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QuarksEdiciones digitales
Semilla de sirenaAntología personal de microrrelatos
Paola Tena
Semilla de sirena
Colección Máximo Minúsculo
1
Semilla de sirena
Paola Tena
Semilla de sirena © Paola Tena © Quarks Ediciones Digitales Ilustración de portada: Antonio Paz Fernández. Diseño de interiores: Louis Guerra Valdivia. Editado por:
E-mail: quarks.edicionesdigitales@gmail.com Web: http://quarksedicionesdigitales.wordpress.com Facebook: Quarks Ediciones Digitales Twitter: @quarksedicione1 Instagram: quarks_ediciones_digitales
Semilla de sirena por Paola Tena se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.
Nota preliminar del editor Los microrrelatos titulados “Semilla de sirena”, “La vida entera”, “Día de muertos” y “Alegoría de la montaña” fueron publicados por la autora en Las pequeñas cosas (2017), bajo el sello editorial de Ediciones La Palma.
Semilla de sirena
9
Semilla de sirena
Para Darío López,
principio y fin.
NACIÓ EN un pueblo de pescadores. Y una noche su abuela le
contó un secreto: las perlas son en realidad semillas de sirena.
Años después, sentado en el borde del muelle, entrevió una ostra
sobre el lecho rocoso y poco profundo del mar. Hundió la blanca
mano para alcanzarla agitando las aguas con remolinos de arena y
cuando la abrió, descubrió dentro una perla redondita y brillante.
Se llenó de alegría, la guardó en el bolsillo de su pantalón como
quien esconde un tesoro, y volvió corriendo a casa. La sembró en
una maceta llena de arena que regaba a diario con agua de mar.
Justo el día de su cumpleaños brotó una sirena, primero un
pequeño germen, una mujercita diminuta de sedoso cabello rojo,
que con los días fue creciendo y creciendo hasta alcanzar el
tamaño de una mujer de verdad. Celebraron una boda secreta con
una tortuga marina y dos gaviotas por testigos, se juraron amor
eterno y al final, ella lo tomó de la mano y se adentraron en el
mar. Nadie volvió a verlo, ni supieron más de él. Si tú preguntas
por ahí, sabrás que la gente del pueblo no recuerda a ninguna
mujer-pez, pero a él sí. Dicen que se perdió entre las dunas, o que
quizá se ahogó una noche, o incluso que vendió la perla y ahora
es rico. Los más entendidos en las cosas de la vida, saben que
habita en el fondo del océano, con su esposa sirena de cabellos
rojos, donde ya nadie le llama el loco del pueblo.
Paola Tena
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La vida entera
LA BALA abandonó el cañón del fusil, y mientras avanzaba lenta
hacia el condenado, le dio tiempo de huir ayudado por el pequeño
grupo de rebeldes junto a los que se había levantado en armas. Se
escondió en una aldea cercana, raptó a la ahijada del cura y lo
obligó a casarlos después de jurarle amor eterno. Escaparon
montados en el caballo robado al alguacil y pasaron por
campesinos en un pueblo donde no les hicieron preguntas. Le
pusieron una azada en una mano pero con la otra cogió un saco
de monedas de oro que encontró bajo el colchón de la viuda
dueña de la finca, y se pagó el barco hacía el otro continente,
donde fue traficante de esclavos. Se enamoró de una mulata fuerte
que lo llenó de hijos a los que les contaba historias increíbles de
guerra y sangre, y murió de viejo en los brazos oscuros de su
mujer casi sin sentir la bala que le atravesaba limpiamente la
frente, mientras el pelotón de fusilamiento lo veía caer con una
sonrisa en los labios viviendo lo que no iba a ser.
Semilla de sirena
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Madame Sol
SOÑÉ con Madame Sol bailando sin pareja en medio de la pista,
fulgurante y despreocupada. Nosotros girábamos a su alrededor,
mirándole las piernas como unos tontos. Pequeña y atrevida, miss
Venus casi la rozaba y monsieur Mercurio se afanaba con el baile
del mandril para llamar su atención. Don Marte con su antifaz
rojo meneaba las polvosas caderas al ritmo frenético de la
orquesta, mientras dos directores peleaban por la batuta
lanzándose insultos sonoros (eran músicos):
–¡Copérnico malparío! –escupía uno.
–¡Galileo excomulgado! –le soltaba el otro, junto con un
cogotazo. Este insulto no se entendía bien ni ofendía demasiado,
pero era un baile rococó y había que entrar en el juego.
