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Verbeia Número 1 ISSN 2444-1333 Óscar Curieses
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La vida interior de Martin Frost de Paul Auster
y su proyección intratextual
Óscar Curieses Universidad de Alcalá de Henares
oscarcurieses@gmail.com
Resumen
El presente artículo investiga en las relaciones que mantiene la película La vida interior
de Martin Frost, con otros filmes (Smoke y Lulu on the Bridge) y textos (Ciudad de cristal y
La historia de mi máquina de escribir) de Paul Auster analizando el fenómeno
intratextual. No se ocupa de la relación que mantiene con la novela El libro de las
ilusiones (donde la película es contada por uno de los personajes) pues ya ha sido
investigada y desarrollada en múltiples trabajos.1
Palabras clave: intertextualidad cinematográfica, intratextualidad, cine y literatura.
Abstract
This article delves intothe relationshipamong the film La vida interior de Martin Frost with
other films (Smoke y Lulu on the Bridge) and texts (Ciudad de cristal and La historia de mi
máquina de escribir) by Paul Auster by analyzing the intra-textual phenomenon. The
article does not deal with the relationship with the novel El libro de las ilusiones (where
the film is narrated by one of the characters) as it has already been researched and
developed in manyworks.
Keywords: film inter-textuality, intra-textuality, Film and Literature.
INTRODUCCIÓN Y DEFINICIÓN: INTERTEXTUALIDAD E INTRATEXTUALIDAD
El concepto de intertextualidad fue acuñado por Julia Kristeva en su artículo «Bakhtine,
le mot, le dialogue et le roman» publicado en la revista Critique, n.º 239, en 1967 (Martínez
Fernández, 2001: 9). Dos años después a su publicación inicial, el término se consolidó en
1 Esa relación se encuentra estudiada en los materiales adicionales que parecen junto al guión de la película), La vida interior de Martin Frost (2007), algunos de los artículos contenidos en The Invention of Illusions. International Perspectives on Paul Auster (2011) editados por Stefania Ciocia y Jesús Ángel González, así como el capítulo que yo mismo le dedico en mi tesis doctoral Leer en la imagen: Paul Auster y el cine (2012) entre otros.
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otra obra de la misma autora, Semiótica, editada en 1969. A partir de la creación y
afianzamiento del término creado por Julia Kristeva, han sido muchos los críticos que lo
han empleado y que han tratado de definirlo (restringiéndolo a un marco determinado o
ensanchándolo al máximo, como en el caso de Roland Barthes). Kristeva se refiere en
Semiótica a la intertextualidad como el «espacio textual múltiple cuyos elementos son
susceptibles de ser aplicados en el texto poético concreto» (Kristeva, 1978: 67). De todos
modos, pensar que esa referencia al «texto poético» pueda resultar extensible a cualquier
obra artística –como ya han advertido distintos pensadores, por ejemplo Lotman– pudiera
resultar excesivo. Es decir, el valor de las palabras de Kristeva radica en la idea originaria y
en el concepto que designa, pero su concepto ha sido reformulado posteriormente, o
mejor, redefinido por distintos autores como Barthes, Genette, Rifaterre, Lotman, Segre y
un largo etcétera.2
Los orígenes del término acuñado por Kristeva se relacionan con Mijaíl Bajtin, quien
concibe al ser humano básicamente como alguien dialógico, es decir, un ser inconcebible
sin un interlocutor. La dialogía establece la relación de voces propias y ajenas,
individuales y colectivas. El lenguaje es polifónico por naturaleza y todo enunciado
siempre está habitado por otras voces. Por tanto, nuestro hablar resulta siempre un
hablar de otro u otros, no siendo los propietarios de las voces que usamos: el lenguaje es
una propiedad colectiva (Martínez Fernández, 2001: 53). La aportación de Kristeva
consiste en trasladar esa idea sobre la voz y las voces al lenguaje literario y sus obras. De
ahí que en un texto de un autor (su voz) se encuentren los textos de otros autores (sus
voces). La autora de Semiótica, por consiguiente, concibe la escritura como una lectura de
un corpus literario anterior y el texto literario como absorción y réplica de textos previos,
de los que sería al mismo tiempo reminiscencia y transformación (Estébanez Calderón,
2001: 570-571). Este salto de la voz bajtiana al texto como voz, llevado a cabo por
Kristeva, tendrá múltiples seguidores dentro de la escuela posmoderna, uno de los más
destacados Roland Barthes, quien a lo largo de La aventura semiológica (1985) llega a
afirmar que «todo texto es un intertexto» y que no solo se debe considerar como
intertextos aquellos textos que le preceden, sino también los que le suceden Barthes
(1994: 281-352).
