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Relatos premiados en el concurso del año 2012-2013 en el IES Marqués de Manzanedo de Santoña
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LIBRO DE RELATOS PREMIADOS
Concurso 2012-2013Homenaje a Julio Verne
IES Marqués de ManzanedoSantoña
Meridiano 140
Había acabado los estudios hacía poco, y no encontraba trabajo.
Busqué en bastantes sitios hasta que me concedieron una entrevista.
Casi no me lo creía. Era para un proyecto de investigación de la fauna
y la flora de un mismo meridiano. Aquel proyecto prometía mucho y
además tenían bastantes recursos.
….
Después de hacer la entrevista y esperar los resultados, me han
dado el puesto y ahora me encuentro en un barco que va desde
España a donde quiera que vayamos a hacer la expedición. Aquí, en el
barco, hace fresco comparando con Galicia, donde vivo yo. Allí todo es
verde, las praderas y los bosques, y ahora me encuentro observando el
inmenso mar pensando en lo que haremos aquí, y me siento muy
perdida. En lugar de agobiarme con todo esto, decido explorar un poco
el barco.
Mientras recorro el barco conozco a algunos compañeros del
proyecto y descubro que a cada grupo de investigación le toca un
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meridiano, nosotros vamos al 140.
Después de charlar un rato y comer, salimos a tomar el aire y a
observar el mar con la esperanza de avistar tierra cuanto antes.
Durante el trayecto vemos bastantes delfines juguetones que se
acercan al barco y algunos bancos de peces.
….
¡Por fin! Estamos cerca de Australia, en Papúa Nueva Guinea, una
isla con mucha fauna. Es preciosa, las aguas cristalinas que bordean la
isla tienen muchas rocas, la playa te invita a que te bañes. Tiene
acantilados pequeños también, y más adentro selva.
Después, salimos del barco en pequeñas lanchas por grupos y
esperamos a todos los demás. Se nota que estamos todos muy
emocionados, hasta los que no son nuevos.
-De acuerdo- comenzó el jefe del proyecto: -ahora que estamos
todos reunidos os explicaré dos normas: No vayáis solos a ningún sitio
sin consultarlo y no toquéis ningún animal o planta que no conozcáis.
Después de eso exploramos la isla un poco y nos explican que al
día siguiente nos dividirán en grupos e iremos unos a la costa y otros al
interior.
-¿Qué vamos a hacer?-pregunto.
-Coger muestras de agua y buscar tantos animales o plantas como
podamos -responde el jefe.
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….
Ya han hecho los grupos y yo estoy en el de la playa. Hemos ido
directos a las rocas y a las cuevas y hemos buscado pececillos y otros
animales. También hemos visto cangrejos de todos los tamaños, los
hay como una uña del meñique y como la palma de la mano incluso
pequeños tiburones. Hemos cogido muestras de agua para analizarlas
a nuestro regreso.
Al día siguiente somos nosotros los que vamos al interior. Allí
hemos visto algunos poblados y tribus. Según nos vamos internando
en la espesura, la vegetación cambia y se hace más exuberante, los
árboles son más altos a medida que avanzamos y tienen las hojas muy
grandes y el aire es cada vez más húmedo. También vemos algunos
reptiles como lagartos y geckos y grandes pájaros de muchos colores.
Ya nos vamos, después de haber inspeccionado la isla vamos a
irnos a otro lugar.
….
Estamos de nuevo en el barco, y esta vez nos vamos más al
norte, a Japón. A Hokkaido, una isla con algunos volcanes.
El viaje ha durado bastante, sin embargo, cuando hemos llegado la
isla nos ha sorprendido el colorido de los vastos campos de flores.
Sobre todo nos dedicamos a visitar los alrededores de los
volcanes, y algunas fuentes termales formadas gracias a las
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erupciones volcánicas. También hay muchos bosques, que, a pesar de
la temporada, están cubiertos de nieve. Y hemos comprobado si la
fauna y flora se habían visto afectadas por el escape de radioactividad
producida en la central nuclear de Fukushima.
Después de visitar las dos islas, vamos a visitar: ¡La Antártida!
….
El viaje ha sido muy largo y a medida que nos acercamos a
nuestro destino van descendiendo las temperaturas. Se empiezan a ver
bloques de hielo y el barco va cada vez más lento tratando de evitar las
zonas heladas.
Cuando por fin llegamos, se pueden distinguir bastantes pingüinos
en el hielo, además vemos algún oso polar y focas.
