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REDACCIÓN 1: PSICOLOGÍA Y EPISTEMOLOGÍA
Falta una introducción.
Platón establece un dualismo antropológico consistente en una clara separación entre el
cuerpo y el alma. El cuerpo es material, nace y perece y, por tanto, está sujeto a la
generación y a la corrupción. Sin embargo, el alma, al ser inmaterial, es de naturaleza
inmortal y eterna, de tal modo que tiende hacia la región inteligible, es decir, al mundo de
las Ideas, con las que comparte todas sus características o, por lo menos, gran parte de
ellas: es divina, inmortal e inmaterial. Tras la muerte del cuerpo, el alma transmigra de un cuerpo a otro y sufre un
proceso de reencarnaciones sucesivas hasta que consigue la liberación total del
cuerpo, el cual constituye como su cárcel. Dicha liberación se consigue
paulatinamente mediante el cultivo de la filosofía y, con ella, mediante el
acercamiento al mundo inteligible. Reconocemos en todo esto la influencia
pitagórica en la concepción que Platón desarrolla acerca del alma. Sin embargo, antes de encarnarse en el cuerpo, el alma ha permanecido un tiempo en el
mundo de las Ideas, y en él ha conocido la verdadera esencia de las cosas: las Ideas; de tal
modo que en el alma existe una “huella” o recuerdo borroso de las
Ideas, unos conocimientos acerca de lo inteligible que permanecen ocultos y enmascarados
por las apariencias que nos proporcionan los sentidos en el mundo sensible. Estos
conocimientos innatos se corresponden con la teoría de la reminiscencia de Platón (conocer
es recordar), muy influido por su maestro Sócrates, y por la doctrina de la preexistencia del
alma en el mundo inteligible, debido al proceso de reencarnación, también defendido por los
pitagóricos.
El alma, según Platón, consta de tres partes: parte racional, parte irascible y parte
apetitiva, que se corresponden con las virtudes de la sabiduría, la valentía y la moderación,
respectivamente. Esta división tripartita sirve para explicar los conflictos internos y las
tendencias opuestas entre las que se debate continuamente el alma. El predominio de cada
una de las tres partes del alma determina tres tipos de personalidad diferentes, paralelos a
las tres clases en que, —considera Platón—, debe dividirse el Estado: los filósofos-
gobernantes, en los que predomina la parte racional y cuya virtud será la sabiduría; los
guardianes, en los que predomina la parte irascible y cuya virtud debe ser la valentía; y, por
último, los productores, en los que predomina la parte apetitiva o concupiscible, y cuya
virtud debe ser la moderación de los deseos y apetitos que dominan al cuerpo. Mientras que la mayoría de las facultades o virtudes del alma, lo mismo que las del cuerpo,
pueden adquirirse mediante el ejercicio y la práctica, la virtud o facultad del conocimiento es
eterna e inmortal, como el alma. Esta facultad, mayor desarrollada en aquellos que se
escogen para ser formados en la filosofía, permite discernir la verdad a través del método
dialéctico, que Platón toma en parte de su maestro Sócrates. Dicho método se basa en la
inteligencia, dejando a un lado las creencias y opiniones, que tan sólo son apariencias que
nos ofrecen los sentidos, habiendo comprobado que no son auténticas y verdaderas, y que
por lo tanto, no corresponden al conocimiento máximo de la verdad, el cual el filósofo es
capaz de descubrir por sí mismo, pues, de algún modo oscuro y misterioso, está ya, aunque
de forma borrosa y confusa, dentro de su alma. Recordándolas mediante la dialéctica es
como el alma conoce las ideas. Por otro lado, la afirmación platónica de que existen ciertos
conocimientos innatos en el alma humana contrasta con el empirismo que defienden los
sofistas (contemporáneos de Platón), y que se basan en los conocimientos adquiridos
mediante la experiencia y que, por lo tanto, deben ser “infundidos”.
En resumen, Platón considera que el hecho de que el alma, por ser inmortal y eterna,
permanezca en contacto con el mundo inteligible, permite el conocimiento de las Ideas, que,
aunque de forma oscura y borrosa, es innato en las personas, que son capaces de
descubrirlo por sí mismas, particularmente si se posee un alma con predominio de la parte
racional sobre las otras dos. COMENTARIO: La redacción se centra en el tema propuesto, si bien no se
atiene exactamente al esquema “Introducción-Desarrollo-Conclusión”,
aunque se concluye con una breve síntesis de lo fundamental. Se aclaran
algunos de los conceptos filosóficos que se introducen (“dualismo
antropológico”, “cuerpo”, “alma”, “reminiscencia”, etc.); no obstante, no se
clarifican otros o se explican de forma algo confusa e incompleta (“Idea”, “lo
inteligible”, “opiniones”, etc.). La redacción y la expresión son buenas; no
hay errores importantes de contenido, aunque el párrafo subrayado resulta
confuso, probablemente debido a un problema de expresión y/o de una
insuficiente asimilación de ciertos contenidos. Tres de los 6 párrafos que
conforman la redacción son introducidos por partículas conectoras (3º: sin
embargo, 5º: mientras que, 6º: en resumen), que ayudan a hilvanar mejor
el texto y a darle mayor coherencia. La alumna contrasta además la opinión
de Platón con la de otros autores (los sofistas), y menciona además las
influencias de Sócrates y a los pitagóricos en aspectos que encajan
bastante bien con el título de la redacción.
