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Cuentos de chavalas y chavalos, de patojos y patojas
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Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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La página de patojos y patojas, chavalas y
chavalos
LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Capítulo 1
Tiburcio llevaba una semana buscando
desesperado una zapatería. No es que
faltasen zapaterías en la ciudad, pero las que
habían no tenían calzado para él. En unas
era muy caros, en otra demasiado baratos y
no se fiaba. En unas eran demasiado
estrechos y le hacían daño, en otras no tenían
de su medida. En unas tenían zapatos
puntiagudos que no le gustaban, en otras
eran tan chatos que le hacían daño en el dedo
gordo.
Tenía libre aquella tarde y decidió buscarlos
por toda la ciudad, hasta los barrios más
lejanos. Tenía piernas fuertes y caminó,
caminó, deteniéndose en toda tienda que
parecía vender zapatos. Hasta entró en una
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llamada “al paso, al trote, al galope”.
Preguntó si para dar pasos tendrían… Le
respondieron que sólo tenían herraduras.
Entonces se dio cuenta de que en esa tienda
sólo había sillas de montar, estribos, riendas
y todo tipo de herraduras a gusto de los
caballos y de sus dueños. Pensó que él había
sido un burro entrando allí. Salió
avergonzado.
Empezaba a anochecer. Un poco más
adelante, en un callejón algo oscuro vio un
extraño letrero. “TIENDA LA MISTERIOSA” .
En la vitrina, junto a la puerta, se
amontonaban cajas y objetos que no se
distinguían muy bien por la poca luz, pero
en un rincón descubrió varios pares de
zapatos, botas, caites… Entró y preguntó:
“¿Tienen ustedes zapatos para mí?, del
número 40?”
Se levantó de su banqueta una señora con
una pañoleta blanca en la cabeza. No era ni
muy joven ni anciana, sino todo lo contrario.
Se le acercó y le miró de pies a cabeza. Sí,
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así, empezando por los pies. Al llegar la
mirada a su cara la mujer le clavó unos ojos
pequeños, negros, que parecían leer su
corazón. “¿Está usted seguro de lo que
quiere?”.
- “Claro, ya le digo, unos zapatos para
andar bien por las calles de esta
ciudad con tantos baches y tropiezos”
- La mujer sonrió con gesto misterioso:
“pues si quiere caminar lejos y seguro,
le recomiendo estos… ¿del número
cuarenta me dijo? Son ciento quince
pesos”.
En la moneda de aquel país ( no les digo
cuál es) ciento quince pesos no eran
mucho.
Los zapatos que le enseñó la vendedora
eran un poco extraños en su forma y
colorido.
“Pruébeselos” - le aconsejó. Se sentó
Tiburcio, se quitó los zapatos viejos, y
se probó los nuevos. Movió algo los
dedos de los pies, se levantó y caminó
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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un poquito. “¡Pues muy bien – exclamó
satisfecho – esto es lo que buscaba! Me
los, me losss…” Entonces se dio cuenta
de que la vendedora había
desaparecido.
-“¡Oiga señora, oiga!”. Miró por todas
partes en el comercio. .Nadie se asomó.
Ya estaba casi oscuro y su casa estaba
lejos. Decidió marcharse con los
zapatos nuevos.
Tiburcio era persona honrada. Dejó los
ciento quince pesos sobre el mostrador.
Gritó por última vez, por si ella estaba
en otra habitación: “¡gracias señora,
aquí le dejo el dinero!”. Agarró los
zapatos viejos bajo el brazo y se fue.
Estaba bastante oscuro. Al salir del
callejón ya en las calles más anchas de la
ciudad había farolas encendidas.
Aunque era un poco tarde, por el placer
de caminar con aquellos zapaos tan
cómodos volvió paseando a casa.
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Por el camino se cruzó con su prima
Carlota, que iba por la banqueta de
enfrente.
- “¡Adiós Carlota!”
La muchacha se detuvo y miró hacia
atrás.
- “¡Eh, que estoy aquí!”
Ella miró hacia donde él estaba. Pareció
que no lo veía. Tiburcio levantó la mano
saludando. “¡Muchacha que estoy
enfrente!”.
Ella miró a un lado y a otro, se encogió
de hombros y siguió adelante. Es verdad
que estaba un poco oscuro, pero no
tanto. “Esta chica necesita lentes”-
pensó Tiburcio- y siguió también su
camino de vuelta. Vivía en una casita de
un solo nivel, con sus padres y una
hermana más pequeña. Al llegar metió
la llave en la cerradura, abrió - “¿Hay
alguien?” – preguntó sin respuesta.
Habrían salido todos.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Entro en su habitación. Dejó los zapatos
viejos en un rincón. Se acercó a su
armario que tenía un espejo de cuerpo
entero. Allí fue a ver qué tal le caían los
zapatos. Se puso enfrente del espejo,
miró… y ¡no vio nada! – “¿Eh? ¿Qué me
está pasando? ¿Estoy ciego?” -dijo en
voz baja. Pero él veía perfectamente
todo lo que le rodeaba. Veía el armario
y el espejo que reflejaba la habitación,
pero él mismo no se veía allí…
Temblando de nerviosismo volvió a su
cama y se sentó. El cansancio de la
tarde, el paseo y los nervios le dieron
ganas de tumbarse un ratito. Se quitó
los zapatos. Desde su asiento miró
hacia el espejo y dio un salto. ¡Ahora sí!,
allí estaba él reflejado en el espejo, con
cara de susto y… y descalzo.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Capítulo 2
En el primer capítulo, ¿recuerdan?, dejamos
a Tiburcio, con la boca abierta viéndose en el
espejo cuando un rato antes no se veía.
También recordó entonces que, cuando pasó
cerca de su prima Carlota, tampoco ella le
había visto. Pues no le fue muy difícil sacar
consecuencias de lo que pasaba.
Para estar más seguro se sentó frente al
espejo, agarró los zapatos y empezó a
ponérselos. Se puso el primero y miró al
espejo. ¿Qué creen ustedes que pasó? ¿Se
veía?, ¿no se veía? Pues mita-mita, que dicen
en este pueblo. Se veía en blanco y negro,
como una película de las antiguas. Entonces
agarró el otro zapato se lo puso, y ¡zas! Lo
que ustedes están pensando. Había vuelto a
desaparecer totalmente del espejo porque él
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sí se veía y se tocaba. Estaba allí, pero
como en esas películas del hombre invisible,
nadie podía verle. No se lo acababa de creer.
O sea que esos zapatos eran
“invisibilizadores”, lo hacían invisible.
Miró el reloj. Eran las 9 de la noche. Estaba
cansado y nervioso de la impresión. Supuso
que sus papás y su hermana estaban en
alguna visita. Les dejó un aviso sobre la mesa
de la cocina. “Me acosté, hasta mañana”.
Volvió a su habitación y a dormir.
Seguramente esa noche soñó mucho, pero él
nunca se acordaba al despertar de sus
sueños.
Amaneció, sonó ese antipático aparato
llamado despertador y en cuanto Tiburcio
abrió los ojos, naturalmente, le volvió a la
cabeza la memoria de los misteriosos
zapatos.
- “Los tengo que probar, a ver si siguen
hoy como ayer”.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Se los puso y salió a la cocina, donde estaban
sus padres desayunando. Doña Tina
preparaba los huevos revueltos. Don Toribio
estaba pasando las hojas del periódico
mientras se le escapaban exclamaciones:
¡Uff!... ¡huy!... ¡ah!... ¡qué bárbaro!... ¡menos
mal!...
- ¿Qué sucede? – le preguntó doña Tina.
- Sucede de todo – contesto Don Toribio-
y empezaron los dos a comentar las
noticias de la política nacional e
internacional y los problemas de los
emigrantes que estaban expulsando de
los “Estados” (unidos-de-Norteamérica,
se supone, pero los llamaban solo los
Estados, a secas).
- Tiburcio entró en ese momento,
despacito, procurando no hacer ruido
con los pasos, pero rozó con el codo
una cacerola vacía que se fue al suelo
estrepitosamente.
- Se volvió doña Tina - ¡huy!, la dejé al
borde y se habrá resbalado.
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- Tiburcio saltó silenciosamente y se
quedó en un rincón. Pensó que si los
padres sentían algo que no veían, el
susto podría ser tremendo. Doña Tina
recogió la cacerola y en aquel momento
entro Teresita, la pequeña de los “T”.
¿Se habrán dado ustedes cuenta?: eran
Tiburcio, Toribio, Tina y Teresita. La
broma de los amigos era: ¿Te vienes a
tomar el te a casa de los T?
- Teresita tenía10 años, ocho menos que
su hermano y era un rabo de lagartija,
traviesa y lista para todo menos para los
números, pues se le atravesaban las
matemáticas en la escuela.
- Mamá- preguntó la niña- , ¿dónde está
el dormilón de mi hermano?
- Déjale dormir; vendría anoche muy
cansado.
Entonces se dio cuenta Tiburcio de que
ya debía dar señales de vida.
Aprovechó que estaba la puerta abierta,
volvió a su habitación, se quitó los
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misteriosos zapatos y ya empezó a
volver al mundo visible; se lavó, se
peinó, se vistió, se puso los zapatos
viejos y entró haciendo ruido a la
cocina.
- Entre los saludos, los ¿qué tal te fue? y
los ¿qué tal amanecieron? , la pregunta
de Doña Tina: Pero hijo, ¿no fuiste ayer
a comprar zapatos y todavía andas con
esos medio rotos?
- Sí mamá, no encontraba en ningún
sitio… Sólo vi unos pero no sé si me
quedaré con ellos… volveré hoy a ver
qué hago…
- Esa era de verdad la idea de Tiburcio.
Aquellos zapatos estaban siendo un
problema para él. Ir de Invisible por la
vida está bien para los cuentos, pero
para la vida real creaba muchos
problemas. ¿Ustedes no han hecho
nunca la prueba de volverse invisibles?
Pues Tiburcio sí y estaba asustado.
Cuando desayunaron, el volvió a su
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habitación, metió en una bolsa de
plástico los zapatos misteriosos (es que
llamarlos in-vi-si-bi-li-za-do-res , es muy
complicado). Pues el muchacho, agarró
la bolsa y salió a la calle para devolver
esos zapatos invi… o hablar con la
señora que se los había vendido.
- Esta vez agarró un bus que pasaba cerca
de allí. Se bajó justo frente a la tienda
de las herraduras, la del “Paso, trote y
galope”, siguió hasta el callejón y buscó
la tienda de los zapatos. La buscó pero
no la encontró. En el sitio donde ayer
estaba la “tienda misteriosa” había un
edificio en construcción. Los albañiles
estaban levantando un segundo nivel,
con ayuda de una grúa.
- Tiburcio se acercó a uno de ellos:
“disculpe ¿aquí no había antes una
tienda de… de cosas?
- Pues no sé muchacho, hace tres
semanas que trabajamos en construir
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esta casa. No tengo idea de lo que
había antes aquí.
- Tiburcio se quedó lo que se dice
patidifuso, es decir, de piedra, hecho un
lío, balanceando la bolsa de zapatos en
la mano, mirando a todos lados sin
saber qué hacer. Estuvo a punto de ir a
la tienda para caballos y comprarse unas
herraduras; pero al final lo pensó mejor
y…
Ya les contaré en otro capítulo lo que
hicieron el pobre Tiburcio y sus zapatos
invi…
- Mientras tanto vayan aprendiendo a decir
sin respirar: Tiburcio está invisibilizado
quién lo desinvisibilizará, el
desinvisibilizador que lo desinvisibilizare
buen desinvisibilizador será.
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L0S ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 3
Tiburcio dejó de balancear la bolsa con los
zapatos misteriosos y empezó a caminar de
vuelta a casa. Ya no pensó en montar en
ningún bus. Necesitaba pensar. Se daba
cuenta de que con aquellos zapatos en su
poder se le iba a complicar mucho la vida,
para bien o para mal. Pensó tirarlos en
un cubo de basura, pero menudo conflicto se
podía organizar. Si los encontraba un ladrón,
se los ponía y dejaba toda la ciudad pelada,
levándose todas las cosas de todas las casas,
hasta los quesos. Sería un caso curioso.
Pero ya que tenía allí los misteriosos zapatos,
y sabía cómo utilizarlos, se dijo:
“Voy a ver lo que puedo hacer con ellos.
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Entró en un jardincillo solitario a aquellas
horas, se sentó en un banco, miró alrededor
por si venía alguien y se los puso. Volvió a
la calle y empezó a pasear. No sabía qué hora
era. Se acercó a una señora que caminaba
por y la preguntó: “Buenos días, ¿me puede
decir por favor qué hora es? “La señora se
volvió hacia la derecha, hacia la izquierda.
Hacia atrás, se quedó pálida de susto, volvió a
mirar alrededor… dijo temblorosa:” laaas
dieez y veeeeinteee” y siguió caminando, casi
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corriendo, mirando hacia atrás de vez en
cuando.
-“Ya metí la pata – se dijo Tiburcio – a ver si
me convenzo de que aunque estoy, no estoy”
y siguió su camino procurando que nadie
tropezase con él. Al principio le fue fácil
porque a esa hora y en esa calle pasaba poca
gente.
Pero al cabo de 10 minutos, escuchó a lo
lejos gritos que se acercaban. Al llegar a la
esquina cercana, se dio cuenta del origen de
las voces-
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Por allí venía, ocupando toda la calle, con una
manta desplegada en primera fila, una
marcha, manifestación de campesinos. En la
manta estaba escrito con grandes letras el
motivo:
LA MINERÍA DESTRUYE NUESTRA TIERRA.
Recordó que la radio había anunciado la
marcha el día anterior. Decidió ir con los que
protestaban el pero ¿dónde se colocaría?,
¿entre todos? ¿detrás del gran grupo? “Iré
delante de los manifestantes -pensó-
donde llevan la manta desplegada.
Los campesinos portaban también banderas,
o pequeños afiches. Iban gritando consignas
como:”¡ ¡La tierra es nuestra vida y nadie nos
la quita!!”... o ”¡¡ Comemos maíz, no
comemos oro!!”. Tiburcio también empezó a
gritar. Su voz se perdía entre las demás y
nadie se daba cuenta de que el sonido salía
“de ninguna parte”.
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El grupo de varios cientos de campesinos,
mujeres y hombres se dirigía al ministerio de
energía y minas.