Durante el tiempo que estamos en la Antártida, hacemos
expediciones hasta las zonas donde hay más vegetación, y allí
encontramos musgo y líquenes en la tundra. También buscamos vida
en el agua como el krill.
….
Después de estar en Papúa Nueva Guinea, Hokkaido y la
Antártida, volvemos a Europa a analizar las muestras de agua y
exponer nuestra investigación sobre el cambio climático.
Ahora está cada uno en su casa, y estamos esperando a que nos
digan el resultado del proyecto, ya que si les gusta, seguramente,
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programen un nuevo viaje de expedición.
….
¡Ya nos han llamado! Lo han aprobado y ya han publicado
nuestros descubrimientos. Ahora están preparando el viaje del año que
viene.
Celia Lizaso. 1º ESO .2013
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El pequeño cachorro
¡Hola! Soy Tim, el protagonista de esta historia. Soy un cachorro
de dálmata, muy peludo, con ojos negros y brillantes, patas cortas,
llenas de manchitas negras, y de tamaño no muy grande. Era el más
mono de mi familia, o eso me decía siempre mi madre, hasta que les
perdí, seguro que ahora el más mono es mi hermano Tony, que
siempre ha tenido envidia de que yo fuera el mejor de los dos. La
verdad, todo ocurrió muy rápido, ya que yo no me di cuenta de nada.
Ocurrió así:
Iba yo tranquilo y sonriente por la calle, con mi familia por
supuesto, hacia una nueva ciudad “La Ciudad Perruna”, la llamaba yo,
porque se decía que allí todo estaba hecho con chuletones: casas,
árboles, fuentes….; vamos, la ciudad perfecta para un perro. Todos los
perros se marchaban a aquella ciudad, y mi familia y yo no íbamos a
ser menos. Bueno, como dije antes, iba yo con mi familia y me paré a
ver la ciudad de la que partíamos por última vez para llevarme un
recuerdo bonito de todo el tiempo que habíamos vivido en esta ciudad.
Pensé que había sido un momento, pero debió ser un largo rato,
porque cuando me quise dar cuenta, mi familia ya no estaba. Así les
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perdí. Me vi solo en medio de una ciudad enorme, y decidí andar, para
encontrarlos, pero lo único que encontré fue una furgoneta de la
perrera o furgoneta de “Caza perros” y, como no, me llevaron a la
perrera.
Al llegar allí vi un montón de razas de perro diferentes: pastores
alemanes, rottweilers, beagles, caniches….pero ningún dálmata como
yo. Me metieron en una jaula, con cuatro caniches. Con lo poco que me
gustan a mí los caniches, con todo ese pelo y con sus peinados
extraños. Pero bueno, tuve que aguantarme. Venían un montón de
niños a la perrera cada día, porque claramente, querían un perrito
peludo como yo. Cada vez que se acercaban, yo ladraba como podía,
meneaba la cola, y sonreía muy fuerte para que se fijaran. Los niños se
fijaban en mí pero detrás de ellos, venía el gran problema, sus madres.
Y, como ya sabéis, la excusa de las madres con las mascotas, en
especial los perros, siempre es: “¿No prefieres un gato?” o “No le vas a
cuidar bien, déjalo”. Esto pasa siempre, o por lo menos con las madres
de los niños que venían.
Un día pensé que si la familia no me encontraba a mí, yo
encontraría una familia. Así que me fui de aquel espantoso lugar,
dejando a los caniches allí, en la jaula metidos.
Al poco rato, ya estaba en la calle, y me dispuse a encontrar la
familia perfecta. Entré en casi todas las casas de niños pequeños, para
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que jugaran un poco conmigo, pero cuando las madres, que estaban
cocinando deliciosas galletas, los veían jugando conmigo, salían
disparadas con la escoba a echarme de su jardín. Esto me pasó con
muchas casas, menos con una, con una enorme mansión ¡y qué
mansión!, con un jardín hermoso, lleno de plantas y árboles. Lo que me
sorprendió fue ver una caseta de perro, pero sin perro dentro. Así que
me colé en la casa, por una de las rejas de una enorme valla de oro, y
me puse a investigar. Di la vuelta a toda la casa pero no vi a nadie.
Cuando abandonaba la casa, salieron una niña bajita, rubia y con
ojos azules brillantes con su perrita, pequeña y sonriente, que por
suerte del destino, pienso yo, ¡era una dálmata!
