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MÉXICO, XONOTLA VERCRUZ EXPERIENCIA DE MISIÓN
Experiencia de la Misión
Hola, mi nombre es Mayra Quiñonez y quiero compartir con ustedes mi experiencia en la misión.
Primero recibí la invitación por parte de las Hermanas Reparadoras Susy y Mary Lupe y desde ese
momento me entusiasmé y me sentí llamada a vivir una Semana Santa en una comunidad
indígena. Así comenzó esta hermosa experiencia.
El viernes 30 de Marzo, La Hermana Susy (blusa gris), Yessy (Bufanda rosa) y yo (bufanda negra)
salimos de Guadalajara con destino a México DF para luego tomar el camioncito que nos llevaría
hasta Ciudad Mendoza, Veracruz, que era el centro de partida hacia la comunidad de Necoxtla
donde nos reunimos con otros misioneros. De allí nos dividieron y asignaron a las diferentes
comunidades de la región.
Después de un rato de estar todos juntos llegaron las personas que nos llevaron a los diferentes
destinos. A nosotras tres nos tocó la comunidad de Xonotla y dos capillas cercanas Achiatla y
Ahuatempa. En Xonotla nos recibieron con mucho cariño y nos ofrecieron un cuarto de la
parroquia (flecha amarilla) donde nos quedamos hospedadas toda la semana. Luego de instalarnos
salimos a acercarnos a la comunidad y conocimos mucha gente, en particular niños y niñas que
nos acogieron con mucha ternura, pues con sus caritas muy sonrientes nos daban la bienvenida.
Por la tarde se presentaron algunos hombres y jóvenes de las tres comunidades, mismos que ya se
habían organizado para ser los apóstoles que estarían participando en las celebraciones. Nos
comentaron la manera en que ellos estaban acostumbrados a celebrar la semana santa, y
entonces todos en conjunto acordamos los horarios y lugares de las celebraciones y con mucho
entusiasmo nos pusimos a organizar lo que hacía falta.
Por la mañana, la hermana Susy nos invitaba a realizar una pequeña oración en la capilla del
Santísimo donde compartíamos el Evangelio del día y la experiencia humana del día anterior, ese
momento era vital en el caminar de cada día ya que nos daba mucha paz y entusiasmo.
Algunas veces por la mañana nos acompañaba algún catequista a visitar familias de las diferentes
comunidades, mismas que nos recibían con mucho amor. Desde mi experiencia les puedo
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compartir que me sentí como cuando llego a casa de algún familiar donde existe confianza, afecto
y amistad.
Las familias nos compartían sus nombres y la manera en la que vivían y nosotras les compartíamos
de dónde veníamos y lo bonito que nos parecía aquel lugar de ensueño. En general la experiencia
de visitarlos me llenó del rostro de Dios manifestado en tantas personas que nos recibieron y que
en lo personal me enseñaron que en su comunidad, su vida, su trabajo y sus tristezas, son
verdadero hogar de Jesús.
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Sus casas eran de madera y en todas se tenía un lugar privilegiado para un altar donde ponían
imágenes de diversos santos, que entre los más comunes se encontraban la Virgen de Juquilita, la
Virgen de las Nieves y la Virgen de Guadalupe. Por fuera de las casas se gozaba de hermosos
jardines que las mujeres conservaban con mucho amor y que adornaban aquellos hermosos
paisajes llenos de pinos y alcatraces que nacían por todas partes haciendo un verdadero concierto
óptico.
Por la tarde de los días previos al triduo pascual compartíamos un momento de catecismo en las
tres comunidades con los niños, con los jóvenes y con los adultos, los cuales participaban muy
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activamente. Sin embargo, al igual que en otras parroquias del mundo, los jóvenes fueron la
minoría; pero este fenómeno no nos quitó el ánimo y en las visitas los seguíamos invitando.
