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VI Congreso ALAP Dinámica de población y desarrollo
sostenible con equidad
Cambios ambientales y desplazamiento de población:
respuestas adaptativas a una sequía agrícola en el
estado de Guanajuato, México
Mtra. Eveline Woitrin Bibot
Etapa 3
2
Los cambios ambientales resultantes de fenómenos naturales extremos y del avance de
la antropización del territorio modifican el entorno de tal forma que pueda llegar a poner
en riesgo las formas de sustento de sus habitantes o exponer sus vidas al riesgo. Frente a
la degradación de las condiciones de vida y de seguridad, los grupos humanos están en
la necesidad de implementar estrategias de adaptación a las nuevas condiciones del
territorio; una de ellas reside en abandonarlo temporal o definitivamente.
Se revisarán, en un primer momento, los diferentes enfoques analíticos de los
elementos y mecanismos que intervienen en la conformación de los riesgos
naturales y en sus efectos en la población humana. En un segundo momento, se
precisarán las particularidades de los movimientos migratorios en cuanto a su
temporalidad, espacialidad, duración y obligatoriedad y su vinculación con las
especificidades de los eventos ambientales que en una u otra medida los
motivaron. También se planteará el lugar ocupado por el desplazamiento
ambiental entre las posibles medidas de adaptación a un medio alterado.
Y finalmente, se presentarán los hallazgos de un estudio de campo realizado en
2013 que buscó identificar la manera en que los productores de temporal de la
cuenca del río Silao percibieron la sequía padecida durante 3 años consecutivos
y reorganizaron en consecuencia sus vidas y sus fuentes de sustento. Se verá
cómo los habitantes de la cuenca, al buscar actividades menos dependientes de la
incertidumbre del clima, intensificaron la sobreexplotación de los recursos
naturales de su entorno: estas acciones tienden a fragilizar el medio natural y a
aumentar los efectos negativos de la baja pluviosidad existente. De esta forma,
los habitantes se están convirtiendo en los actores de sus propios futuros
escenarios de riesgo, apoyados en eso por la inacción de las autoridades.
Las transformaciones del medio natural son cada vez más reconocidas como factores
que impulsan los grupos humanos a abandonar su habitual lugar de vida en el que las
nuevas condiciones del entorno natural ponen en riesgo sus fuentes de sustento o
exponen sus vidas. La migración se convierte en una de las posibles estrategias de
adaptación a los cambios ambientales provocados por procesos naturales o antrópicos;
no obstante la decisión de partir es también función de la magnitud del evento
perturbador, de su recurrencia y de la profundidad de sus efectos negativos, así como de
la percepción y vulnerabilidad de los grupos expuestos.
La migración es un fenómeno multicausal y las personas que la emprenden no suelen
hacerlo por una única razón: el desplazamiento ambiental, la decisión de partir, no
responde a un solo factor sino a la interrelación de varias dimensiones tanto naturales
como sociales, económicas, políticas o culturales. Dependiendo de las causas que
3
motiven al desplazamiento, la partida será forzada o decidida luego de un periodo de
reflexión, el destino será cercano o alejado y se podría considerar un eventual retorno.
Si bien resulta difícil aislar y determinar el peso de los factores que intervienen en la
decisión de migrar, es también delicado afirmar que los cambios ambientales
perjudiciales no pesan de ninguna manera en la decisión de migrar. (Tubiana et al.:
2010: 168).
El texto buscará, en una primera parte, revisar los diferentes enfoques analíticos y
explicativos de los elementos y mecanismos que intervienen en la conformación de los
riesgos naturales –entendidos como la probabilidad de que ocurra un evento natural
perjudicial- y en sus efectos en la población humana. Destacará el papel del ser humano
como actor de los riesgos que enfrenta así como de las estrategias a implementar para
mitigarlos y adaptarse a ellos.
En un segundo tiempo, el texto precisará las particularidades de los movimientos
migratorios en respuesta a las características del evento perturbador que en una u otra
medida los motivó: se revisará la temporalidad, espacialidad, duración y obligatoriedad
de estos desplazamientos motivados por transformaciones ambientales. También se
planteará el lugar de la migración ambiental como estrategia adaptativa en respuesta a
las alteraciones del medio.
Y finalmente, el trabajo se centrará más específicamente en el fenómeno
hidrometeorológico de la sequía en el contexto de una investigación de campo realizada
en 2013 que buscó identificar –a partir de entrevistas semiestructuradas y observación
participante realizadas justo antes de una muy esperada temporada de lluvias- las
estrategias de adaptación a una sequía agrícola de 3 años consecutivos implementadas
por pequeños productores de temporal (o de secano) de maíz y de frijol asentados en
una cuenca de la zona semiárida del estado de Guanajuato, México.
Enfoques explicativos del riesgo natural
La inquietud humana por explicar científicamente los fenómenos naturales destructores
remonta a Rousseau y Voltaire en torno al terremoto que destruyó Lisboa en 1755, pero
el aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos destructores, el mayor
volumen de pérdidas materiales y de vidas humanas, y la mayor difusión mediática de
estos eventos han movilizado la atención de los investigadores y posteriormente de los
organismos internacionales1.
En los años sesenta del siglo pasado, los investigadores norteamericanos Burton y Kates
(1964) definieron el riesgo natural como “aquellos elementos del medio físico y
biológico nocivos para el hombre y causados por fuerzas ajenas a él”. En esta
1 1990-1999: Década Internacional para la Reducción de Desastres, ONU.
4
definición, les eventos físicos extremos están en el centro de la explicación de los
desastres y el evento natural con su intensidad, severidad y magnitud, explica por sí sólo
el desastre (Pigeon, 2003). Vistos de esta manera, los fenómenos naturales son
animados de una cierta probabilidad de ocurrencia y son capaces de afectar el territorio
y la sociedad que lo habita sin ninguna injerencia humana.
La respuesta a aportar a estos eventos imponentes e incontrolables radica en la
necesidad de un mayor estudio y conocimiento de los procesos geológicos,
meteorológicos e hidrológicos que animan una naturaleza turbulenta e indomable;
también se centra en el registro de la distribución espacial, periodicidad temporal,
magnitud, intensidad de estos eventos naturales que vienen a irrumpir en procesos
políticos, sociales y económicos calificados de “normales” (Maskrey, 1998). Bajo este
enfoque, lo importante radica en tratar de predecir con la mayor exactitud posible los
eventos producidos por una naturaleza iracunda para así proteger a la sociedad.
