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UNIDAD II: IDEA DE UNIVERSIDAD
La Educación Superior surgió por la necesidad de justificar la experiencia en un campo determinado. Con el tiempo, ésta
identificó procesos de aprendizaje hasta determinar el quehacer del ser humano en un área específica (Carrera Profesional), a la
cual le daba un reconocimiento público (Título Académico). Con esto, la Universidad se convierte en el centro de Formación
Profesional a la cual llega el adolescente, enfrentando un cambio rotundo en su formación y mucho más, en la formación
académica. El conocimiento común que circula en torno a la Universidad, a su sentido y vocación suele ser vago y lleno de
prejuicios. Una reflexión experta sobre esta materia mejorará la actitud del estudiante para participar de manera más idónea,
junto con la Institución en el proyecto de su propia formación.
Identificar el origen de la universidad y su trasegar en la historia
Estudiar el proceso de la Educación Superior en Colombia e identificar los cambios que se han presentado
Analizar el papel de la Universidad como un ente que forma al ser humano integralmente y comprometido con la
sociedad
Explicar el carácter que adquiere la Universidad como institución académica y formativa
Reconocer a la Universidad como una empresa del conocimiento donde se genera Investigación
Código de la Asignatura: 153002
Créditos: 2
Intensidad Horaria: 2 horas
Modalidad: E-teaching
Coordinador
Ciro Alberto Bautista Serrano
Docentes Villa del Rosario -Cúcuta:
Fabian Alonso Mora Daza
Pbro.German Omar Hernández
Unidad temática II: Idea de Universidad
Tener una idea sobre universidad es uno de los objetivos específicos con los que queremos aproximarnos al estudio de la
Educación Superior en la asignatura de Cátedra Faría. Es por ello que la temática ofrecida para el estudio de esta unidad, nos
permite acercarnos a la estructura teórica que fundamenta el carácter de “Universidad” alrededor de aspectos tan importantes
como: Academia, investigación, Sociedad y Formación Integral, temas que, de hecho, son elementos que deben estructurar
UNIDAD en el quehacer profesional del Ser Humano.
También incluimos un complemento histórico de la unidad dos, referente al renacimiento, como principal fuente de cultura
institucional en la historia de la humanidad. Este complemento pretende presentar una nueva manera de ver la historia de las
principales universidades en la academia, y la manera de concebir la idea de universidad de la cual gozamos en la actualidad.
Lección 1: Origen de la Universidad y La universidad en el Medioevo
Lección 2: Educación Superior en Colombia
Lección 3: La Universidad como centro de Formación Integral y como una Institución Social
Lección 4: La Universidad como Academia
Lección 5: La universidad como empresa del conocimiento
IDEA DE UNIVERSIDAD, Newman, Ortega y Gasset y Jaspers
TAME ARAUCA
wfcrexe@hotmail.com
© 2013 Microsoft
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Español
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Origen de la Universidad y La universidad en el Medioevo
Objetivo:
Identificar la formación de la Universidad y su papel en la historia
Acciones
Para estudiar esta lección deberás leer el texto: Origen de la Universidad y La universidad en el Medioevo. Mediante el análisis de
este texto y la respuesta de el siguiente cuestionario, podrás dar respuesta a las siguientes preguntas:
1. ¿Etimológicamente qué significa Universidad?
2. ¿Qué significado adquiere universidad durante el medioevo?
3. ¿Qué connotaciones adquiere el término “UNIVERSITAS”, a mediados del Siglo XIII en Oxford (1252) y en París (1261)?
4. ¿Cuáles fueron las primeras evidencias de formación profesional en la historia?
5. ¿Cuáles son las tesis que mas se manejan sobre el origen de la universidad?
6. ¿Cuáles son las razones que aseguran que la tesis: “La Universidad es una creación del siglo XII”, es la mas cercana al origen
de universidad?
7. ¿Qué significa “Universitas Magistrorum” y qué se buscaba con este tipo de universidad?
8. ¿Cuál es la universidad modelo de “Universitas Magistrorum”?
9. ¿Cómo se dio y que se buscaba al formar la universidad de Bolonia?
10. ¿Cuál es la primera universidad creada en la historia legalmente?
11. ¿Quién reconoce la primera universidad creada y bajo que constitución?
12. ¿Cómo se organizaron las facultades en la universidad?
13.¿Cuáles eran los pilares de la cultura de acuerdo al estudio de las facultades en la universidad del medioevo?
14. ¿Cuáles eran los objetos de conocimiento según las facultades creadas en el medioevo?
15. ¿Qué significados tiene la Nación para la universidad?
16. Escriba y explique los cargos de maestros existentes en la época.
17. ¿Qué importancia tienen los colegios en esta época?
18. ¿Cuáles son los tipos de estudio que sobresalen en las universidades medievales? Explíquelos
19. ¿Cuáles son los títulos que otorga las universidades medievales?
Si ya terminaste con la primera lección puedes responder el primer Quiz de la presente Lección. Recuerda que en caso de perder el
Quiz no tiene la posibilidad de repetirlo. Le recomiendo que lo realice con cuidado y mucha atención.
La Universidad como empresa de conocimiento
Educación Superior en Colombia
Objetivo:
Reconocer la importancia de la Educación Superior en Colombia, especialmente en las tres últimas décadas del siglo XX
Acciones
La universidad colombiana ha sufrido cambios profundos en sus estructuras. Para que te puedas dar cuenta de ello con mayor
profundidad, tienes que leer el texto: “Educación Superior en Colombia”. Luego, intenta responder el siguiente cuestionario:
1. ¿De qué se encargó el FONDO UNIVERSITARIO NACIONAL y cuándo se creó?
2. ¿Cuándo fue creada y qué función tenía la ASOCIACIÓN COLOMBIANA DE UNIVERSIDADES?
3. Menciona cinco universidades que aparecieron entre 1943 y 1967
4. ¿En qué consistió el modelo Napoleónico para la universidad colombiana?
Alcances y prospectiva de la formación profesional en Colombia, es el otro texto que complementa esta lección. En él encontrarás
una visión de la educación en Colombia; realiza una lectura profunda de su contenido y responde:
1. La formación que se da en la Educación Superior, ¿hacia qué aspectos está orientada?
2. ¿Qué deberán tener nuestros profesionales, hoy?
3. ¿En qué consisten las competencias cognitivas?
Estos interrogantes te ayudarán a sintetizar la lectura realizada; si ya crees entender lo leído, intenta ahora responder el Quiz Nº 2
Cuestionario adicional que le colaborará al segundo parcial
1. ¿Cómo está marcado el ingreso a la Educación Superior en Colombia durante el siglo XXI?
2. Un profesional, formado por las universidades colombianas, debe ser capaz de relacionarse con la
complejidad. Para ello, nuestros profesionales, ¿deben?
3. La propuesta del desarrollo de un proceso de formación integral en la universidad en Colombia ¿implica
qué...?
4. La formación de profesionales dentro de paradigmas básicos de creación e innovación, ¿requieren?
5. La formación de profesionales centrada en la creación ¿requiere?
6. ¿Qué es un profesional creativo?
7. ¿Qué debe hacer un profesional innovador?
8. ¿Cómo debe ser la formación de profesionales?
9. ¿Qué se entiende por formación?
10. En la educación superior, ¿la formación se orienta hacia...?
11. ¿Qué tipo de competencias debe manejar la formación de un profesional?
12. ¿Qué significan las competencias cognitivas?
13. ¿Qué significan las competencias socioafectivas?
14. Dependiendo del nivel de manejo del conocimiento o de la relación social, podemos distinguir, en la
formación, el desarrollo de dos tipos de competencias, ellas son:
15. ¿Qué significado adquiere las competencias simples?
16. ¿Qué significado adquiere las competencias cognitivas complejas?
17. ¿Qué comprenden las competencias socioafectivas?
18. Las competencias, como estructuras cognitivas y socioafectivas internalizadas, forman parte del ...?
19. Tanto las competencias cognitivas como las socioafectivas implican. Las más conocida de todas, son:
20. ¿Qué significado tiene la competencia comunicativa?
21. ¿Qué demanda la sociedad moderna?
22. La formación y desarrollo de competencias de los futuros profesionales del país deben favorecer
prioritariamente:
23. El desarrollo de competencias tiene una relación directa con las formas de interacción que se activan en
los diferentes contextos de aprendizaje. ¿Cuál es la relación?
La Universidad como empresa de conocimiento
La Universidad como centro de Formación Integral y como una Institución Social
Objetivo:
Analizar el significado de la formación integral en la Educación Superior y sus incidencias, así como la implicación que tiene para la
comunidad el carácter social de la Universidad.
Acciones
Retoma la lectura: “La formación integral, objetivo básico de la universidad “; lee atentamente su contenido y elabora un mapa
conceptual, teniendo en cuenta que la Universidad es vista también como una institución social.
Una vez construyas el mapa conceptual trata de responder las siguientes preguntas:
1. ¿Qué función cumplen, según el autor, los cursos destinados a familiarizar a los estudiantes con los grandes valores de la cultura?
2. ¿Cuáles son sus limitaciones?
3. ¿Cuál debería ser su destino?
4. ¿Qué significa la formación Bulduing?
5. ¿En qué consiste el "Currículo del Tigre"?
6. Enumera la mayor cantidad posible de funciones de la universidad
7. ¿En qué consiste la función de investigación?
8. ¿Qué significa integración cultural según la lectura?
Este cuestionario te servirá para que prepares el Quiz Nº 3 de la unidad y estudies la lección.
En la lectura Universidad, humanismo y convivencia de Carlos Enrique Ruíz, encontrarás una complementación a estas ideas
relacionadas con lo que deben hacer tanto las instituciones como los estudiantes para el logro de su objetivo supremo: La formación
integral.
La universidad forma en sus estudiantes el carácter social y a través de éste ellos desarrollan su profesión. Por esa razón te invito
para que realices la lectura: “La idea de universidad como institución social”. Posteriormente trata de dar respuesta al sigu iente
glosario, teniendo en cuenta lo leído:
¿Qué es Currículo?
¿Qué significa la palabra Satisfactores?
¿ Da el concepto de Partenogénesis?
¿ Qué es Neófito?
Ya realizaste la acción, intenta ahora responder el Quiz número tres.
Origen de la Universidad.
La Universidad en el Medioevo
Tomado de “La humanitas como Universitas en el Medioevo”
de Gonzalo Soto Posada
Universidad Pontificia Bolivariana, Agosto de 2003
Identificar el origen de la universidad ha sido a lo largo de la historia objeto de polémicas y de tesis encontradas; sin embargo, hoy se
ha impuesto una tesis: “La Universidad es una creación del siglo XII”, debido al surgimiento de los gremios que aparecen impulsados
por el renacimiento urbano y comercial y también por la misma estructura de la Universidad que impone una disciplina común y
unos deberes recíprocos a estudiantes y profesores.
Por ello tendremos la oportunidad de analizar los diferentes procesos de formación que llevaron a la creación de la Unviersidad,
especialmente en occidente y que desde allí se fue extendiendo a todos los continentes formando la gran empresa de Educación
Superior, unas de caráter Privado, otras de tipo Religioso y las estatales o propiamente Instituciones del gobierno.
1. CONCEPTO
El término es tomado del lenguaje jurídico de los Romanos (Palabra latina) “Universitas”, que significa: “Comunidad o asociación” y
que de acuerdo a la descripción etimológica de la palabra, se convierte en: Unus (Unidad), Verto (Volver a); al unir el concepto se
traduce en volver a la unión - a la comunidad, convertirse en comunidad o en un colegio o cuerpo constituido con miras a un fin
determinado. Durante el medioevo la universidad tiene el sentido de gremio, de corporación, aplicado a todo cuerpo asociativo
dedicado a un oficio, ejemplo: Universitas Mercatorum (Gremio de mercaderes).
Este concepto realmente quedó reservado a la corporación de maestros y estudiantes de París, formada a fines del siglo XII y
reconocida como persona moral y jurídica hacia el año 1221, con el nombre de: “Universitas Magistrorum et Scholarium” (Gremio de
maestros y estudiantes). A este concepto se le anexó también, el término de Studium o Studium Generale, que designa al Conjunto
de cursos. A mediados del Siglo XIII (En Oxford (1252) y en París (1261) el término “UNIVERSITAS”, presentó dos connotaciones: la
primera: Gremio dedicado al oficio de enseñar y aprender y la Segunda: Enciclopedia de los diversos ramos del saber.
2. ORIGEN
Las universidades no fueron las primeras escuelas superiores ni profesionales en la historia. En verdad, las primeras evidencias de
formación profesional se encuentran en la cultura sumeria alrededor de 2400 a.C. Y hubo notables precursoras de la universidad,
por ejemplo, la academia de Platón (367 a.C.), el liceo de Aristóteles (336 a.C.), las escuelas surgidas en torno a la biblioteca y museo
de Alejandría (siglo III a.C.), las escuelas superiores en Constantinopla (siglo V d.C.), India (Nalanda, siglo V), China (Xian, siglo VII) y
en la zona de dominación árabe (Bagdad, Cairo, Córdoba, Granada, Toledo, siglos X y XI). Todo esto lleva a la formulación de diversas
tesis sobre el origen de universidad, por eso hay unos que dicen que el origen se remonta a las escuelas egipicias; otros que se debe
a las escuelas griegas y romanas; otros que el origen se dió gracias a Carlo Magno y su consejero Cultural (Alcuino); otros dicen que
fueron las altas escuelas episcopales y monásticas del alto medioevo; otros, que fueron las escuelas árabes del Islam Occidental;
pero la más cercana a la realidad es la tesis que dice que: “La Universidad es una creación del siglo XII”, por varias razones
específicas, y en especial dos:
A. Las ciudades dejan de lado el orden Feudal y se da un modelo social, económico, político y cultural con base en los oficios; uno de
estos oficios era el Saber. Por esta razón, con el surgimiento de la Universidad ésta se convierte en el tercer poder medieval, que
enfrenta al Sacerdotium (Papado) y el Regnum (Emperadores). La función va a ser la preparación de profesionales sabios (Teólogos,
abogados, canonistas, médicos) que con su saber cumplan una función clave en la estructuración de los saberes mismos y de la
sociedad.
B. La estructura misma de la universidad que impone una disciplina común y unos deberes recíprocos a estudiantes y profesores, de
ahí su organización: Facultades, títulos, exámenes, elaboración y defensa de la tesis (estos aspectos no existían), por esto la
universidad en un principio se convierte en un factor de movilidad social, no de élites, como se da posteriormente. Con base a las
dos razones anteriores se dan inicialmente dos modelos de Universidad:
2.1 UNIVERSIDAD DE PARÍS
Se encarga de dirigir el pensamiento especulativo y teológico del medioevo, organizado por una agremiación de maestros a la cual
se le llamó “Universitas Magistrorum”. Maestros organizados establecieron sus propias normas y entre ellos elegían a quien debia
ejercer como rector o como canciller; crearon cuatro facultades: Artes, Medicina, Teología y Derecho Canónico; se preocuparon por
las artes que agrupaba las dos terceras partes de la población estudiantil; se convirtió en la Institución cultural más importante de
Europa
2.2 UNIVERSIDAD DE BOLONIA
Se dio por los grupos organizados de estudiantes que contrataban maestros para que les impartieran formación básica (las “siete
artes liberales” y las “tres filosofías”) y formación profesional en medicina, derecho o teología. Los estudiantes regían la universitas y
el rector era un estudiante; a este prototipo se le llamó: “Universitas Scholarum” (Gremio de estudiantes). Esta Universidad se cree
que es la Primera en la historia de la humanidad en ser fundada y reconocida como tal, es así como el Emperador Federico I
(Barbarroja) en Noviembre de 1158 en Roncaglia, les da la constitución y los reconoce en el “Habita”que se anexó a al codex de
Justiniano que posteriormente fue confirmado por el Papa. El "hábitat" llegó a ser venerado como el origen y la fuente de la libertad
académica, en la misma forma que la carta Magna se convirtió en un punto de referencia para hablar de las libertades de los
ingleses1
1Cobban, A.B. The Medieval Universities, pág . 49.
3. ORGANIZACIÓN POR FACULTADES
Estudiantes y profesores de determinada disciplina se reunieron entre ellos para determinar las reglas de juego en su enseñanza y
aprendizaje. Así se crearon las facultades, que al comienzo eran corporaciones en miniatura dentro de la gran corporación
universitaria; se permitió entonces la unión de dos aspectos: los consagrados a estudiar cierta disciplina con el objeto particular de la
enseñanza (saber específico allí cultivado) El punto de referencia de la nueva Institución está compuesta por cuatro facultades:
1. FACULTAD DE TEOLOGÍA “Sacra Theologiae Facultas”, Considerada la reina de los saberes
2. FACULTAD DE ARTES “Praeclara artium facultas” “Artes liberales”, allí se enseñaba el “Trivium” y el “Quatrivium” y era la puerta
de acceso a las demás facultades
3. FACULTAD DE DERECHO O DE DECRETOS “Constantissima iuris canonici facultas”
4. FACULTAD DE MEDICINA “Facultas Saluberrima”
Algunas universidades se convierten en el foco de determinado saber, tal es el caso de la de Montpellier que se erige como escuela
de medicina; Bolonia y Orleans, se destacan por el derecho; París por teología y filosofía; Tolosa, Oxford y Salamanca por la
enseñanza de Teología. Con estas cuatro facultades se daba cuenta de: los pilares de la cultura: el Saber, el Creer y el Poder. Los
Objetos del conocimiento: Dios, Hombre y Mundo, que venían abarcados como una totalidad envolvente.
