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El presente trabajo tiene propósito exponer mi comprensión de la lectura de Michel de Montaigne
“De la educación de los hijos” así como reflexionar en torno al mismo.
Antes que nada debo hacer énfasis en el gran regocijo que me ha dejado ésta lectura, que considero
fresca, alegre y actual a pesar de los años que han transcurrido desde su aparición. Uno de los
rasgos de Montaigne que llamó mi atención es la humildad con la que escribe y que manifiesta en la
cita siguiente:
“Esto que aquí escribo son mis opiniones e ideas; yo las expongo
según las veo y las creo atinadas, no como cosa incontrovertible y que
deba creerse a pie juntillas…y declaro que ni tengo ni deseo autoridad
bastante para ser creído, reconociéndome, como me reconozco,
demasiado mal instruido para enseñar a los demás.” 1
Reflexionando sobre la cita anterior, debo decir que Montaigne no intenta convertir en
dogma sus opiniones, declarando que además su falta de autoridad para enseñar. Es la
humildad una virtud de la que deberíamos apropiarnos, reconocer que no lo sabemos todo,
que continuamente aprendemos y que llegado el término de nuestros días, nos daremos
cuenta lo mucho que ignoramos. Por otra parte, cuando la persona es humilde, es decir,
reconoce sus posibilidades y sus limitaciones, se encuentra en la senda de la sabiduría.
También debería ser una característica de los docentes, de los enseñadores, de los
instructores, ya que nada hay más pedante que un profesor lleno de títulos y arrogante.
Sostengo que el conocimiento, lejos de elevar el espíritu a la soberbia, invita a bajar la
cabeza y reconocer en el que menos saberes posee a un igual, a un hermano, quien necesita
ayuda y comprensión.
De los maestros, Montaigne quiere que no sean sólo transmisores de información que
continuamente se está repitiendo, asunto que en nuestra patria comienza (apenas) a
revisarse, sino que:
“…el maestro se sirviera de otro procedimiento, y que desde luego,
según el alcance espiritual del discípulo, comenzase a mostrar ante sus
ojos el exterior de las cosas, haciéndoselas gustar, escoger y discernir
por sí mismo, ir preparándole el camino, ya dejándole en libertad de
buscarlo.”
De ésta cita se desprenden algunos asuntos que considero importantes:
a) La necesidad de que el maestro busque nuevas formas de enseñanza, que su
didáctica sea lo suficientemente creativa para evitar el aburrimiento del que en
1 Montaigne Michel De, De la educación de los hijos, 1a. ed. (México: Fondo de Cultura Económica, 1997),
Pág. 14.
2
alguna ocasión habló Freinet. En palabras de Philippe Meirieu: “Es responsabilidad
del educador provocar el deseo de aprender.”
b) Montaigne habla del alcance espiritual de cada discípulo, lo que entiendo como
capacidad, habilidad, de lo que se deriva que cada alumno aprende de manera
diferenciada, de acuerdo a sus posibilidades y que el docente deberá tener en cuenta
a la hora de la enseñanza.
Montaigne enfatiza que el maestro tiene como deber enseñar al alumno a pensar por propia
cuenta de modo que “…su cabeza no dé albergue a nada por la simple autoridad y crédito.”2
Esto es, a mi juicio, de suma importancia en la carrera de cualquier estudiante. Entiendo que
los maestros saben, que tienen vastos conocimientos sobre tal o cual materia, que dan clases
en universidades importantes y, sin embargo, pueden estar equivocados. He aprendido a
dudar hasta de mí, por lo que estoy completamente de acuerdo con la posición de
Montaigne. Dudar es bueno…de todo.
Es necesario entender también que nuestros adiestradores o maestros tengan la
capacidad para adiestrarnos el entendimiento aunque parece por momentos que no lo hacen.
Intentan formar nuestro entendimiento, pero no lo forzan a pensar. Oigamos a Montaigne:
“…así pretenden nuestros preceptores adiestrarnos el entendimiento, sin
quebrantarlo…Quieren enseñarnos a bien juzgar y a bien hablar sin
acostumbrarnos ni a lo uno ni a lo otro.”3
Reconozco que el autor tiene razón. En ocasiones como estudiantes nos quejamos de
que las lecturas son bastante densas y complejas, pero no puedo entender de qué otra manera
nuestro cerebro pueda acostumbrarse a semejantes textos. Hay que leerlos, releerlos, usar
diccionarios, glosarios y todas las herramientas necesarias para desentrañar el significado de
ellos. Por ello es que el maestro, a la vez que es comprensivo, no puede acostumbrarnos a lo
fácil, a lo regalado, a lo sencillo. Debe enseñarnos a pensar, a criticar, a proponer, a
expresarnos de manera coherente.
