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Revista de narrativas: historieta, fotografía, literatura breve, novelas de folletín, literatura juvenil, poesía y más.
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1AO 2 / VOLUMEN 6SEPTIEMBRE - 2015AR: $60
32
Este nmero puede ser el primero que cae en tus manos. O no. Puede ser que hayas encontrado la revista por azar. Que ests al tanto de quienes escriben, fotografan, dibujan. O, quizs, justamente que no. Que no sepas del todo dnde te ests metiendo y que a esta altura ya sea muy tarde para cerrar esta revista. El dao est hecho. Ahora queda solamente que te adentres en sus pginas, que descubras nuevos relatos o que contines la lectura de historias que vienen de entregas anteriores.
Cuando planificbamos esta revista tenamos un mapa y en l marcamos un itinerario: lugares a los que queramos ir, territorios de la narrativa contempornea que explorar y experiencias que contar. Como todo viaje, uno sabe cmo comienza pero no cmo termina. Es as que en el camino aprendimos muchas cosas sobre cmo circulan los relatos en nuestro tiempo y sobre la inmensa cantidad de personas que escriben, fotografan, dibujan y componen nuevas formas de contar. Llegados a este punto, en la sexta estacin en la que nos detenemos, hay comienzos muy esperados como la historieta El Gaucho Antonio Gil de Zdrojewski y Teyo pero tambin finales que se venan anunciando, como el captulo que concluye la serie RW de Penas y Camba. Hay continuidades: novelas por entregas, sagas de historieta, secciones y firmas. Pero, sobre todo, mantenemos una premisa: confiamos en la potencia de la Literatura para mostrar un mundo.
Apostamos a seguir creando espacios para la lectura entre tanto ruido. Desde el primer momento nos hicimos cargo de que no proponamos algo sencillo: apelamos a que se sumen cada vez ms voces, trazos y lentes. Maten al Mensajero.
PRLOGO
2
54
LA LORETAVOLVERSEINVISIBLE
06
FOLLETINES REALIDADAUMENTADA
6016
66
SATLITE DE AMOR
FELICIDAD
SUMARIO6
COLABORAN EN ESTE NMEROSTAFFDISTRIBUCIN EN LIBRERAS
DISTRIBUCIN EN KIOSCOS
MATEN AL MENSAJERO
ILUSTRACIN DE TAPA: PABLO VIGO
HISTORIETA: FEDERICO REGGIANIANGEL MOSQUITOCHELO CANDIAHOTEL DE LAS IDEASLUCIANO ZDROJEWSKI FACUNDO TEYORODRIGO TERRANOVAGONZALO PENASCJ CAMBA
LITERATURA BREVE: CAROLINA BUGNONEPAULA FERNNDEZ VEGAGASTN DOMNGUEZGONZALO VIAO
POESA MALDITO PANTOM LUPOGABRIELA BORRELLI AZARAOLIVERIO GIRONDOHCTOR URRUSPURUFLOR PIEDRABUENALEANDRO ALVAYANN KIELBASA
FOLLETN: SUSY SHOCKFLORENCIA PASTORELLAELIZABETH LERNER DIANA BENZECRYFLORENCIA CASTELLANO ERICA VILLARFEDERICO REGGIANI KWAICHANG KRANEODIEGO ROJAS
AGUAFUERTES:AGUSTN ARGENTOALEJANDRO DRAMISMARIANO MASSONELUJN TILLIPABLO DAZ MARENGHI
REALIDAD AUMENTADA:ALEJO VALDEARENAMAX PREZ FALLIK
MEDIANERAS:MARTN SANCIA
DIRECTOR:SANTIAGO KAHN
CONSEJO EDITORIAL:ELIZABETH LERNERLUJN TILLILAURA DI MARZO
EDITORES:FEDERICO REGGIANI (FOLLETN)LUJN TILLI (AGUAFUERTES)M.A.F.I.A. (FOTOGRAFA)LAURA DI MARZO (MEDIANERAS)MARA LAPORTE (LITERATURA BREVE)GABRIELA BORRELLI AZARA (POESA MALDITO PAN)
JEFA DE REDACCIN Y CORRECTORA:MARA LAPORTE
LOGSTICA:MARA EVA MIRA
ADMINISTRACIN:LUCA VZQUEZ
PRENSADIEGO CABALLEROPRENSA@MATENALMENSAJERO.COM
WEB: GINO CINGOLANI
DIRECTOR DE ARTE: DAMIN MARTONEWWW.DAMIANMARTONE.COM.AR
BADARACO DISTRIBUIDORWWW.BADARACOLIBROS.COM.AR
SIN FINDISTRIBUIDORASINFIN@HOTMAIL.COMTE: 308-1813
EDITOR RESPONSABLE:SANTIAGO KAHNBOLIVIA 269 4 A, CP 1406 - BUENOS AIRES, ARGENTINAREDACCION@MATENALMENSAJERO.COM
REDACCIN: URUGUAY 239 8 B
PUBLICIDAD: PUBLICIDADMATEN@GMAIL.COM
ISSN 2362-2253
85 LOS OCOTES FRACTALES DE GANMEDES
Esta obra est bajo una Licencia Creative Commons Atribucin-NoComer-cial-SinDerivar 4.0 Interna-cional
INTRODUCCION
LAS ARMAS DE ONCE
09
13
11
10
14
12
SANGRE Y RIELES
DAS CIRCULARES
LA MQUINA DE HACER PJAROS
AGUAFUERTES
UNDER BUENOS AIRES
CAROLINA BUGNONE
PRESENTACIN
70
37
71
38
72
39
73
40GASTN DOMINGUEZ
TOM LUPO
PAULA FERNNDEZ VEGA
OLIVERIO GIRONDO
GONZALO VIAO
HCTOR URRUSPURU
AUTORES MARPLATENSES
MALDITO PAN
LITERATURA BREVE
POESA
EDICIONES LA PARTE MALDITABOLIVIA 269 4TO A
25 TRELEW, UN NOMBRE ESCRITO CON SANGRE
41 LEANDRO ALVA
RW LOS TRISTES21 74
31
77
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EL BAR DE LA MESA 3
LOS VISITANTES DEL AGUJERO DEL COMEDOR
LOS RESORTES SIMBLICOS:
HISTORIETA MEDIANERAS
45 EL GAUCHO ANTONIO GIL
ENSAYO CON EL FEO
M.A.f.I.A+ PARADOCS
51
FOTOGRAFA
42 YANN KIELBASA41 FLOR PIEDRABUENA
VERSIN DIGITAL EN PDF - GRATIS
76
Nadie est cuando te sorprende la muerte, dicen las revistas, nadie est cuando todo te sucede de golpe, ese segundo de sntesis, ese fugaz pantallazo de tu exis-tencia, ese resumen al que el dolor te obliga, siempre el dolor nicamente el dolor? , nunca hay resumen en el gozo? qu es morir si no el ltimo gozo. Qu pelotuda mi cabeza! La tele hace rato que est apagada y yo con una mano que sostiene sin darse cuenta el final de mi dcimo cigarrillo y el control remoto en la otra. Tengo que pintar esta casa, voy a tener que pagarle a alguien, siempre era ella la que se ocupaba. Todas duermen, en este departamento de Once a esta hora de la noche no llegan los ruidos de ningn auto, ni siquiera el grito de algn cartonero que se divierte con otro mientras tiran y tiran de su carro repleto del acumulado esfuerzo del da. No es verano y sin embargo hoy estoy de musculosa, bah, no se puede llamar musculosa a una remera cortada; otra vez ese gato pidiendo comida, o est buscndome para que lo acaricie? No me gusta que se llame Pardo, le voy a cambiar el nombre, o ser como con los barcos que no se los puede renombrar?, y qu somos las travas sino las renombradas eternas?, ser por eso que terminamos as? Solas, como barcos... Pagu la luz?, apagu la
LA LORETA
CAPTULO SEIS
porSUSY SHOCK
ilustraFLORENCIA PASTORELLA
que es ms importante que vayas vos.Vicky: Ves como sos, despus habls de que tene-
mos que estar organizadas, que tenemos que ir atentas, que hay que informarse, no entiendo.
