y tendentes a la satisfacción de ciertas necesidades primitivas. Estos impulsos instintivos no son en sí ni
buenos ni malos. Los clasificamos, y clasificamos así sus manifestaciones, según su relación con las
necesidades y exigencias de la comunidad humana. Debe concederse, desde luego, que todos los impulsos que
la sociedad prohíbe como malos – tomemos como representación de los mismos los impulsos egoístas y
crueles – se encuentran entre tales impulsos primitivos. Estos impulsos primitivos son inhibidos, dirigidos
hacia otros fines. (Freud, 1970, p. 16)
Tales impulsos son privilegiados en estas formas de interacción, en este caso entre la guerrilla como
cuerpo de combate frente a sus hermanos de guerra, representados desde la legalidad. Desde lo más
primario diremos que el “El complejo de la intrusión representa la experiencia que realiza el sujeto
primitivo cuando ve a uno o a varios de sus semejantes participar junto con él en la relación doméstica”
(Lacan, 1938, p. 1), y hablará como consecuencia de ello, de la estructura de los celos infantiles, la cual
le otorga un lugar a la génesis de la sociabilidad. Los celos en su base, no representan una rivalidad
vital sino una identificación mental, aparece así que la imago del otro está ligada a la estructura del
cuerpo propio y más especialmente de sus funciones de relación, por cierta similitud objetiva. (Lacan,
1938) Este carácter pulsional evidenciado en las dinámicas relacionales de las organizaciones armadas
tanto legales como ilegales pudiese estar sujeto no solo a una fuerte identificación sino a una
actualización de la imagen del hermano no destetado, con el cual desencadena una agresión, porque tal
como lo refiere Lacan, repite en el sujeto la imago de la situación materna y con ella el deseo de la
muerte.
El segundo apartado El paso a la vida civil: un proceso de tránsito Real, Simbólico e Imaginario aborda lo
concerniente a las tres dimensiones, en el plano de la desmovilización. A través de la comprensión de las
implicaciones subjetivas del pasaje de la organización armada ilegal a la colectividad civil. Haciendo
énfasis en aquello del orden simbólico que ha sido construido y sostenido en el devenir de la organización
guerrillera y que prevalecen en el contexto social legal, uno que le demanda una participación activa, la
adquisición de un nuevo rol, la agrupación en nuevos círculos sociales, con las cuales no tiene una historia
compartida, por lo que su reintegración, en los términos propuestos por el Estado, dependerá en gran
medida de las nuevas redes que construya con los recursos de los cuales se apropie.
El tercer apartado de este articulo llamado: De la pasión por la justificación a la rectificación subjetiva
tiene como propósito identificar las bases de tal rectificación en dicha población como una forma de
acercamiento a las vías de su singularidad, taponadas por una uniformización que diluye su subjetividad
como seres de deseo en un vasto panorama que aparentemente “les obliga”, tal como ellos lo refieren, a
pronunciarse con base a los estándares exigidos por un Otro dominador; En contraste lograremos entender
que la figura del guerrillero no ha sido obligada a actuar con base a aquello que se le demanda, por el
contrario, este ha decidido posicionarse como parte de una fusión colectiva, a manera de piezas alineadas
unas junto a las otras, trabajando en función del movimiento de la agrupación en el que nadie es uno y en
el que en uno solo son todos. Sabremos que el Yo como organización psíquica juega un papel importante
en la función de desconocimiento, dado que tiene su origen en determinado nivel de la estructuración del
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deseo. Se condensaran algunos de los siguientes elementos: el discurso del Estado a través de lo evocado
por las organizaciones adscritas a este, tales como el Programa de Atención Humanitaria del
Desmovilizado y la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR).
El presente artículo condensa una reflexión, sucedida a partir de intereses académicos y profesionales en
relación a la comprensión del sujeto inmerso en los fenómenos de guerra. Interés que nace del
acercamiento directo a las personas en proceso de reintegración. En su discurso aparecen elementos de
análisis como: El acallamiento del sujeto responsable ¿sujetado a la voluntad de un Amo ingobernable, un
Amo que tapona la angustia de ser por sí mismo? Segundo: La pasión por la justificación, la narrativa de
su propia imposibilidad ante el devenir de la guerra. Y la rectificación subjetiva ¿cómo una que ha
subvertido a su amo o ha prescindido de él? No, Como una elección propia al re-conocimiento y a la
responsabilizaciòn de todo aquello que converja de tal encuentro.
Para poder condensar el discurso del desmovilizado en relación a los intereses del presente artículo fue
necesario realizar una lectura detallada a un poco más de doscientas entrevistas que realicé bajo el cargo
de psicóloga a personas en proceso de reintegración que permanecieron entre dos y cuatro meses en el
Hogar de Paz Paraíso Azul ubicado en El Cerrito, con base a ello fue posible enriquecer los elementos
conceptuales con la postura asumida por el desmovilizado, quienes fueron dando respuesta a los
interrogantes planteados y proporcionando nuevos enigmas que servirán para la reflexión de nuevos
estudios. Las preguntas que sirvieron de base para orientar las apreciaciones aquí expuestas fueron: ¿Qué
hay de la responsabilidad subjetiva en el guerrillero y posteriormente que ocurre con esta bajo el estatuto
del desmovilizado?, ¿Ha sido acaso la posición discursiva insatisfecha la asumida por los desmovilizados
a partir de la cual justifican su imposibilidad para asumirse frente al Otro Estado que los ha olvidado y que
además les exige la inmediata adaptabilidad social? ¿Hay acaso implicaciones fuertemente acontecidas en
la subjetividad del desmovilizado, más allá de las evidenciadas en la dimensión de lo Real?
Introducción a las dimensiones Real, Simbólica e Imaginaria en el devenir de las organizaciones
guerrilleras
En los grupos guerrilleros al igual que en toda agrupación colectiva se entrecruzan estas tres dimensiones
Real – Simbólico - Imaginario, la cuales van dando forma y sentido al encuentro interhumano. (Castro, M.
1997) Estas dimensiones que se encuentran en las vivencias y elecciones de todo sujeto como esencial a su
dinámica psíquica, organizan la realidad de este y la construcción de sus relaciones. En los grupos
armados ilegales este encuentro está permeado por la imposibilidad de alcanzar la completud (Castro, M.