Tan animado iba Tiburcio que se decidió
mezclarse con los manifestantes. Aunque no
lo vieran no lo notarían, como iban todos
apretujados, hombro con hombro, codo con
codo. Se mezcló en el grupo, sin decir
siquiera “con permiso” y siguió caminando y
gritando consignas.
Así fueron llegando al ministerio. Pero allí se
encontró nuestro hombre invisible algo que
no se esperaba. Cerrando la calle, delante del
ministerio: una barrera de policía.
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¡Los “timotines” exclamó un viejito que
caminaba a su lado. No entendía lo que
quería decir “anti” ni “motines” sólo le
sonaba “Timotines”.
Los campesinos se detuvieron y uno de sus
líderes se adelantó a hablar con los policías.
- No pudo hablar mucho. Se notó que el
oficial tenía órdenes demasiado
concretas y sin hacer caso al dialogante
dio una orden. Los antimotines
levantaron las estacas, se protegieron
con sus escudos de plástico fuerte y
avanzaron sobre los manifestantes.
- El grupo de inconformes, pacíficamente
se sentó en el suelo manteniendo
delante la pancarta. Algunas mamás que
venían con sus niños, y hasta con el
tiernito a la espalda se apartaron
rápidamente y se echaron hacia atrás.
Tiburcio también se iba a sentar cuando
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recordó que a él no lo veían los polis.
Entonces se quedó parado esperando
reacciones.
- El grupo antidisturbios (aunque
disturbios allí no había) entró en las filas
de manifestantes como un rebaño de
elefantes en una cacharrería. Pisoteó la
manta y las banderitas, empezó a patear
y golpear a los manifestantes.
- Tiburcio se dio cuenta de que allí tenía
él trabajo. Se puso a la espalda de los
policías y con movimientos rápidos
empezó a quitarles garrotes y escudos
a los que podía, a poner a otros la
zancadilla, a empujar a quienes iban a
golpear a los caídos en el suelo y a
apartar a algún manifestante herido.
- El desconcierto fue grande, tanto entre
las fuerzas del orden que habían
empezado el desorden, como entre los
campesinos sintiendo que allí pasaba
algo raro pero no sabían qué.
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- En ese desconcierto, algunos de los
líderes de la manifestación entraron en
el ministerio con gesto pacífico y seguro.
Nadie les impidió el paso. Los
“timotines” se replegaron
desconcertados, sin saber qué estaba
pasando. También el grupo de
manifestantes se retiró por una de las
calles, a atender a los heridos, a
reunirse con sus esposas e hijos y a
comentar intrigados aquello tan extraño
que había sucedido. Los golpes habían
sido escasos para lo que se temieron.
Una extraña fuerza había dispersado a
los antidisturbios.
¿Y Tiburcio?
Tiburcio, contento, pensando que el
estar invisibilizado, sin que nadie lo
desinvisibilizase podía ayudarle, bien
panificado, a hacer buenas obras. Pero
en ese momento se dio cuenta de que
¡no tenía los zapatos viejos!. Los había
olvidado en el jardín!… Echó a correr
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para buscarlos. Pero en el jardín donde
los dejó tampoco estaban.
- “¿Y ahora qué hago yo? “– se preguntó
Tiburcio.
- Y ustedes se preguntarán también…
Pues esperen hasta el próximo capítulo
que se lo contaremos.
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LOS ZAPATOS
DE NINGUNA PARTE
Capítulo 4
O sea que nos encontramos con Tiburcio,
sentado en un banco del parque, allí donde
había perdido sus zapatos viejos, pensando…
¿y ahora qué hago yo?
Mientras pensaba no se dio cuenta de que se
acercaba por el paseo una señora con dos
niños. La señora, la mamá sin duda, iba
regañando a los pequeños.: “Les tiene que
dar vergüenza sacar esas malas calificaciones.
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Yo cuando era pequeña tenía muy buenas
notas.
- “Pero mamá, si tú nos dijiste que de
pequeña, en tu aldea no había escuela ni
maestro”…
La mamá se mordió los labios…
- “Bueno no había escuela, pero cuando fui
mayor aprendí a leer y a hacer cuentas, y
ahora en el mercado no me engaña nadie
cuando compro”.
- Los pequeños se quedaron un poco
avergonzados. La maestra había dicho a la
mamá que sus hijos leían muy mal y así no
podrían estudiar bien.
- “Ahora - siguió diciendo la mamá - en vez
de jugar se van a sentar ustedes en ese
banco y van a ponerse a leer”.
- Tiburcio seguía sentado en el banco,
pensativo, cuando sintió que alguien se
sentaba encima de él.
- “¡Aaaay mamá que no me puedo sentar!
– gritó uno de los hermanos saltando
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fuera del banco,- aquí hay un fantasma o
no sé qué!”
- Naturalmente, en ese momento Tiburcio
también se levantó rápidamente y se puso
detrás de un árbol.
- “Niño no digas payasadas - le regañó la
mamá-, ven aquí a sentarte”. Claro, ya
estaba el terreno libre. Se sentó la mamá
en el banco e hizo sentarse a los
pequeños, que lo hicieron con mucha
precaución, aunque ya no había nadie
ocupando el lugar.
- Tiburcio no quiso saber más de los
pequeños estudiantes y con cuidado para
no tropezar con nadie, siguió caminando
por la calle. A los pocos pasos encontró
una zapatería: ZAPATOS LOS INVENCIBLES.
“¿Cómo? -pensó Tiburcio…- ¡ah
invencibles! no invisibles” Entonces se
decidió a entrar con cuidado, a ver qué
encontraba.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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- En una estantería a la izquierda había
muchos pares de zapatos. Todos tenían
una etiqueta con el número del tamaño y
el precio. Allí había varios pares del
número cuarenta. El precio 120 pesos.
Más caros que los invisibles y la verdad no
le gustaban mucho, pero no estaba para
elegir. Miró hacia los lados. Nadie se
fijaba en aquella estantería. Entonces
rápidamente agarró los zapatos y dejó en
su lugar los 120 pesos. Luego rápidamente
salió a la calle. Verán que Tiburcio seguía
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siendo persona honrada y no se
aprovechaba de su invisibilidad para no
pagar. ¡Qué ejemplo para la humanidad!
Sí, era honrado, pero un poco torpe,
porque al salir deprisa, rozó su codo con
un jarrón que había de adorno junto a la
puerta y ¡zás! o mejor: ¡cras, cric, chinc!
Porque se hizo mil pedazos, o por lo
menos novecientos noventa y nueve. No
tuvo tiempo de contarlos. Salió a la calle y
respiró.
- Sólo le faltaba ahora a nuestro amigo
cambiarse de zapatos para visibilizarse, o
sea, no andar por la vida invisible.
- Le fue fácil volver al jardín de antes. Allí
seguía la mamá dando sermones a los
niños. Pues el hombre invisible se fue
detrás de unos rosales y se cambió los
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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nuevos zapatos por los todavía más
nuevos. Ya visible tomó el camino de su
casa.
Al llegar entró haciendo ruido para que
todos lo viesen.: -“Hola, buenas tardes”.
- “Hola –dijo la mamá - ¿ya compraste los
zapatos?”.
Se quedó mirándole los pies, mientras él
zapateaba para que todos se fijasen en su
calzado. Pero la hermanita curiosa se fijó
que llevaba en la mano otros y empezó el
conflicto:
- “Mira mamá, si lleva otros en la mano! Y
son más bonitos”.
- Tiburcio se puso nervioso; enrojeció. –“
No, no, estos no son, bueno, sí son pero
no… Los voy a devolver, porque no sirven,
claro que sí sirven pero… “ Se dio la vuelta
y se metió deprisa en su habitación. Cerró
la puerta y empezó a buscar dónde
esconder los misteriosos zapatos
invisivilizadores.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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- Tenía miedo de que su traviesa hermana
se metiera en su recámara y se los
encontrase. Menudo problema si se les
volvía invisible la pequeña. No se le
ocurrió otra cosa a Tiburcio que volverse a
poner los zapatos conflictivos. Se los
puso, se quedó otra vez invisible, y
empezó a pasear por el cuarto mientras
pensaba: “Pues a ver qué puedo hacer yo
ahora para esconder esto. Aquí en casa
no es seguro. En menudo lío me he
metido. Me gustaría estar lejos, para no
complicarme la vida… Me gustaría estar
ahora… en la India…. En la India… y ¡zas!.
En ese mismo instante Tiburcio sintió que
su casa desaparecía.
Se encontró en un paisaje diferente.
Escuchó un sonido como de una trompeta.
Miró para atrás y allí, a dos pasos
levantaba su trompa un hermoso
elefante.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Pues en su tierra no existían esos
animales, así que Tiburcio estaba… en
donde él había dicho:
- ¡En la mismísima India!
((Aquí nos quedamos, porque esto se pone
complicado. El próximo capítulo sabremos
qué pasa con esos zapatos misteriosos que,
además de hacer a la gente invisible,
también parecen una agencia de viajes
gratuitos. Hasta el próximo capítulo, en la
India))
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 5
Ya recuerdan, verdad? Por obra y gracia de
esos misteriosos zapatos, Tiburcio se
encontraba…
Bueno sí, se encontraba asombrado, a la
sombra de la trompa de un elefante, y
pensando: “O sea, que estos locos zapatos
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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además de hacerme invisible me hacen
turista. Si yo digo el nombre de un país, allí
me voy sin pagar pasaje de avión”.
Le dieron ganas de hacer la prueba y
empezar a decir a toda velocidad: “quiero
estar en….” Y nombrar todos los países del
mundo. Pero se aguantó las ganas porque
imagínense el mareo de saltar de un país a
otro. Además en el aterrizaje le podía fallar el
motor a alguno de los zapatos y darse un
golpe contra una palmera o caer al mar, o…
Se apartó prudentemente del trompudo y se
metió por las calles de aquella ciudad. No
sabía cuál era.
La India es muy grande,
con 1250 millones de
habitantes. No sabía si
estaba en Nueva Delhi,
Bombay, Calcuta o…
Bueno, que no sabía.
Tuvo que hacer un esfuerzo para darse
cuenta de que seguía invisible y además no
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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podía hablar con nadie, porque tampoco
conocía el idioma indio, o hindú como dicen
otros. De todos modos, ya que estaba allí
pensó : “me gustaría tomar contacto con la
gente, pero cómo?. Para eso me tienen que
ver”.
Se le ocurrió una idea. Aunque era un
muchacho honrado consideró que en caso de
necesidad… y la necesidad ahora era buscar
unos zapatos. La calle estaba llena de gente y
de puestos de venta, como en el mercado de
su ciudad (que sigo sin decirles cuál es). No le
fue difícil encontrar un puesto donde vendían
calzado.
Lo que encontró
por allí fue eso que
se llaman babuchas,
zapatillas sin
cordones ni nada y
con un pico como de
pajarito. El clima era
bueno; pensó que
eso le bastaría para no clavarse algún clavo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
35
en la planta del pie. Calculó a ojo el tamaño
de unas babuchas de esas y se las guardó.
Nadie lo vio. Buscó un rincón apartado e hizo
el cambio de calzado. “¿Y ahora qué hago con
mis zapatos?” En aquel mercado había de
todo. Cerca del puesto de zapatos encontró
un sitio donde vendían bolsas, se acercó y
eligió una sencilla donde le cupieran los
zapatos. Ya tenía experiencia de llevarse
cosas desde su invisibilidad… Despacito la
agarró. Pero en ese momento volvió la cabeza
el vendedor y: ”¡Socorro que me roban!”.
Tiburcio no se había dado cuenta de que ya,
sin los zapatos, no era invisible. ¿A ustedes
no les sucede que no se fijan cuando son
invisibles y cuando no? Varias personas del
mercado se echaron a por él. El muchacho
tenía buenas piernas y mucho miedo. Salió
corriendo por las callejuelas, tropezando con
gente, con carros, con latas, con perros.
Metiéndose por los lugares más estrechos y
retorcidos que veía… hasta que se encontró
en un callejón sin salida.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Se quedó temblando pegado a la pared. Pero
miró hacia atrás y respiró. No había rastro de
los perseguidores. Metió los zapatos en la
bolsa y se la colgó al cuello. – “¿A dónde
puedo ir ahora, si no conozco nada de aquí?”.
Miró alrededor. Cerca de él pasaban algunos
hombres y mujeres. Eran, ancianos y
enfermos. Tenían aspecto de ser muy pobres.
Unos cojeaban, otros medio se arrastraban
apoyados en ramas como bastón. Sus ropas
estaban sucias y desgarradas o iban casi sin
ropa. Llamaron a una puerta que se abrió
enseguida.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Allí se asomó una mujer vestida con una
túnica blanca, limpia aunque no demasiado.
“Este vestido – pensó Tiburcio – lo he visto yo
en algún sitio; mmm…¡ sí!, en un documental
de la tele que hablaba de”… - Le entró un
escalofrío por el
cuerpo -
“¡Ya recuerdo…
esas son monjas
de la madre
Teresa, la que
nombraron santa
hace poco.”
Pensó que lo mismo estaba en Calcuta,
aunque en toda la India y en otros países ya
había hermanas de esas por muchos sitios.
Mientras recordaba todo eso, vio cómo los
pobres que habían llamado a la puerta, iban
entrando en la casa acogidos cariñosamente
por la monjita. Entonces sin penarlo dos
veces se puso en la cola, detrás de los
mendigos. No tuvo que hacer mucho esfuerzo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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para cojear un poco después de su huida. Iba
despeinado y sucio, pero la hermana lo
detuvo a la puerta. Le puso la mano en el
hombro : “Muchachito, ¿tú no eres de aquí
verdad?
El muchachito se quedó otra vez de piedra,
pro no de susto, sino de asombro. Resulta
que la hermana le hablaba en hindú ¡pero él
lo entendía todo!. Al mismo tiempo sentía en
su bolsa, donde tenía los zapatos guardados,
un temblor, igual que cundo le llaman a uno
por celular y el aparato vibra.
En ese momento Tiburcio ya no resistió más.
Entre la sorpresa de estar en otro país con el
elefante trompudo, el buscar y rebuscar en el
mercado, el susto de sentirse descubierto
robando, el cansancio, los nervios de la
carrera frenética huyendo y el descubrir
aquel maravilloso y a la vez miserable lugar
con la hermana que lo recibía, cayó redondo
al suelo, desmayado y agotado, aunque sin
perder del todo el conocimiento.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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La hermana llamó a otras compañeras que lo
recogieron y pusieron sobre una pobre y no
muy limpia colchoneta. A su alrededor, en un
ambiente de olor a enfermedad y miseria,
otra pobre gente también acostada.
