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Miguel Hernández
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Universidad Nacional Autónoma de México
Facultad de Filosofía y Letras
Colegio de Letras Hispánicas
Carbajal Flores Rosa Viridiana
Literatura Española
Profra: María de las Mercedes Rull Valdivia
El pastor poeta
La guerra es una de las peores desgracias del mundo: En el caso de España fue
un proceso que tardó varios años y que aún ahora no está del todo resuelto: este
suceso inspiró a las artes como la literatura y la pintura para retratar lo que sufrió
España durante esa etapa: Ejemplo de esto es una de las pinturas más famosas
de Pablo Picasso, el “Guernica”, óleo que retrata el bombardeo en esa localidad.
La poesía española tuvo un empujón aunque ensombrecido por el duro régimen
franquista posteriormente: las vanguardias y generaciones estaban en su auge, lo
que permitió su diversificación. La guerra interrumpe el rumbo de la creación
española hasta ese entonces y funcionó como denuncia y escape para los
sentimientos de los poetas ante el conflicto civil. Se dice que una guerra civil es
más cruenta porque es un combate de hermanos contra hermanos y eso pasó con
España: muchos tuvieron que huir, dejando a sus familias y tierras atrás si querían
salvar la vida. Durante esta etapa la poesía española se divide en dos corrientes:
arraigada y desarraigada. Los poetas desarraigados tuvieron un camino más
complicado pues su lírica no gustaba a los altos mandos españoles: muchos
mueren por sus palabras y otros continúan su labor en el exilio.
Uno de los poetas más importantes en este tiempo para España fue Miguel
Hernández, pastor de Orihuela nacido el 30 de octubre de 1910 siendo el
penúltimo de cinco hijos. Miguel fue un niño muy vivaz que creció en el campo,
autodidacta cuyo amor por las letras lo llevó a profundizar en la lírica aún cuando
tuvo que dejar la escuela para ayudar a su padre con las cabras. En su pueblo
tiene un amigo: Ramón Sijé, una de las figuras más importantes en la vida de
Miguel, pues su amistad trasciende a casi una hermandad: Miguel comparte sus
versos con Ramón, estudiante de derecho, que le hace correcciones a sus versos
y lo ayuda cuando tiene problemas económicos en Madrid. A pesar de tener
diferencia religiosas con su amigo Sijé, conservaron su amistad por muchos años,
hasta la muerte de Ramón, por lo cual le escribiría una de las más conmovedoras
elegías de la historia, un poema tan emotivo que incluso se ganó la admiración de
Juan Ramón Jiménez. El éxito le llega a Hernández de manera lenta, se aventura
a Madrid no con los resultados deseados, por lo que pasa un vaivén entre
Orihuela y Madrid: cuando no le queda dinero para regresar al pueblo, recurre a
sus amigos. Su primer trabajo “Perito en Lunas” se distingue por ser una mezcla
de elementos contemporáneos bajo un enfoque clásico. “Perito en Lunas” es un
trabajo con voz propia, pero que también esconde cierta imitación, Miguel retoma
modelos clásicos y los mejora, no se cuelga de ellos. Sus principales influencias
en este periodo son Góngora, Garcilaso, Guillén y Alberti. Tiempo después
conoce a Federico García Lorca, con quien traba una buena amistad: se cartean a
menudo y García Lorca lo consuela acerca de “Perito en Lunas” y le dice que “los
libros de versos andan lentamente”, lo insta a ser paciente y también en mejorar
su técnica. A partir de “El rayo que no cesa” su obra va madurando y empieza a
dejar perder ese afán por las formas clásicas.