1997), por lo que siempre habrá inconformidad en relación a las condiciones sociales, evocando
argumentos y acciones para sustentar su radicalismo y oposicionismo frente al marco legal que organiza a
Colombia como un Estado social de derecho, situación que promueve un continuo estado de conflicto.
Esta condición de falta e incompletud frente al ejercicio social, perpetúa una dinámica de guerra
lo que afianza la imposibilidad de vivir en armonía. Situación que se ha constituido no solo desde el
escenario de lo Real, frente al cual el Estado ha respondido a lo largo de los últimos casi sesenta años a
través de la mitigación de las consecuencias de las acciones violentas cometidas por parte de estos grupos
armados ilegales, sino también aludiendo a las dimensiones Simbólica e Imaginaria, que aunque con
menor visibilidad en comparación al estruendo propio de la masacre en lo Real, juegan un papel
importante en el fortalecimiento del colectivo guerrillero, tanto en la posición asumida frente a la
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Población civil y/o Estado y la cohesión de la organización como una que define al guerrillero a partir de
lo que como grupo se ha validado.
La primera dimensión la de lo Real, fue introducida por Lacan para designar una realidad fenoménica,
inmanente a la representación e imposible de simbolizar. Utilizado en el marco de una tópica como
concepto inseparable de los otros dos elementos: lo imaginario y lo simbólico, formando con ellos una
estructura (Roudinesco - 2008).
En el marco del conflicto armado podremos situar esta dimensión sobre la existencia misma de las
organizaciones guerrilleras, como las consecuencias devastadoras de su accionar, la irrupción agresiva y
dominante sobre los mismos combatientes o con aquellas personas ajenas a su filosofía y política, muertes,
destrucción, es aquello que está ahí, la existencia de las situaciones de agresión, desplazamiento forzado,
amenazas evidentes en el contexto del conflicto armado, también involucra a un cuerpo, a un síntoma y a
su goce, el goce como la búsqueda de la satisfacción pulsional imposible de lograr en su totalidad,
comprometiendo a la vez el disfrute y el sufrimiento (Castro, M. 1997) En esta vía la categoría de lo real
corresponde al “resto”, aquello que queda por fuera de lo simbólico e imaginario, una realidad inaccesible
a cualquier simbolización.
Se hace notorio como la dimensión de lo real es aquella frente a la cual el Estado ejecuta planes de
contingencia, estructurados por todas y cada una de las instituciones que sujetos a una filosofía de
erradicación de la violencia pretenden disminuir los estragos ocurridos durante el último medio siglo,
atenuando a través de recursos materiales o servicios de atención en salud los efectos desencadenantes de
un accionar violento constituido tanto simbólica como imaginariamente.
Continuando con Roudinesco (2008), ella plantea que la dimensión simbólica es un término tomado de la
antropología y empleado como sustantivo masculino por Jacques Lacan desde 1936, para designar el
sistema de representación basado en el lenguaje, es decir, en los signos y las significaciones que
determinan al sujeto sin que él lo sepa; el sujeto puede referirse a ese sistema, consciente e
inconscientemente, cuando ejerce su facultad de simbolización, designa entonces el registro (o función
simbólica) con el que tiene que ver el sujeto. De allí la idea formulada Mauss. M (1950, citado por
Roudinesco 2008), respecto a lo que se denomina inconsciente, que no sería más que el lugar vacío donde
opera la autonomía de la función simbólica. En ese sentido lo simbólico remite a la falta. Lo que aquí
encuentra su lugar es también susceptible de faltar. Lo simbólico hace posible pues la ausencia, por lo
mismo que hace sitio a la presencia: el símbolo se da como el asesinato de la cosa. (Assoun, P.L, 2008).
En tanto lo simbólico impone una definición del deseo en sus relaciones con la ley, en la vía de la renuncia
al objeto del goce originario como el objeto de satisfacción. “Por ende esta ley se da a conocer como
suficientemente idéntica a un orden de lenguaje. Ya que el lenguaje no encuentra su clave en ninguna
exterioridad. Genera su propia verdad” (Assoun, P.L, 2008. p. 70). De acuerdo con esto en el contexto
guerrillero la dimensión simbólica alude no solo a la instauración de códigos y valores específicos unidos
por cada grupo armado ilegal: la formas de portar el uniforme y el armamento, las normas, sanciones,
privilegios, su filosofía, política, visión de combate, estrategia, todo lo que competa a la organización
colectiva, en donde le son asignados a los elementos de la cultura: creencias, mitos, ritos, sino también un
valor significante.
Respecto al tercer elemento, el imaginario es utilizado por Jacques Lacan como correlativo de la expresión
estadio del espejo, y designa una relación dual con el semejante. Lo imaginario en el sentido Lacaniano se
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define como el lugar del Yo por excelencia. En 1938 Lacan escribe Les Complexes Familiaus, su teoría de
lo imaginario: no ya como un simple hecho psíquico, sino como Imago, es decir, conjunto de
representaciones inconscientes que aparecen con la forma mental de un proceso más general (Roudinesco,
2008), como una transformación ocurrida en el sujeto en relación con una imagen. Lacan (1935). En un
primer momento, este autor definió lo imaginario como un señuelo ligado a la experiencia de un clivaje
entre el moi y el sujeto. (Lacan 1953) Lo cual remite al reconocimiento de lo más propio, enmarcada en
interrogantes como: ¿Quién soy?, a manera de una imagen especular a partir de la cual al preguntarse por
esos contenidos logre dirigirse al otro, en efecto lo que el otro ve en mí se parece a lo que yo veo.
Es en esta dimensión cada sujeto coloca en la organización guerrillera y en las relaciones establecidas
elementos imaginarios que corresponden a sus propias construcciones fantasmáticas y a confusiones
especulares, ya que el primer efecto de la estructuración del sujeto por el otro se da en una reflexión
especular, este ir y venir del sujeto al otro y viceversa como un reflejo de espejo genera una alienación,
característica ineludible en el ser humano expresada en toda relación, por ende a partir de que se tiene una
imagen especular de sí mismo se encuentra el umbral del mundo visible. (Castro, M. C, 1997). Un caso
particular de la función de la Imago es la función del estadio del espejo: que es establecer una relación del
organismo con su realidad, por ende en el momento en que termina el estadio del espejo se inaugura la
identificación con la imago del semejante: dialéctica que liga al Yo con situaciones socialmente
elaboradas. (Lacan. J, 1935).