4. LAS NACIONES
Desde un comienzo, sobre todo en la Facultad de Artes, la más numerosa por ser la vía de acceso a las demás, los estudiantes
tomaron la costumbre de agruparse por regiones o países de origen, a lo que denominaron “Naciones”, subdivididas a su vez en
provincias. Las naciones formadas fueron cuatro:
Francia: con cinco provincias
Picardía: tenía también cinco provincias
Normanda
Inglaterra remplazada en el siglo XV por Alemania
Cada Nación era gobernada por un procurador elegido por los mismos estudiantes, quien además, era encargado de defender sus
intereses y de participar en la elección del rector. Cada nación vivía de acuerdo a su cultura compartiendo con miembros de su país.
5. LOS MAESTROS
A la cabeza de cada una de las facultades se puso un decano, cuya función era encargarse de los destinos de la facultad a su cargo. El
cuerpo de profesores estuvo formado por: Profesores titulares (Magister, Doctor, Regens, Professor), profesores extraordinarios o
visitantes (Dictaban cierto número de conferencias) nombrados según el modelo de universidad. A la cabeza de la universidad
estaba el rector “Amplissimus dominus rector” elegido en un principio por períodos de un año y después de 1278 para períodos de
tres años. Era escogido de la Facultad de Artes, elección reservada a los procuradores de las cuatro naciones; sin embargo el poder
del rector dependía del modelo universitario.
Se crean junto a la rectoría una serie de funcionarios, entre los que se destacan: El Procurador General o Síndico, nombrado por el
rector y las cuatro naciones a un período de 1 año y era el encargado de las finanzas de la universidad; El escribano de Justicia,
encargado de los reglamentos y leyes de la universidad; y El oficial, encargado de cobrar los dineros. Esto demuestra el carácter
democrático de su organización, pues todo se realiza con base a elecciones participativas de los diversos estamentos.
6. LOS COLEGIOS
Dada la afluencia de estudiantes se crearon casas para dar refugio, abrigo y pan, que en un comienzo eran hoteles amoblados a
donde llegaban los estudiantes de bajos recursos o “Becarios”. Pero las residencias pasaron a formar parte de la universidad, allí se
dictaban cursos introductorios a los de la universidad; algunos de estos colegios a finales del siglo XV se convierten y dan origen a la
enseñanza secundaria
7. TIPOS DE ESTUDIOS
Dentro de los estudios que se realizan caben destacar:
7.1. ESTUDIOS TEOLÓGICOS
En el prólogo de la suma teológica de Santo Tomás de Aquino dice que la teología tiene como objeto la exposicicón de las verdades
de la religión cristiana haciendo de esta exposición un logos, es decir, dar razón sobre Dios.
París se convierte en el centro de estudio de la teología. Era tan importante estudiar teología que significaba el pasaporte para todo,
desde los oficios eclesiásticos hasta ser profesor y rector.
7.2. ESTUDIOS JURÍDICOS
El derecho que se enseñaba era el derecho canónico, aunque en un primer momento en París se estudiaba el derecho romano que
fue prohibido en 1219 por el Papa Honorio III, prohibición que fue anulada por el mismo proceso de enseñanza, porque para ser un
buen canonista era necesario ser un buen romanista, de manera que los estudios jurídicos giraron en torno a a leyes civiles y a la
legislación canónica.
La facultad de derecho más renombrada fue la de BOLONIA, que se originó del derecho civil de Imperio y del derecho canónico de
Graciano
7.3. ESTUDIOS MÉDICOS
Es importante destacar el empuje que dio el prototipo de universidad que se originó en Palermo. En esta universidad se estudiaba la
medicina por encima de todos los parámetros establecidos para la educación superior en Europa, a partir de la práctica clínica.
Debido a esto, fue desplazada muy temprano por Montpellier durante el siglo XIII, convirtiéndose ésta en la cuna de la orden
hospitalaria del Santo Espíritu, fundada en 1172 por Guy de Montpellier. Hacia el año 1300 ya tenía 400 casas por toda Europa. El
estudio de la medicina busca convertirse en una ciencia racional y científica que de cuenta del saber médico (Escuelas, inventores,
dolencias del cuerpo, remedios y medicinas, etc), que restaure y proteja la salud, no solo de heridas y enfermedades sino con
comida, bebida y vestido.
7.4. ESTUDIOS DE ARTES
Allí se enseñaba el trivium que significa: Los tres caminos en los que se estudiaban tres materias:
1. Gramática o la habilidad de comprender hechos.
2. Lógica o la habilidad de razonar la relación entre hechos.
3. Retórica o la habilidad de la expresión sabia y efectiva, la aplicación de hechos y la relación entre ellos;
y quatrivium, en el que se estudian cuatro ciencias: Aritmética, Geometría, Música y Astronomía.
Era condición estar en artes para pasar después a otras facultades. Esta facultad se convirtió más tarde en filosofía debido al estudio
de la racionalidad aristotélica y sus comentarios árabes en occidente durante el siglo XIII
8. TÍTULOS
Tres fueron los títulos otorgados por las universidades del medioevo:
Bachiller, Licenciado y Doctor.
Cada facultad regulaba la edad y los requisitos, sin embargo a la facultad de artes se entraba de 14 años. Allí se estudiaba lógica
(antes de pasar a filosofía) por dos años, al final se presentaban pruebas orales y con la aprobación le entregaban un testimonio del
éxito obtenido (no había título). La licenciatura se obtenía a los 21 años cumplidos, (debía ser soltero y haber estudiado por tres
años en la facultad). Se presentaba un examen ante dos cancilleres Estos son los aspectos que se desarrollaron durante el medioevo
en la estructura de Universidad. A partir de ese momento se establecen las políticas interiores de cada universidad y las diferentes
acciones a seguir para preparar profesionales según las áreas específicas.
Alcances y prospectiva de la formación profesional en Colombia
por: Mario Díaz
El ingreso al siglo XXI está marcando la necesidad de un profesional capaz de relacionarse con la complejidad. Para ello, nuestros profesionales, además de poseer rigor y profundidad en el dominio de un campo del conocimiento, deberán tener un entendimiento del universo, de su país, de su región, de su cultura, de sí mismos; deberán desarrollar una visión crítica y creativa frente a los procesos de generación y circulación del conocimiento, que les permita valorar tanto los modelos matemáticos y experimentales propios de las ciencias básicas, como los modelos de la comprensión y de la acción social representativos de las ciencias sociales; deberán comprender y pensar sistemáticamente sobre los problemas morales y éticos, poseer criterios de orden estético, rechazar en todas sus formas la falsedad; deberán tener la capacidad de pensar y escribir con claridad, argumentar racionalmente y hacer uso del lenguaje en e! foro público; deberán comprender la diversidad cultural y el papel del arte, las religiones y la filosofía en el desarrollo
del pensamiento humano; deberán poseer una segunda lengua y competencia para el manejo de nuevas tecnologías de manera que se faciliten la conformación de redes y el intercambio y circulación de saberes a nivel nacional e internacional; deberán ser seres humanos de espíritu libre y mente abierta, capaces de gozar y construir felicidad, de expresar su afecto y vivir relaciones con los otros basados en el reconocimiento y el respeto. La propuesta del desarrollo de un proceso de formación integral en la universidad en Colombia implica, entonces, la formación de profesionales éticos, ciudadanos democráticos y equitativos, recreadores de su propia cultura; profesionales competentes capaces de insertarse en los procesos de desarrollo científico y tecnológico del país y del mundo globalizado; profesionales investigadores capaces de generar y circular el conocimiento conjugando lo universal y sus mediaciones locales; profesionales comprometidos con el desarrollo social del país y de su región. Esto significa formar a los profesionales dentro de paradigmas básicos de creación e innovación así como en la superación de aquellos centrados en la transmisión de conocimientos y la aplicación tecnológica.
La formación de profesionales centrada en la creación requiere el desarrollo de prácticas que permitan fortalecer la capacidad de abstracción y el manejo de sistemas simbólicos, muchos de ellos altamente formalizados; un pensamiento sistémico no reduccionista ni simplificador, capaz de relacionar el todo con las partes, y aprehender los fenómenos complejos, sujetos a la incertidumbre y la indeterminación; la capacidad de experimentar y de someter a validación los saberes aprendidos; el trabajo en equipos transdisciplinarios con espíritu de cooperación, que permita miradas más holístícas y complejas sobre los fenómenos. Bien sabemos que un profesional creativo es alguien comprometido con una visión de la formación profesional en Colombia.
Podemos distinguir, en la formación, el desarrollo de dos tipos de competencias: simples y complejas holística de su quehacer; capaz de enfrentar lo nuevo, con alta capacidad de adaptación. Es un diseñador y constructor de innovaciones en procesos cooperados con otros. Así mismo, es un profesional innovativo que debe desarrollar la capacidad de relacionar los saberes universales y las mediaciones en lo local y cultural. Por lo tanto, se hace necesario que una nueva regulación para la creación y funcionamiento de programas permita articular las prácticas de formación de las instituciones con los intereses nacionales. La formación de profesionales debe ser consecuente con los principios constitucionales, con los ordenamientos legales y expresar en las prospectivas institucionales las formas y contenidos propios de una formación integral. La formación integral, tan necesaria en la educación para generar un nuevo clima social y cultural, no puede resumirse en la retórica de las instituciones, cuyos discursos adoptan las formulaciones políticas pero no las convierten ni en estrategias ni en prácticas de formación coherentes con los principios de la formación integral.
Formación y desarrollo de competencias
[...] Entendiendo por formación, el conjunto de prácticas junto con sus principios, reglas y medios o instrumentos mediante los cuales se producen en los sujetos diferentes desarrollos de sus competencias, encontramos que, en la educación superior, la formación se orienta
fundamentalmente al desarrollo de las competencias cognitivas y socioafectivas, esto es, la capacidad para el manejo del conocimiento y de las relaciones sociales o de interacción en diferentes formas y en diferentes niveles de abstracción. Dependiendo del nivel de manejo del conocimiento o de la relación social, podemos distinguir, en la formación, el desarrollo de dos tipos de competencias: competencias simples y competencias complejas. Las competencias simples son aquellas que implican un bajo nivel de abstracción y de relación por parte de quien aprende (en el caso que nos ocupa, el estudiante universitario). Estas incluyen conocimiento factual, comprensión de conceptos primarios de bajo nivel, aprendizaje de información y aplicaciones simples. Las competencias cognitivas complejas implican conocimientos cuyo aprendizaje requiere un alto nivel de abstracción. Las competencias complejas presuponen el manejo de conceptos de alto nivel, por la capacidad de hacer previsiones, de generar hipótesis, de reconocer contextos de aplicación. Incluyen también la capacidad de aplicar conceptos a nuevas situaciones, y con respecto a la investigación por ejemplo, la capacidad de interpretar datos en un alto nivel de complejidad, así como formular y construir problemas e hipótesis.
Al lado de las competencias cognitivas es posible desarrollar en el sujeto lo que se denomina competencias socioafectivas que comprenden actitudes y disposiciones personales y profesionales. Así, por ejemplo, la participación, la responsabilidad, la tolerancia constituirían un sistema complejo de competencias que regularían el comportamiento o desempeño del sujeto en las relaciones de interacción. Las competencias, como estructuras cognitivas y socioafectivas internalizadas, forman parte del estado de desarrollo de un sujeto, desarrollo que es correlativo de los contextos de interacción posible en los cuales se activan y producen dichas competencias. Tanto las competencias cognitivas como las socioafectivas implican la más conocida de todas, la competencia comunicativa, esto es, las estructuras, patrones y sistemas del lenguaje internalizados que regulan los procesos comunicativos de los sujetos. Las formulaciones anteriores nos permiten considerar que las competencias tienen una relación en diferentes niveles con el saber y con el saber hacer, esto es, con el “saber qué” y con el “saber cómo”, que se va estructurando en el sistema cognitivo de un sujeto.
La sociedad moderna demanda que la educación superior desarrolle en los estudiantes las competencias necesarias para actuar efectivamente en diversos escenarios sociales. Pero esta consideración puede significar cosas diferentes. Puede significar el desarrollo de habilidades operativas de diferentes niveles propias de los requerimientos y las tareas laborales inmediatos, (“saber cómo”) o puede significar el fortalecimiento y desarrollo de la capacidad de los estudiantes para acceder a diferentes formas de conocimiento (competencias cognitivas) y de acción o práctica social (competencias socioafectivas) en forma comprensiva, reflexiva y crítica, socializada y participativa, mediante diversos medios, lo que equivaldría a generar en el sujeto una articulación o interdependencia entre el saber qué y el saber cómo (“saber qué” <— > “saber cómo”) Frente a la necesidad de hacer de la formación en la educación superior en Colombia un escenario para el desarrollo permanente del conocimiento y un escenario para la reflexión crítica y la construcción de nuevos principios sociales inspirados en la democracia, la participación y la tolerancia es necesario que la formación trascienda los marcos del “saber qué” y el “saber cómo”, y que articule ambos tipos de saber tanto en el desarrollo de las competencias cognitivas como en
el de las competencias socioafectivas. Sólo de esta manera se podrá trascender la reducción que se ha hecho de la formación en la universidad, en particular, y en la educación superior en general, ya sea al desarrollo de la competencia académica (“saber qué”) o al desarrollo de las competencias operativas ligadas meramente a las actuaciones simples o complejas en el campo laboral (“saber cómo”) Es a partir de este punto de vista que es posible formular una vía alternativa para que el desarrollo de las competencias de los futuros profesionales tenga efectivamente una articulación de los diferentes saberes y prácticas con sus usos en los contextos más críticos que nos plantea la realidad colombiana. En este sentido, la formación y desarrollo de competencias de los futuros profesionales del país deben favorecer prioritariamente:
a. La reflexión sistemática y crítica sobre el aprendizaje de conocimientos y de prácticas, que incluya la reflexión sobre el propio aprendizaje. b. La interpretación permanente del aprendizaje en situaciones contextualizadas en oposición al aprendizaje en situaciones ideales y descontextualizadas de los problemas propios del estudiante y de sus espacios de acción. c. El desarrollo de la capacidad de someter a juicio los argumentos racionales, aún los propios, esto es, el desarrollo de la competencia metacrítica. d. La capacidad de apertura a diferentes formas de análisis, conocimiento, argumentación, e investigación. e. La capacidad de apertura al diálogo permanente para favorecer el desarrollo de la competencia dialógica. f. La capacidad de aprender por sí mismo como medio para favorecer la autonomía intelectual. g. La capacidad de analizar las implicaciones sociales, políticas, económicas, de su propia profesión y asumir críticamente posturas alternativas que favorezcan tanto a la persona como a la colectividad.
En este sentido, el desarrollo de competencias tiene una relación directa con las formas de interacción que se activan en los diferentes contextos de aprendizaje. Por lo tanto, afectan la organización del conocimiento y afectan las relaciones sociales (prácticas pedagógicas) No podemos pretender una formación centrada en competencias que no afecte la organización y estructura curricular de los programas de formación. Los programas de formación deben velar por la generación y desarrollo de competencias complejas de sus estudiantes. El desarrollo de éstas debe estar inspirado en unos fines de la educación ligados al crecimiento de los sujetos en sus niveles individual, social y político que les favorezcan el acceso tanto a los medios de comprensión como a los medios de participación social y política en el momento histórico que les corresponde vivir.
La formación integral como objetivo básico de la Universidad
Ramiro Jesús Ceballos Melguizo
Docente del Programa de Filosofía - Universidad de Pamplona
Consideraremos en esta unidad el concepto de formación integral y su significado. Se trata de
comprender que el objetivo de la universidad es la formación integral de las personas para que
sirvan a la sociedad y a sí mismas de una manera creativa, humana y eficaz. La reflexión que
desarrollaremos a continuación planteará, en primer lugar, el problema de las dos tendencias que
pugnan en el escenario educativo en general y, en particular, en la universidad: la tendencia a
interpretar la educación como acceso al saber y la idea de la educación como entrenamiento para el
trabajo. En segundo lugar examinaremos el concepto de formación integral. Y en tercer lugar, la
formación integral como tarea de las instituciones y de cada estudiante en particular.
1. Dos tendencias en la educación
La educación ha sido vista desde siempre como el proceso de formación en el conocimiento y el
saber en el sentido clásico en el cual la filosofía comprendió el saber, es decir, como lucha contra la
ignorancia. Pero también, y desde siempre, la educación ha sido vista por muchos como un simple
procedimiento de transmisión de un saber ya adquirido y especialmente como un sistema de
producción de fuerza de trabajo calificada para satisfacer la demanda del mercado. En todo
momento esta doble comprensión de la educación influye en el rumbo de las instituciones,
definiendo su filosofía y perspectiva en la sociedad.
Una reflexión detallada sobre esta polaridad de concepciones es la que encontrarás en la lectura
complementaria: “Educación y Filosofía” del profesor Estanislao Zuleta, lectura número 1.
