View
223
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
1/120
LOS
JO
S DEL AMOR
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
2/120
FEDERICO
UR LES fL 0
3 ~ 8
LOS
I]OS
DEL
M
OR
NOV L
)
F. SEMPERE Y CoMPAÑÍA EDITORES
Calle del Palomar
núm.
10
aLENCI
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
3/120
5537
lm p. tle ht Cu n Edit ;J;i F Sompere y C • \
ALENCIA
LOS HIJOS DEL MOR
Un niño
salvaje
Con el propósito de hacer fortuna, dos veces
babia
ido á América
Pablo
Recio, desde su
al -
dea de Asturias; pero era
tan
débil su cabeza,
que no
servía
para
nada
y hubo de
regresar
á
Espafta pobre como antes y
más
viejo que
nunca.
En
Gandaira
vegetaba
á los
treinta
anos
nuestro
ame1·icano tumbado al sol
y
bebiendo
sidra cuando puso sus ojos en Rosa, una mu-
chacha
huérfana
que, en unión de su hermano,
cuidaba de los caseríos
y
de los ganados del se-
fl or
de Gandaira.. Bien decía á Rosa su hermano
que
Pablo
Recio era un
gandul
y un borracho;
mas tan corazón adentro de la muchacha se ba-
bia
entrado Pablo, que no hubo
manera
de ha-
cerla desistir del casamiento; y se casó, no sin
la protesta del hermano, quien la hizo patente
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
4/120
6
FEDERICO URALES
dejando el caserio y las vacas al cuidado del
nuevo matrimonio.
Como babia previsto el
hermano
de Rosa
Pablo
Recio casado
se
dió
aun
más
á
la
bebi-
da y á
la
holganza y la pobre Rosa hubo de
cuidar del ganado y de
las tierras mientras su
marido se
pasaba
en la cama las mañanas en-
teras y en la taberna de Gandaira las tardes.
El
primer
hijo que tuvo Rosa fué
Bautistin
un
niño que á los cuatro años había salido con
su
madre
c
uarenta y
ocho meses seguidos
á
pastar
el ganado y
babia
visto más de cien
cómo su
padre
borracho
pegaba
á
la
pobre
Rosa.
Inútil
decir
que
con tal ambiente el
carácter
de Bautistin
era
taciturno
y
callado;
apenas
ha
blaba y cuando
lo
hacia era con su
madre
y
con
las vacas
que cuidó sólo desde los seis
ailos.
Bautistin demostró bien pronto
una
inteli-
gencia
nada
común
y
un temperamento rebelde.
Á
todo el mundo trataba con rudeza. Su
córa
zón no
tenia
caricias más que
para las bestias
y su madrecita. Cuando algún extraño le hacia
preguntas
en el pasto ó en el camino callaba ó
contestaba de tal
suerte que
al
preguntón no
le quedaban ganas de seguir preguntando.
sí fué como Bautistin
á
los ocho ailos se
LOS HIJOS DEL AMOR
7
babia
hecho un nombre en
la aldea
y caseríos
de la redonda. El cura de la Gandaira se lo
puso: llamóle Bautistin el
Filósofo
y
por
Bautis-
tin el Filósofo desde aquel día se conocia al mu-
chacho.
El
párraco
de
Gandaira
era
el que más
gustaba de la charla del pequeño filósofo
muchas
tardes
paseábase
por
donde Bautistin
pastaba el ganado con el propósito de encon-
trarse con él y platicar un
rato.
Un dia que Bautistin
salia
del caserio con
su ganado se le
acercó
el cura.
Pablo
Recio
quetlóse tambaleándose en la puerta del esta-
blo· Bautistin
andaba detrás
de
las vacas tao
huraüo como siempre y
la
pobre Rosa cavaba
la tierra allá abajo mientras lloriqueaba una
oiila de diez meses sentada en el suelo.
-¿Dónde vas Bautistln?-le
preguntó el
cura.
N o
voy que me
llevan-contestó
el mu·
chacho.
¿Y
adónde
te llevan
Bautistio?-replicó
el cura.
Á pastar las vacas del amo de mi padre.
y
amo del hijo
también-repuso
el cura ;
porque el señor de
Gandaira es
amo de todas
estas tierras
y de la
gente que las
habita.
-Errado
anda el señor cura; yo no soy pe-
rro ni bestia domesticada.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
5/120
FEDERICO
URALES
-Cállate, Bautistín-gritó su padre desde la
puerta del
corral.
-Déjale hablar,
Pablo- dijo el
cura
- ,
que
me divierte con sus salidas el muchacho.
Á
todos les
ocurre
lo mismo- repuso
Pa
blo, acercándose
al
cura fatigosamente-,
pe r
o
á
mi me enoja oírle. ¡No
sé
de dónde nos vino
criatura tan endiablada
Nada
digo, padre, si
nada
me preguntan,
pero
al
que me pregunta
contestarle
debo-re
puso Bautistin.
-Naturalmente;
el mucbaého tiene
razón
-exclamó
el
cura.
-Pues
no la tiene, porque
á
veces le pre-
guntan
cien cosas los sefiores y
tlo
contesta
una,
-
Mis
motivos tengo.
-¿Quieres
ser
cura?-preguntó
el de Gan-
daira
al
muchacho.
-
No-contestó
Bautistin.
-(,Por qué?
-Porque
no me
gusta asustar
á
la
gente.
Pablo hizo ademán de
querer
reñir á su hijo,
mas el
cura
se
lo
impidió adelantándosele, di
ciendo:
Cura soy yo, y no asusto á nadie.
-¡No,
que
no -replicó Bautistín-.
Siempre
que madre me
lleva á
la iglesia de
Gandaira
sale
la
gente aterrorizada. Y
nada
le digo á
LOS
HIJOS
DEL AMOR
9
usted de cuando predica el prior del monaste
rio . Aquello es
una
desconaolactón general.
Que si nos condenamos, que i no nos condena
mos, que si en el infierno ee padece mucho, que
si pocos
se
salvarán,
que si todos pecamos, que
si este mundo es un valle de lágrimas . . Suerte
que yo digo
para
mi:
e
¡Qué gordo y rollizo
está
el prior ,.
El cura, mal conteniendo la risa, repuso:
Pero
hay
un
cielo.
Pa r a
los ricos que
dan
limosnas y pagan
funerales.
- Y
para
los pobres que son buenos.
-Buena era la
tla Angélica,
y
el señor
cura
no la quiso enterrar sin que antes
la
bija, más
pobre aún que
la
madre,
pagase
el entierro.
-Siempre hay almas caritativas- observó
el cura mordiéndose
la
lengua.
- Aterrorizadas, quiere decir el señor cura;
el terror las
hace caritativas.
Por esto cuidan
usted y el
prior
del monasterio
tan
bien el in
tierno.
- ¡Es un diablillo, es
u
diablillo - dijo el
cura
al padre de Bautistlu, sonriendo con fingi
da humildad.
- Anda, que el
ganado está
lejos- gritó
Pablo
su hi
jo
.
Bautistín salió escape.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
6/120
10
FIWHHCO U R L ~ S
L9,
fama del
muchacho
llegó á oldos del se
ñor
de
Gandaira
1
quien quiso
conocer á Ba
utis
tin
y charlar
con
él
un
rato.
Un
verano
que lo pasaba en
otro
caserlo de
la
Gandaira
montó
e
caballo
y
acompaih
do
de su administrador general visitó el caserío
que cuidaban Rosa y Bautistln porque Pablo
no bacía más que beber dormir. Ello ocurría
en el
mes
que
Bautistín cumplió doce
años.
T ú
eres Bautistín
el
Filósofo ¿verdad?
-preguntó el seilor de Gandaira no bien hubo
visitado
las
dependencias de
la casa
y los es
tablos.
No señor- contestó Bautistln.
Pues ¿quién eres tú?- repuso un tanto sor-
prendido el señor de
Gandaira.
Soy Bautistin el perro.
-¿El perro?
¡E l perro si señor
U n
nuevo
Diógenes-dijo
el seilor de Gan ·
daira
dirigiéndose
al administrador
que
prese
n·
ciaba. con algún recelo el diálogo.
- El chico no sabe leer-contestó el ad mi·
nistrador.
-Pregúnteselo usted al seilor cura de Gan·
daira-dijo Bautistin-. Él le dirá que us ted es
mi amo.
Y lo soy.
LOS H
IJOS DEL
AMOR 11
Pues ya ve usted;
necesaria
mente he de
ser yo un perro.
El seilor de Gandaira quedó un tan to pensa
tivo: el administrador intentó salir a l ca
mp
o
para
ver
si su amo
le
segula
y
dejaba
á
aq
uel
rapaz desvergonzado; mas el señor de Ganda i
ra
no dió un paso y repuso al minuto:
Me
han
dicho,
Baut
istfn, qu e er es muy
listo.
Se rá porque los otros son muy torpe
con
test
ó el muchacho.
- ¿Cómo
te
va
pastando el ganad
o?
p re
guntó
el
señor
de
Gandaira
pretendie
ndo
ca
m
biar el hilo de la conversación.
No
tan
bien como al señor, sin pas tar lo.
- ¿Por qué?
- Porque el se11or sin pa
st
arlo y sin cuida rlo
se
come los quesos y
la manteca.
- ¡E l
ganado es rolo
much
ac
ho
- No lo
parece.
- ¿No lo
parece?
- No lo parece porque
soy
yo quien lo
cuida.
-
Per
o yo lo
compré
.
- Con el dinero del queso y de la ma n teca
que produce el ganado que yo pasto.
- ¿Quién te ha contado
á
ti es
tas
cosas?
