OPINiÓN Claudia Rodríguez enlaAcademia ... · rialaprimavera de 1980.Estaba decidido adejarme...

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CULTURA

Adiós al autor de "El gran momento de M ary

OPINiÓN

Claudia Rodríguez en la Academiay Juan García Hortelano en el' recuerdo

"Mis amigos y yoqueremos a Juan GarciaHortelano desde hace más

, "

de 40 años, y sufrimosahora con él y por él" .

Lleguéa Madrid el pasado domingo 29

de marzo a eso de las 12 de la mañana,pues me aburría en Barcelona, y queríatener tiempo para conseguir el nuevonúmero de teléfono de Claudia Rodrí-

. guez. Quería quedar con él y acompa-ñarle mientras se vestía y entraba en capilla, antes deque hiciese el paseíllo previo a su discurso de toma dealternativa o ingreso en la Real Academia Española,en la que iba a ocupar el sillón correspondientea la letra 'T', que dejó vacante al morir Gerardo Die-go,El teléfono que yo tenía de Claudio seguía mudo.

Claro, pensé, estará nervioso y se habrá ido a un ho-tel como hacen los toreros antes de ir a la plaza, asíésta sea la de la ciudad en que vivan. En un hotel todoestá mucho mejor controlado, y hay poco lío. Y yamástranquilo me fui' a almorzar a casa de mi cuñadoLuis Carandell. Echaban-cocido, y Luis, Eloísa sumujer y yo, nos pusimos las botas, pues Dora, la se-ñora que les cuida, es de un pueblo serrano de la pro-vincia de Madrid y en eso dei cocido es primerísimaautoridad.Después del café me volví a colgar del teléfono,

para que algún amigo común me diese una pista yasípoder encontrar a Claudia Rodríguez. Quién sabe,pensé, si desea distraerse: podríamos jugar a los chi-nos o bien continuar una partida de póquer, mano amano, que empezamos en las Palmas de Gran Cana-ria la primavera de 1980. Estaba decidido a dejarmeganar, por una vez, a los chinos o bien permitirle aClaudio rebajar su deuda en el póquer, que en estosmomentos arroja un saldo a mi favor de 1.357.542pesetas en números redondos; deuda reconocida porél, en documento autógrafo, firmado ante dos noto-rios tahúres del Principado de Asturias, el pasadoaño. .Bien, José Manuel Caballero Bonald estaba fuera

de Madrid, y sus hijos nada sabían del paradero de.Claudia; Fanny Rubio "no se encontraba"; los telé-fonos de Ángel González y deFrancisco Brines estaban aban-donados: sus dueños debían co-mer fuera de la casa, porque lue-go les vi en el acto académico.Entonces se me ocurrió llamar aJuan García Hortelano. Nuncalo hiciera: resulta que esta muyenfermo, grave, gravísimo. Yo le-.hacía recuperado, le vi en Barce-lona en la primavera de 1991,hace menos de un año, animadoy con buen aspecto. Pero ahora, por desgracia, noestá para teléfonos ni para recibir visitas, sino paraemprender su último v-iaje que no ha tardado en rea-lizar.Mis amigos y yo queremos a Juan García Hortela~

no desde hace más de 40 años, y sufrimos ahora conél y por él con más intensidad dé la que poníamos an-tes por sus más que merecidos éxitos, que fueron mu-chos, y también por su gran corazón y fiel compañe-rismo.Total, que me fui a la Real Academia de Bellas Ar-

tes de San Fernando -que era donde se celebraba 'elacto de ingreso de Claudia Rodríguez como miem-bro de número deja Real Academia Española- doshoras antes de que empezara el paseíllo, Me acordéde visitas anteriores -¡ay, tanto tiempo ya!-, del edi-ficio alzado a mediados del XVIII en tiempos de Fer-nando VI -de ahí su nombre-o Volví a leer su lema:"Non coronabitur nisi legitime certaverit" (traduzcopara iletrados: "No será coronado si no quien lucha-re legítimamente", lema sacado, añado ye-, ampara-doen mis conocimientos del Nuevo Testamento, de-laEpístola 11de Pablo a Timoteo, capítulo 2 versícu-lo Sr

Encontré a u.n~ simpática señorita bedel, ,o I~que ellaquisiera ser, a la que comunique miamor por Churriguera, arquitecto del pala-cio que fue de Goyeneche, y también mi pa-

sión por los Gaya que allí se guardan, que no son po-cos: "Godoy en la guerra de las naranjas", "El tribu-nal de la Inquisición", "La casa de locos", "Elentierro de la sardina", "Corrida de toros", "La Tira-na", "Los disciplinantes", "Autorretrato", y otrosque me dejo, La señorita bedel, seducida al saber queyo era amigo de Cla.udio Rodríguez, me lo enseñótodo: los Gaya y también Zurbarán, Ribera, Correg-gio, Murillo, Rubens ... la gozada, caballeros.A todas éstas, eran ya las 7. La gente empezaba a

