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7/24/2019 Qu es eso de Filosofa Latinoamericana?
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M E ES ESO DE
FILOSOFIA LATINOAMERICANA?
INTROOLICCION AL FILOSOFAR
COLECCION ANTOLOGIA 1
EDITORIAL EL BLIHO
Bogot 1981
7/24/2019 Qu es eso de Filosofa Latinoamericana?
2/74
Edicin preparada por:
GERMAN MAROWNEZ AAGOTE
EDITORIA L EL: BLJHO
Calle 54 e Alo 14-13. Of. 101
Tel : 25515 21
SagoM - 2 D.E.
impreso en:
corrontAL IMPRONTA
I d : 2551541 - GOGOT4
IN I E
Presentacin 7
ideas para un curso de filosofa contempornea
Juan Bautista Alberdl 1 1
Filosofa artien-tin-a
Alejandro Korn 2 3
El pensamiento iberoamericano
Jos Vasconcelos 4 3
axiste un pensamiento hispanoamericano?
Jos Carlos Maritegui 5 4
Sobre la filosofa en Iberoamrica
Francisco Romero 6 0
Filosofa colombiana?
Fernando Gonzlez Ochoa 6 9
Programa de una filosofa original.
Ernesto illayz Vallen/Ha 7 1
Sentido y probiema del pensamiento filosfico
hispanoamericano
Allgirtslo Salazar Bondy 7 8
El proyecto latinoamericano de filosofar como
decisin de hacer filosofa autntica
Francisco Mir Quesada 8 9
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La historia de la filosofa latinoamericana,
Leopoldo Zea 1 1 0
La filosofia de la Iterac in en Argentina:
irrupcin de una nueva yeneoci tn filcs61;cas
Enrique busso 1 2 3
De la repeticin a la investigacin,
Germn Allargulnez Argote 1 3 1
Bibliografa sobre el tema de la "filosofa latinoamericana"
PRESENTAGION
143 P o c a s cuestiones tan acaloradamente debatidas, en lo que va de
siglo, entre filsofos latinoamericanos como el problema mismo
de la "f ilosof a latinoamericanats_ ZAlo es por definicin la filoso-
fria Eir saber universal? dCbmo puede, entonces,hablarse de una fi-
loso/fa latinoamericana? Pero, mirando el problema desde o tro
angulo, no responde la filosofa, acaso, a problemas que se le
plantean ai hombre concreto en el marco de un mundo cultural
propio, en determinadas situaciones socl000lticas cambiantes?
Y no son estas razones ms que suficientes para poder hablar de
filosofia latinoamericana, como por anlogos inotivo5 se reconoce
la existencia de una filosofa griega, mediezal, moderna, alomara
o anglosajona?
En el f ondo d e este debate hay un enfrentamiento entre dos
modelos de filosofar: uno que abstrae, hasta donde puede, de la
realidad concreta para referirse a l os problemas del hombre en
general, porque so piensa que la filosof a os un quehacer formal-
mente universal; y otro modelo que, aunque aspira terminalmen;
te a la universalidad, concibe la filosofa como un saber raizali
mente situat lonal.
En la discusin del p-roblema se mezclan- tres aspectos que,
aunque articulados y conexos, son claramente discernibles; ms
an, es preciso distinguirlos para evitar al mximo ambigedades-
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En pri mer lugar, se aorta una cuestin de posibilidad; a s po-
sible una filosofa latinoamericana? Si desde un supuesto univer-
salismo se responde negativamente. a la anterior pregunta, las res-
tantes estaran de mas.
En segundo lugar, est la cuestin de existencia: existe de he-
cho una filosofa que pueda llamarse latinoamericana? Se tra ta
de un problema distinto del primero aunque inrimamenw rolado-
173010 con el. En efecto. si negamos (a existencia, an podemos de-
fender la posibilidad, y afirmada la posibilidad, se puede negar
la existencia,- pero si se comprueba su existencia, queda autom-
ticamente resuelto el problema de posibilidad
En tercer lugar, hay una cuesilon de modalidad que subyace y
determina a la anter ior: De qu modo O manera existe, si os que
existe, una filosofa latinoamericafio? Las respuestas a esta pre-
gunta pueden ser mltiples segn la comprensin que se tenga del
adjetivo "latinoamericana" aliad/do al sustantivo 'filosofa". As,
se habla de una filosofa en Amrica Latina, desde Latinoamrica,
y de lo latinoamericano,
Filoso/4a A m O r i c a Latina connota un simple marco geo-
grfico, es decir, la hecha p or latinoamericanos, Negar le existen-
cia de fi losofa latinoamericana, en este sentido mnimo, seria ne-
gar la existencia do filsofos latinoamericanos Y esto nadie po-
dra hacerla Poro vale la pena hablar de filosofa latinoamerica-
na en un sentido tan laxo y ambiguo, en el quo cabra cualquier
suerte de filosofas: originales e importadas, inocentes y crticas,
opresoras y liberadoras?
Filosofa "desde" Amrica Latina sea/a, ms que-un marco
geogrfico, la realidad misma contenida dentro de este marco en
cuanto raz o "de dnde" desde la cual ha de plantearse y resol-
verse cualquier problema por muy universal y abstracto que pa-
??
rezca n re lacin al sujeto filoso fante, el "desde- afirma la ne-
cesidad de arraigo del filsofo en la realidad nutricia latinoamer
cana Se opone a la simple actividad importadora, simuladora,
imitadora, comentadora d e textos s/n referencia ninguna a nues-
tro contexto latinoamericano, Cilosofa r "de sde" America L at
im no consiste en un mero pensar abstractamente el pensamion-
to, sino en pensar la realidad latinoamericana desde el pensamien-
to propio o ajeno, El pensamiento pensado, la historia del pensa-
miento occidental, desde este punto ce vista, debe ser asumida y
apropiada, pues tamb in nos pertenece p or cuanto estonios in-
corporados y formamos parte del mundo occidental. Pero no so-
mos europeos Tenemos caractersticas tnicas (tri-tnicas), his-
tricas, culturales, polticas propias que nos remiten a un "de
dnde" vaginal, desde el cual es posible la or iginalidad del pen
samiento hecho po r latinoamericanos-. A s entendida, la fil osofa
"desde" Amrica Latina se nutre a la vez de una tradicin uni-
versal y de realidades propias,- aspira a la universalidad, pero no
abstractamente, sino a partir de nuestra situacin lathwameri:
cai?a, utilizando mediaciones concretas.
Filosofa "de" lo americano, finalmente, se refiere a la exis-
tencia de ciertos temas especficos de la filosofa latinoamerica-
na. No se trata en este caso de problemas universales vistos la-
tincromericanamente, si no de temas propios. N o se t ern atn,
para poner un ejemplo, una filosofa de la historia en general,
sino una fi losof a de la historia latinoamericana, do la cultura la-
tinosinerican,q, etc. El propio problema de la filosofa latinoame-
ricana sera uno de los temas particulares del pensamiento -de"
lo latinoamericano,
Los distingos que preceden son esenciales para evitar al ir :R i-
mo ambigedades al analizar los textos do esta antologa en tor -
no al problema de la filosofa latinoamericana, desde Alberdit el
primero que habl de la misma, hasta nuestros, di ta Ms de un
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siglo de discusiones que parece uve an no han perdido vigencia,
a pesar de la luz quo se ha arrojado sobre el tema
En la antategia inc,-;amos wxtes aparentemente negadores. Pa,
ro, dcia es O qui, niegan? Jos Carlos Mara-M-041d, por ejemplo,
niega la existencia de hecho de un pensamiento hispano-america-
no, vistas las cosas clesde el Per. No su posib ilidad Rechaza un
nacionalismo filosfico cerrado a las influencias de una supuesta
civilizacin occidental decadente, tal corno la proclamara Spens
glee. L o que est en decadencia no es tanto Europa, sino el capi-
talismo y la cultura burguesa La posibilidad de una filosofa la-
tinoamericana se convierte en Maritegui en la realidad de un mar-
xismo peroanizado, natural izado, mas obediente o la realidad que
fiel a los textos. Fernando Gonzlez, desde su circunstancia co-
lombiana, tambidn niega la existencia de hecno, pero ninguno co-
1710l ha credo en nuestro medio en las posibilidades del hombre
latinoamericano para crear una cultura propia i m pensamiento
no dependiente y libre.
En relacin con la cuestin moda', parece haber coincidencia
entre todos los autores en que existe una condicin ranitna para
que pueda hablarse de filosofa Mtinoameticana: autenticidAd.
Significa que el pensamiento, aunque importado, debe ser adapta-
do a nuestro medio y responder a nuestras necesidades. ,Significa
tambin qua debeines llegar a una normalizacin de la activi-
dad filosfica entre nosotros, de te l Man era que sea sta no fru to
de chispazos de individualidades carismticas., sino tina funcin
normal de la cultura, al lado de otra; ocupaciones de la inteli-
gencia. L a inautent icidad consistirla en el vic io simiesco de la
imitacin y de la repeticin acri tica del pensamiento surgido en
otras latitudes y en la habitud escolstica, muy erogada entre no-
sotros, de repetir textos, de pensar abstractamente el pensamien-
to, sin referencia a nuestra realidad.
Pero ms- all de dicha autenticidad, para que pueda ha-
blarse, en sentido pleno, de filosofa latinoamericana, exigen par-
te de los autores que comentamos, cornc ..deLl T c o i to o
largo plazo, una segunda condicin: creathtdad. Algunos, al prin-
cipio, insistieron en que lo nuestro ms qua crear era adaptar o
aplicar el pensamiento europeo a nuestras necesidades. As, por
ejemplo, Alberdi y Korn, besndose en que nuestra forma de pen-
sar (forma mantis) es ms prctica que terica. Pero, a medida
que la actividad filosfica se fue normalizando en Amrica Lati,
ne con la segunda generacin, que sucedi a la de los patriarcas o
fundadores, se empez a pensar, al menos como ideal, en una fi-
losofa original, As Francisco Romero. Este ideal creativo final-
mente se ha transformado en realidad con la tercera generacin,
la de Zea, Ardao , Solazar Bondy, Mayz D u s s e l , para
no hablar sino de algunos de sus exponentes. Tales pensadores
no slo piensan temas universales con perspectiva latinoameri-
cana, sino que adems y principalmente han hecho grandes apor-
taciones a l o que hemos llamado filosof a d e l o americano.
Y puesto que se trata de una simple presentacin de una
antolog(a, callemos ya, para que empiecen a hablar los textos mis-
nos,
Germn Maroulnez Argo te
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IDEAS PARA UN CURSO DE
FILOSOFIA CONTEMPORANEA
Para presidir a la confeccin del Curso de Filosofa
Contemporkaa En o: Colegio de Humanidades.