Tiburcio, con los ojos entornados y sin
fuerzas, se dejó atender. Pero su cerebro
funcionaba a toda velocidad: “Lo que me
faltaba: Estos zapatos me sorprenden a cada
minuto. Primero me hacen invisible, luego me
llevan de viaje por el mundo y, encima, tienen
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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traducción simultánea. Pero esto no se lo
puedo contar a las monjas porque no me
creerían y lo mismo me echan a la calle.
Mejor será hacerme el mudo. Sí, eso, aquí soy
mudo”
Cerró los ojos y se quedó dormido de verdad.
Buena ocasión para también hacernos
nosotros los mudos y no contarles más
aventuras de Tiburcio hasta el próximo
capítulo.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 6
Cuando Tiburcio se despertó no sabía cuánto
tiempo había dormido. Vio que empezaba
lentamente a amanecer. Eso no le orientaba
nada, porque entre la India y su país había
una diferencia de algunas horas (al muchacho
no se le daba bien calcular las diferencias
horarias ente los países de la tierra)
Abrió los ojos y
miró a su
alrededor.
Todo estaba en
silencio. Los
acogidos a la
caridad de las
hermanas dormían. En un rincón alumbrado
por una luz pequeñita un monja leía. A veces
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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echaba una mirada vigilante a la sala. Todo
tranquilo.
Tiburcio tuvo que hacer el esfuerzo de
siempre para recordar cuenta si estaba visible
o no. Claro, Los “invis”, como empezaba a
llamar a los mágicos zapatos, colgaban de su
cuello en la bolsa de la que no se había
separado. Allí, descansado en esa colchoneta,
estaba muy bien pero tenía que hacer algo.
Se acurrucó bajo las sábanas, se fue quitando
las babuchas y poniéndose su maravilloso
calzado. Guardó las zapatillas indias en la
bolsa y se puso de pie. Despacito caminó por
la sala de aquel hospitalito. Se acercó al
rincón donde estaba la hermana e hizo un
poco de ruido. La monja levantó la vista, miró
a un lado y a otro y siguió leyendo.
Entonces nuestro amigo, caminando de
puntillas, se acercó a la puerta que sólo
estaba cerrada con una cadena, la
desenganchó con cuidado abrió y salió a la
calle. Dejó sin cerrar pero el viento se ocupó
de eso y la puerta sonó: ¡click!.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Él dio un salto y, aunque no le hacía falta, se
escondió detrás de un árbol. Lo que esperaba:
Enseguida apareció la cara asustada de la
monja. Volvió a mirar a todos lados de la
calle varias veces y al fin cerró.
En ese momento a Tiburcio le entró en el
pellejo el espíritu turista. Con su bolsa de
zapatillas al cuello salió del callejón y
empezó a pasear. Hacia la derecha vió que el
camino se metía entre grandes árboles.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Será algún Jardín pensó. Se acercó más y vió
que los árboles seguían cada vez más grandes
y más apretados entre ellos. Tenía que ir
apartando las ramas más bajas. Ya no había
camino sino zarzas y maleza. “Esto no es un
jardín – pensó – esto es ¡la selva! Un
escalofrío de emoción le recorrió el cuerpo.
Miró a todos lados. Selva por todas partes.
Oyó gritos por encima de él. Varios monos
saltaban entre las ramas. Quiso volver hacia
atrás… pero, ¿dónde estaba “atrás”? Ya no
había camino, solo grandes plantas y
enormes troncos. Había clareado y el sol se
metía entre las hojas mezclando luces y
sombras. Otro escalofrío, este de miedo, le
volvió a recorrer el cuerpo que ya lo tenía
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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escalofriado (¿se dice así?) pero en aquel
momento el pobre Tiburcio se quedó
escalo…helado de terror) porque a pocos
metro de él se escuchó un enorme rugido
que dejó en silencio a los monos y temblando
a Tiburcio.
La cabeza y las patas de un tigre con sus
garras, sus colmillos y sus rayas, el uniforme
completo del tigre de Bengala, aparecieron
en la espesa jungla.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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“¡Estoy perdido -dijo en vos baja - Esto me
sucede por no estar donde debía, ¡en mi
casa!”.
Sintió como si alguien le agarraba del pelo
(¿un mono?). Sintió luego como un viento
fuerte que azotaba su rostro y le cerraba los
ojos… y ya no sintió más que un suave golpe
en sus espaldas que rebotaban sobre un
mullido colchón. Abrió los ojos y se vió de
espaldas y patas arriba sobre su cama, en su
habitación, en su ciudad que sigo sin decirles
cómo se llama.
Se quedó un rato tumbado mientras se le
pasaban los escalofríos hindúes y hacía un
recuento de lo
sucedido.
Cuando se miró en el
espejo y vio… que no
se veía, lo primero
que pensó fue:
“¡Qué tonto he sido!
Podía haberme
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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paseado al lado del tigre que tampoco me
podía ver! Claro que no me veía, pero ¿y si
me olía?, que esos bichos tienen muy buen
olfato. Sí, sí, mejor estoy aquí en casita”.
Se quitó los zapatos “invi” y se puso las
babuchas de la India.
En ese momento tocaron en la puerta. La voz
de su hermanita le gritaba: “¡Tiburcio,
Tiburcio llevas durmiendo 15 horas! ¿No te
vas a levantar? En la cabeza de Tiburcio se
enroscó una duda como una serpiente: “Y
ahora qué les cuento, para que no piensen
que estoy loco?”
Eso se preguntaba. Yo en este momento no
me acuerdo lo que contestó, así que
paciencia. Buscaré en mis archivos y en el
próximo capítulo se lo cuento.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 7
Ya me acordé de sigue la historia:
Pues cuando sonó el toc toc! Y la voz de su
hermana Teresita resonó llamándolo,
Tiburcio contestó poniendo voz de sueño:
“Hooola ahora voy, en cuanto me bañe”. Y
de verdad le hacía falta quitarse el sudor y el
polvo acumulado en sus correrías asiáticas. Se
duchó, se peinó, se echó un poco de colonia
para no oler a tigre, se vistió y se puso los za…
¡Ay no! Las babuchas bengalíes. Tenía que
estar visible.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Salió a la sala, comedor, cocina donde hacía
la vida la familia.
Estaban viendo la televisión pero en cuanto
entró, Doña Tina echó la vista a sus pies. Ya
se los tenía controlados: “Qué zapatillas tan
curiosas ¿ dónde las has conseguido?”
Tiburcio ya tenía preparada la respuesta:
“Ayer estuve en una reunión en que se
trataban temas de la India y había una venta
de recuerdos típicos” (no mentía) – “Denme
algo de comer que tengo hambre”.
Mientras desayunaba, comía y cenaba, todo a
la vez - le cayeron preguntas de toda la
familia: “¿y de qué trataban en esa reunión
tan larga?
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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- “¿Qué reunión? Ah sí, Nos han estado
presentando la selva, la situación de los
bosques y animales que está en peligro
de extinguirse, por la caza y la
destrucción porque”…
- Aquí le cortó el papá, don Toribio: Para
eso no hace falta hablar de la India. En
nuestro país nos están dejando sin
bosques por los madereros abusivos y
las minas de oro que han descubierto.
Vamos a tener que comer en vez de
papas y pollo, churrasco de oro.
- Don Toribio trabajaba en su
abarrotería. El hijo se daba cuenta de
que le iba aumentando la preocupación
por los temas sociales. Antes sólo se
preocupaba por el precio de los frijoles
y por los triunfos de su equipo de fútbol.
- Mientras hablaban, Teresita se había
sentado en el suelo y le iba quitando
poco a poco las babuchas a su hermano.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Cuando lo consiguió se las puso y
empezó a caminar por la habitación
diciendo: “¡soy una cazadora india y voy
a cazar leones !”
- “Niña no sabes nada , en la india no hay leones, sólo tigres”
- “¿Y tú cómo lo sabes? ¿Acaso has visto algún tigre?”
- “¡Claro que lo he visto! (ya metí la pata- pensó)… lo, lo, lo vi en uuun libro que tengo de ciencias naturales.
- Teresita era la consentida de su hermano mayor.
- En los días de esta historia tenían una semana de vacaciones por ser las fiestas de San Epafrodito, patrono de aquella pequeña ciudad de… (sigo son decirles de que país).
- Teresita estaba en primaria. - Tiburcio, (esto tenía que habérselo
dicho antes) estudiaba periodismo en la facultad estatal.
- “Teresita –intervino Doña Tina– devuélvele las chancletas a tu hermano”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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- “Déjaselas mamá. Tengo que salir y me pondré los zapatos, pero tú, Tere, cuídamelas. Son recuerdo de un viaje… ejem, de un viaje del avión que las trajo hasta aquí”
- Tiburcio siempre estaba a punto de descubrir sus aventuras.
- Volvió a su habitación se puso los zapatos feos que había comprado. Metió los “invis” en la bolsa india y se la colgó del hombro.
- “Al salir dijo: “No sé si vendré a cenar, a lo mejor vengo tarde”
- No les extrañó. Estaba acostumbrados a las extrañas aventuras de hijo mayor. Él no sabía si volvería tarde o pronto, pero por si acaso…
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- Mientras se duchaba había recordado que tenía reunión con algunos compañeros de estudio. Con ellos habían fundado una asociación para acoger emigrantes. En esos días llegaban muchos a su país camino de otras naciones con más posibilidades de trabajo. Se llamaba la asociación “TODOS UNO”
- Llegas tarde- le dijeron los amigos al entrar
- Sí. Perdonen, es que me dormí porque ayer estuve en la In… ejem… en la cama un poco enfermo”.
- En la reunión estaban hablando de las dificultades de comunicación para ayudar a la gente. Aquellos días habían acogido a una familia, papá mamá y dos niñas refugiadas de Siria. Dos reporteros les habían encontrado, escondidos, amenazados de muerte. El papá era también periodista. Habían conseguido traerlos en avión hasta aquel país.
- - “El problema es, -comentaban en aquella reunión- que no tenemos
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medios para conectar con la familia, recoger sus documentos, avisar a sus compañeros. Les ha cortado todas las comunicaciones”.
- A Tiburcio se le encendió una lucecita: - ¿Tienen ustedes alguna dirección donde
se pueda ir?. - “¿Ir hasta Siria? “, - “Yo conozco a alguien que podría pero
no les puedo decir quién”. - Los compañeros le dieron la dirección
de un lugar en la capital Damasco. Se guardó el papel en el bolsillo.
- Cuando la reunión terminó, nuestro amigo que iba tomando ánimo con las
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posibilidades transmisoras de su calzado, se dirigió a un parque con árboles y plantas altas. Buscó un lugar solitario. Hizo el cambio de zapatos. Metió los otros en la bolsa. Se sentó en el suelo y dijo como en un suspiro: “Pues, qué se le va a hacer; ¡vámonos para Damasco!”
- ……………………
- El lugar donde aterrizo sentado, era una calle con algunos edificios en pie y otros con señales de destrucción - En aquel momento estaba sembrado de escombros de las casas cercanas, con arboles tronchados y algunas
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humaredas por las calles que lo rodeaban.
- Aquí dejamos a Torcuato sentado, que descanse un poco, mas que del viaje, de la sorpresa en el nuevo campo de aterrizaje y de servicio social.
- En el próximo capítulo les informaremos cómo se manejó el joven aprendiz de periodista en aquel trágico lugar.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 9
Vámonos para Jerusalén – había dicho
Tiburcio.
De Siria a Israel, como ven en el mapa, no
hay más que un paso, sobre todo con ese
maravilloso calzado que salta fronteras y
aduanas.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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En cuando dijo
en Damasco
esa frase, el
muchacho
apareció
sentado en el
suelo, a la
puerta de un templo. No era grande y en el
muro se veía una inscripción. Cuando se iba a
acercar para leer lo que ponía, vio venir
detrás de él un grupo de personas, turistas,
seguro, cargados casi todos con sus cámaras
de fotos, siguiendo a alguien que parecía el
guía de la expedición. Tiburcio se apartó
deprisa. Recordó que estaba calzado de
invisible y podían tropezar con él.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Escuchó al guía comentar, entre los “clic,”
de las cámaras: “como les decía: este es el
santuario de Dominus flevit, que en latín
quiere decir: “el Señor lloró”. (Afortunada-
mente los visitantes y el guía hablaban su
mismo idioma y se enteraba bien de la
explicación) Miren hacia abajo y admiren la
vista de Jerusalén. Esa misma que Jesús
contempló y se le saltaron las lágrimas,
pensando en que no quedaría de aquella
ciudad piedra sobre piedra”.
Los turistas leyeron el letrero, luego volvieron
la vista hacia el otro lado y exclamaron: ¡Oh,
ah!. También Tiburcio miró y no dijo nada.
Se quedó con la boca abierta.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Allí estaba la ciudad santa. El había visto
fotos de ella en un libro de viajes que tenía
en su casa. Ahora estaba allí delante de él en
carne y hueso, digo, en piedra y tierra.
Recordaba que delante estaba la muralla por
su parte oriental y detrás la cúpula de una
mezquita, cuyo nombre no recordaba, donde
antiguamente había estado el templo. Detrás
se veían grandes edificios modernos.
Mientras contemplaba todo aquello, Tiburcio,
sentado en una piedra de aquel mirador
empezó a recapacitar: “Bueno ¿por qué he
venido yo aquí?... Claro, fue porque estaba en
Damasco, en la oficinas de <la voz de Siria>,
cuando entraban soldados y el periodista me
dijo que nos fuéramos… ¡No me hubiera
hecho falta irme; con ponerme estos
zaparos!… Ya. Pero me entró miedo, y como
Israel está cerca de Siria fue lo primero que
se me ocurrió. Pues ya que estoy aquí, voy a
darme una vueltecita por la ciudad. Pero
¿cómo, visible o invisible? Invisible- decidió
- Nadie sabe lo que puedo encontrar por ahí
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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abajo” - Se levantó y empezó a descender
por el camino del valle de Josafat.
Vio ese lugar todo lleno de antiguas tumbas.
Dicen que cuando los muertos resuciten allí
nos vamos a juntar todos. Pequeño le
pareció aquel sitio para tanta gente.
Así llegó a la mismísima Jerusalén, a la parte
más antigua.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Empezó a recorrer las callejuelas. Pasaba
mucha gente con vestimentas diversas.
