View
2
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 1
LONTANANZA DICIEMBRE 2020
SEGUNDA ÉPOCA NÚMERO 6 FORMATO DIGITAL
L
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 2
COORDINACIÓN Federico de la Vega,
José Luís Huertas
y José A. Sacristán
Queridos lectores:
EDITORIAL
Este 2020 ha sido y sigue siendo un año difícil, muy difícil. Esta pandemia nos ha cambiado
la vida hasta extremos que nunca creímos que fueran posibles y que parece salido de una
historia de terror.
Para los que editamos esta revista ha sido particularmente difícil, pues hemos sufrido una
pérdida irreparable y que nos ha marcado. José Carlos Encinas, nuestro Charly, nos ha
dejado. Su muerte no ha sido motivada por el covid, ha sido una muerte que nos ha pillado
a todos por sorpresa y que seguiremos lamentando por mucho tiempo. José Carlos ha sido
desde hace muchos años el “alma mater” de Lontananza, pues desde que lo dejo Miguel
Pascual, sobre el año 2009, estuvo luchando por su continuidad con un trabajo ímprobo y
que, desde que pasamos a formato digital se convirtió en insustituible. Todos los que le
conocimos le echaremos mucho en falta, y estará en nuestro recuerdo su bondad, sus ganas
de ayudar y su generosidad. Descansa en paz, Charly.
También durante esta pandemia hemos perdido familiares, amigos y algún compañero, pero
la vida sigue y debemos mirar hacia delante. Por Charly y por todos los seres queridos que
hemos perdido va este número de Lontananza.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 3
Editorial página 2
Información económica (resumen de ingresos y gastos 2019) páginas 4-5
Presupuesto 2020 página 6
La junta directiva informa página 7
COLABORACIONES
RELATOS
LA ESPIGADORA por Pablo Gómez de la Fuente páginas de 8 a13
ARTRÓPODOS por Tomás Virseda Sanz páginas 14 y 15
LA ENTREVISTA POR Tomás Virseda Sanz páginas de 16 a18
MI LIBRERÍA por Luis Encinas Regidor páginas 19 y 20
LA OTRA MIRADA por Francisco Valverde Gómez páginas de 21 y 22
HISTORIA BREVE DE UNA VASECTOMÍA por Federico de la Vega páginas 23 y 24
POESÍA
LOS DERECHOS por Pedro Rodríguez Villa página 25
PENSAMIENTOS por Pedro Rodríguez Villa página 26
LA VIDA por Pedro Rodríguez Villa página 27
HUMOR
Chistes cortos y humor gráfico páginas 28 y 29
Sumario
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 4
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 5
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 6
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 7
LA JUNTA DIRECTIVA INFORMA:
Estimados compañeros, un cordial saludo para todos. Este año no es un año más, pues es un año que ha estado
marcado por la terrible pandemia que nos asola y que ha condicionado nuestras actividades y nuestras vidas a lo largo
del año 2020. Queremos aprovechar este espacio para trasladar nuestra solidaridad a todos los que habéis sufrido la
perdida de algún ser querido. Esperemos que pronto podamos recuperar la normalidad y el control de nuestras vidas.
A continuación, os detallamos todas las actividades que se han podido realizar en este curso 2019/2020, y que son las
siguientes:
CURSOS:
Se programaron cursos de inglés (5 cursos), Chi Kung e informática (2 cursos). Todas estas actividades empezaron a
complicarse a lo largo del primer trimestre de 2020, y el segundo trimestre, y ultimo de cada curso tuvieron que
suspenderse por las medidas de confinamiento que tuvimos que afrontar. Su desarrollo se repartió entre nuestra sede
social (inglés y Chi-Kung) y el Si@ de Cristo del mercado. Para el curso actual, temporalmente, se han aplazado hasta
que las circunstancias lo permitan los cursos de Chi-Kung e Informática.
TEATRO: Se programaron y realizaron viajes a Madrid para presenciar dos representaciones teatrales, que fueron
“Señora de Rojo sobre fondo gris” que tuvo lugar el 15/11/2019 y “La jaula de las locas”, al que acudimos el
23/01/2020.
VIAJES: Granada y Almería, que tuvo lugar el 25/10/2019. Las nuevas circunstancias obligaron a la anulación de los
viajes programados al Valle del Jerte y Las Hurdes.
OTRAS ACTIVIDADES:
A finales del año 2019 celebramos en La Venta Magullo la tradicional comida de Navidad de la Asociación, con la
participación de más de un centenar de socios, y a lo largo de la cual se homenajeo a los que habían cumplido 75 años.
También, entre finales y principio de año tuvo lugar el habitual reconocimiento médico para aquellos socios que así
lo solicitaron.
Desde el 15 de enero y hasta el 15 de febrero tuvo lugar la exposición de pintura que se celebró en el Si@ del Corpus
y en la que participaron nuestros socios aficionados a la pintura de cualquier técnica, como acuarela, acrílico y oleo.
Como es tradicional, también se participó en el sorteo de lotería de Navidad, tal y como venimos haciendo desde hace
años y en el que no perdemos la esperanza de que algún año nos sonría la suerte.
Desafortunadamente no se pudo hacer la Asamblea anual que tiene lugar en el mes de mayo, en la que informamos
del desarrollo del ejercicio, cuentas y renovación de cargos cuando corresponde, así como detallamos las actividades
del último curso. Tendremos que esperar para su celebración cuando las circunstancias actuales lo permitan, y que
deseamos fervientemente que sea pronto.
Cuidaros y vamos a esperar que podamos juntarnos en un plazo razonable. Un abrazo para todos.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 8
A MODO DE PROLOGO:
Dejemos volar nuestra imaginación a través del tiempo, hasta aquellos años en que aún no se conocía
la maquinaria agrícola, como las cosechadoras o los tractores. Viajemos hasta aquellos días cuando todo el
trabajo del campo recaía sobre los recios brazos de los labradores, criados o jornaleros, quienes por la rudeza
y el esfuerzo de las tareas regaban con su sudor los terrones de los labrantíos. Solo las yuntas de bueyes,
mulas, caballos o burros aliviaban la faena.
LA ESPIGADORA
Por Pablo Gómez de la Fuente
COLABORACIÓN
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 9
Me llaman Tordo y tengo cuatro años. Soy de pequeña
estatura, solo alcanzo ciento quince centímetros en la cruceta de mis
hombros. Vivo, o mejor dicho duermo, en un establo compartiendo
estancia con otros tantos animales, tres vacas lecheras, dos terneras,
una yegua y un macho.
Los pollos y gallinas entran y salen por una gatera que hay a
propósito abierta en la puerta. Escarban y picotean, entre unos y
otros y se acuestan en el gallinero preparado con cuatro palos en uno
de los rincones de la cuadra. Un hermoso gallo castellano de plumaje
negro, tirando a rojizo en su pescuezo, es el que domina el cotarro de
las pitas y siempre termina prendiendo a las más papanatas. Por las
mañanas, desde lo alto de la tapia, es el encargado de despertar a
todo el mundo con su sonoro quiquiriquí.
Los cerdos duermen por las noches en las pocilgas después de
haber estado holgando y rebozándose en la charca todo el día.