Atrás se armó la trifulca; siempre hay alguno que intenta
colarse y los guardias, tres asteroides forzudos y malencarados
jalonaban a un tal Plutón intentando echarlo al mismo tiempo que
los invitados de más caché se burlaban:
–¿A dónde vas, planetoide? ¡Fuera! Aquí solo cuerpos
celestes ma-si-vos, pringao.
En eso estábamos cuando se abrió la ventana y entró
volando la señorita Cometa, desnuda y cubierta solo con
purpurina en medio de los ohs y los ahs de los presentes. Madame
Sol me miró como pidiendo ayuda, lanzando un fulgor
insoportable en mis ojos y desperté antes de que sonara la alarma
de mi reloj. Para mañana casi mejor cerrar las cortinas de la
habitación.
Paola Tena
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Día de muertos*1
EL DÍA DE DIFUNTOS el abuelo vino a visitarnos. Mi abuela
disimuló el asombro y le puso su lugar en la mesa, que adornó
con flores de cempasúchil y veladoras gordas de santos. Le sirvió
un plato de tamales y una taza de atole. Pero después de la cena
el abuelo no se quiso ir. Se sentó en su sillón y cogió el periódico.
Mis primos se reían y preguntaban: «¿no que el abuelo se murió en la
guerra?» Él se enfadaba y les respondía que estaban locos, qué
muerto habían visto que le gustara tomar atole leyendo el
periódico. Mi abuela sonreía feliz y hacía como que no entendía
nada, y siguió disimulando desde aquel día de muertos, en que los
tamales y el atole se enfriaron en la mesa.
* En México, el 1 de noviembre es tradición preparar un altar para aquellos que se fueron, con flores, comida y bebida. Muertos y vivos conviven por una noche, para luego despedirse hasta el siguiente año.
Semilla de sirena
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Tierra removida
PASE SI QUIERE esperarlo, pero no sé a qué horas vuelve.
Siéntese, estoy haciendo café. Aunque quién sabe si él podrá
ayudarle, seguro volverá borracho. En eso se parece a mi primer
marido, ¿sabe usted?, que se mataba a trabajar durante todo el día
y luego a beber en cuanto bajaba el sol, como queriendo
compensar. Hoy estuvo cavando toda la mañana en el jardín,
quería plantar un árbol, me dijo. Pero el alcohol le ha afectado la
cabeza. Se pone violento, se imagina cosas. Que la sopa está muy
fría o muy caliente, pero siempre tiene la misma temperatura, se
lo aseguro. Mi primer marido era igual. Muy salada la sopa, muy
sosa la sopa. Y qué puede hacer una para defenderse, qué puede
contestar cuando no la dejan ni hablar. ¿Quiere un trozo de pan?
Lo hice yo misma. Alcánceme el cuchillo, haga favor; sí, ese sobre
la mesa. Como le dije antes, no sé a qué horas vuelve. Todos los
hombres son iguales. Mi primer marido me dijo una noche que
no se tardaba y desde entonces ya no está. Pero no lo lamenté.
No era bueno, ¿sabe usted? Ah, estoy divagando. Mi esposo no
ha estado bien, piensa cosas que no son. Por ejemplo hoy, que
cuando estaba cavando en el jardín me dijo que había
desenterrado unos huesos largos, como de animal grande. Se le
salían los ojos de la cara de puro miedo. ¿Se va usted? No pise la
tierra recién removida, por favor. Hoy tengo que plantar un árbol.
Paola Tena
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Chamberí
PRÓXIMA PARADA: Chamberí, anuncia la voz de la megafonía.
Como un ritual, si tiene que bajarse del tranvía, se detiene un
momento en la estación y enciende un cigarrillo. Lo fuma hasta la
mitad, despacio. En ocasiones lo lanza al asfalto, y con el tacón
del zapato tritura la cabecita humeante. Otras veces llega hasta el
final, y algunas más lo sostiene entre el índice y el medio
mirándolo consumirse, hasta que el fuego alcanza el filtro y le
quema los dedos. Un nombre le viene siempre a la cabeza:
Adriana; una palabra que mucho tiempo atrás evocaba tristeza y
desesperación, ahora solo es un recuerdo grabado en la memoria
como una cicatriz, permanente pero indolora.