REDACCIÓN 2: ÉTICA Y POLÍTICA [1.Introducción]
En el título de la redacción, “Ética y política”, se nos propone que expongamos la relación
entre estos dos términos, que enlazarán el comportamiento humano (virtudes morales) con
la forma de gobernar un Estado (la política). Para iniciar esta redacción es necesario plantear
una serie de cuestiones o problemas, como por ejemplo: ¿La ética debe ir ligada a la
política? Como veremos, para Platón es necesaria esta unión, y la hace factible mediante la
doctrina del “filósofo-gobernante”, que elabora a partir del intelectualismo moral de su
maestro Sócrates. A continuación desarrollaré la redacción centrándome en la relación entre
la ética y la política, y contraponiendo el punto de vista de Platón al de los sofistas; también
responderé a otros problemas, como por ejemplo: ¿Debe ser el político un individuo
moralmente bueno? ¿La ética influye en la política? ¿De qué modo? [2. Desarrollo]
En la “Carta VII” Platón deja claro que uno de los objetivos de su filosofía es acabar con
los males políticos de su época y para ello propone su doctrina del “filósofo-gobernante”, que
afirma que los males de la humanidad no tendrán fin hasta que los que gobiernen sean los
verdaderos filósofos. Esta doctrina tiene su fundamento en el intelectualismo moral de su
maestro Sócrates, ya que para Platón la única que puede ofrecernos verdadero conocimiento
sobre la esencia del Bien y de la Justicia es la filosofía. Esta última afirmación está, como
hemos dicho, fuertemente ligada al intelectualismo moral (la virtud es conocimiento), y
también a la teoría platónica de las Ideas, la cual afirma la existencia de ciertas realidades
eternas, inmutables, absolutas, tales como el Bien en sí y la Justicia en sí. Por lo tanto, para Platón la política será un arte que deberá producir una sociedad feliz y
armoniosa, y para que la sociedad sea de ese modo es muy importante determinar quién la
ha de gobernar. En efecto, para Platón los gobernantes deberán de ser personas sabias y
virtuosas, tanto en su vida individual (ética) como en los asuntos públicos o en la vida
política. De ahí un aspecto de la relación entre ética y política. Alguien que no conozca el
Bien en sí y la Justicia en sí, no podrá gobernar bien un Estado, y será igual que si un ciego
condujera a otros ciegos. En el mito de la caverna esto se ejemplifica claramente cuando el
prisionero liberado, después de alcanzar la visión de las cosas auténticas (Ideas), baja a
gobernar al resto de los prisioneros y a conducirlos por el camino adecuado. El gobernante
filósofo será necesariamente mejor que el gobernante que acude a la política para
enriquecerse, ya que el filósofo, al ser una persona justa (pues ha conocido la Justicia en sí),
irá al gobierno como a algo ineludible, por puro sentimiento del deber. En contraposición al punto de vista de Platón, tenemos el empirismo político de los
sofistas, que acepta como bueno y justo lo que el pueblo considera como bueno y como
justo; los sofistas no dan importancia a las cualidades morales de los gobernantes, dará
igual que sean sabios y virtuosos, a fin de cuentas lo bueno y lo justo son para ellos
convenciones o simples conceptos relativos. Lo importante es que sean buenos oradores. COMENTARIO: La redacción se centra bien en el tema, abordando algunos
aspectos de la relación ética y política como la relación entre la doctrina del
filósofo gobernante y el intelectualismo moral, la necesidad de que los
gobernantes sean a la vez individuos virtuosos y honestos, etc. El tema de
la redacción es el hilo conductor de la misma. Además, hay que valorar
positivamente los interrogantes que se formulan en la introducción, la
referencia adecuada al mito de la caverna y a otros filósofos, así como el
intento del alumno de contraponer el punto de vista de Platón con el de los
sofistas. El alumno logra hilvanar la redacción introduciendo el penúltimo
párrafo mediante el conector lógico de consecuencia “por lo tanto”, y el
último párrafo mediante la expresión de arranque “En contraposición a”. Sin
embargo, parece que la redacción queda inconclusa; falta una breve
conclusión y/o síntesis de lo expuesto. Además, algunos aspectos de la
relación entre ética y política podían haber sido también abordados. Por
ejemplo, el paralelismo entre la justicia como virtud individual y la justicia
del Estado (ambas son armonía entre partes); pero fundamentalmente la
indisoluble vinculación que Platón establece entre el bien individual y el bien
del Estado, entre la felicidad del individuo, por un lado, y la felicidad y la
justicia del Estado, por otro; esta relación se funda en la idea griega de que
la vida humana sólo tiene sentido en comunidad, por lo que la mejor
manera de promover la felicidad y la virtud individuales sea lograr,
mediante el arte de la política, un Estado justo y armónico.
REDACCIÓN 3: LA REALIDAD Y SUS FORMAS [1. Introducción]
El título de esta redacción da por sentado que existen diferentes formas de realidad, y nos
lleva a plantearnos los siguientes interrogantes: ¿Qué es lo real? ¿Hay efectivamente
diferentes clases de realidad? ¿Hay cosas más “reales” que otras? En relación a esta última
cuestión parece claro que, por ejemplo, una sombra es menos real que el objeto que la
produce, pues sin éste no existirá la sombra. En esta redacción nos centraremos en la
filosofía platónica y su visión ontológica. Para ello trataremos de ir respondiendo poco a poco
a preguntas como las siguientes: ¿Qué clases o formas de realidad existen, según Platón?
¿Cuáles son sus diferencias y semejanzas? ¿Cómo se relacionan las distintas clases de
realidad?
El núcleo de nuestra exposición será la Teoría platónica de las Ideas y trataremos de explicar
también cómo afecta esta teoría de la realidad a otros ámbitos como el conocimiento o la
política. [2. Desarrollo]
Como se sabe, Heráclito defendía que la realidad estaba en un permanente devenir. Nada
permanece constante, todo cambia. Platón acepta esta idea, pero modificándola a su
manera. Él dice que no todo deviene, ya que si todo cambiara, no existiría conocimiento
sobre nada, porque cuando creyéramos haber conocido algo, para entonces ya habría
cambiado, y el conocimiento verdadero y la verdad serían imposibles, tal y como defendían
los sofistas con su escepticismo. En contra de esta opinión, Platón formula su Teoría de las
Ideas, que afirma la existencia de un ámbito de realidades, superior al ámbito de las
realidades sensibles. Así, aparte de las realidades sensibles, materiales, cambiantes,
sometidas al nacimiento y a la muerte, accesibles a los sentidos y sobre las que no cabe
conocimiento, existe otro ámbito de realidades (las Ideas) que se caracterizan por no ser
materiales, por ser conceptuales, eternas (esto es, ingénitas e imperecederas), indivisibles,
inmutables, accesibles sólo por medio de la inteligencia, y sobre las que sí cabe
conocimiento. Platón no se conforma con esto, y en el símil de la línea (“Libro VI”
de República) divide en dos cada uno de estos ámbitos de realidad. Dentro del mundo
sensible distingue los objetos naturales y fabricados, por una parte, y las sombras o
imágenes de éstos. Las realidades inteligibles se dividen a su vez en Ideas y objetos
matemáticos, que, aunque pertenecen a lo inteligible, son sin embargo copias de las Ideas. Además, Platón establece una jerarquía entre estos cuatro niveles de realidad, según su
grado de realidad (más o menos real). Las cosas más reales y auténticas son las Ideas,
seguidas de los objetos matemáticos, seguidos de las cosas naturales y objetos fabricados, y
por último se encontrarían lo que Platón llama las imágenes. Para Platón lo menos real copia
o imita lo más real; Así, las cosas sensibles y los entes matemáticos copian a las Ideas o
participan de ellas. Por eso Platón considera que las Ideas son los modelos o arquetipos
ideales que copian las cosas pertenecientes a un nivel inferior de realidad, y son, por tanto,
la esencia o la causa del ser de esas cosas. En la cima de todas las Ideas se halla la Idea de
Bien, lo máximamente real, pues todas las restantes Ideas participan de ella. Por otra parte,
las Ideas son además subsistentes, es decir, existen por sí mismas, mientras que las cosas
sensibles dependen ontológicamente de ellas, esto es, dependen de ellas para existir. Pero, ¿qué consecuencias tiene esta concepción de la realidad para el
conocimiento? Según Platón, a cada nivel de realidad le corresponde un nivel de
conocimiento. Así, lo sensible se corresponde con la opinión o doxa, mientras que lo
inteligible, con el conocimiento propiamente dicho o episteme. Especificando más, dentro
del nivel de la episteme o conocimiento científico, a las Ideas les correspondería el nivel de la
inteligencia y a los objetos matemáticos el del pensamiento. Luego, dentro del nivel inferior
de la opinión, los objetos naturales y fabricados se corresponderían con la creencia, que es
un nivel superior de opinión, mientras que las imágenes se corresponderían con la
imaginación. Así, los niveles o grados de conocimiento están jerarquizados del mismo modo
que los niveles de realidad, de modo que cuanto más real es algo, más claro y verdadero es
el conocimiento que podemos alcanzar de ello y, por tanto, el mayor grado de conocimiento
se corresponde con los objetos que tienen el mayor grado de realidad (las Ideas o esencias
eternas). Por otra parte, esta concepción dualista de la realidad influye directamente en la
formación educativa del futuro filósofo gobernante. En efecto, el fin de la educación será
alcanzar la verdad, pero la auténtica verdad versa sobre lo auténticamente real, y por tanto,
sobre las Ideas, y en último término sobre la Idea de Bien, que es el fundamento de todo lo
real. Todos los campos de la filosofía de Platón (política, ética, cosmología, teoría del
conocimiento) se basan en la Teoría de las Ideas y la distinción entre dos mundos. [3. Conclusión]
Nombrar otros autores.