Cuando al atardecer regresan las ovejas paridas y de ordeño,
cansadas y rechonchas de sus careos por los rastrojos, las encierran en la cija apartando, las unas con los
corderos y las otras las disponen para el ordeño. El resto de la piara suelen dejarlas en el redil, hecho con
teleras de madera, en alguna de las fincas del amo para que sea abonada con sus meaos y cagarrutas.
Un amplio corral distribuye las distintas dependencias de la granja, cuadras, cija, pocilga, pajar,
colgadizo, leñera, trastero…, y por último la casa de los amos. Es de una sola planta orientada al sudeste
para recibir mejor la luz del sol. En el soportal de madera, previo a la entrada, suele descansar un gato gandul
que lo único que hace es vigilar, relamiéndose los bigotes, la jaula en donde dos preciosos jilgueros animan
el ambiente con sus trinos.
No quiero pasar por alto el pozo y el abrevadero que hay en medio del patio, en donde solemos
saciar nuestra sed al regresar de las duras tareas. También refrescan la leche recién ordeñada, lavan la ropa
y llevan cubos y cantaros a la casa para su sustento y otras necesidades.
Y esto es más o menos en donde, como decía al principio, suelo dormir pues raras son las jornadas
de descanso, días que suelo aprovechar para degustar tranquilamente los desperdicios que caen de las
pesebreras de las vacas y que los amos me echan en mi comedero. Son tantas las tareas que no hay tiempo
para otra cosa que no sea trabajar. Si no es ir con las ovejas, es tirar de la pértiga de la noria, traer cargas de
leña, llevar la leche a la quesería, acudir con las hortalizas a los mercados… o llevar a los amos hasta el pueblo
para hacer las compras y recados.
No es de extrañar, por tanto, que un borrico, que ha vivido y sufrido en sus carnes estos tiempos y
oficios, sea el artífice de esta pequeña historia y nos relate, a su manera, las vivencias de uno de aquellos
días.
LA PRESENTACION:
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 10
Entramos en la segunda semana del mes
son largos y el calor sofocante. Estamos en plena
siega. Hace unos días terminamos de recoger las
estamos a punto de acabar con la cebada. Luego
centeno, al trigo, seguiremos con la avena para
garbanzos allá para la Virgen de agosto.
Entre tanto, se pondrán las eras y
mieses para la trilla. La tarea que menos me
emparvar y tirar del trillo, un tablero de madera
guarnecido de lascas de sílice, de esos que hacen
aburre un montón. ¡Que pesadez!, todo son
vueltas sobre la parva aguantando un sol
parece acomodarse sobre el espinazo con todo su
acarrearemos las
gusta. Eso de
con el vientre
en Cantalejo, me
vueltas y más
aplastante, que
peso y me llena de
una importante galbana. El tamo de la paja se pega al sudor y se preparan buenos regueros de morroña que
se deslizan por mi pelo y gotean hasta el suelo. Podría ser más llevadero si te dejaran dar algún bocado a las
espigas, pero ni eso, te colocan un bozal para que no puedas probar ni una tan siquiera.
Agradezco a los vencejos que me entretengan pasando por encima a toda velocidad con sus alas en
forma de hoz y sus característicos chillidos. Van a la caza de los gorgojos que saltan al aventar las algarrobas.
Son curiosos estos pájaros tan oscuros, casi negros, que llegan a primeros de mayo, nos acompañan en el
verano y regresan a su procedencia en los primeros días de agosto. Hacen su vida en el aire, vuelan, comen,
beben, duermen, incluso copulan. No sé cómo se apañan, pero tiene que ser toda una odisea hacer el amor
planeando en el aire, aunque yo siempre digo que lo hacen usando las nubes como lecho para después
echarse una siestecilla. Solo paran para criar en alguna rendija de riscos o viejos edificios.
En estos días tan calurosos es un placer madrugar y salir hacia el tajo con las primeras luces del alba.
Esta mañana, tienen previsto acabar de segar la última de las tierras sembradas de cebada. Cuando
tienen todo preparado el amo y su hijo Pedro montan sobre Alba, la yegua. Llevan también las alforjas con
el almuerzo, las hoces, los dediles de cuero, las zoquetas de madera, los manguitos y la piedra de afilar.
María, la señora de la casa, carga sobre mis lomos las largas pajas de centeno, que previamente han tenido
durante toda la noche en remojo en el pilón junto al pozo. Las cubre con una manta mulera para que
conserven la humedad. Servirán para atar las mieses. Monta sobre mis lomos a asentadillas, esto es, con las
dos piernas hacia un lado, y nos ponemos en marcha.
La aurora se aprecia por el horizonte, pero aún está oscuro. La arena del camino clarea sobre el
sombrío de los pastos y nos facilita la marcha. Desde hace un buen rato escuchamos los melodiosos trinos
de los mirlos que parecen saludarnos y desearnos un buen día. También las golondrinas gorjean subidas en
lo alto de los tejados. Una suave brisa refresca nuestra piel, repleta de aromas a hierba seca, y otras a
romero, tomillo y cantueso. Los grillos parecen competir con sus “gri-gris” por todo el campo y que silencian
al oír cerca nuestras pisadas...
Al llegar a la finca nos estacan al lado de una cacera en donde aún se mantiene la hierba verde y
fresca que hará la delicia de nuestro paladar. Los amos, con la hoz en una mano y los dediles en la otra se
disponen para la siega. Cortan buenos puñados que van juntando en manojos. Detrás es María quién recoge
las gavillas hasta formar un buen haz que anuda fuerte con los hatillos de centeno.
de Julio. Los días
temporada de la
algarrobas y ahora
tocará el turno al
terminar con los
UN DIA CUALQUIERA DE VERANO:
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 11
En el almuerzo les oigo decir que las cañas están demasiado
secas y se pierden algunas espigas.
Después del refrigerio el sol se deja notar y en los árboles
de la finca de al lado el arrullo de las palomas y los chirridos de las
chicharras nos tiene entretenidos.
El calor hace que nuestros olores a yegua y burro nos
delaten en el ambiente y un ejército de pesadas moscas nos ataca,
entre ellas algún tábano que tratamos de espantar con la cola. Si
no lo conseguimos nos acribilla a picotazos. A veces se suben a
nuestros lomos algunos pájaros que picotean entre el pelo en
busca de insectos. No sé si conseguirán cazar muchos, pero lo que
siempre consiguen es hacernos un montón de cosquillas.
Antes de que suenen las campanas de la iglesia con el ángelus del mediodía ya han terminado con la
siega y hacinan los haces para proteger el cereal y facilitar el próximo acarreo.
Camino de regreso paramos en la venta el berro, cercana al pueblo. Mis amos saben de los apuros
que atraviesa una humilde familia que allí se aloja y quieren informarles de la buena cantidad de espigas
que han dejado caídas con la siega. La casa es más bien pequeña y muy deteriorada. Cerca de la puerta de
entrada una acacia da sombra a dos pequeños desarrapados que juegan envueltos en polvo sobre la tierra.
Los vigila de cerca una jovencita con largas trenzas, no mucho mayor que ellos. Es la casa en donde vive
Pepino, uno de los zagales de mi amo, con sus padres y seis hermanos más pequeños. Julia, la madre, suele
ir por las tardes a espigar con dos de sus hijos, los que tienen 7 y 8 años y la informan al detalle. Viendo lo
avanzado de su preñez y dado que no me van a necesitar por la tarde, deciden dejarme prestado para que
les ayude en llevarlos hasta el lugar y después cargar y traer el costal con lo espigado.
