View
221
Download
0
Category
Preview:
Citation preview
30 Septiembre - 1 y 2 Octubre 2009
Eduardo Ferrer Albelda
Editor
Los Púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis
VI COLOQUIO INTERNACIONAL
DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
PREACTAS
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO
DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Iberia: proyectos, revisiones, síntesis.
30 Septiembre - 1 y 2 Octubre 2009
Aula Magna de la Facultad de Geografía e Historia
Universidad de Sevilla
Eduardo Ferrer Albelda
(Editor)
PREACTAs
La investigación de los últimos años, princi-
palmente por los importantes progresos de
índole arqueológica, permite observar la
Hispania púnica con nuevas posibilidades y enfo-
ques. La época de los Barca, su significado para la
historia y la cultura de la Hispania antigua, ad-
quieren en ese marco una nueva dimensión,
mucho más allá de su consideración, desde el
punto de vista de la historia ‘evenemencial’, como
episodio determinante de la grave inflexión bélica
y política que supuso, como consecuencia de la
guerra, el final del dominio de Cartago y el triunfo
imperial de Roma. Desde un punto de vista más
estructural, más atento a las realidades de base
que subyacen y determinan todo lo demás, inser-
tas en un tempo lento que desborda los aconteci-
mientos puntuales que suelen protagonizar las
crónicas y la historia ‘oficial’ (antigua y moderna),
la época de los Barca y la propia acción de Aníbal
adquieren una poderosa dimensión observada
como coronación de la presencia y la dominación
púnicas en Iberia, como su integración en las nue-
vas formas de estado helenísticas, con gran tras-
cendencia en la organización urbana y territorial
de la misma (tanto en sus efectos directos como
en la dinámica cultural, política y económica que
ello comportaba con indudables efectos de fu-
turo) y, a resultas de todo ello, como reestructura-
ción de Hispania (o de buena parte de ella) en
función del proyecto de Aníbal de convertirla en
base de partida de su ambiciosa campaña contra
Roma. Lo que fue concebido como estructuración
para servir de base a la acción contra Roma, puso
paradójicamente en marcha una organización
que fue el cimiento básico de la propia implanta-
ción de Roma en Hispania. Como en otras ocasio-
nes he subrayado, Roma tuvo la oportunidad,
gracias a las actividades y previsiones de su gran
enemigo, de disponer por apropiación de una es-
tructura suficiente para convertirla en funda-
mento eficaz de su acción imperial en el extremo
de la ecumene que aspiraba controlar.
Los progresos arqueológicos permiten apreciar
una dimensión importante de esa realidad en la
proyección por la franja costera mediterránea de
Hispania del proyecto bárquida y propiamente
anibálico. Una nueva estructuración de esa parte
vital de Hispania para un Imperio, el romano, que
tendría su eje geográfico principal en el Medite-
rráneo, se advierte gracias a nuevos datos que per-
miten percibir la proyección territorial de los
dirigentes cartagineses mucho más al norte del
ámbito contestano, encabezado por Cart Hadasht,
hasta llegar a la región catalana. La problemática
en torno al llamado tratado del Ebro, el trasfondo
del estallido de la guerra y el propio proyecto de
los Barca presentan nuevas y sugestivas facetas a
la luz del panorama hoy visible o barruntable con
datos arqueológicos y una relectura de los textos
antiguos. Es un nuevo semblante el que adquiere
esta amplia zona, con grandes consecuencias para
entender la guerra y los episodios históricos, y más
trascendentes si cabe para la organización terri-
torial y urbana de entonces y de los tiempos futu-
ros, mirada, como propone el título de esta charla,
como la retaguardia de Aníbal.
Mi exposición tratará de presentar la sólida es-
tructura política y militar puesta a punto por los
Barca hasta los tiempos de Aníbal con los ejem-
plos básicos que proporcionan la ciudad de Car-
teia, en el extremo meridional, la capital Cart
Hadasht y el asentamiento de Tossal de Manises,
Preactas
3
La retaguardia hispana de AníbalM. Bendala Galán
(Universidad Autónoma de Madrid)
en el ámbito sudoriental contestano, y la posible
existencia de un castrum púnico en Tarraco, una
importante expresión de la cuidadosa organización
territorial, militar y política alentada por los Barca
como preparativo de su lucha contra Roma, bas-
tante lógica teniendo en cuenta el camino conti-
nental elegido para acosar militarmente a Roma en
sus territorios básicos de Italia. Otros datos en
asentamientos o ciudades de otros segmentos de
la costa o de territorios del interior de gran impor-
tancia económica y estratégica, como Carmo en el
bajo Guadalquivir, completarán el panorama del
ambicioso programa organizativo bárquida en His-
pania.
Se cerrará la exposición con una reflexión acerca
de la importancia del aprovechamiento por Roma
de la estructura política y militar bárquida para su
primera implantación en Hispania. Que aparte del
papel de cabecera territorial y centro económico y
militar principal que siempre desempeñó Cart Ha-
dasht/Carthago Nova, tiene uno de sus ejemplos
principales en la utilización de Carteia como base
de la primera y precoz colonia latina oficialmente
creada por Roma, en el 171 a.C., en territorio no itá-
lico.
4
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Preactas
5
1.Evolución histórica en el período postcolonial:
colonia, polis y estado
Desde la fundación de Gadir el estatus colonial tri-
butario (XI - F. VI a.n.e.) de la ciudad respecto de la
metrópolis tiria será un factor esencial, junto a la
necesaria relación con el estado tartesio, lo que
implicaría la elaboración de una dialéctica básica
basada en el establecimiento de una complicidad
político-económica fundamentada en el respeto
mutuo y de los recursos explotados. No obstante,
la ruptura de esta dependencia tributaria de la re-
aleza tiria marcaría no sólo el inicio de una nueva
consideración de Gadir como ciudad estado (F. VI -
IV a.n.e.), sino, mucho más allá, la superación de
un modelo político apoyado sobre los sectores
aristocráticos y la sustitución de éstos por un go-
bierno de oligarcas vinculados con las actividades
productivas y distributivas. Este nuevo mundo es,
por otra parte, el que se venía imponiendo en todo
el Mediterráneo y definirá un giro en la orienta-
ciones económica de la nueva ciudad-estado.
Este nuevo modelo político vendrá caracterizado
por una explícita organización de los espacios cí-
vicos físicos (el hábitat, la acrópolis, el viario urba-
nístico y la muralla cívica) y sagrados, pero de
manera más significativa por la vertebración jurí-
dico-ideológica a través tanto de las instituciones
de gobierno como del tempo-santuario de aspec-
tos esenciales para la comunidad como la sobera-
nía legal, el derecho, la propiedad, así como las
estrategias de territorialización del espacio pro-
ductivo y distributivo.
En lo económico la ciudad-estado es una comuni-
dad básicamente de propietarios y de producto-
res y consumidores con un sistema político ini-
cialmente censitario. Pero la polis supone también
un territorio inmediato básico por su capacidad
productiva para la supervivencia material del
cuerpo de ciudadanos, así como la existencia de
un territorio distributivo esencial puesto que la
producción diferencial alcanza un sentido econó-
mico-político fundamental para la organización
social del cuerpo de ciudadanos.
A partir del siglo IV a.n.e. y hasta la irrupción de
los intereses romanos en nuestra Península Gadir
asume un estatuto de estado atlántico-medite-
rráneo en consonancia con su potencial econó-
mico internacional como demuestra su abierta
participación en los grandes circuitos comerciales.
Para ello incorpora a la organización de su territo-
rio productivo estrategias políticas de federación
que en la práctica no son más que un proceso de
optimización de las condiciones de explotación de
estos recursos que ya venían siendo utilizadas en
otras partes del mundo fenicio y asociado.
Después de un corto período bajo un posible es-
tatuto dependiente de Cartago (238 - 206 a.n.e.),
como resultado de la evolución de la Segunda
Guerra Púnica, Gadir se ve obligada a aceptar la
soberanía romana y, con ello, a someter sus inte-
reses a los de los nuevos dueños de esta parte del
Mediterráneo. Este cambio sustancial en el equili-
brio político global supondrá, por un lado, la des-
aparición del mundo de las ciudades-estado y de
la época de los tratados; por otro, el dominio ro-
mano acabará con la evolución política individual
de Gadir y de otras ciudades-estado. A cambio y
como ciudad aliada, recibe un estatuto privile-
giado. Curiosamente en este momento se produce
Gadir: un modelo de estado. Evolución histórica en elperíodo postcolonial y en el discurso historiográfico
Juan Carlos Domínguez Pérez(Doctor en Historia. Miembro del Grupo de Investigación P.A.I. HUM-440)
6
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
un reforzamiento de la identidad fenicia occiden-
tal visible en la recuperación de símbolos recono-
cidos en todo el Mediterráneo.
2. Evolución en el discurso historiográfico
Debido al propio peso historiográfico anclado en
el predominio disciplinar de los Estudios Clásicos,
para nuestros estudios sobre Gadir partimos de
un prejuicio que postula que Roma y Grecia lo ex-
plican todo y en todo el Mediterráneo. Sin em-
bargo, habitualmente para un investigador del
mundo fenicio occidental, no es Roma lo que lo ex-
plica todo, sino Cartago. Con todo, es el difusio-
nismo el modelo explicativo más “clásico” en la
historiografía reciente al abanderar teorías “ex
Oriente lux” que trasladan al contexto específico
feno-púnico los errores de criterio, de forma y de
medida que habían caracterizado al complejo his-
toriográfico greco-romano. Según estas teorías
ahora es el referente oriental el que lo explica
todo, de manera unilateral, en un recurso que se
basa en la búsqueda de paralelos histórico-cultu-
rales con los que dotar a Occidente de explicacio-
nes que no podemos o no sabemos encontrar en
nuestro propio pasado.
Como respuesta a este dislate que pretende que
cualquier desarrollo singular de nuestra historia
local se debe a la “donación” foránea por parte de
unos navegantes expertos que parecen “venir del
futuro”, desde la crisis de los paradigmas histori-
cista y positivista y coincidiendo en nuestro país
con la transición española a la democracia, la
apertura de nuevas cátedras universitarias de la
especialidad y el poderoso impacto de una nueva
generación de arqueólogos formados específica-
mente en técnicas de campo, nace como alterna-
tiva teórico-metodológica la critica indigenista
que propone un desarrollo local paralelo a los
grandes centros civilizadores del Próximo Oriente.
Aunque ciertamente este modelo explicativo al-
ternativo siempre entendió como fundamental la
dialéctica entre las poblaciones indígenas y los
pueblos “colonizadores”, la bunquerización de
ambas posturas (difusionista e indigenista), no
exenta de personalismos y desvaríos pseudo-es-
colásticos, ha acabado por convertirse en un arma
de ataque y desprestigio del contrario.
Otras lecturas alternativas, sin embargo, propo-
nen el papel protagonista de Gadir, bien a través
de su Liga Púnica en una dialéctica histórica tar-
tesio-turdetana o de una federación de polis feni-
cias occidentales en una dialéctica productiva con
base territorial en las poblaciones locales que en-
cabeza como potencia en el Extremo Occidente
atlántico los intereses fenicios occidentales con-
formando un modelo de estado capaz de compe-
tir con sus producciones propias en los mercados
mediterráneos.
Preactas
7
Hace más de un cuarto de siglo se iniciaba
con gran vigor la investigación arqueo-
lógica de una de las vías interpretativas
de la historia económica de la ciudad fenicia de
Gadir que hasta ese momento prácticamente sólo
había sido tratada a través de los textos antiguos,
la explotación y comercialización de los recursos
pesquero-salazoneros. La economía salazonera
gadirita había sido ya destacada por los autores
clásicos como una de las principales fuentes de ri-
queza y seña de identidad de la ciudad fenicio-pú-
nica y romana, ligando íntimamente su
prosperidad al comercio internacional de las sala-
zones piscícolas.
A partir de inicios de los años ochenta esta línea
de investigación que se encontraba adormilada
tomaba un nuevo y definitivo impulso con la pau-
latina contrastación arqueológica de dicha rele-
vancia reflejada en los textos. Las excavaciones en
los saladeros de Las Redes o Plaza de Asdrúbal a
inicios de la década o la realización poco después
de los primeros estudios sobre las cerámicas, con
especial atención a las ánforas como principales
vehículos del comercio, caracterizan esta fase ini-
cial de la investigación. En este contexto se for-
mulaban las primeras hipótesis con base
arqueológica acerca de las infraestructuras sobre
las que se había cimentado el modelo productivo
e industrial gadirita, pudiéndose caracterizar por
vez primera las células donde se manufacturaban
los productos mencionados por los textos e iden-
tificándose tipológica y cronológicamente los en-
vases que les sirvieron de medio de transporte
(Las Redes). En este sentido y en relación especial-
mente con esta última parcela cabe destacar que
el descubrimiento del alfar de Torre Alta en 1987
venía a completar este rico e incipiente panorama,
ayudando de forma contundente a definir el cua-
dro de las producciones locales (para la etapa tar-
dopúnica) y presentando nuevos y sugestivos
problemas a debate como la interpretación de los
sellos estampados sobre ánforas locales.
La primera mitad de la década de los noventa su-
puso un momento de consolidación de esta línea
de investigación, especialmente en el plano de la
difusión de los primeros resultados de las excava-
ciones de los alfares y saladeros y en la irrupción
de las primeras hipótesis y debates acerca de la
estructura económico-política que sustentaba
dicha infraestructura productiva. Destaca de
nuevo en la primera de estas cuestiones la difu-
sión más amplia de la intervención en Torre Alta,
con mayor atención hacia temas hasta el mo-
mento inéditos como los procesos de construcción
y amortización de los hornos, su origen tecnoló-
gico, las técnicas edilicias, la presencia de otras
producciones como imitaciones de barniz negro,
etc… De la segunda, cabe destacar la aportación
de diversos autores, como los propios Muñoz/De
Frutos o López Castro, quienes plantean ya en
estos primeros momentos un debate capital aún
abierto centrado en la discusión del régimen de
explotación y propiedad de los medios de produc-
ción (alfares, saladeros, salinas, etc…), de las ca-
racterísticas físicas de estos centros (células
alfarero-salazoneras autosuficientes o centros es-
pecializados) y de los mecanismos de comerciali-
zación de los productos piscícolas.
Desde mediados de los noventa advertimos una
nueva aceleración del proceso de generación de
datos a través de la práctica arqueológica, ten-
La producción alfarera y la economía salazonera de Gadir:Balance y NovedadesAntonio M. Sáez Romero
(Universidad de Cádiz)
8
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
dencia plenamente en vigor aún hoy, con una
multiplicación de las actuaciones en yacimientos
conocidos y la localización de un nutrido grupo de
alfares y saladeros. En efecto, nuevas actuaciones
en alfares como Torre Alta, Pery Junquera o Cam-
posoto y en saladeros como Plaza de Asdrúbal o
Puerto-19 venían a engrosar el ya importante cau-
dal arqueológico disponible, aportando nuevas se-
cuencias materiales y ayudando a matizar
cronologías y características de estos centros in-
dustriales. No menos importante en este mo-
mento es el incremento de publicaciones paralelo
al crecimiento de las intervenciones de campo, no
sólo fundamentado en la difusión de los resulta-
dos de dichas excavaciones, sino aportando en al-
gunos casos un paso más en la discusión
planteada en el lustro anterior; entre ellos, sobre-
salen las nuevas propuestas e hipótesis relaciona-
das con la transición de la industria en época
tardopúnica a las estructuras productivo-econó-
micas romanas, destacando el estudio de las evi-
dencias alfareras de época tardorrepublicanas
diseminadas por la bahía como bisagra entre
ambos mundos (Lagóstena/García Vargas). Al
margen de estas nuevas propuestas relacionadas
con la evolución de las estructuras de producción,
se suceden también nuevos avances referentes al
estudio de la cultura material, en especial de la ca-
racterización de las ánforas locales (sobre todo la
imitación local de envases itálicos) y de otras ca-
tegorías hasta entonces inéditas como la coro-
plastia (Ferrer).
La última década que ahora acaba ha sido plena-
mente continuadora de esta fase final del s. XX,
con un progresivo crecimiento de la atención
sobre la industria conservero-alfarera gadirita y su
inserción en el discurso histórico arqueológico de
la bahía protohistórica. En este sentido, debemos
destacar la cada vez más importante presencia y
papel de este factor industrial en el análisis del
asentamiento fenicio-púnico gadirita, tal y como
resulta patente en destacadas síntesis de autores
como Ruiz Mata o Arteaga. Se trata de una etapa
de enorme vitalidad de las investigaciones, tanto
a nivel de actuaciones (que se han ido sucediendo
con gran regularidad sobre yacimientos conocidos
e inéditos, con especial incidencia en los alfares)
como de publicaciones, surgiendo las primeras
monografías de algunos de estos yacimientos y
las primeras síntesis profundas sobre algunos as-
pectos de la cultura material producida en la
bahía gadirita (Niveau). Asimismo, se ha reto-
mado y renovado el debate acerca de los meca-
nismos relacionados con el régimen de
producción-comercialización y la propiedad de los
centros industriales, en este caso enlazando ya
dicha problemática con los nuevos planteamien-
tos cada vez más en boga acerca de la necesidad
de estudios territoriales y paleogeográficos en la
zona.
No creemos que podamos hablar aún de un mo-
mento de plena madurez de los estudios sobre la
economía salazonera gadirita, a pesar de su relativa
larga trayectoria, si bien sí parece tratarse de una
de las líneas más sobresalientes y con mejores pers-
pectivas de desarrollo a corto-medio plazo. Las
perspectivas por tanto, como sugiere la trayectoria
más reciente, son muy positivas, si bien quedan di-
versos aspectos en los que será necesario incidir en
mayor profundidad y extensión en los próximos
años: por un lado, la sistematización del material
cerámico, con un carácter más estratigráfico-con-
textual y una mayor precisión étnica; por otro, la
plena integración del estudio de los alfares y sala-
deros en el análisis territorial diacrónico del asen-
tamiento gadirita; asimismo, el análisis exhaustivo
de la circulación anfórica y no anfórica, no sólo en
estos centros industriales sino en el resto de áreas
funcionales gadiritas, a fin de poder definir las áreas
contactadas por sus redes comerciales y acercarnos
a la balanza comercial local; no menos importante
resulta la culminación del estudio de yacimientos
ya conocidos pero apenas publicados, así como la
continuidad en la localización e investigación de
nuevos enclaves; finalmente, será necesario pro-
fundizar en otras líneas íntimamente conectadas,
como la fabricación de tintes purpúreos a partir de
la explotación sistemática del múrice, que eviden-
cian una mayor complejidad económica e histórica
de la vislumbrada hasta el momento.
Preactas
9
La publicación recientemente de dos mono-
grafías (Rodríguez Muñoz 2008 y Sáez Ro-
mero 2008), muy desiguales en cuanto a
contenido, datos y utilización de éstos e incluso di-
vergentes en cuanto a los periodos históricos tra-
tados, nos sirve, no obstante, como punto de
partida para reflexionar sobre el estado actual de
la investigación arqueológica en la bahía de Cádiz
y las consiguientes explicaciones a nivel histórico
que de ella se derivan.
Cada una de estas obras es representativa, a nues-
tro entender, de los dos enfoques teórico-meto-
dológicos actualmente vigentes en la
investigación sobre la antigua ciudad fenicia fun-
dada en el Extremo Occidente. Por una parte la
perpetuación de los viejos esquemas tradiciona-
les, la mayor parte de las veces ya obsoletos, en los
que se encajan o intentan encajar los nuevos
datos materiales, a veces de forma un tanto for-
zada. Y, por otra, del intento de buscar marcos in-
terpretativos alternativos una vez que el modelo
clásico se muestra insuficiente para explicar la re-
alidad. Esta vía, la que por lógica parece ser la que
prime, se enfrenta en Cádiz (salvo honrosas ex-
cepciones, por suerte cada vez menos extrañas) a
la “vieja escuela”, deudora en exceso del peso de
décadas de explicaciones tradicionales y respon-
sable última de la imagen obsoleta y, en ocasio-
nes, distorsionada, que fuera de la ciudad, aún en
círculos académicos, se tiene de su pasado.
Cualquiera que conozca el contexto arqueológico
gaditano de primera mano es consciente de dos
evidencias: por una parte de la indudable riqueza
del subsuelo gaditano en cuanto a restos arqueo-
lógicos se refiere y, por otra, a que prácticamente
todo el trabajo queda por hacer. Y cuando nos re-
ferimos a todo el trabajo queremos decir no sólo
a un trabajo físico (estudio de materiales, ordena-
ción del mismo, elaboración de mapas de disper-
sión de los restos, etc., etc.) sino a gran parte de la
labor interpretativa. Falta, en cierto sentido, “ima-
ginación” y “valentía” para trascender las viejas in-
terpretaciones y buscar soluciones actuales tanto
a nuevas como a antiguas cuestiones. Mientras
esto continúe, no se avanzará en el conocimiento
y seguiremos dándole vueltas y más vueltas a los
mismos problemas sin solución aparente.
De esta situación debemos sentirnos responsa-
bles todos los que hacemos arqueología desde la
propia ciudad, tanto la Administración, como la
Universidad, como cada uno de los profesionales
que de un modo u otro estamos implicados.
Nuestra intervención es, pues, una invitación a la
reflexión. Nuestro objetivo es que este trabajo,
lejos de llegar a conclusiones definitivas, sirva de
revulsivo, hacer una llamada de atención, entonar
un mea culpa, si se quiere. En ocasiones es nece-
sario hacer un alto en el camino, (re)pensar en lo
que se está haciendo mal, volver incluso el camino
andado si es necesario, coger fuerzas e impulso
para ir hacia delante, dejando en la mochila lo que
nos sirve pero sin olvidarnos de soltar el lastre que
nos dificulta avanzar.
Horno de pan fenicio hallado en las excavaciones
del solar del Cine Cómico (2008)
http://www.diariodecadiz.es/article/ocio/264571
/solar/comico/sigue/destapando/pasado/feni-
cio/la/ciudad/cadiz.html
“Deconstruyendo” paradigmas. Una (re)visión historográfica crítica almodelo interpretativo tradicional del Cádiz fenicio-púnico a la luz de
los nuevos datos1
Ana María Niveau de Villedary y Mariñas2
(Universidad de Cádiz)
10
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
1 Este trabajo se inscribe en el marco de actuación
del Grupo de Investigación «Phoenix Mediterra-
nea» (HUM-509) del P.A.I. de la Junta de Andalu-
cía, cuyo responsable es el Dr. D. Ruiz Mata y de los
Proyectos de I + D financiados por el Ministerio de
Ciencia e Innovación Finnit en Ibiza. La Cueva de Es
Culleram (HUM2007-63574) y Los fenicios occi-
dentales: sociedad, instituciones y relaciones polí-
ticas (siglos VI-III a.c.) (HAR2008-03806/HIST)
dirigidos por la Dra. M.C. Marín Ceballos y el Dr. J.L
López Castro respectivamente.
2 Investigadora «Ramón y Cajal». Departamento
de Historia, Geografía y Filosofía. Facultad de Filo-
sofía y Letras. Universidad de Cádiz. Avda. Gómez
Ulla s/n. 11003 – Cádiz (España). E-mail: ana-
maria.niveau@uca.es
Preactas
11
Entre las novedades tecnológicas introduci-
das en la Península Ibérica con la llegada
de los fenicios destacan las que competen
a la producción de orfebrería. Pero no será hasta
los años sesenta cuando se manifieste en la his-
toriografía de la investigación del desarrollo de la
orfebrería peninsular el interés por identificar una
joyería “orientalizante” diferenciada de la oriental
fenicia. En el campo científico se inició en los años
siguientes un debate para caracterizar dicha pro-
ducción, su lugar de fabricación, talleres y artesa-
nos, proponiéndose Cádiz como centro de origen.
Esta hipótesis se sustentaba más en la importan-
cia y protagonismo de la colonia en la tradición li-
teraria grecolatina que por los datos
arqueológicos. El estudio arqueológico partía del
análisis morfo-estilístico de las piezas conocidas,
pero había una falta de paralelos directos en ge-
neral en la orfebrería de las colonias del Medite-
rráneo con los que contrastarlos. Además el
conocimiento y número de piezas de orfebrería
halladas en Cádiz era escaso y poco representativo
para el periodo fenicio arcaico de los siglos VII-VI
a.C.
La caracterización de la orfebrería procedente de
Cádiz se comienza a definir en sus aspectos
morfo-estilísticos y técnicos de la orientalizante
tartésica a partir de las investigaciones de la dé-
cada de los 80, en particular diferenciando las for-
mas y algunos de los procesos tecnológicos de
elaboración en las joyas del periodo púnico. Pos-
teriormente se abre una nueva etapa en la inves-
tigación de la orfebrería gaditana, contribuyendo
a su conocimiento dos factores importantes: uno
debido a las más recientes intervenciones ar-
queológicas realizadas en la ciudad de Cádiz, y
otro a la metodología interdisciplinar aplicada a
su estudio. Las intervenciones arqueológicas de
los años 1988, 1995 a 1998 y las de 2003 han pro-
porcionado un buen número de joyas proceden-
tes de tumbas bien fechadas por sus materiales
cerámicos y pertenecientes por sus contextos, a
los periodos arcaico (siglo VII-VI a. C.) y púnico
(siglo V-IV a. C.). Estos datos han equiparado esta
producción a las de otras colonias fenicias del Me-
diterráneo, como Cartago, Tharros, Sulcis, y ha in-
tegrado esta orfebrería en el grupo homogéneo
de producción colonial fenicia, aunque en ellas
también se observan diferencias debidas al taller
o a modificaciones de algunos elementos y esti-
los.
Por otra parte los métodos nucleares de análisis
no destructivos han venido experimentando en
los últimos años un fuerte impulso en el ámbito
de sus aplicaciones en la investigación arqueoló-
gica, gracias a sus excelentes prestaciones cuando
se trata de objetos de gran valor. Sus posibilida-
des son impensables por otros métodos más con-
vencionales que requieren la destrucción, aunque
mínima, de la joya. Con las técnicas nucleares de
análisis es posible obtener información multiele-
mental de gran precisión en límites de detección
cercana a la “parte por millón (ppm)”, o lo que es lo
mismo, la capacidad de determinar elementos tra-
zas. Estos análisis se han mostrado de gran valor
a la hora de llevar a cabo estudios de procedencia
del metal en los cuales, y bajo determinadas con-
diciones, es posible detectar relaciones con las re-
giones mineras de donde presumiblemente se
obtuvo la materia prima base de la elaboración de
la pieza.
“Caracterización del taller de orfebrería de Gadirmediante técnicas de análisis nucleares”
Mª.L. de la Bandera, Inés Ortega Feliú, Blanca Gómez Tubio,
Mª Ángeles Ontalba, Miguel Ángel Respaldiza
(Universidad de Sevilla y Universidad de Extremadura)
12
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
En los últimos años la aplicación de la técnica PIXE
a dos lotes de piezas de oro de ajuares funerarios
de la necrópolis de Cádiz, pertenecientes a cada
una de las fases, arcaica y púnica, ha significado
un paso determinante para la caracterización del
ámbito tecnológico de este taller colonial. En ge-
neral se determina un marco tecnológico colonial
con dos momentos claramente diferenciados
entre sí, tanto por las tecnologías y estilos de pro-
ducción como por las composiciones de la materia
prima. Estas diferencias también se detectan en
relación con la producción tartésica- orientali-
zante y turdetana. Desde el punto de vista analí-
tico se observa que en los valores medios relativos
calculados de la composición de cada joya mues-
tra del periodo fenicio arcaico, se dan algunas ale-
aciones con alto valor en oro (Au: 97’50%: Ag:
2’7%; Cu: 0’5%), pero en una mayoría de las joyas
las aleaciones de oro son muy ricas en plata. En
ellas los valores de oro no sobrepasan el 82%
(valor medio: Au 45,70%; Ag 50.7%; Cu 3.60%),
cuando en la producción tartésica- orientalizante
el valor medio relativo calculado de oro en las ale-
aciones está por encima del 95% . Este alto conte-
nido en plata plantea la hipótesis de si la aleación
usada en la manufactura de las joyas procede de
depósitos minerales, conocido como electrum, o
bien es el resultado de un proceso intencionado
debido al conocimiento técnico del orfebre.
Por criterios geológicos, la existencia del com-
puesto natural con proporciones de plata entre
15% y 30% puede sugerir que se ha utilizado elec-
trum para algunas piezas, lo cual implica una im-
portación del material bruto o piezas elaboradas
en otros talleres coloniales. La discusión científica
se mantiene. Por otra parte el estudio del con-
junto de piezas seleccionadas de la fase púnica ha
permitido la identificación de aleaciones también
diferenciadas de la producción fenicia anterior y
la contemporánea turdetana; pero quizás lo más
significativo sea la presencia en la composición de
dos joyas de un elemento traza, palladium, en un
inusual alto contenido que llega a alcanzar un
0,70%. Desde una aproximación geológica y me-
talográfica al origen de este oro con palladium po-
dría localizarse en depósitos auríferos aluviales
del NW de Iberia, en las costas del Oeste de África
o en Anatolia; lo cual sugiere también una impor-
tación del material, de la pieza elaborada, o reci-
claje de otras joyas. La procedencia peninsular se
pone en duda, porque no se ha detectado en nin-
guna de las muchas piezas analizadas de orfebre-
ría prerromana. En cuanto a su procedencia del
Oeste de África podría interpretarse como fruto
del comercio a través de Cartago, que según trans-
mite Herodoto obtenía oro aluvial en torno al
Niger y Senegal, o bien de manera directa; cir-
cunstancias que también podrían considerarse
para el Mediterráneo oriental.
Actualmente se sigue en esta investigación con
propuestas de análisis con técnicas nucleares de
la orfebrería de los talleres de Cartago y Tharros.
Esta línea de estudios puede ayudar a determinar
el comercio de metales en el periodo fenicio- pú-
nico.
13
La arqueología urbana ha aportado en los úl-
timos años un volumen ingente de infor-
mación sobre la necrópolis de Cádiz; sin
embargo, su utilidad es tan limitada que por el
momento sólo es posible una somera aproxima-
ción, ya que por inexplicable que pueda parecer, a
pesar de algunos intentos más o menos afortu-
nados, carece de un proyecto de investigación sis-
temática. Pese a todo, cabe observar algunas
particularidades de interés dada la amplitud cro-
nológica de la misma al abarcar desde el siglo VI
a.C. hasta el IV d.C., así está permitiendo conocer
los cambios producidos a lo largo del tiempo en
su topografía, los tipos de tumbas empleados, el
ritual, los ajuares o las ceremonias conmemorati-
vas, así como percibir la pervivencia de algunas
costumbres funerarias que continúan a lo largo
del tiempo, y por otro lado los cambios derivados
de la introducción de nuevas ideas religiosas lle-
gadas con la presencia romana que afectan al tra-
tamiento del cadáver, a la forma y estructura del
monumento funerario, etc. Aunque lo que se per-
cibe continuamente, es el fuerte arraigo de las tra-
diciones locales en los ritos y tradiciones
funerarias.
Tras esta llamada de atención sobre la compleja
problemática que ofrecen los usos y el espacio fu-
nerario de conjuntos urbanos tan emblemáticos
como el de Gadir/Gades, y la necesidad de su es-
tudio. El presente trabajo tratará de destacar la
importancia de la moneda como depósito privile-
giado de información histórica y cultural que tiene
por si misma, importancia que se acrecienta
cuando conocemos el contexto en el que aparece.