Montevideo, 1842
Juan Bautista Alberdi
La primera dif icul tad que se presenta al ocuparse de la filoso-
fa Os no solamente la falta de un texto, la falta de un cuerpo com-
pleto de doctrina filosfica, sino la falta de una definicin misma,
de una nocin de la ciencia filosfica: esta observacin ha sido he-
cha por Jouffroy.
Cada escuela famosa la ha definido a su modo, como la ha
comprendido y formulado a su modo.
Esta divergencia es peculiar a las primeras pocas de la filoso-
fa como a sus actuales das.
No obstante, si queremos darnos cuenta de lo que han hecho
Plato(' y Aristteles, Descartes y Bacon, Kant y Cousin, cada vez
que han filosofado, veremos qua no liar hecho otra cosa que ten-
tar la solucin del problema del origen, naturaleza y destinos de
las cosas. As, la filosoffa ha podido tomarse como la totalidad da
fa oleada humana.
in embargo, aquellos ramos de la fi losofia que se han consa-
grado al estudio de las cosas m6s exteriores al hombre, de las g-
11
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sicas y materiales, han tomada la denominacin de ciencias na-
turales V fsicas. Y se han reservado corno por antonomasia el
nombre de ciencias litosoficas aquellos ramos del saber que se han
dedicado al estudio- de los tenomenos del espritu humano. Es as
corno /o S l i p , lo bueno, lo justo, lo verdadero, lo santo, el alma,
Dios, han sido y sor ias cosas que han absorbido casi exclusiva-
mente la atencian de lo que se ha llamado filosofia.
Qu son estas cosas en su naturaleza: por qu son como son;
qu leyes las gobiernan; qu destinos las rigen en el mecanismo de
Io creado; gu medios posee al hombre para conocerlas; qu con-
quistas cuenta en la carrera do sus investigaciones? He aqu lo que la
filosofa se agita por resolver desde tres mil aitios; y sobre lo que
no ha conseguido apenas sino fi jar las coestiones. L a filosofa,
pues, como he dicho el filsofo mas contemporneo, Mr. Jouffroy,
est por nacer.
No hay, pues, una filosofa universal, porque no hay una solu-
oigo universal de las cuestiones que la constituyen en el fondo.
Cada pas, cada poca, cada filsofo ha tenido su filosofa pecu-
liar, que ha cundido ms o menos, que ha durado ms o menos,
porque cada pas, cada poca y cada escuela han dado solucio-
nes distintas de los problemas del espritu humano.
La filosof a de cada poca y de cada pas ha sido por lo co-
mn la razn, el principio, o el sentimiento ms don-Imante y
ms general que ha gobernado los actos de su vida y de su con-
ducta. Y esa razn ha emanado de las necesidades ms imperio
sas de cada periodo v de cada pas. Es as corno ha exist ido una
filosofa griega, una filosofa romana, una filosofa alemana,
una filosofa inglesa, una filosofa francesa y como es necesario
que exista una filosofa americana. As es como se ha visto una
filosofa de ?latn, una do Zenn, una de Descartes, otra de
12
Bacon, otra de Locke, otr a d e Ka nt, o tra de Hegel, filosofa
del Renacimiento, filosofa del siglo 18, 9asofa del siglo 19.
No hay, pues, una fil osofa e n este siglo; no hay sino sis-
temas de fil osof a; esto es, tentativas ms o menos parciales
de una filosofa definitiva. La filosofa de este siglo se puede
concebir como un conjunto de sistemas especiales ms o menos
contradictorios entre s. ki lo es conocer la filosofa de este si-
glo? Conocer a Fichte, a Hegel, a Stuart, a Kant, a Coussin, a
Jouffroy, a Leroux, etc. Hay filsofos; pero no filosof la; sistemas,
no ciencia, Si fuese preciso determinar el carcter ms general de
la filosofa de este sigla diramos que ese carcter consiste en su
situacin negativa. La filosofa del da es la negacin de una filo-
sofa completa existente, no de una filosofa completa posible,
porque de otro modo la filosofa del da sera el escepticismo, sin
excluir el eclecticismo mismo, porque de lo con tra rio seria reco-
nocer una filosofa. Qu uti lidad puede tener una filosofa seme-
jante? La de substraernos de la dominacin de un orden de princi-
pios, que pudisemos considerar como la verdadera filosofa, sin
ser otra cosa que un sistema; la de substraemos de la influencia
exclusiva de un sistema, librndonos as de la guerra con los sis-
temas rivales a quienes debemos paz y tolerancia. La regla de nues-
tro siglo es, no hacerse matar por sistema alguno: en filosofa, la
tolerancia es la ley de nuestro tiempo.
En el deber de ser incompletos, a fir i de01431(hl LJG, nosotros nos
ocuparemos slo de la filosofa del siglo 10; y de esta filosofa
misma excluiremos todo aquello que sea menos contemporneo
y menos aplicable a las necesidades sociales de nuestros pases,
cuyos medios de satisfaccion deben suministrarnos la mater ia de
nuestra filosof la.
Para nosotros la f ilosof ia del s iglo 10 en Europa, se compon-
dr de los dist intos sistemas que en Alemania, Escocia y Francia
13
1
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han sido formulados por Kant, Hegel, Stuart, Cousin, Jouffroy,
etctera, etctera
Nos acercaremos directamente a la Alemania y a la Escocia lo
menos que nos sea posible, nada menos propio que el espritu y
las formas del oensamento del norte de Europa, para iniciar en
los problemas de la fi losofia a las inteligencias ternas de la Ameri-
ca del Sur
El pueblo de Europa que por las formas de su inteligencia y
de su carcter est destinado a presidir la educacin de estos
pases es sin contradiccin la Francia: e l mediodia mismo de la
Europa le pertenece bajo este aspecto; y nosotros tambin meri,
dionales de origen y de situacin pertenecemos de derecho a su
iniciativa inteligente.
Por fortuna en la actual filosofa francesa se encuentran re-
fundidas las consecuencias ms importantes de la filosofia de
Escocia y de Alemania: de modo que habiendo conseguido orlen.
tamos de la presente situacin de la filosol ia en Francia, podre-
mos estar ciertos de que no quedamos lejos de las ideas escocesas
y ge rmen icas.
Tres grandes escuelas filosf icas se h a n dejado conocer en
Francia en este siglo: la escuela sensualista, tradicin del siglo pa-
sado. la escuela mstica y la escuela eclctica
A estas escuelas se agregan otras menos importantes y menos
famosas, y que han nacido despus de fa revolucin de julio.
La escuela sensualista que cuenta por sus representantes mis
modernos a Cabanis, no obstante pertenezca al siglo pasado, a
Dosttut de Tracy, Volney, Garat, Lancelin, Broussals, Gall y
Asais, ser representada en nuestra enseNanza por aquel de stos
14
que, por la extensin de sus vistas, haya comprendido a todos los
de su fami lia.
La escueta mstica representada por de Maistre, Lannennais,
Bonald, drEckstein, Ballanche y Saint Mart in, sera estudiada en el
representante ms ruidoso y mas pronunciado.
La escuela eclctica, que cuente por rganos a Berardi, a
Nirvey, Kretry, Messfas, Dron, de Gerencia, Bonstitten, Ansillon,
La Moriguieri, Main de Birau, Roger-Collard, Cousin y Jouffroy,
nos sera conocida en su expositor ms afamado.
y la escuela que podramos denominar De jul io, que ha sido
representada por Lerroix, Carnet, Lerminier, etc., ser tambin
estudiada en su propagador ms elocuente.
Una revista rpida de estos sistemas nos pondr en estado de
determinar los grandes rasgos que deben caracterizar a la tiFOSO-
fa mas adecuada a la Amrica del Sur. Trataremos de sealar
las grandes exigencias de la sociedad americana: nos ocuparemos
del problema de los destinos de este continente en el drama gene-
ral de la civilizacin, principiando por tocar el problema de los
destinos humanos que es l a mas a lta frmula de fi losofa, no
siendo las dems ciencias humanas sino los trlinHlOS sueltos de
este problema.
La fi Io so fa ha dividido este problema para resolverle. De un
Pamoral que investiga el destino del hombre en la tierra; la reli -
gin, que busca su destino antes y despus de la vida; la filoso-
fa de la historia, que estudia e l destino de la especie humana;
la cosmologa, el origen y las leyes del universo; la teologa, to
naturaleza del Dios y sus relaciones con el hombre y con la crea-
cin; de ah, en Fin, el derecho natural, el derecho pol tico, el de-
1a
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recto de gentes, etc., que no son sino ramos subalternos del estu-
dio de los destinos Fan-112110S.
Aplicaremos a la soluclOn de las grandes cuestiones que inte-
resan a la vida y destinos actuales cle tos pueblos americanos la fi -
losofa que hablemos declarado predilecta. Si en esta aplicacin
somos incompk-los, corno es de necesidad que seamos, nos habr
servido ella, a lo menos, para darnos la habitud (Je encaminar
nuestros estudios hacia nuestras necesidades especiales y positivas.
Esto nos lleva a un examen crtico de los publicistas y filsofos
sociales europeos, tales como Bentham, Rousseau, Gu;zot, Cons-
tant, Montesquieu y otros muchos. Ser la oportunidad de expli-
car y refutar a Donoso Corts, que por su elocuencia promete en
sus ideas un ascendiente entre nosotros, siendo inaplicables en es-
tos pafses de democracia, aunque adaptables a las exigencias mo-
nrquicas de la Espaa.
As la discusin de nuestros estudios sera m6s que en el senti
do de le fi losof a especulativa,de la f ilosofa en si, en el de la fi-
losofa de aplicacin, de la filosofa posiliva y real, de la filoso-
fa aplicada a los intereses sociales, polticos, religiosos -y mora-
les de estos pases En el ter reno de la filosofa favorita de este
siglo: la sociabilidad y lapo/it/ca. Tal ha sido la filosofa cono lo
ha notado Damiron en manos de Lamennals, Lerminier, Tocque-
vine, Jout iroy, et c. De d a en da la filosofa se hace estadis-
ta, positiva, financiera, histrica, industrial, l iteraria en vez de
ideolgica y psicolgica: ha sido tifinftla por una alta celebridad
del pensamiento nuevo, la ciencia de las generalidades.
Tocaremos, pues, de paso la metafsica del individuo para ocu-
parnos de la metalisica del pueblo. E l pueblo ser el grande ente,
cuyas impresiones, cuyas leyes de vida y de movimiento, de pen-
samiento y progreso trataremos de estudiar y de determinar de
16
acuerdo con las op:niones mas recibidas entre los pensadores
ms liberales de nuestro sig :o y con las necesidades mas w gentes
del progreso de estos pases.
