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T. S. Eliot Selección de poemas
PRUFROCK Y OTRAS OBSERVACIONES (1917)
LA CANCIÓN DE AMOR DE J. ALFRED PRUFROCKSi yo creyera que mi respuesta fueraa una persona que alguna vez podría retornar al mundo,esta llama, sin más, quieta estuviera;pero ya que jamás desde este fondoescapa un ser humano, sí escuché verdad,sin temor a la infamia te respondo.
VAYAMOS, PUES, TÚ y yo
cuando la tarde se haya tendido contra el cielo
como un paciente eterizado sobre una mesa;
vayamos, entonces, por calles casi desiertas,
murmurantes retrocesos
de noches inquietas en hoteles baratos y de una noche
y empolvadas fondas con conchas de ostras;
calles que se prolongan como un argumento aburrido
de intención tediosa
que te llevan a una pregunta abrumadora...
Oh, no preguntes “¿Qué es?”
Vayamos a hacer nuestra visita.
En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
La niebla amarilla que lava su espalda en el cristal de las vidrieras,
el humo amarillo que lava su hocico en el cristal de las vidrieras
pasó su lengua por el interior de las esquinas de la tarde,
se quedó suspenso largo tiempo sobre los charcos de las cunetas,
dejó caer sobre su espalda el tizne que cae de las chimeneas,
se deslizó por la terraza, dio un salto súbito,
y, viendo que era una noche suave de octubre,
se enroscó una vez a la casa y se quedó dormido.
Y, en verdad, habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle,
frotando su espalda sobre el cristal de las vidrieras;
habrá tiempo, habrá tiempo
para preparar un rostro que acepte los rostros que encuentres,
habrá tiempo para matar, habrá tiempo para crear
y tiempo para todas las labores y los días hábiles
que levanten y dejen caer una pregunta en tu plato;
habrá tiempo para tí y habrá tiempo para mí,
y habrá tiempo incluso para cien indecisiones,
y habrá tiempo para cien visiones y revisiones
antes de que tomemos una tostada y té.
En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.
Y en verdad habrá tiempo
para preguntarse “¿Me atrevo?” y, “¿Me atrevo?”
Habrá tiempo para volverse atrás y bajar la escalera
con un lugar calvo en mitad de mi pelo.
(Dirán: “¡Qué ralo se le está poniendo el pelo!”)
Mi traje matinal, mi cuello que sube firmemente al mentón,
mi corvata, rica y modesta pero asegurada por un simple alfiler.
(Dirán: “Pero, ¡qué delgados son sus brazos y sus piernas!”)
¿Me atrevo
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto revocarán.
Porque ya las he conocido a todas, a todas ellas:
he conocido las noches, las mañanas, las tardes,
he medido mi vida con cucharillas de café;
conozco las voces que mueren poco a poco
bajo la música llegada de un cuarto distante.
Entonces, ¿cómo podría yo atreverme?
Y he conocido ya los ojos, todos ellos:
los ojos que nos fijan en una frase formulada,
y cuando esté yo formulado, debatiéndome en un alfiler,
cuando yo esté clavado y retorciéndome en la pared,
¿cómo podría entonces empezar
a escupir todas las colillas de mis días y de mis costumbres?
¿Y cómo podría atreverme?
Y he conocido ya los brazos, todos ellos:
brazos con brazaletes y blancos y desnudos.
(¡Pero bajo la lámpara poblado de claros vellos castaños!)
¿Es acaso el pefume de un vestido
lo que así me hace divagar?
Brazos que reposan sobre una mesa o se envuelven en un chal.
¿Y podría yo entonces atreverme?
¿Y cómo podría empezar?
¿Diré: fui, al crepúsculo, por calles estrechas
y contemplé el humo que sale de las pipas de hombres solitarios,
asomados a sus ventanas, en mangas de camisa?..
Yo debí ser un par de manos andrajosas
que rasaron los suelos de mares silenciosos.