Es importante tener en consideración que los celos infantiles tienen un papel importante en la sociabilidad
del sujeto, en el que se reconoce en el otro a un rival, vendría a fundarse en la identificación específica de
las conductas sociales un sentimiento del otro, relación establecida desde lo imaginario (Lacan. J, 1938).
Respecto a lo descrito por los desmovilizados de grupos armados ilegales encontramos la pasión de los
celos evidenciados en el interés que el sujeto dirige a la imagen del rival (Estado – Ejercito - Soldado),
que se afirma como odio. La pasión sostiene esa irrefutabilidad que la emparenta con la obsesión, la
agresividad es sostenida por una identificación con el otro, quien es situado como objeto de violencia. El
objeto que elige la agresividad en los primitivos juegos de la muerte, es en efecto biológicamente
indiferente, el sujeto lo elimina gratuitamente en cierto modo por el placer, no hace sino consumar en si la
pérdida del objeto maternal. (Lacan. J, 1938). De acuerdo con esto podríamos discernir que con la muerte
del enemigo, se actualiza el asesinato imaginario del hermano. Rival en la relación dual entre el sujeto y la
madre lactante. En el discurso del guerrillero, fulminarlo es parte de su devenir en la guerra, es su función
cómo pieza de la estructura de combate, sin embargo con este enemigo se ha actualizado la imagen del
hermano no destetado, suscitando con esta agresión. La elección por la vía guerrillera sostiene elementos
imaginarios particulares que se hacen manifiestos en las practicas mismas de la guerra, agresión dirigida a
un otro identificado como uno diferente, desconociendo el lugar que este tiene como semejante. Al
dirigirse a este como un objeto de violencia, obtiene reconocimiento y un lugar dentro de la organización,
es acreedor de un nuevo nombre, uno que borra el anterior, obtiene un rango el cual le da una identidad y
aceptación:
Un general les transmite a sus soldados que cada enemigo muerto no debe ser motivo de examen de
conciencia, sino de orgullo. Como el semejante en tanto vida humana no cuenta dentro de una lógica de
guerra, un soldado puede ser llamado a responder por cobardía, más no por su fiereza en el combate contra el
enemigo. (Gallo. H, 2005)
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La nominación enemigo le permite al combatiente justificar su accionar violento, deshumanizándolo. La
responsabilidad subjetiva invita a hacerse cargo de aquello de lo que se piensa, de los que se dice, de lo
que se hace, de lo que se omite y de lo que se desconoce, la respuesta violenta hacia el enemigo pareciera
estar justificada y valorizada, anudándose a una serie de argumentos tanto propios como del colectivo, que
desvanecen el reconocimiento propio así como el del otro:
La elaboración de la concepción de sí mismo, es un elemento subjetivo fundamental en la estructura
de la construcción tanto de la enemistad como de la amistad, y es una condición subjetiva necesaria
para que se produzca la exasperación de la crueldad hacia el otro considerado diferente y hacia el
contrincante en una guerra. (Gallo. H, 2005)
Dado que el Yo del ser humano se organiza solamente a través de la imagen dada por el otro, los
combatientes lo hacen a través de la conformación de los grupos sociales, lo que introduce una puesta en
escena de características que convergen sobre una postura específica, una forma particular de posicionarse
frente al mundo, en donde se organizan una serie de identificaciones que sujetan la relaciones, “el efecto
de las identificaciones trasciende al propio cuerpo del sujeto dando lugar a la fusión de los individuos en
uno solo, organizando el colectivo como un cuerpo armado. Con ello se posibilita a cada uno la
pertenencia como miembro, diluyéndose la singularidad” (Castro. M, 1997, P. 20) Son los combatientes
quienes impulsan un intento de borramiento de las diferencias entre los miembros, perfilándose como una
sola masa de colectivo.
Castro afirma que las dimensiones de lo Real, Simbólico e Imaginario se enmarcan en la relación con el
Otro, la diferencia radica en que la lógica de la formación del colectivo de la organización guerrillera se
soportan en los procesos de segregación. (Castro, M. 2005), sin embargo el psicoanálisis permite mostrar
que el fundamento de toda segregación es la fraternidad. (Mesa, C. 2013). En “Psicología de las masas y
análisis del yo” Freud explica la tendencia natural del hombre hacia la unificación de conjuntos más
amplios de personas, pese a esto expone que el sentimiento social es segregativo desde la concepción
originaria de lazo social, dado que el sujeto responde al orden colectivo en la medida en que reconoce que
el otro también responde ante este a través de la renuncia de su propia satisfacción pulsional, por ende es
de la “envidia primitiva” que se derivan ideales sociales como el equilibrio social, en donde a través de la
regulación de un contrato social se le exija al otro la privación como mutuo acuerdo. (Mesa, C. 2013). Las
agrupaciones guerrilleras se sitúan a manera de engranaje colectivo, el cual sostiene el principio del todos
como uno, por ende ningún eslabón puede movilizase por cuenta propia, para operar debe contar con el
movimiento del grupo a manera de oleaje. Es así como el guerrillero para poder ser parte de la
colectividad debe renunciar a conformar un grupo familiar, debe renunciar al vínculo afectivo en una
relación de pareja, debe renunciar a la construcción de su propia identidad, debe renunciar a los placeres
sociales, solo así sostienen su equilibrio social.
El paso a la vida civil: un proceso de tránsito Real, Simbólico e Imaginario
Estos registros nos ampliaran la comprensión en relación a lo acontecido a la realidad del excombatiente
en preparación para la vida civil. Dado que la transición de combatiente ha desmovilizado implica la
apertura de nuevas interrogantes y una serie de nuevas búsquedas a partir del contacto directo con el Otro,
el Estado. Tomare inicialmente como base la concepción de la ley, la ley simbólica como aquella que rige
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el vínculo social. La cual ha sido modulada de manera divergente a la esperada por el contexto estatal y
por la cual cobra un sentido coyuntural en este pasaje a la vida civil:
Esta (la ley) debe nacer de la constitución del mismo vínculo y ser asentida por quienes conforman el grupo
correspondiente, después de haber renunciado a ciertas aspiraciones individuales. Este asentimiento implica
que la transgresión de la ley supone un precio y que, al menos en las democracias participativas, todos los
integrantes del grupo cobijado por la misma ley, están dispuestos a pagarlo. (Gallo, H. 2005)
La nominación de desmovilizado lo ubica en un margen especial dentro de la normatividad legal vigente,
enmarcado en estamentos jurídicos particulares, favorecidos a través de leyes específicas como la Ley 975
de 2005, entre otras, que le adjudica ciertos beneficios al momento de desmovilizarse ¿Desde lo estatal e
institucional se les permite a los desmovilizados hacerse responsables subjetivamente de los actos que
fueron cometidos al interior de la organización guerrillera? Si obtienen un trato diferencial en el que son
recompensados económicamente tanto por desmovilizarse, como por entregar a sus compañeros y facilitar
la desmovilización de otros, así como por describir detalladamente las hazañas realizadas al interior de la
organización guerrillera, imposibilitando todo sentimiento de culpa o necesidad de retribuir al otro
depositario directo o indirecto de su agresión. En donde se es manifestado a manera de recompensa que a
mayor información dada, mayor será la retribución, quien pareciera vendiera la idea de un canje, en el que
la experiencia narrada es cuantificable. ¿Qué lugar ocupa la ley como ley simbólica en la dimensión
subjetiva del desmovilizado?