En la búsqueda de rasgos que definan y caracteri-
cen el mundo funerario púnico gaditano, la mo-
neda se presenta como un referente privilegiado
al aportar datos significativos sobre sus creencias
religiosas, sobre su función en el ámbito funera-
rio, y sobre sus diferentes usos en el ritual y en la
liturgia desarrollada en torno al difunto. La pre-
sencia constante del dios Melkart en sus monedas
es uno de los testimonios más explícitos, junto
con su abundante y casi exclusiva presencia en la
necrópolis, de la gran importancia que va a tener
su culto en la ciudad y del gran valor religioso que
dan a sus monedas.
Para ilustrar esa capacidad informativa de carác-
ter histórico-arqueológico que tiene la moneda en
este mundo funerario abordaremos algunos
ejemplos dentro de un marco cronológico con-
creto, los siglos III y II a.C., marco determinado
tanto por el inicio de la amonedación gaditana,
como por la incorporación de la moneda en la ne-
crópolis, bien en el interior de las propias tumbas
o en conexión con el conjunto de estructuras –
pozos, piletas, fosas rellenas de materiales, pe-
queños espacios de culto- que espacial y
funcionalmente se encuentran relacionadas con
la necrópolis y con la liturgia desarrolla en torno al
mundo funerario.
No abordaremos aquí cómo la moneda gaditana
es uno de las evidencias más claras del fuerte
arraigo de las tradiciones locales funerarias en
época romana, ya que no es este el período de
análisis de este Congreso, pero es interesante se-
ñalar como las acuñaciones más abundantes en
la necrópolis gaditana son las de la serie VI datada
con gran amplitud e imprecisión entre los siglos
II-I a.C., y que aparece en numerosas ocasiones en
tumbas fechadas en época alto imperial, a veces
Interpretación y posibles usos de lamoneda en la necrópolis de Gadir
Alicia Arévalo González(Universidad de Cádiz)
14
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
sola y frecuentemente junto a moneda romana,
presentando en estos casos un alto grado de des-
gaste, que impide en muchos casos ver con clari-
dad los tipos y las leyendas, pero que sigue siendo
seleccionada para llevarla a la tumba.
Se trata de aportaciones arqueológicas recientes y
de la revisión de antiguos hallazgos que forman
parte de un corpus que estamos elaborando en
perspectiva diacrónica desde época tardo-púnica
hasta la Antigüedad Tardía. Un corpus donde se re-
coge la localización y el contexto del hallazgo, el
rito documentado, la composición de los ajuares,
la disposición de las monedas en la tumba, la da-
tación cronológica del conjunto, etc. Y que permi-
tirá enriquecer el panorama del mundo funerario
y ritual de la necrópolis gaditana, al tiempo que
contribuirá a acercarnos a la función y usos de la
moneda en este ámbito, normalmente minusva-
lorada en las líneas de investigación vinculadas al
mundo funerario.
Preactas
15
Los sarcófagos antropomorfos fenicios de mo-
mento no los encontramos ni en la necrópolis de
Tiro ni en la de Cartago, esta última intensamente
excavada a lo largo de más de un siglo. Este hecho
sugiere que su distribución en el Mediterráneo
hasta Cádiz, donde conocemos dos ejemplares,
uno masculino y otro femenino, puede ayudar a
profundizar en las rutas comerciales de otras dos
de las principales ciudades fenicias, Sidón y Arwad,
pues existen indicios en ambas de la presencia de
talleres dedicados a su fabricación. Estas piezas
excepcionales son indicadoras de la presencia de
miembros de la élite de las principales ciudades
fenicias, algunos de los cuales podrían pertenecer
a las dinastías reales. Estos sarcófagos, aparte de
la decoración exterior en altorrelieve de cabeza, y
a veces brazos y pies, estaban pintados al exterior
y el cuerpo dentro del sarcófago estaba envuelto
en un vendaje muy apretado, sobre el cual se su-
perponía una máscara de madera probablemente
policromada. Siguiendo también una tradición re-
ligiosa egipcia, asumida por los fenicios, había un
escarabeo junto al cuerpo, debajo del vendaje.
Los sarcófagos antropomorfos fenicios de Gadir, Arwad y SidónM. Almagro - Gorbea (Universidad Complutense de Madrid)
A. Mederos (Universidad Autónoma de Madrid)
M. Torres (Universidad Complutense de Madrid)
Preactas
17
Cuatro kilómetros al norte del municipio ro-
mano de Baelo Claudia, en la cima de la
Sierra de la Plata, existe un yacimiento
prerromano y romano-republicano conocido
desde finales del siglo XIX por el nombre de “Silla
del Papa”, que según todas las probabilidades co-
rresponde a la ciudad bástulo-púnica que emitió
una serie de amonedaciones con leyenda bilingüe
latina y neopúnica Bailo/BLN. Este yacimiento es
el objeto de un proyecto de investigación que
nació en 2007 y en el que han colaborado hasta la
fecha la Casa de Velázquez, la Junta de Andalucía
(a través del Conjunto Arqueológico de Baelo Clau-
dia) y la Universidad de Toulouse (UMR TRACES
5608). Presentaremos aquí brevemente los resul-
tados de los trabajos de prospección y limpieza de
estructuras visibles que se han realizado en 2007
y 2008, así como las perspectivas abiertas para el
futuro con la colaboración de otras instituciones,
en particular la Universidad de Sevilla.
La Silla del Papa ocupa el lugar más elevado (457
metros) de la Sierra de la Plata. Desde esta altura
se puede controlar la ensenada de Bolonia al su-
reste con la bahía de Tánger al fondo, la plata-
forma litoral de Zahara de los Atunes al suroeste
y el valle del río Almodóvar al norte. La visibilidad
se extiende por el oeste hasta el cabo de Trafalgar
y por el este hasta Tarifa, siendo visible más allá el
Djebel Moussa en la costa africana. Por el contra-
rio, la visibilidad directa hacia la costa es muy li-
mitada, debido a la disposición de las crestas de
la Sierra de la Plata.
La superficie habitable, entre los dos puntos ex-
tremos en los que se han observado estructuras,
supera las dos hectáreas. El poblado se extiende
entre dos grandes afloramientos rocosos que dis-
curren paralelamente de norte a sur, formando a
una especie de corredor natural. Estas rocas pre-
sentan hacia el interior una superficie vertical o
casi vertical, con una altura que oscila entre los 5
y los 20 metros, siendo aprovechada, casi de forma
sistemática, para apoyar las viviendas que, por los
restos visibles de mechinales y otros entalles, pu-
dieron presentar varias alturas. Toda la superficie
del corredor está cubierta por una gran cantidad
de bloques y sillares de diferentes módulos que
provienen de la destrucción de los muros.
Las limpiezas realizadas en el centro del asenta-
miento (zona A-1) han permitido observar un en-
tramado urbano bastante regular, con una calle
axial de entre cinco y seis metros de anchura y
muros de sillares de disposición más o menos or-
togonal. Se limpió asimismo los niveles superfi-
ciales de una torre situada en el ángulo suroeste
del oppidum. Se trata de un edificio de planta rec-
tangular (8,70 x 5,60 metros) construido con silla-
res provistos de un almohadillado rústico,
colocados a hueso sin mortero. Tanto esta torre
como la fase visible en superficie del urbanismo
de la zona A-1 corresponden al último periodo de
la vida del asentamiento, que fechamos provisio-
nalmente entre 175/150 y 50/25 a.C. Esta data-
ción, basada en el material de los niveles de
destrucción superficiales, deberá ser confirmada
a la luz de sondeos estratigráficos más completos.
Cabe recalcar, en cualquier caso, la ausencia de
terra sigillata en todo el yacimiento, salvo un ejem-
plar aislado de T.S. itálica. Esta última fase de la
ocupación de la Silla del Papa es contemporánea
del periodo de funcionamiento de las primeras
factorías de salazones de Bolonia.
Nuevos datos sobre las fases pre-augusteas de Baelo.Las actuaciones arqueológicas de 2007 y 2008
en La Silla del Papa (Tarifa, Cádiz)Pierre Moret (UMR 5608 TRACES, Université de Toulouse)
Iván García Jiménez (Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia)Ángel Muñoz Vicente (Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia)
Fernando Prados Martínez (Universidad de Alicante)
18
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Así pues, el yacimiento de la Silla del Papa ofrece
la oportunidad única de estudiar un oppidum bás-
tulo-púnico de mediados del siglo I a.C., es decir,
en un momento aún muy mal conocido de la his-
toria urbana del sur de la península Ibérica. Su ur-
banismo, adaptado a un medio natural singular,
muestra rasgos inequívocos de su pertenencia a
un contexto geográfico y cultural en el que se
mezclan elementos púnicos e indígenas.
Con respecto a las fases anteriores de la vida del
asentamiento, sólo contamos con una documen-
tación marginal, extraída del material cerámico
hallado en superficie. Sin embargo, no cabe duda
de que durante la época prerromana se sucedie-
ron varias fases de ocupación, por lo menos en la
parte central y meridional del yacimiento. Los úni-
cos datos precisos de los que se dispone proceden
de la parte más alta del yacimiento, donde se
pudo limpiar un corte natural generado por la ero-
sión de un paquete de sedimentos antrópicos con-
servados en una anfractuosidad del substrato
rocoso. En este corte se documentó una secuen-
cia estratigráfica relacionable con la destrucción
de un hábitat, cuyo nivel inferior proporcionó una
gran cantidad de carbones y fragmentos de cerá-
mica. Esta cerámica, exclusivamente a mano, in-
cluye formas bruñidas características de un
horizonte cultural que en el sistema de datación
convencional se podría situar entre el siglo IX y el
VIII a.C. Un análisis radiocarbónico realizado sobre
un carbón de la misma UE proporcionó la fecha de
2780 +/- 40 BP (BETA-251591), Cal BC 1010-830
(calibración a dos sigmas). En contacto con este
nivel, pero en superficie, se halló un borde de pi-
thos a torno de tipología fenicia.
A pesar de la brevedad de las campañas realiza-
das hasta la fecha, los datos obtenidos permiten
enmarcar la historia del asentamiento de la Silla
del Papa entre el siglo X / IX a.C. (según la data-
ción absoluta calibrada) y el inicio del reinado de
Augusto, con un primer momento marcado por
contactos tempranos con el mundo fenicio (ates-
tiguados, aparte del mencionado borde de pi-
thos, por fragmentos de ánfora), y al final con un
desarrollo urbanístico importante en época repu-
blicana, en un contexto cultural mixto. Esperamos
que la continuación del proyecto arroje luz sobre
el largo periodo que separa estos dos momentos.
Preactas
19
Este trabajo se inscribe en el marco de uno
de los proyectos incluidos en las líneas es-
tratégicas de investigación del I Plan Direc-
tor de Baelo Claudia que se denomina “Estudio
arquitectónico y análisis espacial de las necrópolis
de Baelo Claudia” desarrollado por la Universidad
de Alicante y el Conjunto Arqueológico. Junto al
estudio de la necrópolis romana se contempla un
análisis diacrónico del paisaje funerario campogi-
braltareño con la intención de señalar los prece-
dentes y, por ello, se cuenta con la colaboración del
área de Prehistoria de la Universidad de Cádiz.
Baelo Claudia supone la culminación de un com-
plejo proceso urbanístico en la Ensenada de Bolo-
nia iniciado en el siglo VIII a.C. según demuestran
recientes investigaciones. Con un núcleo origina-
rio en el oppidum de “la Silla del Papa”, probable-
mente la Bailo prerromana de las célebres
amonedaciones, Baelo fue el resultado de la evo-
lución del sustrato autóctono y de su interrelación
con la llegada sucesiva de elementos poblaciona-
les alóctonos, tanto púnico-africanos inicialmente
como itálicos después.
El estudio de las necrópolis de la ciudad hispano-
rromana de Baelo Claudia es fundamental para
entender los fenómenos de hibridismo entre la
población local y extranjera y, por ello, debemos
acudir a los precedentes para tratar de abordar el
discutido problema de las perduraciones púnicas.
Es por ello que se planteó, por los aquí firmantes,
incluir en este estudio el análisis de yacimientos
claves de la zona tales como la necrópolis prehis-
tórica de los Algarbes, reutilizada en época púnica
y la necrópolis fenicia de la isla de las Palomas de
Tarifa. Se trata, pues, de un recorrido que nos re-
montaría hasta la Edad del Bronce y al inicio de los
contactos con los colonos orientales.
Durante época fenicia y púnica (ss. VII-II a.C.) el
área campogibraltareña reflejó un proceso cultu-
ral similar al que se desarrolló en el área nortea-
fricana aneja, donde, en torno al Cabo Espartel,
aparecieron unos modelos de enterramiento ca-
racterizados por la construcción de hipogeos y
cuevas artificiales. Los ejemplos de necrópolis hi-
pogeicas del Campo de Gibraltar son comparables
también con otras del ámbito cultural fenicio-pú-
nico tales como las sardas, las ibicencas o las tu-
necinas, tanto en los llamados haouanet líbicos
como en los hipogeos púnicos.
Uno de los mejores paralelos lo tenemos en la ne-
crópolis de la isla del faro de Rachgoun, en Argelia,
ubicada frente a la costa al igual que la isla de las
Palomas de Tarifa, justo enfrente de la ciudad de
Siga, uno de los centros urbanos púnico-númidas
más influyentes y destacados de la costa nortea-
fricana. En el área objeto de estudio contamos con
hipogeos funerarios fenicio-púnicos realizados ex
novo y con otros modelos de reutilizaciones de los
sepulcros en cuevas artificiales de la Edad del
Bronce, caso de la necrópolis de los Algarbes.
Ambos casos son paradigmáticos y muy caracte-
rísticos y por ello hemos considerado presentarlos
ante este foro.
Por otro lado, no podemos olvidar que la provin-
cia de Cádiz es una de las más ricas en lo concer-
niente a hipogeos funerarios ya que, a los bien
El mundo funerario fenicio-púnico en el Campo de Gibraltar. Los casos de la necrópolis de los Algarbes y
la Isla de las Palomas (Tarifa, Cádiz)Fernando Prados Martínez (Área de Arqueología, Universidad de Alicante)
Iván García Jiménez (Consejería de Cultura, Junta de Andalucía)Vicente Castañeda Fernández (Área de Prehistoria, Universidad Cádiz)
20
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
conocidos de la necrópolis de Gadir hay que sumar
otros repartidos por toda la región. A este res-
pecto, podemos mencionar los ubicados en la Sie-
rra del Retín (Zahara de los Atunes-Barbate) o los
de la necrópolis de Carissa Aurelia (Bornos) que, a
pesar de su cronología algo tardía en relación con
los que se estudian en este trabajo, presentan una
tipología muy similar, tal y como corresponde a
una perduración de la religiosidad y la ideología
de la muerte púnica en tiempos romanos, como
la que ha sido señalada en otras necrópolis anda-
luzas caso de las de Cástulo, Málaga o Carmona.
En el caso de la Necrópolis de los Algarbes la reo-
cupación en época púnica de las cámaras ha sido
atestiguada gracias a los hallazgos de algunos
fragmentos cerámicos durante las labores de lim-
pieza y puesta en valor de las estructuras llevadas
a cabo en los últimos años. También la revisión de
los materiales de las campañas de excavación de
C. Posac Mon ha ofrecido datos al respecto. Ade-
más, hay que tener en cuenta que los hallazgos se
han sucedido tanto en el interior como en el ex-
terior de las cámaras, por lo que no cabe duda de
que los materiales están relacionados con una uti-
lización del ámbito funerario y no con un uso se-
cundario o residual del área de la necrópolis.
Por otro lado, todos los fragmentos encontrados
se pueden relacionar con tipos cerámicos propios
de los contextos funerarios, siendo fundamental-
mente formas abiertas (platos de barniz rojo tar-
dío o de tipo Kouass y cuencos-lucerna o páteras).
En todos los casos, los tipos se pueden poner en
relación con los elementos de ajuar del difunto y
de iluminación ritual del interior de la cámara. Los
materiales descritos son paralelizables con los do-
cumentados en los enterramientos del Cabo Es-
partel por M. Ponsich y que presentan un abanico
cronológico que abarca desde el siglo VI al III a.C.
El ejemplo de los hipogeos de la Isla de las Palo-
mas de Tarifa es mucho más paradigmático. En
este caso contamos con los clásicos enterramien-
tos hipogeicos tanto con acceso en pozo como a
través de un pequeño dromos o pasillo de acceso
escalonado. La necrópolis se ubica frente a tierra
firme, en el área septentrional del islote. Buena
parte de los hipogeos se han perdido por las ac-
tuaciones desarrolladas en esa zona por distintos
contingentes militares que han ocupado la isla y
que han aprovechado los afloramientos rocosos
como cantera. A pesar de las destrucciones son vi-
sibles aún hoy un par de hipogeos y los accesos a
otros dos de los que se han perdido las cámaras
sepulcrales. También existe otro al que se accede,
únicamente, a través del mar, por encontrarse en
una zona inaccesible desde tierra firme. La propia
densidad de los enterramientos ha provocado en
esta necrópolis, como en otras tantas del Medite-
rráneo, la caída y hundimiento de los sepulcros
debido al retoque de las paredes de las cámaras y
a la sucesión constructiva de tumbas, muchas
veces unas sobre otras.
Existen numerosos ejemplos de reocupaciones de
los espacios funerarios púnicos, entendidos como
áreas sagradas, donde todos los vivos querían co-
locar los restos de sus difuntos para intentar ase-
gurar, en la medida de lo posible, la salvación de
sus almas. Los espacios funerarios, como tantas
veces ha sido señalado, conformarían “camposan-
tos” ubicados al margen de los poblados, separa-
dos en muchas ocasiones por cursos de agua o,
como en el caso de Tarifa, ocupando un islote pró-
ximo a la zona habitada. A este respecto conta-
mos con innumerables ejemplos en suelo hispano,
basta con recordar, por ejemplo, los de la costa
malagueña y granadina (Trayamar, Puente de Noy,
Laurita…)
El principal problema que nos encontramos es que
en los dos casos estudiados el material no pro-
viene directamente de excavaciones recientes,
siendo mucho más complejo en el caso de la Isla
de las Palomas, ya que la práctica totalidad del
material procede de expolios realizados a lo largo
de los siglos que se conservan en colecciones pri-
vadas, habiendo sido depositados de forma mino-
Preactas
21
ritaria en el pequeño museo local de la ciudad de
Tarifa. Entre los materiales depositados se obser-
van cerámicas de los tipos clásicos fenopúnicos
que se pueden relacionar con contextos funera-
rios caso de los platos en barniz rojo o con deco-
ración bícroma en rojo y negro, ampollas y vasos
de cuello estrangulado también con decoración a
bandas. El elenco cerámico se completa con la pre-
sencia de ánforas fenicias –manufacturas de la
bahía de Cádiz- en tipos clásicos fechados a partir
de finales del siglo VII a.C. Junto con los materia-
les cerámicos cabe destacar el hallazgo de una
máscara negroide en piedra, muy alterada hoy día,
pero que gracias a los dibujos realizados de la
misma a través de diversas publicaciones antiguas
podemos poner en relación con las máscaras gro-
tescas de terracota tan habituales en contextos
funerarios y empleadas para ahuyentar los malos
espíritus y proteger el descanso de los difuntos.
Quizás podríamos relacionar también la pieza ta-
rifeña con los posteriores “muñecos” de rasgos ne-
groides de la necrópolis de Baelo Claudia, con los
que comparte cierta similitud.
Preactas
23
Os trabalhos arqueológicos levados a
efeito em sítios do litoral algarvio, con-
cretamente em Castro Marim, Faro e
Monte Molião (Lagos), evidenciaram, para a 2ª
metade do 1º milénio a.n.e., e sobretudo a partir
de finais do século IV, uma forte relação com a
área de Cádis.
Os dados destes três sítios, recolhidos em contex-
tos primários de deposição datados dos séculos IV
e III a.n.e., foram estudados de forma aprofun-
dada, e são aqui apresentados detalhadamente.
Os elementos de outros sítios algarvios são ainda
chamados à colação na discussão de âmbito mais
vasto que aqui pretendemos concretizar, nomea-
damente os do Cerro da Rocha Branca (Silves) e os
de Tavira.
Os referidos dados dizem respeito às cerâmicas
importadas e de fabrico local, as quais foram divi-
didas por grupos de fabrico que pudemos, na
maioria dos casos, adscrever a áreas concretas de
produção. Naturalmente, que a separação tipoló-
gica não foi esquecida.
Esta divisão, que não apresentou grandes dificul-
dades quando tratámos os recipientes de trans-
porte e do serviço de mesa, foi mais problemática
no que se refere às cerâmicas ditas comuns. Em
relação aos primeiros, verifica-se que as ânforas
são em Castro Marim e em Monte Molião prove-
nientes da área de Cádis, ainda que exista aqui
uma clara distinção entre as produções da Baía e
da Campiña. As primeiras integram, em exclusivi-
dade, os tipos Carmona, D de Pellicer e Mañá Pas-
cual A4, e nas segundas cabe o tipo Tiñosa. Um
grupo minoritário, constituído por ânforas B/C e
D de Pellicer, pertence ao que Joan Ramon cha-
mou de «Extremo Ocidente Indeterminado».
Ainda no que diz respeito às ânforas, o caso de
Faro distingue-se dos restantes, uma vez que, aí,
foi possível identificar uma produção local, que,
contudo, é exclusiva da forma B/C. As produções
da Baía e da Campiña são, no entanto, ainda maio-
ritárias.
Neste período e nos três sítios, o serviço de mesa
é constituído pelos vasos de tipo Kuass, tendo sido
possível verificar que aos que podemos atribuir
um fabrico gaditano dominam de forma expres-
siva, ainda que outros possam ter sido produzidos
no norte de África.
Os fabricos da cerâmica comum são ainda menos
diversificados quanto à origem. As análises ma-
croscópicas das pastas revelam que, também
neste caso, as produções gaditanas, agora apenas
da baía, são maioritárias no conteúdo dos inven-
tários, Os vasos de fabrico local representam cerca
de 1/3 do conjunto e está documentado sobre-
tudo em potes/panelas e em taças/tigelas.
Infelizmente, não dispomos de números para Ta-
vira ou para o Cerro da Rocha Branca que possibi-
lite comprovar se a mesma situação se verifica
para outros sítios do litoral algarvio com ocupa-
ção coeva, como é por exemplo o caso de Tavira ou
do Cerro da Rocha Branca. Contudo o que está pu-
blicado permite considerar que essa possibilidade.
De qualquer modo, e mesmo tendo por base ape-
nas os dados dos sítios que estudámos, a depen-
dência que o Algarve evidencia no abastecimento
de vasos cerâmicos em relação a Cádis parece tra-
Acerca do Gaditanizaçao do Algarve: As relaçoes doAlgarve e da Turdetania entre os séculos V e II A.N.E.
Ana Margarida Arruda y Elisa de Sousa
24
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
duzir uma situação que ultrapassa a simples troca
comercial, ou mesmo um comércio organizado.
Com efeito, a existência, nos sítios algarvios, de
quantidades muito apreciáveis de cerâmica
comum fabricada em centros oleiros localizados
na baía gaditana, para além, naturalmente, dos
vasos destinados mais frequentemente à expor-
tação, como as ânforas e a cerâmica de mesa, con-
figuram um cenário de «gaditanização», que pode
corresponder a uma presença efectiva de gadita-
nos no sul de Portugal. Mais do que uma depen-
dência económica de uma região em relação à
outra, parece tratar-se de uma verdadeira inte-
gração num universo político e económico único
que seria gerido pela metrópole andaluza.
Preactas
25
Mértola localiza-se no Sudoeste Peninsular, numa
região onde se destaca uma peneplanicie homo-
génea, de superfícies aplanadas com relevos resi-
duais, vales encaixados com declives acentuados,
por onde as principais linhas de água têm o seu
percurso e onde se desenvolve a faixa piritosa ibé-
rica onde existem amplos recursos geológicos
como o cobre e metais nobres (ouro e prata).
Insere-se num troço do Rio Guadiana caracteri-
zado por um vale com vertentes abruptas, per-
curso sinuoso e onde os ciclos das marés
terminam um pouco mais a montante – no ele-
mento hidro-geológico do Pulo do Lobo –, no final
deste comprido, espraiado e profundo estuário e
consequentemente onde termina, para qualquer
embarcação, a navegação Norte/ Sul de forma
ininterrupta desde a foz. A navegabilidade do Rio
já era referida por Estrabão (III.2.4., 143) que, com-
parando-o com o Guadalquivir refere que o Gua-
diana era navegável num percurso mais curto e
por embarcações de menor calado.
Implantada na margem direita, no topo de um es-
porão, na confluência do Rio Guadiana com a ri-
beira de Oeiras, a poente, Mértola possui
excelentes condições naturais de defesa fluvial e
terrestre. De facto, em oposição à boa defensibili-
dade, parece prescindir da visibilidade envolvente,
assumindo uma proeminência sobretudo para
quem se aproxima a partir do rio.
O seu espaço portuário, localizado na extremidade
Sul, ter-se-á mantido inalterável do ponto de vista
geomorfológico e de regime ao longo dos tempos.
Ainda hoje o local é tradicionalmente utilizado
como um porto de acostagem (resolvendo pro-
blemas de passagem, navegação, embarque e de-
sembarque), face ao ligeiro alargamento do vale,
à suavização das vertentes, a um percurso rectilí-
neo e espraiado, a uma zona de assoreamento
suave e onde o regime violento e irregular do rio
Guadiana é esbatido pelas águas da Ribeira de
Oeiras.
A visibilidade centra o seu controle numa zona até
2Km, dirigida sobretudo para o Rio e sua envol-
vente imediata num claro controlo de vias natu-
rais de comunicação entre o litoral/ interior e a
travessia do rio. A restante área de visibilidade é
limitada às cumeadas envolventes entre o 6Km e
os 12Km, ou seja, serão outros os factores que sus-
tentam uma lógica de controlo, coordenação e ex-
ploração de um território e respectivos recursos
(geológicos, agrícolas, pecuários, florestais e flu-
viais) associados a Mértola, como último porto
numa navegabilidade fluvial em percursos de
média e longa distância no Guadiana.
Parece ser incontestável a correspondência de
Mértola nas fontes clássicas com a designação de
Mirtilis, tendo em mente as ocorrências da forma
do nome, das fontes literárias, epigráficas e nu-
mismáticas, remetendo sobretudo para as passa-
gens de Pomponius Mela (III, 7), onde a cidade é
associada ao cabo Cuneus, juntamente com as ci-
dades de Balsa e Ossonoba, num triângulo repe-
tido por Plínio (oppidum ueteris Latii: IV, 116 e
117), mas apresentada na lista de Ptolomeu
(como Ioulía Myrtilis II, 5, 5) como uma cidade tur-
detana, situada na via de Baesuris – Pace Iulia per
compendium (Itinerário Antonino 431,6) e no ager
Mértola entre os séculos VI e III a.C.Pedro Barros1
26
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Cuneus (Mela 3,7). No que se refere ao seu nome,
são feitas diversas análises: umas de origem
oriental, outras de origem grega, sendo na sua
maioria associada à língua ibérica, comprovada na
fronteira gerada entre a confrontação de topóni-
mos célticos em -briga e os ibéricos em -ilti.
Os dados arqueológicos revelam uma ocupação
do local de forma contínua desde o final do Bronze
Final (com cerâmicas finas carenadas, com orna-
tos brunidos, “tipo Carambolo”, foice em bronze
de “tipo Rocanes”), contudo, a longa diacronia des-
tes materiais indiciam que podem aqui co-existir
em momentos com as cerâmicas a torno de ca-
racterísticas orientalizantes a partir da segunda
metade do século VII a.C. (contentores anfóricos
tipo 10.1.2.1, cerâmicas de engobe vermelho
maioritariamente representadas por tigelas e pra-
tos, cerâmicas “tipo Cruz del Negro”, entre outras).
A delimitação de Mértola durante a primeira me-
tade do primeiro milénio a.C. passa pela definição
de uma estrutura defensiva que circunscreve um
espaço de exploração directa com mais de 65 hec-
tares, que segundo alguns autores poderá re-
montar ao século VI – V a.C., mas que ainda carece
de prova, já que são escassos os materiais datan-
tes recolhidos, referindo-se a uma segunda fase
de construção, que remete para uma cronologia
dos finais do III a.C. e inícios do II a.C.. No estado
actual dos conhecimentos, a área que revela uma
cultura material associada ao terceiro quartel do
primeiro milénio a.C. parece restringir-se a cerca
de 6/7 hectares.
Até ao momento, no espaço que poderemos con-
siderar, grosso modo, como habitacional, o espólio
arqueológico engloba contentores ânforicos do
tipo 10.1.2.1.; cerâmica pintada em bandas; cerâ-
micas de engobe vermelho, maioritariamente re-
presentadas por tigelas e pratos; cerâmica
cinzenta; cerâmica manual com formas e decora-
ções de influência mediterrânea, cerâmicas áticas,
com uma presença maioritária de taças Cástulo e
um aumento do panorama formal das cerâmicas
áticas numa fase posterior, a presença das ânfo-
ras tipo Tiñosa, Mañá Pascual A4 evolucionadas,
B/C de Pellicer, cerâmica tipo Koauss. Existem
ainda outros elementos passíveis de integrarem
este período cronológico, alguns de proveniência
ou inspiração mediterrânica, no entanto, por au-
sência de contexto e pela sua longa perduração
não serão aqui abordados. Este espólio mostra
uma clara associação a um mundo litoral, de forte
predominância orientalizante, sobretudo com pa-
ralelos nos sítios do Estreito de Gibraltar, na área
do Baixo Guadalquivir, Andaluzia Ocidental e do
Algarve, no entanto, não deixam de se verificar al-
guns elementos de âmbito indígena.
Exemplo deste aspecto é a inscrição com caracte-
res do Sudoeste encontrada a nordeste do po-
voado, junto à necrópole paleocristã do Rossio do
Carmo, reutilizada como tampa de uma sepultura
desta época, para a qual se propôs uma cronologia
entre o século VII e o V a.C.. Esta inscrição poderá
ter integrado uma das áreas de necrópole identi-
ficadas, assumindo-se o mesmo pressuposto para
os dois contentores do tipo “Cruz del Negro”, um
deles atribuível à primeira do VI a.C., . De Mértola
ainda há o registo de um larnax.em grés atribuído
entre o século VI e V a.C.. Ambos os elementos
terão sido registados entre o referido Rossio do
Carmo e a Ladeira da Nossa Senhora das Neves,
local de extensa intervenção por Estácio da Veiga,
e teriam uma utilização/ funcionalidade de urnas
onde se colocariam os ossos conservados após a
incineração. As sucintas descrições existentes des-
tes contextos parecem inclusive remeter para
uma necrópole de incineração, com estruturas fu-
nerárias constituídas por fossas de cremação sim-
ples ou em cova.
A eventual existência de uma, ou possivelmente
duas áreas de necrópole com fortes influências
orientalizantes, em convergência cultural com o
mundo indígena, tem os seus paralelos no mundo
do Guadalquivir (entre as regiões de Huelva, Car-
mona, Sevilha e Mesas de Asta), mas também em
locais do ocidente peninsular e na bacia do Gua-
diana (Medellín, região de Badajoz). Apresenta
uma estratégia distinta da utilizada nas necrópo-
Preactas
27
les de Ourique e Castro Verde, ou mesmo das res-
tantes do baixo Guadiana, com excepção da de Ta-
vira no Algarve.
A pertinência de um assentamento neste local
justifica-se pela sua localização estratégica, ou
seja, no domínio de um eixo de comunicação
norte/sul, ponto final do estuário, e pela riqueza
dos recursos mineiros e agrícolas terrestres (no-
meadamente a zona de Beja/Serpa) e fluviais que
o envolvem.