Esta pobre gente es humilde y trabajadora como pocos. Buscan cualquier quehacer por pequeño que
sea su beneficio, siempre pensando en sumar y aportar para sacar adelante una familia tan numerosa como
la suya. En este caso se sacrifican en un durísimo trabajo, sobre todo para una mujer embarazada de más
de siete meses y dos pequeños que en cuanto pueden con el talego de guardar las mieses. Pero espiga a
espiga han conseguido ya varios sacos que destinaran al cebo de los gorrinos para la matanza y otro tanto
para los pollos y gallinas.
Mientras la siesta y antes de que se oigan los chirridos de los carros yendo a las eras ya estamos en
camino. Llevo a cuestas a los dos pequeños, una manta mulera, dos costales vacíos y unas pequeñas y raídas
alforjas en donde guardan el agua y la merienda. Hoy unos mendrugos de pan y una pizca de tocino que
repartirán para los tres. Julia va caminando agarrada a mi montura. Viste un atuendo suelto, que delata su
gran barriga, cubre su cabeza con un pañuelo bien atado y encima un sombrero de grandes alas para que
no le queme la solanera.
Cuando llegamos me estacan dentro de la tierra así que podré comer algunas espigas. Entre tanto
oigo hablar al más pequeño y decir: “pero madre como me traes aquí con esta calorina. ¿No ves lo tanto que
sudo que me dan hasta escalofríos?
La madre muy compasiva le responde: Mirad hijos, debéis entender que no disponemos de dinero
para comprar harina al molinero y necesitamos coger muchas espigas con las que cebar los gorrinos para la
matanza y dar de comer a los pollitos para que se hagan grandes y nos den buena carne y mejores huevos.
Luego serán nuestro sustento durante gran parte del año. Vosotros sois ya unos mozos y con vuestro esfuerzo
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 12
ayudáis y mucho a la familia, sobre todo a vuestros hermanos más pequeños. Ya veréis como en poco tiempo
el sol irá cayendo por el horizonte y el aire será más fresco. Además, esta tarde hay nubes que seguro nos
dan buena sombra y suavizan la fuerza de los rayos del sol.
Se atan el talego a la cintura y a horcajadas
sobre el surco doblan el espinazo. Van recogiendo
una a una las espigas caídas hasta formar un buen
puñado que desmochan de las cañas y guardan
en el talego. Si agachados duelen los riñones ni que
decir cuando poco a poco el talego se va llenando y su
peso tira del espinazo hacía el suelo haciéndoles
buenas rozaduras en la cintura. Cuando lo llenan
lo llevan hasta la ropa y lo vuelcan en el costal.
Aprovechan para echar un trago de agua y ya están
otra vez encorvados en el tajo. Las piernas y las
manos las tienen repletas de arañazos por el
roce con los cañotes, y alguna que otra espina se va
clavando en sus tiernos dedos, pero no se quejan, ni se entretienen en lamentos y siguen adelante. A veces
Julia se echa las manos a la barriga, siente pesadez del hijo que lleva dentro y se coloca en cuclillas para
soportar mejor su peso, pero no por ello deja de coger espigas.
A media tarde han conseguido llenar uno de los costales hasta los topes y muy contentos y
satisfechos por el logro se sientan para la merienda.
Unos nubarrones amenazan tormenta. La temperatura es tan suave que quieren aprovechar y
enseguida están de nuevo en la tarea.
Julia mira al cielo, el nublado esta encima y no
le gusta nada el color tan oscuro de las nubes. Un
tremendo trueno aturde sus oídos y los hace mirarse
con espanto. Los siguen otros y otros más fuertes. Los
rayos se multiplican rasgando el cielo en todas
direcciones. Uno cae cerca y raja por la mitad una gran
encina de la que sale humo como si estuviera
ardiendo. Unas escasas gotas gordas y frías, pronto se
convierten en chaparrón. La mujer asustada llama a
los pequeños y con los haces de una de las cinas
improvisa una cabaña en donde los introduce con
urgencia. La lluvia se convierte ahora en un granizo
como garbanzos. Deprisa me echa la manta encima
para protegerme y me suelta. Los truenos son aterradores, los relámpagos una amenaza. Corre junto a sus
hijos soportando las pedradas del granizo que ahora son como nueces de grandes. Allí están acurrucados en
el improvisado resguardo. Es tan pequeño que la mujer solo puede guarecer su cuerpo dejando las piernas
a la intemperie. Se abrazan con fuerza y los trasmite tranquilidad a la espera de que el nublado pase pronto.
Poco puedo hacer, pero al ver la escena me aproximo todo lo que puedo a la familia colocándome
en medio para evitar que el granizo golpee las piernas de la señora.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 13
Apedrea con ganas. Son tantos los coscorrones del granizo que ya no sé qué parte de mi cuerpo me
duelen más. El suelo se cubre de blanco y el día de tanta oscuridad como si la noche se hubiera adelantado.
Los surcos se llenan de agua. Estoy acobardado, siento tanto miedo que agacho la cabeza. Oigo rezar a la
mujer y a los niños invocando a Santa Bárbara. Yo
no sé rezar, pero me uno a ellos con mis deseos y
sentimientos.
Por fin el granizo se convierte en lluvia
que poco a poco va perdiendo fuerza. Cuando
termina me doy cuenta de que estoy rilando de
frio y me duele todo el cuerpo de tantos
coscorrones.
Julia comprueba que los niños están bien
y examina sus propias piernas que tiene repletas
de moratones. Me mira y me da las gracias por
ponerme en medio para evitar las piedras,
cuando debo ser yo quién se lo agradezca pues
fue ella quién me cubrió con la manta para
protegerme.
Con mucho esfuerzo cargan sobre mi
espinazo el costal y medio de espigas e iniciamos
el camino de regreso con un gran palizón, pero
alegres y contentos de volver sanos y salvos.
A medio camino nos cruzamos con Pepín
y Pepino que vienen a nuestro encuentro. Todos
se funden en un fuerte abrazo y el suelo vuelve a
mojarse, ahora no por la lluvia sino por las lágrimas de amor de esta humilde familia.
“A mis padres, Juan Manuel y Pilar”
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 14
COLABORACIÓN
ARTRÓPODOS por Tomás Virseda Sanz
"La faena ha sido de dos orejas y rabo", pregonó con sarcasmo aquel pendejo, achaparrado, pelón,
politicastro y charlatán, acercándose al grupo mientras libaba, voluptuoso, su bien cumplida copa de vino
tinto "reserva especial".
"¿Siii?", indagó uno de los contertulios.
"Como lo oyes, sendos volapiés, un poco atravesados, eso sí, pero de efecto inmediato", añadió,
perfilándose, en un alarde postinero.
"Pobres …qué fracaso".
"¿Fracaso?..¿pobres?, eres un sentimental", añadió, bravucón, mientras se recreaba elevando con
ostentación la copa para contemplar al trasluz su contenido.