2. El concepto de formación integral
La idea de formación integral constituye la fórmula que pretende armonizar estas dos concepciones
contradictorias que intentan prevalecer en la educación. La idea es que la universidad no sólo educa
para la vida, el carácter y el saber, sino también para la práctica y la aplicación técnica. Veamos a
continuación lo expuesto por el profesor Luis Enrique Orozco con relación a este importante
concepto: “Una formación integral es entonces aquella que contribuye a enriquecer el proceso de
socialización del estudiante, que afina su sensibilidad mediante el desarrollo de sus facultades
artísticas, contribuye a su desarrollo moral y abre su espíritu al pensamiento crítico. En este
proceso, el estudiante se expone a la argumentación y contraargumentación fundadas, a la
experiencia estética en sus múltiples dimensiones y al integral como objetivo básico de la
universidad desarrollo de sus aptitudes y actitudes morales, a través de experiencias que van
estimulando y afinando su entendimiento y sensibilidad, tanto como su capacidad reflexiva y que
en ello van „formando‟, en últimas, su persona. La formación integral, va más allá de la
capacitación profesional aunque la incluye. Es un enfoque o forma de educar. La educación que
brinda la universidad es integral en la medida en que enfoque a la persona del estudiante como una
totalidad y que no lo considere únicamente en su potencial cognoscitivo o en su capacidad para el
quehacer técnico o profesional. El ámbito de la formación integral es el de una práctica educativa
centrada en la persona humana y orientada a cualificar su socialización para que el estudiante pueda
desarrollar su capacidad de servirse en forma autónoma del potencial de su espíritu en el marco de
la sociedad en que vive y pueda comprometerse con sentido histórico en su transformación. […]
De lo anterior se infiere que la institución universitaria contribuye a la formación humana de
quienes pasan por ella en la medida en que a través de sus funciones de docencia, investigación y
proyección hacia la sociedad involucra al estudiante en vivenciasintelectuales, estéticas y morales
que le permiten sentirse implicado y afectivamente comprometido en prácticas específicas y valores
determinados. La universidad es espacio de un compromiso práctico y colectivo. Cuáles prácticas y
cuáles valores adopte es un asunto que dependerá del rostro de la institución, y con él, de la manera
en que ésta comprenda su sentido dentro de una sociedad determinada. Al decir que la formación
integral compromete al quehacer universitario en su conjunto, se está señalando que todos los
niveles de la institución están involucrados en ella y permeados por sus fines: el profesor, el
estudiante y el directivo de la universidad. En la interacción diaria se define el clima formativo, el
„éthos universitario‟. Tal interacción define prácticas administrativas, docentes, investigativas, de
relación humana en el interior de las cuales todos dan testimonio de su visión del „mundo de la
vida‟ de la sociedad en que se vive, de las producciones del espíritu humano en general. En ellas, el
estudiante y el profesor resultan esencialmente modificados; es decir, con cambios —positivos o
negativos— en su „forma‟. En la medida en que de tales interacciones salgan fortalecidos,
„crecidos‟, con una „forma superior‟, se dice que se trata de una „experiencia formativa‟, o que se
recibe una „educación superior‟ y para lo superior. En este contexto se ponen de relieve la
dimensión simbólica del proceso de aprendizaje, la dimensión ética del manejo académico de los
currículos y de las formas de evaluación del aprendizaje y la finalidad cultural y crítica de la
universidad en el desarrollo y la docencia de la ciencia. Los cursos que con destinación específica
se ocupan de familiarizar a la persona del estudiante con los grandes valores de la cultura y
sensibilizarlo ante la dimensión estética de la existencia, cumplen la función de fortalecer y
acrecentar el conocimiento, las actitudes y los valores pero no remplazan le responsabilidad de
todos en el quehacer de formación integral de la universidad. Su destino debería ser el de
desaparecer en la medida en que el interés formativo esté presente en toda acción de quienes
componen la universidad. Un saber cualquiera —comprendido el de las humanidades— que se
transmite con carácter instrumental, exclusivamente, despoja al mismo de todo interés vital; es
decir, de todo sentido humanístico”1. Para que amplíes el significado de la formación integral te
invitamos a leer el documento número 2, de Mario Díaz y Otros.
La formación integral, va más allá de la capacitación profesional aunque la incluye.
1 Orozco Silva, Luis Enrique. La formación integral. Mito y realidad. Capítulo 3, El concepto de
formación integral. Santafé de Bogotá. Ediciones Uniandes. 1999. (Extracto sin notas del capítulo
3).
3. La formación integral como tarea de las instituciones y de cada estudiante en particular Una vez
más, el profesor Luis Enrique Orozco nos expone aquí este aspecto de la formación integral: “En
todo lo anterior, se han presentado las líneas principales del problema de la formación integral en
una doble dimensión: la formación del carácter y la personalidad y la conformación de un
pensamiento crítico. Para ello se han explicitado el sentido y exigencias de la formación humana
integral siendo atento al hecho de que ello involucra el mundo de los valores y el desarrollo de la
conciencia moral del individuo, conciencia comprometida en la conformación de espacios sociales,
al interior de los cuales se forja la personalidad individual. A su vez, se desplegó el verdadero
sentido del denominado pensamiento crítico, subrayando la necesidad de distinguir entre desarrollo
cognitivo y desarrollo de la capacidad reflexiva. Quizá el punto central que se necesita acentuar en
el presente es la irrelevancia de un enfoque intelectualista en la conformación de la vida ética
individual y la falsa identificación entre desarrollo cognitivo y moral. Sólo un aprendizaje que
involucre el mundo de la vida afectiva y comprometa el proceso personal de elaboración de juicios
morales permite que la persona pueda hacer un aprendizaje en términos de valores y actitudes. Para
ello es indispensable tener capacidad de reflexión, descubrir el valor de la razón y sus límites en la
orientación práctica de la existencia individual y comunitaria. Esta convicción nos permite sugerir
la necesidad de relacionar la formación integral con la capacidad de reflexionar y con la eticidad; lo
cual significa, que la tarea de formar no es responsabilidad de un sólo departamento dentro de la
universidad, sino responsabilidad de todos los que conforman la comunidad universitaria. Ella se
constituye en una dimensión de cada saber, de cada acto docente, de toda práctica institucional en
la que el estudiante se encuentra expuesto durante su paso por la universidad. Particular
importancia reviste en este proceso la relación profesor-alumno en el acto docente por la incidencia
del mismo en el proceso de socialización del estudiante, en la imagen que a través de dicha relación
se transfiere de la ciencia, de su práctica y por el testimonio intelectual que el profesor ofrece en su
propia práctica como docente. No se agota allí, sin embargo, la tarea; puesto que las formas de
evaluación, las metodologías utilizadas, las prácticas de trabajo individual o de grupo, la dinámica
toda del manejo curricular se constituyen en mediaciones que —de manera silenciosa— expresan
los valores relevantes del tipo de formación que la universidad ofrece a sus futuros profesionales.
Se debe agregar, sin embargo, que corresponde a la institución globalmente considerada el crear y
ofrecer espacios que generen cultura en eticidad en sus prácticas administrativas, académicas y
financieras y un ambiente propicio para la formación de un pensamiento crítico. Es en ellas en
donde se forma un „espíritu‟ que impronta de una u otra manera el carácter y la personalidad de los
estudiantes. Quizá por ello cobre relevancia la consideración de políticas de contratación de
profesores que permitan a cada institución contar con los hombres indispensables para la educación
deseable. Utopía, quizá, pero sin ello las instituciones crecerán sin futuro en el orden del espíritu
aunque se desarrollen como empresas. Pero la formación es también y en gran parte
responsabilidad de cada quien, en este caso, del estudiante como persona. En efecto, llegar a ser un
hombre formado o
"Corresponde a la institución globalmente considerada el crear y ofrecer espacios que generen
cultura."
Un hombre culto no significa quizá otra cosa que aspirar a ser uno mismo, a poseer en acto lo que
podemos ser, a realizar la idea que se tiene de uno mismo, a poseer reflexivamente la estancia que
se ha construido como especie y como individuo. Se es animal cultural, condenado a una esencial
aleatoriedad que permite a través de los símbolos, crear y recrear el propio espacio vital-humano
sin que —al parecer— se pueda asumir totalmente el proceso por el cual la persona se ha venido
constituyendo. No es culto, en este sentido, el que sabe muchas cosas, el que tiene toda la
información posible sobre un determinado sector de la realidad sino el que se ha apropiado de
manera coherente y reflexiva su propio proceso vital-cultural. La formación (bulduing) significa el
modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre
y desde Kant y Hegel, este „darse forma‟ es un deber que tiene cada persona consigo misma. Pero,
darse forma indica no sólo el proceso de darse forma sino el resultado de tal empeño (la cultura). El
proceso de formación de una persona es un proceso de „devenir culta‟, y como tal está íntimamente
ligado a los procesos de „socialización‟ que definen su existencia, al tipo de relaciones que guarda
con su medio en el interior de instituciones determinadas, a través de estatus y funciones precisas,
inspiradas en un universo normativo que, a su vez, encarna valores definidos como tales por el
grupo social al que se pertenece (Weber). Se pueden identificar la adquisición de una formación y
la de una cultura, hasta el punto de entender que el hombre culto es lo mismo que el hombre
formado.
Así se ha llegado a pensar que la mejor manera de formarse es adquiriendo una cultura. Lo cual es
correcto, debe repetirse, si no se identifica cultura con productos culturales (museos, discos,
bibliotecas, pinturas, etc.) hasta el extremo de definir al hombre culto por la cantidad de bienes
culturales que tenga, independientemente de que los haya asimilado. Con lo anterior, se quiere
llamar la atención sobre el hecho de que la formación personal es producto de la confluencia de
múltiples factores relacionados todos ellos con el proceso de socialización de los individuos y que
aunque éste implica la adquisición de una cultura, de la cultura propia en primer lugar, no se
satisface con la posesión de bienes culturales sino con la asimilación reflexiva del proceso cultural.
Reflexión que involucra al mundo natural de la vida y de los afectos. Recuérdese lo que Gadamer
señala a este propósito: „el modo de percibir que procede del conocimiento y del sentimiento de
toda vida espiritual y ética y que se derrama armoniosamente sobre la sensibilidad y el carácter‟.
De aquí que pueda llegarse a pensar que la función formativa de la universidad puede verse
disminuida en la medida en que ella por sí sola no puede satisfacer tal tarea dentro de la sociedad.
Aceptando este límite, debe reconocerse, sin embargo, que la etapa que se pasa en la universidad
incide sobre el desarrollo de la personalidad del estudiante e impronta en ella unas actitudes que
son determinantes para su vida posterior. Debe agregarse, además, que tal influencia la ejerce la
universidad como totalidad y en formas múltiples, entre las cuales la cátedra es tan sólo una de
ellas.
Pero, como se dijo más arriba, hay una responsabilidad en la formación que el estudiante debe
asumir críticamente; no todo depende de la institución”2. En la lectura número 3, “Universidad,
humanismo y convivencia” de Carlos Enrique Ortiz encontrarás una complementación a estas ideas
relacionadas con lo que deben hacer tanto las instituciones como los estudiantes para el logro de su
objetivo supremo: La formación integral.
La formación integral como objeto básico de la Universidad
La idea de Universidad como Institución Social
Ramiro Jesús Ceballos Melguizo – Docente Unipamplona
La universidad existe inmersa en la sociedad. Esto implica varias cosas: la primera es que ella es afectada por las propias fuerzas y luchas que atraviesan la sociedad. La segunda cuestión es que, dado su carácter de institución social, la universidad debe cumplir ciertas funciones muy definidas cuyo conocimiento es necesario para que el estudiante se oriente mejor y sepa cuáles son sus deberes y derechos que le corresponden como miembro de la universidad. Los temas a tratar en esta unidad temática son dos: la relación universidad sociedad y las funciones de la universidad como institución social.
1. Universidad y sociedad
Para abordar esta relación, seguiremos aquí al profesor Jaime Castrejón Diez, quien expone el asunto de esta manera: “En los años treinta un educador británico publicó un relato sobre el papel jugado por la educación en la sociedad; lo tituló El Currículo del Tigre. En él ubicaba una sociedad prehistórica que había logrado un equilibrio con su hábitat, estaba compuesta por un lago cristalino, que albergaba gran variedad de peces, unos caballos enanos atravesaban lentamente la región y representaban una abundante fuente de alimentación, y también un tigre, la encarnación del gran peligro. Los hombres de esta región habían aprendido a vivir con estos recursos y con esta amenaza. El alimento lo obtenían capturando los peces con las manos y mataban con palos a los caballitos. También habían aprendido a utilizar el fuego, no sólo para preparar sus alimentos, sino para protegerse del tigre, evadiendo así la amenaza que éste representaba. En una sociedad en equilibrio surge, de manera natural, un proceso educativo tendiente a perpetuar los valores de comunidad y a utilizar sus recursos para vivir de ellos; pescar con las manos en aguas cristalinas, matar caballitos, alejar al tigre. El sistema educativo en la sociedad descrita se perfeccionaba a grandes pasos, ya había técnicas muy desarrolladas para resolver diferentes aspectos de aquella civilización. Todo el mundo estaba satisfecho al obtener los medios básicos para su subsistencia. Al mismo tiempo, este proceso educativo estaba equilibrado con las condiciones de vida. En la época del deshielo sobrevino un cambio, el torrente y el lago crecieron y sus aguas se enturbiaron debido al aumento del caudal del río. Los caballitos emigraron hacia el sur buscando un clima más favorable y, en su lugar, llegó el ciervo; el tigre también emigró hacia climas más cálidos, arribando entonces el oso. El hábitat había cambiado terminantemente para esta sociedad: ya no podían pescar con las manos, el garrote no les servía para cazar al ciervo puesto que no podían darle alcance y el oso no temía al fuego. Las diferentes condiciones ecológicas obligaron a la sociedad a adecuarse a estas nuevas situaciones para poder sobrevivir, estableciéndose una estructura distinta de trabajo. En esta sociedad, como en muchas otras, las circunstancias que escapan al control del hombre lo han obligado a evolucionar primero para sobrevivir al cambio, después para aprovecharlo y más tarde para hacerlo propicio. Estos hombres inventaron, en el proceso de adecuación e innovación, la red, el arco y la flecha, y una trampa para capturar al oso y matarlo. Sin embargo, se produce un desfase entre esta situación de hecho y lo que el proceso educativo viene trasmitiendo, que es la técnica para cazar al caballo, la habilidad para ahuyentar al tigre y la capacidad para capturar a los peces con las manos. Este desfase, que puede darse en cualquier tipo de sociedad, propició que se formaran dos bandos. Uno insistía en que la educación debía evolucionar de manera simultánea al medio ecológico, olvidando lo anterior y enseñando a los jóvenes a vivir en su medio actual. El caballo, el pez y el tigre ya pertenecían al pasado. Otros afirmaban que la sola idea de que la educación sujeta a las necesidades diarias era improcedente. Defendían los conocimientos bellos
de ese currículo extemporáneo que había venido manteniendo una sociedad en desarrollo y había producido glorias intelectuales. Los dos bandos tomaron decisiones antagónicas. Mientras unos afirmaban que se estaba acabando con la sociedad al destruir sus tradiciones, otros decían que si la educación no servía para vivir, entonces era inútil. En la sociedad actual encontramos que confluyen estas dos viejas posiciones. Se reproduce, aunque en forma más sutil, el mismo conflicto entre los radicales y los que sostienen el ‘currículo del tigre’. Por un lado, se intenta adecuar la enseñanza a las necesidades sin tomar en cuenta la tradición; por otro, se quiere sostener a toda costa la tradición. Este relato apoya, implícitamente, la actitud utilitaria de la educación, y el modelo parece ofrecer una solución aplicable a nuestros sistemas educativos. Sin embargo, nuestra sociedad no es tan simple como la del lago, porque requiere de muchos otros satisfactores, e implica otras circunstancias que hacen que, para poder estudiar la relación entre sistema educativo y sociedad, sea necesario complicar el modelo para lograr conclusiones válidas. El modelo social se complicó en parte por el crecimiento demográfico y en parte por el progreso del hombre, quien mejoró los métodos de producción y logró su superávit de comida, lo cual permitió dos situaciones: primero, la división del trabajo; segundo, que hubiera quien se dedicara a las artes y otras actividades que no producen satisfactores primarios, pero que satisfacen otras necesidades de la comunidad. Estas actividades ‘superfluas’ evolucionaron, surgiendo de ellas la ciencia y la tecnología, que en su inicio parecían no tener aplicación inmediata. Con esta perspectiva no es fácil determinar lo que es y lo que no es ‘útil’. Nuestro siglo ha visto el crecimiento complejo de la actividad intelectual. El rápido progreso de algunos aspectos de la ciencia ha tenido efectos sobre la sociedad que ha hecho necesaria una adecuación constante de ésta a los cambios, haciéndola cada vez más consciente de su interdependencia con los avances científicos y tecnológicos. Esta relación ciencia-sociedad se ha convertido en un factor cada vez más importan- te, obligando a una institución social como la universidad a desempeñar, además de sus funciones tradicionales, nuevas actividades exigidas por un nuevo tipo de sociedad. Estas dos tendencias permanecen en el pensamiento social y se identifican con dos conceptos, casi podríamos decir ideologías, de la educación superior. Uno, la universidad es el camino para encontrar la pertenencia en una élite; otro, la educación superior debe tener también un papel utilitario. En nuestra época, en la que tenemos una gran dependencia de la ciencia y la tecnología, la necesidad de esta segunda idea de la educación superior es palpable”1. La relación entre universidad y sociedad se funda entonces en las diversas ideólogas que pretenden definir la misión y el sentido de la educación. Pero, sea cual fuere la ideología, lo que permanece idéntico es la importancia de la universidad en cuanto institución que prepara a las nuevas generaciones para que la sociedad se mantenga en todos los aspectos y , en lo posible, mejore. Esta importancia se aprecia sobre todo en las funciones que las universidades cumplen o que, en todo caso, deberían cumplir.