A ocorrência de uma cultura material com carac-
terísticas mediterrânicas é prova das transforma-
ções efectivas no substrato indígena,
demonstrando uma estrutura comercial local ba-
seada na produção de excedentes, havendo por
certo um controlo hierárquico de uma determi-
nada região. Esta estruturação passaria por rela-
ções com alguns sítios com características rurais
(localizados nos concelhos de Castro Verde, Mér-
tola e Alcoutim), mas também com sítios litorais
(Castro Marim, Tavira, Faro, entre outros), bem
como num contexto mais vasto nos limites da
área controlada pelas regiões do barlavento al-
garvio, de Huelva, do Baixo Gadalquivir e da área
de Cádiz.
As relações existentes entre Mértola e o interior
do Baixo Alentejo, rico em minérios e terras pro-
dutivas, parecem igualmente transparecer por al-
guns testemunhos. No entanto, até ao momento,
a representatividade da amostra destes sítios é
bastante escassa para interpretações de presença
ou ausência destas ligações sociais e económicas
durante este período.
De facto, as transformações ocorridas no subs-
trato indígena deste local, com a aquisição de pro-
dutos exógenos assimilando talvez gradualmente
hábitos sociais e alimentares estranhos à região,
remetem-nos agora para uma organização (social,
económica e politicas) intrinsecamente ligada
com a entidade étnica turdetana, mas que ainda
assim seria por certo independente face ao seu
poder de aquisição e relação próxima com as rotas
comerciais mediterrânicas.
A presença deste espólio, aliada à localização es-
tratégica de Mértola, faz com que se torne num
importante entreposto mercantil, numa relação
estreita com Castro Marim, moldando a sua ocu-
pação e a sua importância ao longo do tempo, em
permanente contacto com um vasto território in-
terno, mas sobretudo com o litoral da Andaluzia
ocidental, o Algarve oriental, o círculo do estreito
de Gibraltar e o não menos vasto Mar Mediterrâ-
neo. É neste amplo contexto natural que Mértola
vai explorar o seu potencial de plataforma comer-
cial entre um conjunto polifacetado de realidades,
resumidas entre o mundo litoral e o interior.
1 Instituto de Gestão do Património Arquitectó-
nico e Arqueológico (IGESPAR, I.P. - Extensão do Al-
garve). Rua General Leman, 18 – 1º, 1600 Lisboa
(Portugal) pbarros@igespar.pt
Preactas
29
La zona al norte del río Móndego, en la fa-
chada atlántica peninsular, ha quedado al
margen de los estudios fenicio-púnicos
hasta hace poco tiempo. El caso es que importa-
ciones mediterráneas se venían detectando en
castros del Noroeste peninsular desde los años 20
del siglo pasado (Losada 1943). Su número se in-
crementó significativamente desde finales de los
años 70 (Silva 1986; Naveiro 1991), pero los ha-
llazgos pasaron desapercibidos por diversas razo-
nes: en primer lugar se encuentra la propia
tradición investigadora regional, que llevó a la pu-
blicación de muchos materiales relevantes en me-
dios locales de escasa difusión—por ejemplo, el
primer fragmento de cerámica griega de la pro-
vincia de Pontevedra, publicado en la revista del
Museo de Pontevedra (Hidalgo y Costas 1978). En
segundo lugar, y en relación con el primer punto,
debemos tener en cuenta la vacilación de los pro-
pios descubridores, quienes por su falta de fami-
liaridad con los materiales mediterráneos
propusieron frecuentemente cronologías erró-
neas o describieron los objetos con vaguedad para
evitar arriesgarse con dataciones que en aquellos
momentos se habrían considerado heréticas. Fi-
nalmente, por no echar la culpa exclusivamente a
los investigadores del Noroeste, es necesario re-
conocer que entre los estudiosos del ámbito me-
diterráneo no se valoraron en su justa medida los
hallazgos púnicos de Galicia y el norte de Portu-
gal publicados en medios de mayor impacto (p.ej.
Fariña 1990), con lo que la zona que aquí aborda-
mos permaneció al margen de la gran narrativa
de la colonización fenicio-púnica de Iberia.
La revisión de los hallazgos púnicos en Galicia
(González Ruibal 2006-2007), el descubrimiento
de nuevos yacimientos (p.ej. Suárez Otero 2004;
Aboal y Castro 2007) y la continuación de las ex-
cavaciones en yacimientos clásicos (Ayán 2005,
2008) ha permitido una reinterpretación del co-
mercio mediterráneo y el impacto del mundo pú-
nico en la antigua Callaecia (cf. González Ruibal
2006). En síntesis, los datos permiten actualmente
evaluar tres aspectos de la presencia mediterrá-
nea en el Noroeste durante la Segunda Edad del
Hierro que serán en los que basaremos está pre-
sentación: 1) la densidad y distribución de los ha-
llazgos; 2) los ciclos de comercio; 3) el carácter del
intercambio.
La densidad y distribución de los hallazgos.
En la actualidad, se puede decir que no existe un
castro del Noroeste situado en la zona litoral y con
ocupación entre el 500 y el 50 a.C. que no haya su-
ministrado algún elemento de origen mediterrá-
neo (púnico, griego o ibérico). Sin embargo, está
afirmación requiere de matices para que cobre
todo sus significado histórico. La zona que con-
centra más hallazgos es la situada entre la des-
embocadura del Duero, donde se sitúa el
importante emporio de Cale (Oporto) y el norte de
las Rías Baixas. Pasado Finisterre, la presencia pú-
nica se desvanece rápidamente, a excepción de
dos polos comerciales de relevancia: la Bahía de A
Coruña – Castro de Elviña y, en menor medida, la
Campa Torres (Gijón). Es cierto que el norte ga-
llego y el Cantábrico son peor conocidos arqueo-
lógicamente que las Rías Baixas, pero también es
cierto que castros excavados en extensión, como
Borneiro (Cabana, A Coruña) no han ofrecido más
materiales púnicos que escasas cuentas de pasta
vítrea.
Buscando a los púnicos en el Noroeste. Nuevas aproximacionesa la presencia mediterránea en Galicia y el norte
de Portugal durante la Edad del HierroAlfredo González Ruibal (UCM), Xurxo Ayán Vila (CSIC)
y Rafael Rodríguez Martínez (Deputación de Pontevedra).
30
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Esta caída brusca del comercio que se advierte
entre la fachada occidental y la septentrional
tiene su correlato en la que se produce entre la
costa y el interior. La presencia de cerámica púnica
se desploma a los pocos kilómetros del litoral. Cre-
emos que además de las obvias dificultades oro-
gráficas es necesario tener en cuenta cuestiones
de tipo sociopolítico que limitarían la circulación
de importaciones mediterráneas. Esto plantea
dudas sobre el papel de los emporios comerciales
situados en la costa, puesto que no parece que
tengan propiamente un papel redistribuidor de
importaciones. Más bien, asentamientos como A
Lanzada (Pontevedra) parecen acaparar objetos
foráneos.
Los ciclos de comercio.
Los abundantes lotes de cerámicas de importa-
ción descubiertos en castros galaicos nos permi-
ten hablar de ciclos de comercio, los cuales
pueden ponerse en relación con tendencias pan-
mediterráneas. Es necesario realizar más excava-
ciones en yacimientos con buenas estratigrafías,
pero en el momento actual podemos distinguir al
menos dos fases claras de intercambio (González
Ruibal et al. 2007): la púnica propiamente dicha
(ca. 450 – 150 a.C.) y la tardopúnica (150 a.C. – 50
a.C.). Mientras que la primera muestra unas ca-
racterísticas muy idiosincrásicas—que revelan la
importancia de las decisiones locales en la confi-
guración del comercio—, durante la segunda
etapa, si bien no se pierde la peculiaridad galaica,
es obvio que el Noroeste se integra mucho más en
la koiné de consumo del mediterráneo occidental
(caracterizada entre otras cosas por la gran circu-
lación de ánforas Dressel 1, Mañá C2b y kalathoi).
En la presentación describiremos de forma deta-
llada los tipos de materiales que aparecen asocia-
dos a cada uno de los ciclos comerciales.
El carácter del intercambio.
La excavación en extensión de yacimientos como
el Castro Grande de Neixón (A Coruña) (Ayán
2005, 2008) nos están permitiendo acercarnos de
manera más precisa a la forma que tomaron las
relaciones entre púnicos y galaicos. Las excava-
ciones en Neixón han sacado a la luz un emporio
en el que se mezclan inextricablemente las fun-
ciones comerciales y rituales: se trata de un re-
cinto lleno de hoyos y rodeado por un profundo
foso en el cual tuvieron lugar los intercambios
entre indígenas y navegantes mediterráneos.
Dentro de las fosas y en la zanja perimetral han
aparecido numerosos materiales púnicos datables
en su mayoría en los siglos IV y III a.C. Las cerámi-
cas aparecen asociadas a objetos singulares cas-
treños, como fíbulas, artefactos decorados de
hueso e imitaciones de ungüentarios, así como di-
versos animales, extraños en el registro faunístico
galaico (perro, cochinillos y aves), pero que enca-
jan bien en el ámbito fenicio-púnico. Todo ello re-
vela el carácter estructurado (votivo) de los
depósitos y la naturaleza ritualizada de los inter-
cambios. Esta misma naturaleza resulta aparente
en Punta do Muiño (Vigo), donde se ha localizado
una estructura cuadrangular con betilos llena de
cerámicas púnicas (sobre todo ánforas Mañá-Pas-
cual A4) (Suárez Otero 2004; González Ruibal
2006). Un betilo ha aparecido también en el ve-
cino castro de Toralla, fuera de contexto pero en
niveles con cerámica púnica. Frente al carácter ri-
tualizado de la primera fase de comercio púnico, el
intercambio tardío adquiere una forma más em-
presarial. En relación con esta nueva fase se pue-
den señalar diversos puntos de desembarque que
han ido apareciendo en excavaciones de urgencia
urbanas en las ciudades de A Coruña (Mañá C2b
asociadas a cerámicas castreñas), Vigo (ídem) y
Pontevedra (cerámicas de la Edad del Hierro en la
zona del puerto romano). Consideramos que en
ambos períodos debió haber agentes comerciales
del mediodía peninsular viviendo en los castros o
cerca de ellos, sino durante todo el año, al menos
de forma estacional.
Nuevas vías de investigación.
Uno de los interrogantes que plantea el Noroeste
es la ausencia de trazas evidentes de comercio fe-
Preactas
31
nicio, pese a la existencia de un importante asen-
tamiento fenicio o tartésico en la desembocadura
del Mondego: Santa Olaia (Torres 2005: 201-203).
Existen elementos indirectos que nos hablan del
impacto de la colonización fenicia peninsular, pero
los artefactos claramente vinculables a navegan-
tes foráneos durante la Primera Edad del Hierro
son muy escasos y, con frecuencia, dudosos: se
pueden señalar un par de fragmentos de plato de
engobe rojo y un posible fragmento de urna Cruz
del Negro procedentes de A Lanzada (Pontevedra)
y un pie de trípode fuera de contexto de Neixón.
Es posible que nuevas excavaciones en castros an-
tiguos del norte de Portugal y la zona del Bajo
Miño permitan arrojar luz sobre esta intrigante
cuestión. Otro punto que debe ser analizado de
forma más profunda es el impacto del mundo me-
diterráneo en la cultura galaica. Los datos de que
disponemos nos permiten hablar de aportaciones
importantes en la esfera religiosa y en las tecno-
logías vinculadas al poder (orfebrería y escultura).
Sin embargo, la automática atribución al mundo
romano de todo aquello que tenía un aire medi-
terráneo en la Edad del Hierro del Noroeste ha im-
pedido valorar, hasta ahora, la influencia púnica
en Callaecia.
Preactas
33
Los últimos años han visto aumentar consi-
derablemente los trabajos que se refieren a
la identidad de los pueblos antiguos. Si-
guiendo la senda de los investigadores anglo-sa-
jones (inspirados a su vez en sus colegas
antropólogos), algunos arqueólogos españoles
han intentado aplicar modelos y reflexiones a la
población peninsular del Bronce Final-Hierro, que
es la que aquí nos interesa.
Después de los dos volúmenes sobre Paleoetno-
logía editados por M.Almagro y G. Ruiz Zapatero
(1992), podemos destacar entre otras las notables
contribuciones de E.Ferrer Albelda (1998; 2007),
quién subrayó con justa indignación que precisa-
mente los púnicos habían sido injustamente olvi-
dados en dichos volúmenes, y la de J.L. López
Castro (2004).
En esta ocasión queremos aportar algunas ideas
sobre esta cuestión de la identidad a partir de una
visión general del mundo funerario púnico, no
sólo en Iberia. Nuestra visión se ha enriquecido,
creemos, con el debate organizado por la British
School in Rome con el sugerente título de “Iden-
tifying the Punic Mediterranean”, celebrado en
Roma en noviembre pasado y en el que tuvimos
la ocasión de participar,
La búsqueda de lo que es una identidad púnica re-
sulta tan complicada como la de otras identida-
des desaparecidas. Tanto más si seguimos las
ideas más recientes sobre la teoría de la identidad,
que sostienen con razón que una cultura arqueo-
lógica no es una identidad étnica. Y más difícil aún
resulta avanzar cuando se rechaza sin más la len-
gua y la religión como elementos válidos para per-
cibir una identidad, o se les considera
simplemente como meros indicios. Y si la identi-
dad étnica es finalmente y sobre todo una auto-
adscripción individual a un determinado grupo
(Jiménez, 2008, 63), la tarea se vuelve realmente
compleja.
Intentaremos abordar la cuestión desde otro án-
gulo. Una manera de diferenciar los grupos hu-
manos es observar la repetición de los gestos, de
las costumbres, de las actitudes o de las tenden-
cias. Es esta una manera de trabajar habitual
entre los antropólogos, pero que a los arqueólo-
gos nos plantea un problema: los grupos que nos
interesa estudiar ya no existen, no podemos ob-
servarlos. Es así de sencillo. Debemos acercarnos
pues a los restos materiales y sobre todo a la in-
terpretación para poder reconstruir esa diversidad
de conductas individuales y aceptar o no la exis-
tencia de grupos (identidades) diferentes (1).
En esta perspectiva, mi intención es acercarme a
estas cuestiones a través de los restos funerarios,
tan abundantes en el mundo púnico. De hecho la
Arqueología púnica fue durante largo tiempo una
arqueología eminentemente funeraria: desde
Cádiz a Cartago, desde Ibiza hasta Cagliari, los
grandes centros eran sobre todo conocidos por
sus grandes necrópolis. Tenemos así una enorme
masa documental sobre la muerte, las tumbas y
las costumbres funerarias, que nos pueden ayu-
dar a encontrar esa identidad púnica de la que ha-
blamos.
Notas
Sobre la individualidad en Arqueología, véase
ahora la interesante contribución de Knapp y van
Dommelen (2008).
Algunas reflexiones sobre la identidad púnicaCarlos Gómez Bellard
(Universidad de Valencia)
Preactas
35
La caracterización etnológica de la Andalu-
cía Occidental en el contexto prerromano
ha estado dominado por el paradigma de la
secuencia Tartesos-Turdetania. Respecto del pri-
mer elemento, se ha venido considerando que las
fuentes literarias documentaban claramente la
existencia de una cultura, cuando no de toda una
civilización, Tartesos, y de un pueblo indígena, los
tartesios, que asistían la llegada de los colonos fe-
nicios y de los comerciantes griegos, y cuyo pro-
ceso histórico se extendían desde finales del II
milenio a. C. hasta el s. VI. También se ha venido
considerando tradicionalmente que, a partir del s.
VI a. C., Tartesos desaparece, más o menos gra-
dualmente, y con él la denominación étnica de
tartesios, dando paso a un horizonte cultural
nuevo y diferenciado, el turdetano. La Turdetania
y los turdetanos constituirían, en la imagen más
extendida, el horizonte étnico y cultural protago-
nista del proceso histórico en la Andalucía occi-
dental entre el s. VI a. C. y la llegada de los Bárcidas
en 237 a. C. y posteriormente, tras el desarrollo de
la Segunda Guerra Púnica en la Península Ibérica,
bajo el dominio romano hasta su integración en
las estructuras del Imperio.
En los últimos años se ha dedicado una mayor y
mejor atención a las características del pensa-
miento historiográfico y geográfico antiguo, a los
marcos ideológicos desde los que escriben los au-
tores griegos y romanos, y a los condicionamien-
tos propios de sus géneros literarios. Por otra
parte, los estudios de etnicidad e identidad en el
Mundo Antiguo han contribuido a una revisión de
los criterios de identificación cultural y arqueoló-
gica de las “etnias” supuestamente descritas por
las fuentes literarias antiguas. Todo ello legitima y
justifica una revisión de los conceptos de Tartesos
y de Turdetania desde el prisma de la identidad.
Las novedades aportadas por los últimos análisis
de la tradición literaria son, llanamente, demole-
doras (Ferrer y García 2002; García 2002; 2003;
Cruz 2007; Moret e.p.). Un examen atento de los
testimonios antiguos revelan que las menciones
a Tartesos no desaparecen tras el s. VI a. C., y que
las menciones a la Turdetania y a los turdetanos
no aparecen en ese momento, sino mucho des-
pués, en época romana. Frente a lo tradicional-
mente admitido, Tartesos, como concepto
geo-etnográfico y como referente histórico, no
desaparece en el s. VI a. C., y no es substituido en-
tonces por el concepto de Turdetania, que no apa-
rece hasta mucho después. Es más, los últimos
estudios sobre la obra de Estrabón, la fuente más
importante para este tema, evidencian que en su
Geografía, la Turdetania es un concepto agluti-
nante, cargado de connotaciones ideológicas y,
posiblemente destinado a cohesionar de manera
inteligible el paisaje étnico-político del occidente
de la Bética (Cruz 2007). En otras palabras, parece
cobrar fuerza la hipótesis de que ni la Turdetania
ni los turdetanos existieron como un concepto ét-
nico realmente utilizado por las poblaciones de la
zona para autodefinirse, o al menos no con la re-
levancia y el papel que la obra de Estrabón pudiera
hacer pensar (Moret e.p.).
Lo contrario sucede en el caso del etnónimo tar-
tesio. En trabajos previos (Álvarez 2007; 2008)
hemos sostenido que el concepto de Tartesos
tiene, en las menciones más antiguas, las vincula-
das al horizonte histórico de los ss. VIII-VI a. C., un
contenido fundamentalmente geográfico y no es-
Tartesios: ¿un etnónimo de la Iberia púnica?Manuel Álvarez Martí-Aguilar
(Universidad de Málaga)
36
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
pecíficamente étnico, con lo que no se referiría ex-
clusivamente al elemento poblacional indígena
diferenciado del colonial, del fenicio. En cambio,
hemos creído poder apreciar que cuando las men-
ciones a los tartesios tienen un contenido más cla-
ramente étnico, como expresión de una
conciencia de identidad étnica, es a partir del s. V
a. C. y, sobre todo, en época Bárcida y romana.
En esta época, aunque pueda parecer sorpren-
dente, las referencias a “los tartesios” están vin-
culadas a poblaciones de tradición cultural
fenicio-púnica, sobresaliendo en este sentido la
Gades romana y su territorio. En este contexto se
explica la tradición sobre la identificación de Tar-
tesos y Gadir en la literatura romana (Alvar 1989;
Álvarez 2007). Nuestra aportación se basa en la
convicción del carácter histórico de la construc-
ción de las identidades étnicas. El concepto de Tar-
tesos es múltiple y cambiante, y a lo largo de su
prolongada pervivencia en la tradición literarias
antigua refleja realidades diversas. En nuestra in-
tervención trataremos de documentar y explicar
un fenómeno cada vez más evidente, el uso del et-
nónimo “tartesio” como forma de autodenomina-
ción de poblaciones del suroeste peninsular en
época bárcida y romana, y de manera muy con-
creta, de algunas de las que denominamos como
púnicas, entre ellas la propia Gadir. Nuestro estu-
dio se inserta en el nuevo marco de análisis de la
construcción étnica entre las comunidades “púni-
cas” del Extremo Occidente, caracterizado por la
complejidad y la diversidad, que tiene en los tra-
bajos de E. Ferrer su mejor exponente (Ferrer
1998; 2004). El étnico tartesio puede cobrar en-
tonces nuevos significados, como uno más de los
nombres utilizados por y para este conjunto de co-
munidades.
Preactas
37
Las monedas llamadas “libiofenicias” consti-
tuyen un conjunto de hallazgos numismá-
ticos característico. Se trata de restos de
antiguas acuñaciones peninsulares que presentan
leyendas en una escritura, diferenciada del resto
de las usadas en su zona y época, de difícil lectura
e interpretación. Se trata de un sistema gráfico de
trazos simples y angulosos, claramente diversos
de los que conforman los grafemas de las escritu-
ras paleohispánicas, púnicas o latinas, aunque con
características que acercan en ocasiones esta es-
critura monetal, sin ser directamente interpreta-
ble gracias a él, al llamado alfabeto “neopúnico”
(esto es, a la manifestación epigráfica de formas
cursivas del alfabeto fenicio en su versión púnica
tardía).
Se trata, además, de acuñaciones en bronce (ases,
semis, cuadrantes, dependiendo de cada ceca) que
no suelen presentar una especial calidad de gra-
bado y acuñación y cuyo estado de preservación
es con frecuencia malo. Los tipos recuerdan a las
monedas de Gadir, aunque incorporan también
motivos diversos (siendo el más típico un toro).
Como también la escritura, los tipos se han consi-
derado vulgares, impermeables al influjo romano
(aunque presentan también imitaciones de dena-
rios republicanos). Se conservan, por añadidura,
pocos ejemplares (con algunas excepciones, en
cualquier caso siempre relativas). Los sucesivos es-
tudios numismáticos no parecen en cambio haber
dejado dudas sobre la zona general y el momento
concreto de su emisión: proceden del sur penin-
sular (sobre todo de zonas de la Bética próximas al
estrecho) y fueron acuñadas tras la conquista ro-
mana (entre mediados del s. II a. n. e. y mediados
o finales del siglo sucesivo). Esta localización de
algunas de las cecas en áreas cercanas a antiguas
zonas de segura presencia fenicia, que parece ex-
plicar la similitud tipológica que las series pre-
sentan con las monedas gaditanas y, en algún
caso, norteafricanas, ha servido también para ex-
plicar las similitudes ocasionalmente advertidas
entre el alfabeto monetal y los alfabetos púnicos
y neopúnicos propios de este momento tardío de
su uso.
Sin embargo, desde el punto de vista epigráfico, la
interpretación de las leyendas propias de estas
monedas está lejos de resultar clara, lo que no
deja de resultar sorprendente a tenor de la favo-
rable comprensión de su contexto histórico gene-
ral, de la segura identificación de muchas de las
cecas y del buen conocimiento actual de los siste-
mas gráficos en uso en la zona. De hecho, el nom-
bre por el que son conocidas estas acuñaciones y
su alfabeto –que ha sido llamado, además de “li-
biofenicio” (o “libio-fenice/fénice”), también “bás-
tulo-fenicio” o incluso simplemente “tartesio” o
“turdetano”– revela tanto los condicionantes his-
toriográficos que han subyacido a su estudio
como la dificultad de éste. Como es sabido, la de-
nominación “libiofenicia” descansa en la hipoté-
tica coincidencia de los lugares de origen de estas
monedas con los de asentamiento en su mo-
mento de los no bien conocidos “libiofenicios” ci-
tados en las fuentes clásicas. La identificación y
consiguiente denominación, aunque con más de
siglo y medio de uso, siendo hoy predominante y
no estando exenta de indicios para su aceptación,
no es tampoco unánime o indiscutida: la falta de
prueba documental directa y de base histórica
concluyente que ligue estas acuñaciones a los “li-
Las leyendas monetales “libio-fenicias”:Revisión epigráfica e implicaciones históricas
José Ángel Zamora(Consejo Superior de Investigaciones Científicas)
38
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
biofenicios” de las fuentes escritas hace que con
frecuencia se tome su nombre como una mera
convención. En cualquier caso, queda patente la
interesante y problemática componente histórica
a considerar de forma inevitable en cualquier
aproximación al mero problema documental.
El estudio que aquí presentamos es parte de una
investigación a largo plazo que pretende, desde
una perspectiva estrictamente epigráfica, repasar
y si es posible comprender la situación documen-
tal y la naturaleza del alfabeto monetal –su ori-
gen, su uso, sus restos– con el objetivo último de
iluminar en la medida de lo posible la compo-
nente histórica antes citada. Se trata por tanto de
un trabajo en curso del que pueden anticiparse al-
gunos resultados.
A día de hoy, es posible por ejemplo hacer un pe-
queño y, a nuestro juicio, revelador balance histo-
riográfico. Los primitivos estudios de Velázquez a
mediados del s. XVIII (en los que distinguió estas
monedas del resto designándolas como “bástulo-
fenicias”), las primeras catalogaciones modernas
de Delgado un siglo después y, sobre todo, los in-
mediatos estudios de Zobel de Zangroniz (quien
por primera vez usó el término “libio-fénices”, pro-
poniendo en trabajos fundacionales la relación del
alfabeto de estas monedas con el fenicio y el líbico,
aun señalando su diversidad) sirvieron ante todo
para definir el marco documental y fijar, de forma
aproximada, su procedencia y cronología, propo-
niendo en consecuencia algunas primeras inter-
pretaciones.
Con posterioridad, diferentes investigadores fue-
ron fijando, y en algunos casos agotando, las dife-
rentes líneas interpretativas consideradas
posibles. Al principio, se dieron pocos avances con-
cretos: todavía a finales del s. XIX, Heiss (que man-
tuvo la denominación “bástulo-fenicia”) incidió
simplemente en la relación norteafricana de las
acuñaciones, mientras Rodríguez de Berlanga (que
prefería calificar estas monedas como “tartesias”)
subrayó la que creyó segura relación con el mundo
fenicio-púnico (aunque por supuesto sin resulta-
dos epigráficos relevantes). Los trabajos de Schul-
ten (que prefería hablar también, aunque con
otras intenciones, de monedas “tartesias”) sirvie-
ron para mostrar, en sus intentos de interpreta-
ción epigráfica, las dificultades y debilidades de
una aproximación directa (y prejuiciada) a las le-
yendas conservadas. De forma no menos signifi-
cativa, los sucesivos estudios de Meinhof,
Schoeller o Zyhlarz a principios de los años 30 del
s. XX, o los de ten Wolde veinte años después, ex-
ploraron infructuosamente la vía líbico-bereber:
aunque algunos de ellos eran sólidos especialis-
tas en lenguas norteafricanas que llegaron a de-
fender la cercanía lingüística de la realidad
subyacente a las monedas libiofenicias con las
lenguas norteafricanas, no pudieron pasar, en el
análisis gráfico, de señalar algunas similitudes ca-
suales; de hecho, apenas si pudieron defender que
existiera una derivación peninsular de la escritura
líbica, optando algunos de ellos de forma revela-
dora por aceptar mejor para el alfabeto monetal
libiofenicio una relación o derivación de la escri-
tura púnica cursiva. Un buen reflejo del estado de
la cuestión a mediados del s XX lo proporciona un
trabajo muy crítico (y muy criticado) de Beltrán,
que, sin embargo, en su balance señalaba (si se
quiere con cierta exageración) lo que los anterio-
res estudios habían en el fondo establecido: que
la escritura monetal libiofenicia estaba lejos de
ser descifrada, constituyendo un sistema bien de-
finido y distinto, pero oscuro, dentro del panorama
peninsular antiguo; que sus signos eran sólo ais-
ladamente parecidos a los que presentaba el lí-
bico; y que no se correspondían con los del
alfabeto púnico ni eran interpretables directa-
mente por él, teniendo eso sí semejanza (una se-
mejanza que Beltrán consideraba “escasa”) con los
grafemas neopúnicos.
Con todo y con ello, ni las propias propuestas de
Beltrán ni las poco posteriores de Gil Farrés consi-
guieron grandes avances, que apenas se dieron
durante las tres décadas posteriores (en las que
cabe mencionar alguna interesante reflexión que,
mediante la comparación de la situación epigrá-
fica hispana con la de otros ámbitos, introducía
Preactas
39
nuevos conceptos, como la consideración de “al-
fabeto epicórico” para el signario libiofenicio pro-
puesta por Siles a mediados de los años setenta).
A principios de los ochenta apareció sin embargo
un trabajo que, recogiendo cuanto parecía ha-
berse establecido en años anteriores, parecía por
fin utilizarlo con provecho: Solà-Solé interpretó las
leyendas monetales en clave fenicio-púnica, con-
siderando su escritura como un sistema de tipo
neopúnico (muy diverso del resto, muy evolucio-
nado) que permitía lecturas de topónimos adscri-
bibles a la lengua fenicia. Desde entonces, las
lecturas de Solà-Solé, como se advierte en los fun-
damentales trabajos posteriores de García-Bellido
(y, secundariamente, también en los de Alfaro –
contribuciones a las que puede sumarse ahora la
aún reciente de Pérez Orozco) han constituido
algo así como una base general sobre la que, sin
embargo, ha sido necesario o bien señalar obvias
debilidades y ambigüedades, o bien corregir lec-
turas e interpretaciones (que en el fondo introdu-
cían nuevas ambigüedades e inconsistencias en el
conjunto de la interpretación de Solà-Solé).
Como resultado, parece en efecto que la vía inter-
pretativa más probable y productiva sea la neo-
púnica (esto es, la relación de la escritura
libiofenicia tal y como se presenta en los diferen-
tes ejemplares de monedas conservados con las
escrituras púnicas cursivas más tardías); pero no
puede en realidad hablarse de una verdadera in-
terpretación de conjunto, coherente y consistente,
y por lo tanto de un desciframiento del signarlo li-
biofenicio en esta clave. Como anticipábamos,
este hecho resulta tanto más sorprendente
cuanto que la existencia de un sistema gráfico de
referencia y de acuñaciones “bilingües” (o al
menos de cecas toponímicamente identificables)
debería facilitar unas lecturas sobre las que, por
el contrario, rara vez existe consenso.
En este y en trabajos sucesivos intentaremos, me-
diante una aproximación como decíamos estric-
tamente epigráfica, mostrar los detalles y las
posibles razones de esta situación. Anticipando al-
gunas de las líneas generales del análisis epigrá-
fico, hay que destacar, por un lado, las
particularidades que presenta el alfabeto mone-
tal estudiado cuando es tratado, tal cual se pre-
senta, como un efectivo sistema en uso: se trata
de un conjunto de grafemas de gran variedad en
relación a la base documental conservada (con
gran variedad gráfica dentro de una misma acu-
ñación y con gran diversidad gráfica entre acuña-
ciones); de hecho, si no se procede a una tentativa
asignación de valores en el estudio de cada le-
yenda, las distinciones y agrupaciones (semejan-
zas) entre trazos y signos se hacen ya difíciles; si se
asignan en cambio valores al conjunto, las ambi-
güedades son frecuentes, mientras que si se asig-
nan valores por grupos, las inconsistencias son
constantes. A ello hay que añadir que tal variedad
no es explicable en simples términos de uso: no
se aprecian tendencias gráficas, ni normalizacio-
nes claras; coexisten disgregaciones, inversiones,
cambios de inclinación, añadidos y pérdidas, que
no tienen una causa clara en una simple evolución
por uso (difícil en cualquier caso de explicar en los
márgenes espaciales y temporales en los que la
documentación se enmarca). Cabe por tanto pre-
guntarse si los signos presentes en las monedas
conservadas forman realmente, tal cual se nos
presentan, un sistema gráfico orgánico y regular o
si nos encontramos, en realidad, ante el reflejo
mediatizado del verdadero sistema gráfico en uso.