entrar para conseguir asiento. Hacían bien: se llenóel salón, y también una prolongación de éste, y fue-ron centenares los que siguieron-el acto de pie, apo-yados en los muros, en los dinteles y en alguna co-lumna. La señorita bedel, la admiradora de Claudia

me reservó asiento preferencial, y ella ocupó el sillóndeallado.Pero decía que el público iba entrando, y yo mi-

rando. Hasta que percibí inusitado revuelo y grandeaglomeración alrededor de un personaje calzado enun frac o terno azabache y perla, Claudia me vio, porDios que sí, y abrazos, y dónde te has metido, Dóndete has metido tú, estepario, le solté. "Ya no vivo en lacalle Lagasca", dijo. ¿Habría hecho un abandondodel hogar? "No, no, mi mujer está conmigo y yo conella". Yo comento, eso está muy bien, y más en lostiempos que corren. "¿Por qué has venido?" Pregun-ta absurda: para verte y escucharte, tonto, Los de sucuadrilla halaban de él bacia extrañas dependenciasinteriores. "Nos vemos luego", dijo antes de serarrastrado. No, no nos veremos luego, tengo que to-mar el último puente aéreo, hoyes domingo y nopuedo perder el de las 10 pm como dicen lostrasatlánticos siempre tan finos. "Quédate, te con-viene". Sí, seguro que me convenía, pero no me que-dé.

F-ui a mi asiento, junto a la enamorada deClaudia. Todo fue muy rápido: se constitu-yó la Presidencia; Carlos Bausano ocupó ellugar del que realiza la tradicional contesta-

ción, y dos propios, quiero decir dos académicos,fueron a buscar a Claudia a las tinieblas exteriores, ylo introdujeron en la sala. Fernando Lázaro Carreterdio por abierta la sesión, y sin parar le pasó elturno aClaudia, que hizo un rápido y justo retrato de su an-tecesor en el sillón 'T' Gerardo Diego (yo creo que elseñor Gerardo Diego era mejor poeta cuando imita-'ba a Vicente Huidobro y a su creacionismo y tam-bién a Juan Larrea que cuando andaba con cipresesde Silos y sonetos delicadísimos que no me gustannada; pero esa es mi opinión, que ignoro si Claudiacomparte). o-

Pero ya el nuevo académico está metidoen harina .Dedica sus palabras a Miguel Herriández, cuando se

cumple el primer cincuentenariode su muerte. r" .Muchas de las cosas que dice

Claudia yo ya se las había escu-chado, pero sueltas, sin hilvanarcomo lo está haciendo ahora, ymuy primorosamente. Otras re-flexiones son nuevas para mí,fulgurantes. El poeta, el creador-"poien", crear- tiene libertad yesclavitud: vive consigo mismo,con todos, y ha de llegar a la con-

templación viva, a la expresión viva ... La creación esfugaz y, por ello, duradera ... El arte verdadero creaalgo nuevo, si no, no es nada. Lo intensamente vivi-do tiene que estar intensamente expresado, no sólocon emoción, sino con pasión ... El poema tiene que'imponerse siempre al poeta. La vida no es poesía,pero la poesía sí es vida, aunque hable de muerte. Elmundo es impuro, pero el poeta verdadero es siem-pre puro, aun a su pesar, aunque pretenda ser impuroy maldito. La poesía es sobre todo participación: unaparticipación que el poeta establece entre las cosas ysu experiencia poética de ellas dentro del lenguaje ..."En poesía hay que estar dentro" ... La llamada inspi-ración es una enajenación luminosa y pasajera, mis-teriosa y cierta: es ahi cuando él poeta escribé y "rea-liza" de manera pleria sus sentimientos.. .Claudia, 'me emocioné más aún que tu admirado-

ra, que nodejaba de acariciarme las manos creyendoque eran las tuyas. Me puse a pensar en Juan GarcíaHortelano y recordé muchas de sus palabras que élescribió sobre nosotros sus amigos: "El grupo poéti-co de los años 50 desarrolla su obra desde y para laBelleza. Hoy, otros poetas más jóvenes, luchan poruna estética de la fealdad". Luego recuerdo unpárrafo de su antologla sobre nosotros en elque nos hermana a ti y a mí: "El tema de lamadre ocupa la primera poesía de José Agustín Goy-tisolo y muchos poemas de Claudia Rodríguez ... Y. en ambos la influencia de Cernuda no se detectanunca".Acabaste, te ovacionamos, escuché a Carlos Bou-

saña, más elegante en"el decir y en el aparecer quenunca, Y luego salí escapado hacia Barajas. Es cierto,casi no pude verte, pero te tuve arnigo.Claudio mu-cho más cerca que en una. de nuestras interminablesy gloriosas partidas de póquer, en las que el amane-cer nos señala la fugaz duración de la felicidad, tú yasabes. Claudia, hijo, más viejo me hago, más te quie-ro, Ojalá pueda yo vivir hasta los 100 años para acre-centar mi cariño por ti. Pero estaba penando porJuan García Hortelano y hoy peno por él más quenunca.

JOSÉ AGUSTíN ~OYTISOLOPoeta

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