En general, la posmodernidad concebirá la obra literaria como un intertexto, por lo que
no considera el texto como una entidad cerrada sino abierta hacia elresto de textos y
el lector. Ante esa pretensión de la posmodernidad se han levantado algunas críticas
2 José Enrique Martínez Fernández traza en La intertextualidad literaria (2001) un amplio recorrido por el término y ensaya una definición muy adecuada del mismo. Se recoge en este trabajo esa acepción de intertextualidad, ya que consiste en una recopilación y aclaración excelente de dicho término, así como de su definición.
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como las de Gérard Genette o Cesare Segre quienes, aceptando el término, han tratado de
limitarlo o definir mejor su alcance. Segre matiza la opinión de Barthes para señalar que
todo texto no supone un intertexto (pues según él esto resulta una obviedad), sino que
puede llegar a serlo en el caso de que se active y se ponga en relación con otros (Martínez
Fernández, 2001: 78). Pero será Genette quien en Palimpsestos (1962) ensaye una
tipología exhaustiva intentando clarificar las distintas maneras en que un texto se
relaciona con otros. Concebirá la intertextualidad como «transtextualidad», entendiendo
ésta del siguiente modo: «todo lo que pone al texto en relación manifiesta o secreta con
otros textos» (Genette, 1989: 9-10). Genette emplea el término intertextualidad para
referirse a las relaciones de copresencia de un texto en otro texto (por ejemplo la cita, el
plagio o la alusión); emplea los términos «paratextualidad» (para la correspondencia que
el texto guarda con su paratexto), «metatextualidad» (para la relación del texto con la
crítica), «architextualidad» (para la correlación que mantiene el texto con la enunciación
en general) y finalmente «hipertextualidad» (para la derivación existente entre dos
textos).
Este artículo trabaja con la tercera tipología de derivación de textos sobre las que ha
reflexionado José E. Martínez Fernández (Martínez Fernández, 2001: 144):
a) Textos que derivan de otros en su proceso de creación pero que no dependen de
ellos semánticamente.
b) Textos que derivan de otros y que son necesarios para llevar a cabo la
adquisición de sentido.
c) Textos que derivan de otros y cuya lectura intertextual o palimpséstica resulta
enriquecedora.
Por último en este artículo se utiliza el concepto de intratextualidad como la
intertextualidad existente dentro de obras creadas por un mismo autor (Martínez
Fernández, 2001: 151) en este caso se trataría de algunas obras del escritor y cineasta
Paul Auster. Y será así, independientemente de que se aborden obras correspondientes
a distintas disciplinas (cine, literatura y pintura). La intratextualidad mantendrá
todos los rasgos y características propios de la intertextualidad y los aplicará dentro de la
obra de un mismo autor. 3 Una aclaración, en este trabajo no se entenderá por
intertextualidadlo que Genette define como tal, sino lo que este autor
denomina «transtextualidad», aunque en ocasiones sí se acuda a las tipologías por él
3 «Para la intratextualidad al igual que para la intertextualidad hay citas, alusiones, marcadores, reelaboraciones…» (Martínez Fernández, 2001: 152).