Loreta: Amiga, es eso mismo, no ests entendiendo.
Cuando muri la mam de la Loreta, ella estuvo tres meses sin salir a la calle, no hubo manera, ni amiga, ni excusa que lo lograra. La Vicky era nuevita en esto de intentarlo, esta doa de la tristeza no es fcil de entusiasmar, y menos cuando la abraza alguna prdida; sin el amor de algn palomo se puede vivir, eso se aprende ms fcil, pero ay! cuando lo que se pierde son esos pilares tan sagrados, nada ms tiene mucho sentido. En esa poca de la muerte de su progenitora,
FOLLETINES
RESUMEN DE LO PUBLICADO. La Juana ha muerto. La Loreta no va a olvidarla: no puede olvidar la furia de su compaera, la que conoci recin llegada de Tucumn. Tampoco puede olvidar la desconfianza que senta por la Vicky, esa tilinga de ojos azules. As estn, as estamos: en la pena.
C O N T I N U A R . . .
luz?, otra vez me olvid... Qu se hace cuando una no cree en nada?, a quin se le pide?, es posible rezarle a una amiga atea?, o se la insulta por abandonarla a una, por dejarla sin pintar la casa?, quin se cree que es esta Juana de mierda que se fue y se llev todos los secretos de la alegra cotidiana? Quin se cree que es...
Vicky: Te parece mal si paso por vos a las ocho?Loreta: Me da igual, no voy a ir a ese cumpleaos.Vicky: Es de la piba que tanto ayudaron vos y la
Juana, la vas a hacer feliz aparecindole, y de paso sals de la cueva un rato, te maquills, te despejs, ves gente...
Loreta: Lo que menos necesito es ver gente.Vicky: Dale, no seas dura, salgamos, hacelo por
m...Loreta: Sabs que no me gusta que me rueguen.
No es eso, no tengo ganas de ver a nadie.Vicky: Pero aunque sea nos enteramos de qu es
eso del proyecto de ley que estn armando, algo para presentar en el Congreso, parece que es muy pero muy grosso.
Loreta: No tengo ganas, maana me conts.Vicky: Ni siquiera para enterarte de algo que nos
puede cambiar la vida?Loreta: Yo ya tengo la vida cambiada, para bien o
para mal, no lo s todava. And vos, a m me parece
la Loreta andaba noviando ms o menos formal con un tal Sergio, divino l, que hasta en esos aos de tanto prejuicio, se mostraba entrando y saliendo de su casa con ella en pleno barrio. Y ella que fue perdiendo entusiasmo hasta de verlo y, cuando se le pas el luto, cuando se fue apagando la tristeza por el duelo, ni siquiera not que no haba ms palomo, ningn Sergio entrando y saliendo de su casa. Roca el corazn marica de esta reina de la soledad, que no puede permitirse el lujo de ser blanda, aunque se reviente.
Marica que pregunta: Y el palomo de Sergio?La Loreta que contesta mientras revisa una gndola
del Supermercado Chino: Sali volando, jeje.
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HAY ALGUNA MANERA POSIBLE DE QUE LO NO NOMBRADO EXISTA.
UNA FUERZA VIVA PROTEGIDA EN EL RABO DEL OJO AGUARDA SU
TURNO PARA ESCAPAR VICTORIOSA, EN GRITO, LGRIMA O SUSPIRO.
EN VIOLENTO AMOR UNIVERSAL. LO PALPABLE SLO PARA ALGUNOS
TACTOS ES PORQUE ES PERCIBIDO E INEVITABLEMENTE LANZADO
DE NUEVO AL MUNDO, CAPAZ EN UNA DE SUS TANTAS VIDAS DE SER
RECONOCIDO POR TODOS Y CADA UNO. Y, FINALMENTE, SER SENTIDO
MS QUE NOMBRADO. NO HAY CULPABLES EN EL CAMINO DESEN-
CONTRADO. SOMOS CONTORNOS QUE SIMULAN INCOHERENCIAS EN
LA MADRUGADA. EN ESOS MINUTOS DONDE LA NITIDEZ ENTRE CADA
LETRA ES DEVASTADORA. AH, CUANDO NO SOMOS UN CUERPO, SO-
MOS UNA ANACRUSA DE CARNE. NOMBRAMOS PARA MALDECIRNOS
RECOPILANDO ESQUIRLAS DE VIDA.
por LUJN TILLI
AGUAFUERTES
[Colectivo de comunicacin comunitaria y cultura libre / Capacitacin / Audiovisual / Bar ]
Casa: Lambar 873. Ciudad de Buenos Aires. Argentina
Te. [05411] 4861 8928 / Fax [05411] 4865 7554Correo:comunicacion@fmlatribu.com
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LAS ARMAS DE ONCE
porALEJANDRO DRAMIS
e espaldas a la calle y de frente a mi escritorio, las nucas de los edificios de la calle Aroz al dos mil y pico se revelan a travs de mi remera verde de The Clash, que flamea colgando del tender de la cocina. La ventana entreabierta
es un lugar estratgicamente olvidado por los circuitos tursticos. Once es un espacio invisible, ajeno a la turstica belleza urbana que tursticamen- te demanda el turista tpico en su deber-ser-turista: es la manta sin arquitectura, el negocio laberntico de nen sin fondo o salida clara; el palacio de la reventa y de la copia sin aura, de lo presentado sin envoltorio y de las eternas bandas de sonido que no disimulan su devocin religiosa en el reggae o la cumbia, en el ska o el reggaetn.
Todos los das camino por Buenos Aires recor-dando Brixton y soando con los Clash, transmutados en este Once y en su propia sonoridad. Con el correr del tiempo mis pasos levantan el polvo de una repetida atmsfera barrial: la nostalgia de lo que nunca estuvo, o el sueo roto de una ilusin comprada en un CD virgen con la portada fotocopiada sin inters y recortada con los dientes del aqu y el ahora; el reposo en una alfom-bra sobre la vereda que, una y otra vez, combate la ley y pierde sistemticamente la batalla. Once/Brixton es el fesmo del punk, la suciedad potica de lo impenetra-ble, la zona sin distraccin ajena al caos; abrumador, roto, estallado y gritn: es una colisin setentosa e irreverente. Fue en el londinense Brixton, de eso no hay duda, pero bien se podra haber concebido un London Calling en la esquina de la avenida Pueyrredn y Sarmiento, o en el cordn de la parada del 64, con la mirada clavada hacia Rivadavia y disimulando de reojo la presencia de las armas circundantes.
habilita la brisa por la que respira mi departamento, mientras se oyen sin pausa las melodas de las boci-nas y las alarmas que musicalizan la inmensidad de la ciudad a mi costado.
Rumbo a uno de mis trabajos, en el barrio de Once, llevo puesta mi remera de The Clash como una segunda piel o un escudo protector del afuera; y mientras atravieso el paisaje urbano, invisible por la monotona de su presencia siempre-la-misma ante mis ojos, fijo la mirada en el entramado de las baldosas rotas cuyo caminito me conduce derecho hasta el barrio de Once o de Brixton (que para el caso es lo mismo). Once es ms o menos como el Brixton de los Clash (y viceversa), o eso me gusta creer sin tener que levantar la vista e interrumpir los preciados seseos de Joe Strummer en mis odos. Mientras estuve en Londres visit Brixton, palabra que resuena a diario en mi cabeza desde hace ms de veinte aos cuando la escuch nombrar por primera vez en The Guns of Brixton, el tema que lleva la 10 en la espalda del furioso London Calling de los Clash. Once, al igual que Brixton pero con un nmero ms,
UNDER BUENOS AIRES
porAGUSTN ARGENTO
odra inventar mil historias o desarrollar algn estereotipo para describir cmo es una noche de rock under en Buenos Aires; pero ms digno es describir mi propia experiencia y, as, slo exagerar los detalles que engalanan la crnica. Para no fracasar en mi intento, a la
musical se vea contrastada con una inquietud no menos importante: a medida que la noche avanzaba, el lugar empezaba a rebalsar de gente.