La celebración del Domingo comenzó en Xonotla donde partimos en peregrinación rumbo a la
comunidad de Achiatla con la imagen de Jesús montado en el burrito y escoltado por los doce
hombres que representan los apóstoles, quienes usaban una túnica morada y llevaban en su mano
una cruz alta de madera que ellos elaboraban y a la cual le ponían un ramo de palma con flores.
La capilla de Achiatla nos recibió incensando la imagen con mucho respeto para luego proceder a
la celebración de la bendición de los ramos que se realizó usando agua y sal, después de invitarnos
un refresquito se hizo un recorrido hacia la comunidad de Ahuatempa para luego regresar a
Xonotla, donde se celebraría la misa precedida por el párroco de Necoxtla, el Padre Lucio, quien
celebra todos los domingos a las dos de la tarde.
La gente vivía una piedad popular muy interesante, pues participaban con mucho respeto y
solemnidad en las celebraciones, y llevaban sus palmas adornadas con muchas flores, desde rosas
hasta algunas parecidas a frutos de plantas.
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El Jueves santo en Xonotla celebramos la palabra en medio de la capilla adornada con pino y panes
blancos que se pusieron en el altar para ser bendecidos. Al finalizar se organizó una pequeña
convivencia en un ambiente de hermandad donde nos ofrecieron un platillo hecho a base de mole
con un trozo de pescado seco y tortillas hechas a mano, además de café con pan blanco. El gesto
de realizar esta cena fue por que los hombres que eran apóstoles no querían sólo representar este
acontecimiento, sino que deseaban hacer partícipe a toda la comunidad de la Última Cena de
Jesús con sus discípulos, así ese día todos disfrutamos y celebramos el mandamiento del amor.
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El Viernes Santo experimenté un encuentro que jamás olvidaré, pues la gente vivía de verdad una
fe viva, que se notaba en sus rostros y en su caminar hacían una verdadera reflexión de lo que fue
aquel primer Viernes Santo. Me sorprendió la manera en la que adoraban la cruz por familias y
después pasaban a la capilla del Santísimo; hombres, mujeres y niños viviendo el viacrucis y
entregando su propio viacrucis de vida al desbordar lágrimas, gestos, oraciones y súplicas frente
aquella cruz de madera adornada con flores moradas, aquella que recorrió todo el camino que
hicimos con las palmas, camino lleno de pétalos que tiraban a su paso y que era escoltada por los
apósteles que llevaban una corona de espinas y su cruz alta sin ningún adorno.
En verdad que fue un momento de verdadero encuentro con Cristo, a Dios gracias por permitirme
vivir este momento en medio de esta comunidad. Ese día me recogí muy contenta, llena de una
experiencia muy rica de Dios y con una petición en mi corazón; “Señor, auméntame la fe y hazme
sencilla como estas personas”.
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La Vigilia Pascual fue celebrada en Ahuatempa donde prepararon una gran fogata, y en medio de
una tardecita fresca y con neblina se realizó la bendición del fuego y la preparación de los tres
cirios, pues cada comunidad adquiría el suyo por medio de un mayordomo (Una persona elegida
para comprarlo, llevarlo a la bendición y ponerlo en la capilla). La gente muy contenta participó
activamente en la celebración preparada y organizada por los catequistas, mayordomos de las tres
capillas y nosotras.
La Vigilia se llevó a cabo en un ambiente festivo donde tanto grandes como chicos vivieron la
alegría de la Resurrección de Jesús, las familias completas llevaban su cirio y a pesar de que era
tarde y sus casitas quedaban lejos, estuvieron presentes. Al final los catequistas de Ahuatempa
nos dirigieron unas palabras de agradecimiento en Náhuatl y en español que nos hicieron llorar y
después ofrecieron a todos cafecito con galletas que todos disfrutamos mucho, los niños con sus
caritas muy tristes nos despedían con cariño y así fuimos estrechando muchas manos amigas que
nos despidieron de aquellas comunidades sencillas donde habita Nuestro Señor.
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Agradezco infinitamente la invitación que el Señor me ha hecho a través de ustedes Hermanas.
Dios les bendiga siempre para que sigan motivando a vivir esta experiencia a más personas.
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