2. Funciones de la universidad
Son funciones de la universidad tanto las finalidades académicas como las sociales y de formación. El profesor Jaime Castrejón dice al respecto: “¿Qué es la Universidad en nuestros días? Alain Touraine dice: por conveniencia, llamamos universidad a un establecimiento que ampara e integra tres funciones: producción, trasmisión y utilización de los conocimientos”
2. Este establecimiento tiene como misión diseñar las técnicas superiores de la sociedad y por consiguiente, la mayor parte de sus cuadros. Es centro de investigaciones de pensamiento científico creador y organiza el conjunto de los cuadros de investigación de la sociedad; la enseñanza superior es en ella concebida como inseparable de la investigación científica. Generalmente forma también a los profesores de enseñanza secundaria y a los especialistas en las ciencias de la educación. Selecciona e integra su propio cuadro docente, manteniendo así su serenidad por medio de una partenogénesis social; con mayor o menor frecuencia se producen trasfusiones de una universidad a otra. Constituye, por último, como comunidad de profesores, de investigadores y de estudiantes, un espacio de tradición cultural y de renovación social. Con estos conceptos como un marco general de análisis podemos abordar la realidad de nuestras universidades. El concepto de Touraine considera que la universidad combina: a) la producción de conocimientos (investigación); b) la enseñanza del conocimiento científico (generación de científicos); c) la aplicación de la ciencia (profesionalización). Estas tres características describen a una universidad que podríamos llamar ‘integrada’ cuando reúne las tres funciones. No podríamos comprender la Universidad sin considerarla como varias entidades a la vez: institución, organización y comunidad. La universidad no es lo mismo en todas las sociedades y es necesario definir la sociedad junto con su universidad. Una es parte de la otra y no pueden estar en condiciones diferentes sin crear tensiones. Para ser una institución se requiere la existencia de un reconocimiento de la sociedad hacia ella, a ello se debe que todas estén fundadas en un documento legal, una constitución, una ley orgánica o algún otro instrumento de creación. Alain Touraine lo expresa con gran claridad: La universidad depende siempre de un poder que la financia, que reconoce sus diplomas y que confía en ella. No puede tener la ilusión de ser fuente de su propia legitimidad y de que puede poseer instituciones políticas y un sistema de decisión independiente3. Por ello su actividad no se puede desligar por completo de los objetivos de la sociedad y del gobierno. A pesar de que existen épocas en que hay divergencias, después de las tensiones se vuelve a buscar un paralelismo en objetivos. ¿Para qué se da en una sociedad una institución como la universidad? La preocupación por mantenerse al paso de la evolución del resto del mundo y la de preparar los dirigentes sociales es el elemento central. Por su naturaleza, la universidad es el lugar donde se estudian y se discuten los temas de valor universal. En una sociedad tan compleja como la contemporánea, es imprescindible tener instituciones educativas de este tipo y aprovecharlas para mayor ventaja del país”4.
La universidad, entendida como organización, tiene que ver con el conjunto de instalaciones, dependencias y procedimientos encaminados a propiciar el desarrollo armónico de las actividades académicas, las cuales son, en última instancia, la razón de ser de su existencia. En cuanto organización, la universidad obedece a criterios administrativos e ingenieriles que garantizan su eficiencia. Pero, por tratarse de un organismo cuya función es académica, posee ciertas peculiaridades que son propias de dicha función. Las principales de ellas son: la flexibilidad, la horizontalidad y el sentido humanista. La primera tiene que ver con la necesidad de combatir la rigidez que los procedimientos a veces llevan implícitos, pues siendo su materia prima la persona misma y su proceso formativo, la inflexibilidad desvirtuaría la propia naturaleza de la universidad. La segunda característica es la horizontalidad, es decir, las relaciones armónicas y dialógicas entre las diversas instancias de control y administración. Esta característica se da muy claramente en las universidades, en el plano de los mandos medios que organizan los servicios académicos. Nunca se debe olvidar que la universidad forma también con su propia práctica y ejemplo y toda la vida universitaria debe estar armonizada según el ideal de unas relaciones humanas fluidas y respetuosas. El sentido humanista es la característica de la organización por la cual se tiene presente que la persona es el principio y el fin de la institución de formación. Aunque la universidad sirve a la sociedad y al conocimiento, a ambos los sirve a través de las personas que forma. En síntesis, la universidad, como organización, se debe asimilar a una asamblea en la que las relaciones jerárquicas no pueden dar paso a relaciones de poder arbitrario; en donde la finalidad humana y humanizadora de su existencia debe estar siempre presente. La universidad como comunidad se identifica con el conjunto de personas en cuanto buscadores de formación, es decir, una comunidad de aprendices. En tal sentido las une unos intereses académicos, esto es, el saber y el conocimiento. Esto es lo que da la nota principal de la comunidad universitaria: ser una comunidad académica. De aquí se deriva el hecho de que sea también, más que la mayoría de otras comunidades, una comunidad de intercambio de experiencias cognoscitivas, una comunidad de diálogo y discusión. Las funciones tradicionales de la universidad, a las cuales se refiere Alan Touraine, son llamadas a veces con los nombres de investigación, docencia y extensión social o servicio social. El objetivo presente no es ahondar en cada una de ellas sino enfatizar en la importancia de comprenderlas como solidarias, que no pueden desbalancearse y que en conjunto forman el sentido fundamental de la universidad. La investigación es una función importante por el carácter cambiante del saber y porque, dada nuestra condición limitada, es más lo que ignoramos y necesitamos descubrir que lo que sabemos. Por otro lado, muchos conocimientos envejecen, pierden su adecuación y se hace preciso reinventarlos , revisarlos y actualizarlos; a ello se dirige la investigación. La formación o docencia consiste en la transmisión del saber a los neófitos. Es crucial que este proceso se realice adecuadamente, es decir, pedagógicamente. Para el feliz cumplimiento de esta función la universidad debe tener una política de incorporación de personal idóneo, una política de cualificación de su personal docente y una política de investigación que respalde dicha cualificación.
La extensión o servicio social tiene que ver con la misión que tiene la universidad de retornar a la sociedad, valorizados, los recursos que recibe de ella. En este sentido, la universidad cumple con su función, en primer lugar, formando excelentemente a sus alumnos; pero, adicionalmente, la universidad debe estar abierta a las demandas de su entorno y propender por colocar su saber y recursos en general al servicio de la solución de la mayor cantidad de problemas en los cuales su concurso sea pertinente y necesario. Con todo, la tríada docencia, investigación y extensión no representa adecuadamente las funciones de la universidad y es desconocida en Europa, los EEUU y Japón. El intento por limitar las funciones universitarias a un número reducido es igualmente desconocido en el mundo desarrollado. Se señalan funciones adicionales de la universidad moderna como la integración social, étnica y generacional, la creación de redes sociales, la selección de cuerpos académicos y evaluación de pares, la generación de una comunidad mundial de estudiosos y creadores y la transferencia de conocimientos. Los estatutos de las universidades latinoamericanas reformadas en los años 60 incluyeron expresamente: la reflexión filosófica, la reflexión teológica, la creación artística. En los hechos, la universidad ha practicado otras funciones: la prestación de servicios técnicos, la integración cultural, el desarrollo de medios de comunicación, de unidades productivas, de escuelas experimentales de nivel secundario, de corporaciones deportivas y culturales, etc. El número de las funciones universitarias, lejos de constituir un trío, es ilimitado y susceptible de variadas clasificaciones. Entre las funciones menos debatidas quisiéramos destacar una: la integración la integración la integración la integración la integración cultural. La definimos como el conjunto de todas las actividades universitarias que, por medio de la participación de personas de muy variados trasfondos profesionales, generacionales y culturales, tiende a la convergencia de una amplia gama de habilidades y experiencias en el análisis e intento de solución de problemas esencialmente transdisciplinarios, que en la actualidad constituyen la temática fundamental y más compleja a nivel nacional y mundial. La integración cultural promueve el libre debate, el respeto mutuo y la formación de identidad de la comunidad universitaria; sustituye la certeza con la búsqueda, la ideología con el conocimiento, el dogma con la duda, la consigna con la reflexión. Ella ocurre espontáneamente en aquellas universidades donde se dan las condiciones de libertad, participación y calidad; sin embargo es inhibida por mecanismos autoritarios, camarillas y complacencia. Por estas razones, entendemos la integración cultural como la función más propiamente universitaria y, potencialmente, la fuente de mayor aporte de la universidad a la resolución de la problemática más trascendente para la humanidad.
Universidad, humanismo y convivencia
Carlos Enrique Ruiz
Parece que en nuestro momento la idea de universidad se desdibuja en el panorama de las
consideraciones globales. Aun a riesgo de “llover sobre mojado” permítaseme intentar una
ubicación de su concepto, aceptando de entrada que se trata de una institución medieval que ha
llegado a la historia para quedarse, con las supuestas renovaciones de los tiempos. Pero en el fondo
la universidad sigue queriendo ser una entidad de alta cultura y a la vez de cultura técnica. Sin
entrar a describir los modelos clásicos de Inglaterra, Francia y Alemania, para nombrar los más
significativos, cabe recordar el concepto de universidad, en voceros autorizados, aparte de los que
usualmente se mencionan.
Bertrand Russell concibe la existencia de la universidad bajo dos modalidades: “primera, para
educar hombres y mujeres en determinadas profesiones, y segunda, para fomentar la cultura y la
investigación sin tener en cuenta la utilidad inmediata” (en “Ensayos sobre educación”. 1931).
Albert Einstein, en su discurso de 1936 pronunciado en Nueva York en la conmemoración del
tricentenario de la enseñanza superior en Norteamérica, establece que “lo primero debería ser,
siempre, desarrollar la capacidad general para el pensamiento y el juicio independientes y no la
adquisición de conocimientos especializados...”. “El joven debe salir de ella con una mentalidad
armónica y no como un especialista”.
En el ámbito hispánico la noción de universidad ha correspondido a ese espacio universal; por
ejemplo, Francisco Giner de los Ríos, el creador de la Institución Libre de Enseñanza (1876), habla
de ella y la desarrolla, con sentido histórico y cosmopolita, concibiéndola “no sólo como una
corporación de estudiantes y sabios, sino como una potencia ética de la vida”. Y propicia “la
necesidad de mantener en la enseñanza un carácter universal”.
En la importante y bien poco difundida tesis de grado titulada sencillamente “Universidad”, Pedro
Henríquez Ureña dilucidó en 1914, tanto la idea de universidad en el tiempo como las experiencias
particulares de México, coincidiendo con las grandes líneas de la cultura occidental que le
adjudican a la universidad la responsabilidad de impartir y generar conocimientos, con liberad y
marcado desinterés, formando nuevas generaciones bajo lo que él llamaba “ingente anhelo de
civilización” y con el empeño de “formar patria intelectual”.
¿Cómo debe el Estado intervenir en la administración universitaria?, se pregunta Henríquez Ureña
para responder con Wilhelm von Humboldt, que el gobierno del país “no debe tener otro papel que
el de suministrar los medios necesarios” sin “mezclarse en los asuntos internos de la universidad”.
En síntesis, la idea que tenemos hoy de universidad sigue estando regida por las mismas pautas
universales de ser ella una institución dedicada a la alta cultura y a la formación técnica superior,
bajo características de libre examen, de admisión y profundización del conocimiento en las
modalidades de actualización continua y de investigación, con espacios de extensión que lleven a la
Comunidad de manera directa modalidades de conocimientos formativos, ilustrativos y prácticos.
Además, pensada con un cuerpo docente regido por exigentes directrices intelectuales y con
capacidad inductora como para generar en el alumnado motivaciones de aplicación intensa en la
adquisición y generación de conocimientos. O desde el punto de vista de Einstein: “Es... vital para
una educación fecunda que se desarrolle en el joven una capacidad de pensamiento crítico
independiente.” Un sentido de universidad así, está teóricamente incorporado al conocimiento de
muchos de nosotros, pero su puesta en marcha choca con limitaciones normalmente ajenas a los
propósitos intelectuales más decididos y generosos, que provienen del medio externo, del cual la
universidad no puede sustraerse ni dejar de ser, en cierta forma, su expresión. Ese entorno
complejo, se caracteriza en formas ideológicas predominantes y contestatarias, con gobiernos que
deciden la administración y conducción de los establecimientos educativos, imponiendo ejecutivos
que casi nunca provienen del sector intelectual.
Es casi lugar común decir que la universidad es fiel reflejo de la sociedad, pero bajo el siempre
anhelo de poderse erigir, la primera, en una especie de espacio autónomo en modalidades de trabajo
académico y bajo eficacia administrativa, para que como la concibieron Humboldt, Einstein,
Russell y Henríquez Ureña, al Estado le quedara la función de salvaguardar ese espacio para la
creación, la controversia y la formación intelectual de la juventud en los mejores niveles, con la
responsabilidad de alimentarla de recursos —financieros y legislativos— adecuados. A su vez, la
universidad debe mostrar capacidad de conservar ese espacio libre, donde todas las expresiones de
civilización puedan tener lugar, así sean las más contradictorias en lo ideológico, pero bajo normas
mínimas que faciliten la controversia, el posible entendimiento y aun la convivencia en la
disparidad. Sería como pensarla existiendo bajo un fuero neutral, que pudiendo darse, todas las
fuerzas ideológicas, políticas y del sector privado, la ayuden por lo menos sin violentarla, y en lo
posible nutriéndola de temas para la investigación y el diálogo esclarecedor, y por qué no de
recursos financieros y materiales, legítimamente ganados por la confianza en sus desempeños.
La universidad es un mundo de utopía, que no puede satisfacerse nunca, que debe construirse
siempre. Me parece que para conseguir un estatus ante la sociedad y el Estado, en ese orden, es
necesario convalidar algunas premisas. En primer término debe existir una política de Estado,
mucho más que de gobierno, en el manejo de la educación y la cultura, que comprometa a todas las
fuerzas políticas del país, con unos principios generales comunes para toda la sociedad y que
puedan ser aceptados y desarrollados por todos. La educación no es ni puede ser prerrogativa de un
partido, ni mucho menos debe corresponder a la alternancia de ellos, como simple contraprestación
de servicios, en ministerios y rectorados.
En segundo lugar, los gobiernos deben designar en los cargos más altos de la educación y de las
universidades, a intelectuales de reconocida solidez, con capacidad orientadora por su claridad de
pensamiento, y no por los pactos de partidos ni por las ventajas administrativas, simplemente
administrativas. En el orden interno las universidades deberían tener resuelto el problema del
manejo de los recursos materiales, con un equipo técnico de alto nivel, para que rector y decanos
puedan —si el talento y la aplicación se los permite— orientar e incentivar el medio académico,
bajo una constante dinámica en el planteamiento de temas de la ciencia, la técnica, el arte y
globalmente de la cultura.
Es lamentable que Colombia apenas pueda relacionar bien pocas personalidades intelectuales que
desde el Ministerio de Educación hayan ejercido una labor orientadora. En los rectorados se ha
impuesto de igual modo una tradición, con honrosas excepciones, de ejercicio sólo en lo
administrativo. Ha tomado carrera que los gobiernos destinen para esas posiciones a personas que
por trayectoria y desempeños no sienten la cultura como una temática habitual y honda. […]
III
Para no quedar sólo en una circunstancia crítica, o de comentarista atrevido, deseo formular algunas
sugerencias para el examen en común que puedan ayudar en términos positivos a una mejor
orientación de la universidad, generando ambientes propicios a la formación y a la investigación en
todas las disciplinas. Quiero retomar por importante, la iniciativa que desarrolló magnífica y
oportunamente el economista Salomón Kalmanovitz, en un suplemento dominical reciente. Sugiere
el distinguido profesor establecer un curso básico de español en todas las carreras, con el fin de
asumir la propia lengua, bajo una pedagogía que propicie el desarrollo de las capacidades humanas,
comenzando por la parte más fundamental como lo es el idioma propio. Lo que conlleva,
naturalmente, a fortalecer los departamentos de literatura, o a recuperarlos de la sombría situación
en que se encuentran, dado que en ellos no se generan investigaciones aplicadas de fáciles
promoción y venta. En mi opinión la propuesta debe ser más ambiciosa y trato de complementarla
sugiriendo que en todos los semestres de las carreras existan asignaturas humanísticas y de ciencias
sociales, con el ánimo de tener un eje que dé sentido a la formación profesional. La vida de la
cultura, decía don Alfonso Reyes, es garantía de equilibrio en medio de las crisis morales. También
insistía Reyes, en que “la especialidad sin la universalidad es una mutilación”.