Perspicaz en el arte de la ley, sospech con sobra-dos motivos, que la capacidad del boliche estaba siendo sensiblemente sobrepasada. Intuicin que termin hacindose realidad cuando, a la espera del grupo central, intent la imposible misin de ir a la barra y al bao. Slo logr subir una escalera que me traslad hacia otra barra, desde donde, con un esfuerzo que exceda a mi 1,65 m. de estatura, intent seguir el show central.
Apestado en olor a cigarrillo, la salida, pasadas las 12, fue rpida y tranquila. Con mi amigo, siguien- do el itinerario, nos dirigimos a la Calle Corrientes para, previsible, comer pizza y tomar cerveza. A la noche de rock under, luego de un rpido debate, la aprobamos. Buen sonido, buena composicin, pero una incomodidad, tratndose del disfrute de un arte, ms que importante.
Cansados y con algo de alcohol encima, salimos caminando por Corrientes. La camioneta estaba a tan slo 100 metros. En el corto camino a ella, una msica de jazz nos llam la atencin: provena de una puerta azul. Sin consultarnos, la abrimos y bajamos las escaleras hasta un bar que no tena ms de 10 mesas. Pagamos la entrada, elegimos una ubicacin, nos acomodamos y pedimos algo para tomar. Dimos inicio, entonces, a las dos de la maana, a otra noche under.
cita under no fui a ciegas: estuve 15 das navegan- do por distintos foros, averiguando a cul banda me convena ver, a qu lugar ir y cmo llevar a cabo el resto de la noche.
Con mis pesquisas finalizadas, el plan armado era infalible. Aprovechando un carnet de periodista, consegu dos acreditaciones para el concierto de dos grupos que vienen ascendiendo en la escena desde hace ms de diez aos. Una acreditacin era para m y otra para mi amigo Facundo, el fotgrafo, quien me pasara a buscar a las 20.30, con su camioneta, por la casa donde vivo. La prestancia caracterstica del trnsito porteo de sbado por la noche nos permiti llegar al boliche a las 21.15 (la primera banda estaba pautada para las 21.30). El ingreso al lugar era el imaginado: luces bajas, olor a flores y una barra que invitaba a una noche de cervezas. La primera presentacin, puntual como haba sido anunciada, sonaba acorde al virtuosismo que venamos a buscar. Con la precisin musical acompaada por una pantalla con imgenes psicodlicas de fondo, los 45 minutos de show estu-vieron lejos de ser tediosos. Sin embargo, mi alegra
1312
l cielo est libre, corpulento y celeste, casi celestial, como nica veta de libertad de los das ordi-narios. Bajo los ojos y vuelvo al paso arduo. A las baldosas hme-das que me aseguran un camino sombro hasta la parada de colec-
tivos. A diario ratifico que una de las peores conde-nas del trabajo moderno es llegarahorario. El 440, el colectivo de los mil y un internos es uno de los ms frreos enemigos de mi llegarahorario. Lo tomo con la amargura del que debe aceptar un favor de un ser nefasto y calculador. Ah viene balancendose como bailarina de comparsa, agitando el chasis en un intento de seduccin intil. No me convence, es un bondi de mierda. Aun tomndolo puntual, puedo llegar tarde. Si la chatarra no se encarrila entre el trfico apelmazado llegar, efectivamente, tarde. Mi nimo resignado cabecea sobre el marco de la ventanilla. Afuera, ms all del cristal, ms all de la vereda, el Cottolengo Don Orione, impvido en su simple majestuosidad descansa en un tiempo propio y distinto. Una monjita, en su parque sin defectos parece un diminuto E.T. perdido en el bosque, caminando a paso tosco y tibio, entre el pasto y los rboles. Lleva en las manos unas ramitas, supongo que de pino. Se acerca a un eucalipto, se estira y levanta los talones, sin piedad le arranca unas ramas a l tambin, la parte baja del rbol queda titilando temblorosa luego del robo. Se va caminando, vagabundeando, errante por los senderos del parque
porLUJN TILLI
hasta el interior del Cottolengo. Mir mam, una monja! grita un nio de unos siete u ocho aos en el asiento de adelante al mo en el 440. S le contesta la madre sin mirarlo, con tono polvoriento, con el cuerpo vencido hacia adelante. El nio observa a la monja con ojos gigantes y boca entreabierta. Ella, tras las rejas del Cottolengo, ajena a nuestras miradas impunes que la escrutan como a una especie extica que acabamos de encontrar en un zoolgico. Un ejem-plar en vas de extincin en la estepa cotidiana. La cara curiosa del nio no gesticula, con virgen entusias- mo permanece inmvil frente a lo poco comn para su pequeo mundo. A tientas puede ser nombrado: monja, como una reliquia inerte.
Los bocinazos en la avenida exaltan al nio, lo sacan del ensueo, vuelve a sentarse y a jugar con un celular. La monja qued all, en otro espa-cio. Tras las rejas altas, negras y retorcidas, en el verde monasterio del pasto, en ese sepulcro vivo de silencio arcaico. La figura solitaria de tnica gris es rodeada de tiempo para recoger ramas, oler los perfumes de los rboles, caminar a un paso que no es lento pero no corre, un paso circular. La monja de estampa, de medias blancas y sandalias de cuero marrn no habla ni exige la palabra. Es un cuerpo que contempla. Testigo de un mundo muerto. La gravedad de las jornadas iguales pero no repetidas descansa en la curvatura de su espalda, seal de una vida cabizbaja, con la mirada ms en las manos en plegaria terrena que en el cielo divino.
DAS CIRCULARESLA MQUINA DE HACER PJAROS
porMARIANO MASSONE
ay pocas personas libres en Lujn. Pero de las que hay, la Janis Joplin lujanense es mi preferida. Vas a su casa, te sents y empieza a caer gente. Ah se inaugura el show: muchachitos de veintitrs aos
Finalmente abro la jaula. Porque yo, que tengo VIH. El pibe se retuerce, no sabe si tomar mate o no, irse, venir, le da miedo, cree, no s, que lo voy a violar. Pero en verdad yo no violo a nadie, abro jaulas para que las personas sean libres. La Janis me dice Cmo ser estar del otro lado? Cmo crees que se sienten los otros cuando decs que tens VIH? El pibe se desahoga y dice: No, pero si yo s sobre VIH. Le explico: De la nica forma que se transmite es mediante el acto sexual, as que us forro. Lo real a veces le da una cachetada al pequeo simbolista, tan pequeo l. La gata de Janis se me sube al pecho y la acaricio. Me quedo un rato en silencio disfrutando el momento metafsico de la gatita de Janis. Me levanto, le digo a ella: Bueno me voy porque la gatita ya me limpi el plexo. Nos guiamos un ojo con mi amiga que siempre me cobija en su casa. El pibe sigue tocando la guitarra. Me voy caminando por las calles de Lujn disfrutando de la fresca.