-
pr
eguntó el seilor de Gandai ra .
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
7/120
12 FEDI::RICO ORALES
-Nadie-contestó Bautistin-; se
me ocu
rren.
- Yo soy persona mayor y no se me ocurren.
-Porque
el señor es el amo de las
vacas,
del caserío
y
de
las tierras,
y no
tiene necesidad
de pensar nada. .
¡E s asombroso -dijo el sefior Gandau·a
vol viéndose á su administrador general, que
rabiaba
por irse.
- Cosas de los
auarquiatas-contestó
el ad
ministrador-. Esa gente
se metfl en todas par
tes, y el rapaz h:lbrá. ido á Gijón ó á Oviedo
algún
día y alll debió
haber
hablado,
segura
mente, con alguno de esos que quieren vivir sin
trabajar.
P u edes retirarte-dijo al concluir el admi
nistrador
al muchacho.
Bautistfn no se movió.
-Puedes retirarte-repitió
el
a d m i ~ : ~ i s t r a d o r .
Bautistin no se movía.
- ¡Eres
sordo -exclamó
el administrador
con enojo .
Me retiraré-dijo por fin
Bautistfn-cuan
do el administrador no me lo mande.
El
sefior de G.tndaira se echó á reir.
El administrador repuso:
Un
muchacho así en el caserío
es
un pe
ligro.
:
13
L o
mismo digo yo de
1 1 ~ t e d d 1 j o
Bautistin.
Que te calles,
Bautistío -gritó
Rosa.
- Cuando yo
era
pequeñín- diJo el
mucha-
cho dirigiéndose A su
m a d z ~ e
llevó dos
pa·
vos del
caserío
diciendo
que
eran
de
su t.efior y
eran
míos
porque
yo
compré
los huevos yo
los
puse
á
la
clueca,
yo cuidé
á
los
pavitos,
y
yo
los quer1a mucho.
S i no
callas
te doy
u
bastonazo-dijo el
administrador levantando
el bastón.
Y yo e do una
pedrada
- exclamó Bau
tistío, y
acompafiando
l acción
á la palabra
le
dió
con un cascote
en
la frente.
El administrador empezó á grita.r y Bautis
tfn á correr camino adelante, perseguido
por
sus
padres
y seguido por León un perro caza·
dor
que
no le dej11ba un momento.
Regresaron Pablo y Rosa
sm
que hubiesen
dado
alcance á
su hijo
cuando ya
el
adminis·
trador tenía vendada
la
cabeza con un pañuelo
de
seda
que le prestó el
señor
e
Gandaira. El
administrador, para
vengarse
del muchacho
indujo al de Gt\ndaira
á
que echase del caserío
á
los padres de Bautistln. El seüor de Ganda
ira
contestó que
lo
pensada,
y
se marcharon
al
largo
trote
de sus caballos á
la
casa sefiorial.
Entretanto, Pablo, por orden de su amo, avisó
al médico que servía. l
as
tres aldeas y los cinco
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
8/120
FEOBRICO URALES
caseríos que componían la parroquia de Gan-
daíra..
Pasaron varios días sin que
nadie diera ra
zón
de
Bd.utisttn. Su
madre
lloraba
día y
noche;
su
p
adre
avisó
á
la guatdia
civil
que
y
lo
estaba
y buscaba al
muchacho
por camino
s,
caseríos
y
aldeas.
Á
los
cuatto
meses del dl:t en que Bautistin
dió
la
pedrada.
al
administrador de l
de
Gandai-
ra, Rosa
su madre,
lavaba. ropa en
el
río. La
pobre
mujer
tenia siempre fijo el pensamiento
en Bautistin,
y
lloraba su muerte, dando por
cierto
lo
que
andaba.
contando
por el
sefiorio
un
cazador
furtivo, esto
es, que los lobos
de
la
sierra se hablan
comido al
rapaz.
Mas
hete
aqui que, á esto de
las
diez de aquella maüana,
se presentó León á
Rosa
con
gran
contento.
- ¿Es
verdad, León que los lobos ISe han co-
mido á mi Ba.utistín?-gritó Rosa n l perro, como
si hablase con una
persona.
-No
seftora
madre-dijo Bautistin saliendo
de
un
canaveral cercano y
sa
ltando encima de
una roca que
se
ha llaba en medio del riachuelo.
-¿C onque es tás viv
o?
¿Conque no
se te
han
comido los lobos? ¿Conque no es verdad lo que
decía la gente?-exclamaba Rosa metiéndose
río adentro, sin reparar en el agua..
Bautistfn
echó
Jos
brazos
al
cuello
de
su
LOS
IIIJOS
bEL AMOR
5
madre,
y luego
que la hubo acariciado,
saltó
sin
pisar
agua á
la
orilla del rio.
Mucho habla
cambiado
en cuatro
meses
Bau
tistin.
Sus
ademanes eran
enérgicos,
sus
pier
nas
ágiles
y
recias, sus
ojos
brillantes
y
move-
dizos su
pecho,
que llevaba descubierto, saliente
y
tostado por el sol ; en el labio superior empe
zaba á
dibujars
e finísimo vello, y todo su cuerpo
deno
taba vigor y limpieza.
El
muchacho
era
un
hermoso ejemp lar de la fiera
Naturaleza.
Rosa
que
notó
el
cambio
de
su hijo le
pre
g
untó:
-¿Cómo
te
las
arreglas
para
ser tan
hermo
so é
ir tan
limpio?
-M e bafio todos los
días
en el mismo n
aci
-
miento del río allá arriba,
cuando
aun el agua
no
ha
bajado a l valle.
Á
veces
me
la.vo la ropa
de
la maneru que
tú
me ensenaste, luego la
seco en
las
ramas de los
pinos
y yo
me duermo
desnudo tendido en
la
hojarasca.
e
ndrá
s f r o- le dijo Rosa.
- L o tendré quizá en invierno, ahora no
-contestó
el muchacho
saltan
do de nuevo
sobre
una
gruesa
piedra
que habla en medio del
ria
chue
lo.
Luego dijo:
-Me
ha parecido
oír
murmullos.
•
- ¿Y
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
9/120
16
-Pueden ser
los
guardias.
¿Te persiguen?
SI;
me lo dijeron los pastoree de la sierra,
pero yo me escondo detrás de las matas y
pa·
ean
sin verme.
S i te cogen
...
No
me
cogerán. He
bajado al
llano,
madre
m
a, parc1
verte.
Estaba triste.
¡H1.cla tanto
tiempo que no te vela Desde lo
alto
del picacho
te he
visto
la"ar
y
he bajado
volando.
-Anda, vente conmigo
al
caserio;
comerás
te
daté otra camisa-dijo
su
madre
.
No
quiero-contestó
Bautistin-;
en
el ca
serlo me cogerlan los civiles; padre me entrega
rla á ellos. Los pastores me dijeron que padre
encargó
á loe civiles que me prendieran, yo
no quiero que me
prendan.
¡Eu cuanto al ladrón
de
pavos -Y ..
esto diciendo, Bautistfn cerró
el pufl o y amenazó al espacio-. Anda, vente tú
conmigo- dijo á su madre.
-¿Adónde'?-respondió
Rosa.
A l monte.
-¿,Y tus hermanos?
-Llévatelos. En lo alto de los picachos hay
una gruta que parece un palacio. Comeremos
bellotas, castañas y madrofl.os. Viviremos
muy
bien los cuatro;
padre
no te pegará más y tú
tendrás que trabajar tanto
para
que él se em-
LOS IJI.JOS
DEL
AMOR
17
borrache. No creas; estaremos como
pez en el
agua ,
y
si te gusta más el conejo que los ma
drofios,
comerás
conejo;
eón
coge dos 6 tres
todos los días.
Yo estoy
harto de conejo.
Y
cómo te lo comes,
c,crudo?-le preguntó
su madre.
¡Qu iá
asado.
Los
pastores
y los
carbone
ros me dan sal, aceite, pan y fósforos á cambio
de conejos. ¡Si
te
digo,
madre,
que vivo muy
bien Y luego los pastores y los carboneros tie
nen
chiquillos y yo juego con ellos y algunas
noches duermo también en sus chozas. El otro
dia se
puso malito
el
nifio de Roque.
- ¿Quién es Roque?
U n
carbonero de la sierra que me quiere
mucho. El chiquitín
se
morfa,
y
¿sabes lo que
hice yo?
- ¿Qué hiciste?
Me fui
á
Gandaira.
¿Á
qué?
Á
buscar al
médico.
-¿,Y
no te prendieron?
E r a
de noche: los guardias dormian.
Y el
médico, ¿qué te dijo?
-¡Nada
Me miró, se sonrió me dió dos
pesetas.
-¿Qué
hiciste con ellas?
Me compré un par de alpargatas: son es-
2
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
10/120
18
FEDERICO URALES
tas-di jo el muchacho enseñando las que
lleva
ba puestas-;
y unos zuecos que tengo ocultos
en unas matas.
- ¿Y
el enfermito?
-Tan gordo á los dos días.
- ¿E l
médico nada dijo después á los guar-
dias?
-Supo
ngo
que
no.
-¿No t ienes miedo?
ón vigila
siempre.
-S í
pero los lobos .. .
-Mira-di jo Bautistín sacando un cuchillo
clavándolo con férreo empuje en
el
tronco de
una
encina.
Luego, dejando el cuchillo clavado, miró
á
su madre, como diciendo: •lobos
á
mi •.
- S i
te
pillan dormido
...
Ya te digo
que
León vigila siempre. ¡Anda,
vente conmigo
-No quiero.