Aquellos desmovilizados que hacen depender su cese al fuego de lo que reciban a cambio, no
desaprovecharán oportunidad de recuperar un plus de satisfacción dentro y fuera de la ley, pues lo que se les
ofrezca tal vez no constituya para ellos un apoyo solidario, sino una obligación del Otro estatal que quiere
hacerle cambiar su manera de vivir. (Gallo, H. 2005)
En el texto Un mundo sin límite. Ensayo para una clínica psicoanalítica de lo social, se propone que solo
la autoridad del enunciador era legítima, pero en adelante lo es la coherencia de los enunciados aptos para
dar cuenta de lo Real que revela tener lugar de legitimidad. Y en muchos sentidos se da a entender de
entrada que esta nueva legitimidad tiene como destino imponerse a la primera hasta intentar incluso
hacerla desaparecer. No queda más que la sola autoridad de los enunciados, siendo el beneficio aparente
de la operación evidentemente el sueño de poder hacer desaparecer el registro de la incertidumbre, dicho
de otro modo desembarazarnos del malestar inherente a la existencia, curarnos del hecho de ser humanos.
(Lebrum, J. P 2004).
Articulando lo expuesto anteriormente por Jean Pierre Lebrum con lo reflejado en el discurso de la figura
del desmovilizado, nótese como de manera frecuente un porcentaje importante de esta población se
encarga de hacer una elaborada narrativa en relación a los sucesos que fueron experimentados al interior
de la organización armada ilegal, a través de una descripción detallada de acontecimientos vividos durante
su permanencia en el grupo. Este discurso refleja rasgos identificatorios con la organización ilegal todavía
aun fuertemente arraigados. Al haberse concebido en esta dinámica no desde lo particular sino desde lo
colectivo, la representación de si, va a depender de su participación en dicho contexto y de la articulación
que haga a manera de sumatoria con las otras “partes” de esta gran maquinaria de guerra. Nótese como
aun después de la deserción, pese a su re-vinculación con el Estado de manera legal, pareciera que aún
está vigente la presentación que hace de sí mismo ante el Otro, ante el mundo, no como combatiente
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activo, no desde el registro de lo Real, pero si desde el registro de lo simbólico, permaneciendo en su
discurso fuertemente elementos identificatorios con la organización guerrillera los cuales modulan su
percepción frente a la vida, palabras convertidas en acciones que limitan el contacto con el otro a manera
de defensa, concibiéndose como objetos de persecución, piezas que solo encajan en el orden social,
ofrecido por el estado a través del Programa de Atención Humanitaria al Desmovilizado (PAHD). A
partir del anclaje con su historia y posición en el conflicto armado, es posible visibilizarlo más claramente
en el cargo ocupado como Promotores de Reintegración en la Agencia Colombiana para la Reintegración
(ACR) quienes fueron vinculados laboralmente con la institución posterior al cierre de su proceso de
resocialización, cuyas funciones competen principalmente a narrar su historia de vida a lo largo del país,
promoviendo la permanencia de los participantes en el proceso durante los seis años y medio de vigencia
del programa, posibilitando su reintegración.
Es claro que en este caso, el promotor define su lugar frente al otro, como el resultado efectivo de un
proceso social de reinserción, el cual sigue vinculándolo con la experiencia vivida como combatiente en el
grupo armado ilegal. Continúa simbólicamente arraigado en un discurso que lo ancla a su rol pasado,
dibujándose una alteración del mismo, ya no como actores directos de la guerra sino como actores legales
del Estado, presentados ante el otro a partir de su actuación en dicha guerra. La vigencia de la narrativa en
la sumatoria de experiencias como combatientes, aún después de desertar del GAI sigue manteniendo
vigentes en su discurso un pasado que los determina.
Dándole continuidad a lo evocado por Lebrum (2004), válgase exponer hipótesis frente a los registros real
y simbólico, en relación a la realidad subjetiva del desmovilizado, a quien le demandan desde el Estado
mismo, desde las instancias jurídicas, institucionales, entre otros entes de tipo social la ejecución de un
número determinado de compromisos, exigiendo el cumplimiento cabal de acciones específicas frente a
los cuales – por lo general- no se tiene dominio alguno de aquello que le es exigido. Generando en
aquellos casos un choque abrupto como una suerte de “pieza” individual que no encaja en este nuevo
orden social, separada del resto del engranaje colectivo del que hacia parte.
La conformación de los grupos sociales introduce una puesta en escena de características que convergen
sobre una postura específica asociada a las tres dimensiones evocadas en el trabajo de Castro. De acuerdo
con esto en la vía imaginaria el efecto de las identificaciones trasciende al propio cuerpo del sujeto dando
lugar a la fusión de los individuos en uno solo, organizando el colectivo como un cuerpo armado. Con ello
se posibilita a cada uno la pertenencia como miembro, diluyéndose la singularidad. (Castro, M. 1997).
Cabe plantearse interrogantes en relación a las consecuencias en la subjetividad de los combatientes
quienes impulsan un intento de borramiento de las diferencias entre los miembros perfilándose como una
sola masa de colectivo.
