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The first 142 pages of Mascara, a selection of a variety of Ecuadorian masks, ranging from pre-columbian, through popular and theatrical examples. Las primeras 142 páginas de Máscara, una selección de máscaras que van desde precolombinas hasta teatrales, pasando por "años viejos" y dibujadas.
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es una pequeña muestra de una extensa expresión cultural y visual que data seguramente desde que el ser humano llegó a este territorio que, hoy por hoy, se conoce como el Ecuador.
Las máscaras y caretas se elaboran y usan con fines distintos. Las hay como simples objetos para adoptar una personalidad extraña en una fiesta, hasta las rituales precolombinas que tienen una carga simbólica y religiosa que les agrega un valor intangible. En esta recopilación contamos con doscientas máscaras de teatro, precolombinas, coloniales, de año viejo, artesanales, ʻbailadasʼ, dibujadas y producidas por niños. Fueron recopiladas de colecciones privadas, públicas y de archivos de varios fotógrafos ecuatorianos, durante varios meses. Esperamos que la acogida de este
catálogo nos permita en un futuro producir el segundo ejemplar, dentro de una serie, en el mismo formato, que recoja otra expresión tan rica como la de las máscaras: el diseño gráfico popular. En la foto: el autor junto al “loco que ama” durante un festejo de año viejo en El Pobre Diablo, Quito, 31 de diciembre de 1998.
OJO Código
Juan Lorenzo Barragán Miller
© 2006, Juan Lorenzo BarragánSan Ignacio 1001, Quito, Ecuador
Diseño: Azuca. www.azucaingenio.comCoordinación editorial:Carolina Mosquera
Impreso por EdiecuatorialDerechos reservados, prohibida la
reproducción del contenido de este libro.ISBN: 9978-45-462-4
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danzantes norte(pichincha e imbabura)trópicossin colorteatroaños viejosurbanascuriosasinfo
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Uno entra a la vía de las más-caras de distintas maneras, generalmente iniciándose
en el uso de ellas mediante el juego de niños o en la fiesta ritual como un espectador de espectros danzantes. Independientemente de la posición de actor u observador que se asuma, la máscara –instrumento de desfigu-
ramiento y transformación radical de la identidad más concreta, la física– inyecta un carácter móvil y enigmáti-co en las relaciones que normalmen-te establecemos con el común de los mortales.
El museo de Juan Lorenzo está impulsado por un interés etnográfi-co que toma al cambio como parte
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inherente a la tradición. Antes que convertirse en una antropología del pasado, la colección incluida en este libro atestigua la vitalidad y las múl-tiples formas de sobrevivencia que ha guardado la cultura material hasta un momento dado, el Ecuador de ini-cios del siglo XXI. Así, aquí están las máscaras usadas por distintas comu-nidades para diferentes propósitos ri-tuales así como aquellas de usos na-cidos en el comentario directamente político del fin de año. Estas páginas dan un vistazo fotográfico a la emula-ción de los iconos mediáticos, docu-mentan la resistencia y la capacidad de innovación de las tradiciones, y –para todo lector y potencial usuario de ellas– sugieren la libertad y el mis-terio que cataliza un objeto tan sim-ple, un artefacto que revela las ruinas que constituyen el presente y las ilu-siones que encierran las imágenes pú-blicas, las caras performadas, los ros-tros que ponemos para mantener la
sensación de productividad y cordu-ra en aquellos días que queremos ser considerados en serio. La mascarada cotidiana.
De hecho, el éxito de la máscara radica precisamente en desfigurar la parte clave del cuerpo social: su ros-tro, el mío, el vuestro. En la edad de las modificaciones quirúrgicas para grabar corporalmente nociones estan-darizadas de “belleza”, estos artefac-tos reclaman lo absurdo de los propó-sitos masificadores. Al fin y al cabo, una carantamaula por única o serial que sea, deja una impronta particu-lar a su usuario, una memoria aunque sea momentánea de haber sido otro personaje. Por supuesto, aquellos que hacen usos ritualizados de las mismas guardan historias y encarnan perso-najes previamente codificados a lo largo de los siglos, inventando nuevas tradiciones materiales con la inclu-sión de logotipos comerciales u otros ornamentos, y poniendo al nuevo ob-
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jeto al servicio de una cambiante fies-ta (y de la industria turística paralela que las cosifica y colecciona). La pro-ducción constante de nuevas másca-ras es, para ellos, una alternativa a la apropiación estetizante de la institu-ción museal. Y para aquellos quienes nos quedamos sin muchos rituales al entramparnos en la obsesión mimé-tica con los colonizadores, la másca-ra todavía nos permite de cuando en cuando jugar y subvertir. En mi pro-pio museo, por ejemplo, están los ac-tos vandálicos con máscaras de cau-cho pegadas a las caras de ilustres monumentos de piedra, así como las fiestas temáticas que posibilitaban ocultarse y transgredir nociones esta-blecidas de género y normas de buen comportamiento.