Aquel nombramiento había sido muy controvertido; algunos ponderaban su preparación, otros censuraban
su semblante altivo y los más antiguos, recelosos y suspicaces, lo reprobaban por su juventud; estos, con un
punto de perfidia, auguraban: "vale más lo malo conocido…"
De complexión amazacotada, blondos su pelo y su tez, jactancioso y arrogante, mirada lasciva y sonrisa
cínica, exhibía su idiosincrasia con un lenguaje morigerado pero cargado de petulancia, modulado
armónicamente con inflexiones conmiserativas que no eran sino un subterfugio de su altivez y presuntuosidad.
Al frente del régimen organizativo heredado, obsoleto y despótico y una plantilla subyugada, pronto se
sintió invulnerable y todopoderoso propiciando conatos megalomaníacos que, trufados de fatuidad,
inevitablemente desembocaron en egolatría, constatando, así, los peores augurios que revelaban un síndrome
ignorado pero inquietante.
Y lo que parecía erudición no era sino afeite; su autoridad, caciquismo; su anhelo, la codicia y su ambición,
el poder.
Sus plúmbeas peroratas, saturadas de anacolutos, eran efectistas, casi teatrales y sus artificiosos preámbulos,
aderezados con un despotismo insultante, provocaban en sus constreñidos asistentes una atención sazonada
de apatía con aliño de miradas y guiños ahítos de tedio e ironía.
La "tarántula" (alias revelador) había erigido su baluarte en el risco más
estratégico, guarneciéndolo con un enfoscado de aislamiento e inaccesibilidad, en
cuyas breñas anidaban la mezquindad, el servilismo y la delación.
Detentaba, al fin, un gobierno despótico que aireaba sin mesura y de tal forma lo
obnubilaron sus delirios que su capacidad de discernimiento derivó en ofuscación y
tiranía.
Había fichado un espolique, experto columbrante, atezado y de pelo bruno, hombre de iglesia, aunque no
muy "católico", truchimán versado en anfibología y secuaz de Don Nicolás, autor de "El Príncipe", que era
su paradigma, cuya labor de zapa extirpaba cualquier sospecha de reivindicación o atisbo de rebeldía; urdió
su red cual "viuda negra" (alias muy aplaudido) con recelos, sospechas e incertidumbres tejiendo una trama
de intrigas y maquinaciones en cuya telaraña eran succionadas la solidaridad, la iniciativa y la propia
autoestima.
Y aquel candoroso joven, que había llegado con el único bagaje de sí mismo y un exiguo equipaje en su
vieja maleta de madera, mariposeaba sin rumbo orientándose en aquel nebuloso y anodino universo de
banalidades e insignificancias con la única brújula de su propio criterio hasta que comenzó a detectar a su
alrededor el susurro perverso de las suspicacias y los achares.
Dibujaba arabescos en su trayectoria sin apercibirse de la presencia de aquella tupida red de conspiradores
y proxenetas de la frustración. Con una finta de templanza, trataba de sortear un embate furioso de rencor
cuando, súbitamente, se sintió prendido blandamente en aquella urdimbre glutinosa de
susceptibilidades y reticencias; forcejeaba en vano por liberarse batiendo frenéticamente
las alas de su optimismo y espontaneidad pero, al fin, exhausto e inerme, se aquietó;
miraba en derredor y solo veía las carcasas resecas de los inmolados; aleteaba tratando de
recuperar su entereza cuando apareció ante él la araña mortífera, la "viuda negra",
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 15
exhibiendo los quelíceros del poder tiránico de sus atribuciones y jactándose del veneno letal de sus efectos;
circundaba a su víctima escudriñando, entre admoniciones y apercibimientos, alguna carencia por donde
inocular con alevosía su ponzoña mortífera; forcejeaba el cautivo por romper el cerco con la osadía de su
franqueza y la constatación de su probidad con tal pertinacia y denuedo que su verdugo, sin conseguir
doblegarlo, hubo de optar por replegarse.
Pero fue un repliegue táctico mientras entretejía y reforzaba la trama de aquella urdimbre de insidias y
acechanzas.
Pronto los renovados métodos del actualizado dispositivo de asedio alcanzaron tal sofisticación y el
hostigamiento y acoso fueron tan implacables que el bloqueo agotó la resistencia de la víctima por consunción;
al fin, paralizada por el tósigo de su despotismo, la "viuda negra" envolvió a su víctima con una tela de
chantajes y coacciones y succionó su esencia hasta reducirla a una carcasa más....
Tarántula y Viuda Negra gozaban de sus prerrogativas sin que la ceguera que les producían sus privilegios
les permitiese percatarse de las amenazas que estaban incubando sus predadores. Y tales eran su altivez y
estulticia que su insolencia les llevó al desdén e, incluso, al desafío de aquellos en su propio territorio.
Y el choque fue letal
Acechaba con astucia la "mantis religiosa" que, impertérrita y mimetizada,
atisbaba las posiciones y movimientos de aquellas arácnidas insidiosas; éstas,
empecinadas y ahítas de soberbia, trataron de doblegarla obviando su
jurisdicción y agresividad, apoyándose en la urdimbre viscosa que habían
maquinado.
Su fracaso fue estrepitoso. La "mantis", ......con sendos movimientos
fulminantes de las bien armadas patas delanteras de su preeminencia y
supremacía, inmovilizó a sus víctimas y.…. las devoró inmisericorde.
.........registradas en el obituario de la estupidez aquellas muertes ignominiosas, migró la "mantis", cuyos
instintos ambicionaban nuevos territorios …y aquel común de supervivientes, amorfo, obsecuente, con su
capacidad de resiliencia atrofiada, inficionado de abulia, toleró, sumiso, un inédito y ávido predador cuyo
talante presagiaba una nueva etapa a todas luces perturbadora......
"Acércame esa cigala, chaval, que este "gran reserva" no merece menos",
añadió, dirigiéndose al camarero, aquel cristobita pretencioso henchido de
petulancia ....
...y ahora?, insistió en sus indagaciones el contertulio.
Ahora nada hombre, ...estos estoconazos son muy esclarecedores ... y
ejemplarizantes, los supervivientes y espectadores aprenden mucho. ...... "y
asimilan enseguida sus consecuencias", enfatizó; además "esto no lo
regalan"...añadió, mordaz, señalando con un guiño de complicidad la cigala con su amorcillado dedo índice....
Una mirada indefinible apareció en el rostro de aquel tertuliano que, con ira contenida , arguyó:
"desconozco si tus supervivientes y espectadores aprenderán o no de vuestros estoconazos, pero lo que sí
puedo asegurarte es que tus comentarios sarcásticos, por su vileza, me repugnan....y te digo más: tú, tan
taurino, ¿recuerdas al gentío vociferante de las plazas de toros cuando el torero entra en pánico? pues quizá
no debieras olvidar que, como a estos, también pueda seducirles la crueldad que surge ante el sufrimiento
ajeno.......no es decente ser cruel con nadie y menos aún con quien sufre o fracasa....Buenas noches"... y dando
media vuelta se marchó..
"Adiós hombre” …, respondió, perplejo, siguiéndolo con la mirada por encima de la montura de sus gafas
mientras chuperreteaba, baboso, el caparazón de su cigala.
…y de los mejores solo quedaron sus carcasas.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 16
Buenos días, señora Resu.
Buenos días, respondió entre dientes mientras extendía el hule sobre la mesa del comedor en el que se
reproducía un mapa de España con las islas Baleares y abajo a la izquierda, en un recuadro, las Islas Canarias.