Algunos con traje y sombrero negro. Mujeres
con vestidos que le recordaban a las que
había visto en su corta visita por las calles de
Damasco. Recordó que en la prensa y la
televisión comentaban los enfrentamientos y
los problemas entre judíos y palestinos.
Dando vuelta por un lado y por otro volvió
junto a las murallas que había divisado desde
arriba y encontró a los mismos turistas o
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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peregrinos, como quieran llamarlos, que
encontró en el “Dominus flevit”.
Siguió detrás de ellos hasta entrar en un
amplio recinto que ya conocía por su libro de
viajes. En él había leído lo mismo que en ese
momento escuchaba explicar al guía: “Pues
ya ven que entramos en el símbolo más
solemne del antiguo templo de Jerusalén: el
muro de las lamentaciones, donde vienen a
hacer oración muchos creyentes. Hasta el
papa vino aquí. Pueden darse cuenta de que
arriba, detrás del muro está las mezquitas de
alAqsa y de la Roca donde antes estaba el
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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templo que los romanos destruyeron.
Tiburcio miró hacia arriba y allí vio la cúpula
dorada. Pero en aquel momento se fue
dando cuenta de que era tarde, de que no
había comido y ya iba siendo la hora de
cenar. Los peregrinos y judíos piadosos se
iban retirando y, poco a poco, aquella gran
explanada se iba quedando vacía.
Pues – pensó Tiburcio – a ver qué hago yo
ahora.
Eso digo yo. ¿A ver qué va a hacer ahora ese
muchacho?.
Si quieren saberlo espérense al próximo
capítulo de las aventuras de Tiburcio y sus
zapatos, esos que son de ninguna pare y de
todas las partes. Pero como es tarde, buenas
noches.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 10
Anochecía en Jerusalén. Tiburcio estaba allí
hambriento y cansado. Vio que los
peregrinos a quienes seguía salían también
del muro de las lamentaciones y los siguió.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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El grupo fue caminando otra vez por la vieja
Jerusalén llena de tiendas de comida, de
regalos y recuerdos para los turistas. No pudo
evitar la tentación de echar mano a una
naranja y empezó a pelarla, mientras el
vendedor que en ese momento miraba hacia
ahí se quedaba boquiabierto al ver que una
de sus frutas desaparecía misteriosamente.
Mientras comía con apetito la naranja israelí
pensaba que, seguramente donde ellos iban
encontraría un lugar para cenar algo y
dormir… tal como estaba, invisible.
En una de las callejuelas los peregrinos se
dirigieron a una puerta donde, bajo un
símbolo de cruces se leía: CUSTODIA TERRAE
SANCTAE. Aquello le sonaba, (aunque no
conocía el idioma,)
como
“Custodia – tierra-
santa. Debía de
ser portugués, o
latín o cualquiera
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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sabe.
A la puerta les recibió amablemente un
fraile. Entró con ellos y cerró, pero Tiburcio y
sus zapatos ya se habían colado también en
la casa.
Los peregrinos tenían allí sus habitaciones.
Llevarían alojados varios días. Imagínense al
muchacho invisible mezclado entre el grupo
de visitantes, procurando no tropezarse con
nadie. Por lo que escuchó en sus
conversaciones venían de varios lugares de
América Latina; eran mexicanos, colombia-
nos, peruanos… estudiantes de sociología
que habían ganado un concurso en una
universidad internacional de Estados Unidos.
El premio a todos los ganadores había sido
ese viaje a los “Santos Lugares”.
Recorriendo los pasillos encontró una sala
entreabierta con un letrero en su puerta:
“internet”. Entonces recordó que su familia
no sabía nada de él hacía dos días y, aunque
estaban acostumbrados a su espíritu
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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aventurero, supuso que se sentirían
inquietos. Aprovechó que no había nadie,
que todos se habían ido a cenar y
aguantándose el hambre se sentó y escribió
en la computadora un mensaje: “No me
esperen, estoy unos días fuera. Ahora no les
puedo decir por dónde ando”. Tampoco se lo
pensaba decir más tarde. Después de enviar
el mensaje, bajó al comedor. Cuidando de
que nadie notase que desaparecían platos,
cubiertos y comida de la cocina, se sirvió y se
sentó en un rincón, donde no podría tropezar
con nadie. Cenó y buscó una habitación
vacía para dormir. No le costó trabajo
encontrar la cama ni quedarse como un
tronco.
Le despertaron los
ruidos de los
peregrinos que ya
se preparaban
para salir. Iban
montando en un
microbús. Tiburcio
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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les escuchó que se dirigían a la franja de
Gaza. Le entró un escalofrío por el cuerpo.
Había visto en la televisión que ese era el
terreno del pueblo Palestino, en el que les
habían arrinconado los israelíes, pero que
tampoco les acababan de dejar en paz.
“Pues vamos allá”- pensó. Sentado dentro
del bus no podría ir. ¿O sí podía? En la parte
de detrás estaban amontonados los
equipajes. Se puso como equipaje
privilegiado encima de las maletas. El busito
arrancó. El guía comenzó una explicación que
le interesó mucho de cómo el pueblo
palestino sufría en esa zona la agresividad
de los israelíes que no querían convivir con
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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los árabes. Era un problema muy antiguo que
se había agudizado cuando el pueblo Judío
que había sido diezmado por los nazis en
Alemania, consiguió de la ONU, al fin de la
guerra mundial, un territorio en aquella
tierra donde entonces estaban los árabes.
Pero fueron los israelíes ensanchando sus
fronteras… Poco a poco les iban empujando
hacia la orilla del mar Mediterráneo…Seguía
hablando el guía cuando llegaron a una alta y
fuerte muralla. Allí estaba encerrado el
pueblo palestino.
El guía de los estudiantes, se bajó en la
aduana y enseñó unos documentos. Ya les
habían explicado que con una petición de la
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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embajada norteamericana tendrían paso
libre, donde los palestinos encontraban
grandes dificultades para entrar y salir. Entró
el bus ante la mirada triste e indignada de
los palestinos que hacía cola para poder
entrar o salir, controlados por soldados
israelíes.
Cuando entraron en Gaza a Tiburcio le
entraron deseos de tomar contacto con
aquella gente y sus problemas. Se bajó del
bus, en un rincón se cambió de calzado
recordando que en su bolsa, al cuello,
mientras él ya era visible, sus zapatos le
servían de traductor automático, para
entender y hablar cualquier idioma.
Empezó a caminar por una ciudad con signos
de destrozos, bombardeos… Encontró a una
familia sentada a la puerta de su casa medio
en ruinas y se acercó a platicar con ellos. Se
presentó como un joven estudiante
latinoamericano. Lo de latino tranquilizó a
aquellas personas y empezaron a hablarle de
sus problemas, algo de lo que ya había
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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escuchado al guía de la expedición
estudiantil.
“Pues hablas muy bien nuestro idioma”- le
dijo la mamá de esa familia.
- “Si les cuento por qué hablo así su lengua no me lo creerían-contestó Tiburcio, sin saber qué otra explicación dar, y siguió haciéndoles preguntas sobre su vida y el conflicto de los dos pueblos.
Pero poco después se escuchó ruido de aviones.
Toda la familia, mayores y pequeños se levantaron de un salto.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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“¡Al refugio – gritó el padre de la familia. La mamá agarró en brazos a la pequeñita. Salieron todos corriendo diciendo a Tiburcio que les siguiera. Tiburcio hizo ademán de
seguirles pero se sentó en el suelo, se cambió de zapatos y en el mismo momento que cerca de aquel barrio caía una bomba, exclamó con voz temblorosa:
¡Deprisa , zapatos, vámonos volando a…….!
…. ¿Que a dónde dijo que se iba? Pues
fíjense que no me acuerdo… Tendré que
consultar mis archivos.
En el próximo capítulo se lo cuento.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 11
Como les contaba en el capítulo anterior, cuando cerca de aquel barrio caía una
bomba, Tiburcio exclamó con voz temblorosa:
“¡Deprisa , zapatos, vámonos volando a……
(En un primer momento iba a decir ¡a mi
casa!, pero su espíritu aventurero pudo más y
dijo casi sin pensar)…” ¡a Egipto!.”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
75
¿.Ven como una nubecita blanca en lo alto
de esas rocas? Pues exactamente ahí apareció
sentado el atrevido muchacho en alas de sus
zapatos caprichosos: “¿pero donde me han
traído ustedes, zapatos locos?”.
A los zapatos solo les faltaba hablar, así que
no le contestaron. Él se puso de pie sobre el
peñasco más alto y miró alrededor. Todo
desierto de arena y rocas. Se puso a recorrer
aquel lugar por si encontraba alguna señal del
paraje egipcio donde estaba. Después de
trepar y descender por varias peñas y
barrancos volví a quedarse con la boca
abierta.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Sobre una gran piedra había encontrado unas
palabras grabadas. Algunas no las entendió
pero algo de la inscripción fue claro: MOUNT
SINAI: ¡El monte Sinaí!. El mismo monte
donde Moisés recibió las tablas de la ley.
Primero le invadió la emoción, luego el
hambre… Desde Jerusalén no había probado
bocado. Sin dejar de contemplar admirado
aquel imponente paisaje, se puso a buscar
alguna pista de lugares habitados. Al
atravesar un desfiladero descubrió este
edificio de altos muros.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Enseguida hizo planes. Lo primero hacerse
visible, cambiarse de calzado, colgarse el
cuello los zapatos que le servirían de
traductor y descender poco a poco entre
aquel enorme pedregal. Llegó a la puerta y
llamó. Tardaron un poco, pero al fin se abrió
el portón y apareció un anciano de largas
barbas. Llevaba un hábito oscuro y enseguida
Tiburcio empezó a sospechar dónde se
encontraba. Confiado en sus zapatos t.s
(traducción simultánea) se presentó: “Padre,
soy un turista solitario. Estoy un poco
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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desorientado, buscaba un sitio donde comer
y por aquí…
El monje se sonrió, claro, aquí no hay
hoteles pero sí hay algo de alimento. Lo llevó
a una sala pequeñita, donde le ofreció una
comida sencilla: pan de cebada, carne de no
sabía qué, pero que sació su hambre y una
jarrita de leche de camella según le dijo
(seguramente la carne era de lo mismo).
Luego se lo llevó a conocer el monasterio. Allí
Tiburcio volvió a quedar con la boca abierta.
Lo que por fuera
parecía casi ruinoso
por dentro era un
centro de arte y
cultura. Una gran
biblioteca de
antiquísimos docu-
mentos y unas pinturas que según le explicó
su amigable guía eran iconos pintados por
artistas de su iglesia, la ortodoxa.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
79
Le tuvo que
explicar a Tiburcio
qué era esa
iglesia. Yo ahora
no se lo cuento,
porque seguro
que ustedes lo
saben, pero en ese momento, el monje se
quedó mirando al muchacho y le dijo en voz
baja: “Oye Tiburcio”… El joven visitante se
quedó de piedra, como el Sinaí:”¿Y cómo
sabe usted que me llamo Tiburcio?”
-“Y también sé cómo has venido hasta aquí;
volando con sos zapatos que llevas en la
bolsa”.
Tiburcio entonces no quedó con la boca
abierta sino a punto de desmayarse.:
“peee…pero, usted…”
El monje tranquilo, lo agarró por el brazo y le
ayudó a sentarse en una banca cercana. Le
dio unas palmaditas en el hombro y le
explicó…………………………………….
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
80
*** *** ***
Ustedes perdonen. Se terminó la gasolina de
este capítulo. Si quieren saber más, paciencia
y hasta el próximo que será el 12.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
81
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 12
El final del anterior capítulo fue tan
sorpresivo que en conciencia debo repetirles
la última conversación de Tiburcio con el
monje en el monasterio de Santa Catalina
(Monte Sinaí). Recordemos:
El monje miró al muchacho y le dijo en voz
baja: “oye Tiburcio”… El joven visitante se
quedó de piedra, como el Sinaí:”. – “¿Y cómo
sabe usted que me llamo Tiburcio?”
-“También sé cómo has venido hasta aquí;
volando con esos zapatos que llevas en la
bolsa”.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
82
Tiburcio entonces no quedó con la boca
abierta sino a punto de desmayarse.:
“peee…pero, usted…”
El monje tranquilo, lo agarró por el brazo y le
ayudó a sentarse en una banca cercana. Le
dio unas palmaditas en el hombro y le
explicó……………………………………. (¿Qué le
explicó? Ahora va:)
“Tiburcio – dijo el monje - hace tiempo que
te estaba esperando. Desde el mismo día que
compraste esos zapatos ¿Recuerdas donde
los compraste?”
- “Los compré en una tiendita que había
en un callejón de un barrio de mi
ciudad.(Mientras Tiburcio hablaba iba
haciendo memoria) Por cierto que al
día siguiente, esa tienda había
desaparecido y estaban construyendo
allí unos albañiles…”
- “¿Y quién te vendió ese calzado?”-
pregunté el monje
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
83
El muchacho titubeó un poco…: “Era una
señora, ni muy joven ni muy mayor, y
tenía en la cabeza un pañuelo blanco
anudado en la
barbilla”.
“¿Cómo ése”,-
preguntó el
monje y
señaló una
fotografía en
la pared de su
despacho.
- “Sí como ése… ¡pero si me parece que
es esta misma mujer, aunque no le veo
la cara!” – Exclamo Tiburcio - “¿ Qué
hace aquí esta foto?”.
- “Poco a poco irás comprendiendo. Ésta
del pañuelo blanco, y mucha otra gente
en el mundo estamos comunicados
misteriosamente”.
- “No me dirá – preguntó Tiburcio - que
ustedes son una secta.”
- “Por favor no digas esa palabra. Las
sectas son grupos cerrados a los
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
84
demás para conseguir fines egoístas, a
veces malvados. Nosotros y nosotras
somos una comunidad para hacer el
bien”
- - “Ya me gustaría unirme con ustedes”.
- - “No te asombres si te digo que ya has
empezado a unirte, desde el día en que
te pusiste esos zapatos que te dio
Marcela… la que te los vendió”.
Tiburcio se restregó los ojos y luego se
rascó la cabeza.
- “Pronto te lo dirá ella- siguió el fraile -
pero para eso tienes que ir a buscarla,
porque no está aquí”.
- “Estoy dispuesto a ir a donde haga
falta”
- “ ¿De verdad?”
- “De verdad”.
