View
237
Download
1
Category
Preview:
DESCRIPTION
La revista digital del vóley argentino
Citation preview
La revista digital de vóley / NÚMERO 1 / JUNIO 2014
“Charlas de café”
Fabián Armoa
Editorial
Rapido y curioso
FUKUZAWA
En primera persona... “Soy muy perseverante y luchadora”
En una charla distendida, la armadora conversó de toda su carrera y el largo camino que transitó hasta la actualidad.
Yael Castiglione nació el 27 de Septiembre de 1985 en Buenos Aires y desde niña tuvo la determinación de jugar al
vóley. El camino ha sido largo pero no reniega de ello, ha sabido disfrutar de cada paso dado en la extensa carrera de
la joven deportista. Destaca su paso por Boca Juniors como un puntapié de lo que es el presente del vóleibol Xeneize.
Su presente en Brasil, el orgullo de ser pantera, el hecho de compartir con su hermana la profesión y todos sus
anhelos en una charla, en primera persona.
LOS 7 MAGNIFICOS
Lavalle 168 - Buenos Aires
011 4314-2072
Charlas de café… “Toda la vida fui entrenador”
La frase que lo pinta a la perfección. La pasión de su vida, el vóley. El rol que lleva en el alma, entrenador. El técnico
número uno de la Argentina habla sin reservas.
Fabián Armoa nació en Buenos Aires, el 17 de marzo del 1964. Comenzó a andar el camino del vóley desde
adolescente, por un motivo que confiesa entre risas: “Llegué al vóley por las chicas. Yo iba a un colegio industrial y
jugaba al futbol. En la clase éramos todos varones, todos mis amigos eran varones. Y cuando cumplí quince o dieciséis
años decidí anotarme en el club de mi barrio, en Ciudad Evita… ¡porque ahí iban todas las chicas del otro colegio!”. La
estrategia no dio el resultado que él esperaba: “¡Me volqué de lleno al vóley, y así nomás perdí el breve contacto que
tuve con las chicas!”
Con un café de por medio, así arranca la charla. Entre risas, anécdotas del barrio, recuerdos de su juventud;
repasamos todas las vivencias de la infancia que le dejaron una marca profunda.
¿Qué fue lo que te apasionó del
vóley?
De chico yo jugaba al futbol pero
descubrí que el vóley, además de
requerir una habilidad innata,
tenía una técnica que se debía
aprender y dominar para poder
jugar. Pasé horas, días, meses
perfeccionando mi técnica. Me
ayudó muchísimo jugar con
chicos mayores que yo. Me
invitaron a entrenar, me
ayudaron a perfeccionar mi
juego. Ése fue otro factor
determinante, la parte social.
El vóley tenía un contenido
social, mucho más importante
que el fútbol y me generaba
mucha satisfacción.
¿Cuál fue el mayor desafío en
tus inicios?
Que siendo tan joven y con tan
poco tiempo de juego, de
repente un día me llamaron para
que fuera a jugar en la primera!
Cuando algo me gusta hasta que
no lo domino no paro. Entrenaba
todas las noches, con frío, con
lluvia, lo que fuera. Tratando de
no descuidar el colegio, era un
desafío.
Mi viejo, era militar y técnico de
fútbol, de chico nunca me vio
jugar. Mi familia era bastante
reticente a que entrenara tan
tarde, por todo lo que eso
implicaba.
¿Y cómo fue la transición de
jugador a entrenador?
Yo pienso que toda la
vida fui entrenador.
Toda la vida armé equipos.
Siempre me gustó organizar.
Siempre me gustó agarrar al
compañero que más le costaba y
ayudarlo a intentar sacar lo mejor
de él en lo que fuera que tuviera
que hacer. Con el tiempo, le fui
encontrando el gusto al deporte,
empecé a entenderlo desde otra
perspectiva, desde afuera del
rectángulo; y me hice entrenador
cuando tenía 24 años.
Su pasión por el vóley al principio
le jugó algún mal trago. A los 18
años, Fabián, estudiaba
Educación Física y trabajaba en
las categorías menores. “Había
decidido dejar de jugar en
primera porque no me pagaban”
relata, y por eso decidió emigrar
a Tucumán, para jugar en la
flamante Liga Nacional B.
Decisión que le trajo problemas
“no querían homologarme las
materias para terminar el
profesorado y tampoco me
pagaban” explica, pero sus ganas
de jugar siempre fueron más
fuertes.