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creadas. Esta intratextualidad, llamada por otros «intertextualidad restringida»
(Estébanez Calderón, 2001: 560-561) no deja de tener aspectos en común con conceptos
señalados por Kristeva al referirse a la intertextualidad como absorción y réplica de
textos previos. Si parece arriesgado generalizar tanto como hace Barthes al decir que
«todo texto es un intertexto», no lo es tanto el hacerlo dentro de la obra de un mismo
autor. Con Auster sí podemos pensar que toda escritura resulta de algún modo una
reescritura, una remodelación leve, mediana o fuerte de textos previos (entiéndase
«texto» en sentido amplio: como «obra artística»). Las palabras del autor de Brooklyn
que se encuentran en la primera novela de la Trilogía de Nueva York despejan toda duda:
«Lo que le interesaba de las historias que escribía no era su relación con el mundo sino su
relación con otras historias» (Auster, 2002: 14). Paul Auster parece haber trabajado en
esa dirección en sus películas, él mismo se ha encargado de expresarlo así. ¿Cómo si no
podríamos explicar Blue in the Face y su vínculo con Smoke? ¿Cómo si no podríamos
abordar el tema de la mujer imaginada en Lulu on the Bridge y su deriva hacia lo cómico
en La vida interior de Martin Frost? (Curieses, 2014: 80). La intertextualidad supone
un concepto literario que se ha ido ampliando con el paso del tiempo y ha dado un salto
cuantitativo y cualitativo hacia otras disciplinas 4 . De esta manera resultaría
empobrecedor para nosotros examinar únicamente el fenómeno intertextual y
intratextual relacionándolo con lo literario sin emparentarlo con otras disciplinas como
el cine y la pintura.
LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST (2007) Y CIUDAD DE CRISTAL (1985)
La disquisición mantenida entre Martin Frost (David Thewlis) y Claire Martin (Irène
Jacob) en una escena del filme sobre si la palabra «Berkeley» se refiere al filósofo inglés,
a la universidad o a ambos sirve como enlace intertextual con una de las producciones
más notables de Auster, Ciudad de cristal (primer volumen de su Trilogía de Nueva York).
Claire le pregunta a Martin acerca de una de sus obras en la que dos de sus personajes
tienen el mismo nombre (Auster, 2007a: 40). Este hecho presente en ambas obras
activaría el fenómeno intratextual desde la película hacia la novela, debido a que en esta
se encuentran dos personajes en los que ese hecho se produce igualmente: Peter
Stillman (padre) y Peter Stillman (hijo). Así se pone en marcha la correspondencia
intratextual entre estas dos obras, lo que obliga a llevar a cabo un examen detenido de
las posibles confluencias y elementos comunes, además de sus posibles consecuencias en
4 Existen pocas obras que traten el concepto de «intertextualidad» relacionándolo con el cine. Las más destacables son el capítulo que le dedica Robert Stam en Nuevos conceptos para la teoría del cine (New Vocabularies in Film Semiotics, 1992) y el libro The Memory of Tiresias: Intertextuality in Film and Literature (1998) de Mijail Iampolski.
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cuanto a su significado. Si a primera vista esa relación pasa casi inadvertida, en un
estudio comparativo en profundidad parece mucho más evidente.
Lo que señala el personaje de Claire en ese momento de la película es únicamente el
comienzo de una red «intertextual» más mucho extensa. El mismo personaje de Martin
Frost se encuentra duplicado en el filme, ya que por una parte está el personaje del
escritor que escribe la historia [nivel 1] y de otra el personaje del escritor [nivel 2] que
forma parte de la historia que escribe el anterior [perteneciente al nivel 1]. En ese punto
ya se puede observar cómo lo designado por las palabras no tiene por qué poseer
univocidad, sino que puede ser múltiple o dirigirse a distintos referentes. Este asunto
relacionado con la correspondencia o no entre las palabras y las cosas se trata con
atención en un pasaje de Ciudad de cristal. La única inquietud del personaje de Peter
Stillman (padre) es precisamente esa, la invención de un lenguaje «que al fin dirá lo
que tenemos que decir. Porque nuestras palabras ya no se corresponden con el
mundo».5 En cualquier caso, la concepción lingüística de Stillman no admitiría la
plurivocidad de sentidos, algo que aparece tanto en Ciudad de cristal (con los personajes
del padre y el hijo) como en La vida interior de Martin Frost (con su protagonista, Martin
Frost, duplicado).
Ese aspecto del desdoblamiento no resulta el único rasgo común entre la película y la
novela. En ambas creaciones aparece Paul Auster como personaje; en Ciudad de cristal
como el escritor6 que visita Daniel Quinn
7 y en La vida interior de Martin Frost como la
voz en off del narrador extradiegético y Paul Restau8, dueño de la casa en la que se aloja
Martin Frost en su periodo de descanso. Las fotografías presentes en distintos lugares de
la vivienda de los Restau, en las que aparecen Paul Auster, Siri Husdvedt (mujer del
escritor) y Sophie Auster (hija del escritor que aparece de niña) así lo corroboran.