En resumen, la Teoría de las Ideas es el núcleo fundamental de la filosofía platónica, y
tiene consecuencias en todo su pensamiento. Dicha teoría supone la existencia de dos
niveles o formas de realidad: un nivel superior, al que Platón llama mundo inteligible,
caracterizado por la inmaterialidad, la eternidad y la inmutabilidad; y un nivel inferior de
realidad, el mundo sensible, caracterizado por ser material, cambiante, sometido al
nacimiento y a la destrucción. El mundo sensible es menos real porque depende
ontológicamente de las Ideas, las cuales constituyen su esencia, y a la cuales copia o imita.
Toda la obra de Platón gira en torno a la distinción de estos dos niveles básicos de realidad,
aplicados consecuentemente a los diversos campos. COMENTARIO: La redacción se estructura en “Introducción-desarrollo-
conclusión”. Hay que valorar positivamente los interrogantes que se
plantean en la introducción, que demuestran que el alumno ha captado el
problema filosófico que subyace al título. Igualmente, hay que valorar la
mención de otros autores (Heráclito), aunque el alumno podía haber
contrapuesto el punto de vista de Platón al de los sofistas, para quienes la
apariencia se identifica con lo real, y lo real con la apariencia. El tema de
esta redacción podía haberse abordado también tomando como referente la
alegoría de la caverna, a la cual, por cierto, no se hace referencia alguna.
Las partículas conectoras y las expresiones que figuran subrayadas no se
hallaban originalmente, y han sido añadidas por nosotros con la intención
de mejorar la cohesión de la redacción y de hilvanar mejor los párrafos y
frases.
REDACCIÓN 4: LA MATEMÁTICA Y EL PROYECTO POLÍTICO DE
PLATÓN
[1. Introducción]
El enunciado de esta redacción plantea la cuestión de la relación entre
matemáticas y política en Platón: ¿Cuál es el papel que juegan las
matemáticas en el proyecto político de Platón? Para responder a esta
pregunta será necesario plantearnos antes algunas preguntas previas:
¿Cuál es el papel que juega la educación en general en el proyecto político
de Platón? ¿Qué relación hay en general entre política y educación? Estas
cuestiones, sin embargo, nos llevarán a plantear la relación entre ontología,
por una parte, y educación y buen gobierno, por otra. Una vez aclaradas
estas cuestiones estaremos en condiciones de determinar posteriormente el
papel que las matemáticas desempeñan en el programa educativo de Platón
así como en su proyecto político.
[2. Desarrollo] En la “Carta VII” expone Platón la motivación fundamentalmente política de su
filosofía. Después de haber vivido muy de cerca los avatares políticos que conmovieron la Atenas de su tiempo, llegó al convencimiento de que los males
Contexto
histórico
de la humanidad no tendrían remedio hasta que los gobernantes fueran
filósofos, pues estaba convencido de que sólo la verdadera filosofía puede
proporcionar al gobernante un conocimiento adecuado de lo que es justo y bueno. Influido por el intelectualismo moral de su maestro Sócrates, piensa
que sólo si se conoce adecuadamente qué es la justicia, se puede obrar
justamente, tanto en el terreno político como en el privado. Pero, frente al relativismo moral y al convencionalismo de los sofistas, el bien y la justicia
no son para Platón conceptos subjetivos ni meras convenciones. En efecto, la
teoría de las Ideas de Platón afirma la existencia de ciertas realidades eternas,
inmutables, subsistentes, únicas, inmateriales, objetivas y accesibles al conocimiento. Entre estas realidades se encuentran los valores éticos y
morales (la Justicia en sí, el Bien en sí, etc.), que el gobernante debe conocer,
pues deben servirle de guía para el buen gobierno del Estado. Por ello, la educación de los futuros filósofos-gobernantes juega un
papel importantísimo en el proyecto político de Platón y tendrá como objetivo
fundamental alcanzar el conocimiento de las Ideas, y sobre todo, de la Idea suprema de Bien. Pero, ¿cómo conseguir el objetivo que la educación se
plantea? Es aquí donde entran en juego las matemáticas, las cuales cumplen al
menos dos funciones importantes en relación al objetivo que Platón persigue: En primer lugar, Platón considera que las matemáticas cumplen la
importante función de obligar al alma a usar de la inteligencia para alcanzar
la verdad en sí, esto es, el conocimiento de las Ideas, conocimiento
indispensable para el buen gobierno de la polis. Como se explica en el “Libro
VII”, los objetos de los que se ocupan las distintas disciplinas matemáticas
(aritmética, geometría bidimensional, geometría tridimensional, astronomía
y armonía) serían de esa clase de objetos que, al provocar en el alma
sensaciones contrarias, estimulan la inteligencia y el pensamiento, y con
ello hacen que el alma despegue de lo sensible y se eleve hacia lo
conceptual y abstracto, lo cual es, como hemos dicho, el objetivo de la
educación. En segundo lugar, como refleja el mito de la caverna, el tránsito de la
oscuridad a la luz, de la opinión al conocimiento y de lo sensible a lo
inteligible, no puede realizarse bruscamente, pues la luz acabaría por
deslumbrarnos. El prisionero liberado, necesita de un período de adaptación
hasta poder mirar directamente al sol. Y esa es justamente la función que
cumplen las matemáticas en la educación del filósofo-
gobernante: hacer que su alma se adapte progresivamente a la verdad y a
la luz. Por otra parte, recordando el símil de la línea (“Libro VI”
de República), los entes matemáticos pertenecen, al igual que las Ideas, al
género de lo inteligible, y, aunque se hallan en un nivel ontológico inferior al
de las Ideas, tienen características similares a ellas: son inmutables,
eternos, inmateriales, perfectos y accesibles sólo a la inteligencia, y no a los
sentidos. Así pues, las matemáticas constituyen para Platón una especie de
“preludio” o propedéutica de la dialéctica, que es el saber último que
interesa al filósofo y, por ende, al político. Pero las matemáticas tienen
importantes limitaciones, lo que lleva a Platón a no considerarlas
propiamente conocimiento, sino sólo pensamiento (algo superior a la
opinión pero inferior al conocimiento). Estas limitaciones tienen que ver con
el método que utilizan, que parte de hipótesis de las que el matemático no
da cuenta. De ahí que sólo la dialéctica pueda proporcionarnos la visión
clara y precisa de la verdad que el gobernante necesita.