Una capacitación en ciencias fundamentales y en tecnología, de ninguna manera abre puertas
amplias, por sí misma, al futuro profesional para ubicarse en el mundo, para asimilar sus
problemas, o para pensar lo contemporáneo con herramientas de análisis y comprensión, con menos
angustia y menos impotencia moral, así sea con escepticismo.
Se trataría de cursos abiertos a las más amplias disciplinas filosóficas, antropológicas, históricas,
sociológicas, artísticas, etc., ofrecidos todos los semestres, para que los alumnos escojan los más
cercanos a sus preferencias, para que a través de ellos vayan obteniendo disciplinas de lectura seria
y variada, como fundamento en la generación de actitudes de constante indagación. Para ello se
tomarían docentes de las distintas facultades, departamentos y carreras, en la misma universidad, o
en otras por medio de convenios interinstitucionales. Una apertura así, fortalece con justicia áreas
existentes de humanística, sociales y artes, y brinda al profesor, incluso a los de áreas tecnológicas,
la oportunidad nueva de diseñar cursos o seminarios variados, acordes con sus aficiones y
vocaciones más personales. Creo que vale la pena experimentar una reforma de este orden, a partir
del curso básico y fuerte de español, como el único curso obligado en los dos primeros semestres.
Los restantes cursos serían escogidos libremente por los alumnos de una oferta amplia.
El mismo estudiante podrá experimentar en áreas distintas cada semestre, y hasta habrá quienes
desarrollen una misma disciplina durante toda la carrera. A no dudar, propiciaríamos una mejor
formación de ingenieros, médicos, arquitectos, etc. Mejor formación por la amplitud de
comprensión de problemas del hombre en el mundo, sin deterioro en su particular formación
profesional.
Supongo que de este modo se daría una respuesta funcional al interrogante válido que en su trabajo
formuló Kalmanovitz: “...nuestro sistema educativo, ¿por qué es tan reaciona la formación de
intelectuales, de hombres con conciencia de los problemas de la existencia individual, estética,
social e histórica?”. Como él mismo anota, no se trataría de hacer que todo profesional sea un
intelectual cabal, pero que al menos sostenga contactos con las mejores aspiraciones del hombre y
que quienes puedan lograrlo, evolucionen hacia metas más elevadas.
Quiero de igual manera sugerir que la universidad, con análogo criterio que le llevó
a crear un instituto de politólogos, establezca un instituto de investigaciones
pedagógicas —iniciativa formulada hace algunos años por el profesor Luciano
Mora Osejo, en una revista cultural—, donde se tenga el ambiente de estudio y
reflexión sobre una temática esencial para la institución y para el país, con un
cuerpo de especialistas, provenientes de diversas disciplinas, capaces de producir
líneas esclarecedoras, o por lo menos con capacidad de formular filosóficamente
problemas. No puede olvidarse que la función fundamental de la universidad en el
pregrado ha de ser la docencia, así como en el posgrado lo debería ser la
investigación. Los profesores, en todos los niveles, estamos urgidos de
orientaciones pedagógicas, como ayuda para dilucidar y compartir problemas, y no
sólo en métodos de enseñanza. […]
¿Qué es lo Académico?
Un concepto Occidental
Tomado de: Pieper, Josef. El ocio y la vida intelectual. Madrid. Ediciones Rialp, S.A. páginas 173- 189 (Sin notas).
El nombre «Academia», que los griegos del siglo IV a. de C. dieron a la Escuela de Platón—edificios, jardines y comunidad de maestros y discípulos—se debió a una pura casualidad; es una mera coincidencia exterior, que nada tiene que ver con lo esencial de la Escuela: nada dice que exprese tal esencia. La causa y ocasión de tal nombre fue la vecindad puramente espacial de la Escuela de Platón y de un bosquecillo dedicado al héroe ateniense Academos. Y ahora cabe preguntar: ¿No puede ocurrir que nuestra genérica denominación de «académico», derivada del nombre propio original, se apoye también en una semejanza externa y accidental, caprichosamente entendida, de nuestros centros superiores de enseñanza con la Escuela platónica del jardín de Academos? No sería nada extraño; también hablamos de las lámparas Júpiter y del cinema Apolo sin que nadie se haga cuestión de si hay alguna importante relación interna entre tales cosas y las divinidades antiguas. Otro ejemplo más a propósito: del nombre
«Liceo» nadie querrá deducir en serio una relación interna y precisa entre nuestros institutos de enseñanza media y la comunidad investigadora y docente que creó Aristóteles.
Otra vez hay que preguntar si es un caso distinto la asociación con la antigüedad de la denominación y concepto de lo académico. ¿Significa algo más que una relación accidental y externa o es sólo un modo de hablar? Si no fuera más que esto, poco sentido tendría estudiar nuestra cuestión sobre lo académico refiriéndonos a Platón; sería de muy escaso interés y ni siquiera tendría sentido discutir desde el punto de vista de la herencia tradicional de Occidente qué es lo que expresa sobre todo el concepto de lo académico. Y ya esto último toca el nudo de la cuestión; porque, efectivamente, lo académico es, sobre todo, y en su principal sentido, un concepto occidental. Se puede afirmar con cierto fundamento que hay continuidad histórica y de hecho entre nuestras Universidades y la primitiva Academia platónica, de la que deriva la denominación de académico. Y esto es algo importante. No es suficiente relacionar la Universidad moderna con la medieval; ésta, por su parte, apenas se entiende sin el supuesto del modelo bizantino y romano-oriental. Poco antes de nacer las Universidades de Occidente habría sido erigida por el emperador Constantino Monómacos la Universidad imperial de Bizancio; en realidad, no era más que la reaparición de algo que existía desde antiguo con otro nombre: la Academia imperial, fundada por Teodosio II seiscientos años antes (425) y más o menos expresamente como filial y a la vez como contra de la escuela platónica todavía entonces existente en Atenas.
La paternidad espiritual de esta primera Universidad cristiana debe atribuirse propiamente a una mujer ateniense, hija de un filósofo y dedicada ella misma a la filosofía y a la música, probablemente discípula de la academia platónica y de Plutarco, escolar entonces en Atenas; a una mujer, que por aventurado destino, subió al trono de los emperadores de Bizancio como esposa de Teodosio: la emperatriz Eudoxia, llamada antes de su bautismo «Athenais». De ella desciende el poema del mago Cipriano, tenido como la primera configuración poética del tema del Fausto. Realmente es admirable cómo se unen aquí los hilos de la tradición y entre ellos uno—no el único—que relaciona la Escuela de Platón con las formas de educación que hoy llamamos académicas. Más importante que esta continuidad fáctico-histórica es el hecho de que la Escuela platónica siempre ha sido entendida y propuesta como obligado modelo de nuestras escuelas superiores. Platonissare y accademicum se facere significan casi lo mismo en el lenguaje de los humanistas. Esto no quiere decir, sin embargo, que Platón fuera descubierto al principio de la Edad Moderna; significa, por el contrario, que la tradición platónica arriesgó su sano crecimiento en esa exclusividad consciente y refleja. Interprétese como se quiera, es un hecho que la figura predominante de la Edad Media es el platónico San Agustín, que fundó sus comunidades doctrinales en el apartamiento del mundo, según el modelo del bosquecillo de Academos; y hasta en los aristotélicos del siglo XIII estuvo firme la autoridad de San Agustín... Esto debería bastar para obligar a la reflexión, aunque nada se supiera de las demás huellas en otras figuras del cristianismo medieval; aunque no se supiera, por ejemplo, que el anglosajón Alcuino, antecesor y maestro de otros muchos maestros de Occidente, incluso de Rabano Mauro, el de Fulda, dio al modelo de su extenso proyecto el nombre de Atenas, que para él había sido la ciudad de la Academia platónica.
Esto aclara un poco más por qué en todas las lenguas de la comunidad occidental la palabra académico significa una norma y exigencia cuyo sentido, según parece, jamás se ha borrado del todo sin que haya sido destruida la sustancia espiritual de Occidente. Tal posibilidad se ha hecho por primera vez evidente en nuestro tiempo como un agudo peligro interno. Y esto da ya un nuevo aspecto a la cuestión sobre lo académico que adquiere así importancia en un sentido muy actual y casi político: supera lo meramente académico y lo subyace. Filosofía quiere decir teoría Quien se haga cuestión sobre el significado de lo académico, no como hombre interesado sobre todo por la Historia, sino como quien tiene su vista puesta en los sucesos actuales; quien pregunte sobre lo esencial y específico de lo académico, dejando a un lado los informes de la pura estadística social, se verá remitido a la Escuela de Platón.
Claro está que esto no quiere decir que la aparición histórica y concreta de la actual formación académica tenga algo que ver con la aparición concreta e histórica de la Academia platónica o viceversa; quiere decir que los caracteres internos y esenciales de la Escuela de Platón son también el principio íntimo y conformador de nuestros centros académicos de formación, o al menos que así debería ser si quiere adjudicárselos con razón el predicado de académicos. Con esto se ha dicho algo muy radical e importante; pues siempre que se quieran designar unidamente la actividad, método y doctrina de la Escuela de Platón, se encontrará algo indiscutible, a pesar de todas las opiniones: que la Escuela platónica de Atenas fue una escuela filosófica, una comunidad de filósofos, cuya característica íntima es, por tanto, la filosofía, el modo y estilo filosóficos de considerar el mundo. Así que como primera determinación de lo académico vale esta tesis: académico quiere decir filosófico; formación académica es lo mismo que formación filosófica, o al menos formación que tiene fundamentos filosóficos; tratar una ciencia académicamente significa considerarla de modo filosófico. Por tanto, una formación no fundamentada en la filosofía ni conformada filosóficamente, no puede ser correctamente llamada académica; el estudio no determinado por un filosofar no es académico. Naturalmente, surge la pregunta: ¿y qué quiere decir filosófico? Vamos a contestarla teniendo en cuenta a Platón y a la luz de los antiguos. Filosófico, en cualquier caso, significa teórico. Tal explicación puede parecer a primera vista bastante desvaída y casi banal, pero la tesis adquiere sentido crítico, agresivo y casi revolucionario, en cuanto se decide tomarla en serio. ¿Qué significan las palabras teórico y teoría? Ser movido por la verdad y no por otra cosa, tal es la esencia de la teoría, dice Aristóteles en su Metafísica esta vez completamente de acuerdo con Platón; y el comentarista medieval de Aristóteles, Tomás de Aquino, dice sin reparos: «el fin del saber teórico es la verdad; el fin del saber práctico es la acción»; aunque también los prácticos intenten conocer la verdad y cómo se relaciona con ellos en determinadas cosas, la buscan no como lo propio y último pensado, sino ordenándola al fin de la acción; pero la filosofía—y sobre todo la doctrina del ser o metafísica, que es disciplina filosófica en sumo grado—es de un modo especialísimo scientia veritatis, teoría en sentido estricto. Tal es la común doctrina de Platón, Aristóteles, Santo Tomás y de todos los antiguos. Contemplar una cosa o ver una realidad filosóficamente debe significar apartarse expresamente de todo lo que se llama vida práctica o vida real; estas expresiones acuñadas parecen significar implícitamente que el puro conocimiento de la verdad no es una tarea real. La clásica definición del filosofar como una relación puramente teórica con el mundo se aparta, pues,
de lo que es justamente el fundamento de la filosofía moderna, que es la atención a la nota de poder que tiene el saber, a la potentia humana, con la que identifica la ciencia el Novum Organum de Bacon; es el dirigirse hacia la practicidad, aplicabilidad o utilidad, el orientarse hacia la filosofía práctica, que debe ponernos en situación de llegar a ser dueños y poseedores de la naturaleza. Vista desde el clásico concepto de filosofía, esta añadidura de Bacon y Descartes no es filosófica, porque ensombrece la pureza de la teoría y, en definitiva, la destruye. Tal consistencia de la filosofía en su carácter teórico no es, sin embargo, algo no moderno; más bien es un reto intemporal y lleno de fuerza contra ello. No es algo casual el hecho de que la historia de la filosofía occidental empiece con la risa de una fábula tracia al ver caer en un pozo al contemplador de los cielos; respecto a esto comenta Platón en el Teetetes: Nunca han faltado tal risa y tal motivo; siempre será ridículo el filósofo para aquella esclava tracia y para otros muchos, porque él—el extraño al mundo— cae en el pozo y en toda clase de apuros. Así el hecho de que el filósofo parezca ridículo a los muchos, el apartamiento del mundo secuela perduradera del estricto filosofar, deberían entenderse como algo de ningún modo accidental, sino substantivo y esencial del filosofar mismo, como su herencia sucesiva; porque lo filosófico es teórico, es decir, no-práctico. Esta es una formulación muy esquematizada sin duda, pero, sin embargo, enuncia lo esencial de la filosofía y, por tanto, de lo académico; lo expresa con precisión mucho mayor que todos los intentos de demostrar el íntimo derecho de la formación académica por su «proximidad a la vida», por su significación para la praxis técnica, financiera o militar, o para cualquier otra especie de praxis. Sin embargo, no se puede defender rectamente el carácter académico de la Universidad diciendo que será tanto más académica cuanto menos lo sea. Tales intentos aparecen como absurdos en cuanto se atiende al concepto originario de lo académico. Una defensa tal tiene como decisivo el argumento de la practicidad, olvidando así justamente lo esencial de lo académico que pretende defender: tal defensa ha tomado ya partido por la esclavilla tracia y por los muchos.
Resumamos en dos puntos todo lo dicho hasta aquí: si lo académico es algo más que una denominación extrínseca, sólo puede significar lo mismo que filosófico. Vistas así las cosas, formación académica significa lo mismo que formación filosófica; el carácter académico de los estudios universitarios consistirá en que incluso las ciencias particulares sean tratadas filosóficamente.
Filosófico quiere decir teórico; con ello no se ha determinado exhaustivamente el concepto de filosofía, pero se alude a una nota esencial de ella. Cuando se pregunta filosóficamente, aparece ante los ojos una realidad con solo aprehender y conocer; tal inteligencia aprehensiva—que por lo demás es ella misma una forma alquitarada de acción y realización—, ¿ocurrirá sin que se abstraiga del poder unido al conocimiento de la utilidad y aplicabilidad para cualquier praxis? El apartar la mirada de todo lo que tenga «significación práctica» pertenece a la esencia de lo académico. Destrucción por la «puesta en servicio» Es ya tiempo de lanzar un interrogante y dar paso a una objeción que salta en seguida. ¿No es absurdo definir lo académico como lo filosófico y teórico? A fin de cuentas, ¿no ingresa cada estudiante de la Universidad en una profesión determinada, en la que tiene que hacer fructífero el saber adquirido? ¿No es, por tanto, mejor
que el sentido de la formación universitaria sea el preparar hábiles médicos, químicos o juristas? ¿Por qué no va a ser académico preocuparse de tales fines? ¿Cómo puede hacerse filosóficamente —decimos nosotros— un estudio especializado y concreto de la química?
A la primera objeción contestamos que naturalmente nuestras Universidades son lugares de formación profesional, lo que sin duda no fue la escuela de Platón, sita junto al bosquecillo de Academos; con esto se ha concedido un elemento no académico a las Universidades modernas que ya tenían también las medievales. Pero, en Alemania al menos, la exigencia unánime, todavía proclamada, es que las Universidades sean algo más que institutos de enseñanza profesional. ¿Cómo puede justificarse esa exigencia y en qué puede consistir ese «plus» sino en lo académico y filosófico? Por eso tal exigencia no se ha entendido como que lo académico debiera estar junto a la formación propiamente profesional, sino como que la misma formación profesional—en toda auténtica Universidad—debiera ser académica; lo académico debe determinar el carácter de la formación profesional en cuanto tal. Réplica: ¿No se contradice la esencia de lo académico al dedicarlo a los fines de la praxis? No se puede resolver esta cuestión a la ligera. La relación entre la teoría y la utilidad, que nace casi de ella misma, es difícil de comprender. «Querer expresamente que algo no suceda» y «no querer expresamente que algo suceda» son dos cosas distintas. Hay también fines en el dominio de lo humano que el hombre no consigue justamente cuando le son evidentes; hay bienes que sólo se consiguen «como que fueron dados», como que fueran, por así decirlo, recompensa de una búsqueda que se orienta hacia otra cosa. «Quien quiere salvar su alma, la perderá; quien la pierde ganará la Vida para sí» (Lc., 17, 33); estas palabras del Señor están lejos de ser una antítesis retórica; expresan un contenido—no limitado exclusivamente al dominio religioso— que no puede entenderse más que en este sentido contradictorio precisamente.
Relacionemos esto con nuestro tema: naturalmente la habilidad profesional del médico, naturalista o jurista, es un magnífico y deseado fruto de los estudios académicos; pero ¿no puede ocurrir que para superar la medianía y la técnica transmisible pedagógicamente esa habilidad suponga un desinteresado hundimiento en el ser, un completo descuido del éxito, una visión puramente teórica, acostumbrada y aprehensiva? ¿No pudiera ocurrir que el efecto práctico de utilidad dependiera justamente de que antes hubiera sido realizada la pura teoría? Quizá suene esto a irrealidad y romanticismo; pero al menos, dice, que es probable que la investigación que ha sido privada de los fundamentos de la pura teoría, de su carácter académico, sea estéril, por ejemplo, cuando el proyecto último dé la totalidad del trabajo; destruya radicalmente el elemento teórico-académico; es decir, que la investigación no causaría el efecto, útil, aunque tal efecto fuera intentado final y absolutamente. (Obsérvese que hemos dicho «aunque fuera intentado» y no «por haberlo sido».)