Despus, me entero por los relatos que se producen en Facebook que la Janis tena escrito un papel que deca zamba tuya y una lista de acordes, listo para regalar a los otros, cualquiera que llegue a su mquina de hacer pjaros. Fito, fiel discpulo del maquinista, nos ense que dar es dar. Nosotros, Janis y yo, sabemos que lo mejor que podemos hacer en la ciudad de la fe y de la historia es abrir jaulas para que florezcan miles de poetas como el herrero Dorronzoro.
que vienen con un skate, un pauelito en el cuello, muchos piercings y actitud superada. Entre mates llega el momento en el que el pibe agarra la guitarra, se pone a cantar en un tono muy catlico canciones de The Beatles. Entonces le pregunts: vos dnde estudiaste? y te dice en el Maristas y en la Universi-dad del Salvador, abogaca pero me gusta la msica. Ah mir! Yo tambin estudi en Maristas, le digo recordando esa escuela tan ceremoniosa, tan religiosa. Seguimos tomando mates. Fumamos flores. Janis le ensea canciones de Rodrigo en un estilo bossanova para que l no se d cuenta de semejante estafa. Yo le hablo de sufismo y le digo lo que pasa es que para los musulmanes lo real es lo simblico, los smbolos estn en la calle. Queda como loco, empieza a entender que no entiende nada. Cmo que los smbolos estn en lo real y no en el ms all?, se pregunta la pequea bestia ilustrada. Le explico que un semforo es un smbolo, que las calles estn construidas por manos y que antes fueron imaginadas por alguien. Que alguien tena ciudades en su cabeza, en su imaginacin, y que eso lo pudo plasmar en todo lo que vemos concretamente.
1514
n sonido metlico y agudo, con el tempo de un metrnomo, me advierte de la llegada del prxi- mo tren. Aturdido, con olor a tabaco y caf aguado, me siento en un banco color azul. Ac, en la estacin El Palomar del Tren San Martn, todo es azul. Terminaciones flamantes, carteles
recin colocados y hasta pantallas led que exponen los horarios de las formaciones tambinnuevas. Entre tanta parafernalia ferroviaria pienso el por qu y el cmo llegamos a tener tales instalaciones luego de aos de desidia. La masacre de Once cuya sangre, an fresca, evita que el recuerdo se disuelva en el olvido.
Qu nos pas? Ayer, viajando como sardinas, con el olor a asado y obra en construccin impregnado en nuestras narices. Hoy, viajando como sardinas y con una voz robtica de fondo que anuncia la prxima parada en lengua anglosajona: Next Station: Caseros. Los andenes, atiborrados de seales de advertencia color naranja fluorescente, nos albergan con sus conforta-bles pisos de madera humedecidos y sus estructuras de cemento fresco. Esquivo huecos, arreglos mal hechos y cables pelados. Inmensas marquesinas celestes y blancas derrochan un aura patritica que me enceguece y casi me obliga a tararear el Himno Nacional. Frases con firmeza y conviccin Estamos Haciendo, Argentina Avanza, Obras Para Todos empapelan mi campo visual de optimismo estatista. Mientras tanto, un hombre de mediana edad hace malabares con una caja de galletitas y logra ingresar antes de que la puerta del nuevo tren ahora automtica se cierre. Saluda a los pasajeros. Da inicio a la ofrenda diaria de mercadera descartada. La indiferencia, que sentimos todos, me hace temblar hasta la mdula.
porPABLO DAZ MARENGHI
El reluciente vehculo made in China deja un surco con su implacable velocidad de 60 kilmetros por hora. Mi vista se pierde en la inmensidad del paisaje y mis ojos se comprimen, como si fueran ratones aprisio-nados por una boa. Entre tanto, leo las notas de mi ltimo trabajo. El fantasma de aquella tragedia que origin esta revolucin ferroviaria sin precedentes se sienta a mi lado. Descifro mi letra apurada y revivo la historia de Norma. Su hija muri en el accidente. Recuerdo sus lgrimas brotando sin parar cada vez que la recordaba, aunque sea en una ancdota diminuta. Mastico bronca mientras los rieles rechinan y la nave de hierro atraviesa los confines del desconocido conur-bano. Los tapizados orientales, con olor a pancho y manchas de papel de diario, ensamblan un escenario de sainete. El doble discurso, la farsa y la impunidad se funden en un abrazo.
Retiro pronuncia el androide britnico y todos descienden. Un maremoto de piernas, brazos, panzas y maletines me empuja hacia la salida. Soy una bola de huesos, carne y uas con olor a comida rpida, promesas de libertad y sueos a medio camino. La nueva frecuencia de los trenes nuevos no logra aplacar a la inmensa multitud que se amontona en los andenes y entabla luchas greco-romanas por un asiento. Estruc-turas de madera provisorias soportan el peso de cuer-pos agotados. Arrugo mi boleto y lo exprimo como buscando lo oculto bajo ese escudo de tinta barata: el peso de la injusticia, la muerte que decora las sonrisas publicitarias de la clase poltica; la derrota perpetua de centenares de Ssifos condenados a hacer rodar la misma piedra sin respiro. Mientras los dragones chinos retoman sus recorridos, cientos de rostros, iguales a m, comparten mi agobio. La tristeza amenaza con naturalizarse. La rabia como un pinchazo en la nuca nos conecta con el curso de nuestra sangre.
SANGRE Y RIELES
lanan.com.ar revistanan /revistanan
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SATLITE DE AMOR
porFLORENCIA CASTELLANO
ilustraERICA VILLAR
FOLLETN
RESUMEN DE LO PUBLICADO.
Elas Montt ha terminado su libro de autoayuda sobre la felicidad. No lo hace feliz ser el autor de seme-jante cosa, pero el dinero siempre ayuda, por lo menos a ilusionarse con un cambio: le alcanz para un pasaje a Madrid. Sin embargo, no puede olvidar a Irina y a Patricio, esa pareja que crey espiar como quien mira un objeto de estudio, pero parece esconder secretos de su propio pasado.
Un mes tiene treinta das. Un mes no es nada cuando se trata de tiempos internos, de procesos de vida pero pueden pasar tantas cosas en tan solo un mes? S.
La distancia con Marcos acentu horriblemente la distancia con Pablo. Metros y metros de niebla aparecan entre los dos. Cuando su pareja entraba a la casa, ella sala cuando l dorma, ella despertaba; cuando uno jugaba con el hijo menor, el otro estaba con el mayor. Las conversa-ciones eran sobre dinero, arreglos domsticos que parecan una metfora barata: una estufa que se descompona, la computadora colapsaba, un jarrn que se rompa y as. Como si todo un sistema concreto se desordenara lentamente delante de sus ojos. Cuando discutan, hablaban de sepa-rarse en breves ataques de ira pero cuando no peleaban, no lo hacan. El amor era algo muy pretrito y con la excusa de que el hijo menor casi permanentemente tena alguna enfermedad (una fiebre, una eruptiva, exceso de tos) alguno de los dos se pasaba a la habitacin de los chicos y la cama pasaba a ser un terreno de uno. Era as: un vaco delataba otro vaco. Marcos pareca un eco medio siniestro de Pablo y viceversa. Triste y angustiante. As de mal.
Marcos segua en el sur y Julieta senta que Baha Blanca quedaba en Alaska y que Alaska era su casa donde su
marido se meta en un igl llamado trabajo y donde ella se meta en otro igl llamado crianza y teatro. Probablemente, el igl de ella tuviera ms vitalidad que el de Pablo porque las ancdotas de Lisio y el crecimiento de Mateo derretan, de a ratos, las gruesas paredes de hielo que la separaban de Marcos y de Pablo respectivamente.