Si la naturaleza es considerada como poderosa, malévola y animada de intenciones de
dañar, el ser humano es en consecuencia colocado en el papel de la víctima de fuerzas
externas divinas o sobrenaturales que lo exponen al riesgo y a la incertidumbre. Sin
embargo, se debe reconocer que la naturaleza no está animada por ninguna intención de
dañar ni de venganza: solamente cuenta con sus propios procesos impulsados por su
propia fuerza y energía las cuales siempre han existido.
Al eludir cualquier responsabilidad social o política vinculada con la incidencia de los
eventos o la distribución espacial y social de los daños, este enfoque no permite
cuestionar los asentamientos humanos en zonas de riesgo por ser los únicos terrenos
disponibles para las familias de bajos recursos; tampoco pone en evidencia las
situaciones de desventaja social previa al evento por falta de acceso a medidas de
protección o a recursos que permitirían sobrellevar los efectos del evento. En resumen,
los procesos sociales de exclusión o de marginación previos al evento no permean este
enfoque que responsabiliza el fenómeno natural de la totalidad de los daños y pérdidas.
Un secundo enfoque, adoptado por las ciencias aplicadas, coloca principalmente su
atención en las pérdidas y en los daños sufridos por los grupos humanas, pero observa
que la magnitud de un desastre no está necesariamente vinculada con la magnitud de la
amenaza; en otras palabras, una amenaza de una misma intensidad puede provocar más
daños en un entorno que en otro, en una comunidad humana que en otra. A partir de esta
constatación, los estudiosos afirman que los eventos extremos “son catalizadores que
transforman una condición vulnerable en desastre” (Maskrey, 1998). Por lo tanto, la
condición de vulnerabilidad previa al desastre es una condición determinante del
mismo. De ahí se desprende que los impactos de las amenazas no sean homogéneos ni
igualmente distribuidos en el espacio y en el tiempo debido a las diversas circunstancias
que caracterizan los territorios y los grupos sociales afectados.
5
Al ser aceptada la introducción del concepto de vulnerabilidad, “el riesgo empezó a ser
definido como función tanto de la amenaza como de la vulnerabilidad” (Davis, 1978;
Romero y Maskrey, 1983 citado en Maskrey, 1998:11) en la fórmula R=A*V o R=A+V
donde A=amenaza y V=vulnerabilidad.
No obstante, las respuestas sugeridas por este enfoque explicativo de los riesgos
naturales se centran en la búsqueda de una mayor seguridad de la población a través la
implementación de una reglamentación más estricta de los usos del suelo y de la
construcción de obras ingenieriles (diques), es decir en la construcción de una realidad
artificial que permita transmitir un cierto sentimiento de seguridad –¿o de falsa
seguridad?- entre la población. De esta manera, se llegan a crear actitudes de
despreocupación y de desatención hacia algunos signos precursores del evento
desestabilizador (Nueva Orleans) y se altera la percepción del riesgo a partir de un
sentimiento de confianza en la tecnología (Fukushima).
Bajo este enfoque, se considera que las reconocidas responsabilidades sociales y
políticas pueden ser rectificadas mediante la realización de obras correctivas las cuales
deberán ser capaces de resistir los fuertes embates de los procesos naturales que el ser
humano no puede impedir. La confianza en los nuevos alcances del desarrollo
tecnológico difunde un sentimiento de tranquilidad y de seguridad.
Sin embargo, la realidad ha mostrado los límites de los conocimientos científicos en
reducir la vulnerabilidad a causa, entre otro, de la presión demográfica y de los modelos
económicos que propician fuertes alteraciones a la biodiversidad y llevan hacia las crisis
y los desequilibrios.
Y si todavía no fuera suficiente no poder frenar la vulnerabilidad, Ruiz Guadalajara
(2005:100) afirma que además “el desarrollo científico-tecnológico se ha transformado
en material de construcción de riesgos y en agente vulnerante de la sociedad y de sus
ecosistemas en todos los niveles” indicando que la ciencia podría ser cuestionada por su
gran potencial destructivo. Consumismo, residuos industriales peligrosos, búsqueda de
satisfacciones inmediatas: los seres humanos son los actores de su propio riesgo.
Esta incorporación de la vulnerabilidad y del avance tecnológico en la explicación de la
distribución de los desastres lleva los integrantes de las ciencias sociales a incluir e
interrogar la relación histórica existente entre las sociedades humanas y el medio natural
y a colocarla en el centro de la explicación de los desastres. Cuestionan una relación que
desde tres siglos está marcada por actos de apropiación, dominación y explotación de
los recursos naturales por los grupos sociales más poderosos.
El hecho que históricamente el ser humano ha tenido que adaptarse a las condiciones de
su medio natural y a transformarlo para que satisfaga sus necesidades lo convierte en
actor de la transformación de su entorno y de los nuevos riesgos producidos por sus
acciones. Estas acciones deben ser consideradas y analizadas dentro de un contexto
6
socioeconómico y cultural determinado, de la misma forma que las vulnerabilidades
deben ser cuestionadas desde los contextos sociales, políticos, económicos y culturales
que las conforman.
Estas vulnerabilidades son las que determinan el grado de exposición e influyen en la
capacidad de una sociedad de absorber y de recuperarse de los impactos de un evento
destructivo. Para los investigadores sociales como White en 1961 -como lo recuerda
Maskrey- la explicación de la vulnerabilidad a partir de la sola carencia de protecciones
físicas contra las amenazas –como lo consideran los enfoques desde las ciencias
aplicadas- es insuficiente y requiere incorporar las variables y los procesos sociales
vinculados con la organización social porque ellos también participan de la explicación
de la vulnerabilidad. Para White, los desastres tienen causas humanas y no solamente
naturales; impactarán de manera variada en las sociedades y comunidades porque éstas
no son homogéneas y las barreras físicas no son capaces de borrar esta vulnerabilidad
diferenciada.
Los analistas latinoamericanos de los riesgos naturales, reunidos en La Red a partir de la
década de los años 80, explican que la vulnerabilidad social está determinada por la
situación de pobreza, de dominación y de marginación -en ocasiones histórica-
resultante de procesos económicos que han llevado a procesos de exclusión, de
discriminación y de falta de oportunidades tanto en la vida social como en el territorio.
Estos mismos procesos generaron condiciones de vulnerabilidad diferenciada la cual se
traduce en una exposición desventajosa para los grupos sociales dominados frente a las
amenazas naturales. Por lo tanto, la vulnerabilidad es una condición socialmente
construida a través del tiempo.