Es también importante para Montaigne el ejercicio físico de los educandos,
evitándoles el exceso de amor de parte de los padres, lo que a su juicio los “…enternece
demasiado y hace flojos hasta a los más prudentes.”4 Y sí, el entrenamiento en algún deporte
o actividad que implique esfuerzo, sudor, fortaleza debería formar parte del currículo de
todos los alumnos. Se me dirá que en efecto, que existe la educación física, que hay
programas para que los chicos hagan ejercicio; no obstante, creo que Montaigne va más allá
de ponerlos a correr por el patio de la escuela o hacer algunas piruetas. Se trata de fortalecer
2 Ibid., Pág. 19.
3 Ibid., Pág. 22.
4 Ibid., Pág. 23.
3
el alma, el espíritu, de hacerle saber al niño que el sufrimiento forma parte de la vida y que
no lo puede evitar. Agrega que a cualquiera puede sucederle tal condición, bueno o malo.
Montaigne aboga también por la enseñanza al educando de lo que yo llamo sensatez o
buen juicio. Agrega que es necesario que el educando “…no ponga tanto interés en que
aprenda los sucesos como en que sepa juzgarlos.”5 De aquí se desprende la capacidad de
análisis de los sucesos que ocurren tanto en la escuela como en el mundo. Necesitamos
como estudiantes volvernos hacia nuestro mundo y criticarlo, ya que todo lo que sucede en
él tiene un porqué, nada sucede por casualidad. En tanto no critiquemos nuestro mundo, en
tanto no volvamos nuestros ojos a nuestra realidad para evaluarla, para transformarla no
avanzaremos en nuestra propia evolución. El mayor problema de nuestros estudiantes es que
se han convertido en retenedores de información que sólo repiten.
Montaigne concluye este apartado diciendo que: “…mi deseo es que el universo entero
sea el libro de nuestro escolar.”6 Y cómo no, si el mundo está constituído por diversas
culturas, opiniones y formas de pensar que nos invitan a la reflexión y a la comprensión del
otro, además, por supuesto, de la naturaleza de la que tanto podemos aprender.
II.- El siguiente paso en la educación de los niños y jóvenes según Montaigne es, en sus
palabras:
“Luego de haberle enseñado todo cuanto contribuye a hacerle mejor y
más juicioso, se le mostrará qué cosas son la lógica, la física, la
geometría, la retórica; y la ciencia que particularmente cultive,
teniendo el juicio formado, muy luego la poseerá.7”
Es decir que, para Montaigne la prioridad en la educación es que en el educando se
forme su juicio. Hablar de una persona que es juiciosa es aquélla que ha madurado y que
recibe la enseñanza con cordura. Desde mi punto de vista dicho educando se encuentra
preparado no sólo para adquirir conocimientos sino para empezar a transitar por el camino de
la sabiduría. De aquí que Montaigne ubique el aprendizaje de los conocimientos después de
haber forjado el espíritu. Y qué mejor materia para alcanzar la sabiduría que la filosofía, el
amor por el saber, el cuestionamiento continuo, la reflexión sobre uno mismo y los problemas
que nos aquejan.
Haciendo una breve crítica, creo que la educación en la actualidad debería formar
individuos conscientes, autónomos, humildes, capaces de tomar decisiones sabias. Con
frecuencia observo que la educación forma más bien consumidores ya que nos prepara para el
empleo, del cual recibimos un sueldo, que luego el sistema económico pretende apropiarse.
Pareciera que el sistema educativo nos forma para el consumismo. Considero que vivimos una
5 Ibid., Pág. 29.
6 Ibid., Pág. 32.
7 Ibid., Pág. 36.
4
época de un profundo amor al dinero. Y no es que el dinero sea malo per se, ya que en
términos generales es sólo un objeto; empero cuando se convierte en el fin último de nuestras
vidas nos crea problemas de todo tipo, con las consecuencias que observamos hoy en nuestro
país. Desde mi perspectiva, el individuo ha de formarse íntegramente, tal cual lo propone
Montaigne. Mejores hombres, mejor sociedad, mejor futuro.
En su ensayo Montaigne habla de la capacidad de los educandos, señalando que si a los
mismos únicamente les interesan los asuntos banales, sin importancia y sin relación alguna
con su educación, deben ser ubicados en el lugar que les corresponde en la sociedad e incluso
señala que el preceptor de manera temprana debe estrangularlo mientras nadie lo vea. Dudo
que el autor hable de manera literal en cuanto a esto último; lo que entiendo es que debe
cortarse una carrera de la que no se obtendrá nada y en la que se invertirá un tiempo precioso
que podría ocuparse en otros alumnos.