Con esto ya está en parte contestada la segunda pregunta: pues deben distinguirse concretamente el estudio especializado hecho filosóficamente del hecho no filosóficamente. La diferencia consiste en esté modo «puramente teórico» del volverse hacia el objeto; lo distintivo es esa manera especial de mirar, que se dirige a aquella hondura en que las cosas no están determinadas de esta o la otra manera, o son útiles para esto o lo otro, sino que son formas y
figuras de lo más admirable que se puede pensar: del ser. En esta salida desde el entorno y los aspectos fijos hasta el libre cielo de la realidad total, es donde está el ser en cuanto tal ser; es el sorprendente y arrebatador entusiasmo en la investigación cada vez más profunda a la vista de la insondable profundidad del mundo, a la vista del carácter misterioso del ser, delante del misterio de que algo exista y sea; es el olvido de todos los fines inmediatos de la vida, que acontece al que así se admira (¿afortunada o desgraciadamente...?); todo esto es lo que distingue exactamente la interna estructura y actitud, la atmósfera del estudio de una ciencia particular hecha filosóficamente.
Lo distintivo es, sobre todo, ese estar libre de cualquier fin utilitario; en eso consiste la libertad académica, sofocada tan pronto como las ciencias se convierten en pura organización finalista de una agrupación de poderes organizados. La expresión «libertad académica» puede también ser sustituida por la de «libertad filosófica». Ocurre que las ciencias particulares pueden muy bien ser puestas al servicio de fines utilitarios; tal puesta en servicio no contradice a su esencia. Hablemos concretamente; una determinada política puede sin duda decir: necesitamos, para cumplir un plan quinquenal, físicos que logren un adelanto sobre los extranjeros en tal o tal cosa; o también: necesitamos que se trabaje científicamente un remedio eficaz contra la gripe.
Cualquier política puede hablar o disponer eso sin contradecir la esencia de tales ciencias particulares. Pero jamás podrá decir necesitamos filósofos que desarrollen, fundamenten y defiendan esta determinada ideología... sin que simultáneamente sea aniquilada la filosofía misma. Sólo podrá haber teoría filosófica en la medida en que sea libre. Con esto no se afirma la incompatibilidad lógica o psicológica de la teoría y de la puesta al servicio de fine utilitarios, pero tal unión es realmente mortal: la teoría filosófica es ahogada por el servicio. Se puede pensar en poner la filosofía al servicio de algo, pero hay que tener en cuenta que lo que se ponga en servicio no será filosofía. La filosofía es libre o no es filosofía de ningún modo. Las ciencias particulares, por el contrario, sólo pueden ser libres en cuanto sean tratadas de modo filosófico, académicamente. Se entiende aquí por libertad—subrayémoslo otra vez— la independencia de toda finalidad práctica; evidentemente no debe entenderse que la filosofía pueda ser libre de la norma de la verdad objetiva. Pero la realización de esta dependencia entre filosofía y norma objetiva de verdad supone justamente la otra libertad.
Sin duda que la diferencia tanto de hecho como de principios entre el estudio especializado académico y el de estilo no-académico difícilmente llega a los límites de lo perceptible. Esta dificultad de percibir tal diferencia es un hecho bastante expresivo de la situación de nuestro tiempo. Se debería hacer un «test» sobre la siguiente cuestión: En qué se distingue propiamente la facultad de Química de una Universidad de las grandes agrupaciones modernas de laboratorios químicos y farmacéuticos. Es de temer que a simple vista fuera difícil hacer distinciones. ¡Quizá hubiera no pocos que vieran como única diferencia el hecho de que las organizaciones Industriales están mejor equipadas y financiadas que las académicas! Esto significaría que ya no se sabe la distinción entre lo académico y no académico, situación a la que en realidad parecemos aproximarnos.
Tal situación se hace evidente en propuestas de reforma como ésta: Se podría salvar o restaurar el sentido académico de los estudios universitarios, obligando a hacer estudios generales antes de los estudios especializados respectivos. Tal studium generale es sin duda muy deseable; pero no se puede esperar de él que fundamente el carácter académico de la Universidad. Tal carácter puede ser constituido únicamente por el hecho de que todas las ciencias —incluso las particulares— sean tratadas justamente de modo académico, es decir, filosófico. Por la pura agregación aditiva de saberes especializados—incluso de filosofía técnica— no se logra nada; ni tampoco por otras técnicas propuestas como «formativas en general», por ejemplo la sociología o la economía política; e incluso la filosofía en cuanto especialidad puede estudiarse muy poco filosóficamente.
No es la filosofía técnica, junto a las demás especialidades, la que logra un estudio académico, sino la filosofía como principio, como modo y estilo de considerar el mundo y relacionarse con él. Y viceversa, puede decirse que incluso el estudio de la filosofía como especialidad podría aprender algo del estudio de las ciencias particulares si éstas fueran tratadas filosóficamente. Según esto, es insoportable la especialización cada vez más cerrada; en el supuesto de un estudio de las ciencias particulares académicamente hecho, no ocurriría ese daño de la especialización, en la que con raro acuerdo y desde hace tiempo todos ven el primer síntoma de la crisis de la Universidad.
Estanislao Zuleta - Educación y Filosofía
El problema de la relación entre la educación y la filosofía podría formularse, de manera bastante simplificada
y, por decirlo así, polarizada, a partir de dos consideraciones extremas. En primer lugar habría que ver la
educación como un proceso de formación y de acceso al pensamiento y al saber en el sentido clásico en que la
filosofía lo ha considerado desde la antigüedad. En segundo lugar habría que ver la educación como un simple
procedimiento de transmisión de un saber ya adquirido, cuando no se trata de un sistema de producción de
fuerza de trabajo calificada para una demanda existente en el mercado, tal como se presenta de manera
generalizada en nuestra época. En cierto modo, en uno u otro período histórico, la educación tiende a ser una
cosa más que la otra, o a organizar una forma de combinación.
La educación como proceso de formación El enfoque de la educación como formación y como acceso al
pensamiento lo encontramos en su forma más pura en Platón y en sus seguidores —que son innumerables— y
un poco más adelante en el enfoque racionalista de Descartes, Spinoza, Kant, etc. La línea de análisis de la
educación en este sentido consiste en responder a la pregunta: ¿qué significa enseñar? Se trata de saber
cuáles son las condiciones efectivas para el acceso al conocimiento.
Para Platón, tal como lo expone en El sofista, o del ser, el problema fundamental de la educación es combatir
la ignorancia. La educación, en su formulación, no es un problema comparable a dar de comer a un
hambriento, pues en ese caso el asunto sería muy sencillo de solucionar. El verdadero problema es hacer salir
a alguno de una “indigestión” para que pueda tener apetito, porque lo que impide el acceso al saber, lo que
Platón llama la ignorancia, no es una carencia, sino por el contrario, un exceso de opiniones en las que
tenemos una confianza loca. El prejuicio —como lo llamarán más adelante Descartes, Spinoza o Kant—, y que
Platón llamaba la opinión es, por decirlo así, el punto de partida. La primera tarea es pues establecer una
crítica de la opinión.
La frase maliciosa “sólo sé que nada sé”, que Sócrates repetía continuamente, está muy lejos de ser una
expresión de falsa modestia. En el contexto del pensamiento de Platón describe un nivel muy alto en el
proceso de conocimiento, que sólo puede ser el resultado de una elaboración muy avanzada. Es un no saber,
producto de una crítica de lo que se creía saber, que no era más que una opinión. Es un gran adelanto llegar a
saber que hay algo que no se sabe.
La idea de Platón es que la educación efectiva tiene que comenzar por crear una necesidad de saber, por
medio de la crítica de la opinión. Esa necesidad de saber no es pensada por Platón como una necesidad de
información, sino como una necesidad y Filosofía de pensar. El criterio es aprender a pensar por sí mismo. Un
itinerario similar se encuentra en el Discurso del Método. Descartes, con su duda metódica, pone en cuestión
todo el aprendizaje del colegio de leyes donde estudió, opta por cerrar todos los libros aprendidos y por abrir
el gran libro del mundo.
Recordemos que Sócrates llamaba a su método mayéutica, que quiere decir arte de ayudar a dar a luz porque
su madre era partera, y según él mismo dice, lo heredó de ella. Se trataba, por medio de la ironía, de hacer
que el otro llevara sus opiniones, cualesquiera que fuesen, hasta sus últimas consecuencias, hasta descubrir
por sí mismo que eran falsas.
Platón era supremamente crítico en su concepción de la educación como proceso de acceso al conocimiento.
En El Banquete, o del amor, llega incluso a afirmar que el conocimiento no se transmite de un hombre a otro
como se transmite el agua de una copa a otra por medio de una mecha de lana, sino que es necesario que
cada cual encuentre el saber por sus propios medios, y pueda dar cuenta de lo que sabe por haber hecho el
proceso de pensar por sí mismo, y extraer sus propias conclusiones, a partir de sus propias premisas.
En la línea de pensamiento sobre la educación que se desprende de esta gran tradición, hay que reconocer
muchas cosas. En este proceso no se tiene en cuenta, por ejemplo, cuánto tiempo se va a demorar el acceso al
conocimiento.
¿Cuánto tiempo se requiere para descomponer una estructura de opiniones o un sistema ideológico, para que
se pueda configurar sobre sus ruinas una mentalidad científica? No lo sabemos de antemano. Platón mismo
dice, en El Teeteto, o de la ciencia, que los filósofos son libres porque, a diferencia de los esclavos, que para él
son los jueces, los reyes y los abogados —como diríamos ahora— no tienen un plazo para concluir sino que se
pueden tomar el tiempo que requiere un problema para su solución. En este caso ya no se trataría de calificar
fuerza de trabajo sino de formar un pensador, un investigador, un creador.
La educación como entrenamiento Una línea de pensamiento sobre la educación, en la dirección que les he
descrito, contrasta muchísimo con la realidad efectiva de la educación como empresa de calificación de fuerza
de trabajo, para un mercado de trabajo calificado, con un costo determinado. En la medida en que esta otra
realidad imponga sus exigencias, nos encontraremos en una posición completamente opuesta a la que les he
resumido tan lacónicamente de Platón, según la cual, el pensamiento se desarrolla según su propio ritmo.
La producción de una fuerza de trabajo calificada en la lógica de la producción de mercancías, mínimo de
tiempo, mínimo de costos, máximo de utilidades — porque la fuerza de trabajo es una mercancía— opera de
otra manera. En este caso hay que acelerar, no la formación, porque para eso no hay tiempo, sino la
información, el entrenamiento, los conocimientos requeridos por un mercado de trabajo en el cual la división
del trabajo es cada vez más especializada y más restringido el campo en que efectivamente la fuerza de
trabajo se va a desenvolver.
En la división del trabajo la actividad tiende a ser parcial. El trabajador no necesita conocer el sentido ni el
funcionamiento de la lógica de un conjunto vasto, sino tan sólo saber operar en un sector restringido. Se
requiere un cierto grado de información y un mínimo de iniciativa, porque mientras más se especializa el
trabajo, menores son las iniciativas particulares. Marx describe en El Capital, en su estudio sobre la técnica
capitalista, las características del trabajo relacionadas básicamente con lo que nosotros llamaríamos el trabajo
manual, pero que hoy tienden a extenderse a un conjunto cada vez más amplio de la actividad laboral. Una de
las consideraciones más inquietante de Marx es que en el proceso de desarrollo capitalista el trabajador
pierde la inteligencia del proceso, es decir, sabe cómo debe hacer algo, pero no sabe qué está haciendo. Se
puede por ejemplo trabajar en una fábrica de automóviles sin tener una idea de como se hace un automóvil,
porque la actividad que se desempeña es una labor parcial.
El trabajo calificado también va siendo sometido progresivamente a la lógica de la especialización. Por ese
motivo los requerimientos de iniciativa, de capacidad de pensar por sí mismo o de criticar van disminuyendo, y
en cambio las exigencias de menos tiempo y más información se van incrementando. Por este motivo los
sistemas revolucionarios en la educación no se refieren a la posibilidad de formar mejor a la gente, sino de
informarla lo más rápidamente. Los sistemas audiovisuales, o los sistemas de lectura modernos de toda
índole, son formas de acelerar el acceso a la información.
La adquisición de una mayor cantidad de datos y su manipulación en una menor cantidad de tiempo no
implican ninguna posibilidad de incremento de la iniciativa, de la creatividad o de la capacidad crítica. En
contraste con estas exigencias del mercado capitalista nos encontramos con la larga tradición racionalista que
impregna nuestra cultura, que viene desde Descartes hasta Marx, Freud y muchos otros, que sigue
manteniendo la exigencia de que la educación no sea simplemente entrenamiento para una función parcial,
sino formación de la capacidad, capacitación en el sentido efectivo.
En la sociedad capitalista nos encontramos ante una contradicción que es real y operante. Hoy en día se puede
formar un ingeniero en una rama particular de una manera eficaz, pero que es al mismo tiempo prácticamente
un analfabeta en otros campos. Su capacidad de reflexión en el campo político, literario o humano en general
(sus ideas sobre el amor o sobre la muerte, etc.) es prácticamente nula, así sea un Ph.D altamente
especializado.
La formación actual no corresponde propiamente a lo que los liberales llamaban la formación de un
ciudadano, es decir, de un hombre que pueda intervenir, de alguna manera, e incidir conscientemente en el
destino de la sociedad en que vive. En realidad, el tipo de persona que se forma es una tuerca que debe
ajustar muy bien en alguna parte del engranaje productivo. Eso es lo que se llamaría un “trabajador eficiente”.
Esta deformación puede llegar al extremo de cuarenta premios Nobel que colaboraron en la guerra de
Vietnam carentes por completo de un juicio sobre el sentido general de ese proyecto. Sin embargo no
estamos en la situación de elegir entre el robot y el filósofo socrático, porque sería ponernos por fuera de la
historia. En la educación actual existe una polarización que se expresa en la tensión interna entre la exigencia
de formación y de capacitación de un hombre y de un ciudadano capaz de juzgar y de pensar su sociedad y su
situación y de tomar alguna decisión sobre su destino —un hombre que tenga algún grado de libertad— y el
entrenamiento de un experto sin ninguna capacitación efectiva. Las dos tendencias están presentes en lo que
se podría llamar el problema educativo.
Hacia una educación filosófica Una educación filosófica debe poner el acento en la formación. Eso significa que
la enseñanza de todo lo que nosotros llamamos materias debe tender a darse en forma filosófica, es decir,
como pensamiento, y no como conjunto de información. Cualquier materia se puede presentar, en principio,
en forma filosófica, no importa de cual se trate, como también podría hacerse en forma perfectamente
antifilosófica o, como decía Marx, aconceptual, es decir, sin que sus temas se incluyan en la lógica de un
pensamiento propiamente dicho.
Tomemos por ejemplo la geografía. ¿Qué puede significar una geografía filosófica? Una geografía filosófica
debe tener en primer lugar principios explicativos. Debe preguntarse, por ejemplo, cuál es el peso de las
diferentes condiciones geográficas, climáticas, orográficas y demás, en la vida humana en determinado
período histórico. Al describir un país no debe constatar solamente que hay montañas en tales sitios, su altura,
su clima y su nivel de pluviosidad, sino cómo ese hecho geográfico se impone como un sentido y como un
condicionamiento de la vida humana. ¿Por qué en las zonas montañosas hay una forma de vida diferente, que
de alguna manera está vinculada con su historia? ¿Por qué en las montañas nuestras no es tan importante una
aristocracia terrateniente, existe menor propiedad campesina, y, por tanto, predomina una vida más
conservadora? Las montañas son, por una parte, “neveras” donde se guardan los refranes, las formas
lingüísticas, las estructuras del pasado; pero, por otra, son regiones más independientes, y llegan a ser incluso
refugios de hombres libres. ¿Por qué la historia se desarrolla más lentamente en las montañas y más
rápidamente en las llanuras, a lo largo de los ríos y en las costas, donde el transporte pone más directamente
en contacto a la gente? ¿Qué significa una montaña como condición de existencia y, al mismo tiempo, qué es
un desierto? ¿Por qué la montaña produce un arte distinto, lleno de arabescos, sin líneas de medida, de
distinción de propiedades, sin arcos sueltos? ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Qué tipo de mentalidad, de
concepción del mundo se construye allí?
La significación de la geografía humana cambia según el avance o retroceso de las fuerzas productivas. Así, con
determinado grado de tecnificación, ser habitante de una isla significa estar aislado; pero con otro grado de
comunicación significa estar en contacto con todo el mundo, como era el caso de la marina inglesa. En la
Segunda Guerra Mundial Inglaterra podía estar protegida contra la invasión alemana, pero en una guerra
actual ya no estaría a salvo de nada. En otros términos la significación geográfica cambia cuando se
transforman los modos, las técnicas y las relaciones de producción.