A la señora Resurrección, pues así se llamaba la patrona, le había recortado su nombre el pupilaje al
considerar, muchos, la extensión de la palabra y lo rasposo de su pronunciación; otros, los más, que así estaba
en consonancia con los menguados refrigerios que en aquella pensión se servían y algunos, pocos, porque no
podía aplicarse tal denominación a quien les estaba matando de hambre.
La señora Resu, ya entrada en años, era menuda, seca de carnes y de trato, nariz corva, como enganchada
al entrecejo, ojos tiernos, de mirada fría, casi siempre dirigida al suelo, como buscando algo; vestía de negro,
con medias y zapatillas del mismo color, se teñía el pelo, canoso y ralo utilizando una brocha con la que
embadurnada su cuero cabelludo de una pringue de color cobrizo y tenía un marido rechoncho, palabrero y
holgazán que cojeaba de su pierna izquierda.
¿Va a desayunar? preguntó mirándolo de reojo mientras alisaba el tapete con las palmas de sus manos.
Sí, claro…y por favor, no deje que se enfríe.
Ya, ya, calentito…rezongaba al retirarse...
Se entretenía localizando diversas ubicaciones en el mapa del hule cuando la vió llegar, muy despacio,
portando con ambas manos un plato en el que trataba de mantener en equilibrio inestable un tazón, tres galletas
"marías " y una cuchara. Lo depositó sobre el mantel y dijo: ahí lo tiene, bien calentito... el azúcar ya se lo he
puesto yo...es que no podía traer todo a la vez....
La miró sorprendido, pero optó por callarse. Revolvía con la cuchara aquel líquido turbio que disimulaba la trasparencia natural del agua y lo tomaba a
sorbos mordisqueando en los intervalos cada una de las galletas mientras, ensimismado, reflexionaba sobre
la entrevista a la que estaba citado. No había dormido bien y notaba como una sensación de ansiedad que le
oprimía el pecho.
Era un joven moreno, esbelto tirando a flaco, frente despejada, nariz prominente y ojos un poco hundidos
de color castaño, brillantes y apasionados, pero con un punto de melancolía; vestía un jersey gris de cuello
vuelto, trenzado en ochos, sobre una camisa beis, pantalón azul, ya sin raya y zapatos marrones lustrados para
la ocasión.
Al fin salió a la calle. Había llovido. Un hombre remangado, con mandil de peto y rayas horizontales
verdes y grana, levantaba el cierre de su tienda de ultramarinos. Más adelante esperó el paso de un tranvía
que cruzaba haciendo sonar su campanilla y, tres calles más allá, alcanzó la acera desde la que se accedía a la
boca del "metro". Descendió los mojados escalones asido a la barandilla, pagó el billete en taquilla y accedió
a la estación cuyos andenes rebosaban. Un olor acedado flotaba en aquel ambiente húmedo y claustrofóbico.
Pronto, con gran estruendo y un tac-tac, tac-tac, sincopado, vio salir de aquel tenebroso subterráneo como un
monstruo metálico, de ojos refulgentes que, al detenerse, expelió una ventosidad prolongada y estridente y,
como si sintiera una arcada, todas las puertas se abrieron a la vez vomitando bocanadas de gente cuyos
regueros se diluían por los túneles de salida; los vagones, aún con náuseas, engullían ahora ansiosamente la
multitud amontonada en los andenes hasta atiborrarse. Hubo de empujar con todas sus fuerzas y apretarse
hasta quedar embutido; se oyó un pitido, se cerraron las puertas y entre chirridos metálicos que parecían
alaridos se hundió en aquella lóbrega caverna. La atmósfera era irrespirable y el silencio casi absoluto; los
ojos de quienes lo rodeaban, de mirada perdida, apenas pestañeaban; parecían aceptar, con patética
resignación, un destino cruel e irremediable…. y le acometió el vago presentimiento de que él también había
sido condenado y ya era conducido a alguna zahúrda infernal.
Se acercaba a su destino y forcejeaba con todo su vigor en aquel maremágnum para arrimarse a la puerta
de salida; nunca se había sentido tan cerca y, a la vez, tan lejos de las personas que lo rodeaban y, casi sin
LA ENTREVISTA TOMAS VIRSEDA SANZ Por
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 17
resuello, salió expelido de su vagón, como regurgitado; en volandas alcanzó la escalera ascendente de un túnel
recubierto de azulejos blancos, brillantes y sucios. Cubrió en tensión el último tramo y salió a la calle; una
película como de salitre tapizaba su paladar, humedeció sus labios resecos y esperó unos instantes; respiraba
profundamente procurando recobrar el aliento y, enseguida, el frescor del aire y el entorno abierto lo liberaron
de la pesadilla que acababa de vivir; poco después, caminaba abstraído cavilando sobre la cita y tratando de
concienciarse para afrontarla con entereza.
¿Se puede?, llamó ante la puerta entreabierta.
¡Adelante!
Buenos días, dijo; vengo de parte de D. Teodoro quien me
informó que debía acudir hoy a esta cita con Vd.
Buenos días. Es Vd. muy puntual, dijo con una sonrisa, mirando
su reloj de pulsera. Siéntese por favor, enseguida le atiendo.
Era un hombre corpulento, con poco pelo y gafas, vestía
chaqueta gris y camisa negra con alzacuellos. Sobre su mesa
escritorio, de madera barnizada, se veía una carpeta y un bloc en el
que estaba escribiendo algo y delante, junto a un portalápiz, en
posición vertical, un pequeño crucifijo plateado. El despacho era
reducido y sobrio. Solo una pequeña estantería con libros y una
fotografía dedicada del Papa ocupaba la parte izquierda de la pared. Desligó la hoja escrita y la introdujo en
la carpeta, depositó el bolígrafo en su soporte y dijo:
En efecto, Teodoro, con quien me une una gran amistad, me ha hablado de ti y de tus inquietudes,...también
de tus dificultades; ambos estamos interesados en ellas y hemos convenido esta entrevista para ver la
posibilidad de, entre todos, encauzarlas; te toca, por tanto, exponerlas sucintamente. Te escucho.
Tomó aire y trató de hilvanar sus reflexiones: "procedo de una familia humilde, que D. Teodoro conoce
muy bien, cargada de hijos y de carencias, pero sobrada de cariño. Hace solo unos meses que llegué a esta
gran ciudad, para mí desconocida y ya perturbadora; me abruman las multitudes, tanta gente desconocida a
mi alrededor, tantos seres anónimos que miran como sin ver, quizá sumidos en la melancolía y asediados por
la nostalgia o bloqueados por su propia soledad. A veces recapacito, trato de discernir sobre los conceptos e
incluso los dogmas que yo creía irrefutables…y aquí parecen tener un significado diferente, y no descubro
sino dudas y titubeos que me ofuscan y me inquietan. Me llevaron al seminario, que hube de abandonar, como
Vd. conoce por D. Teodoro, donde cursé solo unos años pero que fueron suficientes para vislumbrar un
camino que aún me atrae y por el que añoro seguir caminando; por otra parte, estoy alojado en una pensión
bastante miserable que, aun así, mis padres no pueden permitirse y tomo algunas clases con el fin de resolver,
en cuanto sea posible, esta coyuntura incierta que atravieso; no obstante mantengo mi fe en la Providencia
y, todavía, a pesar de las difíciles circunstancias, también en mí mismo" respondió intentando sostener la
mirada escrutadora de su interlocutor, que lo escuchaba atentamente; poco después, sin que él se percatara,
aquel monólogo derivó en un diálogo fluido aunque no superficial; la afabilidad y franqueza de aquel hombre
lo impulsaban a mostrarse confiado y así, sincera y espontáneamente, vació, ya sin complejos, su corazón y
su alma aquel desahogo, más parecido a una confesión, satisfizo y debió de convencer a su interlocutor
quien, tras una exposición exhaustiva salpicada de consejos y recomendaciones, dio por finalizada la reunión
añadiendo:
" convenimos, entonces, que el próximo lunes te unirás al grupo de nuestra Residencia donde participarás
como uno más en las actividades de la misma, actividades que, como hemos comentado, te servirán de apoyo
para seguir avanzando por ese camino que pretendes recuperar. Espero que nuestra mutua colaboración colme
tus aspiraciones y tu esfuerzo redunde en beneficio de todos. ¡bienvenído!", dijo poniéndose en pie y
tendiéndole la mano con una sonrisa.