Este enfoque explicativo de los riesgos hace énfasis en que las sociedades afectadas ya
no son “normales” –a diferencia de la apreciación de los naturalistas- sino que son
sociedades en crisis y en desequilibrio en su sistema social y territorial; son sociedades
donde los riesgos reflejan la presencia de “problemas no resueltos del desarrollo”
(Wijkman, Timberlake, 1984; citado por Maskrey, 1998:15) y cuya organización social
y territorial a un momento y en un lugar amplifican los efectos del evento natural
destructor (Sauri, 1995).
El avance de la reflexión analítica sobre los riesgos naturales lleva a proponer la
consideración de un cuarto enfoque, un enfoque holístico que busca reequilibrar el lugar
ocupado por cada una de las dimensiones principales del riesgo ambiental: la dimensión
natural y la social. Este enfoque quiere evitar que, por privilegiar la dimensión social en
la explicación de los riesgos, se llegara a perder de vista el evento amenazante en sí;
también busca evitar la minimización de las interrelaciones dinámicas entre la amenaza
(natural) y la vulnerabilidad (social).
Según este enfoque, las amenazas físicas -que ya no son consideradas como eventos
externos a la sociedad- deben ser colocadas en el marco de las interrelaciones existentes
7
entre la naturaleza, los sistemas tecnológicos y los procesos sociales, las cuales generan
múltiples causas y consecuencias (Saurí, 1995:156).
Con esta afirmación, los seguidores del enfoque holístico consideran que, más que estar
en frente de amenazas naturales, debemos enfrentar amenazas socionaturales originadas
por las intervenciones negativas del ser humano sobre su entorno pero dictadas por sus
exigencias; en otras palabras, estas amenazas socionaturales resultan de la conjunción
de las amenazas comunes del medio físico con las amenazas socialmente creadas. Para
Oliver-Smith, según lo presenta Ruiz Guadalajara (2005:108), los desastres no pueden
ser definidos exclusivamente en términos de la ciencia natural o de la ciencia social sino
que se requiere estudiar y entender de qué manera la construcción cultural de la relación
naturaleza-sociedad tiene implicaciones en la reproducción y el aumento de las
condiciones de vulnerabilidad. Esta relación da forma a las intervenciones humanas en
los ecosistemas y puede desencadenar las amenazas naturales. En otras palabras, estas
amenazas se construyen sobre elementos de la naturaleza pero toman forma a partir de
las intervenciones humanas en los ecosistemas. Ejemplo de ello son los patrones de usos
del suelo y de transformación del territorio2 que generan nuevos espacios de riesgo al
fomentar los eventos de inundación, de deslizamiento y de sequía que desestabilizan
profundamente las actividades y las fuentes de sustento de los habitantes y exacerben
las amenazas ya existentes (Lavell, 1996 en Maskrey, 1998:23).
Resulta muy satisfactorio identificar el concepto de “construcción social del riesgo” en
los textos de Virginia García Acosta quien, como antropóloga e historiadora, incorpora
la variable tiempo a su acercamiento analítico. La autora refiere a los desastres no como
eventos disruptivos sino como procesos que vienen desde lejos y tienen lugar en un
territorio transformado a través de largos procesos tanto naturales como sociales que
afectan a grupos humanos con su propia historia acumulada de prácticas y de
representaciones. Define a los desastres como procesos resultantes de condiciones
críticas preexistentes en las cuales la vulnerabilidad acumulada y la construcción social
del riesgo ocupan lugares determinantes en su asociación con una determinada amenaza
natural (García Acosta, 2005).
Esta interpretación analítica de los riesgos considera que ambos procesos, tanto sociales
como naturales, influyen tanto en la vulnerabilidad como en la amenaza. El riesgo es el
resultante de una dinámica natural extraordinaria y/o acumulada en un territorio
previamente transformado por las actividades humanas donde la falta de respeto por los
ritmos y características de los procesos naturales expone al peligro a los grupos
humanos que lo habitan. Es decir que tanto el territorio como la vulnerabilidad de
quienes lo habitan tienen su historia acumulada, producto de dinámicas anteriores. El
enfoque holístico busca incorporar las relaciones dinámicas entre las amenazas, las
2Algunos ejemplos de transformación del territorio que exponen al riesgo son: deforestación, extracción
de agua subterránea, sobrepastoreo, destrucción de manglares, construcción de represas y obras de infraestructura, minería a cielo abierto
8
vulnerabilidades, los efectos o pérdidas, así como las respuestas o estrategias de
adaptación y de gestión de las amenazas3.
Dependiendo de cada situación, las respuestas aportadas por cada grupo social deberán
coincidir con su cultura, su nivel de desarrollo tecnológico y organizativo, sus
capacidades económicas, su percepción del riesgo y su explicación del mismo (Hewitt,
1996:34). Las estrategias encontrarán su concretización en la construcción de obras de
protección, en el diseño de planes de contingencia para futuras emergencias, en la
diversificación de otras fuentes de sustento para mitigar la vulnerabilidad económica, en
la consolidación de las redes sociales de apoyo mutuo o en la generación de un acceso
generalizado a servicios, créditos o activos (Wilches-Chaux, 1989; Winchester, 1992;
Maskrey, 1994; Blaikie et al. 1996) citado por Maskrey, 1998: 20-22). Estas medidas
varias deben aumentar en la medida en que avanza la antropización del territorio.
Esta revisión explicativa de los riesgos naturales no descarta la importancia del
fenómeno natural perturbador como una realidad sobre la cual el ser humano no tiene
control. Pero sobretodo destaca el papel de las sociedades humanas como aceleradoras
de los fenómenos destructivos y recalca la necesidad de los grupos humanos a construir
sus propias respuestas. Entre ellas figura la posibilidad de abandonar, temporal o
definitivamente, el territorio alterado o riesgoso. En el siguiente apartado, se revisará la
diversidad de las respuestas migratorias debido a su fuerte vinculación con las
características de los cambios ambientales que las motivan.
Características vinculadas entre cambios ambientales y respuestas migratorias4
Los cambios ambientales que ocurren en un territorio pueden ser producto de las
actividades humanas o ser provocados por la naturaleza; en el caso de las
transformaciones antrópicas, algunas son programadas y otras accidentales. Entre las
programadas o planificadas, se pueden mencionar la construcción de obras de
infraestructura de gran escala (presa, aeropuerto, mina a cielo abierto), los cambios de
uso del suelo que modifican las actividades productivas locales y generan desempleo, y,
-aunque suene contradictorio- la creación de reservas naturales que requieren del
desplazamiento de la población autóctona. Los cambios antrópicos no planificados son
por ejemplo los procesos de contaminación química del aire, del agua o del suelo, o los
3 Sin embargo, para reducir los riesgos no basta con adaptarse y atenuar sus efectos; también resulta
necesario modificar los factores que amplifican los riesgos de origen natural. 4 Principales autores consultados para la redacción de este apartado: Colunga M. y Rivera, F. (2011); Afifi
T. y Warner, K. (2008); Piguet et al. (2010).
9
accidentes tecnológicos (explosiones, derrames de sustancias tóxicas, accidentes
nucleares) que suelen dar origen a desplazamientos forzados.