Al hacer efectiva la acogida del desmovilizado por parte del Estado se le es designado un nuevo rol, el
cual va a transformándose a lo largo del proceso DDR, identificados inicialmente como Ex – combatiente
o Desertado, luego de su ingreso al hogar de paz transitorio es llamado por el Estado como Desmovilizado
seguido de esto la ACR le da la bienvenida al proceso de reintegración que dura alrededor de seis años y
medio bajo el rol de Participante de Reintegración, al finalizar este tramo ya será llamado oficialmente
Reintegrado, posteriormente en algunos casos ocuparan parte de la mesa de trabajo como Promotores de
Reintegración, roles que desde la legalidad aún se encuentran lo suficientemente articulados con el
historial de guerra del que continúan siendo representantes.
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Valga mencionarse que la legitimidad en la que se encontraba previamente el guerrillero a su ingreso al
GAI, legitimidad de la que todos hacemos parte desde el momento del nacimiento como ciudadanos
colombianos, pretende cobijarlos en el marco de los derechos fundamentales expuestos en la Constitución
Política de Colombia de 1991 bajo una serie garantías que corresponden a la aplicabilidad de los
principios, derechos y deberes como miembros de la nación, esto pareciera haberse desvanecido,
acogiéndose una nueva legitimidad, leyes nuevas que reemplazan las primeras con representantes de una
nueva autoridad, sometiéndose a otro tipo de orden, a un nuevo enunciador y castigador de su voluntad.
Ahora desde el orden del registro de lo real, al serles cambiado el escenario activo de guerra y muerte en
el que operaban como actores de la aniquilación del enemigo, logran organizarse ya no desde este rol sino
desde el otro exigido por el Estado, uno que lo ubica como conciudadano, como hermano en la patria de
aquel quien se consagraba como su adversario.
En relación a lo simbólico, hay una fuerte movilización en la aparición de un lenguaje, constituye la
especificidad de un sujeto, el otro está en el fondo de nosotros mismos, es en la relación con este otro que
nos constituimos como sujeto, y que ese pasaje obligado, implica el consentimiento en el sistema de
lenguaje (Lebrum 2003), teniendo en cuenta esto, la postulación de las nuevas consignas, de diferentes
demandas, de otro tipo de dinámicas relacionales, enmarcarlos en un proceso de reincorporación a la vida
civil implica una nueva organización simbólica que le lleve a tomar lugar frente a su subjetividad. En
relación a esto en la publicación De un horizonte incierto. Psicoanálisis y salud mental en la sociedad
actual se expone que “las formas actuales de la participación social dependen crecientemente del éxito
individual y ya no tanto de la inclusión en los diversos colectivos sociales” (Galende, 1997. p. 34), el éxito
occidental actual implica una apropiación individual en las dinámicas sociales, lo que genera conflicto en
el desmovilizado quien ha operado en función del grupo y ahora se ve obligado a actuar en función de sí
mismo. “La ciudad define al grupo de quienes la componen situándolos en un mismo plano horizontal.
Cualquiera que no tenga acceso a este plano queda fuera de la ciudad, fuera de la sociedad” Vernant J. P
(1999, según citado por Galende 1997) Ahora bien, ¿el desmovilizado qué lugar ocupa en esta clase de
contexto?, ¿Subjetivamente que ocurre en el desmovilizado al enfrentarse a las demandas que exigen
ciertas condiciones sociales de la cuales carecen?
En este transitar de combatiente a desmovilizado, los autores plantean toda una serie de avatares que
acarrean una confrontación directa ellos mismos, el desprendimiento del colectivo enfrenta el sujeto a su
fragilidad y miseria individual, el derrumbe de sus ilusiones, la imposibilidad de completud. Mientras
estuvo ligado al grupo se inscribió en un mundo de certezas; las preguntas surgían desde y por el
colectivo, en el cual el sujeto permanecía opacado. Ahora en soledad, al sujeto le rondan las dudas y las
incertidumbres. Las posibilidades de reconstrucción tendrán que ver con la forma de elaborar y
reorganizar simbólicamente los efectos de esa ruptura y el duelo surgido en ella. Esto conlleva la re
significación de la propia historia, ante la abrumadora irrupción del sujeto que pregunta por el mismo
(Castro, 2001) empezar a encarar el dolor de haber muerto para la organización y para todo lo que esta
representaba para sí mismo, pese a haber sobrevivido a la guerra.
Dado que el presente artículo concierne al análisis de la posición del desmovilizado en relación a la
responsabilidad subjetiva, tiene el propósito de comprender el lugar otorgado a su subjetividad, es claro
que un punto importante, característico en el develamiento del tema del conflicto armado repercute en las
dificultades evidenciadas por parte de la figura del desmovilizado para asumir una posición subjetiva que
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revele una postura individual –cualquiera que esa fuere- en relación a su sentir y pensamientos
individuales como sujeto de deseo, por lo que al estudiar la dinámica de los grupos guerrilleros se hace
evidente un velamiento de todo aquello que lo posiciona de manera única y subjetiva en el mundo,
adoptando un carácter permeado por las decisiones del conjunto en el que se encuentra vinculado. De
acuerdo con esto es importante plantearse varios interrogantes, entre ellos: ¿Requiere menos esfuerzos
psíquicos para el combatiente ubicarse bajo una dinámica dirigida en la que obedece al llamado de un otro
superior? Y ahora ¿Qué lugar ocupa la responsabilidad subjetiva en el desmovilizado que se ha instaurado
en este nuevo transito?
De la pasión por la justificación a la rectificación subjetiva
De acuerdo a los diferentes planteamientos de algunos autores en el campo psicoanalítico en relación al
concepto de Responsabilidad Subjetiva, el cual opera como fundamento de la clínica psicoanalítica en la
medida en que marca su posibilidad misma y su direccionamiento ético, al concebir al sujeto como
responsable de su deseo y de su acto, el psicoanálisis apunta a proponer una nueva perspectiva sobre la
responsabilidad, que se fundamenta en la concepción del sujeto como sujeto del inconsciente. A su vez
agrega que la responsabilidad subjetiva va más allá del saber que atraviesa la conciencia y da marco a la
ficción que constituye el yo, por ende las acciones encaminadas al advenimiento de la responsabilidad
subjetiva están inspiradas en el develamiento y comprensión de los modos de satisfacción que ha elegido
el sujeto, los cuales a pesar de serles desconocidos dan cuenta de la paradoja de una elección en el propio
padecer. Zawady, (2005. Según citado por Moreno, M. 2013)
Entendiendo algunas premisas que dan lugar a la hipótesis central del presente artículo, es importante
entrar a considerar en lo que respecta a la posición discursiva insatisfecha asumida por algunas de las
personas en proceso de desmovilización para asumirse frente al Otro Estado, puede hacerse evidente una
posición contestataria y de insatisfacción con el otro no solo al momento de presentar sus objeciones y
quejas a su nuevo regente sino también al referirse del anterior, en donde profieren críticas contundentes
frente al incumplimiento de las promesas realizadas durante su permanecía en el GAI. Se pretende
encontrar coordenadas en el discurso del desmovilizado que permitan ampliar la comprensión en relación
a su insatisfacción permanente ante el Otro Amo (Estado) y ante el Otro Amo (G.A.I - Grupo Armado
Ilegal), a quienes reconoce como los responsables de su sufrimiento en tiempos cronológicos diferentes o
superpuestos, frente a los cuales se posiciona como sujeto en falta, sin hallarle sentido a la hendidura
subjetiva que moviliza su accionar en el mundo, más bien taponándola a partir de su des-
responsabilizacion.