Esta última posibilidad abre de hecho algunas
consideraciones que, en último término, entron-
can con la evolución de los usos gráficos (y lin-
güísticos) en determinadas comunidades de la
Bética durante las primeras fases de la domina-
ción romana, e implican por tanto ulteriores re-
flexiones históricas sobre la base cultural de la
zona y sus cambios durante el periodo.
Preactas
41
El objetivo principal de esta ponencia es el
análisis de la circulación de productos, de
los mecanismos de intercambio y de las
pautas de consumo en el entorno de la paleode-
sembocadura del río Guadalquivir entre los siglos
V y II a.C. Para ello, primeramente, hemos selec-
cionado tres ciudades en las que se han docu-
mentado recientemente contextos datables en
este período: Caura (Coria del Río), Ilipa (Alcalá de
Río) y *Spal (Sevilla). En segundo lugar, hemos re-
visado excavaciones antiguas (Sevilla) y hemos es-
tablecido comparaciones con otras secuencias
estratigráficas y excavaciones del entorno (Itálica,
Cerro de la Cabeza, Cerro Macareno, Carmona).
Los productos objeto de este estudio son funda-
mentalmente cerámicos: envases anfóricos de di-
versas tipologías y procedencias, y las vajillas de
lujo y semilujo importadas, concretamente cerá-
mica ática y “tipo Kuass”. No obstante, la preten-
sión de establecer las pautas de producción,
importación y consumo nace en parte lastrada
por un problema hasta ahora insoluble que radica
en la imposibilidad de definir en algunos casos
qué productos se comercian y dónde se envasan,
ya que desconocemos los alfares y los contenidos
de determinados tipos anfóricos (Pellicer B-C y D).
Un problema añadido es la definición étnica de
estas ciudades y de estas producciones de las que
se desconoce su origen, a las que sintomática-
mente se les han denominado “iberopúnicas” o
“turdetanas”.
Centrándonos en el flujo de envases destinados al
transporte y a la vajilla de mesa, desde el punto
de visto diacrónico hay un punto de inflexión en el
siglo IV a.C. Hasta entonces las importaciones me-
diterráneas, aunque presentes, eran escasas, y la
circulación de productos alimenticios se hacía en
envases anfóricos (Pellicer B-C), a los que se le su-
pone una producción local, o en ánforas salazo-
neras del área del Estrecho en sentido amplio,
incluyendo también la costa malacitana. A partir
del siglo IV a.C. la proporción de productos prove-
nientes de los talleres gadiritas y de la campiña
circundante aumenta exponencialmente, con un
período de apogeo centrado en el siglo III a.C. En lí-
neas generales podemos afirmar que una parte
mayoritaria de las ánforas importadas registradas
fueron fabricadas en los talleres de Gadir, ciudad
que se constituye en el primer, y casi único, inter-
locutor comercial de *Spal. Tan sólo durante la se-
gunda Guerra Púnica y tras la conquista romana
llegan productos de procedencias más lejanas,
como los contenidos en los envases púnicos cen-
tromediterráneos T-5.2.3.1 y T-7.2.1.1, o las ánfo-
ras grecoitálicas de vino campano; pero aún éstas
arriban al emporio fluvial teniendo a Gadir como
escala intermedia.
Por los productos transportados en los tipos mejor
documentados, sabemos que las producciones pis-
cícolas fueron las más demandadas, en una se-
cuencia ininterrumpida desde fines del siglo VI o
principios de V a.C. hasta la Antigüedad Tardía. Así
parece demostrarlo la presencia, siquiera residual,
de los tipos T-11.2.1.3, T-11.2.1.4 y T-12.1.1.1, los tí-
picos envases salazoneros fabricados en las costas
del Estrecho desde fines del siglo VI hasta el III a.C.
La continuidad de estas exportaciones está defi-
nida por las ánforas T-8.2.1.1, T-9.1.1.1, T-7.4.3.1 y T-
7.4.3.3, que certifican el flujo constante de ánforas
salsarias púnicogaditanas desde el siglo IV al I a.C.
Comercio y consumo de productos púnicos en tresciudades turdetanas: Caura, Ilipa y Spal.
J. L. Escacena Carrasco, E. Ferrer Albelda y F. J. García Fernández
42
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
La función de *Spal como centro de consumo, pero
sobre todo redistribuidor de estos productos,
queda patente si analizamos los contextos de
otros centros poblacionales de su entorno. No
obstante, en el análisis de dicha función es preciso
hacer una distinción cronológica, definida sinto-
máticamente por la conquista romana. A partir de
los datos dispersión actuales, las ánforas T.8.2.1.1,
características de los siglos IV y III a.C., tienen una
distribución en el área turdetana que no supera
un radio de 50 km desde Spal, pues los lugares
más alejados donde se han registrado son Car-
mona y Vico. Sin embargo, los envases T.9.1.1.1,
propios del siglo II a.C., penetran por el valle del
Guadalquivir, documentándose en Corduba, e in-
cluso en un poblado ibérico tan lejano como el
Cerro de la Cruz (Almedinilla, Córdoba).
Después de las salazones y salsas saladas de pes-
cado, otro producto que afluye a las instalaciones
empóricas y se redistribuye a otros centros cerca-
nos, como Ilipa, es el aceite de oliva contenido en
las ánforas T-8.1.1.2, habituales en los contextos
del siglo III a.C. Sus alfares, de los que se desconoce
su exacta localización, se ubicaban en la campiña
de Cádiz, y el contenido debió de producirse en las
factorías que, como Cerro Naranja, explotaban el
territorio de ciudades Asta, Eboura o Asido.
Resulta evidente, pues, el carácter empórico de
*Spal, hipotético para tiempos anteriores al siglo IV
a.C. por la ausencia de datos contextuales y mate-
riales determinantes, aunque no deja de ser presu-
mible dada su situación geográfica y su evolución
posterior. El predominio de envases anfóricos sobre
otras producciones cerámicas en todos los contex-
tos revisados de los siglos IV al II a.C, ya es un dato
significativo que parece evidenciar la proliferación
de edificios y basureros relacionados, respectiva-
mente, con el almacenamiento y la amortización
de recipientes comercializados. Por otro lado, el ori-
gen de una parte importante de los contenedores
y de algunas vajillas, como la cerámica ática de bar-
niz negro o la cerámica “tipo Kuass”, hace patente la
vinculación de *Spal con Gadir, y su carácter de cen-
tro redistribuidor de productos propios y ajenos.
La composición de los repertorios cerámicos, y es-
pecialmente de los anfóricos, contextualizados en
Spal, Ilipa y Caura no constituye una excepción si
establecemos comparaciones con asentamientos
de su entorno inmediato. Las concomitancias con
los elencos de otras áreas integradas en el “Círculo
del Estrecho”, como los de las comarcas ribereñas
del lacus Ligustinus (Cerro Macareno, Pajar de Ar-
tillo, Lebrija, etc.), la campiña y la bahía gaditanas
(Doña Blanca, Las Cumbres, Cerro Naranja, Asta,
etc.), y también de la costa onubense (Onuba, Ili-
pla, La Tiñosa), el Algarve (Baesuris, Cerro da Rocha
Branca, Faro, Tavira, Monte Molião) y el norte del
Marruecos atlántico (Kuass), ponen de manifiesto
una comunidad de intereses por integración en
una estructura comercial, en la que Gadir debió
jugar el papel de puerto receptor de importacio-
nes mediterráneas y difusor de sus propios pro-
ductos, mientras que otros centros de rango
menor como Onuba, Castro Marim, o la propia
*Spal, ejercerían el papel de redistribuidores de
sus respectivas áreas de influencia, y como consu-
midores de los productos de procedencia gadirita
(aceite, vino, salazones, etc.). Estas analogías ob-
servadas en la procedencia y distribución de los
envases de transporte son extensibles, aunque en
menor medida, a la vajilla de lujo o semilujo, re-
presentada en la vajilla “tipo Kuass”, y a algunos
recipientes de cocina y mesa, como los morteros,
platos de pescado, cazuelas de borde ranurado y
jarras monoansadas fabricadas en los alfares de
Gadir.
La recuperación del tránsito comercial de *Spal
durante los siglos IV y III a.C. no debe interpre-
tarse, por tanto, con un fenómeno aislado, sino
como una manifestación más de la reactivación
económica y comercial del área atlántica que al-
gunos autores atribuyen a la creciente presencia
cartaginesa, a la subsiguiente implantación de co-
lonos norteafricanos y a la reestructuración de la
propiedad de la tierra. Empero, la mayoría de los
estudios que han analizado este fenómeno con-
templan este proceso como los síntomas de un
período de apogeo y de expansión económica y
comercial de Gadir.
Preactas
43
Si hacemos un balance del conocimiento
que hemos adquirido a partir de las fuen-
tes literarias del desarrollo de los asenta-
mientos de la costa mediterránea andaluza entre
los siglos VI y III a.C. podemos llegar a la conclu-
sión de que éste es enormemente exiguo y poco
consistente, no en vano se trata de noticias apa-
rentemente muy contradictorias por lo que se re-
fiere a su filiación étnica y en consecuencia muy
poco es lo que se puede deducir respecto a su ar-
ticulación política, si no es a partir de indicios muy
indirectos 1.
Tampoco se ha podido avanzar decisivamente
sobre el origen de los topónimos de unos asenta-
mientos que las fuentes insisten en señalar a
veces como de origen fenicio-púnico. Si bien algu-
nos autores han buscado y siguen buscando pa-
ralelos y etimologías de esta filiación, otros
insisten en negarla y sugerir generalmente un ori-
gen indígena o como adstratos líbicos o de otras
partes del Mediterráneo. Así ha llegado a recha-
zarse la filiación fenicio-púnica de los nombres de
Abdera (Adra), Sexi (Almuñécar), Malaka (Málaga),
Cartima (Cártama) o Suel (Sanmartín 1994: 231-
238; Villar, 2000: 293, 296). Lo cual plantea no
pocos problemas de confrontación con lo que las
evidencias arqueológicas recogidas estos últimos
años, ya absolutamente abrumadoras, nos vienen
mostrando: que se trata prácticamente en todos
los casos de fundaciones ex novo sin asentamien-
tos indígenas previos y que su devenir cultural
hasta época romana siguió siendo fenicio-púnico,
sin revelar ningún indicio en su cultura material
de haber pasado bajo dominio de alguno de los
estados ibéricos que se conformaron en el interior.
Existen, pues, pocas razones que puedan justificar
la atribución de un nombre no fenicio para la ma-
yoría de estos enclaves. A este respecto, nos sigue
pareciendo que el nombre de Abdera puede tener
una relación convincente con Abaddir, del fenicio
‘bn’dr, que podría significar “gran piedra” o bien
“piedra fuerte” (López Castro, 2007: 163); El nom-
bre griego Molibdine, la localidad mastiena citada
por Hecateo, cuyo significado es “la del plomo”, pa-
rece tener que ver con un lugar donde se obtiene
plata (Gangutia, en THA II a: 151). Quizás una de-
nominación griega de Baria (Villaricos, Almería)
por su riqueza en plomo argentífero procedente
de Sierra Almagrera y alrededores. Un asenta-
miento que al igual que Abdera son fundaciones
fenicias antiguas y presentan continuidad con res-
pecto a la fase anterior y crecimiento de carácter
urbano a partir del s. VI a.C., y especialmente
desde el V a.C. (López Castro, 2007: 174-175).
Sexi (Almuñécar) es mencionada con numerosas
variantes en los textos mientras en las monedas
de leyenda neopúnica aparece como SKS y su
nombre recuerda al de Šuks(u), actual Tell Sūkūs
en la llanura costera siria, que E. Lipinski (1984:
119) considera nombres idénticos2.
Malaka, cuya denominación Sola Solé (1960: 496)
consideró entre otras posibilidades como de ori-
gen fenicio, se podría relacionar con Malah, “ma-
rino”, más un segundo elemento -‘k con el
significado de “Pieu d’amarrage” y por extensión
“puerto”3. Estos componentes onomásticos po-
drían ser refrendados por las noticias que señalan
a Malaka como importante fondeadero de la costa
oriental andaluza en época púnica y romana. His-
La organización y la explotación del territorio del litoral occidental deMálaga entre los siglos VI-V a.C.: De las evidencias
literarias a los nuevos datos arqueológicos.Fernando López Pardo y José Suárez Padilla
44
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
tóricamente no tendría sentido considerarlo un
nombre líbico por mucho que se quiera relacionar
con el nombre del río Molokhath (actual Muluya)
y la localidad homónima, so pena que los restos
de ocupación fenicia y romana de la desemboca-
dura del río norteafricano (Kbiri Alaoui et al., 2004:
602-603) no permitan considerar incluso a éste úl-
timo también de origen semita. Es probable, in-
cluso, que Cartima (Cártama), que parece
incorporar el elemento Qart (ciudad), fuera en ori-
gen tomado del topónimo fenicio oriental *qrtm
(localidad sidonia transcrita en textos neoasirios
de Assarhadón como uniQar-ti-im-me) por más que
la interpretación como “Ville-sur-Mer” (Lipinski
1984: 119) no pueda ser tomada en consideración
por no estar al borde del mar.
El Cerro del Castillo de Fuengirola (Málaga) ha
aportado suficientes evidencias para identificarlo
con Suel, de la cual Esteban de Bizancio recoge de
fuentes antiguas que era una ciudad mastiena. El
yacimiento, del que han sido estudiados especial-
mente sus materiales griegos que arrancan de la
primera mitad del s. VI a.C., formaba una antigua
península y presenta las cerámicas locales carac-
terísticas de los asentamientos fenicios de la zona.
Conocido por varias referencias antiguas que
ponen de manifiesto su importancia en época ro-
mana4, alcanzó el estatuto municipal (Municipium
Suletanum)5 y conservó reminiscencias de su
nombre en la denominación del castillo de época
islámica, Sohail (Hiraldo Aguilera et al. 1992: 313).
El topónimo ha sido considerado de origen semita
y se ha relacionado con el hebreo Š�‘�l (chacal) o
bien con Š�‘al (la palma de la mano) (Sola Solé,
1960: 498). Semejante es el topónimo bíblico
Šū‘ūl, territorio perteneciente a la tribu de Benja-
mín (Sam. 13:17) de ubicación desconocida y la
ciudad de Hazar- Šū‘ūl (Jos. 15:28; Neh. 11:27) al
sur de Judá. Su nombre también muestra cierta
semejanza con el del asentamiento púnico en
Túnez conocido en época romana como Usula
(Act. Inchilla, Túnez, entre el golfo de Hammamet
y el de Gabes)6.
La filiación fenicia parece más discutible para los
nombres de Salduba y Mainobora, pudiendo tra-
tarse incluso de asentamientos indígenas más o
menos próximos a la costa.
Salduba, se viene identificando con el yacimiento
de “El Torreón” (Estepona, Málaga), en la desem-
bocadura del río Guadalmansa, aunque no la po-
demos considerar segura. El sitio ofrece
materiales hallados en superficie en una conside-
rable extensión y en sondeos que no apuraron
toda la estratigrafía que se fechan cuando menos
en el s. VI a.C. Salduba fue situada por Plinio (Nat.
3, 8) entre los oppida de Barbesula (sobre el río
Guadiaro) y Suel (Castillo de Fuengirola). Mela (2,
24) fija su emplazamiento a continuación de Bar-
besula y el enclave de Lacipo hoy localizable en
Alechipe (cerca de Casares, hacia el interior), si-
tuando Salduba entre éste y Malaka, lo que en pri-
mer lugar apunta poca seguridad para
considerarla claramente una localidad costera y
añade la posibilidad de que se encuentre más
cerca de Málaga si pasamos por alto la noticia de
Plinio y tenemos en cuenta la información que
nos reporta Ptolomeo (4, 7) que la localiza clara-
mente entre Suel y Malaka7. También desafortu-
nadamente el nombre se nos ha conservado sólo
en fuentes de época romana, lo cual impide ase-
gurar que se trate de una ciudad de origen real-
mente arcaico.
El nombre puede ser tanto de origen indígena8
como fenicio-púnico. Es posible que *Sald- pueda
pertenecer a una tradición fenicia o púnica pre-
sente también en el norte de África, donde tene-
mos un topónimo con el mismo componente:
Saldae (Ptol. 4, 2, 9) (Bejaïa, Argelia), localidad que
cuenta con hallazgos púnicos de al menos el siglo
III a.C. (Salama, 1979: 111). Por otro lado *ŠcLDY’
aparece como nombre propio en varias inscrip-
ciones neopúnicas de Tripolitania (Fuentes Esta-
ñol 1980:241). Por su parte el sufijo –uba,
interpretado habitualmente como un típico ele-
mento de la toponimia tartésica o turdetana
cuenta con numerosos paralelos en Túnez y Arge-
Preactas
45
lia oriental y puede ser un añadido posterior coin-
cidiendo con la sufijación de una cantidad impor-
tante de topónimos ibéricos del sur peninsular,
pues sólo aparece en fuentes tardías. Salduba se-
guramente volvió más tarde a recuperar su nom-
bre original, Saldo, mencionado por el Anónimo de
Rávena (344.3).
De Mainobora poco sabemos aparte de que He-
cateo la considere una ciudad mastiena (Stb. Byz.
s.u. ūūūūūūūūū; THA II b: 964). Desgraciadamente,
con esta denominación es la única noticia que se
tiene, pero A. Tovar (1974: 78-79) ya reparó que se-
guramente se trate de la Maenoba o Maenuba ci-
tada por fuentes de época romana. Tanto Mela (2,
96) como Plinio (Nat. 3, 8) en su secuencia de lo-
calidades de la franja litoral, insertan Mainoba o
Mainuba entre Malaka (Málaga) y Sexi (Almuñe-
car), lo cual permitiría localizar el asentamiento
en la parte media o baja del río Vélez. H. Niemeyer
la identifica directamente con el asentamiento fe-
nicio de la desembocadura (1979-1980: 279-302)9.
En los últimos años el registro arqueológico va
despejando de forma bastante clara la diferencia
cultural entre los asentamientos de la franja cos-
tera malagueña, de filiación fenicio-púnica y los
asentamientos del interior que se agrupan en
torno a formaciones estatales indígenas de tipo
ibérico (Suárez Padilla et al. 2006: 296). Algo que
sucede igualmente en la costa granadina y alme-
riense10. Por ello parece difícil de compaginar que
Hecateo de Mileto, en torno al 500 a.C. se refiera
a los mastianos como ethnos11 en una secuencia
de pueblos indígenas y Herodoro de Heraclea a
fines del s. V a.C. señale a los mastinos como
phula12 (tribu), para pasar el primero a enumerar
ciudades “mastienas” en la costa mediterránea
andaluza que según todas las evidencias son de
origen fenicio-púnico, pues son algunas de las
antes mencionadas: Suel, Mainobora, Sixo y Mo-
libdine. Por ello nos parece convincente que se
haya puesto en cuestión la fiabilidad de las jerar-
quizaciones etnográficas expuestas por el geó-
grafo y el mitógrafo griegos (Moret 2006: 43;
Ferrer Albelda 2008: 56), aunque no se pueda sos-
layar ni la autenticidad de los etnónimos ni la ca-
lificación como mastienas de algunas de las
ciudades costeras antes mencionadas.
La mayoría de las localidades que hemos venido
mencionando, incluso las que fueron calificadas
de mastienas, deben ser tenidas en cuenta, pues,
en la discusión sobre la articulación política del
mundo fenicio occidental a partir del s. VI a.C. A
este respecto, la hipótesis con mayor solera pos-
tulaba una dependencia férrea de este ámbito del
Imperio Cartaginés13. Sin embargo, a la luz del re-
gistro arqueológico se han hecho nuevas pro-
puestas que matizan o descartan claramente la
anterior. Así, se ha considerado en primer lugar
que las ciudades fenicias occidentales contaban
con una notable autonomía pero sobre las que pe-
saba algún tipo de control indirecto de Cartago
(González Wagner, 1985: 437-460), que podría ha-
berse materializado en una cierta hegemonía car-
taginesa mediante alianzas desiguales (López
Castro, 1991: 73-86)14. Al hilo de estas últimas pro-
puestas y quizás siguiendo el ejemplo griego de la
Liga Ático-Délica se ha sugerido la existencia de
una “Liga Púnico-Gaditana” (Arteaga, 1994: 25-
58). También se ha postulado la existencia de un
imperio gaditano que abarcaría todo el ámbito oc-
cidental sobre la base de un particular análisis de
ciertos items arqueológicos comunes y la impor-
tancia que dan los textos antiguos a la ciudad15.
También, las referencias a Mastia, a los mastienos
en el ámbito del Estrecho de Gibraltar y la califi-
cación como mastienas de algunas de las ciuda-
des de filiación fenicia del litoral mediterráneo
andaluz han posibilitado la consideración de que
al menos desde la época de Hecateo se configura-
ron dos entidades políticas fenicias occidentales
diferenciadas y separadas por el Estrecho: una nu-
cleada por Gadir cuyo radio de acción sería el lito-
ral atlántico marroquí e hispano hasta el
Guadiana, y otra por la ciudad de Mastia, al este
de las Columnas de Heracles, que abarcaba a las
llamadas poleis mastienas16.
46
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Sin duda, ha favorecido esta propuesta la idea de
que Mastia, tradicionalmente ubicada en donde
luego se fundará Carthago Nova, a partir de una
ambigua referencia de Avieno17, se considere re-
cientemente que se trata de una localidad pró-
xima al Estrecho de Gibraltar (García Moreno,
1993: 211; Ferrer, De la Bandera, 1997: 65-72).
Pero el caso es que siguiendo las fuentes de ori-
gen más antiguo no conocemos una referencia ex-
plícita a Mastia como ciudad, y por otro lado se
puede considerar cuando menos extraño que
desde mediados del s. IV a.C. no se conserve un
rastro literario de una supuesta urbe de primer
orden, inexplicable incluso en el caso de que hu-
biera sido destruida o abandonada.
En realidad, si seguimos a Esteban de Bizancio, He-
cateo de Mileto no llegó a citar Mastia como ciu-
dad. El geógrafo, ciertamente, habla sólo de poleis
mastienas y califica como tales Mainobora y Mo-
libdine. También sería mastiena Sialis (St.Byz. s.u.
ūūūūūū (THA II b: 974). Aunque Esteban de Bizan-
cio no especifica de quien recoge en este caso tal
adscripción para Suel, viene siendo admitido que
procede de Hecateo1, pues es del único autor del
que toma este apelativo en las otras ocasiones.
Por su parte el autor bizantino al referirse a Sixo,
dice que es una ciudad de los mastienos y extrae
de Hecateo la frase literal: “Más allá está la ciudad
de Sixo” (THA II b: 975).
Incluso, en la obra de Esteban de Bizancio no
existe una voz relativa a Mastia, de lo que se po-
dría colegir que no había encontrado en Hecateo
una referencia a ésta como ciudad. En realidad
sólo encuentra en el autor griego, aparte de las
ciudades mastienas, una referencia a los mastia-
nos (St.Byz. s.u. ūūūūūūūūū) y otra a los mastienos,
a continuación de los elbestios (St.Byz. s.u.
’ūūūūūūūūū), como pueblo cercano a las Columnas
de Heracles. Es sólo en el contexto de la voz refe-
rente a los mastianos, cuando el propio autor bi-
zantino señala que son llamados así por la ciudad
de Mastia, información que no parece haber ob-
tenido del geógrafo de Mileto. Probablemente
procede de su lectura (inexacta) de Polibio, pues
más adelante introduce la voz Tarseio (St.Byz. s.u.
ūūūūūūūū) como nombre de una ciudad junto a las
Columnas de Heracles que cree citada por Polibio
en su libro tercero (THA II b: 976)19. Precisamente
Mastia y Tarseio son los dos nombres recogidos
juntos en el Segundo Tratado romano-cartaginés
(ca. 348 a.C.) (3, 24), traducido por Polibio no sin
cierta dificultad. Pero Polibio, que menciona dos
veces Mastia Tarseion o Mastia y Tarseion20, pri-
mero en su comentario y después cuando traduce
el tratado, no comenta en ningún caso que se
trate de urbe alguna, mientras que del topónimo
que antecede a ambos especifica que es un pro-
montorio (Kalos Akroterion)21. Ello podría ser un
indicio de que lo que leyó Polibio como “Tarseion”
en el ya viejo documento del tratado fuera un tér-
mino ininteligible para él y que en realidad expli-
citara a que se refería toponímicamente Mastia, o
bien un segundo topónimo que definiera el límite
de comercio en el punto que separaba ambos lu-
gares o territorios22.
Por contra, Esteban de Bizancio ofrece una en-
trada sobre Massia (s.u. ūūūūūū), que habría que
identificar con Mastia2, que atribuye a Teopompo,
autor del s. IV a.C., el cual especifica que se trata
de una ūūūū (región, territorio) situada junto a los
tartesios (THA II b: 961). La consideración de Mas-
tia como corónimo en vez de como ciudad nos
permite suponer a los asentamientos calificados
como mastienos por Hecateo simplemente como
enclaves instalados en un territorio, independien-
temente de su filiación étnica y cultural, y que se
puedan considerar como mastienos tanto a los in-
dígenas de la región como a las ciudades fenicias
de la costa, en tanto que ocupantes ambos de un
territorio compartido, Mastia24.
Esta interpretación no afecta propiamente a la de-
limitación que parece señalar el Segundo Tratado,
pues puede seguir manteniéndose la tesis de un
límite en el ámbito del Estrecho, donde parece en-
contrarse el confín de la región mastiena. Tiene
trascendencia, sin embargo, en cuanto al análisis
de la articulación política de las ciudades costeras,
que no serían en realidad dependientes organiza-
Preactas
47
tivamente de un estado ibérico, algo totalmente
descartado, o de una supuesta importante ciudad
fenicia conocida como Mastia, de la que lógica-
mente no sabemos nada. Las distintas poleis feni-
cias de la costa mediterránea con sus territorios y
asentamientos menores podrían ser seguramente
autónomas, conservando sus tradicionales víncu-
los con Gadir una vez casi extinguidos los que
mantenían con Tiro, adquiriendo otros nuevos con
Cartago, de cuyo alcance y organización descono-
cemos prácticamente todo25.
El panorama arqueológico que se deriva del estu-
dio del territorio existente entre la ciudad de Ma-
laka y el río Crisos (Guadiaro), en el que se
localizan asentamientos referidos anteriormente,
como Suel y Salduba, podría aportar alguna infor-
mación que podría añadir alguna clave que per-
mita ahondar en la organización económica y
política de estas comunidades instaladas en el pe-
rímetro litoral situado al Este del Estrecho de Gi-
braltar.
El punto de partida necesario exige aproximarse
al estado de la investigación sobre la ciudad de
Malaka y su territorio inmediato, a partir del se-
gundo tercio del siglo VI a.C. y previo a la integra-
ción de estas tierras en la esfera de Cartago.
Las excavaciones arqueológicas más recientes no
dejan de resaltar la importancia de la ciudad feni-
cia en este momento, concretamente entre la se-
gunda mitad del siglo VI a.C y el siglo V a.C., en
consonancia, como ya dijimos, con lo que se viene
documentando en otras urbes de la costa oriental
andaluza. Destaca la circunstancia de que se cons-
tata un nuevo plan urbanístico que amortiza las
construcciones precedentes al menos en algunos
sectores de la ciudad, aunque aparentemente se
mantienen los límites murados del periodo pre-
cedente en algunos tramos (al que parece se le
añaden elementos que tienden a hacerlo más
complejo (Suárez et al., 2007: 225). También por
estas fechas se documentan enterramientos que
evidencian la importancia que han adquirido las
oligarquías, consistentes en hipogeos de cuidada
factura con inhumaciones de individuos ataviados
de ricos adornos personales (Martín y Pérez,
2002).
En este sentido, la producción alfarera de núcleos
como el Cerro del Villar (Aubet et al., 1999: 130),
interpretado en estos momentos como un área in-
dustrial vinculada a la ciudad, evidencia la elabo-
ración de una serie de productos que van a
resultar de gran interés para caracterizar el ám-
bito económico de esta región (en el que la pro-
ducción de contenedores cerámicos para el
envasado de productos piscícolas sigue siendo do-
minante), así como un excelente referente crono-
lógico sobre todo para momentos anteriores al
siglo IV a.C.
Junto a ello, en el perímetro inmediato de la ciu-
dad de Malaka surgen asentamientos de origen
indígena desde el siglo VI a.C., que están manifes-
tando las nuevas relaciones de poder establecidas
con el mundo indígena. Es el caso del interesante
asentamiento del Cerro de la Tortuga (Gambero,
2009), que pudo jugar un papel en la Bahía pare-
cido al que juegan sitios como el asentamiento
ibérico de Mas de Pontos, en la vecindad de Em-
porion y Rhode. La consolidación territorial que se
deriva del afianzamiento de los oppida ibéricos en
el transpais de las colonias fenicias (Recio, 2002)
debe ser una de las claves a la hora de entender
los ámbitos políticos correspondientes a ambas
comunidades. Lo que también parece evidente, es
la importante dependencia económica existente
entre púnicos e ibéricos, como se puede inferir de
al menos la similitud tipológica observada en los
ajuares cerámicos de los siglos VI-V a.C. docu-
mentados en oppida como Aratispi (Perdiguero,
2005), localizado en una zona estratégica de co-
municación con zonas de alto interés agropecua-
rio de primer orden como la Vega de Antequera.
Además de las relaciones establecidas en sentido
Norte-Sur entre el mundo púnico y el transpaís
ibérico, la arqueología indica que a partir de mo-
mentos posteriores al primer tercio del siglo VI
a.C. se van a fundar nuevos asentamientos coste-
48
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
ros situados en la desembocadura de los ríos se-
cundarios más importantes del territorio, caso de
los ya comentados Torreón (Salduba?) (desembo-
cadura del Guadalmansa) y Cerro del Castillo-Suel
(río de Fuengirola). Aunque no alcanzan las 2 Has.
de extensión, se trata de núcleos que ejercerán de
cabecera del territorio, que ordenaran sus respec-
tivos ámbitos productivos hasta época romana.
En un primer momento (siglos VI-V a.C.), los ajua-
res documentados en algunos de estos poblados
son muy similares a los existentes en la propia
Malaka, lo que hace pensar que pueden corres-
ponder a asentamientos púnicos derivados de an-
tiguas localidades fenicias establecidas en el
mismo lugar o en sitios cercanos, como Río Real,
en una dinámica que podría recordar a la génesis
del poblado de Cerro del Mar en la desemboca-
dura del Vélez. En conjunto, todas estas reestruc-
turaciones podrían responder a una estrategia
política de ordenación del territorio costero desde
la metrópolis malacitana.
No obstante, resulta aún difícil interpretar el papel
jugado por las comunidades indígenas en la con-
figuración política y poblacional de estos nuevos
asentamientos de primera línea de costa. No po-
demos olvidar que este territorio tiene ocupación
local desde antiguo, constatada gracias a asenta-
mientos como Castillejos de Alcorrín (Manilva) o
Cerro de la Era (Benalmádena), y que las estrechas
relaciones establecidas entre ambas comunidades
son conocidas desde que se investigó Casa de
Montilla, en la desembocadura del Guadiaro
(Schubart, 1989).
Junto a estos asentamientos se documenta la pre-
sencia de otros de menor tamaño, caso de la Cala
de Mijas, el último horizonte documentado en el
Cerro de la Era, así como otros establecimientos
que debían ser núcleos reducidos o cortijadas, al-
gunas de la cuales también se han definido en la
Costa oriental malagueña en fechas recientes.