- Pues entonces ponte los zapatos y
prepárate. Antes de que te vayas
volando, te cuento: yo me llamo
Teotocópulos y soy descendiente de
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
85
aquel famoso pintor griego que vivió
en España”
Tiburcio apenas se enteró de lo que le
decía. Sentado en la banca donde había
estado platicando con el fraile, se puso los
zapatos misteriosos.
- “Ahora di a tus zapatos que te lleven a
Argentina”
Tiburcio dudó un poco: “zaaa…zapaaatos
que me lleven aaaaa ¡Argentina!”
- ***
Todos los que han estado en Buenos Aires
conocen la plaza de Mayo. Allá está la
sede del gobierno, la Casa Rosada, la
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
86
catedral, un obelisco (la pirámide de
Mayo) y la estatua de un famoso político
que ahora no interesa.
Pues precisamente allí, a unos metros de la
pirámide, apareció sentado sobre un banco
nuestro viajero Tiburcio.
Hacia un clima agradable. Él aún no sabía
dónde estaba. Suponía que en Argentina, y
se tranquilizó de no haber aterrizado en la
cima del Aconcagua o algún otro pico de la
cordillera andina.
Miró alrededor. La plaza estaba muy
transitada. Gente que paseaba o caminaba
deprisa con bolsos o carteras; algunos iban a
la catedral, al edificio del gobierno, a… Le
llamó la atención que allá por la catedral,
entraba en la plaza una mujer con un
pañuelo blanco anudado en la barbilla. Se
iba a acercar a ella cuando vio que unos
metros por detrás venían dos con pañuelos
iguales. Miró a su derecha y por una bocacalle
llegaba un grupo de cinco con el mismo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
87
pañuelo. Se volvió y otras más se acercaban
por su espalda. Casi todas eran ancianas. Se
quedó observando. Las mujeres se iban
juntando, saludándose, en torno al obelisco.
Venían cada vez más. Algunos hombres las
acompañaban, ellos sin pañuelo en la cabeza.
Se dio cuenta cómo, en un momento
empezaron a caminar dado vueltas al
monumento.
Entonces se decidió a acercarse a alguna de
aquellas paseantes, pero cuando se acercaba
frenó en seco. “¿Qué voy a hacer si estoy
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
88
invisible?”. Se escondió entre unos árboles
que bordeaban la plaza y sentado en el suelo
se cambió de calzado rápidamente. Iba
teniendo experiencia.
Ya visible , se acercó a la primera señora con
pañuelito que encontró: “Buenos días “- dijo.
- “Buenas tardes” – le contestó ella
Echó una mirada a su reloj. Inútil porque,
entre sus saltos a la India, Siria, Israel,
Egipto y Argentina tenía los horarios
totalmente descontrolados.
- “Disculpe, se me paró el reloj, y vengo
de fuera. ¿Ahora son?”
- “Las 3 y media de la tarde, joven. Estás
muy desorientado. ¿No sabes que a esta
hora todos los jueves comenzamos
nuestro paseo las Madres de la Plaza de
Mayo?
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
89
Se le iluminó la memoria a Tiburcio. Hacía
años que en una revista había leído la
historia de esas madres y abuelas,
desesperadas porque estaban
desaparecieron sus hijos en tiempos de la
cruel dictadura del general Videla.
Ellas se atrevieron a salir a la plaza bien
visibles y con sus pañuelos a la cabeza
para expresar su protesta y su búsqueda.
Algunas se habían anudado en la cabeza
los mismos pañales de sus hijos cuando
eran pequeños.
- Tiburcio, un poco más aclarado, siguió
su pesquisa.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
90
- Sí, sí, ya .. es que estoy buscando a una
de ustedes que se llama Marcela.
- Marcela… hay muchas. Yo conozco a
una que no es madre, sino hermana de
uno de los desaparecidos. Hace poco ha
venido de un viaje al extranjero. Ven
conmigo.
- Salieron los dos del círculo que seguía
dando vueltas en torno al obelisco y se
quedaron mirando, pasando revista a
las caminantes.
Hubo un momento en que Tiburcio se fijó
en una de ellas que caminaba como
pensativa, con la cabeza agachada.
- “Mire- dijo a su acompañante – creo
que aquella es” y la señaló con el dedo.
- En aquel momento la señalada levantó
la cabeza, le miró con
gesto de asombro, se dio media vuelta
y salió deprisa de la fila por el lado
contrario de donde estaba Tiburcio.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
91
La fugitiva, Marcela,( ella tena que ser)
enfiló a buen paso por una calle lateral.
Nuestro amigo la siguió, sin correr, para
no llamar la atención. Allí se quedó la
mujer que lo acompañaba, sin saber qué
estaba sucediendo. Tampoco sabía
Tiburcio la causa de aquella huida. Menos
lo sabe este servidor de ustedes y ustedes,
los que leen a este servidor, seguro que
tampoco.
Total, que si nadie sabe nada, cerramos el
capítulo y nos sentamos a esperar el
próximo, el 13, porque esto se está
poniendo muy misterioso.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
92
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 13
¿Recuerdan el capítulo 12? Cuando la tal
Marcela andaba en la fila dando vueltas a la
pirámide de Mayo, en Buenos Aires, cuando
Tiburcio la vio, la señaló con el dedo y ella
se dio cuenta, salió del círculo y se metió
deprisa por una bocacalle cercana.
También recordarán que Tiburcio la siguió, sin
correr pero casi, caminando a velocidad de
marcha olímpica. Pues aquí seguimos:
El muchacho entró por aquella calle,
estirando el cuello para ver a la fugitiva
Marcela. La vio allá lejos, mezclándose con
la muchedumbre que transitaba por esa calle.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
93
Tiburcio aceleró aún más el paso. De pronto
se dio cuenta de que la mujer se detenía,
giraba a su derecha y entraba en algún lugar.
Él llegó hasta allí. Se asomó. Era una cafetería
amplia con muchas mesas, tenuemente
iluminada. “¿Ahora qué puedo hacer yo?” -
Se quedó un momento indeciso, pero
enseguida se le
ocurrió una
solución.
A cinco metros
de allí había una
cabina telefónica.
Entró en ella y
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
94
rápidamente volvió a ponerse los “otros”
zapatos. Ya, de nuevo invisible salió a la
calle. La cafetería tenía una puerta giratoria.
Cuando él entró y empujó fue grande el susto
de un señor que en aquel momento salía y
sintió que las hojas de la puerta lo empujaban
fuera. Casi sale rodando el pobre hombre
porque el invisible entraba con prisa.
Ya dentro del salón Se detuvo a mirar. Sí, allí
estaba en una mesita, la misteriosa Marcela
tomando un chocolate. El invisible Tiburcio
se acercó despacito y muy suave para que
no se asustase demasiado, le susurró: “hola
Marcela”. Ella no se inmutó. Sonrió, apartó
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
95
una silla para que se sentase, se puso una
mano ante la boca y contesto bajito
también: “Bienvenido Tiburcio, te estaba
esperando”. El muchacho se cayó sentado
por la sorpresa en la silla que le ofrecía.
- “¿O sea que me estaba usted
esperando y cuando me vio salió
huyendo disparada?”
Siguió Marcela tapándose la boca con la
mano para no parecer que estaba hablando
sola: “No quería que nos vieran hablar allí. En
aquella plaza hay gente que nos espía”
Seguían los dos hablando bajito. Con el rumor
de las conversaciones en la cafetería y la
música ambiental no se les escuchaba, pero
sí podría extrañar que aquella mujer
estuviera soltando un monólogo. Seguía
tapándose los labios por si alguien miraba.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
96
Antes llamó
al mesero. :
“Tráigame
otro
chocolate,
está muy
bueno; y
unas galletas”; lo puso delante de la silla de
Tiburcio. Mientras lo tomaban siguieron
platicando. Ella empezó a desvelarle el
misterio. Le contó que, además de ser
parte de las “locas de mayo” como las
llamaban quienes no entendían su lucha,
formaba parte de un grupo internacional
que llaman D.E.
-“¿DE?”-, preguntó Tiburcio.
- “De… Eee. Quiere decir :¿Dónde – Están?.
Nos dedicamos buscar personas
desaparecidas. Hay muchas en todo el
mundo. Algunas desgraciadamente están
muertas, pero hay muchos casos de quienes
viven y se desconoce dónde están. En
Argentina y en otros países a algunos niños se
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
97
los llevaron los militares cuando mataron a
sus papás y los tienen como hijos suyos. En
otros países quedaron abandonados entre
las ruinas de los bombardeos, o alguien los
adoptó y hoy existe un conflicto entre sus
papás verdaderos, si es que viven, y quienes
los adoptaron si es que los quieren como
hijos.
Tiburcio preguntó: “¿Es ese el caso de su
hermano desaparecido?” Vio que Marcela
volvía a sonreír y suavemente, con la mano
tapando sus labios le explicó:
“Mi hermano, cuando empezó la represión
en
Argentina
era
maestro.
Daba
clase en
una
escuelita
de una
villa miseria, un asentamiento de chocitas a
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
98
las afueras. Los dictadores no querían que se
diera enseñanza al pueblo. Decían que la
cultura era peligrosa porque volvía a la gente
preguntona y rebelde.
Una noche fueron a buscarle a su casita.
Menos mal que le habían avisado y él se
escapó por los tejados”.
- “¿Y desapareció?”
- “Creímos que lo habían desaparecido.
Pero hace dos años nos llegó un
mensaje desde Grecia.”
”¿Desde Grecia?”
Desde allí mismo. Claro, no te conté que
nosotros somos descendientes de emigrantes
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
99
griegos. Unos familiares nuestros nos
escribieron diciendo que mi hermano había
pasado por allí, pero que se fue con otros
amigos hacia algún país africano, no sabían
cuál”.
- “¿Y todavía no lo saben?”
- “Tú también lo sabrás si te digo mi
nombre. O mejor te lo escribo” Sacó de
su bolso un lapicero y en la servilleta de
papel escribió:
Marcela Theotokópoulos
Tiburcio dio un bote en la silla y, sin querer,
también una patada a la mesa. El chocolate
no se cayó porque ya quedaba poco, pero el
ruido hizo que la gente de las mesas cercanas
mirase hacia ellos… hacia ella la única
visible, que empezó a toser y a empujar la
mesa como si el golpe de tos la hubiera
hecho producir ese ruido.
El pibe, como dirían allí, exclamó en voz baja:
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
100
“o sea que usted, Marcela,
es hermana del barbas
Teotokópulos… bueno, del
monje ese que me recibió
en el monasterio del
Sinaí?”.
Él es mi hermano. Yo soy la mayor, pero si
quieres saber más de nosotros y nuestras
aventuras, acompáñame a un sitio donde te
puedas quitar esos zapatos y podamos hablar
cara a cara, visibles.
Marcela pagó la cuenta del chocolate y
salieron los dos por la calles bonaerenses
hacia….
Salieron hacia
lo que les
contaré en el
capítulo 14,
porque ya me
cansé hoy de
escribir.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
101
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 14
Pues sí, salieron del café, pero Marcela
enseguida le dijo a su acompañante:
“Tiburcio, estoy cansada de ir con un pibe
invisible; haz el favor de cambiarte de zapatos
ahora mismo”
- “Pero doña Marce ¿se imagina la que se
puede organizar si estoy invisible y de
golpe aparezco yo como un fantasma
ante toda la gente?
- Pues tienes razón - reconoció ella – pero
por lo menos dame la mano para poder
ir hablando juntos.
- ¿Alguno de ustedes ha ido por la calle
de la mano con un amigo o una amiga
invisibles? O al revés ¿usted iba
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
102
invisible del brazo con una visible de
buen ver?
Pues imagínense a Doña Marcela, una
mujer más bien pequeña, llevando de la
manita a Tiburcio que medía 1,80 de
estatura. Poco tiempo, porque al fin
tuvieron que montar en un taxi.
Así llegaron a un templo. Le llamó la
atención aquella construcción a
Tiburcio.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
103
- No te extrañe – le explicó – llegamos a
una Iglesia griega ortodoxa.
El muchacho tenía una lejana idea de
qué era lo de ortodoxa. Se dejó llevar al
interior del templo.
- Bueno, ahora ya puedes visibilizarte
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
104
verdad?
- El se sentó en una banca, junto a la
puerta, se descalzó y se visibilizó.
- Marcela le dio un abrazo, poniéndose de
puntillas. –“Bienvenido a nuestro centro
de coordinación “Deee- Eeee”. Tiburcio
recordó; De-e “¿Dónde Están?”. La
comunidad de buscadores de
desaparecidos. Ella lo llevó a un despacho.
Entre varias pinturas y fotografías Tiburcio
se fijó en una donde se veían juntos al papa
y otro personaje con barba, como la del
monje hermano de Marcela. Ella le explicó:
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
105
Esta foto es de hace pocos años. Conoces al
papa Francisco. El otro es el patriarca
Bartolomé.
- “¿El papa de ustedes?”
- Marcela sonrió. No exactamente papa. Es
el patriarca de Constantinopla. No quiero
ahora aburrirte con explicaciones, pero los
dos están actualmente intentando que la
Iglesia de Roma y la ortodoxa, oriental,
lleguen a recobrar la unidad que se
rompió hace casi 10 siglos, en el año
1.054.
- “Uff… hace demasiado tiempo”
- Aquí, nosotros, ya lo viste en la plaza de
mayo, los ortodoxos con los católicos
romanos y con muchos cristianos de otras
iglesias estamos trabajando por superar
las tragedias de las separaciones y las
desapariciones en el mundo.
- Tiburcio se emocionó: ”¡Tenemos que
hacer un solo mundo!”
- “Somos un solo mundo” - dijo Marcela,-
“aunque no nos damos cuenta”.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
106
- Al muchacho le llevaba tiempo rondando
en la cabeza una pregunta:
- “ Y, dígame, ¿qué hacía usted en mi
país, en mi ciudad?, vendiendo zapatos en
aquella tienda extraña, que al día
siguiente había desaparecido?.( recordar
el capítulo 1 y 2)
- “Te estaba esperando”
- “Qué dice? ¿Cómo sabía usted que yo…?”
- “Nosotros, nuestro equipo de rescate de
desaparecidos te llevábamos siguiendo la
pista varios días. Conocíamos ese grupo
de tus amigos… ese llamado TODOS
UNO- (recuerden el capítulo 7) Nos
gustaba su trabajo y, no recordarás, pero
uno de tus compañeros te recomendó
buscar los zapatos que necesitabas por
aquel barrio donde fuiste. Teníamos que
probarte para saber si merecías trabajar
con nosotros. Montamos en ese rincón la
tienda aquella; ¿recuerdas su nombre?”.