Podemos pensar a partir del análisis de discurso del desmovilizado la necesidad de éste de asumirse ante el
Otro Amo, a quien se le exige y reclama una respuesta en relación a su devenir actual. En relación a esto
traigo a colación algunos elementos encontrados en el discurso de algunos desmovilizados atendidos en
uno de los hogares de paz , en donde refieren: -“Cuando el comandante me dio el cargo de correo humano
vi en ese momento la posibilidad de escapar, porque no me dejaron ver a mis hijos, ya estaba muy cansada
de esa vida, aguantaba hambre, no cumplieron, no me dieron el dinero que me prometieron”. - “La vida en
la guerrilla es muy difícil, yo pasaba muchas necesidades y no tenía una ayuda económica ni familiar”. -
“Nunca recibí mi ayuda escolar, lo prometieron pero no me dieron estudio, solo una vida militar en el
combate y la revolución”. – “¿Dónde está lo que me prometió el gobierno? Llevo un mes acá (Hogar de
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paz) y no me ha atendido el médico, ni tengo la droga, no disque iban a cumplir acá?” Estos son algunos
ejemplos del discurso del desmovilizado respecto a la relación establecida frente a aquellos grandes Amos
frente a los que se muestra inconforme y a los que les ha otorgado la responsabilidad de todo aquello de lo
que sucede en el devenir de su realidad. Por ende, es claro encontrar una relación de corresponsabilidad en
la que el goce del uno (desmovilizado) se engancha al goce del otro (Estado), este último responde a la
demanda del desmovilizado a partir de la consecución de los beneficios como estrategias legales
enmarcadas en las leyes colombianas, es posible entender tal dinámica no solo como una respuesta a una
demanda social que cobra aún más fuerza en lo desgarrador de lo real, tanto para la población rural así
como para la urbana, sino también, asumiéndose como un Otro proveedor, quien les dirige y responde a
las consecuencias de los hechos decisivos ocurridos para el guerrillero: Inserción al GAI a causa del
olvido estatal del que se sienten afectados, por las nulas garantías que han recibido como sujetos de
derecho, por la vinculación a ideologías políticas radicales en oposición a la del marco legal jurídico
insuficiente, por los hostigamientos dirigidos a las bases y campamentos, entre otra cantidad de
argumentos dados por los mismos desmovilizados atendidos. Quienes ahora como “civiles recuperados”
deben ser provistos de aquello que le confiera tal nominación, tarea demandada nuevamente al Estado.
Es entonces el PAHD uno de los programas que aparece como forma de respuesta a la imposibilidad de
agencia evidenciada en el guerrillero, para asumirse como sujeto por fuera de la masa colectiva a la que
pertenecía, una propuesta que pretende convencerlo sobre la idea de que el cese al fuego y el desarme son
el punto de partida para alcanzar un nuevo estilo de vida, uno fundamentado en los ideales que la misma
sociedad ha establecido. Ubicando al Otro Estado como el nuevo protector y dirigente de su accionar.
Otorgando un nuevo nombre, el de Reinsertado. “Ahora bien, ser combatiente es la condición para pasar a
ser un auténtico desmovilizado y no un impostor que se infiltra para ganar beneficios que no merece”
(Gallo, H 2005, p.5) En ese sentido para llevar consigo la nominación de Desmovilizado, debe haber sido
portador de otra: la de Guerrillero. Y para acceder a los beneficios que el Estado le confiere, debe pasar
por un riguroso procedimiento en el que se debe verificar a partir de varios instrumentos aplicados por el
personal militar y las autoridades competentes su pertenencia a la organización armada ilegal, al ser
corroborada su participación con la Certificación del CODA podrá hacerse llamar desmovilizado. De esta
manera legalizará ante los ojos del Estado su participación en la ilegalidad, siendo esta precisamente la
condición fundamental para permitírsele recuperar el estatuto de civil. ¿Qué hay de la responsabilidad
subjetiva en relación al velamiento de los agravios cometidos? ¿Acaso una forma de pasión por la
justificación se hace evidente en la legalización del crimen?
Como combatiente, el desmovilizado ha infringido la ley, pero no se considera un delincuente porque no lo
hizo por decisión individual, sino como parte de una causa colectiva. La causa, asociada al hecho de vivir
armado, lo separa del criminal y de todo juicio de responsabilidad moral y social, cuando se mata a otro
dentro de la lógica del combate propio de un conflicto armado, no es porque se quiera quitar una vida para
satisfacer un interés egoísta o mezquino, sino porque hay que sobrevivir a como dé lugar o porque la causa así
lo exige. (Gallo, H. 2005)
En las entrevistas realizadas durante dos años fue posible encontrarme con afirmaciones que ejemplifican
lo anteriormente mencionado: “o era el o era yo”, “Yo solo cumplía con lo que me decían”, “Si daba
papaya, aquí no estuviera ahora”, “Le di plomo y acabe con el antes de que el hiciera eso conmigo”, “Eran
las órdenes del mando”, “Todos hacíamos lo que el comandante decía”. “Terminé volando sobre un risco
pequeño, me les volé (refiriéndose al ejercito), me escondí tres días en el monte, no pudieron conmigo”.