Esta presencia de lo familiar (biográfico y real) trasladado a la ficción se halla igualmente
en Ciudad de cristal, donde aparecían su segunda esposa, la escritora Siri Husdvedt y
5 La idea de Peter Stillman padre es que toda cosa posee una función concreta, si esa cosa ya no cumple su función no se puede designar con la palabra en cuestión: «Puesto que ya no cumple su función, el paraguas ha dejado de ser un paraguas. Puede que se parezca a un paraguas, puede que haya sido un paraguas, pero ahora se ha convertido en otra cosa. La palabra, sin embargo, sigue siendo la misma. Por lo tanto, ya no puede expresar lo mismo». Para un desarrollo ulterior de la idea de lenguaje de Stillman, véase Auster, 2002a: 87-89. 6 Véase Auster, 2002a: 103 y ss. 7 Daniel Quinn es un literato que ha abandonado su carrera de escritor «serio»; Auster lo describe como alguien que publicó varios libros de poesía en otro tiempo, para dedicarse al género de la novela de detectives bajo el pseudónimo de William Wilson. 8 Como ya se ha señalado, «Restau» es un anagrama de palabra Auster.
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Daniel Auster9, hijo del primer matrimonio del escritor (Auster, 2002a: 112-113). Todo
ello da fe de la voluntad de integrar la ficción en la realidad y viceversa, así como de
preguntarse por la identidad en relación con los dos aspectos anteriores.
En la película de Auster, Martin Frost relata su «vida interior» [inner life] y Daniel Quinn,
protagonista de la Ciudad de cristal, lleva una tarea de detective privado, es decir de
«private eye»; pero que se puede entender también como «private I», es decir, como
una suerte de «yo privado» o «yo interior». Daniel Quinn escribirá toda su historia en un
cuaderno rojo, que encontrará uno de los personajes en la primera novela de la Trilogía.
Ese texto encontrado será el que se ofrezca finalmente al lector como la historia narrada
en Ciudad de cristal (aunque con algún añadido). De modo semejante sucede en el filme
de Auster; Martin Frost es narrador de la historia [nivel 1] en la que él propio Frost está
escribiendo otra historia [nivel 2].
Además, en una y otra obra aparecen personajes que visitan a sus autores, aunque este
recurso no se ejecute en idénticos niveles de ficción. Claire Martin visita a Martin Frost
en repetidas ocasiones y Daniel Quinn visita y llama a Paul Auster una vez perdido el
rastro de Peter Stillman padre (Auster, 2002a: 103).
Por último, se hace necesario subrayar la aparición del narrador al final de las dos
trabajos. La imagen de Martin Frost que cierra el filme sugiere que todo lo acaecido
durante la película ha ocurrido dentro de él y que es él mismo quien lo cuenta. Al
término de la Ciudad de cristal aparece también un personaje que será parcialmente el
narrador de la historia, quien escribe lo que le sucedió a Daniel Quinn, respetando parte
del contenido del cuaderno rojo:
Por lo que respecta a Quinn, me es imposible decir dónde está ahora. He seguido el cuaderno rojo lo más atentamente que he podido y cualquier inexactitud de la obra debe atribuírseme a mí. Hay momentos en el que el texto resultaba difícil de descifrar, pero he hecho todo lo que he podido y me he abstenido de cualquier interpretación. El cuaderno rojo, por supuesto, es solo la mitad de la historia, como cualquier sensible entenderá. En cuanto a Auster, estoy convencido de que se portó mal desde el principio al fin. Si nuestra amistad ha terminado, él es el único culpable (Auster, 2002a: 144-145).
LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST (2007) Y SMOKE (1995)
Al igual que sucede en Ciudad de cristal, la activación «intratextual» se produce en la
escena en la que Claire Martin alude a la historia con personajes que poseen el
mismo nombre. Ese recurso a la intertextualidad, en Smoke (1995) se lleva a cabo
mediante las figuras de Paul Benjamin y Rashid Cole; allí este último decide apropiarse
9 Paul Auster tiene un hijo llamado Daniel Auster de su primer matrimonio con la escritora Lydia Davis, que aparece brevemente en Smoke robando una revista.