¡Que suerte la mía! pensé, pero me acordé de que en dos minutos
o así, en cuanto nos vieran jugando, iba a salir la madre de la niña con
la escoba. Sin embargo, en esta casa no salió la madre. Lo diferente de
esta casa, es que allí no vivía la madre de la niña, sino el padre.
Cuando salió de la mansión, me vio jugando con ella, pero no dijo
nada, solo sonrió. La niña le preguntó que si se podían quedar conmigo
y el padre me invitó a pasar adentro.
La mansión, por dentro era mucho más impresionante que por
fuera. Era enorme, preciosa, con habitaciones grandes con vistas al
mar, baños con duchas gigantes y una cocina de cerámica ¡con miles
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de cacharros diferentes! Me gustó mucho esta casa y decidí quedarme
a vivir con ellos.
Bueno, esta es mi historia, ahora vivo muy feliz con esta familia, a
cuerpo de rey. Tengo una compañera dálmata preciosa, y dos hijos:
Simba y Nico.
Añoro a mi familia muchas veces, y escribo esto a ver si lo leen en
algún sitio de “La Ciudad Perruna” donde espero que hayan llegado
sanos y salvos, para que sepan que estoy bien, y que les echo mucho
de menos.
Blanca Álvarez. 1º ESO 2013
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Un viaje extraordinario
Me encontré a mí misma caminado por una desolada carretera,
ni siquiera sé por qué, iba por una carretera, a mi alrededor lo único
que había era una intensa niebla que lo cubría todo y solo lograba
distinguir el agrietado asfalto bajo mis pies... ¿Cómo había llegado a
aquel lugar? No recordaba nada, ni siquiera cuánto tiempo llevaba
pateando aquel suelo... No llegaba a entender por qué seguía
caminando, pero mis piernas se movían solas, como si alguien me
controlase por control remoto y yo no pudiera hacer nada hasta
quedarme sin batería. El sonido brillaba por su ausencia, ni siquiera
oía como mis zapatos chocaban con el suelo... Sentía mi respiración,
pero no oía el aire salir por mi boca... Notaba el frío, me calaba hasta
los huesos, pero me reconfortaba, al menos podía sentir algo.
De repente di un traspié, caí al suelo sobre las rodillas y los
codos y noté el dolor de un rasponazo. Me incorporé y me sorprendí
al ver que delante de mí se extendía un bosque... Comprobé que
ahora podía moverme con libertad, como si volviese a tener control
sobre mi cuerpo, mis oídos captaban el viento que hacía rozar las 10
hojas, la hierba que crecía de la tierra e incluso algún animal,
probablemente un pájaro...
Miré a mi alrededor mis ojos no encontraron ningún color... Todo
lo que en aquel lugar había estaba coloreado en escalas de grises y
el cielo no era mucho más que un techo blanco del que emanaba la
suficiente luz como para distinguir la silueta de los árboles y dejar
todo el lugar en penumbra.
Di unos pasos hacia una dirección que no sabía hacia dónde me
llevaría y escuché el crujir de la hojarasca. No quería quedarme allí,
parecía un lugar muy tranquilo pero, en mi interior, me sentía
inquieta...
Notaba que algo más estaba allí conmigo, y no era una
presencia amigable. Así que anduve con la esperanza de que lo que
fuera que mi subconsciente sentía se quedase atrás sin seguirme,
mas no fue así...
Era como una sombra tranquila al principio, hasta que oí un
aullido, me giré lo justo como para poder ver una silueta que se
movía demasiado rápido y asustarme. Eché a correr, para huir de
aquello.
Me pareció que los árboles se habían arrimado los unos a los
otros en un intento de atraparme entre ellos, habían levantado sus
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raíces para hacerme tropezar, pero yo no tenía intención de hacerlo y
mis pies las esquivaban con una agilidad de la que nunca había
tenido noticias.
Unos arbustos aparecieron de la nada y noté los cortes que me
hicieron sus ramas al meterme en ellos, pero conseguí salir a
trompicones, entonces empezó a llover, y mucho. El pelo se me
pegaba a la cara y notaba las gotas cayendo por mi barbilla. Aquel
misterioso ente continuaba persiguiéndome más rápido que antes y
yo aceleré todo lo que pude, aunque sabía que no iba a poder
escapar, ni esconderme.
Miré hacia atrás, los aullidos no procedían de la figura, que me
pisaba los talones, se oían demasiado lejos, como si los lobos
estuvieran componiendo una siniestra banda sonora para mi final.