Esta potencial implantación de asentamientos pú-
nicos, posible refuerzo de la política púnica de Ma-
laka, puede ser consecuencia directa de las trans-
formaciones acontecidas en el seno de las comu-
nidades indígenas, que en el siglo VI a.C. podrían
tener sus asentamientos de cabecera en lugares
como Villa Vieja, en Casares (Suárez et al., 2006),
posible oppidum indígena que se correspondería
con la primera línea del interior autóctono. Al otro
lado del río Guadiaro, los asentamientos ibéricos
de Castellar y Jimena de la Frontera (futura Oba)
reforzarían la hipótesis de la existencia de esta po-
sible “frontera” entre los territorios púnicos e in-
dígenas del interior.
Entre los siglos IV-III se documenta la continuidad
de los asentamientos más importantes del terri-
torio, como el Torreón y previsiblemente Barbe-
sula, aunque desaparecen otros (Villa Vieja, Torre
de la Sal, Mijas, la Era) y se observan importantes
reestructuraciones en algunos poblados (Cerro
Colorado). Esta coyuntura supone un cambio evi-
dente en la ordenación política del territorio, qui-
zás consecuencia del establecimiento de nuevas
relaciones entre los oppida iberos y la ciudad de
Malaka. No obstante, como ya comentamos, pa-
rece también manifiesta una influencia progre-
siva de Cartago en estos territorios a partir de
estas fechas.
1 Así lo pone de manifiesto la sucesión de pro-
puestas y contrapropuestas realizadas por los es-
tudiosos.
2 Sin embargo F. Villar (2000: 293), por su parte,
considera que Sexi se corresponde con el numeral
indoeuropeo “seis”.
3 Lipinski, 1992: 121-133.Este último término, al
parecer, está bien atestiguado en la toponimia de
los semitas occidentales. Por ejemplo en Pseudo
Escílax 111 (94): “La isla de Akion, con una ciudad
y un puerto”. Entre Iol y Siga. Antepasado quizás
de Portus Magnus (Argelia occ.).
4 Mel. 2, 94, Plin. Nat. 3, 8; Ptol. 2, 4, 7; I. Ant. 405,
8; St.Byz. s.u. ūūūūūū; Ravenate 305, 7 y 344, 8.
Preactas
49
5 CIL II, 1944; Rodríguez Oliva, 1981: 49-66.
6 Usalitanorum (CIL I, 200, 1.79; Peyras, 325).
7 A partir de Mela no es posible decantarse entre
el tramo sugerido por Plinio (Barbesula-Suel) o el
de Ptolomeo (Suel-Malaka), pues Mela se equivoca
al situar Suel (Castillo de Fuengirola) entre Sexi
(Almuñecar) y Abdera (Adra).
8 Respecto al nombre indígena de Zaragoza, que
se llegó a considerar otra Salduba, se puede decir
que no tiene conexión con los topónimos acaba-
dos en –uba, pues en las monedas aparece como
Saltuie, en epigrafía turma sallutiana (CIL I, 709) y
en el texto de Plinio aparece en los códices con dis-
tintas variantes: Salduva, Solduba, Salduvia. Según
F. Villar (2000: 102 y 124) Mayhoff corrigió las lec-
turas de los manuscritos para igualar este nom-
bre con la Salduba meridional.
9 Sobre su improbable relación con Mainake, véase
por último, Domínguez Monedero: 2006: 66-67.
10 Abdera y Baria, las últimas localidades que se
venían relacionando más con Cartago, son funda-
ciones fenicias más antiguas y presentan conti-
nuidad con respecto a la fase anterior y
crecimiento de carácter urbano a partir del s. VI, y
especialmente desde el V a.C. (López Castro 2007:
174-175).
11 St. Byz. s.u. ūūūūūūūūū.
12 FgrHist 31 F 2 a.
13 Un reciente repaso a las distintas propuestas se
puede ver en Martín Ruiz 2007: 13-44.
14 También hay que tener en cuenta, como señala
E. Ferrer Albelda (1998: 40) que la organización del
territorio en unidades políticas no tuvo por que
ser estable en el transcurso de los siglos VI-III a.C.
y la presencia y hegemonía cartaginesa fue clara-
mente en aumento.
15 En contra Ferrer Albelda (1998: 42): “parece
equivocado considerar todo el territorio fenicio
occidental como una sola unidad política bajo la
hegemonía de Cartago o la de Gadir”.
16 La situación habría cambiado ya en el 348 a.C.
cuando las poleis mediterráneas ya no estarían
bajo la dominación o hegemonía de Mastia (Fe-
rrer Albelda 1998: 42 y 43, fig. 2).
17 Avieno menciona un oppidum Massienum (O.M.
450) al que se refiere a continuación como urbs
Massiena (O.M. 452), que parece localizar en Car-
tagena o su entorno. Sin embargo, unas líneas
antes señala que el río Criso (Guadiaro, próximo
al Estrecho de Gibraltar) divide a cuatro pueblos,
entre los que están los Massieni (O.M. 419-422).
18 “Sialis, ciudad de los mastienos. <ūūūūūūūū
ūūūūπū>” ūNenci 1954: fr. 52; Gangutia, THA II a:
151 n 303).
19 Esteban de Bizancio considera Mastia y Tarseion
dos nombres diferentes (Moret 2002: 265).
20 En el texto del tratado no se puede discernir gra-
maticalmente si Tarseiou es un complemento del
nombre Mastia, ambos en genitivo, o si es un ter-
cer nombre yuxtapuesto a Kalon Akroterion y a
Mastia (Moret 2002: 265). Tampoco la introduc-
ción de Polibio aclara el asunto, ambos están en
nominativo, uno en femenino y el segundo en
neutro. Moret (2002: 265) considera que la única
lectura posible es la que distingue dos topónimos,
Mastia y Tarseion. Como nombre compuesto no
encuentra en griego composiciones semejantes.
21 Según este acuerdo el comercio, la colonización
y la piratería, quedarían prohibidos a los romanos
más allá del Cabo Bello, Mastia y Tarseion (o Mas-
tia Tarseion), además de Libia y Cerdeña, permi-
tiéndose el comercio en Cartago y en la parte de
Sicilia controlada por los cartagineses.
22 Moret (2002: 269-270) llega a la conclusión a
través del análisis del texto de Polibio de que Mas-
50
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
tia pudo ser una localidad norteafricana situada
al oeste de Cartago y Tarseion se encontraría en
Cerdeña, pero sin haber podido localizar refrendo
toponímico en ninguna de las dos zonas. No obs-
tante, no son pocas las aportaciones que realiza
en su estudio. Por su parte, últimamente E. Ferrer
(2008: 59 n 7) se sigue reafirmando en que hay su-
ficientes evidencias para considerar a Mastia y a
Tarseion como territorios de Iberia con el estrecho
de Gibraltar como límite entre ambos. Una pro-
puesta que nos parece muy convincente.
23 Dada la frecuente alternancia de -ss- y -st- en
griego (Gangutia en THA II a: 150 y n. 300).
24 Para el gramático Esteban de Bizancio Malaka
es simplemente una ciudad de Iberia y toma como
único autor de referencia a Marciano (THA II b:
961). Pero nadie discute a partir del registro ar-
queológico que se ha venido descubriendo en los
últimos años que desde su origen es una ciudad
fenicia (Suárez et al. 1999-2000: 260; Cisneros et
al. 2000: 192-193); Su pocas evidencias epigráfi-
cas, que se registran al menos desde el s. VI a.C.,
también son fenicias (Mederos Martín, Ruiz Ca-
brero, 2006: 155).
25 Ello sería más acorde con propuestas como las
de J.L. López Castro (2004: 150), para quien en ori-
gen “los fenicios occidentales no constituirían un
“estado étnico” sino un conjunto de colonias de-
pendientes de una ciudad-estado que comparti-
rían rasgos étnicos y que posteriormente se
articularían como nuevas ciudades-estado legiti-
madas por sus orígenes.” Lo que no es obstáculo
para aceptar, como parecen mostrar insistente-
mente las fuentes literarias, el desarrollo de una
política progresivamente muy activa de Cartago
en el área del Estrecho (Ferrer Albelda, E. 2008).
Preactas
51
La llamada crisis del siglo VI a.C. (Martín Ruiz,
2007), coincide entre otras muchas cuestio-
nes con el nacimiento y consolidación de las
poleis púnicas de Iberia (Ferrer Albelda y García
Fernández, 2007) y supone no sólo la transforma-
ción del paisaje urbano de las nuevas ciudades,
sino también de los mecanismos políticos y eco-
nómicos que igualmente se proyectan sobre los
territorios y poblaciones de su entorno (López Cas-
tro y Mora Serrano, 2002). La delimitación y ca-
racterísticas del espacio urbano de la Malaca
púnica y tardopúnica, así como de sus áreas de in-
fluencia son alguno de los aspectos que aborda-
remos en este estado de la cuestión de cuyos
puntos más destacados ofrecemos aquí un breve
anticipo. A pesar de los notables avances propi-
ciados por recientes investigaciones arqueológi-
cas son todavía hoy muchos los problemas que
plantea la arqueología púnica de Málaga y su en-
torno, por lo que consideramos necesaria una re-
flexión al respecto.
Uno de estos problemas, inherentes a la investi-
gación de las ciudades modernas superpuestas a
las antiguas, es la necesidad de valorar las carac-
terísticas y limitaciones de los vestigios arqueoló-
gicos documentados por lo que hemos creído
oportuno hacer un repaso a todas las interven-
ciones realizadas en el casco urbano antiguo de
Málaga que han deparado restos del período que
nos interesa teniendo en cuenta, por ejemplo, el
agotamiento o no de la secuencia arqueológica
derivado de diversos planteamientos metodológi-
cos que responden a las necesidades urbanísticas
de cada momento. En otro orden de cosas, plan-
teamos también la posibilidad de crear – dentro
de un proyecto de investigación de mayor calado
vinculado a la arqueología urbana de la ciudad –
una base de datos, abierta a los arqueólogos res-
ponsables de las intervenciones, en la que se re-
copile toda la información, ya sea publicada o
inédita, que facilite el acceso e interpretación de
una información en muchos casos dispersa.
A pesar de los avances realizados a partir de las úl-
timas investigaciones, son todavía muchos los
problemas que plantea el modelo urbano de la
ciudad en la época que nos ocupa. Es cierto que el
área nuclear de la ciudad se debe situar en la co-
lina de la Alcazaba y su entorno inmediato, pero
es evidente que se extiende por sus alrededores
como confirman los hipogeos de Gibralfaro, a es-
casos 200 m del teatro romano, que deben po-
nerse en relación con la cercana necrópolis de los
Campos Elíseos y Túnel de la Alcazaba. Si los hipo-
geos, de gran interés también para el estudio so-
ciopolítico de la ciudad púnica, parecen definir su
límite norte el recinto murario documentado en
el Museo Picasso – Císter (Arancibia y Escalante,
2006) podría suponer el límite norte y oeste de
Malaca que, topográficamente, se adapta bien al
promontorio amesetado que termina en el solar
hoy ocupado por la Catedral malagueña. Sin em-
bargo, hay algunos indicios que permiten matizar
esta visión clásica, nuclear, del urbanismo fenicio-
púnico de Malaca.
Esta nuevo enfoque depende, fundamentalmente,
de la documentación de nuevos enterramientos
púnicos que, probablemente, nos indican la exis-
tencia de varias necrópolis datables entre los si-
glos VI y IV a.C. Al norte y noreste contamos con
los hallazgos de El Egido y de Calle Beatas – este
último de época tardopúnica -, pero los que más
La bahía de Málaga en los períodos Púnico y Romanorrepublicano:Viejos problemas y nuevos datos
Bartolomé Mora Serrano y Ana Arancibia Román(Universidad de Málaga y Junta de Andalucía)
52
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
nos interesan son los localizados en la margen de-
recha del río Guadalmedina, cuya vinculación a la
ciudad en fechas tempranas ya insinuaban dife-
rentes vestigios arqueológicos de época tardorre-
publicana e imperial (Corrales, 2005). Se trata de la
tumba de incineración en fosa de Calle Tiro, en las
inmediaciones del poblado del Bronce Final de San
Pablo, y del hipogeo ubicado en la cercana Calle
Mármoles. Tales testimonios plantean, al menos
en esta zona de indudable valor estratégico para
la ciudad por el aprovechamiento como fondea-
dero de la desembocadura del río y la obtención
de agua dulce, la existencia de un poblamiento
disperso - ¿plurinuclear? – para la Málaga púnica.
En este mismo sentido proponemos como línea de
investigación el análisis de las características del
control y explotación de la Bahía malacitana cuyo
principal referente es, sin duda, el río Guadalhorce.
La explotación alfarera de la zona que ponen de
manifiesto los hornos púnicos del antiguo enclave
del Cerro del Villar, de su fértil vega, así como su
condición de principal vía de comunicación con el
interior malagueño y las campiñas cordobesa y se-
villana. Interesa en este punto el análisis de las re-
laciones de Malaca con el poblamiento indígena
de esta comarca, cuyo principal testimonio –límite
territorial para nuestro estudio – es la ciudad de
Cartima y el santuario extraurbano del Cerro de la
Tortuga, en las afueras de Málaga, cuyos intere-
santes materiales “ibero-púnicos” son la más clara
prueba de la influencia de la Malaca púnica en su
inmediato entorno.
Preactas
53
Presentamos los resultados más relevantes
de la excavación sistemática efectuada en
el Cerro de Montecristi, la antigua Abdera
fenicia y romana, entre finales de 2006 y princi-
pios de 2007 como parte del proyecto general de
investigación Las ciudades fenicias en el litoral al-
meriense. El Cerro de Montecristo de Adra desarro-
llado desde la Universidad de Almería. Asimismo
presentamos el reciente descubrimiento de un
yacimiento fortificado excepcional, Altos de Reve-
que, que muy posiblemente formaría parte del te-
rritorio abderitano.
La excavación en el Cerro de Montecristo ha
puesto de manifiesto la existencia en el área del
corte 3 de de 7 fases constructivas fenicias y con-
firman la existencia de una importante secuencia
estratigráfica desde mediados del siglo VII a.C.
hasta el siglo IV a.C., que confirma la continuidad
del asentamiento colonial de época arcaica con la
ciudad posterior, sin hiatos ni rupturas. En este
sentido resulta un dato relevante la continuidad
observada en el trazado y la alineación de muros
y habitaciones de distintas fases, mostrando así
una continuidad urbana que estaría motivada por
la existencia de un mismo espacio urbano limi-
tado por los mismos hitos urbanísticos, tales como
espacios públicos, calles, plazas y edificios rele-
vantes y por la muralla de la ciudad.
La excavación del corte 15 permitió localizar un
paño de unos diez metros de las defensas que pro-
tegían Abdera por la ladera Sur. Se trata de una
muralla de doble paramento y cajones de arcilla
que presenta varias fases y que fue construida
hacia finales del VII o comienzos del siglo VI a.C.,
debiendo amortizarse en un momento avanzado
del siglo I a. C.
La identificación durante la excavación de áreas
destinadas a la producción metalúrgica en las vi-
viendas y sus inmediaciones, con restos de tobe-
ras, escorias de fundición y restos de mineral
permitirán profundizar en el conocimiento de las
actividades artesanales de la antigua Abdera fe-
nicia.
Precisamente en relación con la explotación de los
recursos mineros de la Sierra de Gádor debió eri-
girse el formidable asentamiento fortificado de
Altos de Reveque. Situado en las estribaciones me-
ridionales de la Sierra de Gádor, en el término mu-
nicipal de Dalías, tiene una extensión de más de 5
has. de recinto amurallado, aunque no estuvo ocu-
pado sino muy parcialmente con áreas de edifi-
cios dispersos.
La fortificación, cuya erección podemos situar en
la segunda mitad del siglo VI a.C., consistió en un
sistema oriental de muralla de doble paramento
con compartimentos interiores, también conocido
como muralla de casamatas. Dotada con torres y
bastiones angulares, la muralla protegía un asen-
tamiento destinado al control estratégico que do-
minaba el acceso a recursos naturales como los
mineros, agrícolas y madereros del actual Po-
niente almeriense. El asentamiento estuvo ocu-
pado, a juzgar por el material cerámico superficial
hasta comienzos o la primera mitad del siglo IV
a.C. y constituye por el momento un caso excep-
cional en los patrones de asentamiento fenicios
occidentales que vendría a plantearnos nuevas
preguntas sobre la territorialidad de la presencia
fenicia en el Extremo Occidente.
Abdera y su territorio: Descubrimientos recientesJ. L. López Castro, B. Alemán Ochotorena, L. Moya Cobos
(Universidad de Almería)
54
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Preactas
55
La labor arqueológica que en los últimos
años ha desarrollado el equipo de la Uni-
versidad de Almería en el asentamiento fe-
nicio de Baria (actual Villaricos, Almería) sigue
aportando información relevante que nos permite
estudiar el desarrollo socio-económico de los ha-
bitantes de esta antigua ciudad fenicia del sureste
de la Península Ibérica. Las distintas campañas
desarrolladas en Baria nos han permitido com-
prender la evolución de la ciudad desde su funda-
ción hacia finales del siglo VII a.C. hasta la
conquista romana en 209 a.C., pasando por la con-
solidación de la misma como una ciudad autó-
noma tal como acontece con los centros
coloniales más destacado de la Península Ibérica
en torno al siglo VI a.C. En esta ocasión, además
de proporcionar un avance de los resultados ob-
tenidos en la excavación de urgencia de 2003, nos
centraremos en diversos aspectos que no habían
sido tratados en profundidad hasta el momento,
como son el territorio de Baria y la conquista de la
ciudad por Escipión.
En un solar de la calle La Central de Villaricos, ex-
cavado en dos fases en 1997 y 2003, se docu-
mentaron un total de 73 unidades estratigráficas,
que a excepción de algunas escasas unidades
constructivas, son casi todas ellas sedimentos, pa-
vimentos, derrumbes, fosas y hoyos de poste que
se superponen hasta llegar a la roca base, for-
mando parte de 10 fases diferenciadas con una
secuencia estratigráfica de finales del siglo VII a.C.
al II a.C.
La revisión de las prospecciones realizadas en los
asentamientos del Bajo Almanzora y el estudio de
materiales inéditos de las mismas nos han permi-
tido redefinir la evolución territorial de Baria y si-
tuar sus límites en el tiempo y en el espacio. Así,
desde el siglo VIII a.C. constatamos contactos
entre fenicios y autóctonos en las desembocadu-
ras de los ríos Almanzora y Antas, lo que podría
hacernos suponer que la fundación de la colonia
fenicia sería anterior a lo que nos permite consta-
tar el registro arqueológico del propio asenta-
miento hasta el momento, que conllevarían un
cambio en el patrón territorial de la zona y en la
orientación económica hacia la minería por parte
de los asentamientos autóctonos. A finales del
siglo VII a.C., se establecerían una serie de asenta-
mientos en la zona caracterizados por su diversi-
ficación económica y por ampliar la zona con
respecto a la fase anterior. A partir del siglo VI a.C.
Baria experimentaría un crecimiento considerable
tanto del núcleo urbano como del territorio rural
dependiente a éste. Los siglos siguientes hasta la
conquista romana se caracterizarían por un afian-
zamiento del dominio territorial como demuestra
la fundación entre finales del siglo IV y principios
del III a.C. de un santuario extraurbano y por el au-
mento de los asentamientos de pequeño tamaño
con el consecuente incremento de la producción
agrícola. Tal situación territorial cambiaría de ma-
nera drástica con el abandono de un gran número
de los asentamientos rurales preexistentes fruto
de la conquista romana de la ciudad fenicia occi-
dental.
Tal episodio de la Historia Antigua de Iberia fue re-
flejado por Valerio Máximo, Plutarco de Queronea
y Aulo Gelio y ha sido constatado arqueológica-
mente en la U.E. 40 presente en las campañas de
La ciudad y el territorio de Baria. Nuevas aportacionesJ. L. López Castro, V. Martínez Hahnmüller, C. Pardo Barrionuevo
(Universidad de Almería)
56
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
1987, 1997, 2003 y 2006. Se trata de un conjunto
arqueológico cerrado, sellado por un nivel escoria
fruto de la actividad minera del siglo XIX, en el que
se han documentado una gran cantidad de mate-
riales cerámicos que encajan con los repertorios
cerámicos de los contextos de finales del siglo III
a.C., especialmente con aquellos asociados al con-
flicto romano-cartaginés. Además, la posible cons-
tatación de un foso que rodeaba la ciudad en sus
partes más vulnerables, la propia información de
las fuentes clásicas que ha sido constatada y ma-
tizada mediante la arqueología y la importancia
de los recursos mineros de la zona nos permiten
reforzar esta asociación.
Preactas
57
Hace casi treinta y cinco años atrás, M. Ta-
rradell y M. Font afirmaban “de la ciudad
(de Ibiza) no sabemos otra cosa que lo
que es posible deducir a través de las tumbas
donde fueron enterrados sus habitantes. Hoy por
hoy la ciudad, desde el punto de vista del conoci-
miento histórico, es poca cosa más que el Puig des
Molins”.
Y la realidad es que, desde su inicio oficial en el
año 1903, hasta entrados los años 80 del pasado
siglo, la arqueología insular dejó completamente
de lado la investigación de ámbito urbano, cen-
trándose de modo casi exclusivo en la excavación
de yacimientos susceptibles de aportar elemen-
tos museizables, como, de modo muy particular,
los cementerios y algunos santuarios.
Dos fuentes clásicas ponen de manifiesto que la
ciudad púnica de Ibiza estaba fuertemente de-
fendida. La más antigua, transmitida por Diodoro
(V, 16), procede de Timeo de Taormina y alude di-
rectamente a la existencia de importantes mura-
llas.
La segunda (Livio, XXII, 20, 7), sin referirse directa-
mente a las fortificaciones, pone de relieve la im-
posibilidad de su conquista a raíz del asedio de
Cneo Escipión en el año 217 aC, durante la Se-
gunda Guerra Púnica, cosa que, si bien de modo
indirecto, apuntaría en sentido parecido.
Sin embargo, la identificación y descripción de di-
chas murallas ha resultado hasta la fecha un es-
fuerzo prácticamente vano. No se ha podido por
ahora documentar ninguno de sus tramos, ni en
consecuencia definir características, cronología y
perímetro. Al margen de esto se sitúan algunos
elementos puntuales, no exentos de problemas,
como un gran muro del siglo IV aC, identificado en
la parte superior de la acrópolis, donde en época
medieval se construyó la almudaina.
En contrapartida, los treinta últimos años de ac-
tuaciones arqueológicas en la ciudad, que de
modo muy mayoritario han tenido carácter de ur-
gencia, han proporcionado un cuadro de relativa
nitidez sobre algunos aspectos de la ciudad pú-
nica.
En primer lugar, se ha obtenido una idea aproxi-
mada de la evolución urbana y de la extensión de
la ciudad a lo largo de diversas fases:
Época arcaica inicios siglo VI hasta mediados del
siglo V aC, con pocos datos, pero que apuntan a
una instalación habitada en la parte baja de las
vertientes N y NW del puig de Vila, sobre la misma
línea de mar. Posible ocupación de carácter inde-
terminado (¿cultual y/o defensivo?) de la parte
alta del monte y una zona intermedia de necró-
polis arcaica de inhumaciones. Instalación de un
importante cementerio de incinerantes en la
parte baja de la vertiente meridional del promon-
torio central del Puig des Molins, que a partir de
finales del siglo VI empieza a introducir inhuma-
ciones de tipo púnico. Posibles santuarios periur-
banos en la illa Plana y el Puig d’en Valls.
Mediados del siglo V y siglo IV aC. etapa de gran
crecimiento de la ciudad, en concordancia con los
datos de la necrópolis del puig des Molins y del al-
tísimo poder comercial exterior de Ibiza. Presen-
cia de elementos arqueológicos en la partes alta y
La ciudad púnica de Ibiza: estado de la cuestión desdeuna perspectiva histórico-arqueológica actual
Joan Ramon torres
(Consejería de Cultura, Ibiza)
58
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
baja de la acrópolis, que hacen presumir una ur-
banización total de toda la ladera septentrional
del Puig de Vila. Inicio de la urbanización de terre-
nos casi llanos al NW del puig de Vila a finales de
esta etapa.
Siglos III y II aC, época de máxima expansión ur-
bana, con prolongación de la ciudad en dirección
N-NW. Se pueden calcular aproximadamente
unas treinta hectáreas de extensión, cifra eviden-
temente muy importante en su época y contexto
geográfico. En esta etapa se comprueba, además,
como los sectores industriales son desplazados
aún más a poniente con el avance de la ciudad.
Esta, igual que desde su inicio, continua articulada
en función del gran puerto natural (la bahía de
Ibiza), cuyo sector más profundo y resguardado
ocupaba la zona ya sedimentada del actual paseo
de Vara de Rey.
Por otro lado también se ha podido constatar que
la ciudad púnica de Ibiza desde el siglo V en ade-
lante muestra una amplia asimilación a los tipos
arquitectónicos púnicos del mediterráneo central
y, sobre todo de Cartago, con presencia de nume-
rosísimas cisternas de tipo biabsidial, mosaicos de
opus tesellatum irregular, así como otros elemen-
tos característicos.
Preactas
59
La información obtenida a partir del estudio
de los restos humanos arqueológicos con-
tribuye a la reconstrucción del estilo de vida
de una población. Por un lado, la observación de
procesos tafonómicos que hayan afectado a los
restos cadavéricos va a aportar información
acerca del ritual o contexto funerario. Los datos
paleodemográficos que incluyen el número mí-
nimo de individuos y su distribución por edad y
sexo, también aportan una mayor comprensión
del ritual funerario y la organización de las necró-
polis, además de proporcionar tasas de mortali-
dad. Por otro lado, los datos métricos que incluyen
las medidas craneales y los cálculos de la estatura,
nos proporcionan información acerca de las ca-
racterísticas físicas de la población; mientras que
algunas variantes anatómicas nos pueden indicar
relaciones genéticas entre individuos y la práctica
de ciertas actividades como la explotación marina
o la adopción regular de una posición en cuclillas.
Finalmente, las lesiones patológicas de los huesos
y dientes nos pueden aportar información acerca
de la dieta, del nivel de violencia en la sociedad,
del estado de salud, la higiene y el tipo de cuida-
dos médicos entre otros. Estos datos, a su vez, de-
berían ser reflejo de las circunstancias
económicas, sociales, políticas y culturales de la
época.
El presente trabajo pretende reconstruir las con-
diciones de vida de la población púnica de la isla
de Ibiza a través del estudio antropológico. Ya se
conoce como la influencia de Cartago sobre Ibiza
resultó en transformaciones sociales, políticas,
económicas, ideológicas y religiosas que incluyen
un aparente crecimiento demográfico, la coloni-
zación del ámbito rural y la explotación agrícola,
cambios en el ritual funerario, una intensificación
del comercio, y una prosperidad económica en tér-
minos generales. El objetivo de este estudio, es
pues, tratar de responder cómo estas transforma-
ciones y, si se permite, cómo esta prosperidad eco-
nómica y cultural de Ibiza en época púnica,
afectaron al estado de salud de los habitantes.
¿Qué nos dice la perspectiva biológica?
Con el fin de abordar este objetivo, se calcula el
número mínimo de individuos y su edad y sexo
siempre que sea posible, y se obtiene información
sobre características físicas como la estatura. Tam-
bién se explora la presencia (o ausencia) de lesio-
nes patológicas y, en lo posible, se hacen
comparaciones con datos publicados de otras po-
blaciones contemporáneas. La ponencia empieza
con una revisión de la bibliografía antropológica
púnica de Ibiza. A ello le sigue una introducción
sobre el estudio de los restos humanos, el material
y los métodos empleados. A continuación, se pre-
sentan los resultados y una discusión de los datos
y finalmente se proponen avenidas para futuras
investigaciones.
Mediante datos publicados e inéditos de estudios
antropológicos de las necrópolis de Cas Jurat (Port-
many), Ca n’Eloi (Santa Eulària), Can Sorà (Sant
Josep) y de varios sectores de la necrópolis de Puig
des Molins entre otros, se suma un total de casi
200 individuos. Debido a que la salud del indivi-
duo está afectada por factores genéticos, el en-
torno familiar, el estatus socio-económico, la
cultura y el medio físico, los datos antropológicos
La época púnica en Ibiza desde una perspectiva biológica:La reconstrucción de las condiciones de vidaa través del estudio de los restos humanos
Nicolás Márquez Grant
(Oxford)
60
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
obtenidos de los restos óseos se interpretan en
conjunción con datos de otras disciplinas como la
paleoclimatología, la arqueobotánica, la zooar-
queología y se obtiene información sobre la den-
sidad de población, posibles patrones migratorios,
industrias presentes en la época, etc. Así pues, se
interpretan los resultados antropológicos adop-
tando una aproximación biocultural.
Aunque el material y los métodos empleados tie-
nen sus limitaciones, los resultados indican una
serie de datos interesantes. En resumen, la pobla-
ción púnica enterrada en las necrópolis está re-
presentada por individuos de ambos sexos y
varios grupos de edad. El perfil demográfico
muestra la supervivencia de un número de perso-
nas de una edad superior a los 50 años, aunque se
muestra un pico de mortalidad entre los 30 y 50
años. En las necrópolis rurales, es notable la au-
sencia o baja representación de individuos meno-
res a 5 años de edad.
Entre los atributos físicos, cabe decir que la esta-
tura es mediana en los individuos aunque más
alta que en otras épocas. Algunos rasgos físicos
del cráneo, aunque debatibles, posiblemente nos
indique una morfología y por tanto una ascen-
dencia sub-sahariana para algunos individuos.
En relación a la dieta, se cuenta con una variedad
de fuentes que incluyen la patología oral y los
análisis químicos que indican una dieta homogé-
nea entre la población rural, basada principal-
mente en recursos terrestres (principalmente
hidratos de carbono) y una consumición mínima
de recursos marinos.
Entre las lesiones patológicas, cabe mencionar al-
gunas lesiones como la hipoplasia del esmalte
(defectos del esmalte dentario) y la presencia de
periostitis (resultado de infecciones) que refleja-
rían unas condiciones de vida desfavorables, y qui-
zás relativamente pobres. La población rural
también muestra una mayor frecuencia de artro-
sis en las articulaciones del codo, la cadera y la ro-
dilla. Sin embargo, el bajo nivel de traumatismos
no refleja un alto nivel de conflicto o violencia en
la población. En general, no hubo diferencias sig-
nificativas entre sexos tanto en enfermedades in-
fecciosas, osteoarticulares o traumáticas.
El presente estudio presenta estos datos, tratando
el objetivo principal dentro del marco púnico de
Ibiza. Sin embargo, también se desea invitar la
opinión de investigadores de otras especialidades
del mundo púnico para poder completar la re-
construcción de las condiciones y estilo de vida de
los habitantes púnicos tanto de Ibiza como de
otros lugares geográficos. Asimismo, la opinión de
otros especialistas en los distintos campos servirá
para confirmar o descartar las interpretaciones
sobre la época púnica que derivan de estos datos
antropológicos.
Los resultados de dicho estudio contribuyen a un
mayor conocimiento de nuestros antepasados ibi-
cencos y de cómo vivieron y cómo murieron. Tam-
bién contribuyen al registro osteológico y
paleopatológico de Ibiza y del mundo púnico, sirve
como material comparativo para otros estudios
tanto baleáricos, peninsulares y de otras zonas del
Mediterráneo occidental y central. Por último, se
proponen líneas para futuras investigaciones.