Ella espera en la estación de Chamberí con una minifalda
tableada, botas blancas hasta la rodilla y un jersey rosa pálido,
fumando un cigarrillo consumido hasta la mitad. Ella espera, la
espalda contra una columna, pero él se lo ha pensado mejor y no
baja en Chamberí. Adriana observa mientras el tranvía se pone en
marcha nuevamente con el hombre dentro del vagón y nunca más
vuelven a verse. O quizá es él quien espera a Adriana en la
estación de Chamberí, fumándose el cigarro consumido ya hasta
la mitad, y es él quien la mira alejarse con las botas y la falda y el
jersey rosa después de pensárselo mejor. No importa quién hizo
qué. Alguien espera y alguien se lo piensa mejor.
Hoy el hombre baja del tranvía en Chamberí y hace una
pausa para sacar un cigarrillo, pero no tiene ninguno. Aún así, lo
busca a conciencia entre su ropa, en los bolsillos del gabán
marrón, de la camisa, los del pantalón, pero no tiene. Y
comprende por fin que las cosas no duran para siempre y hasta
los recuerdos dolorosos terminan por esfumarse, dejándolo a uno
solo. Entonces espera la puesta en marcha del tranvía y cuando
Semilla de sirena
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avanza, el hombre da un paso adelante a su encuentro. Lo último
que le viene a la cabeza es un nombre: Adriana.
Paola Tena
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Amor en público
LAS DEMOSTRACIONES de amor en público me ponen nerviosa,
pero tienen algo de hipnotizante, como de llamada del abismo. Y
si no me creen, miren a estos dos que se besan justo a mi lado en
el metro. Incómoda, me pongo de pie pero no puedo apartar la
mirada. Cuando llego a casa le pido a mi marido que me bese
como si no me conociera. Me llama Cecilia y me coge la nuca con
la mano abierta; yo le digo Mauro y le muerdo un labio. Después
volvemos a ser señor y señora, él lava los platos mientras yo
recojo la mesa. Un día se queda siendo Mauro, un vago detestable
cuya personalidad no tiene nada que ver con la mía. Decido
dejarlo y mientras viajamos en el metro le pido que me bese; la
mujer a nuestro lado se levanta incómoda sin dejar de mirarnos,
pero no nos importa: es nuestro último beso. Al bajar en la
estación cada uno toma un camino distinto. Mauro me mira y
agita la mano. Adiós, Cecilia. Nos vemos en casa.
Semilla de sirena
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Quiromancia (1)
LEO EL FUTURO en la palma de la mano y por eso en las noches,
cuando ellos están ya dormidos, tomo sus manitas y alargo las
líneas que deben ser alargadas, acorto otras, enderezo y rectifico
bifurcaciones, profundizo curvas y redirecciono. Qué cosas no
haría una madre porque sus hijos fueran felices.
Paola Tena
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El pozo
Para Julia L., creadora de historias.
DE NIÑA me gustaba ir al pozo y lanzar palabras.
–Hola.
–Hola –me respondía el eco.
–Aquí estoy.
–Aquí estoy.
Y yo me reía.
Frases en idiomas inventados. Secretos. Rumores.
Sueños. El eco lo devolvía todo y yo me reía. Pero me fui
haciendo mayor y eso de lanzar palabras parecía una chiquillada.
Me acerqué por última vez al pozo.
–Me voy –dejé caer al fondo.
Hasta mis oídos llegó un adiós casi inaudible.
Semilla de sirena
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Nubia
EL EXTREMO de una venda marrón colgando del pie de una
momia es suficiente para enloquecer de amor a cualquiera. Y más
si eres el curador del Museo Egipcio y tienes el corazón reseco
por el clima y la edad. Cuando la saquen de su primoroso embalaje
oblongo y la recuesten sobre la vitrina de mariposa en exhibición
no podrás evitar un sobresalto placentero, y mirarás de reojo a los
trabajadores temeroso de que noten tu ofuscación. Pasarás
noches en vela observándola, aprendiendo de memoria sus
embalsamadas curvas y cuando alguien pregunte el motivo de tus
ojeras, inventarás que trabajas horas extras descifrando un nuevo
pergamino. Sé precavido en tus amores, las momias son muy
veleidosas y esta en particular exhibirá para ti el trocito de venda
desprendida de su hermoso talón hasta que sea lo único que veas
en sueños, y finalmente la fiebre te enloquezca de pasión a tal
grado que una noche, sin poder resistirlo, desnudes su vetusto
cuerpo. Ten mucho cuidado, porque si te abandonas al amor,
quizá te encuentren delirando al amanecer de una noche extática
mientras repites su nombre –Nubia, Nubia– enredado en metros
y metros de interminable venda marrón.