- - “LA MISTERIOSA” - respondió, cada vez
más asombrado de la red en la que estaba
metido… red afortunadamente de gente
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
107
que trabajaba por el bien de la
humanidad, como estaba comprobando.
- Parecía que Marcela adivinaba todos sus
pensamientos: “¿Sabes cuál es el lema de
nuestra red, la red D-E?”
- Mientras ella hablaba se abría la puerta
del despacho y alguien dijo: “ Nuestro
lema:Yo les haré pescadores de hombres”
- El que entró fue un hombre tan alto como
Tiburcio, con saco y corbata y una barba
negra, no tan larga como los otros
sacerdotes que estaba conociendo en sus
viajes.
- Llevaba
colgada del cuello
una cruz algo
distinta de las que
él conocía. Se
presentó
diciéndole su
nombre:
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
108
Constantino. Era archimandrita de la
iglesia griega y estaba de visita en
Argentina pidiendo ayuda para buscar a
dos desaparecidos en Hungría.
- “¿Y eso dónde está?”- preguntó
espontáneamente Tiburcio, que como
sabemos no estaba muy fuerte en
geografía
“¿Quieres saberlo?” – le dijo sonriente
Marcela.
Tiburcio notó la intención de la pregunta. Se
quedó un rato pensativo, luchando su deseo
de volver a casa con su afán de aventuras y
de hacer el bien. Luego les dijo a los dos:
“Bueno. Pero antes déjenme pasar por mi
casa. Tienen que estar inquietos y debo
cambiarme de ropa y…”
Y aquí nos quedamos por esta vez. Parece
que Tiburcio está dispuesto a volver a su
hogar, pero por poco tiempo.
Ya lo verán en el próximo capítulo. El 15.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
110
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 15
Torcuato se terminó de ponerse los zapatos y dijo “Hasta la vista Marcela”. Marcela que ya no le veía, le hizo un gesto de despedida: “Buen viaje pibe”. Y el pibe: “Vámonos para casita”. Como ya se esperaba se sintió caer en el mejor campo de aterrizaje de todos sus viajes: el mullido colchón de su cama. Miró su reloj que ahora ya marcaba la hora local: 9 de la noche. Buena hora para recuperar sueño. Se quitó los zapatos y el traje… casi no tuvo tiempo de meterse en la cama. Se despertó cuando su hermanita golpeó la puerta:
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
111
“Tiburcio… estás ahí? Te dejaste la luz encendida.” Miró el reloj. Seguían siendo las 9, pero de la mañana. Cuando se arregló y salió de la habitación Teresita lo agarró de la mano:”¡Mamá, Mamá – gritaba – aquí está mi hermanito el misterioso! Se pueden imaginar la de historias que tuvo que contar Tiburcio para no decirles la verdad que era demasiado fantástica y tampoco mentir porque ya lo dice el refrán, “antes se pilla al mentiroso que al cojo”. Les contó que se había apuntado en una asociación social para encontrar personas desaparecidas y que tendría que salir de viaje rápidamente cuando hubiera casos urgentes. Claro que no les contó el sistema de viaje ultrarrápido que utilizaba. En ese momento sonó el teléfono de la casa. “Es para ti- le dijo la mamá- Te han estado llamando tus compañeros los de esa asociación… no recuerdo cómo se llama”. Agarró el teléfono: “Hola Tiburcio, bienvenido de … de”.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
112
Conoció la voz de uno de sus compañeros de la asociación
- “Hola ¿-bien venido de dónde, dices? - De De, ¡de De-E! - ¿Te has quedado tartamudo o?… sí sí ya
entiendo. Se fijó en que su mamá y sobre todo su hermanita estaban mirándolo intrigadas. Sospechaban que algo extraño pasaba allí. - “Ah sí sí ya entiendo, dime dónde
estás… Bueno ahora mismo voy”. Se puso los zapatos, los feos, corrientes y en su bolsa que compró en la india (sin pagarla) metió los otros, los “invis”. Abriendo la puerta les dijo a las dos que seguían mirándolo intrigadas: “Hasta luego, segura-mente…”
- -“¡No vendré a cenar!” – dijeron las dos a coro.
Mientras caminaba al lugar cercano donde le había citado el amigo Iba recomponien-do la situación. El día anterior Marcela le había hablado de que uno de sus compañeros de la asociación TODOS UNO
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
113
también estaba relacionado con el grupo D.E. (¿Dónde están?). Claro y sería él, Gustavo, quien le había llamado por teléfono. Gustavo le esperaba en la puerta de la universidad. Se estrecharon la mano ahora como viejos amigos conspiradores para hacer el bien. Se sentaron en les escalinata de entrada. Allí Gustavo le explicó cómo le había seguido la pista, en continua comunicación con Marcela. Sabía su buena disposición para ayudar a aquellos fugitivos sirios en Hungría:
- “Unos amigos de nuestra asociación nos ha pedido ayuda para una familia
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
114
separada por las alambradas. Cuando la mamá y un hijo habían conseguido entrar en Hungría, el papá con dos niñas no pudo entrar y ahora están separados e incomunicados, sin dinero y perdidos por el monte”
Gustavo sacó un mapa de su mochila. Fíjate que aquí abajo a la derecha está Siria, al norte de Palestina. Arriba, en el centro del Mapa, Hungría. La terrible guerra que hay en Siria, con la amenaza del Estado Islámico: fanáticos que matan a quien no piensa como ellos, les hace huir por mar o tierra queriendo entrar a
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
115
través de Hungría a los países ricos de Europa: Austria, Alemania Francia… Pero esos países les ponen dificultades y ahora Hungría ha cerrado con alambradas sus fronteras. Tiburcio se rascó la cabeza: “ y qué tengo que hacer yo?. Hay miles y miles de refugiados”.
- “Pues lo que nos han pedido es este caso angustioso de la familia incomunicada, con la mujer y el niño perdidos por el monte, es buscar el modo de unirlos y sacarlos a un lugar donde puedan vivir juntos… donde puedan vivir”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
116
Tiburcio siguió mirando al mapa y rascándose la cabeza. Iba a hacer más preguntas, pero en ese momento se acordó de un artículo que leyó hacía unos años: “La carta a García” (1). Eso y la compasión por tanta gente sufriendo le decidieron. Allá mismo sentado en las escalinatas de la universidad, se puso los zapatos “invis”, metió los otros en la bolsa, dio unas palmaditas de despedida en el hombro a Gustavo y dijo : “¡a Hungría pues!” En aquel momento subían dos estudiantes la escalinata y vieron desaparecer de golpe a aquel muchacho sentado en los escalones. Dieron un grito y se acercaron corriendo a Gustavo: ¡Oh ¿qué ha sucedido? Aquí había un hombre y desapareció!” Gustavo puso cara de inconsciente. “¿Cómo dicen, que aquí había qué?. Yo no vi nada. Aquí estoy esperando a un amigo que tarda. ¿Quién desapareció?”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
117
Las estudiantes nerviosas siguieron subiendo la escalinata, mirando hacia atrás, pensando que había sido una alucinación. ¿Y Tiburcio?… ¡Ah Tiburcio!. Tengan paciencia que en el próximo capítulo se los contamos.
(1) Carta a García: ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899.). Puedes encontrarlo en este blog martinvalma.blogspot.com
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 16
Antes de seguir con las aventuras de Tiburcio,
recordando que el muchacho acababa de
decir, “vamos a Hungría”, les pinto ahí el
mapa de Europa, para que vean ese país, ahí
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
119
en el medio, entre Europa del este (Rumanía,
Bulgaria, Rusia…) y Europa del oeste (Austria,
Suiza, Italia, Alemania, Francia, España…) y
más al este verán Siria: el país donde,
cuando esto escribo (septiembre de 2015)
están huyendo miles de familias sirias por la
terrible guerra que hay en aquel país.
Huyendo… huyendo e intentando llegar a
Europa del oeste, pues piensan que en
aquellos países pueden encontrar la paz.
Bueno pues… Tiburcio, volando en alas de
sus zapatos apareció sentado en el campo
húngaro. Pero en cuanto se sentó dio un
grito y un salto. Había aterrizado suavemente
sobre un trozo de alambre de púas.
Frotándose los pantalones y su contenido se
puso de pie y miró a su alrededor.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
120
Delante se extendía un extenso campo
sembrado, detrás de él una larguísima valla
de alambres con púas como los que él había
probado al descender. Había gente, mujeres,
hombres, niños y niñas al otro lado de la
alambrada, pero por un pequeño agujero
que habían podido hacer, algunos estaban
pasando arrastrándose hacia el lado donde
estaba él. Necesitaba orientarse y se acercó a
uno de los fugitivos: “Buenas tardes, ¿me
puede decir dónde me encuentro?”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
121
El interpelado miró a su alrededor y echó a
correr donde estaban sus compañeros,
hablándoles con gesto de susto.
“Ya metí otra vez la pata – pensó Tiburcio –
No me di cuenta de que ahora soy invisible y
que ni me ven ni me entienden”. Se fijó en
un bosquecillo muy cerca de allí. Entre sus
árboles realizó el clásico cambio de zapatos,
sin olvidar que los “invis” que se había
quitado ahora le servían de traductor
simultáneo colgados de su bolsa al cuello-
Luego, salió cuidadosamente de entre los
árboles y se acercó a la gente que acababa de
entrar por la valla de espinos. Precisamente
allí estaba el hombre al que había asustado
hablándole cuando estaba invisible. Ahora ya
visible y con sus zapatos traductores, se le
volvió a acercar: “Disculpe, estoy
desorientado. ¿Dónde me encuentro?” El
otro le miró con gesto de extrañeza.: “Pues
¿dónde va a estar? Donde todos, en Hungría,
Ássothalom, nos han dicho que se llama
esto… Yo estoy buscando a mi mujer y a mi
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
122
hijito. Yo venía detrás con mis dos niñas. Ella
y el hijo pasaron y a nosotros la policía ya
nos cortó el paso. Ahora hemos podido
entrar y…
A Tiburcio le dieron ganas de dar un beso a
los zapatos que aunque fallaron un poco el
golpe y lo sentaron sobre unos pinchos,
acertaron a traerlo donde el padre de la
familia perdida que buscaba.
“Pues fíjese en la coincidencia. – le explicó
nuestro periodista investigador- Yo estoy
aquí porque una organización de mi país
recibió el aviso de la situación angustiosa en
que ustedes se encontraban. Pertenezco a
una asociación de un país americano.
- “¿Estados Unidos?”
- “No señor, toda la gente se cree que
América es ese país del norte, pero
América es también el centro, el sur del
continente y las islas de alrededor. En
mi país, que no le digo cómo se llama, y
en otros países de allí hay muchos
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
123
grupos preocupados por buscar
personas desaparecidas. Ahora que
estoy con ustedes voy a ayudarles a
buscar a su esposa y a su hijo”.
- Mientras ellos hablaban, dos niñas
como de 10 ó 12 años, se acurrucaban
junto a su papá, cargando unas
mochilas grandes para ellas, donde
llevaban toda su casa. Lo que pudieron
sacar de Siria.
- “Habla usted muy bien nuestro idioma”
- le dijo el hombre
- “Sí tengo un método rápido para hablar
cualquier idioma” - contesto Tiburcio,
que no quería revelar los secretos de
sus zapatos.
El papá que dijo llamarse Adib le presentó
a sus hijitas Anna y Atiya. Dijo que su
esposa y su hijo a los que andaban
buscando, eran Bushra y Duygu
- “Pues ahora, respondió Tiburcio-
tenemos que buscar a Bushra y Duygu”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
124
En ese momento se escuchó un ruido de
motor y poco después apareció un autobús
un poco destartalado. De él descendieron dos
policías. Dijeron algo en un inglés que solo
Tiburcio y sus zapatos entendieron. Tradujo a
todos los refugiados que estaban allí
desorientados: “Que dicen los policías que
vienen a llevarlos al campo de refugiados de
Röszke.”
El grupo de unas 20 personas vieron que no
tenían otra solución. Recogieron sus bultos,
maletas, mochilas y montaron. También
Tiburcio, Adib y las dos nenas.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
125
Así llegaron al campo de refugiados donde,
también rodeados de alambradas y barrotes,
se amontonaba una gran cantidad de
personas que buscaban una vida mejor, pero
sólo un campo de concentración había.
La gente se fue acomodando como podía en
aquel lugar. Les dieron algunas cobijas y algo
de comida. Apretados se instalaron (si eso se
puede llamar instalarse). Hablando con unos
y con otros Adib encontró una pequeña
pista. Un compañero de su huida desde Siria
le habló de que, cuando iban por el camino
creía haber visto a su esposa e hijo a
quienes recogía una furgoneta con matrícula
de Austria. Le pareció que pertenecían a
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
126
alguna ONG. Cuando Abid le contó la
historia, a Tiburcio también se le encendió
una lucecita. Dijo a Abid: “voy a investigar”.
Se abrió paso entre toda la masa de gente y
se ocultó detrás de una pequeña tapia al
borde del campo de refugiados. Se sentó en
el suelo y volvió a realizar el cambio de
zapatos. “Deprisa a Austria,- les ordenó con
seguridad - ya saben ustedes dónde”.
Y el dónde fue una verde pradera, unas
montañas nevadas al fondo, y allí delante
una casa de campo, grande. Parecía una
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
127
sencilla residencia. A la puerta unos niños
jugaban al fútbol.
Tiburcio ya iba adquiriendo habilidad en el
cambio de zapatos. Volvió a colgarse los invis
al cuello y se acercó visible a la puerta de la
casa.
“Hola niños - dijo con la seguridad de que
sus zapatos traductores facilitarían la
comunicación – ¿hay aquí alguno de ustedes
que vino hace poco de algún país lejano?
Enseguida reaccionaron los pequeños: “ Ahí
hay un niño que acaba de venir y es de otro
país que no conocemos. No habla nuestro
idioma pero juega muy bien a a la pelota”
Tiburcio se acercó a él: “Hola amiguito. ¿te
llamas Duygu”. Al niño se le iluminó la cara y
no contestó; sólo se volvió a la puerta de la
casa: “¡Mamá, mamá ¡– - Aquí hay un señor
que habla nuestra lengua”. Salió una mujer
vestida con el traje ordinario de las mujeres
sirias, la cabeza cubierta por el pañuelo.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
128
No le costó mucho trabajo a Tiburcio darse a
conocer y explicarle que estaba en contacto
con su esposo y sus hijas.