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Tenemos así un ejemplo de la pasión por la justificación a partir del cual se configura un discurso
indiferenciado de todo acto de movilización subjetiva, en donde la hendidura de la angustia es taponada a
partir de la narrativa de los actos heroicos y la valentía que le organizaron un lugar de reconocimiento en
el GAI. Por ende los desmovilizados sustentan la muerte de aquellos a quienes asesinaron como tareas
cumplidas, des-situándose como participantes directos de las masacres o hechos en los que incursionaron,
estableciendo la premisa de que lo hicieron como portadores de la insignia colectiva que enmarca la causa
de la que hacen parte.
Es importante en este punto hilar aquello que ha sido comprendido en relación a la rectificación subjetiva
en el desmovilizado, como una manera de acercarnos a la hipótesis que está siendo abordada:
El término desmovilizado es ambiguo porque el sujeto queda delante de una demanda e inmerso en un
vínculo social en el que nada es seguro desde el punto de vista del desear. Inmerso en un conjunto de seres
que van cada uno por su lado y presionados por la búsqueda del éxito a como dé lugar, sin duda ha de
alimentar el anhelo de acceder a nuevas formas de hacerse nombrar. Esto ha de incidir en la posibilidad de
acceder nuevamente al uso de las armas, al combate y la transgresión, porque de otro modo la angustia
asociada con el vacío de no ser tal vez se vuelva insoportable. El tipo de relación establecida con el poder que
da el hecho de vivir armado, tiene incidencia en la satisfacción que un sujeto desmovilizado pueda llegar a
encontrar en una actividad distinta a la de disparar contra el semejante. Acostumbrarse a vivir de una forma
tan diferente a la que implica la disciplina de un ejército, renunciar al vértigo del combate y tener que hacerse
responsable de lo que se desea como sujeto, no es sencillo para quien se reconoce como combatiente decidido.
Esta renuncia, costosa desde el punto de vista existencial, es la que se cobra con la posición de “nada debo”.
Nada debo, significa, en el caso del desmovilizado, que “yo soy el acreedor” y el Otro inconsistente mi
deudor. (Gallo, H. 2005)
De esta manera la función de desconocimiento tiene su origen en determinado nivel de la estructuración
del deseo; momento en que el deseo se constituye como deseo de desconocimiento. En tanto, el yo sirve
como instrumento al deseo de desconocimiento. De igual manera El testimonio del origen del Yo en su
captura imaginaria, le proporciona la función de desconocimiento colocando al yo en una línea de ficción,
contra toda ilusión de autonomía. Lacan (1962 según citado por Assoun 2008. p.61).
De acuerdo con esto, esta posición que deja comprometido y dividido al Otro estatal, implica no querer
hacerse responsable de una decisión. Esta premisa explicaría la relación que se teje entre el desmovilizado
y aquello que desde lo social le es demandado, cuya respuesta suele ser en algunos casos pasiva, en el que
el Yo al operar como función de desconocimiento, posibilita las coordenadas del sujeto en posición de
objeto que reconoce haber sido despojado, despropiado de un nombre, de una posición que le refería
reconocimiento y afirmaba su existencia, sin embargo al serle arrebatado no habrá lugar en algunos casos
en los que se sienta en deuda respecto al otro civil o la misma sociedad por su participación en aquello que
le daba la nominación que lo sostenía.
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Conclusiones
La responsabilidad subjetiva en el guerrillero se desvanece en la medida en que no se reconoce a un
sujeto, el guerrillero se posiciona frente a Otro dominador, a quien ha elegido seguir. De esta manera ¿Qué
pasa con el deseo del guerrillero que es obligado a callar su sentir para dar paso a la realización del
designio colectivo?,: frente a esto Castro responde:
Cualquiera que hayan sido los motivos para el ingreso a una vida guerrillera, siempre interviene el sujeto
guiado por su deseo. Se trata de un deseo inconciente, y por tato, no reconocido, pero siempre presente,
insistente, repetitivo, tan íntimo y a la vez comprometido en el vínculo con el mundo exterior. La relación del
sujeto con su deseo no es directa, está organizada a través de las construcciones fantasmáticas y son estas las
que impelen a sus elecciones y actos (Castro, M. 1998).
¿Qué ocurre, entonces tras la elección de ingresar al orden guerrillero?, ¿Subjetivamente que ocurre con el
combatiente que decide afiliarse a este colectivo? Dado que el desvanecimiento de la responsabilidad
subjetiva del guerrillero se instaura sobre el desconocimiento y la anulación de su propia voz, aceptando
solo una, a la que se le atribuye poder, entonces ¿La elección de desmovilización puede constituirse como
un acercamiento a la rectificación subjetiva? Alcanzo a preguntarme: ¿Acaso corresponde a un llamado de
su propia subjetividad el momento heroico en el que escapan de la cuadrilla, pese a las altas posibilidades
de ser asesinados en caso de ser descubiertos en el acto?, ¿Puede entenderse como responsabilidad
subjetiva la fuga de la organización guerrillera o por el contrario tal acción corresponde nuevamente a lo
latente de la pulsión de muerte?, la cual como ya es sabido se ha instaurado fuertemente en el accionar de
su rol como guerrilleros en el campo de batalla.
En el tránsito hacia la vida civil, el desmovilizado continua sujetándose a un gran Otro legalizado, que
designa sus funciones y quien es reconocido bajo los designios de: “el patrón”, “la autoridad”, “los que
mandan” refiriéndose a todo representante del Estado (Médicos, Profesionales Reintegradores, Profesores,
etc.) de quien demandan atención, direccionamiento y respuestas, depositando sobre estas figuras la
responsabilidad de su situación actual.
Dado que el pasaje a ciudadano, como miembro del Estado, implica que actúen de acuerdo a lo
demandando por este, a que ejecuten un plan de acción llamado ruta de reintegración, que promueva la
comprensión de elementos propios de la vida civil que le eran desconocidos, sin embargo en este tránsito
se hace evidente un choque abrupto que les obliga a tomar recursos para actuar frente a esta demanda, el
posibilitamiento de la rectificación subjetiva se verá reflejado en la capacidad de responder con base a sus
propios elementos, sin escudarse en los del profesional psicosocial que atiende su proceso. Este concepto
“suele entenderse hoy en día en términos de concernir al analizante respecto de su padecimiento, al punto
de apuntar a que se “haga cargo” de su síntoma, esto es, que suscriba de modo responsable la parte que le
corresponde en aquello de que se queja” (Luterau, L. 2015). El discurso de la población desmovilizada
atañe una puesta en escena donde un otro dominador lo gobierna, viéndose reflejada una anulación de su
responsabilidad frente al sufrimiento que narra, otorgándole al otro el poderío sobre sí mismo,
desapropiándose de su autonomía, movilizándose con base a un deseo inconciente, el cual lo involucra y
sumerge en el conglomerado colectivo.