Preactas
61
Entre los años 2000-2003 se llevo a cabo un
proyecto de investigación que tenía como
primer objetivo, finalizar y completar la ex-
cavación del sector denominado A/B, iniciado en
1983, y que por diversas circunstancias, no pudo
llegar a ultimarse. Este proyecto que se prorrogó
posteriormente hasta 2006, permitió la excava-
ción de parte del área que se encuentra ubicada
entre el edificio del Museo Monográfico y la Clí-
nica Nuestra Señora de Rosario, lo que ha su-
puesto la recuperación de todos los
enterramientos de este sector y la ampliación del
área de visita del yacimiento.
El presente trabajo tiene como objetivo dar a co-
nocer un enterramiento peculiar de cremación
que aparecido durante los trabajos realizados en
el 2002.
DESCRIPCIÓN DEL ENTERRAMIENTO
En el transcurso de las excavaciones realizadas en
el Sector C, cuadro 2 de 2002, se puso al descu-
bierto una mancha parduzca, de forma irregular
que se extendía en una superficie de 60 x 86 cm.,
y con un espesor de 3 cm., con carbones, piedras
afectadas por el fuego y algún fragmento disperso
de hueso quemado. Este tipo de manchas de com-
bustión, que se han llamado “fuegos”, ya habían
sido detectadas en anteriores campañas. Su pre-
sencia, siempre en las inmediaciones de una inci-
neración, permite relacionarlos con el lugar en
que se depositan los restos aún calientes de la cre-
mación una vez retirada del ustrinum, por lo que
van a dejar sobre el suelo un claro vestigio de la
combustión a la que estuvo sometida el cadáver.
Una vez decidido el lugar de enterramiento –en
urna, recipiente perecedero o directamente sobre
la superficie del terreno, en un orificio destinado a
tal efecto o en una oquedad en la roca- se proce-
día a recoger cuidadosamente los huesos incine-
rados que serán o no lavados, antes de su
deposición en la sepultura, y a realizar los ritos fu-
nerarios que acompañan al enterramiento del ca-
dáver. A unos 10 cm de la mancha de combustión
en dirección oeste, en una oquedad natural de la
roca madre, apareció una pequeña concentración
de restos óseos humanos quemados entre los que
se encontraban pequeñas piedras con evidentes
trazas de haber estado en contacto con el fuego,
prácticamente adosados a una caja de piedra are-
nisca –marés-, de forma cuadrangular con sus ex-
tremos rotos de antiguo, que presentaba en la
parte superior un orificio central de forma redon-
deada y de tendencia cuadrangular. Dadas sus ca-
racterísticas, en principio se pensó que podría
corresponder al soporte de un cipo-betilo, similar
a otros ejemplares aparecidos en la necrópolis del
Puig des Molins. Todo este conjunto fue relacio-
nado entre sí. Por un lado el “fuego” de combus-
tión, por otro la incineración y por último la base
del cipo que señalaba el lugar de enterramiento
de la incineración.
El pequeño conjunto de huesos incinerados, a
priori, y hasta que se realizó su estudio antropoló-
gico, se pensó que podría tratarse de una crema-
ción infantil, dada la escasez de restos óseos.
Asociados a este enterramiento, que se etiquetó
como Incineración nº 21, se localizaron tres cuen-
tas alargadas atoneladas de oro con reborde en
Una incineración en urna de la necrópolies del Puig des MolinsJ. H. FernándezAna Mezquida
(Museo de Eivissa)
62
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
sus extremos, una cuenta esférica de oro blanco,
bastante deformada y con un fino reborde torne-
ado, un pequeño escarabeo de pasta de tonalidad
grisácea, muy desgastado por lo que no conserva
el dibujo y un objeto de bronce formado por una
varilla de sección circular, roto en varios fragmen-
tos, y que uno de sus extremos aparece rematado
por una cabeza de serpiente con decoración pun-
tillada y separada del resto de la pieza por peque-
ñas anillas incisas. El deficiente estado de
conservación en el que apareció esta pieza, no per-
mite determinar con seguridad, si puede tratarse
de una pulsera u otro objeto de uso personal.
La caja de marés que presenta unas medidas de
47 x 48,5 cms y una altura de 27,6 cms., se en-
contraba colmatada de tierra suelta que llegaba
al borde del orificio. Una vez retirada esta capa de
tierra suelta, aparecieron varias piedras que sella-
ban su interior. Ante esta situación y para facilitar
la excavación de la incineración adosada a ella, la
caja fue retirada y trasladada al taller de restau-
ración para proceder a su vaciado y excavación.
Las piedras se encontraban perfectamente enca-
jadas entre ellas y la tierra de su interior estaba
muy compactada y dura, por lo que su excavación
se tuvo que realizar muy lentamente. Por debajo
de estas piedras aparecieron los restos óseos hu-
manos y ya casi en el fondo de la caja, entre los
huesos cremados, la ofrenda funeraria formada
por un escarabeo de ágata con la representación
de Horus como halcón tocado con la corona roja,
un colgante de marfil con hilo de oro enrollado, un
colgante de alabastro, una cuenta bicónica de pie-
dra caliza blanquecina y otra pequeña de pasta de
color verde.
La aparición de los huesos incinerados en el inte-
rior de esta caja evidenciaba que ésta era en rea-
lidad una urna cineraria, si bien no podamos
descartar que, en origen, hubiera podido consti-
tuir el basamento de un cipo-betilo y que fuera
reutilizado posteriormente como urna. Por otro
lado, la presencia de dos incineraciones tan próxi-
mas una a la otra, aunque una estuviera adosada
a la cara exterior de la urna y la otra en su interior,
nos hizo conjeturar si cabía la posibilidad de que
se tratara de la cremación de un único individuo,
lo que únicamente podía ser confirmado me-
diante el examen antropológico de los restos.
Esta circunstancia motivó que fueran remitidos de
forma diferenciada y según su posición de ente-
rramiento al Dr. F. Gómez Bellard para su estudio.
El análisis de los restos determinó que ambas in-
cineraciones correspondían a un único individuo
femenino joven, cuyos huesos habían sido tritu-
rados intencionadamente, y que partes coinci-
dentes de los mismos habían sido depositados
tanto fuera como dentro de la urna.
Este hecho, que es la primera vez que es consta-
tado en la necrópolis, no deja de llamarnos la
atención ya que estamos en presencia de un
mujer incinerada cuyos huesos han sido intencio-
nadamente separados en el momento de su ente-
rramiento y en cada agrupación de ellos se ha
realizado una ofrenda funeraria.
Como explicación a este anómalo hecho, única-
mente podemos establecer como hipótesis que,
tras la cremación de la difunta, y ya en el mo-
mento de proceder a su enterramiento, quedara
patente que el volumen de los restos incinerados
era superior a la capacidad contenedora de la
urna. Esta circunstancia motivaría que, parte de
los huesos se depositaran fuera de ésta junto a
su cara Este, acompañados a su vez por una
ofrenda funeraria.
El estudio de los materiales hallados tanto fuera
como dentro de la urna permite datar el enterra-
miento a principios del siglo VI a. C.
Esta cremación constituye un enterramiento sin-
gular y único en el yacimiento, ya que utilización
de una urna de marés como contenedor y la
forma de efectuar la deposición de los restos
óseos es la primera vez que se constata en la ne-
crópolis.
Preactas
63
Excavación de los restos óseos
del interior de la urna.
Materiales aparecidos en el interior de la urna y fuera de ella.
Detalle de la excavación del objeto de bronce
aparecido junto a los restos óseos fuera de la urna.
Urna de mares en la excavación.
64
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Preactas
65
Situada al NE de la isla de Ibiza, en la parro-quia de Sant Vicent de Sa Cala y en el tér-mino municipal de Sant Joan de Labritja, en
medio de un paisaje boscoso y con cierta abun-dancia de agua, la conocida como Cueva de Es Cu-lleram se ubica en la parte superior de la vertientede una montaña de la finca de Can Quintals, aunos 150 m de altitud sobre el nivel del mar, y aunos 1600 m, aproximadamente, de distancia enlínea recta de Cala Maians o Cala San Vicent.
Desde allí se domina visualmente la parte baja delvalle de Sa Cala, así como un corto tramo marí-timo entre el cabo de Campanitx y el islote de Ta-gomago.
Descubierta para la investigación en 1907, fue ob-jeto en este mismo año de una primera e impor-tante, por el volumen de sus hallazgos,excavación, por un equipo en el que se encontra-ban algunos de los más conocidos pioneros de laarqueología ebusitana, algunos de los cuales rea-lizaron con posterioridad excavaciones a nivel in-dividual. Nuevas excavaciones, bajo el mecenazgode Epifanio de Fortuny, Barón de Esponellà, se re-alizaron entre 1965 y 1968 dirigidas por la enton-ces directora del Museo Mª Josefa AlmagroGorbea. Una última y definitiva campaña fue diri-gida en 1981 por Joan Ramón Torres con el fin deretirar las tierras de antiguas excavaciones y le-vantar una planimetría precisa de todo el con-junto. Además de cumplir con los objetivosperseguidos, esta campaña fue fundamental paraprecisar algunos datos esenciales para la valora-ción del yacimiento, como la cronología y la mor-fología original de la cueva. Se pudo confirmar laexistencia de una fase prehistórica situable deuna manera amplia en la Edad del Bronce, datán-dose el floruit de la ocupación púnica entre finesdel s. III y fines del II a.C. En cuento a la planta, a
pesar de los problemas para reconstruirla, pudodeterminarse su carácter tripartito.
Las primeras publicaciones científicas, aparte delos resultados de las campañas de excavación, co-menzaron a partir de los años 30 en relación conla plaquita de bronce inscrita que fue hallada ca-sualmente en 1923. Pero el primer estudio seriode conjunto de la cueva fue obra de Mª E. Aubet,publicado en 1969. Con posterioridad, las terraco-tas han sido catalogadas, junto con el resto de lashalladas en la isla, por Mª J. Almagro Gorbea(1980) y Pilar San Nicolás (1987).
Así, pese a las deficiencias de unas excavacionesrealizadas en su mayoría a comienzos del siglo XX,con los medios técnicos y la formación que laépoca permitía, las características del material vo-tivo hallado y la existencia del epígrafe que con-firma la consagración del santuario a la diosaTinnit Gad, son elementos suficientes para dar alconjunto una originalidad y una relevancia ex-cepcional en el contexto del mundo púnico1.
Nuestro proyecto, financiado por el MICIN con lareferencia HUM2007-63574, (“Tinnit en Ibiza. Lacueva de Es Culleram”)2, parte de la consciencia dela falta de una catalogación completa del mate-rial hallado en la cueva, y de la necesidad de unainterpretación de carácter histórico-religiosoacorde con los conocimientos actuales sobre eltema. El primer paso ha sido pues la catalogacióny documentación gráfica del material disperso,constituido fundamentalmente por terracotas fi-guradas, en diferentes museos y colecciones pri-vadas3. A sabiendas de que a pesar del esfuerzorealizado seguirá habiendo piezas sueltas en co-lecciones no detectadas, aparte de aquéllas de lasque tenemos noticia y que parecen haberse per-dido, creemos haber catalogado la gran mayoría
Tinnit en Ibiza: Nuevas investigacionesen la cueva-santuario de Es Culleram
Mª Cruz Marín CeballosMaría Belén Deamos
Ana Mª Jiménez Flores(Universidad de Sevilla)
66
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
del material votivo en terracota procedente de lacueva.
Este material no carece de problemas. Uno de losmás frecuentes es la duda acerca de la pertenen-cia a este yacimiento o a la necrópolis del Puig desMolins ya se les plantea a muchos museos cuandorealizan su propia catalogación, contando con losdatos, no siempre fehacientes, de las coleccionesprivadas adquiridas.
Así pues, a partir de nuestra catalogación, de laobservación directa de las piezas y del materialgráfico generado, en el que se incluyen dibujos delos mejores ejemplares de cada tipo, se han obte-nido, en primer lugar, unos cuadros que resumen,de un lado los datos técnicos registrados en cadaficha, y de otro los rasgos iconográficos. Esto se hahecho, hasta ahora, con el exvoto más caracterís-tico de la cueva: la figura acampanada, pero seestá haciendo también con las llamadas “figurasplanas”, y el resto de las figuras de terracota. Todoello nos está permitiendo el estudio particulari-zado de cada uno de los tipos que, al mismotiempo, se está comparando con otros ejemplaresmediterráneos, especialmente de Sicilia y MagnaGrecia y, sobre todo de Cartago, con el fin de de-terminar el posible origen, así como la cronologíade cada uno de ellos.
Las terracotas son pues, por ahora, el objetivo prin-cipal de nuestro estudio, sin olvidar el resto de losmateriales, tanto la cerámica (también la prehis-tórica) como el resto de los objetos, algunos deellos perdidos aunque fotografiados; todo formaparte de un conjunto único e indivisible que habráde ser valorado globalmente.
Se han dividido en diferentes grupos, en lo quehemos intentado seguir las pautas marcadas enel trabajo de Mª E. Aubet, ya ampliamente divul-gadas, con el fin de no crear confusión4. Entreestos grupos destacan de un modo especial las fi-guras acampanadas, de las que se han individua-lizado una treintena de tipos. Se ha podido seguirsu proceso de fabricación mediante la utilizaciónde un solo molde para la mitad anterior de las pie-zas, cerrándose la posterior con una serie de tirasde arcilla que luego se han unido manualmente,
siendo perceptibles en muchos casos las huellasdactilares del alfarero. Nos ha sido posible, ade-más, determinar el proceso de elaboración icono-gráfica, partiendo de modelos egipcios ycartagineses hasta dar con un prototipo que será,como hemos dicho antes, característico de lacueva, aunque lamentablemente aún no se ha ha-llado el taller o talleres donde se fabricaban.
Por último, y en cuanto a la divinidad a la que es-taba consagrado el santuario, nos planteamos unanueva posibilidad en relación con el nombre deTinnit Gad que aparece como objeto de la ofrendaen la cara b de la plaquita de bronce hallada en1923. Se trata de relacionar este epíteto, quecomo es sabido se equipara con el de Tyché-For-tuna como protectora de ciudades en el mundoclásico, con los pebeteros en forma de cabeza fe-menina recientemente identificados en la ciudadde Ibiza, que se tocan con una corona mural. Aun-que ninguna de estas piezas ha aparecido en lacueva, pensamos que es posible relacionar esteepíteto con tales figuras, de tal manera que la Tin-nit Gad de Es Culleram podría haber sido la diosaen su faceta de protección de la ciudad, que nopuede ser otra que la de Iboshim. Tal constataciónañade, obviamente, una nueva dimensión al san-tuario.
1 La cueva ha sido declarada Bien de Interés Cul-tural (BIC) por la Comunidad Autónoma de les IllesBalears, mediante el decreto 94/1994 de 27 dejulio de ese año, y desde 1997 es propiedad delConsell Insular de Ibiza y Formentera.
2 Hemos de dejar constancia aquí de la impor-tante participación en el proyecto del Dr. Jorge H.Fernández, director del Museo de Ibiza y de la in-vestigadora Ana Mezquida, del mismo museo.
3 El número de piezas catalogadas asciende ya aunas 1430.
4 Aprovechamos la ocasión para recordar que, con-forme avanzamos en nuestro estudio, más apre-ciamos el esfuerzo por ella realizado -teniendo encuenta que se trataba de un primer trabajo de in-vestigación académico-, y valoramos más su cla-rividencia a la hora de obtener unas conclusiones.
Preactas
67
Vista parcial del aspecto exterior actual de
la cueva, con el acceso principal a la dere-
cha. Foto de las autoras.
Figura acampanada del Museo del Cau Fe-
rrat de Sitges (31239).Corresponde al tipo
24. Foto de las autoras.
Figura entronizada del Museo Arqueológico
de Cataluña (8663). Foto de las autoras.
Pebetero con corona mural procedente de
la Avda. de España nº 3, Ibiza. Foto del
Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera.
68
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Preactas
69
El conocimiento de las relaciones entre el
mundo púnico y la cultura ibera contes-
tana, el sureste peninsular en términos ge-
nerales, se ha ido construyendo a medida que se
sucedían los modelos historiográficos.
En las primeras décadas del s. XX, Figueras y La-
fuente discutían acerca de la ubicación de la fun-
dación bárquida de Akra Leuka. Sus tesis se
basaban únicamente en el análisis de las fuentes
escritas, de acuerdo con la historiografía española
de aquella época. Lafuente defendía el monte Be-
nacantil, junto a la ciudad de Alicante, como el
lugar de Akra Leuke, mientras que en las ruinas del
Tossal de Manises situaba una supuesta tercera
fundación masaliota citada por Artemidoro, Este-
ban de Bizancio y Estrabón. El nombre de la colo-
nia griega, Leukon-Teijos, no aparecía en ninguna
de las fuentes conocidas sino en la Historia de Car-
tago publicada por el alemán Otto Meltzer a fines
del s. XIX. Figueras, por su parte, identificaba las
ruinas del Tossal de Manises con Akra Leuke y es-
taba convencido de que los hallazgos de sus exca-
vaciones constituían la prueba. La publicación de
S. Nordström de 1961, Los cartagineses en la costa
alicantina, señalaba el fin de esta etapa. La autora
utilizaba los datos arqueológicos para corroborar
las tesis de Lafuente, a las que se sumaba sin re-
paros y sin hacer mención alguna a las opiniones
contrarias de Figueras. Aún más, establecía una re-
lación directa entre ciertos hallazgos en yaci-
mientos ibéricos de Alicante y el ámbito
económico, religioso y funerario cartaginés.
La llegada de E. Llobregat al Museo Arqueológico
Provincial de Alicante en los años 60 significó la
revisión de la Historia antigua alicantina. Rompía
con la investigación anterior, más acorde con la
tradición de la arqueología filológica, para identi-
ficar la cultura ibérica partiendo de un principio
incontestable: el indigenismo del mundo ibérico
y de sus manifestaciones, idea que finalmente
tomó cuerpo en su Contestania ibérica de 1972.
Así, de una visión exógena de la arqueología pre-
rromana alicantina se pasó a una perspectiva in-
digenista para explicar un mundo ibero que, dicho
sea de paso, se pudo empezar a caracterizar en su
cultura material gracias a esta perspectiva. Fue un
proceso de desmitificación de la Historia antigua
de Alicante, parafraseando el título del artículo de
1969 de Llobregat. También supuso una negativa
rotunda a aceptar cualquier injerencia cultural di-
recta o indirecta en el mundo ibérico. Las relacio-
nes comerciales con los púnicos se admitían, pues
los testimonios eran evidentes, pero desposeídas
de toda trascendencia en el proceso histórico. Llo-
bregat opinaba asimismo que el período bárquida,
por su carácter militar y breve duración, no podía
haber dejado huella alguna en el poblamiento ibé-
rico. De esta forma zanjaba el “abuso” que los in-
vestigadores anteriores habían hecho del episodio
bárquida de la fundación de Akra Leuke y daba so-
lución al “cartagenismo” atribuido a la población
prerromana de la costa alicantina.
La postura de Llobregat también fue deudora de
su momento. La autoctonía de la cultura ibérica
era un hecho innegable, y lo sigue siendo, pero hoy
nadie cuestiona que los aportes mediterráneos
fueran un factor influyente en el origen y evolu-
ción de la cultura ibérica. Queda fuera de toda
duda que el vehículo conductor se estableció en
el marco de las relaciones comerciales. A este
Nuevas perspectivas sobre las relaciones púnicascon la costa ibérica del sureste peninsular
Feliciana Sala Sellés(Universidad de Alicante)
70
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
punto, el estado actual de la investigación ofrece
dos perspectivas complementarias. De un lado, los
últimos estudios confirman el papel fundamental
del comercio en la economía del área costera de
la Contestania ibérica. De otro, las novedades pro-
ducidas en los últimos años gracias a los trabajos
en yacimientos costeros y la revisión de algunas
excavaciones antiguas dejan entrever unas rela-
ciones con el mundo púnico más sólidas que las
que permitiría el simple ir y venir de los viajes co-
merciales.
Algunas de estas novedades arqueológicas apun-
tan a la presencia de grupos de población no ibera
dedicada al comercio e instalada en puntos coste-
ros claves en el tránsito marítimo y en la explota-
ción de ciertos recursos derivados del mar. De ser
así, el siguiente objetivo que se plantea es distin-
guir estas comunidades de las ibéricas a través de
la cultura material y arquitectónica. Este punto
nos llevaría a cuestiones de hibridación y mesti-
zaje, de reconocimiento de grupos étnicos, que se
apuntarán en este trabajo.
Preactas
71
Las investigaciones realizadas en los últimos
años en dos de los más importantes yaci-
mientos de la Contestania ibérica han
puesto de relieve una marcada influencia púnica
centrada en el siglo IV y primera mitad del s. III en
la Illeta dels Banyets y a finales del s. III a. C. en el
Tossal de Manises.
La Illeta dels Banyets
Está situada en una pequeña península en la pe-
riferia norte del municipio del Campello, Alicante.
Se han excavado unos 3200 m² en los que se ha
documentado una amplia ocupación discontinua
que abarca desde el eneolítico hasta época ro-
mana, con frecuentaciones que alcanzan hasta el
periodo islámico. En lo referente a la etapa ibérica
hemos comprobado la existencia de un primer
asentamiento fundado en la segunda mitad del s.
V a. C. que perdurará hasta mediados del s. IV a.
C., fecha en la que sufrirá una importante remo-
delación urbanística que cambiará totalmente su
fisonomía; en este momento se abren dos amplias
calles que recorren la isla longitudinalmente, re-
lacionadas entre sí mediante pequeñas calles
transversales que forman manzanas. Es en ese
momento cuando se erigieron los edificios em-
blemáticos por los que E. Llobregat propuso para
el yacimiento la interpretación como emporion:
los templos A y B y el almacén del templo A. En las
últimas intervenciones hemos podido documen-
tar que el resto de los edificios excavados corres-
ponden principalmente a centros de producción
destinados a la manufactura de materias primas
como el esparto, el pescado y la uva, y a departa-
mentos destinados a almacenaje. Tan sólo uno de
los edificios se ha podido interpretar como vi-
vienda. Por lo tanto, ahora sabemos que la Illeta
durante la última mitad del s. IV a. C y los prime-
ros años del III a. C. era un centro comercial de pri-
mer orden y un centro productor que exportaba
sus productos envasados en las ánforas que se fa-
bricaban en los hornos situados en la costa. En
cuanto a las importaciones, el mayor número de
vasos corresponden a la vajilla de mesa ática se-
guida por los vasos púnico-ebusitanos o púnicos
provenientes de otros puntos del mediterráneo;
de ellos el número más importante corresponde
a las ánforas, destacando las del tipo PE-14 o T-
8.1.1.1, aunque también se han localizado T-
11.2.1.6, T-11.2.1.5, T-12.1.1.1 y T-8.2.1.1. El resto
de los materiales corresponde a cerámicas púni-
cas y púnico ebusitanas pintadas y comunes que
en conjunto suponen ¾ partes de las importacio-
nes púnicas; entre ellos destacan como grupo de
relevancia los morteros que suponen el 20% del
total. Hemos de añadir la presencia de grafitos en
alfabeto púnico documentados en fondos de
vasos de cerámica ática.
En el yacimiento se encuentran otros elementos
que inducen a sospechar una fuerte influencia fo-
ránea; en arquitectura se emplean materiales des-
conocidos para el mundo ibérico contestano,
siendo el más relevante el uso del mortero de cal
que se emplea para el revestimiento de piletas, ca-
nales y para la pavimentación de suelos como en
los dos lagares documentados cuyos paralelos
más próximos se encuentran más bien en el ám-
bito gaditano (Csstillo de Doña Blanca) que en las
regiones ibéricas próximas (Edetania). Los tem-
Lectura púnica de dos yacimientos ibéricos:Illeta dels Banyets y el Tossal de Manises
Manuel Olcina Doménech, Adoración Martínez Carmona Antonio Guilabert Mas, Eva Tendero Porras
(Museo Arquelógico de Alicante, Universidad de Alicante)
72
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
plos asimismo presentan rasgos que se pueden re-
lacionar con influencias púnicas, siendo el más
evidente la presencia de un altar de tipo oriental
en el llamado templo B.
El Tossal de Manises
Este yacimiento, situado sobre una colina junto al
mar en la bahía de la Albufereta a 3 km. al noreste
del centro histórico de la ciudad de Alicante, pre-
senta materiales del siglo IV y del s. III a. C. pero
fuera de contexto. Esta circunstancia del registro
arqueológico hace que dudemos de la existencia
de una entidad poblacional en aquellos siglos. La
situación cambia radicalmente a en el último ter-
cio del s. III a. C. En este momento se funda un es-
tablecimiento de 2’5 ha. De extensión dotado de
una fortísima y compleja fortificación sin parale-
los en el mundo ibérico contestano dotada de mu-
ralla, antemural y torres en las que sirvieron sobre
todo para el emplazamiento de catapultas. En el
mismo momento se construyen cisternas “a bag-
narola” de clara raigambre púnica, no solo por su
forma sino también por los materiales de cons-
trucción empleados (revestimientos de mortero
de cal). El momento histórico de creación de este
establecimiento, situado en el punto más estraté-
gico de la bahía de la Albufereta (nudo de comu-
nicación marítima y terrestre), junto con las
tipologías arquitectónicas y los materiales de
construcción, hablan sin duda de una fundación o
al menos marcada influencia púnica del periodo
bárquida. La hipótesis que manejamos plantea un
punto fuerte para la defensa y protección del te-
rritorio cartaginés de la Iberia sudoriental y de su
capital Cartagena.
Preactas
73
El estudio que se presenta parte de la actual
revisión que efectuamos sobre la docu-
mentación antigua y fondos materiales
procedentes de la necrópolis de l’Albufereta (Ali-
cante), y trata en concreto sobre un aspecto del ri-
tual funerario practicado en este lugar: la
deposición de monedas en algunas de sus sepul-
turas de cremación.
Excavado durante la primera mitad de los años 30
del siglo XX, l’Albufereta es uno de los yacimien-
tos ibéricos más conocidos y continua referencia
en la bibliografía especializada a lo largo de los
años hasta la actualidad. La investigación está re-
velando nuevos e interesantes datos sobre el com-
plejo universo de las creencias y prácticas
funerarias de las que, desgraciadamente, sólo co-
nocemos su plasmación material.
Pese a las carencias del registro, conocemos di-
versas referencias al hallazgo de monedas en la
necrópolis, si bien éstas son siempre escuetas y
confusas, hasta el punto de hacernos dudar de si
realmente pertenecieron al yacimiento. Éste es el
caso de los ejemplares romanos, evidentemente
procedentes de estratos más modernos, y no de
los enterramientos, cuya cronología grosso modo
se encuadra entre los siglos IV y III a. C.
Si desde un principio resultó realmente intere-
sante la cuestión de la presencia de monedas en la
necrópolis, no ha sido hasta hace unos meses
cuando algunas de éstas han podido ser identifi-
cadas, tras más de medio siglo ocultas entre los
fondos clásicos del monetario del MARQ. La iden-
tidad de estos ejemplares posiblemente quedó
borrada durante alguna de las diversas remodela-
ciones que afectaron tanto a la exposición como a
los almacenes del antiguo Museo Arqueológico
Provincial de Alicante.
Pese a que Francisco Figueras Pacheco es quien
mejor documenta las campañas arqueológicas en
l’Albufereta, inventaría y describe los materiales
recuperados, es José Lafuente, en cambio, el pri-
mero que excava en el lugar, y quien publica en
una temprana y breve memoria de 1932 una fo-
tografía en la que aparecen, algo borrosas, seis
“monedas cartaginesas y romanas de la necrópo-
lis”, de las cuales hemos identificado cuatro bron-
ces de la ceca de Ebusus, con una cronología
general de los años 214-150 a. C., y un semis au-
gusteo de Carthago Nova. El hallazgo no ha hecho
sino dar credibilidad a las referencias con que con-
tábamos de antemano.
Los ejemplares púnicos presentan el tema icono-
gráfico dominante en las acuñaciones ebusitanas.
En el anverso la imagen más o menos esquemá-
tica del dios Bes o cabiro, caracterizado como un
enano panzudo con faldellín y tocado de plumas,
brazos alzados sosteniendo una serpiente y una
maza, y piernas cortas y arqueadas. Divinidad pro-
tectora de la isla, a la que da nombre, se comple-
menta en el reverso por la figura de un toro
embistiendo a izquierda. Por desgracia no cono-
cemos el contexto exacto de los hallazgos. Figue-
ras informa, en cambio, que una moneda se halló
en la sepultura F-86, pero sin duda no se trata de
uno de los ejemplares presentados, que procede-
rían de una campaña anterior.
Tanto Lafuente como Figueras fueron firmes de-
fensores del “cartagenismo” de muchos de los res-
Sobre la presencia de monedas Púnicas en sepulturasde la necrópolis de L’albufereta (Alacant)
Enric Verdú Parra(Museo Arqueológico Provincial de Alicante - MARQ)
74
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
tos arqueológicos descubiertos a partir de aque-
llos momentos a lo largo del litoral alicantino. El
yacimiento de l’Albufereta fue muy pronto catalo-
gado como “cartaginés” o “ibero-púnico”. Curiosa-
mente hoy estas tesis vuelven a estar de
actualidad. En el caso de la necrópolis, la revisión
de los materiales ha venido a caracterizar un con-
junto más amplio del que se pensaba en principio,
en el que destacan no sólo estas monedas púnico-
ebusitanas sino varias cerámicas de mesa comu-
nes y decoradas (durante décadas consideradas
ibéricas), imitaciones ebusitanas y de otros talle-
res del mundo semita (Gadir, Carthago), terraco-
tas (entre las que destacan los denominados
pebeteros en forma de cabeza femenina), cuentas
de collar de pasta vítrea, fragmentos de cáscara
de huevo de avestruz y varios amuletos orienta-
les.
También los dos excavadores coinciden en que en
el caso de aparecer se halló una moneda por se-
pultura. La valoración de este dato comporta una
serie de implicaciones socio-culturales, políticas y
económicas en relación al contexto en que se uti-
lizó el cementerio. Esta conducta presenta ade-
más multitud de paralelos en el mundo griego, de
donde es originaria (más bien de ambientes colo-
niales), pero también en la cultura púnica, siem-
pre a partir de época helenística, momento en el
cual encontramos hallazgos monetarios en con-
textos funerarios en distintos puntos del Medite-
rráneo.
La implantación de la economía monetaria es un
fenómeno muy tardío dentro de la cultura ibérica,
y con anterioridad a este momento los hallazgos
numismáticos son siempre excepcionales. En este
caso no podemos hablar de una adopción de este
sistema económico, sino más bien de un nuevo
componente del universo simbólico-religioso ibé-
rico, vinculado lejanamente al mito griego del
óbolo de Caronte, aunque quizá sólo sería un in-
dicador de riqueza y estatus como tantos otros en
el mundo ibérico, o un amuleto o talismán pro-
tector a raíz de las imágenes presentes en las mo-
nedas.
Regresando a la necrópolis alicantina, evidencia la
llegada de monedas púnicas, entre otros materia-
les importados, a estas tierras en el contexto de la
Segunda Guerra Púnica. Además, junto a la esca-
sez de armas en las sepulturas, nos encontramos
pues con un rasgo de gran interés y que hace aún
más compleja la investigación sobre las creencias
de ultratumba de estas comunidades indígenas,
del mismo modo que podríamos pensar en un po-
sible mestizaje de dicha población. A estas alturas
resultan más que evidentes los contactos con se-
mitas, en especial con ebusitanos, auténticos in-
termediarios comerciales en el Mediterráneo
occidental. El papel de Ebusus en época helenís-
tica, centro distribuidor de vajilla de mesa y obje-
tos exóticos hacia las áreas de dominio cartaginés
y el mundo ibérico, explica además la presencia de
objetos púnicos en la mayoría de yacimientos ibé-
ricos de toda la fachada mediterránea peninsular
entre los siglos IV y I a. C.