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del nombre del escritor para ocultar su verdadera identidad en varios momentos del
filme.
[Rashid Cole, quien tomará el nombre del escritor, y Paul Benjamin en el apartamento de este último en un fotograma del filme.]
Por tanto, también desde el primer trabajo cinematográfico en el que participó Auster se
establece un diálogo de manera explícita a través de la intratextualidadcon La vida
interior de Martin Frost. Este diálogo, incluso resultando menos fructífero que el que se
da con la novela Ciudad de cristal y con su filme Lulu on the Bridge, deja un rastro
importante de elementos intratextuales.
Otro de los rasgos comunes radica en la inserción de una historia dentro de otra, así
como el proceso de transformación de elementos no pertenecientes a la ficción en
ficcionales. En Smoke esta metamorfosis resulta capital y sugiere una posible respuesta
(aunque muy abierta) a la pregunta: ¿qué es la ficción? En La vida interior de Martin Frost
lo decisivo no es tanto ese proceso de transformación sino la confusión, solapamiento y
retroalimentación entre esos dos mundos a través de la figura mediadora de un escritor.
El personaje de Frost, a diferencia del personaje de Paul Benjamin, sí es nuclear para la
propia existencia de la película; se trata de su propia historia y además su nombre
encabeza el título del largometraje.
Ambos largometrajes se encuentran emparentados por utilizar la reelaboración de un
texto previo, más breve; Smoke amplía «El cuento de Navidad de Auggie Wren» («Auggie
Wren’s Christmas Story», 1990) y La vida interior de Martin Frost ensancha el
largometraje visionado por David Zimmer, que recibe título homónimo dentro de la
novela El libro de las ilusiones.
Los nombres de sus protagonistas y su vínculo con la realidad también suponen un
elemento destacable. «Restau», apellido del dueño de la casa donde se aloja Martin Frost,
es un anagrama de «Auster» y «Paul Benjamin», nombre del escritor que aparece en
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Smoke, es parte del verdadero nombre de Auster: Paul Benjamin Auster. Su primera
novela, Jugada de presión (Squeeze Play, 1984) fue firmada bajo ese seudónimo.
Un último mecanismo digno de mención dentro de la recreación cinematográfica es la
relevancia de la visión interna en común a ambos filmes. Al final de Smoke aparece una
secuencia en blanco y negro que traduce a imágenes las palabras de Auggie Wren desde
el punto de vista de Paul Benjamin, es decir, su visión interior de la narración de Auggie.
La utilización de ese recurso también se produce en La vida interior de Martin Frost y
tiene lugar cuando Martin recuerda a Claire que ha desaparecido.
LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST (2007) Y LULU ON THE BRIDGE (1998)
En Lulu on the Bridge reaparecen algunas de las relaciones intratextuales ya vistas con
respecto a otros trabajos de Paul Auster. Este guarda una mayor proximidad con su
último largometraje debido a la estructura en mise en abyme (cajas chinas a modo de
metaficciones) y a que el narrador se constituye como eje nuclear de todo el discurso. En
Lulu on the Bridge el narrador dominante, Izzy Maurer, es un personaje que protagoniza
la historia que sueña mientras se debate entre la vida y la muerte. En este largometraje
se siguen encontrando elementos vinculados a la biografía de Auster; esta vez no será
su hijo Daniel (que representaba un pequeño papel en Smoke) sino Sophie Auster, que
realiza una breve aparición interpretando a la hija del productor de la nueva versión de
La caja de Pandora.
Años más tarde Sophie sí desarrollará un papel más relevante en el segundo
largometraje dirigido por su padre. Su aparición se lleva a cabo por partida doble: a
través de unas fotografías, en las que aparece junto a su familia (cuando era una niña) y a
través de la interpretación del personaje de Anna James. Estas fotos propias del ámbito
doméstico, al ser integradas en una ficción, concitan un significado claramente distinto
ante el espectador).