Entre los cambios que tienen un origen natural, existen los fenómenos sobre los cuales
los hombres tienen poco control: son por ejemplo los fenómenos geomorfológicos
(movimientos de la corteza terrestre que provocan terremotos y erupciones volcánicas),
hidrometeorológicos (las perturbaciones atmosféricas que producen huracanes y
sequías). En otros casos, como las inundaciones en zonas que han sido urbanizadas sin
considerar la fuerza de los elementos naturales, la responsabilidad humana es mucho
mayor. El debate sobre la frontera entre los causantes antrópicos y naturales es muy
amplio porque esta frontera es difícil de precisar. Sin embargo, se debe reconocer que
los impactos negativos de los eventos destructores de origen natural son aumentados por
las acciones humanas realizadas previamente sobre el territorio de referencia: el
crecimiento demográfico, la urbanización y el aumento de las presiones sobre los
recursos naturales son factores que, junto con una relación de dominación y explotación
de la naturaleza, marcan la forma humana de ocupación y de uso del territorio y
favorecen la ocurrencia de desastres.
Dicho eso, los eventos destructores pueden ser diferenciados
por su ritmo de desarrollo: repentino o paulatino
por la extensión territorial afectada: local o extensa
por su duración: breve o prolongada, hasta por años
por la reversibilidad de los efectos negativos o la posible remediación de los
daños.
En respuesta, los movimientos migratorios motivados por una causa ambiental también
pueden ser diferenciados por su temporalidad, su duración, su espacialidad y su grado
de obligatoriedad en acuerdo con el evento perturbador que los propició. En caso de
cambios bruscos y repentinos (huracanes, inundaciones, terremotos, tsunamis, accidente
nuclear o químico), el grado de coerción en cuanto al desplazamiento es función de la
intensidad y la gravedad del evento. La huida es masiva, inmediata y reactiva; en la
mayoría de los casos, sin decisión previa en cuanto al destino. No obstante, la
probabilidad de ocurrencia del fenómeno y la capacidad de gestión anticipativa por
parte de los gobiernos podrían influir en el grado de preparación ante el evento.
Pero si al contrario, la transformación ambiental es lenta y progresiva (deforestación,
sequía, elevación del nivel del mar, degradación paulatina de la calidad del suelo y del
agua), el desplazamiento podrá darse al cabo de un proceso de decisión reflexionada y
proactiva en la que las personas afectadas podrán eventualmente decidir sobre su
destino al hacer uso de sus redes sociales: estas personas cuentan con un mayor grado
de voluntariedad. Por no tratarse de un desplazamiento en la urgencia, el grado de
anticipación a nivel institucional –siempre y cuando cuente con los recursos y exista la
10
voluntad política de proteger a los afectados- podría ser mayor. Caso aparte es el de los
desplazamientos programados donde el autor del proyecto (obra, presa) debe considerar
la relocalización de los grupos sociales afectados. Desgraciadamente, las condiciones de
reasentamiento no suelen ser tomadas con seriedad por el proyectista ni suelen mejorar
las condiciones de vida de los desplazados. Sobran los casos de reasentamiento que han
dado lugar a amplias oposiciones y quejas de los afectados evidenciando la poca
aceptación social de un aspecto que suele ser minimizado y no siempre exigido por las
autoridades.
La permanencia de los efectos negativos de las transformaciones territoriales, más allá
del evento destructor en sí, influye en la duración de la dinámica migratoria. Así es que
cuando los efectos destructores son irreversibles o casi irreversibles, la migración será
probablemente definitiva, permanente (Tchernobyl, Fukushima) y el migrante no
regresará; si al contrario los daños son reversibles mediante la implementación de largos
esfuerzos y plazos de mitigación, la migración temporal puede ser una medida de
adaptación mientras mejoren las condiciones del territorio y se posibilitará el retorno.
La espacialidad o distancia a recorrer para sentirse a salvo es otra de los aspectos que
diferencian las migraciones ambientales. ¿A qué distancia es posible sentirse a salvo de
los efectos del evento o fenómeno? En ciertos casos, bastará con rebasar la frontera
ambiental, en otros, el desplazamiento deberá darse hacia un territorio económicamente
más próspero o, al contrario, se privilegiarán los desplazamientos hacia territorios que
proporcionen una cierta continuidad espacial, religiosa, lingüística o étnica. No
obstante, los datos muestran que los afectados por motivos ambientales privilegian
moverse dentro de los límites de su país (migración interna) evitando de esta manera
mayores complicaciones en cuanto a su derecho a la estancia5. Predominan los
desplazamientos internos, de corta distancia, porque los migrantes no buscan abandonar
su país sino solamente su entorno afectado. En la mayoría de las situaciones, y luego de
sobrevivir en un entorno deteriorado y poco productivo, no cuentan con los recursos
económicos suficientes para emprender un largo trayecto y menos para enfrentar los
gastos de un cruce fronterizo ilegal y una estancia indocumentada en otro país. La
capacidad económica explica en definitiva el destino.
5Es importante precisar que los desplazados ambientales –también llamados refugiados ambientales- no
gozan de la protección de la Convención de Ginebra que no incluye a los desastres ambientales como motivo de protección. Esta dimensión limita la movilidad de los afectados más allá de las fronteras de sus países por la situación de ilegalidad en que podrían caer.
11
Fuente: Rekacewicz P. Le monde des migrations. Une humanité sans domicile fixe.
http://www.cartografareilpresente.org/article416.html
El tema de la distancia a recorrer, es decir del territorio de destino elegido por el
migrante, lleva a precisar que las migraciones ambientales son más el producto de los
factores de expulsión que de atracción, es decir que la motivación a partir reside más en
el territorio de origen –del que se huye- que en lo que pueda ofrecer el territorio de
destino, por lo que varios autores califican la migración ambiental de forzada o
involuntaria, pero que en la mayoría de los casos, los lleva a la precariedad.
La duración y obligatoriedad es ante todo función del carácter reversible o no de los
efectos de la transformación territorial. En el caso de los fenómenos llamados naturales
de baja intensidad y cuyos efectos pueden ser remediados o anticipados, se podrá dar
una migración premeditada y reflexionada que permitirá planear el destino en función,
por ejemplo, de la existencia de redes sociales y de las oportunidades laborales, o en
función de la similitud cultural, lingüística o geográfica para facilitar la integración de
un desplazamiento que podrá ser temporal o definitivo.