[3. Conclusión]
En conclusión, para Platón la salvación del Estado pasa por una educación
adecuada de los que en el futuro han de gobernarlo. Esta educación debe
estar orientada al conocimiento de los valores morales eternos y objetivos
(Idea de Bien, de Justicia, etc.) que han de servir de guía para el buen
gobierno del Estado. Las matemáticas cumplen aquí una función
propedéutica, es decir, orientan, preparan y entrenan adecuadamente el
alma antes de dedicarse a la ciencia más elevada (la Dialéctica), la cual
permitirá la contemplación de las Ideas mismas y, finalmente, de la Idea
de Bien, cuyo conocimiento resulta imprescindible para el buen gobierno del
Estado.
REDACCIÓN 5: CONOCIMIENTO Y OPINIÓN
[1. Introducción]
El título de esta redacción hace referencia a dos grados o niveles
diferentes de conocimiento: la opinión (doxa) y el conocimiento
propiamente dicho (episteme). En realidad, el problema que bajo este título
se plantea es el problema del conocimiento de la verdad. ¿Es la verdad
relativa a la opinión subjetiva de cada cual? ¿Vale lo mismo la opinión del
sabio o la del hombre de ciencia que la del hombre corriente? ¿Son lo
mismo opinar y conocer? En el caso de que contestemos que no, cabría
preguntarse entonces: ¿es acaso posible alcanzar verdades objetivas y
universales? ¿Sobre qué cosas u objetos es posible alcanzar tales verdades?
Como es sabido, estas son algunas de las cuestiones que Platón se plantea
y a las que intenta responder mediante su filosofía. A lo largo de esta
redacción expondremos el punto de vista de Platón sobre estos temas que,
como veremos, contrasta abiertamente con la postura de otros filósofos
contemporáneos suyos, los sofistas, para quienes opinar y conocer son la
misma cosa.
[2. Desarrollo]
Platón acepta de su maestro Sócrates que el conocimiento propiamente
dicho (la episteme) ha de ser infalible, universal y objetivo. Además el
conocimiento ha de tener por objeto lo auténticamente real (“lo que es”),
y para Platón lo auténticamente real es lo que no cambia, lo que permanece
estable y siempre idéntico a sí mismo. De todo esto se sigue que el
conocimiento de las cosas sensibles no es posible, pues éstas no son ni
permanentes ni estables, ya que se se encuentran, como dijo Heráclito, en
permanente devenir, de modo que cuando creyéramos haberlas
conocido, para entonces ya habrían cambiado. De las cosas sensibles no
puede decirse propiamente que son verdaderamente, sino que están
siempre llegando a ser (devienen). Por eso, de ellas tan sólo cabe simple
opinión (doxa). En coherencia con este punto de vista, Platón considerará
que las investigaciones de los filósofos de la naturaleza (Tales, los
atomistas, etc.), son en cierto sentido inútiles, pues no pueden ofrecernos
conocimiento, sino sólo opinión, pues se centran en el estudio del
cambiante mundo físico.
La opinión es para Platón un nivel inferior de conocimiento, que tiene por
objeto el mundo de las cosas sensibles, lo cambiante, lo aparente, lo que
deviene, y no lo que verdaderamente es. La opinión es así un conocimiento
superficial, aparente, poco fiable, relativo, vinculado a los sentidos y a las
apariencias y, como su objeto, es cambiante e inestable. Pero entonces, si
todo cambia, ¿no hay más que opiniones, y no hay conocimiento? Más allá
de las realidades sensibles, Platón afirma la existencia de una clase de
objetos inmutables, permanentes, inmateriales, eternos, no accesibles a los
sentidos, pero sí a la inteligencia. Platón denomina a estas realidades
“Ideas”. Al ser permanentes y estables, es posible alcanzar sobre ellas un
conocimiento objetivo, universal e infalible. Por otra parte, habrá que dejar
claro que, aunque la opinión no constituye verdadero conocimiento, no deja
de ser una cierta clase de conocimiento, aunque de nivel inferior al de la
episteme. Esto es lógico, porque el mundo sensible es una copia del mundo
inteligible y, en esa medida, la opinión (si es opinión verdadera) nos
aproxima, siquiera un poco, a las realidades inteligibles, que constituyen el
modelo y la verdadera realidad. En el mito de la caverna el paso de la oscura caverna a la claridad del
mundo exterior representa de forma simbólica el paso de la opinión al
conocimiento, del mundo de lo opinable en el que viven la mayor parte de
los hombres, al mundo del conocimiento, al que debe acceder el filósofo. Y
en el símil de la línea, Platón distingue a su vez dos niveles de opinión y
dos niveles de conocimiento. Así, dentro de la opinión distingue entre a)
Imaginación, y b) Creencia. Por su parte, dentro del conocimiento distingue
entre a) Pensamiento, y b) Inteligencia. Cada uno de estos cuatro
subniveles epistemológicos se corresponde con un subnivel ontológico
diferente, de modo que, a mayor grado de realidad, mayor claridad en el
conocimiento, y viceversa. Por otra parte, tal y como señalábamos en la introducción, el punto de
vista de Platón es muy diferente al de los sofistas que, en general,
defienden el relativismo epistemológico, según el cual toda verdad es
siempre relativa. Expresión de este relativismo es la célebre sentencia de
Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Así pues, para los
sofistas no es posible un conocimiento objetivo y universal de lo real. Platón
aceptará que el conocimiento que nos suministran los sentidos acerca del
mundo material y físico es relativo, pero no el conocimiento (episteme) que
nos suministra la inteligencia acerca de “lo que verdaderamente es” (las
Ideas). En cambio, para los sofistas, lo que una cosa es, no es algo
diferente de lo que una cosa parece ser. Para ellos, las cosas son lo que a
cada uno le parece que son. En suma, ser y parecer son lo mismo. Ser
verdadero y lo que a mí me parece verdadero son también lo mismo. Por lo
tanto, lo mismo es conocer que opinar: toda opinión es
verdadera para quien la dice y, por consiguiente, no hay distinción entre
opinión y conocimiento verdadero.
