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EN RIESGO
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¿Quiénes están en riesgo?
Aunque los factores de riesgo varían, hay algunos rasgos que hacen más probable la violencia. Los factores de riesgo potenciales pueden clasificarse del siguiente modo:
Individuales: entre los rasgos personales asociados a un mayor riesgo de violencia cabe citar los siguientes: la juventud, un estatus socioeconómico bajo, una historia de maltrato y de uso de sustancias, y, en el caso de la violencia de pareja, el tipo de compañero elegido. Los rasgos de la pareja que entrañan riesgo para las mujeres son el consumo de alcohol y drogas, un bajo nivel educativo, una actitud negativa hacia las mujeres, y el hecho de haber presenciado actos de violencia doméstica contra mujeres o de haber sufrido malos tratos de niño.
Familia y parientes: en el seno de las familias, el riesgo de violencia aumenta con los conflictos conyugales, la dominación masculina, las dificultades económicas y las desavenencias familiares.
Communidad: dentro de las comunidades, el riesgo es mayor allí donde hay desigualdad por razón de género o falta cohesión comunitaria o recursos.
Sociedad: a un nivel más general, el riesgo más elevado se da en las sociedades con normas tradicionales sobre el género o con falta de autonomía de las mujeres, allí donde se aplica una legislación restrictiva a la propiedad y la herencia de bienes, y en los casos de desintegración social por conflictos o desastres.
Fuente: Organización mundial de la salud /// http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs239/es/index.html
Antiguas bases teoricas
El problema de la Violencia contra la mujer ha alcanzado límites casi insospechados.
Si bien es cierto que los prejuicios basados en la desigualdad de género están
desapareciendo poco a poco, las cifras muestran que los índices de muertes por
violencia a la mujer son los mismos, o están en aumento. Es necesario reiterar como
es que la violencia a la mujer, basada en la escasez de recursos económicos,
involucra no solo a la familia, sino también a la colectividad en general.
“La violencia es un mecanismo que refuerza y legitima el orden social,
como propicia y perpetua la dependencia de una persona sobre la otra, al
tiempo que deshumaniza a las personas (específicamente mujeres y
niños), creando una forma de propiedad de unos sobre otros. Tal es la
magnitud del problema que recientemente la violencia domestica se ha
comenzado a entender como un sistema de agresión sistematizado, con
visos similares a la tortura política (…) y por ende, como una violación de
los derechos humanos” (Tovar Rojas, P.: 2003, pág. 183-184)
“Las desigualdades dentro y fuera de la familia ejercen una gran presión
sobre las estructura sociales, lo que se manifiesta a su vez en las
atribuciones que los hombres tienen o creen tener sobre los cuerpos de las
mujeres. Las desigualdades que se expresan dentro de la familia hacen
parte de las relaciones de poder que se dan en la sociedad, esto incluye
los síntomas de organización familiar patriarcales, el aislamiento de la
familia nuclear, los problemas resultantes de situaciones coloniales, la
diferenciación social y el acceso a los recursos” (Tovar Rojas, P.: 2003,
pág. 173)
El jefe de familia siente que, por ser el proveedor de los recursos económicos dentro
de la familia, tiene atribuciones totales sobre todos los miembros de esta. Es así que,
al no estar de acuerdo con las acciones que aptitudes de la esposa o hijos, recurre a la
violencia para legitimar su poder dentro del hogar. En problema de la violencia familiar
y a la mujer es tan profundo, que ahora existen muchas instituciones que se encargan
del problema.
“Se ha encontrado que la forma más común de violencia en la familia es el
maltrato a la esposa, que se presenta más frecuentemente cuando hay
otras condiciones, por ejemplo, cuando los hombres tienen el control de los
recursos económicos y políticos, cuando el divorcio no es accesible para
las mujeres y cuando el segundo matrimonio de las viudas está controlado
por el marido y sus familias. Todo ello está relacionado con otros tipos de
comportamiento violento más amplio”. (Tovar Rojas, P.: 2003, pág. 191)
Es definitivo que la mujer, mientras se encargue solamente de la crianza de los hijos,
se encontrara sometida económicamente al marido. Esto la limitara en todas las
acciones que realice. Sera también la familia del marido que trate de llevar el control
de familia, interviniendo siempre sus familiares, y apoyando las agresiones de él para
con su esposa.
“La violencia privada, intima, la que por lo general ocurre a puerta cerrada,
es permanente y crónica, cruel, inhumana y devastadora. Basada en la
desigualdad de género, esta modalidad de violencia afecta a mujeres de
todas las edades y proviene de sus seres más queridos y cercanos. Las
estadísticas contradicen la imagen de paz y refugio que la casa ofrece, ya
que ahí ocurren toda clase de vejaciones y agresiones diarias” (Tovar
Rojas, P.: 2003, pág. 171)
Los miembros de las familias violentadas tienen sentimientos de pánico y terror al
agresor, siendo para ellos, muchas veces, muy difícil regresar a casa, especialmente
los niños. Son justamente los niños los que crecerán con una imagen totalmente
machista de un hogar, siendo muy probable que ellos reproduzcan este tipo de
comportamientos cuando formen sus propios hogares.
“(…) la posición económicamente dependiente de muchas mujeres que no
realizan labores remuneradas, o el menos ingreso económico de otras que
si están insertadas en el mercado laboral, las hace menos autónomas y
más vulnerables frente al poder masculino” (Ramos Padilla, M.: 2006, pág.
19)
La mayoría de mujeres denunciantes de maltrato familiar, son solo amas de casa, y no
realizan ningún tipo de labor fuera de ella. El trabajo doméstico, que no es
remunerado, no es socialmente visto como una actividad productiva, lo que genera
que las amas de casa sean vistas como un 2gasto” para los jefes de familias, sin
reconocer lo importante de la labor domestica y reproductiva.
“Este tipo de violencia es visto como una forma de castigo en la que el
agresor intimida a la víctima, a veces con la aceptación de la comunidad, y
es tolerada por una sociedad que no responde ni interviene efectivamente.
La violencia privada no está desconectada de otras violencias sociales y
toma principalmente la forma de maltrato hacia la mujer, los menores y los
ancianos” (Tovar rojas, p.: 2003, pág. 171-172)
La dependencia económica de las agraviadas, genera que toleren, en repetidas
oportunidades el maltrato de sus compañeros, motivadas por las necesidades de sus
hijos y por las propias. Así es que, aunque se presenten a denunciar este maltrato,
movidas por sentimientos de ira e indignación, vuelven con sus agresores, soportando
el maltrato al que son sometidas.
“Las diferencias de género y otras desigualdades sociales se manifiestan
en asimetrías de poder; fuerzas externas como el desempleo, el
desplazamiento y las amenazas contribuyen a fomentar la discordia, el
conflicto y la violencia dentro de una familia que probablemente ya este en
vías de desintegrarse a raíz de la muertes, el abandono o la desaparición
de alguno de sus miembros” (Tovar rojas, P.: 2003, pág. 177)
Los factores externos son determinantes en el maltrato a la mujer dentro de las
familias. En nuestro caso, el subempleo es el que genera la escasez de recursos
dentro de las familias, limitando la satisfacción de las necesidades familiares.
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