Entre los fenómenos llamados naturales, la predictibilidad o el periodo de retorno (en
caso de inundaciones) y la implementación de un sistema de monitoreo (en caso de
erupciones volcánicas y de huracanes) permite organizar el desplazamiento de la
población en caso de surgimiento del evento; suelen ser eventos de poca duración, de
poca extensión espacial y cuyos daños permitirán el retorno relativamente rápido de los
habitantes quienes buscarán remediarlos o adaptarse a la nueva realidad de su territorio.
12
Sin embargo, el caso del huracán Katrina en New Orleans (Luisiana, EUA) en 2005
invita a cuestionar esta afirmación comúnmente aceptada del regreso a casa luego de
que más de la tercera parte de la población que huyó ante el huracán no regresó a la
ciudad.
Los eventos de desarrollo paulatino que afectan durablemente el territorio como las
sequías, la pérdida de calidad de los suelos, la baja de los acuíferos y la elevación del
nivel del mar darán lugar a una migración definitiva pero anticipada y organizada,
individual o colectivamente. Conviene recalcar que estas transformaciones afectan
amplios territorios. En los casos de empobrecimiento de los recursos naturales que dan
sustento a los habitantes, la salida podría ser de sólo algunos integrantes de la familia.
De esta manera, se reduce la presión sobre los alimentos y el agua disponible al igual
que sobre las tierras que se dejarán de cultivar en espera de poder vivir de las remesas
que enviará el migrante. Aquí también, la movilidad es pensada con anticipación, se
sopesan sus beneficios y sus costos y el migrante y su comunidad enfrentan, como
actores, esta nueva realidad ambiental. Pero en el caso de la elevación del nivel del mar
–como principal efecto del cambio climático- el desplazamiento de las poblaciones
costeras y de pequeños países insulares será forzado e irreversible.
Esta revisión permite ver que los cambios ambientales son tan diversos como las
estrategias migratorias a la que dan lugar. Queda por revisar el lugar de las estrategias
migratorias dentro de las estrategias de adaptación. ¿Son en sí una estrategia de
adaptación a un entorno transformado o evidencian el fracaso de otras medidas de
remediación y adaptación?
Las migraciones ambientales como estrategia de adaptación
Adaptarse implica, para los grupos humanos, realizar ajustes en sus sistemas frente a
entornos nuevos o cambiantes, para moderar los daños o aprovechar los beneficios de la
nueva situación. La adaptación puede ser preventiva o reactiva, privada o pública,
autónoma o planificada. Permite evitar o aliviar situaciones de crisis. (Pérez de Armiño,
2000).
Adaptarse es realizar las acciones al alcance para prepararse a las transformaciones por
venir, naturales o antrópicas. La adaptación ha existido siempre: todas las sociedades a
lo largo de su historia se han adaptado naturalmente a las transformaciones que les tocó
presenciar. Sin embargo en el actual contexto de cambio climático, la adaptación debe
ahora ser programada y reflexionada por dos motivos principales: por un lado, porque
se sabe que los efectos directos e indirectos de los riesgos globales afectarán al conjunto
de las sociedades humanas en todos los aspectos de su desarrollo y, por el otro, porque
la aceleración de la presión social sobre el medio natural –en parte por el crecimiento
13
demográfico y los modelos de consumo- para satisfacer sus requerimientos ha rebasado
el ritmo natural de regeneración de los recursos e ecosistemas (Tubiana et al, 2010:2-3).
La adaptación al entorno transformado es por lo tanto una necesidad de todas las
sociedades. ¿Es la migración una estrategia de adaptación en sí o representa un fracaso
de las estrategias ya implementadas?
En el contexto del cambio climático, Gemenne (in Tubiana et al, 2010:163-177) discute
cómo considerar las migraciones ambientales y propone dos respuestas:
la migración ambiental puede ser reconocida como un fracaso de las medidas de
remediación y adaptación tomadas en el territorio de origen. Pero en un secundo
momento, y pensando que este desplazamiento generará nuevas presiones sobre
los recursos del territorio de destino, resulta imperativo organizar las
condiciones del desplazamiento y del reasentamiento para evitar un segundo
movimiento migratorio. Es indudable que lograr reducir el número de migrantes
pasa por mejorar las estrategias de adaptación en el territorio de origen, por
reducir los factores que desencadenan los fenómenos naturales perjudiciales y
también por reducir la vulnerabilidad de los grupos humanos que se verán
afectados. La migración debería ser una solución última en caso de que no
respondan las medidas de reducción y de adaptación o cuando los candidatos a
partir reconozcan su vulnerabilidad y los límites de su capacidad de adaptación
al entorno modificado (Renaud, 2007:5).
la migración también puede ser una estrategia adaptativa en sí porque sirve para
reducir la presión demográfica sobre el territorio afectado y sus magros recursos,
posibilita la diversificación de las fuentes de ingresos y permite distanciarse del
riesgo ambiental. La migración se convierte entonces en una estrategia de
prevención y de reducción del riesgo cuando se planea que las ganancias y
ahorros que resultarán de la migración permitirán enfrentar los años de malas
cosechas por venir. La estrategia migratoria puede resultar muy eficiente en los
casos de empobrecimiento y de deterioro progresivo del medio (desertificación,
sequía), no obstante requiere contar con apoyos públicos al desplazamiento para
evitar que sólo las familias con mayores ingresos puedan recurrir a ella.
Esta lectura de la migración ya sea como sinónimo de un fracaso a la adaptación o como
una solución en sí para preparar días mejores, introduce al estudio de caso presentado a
continuación. ¿Cómo la sequía agrícola de 3 años consecutivos ha sido percibida por los
pequeños productores agropecuarios de temporal de la cuenca del río Silao? Entre las
estrategias adoptadas, ¿cuál lugar ocupa el desplazamiento?
14
Estudio de caso: ¿cuáles respuestas adaptativas a una sequía agrícola?
Sequía: anomalía natural y efectos sobre la migración
En cualquier tipo de clima pueden presentarse periodos con una pluviosidad más baja
que los promedios observados en un largo lapso de tiempo, en general de 30 años. Esta
anomalía natural del clima provoca que el agua disponible resulte insuficiente para
satisfacer las distintas necesidades de la población humana, de los animales y de la
vegetación que enfrentan condiciones climáticas diferentes a las que están adaptados y a
partir de las cuales –en el caso de los grupos humanos- han construido sus actividades
económicas y sus formas de vida (Pita, 1989).
