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Editorial, Radio Progreso y Eric-SJ
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Una declaración conjunta necesaria
El 25 de junio de este año, los cuatro Relatores Especiales para la
Libertad de Expresión de la ONU, de la OEA, de Europa y de África,
denunciaron la necesidad de poner freno al alarmante incremento
de la violencia contra periodistas y comunicadores sociales, y
manifestaron su repudio ante los inaceptables índices de delitos
contra la libertad de expresión, como asesinatos, amenazas de
muerte, desapariciones, acciones judiciales y encarcelamiento.
Para los cuatro Relatores, los crímenes contra periodistas y
comunicadores sociales no sólo representan ataques contra las
víctimas sino que afectan a la libertad de expresión en sí misma,
puesto que tienen un efecto disuasivo para el libre intercambio de
información e ideas y atentan contra los derechos de la sociedad en
general.
Esta declaración conjunta nos viene como anillo al dedo a todo el
continente americano, ya que en nuestros países, desde Canadá
hasta Argentina, los periodistas y comunicadores sociales siguen
sufriendo impunemente constantes censuras, amenazas, agresiones
y asesinatos, haciendo del ejercicio del periodismo una de las
actividades más peligrosas en nuestra región.
Por ello, los Relatores Especiales recomiendan a los Estados adoptar
una serie de medidas que aseguren, particularmente, la
investigación independiente y efectiva, el juzgamiento y el castigo de
los delitos que atenten contra la libertad de expresión; y que además
aseguren la creación de programas de protección especializados
cuando exista un riesgo constante y grave de que se cometan
atentados contra este derecho tan fundamental para el
fortalecimiento democrático.
Evidentemente, Estados como Honduras, el más peligroso para el
ejercicio del periodismo en la región, requiere de medidas extremas
que implican la construcción de una nueva institucionalidad que se
asiente sobre los dos pilares fundamentales de la democracia y el
Estado de derecho, la legalidad y la legitimidad, ya que con el golpe
de Estado de hace 3 años, estos dos pilares fueron destruidos por la
violencia de las armas y el desprecio de la dignidad humana.
Nuestra Palabra | 26 Junio 2012
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