Muchas gracias, no le defraudaré, respondió estrechándosela. Y salió.
El sol se dejaba ver, ahora descaradamente, entre aquellos nubarrones que parecían huir de su luz y su calor,
y optó por volver andando; caminaba por la gran avenida entre el vigoroso ir y venir del gentío que, ahora sí,
parecía perseguir una meta; se sintió, por primera vez, inmerso en un entorno inexplorado pero del que ansiaba
formar parte, abrió la cremallera de su jersey de ochos y, casi sin advertirlo, acomodó su paso al ritmo un
poco enloquecido de la multitud. más tarde, tarareando una tonadilla, llamaba al timbre de la pensión:
Hola Sra. Resu, saludó efusivo.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 18
Hola, contestó con desgana.
Bonito día hoy ¿verdad?
Como todos…, respondió cerrando la puerta.
No, Sra. Resu, hoy es un día especial…apostilló, con una sonrisa, mientras se retiraba.
Su eufórico estado de ánimo despertó los recelos de la Sra. Resu, quien dio en merodear con insistencia;
él, con la puerta de su habitación entornada, silbaba una divertida canción de moda mientras ordenaba con
parsimonia sus escasas pertenencias en su vieja maleta de madera....
…caminaba sin rumbo cierto …y ahora vislumbraba ilusionado nuevos horizontes sin percatarse de que las
huellas de aquel aprendizaje hallaban cobijo en el relicario de su corazón.
Tomás Virseda Sanz
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 19
El siguiente título que recojo es “Rebelión en la granja” de George
Orwel. En este caso la rebelión se ha producido en la biblioteca, y yo estoy
intentando sofocarla.
Me sorprende un libro que entre todos ha quedado en pie, enhiesto
sobre la montonera “El guardián entre el centeno” de J.D. Salinger, haciendo
de guardián entre tanto libro desparramado.
Deposito el contenido de mi bolsa sobre una de las estanterías y
parece ser que esta ha llegado al límite de su resistencia, y se parte por
la mitad. El gran estruendo provocado por los libros al caer al suelo me
sobresalta por lo inesperado.
Me agacho a recoger los libros que han quedado
amontonados en el
suelo. El primer título que recojo es “Crónica de una muerte anunciada” de
Gabriel García Márquez, me quedo pensativo, y deduzco que está claro, “la
muerte anunciada” es la de la tabla, que según se combaba bajo el peso de los
libros estaba anunciando su final.
El siguiente libro que recojo es “La metamorfosis” de Franz Kafka, y lo veo
claro: se ha producido una metamorfosis con esa estantería, de tener una serie
de libros ordenados y bien colocados, ahora tengo una montonera de títulos,
en espera de ser rescatados.
Ese montón me recuerda los montones de libros que en “Fahrenheit 451” de Ray
Bradbury, iban apilando, para ser entregados a las llamas provocadas por los bomberos
incendiarios (¿Qué ironía!) de esa sociedad futurista.
Me vuelvo a agachar y en mis manos cae “La casa de los espíritus” de
Isabel Allende, me pregunto si en ese derrumbamiento no se habrá escapado
de esa casa algún espíritu, o al contrario algún espíritu errante, de entre tantas
historias se haya colado como “okupa” en la misma casa aprovechando el
desorden.
Como otros muchos días llego a casa con una bolsa. Cuelgo la gabardina en la percha
de la entrada y me dirijo a la habitación que, desde hace años, poco a poco, se ha ido
convirtiendo en biblioteca. Las tablas están combadas bajo el peso de los libros.
COLABORACIÓN
MI LIBRERÍA por Luís Encinas Regidor
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 20
Entre tanta obra amontonada observo que en la estantería de al lado
sobresale un libro, que parece querer destacar entre los demás, lo abro y
no me queda más remedio que empezar a tomar notas, sin falta mañana
tendré que venir provisto de todo lo que he anotado, tengo que remediar
esta situación. El título del libro que me ha hecho tomar esta decisión es
“Bricolaje y reparaciones del hogar”. A ver si soy capaz de salir de “El túnel”
título de Ernesto Sábato, que ahora tengo en mis manos.
Puede que también el guardián estuviera formándose con el “Arte de la guerra” de
Sun Tzu, que muestra sus páginas abiertas a su lado.
Con tanto libro mi espíritu se siente como en “Un mundo feliz” emulando el famoso
título de Aldous Huxley
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 21
- No se preocupe, nos ocupamos enseguida. Permítame que busque su ficha y revisemos sus medidas. Disculpe
. Como un autómata, el dependiente depositó la ficha encima del mostrador, mientras con la cinta métrica amarilla
tomaba las medidas del cuello, hombro, tórax, brazo y antebrazo, que cuidadosamente anotaba en la ficha. Sin
disimulo, Jiménez cogió la ficha para verificar sus datos personales, comentando al empleado lo poco que habían
variado sus medidas.
COLABORACIÓN
LA OTRA MIRADA Por FRANCISCO VALVERDE GOMEZ
Con los ojos pegados al suelo, el paso acelerado y vacilante se movía entre la muchedumbre, pensando solo en
desaparecer, consciente de que el mejor lugar para ocultarse era, sin lugar a dudas, si se mezclaba con la gente, que
iba y venía, sin rumbo aparente. El instinto le llevó a un callejón al que no llegaba la luz del sol, donde los gatos
compartían restos de la comida robada de los contenedores de los bares aledaños.
La puerta trasera de uno de ellos, trabada con una cuña, permanecía abierta para facilitar la renovación del aire viciado
del interior del local, dejando entrever la entrada a los aseos. Sin pensarlo dos veces entró en el servicio de caballeros.
Estaba sucio, así que aspiró con profundidad antes de pasar al interior, para no tener que respirar. Se miró en el espejo
resquebrajado pegado a la pared. Cabello cano, los ojos inyectados en sangre, la mirada fija y perdida. Incrédulo sobre
lo que estaba viendo, pensaba que podría ser cualquier persona, pero ¿quién? Dejo correr el grifo del agua fría, se
lavó las manos y frotó la cara hasta hacer desaparecer la suciedad que pudiera delatarlo. Intentó limpiar la herida,
levantando la costra de sangre y suciedad que había oscurecido la zona parietal de su cabeza. La sangre asomó de
nuevo, tiñendo de rojo su pelo blanco. Puso la cabeza debajo del grifo hasta que la sangre dejó de manar.