Más precisamente, se habla de sequía agrícola cuando la humedad presente en el suelo
resulta insuficiente para satisfacer las necesidades de un cultivo en particular en un
tiempo específico. El déficit hídrico limita el crecimiento de las plantas y el rendimiento
de las cosechas, a la vez que acelera la pérdida de la cubierta vegetal, facilitando la
erosión (Hernández Cerda, 2007). El consecuente aumento del precio de los alimentos y
la pérdida de seguridad alimentaria pueden llevar los grupos humanos cuya principal
fuente de sustento está vinculada con la agricultura y la ganadería a desplazarse y buscar
en otro territorio distintas formas de sustento.
Como hemos visto en el apartado anterior, por ser la sequía un fenómeno de lento
desarrollo y que involucre grandes extensiones de territorio, la respuesta migratoria
puede elaborarse con anticipación y no debe forzosamente involucrar a todos los
integrantes del hogar. No obstante, debido a la duración que suelen presentar las
sequías, los daños acumulados durante los años de baja pluviosidad y el largo tiempo
necesario a la recuperación de la humedad del suelo y de la vegetación, el
desplazamiento puede durar varios años porque la recuperación de la función productiva
del suelo no reaparece conjuntamente con el regreso de las lluvias.
En lo social, la repetición de malas cosechas favorece un empobrecimiento de la
población que prefiere destinar sus reducidos ingresos a la satisfacción de sus
necesidades inmediatas más que financiar el viaje del migrante. Sin duda, en caso de
escaseces estructurales y permanentes de agua, las poblaciones no tendrán mayor
recurso que abandonar sus tierras.
Descripción ambiental del área de estudio
15
El área de estudio pertenece al estado de Guanajuato6 localizado en el centro de la
República Mexicana. Sus tres grandes sectores de aprovechamiento de los recursos
naturales son: la minería (en la zona serrana), el monocultivo de cereales y la
industrialización del sector automotriz (en la zona del Bajío localizada en una meseta).
Se determinó trabajar en una cuenca hidrográfica, es decir, en un territorio delimitado
por los límites de las zonas de escurrimiento de las aguas superficiales que convergen
hacia un mismo cauce. La cuenca en cuestión está ocupada por el río Silao cuyas aguas
nacen en la parte alta de la Sierra de Guanajuato alrededor de los 2800 msnm, corre por
la altiplanicie árida de la Mesa Central y termina en el Bajío al contribuir al río
Guanajuato; forma parte de la cuenca Lerma-Chapala que cubre 78% de la superficie
estatal. El arroyo considerado es intermitente y sus aguas son producto de la pluviosidad
local. Sin embargo, constituye un elemento articulador de un territorio en interconexión
y que presenta una continuidad espacial y social al ser compartido por sus habitantes
tanto por los recursos que proporciona como por su vocación de colector de desechos,
sedimentos, contaminantes y nutrientes.
Figura 1. Red hidrográfica
El tramo de cuenca estudiado mide cerca de 42 km y se han visitado 11 localidades
asentadas a lo largo del río principal y de unos arroyos tributarios; esta área de estudio
presenta un desnivel cercano a los 550 metros y, debido a sus características naturales,
se han identificado tres áreas correspondientes a:
la cuenca alta con una elevación mayor a los 1851 m: es una zona de lomas
donde alternan bosques de encinos con laderas marcadamente erosionadas; 6 Superficie de 30 613 km2; población de 5.5 millones de habitantes en 2010; población urbana: 70%,
población rural: 30%; densidad poblacional de 179 hab/km2.
16
la cuenca media, entre 1850 y 2100 msnm, donde predominan los mezquitales y
chaparrales en una zona de mesetas con lomeríos;
la cuenca baja correspondiente a las llanuras del Bajío guanajuatense, con
elevaciones de entre 1820 y 1850 msnm y conocida en la región como el “Plan
de Silao”.
Figura 2. Ubicación de las localidades dentro del perfil de elevación del cauce
Es una zona de clima templado subhúmedo con lluvias concentradas en los meses de
junio a septiembre; en la cuenca baja, el clima es semicálido subhúmedo propio al
Bajío. La pluviosidad anual promedia oscila en los 600 mm, con una cierta variabilidad
climática que, en términos de pluviosidad anual, ha presentado en los últimos 30 años
datos extremos que, en la sierra, van de 1.005 mm a 248.6 mm y, en el “Plan”, de
1053.9 mm a 193.2 mm; en términos de temperatura, esta variabilidad se expresa por
una elevación de las temperaturas desde la década de los 70. Los climatólogos la
califican de natural sin descartar sin embargo el papel de la intensa actividad agrícola
desplegada en el Bajío que, por la aplicación de fertilizantes nitrogenados y la quema de
esquilmos, está contribuyendo significativamente a la emisión de gases de efecto
invernadero (Conabio y IEE, 2012).
En la cuenca alta predominan los bosques de encino y oyameles y los pastizales
naturales e inducidos; más abajo esta vegetación está asociada a huizatchales y
cactáceas como el nopal y el garambullo. Dentro del estado, la zona climática templada
subhúmeda concentra la mayor reserva de bosque pero su densidad está fuertemente
expuesta a la tala clandestina y a un manejo desordenado de los recursos naturales; la
deforestación en laderas lleva a un nivel de erosión muy severa característico de más de
40% de la superficie del estado. En la cuenca baja de la zona de estudio, se encuentran
manchones de vegetación silvestre (cactáceas, pastizales y chaparrales, pirules y
17
mezquites) pero su presencia está amenazada por la excesiva explotación de los
acuíferos para la producción de hortalizas de exportación (Conabio y IEE, 2012). De
una manera general, la desaparición de los hábitats naturales por efecto de una acción
humana descontrolada está al orden del día y favorece la desertificación de la zona. En
terrenos con pendientes pronunciadas, los suelos poco profundos se erosionan
fácilmente imposibilitando la conservación de la biodiversidad. (Conabio y IEE, 2012).
Descripción social del área de estudio
En cuanto a los datos sociodemográficos, las localidades consideradas cuentan con una
población de entre 21 y 2518 habitantes (Inegi, 2010), número que va en aumento en
diez de las 11 localidades tanto por el crecimiento natural como por el regreso de los
migrantes indocumentados que abandonaron los Estados Unidos de América a causa de
la inseguridad reinante y del declive de la economía. Dos de las localidades presentan
un grado muy alto de marginación (localidades serranas y sin transporte público, una de
ellas no cuenta con energía eléctrica), siete un nivel alto y dos un nivel medio (Conapo,
2010). En las tres localidades situadas en lo más alto del área de estudio, las parcelas
son regidas, en lo legal, bajo el régimen de la pequeña propiedad, mientras que en las
siete localidades restantes existen, además de la pequeña propiedad, propiedades
ejidales que fueron dotadas entre 1924 y 1935. Estas parcelas son trabajadas, en su gran
mayoría, por hombres mayores de 50 años, quienes todos han tenido una experiencia
migratoria en Estados Unidos o en alguna parte del país durante su juventud. Trabajan
sus tierras con el apoyo de un hijo o de un yerno.