¡Y la tarde, la noche, duerme tan apaciblemente!
Alisada por largos dedos,
dormida... fatigada... o bien se hace la enferma,
extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.
¿Tendría yo, después del té y los pasteles y los helados,
la fuerza para forzar el momento a su crisis?
Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y orado,
y aunque vi mi cabeza (ya un poco calva) traída en una bandeja,
no soy profeta (pero esto no importa mucho);
he visto flaquear el momento de mi grandeza
y he visto al eterno lacayo recibir mi abrigo y sonreír estupidamente,
y, en suma, tuve miedo.
¿Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre la porcelana, entre alguna conversación sobre ti y sobre mi,
hubiera valido la pena
haber hincado el diente en el asunto con una sonrisa,
haber comprimido el universo en una bola
para rodarlo hacia alguna pregunta abrumadora,
para decir: “Soy Lázaro, vuelto de entre los muertos,
vuelto para decirsélo todo, se lo diré todo”.
Si una, acomodando una almohada junto a su cabeza,
dijera: “No es eso lo que quise decir, no es eso.
No se trata, en absoluto, de eso”.
Y hubiera valido la pena, después de todo,
hubiera valido la pena,
después de los ocasos y de los patios y de las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de café, después
de las faldas que arrastran por el piso
(y esto, y tanto más).
¡Es imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios en
modelos sobre una pantalla:
¿Habría valido la pena
si una, acomodando una almohada o quitádose un chal
y volviéndose hacia la ventana, hubiera dicho:
“No es eso, en absoluto,
no es eso lo que quise decir, en absoluto”.
¡No! No soy el príncipe Hamlet ni es mi intención serlo,
soy un señor cortesano, uno que servirá
para llenar una pausa, iniciar una escena o dos,
aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento dócil,
obediente, contento de servir,
político, precavido, meticuloso,
lleno de altos conceptos, pero un poquito obtuso;
a veces, en verdad, casi rídiculo:
casi, a veces, el Bufón.
Envejezco... Envejezco...
Usaré enrollados los extremos de mi pantalón.
¿Me peinaré el cabello hacia atrás?
¿Me atrevo a comer un melocotón?
Me pondré pantalones de franela blanca y caminaré por la playa.
Allí he oído a las sirenas cantándose una a otra.
No creo que canten para mí.
Las he visto cabalgar sobre las olas, mar adentro,
peinando los blancos cabellos de las olas revueltas
cuando el soplo del viento vuelve el agua blanca y negra.
Nos hemos quedado en los dormitorios del mar
al lado de muchachas marinas
coronadas de algas marinas rojas y pardas
hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.
LOS HOMBRES VANOS (1925)
UN PENIQUE PARA EL VIEJO GUY
I
SOMOS LOS HOMBRES vanos
Somos los atestados
Que yacen juntos.
Cabezal henchido de paja. ¡Ay!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos,
Son calladas y sin sentido
Como viento en yerba seca
O patas de rata sobre vidrio roto
En nuestro sótano seco.
Horma sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, ademán sin movimiento.
Los que han cruzado
Con ojos directos, al otro reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso- no como extraviadas
Almas violentas, sino sólo
Como los hombres vanosLos atestados.
II
Ojos que no me atrevo a ver soñar
En el reino de sueño de la muerte
Ellos no aparecen:
Allá, los ojos son
Sol sobre una columna rota
Allá, un árbol hay que oscila
Y hay voces
Que cantan en el viento
Más distantes y solemnes
Que una estrella fugaz.
Dejadme estar no más cerca
En el reino de sueño de la muerte
Dejadme así vestir
Tan adredes disfraces
Abrigo de rata, cuero de cuervo, desfondos cruzados
En un campo
Obrando como el aire obra
No más cerca
No ese final encuentro
En el reino sombrío.
III
Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de la piedra
Son alzadas, aquí reciben
La súplica en la mano del cadáver
Debajo de los guiños de una estrega fugaz.