Idéntico mecanismo, presente en La vida interior de Martin Frost, se encuentra en Lulu on
the Bridge cuando al inicio de la película se deja ver una imagen de Siri Husvedt (segunda
mujer de Paul Auster) que contempla el personaje de Izzy Maurer antes de salir a tocar al
escenario. Todas esas recurrencias potencian la ambigüedad existente entre realidad y
ficción, o, al menos, subrayan su retroalimentación, ya que siendo parte de la realidad
extracinematográfica del autor, él mismo se ocupa de integrarlas dentro de sus discursos
de ficción, en este caso el cinematográfico.
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[Sophie Auster en dos momentos de La vida interior de Martin Frost: retratada en la infancia con su madre, la escritora Siri Husvedt, y junto al personaje Martin Frost.]
[Sophie Auster en Lulu on the Bridge –a la izquierda– y Siri Husdvedt en una de las fotografías –margen derecho– que mira el personaje Izzy Maurer.]
No es extraño que un artista utilice personas cercanas de su entorno familiar como
personajes, pero sí resulta destacable que establezca una hibridación constante entre esa
proximidad y la ficción desarrollada.
En Lulu on the Bridge no aparece Paul Auster como personaje pero sí otro de sus tópicos
literarios habituales: el de la creación. La gran virtud de la película es que ejecuta ese
recurso de forma indirecta, es decir, a través de los elementos que aparecen en el sueño
de Izzy Maurer. Soñar se convierte así en clara coincidencia con el pensamiento de Carl
Gustav Jung en una forma de creación tan potente como la labor artística. Por eso la
afirmación ya mencionada de Auster acerca de la relación entre Lulu on the Bridge y La
vida interior de Martin Frost resulta tan concluyente: «una respuesta a Lulu on the bridge
en clave humorística».10
Pero no solo el sueño como correlato de la escritura se encuentra presente. También
existe un paralelismo claro entre las distintas metataficciones insertadas en ambos
discursos. De esta manera, se desvía la atención de la primera ficción, la de Izzy Maurer,
dotándola de una aparente «realidad». Esos distintos niveles de ficción encajados unos
dentro de otros llevan al espectador a pensar que las imágenes que presencia pertenecen
10 Entrevista a Paul Auster en La vida interior de Martin Frost (DVD), Cameo, 2008.
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a la maquinaria del sueño. Auster, por tanto, consigue un desplazamiento progresivo de
la ficción que otorga al primer nivel un falso estatus de realismo. Este mecanismo de
cajas chinas aparece de manera similar en La vida interior de Martin Frost sin que el
espectador sea capaz de advertirlo. Al igual que Izzy Maurer es el protagonista de la
ficción que sueña en Lulu on the Bridge, el escritor Martin Frost es el protagonista de la
ficción que escribe y en la que escribe. El hecho de que dentro de esas metaficciones
también aparezcan nuevos elementos ficticios produce nuevamente ese efecto de falsa
realidad.
[La imagen de Izzy Maurer en la ambulancia –izquierda– pertenece al primer nivel de la ficción, mientras que la de Izzy junto al personaje de Celia Burns –derecha–, pertenece al segundo nivel de ficción: es lo que Izzy Maurer sueña mientras se debate entre la vida y la muerte.]
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[Los cuatro fotogramas anteriores pertenecen al tercer nivel de ficción; son imágenes procedentes de trabajos cinematográficos que ha llevado a cabo Celia Burns, personaje soñado por Izzy Maurer.]
A modo de esquema, se observarían los siguientes niveles dentro de la estructura
ficcional que corresponden a La vida interior de Martin Frost y a Lulu on the Bridge
respectivamente:
Primer nivel de ficción:
–Martin Frost llega a una casa y decide escribir un relato.
–Izzy Maurer recibe una bala perdida y tiene un sueño antes de morir.
Segundo nivel de ficción:
–Martin Frost, personaje de su propia historia (que también llega a una casa y decide
escribir un relato) se encuentra con su musa en el relato que él mismo escribe.
–Izzy Maurer sueña que se cura poco antes de morir y que conoce al personaje de Celia
Burns.