Paola Tena
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David para Miguel Ángel
MIGUEL ÁNGEL coge un pedruzco de mármol y lo encaja justo
entre los dedos del pie; luego trozos grandes que cubren el hueco
de las piernas y atrapan los muslos. Unos más, largos y delgados,
sobre las líneas del abdomen y otros triangulares que concuerdan
con la base del cuello. Acomoda pequeñas piedritas entre los
deliciosos rizos de su cabello y por último su rostro, que
desaparece dentro del recién formado bloque de mármol. Miguel
Ángel le espeta entonces «¡habla!» y al no obtener respuesta
comprueba satisfecho que su decadente belleza será, desde ese
momento, solo para él.
Semilla de sirena
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Alegoría de la montaña
ÉRASE UNA VEZ una ciudad emplazada sobre una montaña. Los
ricos vivían en la cumbre dentro de blancos palacetes. Los pobres
rodeaban la base formando un cinturón de chozas construidas
con despojos. Los residuos de los ricos serpenteaban en
pendiente desde las alturas y bañaban la tierra de los de abajo. Mil
veces los pobres protestaron y mil veces fueron ignorados. Con
el tiempo los pobres cayeron enfermos uno a uno, primero los
viejos y los niños, luego las mujeres y por último los hombres.
Los ricos fingieron no darse cuenta, hasta que el tufillo de los
muertos no enterrados les invadió los ornamentados salones. Fue
tanta y tan infecta la peste que subía desde la base de la montaña
que también los ricos empezaron a morir a puñados, y tan
rápidamente que no daba tiempo a sepultarlos, así que los cuerpos
sin vida rodaban pendiente abajo como antes sus desechos, y
cayeron sobre los cuerpos de los pobres, mezclándose en la
muerte con su destino de desgracias.
Paola Tena
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La ballena
–¡TRÁGAME! –suplica Jonás de pie en la roca– ¡Engúlleme!
Hazme parte de tu proceso metabólico.
Pero la ballena gira en redondo con un movimiento grácil
de su aleta caudal y se aleja nadando, insensible a sus ruegos.
Después de su experiencia con aquel trozo de madera medio
hombre y el idilio obsesivo con Ahab ha decidido, por su bien,
rehuir toda relación amorosa con especímenes mentalmente
inestables.
Semilla de sirena
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Semillas de limón
JAMÁS CREÍ que aquello que decía mi abuela fuera cierto, eso de
que a quien se traga las semillas de limón le brota un limonero de
la barriga. Nos reíamos, pero ella no se enfadaba porque siempre
nos ha querido: la prueba es que cada mañana sale sin falta al
jardín para regarnos las raíces.
Paola Tena
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Churruscado*2
NEGRAS, así te quedaban mis rebanadas de pan cuando espiabas
a la vecina mientras lavaba el coche en pantalón corto. ¿Se te quemó
el pan otra vez?, te preguntaba yo, cuando olía el tufillo. No está
quemado, respondías, solo un poquito churruscado. Pero siempre te
perdoné lo rabo verde, ya ves, y llámame sentimental pero desde
que me hiciste viuda hasta extraño tus tostadas. Tanto, cariño
mío, que espero sinceramente que ahí en el averno no estés
quemado, sino solamente un poquito churruscado.
* Palabra excluida del diccionario de la RAE por obsoleta.
Índice Nota preliminar del editor………………………………7
Semilla de sirena………………………………………..9
La vida entera…………………………………………10
Madame Sol……………………………………………11
Día de muertos……………………………………...…12
Tierra removida……………………………………..…13
Chamberí……………………………………………....14
Amor en público……………………………………….16
Quiromancia (1)…………………………………….…17
El pozo………………………………………………..18
Nubia………………………………………………….19
David para Miguel Ángel……………………………....20
Alegoría de la montaña………………………………...21
La ballena……………………………………………...22
Semillas de limón……………………………………...23
Churruscado…………………………………………..24
Esta edición digital de Semilla de sirena, de Paola Tena, se terminó de
diagramar y editar el 8 de marzo de 2020,
fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer.
Paola Tena(1980, México)
ediatra y escritora. Ha participado como Pponente en diferentes eventos literarios. Imparte talleres de Escritura Creativa y
elaboración de fanzines. Sus microrrelatos han sido publicados en diversas antologías. Publicó el fanzine “Las pequeñas cosas”. Ha obtenido varias distinciones en concursos literarios de microrrelatos y relatos hiperbreves. Dirige la editorial Cartonera Alebrije, donde se editó su volumen “Cuentos Incómodos”. Su primer libro es Las pequeñas cosas (Ediciones La Palma, 2017).
QuarksEdiciones digitales
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