Esto puede parecer cruel; sin embargo se debe reconocer, aunque sea doloroso, que hay
alumnos que tal vez no podrán seguir adelante en alguna carrera universitaria dadas sus
capacidades. Es necesario entender que cada ser humano tiene intereses diferentes y creo por
ello que su interés no se encuentra en los estudios universitarios.
Montaigne no quiere que el niño sea aprisionado, que se vuelva un esclavo de la escuela,
que pase largas horas sentado al pupitre repasando lecciones. Considera que dichos sistema es
perverso y puede corromper al niño. El estudio excesivo es también pernicioso, como lo
puede ser la ingesta de alcohol o cualquier cosa que se haga en exceso. Todo exceso es malo.
También está en contra de la violencia y la fuerza. Le agrada la dulzura, la indulgencia, la
comprensión para el alumno. Considera que los colegios:
“…son una verdadera prisión de la juventud cautiva, a la cual se
convierte en relajada castigándola antes de que lo sea.”8
Si consideramos que la escuela en la época en la que vivió Montaigne era por demás
rígida, podemos entender la postura del autor. A pesar de ello, es necesario entender que la
escuela pública en México, en términos generales y desde mi contexto, se ha convertido en
una cárcel para los chicos. Por las expresiones de mi hija que cursa la educación secundaria en
el tercer grado en una escuela pública, puedo deducir que la escuela llega a ser una tortura
para ella por momentos. Los maestros suelen ser estrictos, regañan e imponen sanciones que
me parecen excesivas. Debido a ello los jóvenes se han vuelto inestables, violentos y parecen
disfrutar retando a la autoridad. No parecen ser felices. Es por ello que coincido con
Montaigne.
Por supuesto que hay mejores escuelas, no lo dudo, pero aunque las conociera no tendría los
medios económicos para pagar tal tipo de escuelas. Es curioso como los niños anhelan ir a la
8 Ibid., Pág. 46.
5
escuela para aprender, ya que esa es su naturaleza, y cómo la misma escuela se encarga de
desalentar el ánimo por el estudio en los niños. Es desolador.
El texto completo del ensayo no tiene desperdicio, por lo que me limito a hacer solo breves
consideraciones de algunas frases del autor. Para terminar, me llama la atención la experiencia
de Montaigne con su preceptor. Menciona que terminó su curso “…sin fruto de ningún género
para lo sucesivo.”9 Su placer por la lectura le abrió el camino del conocimiento. Pero la clave
de su éxito la encontró en su preceptor:
“Toleró mi inclinación a la lectura un preceptor avisado que supo
diestramente conllevar esta propensión y ocultar algunas otras faltas
menudas; y gracias a él devoré de una sentada, primero Virgilio, luego
Terencio; después Plauto y el teatro italiano, atraído por el encanto o
los asuntos de dichas obras. Si mi maestro hubiera cometido la
imprudencia de detener bruscamente el furor de mis lecturas, no
hubiera sacado otro fruto del colegio que el odio de los libros, como
acontece a casi toda nuestra nobleza. Mi preceptor se las arreglaba de
modo que simulaba no ver, y así excitaba mi apetito por la
lectura…”10
Es larga la cita, perdón maestra, pero resalta la actitud del docente. No cabe la menor duda
que un docente sabio y entendido es un guía imprescindible en la vida de un educando. El
preceptor de Montaigne tenía una visión que iba más allá de la currícula. Entendía que su
alumno sentía una gran simpatía por la lectura, la que apoyó incluso simulando que no veía y
no cabe la menor duda de que Montaigne le tiene un gran aprecio así como a su padre, a quien
reconoce el hecho de buscar en los preceptores dos cualidades: benignidad y bondad. Podría
resumir las lecciones de este ensayo de la siguiente manera:
a) El alumno debe ser formado primeramente en su juicio.
b) Posteriormente se le enseñarán los conocimientos.
c) El ejercicio corporal y las artes deben incluirse en la enseñanza.
d) La filosofía ocupa un lugar primordial en la formación del estudiante.
e) La escuela debe ser liberada de la violencia y la fuerza.
f) El papel del maestro sabio y visionario es fundamental en la formación del alumno.
Coincido con ésta frase final de Montaigne:
“Y volviendo a mi asunto, diré que para el escolar no hay nada que
aventaje ni que sustituya a la excitación permanente del gusto y afecto
hacia el estudio; de otra suerte, el discípulo será sólo un asno cargado
9 Ibid., Pág. 64.
10 Ibid., Pág. 65.
6
de libros, si la ciencia se le administra con el látigo.”11
Saludos,maestra.
Michel De, Montaigne. De la educación de los hijos. 1a. ed. México: Fondo de Cultura
Económica, 1997.
11
Ibid., Pág. 68.
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