-Bueno, pues; yo me voy.
- ¿Dónde y cuándo podré darte otro pantalón
ot1 a
rumisa'i
Pensó un mo mento Bautistin y después di jo:
-Podrían
seguirte
. Lo
mejor es
que lo dejes
tú
en un sitio, que yo iré á recogerlo si veo que
nad
ie te eigue. (,Conoces el Pico del Rayo?
- '; í-dijo o ~ a Pusptrando.
LOS l l.JOS
DEL
AMOR
19
- Pues
al
pie
de la roca
hay un
gran
m
ato·
r r
al;
deja el lío allí y yo lo recogeré después.
Bautistín
cogió eu cuchillo y
se
lo puso en
la
cintura
como los
carboneros.
- ¡Los guardias -gritó después el mucha
cho, y huyó
monte arriba
seguido
de León
Rosa vió la silueta de dos tricornios que
cruzaban las ram
as
de un joven
pinar
que
ha
bía
alli cerca.. Aproximóse
la
pareja.
á
Rosa.,
ésta se
puso á
lavar
disimulando.
-Buenos días- dijeron los guardias .
- Buenos días-contestó Rosa, sin dejar de
l
avar.
-¿Cuánto
tiempo hace, Rosa, que no has
visto á
Bautistín?-preguntó un guardia.
-Acabo de
hablar
con él.
Los guardias se miraron como diciendo:
• ¡Buena se te
esperaba
si no hubieses dicho la
verdad ·
- ¿Y
dónde
hablas
con él los
demás
dias?
preguntó el primer guardia.
-N o le había visto desde que dió la pedrada
al
señor administrador .
-Hay
quien dice que fué tiro.
-¡1\Iiente
quien
tal
diga -exclamó Rosa fie-
ramente
. Luego, temiendo el enojo de los guar
dias,
aüadió
suplicando-. ¡No
le hagan
uste
des daüo
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
11/120
:2
FEDERICO U RALES
- Ocho días guardó ca
ma
don
Ruperto;
se
trata de un delito de lesiones, y aunque
Bautis
tin es menor de edad, bien
merece
a rresto ma
yor
..
¡Digo, si no
se
presenta ó si tú no
nos
di
ces dónde
se
oculta
- Si no lo sé-contestó Rosa- ; además, lo
de
los pavos
era verdad
.
-S i no
callas-dijo
el mismo guardia enoja
do porque no podia sacarle nada-
si
no ca
llas, te llevamos presa en lugar de Bautistín.
Guardó silencio Rosa. Los guardias cruza
ron una
mirada
de inteligencia
se
adelantó el
que aun no
había
dicho
nada
.
- ¿Dónde dejas escondida la comida que das
á tu hijo?-preguutó el segundo g
uardia.
- E n ninguna
pat
te, seií
or-contestó
Rosa
asus
tada.
-T u
hijo algo cornera.
-Come
bellotas, scfior.
- ¡Sí , sí, bellotas corre más que un gal-
go -aüadi6
el mismo gun.rdia.
-Pero que se an de con cuidado, porque más
corren las
balas.
-¿Le dispararán á
mi
hijo,
seüor
guardia?
-preguntó Rosa llorando.
- Si no
se
p
resenta,
s
i
- Se presentarA: yo
le
diré que
se preseu
te
cuando hable con él de nuevo.
\
LOS IJIJOS DEL
MOR
21
-Mejor será que
nJs
digas
dónde podemos
1 buscarle-dijo el guardia que babia habla-
do primero, pensando, sin duda alguna, en ha
cer ver que lo
hablan cogido-. ¡Y
cuanto
an
tes mejor
Tú sabrás
dónde verle.
-A l
partir me
ha
dicho
que le dejase ropa
en
el Picacho
del
Rayo-exclamó
inocentemen
te
Rosa.
Los guardia·a
se
miraron sonriendo con sa
tisfacción y se marcharon .
La
madre de Bau
tistin
siguió lavando sin
comprender
el dafio
que acababa
de
causar
A su hijo.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
12/120
Los civiles en el Picacho
del Rayo
Al día siguiente del en que ocurría lo que
se
acaba
de
contar,
Rosa
levantóse antes
de
la
au
rom y salió del
caserío
á tientas y
sin
hacer
ruido. Sus hijos
menores
dormían y Pablo había
se
echado de nuevo
sobre
el jergón después
de
dar
el pienso al
ganado. Ya
en el
campo, Rosa
cruzó ligera la tierra
que
cuidaba, y al ot ro
lado del riachuelo dejó el camino de Gandaíra
para
tomar
el sendero
del
monte.
¡Y subió monte arriba.,
arriba,
arriba
c
on
las
alas del
amor
de madre
Empezaba
á cla
rear; Rosa
llevaba
un lío de
ropa
debajo del
brazo .
Al poco rato de subir
la
cuesta,
los prime·
ros
rayos del sol bailaban lo más alto del Pica·
cho del Rayo.
Á
la mitad de la
sierra,
en sitio
que permi
LOS DIJOS DE L AMuR
23
za
y miró
argo
rato
monte abajo: nadie la
seguía.
Rosa
emprendió de nuevo
la
caminata.
l ~ u n veces oía u do en los zarzales
de
las
orillas del riachuelo,
vadeado
casi siempre por
el
sendero;
era
un
conejo
qne
despertaba,
asus
tado,
y
se metla
veloz en la
madrigue
ra. Otras
veces un mirlo levantaba el vuelo avisando
con
sus
voces á
la
nidada que había peligro, y en to
das
pa rtes y direcCiones los
pájaros
sa l
udaba
n
la
entrada del nuovo
día
con canciones de
amor.
Una hora después, corno el sol
empezase
A
calentar,
Rosa se
sentó sudorosa
á la sombra de
un
enorme roble,
desde
el
cual
podía
ver
si al
guíen
subia C Jmo
ella
la cuesta de la
sierra.
Abajo quedaba
la
llanura
de
Gandaira con sus
caser íos bla ncos y
sus
aldeas pardas. Á
o lar-
go
sonaba
el
cencerro
de
algunas
yuntas
de
bueyes.
Rosa no dejó de pensar
un
momento
en su
Bautis
tin. De
pronto
oyó ruido
á
sus
espaldas
y
se
volvió. Muy cerca de
ella baja
ba.n la cuesta
dos borricos cargados
de
cnrbón, guiados por
un
robusto mozo. Los borricos y la
persona pasa-
ron sin
dar
los buenos
días.
Rosa se
levantó
Y
echó á
andar
de
nuevo. Media hora después la
pobre
madre parAbase A ver y A
escuchar
á los
píes
del Picacho
del Ra
yo. El
corazón
de Rosa
la
ia con habr
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
13/120
24
E D E R J O URALF S
se
preguntaba.
c¿ eestará mirando el
hijo
de
mis entrafias? ¿Me habrán seguido los guardias?,.
Metió el lio en
la
mata
designada para
ello
Y esperó un momento. Le pareció oir ruido; vol
vióse
nada
vió. Mas de
repente se abrieron
la ramas de un chaparro apareció Bautistfn
fuerte
erguido como
un
leoncillo.
-¡Madre mía -dijo el nifio echándose en
brazos de Rosa, luego, viendo que
su madre
volvía
la cabeza
asustada,
exclamó:-N
o te
han
visto; desde mi escondrijo be seguido tus pasos
monte
arriba.
Alto -se
oyó
de
pronto,
ap arecieron
dos
civiles-. ¡Si te mueves,
Bautistín,
disparamos
Rosa, temiendo por
la
vida de su hijo lo cu
brió con su cuerpo lo estrechó
f u e r t ~ m e n t e
con
sus brazos. Bautistín intentó un momento
desprenderse
de
ellos. Su
madre le decía ha -
ciendo esfuerzos sobrehumanos: '
¡T
e
matarán,
no
huyas
; te
matarán
Los
guardias
se acercaron y con sus dies
tras
sujetaron
al rapaz
por ambos
brazos
mien
tras
con la izquierda sostenían el mause;. Lue
go, uno de los guardias lo dejó en
tierra
y
con
la mano que le quedaba libre desató una cuer
da
~ u e
atada
llevaba al cinto.
Una brusca sa
cudida de Bautiat n lo libró de loa férreos bra
zos de los guardiaa, mas Rosa, temiendo
que
LOS IIJJOS DSL AMOR
disparasen
contra
su hijo si
se les
escapaba, les
ayudó á sujetarlo. ¡Bien ataron al pobre niBo
Le pusieron fuertes esposas
en
las muBecas
una cuerda en el brazo; luego
le
cachearon,
quitándole
un cuchillo y una
caja
de
cerillas.
Mientras
los guardias hacían
esta
operación,
Bautistín miraba
á su madre con tristeza.
Rosa exclamó, como para justificar la ayu
da
que había prestado
á
los civiles:
¡Te
hubi
eran
matado
Bautistín no contestó
palabra, mas
cesó
de
forcejear. Los guardias, terminado que hubie
ron su ta
rea,
se sentaron, mirando con atención
al
muchacho . Rosa
se
echó á llorar. Bautistín
miraba
imp asi
ble
á diestro y siniestro.
-¡Trabajo
nos has dado, mal
bicho -dijo
uno de los
guardias-.
De plantón hemos
estado
toda
la
noche e
sperando al
sefiorito.
Bautist n guardó silencio, y el otro guardia
repuso,
dirigiéndose
á
Rosa:
- Si hub
iera muchas madres
como
tú, que
echaran
al mundo bandidos como éste, ¡medra·
dos estaríamos los guardias
Bautistin miró con insistencia é
ira, sin
des
pegar
los labios,
al
guardia que así habla
ha
blado.
