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Bendición de la mesa de Navidad Antes de las comidas
El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus
criaturas; tanto nos ha amado que nos ha dado a su Hijo único para que tengamos vida eterna.
Todos: Bendito seas por siempre, Señor.
Padre Santo, cuya Palabra hecha carne es el niño que
nos ha nacido y el Hijo que se nos ha dado, te pedimos que también nosotros, imitando esta donación, nos entreguemos al servicio de nuestros hermanos y trabajemos para satisfacer sus
necesidades corporales y espirituales. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Después de las comidas
Bendito seas, Dios y
Señor, que en la virginidad fecunda de la Virgen María realizaste las esperanzas de los
pobres; te pedimos que, con la misma fe con que ella esperó al
Hijo que había de nacer, sepamos nosotros reconocerlo en
los hermanos. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Orden Franciscana Seglar
ORACIONES
PARA
NAVIDAD
ZONA CASTELLANA DE SAN GREGORIO MAGNO
La Navidad de San Francisco Al comenzar el mes de diciembre de 1223, Francisco, en compañía de algunos fieles compañeros, se dirigió a
Greccio. La Navidad estaba cerca. Francisco había profesado siempre una devoción particular a esta solemnidad. Deseaba
que ese día los pobres y los mendigos fueran obsequiados por los ricos y que se diera doble ración de avena y heno a los
bueyes y a los burros. Lloraba al pensar en la miseria de María y de su hijo en la gruta de Belén.
Aquel año decide celebrar la
memoria del nacimiento del Niño Jesús mediante una sencilla escenificación, en
la que participaron todos los habitantes de las aldeas vecinas. Llegada la noche de
navidad, se reúnen con alegría en torno a un pesebre lleno de paja,
colocado junto a un buey y una mula. La gruta quedó iluminada con las luces de las antorchas para que un sacerdote celebrara la misa sobre el pesebre, que iba a ser
utilizado como altar. Francisco, revestido con la vestidura propia de los
diáconos, cantó el evangelio y predicó el sermón. Su actitud y sus palabras mostraban que vivía el acontecimiento como si el
Niño Jesús acabara realmente de nacer. La Iglesia reconoció desde el primer momento en
aquella navidad de Greccio la inauguración de una hermosa costumbre que se ha mantenido hasta nuestros días. Gracias a San Francisco los hogares cristianos vuelven a revivir la
escena de Belén cada navidad.
ORACIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Hemos venido de Nazaret
porque el emperador de Roma quiere saber sobre cuántos súbditos gobierna,
y a nosotros nos corresponde empadronarnos en Belén, el pueblo de David, del que procede mi esposo, José.
¡Qué viaje! ¡Pero José me cuida con tanto cariño! Y ahora, con la gente que hay por todas partes, el único lugar tranquilo para dar a luz era aquí,
en el establo con los animales. Jesús… ¿qué puedo decirte, Jesús?
Recuerdo las palabras del ángel: “Darás a luz un hijo,
y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David…
su reino no tendrá fin”. ¡Quién lo diría, Jesús,
viéndote ahí tan pequeñito, tan débil! Pero Dios actúa así, y qué alegría que actúe así.
¡Lo he visto tan claro, en todo lo que me ha ocurrido a mí!
Él ama a los pobres; él busca la sencillez, a él lo encontramos en todo lo que sea amor. Y ahora, contigo, Jesús, llega la gran noticia
para los hombres y mujeres de buena voluntad. En ti, en tu palabra y tu vida, veremos a Dios.
En ti está el camino y la verdad. Sólo en ti, hijo mío, tan pequeño.
La oración de los adultos
No sólo para los niños: también para los adultos el belén ofrece una buena ocasión para rezar. Individualmente, en pareja, toda la familia o cuando un grupo se reúne por el motivo que sea. Puede rezarse la siguiente oración, y se puede además leer un texto del evangelio (de los primeros capítulos de Mateo o Lucas), cantar algún villancico, etc.