Es así como esto
En el otro reino de la muerte
Solos caminamos
A la hora en la que somos
Temblando con ternura
Labios que besarían
Desde plegarias hasta piedras rotas.
IV
Los ojos no están aquí
No hay ojos aquí
En este valle de estrellas que mueren
En este valle hueco
Esta rota mane mandíbula de nuestros reinos perdidos
En este último lugar de las reuniones
Nos congregamos
Y nos callamos
Plegados en la margen del crecido río
Ciegos, aunque
los ojos reaparezcan
Como perpetua estrella
Rosa multifoliada
Del reino sombrío de la muerte
La sola esperanza
De hombres vanos.
V
Vamos rodeando la tuna
Una tuna, una tuna
Vamos rodeando la tuna
A las cinco de la madrugada.
Entre la idea
Y la realidad
Entre los actos
Y el ademán
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Entre el concepto
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
Cae la sombra
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
Cae la sombra
Porque Tuyo es el reino
Porque Tuya es
La vida es
Porque Tuyo es el
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
Y así se acaba el mundo
No con un estallar, con un sollozo.
(Traducción: JULIO HUBARD)
CUATRO CUARTETOS(1935-1942)
Cuarteto # 3:THE DRY SALVAGES
I
[The Dry Salvages -acaso originalmente les trois sauvages- es un pequeño conjunto de rocas en las que se levanta un faro. Se encuentran en la costa noreste de Cape Ann, Massachusetts. Salvages se pronuncia de modo que rime con assuages. Groaner es una boya silbante.]
NO SÉ MUCHO de dioses, mas supongo que el río
Es un dios pardo y fuerte -hosco, indómito, intratable,
Paciente hasta cierto punto, al principio reconocido como frontera;
Útil, poco de fiar, como transportador del comercio,
Luego sólo un problema para los constructores de puentes.
Ya resuelto el problema queda casi olvidado el gran dios pardo
Por quienes viven en ciudades -sin embargo, es implacable siempre,
Fiel a sus sus estaciones y sus cóleras, destructor que recuerda
Cuanto prefieren olvidar los humanos. No es objeto de de honras
Ni actos propiciatorios por parte de los veneradores de las máquinas;
Está siempre esperando, acechando, esperando.
En la cuna del niño su ritmo estuvo presente,
En el frondoso ailanto del jardín en abril,
El olor de las uvas en la mesa otoñal
Y el círculo nocturno ante la luz de gas del invierno.
El río está dentro de nosotros, el mar en torno nuestro;
El mar es también el borde de la tierra,
El granito en que se adentran las olas,
Las playas donde arroja
Sugerencias de una creación anterior y distinta:
La estrella de mar, el límulo, el espinazo de la ballena;
Las pozas donde ofrece a nuestra curiosidad
La anémona de mar y las algas más delicadas.
Arroja nuestras pérdidas: la jábega rota, la nasa de langostas maltrecha, el
[remo quebrado
Y los arreos de extranjeros muertos.
El mar tiene muchas voces,
Muchos dioses y muchas voces. La sal está en la rosa silvestre,
La niebla en los abetos.
El aullido del mar
Y su bramido son voces diferentes
Que a menudo se escuchan juntas: el gemir en los aparejos,
La amenaza y caricia de la ola que estalla mar adentro,
La rompiente lejana contra la dentadura de granito
Y el lamento que avisa del promontorio que se acerca
Todas son voces del mar, y la boya silbante
AI girar hacia tierra, y la gaviota.