Una geografía filosófica debe ser explicativa, pero también vital, libre de mitologías. No se trata de saber quien
fundó una ciudad, sino en qué sitio había condiciones para poderlo hacer, porque las ciudades no se decretan;
sin los Chibchas, la sal de Zipaquirá y la protección contra los piratas, no se funda Santa Fe de Bogotá aunque
la decreten, porque se decretaron muchas. La primera fue Santa María la Antigua del Darién, la decretó nada
menos que Colón y ahora no hay nada allí. Enseñar geografía filosóficamente es darle un sentido a lo que se
enseña. Y así puede hacerse con todas las materias.
La historia por ejemplo no debe ser el simple recuento de acontecimientos de lo que ocurrió en el pasado,
sino una exposición de la manera como el mundo se concibe; cómo se muere y cómo se ama en cada época,
según las condiciones de vida; la manera como naturalmente se produce y se cambia; el tipo de hombres que
produce la historia y que todo eso producen. En cierta medida es fácil comprender qué sería una historia
filosófica, pero con todas las materias se puede hacer igualmente filosofía.
Una educación con filosofía no quiere decir dedicarle más horas a una materia aburridora llamada filosofía en
la que se cuentan muy sumariamente ciertas “historietas” que son muy conocidas en las fórmulas que se
enseñan en el bachillerato (nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, sólo sé que nada sé, etc.) que
luego deben ser reproducidas en un examen final, para después no volver a recordar nada.
Las materias pierden interés en sí mismas por la forma como se enseñan. En botánica se termina por saber
algunas palabras en latín pero finalmente no se recuerda nada más. Para explicar la vida se tiene el cuidado de
emplear el tablero pero no el pensamiento. Mientras más se apela a métodos audiovisuales más se acentúa la
tendencia. Esto es muy frecuente en la enseñanza de la célula. ¿Qué es una membrana? ¿Es la línea que he
pintado en el tablero? ¿Qué es esto que llamamos membrana,
que al mismo tiempo protege del mundo y comunica, que sirve para aislarse y para relacionarse, para dejar
pasar lo que combina con lo interior y expulsar lo que no combina, y al mismo tiempo para que todo el
estruendo del mundo no desbarate el pequeño núcleo? ¿Qué es ese misterio que llamamos membrana y que
luego será el cerebro? ¿Qué significa vida? ¿Cómo una misma cosa es al mismo tiempo una memoria que
contiene en alguna forma el secreto, la clave de su reproducción? ¿Cómo crear la incógnita en lugar de dar la
apariencia de resultados impensados? ¿Cómo hacer, pues, una biología pensable?
Lo que se convierte en instrumento nuestro, lo que nos ayuda a pensar y ver el mundo y a nosotros mismos de
manera diferente nunca se olvida, como no se olvida el idioma en que hablamos. Olvidamos lo que no
podemos integrar a nuestro ser. Nuestro psiquismo tiene la capacidad de eliminar lo que no puede asimilar,
pues ¿qué haríamos con todo ese conjunto de cosas que no podemos utilizar en nada? El acto del olvido no
deja de ser saludable ya que nos permite aprender cosas nuevas y no vivir atiborrados de datos inutilizables. El
bachillerato llena al estudiante de fechas históricas sobre la muerte o el nacimiento de grandes personajes o
de nombres botánicos y clasificaciones que no sabe qué significan. Afortunadamente todo eso se olvida.
Sólo se recuerda aquello que hemos aprendido a pensar por nosotros mismos en su significado. La educación
como formación de ciudadanos en la medida en que queramos que la educación signifique algo más que el
entrenamiento de un experto para un mercado que lo demanda y que busquemos la formación de un
ciudadano —para decirlo en términos griegos— en esa misma medida deberíamos acentuar la educación
filosófica. Hay muchas cosas en la educación que no podemos evitar (un ritmo, un pensum, etc.) pero sí hay
una cosa que podemos mejorar: pensar nosotros mismos lo que llamamos nuestras materias, impregnarlas de
inquietudes y transmitirles entusiasmo, que es muchas veces lo que menos se transmite.
La educación comienza con una separación que ya es una división terrible del trabajo. En la escuela primaria
aprendemos que hay dos cosas: una aburrida y útil, la clase; y otra inútil y maravillosa, el recreo. Pronto se nos
ubica muy bien en el tiempo y en el espacio: la clase es aburridora, pero necesaria; en cambio, el recreo es el
disfrute, pero no sirve para nada. Esta valoración diferencial se queda para siempre en nuestra mentalidad. El
saber no es un disfrute. Aprender es lo contrario de disfrutar.
Disfrutar es lo contrario de aprender. La única motivación sería entonces un interés exterior, no un interés por
la cosa misma. El profesor de preceptiva literaria recomienda a los estudiantes la lectura de El Quijote. Muy
probablemente les enseña que el gerundio está muy bien utilizado por Cervantes y así el alumno termina
asociando el libro con la gramática que es una de las cosas más aburridoras del bachillerato. El Quijote, que es
una broma de orden superior sobre la vida, termina así inscrito en el orden del deber y el estudiante no lo
estudia ni tampoco lo disfruta, porque el disfrute es el recreo.
No habrá transmisión posible que el profesor pueda hacer de una pasión que él no tenga por un tema. La
educación recurre entonces al mecanismo de la nota, al de la competencia o al de la promoción. En el
mecanismo competitivo el fracaso de uno es el éxito del otro. Hay otros a los que les puedo ganar y que me
pueden ganar. El aprendizaje no está motivado por el deseo de saber algo que se nos ha hecho necesario,
inquietante, interesante, o por la solución de una incógnita que nos conmueve, sino por la nota, la promoción,
la competencia, el miedo de perder el año y ser regañado o penado.
Debemos confesar tranquilamente que nosotros estamos situados en una circunstancia objetiva que no
podemos transformar desde el aula. No se puede revolucionar un aparato educativo orientado a producir
fuerzas de trabajo calificadas desde el salón de clase. Es un reconocimiento simplemente realista. No podemos
tomar socráticamente a un alumno por medio de preguntas hasta que él mismo descubra la geometría a
través de su propio pensamiento, como hacía Sócrates con el esclavo. Pero debemos considerar también que
la formación debe ser el ideal de todo aquel que considere la educación como algo más que la producción de
un experto adecuado a una demanda de trabajo calificado. Esta es la única forma de luchar por una
democracia en cualquiera de sus formas. La promoción de una educación filosófica es la forma por excelencia
de búsqueda de ampliación de la democracia dentro del sistema educativo. Promover una educación filosófica
y no una información cuantificada, masiva, separada, beatificada. Esta última puede servir para trabajar, pero
para vivir, no tiene más utilidad que la posibilidad de derivar un ingreso mayor que el que se tendría sin ella.
No podemos llevar a efecto nuevas combinaciones del trabajo productivo y el estudio, fuera de las que ofrece
la sociedad en que estamos, ni tampoco cambiar la división social del trabajo desde el aula. Pero sí podemos
desarrollar desde allí una lucha restringida por la democracia. Un hombre que pueda pensar por sí mismo,
apasionarse por la búsqueda del sentido o por la investigación es un hombre mucho menos manipulable que
el experto de que hablábamos arriba. Este es un resultado que podría provenir de una intensificación, en
nosotros mismos como educadores, de la tendencia a la educación filosófica.
Quería decirles pues, con el tema de educación y filosofía, que el ideal es promover la educación filosófica.
Deber ser de la Universidad como empresa del conocimiento
Extracto.
Luis Bernardo Peña B. Simposio permanente sobre la universidad. Conferencia X “La revolución del conocimiento y sus consecuencias en la universidad”. Icfes, 2002 Bogotá D.C.
Vivimos en medio de una revolución del conocimiento. Cambios fundamentales se están dando en su
estructura, en su función y en la forma de comunicarlo. La producción del conocimiento, que se ha potenciado
no solo en cantidad sino en velocidad, tiene, además, una dinámica autogeneradora propia porque en la
medida en se hacen conquistas científicas, se expande aún más el horizonte del conocimiento. Cada nuevo
avance no es más que una medida de la profundidad a la que todavía no hemos penetrado. Con todo, esta
revolución apenas se ha iniciado, están os presenciando sus albores. Sus límites son sólo los de la mente
humana. Sus consecuencias, las que la libertad y la conciencia determinen. En la primera parte habíamos
intentado esta fenomenología del conocimiento, tal como se presenta hoy, con un propósito: examinar desde
ese horizonte la misión de la universidad, su deber ser como empresa del conocimiento. Intentaremos en esta
parte bosquejar apenas algunas de esas repercusiones.
1. Misión-ético política de la universidad
Si la ciencia, como se vio en la Primera Parte de este trabajo, tiene hoy, por su naturaleza operatoria* un
mayor poder para actuar sobre el mundo y sobre la sociedad, la universidad, como empresa científica, está
comprometida necesariamente en las consecuencias políticas y sociales del conocimiento. Ha sido acusada la
universidad, sobre todo desde los movimientos estudiantiles que la estremecieron en la década del sesenta,
de olvidar los problemas de la sociedad o desentenderse de ellos y de no formar en los estudiantes ni la
conciencia ni la capacidad para enfrentarlos.
Esta posición poco comprometida de la universidad con el mundo tiene sus raíces en la concepción que
considera el trabajo científico como una actividad autónoma, independiente de la realidad social. En este
contexto, la universidad debe ser una comunidad de científicos entregados a la producción del saber por sí
mismo, sin importar lo qué este saber signifique en el orden de la acción ni lo que los problemas de la
sociedad puedan aportar para ensanchar el horizonte de la investigación científica.
En el marco de esta concepción eminentemente academicista se piensa que: siendo la universidad una
institución orientada al saber, no puede rebasar su propia naturaleza académica y que su contribución a la
resolución de los problemas sociales no puede consistir sino en el estudio científico de esos problemas... Esta
posición favorece generalmente una concepción de la ciencia como neutral en materia de valores, una visión
de la acción política como extraña a la actividad académica y una conciencia de que la institución universitaria
está fuera o por arriba de los procesos sociales... 23/
Pero si la ciencia de hoy está proyectada estructuralmente hacia la acción en forma de tecnologías que son,
como se ha dicho, sus expresiones visibles, la búsqueda de la verdad no puede estar desvinculada de su acción
concomitante ni de sus consecuencias. La empresa del conocimiento no puede pensarse hoy sino como
empresa política, con profundas resonancias en la dimensión ética. La acción política de la universidad debe
concebirse como una tarea coherente con su naturaleza de institución centrada en e! conocimiento y la crítica
social. Alain Touraine sostiene que el principio que justifica la existencia de las universidades es el ser ellas
centros para el análisis crítico de la producción, transmisión y aplicación del conocimiento. Esto traería consigo
una redefinición del significado de cultura general que debe seguir siendo uno de los objetivos centrales de la
formación universitaria. Si lo que buscamos hoy son formas de analizar las interrelaciones entre el
conocimiento y los distintos aspectos de la sociedad y la cultura, entonces la ‘cultura general’ debe definirse
como “el entendimiento de la acción de la sociedad sobre si misma, por medio del conocimiento “. 24/
Es cierto que otras instituciones compiten hoy con la universidad en la búsqueda, comunicación y aplicación
del conocimiento; pero ninguna podría tomar su lugar en la función de someter a crítica la acción social del
saber. Y esta misión, en virtud de la cual la universidad se constituye en algo así como una conciencia de la
acción transformadora del conocimiento sobre la sociedad, es de naturaleza eminentemente ética y política.
Por otro lado, el poder transformador que tiene la ciencia moderna sobre la naturaleza y sobre el hombre, que
la convierte en factor decisivo en la política y la economía mundial, ha generado una creciente preocupación
por las consecuencias éticas del trabajo científico. Desde m explosión de la bomba atómica en la última guerra
mundial, la humanidad supo que era posible utilizar la ciencia para destruir la civilización que la misma ciencia
había contribuido a consolidar y se instauró un permanente peligro de guerra nuclear bajo cuya amenaza vive
hoy el mundo. Recientes desarrollos de \» ciencia y de la tecnología en el orden del control ambiental y de la
conducta, en la manipulación del mapa genético o la estructura del cerebro, han suscitado un interés cada vez
mayor por el problema de la relación entre el dominio del conocimiento y el de los valores.
No se puede seguir sosteniendo la dicotomía entre estos dos dominios. La ciencia crea valores de verdad, de
progreso, de utilidad. El producto de la ciencia es conveniente, o útil o bueno o practico para algunos; o
destructivo, o inalcanzable o costoso para otros. La posesión del conocimiento hace poderosos a unos v les da
los instrumentos para alienar a otros.[...] En una situación de dependencia cultural, la función de producción
del conocimiento tiende a limitarse a la apropiación de la ciencia y la tecnología generadas y en ocasiones
impuestas por los países más avanzados. En las sociedades dependientes el desarrollo no se da como
respuesta a sus problemas propios sino más bien por una permanente acomodación o incorporación histórica
al proceso de desarrollo de sociedades más autónomas.
Los pueblos dependientes no existen para sí sino en función de otros, y nuestras universidades, al asignar
tanta importancia a la reproducción del saber originado en otras partes, contribuyen a afianzar esta situación
de dependencia cultural más que a apropiarse críticamente del conocimiento para revalorarlo y reorientarlo,
no como puro valor de verdad sino como verdad situada histórica y culturalmente.
2. Concepción histórica de la ciencia
La naturaleza cambiante del conocimiento científico está en contradicción con la tendencia a enseñar la
ciencia como algo terminado, tendencia que está implícita en el método de enseñanza así como en la mayor
parte de los textos utilizados típicamente en la universidad, en los que se condensa lo esencial de la “ciencia
normal”. Este estudio, necesario por cierto, tiene grandes limitaciones: es un tratado de respuestas más que
un planteamiento de preguntas que son las que explican la dinámica de la ciencia. Las “anomalías”, los vacíos,
quedan por fuera de este enfoque. Sólo se hacen patentes los resultados estables de las revoluciones
científicas pasadas, mas no se registran los procesos ni las bases que condujeron a los cambios de paradigma.
“A menos que personalmente haya experimentado una revolución durante su propia vida, el sentido histórico
del científico activo... sólo se extenderá a los resultados más recientes de las revoluciones en su campo”. 27/
Una visión más histórica de la ciencia no solo la haría más comprensible sino que relativizaría la importancia
de los resultados obtenidos a cambio de un mayor énfasis en el proceso científico; el estudio de la ciencia
estática -que forma eruditos, no científicos- seria tan solo una parte y no la más importante de una educación
más enfocada hacia la dinámica de la ciencia.
3. Formar al aprendedor mas que al aprendiz
En su crítica a los libros de texto, Kuhn ha afirmado que “puesto que son vehículo pedagógicos para la
perpetuación de la ciencia normal, siempre que cambien el lenguaje, la estructura de problemas o las normas
de la ciencia normal, tienen, íntegramente u en parte, que volver a escribirse”. 28/ Esta misma aseveración
puede hacerse respecto al con tenido meramente informativo de la instrucción que se imparte en las
universidades con el respaldo de los libros de texto. Con muy escasas excepciones, la función docente parece
agotarse en la tarea de transmitir la ciencia vigente, desenraizada de su contexto y además, aparentemente
terminada. Pero hemos visto cómo hoy, más que nunca, las revoluciones científicas sacuden frecuentemente
los paradigmas establecidos volviendo totalmente caducos muchos de los aprendizajes a los que tanta
importancia se asigna dentro de la educación formal. Además, los medios electrónicos de información hacen
fluir el conocimiento cada vez con mayor rapidez y facilidad. Frente a este fenómeno de la revolución del
conocimiento y de la información, el dato en sí tiene una importancia relativa. Permanecerá en la memoria
muy poco tiempo. Pronto será sustituido por otros. Perderá su sentido original. Habrá que acostumbrar h
mente a estas mutaciones. La educación tendrá que propiciar la formación de estructuras mentales y
descubrir la estructura propia de las disciplinas científicas en lugar de atiborrar la memoria con datos. Adaptar
la estructura de algo es entenderlo en una forma que permita a otras muchas cosas relacionarse
significativamente con él Aprehender la estructura es aprender cómo están relacionadas las cosas. Para
Bruner 29/ es el dominio de la estructura el que le permite al estudiante captar las ideas fundamentales o
básicas de una materia así que cuanto más básica sea la idea aprendida, tanto mayor será su grado de
generalización y de aplicabilidad. Esta mayor posibilidad de transferir lo aprendido como idea fundamental, de
una disciplina a otras, contribuye también a imprimirle al aprendizaje una fuerza motivadora que no tiene
cuando se lo circunscribe a un campo cerrado de aplicaciones.
Las modernas teorías del aprendizaje basadas en el procesamiento de la información distinguen entre
estrategias de aprendizaje “reproductivas”, orientadas a devolver intacta la información presentada al
estudiante y que suponen un procesamiento superficial de la información, y estrategias de aprendizaje,
enfocadas a relacionar conscientemente el material nuevo con el que ya se conoce.