Tercer nivel de ficción:
–Martin Frost, personaje de su propia historia (del segundo nivel de ficción), escribe en
esa historia metaficticia un nuevo relato: el relato sobre Nordstrum y Anna.
–Celia Burns aparece trabajando como actriz dentro del sueño de Izzy Maurer y le
muestra fragmentos de distintos trabajos. También será la protagonista de la nueva
versión de La caja de Pandora.
No obstante, esos distintos grados de ficción se recogen y son dotados de sentido en las
últimas secuencias de ambas películas (característica estructural común que después se
comentará) en dos planos muy semejantes: el de Izzy Maurer muerto en la ambulancia y
el de Martin Frost en su mesa de escribir mirando a cámara (véanse los dos fotogramas
reproducidos a continuación).
También resulta pertinente señalar como rasgo común de ambos filmes la aparición
repentina de personajes femeninos de los que se enamoran personajes masculinos: Izzy
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Maurer lo hace de Celia Burns y Martin Frost de Claire Martin. Ambos romances se
encuentran relacionados con el tema de la musa y la inspiración, y desarrollan una línea
argumental semejante: los personajes masculinos desencadenan su ficción al
encontrarse con ellas. Ambas narraciones están construidas como estructuras
bimembres (hombre y mujer) que nacen de una súbita pasión amorosa y posteriormente
se diluyen. En los dos casos se produce una situación semejante: el aislamiento extremo
y doloroso. El resultado, sin embargo, se resolverá de distinto modo: Izzy Maurer sí se
separa de Celia Burns, mientras que Martin Frost se queda con Claire Martin. La
resolución de cada filme se encuentra en perfecta sintonía con los géneros en los que
podría enmarcarse; Lulu on the Bridge bajo la forma de una tragedia y La vida interior de
Martin Frost como una comedia.
LA VIDA INTERIOR DE MARTIN FROST (2007) Y SMOKE (1995)
A poco que se reflexione brevemente sobre las dos obras que se tratan en este epígrafe,
La historia de de mi máquina de escribir y La vida interior de Martin Frost, se comprueba
que la narración constituye un elemento fundamental. En la primera el título de «la
historia de» lo subraya y en la segunda se deduce con facilidad de las palabras «la vida
interior de», utilizadas casi como una particular biografía interna de algún personaje.
Ambas tienen un carácter híbrido y palabra e imagen poseen una importancia
considerable. El trabajo desarrollado por Sam Messer y Paul Auster (a iniciativa del
primero) ofrece una serie cuadros de gran formato inspirados en la máquina de escribir
Olympia de Auster. Este posteriormente escribiría el texto que da lugar a La historia de
mi máquina de escribir. Respecto a la segunda obra, el lector ya posee los antecedentes
necesarios para poder ubicarla a estas alturas, la palabra resulta una parte esencial del
quehacer cinematográfico pero más aún cuando se trata un argumento relacionado con el
acto de la escritura.
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[Dos de los cuadros pintados por Sam Messer de la Olympia de Paul Auster. En el segundo (izquierda) se puede observar la metaforización de la máquina como un rostro humano con la boca abierta y las teclas a modo de dientes.]
Quizá eso no resulte suficiente para concebirlos como «intratextos», pero sin duda se
pueden añadir algunos fotogramas que corroboran la activación intratextual del trabajo
dirigido por Auster en las que aparece la máquina de Martin Frost de manera aislada e
independiente, tal y cómo aparecen en las pinturas realizadas por Messer. La máquina
que aparece en el filme es de la marca Olympia, como la que utiliza Paul Auster para
escribir en la vida real.
[Fotogramas de algunas secuencias de la película de Auster en las que aparece la máquina Olympia en un espacio tiempo indeterminado.]
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En La historia de mi máquina de escribir, Auster, que acaba de regresar a Nueva York tras
su estancia en París, encuentra su antigua máquina rota y decide comprar otra de
segunda mano. Se trata de la Olympia de un conocido:
En cierto momento de la conversación le mencioné lo que me había pasado con la
máquina de escribir, y él me dijo que tenía una en el armario que ya no utilizaba. Se la
habían regalado al terminar el bachillerato elemental en 1962. Si me interesaba, sugirió,
estaría encantado de vendérmela (Auster, 2002b: 10).