Y bajo la opresión de la niebla silenciosa
El redoble de la campana, tañida sin prisa
Por la ola que se hincha allá en el fondo,
Mide el tiempo, no nuestro tiempo
Sino un tiempo más antiguo
Que el tiempo de los cronómetros, más antiguo
Que el tiempo medido por las mujeres que en su angustia y su insomnio
Calculan el porvenir, tratan de destejer, devanar, desenredar
Y remendar pasado y futuro,
Entre la medianoche y el amanecer,
Cuando es engaño ya todo el pasado,
El futuro no tiene porvenir,
Antes de que amanezca y cambien la guardia,
Cuando el tiempo se detiene,
Y el tiempo no acaba nunca,
Y la ola que se hincha en el fondo
Y es y era desde el principio
Hace sonar la campana.
(Traducción: JOSÉ EMILIO PACHECO)
EL LIBRO DE GATOS PRÁCTICOSDEL VIEJO POSSUM
(1939)
EL BAUTIZO DE LOS GATOS
BAUTIZAR A LOS gatos agita nuestras mentes,
no se trata de un popular jueguecillo.
Acaso pensaréis que me falta un tornillo
cuando alegue que un gato en su vida concilia tres nombres diferentes.
Viene primero el nombre que le da la familia,
Augusto, por ejemplo, Pedro, Alonso o Jacinto,
Víctor o Jonathán, Jorge o Perico Pinto,
todos nombres sensatos, normales, cotidianos,
aunque los hay de lujo, con ecos lisonjeros.
Hallaréis para damas y para caballeros:
Platón, Admeto, Electra, y el armonioso Uranos;
todos ellos vocablos cuerdos y cotidianos.
Pero sabed que un gato requiere un nombre suyo,
un nombre peculiar y mucho más conspicuo;
si no, ¿cómo podría su rabo alzar oblicuo,
o atusar sus bigotes o vigilar su orgullo?
De tal rango de nombres cate mentar un quórum:
¿Os gusta Munkustrap, Quaxo o Coricopato?
¿Qué tal Bombalurina, o quizá Jellylorum?
Nombres son que jamás adopta más de un gato.
Ah, pero todavía nos queda un tercer nombre,
el nombre inviolado que a nadie se dirá,
un nombre irreductible al esfuerzo del hombre;
sólo el gato lo sabe, y no lo dice, ¡quiá!
Cuando adviertáis que un gato cavila sin cesar,
la razón, de seguro, será siempre la misma:
fascinado ese gato, la mente se le abisma
pensando el pensamiento de su propio pensar
en aquel inefable,
sublime archinotable
profundo singular inescrutable Nombre.
(Traducción: JAIME GARCÍA TERRÉS)
RON TON ESTIRÓN
EL RON TON Estirón es un gato curioso:
Si le ofreces faisán prefiere codomiz.
Si les das casa sola quiere un piso con mozo,
Y si les das el piso prefiere casa gris.
Si un ratón le señalas dirá que quiere rata,
Y si a la rata apuntas, no, de ratón se trata.
Hum, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
Y nada por hacer hay al respecto:
Pues digan lo que digan quienesquiera
Él hará lo que quiera
Por más que lo repudie el intelecto.
El Ron Ton Estirón vive dando la lata:
Si lo pasan adentro, quiere salir afuera;
Si le abren la puerta, la cierra con su pata,
Y sintiéndose dentro, un paseíllo espera.
Le encanta reposar en un cajón,
Pero si no lo sacan, ¡menudo sofocón!
Sí, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
Y no te quepa duda,
Pues digan lo que digan quienesquiera
Él hará lo que quiera
Contra todo consejo y sin ayuda.
Es Ron Ton Estirón curioso animalillo:
Su afán contradictorio lo tiene por costumbre.
Si le sirven pescado no lo querrá sencillo;
Si pescado no hay, no aceptará legumbre.
Si le sugieren crema, rehúsa con cinismo,
Porque sólo le gusta lo que ve por sí mismo;
Así que si lo suben a la usual alacena
Se acabará solito el almuerzo y la cena.
El Ron Ton Estirón es astuto y versado,
Al Ron Ton Estirón no seduce tu mimo
Mas te salta al regazo si te mira ocupado.
Ya que lo vuelve loco el importuno arrimo.