Y desde luego partiendo segn esto de las necesidades mas fun-
damentales y sociales de nuestros pases en /a hora en que vivi-
mos, ros objetos de estudio que absorban nuestra atencion, sern:
lo. La organizacin social cuya expresin mas positiva es la
politica consti tucional y financiera. -- 2o. Las costumbres y osos
cuya manifestaciOn mas alta es la literatura. - 33. Los hechos de
conciencia, los sentimientos ntimos, cuyo doble reflejo es la mo-
ral y relig.r6ty. - tio , La concepcin del camino y de los destinos
que la providencia y que el siglo serialan a nuestros nuevos estados,
cuya reveacin pediremos a la filosofia de nuestra historia y a
la filosofia de la historia general. As, pues, derecho pblico y
finanzasriteratura, moral, religin e histcria h e aqu los obje-
tos de que nos ocuparemos en los seis meses de este curso. Pero el
derecho pblico, las finanzas, la ljteratura, la relicyOnt la historia
en sus leyes ms fliosoficas y ms generales, en su raziOn de con-
ducta y de desarrollo, digmoslo as; y no en su forma ms mate-
rial y positiva, De otro modo no se dira cue hacamos un curso
de filosofa. Vamos a estuctar la filosofa evidentemente: pero a
fin de que este estudio, por lo comn tan estril, nos traiga alguna
ventaja positiva, vamos a estudiar, como hemos dicho, no la filo-
sofia en s, no la filosofa aplicada a la teora abstracta de las
ciencias humanas, sino ia filosofa aplicada a los objetos de un in-
ters ms inmediato para nosotros; en una palabra, la filosofa po-
lrica, la filosof a de nuestra industria y riqueza, la filosofia de
nuestra literatura, la filosofa de nuestra religin y nuestra histo-
ria. Decirnos de nuestra politi ca, de nuestra industria, en fin , de
todas aquellas cosas que son nuestras, porque lo que precisamente
forma el carcter y el i teres de la ense9anza que ofrecemos es
que ella se aplica a investigar la razn de conducta y de progreso
de estas cosas entre nosotros,
17
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E
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filosofa, corno se ha dicho, no se nacionaliza por la natura[eza
de sus objetos, procederes, medios y fines. La naturaleza de esos
objetos, procederes, etc., es la misma en todas partes. Qu se ha-
ce en todas partas cuando se filosofa? Se observa, se concibe, se
razona, se induce, se concluye. En este sentido, pues, no hay ms
que una filosofa. La filosofa se localiza por el carcter instant-
neo y local de los problemas que importan especialmente a una na-
cin, a los cuales presta la forma de sus soluciones. As, la filoso-
fa de una nacin proporciona la serie de soluciones que se han
dado a [os problemas que interesan a sus destinos generales. Nues
tra filosofa ser, pues, una serie de soluciones dadas a los proble-
mas que interesan a los destinos nacionales; o bien, la razn gene-
ral de nuestros progresos y mejoras, /a razOn de nuestra civiliza-
cin; o bien la explicacita de las leyes, poi las cuales debe eje-
cutarse el desenvolvimiento de nuestra nacin; las leyes por Pat
cuales debemos llegar a nuestro f in , es decir, a nuestra civiliza-
cin, porque la civilizacin no es sino el desarrollo de nuestra na-
turaleza, es decir, el cumplimiento de nuestro fin definicin dada
por Gu izot) . Civilizarnos, mejoramos, perfeccionarnos, segn
nuestras necesidades y nuestros medios: he aqu nuestros destinos
nacionales que se resumen en esta frmula: Progreso.
Qu tenemos, pues, que hacer, para resolver el problema de
nuestra civilizacin? Descornponerlo, dividir lo; y resolverlo en cm
da uno de los problemas de accesorios. Cules son stos? He
aqu los elementos de toda civilizacin.
Segn esto, qu fi losofa es la que puede convenir a nuestra
juventud? tina filosofa que por la forma de su enseanza breve
corta, no le qu it e un tiempo que pudiera emplear con prcvecho
en estudios de una aplicacin productiva y til y que por su fon-
do sirve slo para iniciarla en el espritu y tendencia que preside
al desarro[lo de las instituciones y gobiernos del siglo en que vivi-
mos, v sobre todo del continente cure habitamos.
20
Tal es nuestra misin respecto a la enseanza que vamos a de-
semperlar en este establecimiento, Destinado este colegio en sus
estudios preparatorios para formar los jvenes para la vida social,
es indispensable instruidos en los principios que residen en la con-
ciencia de nuestras sociedades. Estos principios estn dados, son
conocidos, no son otros que los que han sido propagados por la
revolucin y estn designados en las leyes fundamentales de estos
pases. Son varios, pero susceptibles tia retkral l a C s
cipales; la l ibertad del hombre y la soberana del pueblo. An po-
dran estos dos reducirse a uno: la libertad del hombre.
La libertad del hombre es el manantial de toda nuestra sociabi-
lidad. A causa de que todos lo 5hombres son libres, es que todos
son iguales, y a causa de que todos tienen derecho a su direccin
colectiva, es decir, todos tienen parte en la soberana del pueblo.
As pues, libertad, igualdad, asociacin, he aqu los grandes
fundamentos de nuestra f lo so ffa moral. Principios proclamados
por los pueblos en Amrica, por [os cuales no necesitamos
rrogar a la psicologa, porque se tendra por un desacato el sim-
ple hecho de ponerlos en cuestin.
Se ve, pues, que nuestra fi losofa por sus tendencias aspira a co-
locarse a la par de los pueblos de Sudamrica. Poi sus miras ser la
expresin inteligente de las necesidades mas vitales y m6s altas de
estos pases, ser antirrevolucionaria en su espr itu, en al sentido
de que ella camina a sacarnos de la crisis en que vivimos; orgar [cae
en el sentido que se encaminar a la investigacin de las condicio-
nes del orden venidero; por ultimo, vendr a s r para la enumera-
cin de los problemas y soluciones un caudal de nociones de la
primera importancia para el joven de las generaciones que estn
llamadas a realizar estas necesidades. De este modo la filosofa
dejar de ser una estril chicana, ser lo que quieren que sea para
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la Francia, Jou ttr oy, Lerroux, Carnot, Lerrin nier y los mas re
cientes rganos de la firosof ia europea
"Repitmoslo para dar fin, dice Jouffroy. no comprendemos
Cmo tantas Gentes de conciencia se arrojan en los negocios po-
lticos y empujan y arrastran el carro de nuestra fortuna en un
sentido y otro, no digo solamente antes de haber pensado en pro-
ponerse estas cuestiones, sino aun antes de hEiberlas agitado en
mismas y examinndolas con la madurez conveniente ."
Es un deber de todo hombre de bien quo por su posicion o ca-
pacidad pueda influir sobre los asuntos de su pas, de mezclarse
en ellos; y es e l deber de todos aquellos que toman una parte de
ilustrase sobre el sent ido en que deben dirigir sus esfuerzos. Pero
no se puede [legar a esto sino por el medio que hemos indicado, es
decir, averiguando dnde esta el pas y dnde va: y examinando
para descubrirlo, dnde va el mundo, y lo que puede el pals en el
destino de la humanidad.
(Escritos pstumos, t. XV).
FILOSOFIA ARGENTINA
Alejandro KOTR
Me imagino la sonrisa del lector ante el epgrafe. Desde cun-
do tenemos fi[osofia argentina? b-cas t, tenemos filsofos? Y
bien, a mi vez preguntara: Se concibe que una colectividad hu-
mana unificada por sentimientos, intereses e ideales comun,es de-
s arrolle su accin sin poseer algunas ideas generales? Pues si logra.
mos desentraNar estas ideas implcitas del devenir histrico halla-
remos, por fuerza, una posicin Posfica. De hecho, nunca nues-
tro pueblo ha dejado de tenerla.
Preveo una objecin ms grave. Si es la filosofa la expresin
acabada del pensamiento humano, la verdad filosfica puede ser
distinta de un pueblo a otro? Same ircito recordar de paso que la
filosofa no es una ciencia exacta, ni ha de revestir nunca una for-
ma defini tiva; debernos por el contrar io apartar las ciencias exac-
tas, autnomas en su estructura matemtica, de la apreciacin f i-
losfica. En cuanto al fondo de la objecin, bastar tener presente
que la supuesta verdad absoluta cada poca histrica y cada re-
gin geogrfica la enuncian de distinto modo. Tenemos una filo-
sofa griega y otra oriental, tenemos en los tiempos modernos una
filosofa francesa, inglesa, alemana. Estas denominaciones tnicas
han de tener su razn de ser. Por qu', entretanto, a ejemplo de
todo pueblo culto, no hemos de expresar tambien, en la medida
de nuestras fuerzas, la verdad filosfica de acuerdo con nuestra
manera da sentir? Wulzs por carecer los argentinos de un pensa-
miento propio?
22 2 3
El positivismo argertino es de origen autctono; slo este he-
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El lector no se ha de rendir tan fcilmente. Nosotros los argen-
tinos, dir, pertenecemos al mbito de la cultura occidental y has-
ta la fecha solamente hornos asimilado ideas importadas. Na po-
demos abrigar la pretensin de una filosofa propia, pues todo el
afn de nuestros hombres dirigentes se ha encaminado a euro-
peizarnos, a borrar los estigmas ancestrales, a convertirnos en se-
cuaces de una cultura superior pero exCitica.
Este argumento no carece de fuerza. Yo mismo, al abordar el
asunto, no me he at revido a llamar a mi ensayo Historia de las
ideas sino Historia de las influencias ideolgicas, De allende los
mares recibirnos, en efecto, la indumentaria y la filosofa confec-
cionada. Sin embargo, al artculo importado le imprimimos nues-
tro sello. Si a nosotros se nos escapa no deja de sorprender al ex-
tranjero que nos visita; suele descubrirnos ms rasgos propios
buenos o malos de cuanto nosotros mismos sospechamos.
Por nuestra voluntad hemos aspirado a incorporarnos a la cul-
tura del Occidente; no es nuestra voluntad ser un congiomerado
inorgnico de metecos. Si al regazo de la colonia que luimos hubo
que animarlo con nueva vida no fue con el propsito de enajenar
el alma nacional. No podemos renunciar al derecho de discutir
las diversas influencias que llegan hasta nosotros, ni al derecho
de adaptarlas a nuestro medio, no renunciamos tampoco a la es-
peranza de ser una unidad, y no un cero dentro de la cultura uni
versal_
As es como durante medio siglo desde Caseros hasta el no-
veclentos hemos tenido una f ilosofa propia, conjunto de ideas
fundamentales sancionadas por el consenso cornil]. Se puede
magnificar las divergencias ocasionales; en realidad, tira concor-
dancia tci ta se extenda de un extremo al otro . En toda esta
poca ninguna discrepancia ideolgica ha dividido al pueblo ar-
gentino. Nuestras luchas fueron meras reyertas.