Un tiempo después decidió volver
a Buenos Aires y entonces
“Alejandro Grossi dejó Obras y
me llamaron para ocupar su
lugar”. Cuenta que ése fue el
momento en el que todas las
dudas se disiparon: “¡Esto es lo
mío! pensé, tomé el puesto y no
lo solté nunca más. Hace 25 años
que dirijo en primera”.
En esa época era muy habitual
que los técnicos emigraran a
Europa y jugadores del plantel
tomaran la dirección técnica,
¿por qué creés que sucedía?
Fui el primero de esos y por
suerte me fue bien. Sucedía
porque en general daba buen
resultado, entonces varios clubes
tomaron este nuevo modelo.
Antes, el entrenador venía de
portafolio y se lo llamaba
profesor, era un concepto
completamente diferente del que
existe ahora.
Desde esa primera versión de
entrenador que fuiste, hasta la
versión del que sos hoy, ¿cuán
duro fue el proceso?
Te soy sincero, no fue nada duro.
Te diría que tuve suerte. Siempre
estuve en lugares con dirigentes
abiertos, con capacidad de
crecimiento, con la cabeza
abierta como para aceptar otras
visiones y saber progresar. Otra
ventaja fue que pude estar
muchos años en un mismo lugar,
siempre tuve procesos largos, y
así pude plasmar mejor mi
trabajo. Nunca tuve ganas de
irme de ningún lugar.
Hay personas que trabajan duro
toda su vida y no tienen la suerte
de estar en el lugar indicado en el
momento justo, yo la tuve.
Mi momento más
difícil fue la salida de la
selección, cuando
estuve sin trabajo.
En cuanto a la vida familiar, no es
fácil. Ser entrenador implica
horas de analizar, hablar,
transmitir ideas, proyectar
entrenamientos… todo eso se
traduce en menos horas en tu
casa. Hay momentos en los que
estás tan enfocado en el trabajo,
que te olvidas de las cosas
cotidianas de la vida.
¿Cómo ves la actualidad del
vóley argentino?
Argentina se divide entre el vóley
masculino y el vóley femenino
como en ningún otro lugar del
mundo. Como si fueran dos
disciplinas completamente
distintas, una absoluta locura.
La segmentación que hacemos es
tal que el vóley masculino mira al
femenino como si fuera otro
deporte.
Los entrenadores del vóley
masculino nunca quisieron
trabajar de otra cosa, los del
femenino sí. Esto resultó en que
el vóley masculino sea
profesional, y en que el vóley
femenino esté luchando por
serlo.
Cuando se creó la Asociación de
Clubes Liga Argentina de Voleibol
(ACLAV), lo más importante que
pedí fue que los entrenadores no
pudieran ingresar a la Asociación.
Teníamos que entender que
nuestro rol es el de empleados.
Tenemos que conversar con
nuestro dirigente y entrenar al
equipo. No ocuparnos ni de los
viajes, ni de la ropa, ni de nada
que no abarque lo deportivo en
cuanto al club. Ése es un
parámetro importante para
crecer, sino es muy complicado
progresar.
Fabián continúa explicando que
mantener esta filosofía de
trabajo a lo largo de su carrera
no siempre fue fácil, “en Obras,
conversar con los dirigentes era
sencillo porque el vóley era la
primera disciplina. En Vélez, un
club de futbol, tuvimos que
trabajar muchísimo la cabeza de
los dirigentes para lograr cambiar
las cosas. En Azul entendían todo,
muy sencillo; lo mismo en UPCN;
lugares en donde hay gente que
sabe gestionar. Eso te facilita las
cosas. El entrenador tiene que
tener voz, pero no voto, porque
cuando votás sos parte, y no vas
a tener a nadie que te pague,
pasás a ser tu propio jefe.”
A la hora de enumerar las
características que él encuentra
fundamentales en un buen
entrenador, nos comenta que son
dos cosas: “la primera es saber
sobre entrenamiento. El
entrenamiento es una ciencia y el
deporte es ciencia y arte. El
entrenador no es un artista,
necesita formación académica. Es
clave conocer la ciencia del
entrenamiento, eso no lo saben
todos.
La segunda, es comprender el
aspecto psicológico y social” y
continúa “hice cursos que no me
resultaron muy útiles, lo mejor
fue leer a José Ingenieros.
Entendí que el maestro que tiene
autoridad moral, más allá de lo
académico, te enseña y te
prepara para la vida. Ese
concepto de transmisión del
conocimiento y del saber vivir de
los más grandes hacia los más
chicos, eso es el vóley”.