Sí, Ron Ton Estirón es un gato curioso-
Y no importa que yo se lo publique:
Pues digan lo que digan quienesquiera
Él hará lo que quiera;
Sin que de nada sirva mi público palique.
(Traducción: JAIME GARCÍA TERRÉS)
DEUTERONOMIO
MUCHO HA VIVIDO el viejo, viejo Deuteronomio,
Muchas vidas de gato en una larga historia
Precede su prestigio a la Reina Victoria,
Y lo cantan baladas compuestas en su encomio.
Enterró a nueve esposas el gran Deuteronomio-,
Y aún puede que fueran más bien noventa y nueve;
Hoy su innúmera prole prospera y se conmueve,
Y aplaude nuestra aldea su bien ganada gloria.
A la vista de aquel plácido rostro viejo,
Tomando el sol ahí, pacífico y ufano,
El anciano del pueblo gruñe: “¡Por mi pellejo...!
Será o no será... ¿Sí es...? Mi mente falla,
Lo admito. Pero... es el veterano,
O creo que sería, con el pelo ya cano,
El quintañón Deuteronomio, ¡vaya!”
El gran Deuteronomio se sienta en las callejas,
O en la Calle Mayor, en día de mercado;
Mujan los bueyes, balen las ovejas,
Los perros y pastores las apartan a un lado;
Rodarán sobre el prado los coches y camiones,
Pues la gente del pueblo las calles ha cerrado
Para que nada inquiete ni estorben los montones
El reposo del gato, tan cansado
Que no repara en ese general manicomio.
Entonces el anciano del pueblo gruñe: “¡Zas!
¿Será posible, o qué supones?
¡Válgame diablos rojos!
¡Aunque con la vejez no ven mis pobres ojos,
Intuyo que el causante contumaz
De todo esto es Deuteronomio!”
El gran Deuteronomio descansa sobre el suelo
Del Bar del Zorro Verde para dormir un pisto;
Y cuando la clientela reclama un licorzuelo
Antes de irse, la patrona: “Insisto
En que todos se marchen por la puerta trasera,”
Advierte, “porque yo, señores, no resisto
Tener que perturbar esta imagen señera,
Y llamaré a la guardia, si necesario fuera”-
Y todos se deslizan sin chistar por lo visto,
A fin de preservar la felina modorra
Que debe tutelarse por encima del momio,
Quiéralo o no el cachorro de la muy verde zorra:
Y el anciano del pueblo gruñe: “¡Por San Ignacio,
Ya me voy del espacio
Del Zorro y de la Zorra,
Pero con estas piernas me marcharé despacio,
Para no despertar al gran Deuteronomio”.
(Traducción: JAIME GARCÍA TERRÉS)
OTROS POEMAS
LA MUERTE DE SAN NARCISO
VEN BAJO LA sombra de esta roca gris
Entra bajo la sombra de esta roca gris,
Y te mostraré algo distinto, lo mismo de
Tu sombra extendiéndose sobre la arena al alba, o
Tu sombra saltando tras el fuego contra la piedra carmesí:
Te mostraré su ropa y miembros manchados de sangre
Y la sombra gris sobre sus labios.
Una vez caminaba entre el mar y los acantilados
Cuando el viento le hizo consciente dé sus miembros
sucediéndose suavemente
Y de sus brazos cruzados sobre el pecho.
Al caminar por la pradera
Estaba ahogado y sosegado por su propio ritmo.
En el río
Sus ojos se percataron de los ángulos agudos de sus ojos
Y sus manos, de las puntas agudas de sus dedos.
Sobrecogido por tal conocimiento
No pudo vivir al modo de los hombres, y se convirtió
en un danzante ante Dios
Si caminaba en las calles citadinas
Parecía pisotear los rostros, convulsos muslos y rodillas.
Así que surgió del fondo de la roca.