24
cho explica su arraigo, Fue expresin de una voluntad colectiva.
Si con mayor claridad y eficacia le dio forma Alberdi no -fue su
credo personal. Toda la emigracin lo profesaba, todo el pas lo
acept. La consftucin poli tice fue su f i uto, la evolucin econ-
mica se ajust a sus moldes. No es ahora ocasin de rastrear las
fuentes de este positivismo, en el cual reminiscencias del utilitaris-
mo sajn, del enciclopedismo francs, del regalismo espariol, del
romanticismo alemn, contribuyeron a una concepcin original,
la creacin ms autntica del espritu argentino. Cuando tuvimos
noticias del sistematizado positivismo europeo el nuestro era vie-
io,
Atento a los problemas reales de la vida nacional, nuestro po-
sitivismo no acert a darse la estructura metdica de un sistema
de filosofa. Cuando la generacin de los prceres, en edad avan-
zada, lleg hasta Spencer hall con sorpresa la confirmacin de su
propio pensamiento. Haban hecho filosofa sin sospecharlo: ha-
ban creado el caudal de ideas con el cual hemos medrado hasta la
fecha. La generacin subsiguiente llammosla de Caseros o del
Rgimen pese a la leyenda que la considera la ms talentosa, no
acrecent este caudal, ni se inform del movimiento filosfico ex-
trefilo. Este inters intelectual se despierta en la tercera genera-
cin.
El siglo XX nos encuentra todava bajo la direccin espiritual
de los hombres del ochenta, denominacin convenida con la cual
distinguimos a l gru po de universitarios que alrededor del aRo
1882 se incorpora a las actividades de la vida oCiblica. De haber
triunfado la asonada del noventa ellos habran asumido la direc-
cin poltica. Los acontecimientos proicgaron vis r r i t vein-
te ahos el predominio de los intereses creados y cuando stos al
fin se derrumban la generacin ochenta perteneca at pasado. Su
accin debi desenvolverse un la magistratura, en el magisterio,
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por la palabra hablada o escrita. No alcanz, salvo una que otra
excepcin, la eficiencia de la accin inmediata, pero fue directo-
ra en las esferas del pensamiento. Esta misin bien alta no la sa-
tisfizo. U n dejo de amargura persiste en el alma de los sobrevi-
vientes, defraudados a su j uic io en iegitimas espiraciones, pues
no se sienten amenguados cuando se comparan con los anteceso-
res o con los sucesores.
El pecado de los interectuales del ochenta, hombres de gabi-
nete y de estudio, lo constituye la ausencia de una creacin ori-
ginal. Con una cultura superior-, con una informacin ms vasta,
con mayor probidad intelectual, nos revelaron a Stuart Mill y a
Spencer, a Penan y a Taine. El positivismo argentino ya era un
hecho cuando ellos juzgaron necesario apoyarlo con el ejemplo
europeo. Quisieron dejarlo de base filosfica y lo vist ielon con
traje postizo. El los rnismos, a]enos a to do inters especulativo,
indiferentes ante los problemas trascendentales, atrados por los
asuntos de carcter pragmtico, se limitaron al comentario ju-
rdico o histr ico, a la pedagoga, a la psicologa y a la sociolo-
ga, sin perjuicio de convenir al fin, con ingenua honestidad, que
la ltima palabra ya la haba dicho Alberdi.
Ideal mas alto no tuvieron tampoco los pedagogos formados
en la Escuela Normal del Paran, alberdistas de segunda mano;
se imaginan ser discpulos de Conato, sin sospechar el irroducti.
ble antagonismo entre las doct rinas del maestro y nuestro am-
biente liberal e individualista. N i los fundamentos autoritarios
de la sociocracia, ni los elementos msticos de [a religin de la
Humanidad, ni la negacin de los derechos individuales, podan
prosperar, El iniciador mismo del movimiento, un naturalista
distinguido, hu bo de hermanar el positivismo comtIano con
agregados tan heterogneos corno la evolucin darvviniana o las as
piraciones del Risorgimento i tal iano* No obstante, esta doctrina
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hbrida fue fecunda; po r intermedio de l magisterio normalista
logr divulgar, en ambientes inaccesibles de otro modo, la po-
sicin agn6stica y el concepto de la filosofa como sntesis de las
ciencias naturaies, principios comunes a todos los matices del po-
sitivismo. Por lejos que estonios ahora de estos postulados casi
dogmticos n o hemos d e desconocer la gravedad de semejante
mudanza para un pueblo de habla espariola.
Distanciado, por algunos allos y por nuevos conceptos, de la
generacin del ochenta, aparece Jos Ingenieros; su propsito
fue elevar el Positivismo a Cientificismo, con fines sociales, For-
mado en el estudio de las disciplinas mdicas, atrado desde joven
Por la protesta incipiente dei proletariado, una vocacin espont-
nea le obliga a sistematizar los conceptos bsicos de su accin mi-
litante, Sabemos el ascendiente que alcanz. La claridad de su es-
pritu meridional unida a una pronunciada sensibilidad esttica
le permitieron superar la estrechez de la ideologa vulgarizada. Su-
po infundirle nuevo vigor y prolongar por veinte aflos la vida del
positivismo decadente, No se le ocult [a necesidad lgica de
admitir una metafsica, Desconoca empero, cohibido por una
idiosincracia tenaz, la verdadera angustia metafsica y no acerta-
ba a comprender el fenmeno religioso, ingenieros en presencia
de un fraile se apresuraba a tocar fierro. Por rechazar el dogmatis-
mo de las supersticiones msticas se entreg al dogmatismo de las
ciencias naturales. Para ingenieros, la filosofa, la metafsica mis-
ma, no eran sino complementos hipotticos de la intangible ver
dad cientfica; hasta una tica de alardes estoicos intentaba fu r
dar en el determinismo de la maquina universal.
Las investigaciones de la epistemologa contempornea no lo-
graron sugerirle alguna duda. Por otra parte rasgo argentino
la especulacin pura no le seduca. Sin achatarse en un plano infe-
rior, su filosofa haba de vincularse estrechamente a [os proble-
mas histricos. sociales o econmicos. Y tanto que en la trama de
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ocos sospec aron que es e aspec o erar o y ar s co sco
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su cientificismo pretenda envolver a la personaiidad humana, irre
primia a su obra precisamente el sello de una personalidad fuerte
y bien definida. De ah su irradiacin; primero en el medio nativo,
luego mas all de ras fronteras. Ingenieros fue durante aos el pu-
blicista argentino rnas prestigioso. Complace recordar su actitud
de luchador infatigable; la voluntad de trabajo, la abnegacin y
la ampli tud de espritu que puso al servicio de sus ideas. Nos dio
el noble ejemplo de una entereza en la a la no canfa duplicidad
alguna entre el pensamiento y la vida.
La polmica pstuma contra la posicin filosfica de Ingenie-
ros carece de objeto. En las postrimeras de una gran orientacin
filosfica, t oca defender la lt ima brecha. No se le puede juzgar
ahora con abstraccin de su momento, ni aplicarle el criterio de
una nueva actitud espiritual. Desde el nacimiento de Alberdi hasta
la muerte de Ingenieros ha transcurrido un siglo, en el cual el san.
tir de nuestro pueblo ha encontrado do continuo su expresin
adecuada, sin simular preocupaciones ajenas a nuestra Mdole na-
cional, pero con la unidad intrnseca del pensamiento propio. De
este proceso no se ha de borrar la obra de ingenieros como que no
se han de extinguir tampoco los mltiples impuisos de su fecunda
labor.
Al declinar el siglo pasado, se inicia en Europa un cambio que,
para nosotros, se refleja primero en el movimiento literario. Las
mltiples y opuestas escuelas finiseculares nos anuncian una revo-
lucin esttica, violenta y abigarrada, al parecer inconexa dentro
de sus propias tendencias. Es fcil comprobar su repudio de los
viejos moldes, no tan sencil lo descubrir su unidad esencial, tanto
ms cuanto la capacidad crea dota no siempre concuerda con la
exhuberancia de los programas y la actitud de la controversia. La
sublevacin lr ica hall entre nosotros ambiente propicio y repre-
sentarnos destacados.
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I poda ser parte de una intensa emocin espiritual, que por fuerza
haba de tener su repercusin correlativa en el dominio de los
conceptos filosficos, La trasmutacion no poda l imitarse a los va-
lores estticos.
Lentamente, con demoras, reticencias y malentendidos, la no-
ticia de una nueva orientacin intelectual tambin llega hasta
nuestros odos. Con sorpresa y curiosidad nos enteramos; el posi-
tivismo se hallia extinguido, sus herederos, el pragmatismo y el
cientificismo, se aprestaban a seguirle; un nuevo ritmo en la evo-
lucin filosfica volva a plantear problemas olvidados. As supi-
mos de Renouvier, de Boutroux, de er igen, de Croce, de mul-
titud de nombres vagos y crespusculares. Estas novedades no pe-
netraron fcilmente en nuestro medio. Hallaron una atmsfera
densa, una decidida resistencia a abandonar los viejos hbitos
mentales. As mismo hallaron la conviccin muy difundida de que
cierta degeneracin materialista de la vida nacional, el imperio ex-
clusivo de las f inalidades econmicas, el descuido de las normas
ticas, reclamaban el correctivo de una cultura ms elevada y es-
piritual. Las peripecias de este conflicto ideolgico ocuparn la
historia intelectual de este primer cuarto de siglo. Alguna vez se
le ha de contemplar en la debida proyeccin: por ahora esta rese-
Pala escribe un testigo que no aspira al premio de la imparciali-
dad.
La presencia de Ortega y Gasset en el aflo 1916 fue para FILM-
tra cultura filosfica un acontecimiento. Autodidactos y dfietan-
tes tuvimos la ocasin de escuchar la palabra de un maestro; al-
gunos despertaron de su letargo dogmtico y muchos advirtieron
por primera vez la existencia de una filosofa menos pedestre.
De entonces ac creci el amor al estudio y aflojo el imperio de
las doctrinas positivistas.