Ahora se hace más evidente que
en cualquier otro momento de
nuestra charla que para Fabián
los códigos son fundamentales y
que su infancia y adolescencia
marcan profundamente su ética
de trabajo, “si nosotros
jugábamos con una pelota de
trapo contra los del otro barrio, y
deducíamos la táctica del rival,
podemos hacer lo mismo en el
ámbito profesional. Trasladar lo
que hacíamos en el barrio con los
amigos, a la cancha, a los
jugadores, a todo. A los amigos
del barrio no les fallás nunca, a tu
compañero de equipo tampoco.
Ese concepto debería aplicarse a
cualquier deporte. Pero ojo, sin
estudios, sin saber de
entrenamiento, sin saber
planificar; no tiene sentido. Es
una base de tres pilares: ciencia y
arte, los códigos de barrio y el
aprendizaje formal”.
¿Y la constancia?
Siempre la tuve. Hasta hoy si voy
a jugar al futbol soy insoportable,
me la paso ordenando, no
disfruto del jugar sino del
organizar.
Siempre asumí riesgos, porque
para lograr hay que arriesgar.
Hoy miro atrás, y creo que todo
lo logré por mi constancia y
perseverancia. José Ingenieros
escribió “Cada generación
renueva sus ideales. Si este libro
pudiera estimular a los jóvenes a
descubrir los propios, quedarían
satisfechos los anhelos del autor,
que siempre estuvo en la
vanguardia de la suya y espera
tener la dicha de morir antes de
envejecer”. No es idealismo
pensar que el pasado fue mejor,
porque ya estás implicando que
el futuro será peor.
Yo siempre trato de conseguir un
poco más, algo mejor, por un
futuro mejor, siempre ir por un
poco más. Disfruto del camino,
me gusta el entrenamiento y
disfruto de la exigencia.
Siempre vamos por la
excelencia, que nunca
se logra, pero te
plantea un objetivo
nuevo: que el corazón
siga latiendo.
¿Cómo influyó en tu carrera tu
forma de ser?
Obviamente tuve mi momento
malo. Con la selección Argentina,
durante los Juegos Olímpicos,
tendría que haber sido el
momento más maravilloso y fue
el peor. Pero la balanza se inclina
hacia lo positivo a pesar de haber
visto y padecido muchos
comportamientos inaceptables.
Hay jugadores que no
comprenden que formar parte de
un equipo es como ser una
familia, y por ello me vi partícipe,
como testigo, de cuestiones que
para mí no eran éticas. En ese
momento mi forma de ser me
trajo problemas en mi trabajo,
pero estoy tranquilo, fue por
mantener mis códigos de
conducta.
¿Cómo elegís a tus jugadores?
A los conflictivos no los quiero
por más buenos que sean. Sé que
lo que digo no es políticamente
correcto, pero es la verdad.
Tenemos que estar convencidos
de que van a integrarse bien al
grupo, no con los individuos, sino
con el equipo. Van a integrar un
equipo en donde todos ponen,
nadie saca.
Otro punto clave es el valor
agregado. Nosotros creemos que
el cuerpo técnico es el que debe
lograr que el jugador se vea
mejor de lo que ya se ha visto.
Muchas veces revisamos
jugadores que no son de
renombre porque confiamos en
que nuestro trabajo va a
potenciar su juego. Ése es
nuestro trabajo.
¿Qué cosas no negocias nunca
con un jugador?
Muchas. El egoísmo sobre todo.
Hay mucho egoísmo, y cuanto
más arriba, peor.
Con muy poco, con un éxito
deportivo mínimo, se sienten
estrellas, y no es así. Hay
personas en el mundo que tienen
trabajos mucho más
trascendentales, un médico por
ejemplo.
Cuando se disputan lugares,
discuten si el armador se la da a
uno o a otro, dejan de hacer
autocrítica; no son parte del
todos ponen, ninguno saca. Con
eso no puedo convivir.
¿Cómo se regulan los egos en un
equipo que gana todo?
Somos padrinos de un taller para
chicos con habilidades especiales
ubicado en un pueblo cercano a
San Juan. Un día nos invitaron a
comer y les comuniqué a los
muchachos que había aceptado
la invitación, algunos me
preguntaron si era obligatorio;
les dije que obviamente, “vamos,
nos sentamos, compartimos con
los chicos, comemos y después
volvemos y entrenamos”.
Otra vez el plantel me preguntó
si podíamos hacer un turno largo
en vez de dos, y acepté con la
condición de que todos
pusiéramos dinero en un sobre y
lo lleváramos personalmente al
hogar.