Al principio estaba seguro que había sido un árbol,
Entreverando sus ramas una con otra
Y trenzando sus raíces una con otra.
Luego supo que había sido un pez
Con el vientre blanco y resbaladizo atrapado entre sus dedos,
Retorciéndose en su propio puño, su antigua belleza
Fija por un instante en las puntas rosáceas de su nueva belleza.
Después había sido una muchacha
Acorralada en los bosques por un viejo borracho
Y así conoció al final el sabor de su propia blancura
El horror de su propia tersura,
Y se sintió borracho y viejo.
Se convirtió entonces en un danzante ante Dios.
Como su carne estaba enamorada de las flechas en llamas
Danzó en la arena ardiente
Hasta que las flechas llegaron.
Mientras las abrazaba, su carne blanca se rindió a lo rojo
de su sangre, y halló satisfacción.
Ahora él es verde, seco y manchado
(Traducción: ALBERTO BLANCO)
EL PRIMER CORO DE LA ROCA
«SE CÍERNE EL águila en la cumbre del cielo,
El cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
Trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
Conocimiento del habla, pero no dei silencio;
Conocimiento de las palabras e ignorancia de la Palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
Toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
Pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
Nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.»
(Traducción: JORGE LUIS BORGES)
MR. APOLLINAX
[cita, en griego, de LUCIANO]
CUANDO MR. APOLLINAX visitó los Estados Unidos
su risa se mezclaba al tintineo de las tazas de té.
Yo pensaba en Fragilion, esa figura oculta por los abedules
y en Príapo escondido en la maleza
mirando con asombro a la dama del columpio.
En el palacio de Mr. Phlaccus y en casa del profesor Channing-Cheetah
reía, irresponsable como un feto.
Su risa era profunda y submarina
como la del viejo del mar
disimulado bajo islas de coral
donde impacientes cuerpos de ahogados vagan a la deriva por el silencio
verde,
desprendidos a gotas de los dedos de espuma de las olas.
Yo ansiaba ver rodar la cabeza de Mr. Apollinax bajo una silla,
con fuco en los cabellos
o sonriente sobre un biombo, mostrando dientes y encías.
Oí el galope de cascos de un centauro sobre el duro césped del hipódromo,
mientras su sosa aunque apasionada charla consumía la tarde.
“-Es un hombre encantador. -Pero, pensándolo bien, ¿qué quiso decir?
-Sus orejas en punta... debe ser un desequilibrado.
Dijo una cosa a la que podría haberme opuesto.”
De la viuda de Mr. Phlaccus, del profesor Cheetah y de su esposa
recuerdo una rodaja de limón y un pastelillo de almendras mordido.
(Traducción: JOSÉ LUIS RIVAS)
CONVERSACIÓN GALANTE
DIGO: “¡NUESTRA ROMÁNTICA amiga la Luna!
O tal vez (en el plano fantástico, lo admito)
Sea el globo del preste Juan
O un farol de abollada chatarra suspendido en el cielo
Para alumbrar pobres viajeros en su miseria.”
Ella comenta: “¡Cómo divagas!”
Prosigo: “Alguien compone en el teclado
Este exquisito nocturno con que nos explicamos
La noche, el claro de luna ...; acordes que hacemos nuestros
Para representamos la propia nada.”
Ella: “¿Eso se refiere a mí?”
“Oh, no: soy yo el fatuo.”
“Usted, señora, es la eterna humorista,
La eterna enemiga de lo absoluto
Que da a nuestro inestable numen un leve sesgo,
Y borra así, de un trazo, nuestra loca poética!...”
Y: “¡Pues qué serios estamos!”
(Traducción: JOSÉ LUIS RIVAS)
LA FIGLIA CHE PIAGE
O quam te memorem virgo...
DESCANSA EN LA meseta superior de la escalera-
Recuesta el cuerpo en una urna del jardín-
Trenza, trenza con rayos de sol tu pelo-
Estrecha contra ti tus flores con sentida sorpresa-
Arrójalas al suelo y vuelve el rostro
Con un resentimiento efímero en los ojos:
Mas trenza, trenza con rayos de sol tu pelo.