No nos tra jo Ortega y Gasset un sistema cerrado. Enseri a po-
rier los problemas en un plano superior, nos inici en las tenden-
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cias incipientes, dej entrever la posibilidad de definiciones futu-
ras, nos incit a extremar el esfuerzo propio. Mucho le debo per-
sonalmente, pero creo poder emp[ear el plural y decir: mucho le
debernos todos. De al lf arranca suu s t o prestigio en nuestra tie-
rra. Tras una breve estada le vimos par tir con pena, pero conven-
cidos que no tardara en darnos un concepto propio de la filoso-
fa contempornea. Esta esperanza no se ha confirmado: en 'vez
de filosofa nos ha dado literatura. Tambin sabemos apreciarla:
admirarnos el arte de deslizarse de cont inuo sin afirmarse nun-
ca, con u n donaire desconsolador. Habramos preter ido una v i-
gorosa visin sinttica, cimentada en tres o cuatro ideas direc-
toras. Quizs a Espaa no le hagan falta; a nosotros s. Plero el
Perspectivismo parece ser el ar te del anlisis sutil , juego o depor-
te tanto ms ingenioso cuanto ms menudo es e[ terna. Y no ca,
rece d e su teora, adecuada naturalmente el caso: i l a delecta-
cin morosa en el problema como ta l Es acaso un rasgo ibera,
tener problemas y no hallarles solucin? Alguna vez, cuando es-
tas disquisiciones ponen su nota delicada en e l copioso frrago
de nuestros "grandes rotativos", hemos pensado --discUlprise la
herejia: oja l el autor no escribiera tan bien
Periodista y eximio es tamb in Eugen io D'Ors. Vino el
afto 2 n o n ii-onc:zales 5ocraticas a ejercer entre nosotros el arte
de la mayeutica. Si poco sac a la luz, no se ha de atribuir a tor-
peza del operador; fallaba la gravidez. Hubiramos deseado saber
algo preciso sobre la racionalidad clsica y anti-romntioa localiza-
da en el Mediterrneo y muy especialmente en la tierra donde se
dispone del "sen". El afn de as conclusiones concretas, tangi-
bles y vertebradas, es seal, sin duda, de una cultura poco refina-
da. Peru asf es la nuestra.
Sobre esta materia rec ib una contestacin muy espiritual. A
alguna insinuacin rife, el seor Dlors esquivo la respuesta; luego,
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despus de algunos circunloquios, hallo ocasion de referirme /a si-
guiente ancdota, le ancdota que debe elevarse a concepto: Erase
un joven parisiense agotado por la vida absorbente de [a capital.
Tras largas vacilaciones cobra un da las energas necesarias para
trasladarse por orden de sus mdicos a Vichy. Dispuesto a cumplir
con el rgimen prescripto, sentse a la mesa y pidi una botella de
agua lustral. Y aqu lo imprevisto: el mozo le pregunta si prefiere la
surgente de L 'Hapital o de Celestins. Abrumado ante el direrna,
el paciente junta las manos, t-ivierte tos ojos y con el acento de la
mis profunda congoja murmura. Al? mar/ din ', f a u t dio/sir
El seor [ 'Ors tuvo el buen gusto de no agregar la moraleja. A
mi vez me abstuve de comentar d rinsojero smil con este moder-
nsimo asno de Buridn, neurastnico v ablico.
Convengamos, sin embargo, en Que la saeta estaba bien clavada.
Thlo es ridcula esta ansiedad que experimentamos con frecuencia
los argentinos, d e encasillamos, de subordinar nuestro pensar al
pensamiento extrao, de averiguar desesperados cual es el Ultimo
alarido de [os poetas y de los filsofos? Hasta nuestros intelectua-
les, en lugar de ejercer su misin directora, prefieren ser pregone-
ros de a Ultima novedad,
Un d fa nos anuncian a Spengler, corno si tuviera alguna atinen-
cia con los desfi las de un pueblo nuevo, este agorero fatalista del
ocaso que con intuicin proftica penetra [os secretos del hado y
prev el retorno cclico de grotescos sMcronismos. Ni su propio
pueblo agobiado por la derrota, ni el resto del mundo civilizado,
han tornado en serio las fantasas de este juglar. Aqu haba de
dejarnos absortos. Es que a nuestros socilogos positivistas les vi-
no bien; ya bastante agotados, pasaron con garbo del supuesto de-
terminismo cientfico al determinismo mstico. En fin, ya transcu-
rri.
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ad ara las respectivas posiciones, nos revela las deficiencias de la
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Otro caso es Freud. Nadie ha de negar el valor de sus investiga-
ciones de psiclogo v de psiquiatra, pero hay quien supone que
ha descubierto ; a importancia del problema sexual. Antes de
Freud no la hemos sospechado; despus de Freud sabernos qua t0.
da la humanidad padece de una obsesin subconsciente que la
obliga a ver en el mas inocente adminculo un trasunto del falo,
Ya Platon hablo de la bestia que se agita en nosotros, Paseal
lo repiti, Darwin volvi a insistir en elto; tambin el psicoanli-
sis arrima al caso algunos datos. Se desprende de ah" que se de-
be alimentar a la bestezuela? S ri duda es una crueldad tica pe-
dir ms b:en que se la estrangule. 'Se d compasivos con el ani-
mal", sobre todo si lo lievais en las entrailas. El xito del freudis-
mo se explica. No tanto que ante jovenes alumnos y alumnas se le
exponga corno espcimen de la filosofa contempornea. Tarn
bin esta rfaga ha de pasa:.
El contraste inevitable va asoma En ndeStro riori7onte. El nom-
bre del sellor conde de Kcyserl tt9 empieza a divulgarse; del orien.
te vendr el remedio de nuestros males; la cultura materialista ha-
llar su panacea en la arcaica sabidoria que aniquilo en la incerola y
la impotencia, las energas de media humanidad para ser explota-
da por la otra. No ha de faltar a este nuevo evangejo su auge mo-
mentneo. Mucho depende de lo que disponga a "Calpe", reem
plazante entre nosotros de "Alean". Ai azar de su publicaciones
nos informamos. Por otra parte ya una avanzada teosolica ha
preparado el terreno. Tan luego nuestros positivistas mas genu:-
nos se han sentido atrados por la perill inbra esotrica, donde se
disea un vago espectro ultramundano. No se niega impunemente
la angustia metafsica y el anhelo mistico del alma humana; por
fin se satisface por camlnos extraviados.
El viaje al oriente es de provecho a condcin de retornar. La
COMparackon entre la alta cultura del oriente y la de occidente
nuestra y tambin su superioridad. En el canje ir amos a pura
prdida. Pertenecemos al mundo de la afirmacin y de la ac-
ciOn; el quietism negativo es una posicin reida con nuestra
manera de ser y para el pueblo americano la mas absurda tie to-
das. El opio al natural es menos peligroso. Felizmente la seduc-
cin del Nirvana se cult iva en cenculos estrechos y para los
mas es un episodio pasajero; apenas desgarrado el velo de Ma-
ya se apresuran a zurcirlo_
Podra continuar todava la enumeracin de estos engendros
efmeros que, a semejanza de las otras modas, se acogen con fer-
vor y se abandonan con displicencia. No vale la pena de insist ir.
Sirvan los ejemplos citados para prevenimos contra esta actitud
subalterna de antipodas embobados. Ms interesante seria exa-
minar /a infi ltracin de ideas por obra de publicistas que, con
pertenecer a la literatura, rozan de d:::ntin:7,i 17 TUS rilosaeos
As Maeterlinck, Unamuno, Romain Rolland, Bernard Shaw,
Valery, y tan tos otros. E n nuestro ambiente ejercen una ac-
cin ms inmediata que los filsofos. de escuela, mucho menos
leidos; el ofi ci o y la prudencia me aconsejan sin embargo refe-
rirme nicamente a stos.
Ante t odo mencionemos el desarrollo de la renovada epis-
temologia que con profundo sentido criti co, sin atribuirle ban-
carrota alguna, ha trasmutado la va oracion de la verdad cienti-
fica, Los nombres de Mevurson y de Poineare nos sor ms fa-
miliares; rnuchos otros han colaborado en la misma tarea y nos
han emancipado del cientific ismo dogmtico cuando no ingenuo.
As se ha fijada el valor relativo de los esquemas cientficos, del
carcter cuantitativo de la ley y al deslindar el dominio legtimo
de las ciencias exactas y naturales, se ha substrardo a su sistemati-
zacin aritmtica la autonoma de la personalidad humana. El de,
terrninismo mecnico del devenir queda reducido a una interpre-
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una simpleza. Lo ms importante que nos ha llegado de los Esta-
procelosa metafisica dei objeto irreal, A Husserl, Ortega y Gasset
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dos Unidos son las palabras do Dewey al clausurar el reciente Con,
Teso de Fi losofa de Boston. Despus de lamentar la falta de una
filosofa norteamericana recomend a sus connacionales la nece
sidad de dedicarse a estudios ms intensivos,
La patria de Emerson y de Royce ha de encontrar el camino
de las cumbres. Por ahora es una necedad ir a buscar all una ins-
piracin filosfica. Los elementos tiles tie aquiella civilizacin,
cuya grandeza seria rid cu lo desconocer, Sarmiento nos los im-
puso. Con eso basta.
De Alemania sabemos que all naci Kant, personaje conspi-
cuo en la filosafa contempornea_ Le ofrecernos de consiguien-
te a priori el homenaje de nuestro respeto, sin necesidad de cono-
cer su obra. Le suponemos autor de una nebulosa metafsica e ig-
noramos que demoli toda metafsica racional. ignoramos que to.
da la filosof a alemana del siglo XIX fue una sublevacin contra
Kant; primero de los romanticos, luego de los positivistas, de los
llamados neokantianos despus. Ignoramos que la filosofa no-
visima en Alemania es la ltima arremetida contra el gran pen-
sador. Ignoramos que, a pesar de todo, esta en pe,
Del movimiento actual pocos ecos llegan hasta nosotros. En
la exuberante produccin libresca no alcanzamos a distinguir una
tendencia dominante, ni una personalidad genial. Solamente a mi
amigo Francisco Romero le creo capaz de desenvolverse con hol-
gura en este laberinto.
Dilthey, para m la personalidad mas atrayente, es todava un
ilustre desconocido. Un poco sabemos de Rickert; sus trabajos so-
bre los lmites del conocimiento cientfico y su distincin entre
las ciencias naturales y culturales, son de la mayor importancia.
Por desdicha su teora sobre los valores acaba por perderse en la
36
le ha llamado " el mayor filsofo vLviente"; esto artunc,,a quizs
una prxima traduccin de las investigationestgleas, Al lector an
sieso solo puedo anticiparle que las he ledo; me acuso y me arre-
piento de ello; la incomprension sin duda est de mi parte. Intere-
sa en Hussert cierta afinidad entre su teoria y las corrientes est-
ticas del expresionismo. Max Scheler es l a mente ms amplia y
ms frtil de la hora actual". Ya poseemos algunos de sus traba-
os vertidos al espailol.