Los temas principales de su poesía son el amor, la vida y la muerte. Durante sus
últimos meses de encierro el poeta deja de lado la tradición gongorina y vuelve a
sus obsesiones. Sobre el amor, Juan Cano Ballesta dice de Hernández: “Es un
irresistible impulso de la sangre que busca prolongarse en la posteridad. La
sangre tiene en Miguel Hernández un sentido biológico y otro simbólico más
hondo: es potencia vital y destino fatídico que arrastra al poeta al sexo y a su final
en inevitable “sino sangriento”1. Una de las principales características de su poesía
es la metáfora trabajada y un angustiado existencialismo donde la vida es el mal
de la vida, prueba de esto el poema “Hoy estoy sin saber yo no sé cómo” donde la
línea final dicta:
“No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día”
Hernández utiliza muchos simbolismos, casi siempre naturales: la luna es el más
importante, pero también los campos donde pastoreaba y se imaginaba a él
1 Juan Cano Ballesta en “La poesía de Miguel Hernández”, Gredos, 1962, pág 68.
mismo persiguiendo a las ninfas. En sus primeros trabajos el aire que predomina
es aire casi bucólico. Miguel Hernández concibe a la vida como un ciclo de “vivir,
engendrar y morir”. Sobre la muerte escribiría la ya mencionada Elegía a Ramón
Sijé:
“No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono
a la tierra ni a la nada.”
La amenaza de la muerte obscurece la obra de Hernández y nos presenta una
versión muy trágica de la vida: La vida produce muerte y los amantes se matan en
el ritual amatorio. Néstor Luján dice sobre la muerte en la poesía de Miguel
Hernández: “La congoja de vivir…la templada, pero profunda sensación del
trágico sentido de la vida, enlazan su obra con la de Jorge Manrique, con la
epístola moral a Fabio, con Quevedo, con el propio Antonio Machado, con toda la
poesía estoica y reflexiva de Castilla” 2
En su papel de vocero del pueblo, Miguel procura ensalzar la fuerza de la gente, el
orgullo del lugar donde es originario :
“¿Quién habló de echar un yugo sobre el cuello de esta raza? ¿Quién ha puesto al
huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayo detuvo prisionero en una jaula?”
Enamorado de Josefina Manressa, su mujer sería inspiración para muchos de sus
poemas, donde plasma el deseo insatisfecho y la consumación del ritual amatorio,
la esposa y su vientre son descanso, edén y lugar de pertenencia del poeta, para
2 Luján, Néstor, “El rayo que no cesa de Miguel Hernández”, en Destino, 16 de septiembre de 1950.
el poeta amar es una necesidad, la esposa se transforma en madre y se completa
ese ciclo de engendrar vida. Una de las visiones que más tiene presente
Hernández es cuando de niño presencia el alumbramiento de una cabra de su
rebaño, lo cual lo sorprende de sobre manera. Cuando cae preso, la esposa es lo
que lo mantiene cuerdo, es su anhelo; conforme la obra de Hernández madura y
su vida va dando vuelcos cada vez más trágicos, con ellos van cambiando los
temas de su poesía: el más famoso “Las nanas de la cebolla” que serviría como
nana para su hijo cuando Josefina le manda una carta explicándole que el dinero
sólo le alcanza para comer cebollas.
“Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te
derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.”
La última línea del poema es casi una defensa para la esposa: para que no se
entere de lo cruento que en realidad es la guerra. Luis Felipe Vivanco comenta
sobre estos versos: “El poema, desesperado y pesimista, es también un gran
canto de alegría, aunque no de esperanza. En él, la verdad del hijo como carne
aleteante, es una pobre verdad indefensa que se derrumbará el día de mañana en
cuanto empiece a saber lo que pasa y lo que ocurre”.3
Otro dato característico de su poesía es el juego de lo erótico sin llegar a lo vulgar,
gusta mucho de usar al toro como símbolo para este tema:
3 Vivanco, Luis Felipe “Las nanas de la cebolla” en Cuadernos de Ágora, Madrid, 1950, Pág 50.
“Como el toro he nacido para el luto y el dolor, como el toro estoy marcado por un
hierro infernal en el costado y por varón en la ingle con un fruto”
Hernández forma 3 analogías: lo blanco como lo puro, lo puro como el deseo y el
toro como la fuerza, muchas veces el amor se posa en la cintura, es una fuerza
ascendente:
“Por tu pie la blancura más bailable, donde cesa en diez partes tu hermosura, una
paloma sube a tu cintura, baja a la tierra un nardo interminable”.