Pianetti y la continuidad de su mujer pulpo tambin daban calor al blanco helado. La obra permaneca en cartel y se haba transformado en una piedra de toque de los alumnos universitarios de las carreras de Psicologa, Letras y Artes. Los estudiantes iban noche a noche a llenar la sala y admiraban al dramaturgo. Los diarios ms importantes se hacan eco de esa movida y sacaban notas. Las revistas especializadas, las pginas web y el circuito off vean en la obra una renovacin total del teatro porteo, se rean con el humor de Pianetti y cada tanto, ella y su mujer pulpo eran la exclusiva. Verdaderamente el regreso a su profesin tan amada, a su pasin desde la adolescencia, era un xito. No slo por la permanencia de la obra sino por el desafo que para Julieta haba sido volver a las tablas, volver a conectarse con ella misma, con su identidad.
Pablo desconoca su conquista; cuando ella hablaba con una amiga por telfono sobre esto, l escuchaba de fondo y despus, mientras terminaban la rutina del da, le deca: tuviste suerte con ese loco de Pianetti o dec que hay excntricos en Buenos Aires, si no esa obra no la vera nadie, ni el loro.
Frases as de rasas y dolorosas. A Julieta le genera-ban mal humor y no contestaba nada al respecto o de esa
CAPTULO SEIS
1918
frase sala una bola de fuego que conclua en una nueva pelea sobre lo que era tener o no una pasin en la vida, sobre lo que era animarse a cambiar y a ser quien realmente se siente que es. A veces, las peleas con Pablo rozaban lo filosfico pero tambin haba puteadas y desapego. Pensar que cuando se haban conocido Pablo haba delirado con su carrera de actriz, le haba llevado flores a las funciones, haba ido de gira con ella y sus compaeros y le haba dicho que la bancara hasta el final. El final. S, capaz que se trataba de eso, del final y su inminente proximidad.
Pablo se tapaba de trabajo, literalmente. Slo hablaba de dinero, de ganar ms, de la suba o baja del dlar, de hacer cosas que valieran la pena para ganar dinero. En esa frase ella lea que el teatro no estaba en escala. Cada vez se alejaban ms.
Su mesa de luz estaba colonizada por papeles, sus viajes al interior eran cada vez ms seguidos y durante esas ausencias, cuando ya se senta una mujer separada aun sin estarlo, sus hijos, su vocacin, alguna salida con amigas y una copa de vino tinto en la noche pasaban a ser un soporte, una tabla de surf para andar en un mar que tena el nombre de Marcos.
El profesor no escriba demasiado desde su nuevo lugar de trabajo. No llamaba nunca. Algunos mensajes de texto daban cuenta de que estaba bien, que los alumnos disfrutaban de sus clases y la compaa de los colegas era un incentivo a seguir con su verdadera vocacin a pesar de las adversidades (las adversidades tenan cuatro ruedas y estaban concentradas en un pequeo local con una vidrie- ra con un dibujo muy precario que deca en letras rojas Remisera Grand Prix). Julieta se preguntaba por qu la comunicacin haba disminuido pero a la vez, extraamente, no senta deseos de comunicarse. Sus sentimientos estaban intactos pero la inquietud la acechaba. La intuicin de que Marcos era la punta de un iceberg, de un cono de hielo mucho ms crudo y ms denso, de una formacin llamada familia donde Pablo y ella flotaban.
Por esos das, Julieta estaba a gusto sola. Las flores de Bach no la ayudaban y las haba dejado. Sus paseos en bicicleta no le atraan. Los temas de conversacin de sus amigas la aburran. Slo sus hijos y el teatro le daban vida pero una mujer no es slo madre y profesional. Ella era la mujer pulpo y su parte femenina, de mujer-esposa estaba en ruinas. Ya ni se preguntaba qu ira a hacer Marcos con su historia. Se vea a s misma sola nadando en un mar picado, tratando de ver cul era su costa, ms all de l, ms all del silencio mortuorio y permanente de Pablo, ms all del pasado y el brillo de los corales que alguna vez haba tenido su amor por su marido. Un resplandor que haba
cado y que hoy slo le devolva ese perfil cortante que los magnficos corales tambin pueden tener.
Cuando quedaba a solas con Pablo, la rutina y las conversaciones flojas ocupaban todos los espacios. Los fines de semana, ese cmulo de horas libres y vacas, en familia o en pareja, parecan un barco fantasma que sobresale en el mar unos minutos, muestra su peor cara y nuevamente se hunde en las profundidades para salir, sorpresivamente, y dar miedo a quien lo ve desde la costa.
A Marcos lo extraaba enormemente en silencio y todo o casi todo le traa su cara, sus palabras y su presencia. No entenda por qu haba silencio pero como no saba quin o quines lo acompaaban durante la estada en Baha Blanca tampoco poda llamar o enviar mensajes de forma natural y espontnea. Los lmites de ese amor eran tan fuertes como el amor mismo. Esa situacin tambin empez a acecharla como un tiburn. Senta que perda su libertad y no saba cmo resolver el problema.
Una noche, cuando los chicos dorman y llova a cntaros, termin de sonar Lisa de Cerati en el aparato de msica y el fraseo de la cancin la movi lentamente hacia su marido. Haca tres das que no saba nada de Marcos y ese interrogante le reforzaba el malestar con Pablo. Decidi hablarle. Empez por cualquier tema hasta que como pudo pero con sinceridad le dijo que la relacin no estaba funcionando, que haba distancia y que tena dudas sobre el futuro. l minimiz todo, lo adjudic a la rutina, a los episodios de violencia escolar de Lisio y dijo: es lo que hay, lo que tenemos y ya est todo en marcha. Sus palabras fueron suaves, casi dulces, la mir con tristeza y apag la luz del velador como dando por cerrado el tema.
Todo en marcha repiti internamente Julieta: qu era eso? Su marido gir en la cama, le dio la espalda una vez ms y se fue.
Julieta empez a llorar muy lentamente con un dolor muy profundo, tanto como cuando en el ocano los buzos tienen que usar luces para ver qu es lo que hay. Julieta sinti que quera ser uno de esos buzos y ponerse una luz en la frente y llegar hasta las ltimas consecuencias de ese pozo aunque la incertidumbre y el ardor de las aguas vivas la quemaran. Sinti que su vida familiar y de pareja era una lancha costera que se quedaba en el medio de la nada, rodeada de agua quieta, que la marcha del motor se ahogaba y decidi que, aunque sus hijos fueran sus hijos, no poda resignarse a una vida hundida.
Por qu no poda luchar por reflotar el amor de su marido y slo pensaba en Marcos y en su regreso? Era capaz de quedarse sola, como un nufrago, sin Pablo y sin Marcos en el futuro?
Viajes. Por todos lados, viajes. Pablo iba y vena del sur con sus proyectos laborales. Todo le sala perfecto y aparen-temente, en poco tiempo, lo ascenderan. De alguna manera, tanto ir hacia el final del pas, hacia la zona de montaas, lo haba catapultado al xito, a la cima profesional. Sin embargo, no vea que lo disfrutara. Pareca algo obvio sin serlo. Para ella tener ms dinero no le significaba nada, en el fondo. Habra ms billetes pero faltaba lo esencial. Una verdad cursi pero muy real. Para su pareja, ms horas de trabajo, multiplicadas por planes a desarrollar, daban como resultado una cara inspida pero concentrada delante de la computadora ms y ms horas.
Los temas de sus hijos le pasaban de largo. Todo era trabajo. Homo faber. Papeles, mails, llamadas que se perdan entre la nieve y distancia.
De un lado de la montaa, Pablo y su corbata brillante e inalterable al paso del tiempo, de los aos de pareja y la formacin de una familia. Del otro lado de la montaa, ella sola con una bufanda de colores que le apretaba ms y ms como una boa. Nada, ni restos, de la alegra o el desparpajo del pop, como dira Pianetti sobre una imagen como esa.
Julieta tambin viajaba los fines de semana por el interior. Baradero, Lobos, Tandil, Necochea, Lujn, entre otras localidades. A Pianetti tambin le iba muy bien. De gira con su obra sorprendente, sus actores, su humor propio y su mujer pulpo con rueditas. El dramaturgo haba bajado su nivel de exigencia y estaba conforme con el trabajo de ella y del resto de sus compaeros. Paz.