Cuando volví la vista al frente, un árbol había irrumpido en mi camino
y puse las manos por delante para amortiguar el golpe... Pero no
choqué. Abrí los ojos que por reflejo se habían cerrado y ahora
estaba en un claro de un bosque distinto. Las suelas de mis zapatos
no descansaban sobre las hojas secas sino sobre nieve, y un lago
congelado ocupaba la mayor parte del terreno que estaba rodeado
por árboles de varios metros. Vi el vapor que salía de mi boca al
respirar y supe que seguía viva. Avisté una caseta a la orilla del lago
y me dirigí hacia ella con la intención de encontrar ayuda o, por lo
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menos, no congelarme allí afuera.
Cuando llegué me detuve enfrente de la puerta. Di dos toques y
esperé. Nadie abrió. Pegué la oreja a la fría madera y agucé el oído,
pero no oí nada que pudiera relacionar con que allí había gente. Mi
mano avanzó hacia el pomo de la puerta y lo giró, no sé por qué pero
esperaba que estuviera abierta.
Entré y descubrí un largo pasillo, me pareció demasiado largo
para lo pequeña que era la caseta pero avancé, tampoco tenía otra
cosa que hacer. Seguía inquieta, con un mal presentimiento. No
había puertas, o eso pensé, hasta que se acabó el corredor y vi una.
La abrí con miedo por lo que pudiera haber detrás de ella... Pero solo
había un cuarto.
Un cuarto que me resultaba muy familiar. El color había vuelto,
a través de la ventana podía ver que era de noche, pero se
distinguían los colores de la habitación; el verde de la colcha de la
cama, la alfombra multicolor que había en el centro del suelo... Me
sentía más tranquila, pero no del todo. Pasé y cerré la puerta. Le di
la espalda a la cama y me dirigí a una mesa color caoba, retiré la
silla para sentarme y fijé mi atención en un puzle a medio terminar.
Era un puzle en el que salía esa misma habitación, faltaban por
poner algunas piezas, cogí una y la coloqué, luego otrta y otra… y
así hasta terminarlo. Cuando puse la última me pareció bastante
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extraño... La fotografía debía de tener un defecto, la ventana se veía
borrosa. Giré mi cabeza y determiné que el puzle estaba bien, la
ventana estaba borrosa, bueno, no la ventana en sí, si no lo que
había fuera de la ventana, lo que me observaba con unos ojos rojos
y una sonrisa con dientes afilados. Me levanté de golpe y los
cristales de la ventana volaron por toda la habitación. Me sentía
demasiado cansada y caí al suelo, sumida en la oscuridad normal al
cerrar los ojos, oía aullidos a lo lejos...
Estaba tumbada en algún sitio, un sitio blando... Intenté abrir los
ojos pero había demasiada luz y me cegaba, así que los mantuve
cerrados. Palpé lo que tenía debajo... Era arena. Cogí un puñado y lo
dejé caer entre mis dedos. Escuchaba el ruido de las olas,
rompiendo antes de llegar a la orilla, pero eso era lo único que oía.
Me llevé una mano a los ojos para hacer sombra y poder abrirlos. Me
levanté y avancé hacia el mar. Me fijé en el paisaje, era muy bonito...
Pero solo había agua y arena, al menos hasta donde mi vista
alcanzaba, lo que eran kilómetros y kilómetros.
Me sentía muy tranquila, respiré hondo y disfruté del calor que
me brindaba el Sol. Caí en la cuenta de que estaba sola, que no
había nadie más por allí, pero no estaba asustada, sentía paz, y lo
pasado anteriormente era apenas un recuerdo borroso. Me metí en
el agua, estaba fría. Me tumbé y relajé mis músculos, para poder
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flotar, la corriente no me preocupaba. El cielo ahora estaba lleno de
estrellas, y la Luna era quien me permitía ver. Seguía en el agua.
¿Había encontrado por fin mi lugar? Perdí la vista en aquella infinita
masa azul oscura, interrumpida por algunos puntos brillantes
llamados estrellas y sonreí. Una frase resonaba dentro de mi cabeza;
“ser parte de algo especial te hace ser especial”.