[3. Conclusión]
En resumen, conocimiento y opinión son para Platón dos niveles
epistemológicos diferentes, que se corresponden respectivamente con dos
grados ontológicos diferentes: el mundo inteligible y el mundo sensible.
Mientras que el conocimiento versa sobre lo verdaderamente real, estable,
permanente, eterno y perfecto, la opinión versa sobre las apariencias
Pregunta
introductoria
tema
Citas
sensibles, lo cambiante, lo perecedero, simples copias imperfectas del
mundo inteligible, y es ontológicamente inferior. Platón está convencido de
que el conocimiento verdadero y objetivo es posible, pues hay cierta clase
de objetos conceptuales, eternos, inmateriales, que no cambian y que
existen con independencia de las opiniones humanas. A estos objetos Platón
los denominó Ideas, y sólo sobre ellas es posible el conocimiento. Cualquier
saber que no verse acerca de ellas, sino acerca de lo cambiante y sensible,
será tan sólo simple opinión.
REDACCIÓN 5: LA FUNCIÓN DE LA DIALÉCTICA EN EL PROYECTO
POLÍTICO DE PLATÓN
[1. Introducción]
El título de esta redacción plantea el problema de la relación entre
política y dialéctica o, dicho de otro modo, entre filosofía y gobierno de la
polis. Platón expone en la “Carta VII” los avatares y convulsiones políticas
de la Atenas de su época: la guerra frente a Esparta, el violento gobierno de
los 30 Tiranos, la posterior restauración democrática de Trasíbulo, la injusta
condena de su maestro Sócrates bajo el gobierno democrático, etc. Todos
estos acontecimientos le llevaron al convencimiento de que todos los
Estados estaban mal gobernados y de que los males de la humanidad no
tendrían remedio hasta que los gobiernos estuviesen en manos de los
filósofos. Esta es, en síntesis, la doctrina del filósofo-gobernante, en la que
se aprecia claramente la influencia del intelectualismo moral de
Sócrates. El tema de esta redacción nos obliga a preguntarnos por el papel
que juega la dialéctica en este proyecto político. Pero para contestar a esta
cuestión será preciso que respondamos antes a otras preguntas previas:
¿Qué papel juega la educación en el proyecto político de Platón? ¿Qué
función cumple la dialéctica en el programa educativo de Platón? Responder
a estas cuestiones nos llevará a su vez a exponer los presupuestos
ontológicos y epistemológicos en los que se sustentan tanto la educación
como la política de Platón, por lo que será inevitable referirnos a la Teoría
de las Ideas.
[2. Desarrollo]
Como dijimos antes, Platón propone como remedio a los problemas
políticos de su tiempo un gobierno de filósofos, al considerar que sólo la
filosofía puede ofrecer una visión adecuada de lo justo y de lo bueno,
imprescindible para que los gobernantes se conduzcan recta y sabiamente
como individuos y para que gobiernen sabiamente encaminando
el Estado hacia la justicia, la felicidad y la armonía. Como se sabe, Platón
rechaza la democracia como forma de gobierno, pues ésta se basa en el
supuesto de que cualquiera está capacitado para dirigir el destino político
del Estado. Por contra, propone como gobierno ideal una especie de
aristocracia o gobierno de los mejores, pero bien entendido, pues se trata
de una aristocracia del saber y de la virtud, no del linaje o de la sangre.
Sólo un gobierno así puede ponernos a salvo de la incompetencia, de los
abusos y de la ambición de los gobernantes corrientes. Este es, en suma, el
núcleo fundamental de la propuesta política de Platón.
De lo anteriormente dicho puede deducirse el importante papel que la
educación de los futuros gobernantes juega en esta propuesta política. Es
el Estado el que debe de educar en la filosofía y en otras disciplinas a los
futuros gobernantes. Para ello deben elegirse las mejores naturalezas,
aquellas que posean dotes naturales adecuadas para el estudio y destaquen
también por cierta predisposición natural a la virtud. La educación consistirá
en lograr que estas naturalezas bien dispuestas se encaminen hacia el
conocimiento de lo verdadero, de lo bueno y de lo justo. Para ello, el alma
debe volverse hacia lo inteligible, apartándose de lo sensible. Para entender
esto es inevitable referirnos a la teoría de las Ideas, que constituye el
núcleo fundamental de la filosofía platónica. La teoría de las Ideas afirma
que, aparte de las realidades sensibles, cambiantes, materiales y sometidas
al nacimiento y a la muerte, existen ciertas realidades superiores, ingénitas
e imperecederas, inmutables, inmateriales, abstractas, indivisibles,
accesibles sólo a la inteligencia, y que constituyen las esencias de las cosas
sensibles y los paradigmas o arquetipos ideales que las cosas sensibles
copian. A estas realidades Platón les da el nombre de “Ideas”. Sólo de ellas
puede haber conocimiento en sentido estricto (episteme), mientras que de
las realidades sensibles, aparentes y cambiantes, tan sólo puede haber
simples opiniones (doxa), jamás conocimiento. Entre las Ideas destacan la
Justicia en sí, la Belleza en sí, etc., y, en la cima de todas ellas, el Bien en
sí. Frente al relativismo de los sofistas, Platón defenderá, pues, la
existencia de ciertos valores éticos y estéticos objetivos, inmutables y
eternos cuyo conocimiento es indispensable para que sirva al gobernante de
guía en el gobierno de la ciudad. Y aquí es donde entra en juego la dialéctica. La dialéctica es el saber
acerca de las Ideas y sus relaciones, el conocimiento de las esencias
eternas e inmutables de las cosas, cuyo término final es la visión del Bien
en sí o Idea suprema, la cual es el fundamento de todo lo real y la
expresión suprema del orden racional que gobierna el mundo, a imitación
del cual el gobernante deberá gobernar el Estado. Sin embargo, la dialéctica
requiere como preparación y entrenamiento previo el cultivo de las
matemáticas, que constituyen, por así decirlo, su preludio o antesala.