La obra se mantena como un barquito de papel en un ro pegado a la vereda. Esto provocaba que ella y Pablo se vieran slo un rato. Conversaciones mnimas sobre los hijos, dinero y sueos. S, pero de esos que hacan que uno durmiera mientras el otro ensayaba y uno roncara mientras la otra segua cavilando hasta las dos de la madrugada con poca luz, en el jardn.
Sueos pesados. De esos que se dan en una tarde de verano, despus de haber almorzado mucho y muy bien.
Sueos que se ponen densos como nubes negras. No pasaba nada vital.
Iban y venan y los chicos en el medio, en el pico de la montaa.
Julieta casi que ya se manejaba como una mujer
CAPTULO SIETE
separada. Los fines de semana quedaban a cargo el padre. De lunes a viernes con ella.
Un viaje vaco. Un recorrido hacia el final, hacia un cartel que dice: fin de zona poblada.
Una bomba sin explotar. Las responsabilidades cubran con neblina lo que quedaba de un pueblo, de una familia fantasma.
Marcos haba regresado de su viaje laboral. Haba regresado a su remis, a sus presiones familiares, a levantar la pala para hacer dinero. Una pila pobre de billetes que se vuelan con el primer viento.
De todas formas se haban reencontrado y la pasin entre los dos segua intacta como la curiosidad por saber sobre la vida del otro y las coincidencias y el creciente males- tar en sus respectivas parejas. Ya no la llevaba con el remis a los ensayos porque ahora Julieta, su pulpo y los dems actores iban en una combi o en una camioneta manejada por el propio Pianetti y su pila de cds ochentosos donde sonaba Soda con Prfugos y Charly con Pasajera en trance. El elenco cantaba como un grupo de egresados y Julieta se perda en el paisaje rural de los costados y vea en las vacas sus recuerdos. Su vida pasaba como una pelcula silenciosa: su noviazgo con Pablo, el nacimiento de su primer hijo, el embarazo del segundo, la sorpresa de enamorarse de Marcos y la felicidad natural (dentro de lo no convencional) de saber que el remisero tambin le corresponda. Ser mujer, actriz, esposa, madre y amante. Ser.
Marcos y Julieta seguan juntos en esa incertidumbre de no saber cundo verse, cmo verse, dnde verse pero con la certeza, la promesa de un deseo insoslayable: querer verse. Y se vean. Dos veces a la semana o tres o una pero ya no haba un viaje de por medio. Ya no era el remisero. No haba excusas. Haba amor y se notaba.
El profesor le deca que la quera pero no saba cmo resolver este problema que representaba su relacin con ella. Julieta le deca que lo quera pero que no saba cmo resolver ese problema que representaba su relacin con l: somos cmplices los dos. Como dos rboles que nacen juntos a la vera del camino y crecen hasta tocar un mismo cielo turquesa, pero sus ramas no se tocan.
Hasta ac todo pareca igual y sin sentido en el sentido de estar complicados. Todo patas para arriba. Todo a punto de cambiar y sin cambiar del todo.
Despus de dos meses en los que esa situacin se reiter tan previsiblemente como que al da le sigue la noche ocurri algo sorpresivo. Lisandro volvi quemado del colegio. Un compaero le haba tirado cido en la mano. Lo haban llevado para la clase de naturales, algo para una hora de cuarenta minutos en el laboratorio se haba ido de
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las manos. La profesora le escriba a los padres pidiendo disculpas por lo ocurrido y se deca que estara al tanto de la salud de Lisandro.
Lisio tena la mano izquierda hinchada, con llagas chiquitas y un ojo en compota. El adolescente se haba agarrado a pias con el agresor a pesar del ardor en la mano. Los haban suspendido a los dos pero Lisio haba terminado en el Instituto del Quemado con una lastimadura de grado tres, o sea, no era una ridiculez. Faltaba poco para que terminaran las clases y Julieta sinti que muchas cosas deban terminar, que todo estaba quemado en algn sentido y no era una metfora.
Para variar, Pablo no estaba en Buenos Aires cuando ocurri el accidente. Ella lo llam y nada. Celular apagado. Una montaa de dudas entre los dos. Una pila de escombros, salida de una pareja rota, de los muecos matrimoniales arriba de la torta, montaa de fondant blanco y olvidos.
Sola acompa a su hijo mayor al mdico. Sola lo consol cuando l llor de bronca, en la cocina de su casa, mientras le explicaba lo harto que estaba de esa escuela. Sola decidi que el ao prximo su hijo no ira ms a esa institucin. Sola durmi a su hijo menor que quera sacarle la venda de la mano al mayor y peleaban por eso. Sola apag las luces de la casa. Sola se durmi llorando, una vez ms. Sin Pablo, ya una costumbre. Sola tir los frascos de flores de Bach a la basura. Sola lo llam a Marcos a una hora imposible para los horarios que ellos manejaban y encontr el celular apagado y se dej caer en un mar de algas que se le pegaban a la piel.
Sin fuerzas. Sin esperanza. Sin expectacin. Todo mal, as iba terminando el ao.
Marcos la quera pero no poda por obvias razones acompaarla en todas esas dificultades. Pablo ya no la quera, era innegable. Ella ya no quera a su pareja, por obvias razones. Su relacin con Marcos tena la forma de una llave para abrir una puerta que le daba miedo pero que cada vez filtraba ms luz.
Pablo lleg del sur con demora y cuando supo lo sucedido se remiti a mirar las ex llagas de la mano de su hijo y decir que era un peligro que una docente manipulara cido en una clase con adolescentes.
A partir de ese momento, Julieta dej la cama matri-monial y se fue a descansar (si se poda llamar descansar) a la bolsa de dormir en el living.
En la madrugada, Lisio se despert para tomar agua, la vio ovillada, se sorprendi y le pregunt qu haca ah. Ella se despert de su capullo, dolorida por dormir en el piso, dolorida en el centro de su corazn por todo lo que le
costaba seguir de ese modo y con certeza le dijo: tu pap y yo nos vamos a separar. El chico qued mudo, se fue a su habitacin y cerr la puerta. Su hijo menor dorma y no saba lo que pasaba, ni lo que pasara. En realidad, ella tampoco, pero su presente no daba ms. Pablo dorma.
Pens en Marcos, en qu estara haciendo. A pesar de estar tan mal no haba dejado de quererlo. No se vean haca siete das y no le haba devuelvo los mensajes. Le pareca una eternidad.
Como una loca, le escribi un mensaje de texto que deca as: No puedo ms as, tengo que dejar de verte para resolver cosas. Te quiero pero entre nosotros no hay certezas. Te llamo. Beso.
Era el texto de una mujer que dej de ser pulpo para ser una mujer trompo. Giraba en un viaje nuevo y diferente. Deba resolver ya. Lo senta y lo primero estaba en su casa. Tena que romper con Pablo. La angustia la colmaba.
Sus hijos no se merecan unos padres que no se amaban. Una rutina sin amor. Una vida sin deseos, sin vida. Sonaba muy de ficcin, muy del primer Pianetti pero era as. La vida real era realmente as. La ficcin era mantener ese desapego. La relacin con Marcos la revitalizaba: un shock de adrenalina y de amor pero no se poda proyectar nada. Nunca lo haban prometido. Ya no importaba qu ira a hacer l. Lo urgente era ella, qu iba a hacer ella con su vida. Ella sola.