Así yo habría visto que él se marchara,
Así habría deseado que él se quedara y se afligiera;
Así se habría ido él
Tal como deja el alma al cuerpo deshecho y lacerado,
Tal como el alma deja al cuerpo que vistiera.
Yo habría encontrado
Una manera diestra y hábil como ninguna,
Una manera que nosotros dos comprenderíamos,
Sencilla y falsa como una sonrisa y un apretón de manos.
Ella volvió la cara, mas con el tiempo de otoño,
De mi imaginación fue la dueña por muchos días,
Por muchos días y muchas horas:
Su cabello en mis brazos y sus brazos colmados de flores.
Y me pregunto: ¿cómo habrían estado los dos juntos?
Yo habría perdido un gesto, un ademán.
Estas meditaciones todavía me mueven a asombro
En la inquieta medianoche o en la calma del mediodía.
(Traducción: JOSÉ LUIS RIVAS)
CÁNTICO DE SIMEON
OH SEÑOR, LOS jacintos romanos florean en los tiestos
Y el sol de invierno asoma por los nevados montes;
La estación obstinada ceja en su porfía
Mi vida vana espera el viento de la muerte
Como pluma en el dorso de la mano.
En soleados rincones, la memoria del polvo
Espera el viento helado que sopla hacia el desierto.
Concédenos tu paz.
He caminado mucho entre estos muros,
He observado el ayuno y la fe, he velado por los pobres,
He dado y recibido honores, bienestar...
Nadie fue nunca echado de mi puerta.
¿Quién va a acordarse de mi casa? ¿Dónde vivirán
Los hijos de mis hijos cuando llegue la hora del dolor?
Tomarán el sendero de la cabra, la cueva de la zorra,
Para ponerse a salvo de extraños rostros y de extrañas armas.
Antes del día de la soga, del azote y el gemido,
Concédenos tu paz.
Antes de la hora del monte desolado,
Antes de la hora del materno dolor,
En esta hora del nacimiento y de la muerte,
Deja que sea el Niño, el Verbo no dicho aunque sobrentendido,
Quien dé el consuelo de Israel
A éste que tiene ochenta años y ningún mañana.
Conforme a tu promesa,
Ha de penar quien te honre en cada generación,
Con gloria y con escarnio, luz tras luz,
Ascendiendo la escala de los santos.
No para mí el martirio, el éxtasis de la meditación y la plegaria,
Concédeme tu paz.
(Y una espada ha de herir tu corazón,
También el tuyo.)
Estoy cansado de mi propia vida y de la de quienes han de vivir.
Yo muero de mi propia muerte y de la de quienes han de morir.
Haz que al partir tu siervo
Vea tu salvación.
(Traducción: JOSÉ LUIS RIVAS)
ASESINATO EN LA CATEDRAL
DESDE QUE EL dorado octubre declinó en sombrío noviembre
y las manzanas fueron recogidas y guardadas, y
la tierra se volvió ramas de muerte, pardas
y agudas, en un erial de agua y lodo,
el año nuevo espera, respira, espera, murmura en la sombra.
Mientras el labriego arroja a un lado la bota lodosa y tiende las manos al fuego,
el año nuevo espera, el destino espera su advenimiento.
¿Quién ha acercado las manos al fuego sin
recordar a los santos en el Día de Todos Santos,
a los mártires y santos que esperan? y ¿quién, tendiendo
las manos al fuego, negará a su maestro: y quién, calentándose junto al fuego,
negará a su maestro?
Siete años, y ha terminado el verano,
siete años hace que el arzobispo nos dejó,
él, que fue siempre bueno con su rey.
Pero no estaría bien que regresara
El rey gobierna o gobiernan los señores,
hemos sufrido diversas tiranías;
pero casi siempre se nos deja a nuestros propios recursos,
y vivimos contentos si nos dejan en paz.