¡Y
aun nos desafía con
la
mirada -excla
mó
el
mismo
guardia.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
14/120
26
l''EDERICO URALES
-Procura que no te soltemos
en
la llanura
no
te disparemos
cuatro balas
por haber inten
tado huir-dijo
el otro guardia.
¡ P or Dios, sefio1'és
guardias, no
le
hagan
daño -repuso
Rosa sin
dejar
de
llorar.
Bautistin miró á su
madre
le dijo con
fiereza:
¡ No llores ni supliques, si
quieres que
te
ame
s un criminal de
pura
raza-exclamó un
guardia
dtrigiéndose al otro.
- ¡Este ,
este
nos dará mucho que hacer
con
el
tiempo
¡Ya
lo ver ás
r
epuso el
otro .
Me
jor seria
..
¿comprendes?
El segundo
guardia
miró al primero,
miró
á
Rosa después Y dijo
levantándose:
¡ E n
marcha,
bandido
La comitiva empezó á andar hacia
la
llanu
ra. Bautistín
iba delante,
esposado atado por
un brazo; begula después
el guardia que lleva
ba la cuerda;
detrás
de éste
el otro
guardia,
mauser al hombro, por último Rosa llenos
de lágrimas
los ojos. ' '
. Al llegar la trtste comitiva á la mitad
de
la
43terra, dejó el seuuero del caserío tomó el de
~ ~ a l d e a situada un poco hacía.
el
Norte. Bau
tlstln andaba. erguida la frente;
de
cuando en
la
cabeza
para
ver su madre
LOS UIJOS DEL AMOR
27
seguía, sin trabajo, el corto paso
que él lleva
ba.
cDe ir eólo-pensaba Bautistín-buena
ca
minata os daba, guardias •; movía las pieruas
como potro ansioso de galopar.
De
trecho
en trecho, cruzaban el
sendero
pequeños arroyuelos de agua. fresca cristali·
na. Las cigarras ,
animadas por
el sol,
echaban
al vuelo sus monótonas canciones. Á la vuelta
de un
recodo la comitiva se halló de bocas á
mano con dos aldeanos, montados en sus borri
cos· éstos se
echaron
á un lado, pasó Bautis-
'
tin,
pasaron los guardias, los
aldeanos nada
dijeron;
mas
al
pasar
Rosa, uno
de
ellos ex
clamó:
¿ E s tu hijo,
R o ~ a
Si ; es mi hijo, que
lo llevan
p1eso.
- ¡Muy merecido se lo tiene -dijo el al·
deaoo.
- ¡Quiera Dios
que
no se lo
merezca más
ninguno de los
tuyos -gritó
Rosa sin pararse.
Y se perdiet on
de
vteta al do bla.r del reco
do. E otro
aldeano d1jo
arreando detrás del
que babia
hablado de
tan d e s p i l ~ d d manera:
- ¡Cómo
ha.
crecido el
rapaz
De cuando
en
cuando divisábase,
por
entre
los Arboles,
el
campanario de Gandaira;
la
aldea
debía
estar cerca; casi á las puertas, la
encontró rapazuelo que
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
15/120
I U O UltALES
coger
estiércol por los caminos con una es puer
ta
en
la
mano. El chiquillo,
al
ver á los g ua
r
dias, echó á correr aldea adentro gritando:
-¡Bautistfnl
¡Aquí está Bautistfn
Las aldeanas se asomaron en
puertas
y
ve
n
tanas.
En aquel
momento salían los niños de
la abadía,
que
servía además de escuela.
El
cura
y maestro á la vez les
acompañaba,
como
siempre, hasta
la plaza.
Bautistín miró al cu
ra
Y nada le dijo; los guardias se pararon y
sa
lu
daron. Rosa exclamó:
-¡Señor
cura,
que
no le bagan daño
-¿Dónde
llevan
alrapaz?-preguntó
el c
ura
á los
guardias.
-A l cuartel-contestó uno.
- ¿Y
después?
- E l jefe dirá.
-Voy con ustedes.
Y el cura se agregó
á la comitiva,
a l lado
de
Rosa.
La
casa-cuartel
de la Guardia civil
se
hallaba
al
otro
lado de la
a ldea,
camin
o
de
Cangas.
-¿Cómo ha
sido?-preguntó el
cura
a ndan-
do, á
Rosu
'
-No
sé-contestó
Rosa- . Estaba hablando
c o ~
él en
la
falda del Picacho del Rayo y han
sahdo
...
querían ma
LOS IIIJOS DEL A\lOR
29
- S e
lo debieron decir
para
a.sustarle.
-No señor cura-exclamó Roer.- , le que-
rían matar de
verdad. ¡Se miraban de una ma
nera los
guardias
Por esto le
he
seguido yo
basta que le suelten. Se lo pediré al señor de
Gandaira, y
al
obispo, si
es
preciso.
- ¡La ley es la ley -exclamó
el cura.
-¡También usted, padre
José,
quiere
mal
á
mi hijo ¿Qué daño
le
ha hecho
el
hijo de mis
eotrafias?
En
esto llegaron al
cuartel
de la Guardia
• ¡ El cabo comandante del puesto, espera-
v
. .
ba
en
la puerta.
Al
ver
A
Bautistín
sonrió
sa
tisfecho, dejando al
descubierto
ocho dientes
gruesos
y sucios.
El
rapaz entró en el cuartel
resueltamente.
- ¡Por
fin,
ladrón,
te hemos cogido - dijo el
cabo. Luego dirigiéndose
á
los guardias aña
dió:-¡
Entren
Los guardias
entraron
con Bautistfn á un
cuarto que habla
á
la
izquierda
del
zaguá
n .
Rosa continuaba siguiendo á su hijo, pero el
cabo le dijo:
-¿Dónde
vas?
-S igo
á
mi hijo-contestó Rosa.
- T ú no puedes entrar.
- ¡Es mi hijo
-Y a lo sabemos; vuelve
al
caserío.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
16/120
30
FEDERICO URALES
- L e hemos cogido hablando con ella-dijo
uno de los
guardias.
- ¡Ah
plcara -exclamó el cabo ;
¿sabías
dónde se
ocultaba y te
lo
callabas?
El
cura, adelantándose,
dijo:
- ¡No
lo sabia
-¡Señor
cura-exclamó
Rosa- ,
que no le
hagan daiio
-R e
gresa al caserío-repuso el cura ; no
le harán daño; yo mismo iré después á comuni·
carte
lo
que
haya.
-D eseo
esperar aquí-exclamó
Rosa.
-Aqul
no-dijo
el cabo, y
la
echó
á
emp
ujo-
nes á la calle.
Rosa se situó frente al cull:rtel,
recostada
en la pared de la casa del otro lado de
la
calle.
Al momento
la
rodearon todas las mujeres y los
chiquillos de
la
aldea.
En
el portal del
cuartel no habla nadie;
el
cura
entró
detrás del cabo. Constituían
la habl·
tación un
banco
.
' una mesa dos slllas viejas;
colgaban de
la
pared
1
.
un ma retrato
del
rey
y
un v1e]o
crucifijo.
- ¡Á
ver, GutJérrE>z-gritó el
cabo-
· vamos
á tomr r declaración al preso '
. Un guardia, vestido de
cuartel
sacó
del
caJón de
la
mes '
a una carpeta grande, tintero
y
LOS lliJOS DEL AMOR 31
- ¿Cómo
te llamas?-preguntó el
cabo
á
Bautist n.
-B
ltutista Recio- contestó
el
muchacho.
- ¿Qué edad tienes?
-Trece
años.
-¿,Sabes leer y
escribir?
- No.
- ¿Qué hiciste
al
sefior administrador del ca-
serio que cuidnn tus padres?
-1\Ie
robó dos pavos .
- ¡No te
pregunto esto -gritó
el cabo
rojo
de
coraje.
- Ya lo
sé
- contestó Bautistfn
trnnquilamen
t e - ; pero como lo que me hizo el
administrador
fué notes de latque
yo
le hice
á
él,
por
esto lo
digo antes
también.
-No
empiecee-exclamó
el
cabo-si
no quie
res saborear
el
vetgajo.
- Sefior López-d1jo entonces
el cura- se
trata
de un nifio;
su madre espera
en
la calle·
toda la aldea
está. con ella.
- ¡Á ver, Álvarez -gritó el cabo.
•
Presente
-d i jo
cuadrándose uno
de
los que
hablan detenido
á
Bnu tistln.
- ¡D espeJa
In
calle; todo el mundo
á
sus
casas; Rosn
también
Álvarez
salió, y
en la
calle oyóse
gran al
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
17/120
FEDERICO URALES
-No
quiero
irme, es
mi hijo.
Álvarez entró de nuevo y dijo :
Á
Rosa será
menester hacerle
daño para.
que
se vaya; resiste como una
condenada,
Y
corno tiene
tanta
fuerza
...
Se
agarra
lo mis
mo
que los gatos ... Mire usted.
Álvarez mostró
al cabo
un
arailazo que
tenía en una mano.
-Que se lt encierre en el cn.l
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
18/120
34
FEDERICO URALES
sado el
seüor
obispo se interesa
por
los ban
didos, ¡allá ellos
Gutiérrez llevóse á
Bautistln,
lo metió en el
calabozo
y
en él quitóle las esposas
y
la
cuer-
da.
Las
manos de
Gutiérrez se
tiüeron
en
san
gre:
el
guardia
miró
las
esposas, luego cogió el
brazo de Bautistln vió que de las muüecas del
rapaz
brotaba
sangre.