En todo este movimiento filosfico se trata de una reaccon
de la Alemania cato' ica contra el exclusivo predominio de la cui
tuya protestante. Se inicia con & l u n a y Brentano, contina con
Meinong, se afi rma con Husserl y llega a su apogeo con Scheler,
convertido recientemente al catolicismo. Filosofa de la ctedra,
tcnica y erudita, de sutileza escolstica, ha creado la teora del
objeto irreal, la de los valores absolutos, ha intentado ia cons-
truccion de un nuevo mtodo lgico, apela en ocasiones a una
socorrida intuicin mas o menos mstica o intelectual, pretende
llegar al conocimiento de la quididad esencial y manifiesta un pro-
fundo inters po r el problema religioso. N o sabemos hasta qu
punto la Iglesia acompaa con su simpata este movimiento, no
siempre mu y ortodoxo. Scheler, por ejemplo, repudia a Kant ,
pero tambin a Tor ns de Aqu ino; a su )uicio debiramos volver
aSan Agustn, ciertamente padre de a Iglesia, padre tambin
de todas las herejas,
Por ser estas doctrinas las ms novedosas, las ms apartadas
de la tradicin, despiertan con preferencia nuestra curiosidad.
Seria, sin embargo, un error consideradas corno corriente direc-
tora der pensamiento contemporneo en Alemania. Su importan-
cia es mas bien acatlemjca. Si intentramos ra sntesis de las fuer-
zas vivas que mueven a aquel complejo organismo en plena reno-
vacin llegaramos a otras conclusiones. Entre tanto quien quiera
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aproximarse a la alta cultura germnica, hoy como ayer, se dirigir
a Kant y a Goethe y no a estos desabridos frutos de la ctedra,
El lt imo filsofo alemn es Nietzsche su accin pstuma, que es
la eficaz, ahora se inicia. E l d o a la fi losof re su orientacin axio-
lgica.
Volvamos a la situacin casera. Entre nosotros, en el transcur-
so de los Ciitimos veinte arios, si Ha sobrevenido la decadencia evi-
dente de las doctrinas positivistas, no han sido reemplazadas por
una orientacin de igual arraigo. Se advierte el desconcierto de
perrodm (1,:, transicin. De manera apreciable ha crecido, sin em-
bargo, el inters por los estudios filosolicos, aunque no siempre
se nutre en las primeras fuentes, No estamos ya como a tinos del
siglo pasado, cuando en 1896 se Togro fundar en la Universidad de
Buenos Aires la Facultad de Filoso-Ira y Letras, a mejor obra de
la generacin del ochenta Esta creacin provoc un estallido de
protestas y de burlas. testimonios de la ms lamentab e incom-
prensin. Apenas nacida, se la ouTso suprimir y fue menester ape-
lar a los ms altos padrinazgos para salvarla. Fue necesario corn-
pensarla co n una Fe-Quitad de Agrondmra y Veterinaria y as,
al fin , se le ha perdonado su existencia. Alguna ojeriza subsiste
asimismo; coinciden en ella la extrema izquierda y la extrema de-
recha. iToda vi a se escucha de vez e l cuerdo alguna palabra eira
da contra estos estudios inti les La nota ms jocosa empero la
ha dado un grupo de acaudalados vecinos, muy ofendidos porque
la Facultad pretende levantar su edificio propio en un barrio aris-
tocrtico. S i mencionamos esta vergenza, agreguemos par a
atenuarla que la protesta se perdi en el vacioi
En el arlo 1909 se fund la Sociedad de Psicologa por un d 'e le
distinguido de nuestros ur&ersitarios. Fue la Ultima afirmacin
consciente del pensamiento cientificista; con relacin a la s'itua-
cion europea ya era una actitud retardada. El discurso inaugural
de su primer presidente, modelo de mesura y de circunspeccin,
todava contempla la psicologla corno la disciplina central de [a
cual dependen las otras ramas de la fi losofa, inclusive la metaf isii
ca, cuyo derecho a la existencia no se niega pero se subordina al
mtodo exacto e infalible de las c;encias naturales, fuera de las
cuales no cabe salvacin alguna. La Sociedad alcanzo a publicar
tres tomos de sus anales, con trabajos interesantes sobre temas es-
peciales; ninguno ch? ellos encara el prob ema fundamental de la
posicin filosfica. Pero la fe empezaba a flaquear, desvanecida la
ilusin de la primera hora no caba disimular el fracaso r o tanto
de la psicologia experimental misma, corno de sus pretensiones.
Horario Mero , despus de consagrarle todos los entusiasmos de
su generoso esptr itut muri decepcionado, Los sucesores fueron
meros eofgenos de una causa perdida_
Para la posteridad el ao dei centenario de nuestra independen-
cia ha de marcar la iniciacin de un nuevo periodo en la vida na-
cional. En torno del vuelco pcirtico se aglomera una serie de he-
chos al parecer heterogneos_ Mas adelante, cuando sea posible
una visin de conjunto, se ban de un if icar como la expresin de
una honda conmocin, reflejo en parte de la crisis mundier, pro-
ducto por otr a del alma nativa. Quienes corno espectadores o ac-
tores han debido vivir les gestaciones de los nuevos tiempos dif-
cilmente podrn dist nguir en este proceso lo aparente de [o fun-
damental, lo efmero de lo persistente, el mito de la verdad. Per-
cibimos, eso si, una estridente discrepancia entre -los postula-
dos" i los hechos, entre la talla de los histriones y el drama qua
trag nan, La misma sonrisa escptica nos merecen las plaiiideras
atioranzas l e los cados y la suficiencia plebeya de los advene-
dizos. Muy por encima de la accin individual sentimos, casi pal-
pamos, el empuje de corrientes colectivas que nos envuelven, nos
arrebatan a veces en sus torbellinos, sin conmover la afirmacin
optimista de porvenir. Semejante estado de nimo afecta en pri-
mer lugar la sensibilidad de la nueva generacin. Se siente llamada
pero no acierta con su vocacin. En los (Fas de la Reforma Uni-
38 3 0
racieristioa de la poca precedente. F a z i a a :7,1 juicio
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versitaria, que surgi espontnea el ao 18 en Crdoba y de im-
proviso se extendi a todas nuestras universidades, pudo suponr-
sale a la juventud una comunin espiritual capaz de vincularla en
una obra orgnica. En realidad dlsperso sus inquietas energas en
tendencias divergentes, se disgreg en crculos, careci unas veces
de mesura, le sobr en ocasiones el instinao del provecho y siem-
pre pospuso la tarea del da a finalidades remotas. L a exgesis
ideolgica de la Reforma se ha hecho hasta rayar en el exceso
pero las ideas slo son fecundas at servicio de la voluntad. Solo la
voluntad define las soluciones y fi ja los valores, no la dialctica
inagotable del debate. iaa voluntad tue def iciente. Pero en el fon
do de este movimiento herva un anhelo ideal de renovacin,
destinado a retoar mas depurada y ms consciente, pese al em-
paque de la petulancia acadmica.
De este movido cuadro roe toca destacar un modesto episodio
filosfico. En 1917 se reuni un grupo de jovenes para fundar el
Colegio novecentista, de vida breve y azarosa. Sus componentes
concordaban en un principio negativo: combatir al Positivismo.
Por lo dems no sabfan con que substituirlo, vctimas de la ms
sabrosa anarqua. Empezaron por estudiar a Platon y acabaroa
por arrojarse los mamotretos a la cabeza, sin mayor eficacia pene-
trante En el reducido seno de la congregacin se reflejaba la deso-
rientacion general de la juventud. Asimismo, cuanto en aquel mo-
mento anunciaron como novedad revolucionada, y con escndalo
de las personas mayores hoy es una trivialidad. Les cupo un
triunfo pstumo, pues sin sospecharlo fueron la avanzada aventu-
ra de un ejrcito en marcha. No obstante la exaltacin agresiva de
la hora, en su manifiesto inaugural hallaron para la ansiada
renovacin filosfica una frmula que, despus de los arios trans-
curridos, los hechos confirman como la nica viable. Dijeron:
Positivismo nacidos y en l criados, las hombres de este si-
glo advierten que no podran bor rar de su trad icin cultural, sin
descalabro, la huella impresa en ella por la ideologa que fue ca-
40
sobre el Positivismo es ante todo reconocimiento de un fenme-
no dado, irremediable en el desarrollo de la cultura. Afectos, sin
embargo, a nuevas maneras de pensamiento y con nuevos mati-
ces de sensibilidad, reputan insuficiente la explicacin positivis,
ta y aspiran a columbrar horizonte mental ma s amplio que sea a
un tiempo mismo, crtica y superacin. Dada la inexperiencia
de los autores esto es casi un exceso de sensatez_
El fracasa de esta y de otras tentativas tiene su razn de ser.
La filosof ra abstracta soto nos inspira un mediano inters; con el
mayor calor en cambio discutimos sus consecuencias sociales, pe-
daggicas, econnalcas o polticas. No concebimos a la filosofa
sino corno solucin de las cuestiones que por el momento nos
apasionan, si bien Lentamente aprendernos a buscarla en un plano
m6s alto. Miantras estuvimos de acuerdo sobre nuestros proble-
mas tuvimos Una ideologa nacional. Llegado empero, como haba
de llegar, el momento de la revisin de los valores historicos, con-
movidas las viejas bases, planteados nuevos problemas en un am-
biente nuevo, las disidencias haban de estallar, exacerbadas por la
intromisin de factores accidentales y extraiThs. Sentimos trabada
en torno da nosotros en torno del alma argenaria la contien-
da de fuerzas adversas entre s, afanadas por imponernos su domi-
nio. Y ah divagamos, corno un personaje de Pirandello, en busca
da la personalidad propia. En busca de nuestra filosofa en este
caso, como si la pudiramos adquirir por compra o prstamos y la
pudiramos estrenar de improviso sin ajustarla a nuestra medida.
El empano es vano; el esfuerzo propio, que ha de ser una evolu-
cin, no puede ahorrarse. Tengamos ante todo una voluntad na-
cional, luego hallaremos fcilmente las ideas que la expresan. As
Alberdi hall la solucin para su momento histrico y para tres
generaciones sucesivas. Hagamos otro tanto.
Espero no dar lugar a ningn mal entendido; nadie me ha de
suponer un autctono atormentado por atavismos precolombinos.
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La ampl itud de espritu nos distingue como argentinos; ni en sue-
os pensamos abandonar nuestro orbe alltural. Ningn problema
humano puede sernos indiferente. Que no sea, sin embargo, con
abstraccin de los nuestros.