El análisis de estos hallazgos numismáticos, así
como la revisión actual de la necrópolis, se com-
plementa con los recientes resultados ofrecidos
por las excavaciones en el vecino yacimiento del
Tossal de Manises, donde se constata una des-
trucción del entre fines del siglo III e inicios del II
a. C., y por lo tanto también en pleno conflicto ro-
mano-cartaginés. Toda esta información incide
decisivamente en un mayor peso de la cultura pú-
nica en estas tierras, tema que está siendo some-
tido en la actualidad a un intenso debate a partir
además de los datos que ofrecen otros yacimien-
tos próximos como la Escuera (San Fulgencio), la
Illeta dels Banyets (el Campello), l’Alcúdia (Elx), etc.
En definitiva, pretendemos dar a conocer nuevos
datos sobre este trabajo aún en marcha, y ofrecer
un razonamiento documentado sobre la costum-
bre funeraria de deposición de monedas de
bronce en las sepulturas de cremación de l’Albu-
fereta, que ya llamó la atención en el momento de
la excavación y que hoy, al rescatar estas piezas de
los almacenes del MARQ se convierten en una
nueva e inesperada fuente de conocimientos.
Preactas
75
Este trabajo contempla la ocupación del li-
toral comprendido entre el Ebro y el Segura
como exponente de los contactos de los
grupos ibéricos con los navegantes mediterráneos
y más concretamente con los púnicos, entre los si-
glos IV y II a.C. El marco cronológico podría co-
rresponder al comprendido entre los tratados
romano-cartagineses del 348 y del 226 a.C.
Se parte de la tesis de la mayor antigüedad del
control de las vías fluviales que de las marítimas
por parte de los iberos. Sólo excepcionalmente se
detecta en esta costa algún asentamiento ibérico
fechable en el siglo V. Sin embargo, a lo largo del
siglo IV aparecen fenómenos de interés, a veces
combinados, como son:
- las concentraciones de ofrendas votivas en
puntos abiertos al tráfico marítimo,
- los espacios de producción y almacenaje
junto al mar y
- las fortalezas costeras.
Una cuestión importante en este enfoque es plan-
tear los términos de la negociación necesaria para
que estas ocupaciones tengan lugar entre las par-
tes implicadas. Los iberos había desarrollado es-
trategias de organización territorial; las potencias
mediterráneas comerciaban con ellos desde hacía
siglos: ¿qué factores se ponen en juego alrededor
del siglo IV para que aparezca un tipo de presen-
cias en la costa antes ausente? La hipótesis que
se contempla en este caso es la expansión de las
ciudades coloniales peninsulares y de Ibiza en esta
etapa.
Los lugares rituales contienen terracotas vincula-
das tipológica e iconográficamente al mundo pú-
nico de la cuenca mediterránea occidental,
aunque no reúnen piezas idénticas a las de cual-
quiera de estos contextos, en parte porque mu-
chas están hechas localmente. Los espacios de
producción y almacenaje muestran en algún caso
infraestructuras iguales a las de centros púnicos
coetáneos del Estrecho, muy distintas de las de los
oppida. Finalmente, los sitios fortificados bien es-
tudiados –muy escasos- pueden hacerse derivar
de modelos externos cuando se trata de murallas
complejas, aunque tampoco son exactos a los mo-
delos. Sin embargo las facies cerámicas no se di-
ferencia claramente de las ibéricas.
Se asiste así a un grado de contacto colonial par-
ticular, del que se deriva un nuevo panorama de
interacción cultural.
En el tránsito del siglo III al siglo II el litoral consi-
derado muestra nuevos ejemplos de vigilancia
mediante torres en conexión visual con asenta-
mientos estratégicos, así como lugares costeros
fortificados, preparados para defenderse del ata-
que con maquinaria de guerra y dotados de apro-
visionamiento de agua mediante cisternas.
La segunda guerra púnica está en el horizonte de
esta defensa de la costa. Las murallas se atribuyen
a púnicos o romanos, según su localización. Sin
embargo, en coherencia con el planteamiento ini-
cial de este trabajo, hay que considerar también
el factor ibérico, bien pactando con unos o con
otros, o bien afirmándose sobre sus territorios tras
haber experimentado el primer despliegue mili-
tar en que se vieron involucrados.
Ocupación comercial, ritual y estratégica del litoral valencianoCarmen Aranegui Gascó
(Catedrática de Arqueología. Universitat de València)
Preactas
77
En el territorio de las comunidades ibéricas
septentrionales se ubica la única zona de
colonización griega de la Península Ibérica
contrastada arqueológicamente. Emporion y
Rhode constituyen, desde el siglo VI aC. en ade-
lante, la punta de lanza de la presencia griega,
focea, en extremo occidente. Esta evidencia ha te-
nido lógicamente un peso específico muy grande
en nuestra visión sobre los pueblos indígenas del
nordeste peninsular, considerados aquellos con un
más alto grado de influencia helénica en todos los
ámbitos (génesis, rasgos culturales, estructura
económica, etc.).
Así, por ejemplo, la importancia e intensidad del
fenómeno regional de almacenaje de excedentes
cerealísticos en silos o las características cons-
tructivas de ciertas manifestaciones arquitectó-
nicas monumentales (torres pentagonales de
Tivissa, fortificación de Ullastret) responden o se
explican tradicionalmente en función de la fuerte
influencia griega en la zona. En cualquier caso, el
indicador arqueológico más evidente y común-
mente aceptado como muestra de esta impronta
focea, no sólo en el nordeste sino en toda el área
mediterránea de la Península Ibérica, ha sido
siempre el de la amplísima difusión de cerámicas
griegas de vajilla fina (áticas, Taller de Roses, etc.).
En los últimos decenios esta percepción tiende a
matizarse fundamentalmente gracias a la consi-
deración de un elemento de cultura material poco
valorado anteriormente: el de las ánforas impor-
tadas. Y no se trata de una categoría con un valor
secundario si atendemos a la importancia econó-
mica que le otorga su papel de cargamento prin-
cipal en los barcos de distribución de mercancías
a nivel mediterráneo. Es por ello que en este tra-
bajo presentamos una actualización de la docu-
mentación de este grupo de las ánforas
importadas en la zona objeto de estudio, tanto
desde el punto de vista cualitativo (tipos y proce-
dencias) como, sobretodo, cuantitativo (propor-
ción relativa en los conjuntos cerámicos de la
zona).
En este último sentido destacamos como en los
asentamientos ibéricos de la costa catalana (aque-
lla más próxima a la zona de colonización griega
occidental) desde el siglo V aC. la presencia de án-
foras púnicas (ebusitanas, cartaginesas o del área
del Circulo del Estrecho) presenta una mayoría, en
muchos casos abrumadora (con proporciones su-
periores al 80 o al 90 %), respecto a los envases
de otras filiaciones (griega o etrusca). Aún más
significativo, y sorprendente si cabe, es el hecho
de que este fenómeno no es ajeno a la realidad ce-
ramológica de la misma Emporion focea, tal y
como intentaremos mostrar en base a una revi-
sión reciente (con criterios metodológicos, de
cuantificación, actualizados) de conjuntos conoci-
dos de la Neápolis emporitana.
Con todo ello no cabe duda de que la incidencia
púnica en la esfera comercial y, por extensión, eco-
nómica entre las poblaciones de esta zona fue
también muy relevante, incluso determinante. De
hecho, recientemente se han destacado una serie
de hallazgos o evidencias que incrementan esta
avaluación sobre el grado de influencia púnica en
este “territorio emporitano”. Alguna de estas ma-
nifestaciones serían:
Evidencias arqueológicas de la incidencia púnica enel mundo ibérico septentrional (siglos VI-III aC.):
estado de la cuestión e interpretaciónDavid Asensio i Vilaró
(Universitat Autònoma de Barcelona/Universitat de Barcelona/ Món Iber Rocs S.L.)
78
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
- La notable documentación de cerámicas co-
munes púnicas en contextos indígenas. Mu-
chas de estas piezas, como por ejemplo los
morteros, no parecen tener un valor comer-
cial o socio-económico intrínseco (a diferen-
cia de las ánforas –su contenido- o los
ejemplares de vajilla fina).
- La evidencia de la aparición en contextos in-
dígenas de un número significativo de ca-
zuelas cartaginesas a partir del siglo III aC. y
de sus imitaciones locales. Se trata de un fe-
nómeno de emulación de prácticas culina-
rias exógenas por parte de las élites locales
o de la presencia física de efectivos nortea-
fricanos en la zona (a ambas cosas a la vez)?.
- El fenómeno, contrastado en el área cose-
tana, de un proceso de imitación local de án-
foras púnicas ebusitanas (siglos IV-III aC),
con probable (por necesaria) participación
de artesanos ibicencos en la empresa.
- La localización de objetos cultuales de in-
cuestionable producción y procedencia pú-
nica, como es el caso de diversos ejemplares
de terracotas con cabeza de Deméter o Kore,
las dos figuritas ebusitanas del dios Bes de
Ullastret y, recientemente, la de un ejemplar
completo de máscara grotesca, de muy pro-
bable fabricación sarda, aparecida en el nú-
cleo ibérico del Mas d’en Gual (Tarragona).
Estas evidencias nos permiten concluir una in-
fluencia semítica intensa que traspasa los límites
de las relaciones comerciales y económicas y que
se advierte incluso en ámbitos de naturaleza más
cultural e ideológica. Todo ello en un marco inter-
pretativo que prioriza la consideración del con-
junto de elementos e influencias externas dentro
de las necesidades de las sociedades indígenas las
cuales los adoptan o utilizan en función de sus
particulares valores y modelos organizativos.
Preactas
79
Depuis 2006, l’Institut National du Patri-
moine de la République Tunisienne et
l’Université de Barcelone ont développé
dans la ville numido-romaine d’Althiburos (El Mé-
déina, gouvernorat du Kef) et ses environs un pro-
jet de recherche dont le but essentiel est de
reconnaître et de documenter les processus de
mutation socio-culturelle qui ont amené à la for-
mation des états numides qui nous sont connus
par les sources anciennes, y comprise l’analyse des
rapports avec Carthage et les régions de culture
punique.
Cette recherche a comporté la prospection systé-
matique de la ville et de la vallée d’Althiburos,
ainsi que la réalisation de fouilles en profondeur
au centre de la ville, l’excavation de plusieurs
tombes dans une des nécropoles qui l’entourent
et l’exploration systématique d’un des nombreux
tumulus à chambre centrale qui existent dans la
région. Cette communication porte exclusivement
sur les rapports avec Carthage tel qu’on peut les
documenter à partir des données issues de la
fouille dans la zone centrale de la ville d’Althibu-
ros.
Les sondages qui ont été pratiqués au sud-est
(zone 1) et au nord-ouest (zone 2) du capitole d’Al-
thiburos (dégagé en fin XIXe-début XXe siècle) ont
atteint des niveaux préromains importants, qui
s’étendent sur toute la superficie fouillée, en gé-
néral immédiatement en dessous des niveaux de
l’Antiquité Tardive (ce qui implique nécessaire-
ment l’enlèvement à cette époque des niveaux
stratigraphiques datables du Haut Empire). Il faut
également noter que la fouille de la zone 2 a at-
teint des niveaux situés à peu près à 6 m en des-
sous du sol créé par les fouilles de nos prédéces-
seurs de la fin XIXe-début XXe siècle) et vraisem-
blablement à 7,5 m en dessous du niveau originel.
Les niveaux profonds de la zone 2, dont la chro-
nologie est à situer en plein VIIIe siècle av. J.-C., ou
même avant, ont livré quelques fragments de cé-
ramique tournée à engobe rouge, sans doute phé-
nicienne (peut-être carthaginoise), qui attestent
d’une relation précoce entre les centres sémi-
tiques de la côte tunisienne et ce site intérieur,
situé à 180 km de Carthage, 120 km de Thabraca
et 160 km de Sousse. Des poteries strictement
carthaginoises, un peu plus nombreuses, sont at-
testées dans les niveaux datables entre la fin du
VIIIe et le VIe siècles. Il s’agit surtout de coupes ca-
rénées à engobe rouge, mais les amphores sont
également présentes, bien qu’en quantité moin-
dre. Bien que ces céramiques ne représentent
qu’un pourcentage infime des poteries récupérées
dans la fouilles, elles attestent d’une relation inin-
terrompue, qui est peut-être à mettre en rapport
avec le développement rapide de la métallurgie
du fer (dès, au moins, le VIIIe siècle av. J.-C.) et la fa-
brication de céramiques modelées à engobe
rouge, toujours présentes entre le VIIIe siècle av.
J.-C. et le début du Haut Empire.
Depuis le IVe siècle av. J.-C. et durant le III siècle
av. J.-C., les rapports commerciaux deviennent
plus intenses. Le matériel carthaginois (am-
phores, céramique commune (peinte ou non), cé-
ramique inspirée des productions
helleno-italiques à vernis noir, céramique de cui-
sine) domine largement parmi ces importations,
mais l’amphore gréco-italique est attestée dès le
III s. av. J.-C.
Le matériel céramique d’importation á Althiburos(La Kef, Tunisie) á l’époque préromaine
N. Kallala, J. Ramón, J. Sanmartí, M.C. Belarte y B. Maraoui(Proyecto Althiburos)
80
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
C’est toutefois durant la fin du IIe-Ier siècles av. J.-
C. que le commerce avec les zones de culture pu-
nique de la côte tunisienne atteint son acmé. Les
céramiques de tradition punique carthaginoise
restent toujours largement majoritaires, avec une
forte présence des productions que l’on peut si-
tuer au Sahel et Tripolitaine, mais les céramiques
italiques –amphores Dr. 1, Campanienne A et au-
tres productions à vernis noir, ainsi que quelques
lampes– représentent à cette époque un pour-
centage important du matériel importé.
Le long de huit siècles Althiburos a maintenu un
rapport commercial non interrompu avec Car-
thage et les centres puniques de la côte de
l’actuelle Tunisie, et cela implique dès une date an-
cienne une forte empreinte carthaginoise dans
l’intérieur, dont les conséquences en ce qui
concerne la formation de la civilisation numide
restent à évaluer, mais ne peuvent nullement être
négligeables.
Preactas
81
El opúsculo anónimo incluido en el Codex
Palatinus Heidelbergensis gr. 398 con el tí-
tulo de Periplo de Hanón es, sin duda, una
de las más valiosas fuentes literarias a disposición
de los especialistas en el mundo fénico-púnico,
habida cuenta de su pretendida condición de ex-
clusivo documento conservado al completo (aun-
que en su versión griega) de entre esa vasta
producción escrita, hoy perdida, que debió nutrir
los anaqueles de los grandes centros de la cultura
objeto del presente Coloquio. Ahora bien, valorado
como integrante de la literatura griega —la única
de sus facetas digna de atención para el filólogo—
constituye además uno de los casos más contro-
vertidos de dicho corpus, cuya interpretación ha
suscitado enconados debates desde su mismo
descubrimiento.
Una primera lec tura, incauta y poco exigente, de
dicho documento parece confirmar la veracidad
del título que reza en el manuscrito, a saber, que
se trata de la versión griega del informe que el su-
fete cartaginés Hanón depositó en el templo de
Crono (¿Baal Moloch?) tras su regreso y como re-
sultado de su misión fundacional y exploratoria
por el litoral atlántico africano. El propio conte-
nido del texto no desmiente, de entrada, dicha na-
turaleza: divisible claramente en dos mitades
(pars. 1-7 actividad colonizadora, pars. 8-18 ex-
ploratoria), el Periplo exhibe con todo lujo de de-
talles, especialmente en su segunda parte, los
pormenores de un viaje por tierras hasta ahora
desconocidas, y, al parecer, lo hace de una forma
tan real y sincera que incluso el lector actual cree
tener la certeza de asistir a un cuadro fiel de la ge-
ografía, la zoología y la etnografía propias del
África tropical.
Los problemas, sin embargo, empiezan a surgir
tras los resultados que arroja cualquier análisis fi-
lológico, por poco ambicioso que éste sea. Es
prueba irrebatible que su prosa, de apariencia
simple y aséptica, acusa —ante todo en esa se-
gunda parte, supuestamente más sincera— mul-
titud de paralelismos, muchos de ellos literales,
con los más destacados prosistas griegos, desde
Heródoto hasta autores del bajo helenismo. No es
éste el momento de exponer el listado completo
de tales equivalencias. Baste con señalar las más
notorias: par. 7 = HDT., IV 174, 183; CRATES, fr. 14a
Mette; par. 8 = PALAEPH., 31; par. 18 = MEGASTH.,
FGrHist 715 F 27b; AEL., NA XVI 21; XENOPH. LAMPS.
(apud PLIN., Nat. VI 200 y SOL., 56, 10-12). La crítica
tradicional, que considera el Periplo un relato ori-
ginal compuesto a inicios del s. V a.C., suele inter-
pretar estos paralelismos como prueba de la
tradición ejercida por nuestro anónimo autor. Tal
criterio, no obstante, implica la ilógica atribución
a su opúsculo de una capacidad de influencia que
en absoluto guarda proporción con su modesto
peso literario.
La solución definitiva a estos problemas está aún
por llegar. La meritoria labor filológica de las últi-
mas décadas —muchos de cuyos alegatos resul-
tan incontestables a los todavía numerosos
defensores de una interpretación de la obra de
corte tradicionalista— ha socavado los pilares de
una veracidad del Periplo secularmente defendida
casi sin oposición. Con todo, la historia de la crí-
tica moderna describe un infructuoso movi-
miento pendular entre dos posturas exclusivas,
irreconciliables y, a mi entender, erróneas ambas si
se plantean sólo en clave antagónica. Quizás un
análisis de la obra con garantías de resultados sa-
El Periplo de Hanón y la literatura tardohelenística*Francisco J. González Ponce
(Universidad de Sevilla)
82
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
tisfactorios pase por el reconocimiento de una
serie de principios básicos generalmente confun-
didos hasta ahora. Imprescindibles son, al menos,
los siguientes: 1) el grado de veracidad de nuestra
versión griega no guarda relación directa con la
aceptación o no de la existencia histórica de la ex-
pedición cartaginesa; 2) ésta ha debido existir, y
sus ecos salpican aún una serie de tradiciones que
remontan todas a un mismo dossier púnico, una
de las cuales —y sólo una— toma cuerpo en el
texto conservado en Heidelberg; 3) dicho texto
sería la adaptación griega, tardía, de unos docu-
mentos originales ya vertidos al griego, con posi-
ble afección literaria, en la propia Cartago; 4)
nuestra versión es un documento eminentemente
literario, en consonancia con los clisés tardohele-
nísticos; 5) a pesar de ello, su relato parece ser más
fiel al original que el ofrecido por otras tradicio-
nes (Juba, Mela y Plinio, a través de Varrón y Ne-
pote): entre sus líneas se percibe aún el trazado
de un viaje realmente longitudinal (N-S) hasta un
punto indeterminado del África ecuatorial, con ve-
rídica descripción de la zoología y etnología fabu-
losa de aquellos parajes, aunque la adopción de
los esquemas geográficos propios de la época
obligue al autor a presentárnoslo en forma de te-
órica cuasi-circunnavegación del continente.
Si se admiten tales principios podría proponerse
para nuestra versión literaria una fecha de com-
posición baja: una serie de indicios, que se basan
fundamentalmente en datos extraídos del co-
mentario del último parágrafo, nos permitirían fe-
charla en la segunda mitad del s. II a.C., es decir,
entre las producciones de Crates de Malo, utili-
zado por nuestro autor, y de Jenofonte de Lámp-
saco, al que yo considero lector sincero de una
copia de nuestro texto menos adulterada que la
que hoy se conserva, en lugar de falsificador o mal
adaptador de los documentos originales.
* El presente trabajo ha sido elaborado en el marco
del Proyecto de In vestigación “Literatura frag-
mentaria histórica y geográfica.
La época helenística” (HUM2007-62541), finan-
ciado por la Dirección General de Investigación del
Ministerio de Ciencia e Innovación.
Preactas
83
Basado en un guión de Rudyard Kipling, en 1975
John Houston dirigió The Man Who Would Be King
(el hombre que pudo reinar), en la que dos solda-
dos de fortuna, debido a una serie de casuísticas,
entre ellas el parecido de uno de los personajes,
Daniel Dravot, con Alejandro Magno, consideran a
este un dios y reina sobre Kafiristán. De igual
forma, en la investigación histórica, a veces halla-
mos casuísticas iconográficas que nos ponen en
un primer momento en relación con los retratos
de los bárquidas, cuando en realidad puede que
nos hallemos ante un personaje ajeno a esta fa-
milia. Así, se puede deducir, del entalle de corna-
lina hallado en Baria (Villaricos, Almería), donde
grabado en negativo, aparece la imagen de un
hombre barbado con una corona de laurel en la
cabeza, símil a la iconografía de Amílcar Barca di-
vinizado, es decir, asimilado a Melqart, sobre al-
gunas monedas peninsulares. Sin embargo, el
trabajo del grabador depara una serie de elemen-
tos epigráficos, que hacen dudar de que el retra-
tado sea un Barca o al menos, uno de los Barca
conocidos.
Este tipo de trabajo no es desconocido en el
mundo fenicio, como se puede deducir de una sor-
tija de procedencia ibicenca, actualmente en la co-
lección del Museo Arqueológico Nacional (nº inv.
35948), donde se representa una cabeza mascu-
lina barbada, cuya composición del pelo del indi-
viduo se realiza mediante la imagen de dos aves,
representándose también al final de su cuello un
delfín, animales que evidentemente nos ponen en
contacto con los atributos de una deidad. Pero ,
como en el anterior caso se plantea una duda, ¿es
la representación de una divinidad?. La informa-
ción del poseedor del objeto, nos viene de la mano
de la inscripción que acompaña al conjunto: de
’dlb‘l.
La presencia de elementos cartagineses o pobla-
ciones del Norte de Africa en la Península Ibérica
anterior a la llegada de los bárquidas, puede ser
detectada no sólo a través de las fuentes clásicas
como suponen Esteban de Bizancio, Heródoro y Fi-
listo entre otros, sino que la epigrafía vuelve a dar-
nos algunas claves para poder apuntar al hecho
de esta presencia dentro del interior del territorio
hispano, en un evidente intento de control de las
rutas de comercio, y en búsqueda de nuevos terri-
torios de explotación. Sirva como ejemplo la lá-
mina egiptizante con inscripción procedente de
Moraleda de Zafayona (Granada), objeto elabo-
rado en los talleres de Cartago, que incide en este
aspecto de agentes cartagineses más allá de los
territorios controlados por los fenicios en la Pe-
nínsula Ibérica. ¿Comisionado por Cartago, o sim-
plemente como en la obra de Kipling un
aventurero?
La presencia de estos ciudadanos de pleno dere-
cho, cuya situación social debía de ser elevada, tal
vez represente en el entalle de Baria la figura de
un individuo que está relacionado con las explo-
taciones metalíferas o pesqueras, o tal vez un
cargo militar si atendemos a la corona de laurel
cuya profusión y representación en el mundo pú-
nico y númida se observa en las estelas de los di-
versos tofet junto a una profusión de armamento
que anteriormente no tenía lugar. Podemos tener
en este entalle nuestro hombre que pudo reinar,
debido a una simple analogía en la representación
con los bárquidas.
El hombre que pudo reinar. La epigrafíacartaginesa en la Península Ibérica
FLuis Alberto Ruiz CabreroDep. Historia Antigua (Universidad Complutense de Madrid)
Centro de Estudios Fenicios y Púnicos
Preactas
85
Frente al imperante criterio común, hay que
adelantar que el río del tratado de Asdrú-
bal no puede ser el Ebro como casi siempre
se afirma. Las menciones conservadas en las obras
de Polibio, Livio y Apiano, desautorizan dicha pro-
puesta. Al reflexionar sobre la responsabilidad de
la segunda Guerra Púnica, Políbio especifica (3, 30,
3): Si consideramos la destrucción de Sagunto como
el motivo de la guerra tenemos que reconocer que
los cartagineses fueron los culpables de que ésta es-
tallara por dos razones. Por una parte incumplieron
el tratado de Lutacio que daba seguridad a los alia-
dos y prohibía inmiscuirse en la esfera ajena, por
otra parte violaron el tratado de Asdrúbal que pro-
hibía cruzar el río Iber al frente de un ejército.
De esta aseveración podemos deducir que antes
del cerco de Sagunto acontece el paso del Iber, ac-
ción interpretada como ruptura del tratado de As-
drúbal; lo cual indica que Sagunto se sitúa al norte
del río mencionado en el acuerdo. Existe otra
prueba que viene a certificar esta localización. Al
narrarnos el episodio de la declaración de guerra
protagonizada por una delegación romana des-
plazada a Cartago y comentarnos la reacción de los
cartagineses, Polibio matiza (3, 21, 1): Los cartagi-
neses omitieron el tratado de Asdrúbal como si éste
no hubiera sido concertado o, en su caso, como si no
tuviese vigencia, ya que ellos no lo habían ratificado.
De estas líneas se desprende que los cartagineses
reaccionaron ante la acusación de los romanos de
que Aníbal, antes de dirigirse a Sagunto había in-
cumplido el tratado de Asdrúbal con el argumento
de que éste no había sido ratificado posterior-
mente en Cartago, con lo que querían subrayar
que dicho acuerdo, durante el mandato de Aníbal,
ya no estaba en vigor. Esta afirmación nos permite
ver cómo la violación del tratado de Asdrúbal era
contemplada como un antecedente de la toma de
Sagunto. Con ello se certifican los siguientes he-
chos: cuando Aníbal parte de Cartagena para diri-
girse a Sagunto atraviesa previamente el Iber, de
lo que se deduce que el río del tratado de Asdrúbal
discurría al sur de la ciudad ibera.
También Livio aduce sobre la situación geográfica
del Hiberus la siguiente observación (21, 2, 7): Con
éste, Asdrúbal, dado que había demostrado una
sorprendente habilidad para atraerse a los pueblos
e incorporarlos a su dominio, había renovado el
pueblo romano el tratado de alianza, según el cual
el río Hiberus constituiría la línea de demarcación
entre ambos imperios y se respetaría la indepen-
dencia de los saguntinos, situados en la zona inter-
media entre los dominios de ambos pueblos.
Tampoco asegura Livio que Sagunto se situase
dentro de la zona de dominio cartaginés, hecho
indiscutible si verdaderamente hubiera sido el
Ebro el río aludido en el tratado. Más bien se re-
fiere Livio a una zona intermedia entre ambos im-
perios, observación que viene una vez más a
corroborar que la línea divisoria se situaba al sur
de Sagunto.
La tercera fuente, Apiano (6, 7), confirma la ver-
sión polibiana: En efecto (Aníbal) después de atra-
vesar el Iber, destruyó la ciudad de los saguntinos
con toda su juventud, y por este motivo los tratados
que se habían estipulado entre romanos y cartagi-
neses tras la guerra de Sicilia quedaron sin vigor.
Otra vez el tratado de Asdrúbal: hipótesis y evidenciasPedro Barceló
(Historisches Institut, Universität Potsdam)
86
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Luego, refiriéndose a la ubicación de la ciudad de
Sagunto, Apiano dice: los saguntinos colonos de
Zacinto situados entre los Pirineos y el Iber, con lo
que Apiano pondera al igual que sus predeceso-
res (Polibio y Livio) una localización del Iber al sur
de Sagunto.
El Ebro quedaba demasiado alejado de las bases
militares de Asdrúbal emplazadas en Cartagena.
Además, no poseemos ningún indicio arqueoló-
gico de que en el momento de concluir el tratado
los cartagineses se orientaran tan hacia el norte.
Más sentido tiene un límite que se encuadre geo-
gráficamente al alcance de las posibilidades de As-
drúbal. Éste podría ser el Júcar, como ya propuso
en su día Carcopino, o lo que parece más proba-
ble, el Segura. Además hay que reconocer que en
el momento de cerrar el pacto, los cartagineses
habían alcanzado una saturación territorial, ya
que dominaban las zonas neurálgicas de Andalu-
cía y del sureste hispano. Recordemos que los
campamentos cartagineses cuya misión era con-
trolar los territorios conquistados se ubican al sur
de una línea que discurre a lo largo del Guadal-
quivir y del Segura. También existe un argumento
adicional que nunca se relaciona con el tema a
pesar de su abrumadora contundencia. La línea di-
visoria que gira alrededor de las cuencas fluviales
del Guadalquivir y del Segura y que acantonaba la
zona de dominio púnico, obtendrá una posterior
corroboración en el momento de establecerse la
división provincial hispana como consecuencia de
la conquista romana. El límite entre Hispania Ci-
terior y Ulterior discurría al borde del cauce norte
del Guadalquivir y del cauce sur del Segura inclu-
yendo Cartagena en la Citerior hecho que de-
muestra que cuando los romanos llegaron a la
Península y diseñaron alrededor del año 197 a. C.
su futura articulación territorial, la adaptaron a
los precedentes creados por sus antecesores car-
tagineses. El límite territorial que aquí nos atañe
no se improvisó de hoy a mañana, sino que res-
pondía a una realidad constatada, que se remitía
a la época de Asdrúbal.
Preactas
87
En este trabajo se analizan los textos litera-
rios concernientes a la organización militar
de los iberos durante el período Bárquida.
Esos datos literarios se ponen en relación con los
conocimientos de la realidad arqueológica y con
las posibles formas de organización precedentes
para establecer hasta qué punto en el momento
de la confrontación entre Cartago y Roma, los pue-
blos indígenas había adoptado formas de organi-
zación militar ajenas a su propia tradición y de
qué forma se habían integrado en los modos de
hacer la guerra propios de las potencias medite-
rráneas. Todo ello, naturalmente, guarda relación
con las propias estructuras políticas, administra-
tivas y socioeconómicas de los iberos, en proceso
cambiante como consecuencia de la presencia im-
perialista en su territorio.
Un punto de partida necesario es la aproximación
crítica a la idea de la evolución de formas monár-
quicas hacia formas aristocráticas de gobierno,
derivada seguramente de la propia construcción
historiográfica helena para su propia historia; de
hecho, al margen de la formación social de Tarteso
sería muy difícil sostener la existencia de gobier-
nos unipersonales antes de la consolidación del
modelo del oppidum. En este mismo sentido es
preciso discutir la imagen proporcionada por
cierta historiografía moderna según la cual en los
ámbitos de mayor influjo griego se habrían des-
arrollado formas de organización aristocrática,
mientras que en las áreas de impacto púnico se
habrían promovido monarquías.
El debate sobre la forma de gobierno es del todo
pertinente para comprender la organización mili-
tar, pues ésta es resultado del propio ordena-
miento político en la misma medida en la que éste
es resultado de la organización militar. Todas las
instituciones son expresión de las relaciones so-
ciales de la producción. Obviamente, a partir de
esta idea, es imprescindible conocer las estructu-
ras de la propiedad y el acceso a la milicia, extre-
mos sobre los que las fuentes resultan muy
pobres. Es la Arqueología y en especial el análisis
de las necrópolis lo que nos puede ofrecer datos
fiables sobre los que formular las propuestas teó-
ricas que respondan a estas cuestiones.
En cualquier caso, la denominación de principes o
presbytatoi en las fuentes grecolatinas, no se re-
fiere exclusivamente a aquellos que ostentan el
poder unipersonal, sino que designa un ordo, y ello
al margen de que en ocasiones el término sirva
para designar al individuo que en otros casos po-
dría recibir la denominación de regulus, rex, dux,
basileus, dynatos o cualquiera otra de las expre-
siones del poder personal. Las comandancias mi-
litares están relacionadas con esta nomenclatura
que no es ajena a la realidad, por más que se ter-
giverse en función de su inteligibilidad para los
lectores de los autores grecolatinos.