Nivel de la
cuenca
Localidad Elevaci
ón
msnm
Núm.
Hab.
2010
Grado de
marginaci
ón
Porcentaje
de hogares
con apoyos
sociales en
2013
Principal régimen
de
propiedad de la
tierra
Cuenca alta El Chocolate 2397 21 Muy alto 80 Pequeña
propiedad
Et Terrero 2336 257 Muy alto 91 Pequeña
propiedad
Cuenca
media
San José de
Pinos
2023 453 Alto 71.5 Pequeña
propiedad
Arperos 1970 870 Alto 22.1 P. propiedad y
ejido
La Palma 1968 311 Alto 50.7 P. propiedad y
ejido
Los Lorenzos 1954 1380 Medio 48.2 P. propiedad y
ejido (1924)
18
El Paxtle 1893 1086 Alto 38.9 P. propiedad y
ejido (1935)
Cuenca
baja
Chichimequil
las
1845 2518 Alto 71.6 P. propiedad y
ejido (1935)
El Salitrillo 1837 1134 Alto 54.6 (P. propiedad y
ejido 1934)
Providencia
de Nápoles
1828 1417 Medio 51.6 P. propiedad y
ejido (1934)
Nápoles 1827 2321 Alto 53.2 P. propiedad y
ejido (1935)
Tabla 1: Caracterización de las 11 localidades
Todos los productores entrevistados siembran maíz y frijol de temporal en parcelas de
dimensiones reducidas (de 1 a 4 ha) y fraccionadas. En la cuenca alta y media del área
de estudio, las parcelas se localizan en laderas y en lo alto de las lomas, imposibilitando
cualquier beneficio por los escurrimientos de agua pluvial; en el “Plan”, las tierras, de
mejor calidad, pueden beneficiarse de un riego de complemento desviado desde el río
cuando éste trae agua.
Todos los productores entrevistados, invariablemente, recuerdan un pasado en que el
campo era más verde, más productivo y más diverso que el actual: la diversidad de
aquellos productos del campo (ganado, leche, quesos, siembra, leña, carbón, aguacates,
duraznos y guayabas) permitían alternar las fuentes de ingresos y aseguraban el
sostenimiento familiar; la tierra producía sin fertilizantes químicos y los excedentes se
vendían para adquirir bienes no agrícolas. Llovía más y de forma continua: había
muchos arroyos, los ríos eran más abundantes y la humedad del suelo permanecía por
más tiempo: no se tenían que regar las huertas frutales y las parcelas de alfalfa que
ahora sí requieren de un riego costoso por la energía necesaria al bombeo de agua
subsuperficial.
La crianza de animales (algunas cabezas –vacas o cabras- por familia), se ha visto muy
afectada por la baja pluviosidad que ha impactado negativamente en la vegetación y en
la producción de rastrojo: muchas familias han preferido separarse de sus animales en
lugar de verlos mal alimentados. Aunado a las difíciles condiciones ambientales, el
importante abigeato o robo de ganado –totalmente desatendido y no perseguido por las
autoridades- ha provocado la reducción involuntaria de cabezas de ganado. Pero, debido
a la necesidad de conservar mínimamente a la yunta por su apoyo en las tareas del
campo, los agricultores se han visto en la obligación de conservar a sus animales en las
inmediaciones de sus casas ―hasta en el patio― provocando la sobrecarga y la
contaminación del drenaje de uso doméstico y del río en las localidades donde los
desagües se vierten directamente al río.
19
Las entrevistas han arrojado que algunos productores, cansados por el elevado costo de
los insumos, la baja productividad de la tierra y una pluviosidad incierta de forma
cíclica se han desanimado de seguir sembrando7; priorizan otras fuentes de sustento más
seguras y constantes que las que ofrece el campo. Otros productores recurren con mayor
intensidad a las estrategias tradicionales realizadas en torno a la extracción de algún
recurso natural de la zona para su comercialización (leña, carbón, tierra de hoja, arena),
y los más jóvenes buscan incorporarse al sector agroindustrial u automotriz cuando su
nivel educativo lo permite. Todas estas opciones son a la vez el origen y el producto de
una transformación del territorio.
¿Y cómo es percibida la opción migratoria? La respuesta de los entrevistados no varía
mucho: la migración internacional –o “el Norte”- ya no cumple con las esperanzas
invertidas anteriormente en ella: el mayor costo económico y humano de un cruce
peligroso hacia los Estados Unidos de América, el aumento de las políticas represivas
hacia los indocumentados y la incapacidad de la economía del país vecino por absorber
una mayor cantidad de mano de obra han detenido de manera significativa el flujo de
migrantes y hasta ha fomentado el regreso de un importante número de migrantes
indocumentados que buscan ahora su reincorporación productiva en sus comunidades o
territorio de origen. No obstante, las localidades siguen percibiendo remesas ―aunque
en menor cantidad― de los familiares que permanecen allá sin arriesgarse al regreso.
Las localidades de la cuenca de mediana altura y las del “Plan” siguen luciendo lo que
en otros tiempos los migrantes del Norte ayudaron a financiar: calles y plazas
pavimentadas con su kiosco, pequeños comercios―y ciber cafés en las localidades del
“Plan”―, casas y camionetas.
Frente a la imposibilidad de emprender nuevos desplazamientos internacionales, ¿cuáles
han sido las estrategias de adaptación al bajo rendimiento de las cosechas destinadas al
autoconsumo? La incertidumbre climática, el retorno de algunos migrantes y el
crecimiento demográfico de las localidades requieren modificar, intensificar o abrir
nuevas formas de sustento alejadas del trabajo agrícola. Las entrevistas y visitas a
campo han arrojado la siguiente información:
En la cuenca alta:
o intensificación de la tradicional extracción de leña, carbón y tierra de hoja
debido a la mecanización -la motosierra ha remplazado al hacha y el camión
tórton al burro- y a la falta de una debida vigilancia y sanciones por parte de
las autoridades. Actividad favorecida por la sequía que asegura el buen
funcionamiento de los hornos tradicionales para la producción de carbón y
mantiene en buenas condiciones los caminos de tierra para el transporte de
los productos.