Sara Domínguez Valle. 2º ESO.2013
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Proyecto Antártida
Robb Williams, profesor de Geomorfología en la Universidad de
Standford llevaba dos largos meses en la estación Antártica
Estadounidense situada junto al lago subterráneo Vostok, el más
grande de la Antártida conocido hasta ahora por el hombre. Él, en
compañía de un reputado grupo de expertos de diferentes ramas de la
ciencia, pretendía perforar el hielo del suelo Antártico hasta una
profundidad de 25m. Con ello abrirían un orificio conectando así la
superficie con lo que a primera vista parecía ser una enmarañada red
fluvial subterránea. Era un reto peligroso el adentrarse en un lugar tan
inhóspito, todos los sabían, pero a la vez sentían que habían nacido
para hacerlo, era la oportunidad de sus vidas, el trampolín que alzaría
sus carreras científicas a lo más alto.
Dichos expertos, seis para ser exactos, procedían de muy diferentes
partes del mundo y habían sido minuciosamente seleccionados por sus
sobresalientes estudios biológicos llevados a cabo en ambos polos
terrestres por el Estado Norteaméricano. En su aventura hacia lo que
podría ser su tumba de hielo, deberían soportar el extremo y rudo clima
polar, por ello fueron necesarias varias semanas de aclimatación al
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medio además de un imprescindible equipo de supervivencia con
oxígeno puro. La
estación Norte Americana contaba con 17 laboratorios dotados de la
más alta tecnología al alcance del hombre; 56 científicos especialistas
en ramas como la nanotecnología y las telecomunicaciones hacían
posible la conexión de la base con un satélite artificial que se mantenía
constantemente en órbita capturando fotografías de impresionante
resolución. Fue gracias a este medio de investigación por el que años
antes se planteó la hipótesis de que bajo la espesísima capa de hielo
pudiera existir una corriente de agua cuyo movimiento dependía en
gran parte de la atracción lunar en base a las fotografías junto con
otros estudios de la Agencia Internacional de Inteligencia(CIA) enviados
a la base “Hero” desde la estratosfera. Esta hipótesis de que pudieran
existir corrientes de agua en el interior de tal masa de hielo dejó
atónitos a todos los científicos del mundo, de confirmarse su certeza,
estarían frente a un nuevo e intrincado enigma.
Cayó la noche en la Antártida, era una noche especial, todo estaba
preparado para llevar a cabo su plan a la mañana siguiente. Una
inmensa aurora boreal de color turquesa y azul intenso cubría el cielo
extendiéndose a varios kilómetros alrededor de la base en la que Robb
y su equipo descansaban. Robb estaba nervioso, pensó que sería
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buena idea irse a dormir pues mañana habría de estar preparado para
hacer historia. Nadie jamás antes que ellos tuvo la osadía de desafiar
de ese modo a la Madre Naturaleza y eso podía pasarles factura.
(8:50am) Todo estaba a punto, el equipo de ingeniería Ártica había
pasado toda la noche perforando la gruesa capa de hielo, la máquina
encargada de ello ya había sido retirada de la zona por motivos de
prudencia debido a la inestabilidad del terreno. Era una mañana
especialmente fría, el termómetro marcaba 242º K (-31ºC) aunque la
sensación térmica debido a las corrientes de aire de la superficie
glaciar cortaba la respiración. Natalie, ingeniera genética conocida
mundialmente por sus hallazgos relacionados con el genoma
Neanderthal e hija del rector de la base Antártica, sería la
primera en saltar hacia el fondo de aquel profundo socavón. Todas las
miradas de los técnicos, compañeros y asistentes del evento estaban
centradas en ella y saltó. Durante la caída, Natalie hecho un vistazo a
su alrededor: la luz procedente del exterior se colaba por el hielo
haciendo que la cueva brillara iluminándose en un color azul
aguamarina que embargó a la chica; debido a las condiciones térmicas,
su consciencia la abandonó por un momento y pudo ver como ante ella
pasaron millones de recuerdos. De forma inconsciente e involuntaria no
podía dejar de pensar en Robb, tal vez influyeran los nervios o el
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cansancio, pero cuando volvió en sí, el suelo se aproximaba rápida e
inexorablemente a su encuentro, ella tiró torpemente de la anilla y se
abrió el paracaídas, aturdida respiró. A medida que descendía, la boca
de la galería principal de la cueva se iba estrechando; ello y la poca
práctica paracaidista de la joven hicieron que el paracaídas quedara
enganchado en un saliente afilado de la pared, tan solo unos metros la