La institución propia de este ordo sería el senatus
(senatores omnium ciuitatium, los llama Liu.
XXXIV, 17, cuando son convocados por Catón en el
año 195), términos que sólo adquieren relevancia
por oposición a sus contrarios. Y así, la asamblea
sería donde se reunirían aquellos que no son prin-
cipes; sin embargo, las fuentes no nos transmiten
la denominación como grupo de quienes se reú-
nen en asamblea, por lo que ignoramos su posi-
ción jurídica (presumiblemente libres, pues
Organización política y comandancia militar: Los cartagineses en Iberia
Jaime Alvar Ezquerra(Universidad Carlos III, Madrid)
88
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
conformarían la infantería y gozan del derecho
político asambleario). A través de este procedi-
miento tal vez pudieran encontrar sentido las di-
ferentes combinaciones de armamento detectado
en las necrópolis ibéricas, pues afectarían, por una
parte, a la oligarquía dominante, en la que cabría
una distinción de dignidad por edad y status, que
diferenciara a los principes propiamente dichos y
los iuvenes, potenciales principes que por edad aún
no han alcanzado la dignidad de participar en el
senatus. Frente a ellos se encuentra la masa ar-
mada, con rangos diferenciados, según se observa
en las tumbas, pero que no participa de los privi-
legios de la clase dirigente. El hecho de que sean
portadores de armas, y que se puedan enterrar
con ellas, los aleja de un presumible status servil,
aunque ciertamente mantienen relaciones de de-
pendencia de otra índole (por ejemplo, mediante
su vinculación a un grupo aristocrático clientelar).
Y estas expresiones de la dependencia están rela-
cionadas con otro mito historiográfico, el de la
deuotio ibérica, institución manipulada tanto por
los romanos, como por la historiografía moderna
para abundar en la defensa de sus intereses pro-
pagandísticos. Cuando la fides se les presenta fa-
vorable recibe un tratamiento apologético que
culmina con la exaltación de ese “valor” como el
más significativo de la personalidad colectiva de
los iberos. Y desde ese momento es susceptible de
ser utilizado como símbolo de validez universal
para determinadas formas de creación historio-
gráfica vinculadas al carácter de los pueblos (en
este caso concreto, el de los es
pañoles).
Sin embargo, cuando esa manifestación máxima
del sistema de valores ibérico se orienta en bene-
ficio de los púnicos, la literatura de conquista la
identifica como exemplum de la barbarie indí-
gena. Y en la medida en que barbarie se opone a
civilización, es decir, ibero filopúnico a ibero filo-
rromano, se está justificando la intervención mili-
tar para conducir al bárbaro al redil de la
civilización, identificable así con el dominio ro-
mano. Y puesto que la deuotio es una instrumen-
talización de las relaciones de dependencia, se
convierte en un eficacísimo mecanismo de domi-
nación que utilizan los romanos, tanto desde el
punto de vista físico, a través de los comandantes
militares que actúan en la península, como ideo-
lógico, a través de la lectura que la literatura de
conquista hace de la institución, sirviéndose de
ella como modelo para el buen funcionamiento de
las relaciones de Roma con las poblaciones some-
tidas.
Preactas
89
Leemos en Estrabón, 3, 4, 6, que:
“Al otro lado del Júcar, en dirección a la des-
embocadura del Ebro, se encuentra en primer
lugar Saguntum, fundación de Zakynto, cuya
destrucción por Aníbal, en contra de los acuer-
dos firmados por los romanos, provocó la se-
gunda guerra púnica. No lejos de allí se
encuentran las ciudades de Querronesos, Ole-
astron y Cartalias; luego, en el mismo lugar
donde se cruza el Ebro, la colonia Dertosa.”
Esta Cartalias que Estrabón sitúa cerca de Sagunto
no vuelve a aparecer en los itinerarios y descrip-
ciones geográficas o administrativas. En ninguna
otra fuente documental existe referencia a ella,
aunque es cierto que en la obra de Livio se en-
cuentra un topónimo similar, referido en este caso
a la considerada capital del pueblo de los Olcades
(Livio, 21, 5, 4).
La principal fuente de Estrabón en el libro tercero
de su Geografía fue Posidonio de Apamea. Sus
conclusiones sirvieron a Estrabón para el conoci-
miento de los elementos básicos de geografía ma-
temática y geografía física que éste utiliza en sus
descripciones, incluso la medición de distancias
pareció más apropiada que la usada por Polibio y
Artemídoro. Otra importante fuente informativa
fue Polibio. Directamente o a través de Posidonio,
influyó en Estrabón, como expresan claramente
diversos pasajes de la Geografía relativos a Hispa-
nia.
La información de Polibio se vio favorecida, a su vez,
por las aportaciones de terceros. La incorporación
de numerosos elementos geográficos hispanos a lo
que podríamos denominar “interés general” de las
sociedades mediterráneas, se produjo como con-
secuencia de la segunda guerra púnica y el reflejo
literario de los hechos de armas aquí acaecidos. De
modo que parece plausible centrar en este periodo
las fuentes polibianas.
Para los hechos romanos fueron Q. Fabio Pictor y
L. Cincio Alimento. El primero es citado explícita-
mente al analizar las causas de la guerra y el se-
gundo pasó por el trance de haber sido prisionero
de Aníbal. Ambos fueron senadores romanos e
historiadores que utilizaron el griego en sus escri-
tos. La obra de Fabio Pictor fue poco apreciada por
Polibio, su crítica áspera aparece en un pasaje en
el que igualmente desacredita a Filino de Agri-
gento, a quienes utilizó para conocer los hechos y
el punto de vista de los bandos en liza durante la
primera de las guerras púnicas.
Las informaciones del bando cartaginés debió ob-
tenerlas Polibio de los trabajos de Sósilo de Lace-
demonia, quien acompañó a Aníbal en sus
batallas y las plasmó en siete libros con el título
de �������������������������.
También sobre este autor expresó Polibio, una
dura crítica. Otro testigo presencial desde el
bando de Aníbal fue el siciliano Sileno de Caleacte,
que dejó escrita en griego una historia sobre las
campañas del general cartaginés, y que sirvió de
fuente informativa tanto a Polibio como a Celio
Antípater, el cual, a su vez, fue muy consultado por
Tito Livio en su tercera década.
Qart-Aliya, el topónimo púnico de SaguntumJuan José Ferrer Maestro
(Universidad Jaume I de Castellón)
90
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Ahora recordemos la cita de Livio sobre la capital
de los Olcades (21, 5, 4): Cartalam, urbem opulen-
tam.... Es la misma ciudad a la que Polibio deno-
mina Althia (3, 13, 6). Ambos narran los primeros
hechos de armas de Aníbal, a poco de ser elegido
comandante en jefe y antes de iniciar la campaña
contra los vacceos y preparar su ataque a Sagunto.
El episodio es similar en los dos historiadores, ¿por
qué difiere entonces el nombre de la ciudad prin-
cipal de los olcades? Para el periodo de la segunda
guerra púnica Livio se sirvió, tanto de las informa-
ciones que obtuvo de Polibio, como de las de Si-
leno, transmitidas éstas a través de Celio
Antípater. En este pasaje concreto la influencia po-
libiana es inequívoca, de modo que sólo cabe pen-
sar en una interpolación de Livio justificada en
otra fuente. Si Livio está consultando a Antípater
y Polibio conjuntamente, es fácil introducir en el
relato básico de la campañas de Aníbal, un topó-
nimo que no aparece jamás en Polibio pero que
debió utilizar Sileno (tal vez Sósilo) y a través de
Antípater pasar a Livio.
¿Y Estrabón? Es posible que Estrabón recibiese in-
formación indirecta de autores procartagineses,
sobre todo teniendo en cuenta la influencia de Po-
sidonio en su obra y la capacidad intelectual de
éste, al que no imaginamos conformándose ex-
clusivamente con Polibio para informarse del pa-
sado.
Los otros dos topónimos citados en su informa-
ción sobre Sagunto y alrededores no han sido lo-
calizados con seguridad, ¿qué hemos de pensar
entonces acerca del tercero? Si todo es confuso en
esa información, e incluso comprobamos una tri-
ple procedencia cultural griega, latina, púnica,
nada impide aceptar la casuística que hace de la
Cartalias estraboniana una duplicación toponí-
mica con respecto a Saguntum, en un momento
en el que ya se había perdido el significado de su
etimología púnica.
Estamos en presencia de un vocablo compuesto
de origen semítico: la raiz púnica Qart- (ciudad) y
el sufijo cAlyã’ (lugar elevado, cima de una mon-
taña) que se conserva en el árabe actual y su to-
ponimia, y especialmente en el hebreo Aliyá (ūūūū
: ascenso), aparentemente más relacionado con el
púnico por lógicas razones de proximidad etno-
geográfica. Qart-Aliya, la “ciudad elevada”, el equi-
valente púnico de ūūūūūūūūūūūū debió ser
utilizado en sentido genérico por los cartagineses.
No olvidemos que usaron el nombre de su patria
para renombrar un antiguo enclave indígena en
Hispania. Si Qart-Hadasht sirvió para Cartago y
Cartagena, ya que ambas fueron “ciudades nue-
vas”, Qart-Aliya debió aplicarse para designar los
fortificados enclaves en algunas colinas ibéricas.
Quien conozca la topografía de Sagunto no du-
dará de ese aspecto. Su acrópolis queda desgajada
de la Sierra Calderona, elevada sobre el valle del
curso bajo del río Palancia y el marjal costero, que
le separa unos 6 km. del Grau Vell donde estuvo
ubicado el antiguo puerto, activo desde inicios del
siglo IV a. C.
El término tuvo que aparecer en el ambiente
socio-cultural púnico para designar genérica-
mente al tipo de ciudad enclavada en recintos for-
tificados sobre colinas o bien para referirse a un
lugar concreto. Saguntum no aparece citada ex-
presamente en ninguno de los tratados estableci-
dos entre Roma y Cartago. Su nombre sólo surgió
en relación a la política de hechos consumados
que llevaron a la segunda guerra púnica y que a la
vez le introdujeron apresurada, pero también per-
manentemente, en la popularidad y en la divul-
gación histórica. Si Polibio utilizó a Sileno para
describir la ciudad y narrar el asedio de Aníbal,
tuvo que leer en el relato del historiador siciliano
el nombre con el que los cartagineses conocían a
Sagunto, este tuvo que ser Qart-Aliya, o
ūūūūūūūūūūūuna vez transcrito al griego. Pero, na-
turalmente, Polibió obvió el topónimo púnico y
usó el transmitido por sus fuentes pro-romanas,
de otro modo ninguno de sus lectores habría en-
tendido cuál era la ciudad de la que estaba ha-
blando y que tanta importancia posterior alcanzó
Preactas
91
por su protagonismo en los prolegómenos de la
guerra contra Aníbal, pero conservó el genérico Al-
thia para la capital de los Olcades, situada tal vez
en el cerro de la Virgen de la Cuesta en Alconchel
de la Estrella, cuya orografía se adecua al topó-
nimo dado por los cartagineses. En cambio Livio,
que escribe en una época mucho más tardía, se li-
mitó a utilizar la terminología púnica procedente
de Sileno a través de Antípater, transcribiendo
para el latín el topónimo de los olcades: Cartalam,
mientras Estrabón, perdida definitivamente la eti-
mología, se limitará a usar Cartalias para definir
un lugar “cercano a Sagunto”, ni tan siquiera sos-
pechando que sus fuentes pudieran referirse in-
distintamente al mismo lugar elevado sobre el
que descansaba la fortificada y admirada ciudad
edetana.
Preactas
93
El grueso de las dracmas ampuritanas que
se acuñaron a finales del siglo III con el
tipo de anverso de busto de Perséfone-Are-
thusa, y con el tipo de reverso de Pegaso, lo hicie-
ron contemporáneamente a la Segunda Guerra
Púnica. Se emitieron en el territorio de Ampurias
-no siempre necesariamente en la ciudad griega-
y en territorios ibéricos colindantes a Ampurias
en el caso de las imitaciones. Circularon por una
buena parte del territorio levantino hispano, en-
contrándose en muchas ocasiones con moneda
hispano-cartaginesa y romana en los mismos de-
pósitos monetarios. La adscripción a la causa ro-
mana de todas las dracmas ampuritanas, así
como de su secuela de imitaciones ibéricas con
leyenda Emporiton o con grafías ibéricas, ha sido
siempre automática (Villalonga et alii). Puesto que
la ciudad de Ampurias se considera una colonia
fiel de Marsella, y puesto que Marsella se consi-
dera una ciudad pro-romana a lo largo de toda la
contienda, la vinculación entre estas dracmas y
Roma no se ha dudado nunca.
Las acuñaciones emporitanas del Pegaso parecen
haber sido precedidas cronológicamente por otra
serie de dracmas en la que los grabadores dibu-
jan a Perséfone en el anverso, y a un caballo pa-
rado a derecha siendo coronado con una
guirnalda por una Niké en el reverso. Este tipo ha
sido reconocido por todos los numísmatas que se
han ocupado de estudiar estas emisiones como
claramente pro-cartaginés (Marta Campo, García
Bellido, P. P. Ripollès etc.). Las numerosas acuña-
ciones de Rosas sobre ejemplares sardos cartagi-
neses de la primera mitad del siglo III prueban,
por lo demás, una fuerte afinidad de esta región
con el mundo púnico en esta región. El tipo am-
puritano del caballo parado tuvo además una am-
plia difusión en su versión original o de imitación
en amplias zonas de la Galia y puede ponerse en
relación con bandas galas como la de 3000 hom-
bres reclutados por Cartago y empleados con pro-
fusión en Sicilia (Polyb 2.7.6-11; Zon 8.16). Una
parte de estos galos (800 según Polyb. 2.5.4) sir-
vieron en el Épiro de Phoinike vía Tarento después
de haber luchado para Roma (Polyb. 2.5.4).
Son también 2000 de estos galos los que se re-
volvieron más tarde en África junto con otros mer-
cenarios bajo el mando de Autaritos (Polyb 77.4).
Galos concentrados primero en Emporion y luego
enviados al Mediterráneo central (Siracusa y Ta-
rento) desde los tiempos de Pirro, y durante la Se-
gunda Guerra Púnica fueron probablemente los
que trajeron de vuelta a la Galia del centro y del
norte ciertos tipos mediterráneos (Nash, Sills). El
tipo cartaginés de la Niké con el caballo parado
parece mostrar en todo caso la ligazón de Ampu-
rias con el mundo cartaginés antes de su perdida
de Cerdeña y la Sicilia occidental en el año 241.
La conexión cartaginesa, tarentina y siracusana
con el centro reclutador de mercenarios de Em-
porion debe considerarse como muy importante
a lo largo del siglo III. Emporiton, y no sólo Marse-
lla, era un centro de concentración de mercena-
rios galos que eran expedidos al Mediterráneo
Central Es precisamente esta relación la que ex-
plica la adopción del tipo siracusano de Arte-
husa/Pegaso en las dracmas emporitanas poco
después de la Segunda Guerra Púnica, esta vez sin
un intermediario cartaginés oficial. El pegaso, ade-
más de en Corinto, es un tema favorito en Sicilia,
en las acuñaciones en oro y en plata de los tiranos
y las democracias siracusanas de los siglos IV y III.
Dracmas ampuritanas y dracmas de imitación: monedas alservicio de Cartago y sus aliados (217-209 a.C.)
Fernando López Sánchez(Universidad Jaime I de Castellón)
94
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
Ocasionalmente también se liga a tropas de filia-
ción cartaginesa, como es el caso de la Entella con
guarnición campana a mediados del siglo IV. En
todo caso, las dracmas ampuritanas con tipos si-
racusanos a partir de los años 230-220 pueden re-
lacionarse con un Emporiton aún más conectado
con el mundo del Mediterráneo Central que con
el Lacio y la Campania. Se suele adjudicar el con-
trol del Mediterráneo occidental a Roma desde
muy poco después del desembarco de Escipión en
Ampurias en el año 218.
Las derrotas de Hanno y de Asdrúbal e Himilco en
Hispania en torno a Kissa (Polyb. 3.76.7) y la des-
embocadura del Ebro así lo hacen asegurar a dis-
tintos historiadores. Sin embargo, no es hasta la
caída de Siracusa y Capua (Liv. 26.17.1-3) cuando
otro ejército romano desembarca de nuevo en el
año 210 en Ampurias (Liv. 26.19.10). Éste desem-
barco, y la fiera batalla plantada por los indígenas
de la región ampuritana contra M. Porcio Catón-
que desembarca en Rhode- en el año 195- hacen
dudar de la supuesta incondicional filiación pro-
romana de Ampurias (Liv. 34.8.5; 9.11; Ap.Iber. 40).
Ampurias no parece haber sido una ciudad segura
para Roma ni para sus ejércitos tras el año 218. Ta-
rraco será siempre la alternativa elegida como re-
sidencia de los generales romanos durante la
Segunda Guerra Púnica (Polyb. 21.61.5-11; Liv.
28.17.11) Y esto al mismo tiempo que los ilergetes,
ausetanos, lacetani y suessetanos aparecen en las
fuentes como inquebrantables aliados de Cartago
desde el año 217 (Polyb 10.18.7; 76.7; Liv. 25.34.6;
27.17.1-8; 28.24.4) y hasta la misma captura de
Cartago Nova en el año 210 (Livio), o más proba-
blemente en el año 209 (Polyb 26.20.1, 41.1).
Los tesoros con moneda ampuritana –no necesa-
riamente acuñada toda ella en la ciudad griega de
Ampurias- se concentran especialmente en el
Nordeste, y en el Levante con algunas penetra-
ciones en el centro y el sur de la Península (Villa-
longa). Estos tesoros, que suelen terminar con
algunas monedas romanas –nunca en gran canti-
dad- no demuestran una alianza del área ampuri-
tana a la causa romana desde el año 218, sino
simplemente que aquellos que conformaron te-
soros con dracmas ampuritanas, recibieron mo-
neda romana a partir de cierto momento. Ese
momento puede datarse en torno al año 210-209,
esto es, cuando se produjo un cambio formal de
alianzas por parte de los régulos Indíbil y Mando-
nio de Aníbal y la causa cartaginesa a Escipión y
la causa romana (Liv. 27.19.4). A partir de enton-
ces, los mismos hispanos del nordeste que había
luchado por Cartago cambiaron de bando, como
tantas otras ciudades, ethnoi y bandas de merce-
narios habían hecho antes que ellos en la Se-
gunda Guerra Púnica. Se realiza una comparación
a este respecto entre el caso monetario ampuri-
tano y el caso mamertino-hispano siciliano de
los años 214-212 a.C. Las emisiones Hispanorum,
muy similares a las Emporiton en su concepción y
fines, fueron acuñaciones de Mamertini-Hispani
de Messina -y no de “españoles” aliados de Roma.
Estos Mamertini-Hispani comenzaron sirviendo
como mercenarios-auxiliares de una Siracusa
pro-cartaginesa primero (series de Atenea, 214-
213) y de Marcelo después (series de Zeus, 212).
Aquellos que recibieron las dracmas ampuritanas
con el tipo del Pegaso lucharon primero por Car-
tago, siendo los equivalente auxiliares en el norte
de aquellas tropas cartaginesas que eran pagadas
en el sur con moneda hispano-púnica o africano-
púnica. El fenómeno monetario ampuritano del
Pegaso, con tantas series individualizas. se ase-
meja así al caso mamertino. La dracma ampuri-
tana comenzó siendo primero la moneda de los
hombres de Cartago en el norte de Hispania. Y lo
fue durante no poco tiempo (218/7-209).
Las numerosas variantes de tipos de Pegaso están
relacionadas con emisiones rápidas y continuas.
Las más tardías, deben relacionarse con la nueva
alianza del nordeste hispano con Roma tras el año
210. Se analizan también las imitaciones con le-
yenda copia de “Emporiton” o con grafías ibéricas
del tipo ILTIRTAR, ILTIRTASALIR, ILTIRTASALIRUSTIN,
OROSE, KARKI, KARKA, ETOKISA, KERTEKUNTE,
KESE, etc, etc.… y se discute su filiación cartaginesa
o romana.
Preactas
95
Las relaciones de Cartago con Iberia se han
interpretado habitualmente como el resul-
tado de una dominación, desde una óptica
invasionista. La tradición historiográfica, hasta los
años 80, había interpretado la actuación de Car-
tago en Iberia como un episodio más de su polí-
tica imperialista, encaminada a la sustitución del
dominio colonial fenicio por la ocupación cartagi-
nesa desde fines del siglo VI a.C., una de cuyas
principales manifestaciones sería la repoblación
de los territorios y ciudades fenicias (Gadir, Seks,
Malaka, Abdera, Baria) con poblaciones de libiofe-
nicios. Las bases sobre las que se sustentaba esta
interpretación eran fundamentalmente literarias,
cimentadas en el análisis acrítico y descontextua-
lizado de una colección exigua, dispar y polémica
de textos griegos y latinos (Justino, Diodoro,
Avieno, Pseudo Escimno, Macrobio, Vitrubio).
La documentación arqueológica era relativamente
abundante desde principios del siglo XX gracias a
las excavaciones de tres grandes áreas funerarias,
Cádiz, Villaricos e Ibiza, y sobre todo al notable in-
cremento de las excavaciones arqueológicas a
partir de los años 60, con el “redescubrimiento” de
los fenicios en las costas mediterráneas. No obs-
tante, el análisis del registro arqueológico apenas
influyó en un discurso historicista que entendía la
historia de España como una sucesión de invasio-
nes entre las que la fenicia y la cartaginesa ape-
nas habían tenido incidencia en la conformación
de la identidad hispana.
Sin embargo, a partir del estudio fundamental de
C.R. Whittaker Carthaginian imperialism in the
fifth and fourth centuries, en 1978, se puso de ma-
nifiesto la inexistencia de una política cartaginesa
agresiva y antihelénica, imperialista propiamente
dicha, en Iberia hasta época bárquida. Esta inter-
pretación, salvo algunas excepciones, fue la adop-
tada por los investigadores españoles que
asimilaron el concepto de hegemonía en sustitu-
ción del de imperialismo, y propusieron el comer-
cio administrado como expresión de la
supremacía cartaginesa en vez de la anexión y el
control territorial.
En las dos últimas décadas, este concepto de he-
gemonía ha dado paso a los de independencia
económica y cultural y de isonomía política entre
Cartago y las ciudades púnicas, las cuales, con
Gadir a la cabeza, serían autónomas, e incluso for-
marían una confederación o liga que convocaría a
las antiguas colonias fenicias bajo la autoridad sa-
grada del santuario de Melqart-Heracles en Gadir.
También se ha planteado recientemente que estas
ciudades de origen fenicio habrían generado una
identidad étnica “fenicia occidental”, opuesta a la
cartaginesa, basada en los orígenes tirios de Gadir
y del resto de las antiguas colonias, y en el culto a
los dioses tutelares de Tiro, Melqart y Astarté, que
establecía lazos entre todas estas comunidades, a
diferencia de Cartago, cuyas divinidades protec-
toras de la ciudad-estado eran Tinnit y Baal Ham-
mon.
Este modelo interpretativo en el que Gadir no sólo
se desprende de la tutoría de Cartago sino que se
erige en la gran metrópoli del Extremo Occidente,
en pie de igualdad con Cartago, y en potencia he-
gemónica entre las ciudades púnicas de Iberia y
del África atlántica, presenta numerosas contra-
dicciones incompatibles con la literalidad de los
La presencia cartaginesa en Ibéria anterior a los Barca:Datos para una revisión
Ruth Pliego Vázquez-Eduardo Ferrer Albelda(Universidad de Sevilla)
96
VI COLOQUIO INTERNACIONAL DEL CENTRO DE ESTUDIOS FENICIOS Y PUNICOS
Los Púnicos de Ibéria: proyectos, revisiones, síntesis.
testimonios grecolatinos y con su exégesis, así
como con el registro arqueológico.
Recientemente se han publicado dos tesorillos de
moneda cartaginesa procedentes de El Gandul
(Alcalá de Guadaíra, Sevilla) y noticias de otros ha-
llazgos esporádicos en Fuentes de Andalucía (Se-
villa) y en otros puntos de Andalucía, con una
cronología de fines del siglo IV o principios del III
a.C., que han reavivado la cuestión de la presencia
de ejércitos cartagineses en Iberia con anteriori-
dad a la llegada de Amílcar Barca en 237 a.C.
Hasta entonces este tipo de material había sido
relacionado con el numerario circulante en tiem-
pos de la Segunda Guerra Púnica. Sin embargo los
estudios monográficos realizados sobre estos con-
juntos monetarios nos han llevado a plantear una
cronología anterior para dicho material. El grueso
de las monedas pertenece mayoritariamente a la
emisión sículo-púnica con Tanit/Caballo y palmera
(SNGDan, 109-119), a la que sigue en número la
serie sardo-púnica con Tanit/Prótomo de caballo
(SNGDan, 148-151). También han sido hallados
ejemplares pertenecientes a la amonedación car-
taginesa de bronce considerada más antigua
(Tanit/Caballo al galope, SNGDan, 98), y piezas de
hallazgo poco usual en la Península Ibérica de
principios del siglo III a.C. con Palmera/Caballo con
la cabeza vuelta (SNGDan, 126-127). Asimismo la
revisión de noticias antiguas que habían pasado
desapercibidas (Ebora) y el acceso a nuevos datos
en otros puntos de Andalucía como Puente Genil,
Mengíbar, Écija, Lora del Río, etc., todos ellos im-
portantes enclaves del valle del Guadalquivir, re-
quieren una explicación que supere el comentario
iluso de que todos estos hallazgos deben ser inte-
grados en el contexto de la Segunda Guerra Pú-
nica, como material residual y todavía circulante.
En este sentido los conjuntos monetales docu-
mentados en el Mediterráneo central (Cinisi,
Monte Adranone, IGCH nº 2205, Yale), de compo-
sición muy similar al de los tesorillos de El Gandul,
en su mayoría registrados en contextos arqueoló-
gicos bien definidos, han sido datados en los siglos
IV y principios III a. C. A esta misma conclusión lle-
gamos al analizar el numerario propio de la Se-
gunda Guerra Púnica, que muestra una
composición muy diferente a los descritos (teso-
rillo de Doña Blanca y el lote de monedas cartagi-
nesas aparecido en el dragado del puerto de
Melilla).
¿Cómo podemos explicar la presencia de estas
monedas de bronce cartaginesas en un momento
en el que supuestamente Cartago no ejercía un
control directo sobre el sur de la Península Ibérica?
Evidentemente, tal cantidad de monedas en un
momento en el que no está instaurada una eco-
nomía monetal en esta parte de Iberia no puede
entenderse si no es en relación con el ejército. El
volumen de los tesorillos y su procedencia, en dos
grandes oppida cercanos a Carmo, la plaza fuerte
más importante del valle del Guadalquivir, nos ha
hecho reflexionar sobre la posibilidad de que se
trate de guarniciones o campamentos destinados
al cerco e intimidación de la ciudad con tropas
procedentes de Cerdeña y Sicilia. Para argumen-
tar esta hipótesis, disponemos de datos literarios
que testimonian el interés cartaginés por Iberia, y
especialmente por las tierras y mares bañados por
el océano Atlántico, y que permiten avalar la hi-
pótesis de una hegemonía cartaginesa en el sur
de Iberia con anterioridad a la época bárquida. No
obstante, no son sólo los textos sino también el
contexto, tanto de las comunidades púnicas de
Iberia como los del panorama político del Medite-
rráneo, los que hacen verosímiles los argumentos
expuestos.
Analizados globalmente, los conocimientos que
los griegos tenían sobre el Extremo occidente
entre los siglos V y III a.C. no excedían de la im-
precisión y del evemerismo, y este conjunto de no-
ticias da una idea bastante aproximada de que,
por un lado, algunos de los conocimientos que los
griegos poseían de Iberia eran transmitidos a tra-
vés de Cartago, y, en segundo lugar, que existía en
Grecia la idea, real o no, de que Cartago se había
adueñado del área del estrecho de Gibraltar. Hay
un grupo de testimonios concretos sobre las rela-
Preactas
97
ciones entre Cartago e Iberia anterior a la con-
quista bárquida, en el que destacamos los de
Pseudo-Escilax, el segundo tratado romano-car-
taginés polibiano, Eratóstenes, Diodoro y las refe-
rencias de Tito Livio y Apiano a la antigua alianza
y amistad entre Gadir y Cartago. Sin embargo la
referencia literaria más concreta sobre una inter-
vención militar de Cartago en el sur de Iberia es la
transmitida en el epítome que Justino hace de la
obra de Pompeyo Trogo (XLIV 5, 1-4) sobre la
ayuda cartaginesa prestada a Gadir ante las pro-
vocaciones de pueblos vecinos y la posterior con-
quista de parte de la provincia. La labor
epitomadora de Justino sobre el texto original de
Pompeyo Trogo imposibilita que se pueda esta-
blecer una datación aproximada, aunque es se-
gura su anterioridad al desembarco de Amílcar en
237 a.C.
Con esta interpretación no pretendemos resucitar
el obsoleto esquema invasionista e imperialista,
sino reflexionar sobre estos hallazgos arqueológi-
cos en un marco histórico definido por las relacio-
nes entre estados. Éste y otros relatos siempre se
han contemplado desde la perspectiva de una su-
puesta aspiración cartaginesa de ocupación sobre
Iberia, pero nunca desde la óptica de las comuni-
dades púnicas peninsulares, probablemente más
interesadas en la protección cartaginesa que Car-
tago en su dominio. Gadir y otras ciudades púni-
cas demandarían protección, sobre todo contra los
endémicos ataques piráticos y las amenazas de
vecinos potencialmente peligrosos, incluso como
árbitro en las disputas entre las ciudades púnicas,
y Cartago, en contrapartida, veía asegurado el su-
ministro de metales, sobre todo plata, del que de-
pendía casi exclusivamente. No tenemos
constancia escrita de que las ciudades púnicas de
Iberia dispusieran de flota de guerra ni de ejérci-
tos destacables, pero sí de que cuando una de
ellas, Gadir, la más importante quizás, se vio ame-
nazada por “pueblos vecinos”, recibiera la ayuda
providencial de Cartago. Posteriormente, al final
de la segunda Guerra Púnica, cuando se preveía el
fin de dominio cartaginés en Iberia y, a la deses-
perada, Magón invocaba la antigua alianza y
amistad de ambas ciudades para que le abriesen
las puertas, Gadir le negó la ayuda a causa de los
saqueos sufridos por la población (Tito Livio XXVII,
37, 10; Apiano Iber. 38).
Creemos que es en esta tradición diplomática
entre Cartago y las ciudades púnicas de Iberia
donde podemos hallar la explicación a la presen-
cia de ejércitos cartagineses en Turdetania entre
fines del IV y principios del III a.C.
ORGANIZAN
DPTO. DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA
COLABORAN
CONSEJERÍA DE INNOVACIÓN, CIENCIA Y EMPRESA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN SACU
Organiza:
Departamento de Prehistoria y Arqueología
Centro de Estudios Fenicios y Púnicos (CEFYP)
Coordina:
Eduardo Ferrer Albelda
Colabora:
Vicerrectorado de Investigación-Universidad de Sevilla
Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa-Junta de Andalucía
Ministerio de Ciencia e Innovación
Facultad de Geografía e Historia-Universidad de Sevilla
Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria-Universidad de Sevilla
alb
anta
creati
vos.
com
Recommended