Hay jugadores piolas, hay otros a
los que tenés que marcarles el
camino para que entiendan que
ganar dinero por jugar al vóley es
un privilegio absoluto.
¿La diferencia de edad genera
problemas en el grupo?
En mi equipo no lo permito.
Están prohibidos los bautismos,
la asignación de tareas menores
como llevar las pelotas o las
camisetas. Es innecesario y
abusivo. A los más jóvenes hay
que integrarlos al grupo, tratarlos
bien, ayudarlos a cumplir su rol
sin humillarlos.
Cuando tomamos decisiones, sí,
lo hago con los mayores, pero el
grupo lo conforman todos. Al
igual que los premios, todo es
parejo para todos.
Así, tajante, apasionado,
comprometido, lleno de
convicción y energía; Fabián no
es ajeno a la emoción que
muchas veces embarga a todos
los que, como él, dejan el alma en
la cancha “Durante la charla
técnica en el mundial pasado,
antes de jugar por el tercer
puesto contra el Trentino, me
dieron ganas de llorar como
nunca. Estaba muy emocionado,
traté de calmarme fumando
algún cigarrillo pero la mezcla de
alegría y orgullo era tan grande
que no me podía controlar.
Pensaba en quiénes éramos, qué
habíamos hecho, en dónde
estábamos… ahí, en ese
momento, todos los que
habíamos trabajado día a día,
todo el año, eso era un premio”,
recuerda emocionado.
Su referencia a sus orígenes, a la
vida de barrio y a los códigos de
amigos inquebrantables es
constante. Reconoce que sin el
apoyo de su familia jamás
hubiera podido llegar a donde
está hoy y se considera un
afortunado: “Tengo una familia
hermosa, tenemos una casa en la
que vivimos momentos
maravillosos, trabajo cómodo;
soy un privilegiado. He podido
combinar el vóley y la familia, eso
no existe para la mayoría, yo lo
puedo disfrutar. Mi familia
es la mejor medalla
que me colgué en el
pecho”.
Y antes de la despedida asegura:
“Siempre fui por mis ideales, por
lo que pensaba. Si pudiera volver
el tiempo atrás, me diría a mí
mismo que haga lo que tenga
ganas de hacer. Ganar y perder
son consecuencia de muchos
factores, pero la felicidad que
genera hacer lo que uno quiere
es inigualable. Por eso tengo que
estar eternamente agradecido”.
El Minivóley aparece en la antigua República Democrática Alemana en los años 60, creado como método de
preparación para el aprendizaje del voleibol por el profesor Hosrt Baacke. En sus orígenes se modificaron algunas
reglas, se jugaba con una pelota más pequeña, las dimensiones de la cancha también se modificaron así también
como el número de jugadores. En los años 1970 la FIVB vio los grandes beneficios y aportes que tenía este juego para
la actividad física de los niños, a las escuelas y al voleibol, que decide desarrollar e impulsar este juego. De este modo
el Minivoley fue incorporando modificaciones que comenzaron en el Primer Simposio Internacional de Suecia en 1975
y en los sucesivos Congresos de Italia, Argentina y Francia. Un poco más acá en los “Simposios Internacionales de
Minivóley y Voleibol Escolar” realizados en nuestro país en los años 1982 y 2011, algunas de las conclusiones finales
expresaron las ideas anteriores: “El Minivoley forma parte del proceso educativo de los niños y de las niñas” El
Minivóley se expresa como un juego que da posibilidades de participación a todos los niños, sus diferentes formatos,
se puede jugar 1vs 1. 2 vs 2, 3 vs 3 y 4 vs 4, hace que se pueda jugar en espacios reducidos.
VOLEY CIRCULAR
Poderoso el chiquitIn
Tel: 15-3157-6939
Info@enade.com.ar
www.enade.com.ar
Prof. Fabián Hugo Muraco
Según los
desplazamientosLargos
Cortos
Sin desplazamientos
Antero-post, laterales, oblicuos
Clasificación de la Recepción
De tres
De cuatro
En W o M
Según la técnica Golpe de manos bajas
Golpe de manos altasLíbero
Según acción posteriorAtaque
Cobertura
Según lado de recepciónIzquierda del receptor
Derecha del receptor
Al centro
Según cantidad de
receptoresDe dos
Flotado en salto
Salto de potencia
Zaguero Según posición en el
campo
Delantero
Según lugar del saqueDe posición 1, 6 o 5
De posición 9 o 7
Posiciones intermedias
entre 1, 6 y 5
Según tipo de saqueFlotado a pie firme
Recommended