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Viaje en colectivo
Escucho un ruido, una melodía conocida de mi celular. Reconozco la canción y sé que María
me está llamando. Cuando miro la pantalla aparecen 5 letras, M-A-R-I-A. Abro mi teléfono y
digo “hola”, la palabra por todos conocida para saludar alguien. Por el canal de la voz, María y
yo decidimos una hora especial para juntarnos en el centro, usando un signo internacional: el
reloj. Por el signo de la palabra “chau” me doy cuenta que la interacción terminó. Cierro mi
celular y me cambio.
Quiero tomar una leche. Gracias a varios números en la caja de la leche, también conocido
como “fecha de vencimiento” sé que no se puede tomar más. Más tarde estoy esperando el
colectivo. Pasan muchos colectivos, pero tengo que prestar atención al color, el número y la
dirección. Tengo que tomar el colectivo rojo, con el número cinco hacia el centro. Cuando veo
el colectivo que tengo que tomar a lo lejos, uso el gesto convencional para mostrar al
conductor que quiero subir: saco mi mano hacia la calle. El conductor también conoce este
signo y para el cole en frente de la parada. Las puertas se abren y yo me subo.
Del bolsillo de mi campera saco monedas para pagar. La máquina azul que está al lado del
conductor acepta monedas y tarjetas. Gracias a un sistema conocido en todo el mundo, los
números, sé qué monedas tengo que poner: 2 monedas de 1 peso y una de 25 centavos.
Luego de pagar miro la gente y busco un lugar libre para sentarme. Reconozco una silla vacía
atrás, en el fondo del colectivo. Me siento ahí, al lado de una mujer y un chico joven.
Saco mi MP3. Lo prendo con solo presionar un botón en el medio. Con las palabras y letras
tengo la posibilidad de elegir una canción que quiero escuchar. Presto atención a los edificios
que están al lado de la calle. Pienso en el conductor y que tiene que reconocer muchos signos
como los semáforos, los colores y muchos carteles. También debe saber en qué calle puede
girar y dónde tiene que doblar.
Gracias a carteles sé que estoy cerca del centro. Reconozco muchas casas y negocios. Después
de pasar un negocio grande para pinturas especiales me paro y toco timbre para que el
conductor sepa que quiero bajar en la próxima parada. El colectivo frena en el lugar indicado y
bajo del cole.
Con los nombres de las calles me siento segura porque sé que estoy en el lugar correcto. De
lejos, reconozco a María con su pelo rojo. Su remera es blanca con muchas palabras sueltas en
otro idioma. Tengo que descodificarlas, algunas son parecidas al español, otras no. María saca
la mano para arriba y la mueve. Me saluda.
Autor: Leonie Melters 5º C.O.
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