Con gran esfuerzo, intentaba recordar ¿quién era? ¿por qué huía? Solo podía recordar los gritos de alguien que lo
señalaba mientras abandonaba un hotel mugriento. Sintiéndose observado, comenzó a caminar con ritmo acelerado,
para alejarse lo antes posible de aquel lugar.
Sin mirar atrás había deambulado por las calles durante una hora larga, hasta llegar al bar Los Mellizos. Revisó sus
bolsillos para buscar documentación. Solo encontró dinero, suficiente dinero para sobrevivir durante unos meses.
Doce mil ochocientos euros en billetes de 500, 200 y alguno de 50.
Necesitaba cambiarse de ropa. Su camisa blanca estaba llena de sangre y restos de comida. Sobre el bolsillo izquierdo,
destacaban las letras “JJ”. Se quitó la camisa y miró la etiqueta. “Artesanos Camiseros de Sevilla”. Sin duda estaba
hecha a medida. Dio la vuelta a la camisa y volvió a ponérsela.
Cuando entró en el bar buscó un lugar discreto para descansar. Se sentó al lado de una pequeña mesa en el lugar más
apartado del recinto, sobre la que lucía una pequeña lámpara. Cuando llegó el camarero pidió una cerveza doble y las
páginas amarillas. Bajo el título “ROPA-FABRICANTES” encontró la dirección, Cardenal Bueno Monreal, 20 –SEVILLA.
Tenía que presentarse en el comercio y averiguar sus propios datos. Antes debería adquirir ropa adecuada en
cualquier otro comercio de ropa para caballero. Compró un modesto traje gris, impersonal, camisa blanca, corbata y
un par de zapatos negros.
Con el nuevo look, pasaría más desapercibido y podría averiguar con facilidad sus propios datos. Pagó al taxista y con
rapidez entró en la tienda de camisas a medida.
-Buenos días señor Jiménez, dijo el dependiente dirigiéndose a él con una
sonrisa. Hace mucho tiempo que no le vemos por aquí.
-Buenos días. Ya sabe, a veces el trabajo nos come demasiado tiempo y no
podemos atender otras necesidades básicas. Necesito dos pares de camisas.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 22
Su cerebro estaba revolucionado intentando procesar los datos que acababa de averiguar, pero no podía creer lo que
había leído en la ficha del camisero.
Lleno de dudas cogió de nuevo un taxi y se dirigió al centro de la ciudad. La posibilidad de conocer los hechos previos
a su huida del hotel, podrían dar respuesta a todas las cuestiones que empezaban a rondar por su cabeza.
Tengo que actuar con cautela antes de tomar una decisión equivocada, susurraba, observando a las personas que
entraban y salían del edificio. La gente parecía despreocupada por lo que estuviera ocurriendo dentro o fuera de su
interior. En apariencia, la despreocupación e indiferencia se reflejaba en sus caras. La gente normal no se esconde –
pensaba- si actúo con decisión, sin titubeos, no hay razón para que reparen en mí, cada cual va a lo suyo.
La necesidad que tenía por continuar siguiendo las pistas de la ficha del camisero era la senda más razonable que
seguir, para recuperar la memoria y ese nombre que aún no representaba nada para él. Sabía cómo se llamaba y sin
embargo desconocía quién era.
Con la cabeza erguida y paso firme traspasó la puerta de entrada, subió a la primera planta. Fue mirando los letreros
de los despachos. En algunos figuraba el cargo y nombre del titular y en otros solo el título genérico de la dependencia.
En ninguno figuraba su nombre. Tuvo dudas, sus pies seguían hacia adelante mientras pensaba en la posibilidad de
volver atrás. De repente, sintió cómo una mano se apoyaba con firmeza en su hombro, sin forzar su detención, al
tiempo que pronunciaba su nombre de pila.
- Javier, Javier, para hombre -un varón de unos 40 años le interpelaba, mientras la extrañeza se reflejaba en su cara-.
¿Qué te pasa? ¿No me conoces? “Joder, Javier, nos tenías locos, hemos estado buscándote por toda la ciudad, parecía
que se te hubiera tragado la tierra” ¿Puedes decirme dónde has estado?
-Sé cómo me llamo, pero no sé quién soy. He recibido un fuerte golpe en la cabeza y no puedo recordar nada.
-Mira Javier, estabas cumpliendo una misión como agente encubierto
en un hotel de mala muerte, con nuestro apoyo externo. Por alguna
razón te has desecho de los micros y hemos perdido el contacto contigo.
En ese momento decidimos entrar en el hotel, pero ya no pudimos
encontrarte, tan solo hemos recuperado tu chaqueta y la cartera.
-Solo recuerdo cuando me levanté del suelo con un fuerte dolor de
cabeza, sucio, sangrando y sin poder recordar nada en absoluto. Decidí
salir a la calle y noté cómo alguien me señalaba, llamando mi atención.
Por eso he procurado permanecer escondido y pasar desapercibido.
Gracias a la camisa que llevaba puesta he podido seguir algunas pistas para averiguar mi identidad.
-Javier, eres un gran policía. Tu padre también lo fue. Lo llevas en los genes, por eso has tardado tan poco tiempo en
averiguar tu propia identidad.
– -Por cierto, ¿se sabe quién me ha golpeado?
-No solo sabemos eso. Gracias a las conversaciones grabadas antes de que te deshicieras de los micros, conseguimos
las pruebas de su intención de venderte varias pistolas. Después huyeron, pero hemos podido detener a toda esa
banda de traficantes de armas. Fue uno de ellos quien te golpeó antes de huir, pero pudimos cogerlos cuando
pretendían abandonar la ciudad. Ya nos contarás los detalles cuando recuperes la memoria. Ahora lo importante es
que te encuentres bien. Deberás acudir al médico lo antes posible.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 23
Antonio se dirigía a la clínica con un cierto recelo. Había decidido hacía algo más de un mes hacerse la
dichosa vasectomía, bueno quizás lo de “había decidido” no era la expresión exacta,
la decisión era suya y de su mujer. Bueno…. quizás era justo decir que un poco más
de su mujer. Qué demonios, la decisión había sido en un 99% de su mujer, que
amablemente le había dicho “O te lo hace un cirujano o te lo hago yo con el cuchillo
grande de la cocina”, y, ante esa amable sugerencia había decidido que era mejor y
más prudente recurrir al cirujano. Si era cierto que tenían ya una familia numerosa
y que cuatro hijos era una cifra más que respetable por lo que acepto la amable
sugerencia.
En su primera cita con su cirujano le había dicho que le avisaría con unos días de antelación de la fecha y la
hora, pues tenía que concertar clínica- Era una intervención por lo privado, pues la Seguridad Social le había
puesto una serie de trabas, como que previamente tenía que acudir a una entrevista con el psiquiatra para
saber si era una decisión meditada o no. Definitivamente, si alguien pensaba que después de cuatro hijos el
no poder tener más le iba a originar algún tipo de trauma, seguramente que sería esta persona el que
necesitaría un buen psiquiatra. Pues bien, el doctor Martín le había avisado hacia dos días citándole en una
clínica privada situada cerca de la Plaza Mayor, diciéndole que sería conveniente que acudiera con sus partes
íntimas depiladas, lo que facilitaría su labor y ahorraría tiempo.