separaban del suelo y de la entrada a la galería principal por la cual
discurrían las aguas subterráneas del lago Vostok. Natalie saco un
radio transmisor que portaba en su cinturón:
- He tenido un problemilla con el paracaídas, nada grave , podéis
bajar – fueron sus palabras exactas. Seguidamente cortó las cuerdas
del paracaídas y cayó al suelo con movimientos casi felinos, alzó la
mirada y pudo diferenciar como sus compañeros se tiraban desde lo
alto. Consigo portaban los maletines con el material que utilizarían para
la perforación y extracción de muestras de la masa helada además de
los materiales y animales milenarios atrapados en ella. Mientras tanto,
en la superficie, el equipo técnico aguardaba silencioso; la atmósfera
de nerviosismo se calmó cuando un comunicado del transmisor de
Mar, Científica especializada en medicina les hizo saber que ya habían
llegado a la entrada de la cueva subterránea. Robb encabezaba la fila
india que se dirigía a la galería sorteando cuidadosamente los
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obstáculos resbaladizos de aquel suelo irregular. Cuando sus ojos le
permitieron creer que lo que estaba viendo era cierto miró a Natalie
estupefacto: cristales gigantescos de 15m de longitud y 2m de grosor
atravesaban las paredes de aquel lugar; le vino a la cabeza la idea de
estar metido en una caja que estaba siendo atravesada por un millón
de
espadas de hielo de un tamaño fascinante. Esta formación
geomorfológica le trajo a la mente la cueva Mejicana, Naica, en ese
lugar maravilloso había tenido el gusto de trabajar poco después de su
hallazgo en el año 2000. Pero este lugar era diferente, ni las
condiciones climáticas ni los materiales que a simple vista se podían
diferenciar eran adecuados para dar lugar a formaciones tan
complejas. Rápidamente informaron de lo acontecido y se pusieron
manos a la obra, el reto se ponía
interesante.
En poco tiempo montaron el equipo portátil de sus maletines, un
auténtico laboratorio bajo 200m de
hielo. Natalie se acercó a Robb mientras él inspeccionaba curioso
aquel majestuoso hallazgo que andaba buscando su investigación. Era
un lugar precioso. A lo lejos e intentando escuchar tras el
sonido de interferencias de sus transmisores se oía el leve discurrir de
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un arroyo. La respiración aún
con oxígeno se hacía difícil. Natalie tocó por detrás el hombro de Robb,
que se dio la vuelta emocionado: - ¿Pero tú te das cuenta de lo que
significa esto?, madre mía Natalie, esto es grandioso, esto lo soluciona
todo – dijo Robb. Él llevaba enamorado de la hija del rector desde que
compartieron proyecto por primera vez años atrás en una estación de
Siberia pero nunca encontró el momento oportuno para decirla nada,
aunque supo desde que la conoció que nunca antes había sentido
nada, absolutamente nada parecido al momento en que la vio por
primera vez. Sabía que tenía que hacer algo, era el momento, y antes
de que ella le pudiera contestar, el se acercó y la besó. Ella se
sorprendió, pero voluntariamente o no, le correspondió. No le dio
tiempo a pensar, aunque en frio hubiese hecho exactamente lo mismo.
Apoyados ambos junto a una estalactita gigante comenzaron a
percatarse de cómo el murmullo de aquel arroyo se oía entonces con
más fuerza.
El sismógrafo rápidamente alertó del peligro que corrían ahí abajo, la
atmósfera de tensión que generó aquel momento les mantuvo con un
nudo en el estómago, el repentino sonido del hielo de las paredes
resquebrajándose hizo que todos, que estaban en diferentes partes de
aquella cueva, salieran corriendo de aquel lugar con la intención de
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salvar sus vidas. Pero de pronto un estruendo como no habían oído
jamás retumbó en toda la cueva, una de las paredes se vino abajo, en
un momento una ingente cantidad de agua helada con fragmentos de
diferentes tamaños arrancados de las paredes de aquel lugar se les
vino encima. Robb agarró a Natalie por el brazo haciendo un intento
desesperado por salvar sus vidas. Vieron como el agua destruía sin
piedad aquella maravilla formada a lo largo de millones de años. El
agua se aproximaba con una fuerza tal que Robb y Natalie al ver que
no había escapatoria posible se miraron frente a frente agazapados en
el suelo junto una pared helada, el agua se les venía encima:
- Te quiero -dijo él. Ella le miró con unos ojos que jamás olvidaría: -
Adiós Robb -fue su respuesta...
(8:50am) Robb se despertó adormecido y sudoroso, había pasado muy
mala noche.
Juan. Ferreira 1º Bachillerato .2013
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