El guardia vol vióse hacia
la puerta,
cogió
la cabeza
del
muchac
ho con
ambas manos le miró
en
los ojos . Bautistin
no pestaüeó ni dijo
palabra. Gutiérrez
soltóle
la
cabeza
se alejó cabizbajo, ce rrando la
puerta. Aun
sonaban
los pasos del guard
ia
por
el
corredor de la casa,
cuando
Bautistin excla·
mó, cerrando los puüos
mirando con ira la
puerta.:
-¡Cobardes
En el monte,
cara
á cara y uno
á
uno, quistera haberos visto. Buena. pr i
sa
se
dieron en quitarme el cuchillo.
Bautistin
se
sentó en el suelo, as e
stuvo
largo rato. De pronto oyóse un ligero r uido,
El nifio miró hacia la puerta notó que la re·
jilla se abrla poco á poco. Bautistln guardó
silencio para ver en qué paraba aquello, vió
una hermost\ finlsima mano
que
se metía por
la
rejilla Y
dejaba caer
algo al suelo.
La
mano
desapareció, después
cerróse la puerta
todo
LOS lllJOS
DE
L AMOR
35
suelo un paquetito, cuando lo hubo abierto
vió que contenía un pedazo de pan un trozo
de tocino,
que
el
muchacho
comió con apeti to.
Luego tendióse en
el
húmedo
y
frlo suelo
y
se
quedó dormido .
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
19/120
III
Bautistín seminarista
Á
ciencia
cierta, Bautistin
no
supo
cu:\nto
tiempo
había
dormido. Recordó sólo
que
un
guardia le
despertó gritándole: «¡Anda,
le \·á
n·
tate,
Bautistii1
1
que en la
calle esperan el
sefior
teniente,
el padre
José,
tus padres
y
la
aldea
eote1a.»
Bautistín levantóse restregándose
los ojos ;
lue go miró
por toda
s
partes,
diciendo:
-Llevadme al rlo; qutero
lavarme.
¡No
eres tú
poco meticuloso
que
digamos
¡Miren el seüorito, quiere
lavarse
Anda, sigue
me, que lo
primero
es lo primero. Yo soy boro·
bre, y
guardia
civil, y apenas roe
lavo.
Bautistin miró con alguna
socarronería
al
guardia de tal
suerte
le
hablaba
y le siguió
hasta. la
habitadón
que ya conocemos.
Allí
esperaban,
efectivamente, laR
persona
s
LOS HlJOS DEL AMOr.
7
pez la mujer
guapa
que se interesó por el
ra
p
az.
l
autistín entró,
como
siempre, con
la
cab
eza
l
evantada
y
mirando
de
frente
á todo
el
mundo.
Primero
miró á su
madre
con cariño;
lue.go dirigió
sus
ojos h:tcia
la
señora simpática,
sonr
iéndose,
como dándole las
gracias;
después
reparó en
su
padre
casi con indiferencia y es
pe
ró, fija la
vista en el teniente. Éste
le dijo:
-¿Cómo te iba en
la
sierm,
muchacho?
M ejor que
en
el llano.
¡Tan mal te tratamos
sted no,
porque
no
ha
tenido
ocas
ión
de
tratarme bien.
Pue s
la vas á tener. Por
de
prouto,
te vie- ,
nes
conmigo,
con el
sefior
cura
y con tus
pa
dr es
á
Ovi
edo; luego ya
veremos ...
¡Ah, nos
acomp
afiarás
sin e
spo
sas
y sin
cuerda,
y si
qu ieres tendrás bagaje
No sefior.
Á
mi me
gusta
saltar de
piedra
en piedra
y
correr por
la
maleza.
Pue s hoy
correrás
por
el
camino basta
Caogas
y después
por la
carretera
hasta
Ovie
do. ¡No
tengas
miedo
Yo no tengo miedo
nunca,
y si
me tratan
bien
soy
un buen rapaz-dijo
Bu.utlstin
miran
do
al cabo López
- . Me
gusta
ir con
ustedes
porque andaré suelto
y
porque
no
se me
ence
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
20/120
38
FEDERICO URALES
No te encerraremos
- dijo el
teniente.
Ver
ás
al señor obispo-repuso el cura
-
y lo
que
él disponga se hará. Tu
madre
es
tá
enterada de todo
y queda
contenta,
y
tu padre
regresará después á Gandaira contigo ó c
on
las noticias de lo
que
haya resuelto el señ
or
obispo.
-Bueno-contestó Bautistín,
mirando
á su
padre,
para ver si
leía en su semblante alguna
contrariedad.
E l sefior administrador te ha perdonado y
el señor
marqués
lo
habrá
hecho
ya-exclam
ó
Rosa dando
á
su hijo un poco de pan
y
queso
envuelto
en un
periódico.
-
¿Y
los
pavos?-replicó vivamente
Ba.utis·
tin
tomando lo
que
le
daba
su
madre- .
Si no
me
devuelve los
pavos
no quiero
que me per
·
done
.
-¿Los
pavos? ¡Quién
sabe
dónde
estará
n
rep uso Pablo-. ¡Hace seis afios que se los
llevó, y los
pavos
no viven tanto tiempo
Bautistfn bajó los ojos
y
quedó un
moment
o
pensativo.
¡En
marcha -dijo
el teniente.
Salieron todos á
la
calle. Atado
en
una reja
estaba
el caballo del
teniente
y un poco
mas
LOS lllJOS
DEL
AMOR
39
bian
acudido todos los habitantes de la aldea,
mujeres, viejos y chiquillos. Bautistfn miró á
los rapaces
desde
el
umbral
de
la casa
y se
sonrió. Todos los nifios gritaron,
armando gran
escándalo:
e
¡Bautistínr
Bautistín ,.
Algunas
ma·
dres
llamaron á sus
hijos
y los tuvieron
pega
dos á
sus
faldas·. Un
guardia desató
el caballo
y
Jo
sujetó por
las riendas,
mieBtras
el
teniente
montaba.
Otro
guard1a hizo Jo mismo con
el
mulo,
mientras Pablo
ayudaba á
montar al
cura. Luego, el marido de Rosa se puso á la
cabeza de
la partida. El primero que
· picó es
puelas
fué el
teniente, pero
poco
ta
rdó en
se·
guirle
el cura.
De
pie, en el
umbral de la
casa,
se hallaban el cabo
López,
su
mujer,
Bautistin
y Rosa; la cabeza de
algunos
guardias
asomaba
en segundo término. Bautistfn, rápidamente,
cogió la
mano
de la
mujer
del cabo y se aca
rició, diciéndole: crMuchas gracias . ; luego se
echó
al
cuello de su
madre,
besándola en
la
frente; después quitóse la boina
y
levantándola
al aire, gritó:
-¡Buenas
tardes,
y salud tengan chicos
y
grandes -y echó á correr .
En cuatro saltos adelantó á la
comitiva;
á
la cabeza de ella se volvió
andando para
atrás
y saludó aún su
madre
y á
la
sefiora guapa,
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
21/120
40
l< EDERICO URA LES
¿Á
quién saludas?-
le preguntó
e l ten iente.
Á mi madre y
á
la señoz·a
de
l cabo
López.
- ¿Por qué á la sefl.ora del
cabo López
y no
á las
demás
personas
de
la alde •? preg
untó
con cierto
interés el teniente
.
Porque
esta
maiiana,
al llegar
, me ha
echado por la rejilla del
calabozo
un
cac
ho así
de pan y un pedazo
de tocino
.
¡E s un
úngel -dijo el cura.
¡ E s muy hermosa -contestó el ten
iente
con vehemencia .
En
éstas
los
caminantes se hallaron
fuera
de
Gandaira.
Al
llega
r
al
riachuelo Bau
tis
tín
se
quitó la chaqueta, arremangóse la.s mangas de
la camisa y se
lavó
cara y cabeza.
Durante
el
camino, el rapaz uo ha
bló
pala
bra; no hizo
más
que saltar y correr de un lado
pa.ra 9tro. El cura Y el teniente discutían , apa
reJados, sobre el
por\'enir
del muc
hacho
.. l
cu:a
no
ocultaba
sus propósitos
de aconse
ja r
al
obispo que
protegiera
á
Bautistfn
hasta hacer
de
él
un buen ministro de
Dios y
un
buen defensor
de la Iglesia,
pues el
rapaz, según el p11dre
José,
sólo había hecho traveau ¡·as propias
de
su
edad, y el teniente contestaba.
que
después e
hablar con el sett b
.
uor
go ernador, podrían
hacer
de B:tullstln c
uanto
en gana
les
viniere. Pablo
LOS
HIJOS
Dll:L AMOR
41
Así llegaron á Oviedo: e
ran
las siete de I L
tarde, hora en
que
á últimos
de Agosto
empieza
á obscurecer.
En la
puerta
del palacio
episcopal
se apea
ron
el
ten
iente
y el cu ra. Pablo se hizo cargo
del caballo y del mulo y
el
teniente se despidió,
diciendo que
mientra
s
el
pa
dre José
esperaba
el momento de
ser recibido por el obispo, él iba
á ver al señor gobernador .
El cura y Bautistín entraron en el palacio;
el teniente mon tó otra vez su ca
ballo
y
se mar
chó. Pablo quedó
esperand
o
en la calle
con
las
bridas
del mulo
en la ma
no.