Ella le explicó que, pasada ya la frontera de
Hungría les habían recogido voluntarios de
una ONG internacional. Les trajeron a esta
casa de refugio en los Alpes de Austria done
había también otras personas fugitivas de
muchos países.
- “Y usted cómo nos ha encontrado aquí?
- “También con ayuda de una asociación
que tiene medios de comunicación
especiales- y no mentía – Pero ahora
tengo que volver y, sabiendo que
ustedes están aquí, voy a ver cómo
hago para traer al resto de la familia.
Allí detrás de aquella colina me
recogerán los que me han traído” . Y
decía la verdad.
- Se despidió de la mamá y el niño, se fue
detrás de la colina. Volvió a calzarse los
“invis” y les ordenó con voz de piloto de
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
129
helicóptero: “vamos, otra vez a
Hungría”.
- Estaba seguro de que sus zapatos tan
inteligentes iban a dejarle en el mejor
lugar de aquel país para conseguir sus
fines. Y así fue.
- Si quieren saber en qué lugar aterrizó,
espérense al capítulo 17. No quieran
saberlo todo de una vez.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
130
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 17
¿Recuerdan ustedes la última foto del
capítulo anterior? Esta:
No se lo dije, pero allí se ve desde el aire la
ciudad de
Budapest,
capital de
Hungría a las
orillas del
Danubio.
Pues nuestro amigo, que pensaba aterrizar
en el campo de refugiados donde estaban
Adib y sus dos hijas, se encontró en la terraza
de uno de los edificios que se levantan junto
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
131
al caudaloso río. Una torre alta con una serie
de extrañas señales marcadas en el suelo.
Miró alrededor. no se veía a nadie. Escuchó
en el aire un ruido de motor y vio que
descendía rápidamente un helicóptero, por
encima de él.
Corrió a refu-
giarse en un
rincón de la
terraza. El apara-
to se detuvo en
aquel helipuer-
to. De él salieron
dos personas. Mientras descendían pudo
leer en el fuselaje dos letras que le trajeron
cercanos recuerdos: <D.E>.
“O sea que – pensó – estos tienen que ser
gente de la ONG que conocí en Buenos Aires,
la asociación” ¿dónde están?”.
Rápidamente se volvió a cambiar los zapatos
invisibles por los visibles y se acercó a los
viajeros de la aeronave. Otra sorpresa. No
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
132
conocía al piloto, pero aquella mujer con
pañuelo blanco en la cabeza … ¡Marcela!.
Echó a correr hacia ellos y la abrazó
emocionado. “Estoy bajo su control - les dijo
- Me siguieron hasta aquí”.
Marcela le explicó que aquella asociación,
<D.E> tenía más conexiones por el mundo de
las que se imaginaba. Que aquella casa en
los Alpes austriacos era un centro de ayuda y
control de la asociación. En cuanto él se
despidió allí de la mujer y el niño sirios, los
dirigentes de aquel chalet avisaron por
internet a Buenos Aires del éxito de la
búsqueda del joven periodista.
Lo que no sabía Tiburcio es que Marcela
también tenía unos zapatos “inviss”.
Unos zapatos de
señora que
parecían un animal
dispuesto a saltar
sobre su presa.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
133
Los de Marcela y los de Tiburcio son los
únicos zapatos “invis” que existen en el
mundo. No intenten ustedes buscarlos por
ningún sitio, que no los encontrarán.
Marcela en cuanto recibió el mensaje desde
Austria, se calzó los “invis” y apareció en
Budapest, en las oficinas de la <D.E>.
Avisaron al helicóptero que contrataba su
organización, y allí estaban para ir a rescatar
a Adib y sus dos hijas. “Pues vamos allá” -
dijo Tiburcio con entusiasmo. Con razón
Marcela y sus compañeros de la <“D.E”>
habían escogido a Tiburcio para aquella
misión. Era valiente y decidido.
Montaron los tres en el helicóptero y
levantaron el vuelo. El piloto, húngaro, sabía
muy bien dónde estaba el campo de
refugiados de Röszke.
Volaron alto para no llamar la atención.
Estaba ya anocheciendo cuando llegaron.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
134
Tomaron tierra junto a la valla en un extremo
solitario del campamento.
Mientras el piloto y Marcela se quedaban
dentro, dispuestos a despegar deprisa,
Tiburcio descendió y se acercó a la zona
habitada, donde, en una pobres carpas se
preparaban a dormir los fugitivos y
refugiados de varios países asiáticos y
algunos de Libia y otros lugares africanos. Ya
iba cerrando lo noche, no le hacía falta
invisivilizarse. Le costó algún trabajo, pero al
fin encontró la tienda de campaña. Entró.
Allí estaban durmiendo Adib, Anna y Atiya.
No le había hecho falta a Tiburcio ponerse los
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
135
“invis”, los llevaba colgados al cuello y le
sevían de intérpretes. Se acercó a gatas
donde estaban acostados y tocó en el
hombro a Adib que abrió unos ojos como
platos, sorprendido. “Chisss - le dijo en vos
baja-, no hablen, agarren todo y síganme”. Él
y las niñas recogieron las mochilas con los
pocos objetos que llevaban. Silenciosamente
se levantaron, dejando allí las cobijas. Los
vigilantes del campo platicaban en un rincón,
sin preocuparse de la gente que entraba y
salía de las carpas a esas horas. Siguieron
Adib y sus hijas a Tiburcio y en 10 minutos
llegaron al helicóptero. “Rápido- les dijo
Marcela—suban”. Adib y sobre todo las
niñas, no se acababan de creer lo que estaba
sucediendo. Pero sin creérselo subieron y se
acurrucaron en los asientos del aparato. Se
cerraron las puertas. “Vámonos!” -dijo el
piloto (suponemos que dijo eso en húngaro) y
puso en marcha el motor.
Al escucharlo los policías empezaron a
buscar de dónde vendría aquel ruido. Ya se
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
136
elevaba el aparato cuando lo descubrieron.
Empezaron a gritar y algunos a disparar, pero
ya era tarde y la pequeña aeronave se iba
elevando deprisa.
Antes de una hora descendían sobre los valles
alpinos. No les cuento la emoción de los
refugiados cuando el helicóptero se iba
posando sobre el valle, en aquella noche
iluminada por la luna.
Marcela le puso la mano en el hombro a
Tiburcio y le dijo con voz temblorosa de
alegría: “¡Misión cumplida!”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
137
Pero Tiburcio se quedó triste pensando en
toda la gente de Siria, de Afganistán, de
Egipto, de Libia y otros países asiáticos y
africanos que se quedaban en tierra sin que
alguien cumpliera también la misión de
rescatarles hacia la libertad y la vida.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
138
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo18
Dejamos aterrizando el helicóptero con
Marcela, Tiburcio y los refugiados sirios, junto
a aquel chalet en los Alpes. Fue emocionante
el encuentro entre Abid, su esposa Bushra,
sus hijos Duygu, Anna y Atiya. Era tarde,
cenaron algo y se fueron a descansar. La casa
de madera era más grande y más confortable
de lo que parecía. Aquella noche aprovechó
Tiburcio, pidiendo prestada una computa-
dora, para escribir a su casa, naturalmente sin
decirles donde estaba. Solamente que
ayudaba a unas personas, un poco lejos de
allí… En lo que no fue muy exacto es en lo de
“un poco” lejos.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
139
Fue esplendoroso el amanecer en las
montañas de Austria.
Pero poco le duró la contemplación del
paisaje. Mientras desayunaban Marcela le
planteó a su colaborador periodista una
nueva misión
“¡Qué bonito amanecer en las
montañas – dijo Marcela – pero
también hay bellos paisajes en otros
países… y hay alguien allí que necesita
rescate”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
140
- “Ya veo que me están ustedes
proponiendo ir a otro sitio, pero ¿A
dónde?”
- “¿Sabes tú donde está Botsuana?
- Eso me suena a África pero no conozco
más.
Marcela desplegó un mapa que tenía ya
preparado y le señaló el país.
- “Y a qué
personas hay que
rescatar allí?”
- “No son
personas son
animales… Bueno,
pero también
personas”.
Tiburcio el
atrevido ya estaba en ascuas por correr a la
nueva aventura. En aquel momento sólo
estaban en el comedorcito Marcela y él. Él
empezó a calzarse los zapatos “invis”
mientras Marcela le explicaba: -Ya sabes,
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
141
tienes que rescatar a hombres y animales. Allí
los verás.
- “Pues vamos para Botsuana” dijo
Tiburcio y ¡zas! Apareció en las ramas
de un árbol; exactamente aquí:
-
A Tiburcio le dominó la emoción. Consciente
de que ningún animal de aquellos le veía,
bajó del árbol y se puso a explorar el
territorio. Una parte era bosque, otra
desértica. Había un río bastante ancho donde
bebían leones, elefantes, donde los
hipopótamos se sumergían y donde por sus
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
142
aguas menos profundas chapoteaban las
gacelas.
Se acercó a los elefantes pero en aquel
momento vio que tras unos árboles salían
unos hombres armados
de rifles.
Tiburcio se sobre-saltó.
“Ya entiendo lo que
tenía que rescatar”.
Los hombres se iban
acercando a la manada,
preparando sus armas.
Uno de ellos empezó a
apuntar. Tiburcio se acercó un poco más,
confiado en su invisibilidad y gritó: ¡“Quieto,
quieto. No dispare por favor! ¿Por qué les
quiere matar?”. El cazador desconcertado
bajó el rifle. No entendía el idioma en que le
hablaban pero al oír la voz y no ver a nadie
los dos furtivos asustados empezaron a mirar
alrededor pensando si serían policías. Se
metieron entre los árboles, dieron unas
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
143
vueltas por allí y, al no ver a nadie, debieron
pensar que sería un loro quien hablaba. El
asesino de elefantes volvió a apuntar.
Torcuato se acercó a él rápidamente. El
hombre afino la puntería y en el momento en
que apretaba el gatillo sintió un golpe en el
cañón del rifle y el tiro se perdió por las
nubes. Allí sí que con el disparo, los loros se
pusieron a gritar y los elefantes a barritar,
mientras salían corriendo. No sé si barritaban
por miedo o para que ustedes aprendan una
nueva palabra: el barrito del elefante. Los
bandidos cazadores echaron a correr. Ellos no
barritaron pero se resbalaron con el barro en
la orilla de la laguna, uno se cayó y se le
rompió la escopeta. Los furtivos pensaron
que por allí había algún fantasma que les
gritaba y les impedía disparar.
En ese momento, otra sorpresa para Tiburcio;
entre la hierba divisó unas figuras que
avanzaban cautelosamente. Se acercó a ellos
y descubrió que eran gente de algún poblado
indígena. Supuso que al oír el disparo se
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
144
habían alarmado y acudieron a ver qué
sucedía. A Tiburcio le dieron ganas de
saludarlos pero para eso tuvo que hacer el
cambio de calzado. Se escondió entre los
árboles, colgó sus zapatos invis en la bolsa,
dudando si esos zapatos que hasta ahora le
habían traducido todas las lenguas también
podrían traducirle la de aquel pueblo al sur
de África. “Voy a ver” - pensó, y salió de
entre los árboles. Levantó la mano y gritó:
”¡Hola Amigos!”
Al oír su voz se volvieron rápidamente,
algunos que tenían arcos le apuntaban con
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
145
sus flechas, pero en cuanto lo vieron
desarmado y saludándolos amigablemente
bajaron las armas, se pusieron de pie y
corrieron a encontrarlo.
Fue un encuentro agradable. Ellos le explica-
ron que pertenecían al Puello San, al que
también llaman bosquimanos, los originales
habitantes de aquellas tierras. No se
extrañaron de su presencia porque por allí
acudían muchos turistas.
Lo llevaron a su aldea. Allí le contaron su
vida y sus problemas. El gobierno de
Botsuana les había estado persiguiendo y
marginando en beneficio de las empresas
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
146
turísticas que organizaban cacerías de
elefantes, búfalos y leones.
Los San sólo cazaban para comer y eran los
mejores cuidadores de la naturaleza al
contrario de los países llamados desarrolla-
dos. (Al fin en Botsuana se prohibió esa caza)
Gracias a grupos ecologistas y organismos de
derechos humanos, hace pocos años habían
conseguido que respetasen su vida y sus
costumbres; pero entonces apareció un
nuevo conflicto.
Las prospecciones de una importante
empresa minera encontraron en el subsuelo
¡diamantes!. La propaganda comercial dice
que “un diamante es para toda la vida”. No
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
147
sabemos si el pueblo bosquimano habrá
intentado vivir comiendo diamantes.
Lo cierto es que la vida de ellos se alimenta
más con la agricultura y la caza de las gacelas
que corren por sus tierras y chapotean en sus
ríos.
Los más conscientes del pueblo San empeza-
ron a informar a sus vecinos para no dejarse
engañar por la propaganda del gobierno y la
empresa holandesa de diamantes, la más
fuerte del mundo.
Los bosquimanos comienzan a crear sus
propias organizaciones: es el caso de “First
People of the Kalahari” (Primeros Pueblos del
Kalahari), que recibió el llamado Premio
Nobel Alternativo, en reconocimiento a su
“decidida resistencia contra la expulsión de
sus tierras ancestrales, y por la defensa de su
derecho al modo de vida tradicional”.
Todo esto le estaban contando a Tiburcio los
jefes de la aldea, cuando se escucharon gritos
y revuelo… Al poco tiempo entró corriendo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
148
en la choza un muchacho, cojeando y con un
brazo ensangrentado. Se sentó, casi se
derrumbó en el suelo y les dijo:………………..
Me encantaría contarles lo que les dijo pero
se está acabando el capítulo y si no se
enfadan podrán saber en el próximo, el 19 lo
que le sucedió a Tiburcio con el pueblo San,
bosquimano.
Hasta entonces
¿a ver qué se
imaginan
ustedes?
Paisaje natural: Botsuana: Mina de Jwaneng
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
149
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo19
Para que no se pierdan,
porque estamos reco-
rriendo muchas tierras
acompañando a Tiburcio,
les recuerdo que estaba-
mos en Boswana en un poblado bosquimano
o Sin, como también les llamaban. Los
habitantes de aquella aldea le contaban a
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
150
nuestro amigo semi-invisible el problema que
tenían con las minas de diamantes que
estaban destruyendo sus tierras, como se
puede ver en las fotos de la cabecera; y que
cuando allí estaban en esa conversación
entró medio arrastras y se derrumbó entre
ellos un muchacho con el cuerpo ensangren-
tado. Los compañeros, especialmente
algunas mujeres lo atendieron lavándole la
herida y extrayendo una bala que tenía
alojada en el codo.