Estamos en una encrucijada; retroceder no podemos. La con.
cepcion cleterminisra y psoudo-olentffica que convierte al unive
so en un mecanismo, no concle sino una mor-al utili tar ia, confun-
de la cultura con la tcnica y equipara el proceso histrico al pro-
ceso 'natural, todo eso es siglo X IX . No podemos aceptar una filo-
sofa que anonada la personalidad humana, reduce su dignidad a
un fenmeno biologico, le niega el derecho de forjar sus valores y
sus ideales y le prohibe trascender con el pensamiento el i imite de
la existencia crnp(rica. Eso s, persistimos en el culto de a Ciencia
y mantendremos, aunque encuadrado e n ms justos conceptos
econ6m coz, i m i c o de nuestro desarrollo material.
Y, puesto que argentino y Ubre son sinnimos, elevaremos la tri
pie invbcacin de nuestro himno al concepto de la Libertad crea
dora,
(Obras, Ed. Universidad Nacional de la Plata, 1940, Hl Vol. , pp.
259-280).
42
EL PENSAMIENTO IBEROAMERICANO
Jos Vasconcelos
Se ha d cho con fecuencia que no existe una filosofa iberoa-
mericana, Confieso get uno de los que han extremado la nota has-
ta el punto de afirmar qua no slo no es posible, sino -que no es
deseable que aparezca una f ilosofa iberoamericana, dado que la
filosofa, por definicin propia, debe abarcar no una cultura, sino
la-universalidad de la cul tura, Una filosofa nac iona l e n conse-
cuencia, y aun una filosofa continental, tendra que parecer ta n i
;pitarla que casi se hara indigna del nombre venerable. La vieja,
la ilustre filosofa, amor de sabidura, gusta de discurrir sobre los
problemas humanos sin preocuparse do las trabas y convenciones
que todo organismo pol tico impone al espritu. Propiamente,
pues, una filosofa no puede ser otra cosa que conocimiento y pa
siOn de las cosas en general, con profundidad, ciertamente, y con
eternidad, pero con cierto necesario despego de lo temporal y ar-
bitrario. Sin embargo, es evidente que toda filosofa implica, por
io menos en parte, una manera de pensamiento que procede de la
vida colectiva y en ella se arraiga. i m p o r t a que a veces se eleve
por encima de la vida colectiva, no importa que tina revelador
sbita nos transporte a mil leguas de conciencia social, nos levante
por encima de toda medida; el pensamiento fatalmente, manten-
dr relacin con su mundo, aun caando slo sea para separarlo y
salvarlo. Todo pueblo que aspira a dejar huella en la historia, toda
nacin que inicia una era propia, se ve obligada por eso mismo,
por exigencias de su desarrollo, a practicar una revaluacin de to-
dos los valores y a levantar una edificacin provisional o perenne
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Imaginad lo quo hubiese sido Daro, el ms grande de los nues-
tros, si al f n de sus aos no se sale de su pi st o parisiense para vol-
ver al sol y al viento de Fas montarlas nativas.Poco quedara da l,
a mi juicio, si su poesa versallesca no hubiese side superada por
los Cantos de vida y esperanza, por el hl ito de infinitu d que
palpita en sus creaciones mayores.
Se dira que en todos los rdenes, y a pesar da las recadas en
la barbarie que todava suelen ser frecuentes en algunos de nues-
tros pases, corren por la Amrica hispnica vigorosas corrientes
de creacin. Creacin he dicho, y no renovacin, porque renacen
los pueblos antiguos capaces do remozar una tradicin perdida,
pero nosotros apenas nacemos. En efecto, bien visto y hablando
con toda verdad, casi no nos reconoce el europeo, ni nosotros
nos reconocernos en l. Tampoco sera legtimo hablar de un re-
torno a l o lncliciena retorno que, aun suponiendolo atinado, no
seria posible porque no nos reconocernos en el indio, ni el indio
nos reconoce a nosotros. La Arnerica espaola es,ale esta suerte,
lo nuevo po r excelencia, novedad no slo de terri tor io, tambin
de alma. Conciencia sin antepasados hasta donde es posible ima-
ginar as una conciencia; que, po r lo m;sme, debe ser creadora,
creadora y organizadora dei aporte pasado, creadora y construc-
tora del presente, iniciadora y preparadora del porvenir. iGue la
enormidad de la tarea sea el mejor aliciente de las robustas volun-
tades bel quin puede asombrar que en slo un siglo apenas co-
mience tal raza a plantear su propio problema, a darse cuenta de
su propal misien7 [
A partir de la Conquista actan en el continente itispanico dos
corrientes de pensamiento: la mstica del catolicismo espaol, in-
tolerante, pero sincero y fervoroso, y el idealismo pragmtico de
los conquistadores. En efecto, las descubridores y fundadores de
los pases que h oy constituyen el mundo brasiteroespaild de la
46
Amrica posean temperamentos de esos que reforman la realidad
misma, de tanto exagerarla y superada en la fantasia y en la ac-
cin. Hombres movidos por el miraje de la realidad, hombres que
no ven lo que tienen delante, porque un ensueo los lleva a buscar
los eternos Eftloyados que el planeta no puede dar, pero que el
arma hace y deshace. No me explico de otra manera el prodigio
de aquellas hazaas. Pues si fuese -exacto, como lo ha pregonado
gente que i o puede concebir el ideal ajeno sin contagiarlo de la
propia mezquindad, si fuese exacto que los capitanes, movidos de
codicia y de afanes temporales, no buscaban otra cosa que el oro
de las minas y el blenestar de los mediocres, no se explica que ya
que todo es to tenia, pongo por caso, un Alvaro, senor de Gua-
temala y de ot ros reinos y que todo gozaba en paz, sin embargo,
un da se le ocurriese, l leno de zozobra, convocar a sus soldados,
abandonar cuanto posee y marchar por esos dursimos caminos
a lomo de mal caballo, atravesando sitios que an hoy nadie atra-
viesa, y recorre Centroamrica y pasa sobre las crestas de is tmo
cE, Panam y asciende las aigantescas serranas colombianas y cruza
el altiplano rnaorir rico y llega hasta cerca de Quito. En busca de
qu? E n busca do oro. han repetido Jos pobres de espritu, los
que nunca acertaran a comprender el herersmo. Como si el oro
fuese capaz de mover de esa manera el afn; como si el oro no
obligase a estarse quieto y escondido cuidando las monedas que
llenan loa sacos[ Si a ellos mismos se les hubiese preguntado qu
era lo que buscaban, habran respondido: "Tierras que conquis-
tar, o minas inagotables y esclavos". Pero todo eso era el pretex-
ta pueril que es necesario dar a nuestras actividades para que
puedan presentarse sin embarazo a la faz del mundo. El m i l do
quiere ruines motivos y se Fe dan ioa motivos pequeos; pero el
fondo, el oculto resorte do aquellas ansiedades y de aquellos atis-
bes de gloria no era probablemente ni el afn de proselitismo, sin-
cero on los misioneros, pero vagamente concebido por las solda-
dos, sino que el apetito que los empujaba era el apetito de la con-
templacin, el encanto y el esplendor de los paisajes ms berma-
47
sos de la Tierra. Quien ha ;etrinctO aque fas mesetas soberanas,
na? Eleativamente faca resulta definir el pensamiento de una
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ilmitaclaa siempre muy ieicis y cada vez llar la masa sinuosa de
las cordilleras que se levantan en riCOS, para luego descender en
vertientes o para ensancharse de nuevo en el plano habitable y
risueo de los valles, el que ha sentido el atractivo siempre cam-
biante de estas perspectivas sin trmino, comprender fcilmen-
te cul era la fuerza que movfa a aquellos poetas de la accin,
fantasias vidas que, si n saberlo, iban cumpliendo lo s princi-
pios espirituales de un nuevo dio de esa suerte de religion que es
necesario formular en nuestro continente: el culto del paisaje,
como la manera ms pura de manifestacin de lo divino.
El misticismo religioso y el afn, mstico tambin, de la belleza
natural son para m los factores principales que el alma castellana
aport a la espiritualidad, a la nueva conciencia del continente, y
aun me imagino que, de haber sido aquellas tierras unas tierras
feas, los soldados de la Conquista, hambrientos y rudos como se
les ha querido pintar, no habran llegado al interior, no habran
vencido ni a los mosquitos de la costa, porque todos, enfurecidos
y alharaquientos, habrian retornado a su Castilla de limpio cielo,
asu Andaluca voluptuosa recin conquistada y llena de deleites,
No eran, pues, mendigos a caza de oro los que de aquella suerte
dominaron un mundo. El tipo del gambusino ambicioso que sue
ha con sacos de monedas y cuentas corrientes de banco llega des-
pus con las bonanzas, ya que la tierra vencida descubre las vetas
del metal que corrompe, cuando los cielos ya no hablan; Para el
65pero, para el ru in trabajo de hurgar en las sombras un tesoro
que daa no hubieran servido los conquistadores; para eso hacan
falta una especie de topos del alma. Escarban la tierra sin atender
al prodigio de la comunin de la conciencia con la naturaleza.
( i i i l
Y asf, cambiando cada veinte ahos y sin haber hallado sosiego
llegamos al presente. Qu es lo que hoy piensa (a Amrica Lati-
48
poca pasada, sin duda porque la miramos a distancia y nos pasa
lo que con las grandes serranas: que vistas desde el valle se dibu-
jan con precisin en el horizonte, ricas de eminencias altsimas,
suaves de contornos ondulantes y extensos, hondas apenas en
las quebradas y en las cuencas borrosas de color violeta; pero en
cuanto estamos dentro de la serrana, iqu profusin de masas in
formes, qu desconciertos de alturas que aparecen apenas distin-
tas de otras ms bajas y que son, s in embargo, cOspides y sealas
que darn nombre al paisaje entero
Sin hablar, pues, de alturas y proporciones que nos toca a no-
sotros medir, digamos que se sano del positiv ismo; pero que, por
desgracia, se ha cado en dos extremos igualmente funestos; en la
reaccin ciega hacia el pasado por una parte, y por la otra, por la
parte de las izquierdas, en un materialismo social, que es reflejo
del materialismo econmico y filosfico de la mayor parto de las
escueias socialistas europeas y norteamericanas. Corno en el fondo
de este materialismo hay, ms que irreligiosidad fundamernal, de-
sencanto por la ineficacia prctica de las anteriores creencias, no
es de extraar que con l conviva un idealismo que los ingenios
ms bien informados tratan de encauzar en forma dale no con-
tradiga, sino que refuerce, el movimiento de liberacin de les
oprimidos. Por otra parte, es natural que el movimiento social co-
bre fuerza en Amrica, en donde el mis obtuso palpa el contrasen-
tido de la gran riqueza virgen y la gran miseria de la gente, con-
traste debido en gran par te a los errores de la organizacin pol t i-
ca y social. De ah( que nuestra preocupacin primera sea resolver
el problema del mejoramiento colectivo. Aqu donde parece tan
fcil la mejora, tiene que ser ms tentadora la resolucin de ele-
cutar ensayos y de imponer cambios. En toda esa intolectuaiidad
que no llega a expresarse en el libro, pero que -forma ambiente y
triunfa en la polt ica primi tiva de nuestros pases incultos donde
la cultura suele ser un estorbo para el xito, predomina, pues, en
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actualidad, una suerte de P o s a n materialista, sin metafsica
le ningn gnero. No obstante que esta clase de pensamiento sea
frecuente en la 01111._, ;,emillustrada d e todas las pocas, no creo
que debe dejar ri ,; sealarse esta lamentable situacin que e s
aguda en nuestra poca.