Este libro presenta un catálogo que preserva la riqueza de las másca-ras en Ecuador. Y, sobretodo, el ex-ceso que constituye el alma de estos objetos. Un exceso que no radica so-
lamente en la capacidad lúdica que despiertan mediante su uso en uno u otro contexto, sino en las múltiples capas de historia que movilizan. Y en los diferentes sentidos de comunidad que se afirman mediante espectácu-los encarnados, concepto éste que cada vez queda más lejos al obser-vador mestizo pero que le es nueva-mente impuesto mediante la candi-dez de la mirada de un oso, la sonrisa de un perro, la languidez de un jaguar, los ojos bordados de un diabluma, y el mostacho o el acné nada román-ticos de uno u otro personaje polí-tico. Mascaradas y mascaradas, por una vez la verdadera belleza está en la superficie de las cosas. Juan Loren-zo presenta esto y deja así librar a los enigmas una nueva batalla en las me-morias íntimas y colectivas del obser-vador de estas imágenes.
X. Andrade, Guayaquil, agosto 31 de 2006.
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Llevo más de treinta años es-cuchando y leyendo distintas opiniones sobre nuestra iden-
tidad como ecuatorianos. La mayoría de ellas niegan la misma o la limi-tan a la selección nacional de fútbol –no se si es por la simple gana de ser pesimistas o tal vez por el gusto de contradecir lo evidente–. Evidente, opino (y creo que este libro es prueba de ello), porque nuestra identidad es un complejo compendio de una gran variedad de lenguas, razas, manifesta-
ciones culinarias, musicales, pictóri-cas, arquitectónicas, gráficas y socia-les que forman parte de una extensa e innegable expresión popular que, en un territorio más bien pequeño, con-viven para formar parte de este abs-tracto que se llama cultura nacional.
Este libro pretende ser una pe-queña muestra de una extensa expre-sión cultural y visual que data segura-mente desde que el ser humano llegó a este territorio que, hoy por hoy, se conoce como el Ecuador.
introducción11
Las máscaras y caretas se elaboran y usan con fines distintos. Las hay como simples objetos para adoptar una personalidad extraña en una fies-ta, hasta las rituales precolombinas que tienen una carga simbólica y reli-giosa que les agrega un valor intangi-ble. En esta recopilación contamos con doscientas máscaras de teatro, precolombinas, coloniales, de año viejo, artesanales, ‘bailadas’, dibujadas y producidas por niños. Fueron reco-piladas de colecciones privadas, públi-cas y de archivos de varios fotógrafos ecuatorianos, durante varios meses.
Esperamos que la acogida de este catálogo nos permita en un futuro no muy lejano producir el segundo ejemplar y que se con-vierta en una serie, en el mismo formato, que recoja otra expresión tan rica como la de las máscaras: el diseño gráfico popular.
La edición de este libro fue posi-ble gracias a la desinteresada cola-
boración de las siguientes personas e instituciones: Iván Cruz, Marcela García, Patricio Montaleza, Marcela Blomberg, Ma. Teresa Ponce, Bruno Suárez, Jaime Zapata, Ma. Consuelo Tohme, Sergio Maldonado, Avelina Crespo, Oswaldo Viteri, Ruth Engel, Nicolás Svistonooff y Sara Sánchez, Gonzalo Vargas, Christoph Hirtz, Paco Salazar, Margara Anhalzer, Cristóbal Corral, Xavier Andrade, Paúl Navarrete, Arísitides Vargas de Mala Yerba, Katalina Sosa de Sinchi Sacha, Álvaro Ávila, Esthelina Quinatoa y al Banco Central del Ecuador.
Un especial agradecimiento por la acogida a este proyecto editorial y la gestión de venta a Manolo Ponce y Carmen de Garzón de Ediecuatorial.
Finalmente, gracias a todos los artesanos anónimos autores de estas fabulosas máscaras. ¡Disfrútenlas!
Juan Lorenzo Barragán, Quito, octubre de 2006.
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