En el medio de la vorgine, y casi sin saber por qu, lo llam a Pianetti. Le respondi enseguida. Estaba en su casa, tomando un martini. Siempre con respuestas extravagantes pero sinceras. Pianetti era as: una obra de arte en s misma. Julieta le dijo que quera pasar por su casa, que necesitaba hablar con l. El hombre le pregunt si iba a abandonar la obra. Ella ri suavemente y le respondi que jams lo hara. En el medio de la noche, se fue, sola, en un colectivo repleto de gente, un viernes de calor. En su departamento minimalista Pianetti la esperaba con pasas de uva, quesos cortados prolijamente y un vino tinto abierto. Ella le cont todo. Como si fuera su gran amigo. Pianetti la escuch con atencin, envuelto, como esa oruga azul, atrs de una cortina de humo pero sin artificios, simplemente la escuch con cario. Despus de dos vinos abiertos y cuando Pianetti empezaba a decirle algo sobre lo que ella le haba ido a contar, le son el celular a Julieta. Acababa de entrar un mensaje de Marcos.
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SATLITE DE AMOR
POR FLORENCIA CASTELLANO
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TRELEW, UN NOMBRE ESCRITO CON SANGRE
porDIEGO ROJAS
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Estoy desilusionado. Venamos a liquidarlos a todos y estn vivos. Si se hubieran animado a disparar un tiro, no dejbamos ni a uno. Pero se rindieron, los muy cobardes. Esas fueron las palabras del teniente coronel Muoz en el aeropuerto de Trelew a un periodista de la revista Primera Plana luego de la rendicin de los guerrilleros. Palabras que habran de ser profticas. Sin embargo, cuando las pronunci, los militantes que haban tomado la torre de control al no haber llegado a tiempo para introducirse al avin secuestrado por la plana mayor de las cpulas de las organizaciones armadas estaban aliviados. El avin haba partido llevndose a los seis lderes del Ejrcito Revolucionario del Pueblo, Fuerzas Armadas Revolucionarias y Montoneros al Chile de Salvador Allende; luego iran a la Cuba de Fidel Castro. Ellos, diecinueve militantes de las organizaciones armadas que haban planificado la gran fuga malograda, daban una conferencia de prensa en el aeropuerto de Trelew.
Era 1972, cuarenta y pico de aos antes de algunos acon-tecimientos tremebundos que tambin se desarrollaran en esa ciudad patagnica.
Entregarnos incondicionalmente. En estos momentos nuestra lucha bien demuestra que no tene-mos ninguna intencin de hacerle dao a los civiles. Lo hemos declarado, lo hemos reiterado y si simplemente los mantenemos aqu es incluso, por seguridad de ellos, ya que afuera est la represin mientras pactamos con la represin para entregarnos, entregar las armas y garantizar nuestra seguridad. As intervena Mariano Pujadas, de 24 aos y militante montonero, en la confer-encia de prensa que dieron los guerrilleros antes de ser detenidos. Se puede buscar en YouTube. Ah se los ve, tan jovencitos. Mujeres y muchachos conscientes del fracaso de su tentativa de fuga, pero tambin coherentes con su misin de protagonizar un hecho poltico. De denunciar al rgimen dictatorial que gobernaba la Argentina.
Unos meses despus de la masacre porque los guerrilleros detenidos en el aeropuerto fueron masacra-dos se produjo una rebelin como no haba conocido antes la Patagonia. El penal de Rawson a kilmetros
CAPTULO DOS
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apenas de Trelew haba albergado a los presos polti-cos de la dictadura, a los militantes que el Estado haba detenido luego de la poderosa irrupcin de la clase obrera que se haba producido en el Cordobazo. Los militares trasladaban al sur a los presos polticos para aislarlos de sus organizaciones y de las masas. All estaban presos no slo los lderes guerrilleros como Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarn Merlo, Roberto Quieto o Fernando Vaca Narvaja, entre otros, sino que tambin permanecan en sus celdas dirigentes sindicales clasistas como Agustn Tosco o Gregorio Flores, uno de los lderes del sindicato Sitrac-Sitram. En la tenue Trelew, que era visitada sobre todo por los vientos, esos presos cambia- ron un poco el panorama. A los contados hoteles de la ciudad llegaban familiares de los detenidos, a la vez que algunos abogados se instalaron en la zona y un grupo de ciudadanos form una comisin de solidaridad con los presos que les llevaba revistas, cartas y conversacin, que los visitaba para que la prisin no les resultara tan oscura, tan triste. Luego vino la masacre. Y Trelew, en su mayora, se mantuvo en el shock y en el silencio. Poco a poco sus ciudadanos fueron asimilando la tragedia histrica que haba recorrido su valle. Cuando estaba a punto de terminar esa asimilacin, el gobierno decidi militarizar la zona y detuvo a docentes, abogados, algunos obreros. Entonces Trelew se despert.
Ante las detenciones de los vecinos que haban sido trasladados a Buenos Aires para la averiguacin de sus vnculos con la subversin cundi la indignacin. All estaban los abogados, los miembros de la comisin que no haba abandonado a los presos, alguna docente, unos obreros. Primero los dirigentes polticos llamaron a las fuerzas vivas de la regin a una reunin en el local del MID. Luego se decidi convocar a la ciudadana al Teatro Espaol, donde se erigira por unos das el gobierno popular de la comuna de Trelew. Todos fueron. Todos cerraron sus negocios, abandonaron las escuelas, dejaron las fbricas textiles y se hicieron presentes en el teatro para expresar su voz. En realidad, casi todos, ya que el dirigente de la CGT Gilberto Hughes no apareci y la burocracia sindical se gan el repudio de todo el pueblo. Una campesina vestida de negro tom el micrfono: Fjense ustedes que apenas me despabil saqu coraje para apersonarme ante la autoridad y preguntarle qu habamos hecho nosotros para vernos maltratados de
esta suerte, si ya no tenamos bastante peso con la vida chueca que llevbamos. Me contestaron que andaban cayendo denuncias contra los de nuestro barrio a causa de explosivos que tenamos guardados. La sangre se me subi a la cabeza. En ese estado le dije enojadamente a la autoridad que los explosivos no eran posibles, porque apenas tenamos plata para parar la olla de cada da. El teatro retumb en aplausos. La campesina, llamada Doa Rosita, no entenda bien el porqu de la algaraba. La asamblea decidi paralizar la produccin y el comercio hasta que volvieran los detenidos. Ni una hoja vol en Trelew. El teatro fue copado cada hora por los habitantes, que no cesaban un estado de asamblea permanente, de decisin y discusin poltica. Hubo cantos: Abajo las botas! Trelew tiene pelotas! Abajo los marinos! Que rajen los marinos, cobardes y asesinos!. Fueron unos pocos das en los que el orden se subvirti. El goberna-dor militar tuvo que viajar a Buenos Aires para pedir al presidente Lanusse la liberacin de los detenidos. Entonces Trelew comenz a volver a la calma, aunque ya nunca fue nada como antes.