ELpensamento cultivado, el pensamiento universitario, al se-
pararse dal pos'tivsmo, al desentenderse del spencerianisrna, cay
en la boga muy oasaje:a de Bergson. Pero en la actualidad, en
los centras mas importantes, como en Lima y en Buenos Aires,
La Plata, etc, . parece operarse una revolucin de conceptos que
faltamente nos ha llevado al estudio de Kant, punto de partida
todava indispensabie do toda especulacin profunda.
Pod-lan scfWarse trabajos como los de Ibrico Rodrguez en el
Per, y publicaciones como las de las universidades de La Plata
y de Crdoba, pars demostrar este renacimiento de los estutLos
kantianos.
Sin embargo, todava no acabamos de atravesar el negro perla-
do agnstica, la epoca en que una gran mayor a de personas cul
tas llego a lrnagrar que la metafsica y la religin eran problemas
del pasado. Una verdadera enfermedad del espri tu es la que he-
mos ida pasando. La enfermedad del atesmo fundamental, es
decir, ise estadio de alma en que no se cree en ninguna finalidad
sobrehumana, en nada que supere al goce de los sentidos y al li-
mite de l a vida corporal. Atesmo que desconoce toda finalidad
suprasensitH, incredulidad) del ideal en cualquiera de sus formas.
Substitucior de la oraciaa, que es medio, por el fin , que no slo
se desconoce, sino que se niega. Nuestro grosero pragmatismo se
ha quedado mas abao que el de Norteamrica, porque ni siquie-
ra se ha ensayado en ese ejercicio de detinirse a si mitin to que
en los Estados unidos ha producido toda una escuela filosfica.
Pragmatismo inconsc ir te ha sido el nuestro, auseribia absoluta de
fe en los valores altcs de la vida_
50
Los movimientos de reinvindicacin popular que en unos pai-
ses han provocado verdaderas revoiuciones, como en Mxico, y en
otros mu y serias corrientes de opinin renovadora, como por
ejemplo, en la Argentina, todo esto vago reformismo que suele co-
bijarse bt r0 el nombre de socialismo, he ah la nica manifesta-
con superior de nuestro continente en las ltimos v nticjnco aijosi
Un ideal social, sera esto lo primero que entre nosotros forme
escuela y produzca frtitods? Tal vez s, y se explica el caso por la
falta que nos hace salir del rgimen econom'co feudar en que nos
encontramos desde el Bravo hasta el Plata.
Por otra parte, la actividad meramente especulativa no est del
Iodo inerte, se revela en estudios coma los de Korn, en Buenos
Aires, la decish5t de volver a estudiar la metafsica como ciencia
de las verdades fundamentales. U n caso muy significativo y que
casi marca un perodo en l a h istor ia de nuestro pensamiento lo
hallo en los l ibros del profesor N icolaf, que nos ha trado nuevos
conceptos biolgicos y sociales, y a la vez se ha dejado absorber
del ambiente iberoamericano, puesto que sus obras recientes ya
se publican en castellano_ Sus teori.as, solidamente cientficas y
contrarias a la tesis del ex termin io de los dbiles por la lucha y
Facompetencia vitales, etc., sern algn da como la base de toda
socioiogia iberoamericana, Enfrente del darzeinismo, que corno
una ponzoa destructora nos dieron los filsofos de las naciones
imperialistas, las doctrinas de cooperacin y auxi lio mutuo que,
artes que nadie, N icolal ha prooagado en nuestros medios, res-
ponden exactamente a la concrcion social de la Amrica Lati-
na y la misin histrica que nos est encomendada.
Simplemente para senalar una correinte todava obscura, pero
susceptible de grandes desarrollos, quiero sehalar tambin algu-
nos /ibro s m'os , co mo el Pitelgoras y E l monismo esttico,
donde se intenta iniciar un movimiento filosfico fundado en la
emocin. Se han hecho f ilosofas a centenares con los datos de las
51
sert;dos y con las reglas de la inteligencia. Y yo creo que corres-
progteso poda adoptar formas universales y colectivas para que la
salvacin ya no se hiciese por individuos, sino por pueblos. El
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ponde a una raza emotiva como la nuestra sentar los principios
de una interpretacin del mundo de acuerdo con nuestras eme-
dones. Ahora bien, las emociones se manif iestan no en el impera-
tivo categrico ni en la razn, sino en el juicio esttico, en lato-
gica particular de la5 emociones y la belleza. No es ste lugar para
insistir en esta doctrina, pero era necesario recordada, porque
creo que ella corresponde a un estado de nimo continental y no
es, por lo mismo, una simple lucubracin de la fantasia.
Con la necesala franqueza hemos condenado las corrientes de
materialismo inconsciente que obscurecen el horizonte mental de
nuestra Amrica. i Ojal que de esta preocupacin material pudie-
ran surgir las reformas econmicas que son de urgente imposi
-
clon Por desgracia, nada sale de un mero sensualismo. Todo pro-
greso es hijo del soplo invisible. Lo que no se funda en alguna no.
clon del ms all slo da ocasin a los malos para vestirse con un
nuevo disfraz. El caudillaje y la tirana, desprestigiados bajo el ara.
tifa-z republicano, so exhiben hoy con el colorete socialista en las
mejillas, pero en las manos solo traen la mancha de sangre. Pavo-
rosa es la corrupcin moral de nuestros pueblos, Densa su con-
fusin. El cinismo corno medio y el xito como fin; he ah el lema
que a tantos trae venturosos. iDespreciable ventura; es mejor
la derrota La tenacidad con que on determinados sitios el esfuer-
zo se mantiene inf lex ible nos da derecho a concebir esperanzas.
As como hay tantos que todo lo fan al azar y al cinismo, hay
tambin otros que logran poner en accin las fuerzas superiores
de la vida. Hay no s qu vago idealismo, no s clud misticismo
confuso, pero profundo, como un cristianismo que se renueva lb
bre y fervoroso. Tarde o temprano triunfa el bien. Lo que a mi
todava no me descubre la Historia es la manera del t riunfo. No
s si el tr iunf o y la liberacin son casos individuales, corno lo afir-
ma el saber tradicional, o si no estamos totalmente errados los
que cremos, con todo el idealismo social del siglo XIX, que e
52
enigma sigue ir}soluble. Prestemos nuestro aliento al soplo de la
esperanza, ya que as lo manda la ley de emocin de esa filcsofra
que yo quiero ver brotar en el continente_ El continente donde
manda el corazn encendido. La zarza ardiente de la sabduria
divina
Ondolog(a, Barcelona, 1927).
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cEXISTL UN PENSAMIENTO
HISPANO-AMERICANO?
Jos Carlos MariAtegui
Hace cuatro meses, en un articuSp sobre la idea de un congreso
de intelectuales ibero-americanos, formul esta interrogacin, La
idea del congreso na hecho, en cuatro meses, mucho camino. Apa-
rece ahora como una idea que, vaga pero simultaneamente, latra
en varios ncleos intelectuales de la Amrica incio-ibera. Como
una idea que germinaba al mismo tiempo en diversos centros ner
viosos del continente. Esquematice y embrEonaria todava, em-
pieza hoy a adquir ir desarrollo y corporeidad.
En la Argentina, un grupo enrgico y vol itivo se propone asu-
mir la funcin de animarla y realizarla. La labor d e este grupo
tiende a eslabonarse con la de los dems grupos ibero-americanos
afines. Circu an entre estos grupos algunos cuestionarios que plan-
tean o insinan os temas que debe discuti r el congreso. El grupo
argentino ha bosquejado el programa cle una "Un in LatinoAme
ricana". Existen, en suma, los elementos preparatorios de un de-
bate, en el discurso del cual se elaborarn y se precisarn los fines
y las bases de este movimiento de coordinacin o de organizacin
del pensamiento hispano-americano corno, un poco abstractamen-
te an, suelen defin ir lo sus iniciadores,
Me parece, por ende, que es tiempo de considerar y esclarecer
Facuestin planteada en mi mencionado artculo, Ex is te ya un
pensamiento caractersticamente bispano-americano? Creo que ,
aeste respecto, las afirmaciones de los fautores de su organiza-
cin van demasiado lejos. Ciertos conceptos de un mensaje de
Alfredo Palacios a la juventud universitaria de ibero-Amrica han
inducido, a algunos temperamentos excesivos y tropicales, a una
estimacin exorbitanto del valor y de la potencia del pensamien
to hisoanceamericano. E l mensaje de Palacios, entusiasta y opt i-
mista en sus aserciones y en sus frases, como convena a su carc-
ter de arenga o de proclama, ha engendrado una serie de exagera-
ciones. Ls indispensable, por ende, una rectificacion de esos con-
ceptos demasiado Categricos.
"Nueatra Amrica escribe Palacios hasta hoy ha vivido de
Europa tenindola por gua. Su cultura la ha nutricio y orientado.
Pero la lt ima guerra ha hecho evidente lo que ya se adivina: que
en el corazn de esa cultura laari los grmenes de su propia diso-
lucin", No es posible sorprenderse de que estas frases hayan es-
timulado una interpretacin equivocada de la tesis de la decaden-
cia de Occidente. Palacios parece anunciar una radical indepen-
dizacin de nuestra Amrica de la cultura europea. S tiempo del
verbo se presta al equivoco. E l juc io del lector simplista deduce
de la frase de Palacios que "hasta ahora la cultura europea ha nu-
trido y orientado" a Amrica; pero que desde hoy no la nutre
orienta ms, Resuelve, al menos, que desde hoy Europa ha per
dido el derecho y la capacidad de inf lu ft espiritual e intelectual-
mente en nuestra joven Amrica, Y este juicio se acenta y
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