Platón distingue además entre la dialéctica ascendente y la descendente. La
primera representa el camino que el alma debe recorrer desde los objetos
matemáticos hasta las Ideas, partiendo de hipótesis que se tomarán como
simples supuestos que servirán de trampolines o peldaños para ascender
hasta las Ideas. A partir de ahí, el alma, valiéndose exclusivamente del
poder dialéctico de la razón, de argumentos y refutaciones, debe ir de Idea
en Idea, sin recurrir a nada sensible, hasta alcanzar el Bien en sí. Esto se
refleja muy bien en el mito de la caverna, en el que la dialéctica
ascendente está representada por el camino que recorre el prisionero
liberado a partir del momento en que sale al exterior de la caverna, y que
culmina con la visión del sol (representación metafórica de la Idea de
Bien). Por otra parte, la dialéctica descendente consistirá en la aplicación
del conocimiento alcanzado acerca de lo inteligible y eterno, al mundo de lo
sensible, y en particular al ámbito político. En efecto, una vez contempladas
la Idea de Bien y las restantes Ideas, el filósofo debe ocuparse de los
asuntos humanos y asumir la dirección política de la polis, gobernando
el Estado y su propia vida a la luz del conocimiento de esos principios
eternos. En el mito de la caverna esto se representa simbólicamente con la
vuelta del prisionero liberado al mundo de sombras en el que viven sus
antiguos compañeros de prisión.
[3. Conclusión]
En conclusión, y contestando directamente al título propuesto, Platón
rechaza la democracia y otras formas de gobierno, y en su lugar propone,
como solución a los problemas políticos de su tiempo, el gobierno de los
mejores en virtud y en saber. Esta propuesta política se completa con un
ambicioso programa educativo que persigue como objetivo final formar a
ciertos individuos en el conocimiento de las esencias inmutables y eternas,
a la luz del cual serán capaces de gobernar sabia y rectamente. Y
justamente este conocimiento es el que nos proporciona la ciencia
dialéctica, la cual requiere del cultivo de las matemáticas como
propedéutica o preparación. La dialéctica es, pues, la ciencia suprema y el
remate de las demás disciplinas en las que deberán educarse los futuros
filósofos-gobernantes, los cuales tomarán el Bien en sí como guía y
modelo para gobernar, tanto a sí mismos como a la ciudad.
REDACCION VI Educación y conocimiento de la verdad en el pensamiento de Platón.
(BORRADOR)
Introducción: En esta redacción se nos plantea el problema de la relación
que existe, en el pensamiento platónico, entre la educación y el
conocimiento de la verdad. De entrada, cabría decir que según el
planteamiento platónico el conocimiento de lo verdadero depende
estrictamente de la educación, en la medida en que sólo a través de ella
puede alcanzarse un verdadero conocimiento de la realidad que nos rodea. Para entender esta idea, es necesario referirse en primer lugar al dualismo
ontológico y epistemológico característico de Platón. Dualismo ontológico: mundo sensible / inteligible Dualismo epistemológico: opinión / episteme
Hombre no educado: sólo conoce lo sensible, su saber es mera opinión
(podemos aludir aquí al mito de la caverna: hombre no educado como
prisionero de su ignorancia y desconocedor de la verdadera realidad) Educación: proceso que consistirá en trascender el ámbito de lo sensible
para alcanzar el conocimiento de las ideas, verdadera realidad y
fundamento de lo sensible, que es mera copia o reflejo de ellas y en último
término de la idea del bien. Mito de la caverna refleja cómo este proceso requiere de un gran esfuerzo y
que es un camino no exento de dificultades.
Concepción platónica de la educación: - Se opone a la sofística: concepción dogmática - El alma posee ya la virtud del conocimiento, pero tiene que dirigirla hacia
el lugar adecuado: función correctiva de la educación (mayéutica socrática)
Conocimiento de las ideas exige un paso previo: matemática como
propedéutica. Educación termina cuando se alcanza la idea del bien. Quienes han sido educados y conocen, por tanto, la idea del bien, deberán
dedicarse al gobierno de la polis: sentido práctico de la epistemología
platónica.
Ejemplo de redacción: "Educación y tipos de conocimiento en Platón" [introdución] El tema de la educación y los tipos de conocimiento en Platón que se nos propone en esta redacción es muy amplio y genérico. Pocas veces nos paramos a pensar que Efectivamente existe alguna relación entre conocimiento y educación, pues extraño sería Educar en conocimientos falsos, por ello, de educarse, se educa uno en lo que se piensa que es verdad. Pero educación hace referencia también a la formación, al desarrollo, a la cultura, al proceso por el que uno se socializa y adquiere las habilidades básicas para desenvolverse en la sociedad. Centrándonos en Platón veremos que la educación y el conocimiento hacen referencia al Bien y que todo conocimiento tiene a su raíz una aspiración práctica con implicaciones sociales importantes, por ello la educación es tan importante, porque establece el ideal a vida humana dentro de la sociedad. Nos podemos plantear la siguiente cuestión: ¿qué relación existe entre educación y las diferentes formas de conocimiento? O como se plantea Platón al inicio del libro VII ¿qué relación existe entre la educación y la naturaleza humana y qué implicaciones tiene para la sociedad en su conjunto? [desarrollo] La filosofía de Platón se establece con una intención polémica respecto de los sofistas, en concreto contra la intención de los sofistas de que educar consiste en poner “vista a unos ojos ciegos”, expresión que significa que mediante las enseñanzas de los sofistas, profesionales de la educación que cobraban por sus servicios, eran capaces de introducir el conocimiento y la ciencia en las almas de los hijos de los acaudalados ciudadanos que requerían sus servicios. Efectivamente, los sofistas planteaban la educación como un ejercicio que daba sus frutos por el saber enciclopédico, el ejercicio retórico, y la elocuencia necesaria para convertir el discurso sugerente y seductor en discurso verdadero que convenciera y subyugara a las mentes y voluntades de los ciudadanos atenienses que acudían a los juicios o a las asambleas de la ciudad-estado griega para decidir sus asuntos. Esta concepción de la educación sofista se acompañaba de cierta sabiduría, de cierto saber que desvinculaba la actividad filosófica de la búsqueda de la verdad, del bien y de la virtud. Los sofistas se mostraron hábiles manipuladores del lenguaje capaces de demostrar y convencer de una cosa y de su contraria en función de sus propios intereses, o de los intereses del cliente. Así sus doctrinas mantienen el relativismo epistemológico y ético (verdad y bien están en función de las circunstancias sociales y culturales) que puede llegar al subjetivismo (bueno y verdad es simplemente lo que a mí me aparece como tal) cuando no al nihilismo extremo (no existe ni la verdad ni el bien). Todo esto llevado al terreno político aboca la actividad política al oportunismo y al medro personal que busca en el terreno de la actividad pública la ocasión para favorecer los propios intereses más allá de lo que conviene a la sociedad en su conjunto. Frente a este modo de entender la actividad filosófica Platón, siguiendo la estela de su maestro Sócrates, intentará establecer una filosofía que supere la actividad sofista mediante una teoría que permita fundamentar el Bien como un valor absoluto y la actividad intelectual como vinculada a la búsqueda de la verdad permitiendo establecer criterios objetivos para