La comuna de Trelew se haba realizado con tanta fuerza porque pesaba sobre los hombros de sus habitantes no haber actuado a tiempo. Los presos polticos haban tomado, primero, el penal de Rawson, luego de una planificacin meticulosa de una fuga que haba tenido unos intentos de excavar un tnel desde adentro del presi-dio, pero el tnel se inundaba y el intento fracas. Luego haban elegido secuestrar un avin en el aeropuerto de Trelew y dirigir hacia all a ms de cien presos polticos. Tosco y Flores, que estaban al tanto de los planes y los apoyaban, haban decidido no participar de la fuga ya que en su rol de dirigentes clasistas pensaban que la lucha popular deba liberarlos y no en una accin foquista. El resto s particip. Tomaron uno a uno los ocho pabellones del penal, redujeron a los setenta guardias del servicio penitenciario en un enfrentamiento mataron a uno de ellos y siguieron el plan que indicaba que un auto los aguardaba en la puerta para llevarse a las cpulas guerrilleras y que luego unos camiones se acercaran al lugar para llevarse al resto de los presos. Los lderes se subieron al auto y enfilaron hacia el aeropuerto. El segundo grupo, conformado por diecinueve guerrilleros, aguard a los camiones, que jams llegaron. Un militante haba malinterpretado las seales hechas con frazadas y asumi que la operacin haba fracasado y decidi
TRELEW, UN NOMBREESCRITO CON SANGRE
POR DIEGO ROJAS
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ordenar el regreso de los camiones para no levantar sospechas. Y se fue. Cuando el grupo de los diecinueve se dio cuenta del error, llam por telfono a unas remiserias de Rawson, que mandaron tres autos que fueron toma-dos por los fugitivos. Llegaron al aeropuerto y pudieron ver al avin secuestrado el avin en el que deban ir ellos despegar. Otro avin estaba aterrizando, pero desde la torre de control les advirtieron de la situacin de crisis y los tripulantes decidieron remontar vuelo. Los diecinueve guerrilleros tomaron la torre de control. En el penal de Rawson el resto de los militantes tena el control operativo del presidio. Los guerrilleros decidieron llamar a una conferencia de prensa para explicar sus objetivos.
Trelew es una ciudad cuyo nombre est escrito con sangre. Desde hace dcadas. Hoy mismo. Por la violencia policial contempornea. Por los asesinatos horribles de la dictadura en el pasado. Hace cuatro dcadas. Pero la sangre contina. As mataron a los hermanos Aballay en 2012 impunemente. As mataron luego a los testigos de una violacin en una comisara. Y as mataron a un nio de trece aos que podra haber dicho ms sobre ese caso. Pero antes, hubo sangre en Trelew, hubo una masacre pesadillesca de guerrilleros.
Los haban llevado a la Base Almirante Zar en lugar de regresarlos al penal de Rawson. Los haban distribuido en celdas contiguas con un pasillo que separaba a los diecinueve presos. Los haban interrogado amablemente durante los tres das que dur su encierro. Unos mili-tares haban viajado a Buenos Aires para decidir en el despacho del dictador presidente Lanusse el destino de los fracasados fugitivos. El militar Sosa, que luego sera enviado a Estados Unidos y desaparecido del mapa como forma de premio y proteccin, comand el operativo de aniquilamiento a las tres y media de la maana de un da de 1972. Los haban hecho salir de sus celdas para un control inesperado y nocturno. Los haban mirado. Luego todo comenz.
Hubo rfagas de ametralladoras disparando sin cesar contra los diecinueve cuerpos. Algunos pudieron tirarse cuerpo a tierra o reingresar a las celdas. Todos recibieron balas. Hubo quejidos de dolor, sangre por todos lados. Hubo tiros para rematar a los que no se decidan a morir. Ay, mamita querida, cont una de las
sobrevivientes hubo tres sobrevivientes que luego fueron desaparecidos por la siguiente dictadura. Apenas entro yo, entra la petisa agarrndome el brazo y diciendo: Estos hijos de puta me dieron. Entonces le digo: Tirate al piso, y yo hice lo mismo. Trato de ver qu es lo que me pasa a m, y veo que tengo un agujero ac, en el estmago, me acuerdo que tena un pantaln oscuro y un pullover rojo, era ms serio de lo que yo crea porque no senta ningn dolor, ni me sangraba, ni nada. Y simultneamente comienzo a or como un estertor de la petisa: empieza a roncar muy fuerte y a dar quejidos al mismo tiempo, esa es la parte ms fiera, unos ayes de dolor horribles, como vos decas. Y empiezo a escuchar tiros aislados que empiezan de adelante hacia atrs. Me doy cuenta de que estn dando los tiros de gracia. Ah me pongo a pensar: Bueno, aqu me lleg la ltima hora, y pienso en mi familia. En ese momento se piensan muchsimas cosas: me acuerdo que pens en mi familia, en mi compaero, pens en mi compaero. En hechos lindos, en mi vida, pero no s, yo quera pensar mucho en un corto tiempo, pero los termin de pensar enseguida y los tiros no llegaban, es decir, no me llegaban a m. Ah me entr un poco de impaciencia. Estaba esperando que me mataran de una vez por todas. Porque uno piensa: Bueno, ya que me matan, que me maten de una vez por todas. Ah es cuando escucho que uno, pienso que era el petiso Ulla, por el lugar de la voz, deca: hijo de puta, y otro que deca creo que era uno de los tucumanos que deca; ay, mamita querida. Despus veo que llega a la puerta uno vestido de azul, yo tambin me haca la muerta. Ahora, a esta altura, era lo nico que se me ocurra. No me acuerdo si alcanz a tirar antes un tiro a la petisa, lo que s me acuerdo es que levanta la mano y me apunta con bastante cuidado; yo lo miro entre ojos, yo estoy tirada as sobre el hombro, y con cuidado me tira. Siento como un estallido espantoso en la cabeza, como si tuviera una bomba, pero para gran sorpresa no fui muerta, relat Mara Antonia Berger, militante montonera, al escritor Francisco Paco Urondo, que tambin fue desaparecido, como ella, unos aos despus por la dictadura de Videla.
La sangre forma parte de la idiosincrasia de Trelew. Tambin hay una sangre muy contempornea.
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o qu
e si
gue
es c
onfu
sona
die
logr
a re
cons
trui
r la
esc
ena
pero
dic
en lo
s ve
cino
s de
l baj
oqu
e l
era
un
moc
oso
irre
vere
nte
que
cort
aba
la c
alle
del
fond
ocu
ando
nad
ie lo
llam
aba.
Hab
a e
mpe
zado
a ll
over
y e
lla s
e an
gust
i u
n po
core
cord
aba
los
ojos
sim
ptic
os d
el m
ucha
chito
y se
le s
uba
n la
s co
squi
llas
del m
uslo
has
ta e
l vie
ntre
qu
mal
a su
erte
!
El c
hico
de
la f
bric
a no
apa
reci
nu
nca.
Ella
, ya
esta
ba e
mpa
pada
.D
e la
lluv
ia.
l,
tam
bin
.Su
cue
rpo
lo e
ncon
trar
on e
n un
cal
lej
n en
tre
el p
ared
n d
el b
arri
o ce
rrad
oy
el b
arri
o de
en
seri
o.E
lla lo
esp
er
toda
la ta
rde.
El c
hico
ten
a la
mira
da p
erdi
da e
ntre
los p
astiz
ales
vie
jos
de e
ntre
sus
cej
as c
horr
eaba
un
hilit
o de
san
gre
que
dibu
jaba
la c
ircu
nfer
enci
a de
la b
ala
perd
ida
que
la p
olic
a d
ijo q
ue s
e le
hab
a e
scap
ado
dura
nte
la m
anife
stac
in.
La
chic
a m
ojad
a y
solit
alo
esp
er
toda
la ta
rde.
l,
no p
udo
cont
arla
pero
ella
volv
i a
su
casa
def
raud
ada
por
el p
lant
azo
del p
ibe
y nu
nca
supo
del
epi
sodi
o de
l enf
rent
amie
nto
en e
l bar
rio
de a
l lad
o;se
eno
j y
tir
la p
rens
a a
la b
asur
asi
n m
edita
rlo
muc
ho ti
empo
.L
a hi
stor
ia d
e am
or e
ntre
la c
hica
y e
l chi
cose
las
debo
.Q
uer
a es
crib
irla
punt
ualm
ente
y e
stt
icam
ente
dia
gram
arla
pero
se
me
perd
i d
uran
teel
enc
uent
ro fo
rtui
to d
e un
a ba
lay
el e
ntre
cejo
de
un p
ibe
cabe
cita
de
novi
o qu
e no
fue.
La
hist
oria
de
amor
dn
de e
st?
en
la p
rens
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fbr
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desp
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