Algo semejante le sucede a Martin Frost, quien saca de un armario de la casa de Jack
Restau (recuérdese que «Restau» es anagrama de «Auster»), su amigo, una máquina de
escribir. La reacción ante ese objeto por parte de Frost es la siguiente: «Puede que no
fuese el equipo más moderno del mundo. Pero servía perfectamente» (Auster, 2007a:
32).
Con todo, las semejanzas en un momento dado se hacen extensibles incluso a la manera
en la que se vertebran los dos trabajos. Ambos se asocian a espacios con fuertes dosis de
ficción; la máquina proviene de Alemania Occidental, en palabras de Auster «un país
que ya no existe» (Auster, 2002b:
10) y Martin Frost se encuentra ubicado en un espacio atemporal, al menos ajeno a lo que
se entiende por tiempo convencional, pues nunca se informa de su localización geográfica
ni de cuándo sucede la historia (el tiempo del relato en La vida interior de Martin Frost es
de la creación literaria).
[Tanto en la pintura de Messer como en el fotograma de La vida interior de Martin Frost, la propia obra informa acerca de su construcción y adquiere valores metadiscursivos.]
La máquina de escribir, como personaje, y el propio Martin se caracterizan por
desarrollar un estrecho vínculo entre lo que se está escribiendo y ellos mismos: poseen
rasgos metadiscursivos. Martin Frost escribe sobre otro Martin Frost (que a su vez
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escribe una historia) y la máquina de escribir escribe (a través de Auster) la historia de la
propia máquina de escribir: «La máquina de escribir está sobre la mesa de la cocina, y
mis manos están sobre el teclado. Letra a letra, he ido viendo cómo escribía estas
palabras» (Auster, 2002b: 56).
Las similitudes se encuentran también en el estatus de sus protagonistas con respecto al
propio autor, ninguna alcanza una independencia completa de la figura de Auster. En el
caso de la máquina por razones obvias (es Auster quien cuenta la historia de su máquina
de escribir y «esta escribe su propio relato») y en La vida interior de Martin Frost por la
utilización de la voz en off del cineasta neoyorquino ejerciendo de narrador.
No debe dejar de mencionarse que en la serie de cuadros de la Olympia aparezcan ciertos
rasgos de humanización; no solo los títulos lo indican así (Hambrienta [1998] y Muda
[2000]) sino el propio aspecto de la máquina. Se trata de una suerte de cabeza informe
con una gran boca donde las teclas se han metamorfoseado en dientes.
A partir de este elemento se puede establecer una última conexión: el personaje
representado por la máquina de escribir resulta una criatura semejante (al menos en
algunos de los trabajos de Messer) al personaje del escritor.
Por último y recogiendo todo lo anterior, se debe señalar que la máquina Olympia de
Auster es la protagonista del texto La historia de mi máquina de escribir de Auster y que
Martin lo es asimismo del filme La vida interior de Martin Frost: los dos escriben su
propia historia y ambos trabajos se ejecutan a la sombra del escritor «real» de Brooklyn,
que planea por todo el discurso aunque nunca llegue a hacerse efectiva del todo.
La conexión intratextual presente en La vida interior de Martin Frost conduce a Ciudad de
cristal, Smoke, Lulu on the bridge y La historia de mi máquina de escribir. En este filme se
pueden hallar múltiples semejanzas con los trabajos anteriores que modifican el
aparente desenfado y la sencillez de la película, para reclamar una mirada algo más
compleja. Esa nueva visión, ya no tan inocente, se ampliará de manera sustancial al
cotejarla con estos otros, aclarando algunas cuestiones acerca de la instancia del
narrador, niveles de ficción, etc. La película, por consiguiente, se aleja de las apresuradas
acusaciones de superficialidad hechas por algunos críticos. Todo lo dicho aquí
anteriormente respecto a la intratextualidadqueda sintetizado con claridad en esta breve
aseveración de Auster, incluida en Ciudad de cristal, en relación al personaje de Quinn:
«Lo que le interesaba de las historias que escribía no era su relación con el mundo sino
su relación con otras historias» (Auster, 2002a: 14).
Verbeia Número 1 ISSN 2444-1333 Óscar Curieses
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