Hernández es un poeta desarraigado, lo que le causaría muchos problemas: Se
enlista en el batallón republicano y se encarga de levantarle los ánimos a los
soldados en el frente leyendo algunos de sus poemas, a pesar de que la guerra le
arrebate a varios de sus amigos, en esta etapa compone “Andaluces de Jaén”. En
los poemas que escribe al frente del batallón, Hernández se vale de la pertenencia
al lugar para animar a los soldados a defender su territorio:
“Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma: ¿quién, quién
levantó los olivos?
No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el
sudor.”
Pablo Neruda también influye en la lírica del pastor: amigo que aboga por él
cuando es preso y se encarga de mandarle una pensión mensual a su mujer y su
hijo mientas él está tras las rejas. A Neruda dedica la “Oda entre sangre y vino”
donde la sangre se calienta por la proximidad de la primavera:
“Es el tiempo del macho y de la hembra y una necesidad, no una costumbre,
besar, amar en medio de esta lumbre que el destino decide de la siembra”
La vida dentro de la cárcel hace mella en los ánimos del poeta. En esta etapa la
desesperación se apropia de sus versos:
“Yo que creí que la luz era mía precipitado en la sombra me veo. Ascua solar,
sideral alegría, ígnea de espuma, de luz, de deseo”
Aunque el panorama es desolador, siempre hay esperanza.
“Soy una abierta ventana que escucha, por donde va tenebrosa la vida. Pero hay
un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida”
La obra de Hernández es muy fértil: además de la lírica también cultiva la
dramática con “Quién te ha visto y quién te ve”, obra de teatro notablemente
influenciada por Calderón de la Barca. Dámaso Alonso llamó a Hernández
“Epígono de la generación del 27” aunque también es considerado parte de la
Generación del 36.
Miguel Hernández y su leyenda influyen mucho en los autores venideros: Alberto
Méndez le dedica uno de los cuentos de “Los Girasoles Ciegos” a la leyenda del
pastor: en esta narración tenemos un panorama muy similar a lo que enfrentó el
oriundo de Orihuela: Un par de adolescentes recién comprometidos escapan con
el objetivo de cruzar a Portugal (al igual que el poeta), pero la dama muere en el
parto y el joven se queda con el niño escondido en una cabaña porque bajar al
pueblo significa ser descubierto y apresado por los oficiales (como fue
aprehendido Hernández), de modo que permanece en el bosque alimentándose
con la carne de una vaca (probable alegoría a los toros de Miguel) hasta que
muere el niño (como el primer hijo del poeta) y él también se deja morir. En el
cuento se mencionan fragmentos de poemas de Garcilaso de la Vega y Góngora,
pequeños guiños a las lecturas predilectas de Hernández. Al igual que el poeta, el
protagonista del cuento deja sus últimas palabras escritas en la pared.
Hernández es el “poeta del pueblo” que en últimos tiempos ha tomado el carácter
de casi un mártir: su historias desgraciada no es única entre los poetas españoles
de este tiempo, pero sí una de las más cruentas. Los últimos años de su vida los
pasa en cárceles, el paso final lo da cuando al querer regresar a su pueblo, es
apresado. Muere muy joven a la edad de 31 años, víctima de una tuberculosis mal
tratada. Actualmente sus poemas han sido musicalizados por cantantes como
Joan Manuel Serrat, Víctor Jara y Paco Ibáñez.
Bibliografía
Cano Ballesta, Juan, colaborador. “En torno a Miguel Hernández”, Castalia,
Madrid, 1958, 215 págs.
- “La imagen de Miguel Hernández”, Ediciones de la Torre, Madrid, 2010, 237
págs.
Couttolenc Cortés, Gustavo, “La poesía existencial de Miguel Hernández”, UNAM-
IIF, México, 1979, 192 págs.
Gracia Ifach, Maria de (editor) “Miguel Hernández, Antología”, Taurus, Madrid,
1975, 332 págs.
Manresa, Josefina “Recuerdos de la viuda de Miguel Hernández”, Ediciones de la Torre, Madrid, 2010, 192 págs.
Sorel, Andrés “Miguel Hernández, memoria humana” Vitruvio, Madrid, 2010, 211 págs.
Zardoya, Concha “Miguel Hernández, vida y obra”,Nortesur,Barcelona 2009, 233 págs.
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