La
servidumbre del obispo hizo entrar a l
cura
de
la Gandaira y
á Bautistfn
en una obs
cura habitación
llena
de
san tos. El padre José
dió una carta para
el
obisp
o al servidor que los
había recibido, y
el
criado se
retir
ó. Bautistín
miró
y
remiró
cuauto colgaba
de las paredes,
mientras el padre
José
rezaba,
sen
tado en un
banco. Al
cabo
de media hora
la
rga ab
rióse
una. puerta. y un joven
seminarista
dijo a l padre
JoPé:
- Htlga
el favor de seg
uirme el seilor sace
r
dole.
El padre José cogió
de
la
mano
á Bautistín
y
obedec
ió. El s e m i n a r i s t < ~ . guió a l viejo cura y
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
22/120
42
FEDFRICO
URALES
cruzados de
puertas,
todas cerradao. Luego ba ·
jarou una escalera muy ancha, abrió el semi·
narista una gran puerta vidriera penetraron
en
un jardín. El seminarista siguió
adelante
cruzando
paaeos ; de
trecho en
trecho
velanse
estatuas de mármol
sobre artísticos
pedestales.
El
cura de
aldea
nada sabía
de
aquellas
imáge
·
nes; ninguna le parecía de santo;
mejor
hubiera
dicho que era cosa de gentiles, según lo ligeras
que iban de abrigo. Bautistln todo lo
mirnba in·
diferente. Por
fin
encontraron
al
obispo sentado
en
un sillón rodeado de sace
rdotes,
jóvenes
casi
todos Su
Ilustrlsima
tomaba el fresco y
platicaba con sus subordinados sobre asuntos
teológicos.
Al
ver al
obispo,
antes
de
llegar á él el
padre
.José se descubrió . Bautistln no
le
miró
siquiera.
-DIOs guarde á Su Ilustrlsimn.-dijo el
cura
postl
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
23/120
44
F ~ D E I U C O URALES
Un cur,l de los que acompa ñaban al obis
po
se inclinó un poco
y
dijo al oído de Su Il ust rí
sima :
- MAs parece des\'ergonzaclo que inteligente.
Si el sefior obispo
me
lo
permite
..
-S í sí; puede usted preguntarle seilor
prior
- exclamó el obispo.
- ¿Tienes padres?
p
reguntó
el
prior á Ba u-
tbrín .
- iseüo1; un solo padre y un a madre- con
testó Bautistln con socarronería .
-Pues ¿cuántos pa.dt·es tienen los de más?
~ r e g u o t ó el prior .
¡Ah no sé- contestó
Bautistln
- . ¡Como
usted s tienen talJtoe
Los
curas
se mira¡ on interrogándoee . No
sahlii..a. si las pnlabtas de B lUListín eran inocen
tes ó
n u l i c i o s 1 ~
El 'l1Uchacho no pestañeó .
-N osotros, los sac ·r lotes, no
tenemos
más
qun¡
un
padre
como tú, pero
por
nuestr
o minis
terio s r ~ m o s p a d r ~ s de todos los
católicos
.
-E : .
posible- contestó
únicamente
B
au ti
stin.
Algunos
curas
de
Jos presentes
vol vieron
la
can.
par;t reir sin ser vístoa: el padre J osé es
taba
rojo de vergüeuzn.: el ob ispo
escucha
ba
con cornplHcencia.
gusta vo
á pre
LOS
IIIJOS
DEL AMOR.
45
que no se daba cuenta de lo
c
ue pasaba á su
alrededor.
-N inguno-contestó al momento Bautistín.
-A lg
uno has de elegir; es preciso trab
aj ar.
- Esto dicen muchos, pero ninguno traba
ja
de los
que tal
dicen.
- E s un error
tuyo-replicó
el
prior- .
Los
señor
es
administrando sus bienes, trabajan; los
sa cerdotes
ejerciendo su apostohtdo, t
raba
jan
también ; hay muchas
ocupaciones
que son tra
bajo y
no
son
oficio.
ueno, pues
r
epuso Bautistin-; puesto
que
be
de elegi
r
eli jo eso
que es
trabajo
y
no
oficio
que
ejercen los señores.
El obispo no pod la contener la risa; el
prior
temb laba de
cólera;
los curitas al servicio de
Su Ilust r ísima , imitaban al señor obispo, y el
padre José, viendo la actitud del jefe de su dió·
cesis estaba más tranquilo.
- ¿Sabes lo que
creo?-díjo
con
rabia
el
prior
á
Bautístín, que continu
aba impertérrito.
- Sí
señ
o
r.
Aqu í el obispo no pudo
contenerse y
soltó
la
carcaj
ada
.
-
¿Q.ué creo?-preguntó el prior
fuera de si.
-Q.u e eoy
un
pícaro sobre todas
las
cosas.
- Tienes
verdadero talento
- dijo de m
al
ta
-
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
24/120
46
FEDERICO
URALES
El padre José, aprovechando
la
ocasión,
preguntó al obispo:
-¿Qué haremos con
el
rapaz,
Ilustrísima?
Po r hoy que se quede
en el
Seminario; des-
pués veremos-. Luego, dirigiéndose á uno de
los curitas allí presentes continuó:-¡Padre
Serafin
-Señor obispo-dijo
un
sacerdote
adelan
tándose.
-Diga usted de mi parte
al
padre
director
que dé refugio á este muchacho; mañana habla
ré yo
con
él.
T
odo
sea
por
Dios-contestó
humildemente
el padre Serafín, como demostrando que no le
parecía muy bien la determinación del obispo.
acercándose al rapaz le dijo de
manera
muy
poco humilde:
-Vente conmigo, angelito.
Bautistfn miró
a l
padre José interrogándole.
- l, anda muchacho; sigue al buen padre
erafln, que
te
facilitará buena cama y mejor
cena.
,Cuándo podré volver al
monte?-pregun
tó Bautistln.
-Mañana
mismo: aquí también tenemos
monte-afiadíó sonriendo el obispo.
El muchacho siguió al padre Serafín de no
LOS lllJOS
DEL
AMOR
47
despidió del obispo y de sus familiares, que
siguieron en el huerto
hablando
de Bautistin.
En
el recibimiento del palacio episcopal
esperaba
el teniente.
- ¿Qué
hay?-preguntó
éste
al
ver
al
c
ura.
S e lo queda el señor obispo-contestó
el
padre
José.
E l
señor gobernador me ha dicho que
lo
que hiciere Su
Ilustrisima
por bien hecho que
daba.
-Entonces
asunto concluido.
- ¿Dónde está Pablo?
E n
la
calle espera
con
las caballerías
- contestó
el
teniente.
- ¡Vaya
un plantón
...
¿Regresamos hoy
al
pueblo ó nos quedamos?
E s
muy
tarde sei1or
cura.
-Bueno pues; lo dejaremos
para
mañana.
Pablo buscará acomodo para nuestros atJima
les. ¿Dónde
para
usted?
E n la
Espa11ola
Pues allá
voy con
usted.
Cura y teniente
se fueron á
cenar.
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
25/120
IV
De cómo Bautistín
continúa
dando guerr
Al dfa
siguiente
Su Il uetrfeima tuvo una
entrevista con el director del Seminario. Obispo
d
irector hablaron
como
es de suponer
de
Bautietfn
y conviDleron dejarlo
en
observación
interinamente.
Á los dos meses los mismos
per
sonaj
ea conferenciaron
con más
detenimiento
sobre el mi11mo asunto.
-¿Qué
le
parec
e Bautietín al padre director?
-preguntó
el sef1or obispo.
-Creo
que
si Dios
ilumin
a
aquella inteligen·
cia la
Ig le
sia
recibirá de ella un
gran
refuerzo.
-Celebro
que
su
opinión concuerde con
la
mía.
lla
aprendido á
leer
á
escribir en menos
de dos meses.
- ¿Y no echa de menos su monte
vida sal
vaje?
LOS RlJOS DEL ..ua:OR
mas le
hemos
puesto
guardias
de vista de entre
sus mismos
amigo
s y así me entero de cuanto
hace
v
piensa.
--Sin embargo ayer mismo
recibí un anóni·
roo-
repuso
el
obi
spo-en
el que se
me
de nun
ci n
diabluras de Bautistin. Parece
que molesta
mucho
á
los
demás compañeros de
estudio.
-
Lleva revuelto siempre el
Sem
inari
o pero
todos hemos
hecho lo
mismo á
su
edad.
Tiene
usted
razón seiior
director.
Travie·
sos hemos sido
cuanto
s hoy
represen
tamos
algo
en la Iglesia. Ello es buen síntoma mejor que
otra cosa. Ma s es
menester
encauzar
esa
fuerza
hacia Dios y su Santa fqdre Iglesia. Si por cul
pa nuestra
Bautistín
resultase
un
mal
sacerdo
te Dios y la I glesia nos Jo
tendrían
en cuenta.
Sobre todo dirijase usted á la int
eligencia
que
teniendo la inteligencia de nuestra
parte lo
tendr
emos todo. En clase y contra eus con
discípulos
cierta tolerancia;
contra la
ley
de
Dios mucha e
sclavitud.
Disciplina
disciplina
en lo interno; en lo
externo un
poco
de líber·
tad no está mal. Quizá ello hace más prove·
chosa
útil
y fácil
la esclavitud
y
la disciplina
mental. . .
En
fin
el padre
director
que
es
un
sacerdote sabio
experto
designado
á ser un
gran cardenal comprende estas
cosas mejor
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
26/120
50
FEDERICO URALES
El
director del
Seminari
o y el obispo se
separaron, y no se
habló
más de Bautistín fuera
de la clase, hasta
que
un dla, cinco años
des·
pués de lo contado, uno de los profesores del
Seminario pidió hablar
reservadamente con el
obispo. Éste, que debía. estar
acost
umbrado
á
estas
conferenCias, y
que quizá merced á ellas
sabia cuanto
pasaba á
su alrededor, concedió
al instante la
entrevista
deseada.