Lo de la depilación no había sido tarea fácil, pues la cuchilla no había sido muy amable con las superficies no
demasiado lisas en las que había tenido que trabajar, es conocido la zona de los testículos se puede definir
como queramos, pero desde luego. zona lisa…. pues no. El resultado había sido solo regular tirando a malo,
pues había dejado la zona llena de pequeños, no tan pequeños y hasta algunos grandes cortes y arañazos,
pero…… ¡Todo sea por una buena causa!
Llego a la clínica diez minutos antes de la hora a la que estaba citado y se encontró con que el Dr. Martín y
una enfermera, ya vestidos de faena, le estaban esperando con la sonrisa en los labios. ¡Como se notaba
quien iba a ser el operado y quien el operador!
El doctor Martín le pidió a Antonio que se desnudara y que se pusiera la prenda que tenía colgada en el
vestidor. Antonio después de dudar si entrar a desvestirse o salir corriendo, opto por lo primero. Se desnudo
y se puso la prenda, si se la puede llamar así, pues lo que le habían dejado era una especie de babero corto
por delante y otro, un poco más largo, por detrás, con dos tirantes que lo sujetaban al cuello. Salió con una
cierta turbación a la sala del quirófano, pues se sentía como el párroco de San Millán en plan nudista.
El recibimiento no fue muy bueno para darle ánimos, pues el doctor y la enfermera empezaron a reírse de
una forma escandalosa.
-Pero, por Dios, Antonio ¿qué te has hecho hay abajo? ¡sí parece que te has metido un gato cabreado en el
pantalón ¡
Antonio pensó si no habría sido mejor seguir su primer impulso y salir corriendo, y, además, que los quince
o veinte cortes que tenía en su entrepierna tampoco eran para tanto, pero opto por ser prudente, y
tímidamente, solo se atrevió a decir:
COLABORACIÓN
HISTORIA BREVE DE UNA VASECTOMIA (Con perdón)
Por Federico de la Vega
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 24
-Pero Doctor, Vd. Me dijo que viniera depilado….
El Dr. Martín le contesto entre risas contenidas: - Si, pero no era exactamente ahí abajo, era en los laterales.
Los conductos deferentes que vamos a cortar van entre el muslo y la pelvis. En fin, ven para acá, que con un
poco de suerte y con lo que te has preparado hay abajo lo mismo no va a hacer falta ni operarte.
Antonio de alguna manera se sentía humillado, y le contesto diciendo: -Pues la próxima vez, me da Vd. un
plano, que demonios ¡¡¡.
La operación la podemos describir de muchas maneras, menos agradable. ¿Los
que no la habéis sufrido os imagináis los que es un pinchazo en los testículos?
Vamos, para salir disparado y quedarte colgado del techo, como el gato Félix¡¡¡
La operación la describió el cirujano como rápida. Esta opinión no la compartió
Antonio en modo alguno, pues se le hizo eterna.
Al fin, una vez concluida, el Dr. Martín le pregunto
- ¿Te ha traído alguien en coche?
A lo que Antonio, con cara de sorpresa respondió
No. ¿Por qué?
No. Es que la anestesia se pasara dentro de un rato, y tienes siete puntos en cada lado. Deberías llamar a
alguien….
Antonio respondió, muy sobrado él.
-No. Estoy bien y tardare poco en llegar a casa.
El Dr. Martín inicio un gesto como de santiguarse, pero se lo pensó mejor y solo contesto con un: -Como
quieras. Tú mismo
El viaje de vuelta al principio no fue muy complicado, pero poco a poco, el dolor fue subiendo y, ya llegando
a casa su andar era de lo más curioso, juntando la entrepierna todo lo que podía y un poco más. La gente le
miraba con cara de sorpresa por sus andares digamos que poco habituales.
Por fin llego a su casa, solo le quedaban dos pisos por subir sin ascensor. La subida fue delirante, pues al
subir cada peldaño Antonio tenía la extraña sensación de que iba a perder un testículo.
Un cuarto de hora después entraba en casa y Pilar, su mujer, le pregunto con amabilidad: - ¿Todo bien,
cariño?
Antonio, dolorido, solo pudo responder: -Pili, creo que hubiera sido mejor idea la del cuchillo……………
Federico de la Vega
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 25
LOS DERECHOS
Hoy en día reclamamos No sea que nos descubran
A todas horas seguidas que andando piso un gusano
Que como seres humanos o un ciempiés adormilado
Tenemos muchos derechos. Y me traten de malvado.
Todos tenemos derechos A lo que hemos llegado
Obligaciones ninguna y lo que nos llevará
No las queremos saber al buenismo acostumbrado.
Solo derechos a una. Queremos ser todos buenos
Sin obligaciones no hay y ayudar a ONGS
Derechos que reclamar que no está mal ¡vive Dios!
La ONU las propagó pero siendo comedidos.
Pero obligaciones NO. Que con el tiempo veremos
Sin una cosa primera lo que le depara a Europa
No se puede la segunda que el exceso de buenismo
Así tenemos hoy en día lo llamo yo insensatez.
Lo que vemos, lo que toca. No me traten de xenófobo
El buenismo está muy bien no me traten de algo más
Sin llegar a los extremos que los evangelios dicen
Que los extremos nos llevan al César lo que es del César
Sin salida a callejones. Y a Dios lo que es de Dios.
Hoy todo está permitido yo estoy hablando del César
Un toro no hay que matarlo y no me meto con Dios.
Y las hormigas ¿qué pasa?
Tendremos que ir con cuidado
Cuando andamos por el campo.
Pedro Rodríguez
COLABORACIÓN
POESÍA de Pedro Rodríguez Villa
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 26
PENSAMIENTOS
Por la ventana entra
El aroma de la lluvia
Humedad, pero no llueve
Sensación que me invade.
¿Qué nos pasa con la lluvia?
Que en Segovia ya no llueve
Se resiste día y día
Y no viene o no quiere.
Antes, mucho antes
Segovia, tierra de nieves
De inviernos duros y fríos
Y eso ahora ya no quiere.
Nos queda sólo esperar
Que vengan inviernos fuertes
De esos que hacen temblar
De ese frío que ahora no viene.
Aunque haya muchos cambios
Los ciclos si se repiten
Y lo queramos o no
Aún con destrozos humanos
Esos cambios sí que vienen.
Pedro Rodríguez
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 27
LA VIDA
¿Qué es la vida?
La vida son: sueños, tristezas
Enfermedad, amor,
Momentos de alegría
Momentos de dolor.
¿La muerte?
Despertar a la realidad
La realidad que anhelamos
La realidad que es verdad.
Hay veces que algunos tocan
Que si lo cuentan, les dicen locos
Y lo prefieren callar
Pero saben que eso existe
Y es mucho mejor callar.
Bienaventurados los que han podido tocar
El túnel del cual nos hablan
Y no lo pueden contar.
La vida está diseñada
Para que nos parezca
Que ya no tenemos otra
Y ésta al máximo degustar. El que ha llegado a ver
Lo que después nos espera
No vive lo que tenemos
Con la misma intensidad.
Pedro Rodríguez
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 28
HUMOR
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 29
8.
11.
Lontananza - Edición digital– nº. 6 – DICIEMBRE 2020
PÁGINA 30
Recommended