decidir la verdad de los asuntos más allá de la persuasión subjetiva de cada cual. Ya Sócrates había establecido como doctrina el intelectualismo moral según el cual el conocimiento del bien hace que actuemos bien, es decir, que seamos virtuosos, y ello nos proporciona la felicidad auténtica. También pensaba Sócrates que el conocimiento y la verdad residen en cada uno se nosotros y que por ello nadie nos puede enseñar nada, sino que sólo se nos puede ayudar a dar a luz esa verdad. De aquí derivará Platón su idea de que la educación consiste en despertar y orientar la mirada, es decir, despertar y orientar la inteligencia hacia el verdadero objeto de conocimiento que es la comprensión de lo que es el Bien. Este dato es importante porque aquí de lo que se trata no es de memorizar discursos o artimañas retóricas para discutir por “vanas sombras” sino de examinar las cosas en sí mismas por medio de la inteligencia, es decir, de la comprensión misma de todos los aspectos de la cosas que estemos considerando a la luz del Bien. Ahora bien, este despertar la inteligencia bien acompañado de una educación en el sentido de una “poda de excrecencias plúmbeas”, es decir, de una doma de los aspectos irracionales del ser humano: los deseos. Por ello la educación debe procurar virtudes para ayudar a las mejores naturalezas: la templanza, la fortaleza y la prudencia serán las virtudes que se deban educar en los ciudadanos. Ya tenemos un primer elemento de la educación, las virtudes. Pero ¿cómo se produce ese despertar de la ecuación? Platón sigue siendo heredero de Sócrates: la educación debe servirse de problemas y plantear contradicciones al alma para que esta despierte y ascienda hacia la luz buscando la lógica de las cosas. Esto no tiene nada que ver con la actividad de los sofistas empeñados en mantenerse en el mundo de los sentidos, buscando el bien como utilidad, como placer y la verdad como éxito social y político. Efectivamente, Platón busca liberar mediante la educación al alma respecto del cuerpo, y conseguir que de alguna manera se enseñoree del mismo como el buen auriga que guiado por la razón sabe domar y conducir a los caballos del deseo y de la voluntad para llevarlos fuera de la caverna por decirlo de algún modo siguiendo el símil platónico. Tal como hemos visto en el texto que se nos ha propuesto para analizar, Platón establece tres tipos de artes: las que se refieren los objetos del mundo de la generación (cosas fabricadas, materiales), los que se refieren al mundo matemático (geometría) y las que versan sobre la verdad en sí. Estas artes se corresponden con la doxa, la dianoia (pensamiento discursivo) y la noesis (que correspondería al ejercicio de la dialéctica). Siguiendo el pensamiento platónico las artes que tienen que ver con el mundo de la opinión y que están relacionadas con el ejercicio, la repetición y la costumbre, es decir, que no requieren inteligencia no son artes que sirvan para el fin que se propone: contemplar el Bien, la verdad. Ello porque el mundo al que pertenecen es inestable y contradictorio, es decir, un mismo objeto admite predicados contrarios. Platón establecerá que las disciplinas para despertar la inteligencia y elevarla hacia el mundo que le es propio, que es la inteligencia misma y las ideas, son las que permiten discutir y discurrir sobre su objeto, así le unidad y la multiplicidad son de ese tipo de objetos y incitan al alma a aclara lo que son. Por ello Platón establece las enseñanzas matemáticas (cálculo, geometría, volumen, astronomía y armonía) como ciencias auxiliares de cara a la dialéctica que debe ser, como hemos argumentado en la 2ª cuestión de la prueba, la que alcance la verdad en sí. Platón argumenta que esas disciplinas auxiliares son útiles para la ciudad y que por ello deben ser fomentadas, lo cual significa que deben no sólo ser honradas sino también ser favorecidas económicamente en su desarrollo, pero Platón ve su utilidad en que permiten acostumbrar a la inteligencia a trabajar sin objetos sensibles, como en un paso intermedio para trabajar con Ideas puras que será el objeto de la filosofía auténtica: la contemplación del Bien. La contemplación del Bien debe producir en el sujeto una
transformación que le impulse a bajar a la caverna e intentar liberar a los compañeros, por ello, el Bien en Platón tiene una función política clara: organizar la ciudad-estado de acuerdo a la justicia para que sea la ciudad en su conjunto la que alcance la felicidad y no una clase especial de ciudadanos. Por ello, la persuasión o la fuerza debe introducir ese orden que descubre el filósofo en la ciudad, orden en el que los ciudadanos alcanzan la armonía para vivir sin disensiones egoístas, sin demagogia y sin retórica sofista que solo busca el propio bien, para vivir según la idea universal de Bien como un modelo a imitar. La ciudad debe formar a los ciudadanos de ese modo, con vistas a la unificación del estado y al cumplimiento de sus deberes. [conclusión] Si la educación y el conocimiento llegan a tener esta relación en la que el conocimiento se convierte en práctica, es decir, si el conocimiento tiene una raíz práctica, o lo que es lo mismo, si conocer es alcanzar el conocimiento para actuar sabiamente en la vida pública y privada guiado por ideas objetivas, entonces la educación debe ayudarnos a despertar del sueño e incitarnos a llevar una vida despierta e inteligente. El resultado de todo ello es una sociedad rica en conocimiento lejos de la estafa y el engaño sofista, una sociedad que fomenta las el conocimiento científico pero que comprende no es el grado más elevado de conocimiento al que debemos aspirar, sino que todavía hay algo que nos incumbe de manera decisiva: alcanzar el conocimiento del bien para llevar una vida buena y sabia. La educación nos forma pues como seres humanos que somos y nos eleva hacia formas de vida mejores, permitiendo que la sociedad se beneficie en su conjunto del esfuerzo que hace por educar a sus miembros en los conocimientos que alcanza y comprende como buenos y verdaderos. Y sobre esto se podría discutir y objetar mucho pero lo cierto es que entre nuestros planes de estudios y los que propone Platón no hay mucha diferencia y de momento, no vemos la salida de la caverna. Habrá que volver sobre todo este asunto una vez más.
-EXAMEN: La teoría de la educación en la filosofía platónica. --Es, pues, labor nuestra--dije yo--, labor de los fundadores, el obligar a las mejores naturalezas a que lleguen al conocimiento del cual decíamos antes que era el más excelso, y vean el bien y verifiquen la ascensión aquella; y una vez que, después de haber subido, hayan gozado de una visión suficiente, no permitirles lo que ahora les está permitido. --¿Y qué es ello? --Que se queden allí--dije--y no accedan a bajar de nuevo junto a aquellos prisioneros ni a participar en sus trabajos ni tampoco en sus honores, sea mucho o poco lo que éstos valgan. --Pero entonces --dijo--, ¿les perjudicaremos y haremos que vivan peor, siéndoles posible el vivir mejor? --Te has vuelto a olvidar, querido amigo --dije--, de que a la ley no le interesa nada que haya en la ciudad una clase que goce de particular felicidad, sino que se esfuerza porque ello le suceda a la ciudad entera, y por eso introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la persuasión o de la fuerza, hace que unos hagan a otros participes de los beneficios con que cada cual pueda ser útil a la comunidad y ella misma forma en la ciudad hombres de esa clase, pero no para dejarles que cada uno se vuelva hacia donde quiera, sino para usar ella misma de ellos con miras a la unificación del Estado. --Es verdad--dijo--. Me olvidé de ello.