7 Se observaron parcelas sin trabajar, sobre todo en lo alto de las lomas.
20
o migración interna (semanal) hacia las ciudades cercanas: albañilería para los
hombres y servicio doméstico para las jovencitas: la falta de transporte
público no permite una movilidad cotidiana ni la escolaridad de los jóvenes
más allá de la secundaria.
o Opciones de sustento para las familias sin tierra ni orilla de bosque:
participar en una de las bandas musicales y aventurarse al empleo minero
que no es de tradición en esta parte de la sierra.
En la cuenca media:
o Reconversión de las huertas frutales (que requieren bombeo de agua y riego
durante 8 meses al año) en sembradíos de temporal.
o Extracción y venta ilegal de agua de la galería filtrante del río por algunos
habitantes locales a beneficio de las compañías mineras faltantes de agua por
bajo estiaje: fuerte reducción de los volúmenes de agua disponible para
consumo doméstico en las localidades rivereñas.
o Extracción y venta ilegal de arena por una sola persona pero con impactos en
la capacidad del río de retener agua para los usos comunitarios domésticos y
productivos.
o Realización de actividades del sector informal en el domicilio (coser
zapatos) o en la ciudad vecina (servicio doméstico o comercio ambulante de
los productos del campo) por no contar con un servicio público de transporte
regular y puntual. Solo las personas que cuenten con un vehículo propio
pueden acceder a los empleos donde la puntualidad es requerida
(agroindustria y sector automotriz).
En la parte baja y plana de la cuenca:
o Extracción y venta de arena del rio y de las parcelas: ganancia individual
inmediata con efectos negativos que se traducen en erosión del cauce,
abatimiento de los pozos y pérdida de humedad del suelo.
o Venta por imposición de las mejores tierras ejidales (planas) a beneficio de
la agroindustria, el Puerto Interior y el Eje Metropolitano: pérdida de un
recurso productivo a cambio de una cantidad monetaria que pocos saben
gestionar. Decepción de los padres en cuanto a los puestos de trabajo
ofrecidos a sus hijos “sobre las tierras entregadas al progreso”.
o Incorporación de la población joven y con estudios al sector industrial
automotriz en empleos de muy baja calificación
o Interés de los que conservan tierras de calidad en recibir capacitación para la
tecnificación de sus parcelas (riego por goteo) a la vez que están conscientes
de que el sector industrial pesa más que el agrícola en el otorgamiento de
pozos.
Consideraciones finales
21
Por el conjunto de dificultades que frenan la tradicional migración internacional hacia
los Estados Unidos de América, los habitantes de la cuenca privilegian compensar los
bajos ingresos de los años de malas cosechas con ocuparse en el entorno inmediato y
cercano. Los desplazamientos internos son pendualares: semanales o cotidianos.
Para los que se quedan en el contexto de las actividades agropecuarias donde la
creciente variación climática se resiente con mayor fuerza, las actividades no
agropecuarias, más rentables pero no controladas ni sancionadas, parecen ser las únicas
alternativas posibles para diversificar las fuentes de ingresos y reducir la dependencia al
clima y a sus variaciones.
No obstante, en la cuenca en estudio, las estrategias de subsistencia adoptadas por los
habitantes van, en gran medida, en contra de una mayor captación del agua y de
conservación de la humedad del suelo. De hecho, está comprobado que la deforestación
y el retiro del humus favorecen la erosión del suelo y la pérdida de su capa fértil;
también se reconoce que la sobreextracción de arena en los cauces de los ríos acelera el
tránsito del agua e impide su estancamiento favorable a la infiltración y a la generación
de humedad en el suelo y de recarga del acuífero. Estas actividades se están realizando
en una cuenca donde la cantidad de agua disponible ―por lluvias o por humedad―
presenta niveles variados pero más bien reducidos en función de la variabilidad
climática.
Las actividades humanas registradas en campo entorpecen e interfieren entonces con los
procesos naturales de producción, filtración y almacenamiento de agua pluvial cuando,
precisamente, se ha mostrado escasa en estos años. Al querer compensar una reducción
de los ingresos agrícolas vinculados a una baja pluviosidad y humedad del suelo, las
acciones antrópicas agravan las dimensiones de la sequía y por ende aumentan los
riesgos a sufrir peores situaciones en un futuro cercano. Las acciones depredadoras de
los recursos del territorio empeoran las condiciones ambientales de una manera
duradera y difícilmente reversible. Estas acciones reflejan una cierta construcción
cultural de la relación de la sociedad con su medio natural y tendrá implicaciones en la
reproducción y el aumento de las condiciones de vulnerabilidad.
Con estas transformaciones del medio natural, los habitantes aumentan la vulnerabilidad
de su territorio y también fragilizan sus propias formas de sustento que se tornarán más
sensibles a los efectos de la variabilidad climática. En otras palabras, las personas están
creando y construyendo sus propias situaciones de riesgo: son actores de sus escenarios
de riesgo. Al aumentar la vulnerabilidad y fragilidad de su territorio, los habitantes van
a contracorriente de cualquier estrategia de adaptación que, justamente, busca reducir la
vulnerabilidad.
22
La prolongada ausencia de las autoridades en las tareas de gestión, de control y de
sanción de las actividades irregulares de extracción va en esta misma dirección al tolerar
lo que los habitantes identifican ellos mismos como una desestabilización de los
equilibrios naturales y una degradación general de su entorno. La falta de voluntad
institucional de vigilar y sancionar la sobreexplotación de los recursos naturales también
construye los escenarios de riesgo del territorio y de sus habitantes donde el soporte
físico está padeciendo procesos de fragilización que repercutirán en los habitantes.
Podrían presentarse nuevamente inundaciones en la ciudad de Silao, similar a la que la
azotó en 1972, pero ahora con daños económicos y sociales mayores debido al
crecimiento de la ciudad y de su población.
Por ahora, las nuevas estrategias implementadas por los habitantes no responden
únicamente a los cambios ambientales provocados por la sequía. También son una
respuesta a la transformación de los procesos sociales (el crecimiento demográfico de
las localidades y las mayores demandas), económicos (la implantación del cluster
automotriz en el “Plan”), políticos (la represión hacia la migración indocumentada) y
culturales (el interés por las formas de consumo urbano) las cuales inciden en la
implementación de nuevas estrategias de sobrevivencia.
No cabe duda que las acciones transformadoras del territorio decididas por sus
habitantes deberían ser estudiadas y trabajadas dentro de un enfoque de ecosistema y en
conjunto con los habitantes para reducir su exposición a los efectos de una muy
probable y futura sequía porque los efectos de la actuación humana sobre el territorio no
prometen mejores tiempos.
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23
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