Era
el profesor que la habla solicitado hom·
bre de
unos ciucuenta. años, bajo
de cuerpo
y
de',.,.ado de nariz carnosa y pómulos salientes,
de
ojos pequeños
y
frente
deprimida.
En el
Semiuario se
decía
de él
que
perseguía la di
rección del establecimiento, y a un cuando
sus virtudes personales
no
eran muchas, se
le
reconocía
una más
que
regular inteligencia
para desenmarañar 1as enrevesadas
cosas
di
vinas.
- ¿Qué ocurre,
padre
Simplicio? le dijo
el
obispo
al
verle
entrar en su despacho reser
vado.
-¡Ocurren,
Ilustrísima, cosas muy
graves
- ¡V amos
a
ver cuénteme usted-dijo as-
tutamente el
obispo.
- Bautietin acaba de promover un gran es
cándalo
en
clase.
LOS
l l lJOb DEL A) OR
51
-No
Ilustrísima,
y
por
esto he s o l i ~ i t d o
esta entrevista .
-¿Qué ha hecho
Bautistín?
-Ha. a . c u s ~ . ~ o d o en plena clase, de actos in·
morales
á
mi
auxiliar.
-¿Qué ha dicho?
-¡Perdone el sefior obispo
- ¿Ha acusado sólo al auxtliar?
-TI4mbién al
profesor
y
á
otros padres pro-
fesores, y
á
algunos
jóvenes
semiiHl.ristas.
- ¡Ello
es
muy grave, muy gra\ 'e -exclamó
el obtspo con fingida sorpresa . ,Y dic;e ~ ~
que Bautia.JU no
ha
sido
castibado?
-No
lo será; no se
le castiga
nunca.. Es el
rey del Seminario. N o parece sino que e u r e él
Y el
padre director existen
cierta clase de re
laciones... Dios me perdone el mal pentHtroien
to, pero se ven
tantas
cosas . .
El obispo no se
escandalizó
de aquellA.s ba
jas
tntrigas
ni
d e
aquellos
grandes
odios,
y
se
concretó
á decir:
-Hablaré con el director-.
Y sefialó
con
el
dedo la puerta
de salida
al padre SimpliciO.
-Perdone Su Ilustrísima-dijo el
padre
Sim
plicio- ;
aun
no he terminado, y con
la
venia.
de Su Ilustrísima. ...
-¡Habla
usted, hable usted- exclamó el
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
27/120
~ l m E I H C O URALEB
La inteligencia de Bautistín
es
i n d o m ~ \ b l e
:Ue discute y contradice t o d l ~ S las
máximas
de
los santos , y
hasta
se
atreve
con l•\ misma ley
de D o
:l
.
-¿Esto
ht.ce'?-exclan:ó el
obispo tono
que
no se sabía ~ ; i era de
indignación
ó de htpocret::ul..
E
sto
y
mucho más, porque es preciso que
elsefior obtspo lo sepa todo. Ayer, montado en
un
banco
del jardín, decia en alta
\'OZ: E ~ o y
harto
de t 1 ~ n t a hipocresía y de tanta moral l
dad
de
lance.
Esos
que
· quí nos predican casti Jad
tienen
sus queridas
...
(Pe
rnlt
me el seüor obis
po que use sus mísuns p.\ltt.bras.)
R
~ ; \ : e s e
a m i g o ~
míos-continuó
diciendo Ba.utlstw-
que
todo cura tiene ama, y joven, y q u ~ todo
convento de
f
ailes de cualquie1 orden
tiene
á
su
lado uu con"'ento
Je monjas. ¿Por
qué? S es
porque Jet>u cristo d1jo: •C reced multiplicaos•,
m u ~
bien, pero A la
luz
del sol s n reud1r cul
to
a
las vírgenes."
El obispo no pudo oír r e A t ~ ; se
le,·antó'
indig
nado, esta vez sin hipoCI esla. Su primer irupul
so
fué
llamar
sin d u d ~ t
para transmitir
órdenes
enérgicas; pe o cambió
de parecer
dijo:
Y los
demás
seminaristas, ¿,qué hacian 'l
-E l efecto que semejantes
palabras
causó
en las inteligencias vlrgones y en los
cu.u-
LOS HIJOS DEL
A ~ I O R
53
b r o ~ lo
pasearon tr iunfalmentP,
y en poco estu
vo que no se armara un
mo
tín.
Querían
ir A la
ca IP, querían colgar los Ml>itos, querían ...
¡a ta bar con las vírgenes
He
aquí lo
que
que
rían.
Suerte que se impuso el buen sentido a l
fin. l\fPs ya sabe el seilor obis
po que
las deser
ciones que se notan todos los días las atribuyo
yo á l
as
predicaciones de B·1utís
tin.
¡Que se es
capará
un dia,
hay
quien dice ¡Que se escape,
que no pare hasta que reviente
-Me informaré- dijo secamente el obisp
o -
si resulta
cierto
cuanto
el buen
padre
S1mpli·
cio
aca
ba
de decirme, tomaré una dete
rmíTlación
ejemplar.
El
padre
Simplicio
salió
del despacho; el
obispo llamó á uno de
sus
servidores ,
ordenAn·
dole le dijera a l director del Seminario
que
Su
lln&trisima le
estaba
esperando. Como el
pa
la
cio del obispo el
Seminario
BP comunica
ban
por
dentro,
pronto fué cumplida la or den.
Pme acaban de comuni
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
28/120
-N
o
deberla
decirlo,
aun
siendo verdad re
puso el obispo, de mal humor.
- Su Ilustrlsima tiene 1azón, pero
sería
me
jor que no fuera verdad.
-Supongo
que
no S9 referirá usted á los re
paros que
pone á
las
lryes
de Dios
á
lo
que
dice sobre la proximidad de los conventos de
relig:osas religiosos.
-No
señor
obispo, no
me
refiero á eso, sino
á la vida íntima que
hacen
algunos profesores
con ouxiliares seminaristas, de lo
que,
el se
fior obispo lo
s a b ~
lo be
hablado varias veces.
-¡Bien,
bien exclamó el
se
flor
obispo-;
en este respecto no es hábil el
rigor
extremado.
Ya sabe usted que el
mal es
antiguo qu no
ha
habido medio eficaz
para extinguirlo
. Po r
otra
parte, tampoco habla de
ser
usted el deei ;"nlldo
para
sofocarlo.
- Su Ilustrlsima
sabe
muy bien que,
si
no
guardo absoluta castidad, guardo, sin embargo,
la moral.
¡I
ntrigas, no
acabarán
nunca las irJtri
gas -dijo levantándose
algo
excitado,
luego,
p a E ~ e á n d o ~ e por la estancia, exclamó:- ¡Por de
pro"lto, Bautistln
ser•¡\ trasladado á
otro Semi
nariQ con notas reservada '. Es preciso s o m e t ~ r
ó ~ t r o f i r su inteligencia rebelde .
- MPparece muy bien. Ba.utistln nunca ecrá
LOS UI.TOS DEL AMOR
55
un
buen ministro de Dios, y mucho temo que
la
instrucción que se le da, con anuencia. de Su
Ilustrísima, se vuelva contra la Santa. Madre
Iglesia.
¡
Antes
la muertc -excla.mó
el obispo con
fingida ir a- . ¡Haber rreado, haber edu,.ado,
haber instr11fdo á un joven para después con
vertirse todo en elemento dest, uctor cont
ra
Dios y contra la Ig'etsia
...
¡Jtmás y jamás
-Y
mucho menos no habiendo
entre
el sefior
o i e ~ p o
el mucbarho desobPdien te
rebe
lde
ningun
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
29/120
56
FEDERICO URALES
Haga
usted
el fa vor de ordenar á. Bantistln
que
se
presente.
El joven
contaba
ya diez y ocho años,
iba
bien vestido, bien
lavado,
bien peinado y bien
comido, y como
el
trabajo no era pesado y
el
Seminario tenia jardín y
daba
á los cuatro vien
tos,
Bautistín
era
un
muchacho
muy simpát
ico,
muy ~ i v a r a c h o
muy guapo
y
muy
bien forma
do. El mozo entró en el despacho del obispo
sin te:nor ni respeto y tarareando el t ~ n g del
No1 1 ongo.
autistln
l
e dijo
de
sopetón el obispo-,
acabo
de
decidir
que seas
echado del
Semi
nario.
¡D
e
veras,
de
veras -r
epuso el muchacho
salt
ando de a.legría. ¡Qué bueno es
usted,
se
tior obispo
Siempre
me
acord·ué
de
la protec
ción que me ha dispensado usted sin ser pal iente
mio, como
cree esa gentuza
del
Seminari
o.
- ¿Tanto
de
seas irte?
- Mire usted si deseo t:alir
de
aqul,
que creo
deberle
á
usted más ahora que me
echa
del Se
minario que por
haberme
mantenido y
ed
u
ca
do en él
tantos
anos.
Bu eno, pues;
dame
al menos una prueba.
de tu gratitud.
S e la da ré, sefior obispo.
LOS TllJOS
DEL
AMOR
57
¡L
a gente del Semi
nario,
que es distinta. de
la otra. - dijo
el muchacho.
-Bueno; la gente que á mi me importa..
¡Ad elaote -contestó el mozo.
En
Oviedo, y
fuera de
Oviedo,
se
sabe
que
yo
te
protE.>jo y
se
sabe
también,
particular
mente entre la gente
de
iglesia,
de
entre
ella
los jdsuítas, mis más encarnizados enemigos,
que tu conducta no corresponde mis sacri
ficios.