Tratamos de mantener nuestras casas en orden,
el mercader, tímido y cauto, se afana por reunir una modesta fortuna,
y el labriego se inclina sobre su pedazo de tierra, color de tierra su propio color,
y prefiere pasar inadvertido.
Ahora temo disturbios en las apacibles estaciones: el
invierno vendrá trayendo del mar a la muerte;
la ruinosa primavera llamará a nuestras puertas,
raíz y vástago nos comerán ojos y orejas,
el desastroso verano aplastará el lecho de nuestros arroyos
y aguardarán los pobres otro octubre moribundo.
¿Por qué el verano habría de consolarnos
de los fuegos del otoño y las nieblas invernales?
¿Qué haremos en el sopor del verano
sino esperar en estériles huertos otro octubre?
Alguna dolencia viene sobre nosotros. Esperamos, esperamos,
y los santos y mártires esperan a quienes serán mártires y santos.
El destino espera en la mano de Dios, que modela lo todavía informe:
yo he visto estas cosas en un rayo de sol.
quienes, unas veces bien, otras mal, hacen proyectos y conjeturas
y abrigan propósitos que giran en sus manos en la trama del tiempo.
Ven, feliz diciembre, ¿quién te observará, quién te preservará?
¿Nacerá otra vez el Hijo de! Hombre en el pesebre del escarnio?
Para nosotros, los pobres, no hay acción, sino sólo esperar y dar testimonio.
(Traducción: JORGE HERNÁNDEZ CAMPOS)
EL VIAJE DE LOS MAGOS
“QUÉ HELADA TRAVESÍA,
Justo la peor época del año
Para un viaje, y un viaje tan largo:
Los caminos hondos y el aire ríspido,
Lo más recio del invierno”.
' Y los camellos llagados, sus patas adoloridas, refractarios,
Tendidos en la nieve que se derretía.
A veces añorábamos
Los palacios de verano en las cuestas, las terrazas,
Y las niñas sedosas que nos servían sorbetes.
Iban los camelleros blasfemando, mascullando,
Huyendo, y pidiendo licor y mujeres,
Y las fogatas se extinguían y no había refugios,
Y las ciudades hostiles y los pueblos agresivos
Y las aldeas sucias y caras:
Cuánto tuvimos que aguantar.
Al final preferimos viajar de noche,
Dormir a ratos,
Con las voces cantando en nuestros oídos, diciendo
Que todo esto era locura.
Entonces llegamos al amanecer a un valle templado,
Húmedo, lejos de las nieves perpetuas, y olía a vegetación;
Con un arroyo y un molino de agua que golpeaba la oscuridad,
Y en el horizonte tres árboles,
Y un viejo caballo blanco se fue galopando hacia la pradera.
Luego llegamos a una taberna con hojas de parra en el dintel,
Seis manos junto a una puerta abierta
Jugaban a los dados por un poco de plata,
Y alguien pateaba los odres vacíos de vino,
Pero no había información, y seguimos
Y llegamos al anochecer, y justo a tiempo
Encontramos el lugar; era (podríamos decir) satisfactorio.
Todo esto fue hace mucho tiempo, recuerdo,
Y yo lo volvería a hacer, pero que quede
Esto claro que quede
Esto: ¿nos llevaron tan lejos
Por un Nacimiento o por una Muerte? Hubo un Nacimiento,
Teníamos pruebas y ninguna duda. Yo había visto nacer y morir,
Nos sometió a una dura y amarga agonía,
Como la Muerte, nuestra muerte.
Regresamos a nuestros lugares, estos Reinos,
Pero ya no estamos en paz aquí, bajo la antigua ley.
Con un pueblo extraño aferrado a sus dioses.
Cuánto gusto me daría otra muerte.
(Traducción: TEDI LÓPEZ MILLS)
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