--Pues ahora--dije--observa, ¡oh Glaucón!, que tampoco vamos a perjudicar a los filósofos que haya entre nosotros, sino a obligarles, con palabras razonables, a que se cuiden de los demás y les protejan. Les diremos que es natural que las gentes tales que haya en las demás ciudades no participen de los trabajos de ellas, porque se forman solos, contra la voluntad de sus respectivos gobiernos, y cuando alguien se forma solo y no debe a nadie su crianza, es justo que tampoco se preocupe de reintegrar a nadie el importe de ella. PLATÓN, La República. 2. Define el término "ley" y "armonía" partiendo de la información ofracida por el texto y completándola con los conocimientos que tengas de la filosofía del autor. El término ley aparece en el texto en la línea 10 y hace referencia a las órdenes realizadas por el gobierno para la posible convivencia entre personas en una misma ciudad. Las leyes no deben ser particulares, sino deben ser para todas las personas, es decir, normas que deben cumplir todos los ciudadanos. El término armonía aparece en el texto en la línea 12 y hace referencia al estado de bienestar o tranquilidad que se vive en una ciudad y que se puede conseguir mediante las leyes o mediante la persuasión, pero entonces la armonía estará condicionada. Estos dos términos que aparecen en el texto están relacionados entre sí. Para Platón, las leyes debían ser regidas por los gobernantes filósofos que conocían el bien y sabían hacer el bien, lo que se llama intelectualismo ético, ya que habían recibido una educación. Si todas las personas de una ciudad son buenas y sus gobernantes también los son, en esa ciudad habrá una armonía, esto Platón lo defiende en su teoría política. Las leyes deben ser enunciadas por gobernantes filosóficos y la ciudad tendrá una armonía. Platón critica la forma de gobierno de una democracia porque en ese sistema de gobierno es el pueblo el que gobierna, y si el pueblo no conoce la idea de bien, no podrá enunciar las leyes que logren que en esa ciudad haya armonía entre las personas y mediante la fuerza y la persuasión se conseguirá la armonía, pero no será verdadera. 3. -Redacción: La teoría de la educación en la filosofía platónica. INTRODUCCIÓN: En este apartado se nos plantea la educación platónica pero ¿qué es la educación? Es lo necesario para acceder al verdadero conocimiento, sin embargo ¿qué podemos conocer? ¿Cómo distinguimos lo conocido de lo imaginado, es decir, lo real de lo ficticio? ¿Debemos tener, todos, una educación o ha de ser selectiva? Naturalmente he planteado varias dudas y preguntas fundamentales que surgen al cuestionarse este problema dilemático, ahora procederé a su análisis, de un modo mucho más exhaustivo. DESARROLLO: Teniendo presente la definición exacta de educación, según Platón, accedemos a una sala dónde, al mismo tiempo se nos abre la puerta de la pregunta que dice, de qué es lo que conocemos. Bien, según este filósofo se conoce lo que es real, lo inmutable, no lo que no deviene y no ocupa espacio, (estos son esos verdaderos seres, o ideas) y sobre todo la idea máxima, la de Bien y la relación que presenta entre las demás ideas que a fin de cuentas son modelos de esta.
CONSECUENTEMENTE: Llegamos a conocer las ideas, esto es obvio, pero la cuestión es cómo se ha de educar para acceder a ellas y así al conocimiento. Pues claramente despreciando paulatinamente los entes sensibles, pues no son reales y no sirven para aprehender verdaderamente, sino para creencias inútiles. Así pues, Platón dará comienzo a la educación con ciencias simples como la música o gimnástica para comenzar a ejercitar el cuerpo e ir alejándolo lenta pero constantemente de lo concupiscible o apetecible. Tras esto, a la edad de 20 años, se centrará, teniendo el cuerpo bajo el dominio racional del alma, en la διάνοια, o más conocida dianoia y matemáticas deductivas, con el único fin de preparar al alma racional en materia de abstracción, y así llegar a la dialéctica, ciencia de las ideas o διαλεκτική, totalmente abstractas e inmateriales, a la cual casi ningún estudiante llegará, pero visibles para el ojo cognoscible, que es el alma racional, iluminado claro está, por la luz natural, blanca y bella de la idea de bien. SIN EMBARGO: Se encuentra uno con la duda, después de este razonamiento, de si han de ser todos educados. Platón, sin faltar a sus propuestas no rechaza el dualismo, por eso se decanta por el sí y por el no. Principalmente habíamos de salir de la imaginación o despreciar las sombras de la caverna y contemplar el fuego, el cual causó dichas sombras imaginativas, que sólo nos proporcionan el beneficio del placer concupiscible o corporal. Es por esto mismo porqué el primer paso educativo es el de la música y la gimnástica, para dominar los apetitos y pasiones del cuerpo. Superada esta primera fase de selección, accedemos a la de las ciencias deductivas, el pueblo llano no llegará a esta etapa pero si lo harán el guardián y filósofo gobernante, llegando a adquirir la casi completa abstracción utilizando la herramienta eficaz de los axiomas matemáticos. El último paso será el de la dialéctica. El guardián, amigo de lo geométrico, no logrará llegar y se quedará en la entrada del mundo de las ideas, pero si lo conseguirá el nombrado filósofo. Con esto se conseguirá que la polis sea justa, buena y que todos sean educados según sus posibilidades. La polis estará, de este modo, gobernada por personas que mediante un educador han subido la escarpada y costosa cuesta, accediendo a la superficie, vislumbrando la idea de bien y pudiendo así gobernar eficazmente y finalizando, al fin la educación en la práctica justa de lo aprehendido. CONCLUSIÓN: Destacando lo dicho en las partes previas, se puede afirmar y solucionar las dudas introductorias de que la educación platónica siendo justa, es selectiva, pues permite que todos sean educados para acceder al fin de la dialéctica, que será alcanzado tan solo por aquellos que logren superar las barreras selectivas corporales y abstractorias, domando a los dos caballos, el de lo concupiscible y el de lo irascible, primando de este modo el alma racional, lo que es lo justo, debido y bueno. COMENTARIO: Buenas preguntas. Pero una introducción corta. Tiene las ideas claras, pero falta información. No ha nombrado el símil de la línea, ni la teoría de la reminiscencia. Asimismo aunque ha hecho referencia al mito de la caverna no lo ha explicado ni nombrado.
Dibujos esquemáticos:
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