¡Cla
ro;
porque
los sacrificios
de
usted y los
intereses de la Iglesia se oponen á
mi
dignidad
de hombre
¡Bueno; á
mi
no me
vengas
con semejantes
herejías ,
escucha
sin interrumpir
- Escucho.
Y
puedes
cal
eular lo que
se dirá de
mi si
tú
resultas un mal mimstro
de Dios y
lo
que
se
rá en
mi
daño quE >
al
fin seas
un
hereje.
-¡Qué
remedio
q • 1 e d ~ \
H
abrás comprendido, Ba.utistfn, que yo no
soy un mal hombre que siento por ti cierta
simpatía,
que
se
convierte
en debilidad .
Lo he comprendido .
-Pues
bien; en pago de ello
haz
me el favor
de tener
cordura un
afio, de
ser
un año
un
se
minarista
ejemplar
, al
fin
del afio, 6
antes
si
LOS lUJOS DEL AMOR
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
30/120
5
FEOI:RICO URALES
quit
as
con tus hechos, te inscribirás en alguna
misión
...
-Señor obispo,
el remedio es
peor
que
la en
fermedad-interrumpió
Bautistin.
-Déjame
co"1cluir-exclamó el
obispo.
Bautistln
guardó
silencio;
el
prelado con
tinuó:
-L u t>g
o
antes de embarcarte,
desaparece·
rá s , cambiarás de nombre, y
¡á vivir
Yo me
encargo
de m lta rte y de hacerte los
funerales.
Te habrás ahogado,
habrás
sido
asesinado
... en
fin,
algo habrá
ocut rido.
-A c
epto,
con
una
condición.
-St>gún sea
ella.
-Con
la
condición
de
que sea trasladado al
Serr·inario de Madrid
y pasar
alli el afio
que
me
qu
eda
de
martirio.
Aqui la
vida
se
me
ha hecho
casi imposible. Yo no puedo ocultar
la
verdad,
11qul la
verdad
me
matatla
notes
del
afio ó
yo
habrh
. hecho una b ~ r b a r i d a d
- Lo comprendo,
y
acepto
tu
cond
ición, por·
qu e
contribuye más
á
la
eficacia
de mis planes.
-Asf
pues,
pacto
hecho.
-Pac to
hecho; ma:flana mismo
se
c
omunica-
rá
la
orden de
tu
traslado á
Madrid.
¡Un
abra
zo, Bautistfn; ahora no nos ve nadie, y
puedo
manifestar mis sentimientos
de
hombre con en
tera libertad
59
-Bueno, pues;
ahora
tengo yo un placer en
llamarle padre, porque aunque
usted no lo sea
mio, se ha
portado
usted conmigo mucho
mejor
que ciertos padres.
Bautistín se separó
del obispo
con
los ojos
humedecidos, y Su
Ilustrísima
sentóse en un si·
llón, algo f
atigado
y
un
poco pensativo:
hasta
hubo quien dijo
que
llol'ó amargamente. ¡Miste-
rios del corazón y
de
la Iglesia
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
31/120
Bautistín, rebelde
Como
habían
convenido Bautistin y el obis-
po, al día siguiente el muchacho salió para Ma-
drid acompafia.do por un profesor de¡ Sem
ina
-
rio, quien
durante
el viaje
no cesó
de
preg
untar
á
Bautistín si
era
pariente del obispo ó qué cla-
se de mist d le unía
á él.
Como es de suponer,
Bautistín contestaba burlándose del profesor Y
de eu vulgar
astucia.
Seminarista
y
sacerdote llegaron á la
capi
-
tal de Espafia, y el profesor del Seminario de
Oviedo entregó al director del Seminario de
l\ a1rid á Bautistln y um\ carta del obispo de
Oviedo, de que era portador.
No bien Bautistln se hubo instalado en su
nueva celda, cam bió por completo su
carácter.
En nada. se metía, no discutfa nada y
a t ~ i s t l a
con puntualidad y compostura á todos los oficios
espirituales, si bien no les
otorgaba la
confor-
LOS liiJOS DEL AMOJt
61
estaban contentísimos de Bautistín; tan
buena
conducta, acompañada de
una admira
ble inte-
ligencia, permitía a
ugurar un gran re
clamo
para el Seminario.
Porque
hay que advertir
que
al
día
siguiente
de
llegar
Bautistin
á
Ma-
drid así el director como los proresores Y al·
gunos
seminaristas, r e ~ i e r o n
cartas de Ovicdo
en las que se les daba el pésame por habetles
tocado en
~ u e r t e hacer
un
sacerdote
de Bau.ts·
tín, de quien decfau que
era
el miemisimo de-
mo nio, así por sus hechos como por sus pala-
¡Calculen los
lectores el
efecto que
la
conducta ejem
1
lar
de Ba.uListín debía causar en
el Seminario de .Madrid, donde se
creyó que la
vid1. que el mucb.tcho babia hecho
en
Oviedo,
tan distinta de la que observaba en la capital
de
Espaüa,
obedecía
á
deficiencias del régimen
intenor de aquel establecimiento. Sin embazgo,
nad.t ni nadie había cambiado.
En
el e m i m ~ r i o
de Madrid
reinaban
loa mismos
VICi
os,
las
ruis-
mas intrigas y las mismas envidias que en el
de
Oviedo,
y
Bautistfn no
ha
cía más que cumplir
la p11.labra empefiada al obispo, por medio de
la cual
creía
pagar una deuda de agradeci-
mieuto. Por
dentro
cont
inu
abtl.
B ~ u t i s t í n
siendo
el satírico el rebelde de antes. Mas como el
62
F.I .DERICO
URALES
LOS UIJOS DEL AMOR
63
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
32/120
á l o ~ agentes del Seminario que se le acercaban
co
ntinuamente para
ex plorar
su
ánimo, los pro
fesores y los seminaristas de Oviedo se haclan
cruces
al leer
las
nuevas que,
respecto
de Bau
tistin, se
recibían
de Madrid.
Al cabo del ano el joven pidió permiso para
hablar
con el director del Seminario hombre
que á fuerza de astucia habla
logrado que en
el
palacio episcopal y en el Seminario sólo se hi
ciera
lo
que á él
le
daba
la gana.
-¿Q.ué quieres Bautistln?-le dijo el direc
tor
al ver entrar al muchacho
en
su gabinete de
estudio.
Q.ue
se
me autorice para forma r
parte
de
alguna. misión extranjera.
- ¿Quieres dejarnos?
eseo
dar
más que estudios
y
prácticas re ·
ligios4s á
la
causa de Dios.
D e aplaudir es tu propósito,
mas aguarda á
poner Jo en
práctica
cuando te
hayas
ordenado.
Me
ordenaré
catequizando
idólatras.
El director comprendió que
el
propósito de
Ba.utistfn era inque
br
an table
y
como no teula
ganas de de
jarl
e partir dijo:
entro de pocos dlas te daré mi contesta
ción.
-Ruego al seilor director que sea favorable
L o procuraré- contestó el director y Bau
tistln se retiró .
Pasó una semana
pasaron
dos, pasó un mes,
y el director del Seminario nada contestaba á
Bautistin,
y
hasta evitaba encontrarse con
el
muchacho.
.IJansado
éste
de esperar un
dla
salió
al
e n ~ u e tro
del dirPctor, diciéndole:
- Usted dispense, padre director.
- ¿Q.ué quieres, muchacho?- contestó el
i
rector sin detenerse .
- El señor d1rector debe haberse olvidado
de darme u
na
contestación.
-
¿Q.ué
contestación?
-repuso el sacerdote
,
disimulando.
-Concederme
permiso
para
agr up
ar
me á al
guna misión.
¡ h
sJ ahora recuordo-,.-contestó el direc
tor- .
l\Iejor
seria
que lo pidieses tú mis
mo
al
señor obispo.
- Se lo pediré; pero si yo Jo hubiese sabido
a.ntt:la, ..
El di t·ector miró á Bautistin con cierto rece
lo Y se alejó.
No
le había gustado aquella espe
cie de censura que envolvla.n
13US
últimas
pa-
labras.
Bautistin se fué á su
celda
algo preocupado
64
l•
l :DEltlCO
U
L K ~
LOS
IIIJOB
DEL AMOR
65
8/18/2019 Urales, Federico - Los Hijos Del Amor (Novela)
33/120
do dedicarse á la conquista. de
conciencias
idó
latras. De orden de la dirección del Seminario
no se dió curso
á
la solicitud de Bautistfn. En
vano el muchacho esperó un mes contestación
del obispo,
y
al
cabo de
est
e tiempo volvió
á es·
cribirle con el
mi
smo resulta.do. El mozo empezó
á de
y
sospechand o que
sus
ca ttas eran
in tercep
tad
as, procuró saca rlas
a
tuera utili
zaudo sus am1
stad
es den tro del sen11nano.
Uo
amigo de Bauti
stiu
babia de rembir la
visita
de un
pari
ente,
y
á ese amigo el
muc
ha
cho entrególe una. ca
rta
con
encargo
de que la
echase
al
correo,
pretextando
que
se trata
ba de
un asunto urgente y que en el establecimiento
y se
habla recogido la correspondencia. El
amigo de Ba.utietin tomó la carta, pero en lugar
de darla al individuo de su familia la entre·
gó al director del Semina rio.
Por el contenido de esa carta y por el nue
vo procedimiento que
babia
adoptado Ba.utistin,
comprendió el director que el muchacho estaba
decidido á ir á Roma por todo, y redobló la
vigilan
Recommended