Mientras le curaban Mogakolodi como le
llamaban sus amigos, nervioso fue
contándoles su aventura. Cómo había
entrado en la reserva a cazar alguna gacela
porque su familia, la mamá con dos hijos y
cuatro hijas estaban hambrientos y sobre
todo con sed. El gobierno del país basaba su
economía en el turismo y las minas de
diamantes.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
151
En cambio al pueblo bosquimano no le dejaban cazar, ni siquiera acercarse a los pozos donde bebían los animales. El pueblo había conseguido abogados solidarios que en la capital Gaborone, después de muchas
presiones internacionales y de asociaciones
como “Survival” habían conseguido recupe-
rar parte de sus derechos, pero gente de la
empresa de diamantes había pagado a
algunos de los cazadores furtivos para que
también “cazasen” auténticos dueños de
aquellas tierras, la gente del pueblo San.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
152
Cuando Mogakolodi entró con su arco y
unas cubetas a buscar caza y agua, salieron
detrás de él los sicarios a sueldo de la
compañía de diamantes. El muchacho soltó,
arco, flechas y cubetas y echó a correr
procurando resguardarse tras los árboles.
Llegó a la
alambrada
que marcaba
la separación
de la reserva,
una valla de
dos metros de
alta, pero con
su agilidad de
cazador y el miedo que llevaba a la espalda
saltó como un campeón olímpico y continuó
su carrera al otro lado de la cerca. Fue
entonces cuando escuchó un disparo y un
fuerte golpe en el codo. Encogió el brazo y
siguió corriendo. Parece que los asesinos
cedieron de su persecución…
Mientras el chico contaba su historia,
Tiburcio no dejaba de dar vueltas a la
mente. “¿Y qué puedo yo hacer ahora?”
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
153
Pensó en la organización que según le
habían contado luchaba en defensa de los
pueblos indígenas. Sería bueno ponerse en
contacto con ellos-
En un rincón de la choza donde lo habían
acogido, sobre unas piedras había un folleto.
Tenía en la portada el logotipo de
SURVIVAL.
Empezó a leer…
A qué problemas se enfrentan los pueblos indígenas?
Violencia: Los indígenas todavía sufren violentas agresiones y son asesinados en todo el mundo. La violencia autoinfligida es también un problema importante en países enriquecidos, que han desposeído a sus pueblos indígenas (tales como Canadá y Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda).
Robo de tierras: Los pueblos indígenas son, por regla general, autosuficientes y dependen de su tierra para obtener alimentos y sustentar su modo de vida. La tierra
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
154
constituye también el pilar de su identidad. Les es arrebatada para proyectos de “desarrollo”, como minería, construcción de presas, ganadería, etc., y también para proyectos conservacionistas.
Racismo: La idea de que los indígenas son “primitivos” y que no son capaces de elegir racionalmente su propio futuro se deriva de una ideología colonial y racista. Todavía se emplea para justificar su despojo.
“Progreso” forzado y “desarrollo”:Todos los pueblos están en constante transformación, pero los cambios que se les imponen por la fuerza a los pueblos indígenas en nombre del “progreso” tienen como consecuencia una peor calidad de vida (en caso de tercera opción: respecto de) a la que tenían antes, con incrementos en las tasas de enfermedad, suicidio, encarcelamiento, adicciones y dependencias, etc. Cualquier cambio debería ser controlado por el propio pueblo indígena.
No siguió la lectura. Pensó que debía hacer algo, aunque fuera poco por ese pueblo. Dijo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
155
al grupo bosquimano que iba fuera un momento. Allí se escondió detrás de unos árboles, se puso los zapatos “invis” y dijo en voz baja y un poco temblorosa: Vámonos para Gaborone. Tenía la imagen de los inmensos campos, desiertos y bosques del país. Cerró los ojos y cuando los abrió dio un salto de sorpresa, fíjense donde apareció. ¿Era eso la capital de la selvática o desértica Boswana?
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
156
LOS ZAPATOS DE
NINGUNA PARTE
Capítulo 20
¿Recuerdan
ustedes esta
foto? Sí, sí, la
del capítulo
anterior.
Gaborone, la
capital de Boswana.
Tiburcio, como muchos de nosotros, siempre
había tenido la idea de África como un lugar
de selvas y desiertos, con poblados de
chocitas. Viendo esa imagen pueden darse
cuenta de que allí también hay grandes
ciudades con toda clase de adelantos, con
universidades y bancos, y también con
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
157
barrios miserables en torno a esas ciudades.
Además es fácil encontrar bellos parques con
aves y animales que recuerdan los lugares
por donde anduvo Tiburcio.
El aterrizaje de nuestro amigo fue en un
pequeño parque con grandes árboles, en
medio de los rascacielos de aquella ciudad.
Como siempre,
tuvo que decidir:
O se hacía visible
con los riesgos
que podría
correr en aquella
gran ciudad o seguía invisible, más seguro,
pero sin poder comunicarse con las personas
y sin poder hacer lo posible por sus amigos
bosquimanos. Se decidió por correr la
aventura. Se cambió de zapatos, se colgó al
cuello la bolsa y pasó del parquecito a las
calles. Enseguida comprobó el valor de
orientación que demostraron sus zapatos
invis.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
158
Lo primero que encontró fue una casita con
un letrero en la puerta: ASOCIACIÓN DE
SOLIDARIDAD CON LOS PUEBLOS INDÍGENAS
DE BOSWUANA. El rótulo estaba en inglés
pero gracias a sus traductores automáticos
Tiburcio lo leyó en su propio idioma.
Sintiendo que estaba en la buena pista llamó
a la puerta. Le abrió una joven con todos los
rasgos del pueblo San pero vestida al modo
europeo. Le hizo pasar a una sala llena de
mapas, libros y pequeños trabajos de
artesanía bosquimana. Allí lo recibieron
amablemente otros dos jóvenes. Uno rubio,
con una camiseta que ponía University of
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
159
Dayton y otro africano seguramente de otra
etnia distinta la de los San.
Tiburcio empezó a presentarse, pero la
muchacha le cortó sonriente: “No hace falta
que nos lo cuentes sabemos toda la historia”.
Otra vez Tiburcio se quedó con la boca
abierta por la sorpresa. Le explicó la joven
san:
”Tú no conociste a nuestro chamán, que
dirige los rezos a nuestro dios Modimo. El
además de orientar la espiritualidad de
nuestro pueblo pudo aprender de unos
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
160
amigos extranjeros solidarios que nos
visitaron, el manejo de una computadora que
alguien le regaló”.
- “ En pleno desierto esos aparatos?-
preguntó extrañado Tiburcio.
- Allí cerca está la mina de diamantes
donde tienen energía eléctrica y toda
clase de avances técnicos. Hicimos una
conexión e escondidas y el brujo, como
ustedes le llaman nos mantiene en
comunicación con ONGs y amigos
solidarios. Él estaba en la reunión
donde tú estabas con los líderes del
poblado, vio que salías y nos comunicó
los detalles de vuestro encuentro y su
extrañeza de que no habías vuelto a la
choza
- Tiburcio empezó a pensar qué
explicación les daba de su escapatoria
cuando siguió la morenita bosquimana:
“Claro que pronto nos dieron la
explicación. Estamos en contacto con
D.E.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
161
- - ¿con D.E.?. ( los amigos que
recibieron al joven periodista se reían
viendo las caras de sorpresa que ponía
al enterarse de que lo tenían controlado
en cualquier parte del mundo donde
fuera. La asociación D.E,- ¿recuerdan? -
“Dónde Estan” )
Le siguieron contando que Marcela les
había contado bajo secreto a los tres el
viaje y la extraña forma de volar que le
facilitaron.
- La conversación siguió entonces por la
búsqueda de caminos legales para
defender los derechos de los
bosquimanos. Le explicaron cómo
habían tomado contacto con la prensa
solidaria y los organismos de derechos
humanos y se estaba levantando una
gran presión para defender la vida, las
costumbres de aquel pueblo.
-
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
162
- Le felicitaron porque los datos de su
experiencia con los cazadores furtivos y
y los matones de las
empresas mineras eran
importantes para influir
en agencias
internacionales y en el
gobierno.
- Tú le dijo el rubio,
creo que ya s cumplido tu
misión en esta tierra. Me
parece que podrías ir a descansar unos
días con tu familia que deben estar
preocupados e intrigados”
- A Tiburcio le hubiera gustado seguir en
aquel fascinante país trabajando por los
pueblos indígenas. Pero reconoció que
tenían razón y que pueblos indígenas,
originarios como les solían llamar hay
en todas partes.
- Sus nuevos amigos le invitaron a comer
una típica comida del país.
- Durante el almuerzo tuvo tiempo
Tiburcio de informarse sobre la vida del
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
163
pueblo San. La historia del chamán
internauta le había picado su curiosidad.
Le contaron cómo en aquel pueblo con
la fe en su Dios unían una vida de
vecinos - hermanos que ya podrían
imitar muchos de los países llamados
democráticos.
Mantienen un sistema social igualitario. Si
un individuo está enfermo, accidentado o es
anciano, es cuidado y mantenido por el resto
del grupo.
Nadie trabaja para otro. Salvo los ancianos y
los niños, todos los demás colaboran en
partes iguales en la consecución de
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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alimentos. No existe la violencia ni la
competitividad. Tampoco existe la avaricia ni
la propiedad privada. Van casi desnudos y las
chozas en las que viven son abandonadas a
las pocas semanas de ser construidas.
Los únicos objetos que poseen como adornos
o amuletos no pueden permanecer en sus
manos mucho tiempo, sino que se los deben
regalar a otra persona. Tener un objeto
mucho tiempo te convierte en avaricioso, algo
que es el peor pecado que puede cometer un
bosquimano. (informe página internet de
Wikia)
La comida y la conversación se prolongaron.
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
165
Al final reconoció Tiburcio que debería
marcharse, El almuerzo fue en la misma casa
de la asociación, así que,
como ellos conocían su
secreto, allí mismo sacó sus
zapatos voladores de la
bolsa. Ellos intrigadísimos
los estuvieron examinando y haciéndole
preguntas.
Luego vino el momento del abordaje. Tiburcio
se puso un zapato y los amigos dijeron:
“Oooh, se te ve en blanco y negro como las
películas antiguas!”
“Pues ahora mire y no vean” - dijo él y se
puso el otro.
Una exclamación más fuerte: - ¡”Ya no te
vemos”.
“Pero pueden tocarme “– dijo, y los abrazó
efusivamente, ellos también a ciegas lo
abrazaron
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
166
“Pues, amigos- , muchas gracias por su
acogida en Boswana, y adiós ¡Vamos zapatos
a mi país!”
Allí quedaron ellos mientras Tiburcio caía
suavemente sobre su cama, en su habitación.
Todo estaba en orden, como él lo había
dejado. Se iba a quitar los zapatos y hacerse
visible, cuando se escuchó la voz de su
hermanita fuera de la recámara.: “¡ Mamá me
parece Tiburcio ha vuelto, he escuchado ruido
en su cuarto!”
- “Déjale dormir que vendrá cansado”-
dijo la mamá.
Y Tiburcio les hizo caso, se descalzó se acostó
y se durmió enseguida. Y también enseguida
empezó soñar.
Como todos los sueños, fue una mezcla de
todo lo que había vivido desde que salió de
casa a comprar zapatos. Tan rápido fue el
sueño que no tuve tiempo de poner puntos
ni comas en las frases; así que respiren como
puedan:
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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Soñó con aquella mujer de pañuelo
blanco que con una sonrisa le ofrecía
unos zapatos luego se vio en su casa
tirando de la coleta a su hermanita
que no le veía porque él tenía esos
zapatos puestos de prono se vio
empujando y poniendo la zancadilla a
los policías que no le veían en la
manifestación y de golpe se encontró
en la india sobre el lomo de un
elefante que daba un trompazo en una
puerta y entraba en la casa donde las
monjas de la madre Teresa estaban
amenazadas por un tigre pero el
elefante lo agarró con la trompa y lo
lanzó por los aires luego también lo
agarró a él y lo mandó también
volando sobre el mar hasta que llegó a
la torre de una mezquita en Damasco
bajó de la torre y sintió que lo
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
168
seguían echó a correr esquivando las
ráfagas d ametralladora que le
lanzaban los del Estado Islámico,
pero corriendo corriendo se encontró
en el monte de los Olivos de Jerusalén
y mezclado entre unos turistas
peregrinos llegó al Muro de las
lamentaciones pero el muro se
convirtió en la muralla que separaba
en Gaza a los palestinos de los judíos
entro en la casa medio en ruinas de
una familia palestina cuando sobre
ellos un avión empezó a lanzar bombas
la explosión de una bomba le lanzó
sobre la cumbre del monte Sinaí
tropezó y bajó rodando por las piedras
hasta el monasterio de santa Catalina
pero en la puerta el monje no le dejó
entrar sino que le dio un soplido tan
fuerte que fue volando por encima del
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
169
océano hasta Buenos Aires en la Plaza
de Mayo allí dio unas vueltas con las
“Madres” y luego empezó acorrer por
las calles hasta que encontró a
Marcela tomando chocolate en una
iglesia griega Marcela le gritó ¡a
Budapest! Salió volando hasta que
aterrizo con los pantalones
enganchados en la alambrada por done
pasaba arrastras la familia siria con
las niñas y el pequeño un helicóptero
los recogió y los llevó a las montañas
de los Alpes pero Tiburcio dio un salto
y cayó sobre el lomo de otro elefante
aunque este de grandes orejas como
los africanos montado en él llegó
corriendo a Boswana pero sus amigos
de allí le gritaron ¡vuelve a tu casita!
Y el elefante levantó la trompa y le
volvió a impulsar por encima del
Cuentos de chavalas y chavalos patojas y patojos, … Los zapatos de ninguna parte
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océano volando volando hasta que
acamizó cuando un avión desciende a
tierra aterriza pues Tiburcio cayó
sobre su cama, o sea acamizó allí se
dio media vuelta y cansado del sueño
siguió durmiendo
(Naturalmente amigos y amigas, para
entender el sueño tienen que leerse enterito
este cuento de 20 capítulos.) En el blog está.
martinvalma.blogspot.com
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