Estas estrategias, en cuyo estudio se ocupa cada vez más con mayor interés la sicología cognitiva, trascienden
la pura memorización para buscar la organización lógica de los contenidos e implican, por lo tanto, niveles más
profundos en el procesamiento de la información. 30/ Estos planteamientos conducen necesariamente a un
nuevo enfoque de la función docente que tendría que estar más orientada a preparar las mentes para el
cambio, a develar las estructuras subyacentes en medio de la “polución” y la mutabilidad de los datos, a
capacitarlo para que aprenda a aprender, en una palabra, a formar al aprendedor más que al aprendiz. Dentro
de este contexto, la tarea de la educación es preparar al hombre para la vida pero no para la vida entendida
como un hecho terminado sino como una realidad en continuo devenir que condiciona otro tipo de educación:
educación permanente, educación continuada, educación para el cambio son conceptos que han surgido para
señalar esta dimensión. Philip Coombs ha definido esta tarea como la formación de personas “educables”: Los
sistemas educativos deben realizar un cambio de énfasis. El nuevo esfuerzo ha de encaminarse, no tanto a la
producción de una persona educada como a ¡a producción de una persona educable, que pueda aprender y
adaptarse eficientemente, durante toda su vida, a un medio ambiente que está en constante evolución. Si un
sistema educativo por sí mismo no es adaptable a las condiciones cambiantes del ambiente, cómo puede
esperarse que produzca gente que lo haga. 31/
[...]
La formación general
En el orden de la formación universitaria, la fragmentación de la ciencia, que tuvo su inicio en el Renacimiento
y su afirmación en los intereses del industrialismo, produjo como ideal educativo la profesionalización y la
especialización. El pragmatismo positivista incrustado en la filosofía política del Estado concibió a la
universidad como una gran fábrica productora de hombres útiles en profesiones prácticas. Para responder a
esta exigencia, la universidad se dividió en escuelas especializadas. La formación de la inteligencia se ha
concentrado en preparara los jóvenes para enfrentarlos problemas de la vida práctica, y de ahí la importancia
que se le otorga al entrenamiento técnico v la consiguiente tendencia a restar importancia en los programas
de estudio a todo aquello que no esté directamente relacionado con esta finalidad. 1.a estructuración del
curriculum obedece más a criterios de utilidad que de auténtica formación. El conocimiento tiende a valorarse
en cuanto entrenamiento.
Pero el valor de la ciencia no radica solamente en su utilidad práctica. La ciencia tiene también un valor
formativo, alimenta y estructura el intelecto y lo prepara para comprender y enfrentar los problemas
generales, independientemente de su utilidad práctica.
De ahí que se haya conservado en el curriculum, a través de la historia, ese núcleo de conocimientos llamado
de las “artes liberales”, opuestas a las “artes serviles”. Estas persiguen el conocimiento útil, con miras a un fin
practico ulteriora aquellas buscan el saber en si, como goce y posesión del espíritu e independientemente de
su utilidad. 37/ La más urgente necesidad del hombre de hoy es comprender el sentido oculto de las cosas, en
medio de la complejidad que lo envuelve y lo confunde. Aunque avanzado en otras dimensiones, el hombre de
hoy está necesitado de entender plenamente el significado y las consecuencias de lo que hace. Hay un desfase
entre la creciente complejidad del mundo y la capacidad del hombre para hacerle frente.
Aquí surge precisamente la imperiosa necesidad de una formación general en nuestro tiempo: una formación
que se preocupe de la idea y principios duraderos y permanentes; que no se quede en la instrucción del
erudito y del diletante sino que ponga toda su fuerza en la educación de la persona inteligente y culta; que
supere el estrecho intelectualismo que ha marcado la educación moderna para abarcar, además de lo
científico-técnico, los dominios de lo ético, lo estético, lo meta físico y lo trascendente; una formación que
conjugue la capacitación profesional, orientada a habilidades específicas, con una formación general,
integradora de principios y estructuras capaces de encontrar sentido en medio de una revolución del
conocimiento.
La universidad como empresa de conocimiento
Ramiro Jesús Ceballos Melguizo
Docente Programa de Filosofía, Universidad de Pamplona
La institución universitaria, desde la antigüedad a nuestros días, ha pretendido ser y ha defendido su condición
de institución de educación superior no porque supere a las demás instituciones en número de alumnos, en
cantidad de saberes transmitidos o en cualquiera otra condición distinta a la de ser el lugar donde se busca el
conocimiento de modo más decidido, de forma más pura y sistemática y con el mayor respeto por el saber
mismo. Esta búsqueda y este respeto por el saber como tal es lo que constituye el carácter académico de la
Universidad.
1. El Significado de lo académico
El término académico proviene de la tradición antigua y surge como el nombre que tuvo la escuela de filosofía
fundada por Platón debido a su cercanía con un bosquecillo consagrado al héroe ateniense Academos.
Todas las escuelas y universidades han sido llamadas instituciones académicas en razón de su deuda original
con la escuela de Platón. Ahora bien, esta deuda con Platón tiene que ver con la naturaleza misma de lo que
fue su escuela de estudios.
Pues bien, la escuela platónica era esencialmente un centro de estudios de filosofía. De manera que las
escuelas y universidades del occidente, en general, son instituciones filosóficas. Ahora, la naturaleza filosófica
de un estudio cualquiera consiste en que se busca el conocimiento como un valor en sí mismo y no como un
mero instrumento al servicio de otros fines. En este sentido el platonismo o el carácter filosófico de la
universidad consiste en que en ella se cultiva la búsqueda del saber como un valor en sí mismo. Cuando algo
se tiene como un valor o un fin en sí quiere decir que se lo busca porque el hombre encuentra en ello plena
satisfacción y por lo tanto se siente inclinación afectiva hacia ello. La filosofía quiere decir, en efecto, filía o
amor por el shopos, por el saber.
El conocimiento es, en la tradición fundada por los griegos, un valor en sí, como la felicidad; de modo que el
carácter académico de la universidad consiste en que en ella se busca el conocimiento como una finalidad en
sí misma, como algo que no demanda otra justificación ulterior. Así, cuando alguien busca la felicidad, a nadie
se le ocurre preguntarle ¿para qué quieres ser feliz?, pues la felicidad en un fin en sí. De igual manera, el
académico íntegro es el que busca el conocimiento por sí mismo, y a la pregunta de para qué le sirve el
conocimiento al académico se responde: para nada, pues conocer es también un fin en sí, es algo que inspira
por sí mismo, que se lo ama.
La búsqueda del conocimiento por su valor intrínseco constituye el verdadero sentido de la universidad. Si la
universidad llega a ser tomada por el puro interés pragmático, utilitarista, entra en un proceso de
degeneración y crisis. ¿Por qué? Por algo de conocimiento que pertenece a la lógica misma del pragmatismo y
utilitarismo y que explicaremos a continuación: resulta que el buscar en el conocimiento el puro beneficio
exterior (económico sobre todo) implica convertirlo en un mero instrumento, algo pues, que no se aprecia
sino por su servicio para otros fines. Este, en cierta forma, desprecio o minusvaloración del saber conduce a
que nuestra relación con él se reduzca a una apropiación rápida, muchas veces superficial. En esta apropiación
a la ligera hay dos aspectos graves que conducen a la decadencia: En primer término, se suele desvirtuar o
tergiversar el conocimiento por una mala apropiación del mismo. En este caso el perjudicado es la persona, el
estudiante, pues se convertirá en un mal profesional.
Mas, por otro lado, el conocimiento mismo no es estático; es una especie de capital que hay que renovar,
profundizar, revisar y mejorar. Si no se tiene un vínculo afectivo fuerte, una vocación cognoscitiva, no habrá
manera de hacer que ese capital crezca y se renueve. Entonces sobreviene el estancamiento del saber y la
decadencia de las instituciones .
Un factor adicional más de decadencia, implicada por el pragmatismo, es que, al fijarse sólo en los intereses
externos al conocimiento mismo, el utilitarismo da la espalda y olvida ciertos sectores del conocimiento y
tiende a privilegiar sólo las partes que prometen rendimientos altos o frutos a corto plazo. Eso constituye un
factor de decadencia por cuanto el saber es una estructura compleja e interconectada donde el daño en una
de las partes repercute, tarde o temprano, en las otras. Así, el abandono de la investigación en ciencia básica y
en filosofía suele conducir al estancamiento por cuanto la dinámica y renovación de los saberes que son
“útiles” en primera instancia (es decir, que producen beneficios rápidos) están conectados de alguna forma
con las ciencias básicas. Si no se investiga en ciencias básicas (física, química, biología) las ingenierías, que son
saberes de aplicación, saberes inmediatamente útiles, tarde o temprano se estancarán.
Pero, lo fundamental con respecto al carácter académico de la universidad consiste en recordar que un
pragmatismo y utilitarismo exagerados y unilaterales representan decadencia moral. Efectivamente, si los
aprendices no desarrollan amor por el conocimiento mismo, es decir, espíritu académico, no sólo se
perjudicarán como profesionales y colaborarán con el estancamiento del saber, sino que permanecerán como
seres mutilados, personas a las que hace falta un aspecto básico de la humanidad: la dimensión
contemplativa, teórica, intelectual.
Constituye una degradación moral la falta de alguna nota distintiva de nuestra naturaleza; el saber, la
dimensión teórica, el afán de conocer son parte esencial de nuestro ser y conforme a ello ha sido dicho por el
propio Jesús: no sólo de pan vive el hombre. Es decir, se es hombre cuando se atiende no sólo a los intereses
inmediatos de sobrevivencia y comodidad sino cuando se atiende también a los más elevados intereses
gnoseológicos e intelectuales. Para parodiar al novelista Eustaquio Rivera digamos que si sólo atendemos al
vientre misérrimo fracasaremos en el espíritu.
2. El valor central del conocimiento
El conocimiento es el corazón mismo de la universidad. Constituye un elemento que da razón de ser de su
propia existencia. Es cierto que el conocimiento es útil para muchas cosas; pero es también cierto que vale por
sí mismo, que es una dimensión esencial de nuestra humanidad. A la pregunta de para qué deberíamos
conocer, ¿para estar mejor dotados para la sobrevivencia y el éxito? respondemos: no, más bien porque el
progreso del conocimiento es lo que hace que la sobrevivencia y el éxito sean dignos de consideración. Como
señala Goodman, el conocimiento justifica el propio éxito. Ahora bien, la promoción del conocimiento como
valor en sí es tarea primordial de la universidad no sólo porque ella lo utilice como instrumento, como materia
prima. También debe ser defensora del conocimiento en el sentido de que, como tal, es una especie de sujeto
indefenso. Normalmente, el conocimiento se usufructúa sin pensar en él como algo que haya que respetar y
cuidar; parece insensible e inagotable. Sin embargo, es un ente susceptible de ser ultrajado y maltratado, que
necesita ser defendido, de la misma forma que la naturaleza necesita serlo contra los abusos del hombre.
Parece extraño que el conocimiento necesite defensa, pero así es. La universidad como institución es entonces
guardiana del conocimiento y, en la medida en que el conocimiento existe como una materialización de
discursos, técnicas, etc., pero también como una potencialidad del espíritu, la defensa que hace la universidad
del conocimiento constituye, al fin de cuentas, una defensa de la humanidad del hombre, una defensa de su
esencia como especie y de su dignidad como ser.
El conocimiento nos ha hecho lo que somos: una especie triunfal. Ciertamente, somos aptos para el bien lo
mismo que para el mal; pero el que nos inclinemos al mal no obedece a que sepamos, a nuestra condición de
Sapiens; obedece a nuestra condición de Demens, es decir, a nuestra potencial demencialidad.
La inclinación al mal es también ausencia de conocimiento, no del conocimiento como poder, sino del
conocimiento como comprensión, como reflexión. La defensa del conocimiento como valor es por tanto una
labor que tiene sentido ético, es decir, que se relaciona con la lucha por una vida más feliz, íntegra y digna
para el hombre. La universidad es entonces la institución cuyo sentido es promover la humanidad a partir de la
promoción y defensa del conocimiento y el estudiante manifiesta su lealtad a sí mismo, a su más elevada
condición humana a través de su conducta, su hacer y su pensar. Todo ello está vinculado a su fidelidad al
conocimiento como dimensión humana profunda. Encontrarás una ampliación de la idea de lo académico en
la lectura número 4 de Josep Pieper. Una ampliación del deber ser de la universidad como empresa del
conocimiento en la lectura número 5 de Bernardo Peña.
Ampliación
Bibliografía
GELVES ORDÓÑEZ, José Jacinto. ¿Qué es la Universidad?– Universidad de Pamplona - 2004
Síntesis
La Educación Superior del siglo XXI exige el manejo intelectual en un campo determinado, que sea capaz de llegar a integrarse con lo
afectivo de cada ser y que a su vez se proyecte a la comunidad o grupo al que pertenece el mismo. Esto debe llevarse a cabo
mediante un proceso de formación continua que amerite entrenamientos constantes y diarios en el quehacer académico, estipulado
por la autoformación que permitirá una proyección hacia la formación de verdaderos ciudadanos, como lo dice en su artículo
Estanislao Zuleta. No debemos olvidar que la universidad surge por la necesidad de especializar el conocimiento en diferentes
campos, los cuales han crecido gracias a la misma preocupación del hombre por mejorarlos.
Unidad II: Idea de Universidad
Profundización
¿Qué significa la expresión "Dinámica del autofinanciamiento?
Significa que por carencia de recursos los académicos se ven forzados a transformarse en microempresarios, es
decir, a buscar el sostenimiento de sus planes, especialmente de investigación, en entidades patrocinadoras.
¿Qué significa la expresión "Universitas Magistrorum et Scholarum"?
Asociaciones de maestros y estudiantes.
¿Cuáles son las universidades que reúnen a las asociaciones de maestros y estudiantes?
La universidad de París reúne a los maestros y la de Bolonia a los estudiantes
¿Qué sentido tiene un título para la universidad medieval?
La gratificación personal de haber culminado los estudios de dos y tres años respectivamente (No hay cartones,
solo el testimonio oral)
¿Qué títulos facilita la universidad medieval?
El de Bachiller en dos años, el de Licenciado en tres años y el Doctorado cuando sustenta públicamente su tesis
¿Qué son cuadros de investigación?
Se refiere a personas o funcionarios de una institución, en cuanto servidoras de una causa; en este caso, de la
labor investigativa.
¿Posee la Universidad una, tres o más funciones. No hay acuerdos en el número de funciones?
Lo que varía es la importancia concebida a las tres funciones (investigación, docencia y extensión). La disputa se
da en que cada sociedad da importancia a unas u otras funciones, de las adicionales. El autor dice que la función
de interacción cultural es la más importante.
¿Qué significa sustituir la consigna por la reflexión?
Que la persona no piense y actúe conforme a ciertos esquemas petrificados o prejuicios que no ha puesto en
duda y se pregunte con espíritu abierto para luego actuar o hacerse una opinión.
¿Cómo definir sintéticamente la noción de formación integral?
Como un enfoque o forma de educar cuya finalidad es convertir al estudiante en una persona culta, con todo lo
que ello implica.
¿Qué es el " Ethos" Universitario?
Son los valores propios de quienes tienen la condición de pertenencia a la vida universitaria. Ethos es la raíz
griega Ética y significó en un comienzo forma de ser y conducirse (costumbre).
¿Por qué lo académico equivale a filosófico?
Porque la academia platónica fue una escuela de filosofía y lo que en ella se buscaba era el saber, de modo
desinteresado.
¿Qué es el sentido académico de la Universidad?
Es la tendencia que debe tener la Universidad de cultivar el conocimiento por sí mismo y porque se le juzga
digno de poseerlo (por amar).
Visita el sitio web UNIVERSIA, donde encontrarás un espacio dedicado a las personas interesadas en saber sobre
temas y aspectos de la universidad en general. Allí hallarás artículos, investigaciones y estudios, entre otros elementos,
que te ayudarán en tu proceso de construcción del conocimiento.
Pasos de la navegación
Ubícate en el lado izquierdo de la página, donde encontrarás una serie de iconos o vínculos. Allí da clic sobre los que
más te llamen la atención y realiza una comparación de lo que éstos expongan, con los temas que haz desarrollado en la
unidad temática: "La idea de universidad".
Luego cuestiónate, sobre si este sitio verdaderamente representa lo que es la idea de universidad en un contexto global.
No te alejes del tema que estamos estudiando.
Ingresa a la página www.ascun.org.co y visita su entorno. En este sitio hallarás toda la información relacionada con la
universidad en Colombia.
Pasos de la navegación
En la parte izquierda de la pantalla, podrás dar clic sobre los vínculos que más te interesen y profundizar en los detalles
que cada uno de ellos te ofrecen.
Visita el entorno general de la página y compara los datos que allí reposan, con los estudios sobre educación superior
que hacemos en esta unidad.
Según la lectura: Concepto y síntesis histórica de la universidad en occidente, responder:
1. ¿Qué significa Universitas?
2. ¿Dónde se origina la Universidad como institución?
3. ¿Antes del siglo XII, existió Educación Superior? ¿Dónde?
4. ¿Cuál es el Fundamento teórico de Universidad?
Solución:
1. El concepto etimológico de universidad significa volverse una unidad (del latín universitas, unus: unidad; verto: volver).
También significa comunidad o asociación
2. En Europa a finales del siglo XII y la primera universidad que aparece es la Universidad de Bolonia, en 1155.
3. Sí existió la ducación Superior antes del siglo XII, porque las primeras civilizaciones lo intentaron, prueba de ello está en
la academia de Platón y el Liceo de Aristóteles
4. Durante el medioevo la Universidad se desarrolla a partir de su historia, sus maestros, sus alumnos,sus facultades, los
Estados, los Colegios, los Estudios funcionales y los títulos
Procedimiento del taller a desarrollar por el alumno:
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