La luz de la Navidad nos llama también a nosotros, Jesús, hermano, hijo de María, Hijo de Dios. Nos llama como
llamó a los pastores desconcertados, y como llamó a los magos para hacerles emprender aquel largo camino. Porque en
Belén, en tu carne tan débil, en tu rostro de niño que aún no ha aprendido a mirar al mundo, nosotros vemos reflejado todo
el amor de Dios. En tu carne está aquel amor, aquella ternura, aquella esperanza confiada que sólo Dios es capaz de dar. En tu carne Dios se ha hecho uno de los nuestros, y eso es
lo más grande que nadie haya podido nunca llegar a soñar. Contemplándote aquí, acostado en el pesebre, queremos poner
en tus manos nuestras ilusiones y nuestros temores, nuestro deseo de fidelidad y también nuestro mal. Y queremos poner
también al mundo entero; a los que más queremos y a los que no conocemos, a los de cerca ya los de lejos; y sobre todo, a los
que sufren. Jesús, hermano, hijo de María, hijo de Dios, danos el calor de tu amor, llena el mundo entero con el calor de tu amor.
INAUGURACIÓN DEL BELÉN Se puede hacer el mismo día en que los hayamos puesto, o bien en la Nochebuena. Aquí proponemos leer una lectura, decir una oración y contar algún villancico.
Lectura del Evangelio según San Lucas
“En aquel tiempo, José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse en el censo con su esposa María, que estaba embarazada. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenía sitio en la posada”. (Lc 2, 4-7)
Oremos (breve pausa en silencio)
Dios, Padre nuestro: tanto amaste al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen
María, para salvarnos y llevarnos a ti. Te pedimos que con tu bendición estas imágenes del
nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor.
Te lo pedimos en nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura de la Vida primera de Tomás de
Celano
El pesebre que preparó el día de Navidad
La suprema aspiración de Francisco, su más vivo
deseo y su más elevado propósito, era observar en todo y
siempre el santo Evangelio y seguir la doctrina de nuestro
Señor Jesucristo.
Digno de recuerdo y de celebrarlo con piadosa
memoria es lo que hizo tres años antes de su gloriosa
muerte, cerca de Greccio, el día de la natividad de
nuestro Señor Jesucristo. Llegó el día, día de alegría, de
gozo. Se citó a hermanos de muchos lugares; hombres y
mujeres de la comarca prepararon, según sus
posibilidades, cirios y antorchas para iluminar aquella
noche que iluminó todos los días y años. Llegó el santo de
Dios y viendo que todas las cosas estaban dispuestas, las
contempló y se alegró. Se prepara el pesebre, se trae heno
y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe
honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad, y
Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche
resplandece como el día, noche placentera para los
hombres y los animales.
(Breve pausa para la reflexión)
Para terminar se canta un villancico y todos pueden acercarse
a dar un beso al niño Jesús.
Oración de los niños (grupos de NIFRA)
El Belén o el misterio da pie a ayudar a los niños a
conocer más a Jesús. De todos modos, al explicar lo que el belén significa, hay que procurar no mezclar historias
fantásticas, que desfiguran la fe y podrían llevar al niño a dejarla de lado en cuanto creciera. Hay que resaltar lo básico,
lo importante, adaptándolo a su capacidad de comprensión: a nuestro Dios lo reconocemos en un niño que nace pobre, sus
padres, María y José son grandes ejemplos de fe y de amor, los primeros que adoran son una gente sencilla (los pastores), luego vienen unos sabios de países lejanos que representan a
todos los pueblos de la tierra (los magos)… El Belén también ofrece una ocasión para rezar. Por
ejemplo, todas las noches, antes de ir a dormir, se puede decir esta oración y darle un beso al niño Jesús. De vez en cuando,
cantarle algún villancico. Y otras posibilidades que la imaginación sugiera.
ORACIÓN
Jesús, Tú has venido a vivir aquí, con nosotros; Tú nos quieres mucho. Tú estás aquí, muy cerca de nosotros, con tus padres, María y José. Yo también te quiero, y quiero amarte más, igual que te amó nuestro amigo Francisco de Asís. Amén.
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