El Estado ha procurado durante las últimas décadas mitigar las consecuencias devastadoras que han sido
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desencadenadas por el accionar violento propio del conflicto armado en Colombia, encontramos la
implementación de diversos programas que cumplen con la función sufragar los aspectos de la Dimensión
de lo Real que han marcado la masacre y la guerra, en ese sentido alcanzo a observar que el discurso de
desmovilizado esta permeado por una constante queja, reclamo, una marcada insatisfacción dirigida no
solo al Estado sino también a todos los representantes del mismo. Una característica importante en la
figura del desmovilizado es la posición discursiva insatisfecha, a partir de la cual justifican su
imposibilidad para asumirse frente al Otro Estado, instancia de la que refieren sentirse como objeto de
abandono, continuamente la queja prevalece en la relación Estado – Desmovilizado, en donde se denota la
dificultad para asumirse como el responsable directo de las experiencias vividas y de su devenir actual.
Sin embargo encontramos casos específicos en los que el discurso denota una capacidad de
reconocimiento de su posición en donde se hace cargo de su síntoma y por encima de la queja se reconoce
un conjunto de acciones en el que con sus recursos responde ante las situaciones que demandan su
responsabilizaciòn.
El orden simbólico refiere a la posibilidad de hacer presente lo ausente, de situar lo latente y darle un
orden y vía a través del lenguaje, en los grupos guerrilleros, según lo descrito por los desmovilizados
entrevistados es posible entender la posición tomada en relación a su devenir en la guerra, trayendo sobre
los pueblos y zonas rurales en las que se encuentran asentados un referente de autoridad ante el
campesino, quien lo sigue y cumple sus demandas. La nominación de guerrillero le atribuye poder. Al
situarse como desmovilizado este poder sobre el otro menos fuerte se desvanece, al igual que su lugar de
reconocimiento y posición en la fuerza armada ilegal, por lo que situarse desde la vida civil requiere otro
tipo de organización subjetiva.
A lo largo del siguiente planteamiento se entendió que el nuevo combatiente adquiere un nuevo nombre,
uno que lo identifica en la organización colectiva, uno que le da un lugar, reconocimiento, posición y
progresivamente poder, perderá al ingreso la posibilidad de pensar y actuar en función de sus decisiones,
situando a un nuevo Amo como el oferente de aquello que desea, uno a quien le demanda sea llenada la
falta, en el tránsito a la vida civil, el desmovilizado obtiene una nueva nominación, una que le es confusa,
un nuevo orden en el que se les demandado la concesión de un ideal.
Algunas de las personas en proceso de desmovilización que fueron entrevistados durante su permanencia
en el hogar de Paz durante los periodos de febrero de 2014 a febrero de 2016, refieren ser “demasiado
viejos” para vincularse a los entornos educativos o para perfilar a cargos laborales que requieran de sus
capacidades comunicativas en relación al otro civil. Evocan: “Todo ese tiempo desperdiciado, míreme la
viejera”, “Tanto que me deje enredar y ahora salgo y estoy ya vieja para todo” “Pero si ya estoy muy viejo
para meterme en una escuela”, tales expresiones fueron pronunciadas por beneficiarios del programa entre
los 20 y 45 años de edad, su discurso revela en primer lugar el carácter simbólico con que la organización
guerrillera envuelve a sus miembros a manera de soporte, organizado a partir del lenguaje con una
jerarquía, prácticas específicas de su dinámica organizacional, asignación de cargos, los cuales son
ocupados de acuerdo a un perfil especifico y a una jerarquía de acuerdo a los méritos obtenidos en el
entrenamiento físico, en las comisiones de exploración y en combate, siendo reconocidos los más jóvenes
(niños, niñas y adolescentes) como piezas de mayor valía para la consecución de los fines de la
organización. Por su parte según lo narrado por los participantes del programa, aquellos guerrilleros
adultos sin otra instrucción a la del combate ó con mayor compromiso en su salud física, eran desterrados
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del campamento para una zona especial, en la que se les proporcionaba los insumos básicos de
supervivencia, más la segregación de grupo, quienes de forma simbólica les reconocían a manera de pieza
averiada, como una que obstaculiza el movimiento de la maquinaria de guerra, una defectuosa y sin
pretensiones de ser usada. Los más jóvenes niños, niñas y adolescentes de forma simbólica son aquellos
quienes refieren ser reconocidos a partir de la evocación de las acciones heroicas con las cuales ocupan un
lugar de importancia al interior de la organización, aquellos con mayor capacidad de resistencia,
movilidad física, coordinación motora, entre otras para la ejecución de fuertes. De acuerdo con ello me fue
posible evidenciar una fuerte resistencia a vincularse a escenarios sociales propios de la vida civil con los
que han tenido poco o nulo contacto.
Finalmente es posible mencionar que el desarrollo del presente artículo me llevo a posibilitar las prácticas
de mi ejercicio profesional actual con una mirada clínica más pertinente no solo en relación al no
entorpecimiento de la responsabilidad subjetiva de las Personas en Proceso de Reintegración, sino
permitiendo un escenario en el que se encuentren a través del discurso con su subjetividad.
De igual manera me llevo a vislumbrar un reconocimiento de las dinámicas propias de las agrupaciones
guerrilleras a través del discurso del desmovilizado, la identificación del impacto social y las
implicaciones en las instituciones estatales que desarrollan programas de atención a esta población, como
la ACR, institución en la que me encuentro vinculada en la actualidad como profesional reintegrador, en
donde los agentes psicosociales nos encontramos en medio de dos fuertes demandas: la del Estado y la de
los desmovilizados, cuya relación a manera de pareja sintomática, responden en la vía del taponamiento de
la hendidura subjetiva del desmovilizado, somos los profesionales psicosociales los encargados de
permitir primero el encuentro del sujeto con su falta y segundo orientar los procesos instituciones en el
desprendimiento de relaciones de dependencia que dificultan la responsabilizaciòn del sujeto, un sujeto
sostenido en tres dimensiones (Real, Simbólica e Imaginaria) a través de las cuales construye su realidad.
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